Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
UNESCO
OFICINA REGIONAL DE CULTURA
PARA AMERICA LATINA Y EL CARIBE
Centro de Documentaci6n
-
AMERICA LATINA EN SU !VIDSICA
- '-- - .;T;-\", � l'Í
1Jr.11!T\flN� ll"'"'"l"<:\T\11)
,.. ,ye .. � Ul'I c"i ,_. . . . . •
rvr, �· . TP.lJ,U r �
�•.1,. l:.¡'\1.A. DE l?,.a..,
Alejo Carpentier
, ·FDLL
0406
.J.975
·c.1 !La Habana, 1975
r:
' '
\"'\
', ' \ -\ . AMERICA LATINA EN SU MUSICA
X X X
X X X
X X X
- 10 -
Tenían la ventaja, además, esos músico s, de abrevarse en las fuen
tes de una larga tradici6n, única existente donde, en punto a música
culta, s6lo se conocía la música religiosa escuchada en los temp�
cristianos, y que, por su carácter, era impropia para alimentar una
música profana necesaria a la vida del hombre, por cuanto aa asocia
ba a sus bailes, celebraciones, holgorios y 11 alegrías 11 brillantemente
celebrados on toda América en jubilosa observancia de una Real Orden
que invitaba � las poblaciones a entregarse, en tal día, a diversio
nes de baile, canto, mascaradas y teatro ••• En 1608, el poeta Silves
tre de Balboa, al narrarnos, en su poema ªEsp ejo de Paciencia 11, una
fiesta dada en la muy cubana villa de Bayamo para celebrar la libera
ción del buen obispo Fray Juan de las Cabezas Altamirano, secuestra
do, tiempo atrás, por el pirata francés Gilberto Girón, nos habla del
concierto armado por los vecinos de la naciente urbe con instrumentos
tales como: zampoñas, rabeles, albogues, 11 adufes ministriles". Es in
teresante señalar que algunos de los instrumentos mencionados son los
mismos que aparecen en el 11 Libro de Buen Amor 11 (1343) e.el Arcipreste
de Hita. También en los versos del excelente Juan Ruiz se habla do
zampoñas, rabeles, albogues y 11 panderos" que son los "adufes 11 de Bal
boa. El poeta de Cuba nos dice, además, que algunos,-en su fiesta,
cantaban 11 de dos en dos, a solas'', como Gn�duo cantaban tambi6n las
dootaa avos de Gonzalo de Berceo (1196? - 1268 ?), anunciando los
tres autores, el de Indias y los des de España, el hábito futuro de
cantar a 11 prima 11 y "segunda" que aún se observa en las Antillas y en
tantísimos lugares de América. Pero lo que.ni Berceo ni el Arcipreste
pudieron barruntarse es que, en el concierto de Balboa, sería enriqu.§_
cida la arque sta por tipinaguas II
11 indias, 11 tai,1boriles II tocados por
manos de negros, y 11 marugas 11 que serían idénticas a las '·naracas ª des
critas por el Padre Jean de Lory ( 11 1e voyage au Brésil" - 1556-58) y
que fue un instrumento tan universalmente americano (hoy incorporado
al arsenal de la batería sinf6nica) que aparece, tocado por un ángel t
en más de un "concierto cele stial II esculpido por artesanos coloniales
en santuarios barrocos do nuestro continente.
-----,
- 11 -
Así, los instrumontos de Europa, del Africa y de América, se ha
bían encontrado, mezclado, concertado, en Gse prodigioso crisol de
civilizaciones, encrucijada planetaria, lugar de sincretismos, trans
culturaciones, simbiosis de m6sicas a6n muy primigenias o ya muy ela
boradas, que era el Nuevo Mundo. El ya viejo romance hispánico se
mezclaba con las percusiones africanas, y con elementos de expresión
sonora debidas al indio ---aunque, en lo melódico, en el malos, el
indio pormaneciera más fiol a las ancestrales tradiciones de escalas
(y esto se observa todavía a todo lo largo del espinazo andino) dis
tintas del sistema en que estaban concebidas las rn6sicas venida:; de
Europa••• Pero el hecho fue que, de repente, la Iberia �e donde habían
salido los conquistadores ---la de ''los parientes que habían quedado
en casa" sin solicitar su reglamentario asiento en los registros de
Pasajeros a Indias do la Casa de la Contratación de Sevilla--- se
vieron invadidos por unas endiabladas zarabandas" que, al decir de
11
- 12 -
mulatas "para que gimieran en los funerales". España nos había manda
do el romance y el contrapunto (Silvestre de Balboa nos habla de un
"motete 11 compuesto y cantado en Bayamo en 1604), en tanto que las par
tituras del admirable Francisco Guerrero sonaban ya en nuestros tem
plos, donde sus obras eran preferidas a las de otros maestros penin
sulares, acaso porque el mósico sevillano, de temperamento oás livia
no q ue e1 dramático y ascético-,'1orale s, era muy aficionado a componer
canciones y villanescas••• Pero nosotros, a car.ibio, mandábamos ya a
España, en los tempranos días de nuestra colonización (colonización
muy relativa, en fin de cuentas, si se la estudia a la luz de una dia
léctica m,s actual••• ) una mósica, dotada de caracteres propios que
no tardaría a universalizarse ••• Faltaban pocos años para que el Car
denal de Richelieu bailara la zarabanda con Ana de Austria --aunque
zarabanda llevada en tiempo más grave y con menos 11 lascivia 11 , segura
mente, que las que tanto hubiesen escandalizado al buen Padre Mariana e
X X X
- 13 -
alabadas las virtudes de valentía o inteligencia del criollo, así sea
blanco, así sea negro, en ol "Espejo do Pacicncia 11 cubano ele 1608 •••
Hablando de un i,rnndo lejanísiuo del de las Antillas, el Inca Garcila
so nos señala, un año después, en sus 11 Conontarios Reales 11, que así
llaman los españolas a los nacidos en el Huevo Hundo, así sean do pa
dres europeos o africanos. Ya el c r i o 1 1 o existe como tal.
Hombre nuevo. Nueva manera de sentir y de pensar. Humanista, latinis
ta, espíritu universal, la portentosa criolla Sor Juana Inés de la
Cruz e scrib0 deliciosos ;itocotine s ii on lengua indígena y villancicos
en jerga de negros, asimilándose el habla de razas que tan capital
nante contribuyeron a la forrJaci6n de nuestra cultura. Y Simón Rodrí
guez, maestro del Libertador Sio6n Bolivar t habrá de escribir, en
1828, en nueva afiriBción de los valores de una criolledad que ya ha
bía engendrado grandes guerras ele Independencia: "Los hijos d e espa
ñoles so parecen 1:1uy poco a sus padres n . América, según el discípulo
de Rousseau y traductor de Chatecrnbriand, ¡¡no es España 0. Y añado,
en texto de 1840: n La Amó rica no ha de irü tar servilmonte, sino ser
o r i g i n a l. La lengua, los tribunales, los teoplos y las guita
rras engañan al viajero. Se habla, so pleitea t se reza y se taño a la
española, pero n o e o r:1 o e n E s D a ñ a.v.
En el criollo americano se manifiesta, desd e ouy te□prano, una do
blo preocupaci6n: la dG clefinirse a sí L1isr;10, la de afirn1ar su carác-
ter on realizaciones que reflejen su particular idiosincrasia, y la
de demostrarse a �í mismo y demostrar a los dem�a que no por ser crio
llo ignora lo que ocurre en el resto del mundo, ni que por vivir le
jos de grandes centros intelectuales y artísticos carece de inforua
ci6n o es incapaz de entender y utilizar las t§cnicas que en otros
lugares están dando excelentes frutos. De ahí, su anhelo de 11 estar
al día n que habr6. de integrarlo en los movimientos de la ópoca, pro
movi�ndose un rooanticismo americano cuando ol romanticismo arrastra
las mejores mentes croadora.s de .Europa, o, en nuestro siglo, Ullé'é serie
de vanguardismos estáticos que corresponden (a veces con obras valio
sísimas, como había ocurrido en los ro2ánticos tiempos de Heredia y
- 14- -
de O loedo) a los futurisr;1os, atstrti.cci;:,)nist1-0s t expresionismos, surrealis
mos nacidos en Italia, Francia o Alemania.
Durante los Siglos XVII y XVIII, el alarde de buena información,
en lo que se refiere al arte sonoro, se produce en las iglesias, don
de se produca una másica religiosa abundante y de muy buena factura
que ---tal el caso particularmente interesante de Vena zuela--- llega
a originar una verdadera escuela, con figuras de muy fuerte personali
dad. Pero ahí no se busca una expresión del carácter nacional, puesto
que tal empefio estaría refiido con el necesario funcionalismo de l�s
partituras. Se trata, sobre todo, de responder bellamente, dignamente,
a los requi,l"imien tos del culto, aunque a veces (pero eso es excepción)
la mano del maestro de capilla, del kappelneister, se suelte un poco,
dando paso, fugazmente, a alguna cadencia ue ascendencia hispalense,
o, en villancicos pascuales de estilo festiv o y más popular, aso�e el
acento criollo, aunque con mesura y sin recurrir jamás a los ritmos
locales ---pudiendo citarse los 11 Villancicos 11 del cubano Esteban Sa
las 0725-1803) como ejemplos de ese 11estilo libre 11 • • • Pero .:i.sf como
la m6sica religiosa es algo abandonada por los m6sicos europeos del
Siglo XIX, la nuestra, de esa 6poca, cae en franca decadencia, ablan
dando y teatralizando el tono. Y ello respondía a una contingencia
general, puesto que, en la nisCJ.a Europa, el teatro lírico cobraba una
importancia nunca vista, hasta 21 extremo de constituirse en compoteE_
cia desleal y arrolladora para la producción sinfónica, y, sobre todo,
para la música de cámara, reducida, esta 6ltina, a la tristo condici6n
de pariente pobre, allí donde al "Cuarteto"• omnipresento en el siglo
anterior, es considerado, durante largos afios, corao un mero ejercicio
de escuela. Y la onda operática habría pues de alcanzarnos, por nues
tro laudable afán de estar al día. No hubo centro musical latinoame
ricano de importa ncia donde al guien no escribiese una 6pera o varias
operas. Operas de asunto nacional generalmente (de tipo legendario,
histórico, {pico, los temas no faltaban ••• ), aunque, en cuanto a la
forma, al mecanismo dramático, al tratamiento vocal e instrumental,
fuesen fieles remedos de la ópera it�liana, con alguna grandilocuencia,
- 15 -
meyerbeeriana cuanto más ar:ibicioso era el empeño. En México, en Cuba,
en Venezuela, proliferaron esas óperas, �ás nacionalistas por el argu
mento que por el contenido, alcanzando esa corriente, en algunos paí
ses, las dos primeras décadas de este siglo. Pero de ese ciclo operá
tico qua respondía aun al espíritu romántico (pues no nos referimos
aquí, desde luego, a ciertas partituras escritas después de 1920),
sólo nos queda como valor roal, antológico, altaoente representativo,
e 1 eficiente y log-rado • 1 Guaraní ¡; de Car lo Góme z (1836-1896), ilustra
ci6n perfecta del género.
Pero, pese al éxito ele ciertas óperas nuestras (G6me z, Gaspar Villa
te 1 etc.) que, pasando el Atlántico, sonaron en teatros de Francia y
de Italia, no era en los escenarios líricos donde habíamos de buscar
una expresión de lo criollo, sino en la invención siempre fresca, vi
viente, renovada, d e aqu.ellos músicos que serían discriminatoriamente
calificados de semi-cultos, populares o pupulacheros por ciertos cou
positores del futuro, harto ufanos de su sabiduría y técnica. El
primer gran best-seller mundial de la música latinoamericana es, evi
dentemente, la habanera 11 Ti'.i 11 del cubano Ecluardo Sánchez de Fuentes,
cien veces editada y reeditada, en América, Francia y España, desde
la fecha de su composición (1890). Pero convendría recordar que ya
figuraba una 11 habanera", famosa entre todas, en la 11 Carmen" de Bizet,
e¡;crita en 1875. Luego, la 11 habanera 11 , nadida en La Habana, era ya
un g�nero de composición cuando a sus giros so somete, quince años
después, un músico culto de Cuba. Género u.e co1:1posici6n que había era
pezado a sonar, casi anónüia, en ba iles y fiestas, bajo el título
(así es como aparece en sus prineras ediciones) de danza habanera.
Ocurría con ella lo que se había producido eon las zarabandas y cha
conas sancionadas por Cerv�ntes y Lope de Vega que, surgidas natural
y espontáneamente del suelo ai�10ricano pasarían, por proceso de fija
ción y estilización, al sal6n, al concierto y al teatro lírico. Dos
pu�s de la 11 Habanera n de Bizet, vinieron las Habaneras n do Debussy y
11
l
ga el t6rmino---, entendimiento y convivencia cordial con el autor
de m6sicas menos ambiciosas, destinadas al baile, el teatro sin pre
tensiones, o el �ero holgorio de cada día. Y es que este 6ltimo fue
siempre, desde los días de la Conquista, el inventor primero de nues
tros estilos musical0s. Estilos debidos ---lo dijimos ya--- a modos
de cantar, de tafier los instrumentos, de manejar la porcusi6n, de
acompañar las voces; estilos debidos, más que nada, a la inflexi6n
peculiar, al acento, al giro, el lirismo, venidos de adentro ---fac
tores estos, nucho más important es que el material mel6dico en sí.
Porque el erro,.r de muchos compositores "nacionalistas" nuestros con
sistió ---como apuntamos antes--- en creer que el tema, el material
mel6dico, hallados en campos o en arrabales, bastaban para comunicar
un carácter peculiar a sus obras, dcj:1ndo de lado los contextos ele
- 18 -
ejecución que eran, en realidad, lo verdadGramento importante. Por
otra parte, no debe aceptarse como clogma que el campos itor latinoame
ricano haya de desenvolverse forzosamente dentro de una órbita nasio
nalista. Bastante maduros estamos ya ---habiendo dejado tras de �oso
tros ciertas ingenuidades implícitas en el concepto mismo de "nacio
nalismo"--- para enfrentarnos con las tareas do bósqueda, de investi
gación, de experimentación, que son los que, en todo momento de su
historia, hacen avanzar el arte de los sonidos, abriéndole veredas
nuevas. Pero, en tales tareas, un buen conocimiento del ámbito propio
puede ser de suma utilidad. No olvidemo.s que los to.i:1bores 2.fro-ameri
canos, las maracas indias, las claves xilof6nicas nacidas en el puer
to de La Habana, las marímbulas y güiros do nuestros conjuntos popu
lares ---esos que llanábctnse 11 ministriles" crn las Actas Capitulares
de la Colonia--- se anticiparon en muchísimos afias a�los juegos de
percusión a que son tan aficionados los compositores modernos. (Sin
ellos, hubiese sido inconcebible una obra fundamental como lo es la
11 Ionizaci6n 11 de Edgar Varese). Y si, desde hace cincuentG. afios, los
guitarristas nuestros están enriqueciendo Gl repertorio de la guita
rra con obras de un inestimable valor, ello se dobo a que la guitarra
está sonando 2ntre nosotros ---y no ha JeJaJo 1s sanar--- desde que
nos vino de Europa en las nav¿s Je la Conquista. Corao on tiempos de
t Cervantes y de Lope, devolvemos, enriquecido y □agnificado, lo que dcl
Viejo Continente se nos trajo ••• Y si, tras ele una búsqueda audaz en
el dominio de la electrónica, ele las nuevz,s técnicas, ele Hsignifican
tes 11 cada vez más complejos, puede clesaparecer, aparentemente, un
cierto acanto nuostro, no hay que alarmarse por 0110. --- 11 Chassez le
nLJ.turel; il revient au galop 11, dijo alguien. Si ol instru:aento elec
tr6nico, la sintetizadora, no tienen nacionalidad, quien los maneja
lleva la suya en las ;;nnos. Y la sensibilidad ---la peculiar sensi
bilidad de quien nació criollo--- habrá de manifestarse siempre, del
mismo modo que, ya conocedores de los empefios y giros nuavos del arte
en esto siglo, advertimos inequívocamente la presencia del francés,
del alemán o del italiano, en los experimentos más arriesgados y es-
pinosos de la música con - 19 -
temporánea ••• Y en cuanto
klore, olvidemos rebasada a folklore o no fol-
s polémicas, �nútiles di
al "ser o no ser" sonoro, scusiones en torno
re.G-OP-dando la tajante fr
Lobos: ase de Héctor Villa-
11 i El folklore soy yo! 11
ALEJO CARPENTIER
,,...
- -
....
-� ""'