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3, 352-357
Resumen
Técnicas cognitivas y lenguaje: un regreso a los orígenes conductuales.
Antecedentes: el objetivo de este trabajo es proponer una alternativa
explicativa al funcionamiento de las técnicas cognitivas basándonos en los
procesos de aprendizaje asociativo y destacando su carácter verbal; se
cuestionan las explicaciones tradicionales, que se analizan a la luz de la
situación de la psicología en los años 70 del siglo pasado. Método: se emplea
el análisis conceptual para revisar los conceptos de lenguaje, cognición y
conducta y se presentan las propuestas desarrolladas para su estudio desde
planteamientos operantes y pavlovianos, haciendo especial hincapié en las
aportaciones de Mowrer (1954) y en los planteamientos filosóficos de Ryle
(1949) y Wittgenstein (1953). Conclusiones: se detectan una serie de
problemas lógicos en los fundamentos de las terapias cognitivas. La
combinación de los paradigmas operante y pavloviano y su soporte filosófico
en las propuestas señaladas suponen una superación de dichas flaquezas y
permiten una explicación del funcionamiento de las técnicas cognitivas sin
necesidad de recurrir a constructos de dudosa validez lógica y científica.
Palabras clave: técnicas cognitivas, lenguaje, conducta, condicionamiento
pavloviano.
Método
Con el fin de introducir nuestra tesis, primero cuestionamos los fundamentos de las
técnicas cognitivas y la conceptualización tradicional de estas. Como ejemplo,
analizamos la propuesta de Beck (Beck y cols., 1979) y su organización tripartita de la
mente: hechos cognitivos en la superficie, procesos cognitivos en un nivel más profundo
y, por último, esquemas cognitivos, que son inaccesibles a la ciencia y en última instancia
determinan la conducta humana. Los esquemas cognitivos pueden ser alterados por medio
de herramientas lingüísticas, principalmente el método socrático. Esta técnica emplea el
método mayéutico con el propósito de ayudar a los clientes a cuestionar y reemplazar los
pensamientos maladaptativos de estos con unos más adaptativos. Este cambio cognitivo
Técnicas cognitivas y lenguaje. Un retorno a los orígenes conductuales
fomenta progresivamente nuevas estrategias conductuales, las que, a su vez, son la única
“evidencia” de que los esquemas cognitivos han cambiado.
A pesar de su carácter tautológico, esta rationale (base lógica) implica la existencia de
una “segunda sustancia” con poderes causales sobre la conducta: lo mental, separado de
lo material (ambiental y orgánico-estructural). Esto, a su vez, supone una distinción
cualitativa entre los procesos físicos y mentales que no solo es injustificada y opuesta a
un fundamento filosófico sólido para el análisis científico de los problemas psicológicos;
también es innecesaria. Si nuestra única evidencia para el cambio cognitivo es
precisamente el cambio conductual observado, ¿en dónde está la virtud explicativa de los
esquemas cognitivos?
Desde nuestra perspectiva, una revisión exhaustiva de los conceptos de cognición,
lenguaje y comportamiento nos lleva a la conclusión de que muchos de los problemas
filosóficos encontrados por la psicología son solo seudo-problemas causados por un
empleo impreciso de la terminología mental y una concepción inapropiada de lo mental.
Nuestra propuesta está fundada en algunas contribuciones de la filosofía
contemporánea de la mente y el lenguaje, específicamente en los enfoques anti-
descriptivista y anti-factualista de Ryle (1949) y Wittgenstein (1953). Desde nuestra
perspectiva, nuestro lenguaje no solo pretende describir el mundo, sino que tiene una
amplia gama de funciones (de ahí el “anti-descriptivismo”). En consecuencia, muchos de
los conceptos mentales que empleamos en los contextos del habla cotidiana no
representan entidades factuales con poderes causales sobre el comportamiento (de ahí el
“anti-factualismo”). En términos de Ryle (1949), la reificación de lo mental (creencias,
deseos, esquemas, etc.) constituye un error categorial, enraizado en el “mito de Descartes”
(res extensa [procesos físicos, corporales] vs. res cogitans [procesos mentales]. Así, los
conceptos mentales son solo términos útiles que empleamos para justificar la conducta
(es decir, para hacer inteligibles nuestras acciones) (Pinedo, 2014; Ryle, 1949;
Wittgenstein, 1953). En un sentido similar, Sellars (1956) propuso que nuestras
explicaciones mentalistas de la conducta no pertenecen al reino de las explicaciones
nomológicas (aquellas que enuncian las causas de la conducta), sino al reino de las
explicaciones normativas (aquellas que empleamos comúnmente cuando damos razones
para nuestra conducta). Aunque ambos tipos de explicación intentan proporcionar una
respuesta a los porqués y paraqués de la conducta, hacen eso de diferentes maneras: las
primeras son explicaciones científicas, mientras que las últimas son justificaciones
normativas.
Sin embargo, desde un punto de vista conductista radical existe al menos un concepto
mental que tiene un papel relevante en nuestras explicaciones nomológicas del
comportamiento: el concepto de pensamiento (eventos encubiertos que ocurren “bajo la
piel”) (Skinner, 1974). Dado el alcance de este artículo, nos enfocaremos únicamente en
los pensamientos lingüísticos (conducta verbal encubierta). Acorde al punto de vista
conductista radical, la conducta verbal encubierta tiene sus raíces en la conducta verbal
manifiesta. Del mismo modo, Vygotsky (1962) observó que los adultos primero guían
verbalmente el comportamiento de los niños; consecuentemente, los niños aprenden a
emitir verbalizaciones auto-guiadoras para monitorear sus propias conductas; finalmente,
la comunidad verbal les enseña a “mantener esas verbalizaciones para sí mismos”.
Podríamos decir que los adultos establecen programas operantes bastante sistemáticos
que terminan con la internalización del habla social (Alcaraz, 1990; Mowrer, 1954).
El control verbal de la conducta es lo que Skinner (1969) llamaba “conducta gobernada
por reglas”. Una regla es una descripción verbal de una contingencia conductual (ya sea
Técnicas cognitivas y lenguaje. Un retorno a los orígenes conductuales
manifiesta o encubierta) que puede afectar nuestra conducta de una manera similar a las
contingencias descritas en sí mismas (Alcaraz, 1990; Mowrer, 1954; Stemmer, 1973;
Tonneau, 2004; Tonneau y González, 2004). La relación entre las verbalizaciones y los
eventos descritos por ellas constituye la función simbólica del lenguaje (Tonneau, 2001).
Esta función es la clave para entender como las reglas nos conectan con eventos temporal
y espacialmente distantes; en términos de Mowrer, “nos permite ir desde lo concreto hasta
lo abstracto, desde el aquí-y-ahora hasta el ‘no aquí, no ahora’” (Mowrer, 1954: 662).
Desde nuestra perspectiva, la función simbólica ha de ser entendida en términos de los
procesos pavlovianos que operan en el lenguaje.
Mowrer fue más allá de la concepción pavloviana del lenguaje como un “segundo
sistema de señales” y concibió las relaciones simbólicas entre eventos en términos de
“oraciones”. Una “oración”, en términos de Mowrer (1954: 665), “es un dispositivo de
condicionamiento [cuyo] efecto principal es producir nuevas asociaciones, nuevo
aprendizaje”. Distinguía cuatro tipos: cosa-cosa, cosa-signo, signo-cosa y signo-signo.
Estos cuatro tipos de oraciones establecen los procesos pavlovianos que afectan las
“transferencias de significado” entre los eventos tanto lingüísticos como no lingüísticos.
La “islamofobia” actual constituye un buen ejemplo de una (deplorable) transferencia
de significado. Acorde a Mowrer (1954), el “significado” de un evento (ya sea una palabra
o una cosa) es solo un conjunto de reacciones sensorio-motores elicitadas por ese evento.
Así, la asociación entre las palabras “Musulmán” y “terrorista” no puede ser explicada en
términos de un simple proceso de condicionamiento de segundo orden, pues eso
implicaría tratar ambas palabras como sinónimos (algo impensable incluso para el caso
más extremo de islamofobia). En consecuencia, él propone el concepto de “respuesta
mediadora”. Para entender este concepto, primero necesitamos examinar como las
palabras “Musulmán” y “terrorista” adquirieron sus significados en primer lugar (la figura
1 muestra las secuencias de condicionamiento). El contacto perceptual con una persona
musulmana (estimulo incondicionado, EI) elicita un conjunto de respuestas
incondicionadas (RI) que podríamos llamar RM. Luego de n ensayos cosa-signo, la palabra
“Musulmán” se vuelve un estímulo condicionado (EC) que elicita una respuesta
condicionada (RC): rM, un componente “separable” del RM (Mowrer, 1954: 667).
Asumamos que un proceso similar ocurre con la palabra “terrorista”. Cuando una
persona oye la oración signo-signo “todos los musulmanes son terroristas”
(condicionamiento de segundo orden), rM se asocia con el significado de “terrorista” (rT).
No obstante, para que la persona musulmana se asocie con la palabra “terrorista” se
necesita la respuesta mediadora: cuando la RM es elicitada por el contacto visual con una
persona musulmana, su componente rM también es elicitado; esta respuesta mediadora, a
su vez, elicita la rT [Musulmán–RM (rM – rT)]. La respuesta mediadora nos permite explicar
cómo la alteración del significado de “Musulmán” produce una alteración en el conjunto
de respuestas elicitadas por una persona musulmana de carne y hueso.
Una vez que el complejo [Musulmán–RM (rM – rT)] ha sido establecido, puede actuar
como un Ed para operantes de escape y evitación (v.g, mantener la distancia de una
persona musulmana), de este modo obstaculizando el contacto con excelentes
musulmanes (la inmensa mayoría) y el posterior condicionamiento. Asociaciones
adicionales entre “Musulmán” y “terrorista” a través de las auto-verbalizaciones y las
noticias constantes sobre la barbaridad de ISIS, explican (aunque no justifican) porque
“Musulmán” se está convirtiendo en un término altamente aversivo para muchas
personas.
Técnicas cognitivas y lenguaje. Un retorno a los orígenes conductuales
definición ostensiva (es decir, apuntar al referente mientras se lo nombra); si es así, sería
imposible discriminar la asociación signo-referente correcta (“manzana”-manzana vs.
“manzana”-roja o “manzana”-forma redonda). Las definiciones ostensivas ofrecen la
ocasión para el establecimiento de asociaciones signo-referente, pero no proporcionan las
reglas de uso de tales términos. Acorde a Wittgenstein (1953), aprender nuevos
significados implica aprender a como jugar nuevos “juegos-de-lenguaje”, es decir, como
las palabras han de ser empleadas. Desde una perspectiva conductista, podemos así decir
que no es el mero pareamiento de signos y referentes, sino el moldeamiento progresivo
de la conducta verbal por parte de una comunidad sociolingüística la que permite a una
persona discriminar entre maneras correctas e incorrectas de emplear un término. En
términos de Tonneau, este moldeamiento verbal regular establecería correlaciones
estables entre estímulos-signos y estímulos-cosas, lo cual a su vez daría lugar a relaciones
de equivalencia funcionales “socialmente apropiadas”.
En consecuencia, entender como los procesos operantes y pavlovianos contribuyen en
conjunto a la génesis, al mantenimiento y al cambio de los procesos simbólicos es una
necesidad para una completa caracterización conductual del lenguaje. Además, entender
como el aprendizaje de operantes verbales en el “aquí-y-ahora” puede afectar nuestra
conducta en el “no aquí, no ahora” es esencial para entender el cambio clínico, el cual se
efectúa usualmente a través de una interacción fundamentalmente verbal. Finalmente, la
caracterización de los pensamientos (lingüísticos) en términos de conducta verbal
encubierta con un papel causal en el mantenimiento y cambio de otras conductas es
también clave para lograr una comprensión total de como el lenguaje moldea nuestra
interacción con el ambiente.
Discusión
cotidianos del cliente. En suma, este enfoque abre muchos caminos prometedores para un
desarrollo solido de los tratamientos psicológicos.
No consideramos que este retorno a los origines conductuales de las técnicas
cognitivas constituya un retroceso, sino un avance que nos ayuda a sobrepasar el callejón
sin salida teórico en el que las escuelas contextualistas están estancadas debido al énfasis
casi exclusivo de estas en el condicionamiento operante. También consideramos que es
más sólido filosófica y científicamente que cualquier alternativa propuesta por la MCC,
cuyo modelo dualista y tautológico ha conducido al estancamiento (y probablemente
retroceso) del desarrollo experimental de la intervención psicológica.
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