Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
1
sus rivales de la crítica musical—Prunières, Boris de Schloezer, Roland-Manuel y
André Schaeffner, entre otros.
Sin embargo, en los años ´20, en la medida que su música iba apareciendo más y
más como un atavismo romántico, la importancia de Koechlin como crítico y
pedagogo superó su importancia como compositor. Fue el autor de más de 125
artículos y críticas publicados que aparecieron a lo largo de la primera mitad del
siglo en la mayoría de las revistas musicales francesas y algunas internacionales.
Muy pocos de dichos artículos han sido publicados posteriormente. Escribió libros
de texto muy utilizados sobre armonía, orquestación, contrapunto y fuga, y
estudios generales sobre la vida y obra de su maestro, Fauré, y sobre Debussy.
Koechlin también daba clases privadas—aunque nunca llegó a disfrutar un puesto
institucional fijo.
Bibliografía de Koechlin:
“Atonal Music”. En Music Today: Journal of the Internatonal Society for
Contemporary Music, I (1949) 26-35. Es un resumen de un artículo más largo en
francés. “Quelques réflexions au sujet de la musique atonale,”, impreso en el
mismo lugar.
BACK TO BACH
RETORNO A BACH
(Le “Retour à Bach”, 1926)
2
Bach es austera y académica; la de Mozart exquisita. La de Vincente d´Indy es
finamente calculada pero vacío de sentimiento. Desafortunadamente, ninguna de
dichas generalizaciones se puede demostrar a través de un análisis de las obras.
Yo, pues, quisiera explorar esta nueva frase en su referencia a las obras de Bach.
Aquí tenemos a Roland-Manuel, con su erudita sonrisa: “Bach es tan multi-
facético! Casi todo cabe allí. Así que ¿no se puede decir que siempre volvemos a
él?” Pero yo no puedo aceptar esta corriente de pensamiento. Sus idiosincrasias
deben ser lo que nos guían; ¡examinemos los aspectos distintivos de Johann
Sebastián!
André George y a veces Georges Auric nos han comentado en los Nouvelles
littéraires que la salud, hasta la vida misma de nuestro arte, debe ser comprada al
coste de este cruel pero necesaria indiferencia, conduciéndonos últimamente a
tapar nuestros oídos con cera para superar el peligro de oír las sirenas. “Adelante
a toda velocidad y mantengan el camino recto hacía Johann Sebastián!” parece
ser la orden, justo como lo habría hecho Phileas Fogg.
Ahora no cuestionaré los méritos de este punto de vista, aunque no hay mucho
que decir, especialmente sobre el lejanía del primer tema del Cuarteto de Cuerda
de Claude Debussy, o sobre el impresionismo de los insultos lanzados a
Mélisande cuando le agarra por el pelo (o el interludio al estilo de Franck que
sigue esta escena), o la construcción ondulante de “Fêtes” o la iridescence del
Andante del Cuarteto, o el halos en la Finale de Saint-Sèbastian, o el nubosidad
de la Tocata y “Jardins sous la pluie.” Hay igualmente tanto que se puede decir
sobre la influencia de Pelleas. Pero en general yo puedo enumerar los principios
de este tipo de neoclasicismo, discutible o no, sin misrepresentarlo: temas claros
como en los allegros de Bach (otra vez un remonstrance!); no pathos como en
Beethoven, Franck , o Wagner; no expresionismo como en Fauré o Debussy (yo
desde luego no puedo llamarlo impresionismo!); una “música pura” que no
establece ningún significado. Y siempre con fugas, o, mejor, estructuras de fugas,
adaptados a las necesidades de una época en la cual el tiempo es dinero.
3
Ahora si Bach, en algunas obras, revela este tipo de claridad en lo cuadrado de
sus ritmos, si nosotros a veces encontramos en él una “música pura”, que parece
ser inexpresiva, él está haciendo simplemente lo que hacían sus contemporáneos.
Incluso antes, nuestros organistas franceses del siglo XVII proporcionaban
ejemplos similares. Mirad si no las obras de Marchan, Nicolas de Grigny,
[Francois] Roerday. Ésta fue la práctica común del periodo desde 1650 a 1750.
Bach lo utilizó de vez en cuanto. Pero, como nació en 1685, no era su inventor.
Lo encontró plenamente formulado ya en todos sus aspectos fundamentales.
Solamente una parte de ello fue distintivamente suyo.
Bach es la emoción pura. Casi siempre es así hasta en sus fugas, ¡cuyas líneas
son tan cantables! Mirad una vez más a la Clave Bien Temperada. Comprender
su encanto es volver de verdad a Bach, no solamente utilizarle como cita
recordatoria.
4
Do sostenido mayor, alegres y llenas de juventud; las fugas en Fa menor y Si-
bemol menor, llenas de angustia.
Y hay más en Bach (yo selecciono de entre más de mil ejemplos) la radiante
dulzura de la famosa aria de la Cantata de Pentecostés [probablemente “Mein
Gläubiges Herze” de Also hat Gott die Welt geleibt, BWV 68] con su plenitud de
alegría pura; la exaltación del “[Et] resurrexit” de la Misa en Si menor, o de la antes
mencionado coral de órgano “Hier ist die Freude” [“In dir ist Freude,” BWV 615?];
la ternura extrema de los adagios de las sonatas de órgano, conciertos
orquestales, etc; los incomparables corales de órgano (vean volúmenes 5 y 6 de
la edición Peters, especialmente el admirable preludio en Mi-bemol); la expresión
grave y triunfante de la fe, irresistible y dulce, que surge en otro chorale de órgano,
en el volumen 9; la tristeza de “Aus tiefer Noth” [BWV 686 o 687] y del
“Crucifixus”, el misterio del “Incarnatus,” la plagaria por el perdón del “Qui tollis [de
la Misa en Si menor]; la merced infinito del coro final de la Pasión según San Juan;
la promesa mística que termina el Actus tragicus [BWV 106] (“Heute, wirst du mit
mir im Paradies sein,” “Hoy estarás conmigo en el Paraíso”), con su comentario
mágico proporcionado por el himno en los contraltos.
5
la sutileza y la solidez que se juntaban en las armonizaciones de Bach, no
aparecen hoy día apenas la inspiración--ni en las obras astringentes y complejas
ni en el estilo simplificado del nuevo hedonismo que ya ha sido referido-- como en
las obras de G[eorges] Auric. Yo no pretendo que esta simplificación ni esta
complejidad son exentas de valor, al menos lo practicado por algunos. Pero lo que
está claro es que no es Bach, ni en armonía, ni en contrapunto, ni en emoción.
Para decir la verdad, no se puede negar que muchos modernos tienen un talento
especial para ajustarse al espíritu de sus tiempos, por afinidad natural entre su
punto de vista y su “sensibilidad” moderna o por una violación de sus propias
inclinaciones naturales en sus calculadas muestras de respeto por “lo que quiere
la gente”. Bach fue justamente lo opuesto. No era teórico; era culto, pero no
estaba dispuesto a aceptar ideas a priori. No se sentía ni mínimamente inclinado
hacía la “estética moderna” de sus tiempos. Dicha posición estética subyacía una
reacción en contra del arte a la cual Bach se mantuvo fiel. Fue una reacción
desde un punto de vista teatral, una que sugería acompañamientos simples y un
rechazo al contrapunto, incluso al contrapunto tan rico y expresivo como el de J. S.
Bach. Después de todo, fue juzgado como un atrasado debido a su contrapunto y
un revolucionario debido a la innovación profunda de su lenguaje armónico y
también debido a su ideología musical. Miraba hacía el pasado y hacía el futuro
más que en su presente, y debido a eso, no fue comprendido en su propio siglo.
6
con los proponentes de un “retorno a Bach” como los que hemos comentado, y
¡forme sus propias conclusiones!
Lo dejaría allí, pero debo mencionar que los compositores, mucho antes de los de
la actualidad—muchos—también han vuelto a Bach. Una intimidad más grande y
genuina con el maestro de la fuga ha sido una característica de la escuela
francesa de composición durante los últimos sesenta años. Muchos nombres me
vienen la mente. Berlioz ignoraba a Bach (o casi) hasta su conversión de la mano
de Saint-Saëns. En su juventud, Gounod se inició en el culto de Bach a través de
la hermana de Mendelssohn. Para ver la influencia, se debe mirar solamente en la
primera página del Faust, o mencionar el epitafio “académico” fijado a la ópera en
las críticas contemporáneas o examinar su edición, cuidadosamente transcrita, de
los 150 corales del “gran cantor”.
Sin duda, César Franck se nutrió de dicha “médula de león” (para utilizar un una
metáfora culinaria de Gounod). Es igualmente cierto que el bien-informado
Massenet—a pesar de que las tendencias en el Conservatoire en los años 1860,
comprendía la belleza del estilo contrapuntistico de Bach. Podemos ver trazos de
ello en su.fuga de 1863 que ganó el primer premio. Con Bizet, los pasajes del
Preludio de Lárlésienne y Carmen fueron plenamente inspirados en la tradición de
Bach en su forma más pura y clara. Las influencias de Bach sobre Camille Saint-
Saëns son innegables. Hay muchos ejemplos en adición a las fugas en le déluge,
La lyre et la harpe, o la Finale de la Tercera Sinfonía: La escena en la que
Samson gira la piedra del molino [en Samson et Dalila]; tienen su origen en el
primer coro de la Pasión de San Juan; el cuarteto de barítonos (“Justiciae Domini
rectae”) del salmo Coeli enarrant; el comienzo de Samson et Dalila; muchos
pasajes de La lyre et la harpe (para no mencionar su música de cámara). Está
claro que este maestro tan experto en el arte del contrapunto, conoce a fondo
Johann Sebastián Bach. Ya he mencionado que, en algunos aspectos, Saint-
Saëns es un precursor de nuestros compositores no-expresionistas, esto a través
de su teoría de una música puramente plástica (vean, sobre este tema, sus cartas
a Camille Bellaigue, publicadas en la Revue des deux-mondes). Pensad lo que
quieran de su obra (es muy posible que la opinión negativa actual sobre él es
injusta), él no espera una reacción anti-Debussy para llegar a la “forma precisa”
sobre la cual tanto ha insistido.
7
Volveré momentáneamente al tema de este ensayo, pero la mención de estilo me
lleva a un paréntesis. No podemos olvidarnos de la fuga, estrictamente hablando.
¿Dónde estaba la fuga durante este periodo de renovación? La gente en general
pensará en César Franck, d´Indy, Albéric Magnard. Ya he citado Saint-Saëns, y
permitidme también mencionar las fugas de los Salmos de Guy Ropartz y Florent
Schmitt—que de Mârouf (en la escena de los comerciantes en el Acta 2 y la última
escena del último acto) como también en “La fille de Roland,” la bella meditación
de Carlomagno y uno de los mejores pasajes de toda la obra. También [Henri]
Rabaud, un devoto de Bach desde su juventud. Vean la cantata Daphne, con la
que ganó el premio de Roma. El aria de Apolo “Ne repousse point” utiliza un tema
y unos ritmos de bajo que recuerdan un andante de la Sonata de Violín de Bach,
transcrita por Saint-Saëns.
¿Es necesario mencionar las enseñanzas de André Gedalge? Entre mis muchos
recuerdos felices de él, ¡su manera de llevarnos a Bach no es el menor! Me dejó
un libro de Preludios y Fugas, perfectos en estilo, al igual que su colección de
Canon, su última obra. Las de Paul Dupin son un poco diferentes—la influencia
de la Clave Bien Temperada no es tan evidente en ellas. Pero las Tres Piezas
Fugadas para piano por el mismo compositor representan un homenaje sincero y
indiscutible del autor del Magnificat.
8
Con todos estos ejemplos a mano, me resisto un poco a mencionar alguno de mis
propias obras. Pero lo haré de todas formas porque mi religión se mantiene, y
porque los críticos han querido incluirme entre los “nietos de Bach”. Fui etiquetado
en conexión con la Sonatine [op. 59, 1916], o posiblemente después de la más
reciente Sonata para Clarinete no. 2 [Op. 86, 1923]. A estas obras permitidme
añadir mi Les vendages [Op. 30, No. 1] (escuchado en el concierto orquestal de la
S.I.M.. de 1910), sobre cuyo valor no hablaré pero cuyo estilo contrapuntístico fue
ciertamente inspirado por Juan Sebastián y por las enseñanzas de mi maestro,
André Gedalge.