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EL PROBLEMA
La religión para algunos es una filosofía de vida, para otros una guía
espiritual, e incluso les permite compartir una forma de ver al mundo y de interpretar
los fenómenos que allí ocurren. Con este pequeño apéndice, se demuestra que la
religión influye en la vida de las personas y en su forma de actuar (conducta). De
hecho, en los inicios de la humanidad se concebía la existencia de un Derecho
Natura, que deviene de un ser “omnipotente”, según José Ramón Eljuri (1960; p.
314) “El “Ius Naturale” brota de la misma naturaleza del hombre y deriva de forma
obligatoria de Dios, pero es tan inmutable que ni por el mismo Dios puede ser
modificado”
Siguiendo esta línea de idea, de acuerdo con Miguel Omar Cevedo Marín
(2009; p.287) “Heráclito nos hablaba de un Derecho divino, Anaximandro de una
Justicia cósmica y luego Hipias nos menciona acerca de un Derecho no escrito (…)”,
el Derecho existe para normar la conducta de los individuos, la religión también
forma parte de un compendio de normas para regular la conducta de las personas;
yéndose por situaciones fácticas y cuestiones ético-morales.
Esto no solo abarca transfusiones, sino que prácticas similares que van más
allá e incluso pueden influir de forma negativa en conducta de las personas; quienes
guiados por el fanatismo llegando a actuar con una conducta extremista;
manifestando, obrando e inclusos siendo capaz de ir en detrimento de la integridad
y los derechos que poseen los demás individuos presentes en sociedad que no
compartan una misma creencia. Si la existencia de un ser superior fuese probable
o improbable ningún individuo tiene la potestad de decidir sobre la vida de los
demás, ni cuestionar las prácticas ajenas siempre y cuando no vulneren la
integridad ajena.
Es prudente tomar en cuenta el principio del Interés Superior del Niño, Niña
o Adolescente, así como la Carta de la Declaración de los Derechos Humanos, en
relación con las denuncias admitidas en los órganos competentes a tal fin como por
ejemplo el Consejo de Protección de Niños, Niñas y Adolescentes. Recordando que
el hecho de no actuar ante las injusticias teniendo la oportunidad de hacerlo, es ser
cómplice de un delito, es ser un espectador de atrocidades. No es moral ni mucho
menos ético, ni siquiera de Dios, dejar pasar situaciones de este tipo.
1.3.2 ESPECÍFICOS.