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N° 104 | ISSN 0120-2537 | BARRANQUILLA, COLOMBIA | ENERO-JUNIO DE 2019

HUELLAS
R E V I S TA D E L A U N I V E R S I D A D D E L N O R T E
Ilustración de portada
PEZ DIABLO
Obra del artista Paul Rozenboim

HUELLAS
Revista de la Universidad del Norte
ISSN 0120-2537
http://www.uninorte.edu.co/web/huellas
Barranquilla, Colombia
Una realización de
Editorial Universidad del Norte
©Universidad del Norte, 2019
Editora / Coordinadora editorial
Director Zoila Sotomayor Oliveros
Josef Amón Mitrani
Diseñador de textos y portada
Asistente editorial Joaquín Camargo Valle
Farides Lugo Zuleta

Comité editorial Colaboraron en esta edición


Adolfo Meisel Roca Tania Ganitsky, El Búho, Ferén Barrios, Laura Estrada,
Adriana Maestre Díaz Héctor Hernández Montecinos, Paul Rozenboim,
Deyana Acosta Madiedo Felipe Ángel, Michael Benítez, Daniela Pabón, John Better,
Farides Lugo Zuleta Marta López, Carlos Pereira, Daniela Torres
Giselle Massard Lozano y Daniela Sedán.
Joachim Hahn Von Hessberg
Josef Amón Mitrani
María Margarita Mendoza Impreso y hecho en Colombia
Ramón Illán Bacca Xpress Estudio Gráfico y Digital S.A.S. (Bogotá)
Sergio Álvarez Uribe Printed and made in Colombia
Zoila Sotomayor Oliveros

HUELLAS autoriza la reproducción citando la fuente.


Los conceptos son responsabilidad exclusiva de
los autores. Licencia del MinGobierno n.º 001464,
ISSN 0120-2537. Apartado aéreo 1569, Barranquilla
(Colombia). huellas@uninorte.edu.co
Contenido

Prólogo...................................................................................................................................5
Josef Amón Mitrani

Traducción literaria
Tres poemas de Jack Spicer ..........................................................................6
Tania Ganitsky

Cómic
Tiras .................................................................................................................13
El Búho

Música
Porro y jazz: transfiguración artística...................................................17
Ferén Barrios

Poesía
Little Seasons................................................................................................21
L aura Estrada Márquez

San Cristóbal de Las Casas, 27 de abril, 2010.........................................23


Héctor Hernández Montecinos

Originales
Sonnet 142...................................................................................................... 27
William Shakespeare

Ilustración y artes gráficas..............................................................................................28


Paul Rozenboim

Ensayo
La meditación más allá de los mercaderes...............................................33
Felipe Ángel Flórez

Narrativa
Las babas del poeta......................................................................................40
Michael Benítez Ortiz
Cuartos oscuros ...........................................................................................43
Daniel a Pabón

Solo vine por fuego.......................................................................................46


John Better

Cine, televisión y teatro


Black Mirror: el espejo en el
que no nos queremos mirar..........................................................................49
Martha López Costa

Arte en la U
Movie Nights...................................................................................................52
Carlos Pereira

Zapatos............................................................................................................54
Daniel a Torres Pérez

Tres poemas ...................................................................................................56


Daniel a Sedán

Epílogo....................................................................................................................................57
Farides Lugo Zuleta

Colaboradores......................................................................................................................59

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Prólogo
Este mini texto va dedicado,
con todas las libélulas de mi corazón,
a Orly Anan, artista de artistas de artistas,
universo infinito de símbolos infinitos.

T
odos sabemos que los escritores se jactan de lo que han escrito. Todos sabemos que
Borges decía que mejor que otros se jactaran de lo que habían escrito, y que él, más
bien, se jactaba de lo que había leído. Pocos saben cómo siguió jugando con esto el
filósofo español Fernando Savater, un viejo sabio que, lastimosamente, pasará a la his-
toria como un pensador light que escribió libritos para el bachillerato, pero que, en realidad,
ha hecho un aporte enorme, invaluable, a la lengua española. Savater dijo: “Que otros se
jacten de lo que han escrito, que Borges se jacte de lo que ha leído, yo me jacto de lo que
otros han leído gracias a mí”.
Esa idea de Savater es exactamente, precisamente, el espíritu de esta nueva etapa de la
revista Huellas: queremos ser un canal para que la gente descubra felicidades. Queremos, a
partir de la experiencia estética, alivianar un poco el peso, inevitable, de existir. Queremos
que una muchacha, o un muchacho, o un señor, o una señora, o quien sea, reciba una copia
de la revista y, de puro aburrimiento, o de pura curiosidad, la abra en el bus de camino a
casa. Después de un día duro de trabajo, después de una semana de pesos, de tristezas, de
vida, abra la revista en una página cualquiera y sienta, cómo no, que no estamos solos en
esta cosa llamada existencia; que sienta el poder del arte, el poder de verse en el mundo,
de sentirse en el mundo. Y que llegue a su casa, abra su computador y busque quién es ese
poeta, o ese ilustrador, o esa traductora, o esa cuentista, que le ha dejado, por un par de mi-
nutos, comprender, de forma casi inexplicable, que la vida es, siempre, digna de ser vivida.
Lectoras y lectores: les dejamos en sus manos una revista repleta de amor, repleta de
rebeldía estética, repleta de ganas de dar cuenta de que el arte, que vive en las calles (y no
en los museos o en las librerías de aeropuerto), va mucho más allá de aquellos cánones ab-
surdos que nos han enseñado en los colegios. Les dejamos, lectores queridos, unas páginas
que son, en realidad, pedacitos de los corazones de quienes las han concebido. Les dejamos
un trozo del alma de cada uno de los artistas que han trabajado para que ustedes tengan un
lindo recorrido en el bus de vuelta a casa.

Con amor galáctico y saxofones:

Josef Amón Mitrani


Director

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Traducción literaria

Tres poemas de
Jack Spicer
Por Tania Ganitsky

J
ack Spicer nació en Los Ángeles en 1925 y murió en San Francisco cuarenta años
después. Estudió lingüística en la Universidad de California-Berkeley. Allí conoció a
los poetas Robert Duncan y Robin Blaser, con quienes conformó el Renacimiento de
Berkeley e hizo parte, posteriormente, del Renacimiento de San Francisco. En 1957
publicó Después de Lorca, y es el mismo Lorca –muerto veintiún años antes– quien escribe
el prólogo. Casi todos los poemas del libro son traducciones de Spicer de los poemas del
poeta granadino, con quien dialoga en anotaciones en prosa a lo largo del mismo. A partir
de esta publicación, Spicer empezó a concebir su obra alrededor de poemas seriales en lu-
gar de poemas individuales, a los que llamó one night stands (alguien con quien te acuestas
sólo una vez). Así es como se diferencia su obra temprana de la tardía. En esta ocasión he
traducido tres poemas que preceden a Después de Lorca, ya que su obra tardía reclama la
traducción de series completas.
(Los poemas en su versión original en inglés se han tomado de: Spicer, Jack (2008) my
vocabulary did this to me. The Collected Poetry of Jack Spicer. Middletown, CT: Wesleyan
University Press. El libro recibió el American Book Award en 2009).

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“THE CITY OF BOSTON…”
The city of Boston is filled with frogheaded flies and British policemen. The other day I
saw the corpse of Emily Dickinson floating up the Charles River.
Sweet God, it is lonely to be dead. Sweet God, is there any god to worship? God stands
in Boston like a public statue. Sweet God, is there any God to swear love by? Or love—it is
lonely, is lonely, is lonely to be lonely in Boston.
Now Emily Dickinson is floating down the Charles River like an Indian princess. Now
naked savages are climbing out of all the graveyards. Now the Holy Ghost drips birdshit on
the nose of God. Now the whole thing stops. Sweet God, poetry hates Boston.

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“LA CIUDAD DE BOSTON…”
La ciudad de Boston está llena de moscas con cabezas de sapo y policías británicos. El
otro día vi el cadáver de Emily Dickinson flotando en el río Charles.
Dios mío, qué solo es estar muerto. Dios mío, ¿hay un dios al que adorar? Dios se
levanta en Boston como una estatua pública. Dios mío, ¿hay un Dios por el que se pueda
jurar el amor? O el amor—es solitario, es solitario, es solitario sentirse solo en Boston.
Ahora Emily Dickinson desciende por el río Charles como una princesa india. Aho-
ra los salvajes desnudos trepan por fuera de sus tumbas. Ahora el Espíritu Santo salpica con
mierda de pájaro la nariz de Dios. Ahora todo se detiene. Dios santo, la poesía odia a Boston.

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MINNEAPOLIS: INDIAN SUMMER
What did the Indians do
In a hot Indian October?
Did the same things, I suppose,
Saw the birds flying,
Gathered the last corn.
The same things…
Saw the birds flying,
Followed their muddy river
Looking the last time
For a warm face
To kiss in the winter.
The same things…
Their muddy river still muddy.
The woods choked with red leaves…
Under a sun bright like a broken promise
Watched the birds flying.
And dirty October
Moved like their river
With a heat that frightened the birds away.

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MINNEAPOLIS: VERANO INDIO
¿Qué hacían los indios
En un caluroso octubre indio?
Hacían lo mismo, supongo,
Veían a los pájaros volar,
Cosechaban lo último del maíz.
Lo mismo…
Veían a los pájaros volar,
Descendían por su río embarrado
Buscando por última vez
Un rostro cálido
Para besar en el invierno.
Lo mismo…
Su río embarrado sigue embarrado.
Los bosques atragantados con hojas rojas…
Bajo un sol brillante como una promesa rota
Veían a los pájaros volar.
Y octubre sucio
Se movía como su río
Con un calor que espantaba a los pájaros.

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A POEM WITHOUT A SINGLE BIRD IN IT
What can I say to you, darling,
When you ask me for help?
I do not even know the future
Or even what poetry
We are going to write.
Commit suicide. Go mad. Better people
Than either of us have tried it.
I loved you once but
I do not know the future.
I only know that I love strength in my friends
And greatness
And hate the way their bodies crack when they die
And are eaten by images.
The fun’s over. The picnic’s over.
Go mad. Commit suicide. There will be nothing left
After you die or go mad,
But the calmness of poetry.

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UN POEMA SIN UN SOLO PÁJARO
¿Qué puedo decirte, cariño,
Cuando me pides ayuda?
Ni siquiera sé qué pasará en el futuro
O qué poesía
Vamos a escribir.
Suicídate, enloquece. Mejores personas
Que tú y yo lo han intentado.
Te amé una vez pero
No sé qué pasará en el futuro.
Solo sé que en mis amigos amo la fuerza
Y la grandeza
Y que odio cómo sus cuerpos crepitan cuando mueren
Y se los comen las imágenes.
Se acabó la diversión. Se acabó el picnic.
Enloquece. Suicídate. Después de que mueras
O enloquezcas, no quedará nada más
Que la calma de la poesía.

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Cómic

Tiras
Por El Búho

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Música

Porro y jazz:
transfiguración artística
Por Ferén Barrios

S
e podría decir por igual que el jazz es el porro de Norteamérica como que el porro es
el jazz de Colombia. Una y otra tradición se alimentan de la misma fuente, que es el
mestizaje musical de la modernidad americana resultante de una larga y violenta his-
toria colonial. No corren de manera paralela, como competidores de fondo que se ven
pero no se tocan, sino que sus caminos se han intersecado desde hace tiempo. Además, no
solo ha habido influencia del norte hacia el sur, que es la que todos conocen y reivindican
orgullosos. Como testimonio de la influencia en sentido sur-norte queda, por ejemplo, el
descomunal disco de Charles Mingus transparentemente titulado Jazz and Cumbia Fusion.
El jazz y el porro comparten, por un lado, el mestizaje de los instrumentos europeos
con ritmos africanos y, por otro, el matrimonio de la música popular con la de las bandas
militares. Bandas de militares destartalados de todos los colores a quienes la guerra dejó de
lado y encontraron en la música su última y digna trinchera. Pero la relación del jazz y el po-
rro va mucho más allá. Se trata de dos manifestaciones del mismo fenómeno cultural y sus
diferencias formales se deben únicamente a que ocurrieron en lugares y tiempos distintos.
De todas maneras, ¿qué es la heterogeneidad de las épocas ante la inmensidad de la historia?
Visto desde afuera, es como si todo hubiera ocurrido en un solo instante.
Por eso, si alguien me preguntara cómo empezó a importarme todo esto, diría que mi
primer contacto con el jazz fue en los fandangos de San Antonio, un pueblo viejo —como
dicen los locales— de la Sabana cordobesa. Quienes compartan mi sentir no tendrán que
esforzarse en tolerar lo que viene, aunque a muchos les podría parecer que la música de
Duke Ellington no tiene nada que ver con la de Lucho Bermúdez. Quienes así piensan, por
mi experiencia, se agarran siempre de las diferencias de tempo o de complejidad armónica
que separan al jazz de la música del Caribe colombiano. Sin embargo, desde una perspec-
tiva más amplia y más histórica todo eso no sería más que superficialidad disfrazada de alta
cultura.
‘Porro’ es, como dice Manuel Zapata Olivella, la palabra con la que se ha querido re-
sumir la variedad del folclor caribeño que —afirma— tuvo su origen en el acoplamiento
de las gaitas indígenas con los tambores africanos. Pero sería de una pobreza muy triste no
reconocer que este acoplamiento no explica ni cuenta la historia total del porro. En ella
hay que incluir también la aportación europea, que tiene dos partes: la riqueza armónica de
la música clásica, algo que no tenían las rítmicas músicas africanas ni las melódicas gaitas

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Portada del álbum Cumbia and Jazz
Fusion, Charles Mingus

indígenas y, por otro lado, la sofisticación técnica de los instrumentos europeos, sobre todo
los vientos. Qué sería del porro sin el trombón, la trompeta, el clarinete y el bombardino.
Eso no le quita dignidad al porro; al contrario: en toda la historia de la música mestiza
americana se delata que el mestizaje en el arte no es la conquista del hombre blanco sobre
las formas inferiores, sino la apropiación de las virtudes blancas por parte de un talento
superior. En otras palabras: no es Louis Armstrong quien debe agradecerle a Europa el
haberle puesto una trompeta en los labios, sino Europa a Louis el que haya reinterpretado
definitivamente la trompeta.
Antes de Buddy Bolden, por dar otro ejemplo, una trompeta nunca había sonado como
sabemos que suenan las trompetas del jazz. Cuando llegó a sus manos él la dominó y le dio
un propósito nuevo, trastocando para siempre el destino de ese instrumento. Con ello se
logró un triunfo indeleble del mestizo, por el que negros, indígenas y sus descendientes se
alzan con dignidad por encima de la raza, de la miseria y de la barbarie. Lo mismo ocurrió
en el Caribe cuando los oídos mestizos, caídos de la gracia de Dios, reinterpretaron los so-
nidos militares de aquellos vientos y africanizaron bombos y platillos, haciéndolos vibrar de
un modo inesperado.
Aunque la historia del porro no está tan clara y tan bien contada como la del jazz, quizás
a falta de un humanismo latinoamericano que la escribiese, lo mismo que decimos de Bol-
den podría decirse de José Acosta Calderón, trompetista legendario del que no sabemos casi

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nada, porque la miseria de nuestra historia sureña tiene mucho que ver con que nuestros
muertos se pierden en el olvido.
Como el jazz, el porro fue tomado por ritmo superficial, extremadamente alegre y bu-
llicioso, pernicioso, vulgar y plebeyo. A pesar de ello, la nueva música mestiza, en ambas
latitudes, fue convirtiéndose en cosa de grandes señores y de grandes estrellas. En los años
40 ya estaba ‘el Negro’ Luis Carlos Meyer interpretando porros y cumbias en México y en
muchos otros lugares, por no hablar de Pacho Galán y la Emisora Atlántico Jazz Band que lo
vio nacer, o la Sur América Jazz Band por la que desfilaron tantos otros talentos de la altura
del trompeta Antonio María Peñaloza y el contrabajo Eliécer Benítez.
Mientras crecía en los años 90 todavía se escuchaban músicos de aquellos por las calles
de Cartagena y a menudo los palenqueros que trabajaban en la playa montaban su quilom-
bo percusivo y frenético. En San Antonio se oían otras cosas, pero reinaba en mi inocencia
el pensamiento de que todo aquello era lo mismo: fandangos que se bailaban en la plaza
central, las mujeres con un racimo de velas encendidas chorreando parafina que les que-
maba los antebrazos. Aunque eran músicas levemente distintas, en ellas vibraba la misma
fuerza negra de los tambores monopercusivos y el mismo aliento Caribe, a veces soplando
a través de gaitas y a veces a través de clarinetes o trombones.
Por eso puede decirse que en el arte y por el arte ocurre la gran reivindicación mestiza,
que es algo así como una transvaloración de los valores, para usar las palabras de Nietzsche;
una transvaloración que todavía está en curso, y no acabará, como bien lo sabía Bob Marley,
“hasta que la filosofía que sostiene la superioridad de una raza sobre otra sea final y perma-
nentemente desacreditada y abandonada” y hasta que “no haya ciudadanos de primera y
segunda clase en nación alguna”.
Vale la pena, sin embargo, tener cuidado para no caer, como a veces le pasa a Wynton
Marsalis y como le pasaba al mismísimo Ellington, ambos grandes músicos y renovadores
del jazz norteamericano, en la descripción de la música mestiza como un fenómeno racial
o, más al extremo, como “música negra” sin más.
La transvaloración que ocurre por el jazz no es ni una venganza negra ni una reivindi-
cación amerindia, sino la transfiguración de los valores raciales en valores artísticos. Es la
redención de todos los agravios; no por venganza, sino por transfiguración del mal en bien.
Por la boquilla de brea de las gaitas caribeñas, o por las boquillas preciosas de un trombón
de latón, entra un aire viciado, maldito de dolores, pero lo que sale es pura fuerza vital, pura
dignidad humana.
Deberíamos bien decir que el porro es un género del jazz, o bien que tanto el jazz como
el porro son géneros de la música mestiza americana.

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Me acuerdo, mientras escribo estas líneas torpes en un teclado sordo, del señor Omar
Cuello en San Antonio. Voy caminando a pie descalzo por la calle de mi abuela, de cuya
hilera la del señor Cuello es la última. Hace media hora que le escucho ejercitándose con
su clarinete que limpia con esmero y paciencia antes y después de tocar. Su hijo le sigue los
pasos y uno de los dos todavía toca en la Superbanda de Colomboy. Seguro que no se ima-
gina este vecino del pueblo cuánto me marcó escuchar su clarinete en un lugar del que, si
no fuera por la música, podríamos decir que está en medio de la nada. A cuántos de nosotros
ha salvado la música y quién sabe a cuántos salvará. ¡Cuánta música hay todavía por hacer
y cuánto sentido por crear!

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Poesía

Little
Seasons
Por Laura Estrada Márquez

Cuando las cosas que se pudren


muerden los espacios
nos empezamos a preguntar
si existir es la sensación de dolor prolongada del lenguaje
que si esto no es un rito fúnebre antiguo con enterramientos de seres diminutos
¿por qué nadie grita?
aun cuando estamos viendo un desfile de bebés con ojos saltones
nadie grita
nos hemos acostumbrado a la palidez bordada en los ojos
y si gritamos nadie nos oye
y de fondo suena el merengue más alto y más bailable del mundo
“y ves”, me dices
“son los aciertos de un señor
que se sienta sin piernas
a contemplar el vacío”
luego, cuando me preguntas sobre la forma
te dije que de todas las formas que existen existir es la menos deliciosa
y de todos los olores
el mejor es a limpio sobre sucio cuando ya no huele más a perros salvajes y a pólvora amarilla
porque nos satisface, no la pulcritud, sino la sensación de haber limpiado

un día gritando pensé


que si soy mi propia fumadora pasiva
y si recreo la vista en este monte de afectividades austeras

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formado en la escalera de la casa en forma de cubo
¿por qué a los vecinos no los escucho comer ni hablar y aun así reconozco su presencia
entre esta soledad plástica?

luego me arrepentí porque contar los fragmentos


es imposible
cuantificar la poesía es imposible
y pretender entender la lógica de quien asciende
por una escalera de felpa
es
en otras palabras, decir
que nuestra piel
es
sangre
coagulada
y así nos encontramos pidiendo
avivar la llama
quemar estos corazones
que igual enfermos
pueden resurgir del dolor de lo inflamable

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San Cristóbal de Las Casas,
27 de abril, 2010
Por Héctor Hernández Montecinos

Que viva mi animal


todavía muchos años
en las páginas del Libro
en sus letras, sus dibujos
y en toda la faz de la Tierra.
Manwala Kokoroch

Soy un niño.
Un hombre me metió a otro hombre dentro.
Blanco era ese hombre.
En el camino blancas son las florecillas.

Ese hombre quiere matar a mi animalito.
Lo persigue de noche y lo espanta con gritos.
Su machete le muestra.

El animalito me mira en los sueños.
Conozco su mirada.
Tiene una cicatriz en la ceja.
Se la hizo el hombre.

Camino mirando mi nariz.
A ese hombre malo busco.

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Camina como yo.
Como yo habla.
Cuando miro el espejo
Él también se mira.
Me sigue.
Cree que soy su animalito.

Soy un hombre.
Un machete tengo.

También un venadito.

Es de tierra su piel.
Su sangre por dentro soleada.
Huele a la brisa que trae cuando corre.

Nos gusta sonreírnos.
Imaginamos bailar.

Apoya su cabeza en mi cintura.
Yo la mía en su lomo.

Juntamos nuestras orejas.
Nos escuchamos los pensamientos.

Quiero con mi machete hacer una casa.
Árboles del bosque cortar.

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Juntar piedras grandes y pájaros
Guijarros tierra de colores y luz.

Dormiremos juntos.
Despertaré yo antes que amanezca.
Cortaré pasto fresco
Para que no se vaya Jovel
Jovel el venadito.

Pero al bosque debe volver.

Brinca por la ventana y se va.

Suenan los cohetes aún
Dicen que ha venido un nuevo año
No sean balas que lo hieran
Ni mano que lo toque.

Soy el hombre blanco.
Ya no lo quiero.
Siempre estoy de día y no se ve nada.

Bailar con él quisiera.
No regresará.
Anda trabajando me dicen los tzotziles
Cuando pasan frente a mi puerta.
Se fue pa’ su tierra que está lejos
Difícil que lo encuentre.

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Un viento empuja mis ojos para dentro.
Se nublan.

Veo en sueños.
Llora el animalito.

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Originales

Sonnet 142
William Shakespeare

Love is my sin, and thy dear virtue hate,


Hate of my sin, grounded on sinful loving:
O but with mine compare thou thine own state,
And thou shalt find it merits not reproving;
Or, if it do, not from those lips of thine,
That have profaned their scarlet ornaments
And sealed false bonds of love as oft as mine,
Robbed others’ beds’ revènues of their rents.
Be it lawful I love thee, as thou lov’st those
Whom thine eyes woo as mine importune thee:
Root pity in thy heart, that when it grows
Thy pity may deserve to pitied be.
If thou dost seek to have what thou dost hide,
By self-example mayst thou be denied.

HUELLAS
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Ilustración y artes gráficas

Diseños
Por Paul Rozenboim

Pez Diablo

HUELLAS
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Tipi

Tent

Desert

HUELLAS
29
Faces

HUELLAS
30
Island

HUELLAS
31
Neofuturism

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Ensayo

La meditación más
allá de los mercaderes
Por Felipe Ángel Flórez

El terreno árido de los comerciantes


Hace ya muchos años, Nietzsche comenzó a mostrarnos cómo vivimos un momento
de la historia en el que nuestra confusión empobrece todas las cosas. En su última década
de trabajo, hacia 1885, confiesa en algunos fragmentos que sus escritos de ese periodo son
una descripción de lo que será la historia de la humanidad durante los siguientes dos siglos:
perdimos el arraigo de todas las cosas, Dios ha muerto y nosotros hemos sido sus asesinos;
desde entonces, nos enfrentamos al trasegar de la orfandad, al caminar dando tumbos en la
oscuridad, hasta que esta época termine y podamos volver a tener una mirada limpia para
habitar el mundo que nos rodea:
El hombre moderno cree de manera experimental ya en este valor, ya en aquel, para des-
pués dejarlo caer; el círculo de los valores superados y abandonados es cada vez más amplio;
se advierte siempre más el vacío y la pobreza de los valores; el movimiento es imparable,
por más que haya habido intentos grandiosos de desacelerarlo. Al final, el hombre se atreve
a una crítica de los valores en general; no reconoce su origen; conoce bastante como para
no creer más en ningún valor; he aquí el pathos, el nuevo escalofrío. La que cuento es la
historia de los próximos dos siglos. (Fragmento póstumo 362)

La herencia cultural que nos fue legada está siendo abandonada como un vaso desecha-
ble y buscamos una cosa tras otra para responder a nuestro vacío, de forma tan vertiginosa
que ya no reconocemos el sentido de lo que encontramos. Ya no somos los grandes viajeros
de la humanidad que hablan del esplendor de otros pueblos como lo hizo Ibn Battuta: ahora
se alinean las filas de ejecutivos tarjeteando viajes de diez días para postear fotos que les den
estatus frente a sus “seguidores”. Los libros de las bibliotecas se acumulan como un adorno
para que nadie los vuelva a leer, se convierten en un marco decorativo alrededor de la panta-
lla de un televisor, y atrás queda la posibilidad de un asombro desligado del entretenimiento.
Queremos importar tradiciones del otro lado del mundo para pelear contra la angustia de
nuestro vacío, pero somos tierra poco fértil, que termina por empobrecer los frutos nacidos
en un valle de tierras cuidadas: en muchos casos es esto lo que estamos haciendo con las
prácticas milenarias de Oriente.
Poco a poco, la meditación parece estar convirtiéndose en un producto de supermer-
cado: Instagram está lleno de promociones de cursos para aprender a meditar, las estatuas
y los símbolos de Oriente están de moda entre los decoradores de interiores, y los teléfonos

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ofrecen varias aplicaciones que prometen enseñarnos a calmar la mente. Se calcula que
durante 2017 los comerciantes del mindfulness sumaron más 1’200 millones de dólares al
año en ventas, solo en Estados Unidos.
En medio de la ausencia de Dios, en medio del negocio perverso de las farmacéuticas
para vendernos la más sofisticada píldora azul que nos permita seguir siendo zombis detrás
de una pantalla en un cubículo de oficina, un grupo de emprendedores ahora ofrece ejerci-
cios de meditación; nos cuentan que podemos pagar por sentarnos a respirar un rato, y dicen
que podemos recuperar la tranquilidad en este mundo vertiginoso. Sin duda, algunos de es-
tos empresarios conocen y han estudiado las técnicas tradicionales que han sido practicadas
y desarrolladas durante más de tres milenios. Sin embargo, al crear productos empaquetados
y diseñados para ser vendidos a gran escala, en muchos casos se pierde la riqueza, la sutileza
y el poder de las experiencias que abre la ardua exploración meditativa como la han legado
los grandes maestros. ¿Podremos apreciarlas y aprenderlas plenamente en medio de lo que
ofrecen los mercaderes de la “espiritualidad”? ¿Nos quedaremos con un producto mercantil
fugaz, nacido de nuestra angustia y adoptado a la medida de nuestra inconstancia?

La amplitud de la meditación y su empobrecimiento


Intentar delimitar de modo unívoco qué es meditar no es un ejercicio sencillo, ni de-
masiado eficaz. El origen de la meditación parece ser insondable: posiblemente haya apa-
recido en el Valle del Indo en tiempo de los Sumerios, hacia el 2500 A.C.; al menos desde
el 1200 A.C., en el Norte de India se puede encontrar registros escritos que son la fuente
de distintas tradiciones religiosas que poco a poco fueron desarrollando y sofisticando estos
métodos. Sin embargo, aunque la meditación no tiene una sola cara ni un único dueño, se
puede decir que en contextos tradicionales son un conjunto de prácticas que tiene en común
la perspectiva de que la mente puede ser entrenada para que el individuo alcance sus mejores
posibilidades.
A la hora de entender qué ha sido tradicionalmente la meditación, pienso que hay que
tener en cuenta tres puntos: (1) no hay una única tradición, ni una única metodología; (2)
los grandes sistemas de meditación que se conservan se han desarrollado durante siglos en
una variedad de religiones, con algunos puntos de encuentro en común, pero también
mostrando divergencias marcadas; (3) las tradiciones que han practicado la meditación com-
parten la idea de que la mente puede ser entrenada para alcanzar nuestras mejores posibili-
dades como seres humanos.
En el mercado de la espiritualidad, hoy en día hay quienes ofrecen sus técnicas de
meditación como la Verdadera Meditación (literalmente existe la marca True Meditation),
pero esto es más una muestra de los slogans del marketing que de la realidad de una serie de
tradiciones que se han desarrollado durante más de tres mil años. En fuentes dispares como

HUELLAS
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el Budismo, el Jainismo, las distintas ramas del “Hinduismo”, el Taoísmo, y aun en algunas
vertientes místicas del Cristianismo, se puede encontrar metodologías de entrenamiento
mental como herramienta del desarrollo espiritual: en este sentido, no hay algo como “la
tradición única y pura de la meditación”. Sin embargo, hay contrastes fuertes entre la plura-
lidad y la riqueza de las tradiciones que han crecido a través de los siglos, y los intentos mar-
keteados y empaquetados que proponen hoy en día los comerciantes de la espiritualidad.
Hay que poner sobre la mesa el empobrecimiento que sufre el legado de estas prác-
ticas milenarias de la mano de los emprendedores contemporáneos. Google nos permite
encontrar ofertas estrafalarias como las “meditaciones para adelgazar”: casos que muestran
fácilmente cómo se pasa de aplicar el entrenamiento de la mente para desarrollar nuestras
mejores posibilidades, a limitarlo a una herramienta para llenar los requisitos de las revistas
de farándula.

Fotografía: Isabel A. Hermosillo (2016)

Ahora bien, existe una situación semejante en un caso que tiene más quilates, y en el
que el problema puede ser menos evidente. El tipo de meditación con mayor recordación
de marca desde hace algunos años es el conjunto de prácticas que los comerciantes ofrecen
bajo el rótulo de mindfulness, que al español suele traducirse con el término “atención

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plena”. Aunque hoy en día existen distintas ofertas de cómo practicar mindfulness por fuera
de los contextos tradicionales, todas ellas encuentran su punto de partida en la que pegó pri-
mero en el mercado: la Reducción del Estrés Basado en Atención Plena (REBAP), o MBSR
por sus siglas en inglés.
En la década del setenta, Jon Kabat-Zinn, doctor del MIT y miembro del Massachus-
sets General Hospital, comenzó a estudiar con algunos maestros budistas que por aquellos
años empezaban a compartir sus tradiciones con grupos de jóvenes en Boston. Haciendo el
cuento corto, a la vuelta de algunos años de exploración y práctica, por cuenta propia Ka-
bat-Zinn comenzó a investigar la aplicación médica de algunas de estas técnicas, y en 1979
sacó la primera versión de su producto: una adaptación clínica de una porción pequeña de
las técnicas budistas de meditación.
Aunque esta propuesta tuvo la enorme ventaja de ser uno de los primeros ejercicios para
validar científicamente técnicas de meditación milenarias, resaltan dos puntos complicados:
el primero es que las técnicas que constituyen el MBSR hacen parte de las prácticas tradicio-
nales del Budismo, pero están totalmente descontextualizadas; el segundo es que el objetivo
original de las técnicas budistas es llegar a la mayor perfección posible del ser humano,
mientras que en el MBSR el objetivo es mucho más corto de miras.
Se puede constatar la orientación dada por Kabat-Zinn a las técnicas de meditación en
sus propios textos. La forma en que enfoca la práctica de la meditación está bastante expli-
cada en el primer libro que publicó en 1990, titulado Vivir con plenitud las crisis (Editorial
Kairos, 2016). En primer lugar, al describir qué es mindfulness y meditación dice:

La meditación consiste en la observación deliberada de nuestro cuerpo y de nuestra mente,


dejando que las experiencias se desplieguen instante tras instante y aceptándolas tal como
son (…) Saber lo que hacemos mientras lo estamos haciendo es la esencia de la práctica del
mindfulness. (pp. 61; 67)

Al describir el objetivo con el que se emprende la práctica de MBSR, pone el asunto en


los siguientes términos:
Quienes se embarcan en el viaje de autodesarrollo, autodescubrimiento y sanación que es
REBAP lo hacen pare recuperar el control de su salud y lograr cierta paz mental. (p. 37)

Sin duda, la manera en que Kabat-Zinn ha popularizado algunos ejercicios de medi-


tación ha sido de gran ayuda para muchas personas que tienen problemas de ansiedad o
insomnio; en el contexto médico, son importantes los aportes del MBSR al manejo del dolor
crónico, y estos resultados han sido validados en contextos clínicos. Sin embargo, es notoria
la distancia que hay entre su propuesta y lo que se ha practicado como meditación a lo largo
de los siglos.

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La estrechez del mindfulness comercial
De acuerdo con la manera en que Kabat-Zinn presenta la meditación esta consiste en
una serie de ejercicios para desarrollar la atención con el fin de tener mayor salud y paz
mental. Puesto en estos términos, no hay duda de que puede ser algo beneficioso y que vale
la pena explorarlo. Los problemas comienzan cuando no se tiene en cuenta que la atención,
la salud y la paz mental por sí solas pueden ofrecer poca orientación frente al mundo que
vivimos, y cuando se ignora que son una respuesta bastante pobre a la hora de considerar
nuestras mejores posibilidades.
Una reflexión importante de por qué este mindfulness se queda corto viene del gran
maestro tibetano Lama Zopa Rimpoché. Sin duda, la tradición budista reconoce que el
ejercicio de prestar atención y lograr algo de paz es parte del entrenamiento que se debe de-
sarrollar, pero Rimpoché plantea una gran pregunta. Si el mindfulness se queda solo en eso,
¿acaso un ladrón no necesita mindfulness también para poder hacer daño? Así como nece-
sitamos estar atentos para no perder nuestro tiempo mirando una pantalla como zombis, o
para disfrutar un buen momento, también se necesita un grado importante de atención y
paz para dedicarnos a tareas problemáticas. La administración de un campo de concentra-
ción no puede ser ejecutada sin un alto grado de atención. Así pues, más allá de la atención
plena, una vida fructífera requiere un entendimiento ético que nos muestre qué caminos
llevan al atolladero y cuáles a la plenitud; el MBSR suele quedarse por ese lado.
En la versión de Kabat-Zinn del mindfulness se hace un fuerte énfasis en simplemen-
te estar presente y no juzgar: “mi definición operacional del mindfulness es la conciencia
que surge al prestar una atención deliberada en el momento presente y sin juzgar” (p. 23).
Observar sin involucrar conceptos puede ser una práctica poderosa como parte del entre-
namiento de la atención. Sin embargo, Kabat-Zinn hace tanto énfasis en ‘no juzgar’ que su
propuesta termina en un extremo complicado, al caer casi en una prohibición de pensar y
discernir: es preocupante que cada vez más crece la moda de que no debemos juzgar nada
en un sentido demasiado amplio, y algunas corrientes del mindfulness pueden llevar esa
idea demasiado lejos. ¿Cómo orientarnos en el mundo sin describir las cosas y llegar a deci-
dir que unas son preferibles a otras?
“Evitar juzgar” tiene mucho sentido cuando nos damos mala vida por criticar todo el
tiempo a los demás, cuando somos excesivamente duros con nosotros mismos, o cuando
coartamos la libertad de que otros busquen seguir un camino propio. Sin embargo, necesi-
tamos pensar y discernir todos los días las decisiones que tomamos para poder ver si vamos
por buen camino. Necesitamos saber considerar qué trae mayor beneficio entre opciones
distintas: en este sentido, es una pésima idea prescindir de la capacidad de juzgar qué tiene
sentido y qué no. El Budismo ha insistido por siglos en que lo más importante de cualquier
acción es hacia dónde va encaminada, ¿cómo se podría emprender acciones que nos lleven

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en la dirección correcta sin ningún tipo de ‘juicio’ que medie en el
proceso?
Dzongsar Khyentse Rimpoché, protagonista de la co-
rriente Rimé, hablaba en Bogotá hace algunos meses de la
pobreza de miras de la práctica comercial del mindfulness.
Supongamos que logramos dormir bien, estamos saluda-
bles, y que el volumen de nuestra ansiedad se redujo…
¿Entonces qué? ¿Para dónde vamos ahora? ¿Qué vale la
pena más allá de una buena noche de sueño y una maña-
na sin ansiedad? No he encontrado respuesta a esto en los
mercaderes del mindfulness: parecen ignorar el hecho de
que se puede dormir ocho horas, tener algo de paz mental,
montarse en un auto costoso y, como dijo Pessoa, seguir sin-
tiendo que estamos manejando el carro de todo por la carretera de
nada.

Las posibilidades más tradicionales del mindfulness


Pero claro, si consideramos la práctica del mindfulness en un contexto más amplio y
menos comercial, estos reparos están injustificados. Formado en escuelas budistas tradicio-
nales, el gran meditador vietnamita Thich Nhat Hanh ha hecho lo propio durante las últi-
mas décadas para poner a sonar el término mindfulness desde un punto de vista más cerca-
no a las grandes tradiciones. En sus libros se habla del desarrollo de la atención plena como
una base fundamental de la práctica del Budismo, ya que a través de ella comenzamos a
ser conscientes de la interdependencia de todas las cosas, abriendo así una visión global del
sentido de nuestras acciones cotidianas.
En este contexto, la práctica del mindfulness se da de una manera integral, al ser una
habilidad que nos permite estar conectados con el mundo que habitamos y ser conscientes
del contexto y del sentido de nuestras acciones. Hay pues una perspectiva tradicional en
la que el mindfulness puede retornar a su razón de ser clásica: desarrollar nuestras mejores
posibilidades en esta vida de la mano del entrenamiento de la mente.
Quizás, si comenzamos a explorar el mindfulness y las prácticas de meditación más
allá de las promesas marketeadas de los comerciantes, podamos encontrar un camino para
cerrar ese periodo de orfandad y de ceguera del que Nietzsche comenzó a hablar durante
la última parte del siglo XIX. De acuerdo con su profecía, hacia 2080 terminará un periodo
en que los valores de papel que nos legaron cayeron uno detrás de otro: conocemos bastante
como para no creer más en ningún valor. Cada vez quedan menos años para terminar esa
época, y cada vez se vuelve más urgente responder a cómo poder orientarnos en medio del

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vértigo consumista cuando los valores han caído. ¿Qué hacer cuando ya no podemos creer
en ningún valor?
Si se desarrolla la atención y nuestra exploración va más allá de la mera tranquilidad, se
abre la posibilidad de observar de nuevo el mundo como si lo viéramos por primera vez. Si
comenzamos a poner atención al sentido y la dirección de nuestras acciones, encontramos
puertas que nos llevan a poder explicar las cosas más allá de valores de papel, a estar aten-
tos en cada caso a lo que está en curso, a no tener respuestas prefabricadas sino un diálogo
con la realidad. Quizás, si aprendemos a tener un diálogo atento con nuestra vida y nuestro
mundo, podamos descubrir cómo volver a hacer las preguntas que ya hicieron los griegos
por nosotros.
¿Cuál es una vida plenamente aprovechada más allá de los valores de papel? Al estar
atentos y conectados, se abre la posibilidad de la creación de sentido momento a momento,
como lo han hecho los grandes meditadores y los grandes maestros de Oriente. Quizás, si
logramos vivir desde la base de una atención abierta y constante, podamos empezar a dia-
logar de nuevo con el mundo para ya no sentir la ausencia de valores como un escalofrío;
quizás lleguemos a encontrarnos con la posibilidad de una mirada limpia y nueva desde la
cual redescubrir lo que hemos estado haciendo opaco; quizás así podríamos ver que sigue
habiendo muchos más que las ocho horas de sueño y la paz mental que sueñan los burgue-
ses, angustiados por la moda como su último remanso.

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Narrativa

Las babas
del poeta
Por Michael Benítez Ortiz
I

Cuando llegué, vi que sufría de uno de sus frecuentes, pero no por eso menos raros, ataques
de ansiedad. Estaba tirado en la cama temblando. Se resistía. Lo intentaba. De un momento
a otro daba un salto y quedaba sentado. “Estoy luchando contra mí mismo, ustedes no saben
qué es eso… por mucho que le saquen jugo a la razón, porque yo hace rato no pago arriendo
en esa casa…”. Y Juliana, haciendo gestos, lo calla dándole un beso.
Si no fuera por Juliana no sé qué sería de mi amigo, ella le ayuda a pilotear sus borra-
cheras y esos guayabos apocalípticos (como una vez escuché que les decía) en los que lo
lleva a caminar al parque El Tunal y él se desahoga diciendo que no entiende nada de lo que
nosotros llamamos “realidad”.
Juliana va al baño, no sin antes decirme que no lo deje solo, que está muy mal, que
todo es por ese último libro que está escribiendo, que delira con eso de que el poema se le
resbala, como la sombra de las babas de un gusano.
Tan —ya Juliana en la fiesta del inodoro— se me acerca, aún temblando, trata de en-
cender un cigarrillo con un briquette desgastado; se lo pido con la mirada y lo enciendo al
segundo intento. Fuma tres veces, mira el techo y abre las ventanas mientras comienza a
decir: “No le pongas mucho cuidado a lo que diga Juliana, tú sabes que ella es muy culta y
todo eso: más que nosotros (me lanza una sonrisa cómplice), pero ella no entiende muchas
cosas… sabes de qué te hablo…”. (Y repite su sonrisita cómplice).
Vuelve Juliana y comienza a regañar a Tan por estar fumando. Eso es de siempre. Pero,
y ahora que lo pienso, creo que Tan se refiere a eso de la misma pesadilla que lo persigue a
uno desde niño y a…
Juliana me dice, de nuevo en voz baja, que no le vaya a decir nada que lo induzca a em-
borracharse, que le hable de la universidad, del futuro y que, sobre todo, no coloque música.
Pero yo sé que a él no le importa eso y, sin hacerme caso, pone un vinilo de Escape:

Trabajas de mañana
planeando tu futuro
y vives en rutina nada más…

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Egon Schiele, El poeta, 1911

Y otra vez ese escalofrío delicioso que manifiesta un tipo de iluminación: el poema, diría
Tan. Y empiezan esas ganas de entrar en la comunión de las cervezas y los cigarrillos.

II
Hoy hay un recital de poesía en un cafecito del centro. Espero a que Tan se bañe y se vista.
Juliana me mira y dice: “¡Ustedes tienen una cara de farra!”. Pero pues claro: qué recitales ni
qué nada, qué literatura. Así como Dios tiene resaca y no se para los domingos para ir a las
iglesias, así la poesía capa recitales: le da un poquito de asco. Y yo, que no he leído a Borges,
siempre me vanaglorio escupiendo esa frasecita que dice que como hay tanta poesía regada
en el mundo, a veces uno se la encuentra hasta en los libros de poesía.

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Pero bueno: siempre habrá una excusa para emborracharse, diría Baudelaire: “de poesía
o de virtud”… ¡Si fuera verdad sería más barato!
Me río solo, sentado en el café. El viejo Tan está un poco prendido. Me dice que sólo
así uno se puede parar a hacer el ridículo, a leer y decir cosas que no sabe ni por qué las
escribió, si es que él las escribió, si es que fueron, acaso, escritas; que es más fácil y digno ser
ladrón o ciclista.
“Acá donde me ves —mira a lado y lado del café— estoy cagado del susto: le tengo un
miedo terrible a la muerte, pero no sólo a la muerte, sobre todo a la vida, por eso me em-
borracho tanto y ando con tantas viejas y todo eso… y esa gente que no me conoce: mira a
Juliana, dice que soy poeta y no sé qué otras pendejadas… y yo cagado del susto… Bueno,
como que ya me toca leer”.
Y, eso sí, nadie le puede negar a Tan el estilo, así sea sólo porque está borracho, o pren-
dido, o como sea que esté. Yo ya me estaba durmiendo pero ahora la gente aplaude, sonríe:
cambia el ambiente. O quizá siento eso porque también estoy borracho, o prendido, o…
¡dejemos la bobada!
Porque siempre me ha fastidiado, en los poetas, la falta de naturalidad: esos gorritos,
bufandas, barbas y voces de poetas. Son peces que nacieron en acuarios y jamás conocerán
el mar. En cambio, Tan apropia su barro, se revuelca, es dueño del instante que habita; por
eso no se presenta: “hola, soy poeta”, sino que lo niega, lo sufre… O sencillamente no le
importa, le vale verga: todas las hectáreas de verga que mida el mar.
Un escritor se sienta a nuestro lado y le dice a Tan que le gustó mucho, que chévere,
que dónde puede comprar sus libros. Tan comienza a hablarle de su nuevo proyecto de poe-
mario, que ha sufrido mucho con él; que, cuando duerme, sueña que alguien (una sombra)
se le sube en la cama y no puede moverse; y comienza a echar madrazos mentales (pues
tampoco puede gritar), y dice que es el poema, que queda indefenso ante el poema, ante
el puto poema que cuando está arrecho comienza a follárselo: siente que su propio pene se
alarga y se le mete en el culo. Y sufre realmente: se ha sorprendido (varias veces) llamando a
su mamá cuando se despierta sudando frío, aun cuando vive solo, aun cuando tiene ya casi
treinta años.
Y como que vuelve, y se siente desnudo ante este personaje desconocido, pero no le da
pena. Me mira como si hubiera descubierto algo dentro de sí, como si hubiera encontrado
la respuesta a su problema; sonríe, sus ojos se le hacen agua, dice que ha visto algo, que el
poeta siempre tiene las de perder.
Silva sólo vale impreso en mi billete de cinco mil. Los versos son de oro golfi o para
conquistar golfas. Pienso en Juliana, tan enamorada, tan madre de ese niño, si no fuera por
su instinto maternal ya lo hubiera mandado a la mierda hace rato. Pero ese instinto hace que
ella lo proteja: lo reciba en su casa cuando llega borracho a las tres de la mañana, le quite los
zapatos, lo acueste, le limpie el vómito.
Pañitos húmedos para después del polvo, shampoo no más lágrimas: no llores por un
poeta, él no te merece; pero pañales, sobre todo pañales, para tanta buena y mala literatura.

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Cuartos oscuros
Por Daniela Pabón

Cuarto #2
Cuartos de paredes rotas. Se va la vida. Magia oscura. Flautas del alma. Viene y te salva.
¿Por qué? La música te llama. El ángel te salva. Intercede. Te abraza y te protege. Manos
extrañas. Dedos finos, fracturados, sucios. Maldición. La vida mal vista. Los ojos que se
arrugan, agua que cae sobre los ojos, cataratas de vejez. Tierra sobre tierra. Tierra sobre el
cuerpo. Flores que crecen de la muerte. Bruja, bruja, bruja. No hagas brujería. Te traga el
saber del mundo. Te embulle y te vomita.

Cuarto #3
Tripas amarradas. Venas hinchadas. Arterias. Piel estrellada. Enfermedades. Rechazo.
Apaga las luces. Cierra la puerta. Vienen por ti. Escóndete. Cúbrete. Grita. No pasa nada
niña. Cielo azul, rosado, amarillo. Come la miel, toma la leche. Brillan tus ojos adorados.
El ron quema tu garganta. Tus piernas sangran. Tu pecho se hincha. Te tropiezas. Levantas
la arena. Suenan las piedras. Caes al agua.

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Cuarto #4
Honda. Negra. Viento. Noches sin sueño. Vigilia eterna. Soledades mal cuida-
das. Tristeza adoptada. Miradas extrañas. Manos gordas, grandes, fuertes. Te agarran.
Te presionan. Te amarran. Camisas blancas. El sinsentido palpita, las palabras se
caen. Cuerpos sin caras. El esqueleto camina. Las costillas se separan. Corren ríos de
plastilina derretida.
La masa purpurea de tu abdomen se confunde con el lodo pintado de sangre so-
bre el pavimento negro de la calle vieja. Alargas. Alargas. Pospones. Estiras el fin. Lo
evitas. Te escondes. Te derramas. Eres el lodo pintado de sangre sobre el pavimento
negro de la calle vieja.

Mark Rothko, Centro Blanco (Amarillo, Rosa y


Lavanda sobre Rosa), 1950

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Cuarto #17
Nudo. Aprieta. Aprieta. Aprieta. Explota. Calienta. Explota. Traga. Entero. Saliva.
Baba. Sudor. Sal. Aprieta. Asfixia. Respira. Aire. Se va. Alza. Alza. Alza. Ni mano. Ni brazo.
Ni cuerpo. Aprieta. Mancha. Mancha. Sangre. Repetición. Sustitución. Transferencia. Fa-
lla. Vuelve. Inténtalo. Piensa. Siente. Explota. Fuiste. Fuiste. Noche.

Cuarto #10
Cierra. Puerta. Abre. Manos. Cierra. Ojos. Abre. Piernas. Rueda. Rueda. Carrusel. Ca-
ballos sucios. Yeguas blancas. Niños. Niñas. Sonrisas y lloro. Padre. Madre. Dios. Vacío.
Significa. Niño descarriado. Niña extraviada. Sin Dios. Sin Tierra. Muere el padre. Muere
la madre. Pierde vida. Cava el hueco. Respira hondo. Encuentra el agua.

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Solo vine por fuego
Por John Better

Y
serían las dos de la mañana pasadas de aquella madrugada del 99, cuando los gritos de
los travestis despertaron a todo el hostal en el que vivía por entonces, anunciando que
habían matado a la Kathy Monstertein.
De inmediato fue coger y ponerse lo primero a la vista, cualquier trapo que lo
abrigara a uno de ese endemoniado frío capitalino, salir corriendo un par de cuadras con el
corazón en la boca, y, allí encontrarla, tirada sobre el pavimento, agujereada por las balas,
escarchada por la llovizna helada de la madrugada en Ciudad Capital.
¡Vamos a sacarle las prótesis antes que llegue la policía! Dijeron las travestis amigas, y
así lo hicieron. Con una navaja le abrieron de tajo las tetas y extrajeron el silicón que es
como oro en estos tiempos. Porque esto no lo necesitarás en el infierno compañera, dijo la
Plutónica, mientras sesgaba la carne y sacaba los coágulos de goma.
Ni muerto el marica soltaba el sacol, pensé al verle todavía empuñando la bolsa empe-
gostada con la mostaza ácida del pegamento, indiferente a la cirugía post mortem a la que
era sometida.
La Kathy Monstertein vivía en un cuarto contiguo al mío, casi siempre me la tropezaba
por las mañanas cuando salía a desayunar, y ella apenas regresaba con un careto de espanto.
Nunca habíamos cruzado palabra, pero justo un día antes de su muerte, algo inusual suce-
dió, algo que hizo que nos conociéramos un poco más.

*
—Perdona que te toque a esta hora, es que me he quedado sin fósforos, y con este pani-
queo no me atrevo a ir al kiosco de la esquina.
Así sin más estaba en la puerta de mi cuarto la Kathy Monster, esa Kill Bill travesti que
taconeaba las aceras del centro capitalino armada con gas paralizante y una daga china.
—¿Puedo pasar?
Pero la pregunta estuvo de más, ya que la Kathy se había instalado rápidamente en el
cuarto, echándole un vistazo a mis revistas y a algunos cidis piratas que tenía sobre una vieja
mesita de noche. Pude verla claramente por primera vez, detallé sus dedos ampollados y
ligeramente amarillentos por la tinta diabólica del basuco. La miré a los ojos y fue como
descender a un pozo de agua estancada en el que flotase un animal descompuesto.
—Debo lucir fatal, dijo ella.
Tenía razón, se veía mal, no solo por toda esa “angustia” que se había inhalado de seguro
por días seguidos, había algo más, lo intuí de inmediato. La Kathy se levantó y dijo que la
esperara un minuto, que tenía algo que mostrarme.
Regresó al cuarto con una bolsa salmón de la que sacó media botella de vodka, brinde-
mos por… se quedó en silencio por un segundo y luego agregó: ¡Por nosotros que estamos
a salvo esta noche! Las llamaradas del vodka ascendieron por mi garganta trago tras otro,

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Le travesti, 1953, Bernard Buffet

mientras la Kathy sacaba del fondo de la bolsa extraños objetos que me iba enseñando como
una apasionada coleccionista: estos se los robé a un tipo la otra noche, decía pasándome
un cenicero, un huevo de marfil, un escudo de armas, todo un botín sentimental donde la
sombra ladrona de la Kathy había dejado una huella indetectable.
—¿Puedo fumar aquí?
Le acompañé con dos pitadas de su cigarro, luego se puso seria, y por último, sacó de la
bolsa un paquete forrado de cinta y lo puso en mis manos.
—Guarda esto bien, por nada del mundo lo abras, no te conozco pero eres el único en
este sitio en el que podría confiar, mañana me voy de aquí.

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—¿Y hacia dónde te vas?, le pregunté.
—Todavía no sé, a lo mejor pasando la frontera, aquí al ladito.
—Buen viaje.
—En caso de que pase algo inesperado de ahora a mañana, y no pueda recoger el pa-
quete… No me hagas caso, no puede pasar nada, olvídalo.
—Como digas, Kathy.

Un perro se detuvo junto al cadáver de la Katty, lo husmeó a la altura de la cabeza y se


retiró con la misma indiferencia con la que había llegado. La única a la que parecía afectarle
un poco el asunto era a Kypsy, una travesti del eje cafetero a la que vi varias veces con Katty,
esas mañanas en que llegaban cayéndose de la borrachera, entonando alguna canción de
Helenita Vargas. La lluvia empezó a tomar fuerza, la sangre de la Kathy corría por el pavi-
mento.

4
—¿Por qué me miras así, quieres saber qué contiene la caja, verdad?
Aunque estábamos solos en aquel cuarto, y quizá el único testigo era aquel póster de
Marilyn Monroe donde aparece con esa sonrisa de un millón de dólares, la Kathy, como
temiendo que alguien escuchara cuál era el contenido secreto de su paquete, se acercó a
mi oído; entonces sentí su aliento, fue como si abrieran un clausurado matadero de reses,
y luego salió el sonido de su voz revelando lo que había en aquella caja forrada con cinta
industrial.

Le eché un último vistazo al cadáver de Kathy y me percaté de que sus ojos estaban
abiertos, dos globos blancos mirando la nada, supe entonces que debía apresurarme, regre-
sar al hostal, empacar todo y salir de allí lo más rápido. Metí en mi maleta la ropa, los CD,
y algunas revistas, lo poco que poseía. Solo dejé el afiche de Marilyn en la pared, para que
recibiera con su sonrisa sin alma al próximo huésped.
—¿Se va, piensa volver?, preguntó la administradora del hostal, contando desconfiada
los billetes que puse en su mano.
—Soy de los que siempre vuelve, le contesté.
Seguía lloviznando heladamente cuando dejé aquel lugar donde había pasado desde
que llegué a Ciudad Capital. Contrario a la mujer de Lot no miré atrás, pero fue inevitable
no darme de frente con los sujetos armados que se apresuraban a entrar al hostal, mientras
me embarcaba en el primer taxi que detuve. Por el momento ya estaba a salvo.

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Cine, televisión y teatro

Black Mirror: el espejo en el


que no nos queremos mirar
Por Martha López Costa

B
lack Mirror llegó a mi vida cuando todavía vivía en casa de mi madre y no había descu-
bierto lo que era la Literatura Comparada. Apareció anunciada en televisión, en una
cadena privada nacional, y el día de su estreno la sintonicé por casualidad. Recuerdo
que no entendí muy bien qué estaba sucediendo, cómo la práctica sexual del presiden-
te con un cerdo podía ser un acto de terrorismo. Ahora, mirándolo con perspectiva –con la
que ofrece estar dedicando una tesis doctoral a esta serie–, es perfectamente comprensible.
Ese sentimiento de repulsa e incomprensión es lo que te invade la primera vez que enfrentas
la narrativa que el genial Charlie Brooker despliega a lo largo de las ya cuatro temporadas1
–y subiendo– de la serie. Eso, y el inequívoco sentimiento de que quieres más, a pesar de
saber que no te va a gustar.
Black Mirror nació en 2011 en la cadena británica Channel 4, y su carta de presenta-
ción fueron tres episodios cuyos espacios, tiempos, personajes y tramas no tenían ningún
vínculo entre sí, salvo un hilo temático desarrollado de muy variadas formas en cada uno
de ellos: la relación del ser humano con la tecnología. Esta estructura se repetiría en las
siguientes temporadas (2013, 2016, 2017), aunque el número de capítulos se duplicaría al
ser adquirida por Netflix, periodo que también coincide con una mayor periodicidad de la
serie, así como con un mayor interés internacional.
Que no piense el lector desconocedor de esta distopía que en ella se presenta un desa-
rrollo tecnológico futurista e hipertrofiado: nada más lejos de la realidad –casi literalmente.
Si bien es cierto que algunos de los artefactos presentados todavía no existen en el mercado
libre, la tecnología presentada en Black Mirror parte de YouTube, los smartphones, los me-
dios de comunicación y las redes sociales, y todo aquello que todavía nos es ajeno no nos
parece lejano: del chip de memoria hasta la tecnología militar, pasando por la clonación
con fines domésticos o emocionales; todo está íntimamente ligado a lo que ya existe y así se
deja percibir a través de la trama. Nuestra interacción con el mundo, filtrada por las redes
sociales, permite elaborar robots con nuestra personalidad (“Be Right Back”, 01x02), nuestra
conciencia puede ser almacenada tras la muerte física (“San Junipero”, 04x03), la tecno-
logía del videojuego es utilizada como distorsionador de la realidad por el ejército (“Men
Against Fire”, 05x03), los asistentes de voz de nuestros teléfonos son reemplazados por un
clon de nosotros mismos, un determinado implante permite bloquear físicamente a las per-
sonas (ambas situaciones presentadas en el episodio especial de la Navidad de 2014, “White
Christmas”), un dispositivo de memoria permite revivir cada instante, zoomearlo, pausarlo y
mostrarlo a los demás (“The Entire History of You”, 03x01). A pesar de que el hilo temático

1 El presente texto fue escrito antes de la quinta temporada (nota del editor).

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Afiche oficial de la serie Black Mirror

de estos episodios sea el avance tecnológico, lo realmente impactante es el estancamiento


del ser humano.
Brooker no es un predicador apocalíptico que condene a la tecnología por la decadencia
de las sociedades occidentales. Al contrario, el dedo que señala a los protagonistas de sus
episodios traspasa la pantalla para señalarnos a nosotros. “No es por ti, es por mí”, parecen
decirnos esas tramas que, en realidad, ponen el foco sobre el uso que el ser humano hace de
los medios a su alcance. Contrariamente a aquellos pensadores, como Jonathan Swift, que
abominaban las novedades porque temían que terminarían por destruir a la humanidad tal
como la conocían, Brooker lo tiene claro: es la civilización estática la que está condenada
a su destrucción, y dicho estatismo no se mide solo en progreso científico técnico, sino en
conciencia. Lo que subyace en esas sociedades tecnológicas es una reflexión sobre compor-
tamientos tan humanos que en ocasiones ponen en entredicho este mismo concepto.
Una clasificación temática nos permitirá rendir cuenta de esta afirmación. Si tomamos,
por ejemplo, la justicia como espectáculo, tan presente en nuestros días –juicios mediáticos,
fake news, justicieros de Facebook–, fácilmente acudirán a nuestra mente capítulos como
“The National Anthem” (01x01), “White Bear” (02x02), “Shut Up and Dance” (03x03) o
“Black Museum” (06x04). En todos ellos se presenta un tipo de justicia más cerca de lo so-
cial que de lo político, amparada por tanto en la víscera y no en la ley. Esta sed de venganza
provoca en el espectador un sentimiento que oscila entre la afinidad y el rechazo hacia sus
ejecutores: al comprender la gravedad del crimen del reo, empatizamos desde la entraña
con los justicieros, pero no dejamos de percibir que la condena iguala o sobrepasa al crimen,
creando una disonancia ante el mismo concepto de justicia. Es esta ambivalencia, esta inco-
modidad ante la dualidad, la que nos perturba como espectadores: nos sentimos señalados,

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nos reconocemos en comportamientos que nos parecen deplorables. Nos identificamos con
el morbo de las calles vacías y los ojos en las pantallas en “The National Anthem”, con los
zombificados asistentes a la condena de “White Bear”, con los hackers que arruinan las vidas
de los culpables –¿realmente lo son?– de “Shut Up and Dance” y con la fascinación por el
crimen y la venganza individual que se produce en “Black Museum”. Y nos reconocemos
porque Black Mirror nos presenta aquello que somos en nuestra existencia individual: en
los juicios de cervezas con amigos, en las opiniones infundadas que vertemos en las redes
sociales, en la fascinación por lo grotesco y en la indiferencia por el sufrimiento ajeno.
A este respecto, la serie desarrolla ampliamente la dialéctica entre el consenso y el con-
trol social, cuyos máximos exponentes quizá son “Fifteen Million Merits” (02x01) y “Nose
Dive” (01x03). En ambos capítulos se presentan sociedades cuyas restrictivas normas pare-
cen cosechadas por sus habitantes esclavos. El primero de ellos constituye una brillante ale-
goría del sistema capitalista, mientras que en el segundo –y no es baladí que entre ellos haya
transcurrido cinco años– se presenta una sociedad regida por la puntuación completamente
subjetiva que los habitantes se dan entre sí2, al más puro estilo Instagram o TripAdvisor, de
modo que la popularidad determina las posibilidades –laborales, sociales y habitacionales–
de los ciudadanos.
Pero, Black Mirror no desarrolla, como ya he dicho, únicamente temas que preocupan
a la sociedad actual, sino que también se ocupa de miedos ancestrales, como los celos,
mediatizados y, en cierta forma, justificados en “The Entire History of You” (03x01), o la
muerte: la tecnología vuelve la eternidad deseada en indeseable en “Be Right Back” (01x02)
y es capaz de construir un paraíso virtual gracias al almacenamiento de conciencia en “San
Junipero” (04x03), capítulo que le valió dos premios Emmy (2017) al director, uno a “Mejor
film de televisión” y otro por “Mejor guion de miniseries, film o drama”. Y me gustaría dete-
nerme aquí, porque lo cierto es que mi sorpresa fue mayúscula al enterarme de este hecho.
No porque “San Junipero” sea un mal capítulo, sino porque creo que lo que ha fascinado
a la audiencia es algo que se aleja completamente de la dinámica de la serie y que deja al
espectador anonadado –quizá eso es lo más chocante de todo el capítulo–: una historia de
amor con final “feliz”. Y lo entrecomillo porque no estoy de acuerdo con la apreciación ge-
neral. De hecho, considero que esa aparente felicidad lo convierte en uno de los capítulos
que más incita a la reflexión por presentar el conflicto solo de soslayo. Lo que subyace bajo
el estilo vintage y la nostalgia, bajo la triste historia de las protagonistas y la posible libera-
ción que ofrece San Junipero, es un dilema existencial y ético que, como en cada una de las
entregas, solo en manos del espectador queda juzgar.

2
Este sistema, dicho sea de paso, ya se ha implementado en China, donde se ha creado un programa en prueba para evaluar la confiabi-
lidad de sus ciudadanos: <https://www.elindependiente.com/politica/2018/12/09/black-mirror-la-vida-real-asi-puntua-china-ciudadanos/>

HUELLAS
51
Arte en la U

Movie nights
Por Carlos Pereira

Thank God for the rain to wash the trash off the sidewalk.
Travis en Taxi Driver.

H
ace ocho días vi Call me by your name. Recuerdo que le escribí a Juli preguntando si
iba pa’ esa pero ya tenía plan: las primas iban a llegar a su apartamento a cocinar, que
pasara más tarde si quería. Le dije: dale te aviso más tarde.
Salí de la casa temprano y me quedé como hasta las seis y quince en una librería
punketa sobre la séptima. A las siete, más o menos, llegué al parque, me comí una empana-
da y me senté en una banca a leer.
Estaba oscuro, pero había una lámpara cerca. Se leía bien, pero la banca estaba en la
mitad. Me sentía atracable, como que en cualquier momento me iban a llegar por la espal-
da. Tiré una moneda para ver si seguía por unas veinte páginas más. Pero nada. No aguanté.
Me fui para la calle esa donde está el Centro de Memoria Histórica y me acomodé
contra un muro. Mientras leía, llegó un indigente y me dijo que estaba intoxicado. Que
necesitaba comprarse un suero. Que le faltaban dos mil pesos. Le di la plata.
No avancé mucho, como tres páginas. Fumé bastante. Hablé algo con la señora que
vende chucherías y cigarrillos afuera del cine. No quise entrar enseguida porque el sitio
aparte de cine es bar y estaba lleno.
Le pregunté a la señora que si conocía al viejo, al indigente. Y me preguntó que si habla-
ba del Calidoso. Dije que sí aunque no estoy segura de que fuera el mismo. El viejo con el
que hablé me dijo que parqueaba carros por el Parque Nacional y que la policía no lo había
dejado trabajar en la mañana. Y el Calidoso, según la señora, no parqueaba carros por ahí.
El hijo de la vieja —un man de sudadera roja, con rastas y rapado a los lados— se me-
tió en la conversación y me dijo que el tipo sí estaba enfermo, que llevaba bolsa. Creo que
hablaba de esas bolsas que guardan la mierda cuando a uno le falla no sé, el páncreas, el
estómago, algo. También dijo que el man estaba sangrando y que se había ido a algún lado
por eso.
A las ocho y veinte entré al sitio, pero me tocó esperar unos diez minutos a que limpia-
ran la sala. Cuando entré me senté en la primera silla que vi, estaba en la mitad al lado del
pasillo, a mi derecha se sentó una parejita de dos manes.
La película me gustó. Creo que por las locaciones y por la vieja que hacía de Marzia.
El monólogo del papá al final también estuvo bueno, como para llorar. Pero si tuviera que
elegir preferiría Moonlight, más que todo porque no me cuadró tanto lo de los maricas high-
class y porque todo fue siempre, siempre, muy bonito. Y bueno a Moonlight fui con Camila.
Hace un año más o menos. Recuerdo que nos tocó sentarnos aparte y esperar como quince

HUELLAS
52
Ilustración de Josef Amón Mitrani

minutos a que llegara el gobernador y su mujer porque tenían a dos policías guardándoles
las sillas.
A esta película fui sola y el man que tenía al lado como que miraba mucho, como que
tenía la pierna inquieta, como que mucho roce ahí, como que no era tan marica como
parecía. Apenas se acabaron los créditos —tocó verlos todos por la forma en que los pasa-
ron—  me abrí de ahí.
Cuando salí vi como veinte policías afuera del sitio. Le pregunté a un tipo, que ajá, que
qué pasó. Y me dice que violaron a una muchacha en el Parque Nacional.
Pesado. Creo que eso fue lo que dije.
Me fui. Caminé por el andén del parque, yendo pa’l norte por la séptima, y normal. Ha-
bía movimiento todavía. Eran como las once. Se veían unas sombras sospechosas en el fon-
do, pero lo más seguro es que sólo fueran pelaos trabándose. Había gente yendo y viniendo.
En la 45 había más policías, pensé que era por lo de la muchacha, pero era que habían
atropellado a alguien.
Afuera de los bares la gente ya se veía pasada. Trajinada. Y no era tan tarde. La vez que
fui a Dark Circus, que era midnight cinema, sí estaban todos acabados: viejas sentadas llo-
rando en el teléfono, manes rendidos contra la pared, punketos tomando chamber y peleán-
dose con los postes. El día de Call me by your name no vi mucho de eso, el camino hasta la
casa estuvo más bien calmado.

HUELLAS
53
Zapatos
Por Daniela Torres Pérez

Para mis hermanos

Tener zapatos
era un lujo.
Esperaba siempre las cajas
que me mandaban mis hermanos.

¡Sorpresa!
Sandalias azules,
vestido,
collar.
Pura coquetería.

Con mis tenis de lucecitas


saltaba en el camino al colegio,
iluminaba la calle.

Volví a casa.

Zapatos para fiestas,


tenis,
chancletas,
zapatos caros,
zapatos incómodos,
zapatos a los que se les mete el agua,
zapatos altos para jugar a que era grande.

HUELLAS
54
Pero de todos los zapatos,
ninguno.

No he dejado de ser esa niña


que jugaba descalza
en las calles de tierra
y se cortaba los pies
con pedazos de botellas.

HUELLAS
55
Tres poemas
Por Daniela Sedán

Estoy al lado de una brisa


tengo el pelo revuelto
la vida
todo revuelto
la vida

Tienes un silencio de tarde


una nostalgia
una cosa de cuadras
de niños
de mar

Siempre habrá nostalgia


en esta cara dura
ajena
mía

HUELLAS
56
Epílogo
L
a revista Huellas está próxima a cumplir cuatro décadas de existencia. Si se hubiese
mantenido estática e inmutable en este tiempo, realmente no hubiese logrado nada
a nivel cultural. Por fortuna, no es nuestro caso. Sin titubear puedo afirmar que están
frente al número que más cambios radicales propone, al tiempo que da una apertura,
generosa, a esos otros géneros ignorados por las publicaciones académicas. Aquí hablan con
su propia voz la narrativa, poesía, ensayo, cómic, traducción literaria, ilustración y artes plás-
ticas; cine, televisión y teatro; música y la creación de los estudiantes universitarios. Hago én-
fasis en “la propia voz” porque es fácil encontrar revistas plagadas de artículos y reflexiones
sobre arte, pero que, en realidad, dan poco o ningún espacio en sus páginas a las creaciones
artísticas para que aparezcan y nos asombren.
En el recorrido que proponemos, iniciamos con la multifacética Tania Ganitsky, quien
nos recuerda que la traducción es un proceso de creación artística en paralelo. El texto
traducido es una obra autónoma y derivada. Imposible imaginar un oficio más difícil en
este mundo que ser traductora de poesía. Gracias por llevar al español tres bellos poemas de
Spicer.
Pasamos a los nada inocentes cómics de El Búho, que amablemente cedió sus cotizadas
tiras que van de la crisis existencial al cuestionamiento profundo de esta sociedad.
Ferén Barrios llega con un símil que seguramente muchos no nos habíamos planteado:
la relación jazz y porro de nuestra cultura popular. Seguido de un poema de Laura Estrada,
artista local actualmente radicada en España. Tenemos, además, la participación de uno de
los novísimos poetas de Hispanoamérica, el prolífico Héctor Hernández Montecinos (Chi-
le), aclamado mundialmente por su obra de una calidad abrumadora. Y cerramos esta sec-
ción con una versión original de un soneto de Shakespeare; siempre encontrarán un poema
en su idioma original para rescatar el valor de los textos en sus lenguas maternas.
Continuamos con el trabajo visual de Paul Rozenboim, quien también es el artista de
nuestra portada. Es una creación diversa, como si en él habitaran varios alter egos creativos.
En ensayo tenemos un ejercicio de reflexión de Felipe Ángel de un tema bastante vi-
gente: cómo acceder y valorar toda una tradición espiritual heredada de Oriente, cuando ha
sido comercializada sin piedad por la New age occidental.
El ensayo le da paso a la narrativa con un cuento de Michael Benítez (Bogotá), “Las ba-
bas del poeta” que cuestiona el mundillo literario que se ha conformado con permanecer en
la sociedad de los mutuos elogios y no se deja transformar genuinamente por el arte. Segui-
do de una escritura experimental de la barranquillera Daniela Pabón y un cuento de John
Better, escritor que se posiciona como uno de los grandes talentos en gestación de la ciudad.
Para esta sociedad cada vez más homogeneizada en los contenidos “consumidos” en
plataformas monstruosas como Netflix, llega una reflexión interesante de la aclamada serie
británica Black Mirror, la cual siempre nos confronta con realidades duras a las que estamos
a un pasito de caer.

HUELLAS
57
Y cerramos el número con un espacio muy especial, la sección “Arte en la U”: Carlos
Pereira, Daniela Torres y Daniela Sedán nos dan una clara idea del talento que hay en los
ejercicios de escritura de jóvenes.
El número 104 inaugura una temporada inclinada a la literatura, contemporánea y
clásica, y a las artes en general. Promete ser muy incluyente y creativa. Esperamos continuar
recibiendo contribuciones de excelente calidad, las cuales, de ser aprobadas para publica-
ción, integrarán una nueva sección denominada “Misceláneos”, a partir del número 105.

Farides Lugo
Asistente editorial

HUELLAS
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Colaboradores

Tania Ganitsky El Búho (Yair Vurnbrand)


Doctora en Filosofía y Literatura. En Nació el 23 de enero de 1993 y creció
2009 ganó el Concurso Nacional de Poesía en Lima, Perú. En el 2016 se graduó con un
de la Universidad Externado de Colombia título de producción de TV y cine en Tisch,
y en 2014 obtuvo el Premio Nacional de NYU (Nueva York). Publicó su tira diaria
Poesía Obra Inédita con su primer libro: dos Paltas en El Comercio (Perú) desde marzo
cuerpos menos  (2015).  Publicó  Cráter, en 2016 hasta marzo 2018. También ha sido
coautoría con el artista José Sarmiento, en publicado en Altavoz (Perú), La Vanguardia
2017. Desastre lento es su libro más reciente Liberal (Colombia), El Mensajero (Estados
de poesía y fue publicado por primera vez Unidos) y La Prensa Gráfica (El Salvador).
en 2018, por la Universidad Externado de Lanzó de manera independiente su primer
Colombia y en 2019 por Frailejón Edito- libro El Búho, una recopilación de tiras có-
res.  Suele contribuir como crítica, traduc- micas publicadas en el diario, en diciembre
tora y poeta en diversas revistas culturales del 2017. Trabajó en el equipo del guion de
y académicas. Actualmente hace parte del Condorito La Película (2017). Su último li-
equipo editorial de La trenza, un fanzine de bro, ¿Amor o hipocondría?, una segunda re-
poesía, ilustración y ensayo que busca tra- copilación de tiras, salió a la venta a finales
zar un mapa crítico y estético de la poesía de octubre de 2018 con la editorial Planeta.
contemporánea escrita por mujeres colom- Además, escribe las letras de la banda Nú-
bianas. Trabaja como investigadora en la Fa- meros Primos. Actualmente publica su tira
cultad de Artes, Inglés y Drama de la Univer- El Búho de lunes a sábado en el diario La
sidad de Loughborough, en el Reino Unido.  República (Perú). Vive en Lima con su novia
Thali y sus gatos Xanax y Seroquel.

HUELLAS
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Ferén Barrios Laura Estrada Márquez
Filósofo de la Universidad de los Andes Feminista antirracista y decolonial, poe-
(2010) y Doctor en filosofía de la Universi- ta, fanzinera y artista de collage. Se mudó a
dad Complutense de Madrid (2019). Inves- Sevilla, España cuando tenía once años y vi-
tigador y escritor independiente. Autor de vió dividida entre Colombia y España hasta
reseñas y artículos académicos sobre la obra el año 2011 cuando se asentó definitivamen-
de Friedrich Nietzsche, lector incansable te en la capital andaluza. Estudió Humani-
de los clásicos universales, de poetas locos dades en la Universidad Pablo de Olavide.
y de periódicos de mala muerte. Melóma- En el 2014 realizó una estancia académica
no, encuadernador, empresario fracasado Royal Holloway University of London, en
(Creaciones Baobab y La Agonía Libros: donde participó activamente en seminarios y
Bogotá-Madrid, 2011-2016) y bloguero en cursos sobre Literatura Clásica e Historia An-
El Universal de Cartagena (Escolios: 2018). tigua. Hizo su tesis de grado en colaboración
Sus intereses académicos abarcan desde la fi- con la Universidad del Norte sobre el papel
losofía histórica y la genealogía de los valores reproductivo y la sexualidad de las mujeres
hasta la cultura política contemporánea; sin esclavizadas al final del dominio colonial en
embargo, todo su trabajo académico, litera- Cartagena de Indias. Dentro de su obra se
rio o artesanal, versa exclusivamente sobre la desatacan los fanzines Don’t Eat My Flowers
emancipación del espíritu, que en tiempos (2018) y Ciudad Fragmento (2017). Fue se-
recientes se ha revelado como nada más y leccionada como mujer migrante destacada
nada menos que la emancipación del cuer- por la Cancillería de Bogotá (2016) por los
po. proyectos artísticos que lleva a cabo con di-
ferentes organismos. Es redactora en “Mu-
jeres Reseñando” una plataforma literaria
feminista y autogestionada para la difusión
y la visibilización de la literatura escrita por
mujeres. Su poesía gira en torno al cuerpo,
la sexualidad, la migración, los fragmentos.
Actualmente prepara un poemario con una
editorial sevillana y se dedica a la enseñanza
de idiomas en una escuela en Sevilla.

HUELLAS
60
Héctor Hernández Montecinos Paul Rozenboim
Licenciado en Letras, Doctor en Filoso- Diseñador visual originario de Cali.
fía, mención Estética y Teoría del Arte (Uni- Creció en la comunidad judía hasta los 18
versidad de Chile), y en Literatura (P. Univer- años cuando decide emigrar a Israel donde
sidad Católica de Chile). A los 19 años recibió vive desde 2005. Cursó sus estudios en la
el Premio Mustakis a Jóvenes Talentos. A los prestigiosa Academia de Arte: Bezalel en Je-
29, el Premio Pablo Neruda por su destacada rusalén, Israel. Donde se graduó en Comu-
trayectoria tanto en Chile como en el extran- nicación visual en 2014. Ahora es diseñador
jero. Ha sido becario del Consejo Nacional de video profesional y trabaja en distintos
de la Cultura y las Artes, de la Fundación proyectos personales experimentando con
Pablo Neruda, de la Fundación Andes, del técnicas, estilos y medios, por lo general, di-
FONCA (México), AECID (España) y de gitales. Su trabajo se enfoca en ilustración,
Conicyt. Es el compilador de los dos tomos animación y diseño. Ha participado en varias
de 4M3R1C4: Novísima poesía latinoameri- exhibiciones a lo largo de los años, entre ellas
cana (2010 y 2017) y Halo: 19 poetas chile- la Semana de Ilustración en Tel Aviv. Tam-
nos nacidos en los 90 (2014). Apareció, entre bién ha participado en proyectos colaborati-
otros libros, en Cuerpo plural. Antología de vos con tiendas de ropa y papelería, donde
la poesía hispanoamericana contemporánea venden sus diseños. Pueden seguir su trabajo
(2010) de Pre-Textos y El Canon Abierto. Úl- en su cuenta de Instagram @paulrozenboim
tima poesía en español (2015) de Visor como donde sube sus proyectos personales.
uno de los 40 poetas “más relevantes de la
lengua española nacidos después de 1970”.
De su proyecto poético en tres partes inicia-
do en 1999, Arquitectura de la Mentalidad,
dos ya han sido publicadas: La Divina Reve-
lación (México, Aldus, 2011) y Debajo de la
Lengua (Chile, Cuarto Propio, 2009). RIL
editores publicó sus novelas-ensayo sobre el
quehacer poético: Buenas noches luciérna-
gas (Chile, 2017; España, 2018) y Los nom-
bres propios (Chile, 2018; España, 2019).

HUELLAS
61
Felipe Ángel Flórez Michael Benítez Ortiz
Se graduó de filósofo con honores en la Ha publicado el libro Bogotrash (Cuen-
Universidad de los Andes. Ha dictado cátedra tos, Argentina, 2014), Las plaquettes, El
en la Universidad del Rosario, y ha sido con- nadaísmo me lo mama en reversa (Ensayo,
ferencista y profesor de cursos en ambientes Colombia, 2017) y la trilogía Papeles para
de divulgación. En su carrera académica leer… (Poesía, Colombia, 2014, 2016 y
tuvo particular interés por el mundo griego, 2018). Compiló y editó el libro Cumpleaños
al igual que por las relaciones entre la ética del Tiempo de la poeta María de las Estrellas.
y la psicología. Cansado del ambiente de la Ha ganado algunos premios literarios, entre
filosofía de universidad, ha estado exploran- ellos: Primer premio, en la modalidad de na-
do las tradiciones de Oriente. Entre 2016 y rrativa, en el Concurso Literario Nacional e
2019 fue coordinador de las actividades del Internacional de Relato y Poesía “Palabras
Centro de Meditación Budista Yamantaka sin fronteras”. Argentina, 2013; Primer pre-
en Bogotá, y actualmente explora las posibi- mio, Concurso de Poesía Festival de las Ar-
lidades del Budismo Tibetano en el mundo tes, Bogotá. Colombia, 2011; Tercer premio,
contemporáneo. I Concurso Internacional de Poesía Grupo
Literario Poeta Osvaldo Ulloa. Chile, 2012.
Textos suyos aparecen en diversas antologías
de poesía y narrativa en América Latina y Es-
paña, así como en varias revistas y sitios web
especializados en literatura. Es cofundador y
codirector de la editorial independiente Edi-
ciones con Tinta Ebria.

HUELLAS
62
Daniela Pabón John Better Armella
Filósofa de la Pontificia Universidad Ja- Escritor y periodista costeño. Sus textos
veriana. Es Magistra en Filosofía de la Uni- empezaron a aparecer hace veinte años en
versidad del Norte, donde es profesora de la la escena de la cultura local barranquillera.
División de Humanidades y Ciencias Socia- Para 2006 aparece su libro de poemas China
les y miembro del Grupo de Investigación White, con la editorial independiente mexi-
Studia. Pertenece a las líneas de investiga- cana “Salida de Emergencia”; reeditado en
ción de Filosofía del Acontecimiento y Filo- 2011 por la editorial “Pluma de Mompox”,
sofía Práctica. Escribe poesía y dirige talleres para la colección “Voces de fuego: memo-
de Escritura creativa y Filosofía para niños rias del Bicentenario”. En los últimos años,
en la Fundación Círculo Abierto. Better se dedica a publicar crónicas y relatos
en medios locales, y finalmente los compila
en Locas de felicidad (2009), crónicas traves-
tis y otros relatos, un libro que ha merecido
la crítica favorable de autores como el res-
petado cronista chileno Pedro Lemebel. Sus
textos han sido publicados en revistas y pe-
riódicos como Soho, El Tiempo, El Especta-
dor, Diners, El Heraldo, Carrusel, Credencial
Página 12 (Argentina), Arcadia, Semana, Li-
terature World Today, Revista Corónica, El
Malpensante, entre otros. En 2016 presentó
su novela A la cas/za del chico espantapája-
ros, editada por Planeta. En 2018 prepara
Limbo, su nueva novela que será lanzada
en octubre de este año con el sello Seix Ba-
rral-Planeta. Ha escrito, además, el poema-
rio Pájaros del Verano. En 2019 gana el pre-
mio nacional de cuento Jorge Gaitán Durán
con el libro 16 atmósferas enrarecidas.

HUELLAS
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Marta López Costa Carlos Pereira
Se graduó en Estudios de Francés y Espa- Politólogo de la Universidad del Norte
ñol en la Universidad Autónoma de Barcelona y estudiante del pregrado en filosofía y hu-
(2011-2016). Posteriormente, realizó el Máster manidades en la misma universidad. Ac-
en Cultura Contemporánea: Literatura, Institu- tualmente se desempeña como tutor en el
ciones Artísticas y Comunicación Cultural en el Centro de Escritura ECO, como monitor de
Instituto Universitario de Investigación Ortega la Revista Eidos y como organizador de un
y Gasset, centro anexionado a la Universidad grupo de escritura colaborativa de guion.
Complutense de Madrid (2016-2017). Des-
de 2017 cursa, en esta misma universidad,
sus estudios de doctorado en el programa de
Estudios Literarios, cuya tesis se centra en
la distopía televisiva Black Mirror. Debido a
que su trabajo de final de grado se desarrolló
en el ámbito de la filología francesa, se siente
atraída hacia las literaturas francófonas, con-
cretamente las antillanas. Paralelamente, su
predilección por la perspectiva comparatista
dirige sus líneas de interés hacia la literatura
contemporánea, los estudios transmediales,
el género utópico y distópico, la ciencia fic-
ción y los estudios de género.

HUELLAS
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Daniela Torres Pérez Daniela Sedán
Estudiante de noveno semestre de Rela- Autora joven, actualmente estudiante
ciones Internacionales de la Universidad del de Comunicación Social y Periodismo en la
Norte (Colombia). Sus áreas de interés son Universidad del Norte. Ha sido publicada en
los estudios feministas y de género. la Revista Huellas y es la directora y funda-
dora de Tinta al Acorde, una plataforma de
exposición para artistas jóvenes. Ha colabo-
rado en la Emisora Uninorte FM Estéreo en
cubrimiento de eventos culturales, curadu-
ría musical y lectura de poemas. Le interesa
el diálogo entre las posibilidades de los esce-
narios culturales y las necesidades sociales,
la edición textual literaria y científica y la
exploración de la poesía desde un lenguaje
sugerido y simple.

HUELLAS
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