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Hace 11 años nos mudamos a una casa que tenía un hermoso Laurel, pero el año pasado
nos vimos obligados a quitarlo de raíz. A los albañiles que estaban quitando el árbol les
costó mucho trabajo el removerlo, debido a que las raíces eran muy largas y estaban
arraigadas a la tierra. Al final tuvieron que llamar a una grúa para arrancarlo del todo.
Qué es la amargura
Falta de perdón
Diferentes situaciones pueden causar amargura en nuestros corazones, pero una de ellas,
y pienso que pudiera ser la más común, es la falta de perdón. Cuando somos heridas, no
lidiamos con lo ocurrido y no perdonamos, la amargura puede empezar a crecer como una
semilla en nuestros corazones, echando grandes raíces.
“No se ponga el sol sobre su enojo” (Ef. 4:26). Si no perdonamos pronto, el odio y el
deseo de venganza hacia el que nos ha hecho daño irán creciendo en nuestros corazones.
De acuerdo a lo que nos enseñan las Escrituras, no perdonar es darle lugar al diablo:
“ENOJENSE, PERO NO PEQUEN; no se ponga el sol sobre su enojo, ni den oportunidad
(lugar) al diablo” (Ef. 4:26-27). Si no arreglamos las ofensas pronto, el diablo irá tomando
ventaja y se irá acomodando en nuestras vidas: “Pero a quien perdonen algo, yo también
lo perdono. Porque en verdad, lo que yo he perdonado, si algo he perdonado, lo hice por
ustedes en presencia de Cristo, para que Satanás no tome ventaja sobre nosotros, pues no
ignoramos sus planes” (2 Co. 2:10-11).
Una de las principales formas en las que se manifiesta la amargura del corazón es a través
de nuestras palabras. La Biblia nos enseña que de la abundancia del corazón habla la boca
(Mt. 12:34). Un corazón lleno de amargura es uno del cual brotarán palabras hirientes
hacia los demás.
Otra de las características de la persona amargada es que mira cada situación a través de
su amargura y tiene la tendencia a ser dura y fría con los demás, teniendo muy poca
misericordia con los pecados del otro. Como mencionábamos anteriormente, la amargura
en nuestros corazones causa dificultades y contamina a otros (He. 12:15). Una persona
con amargura en su corazón tiene dificultades en mantener relaciones sanas con los
demás.
Batallando la amargura
La Palabra de Dios no es silente a ningún aspecto de nuestras vidas y así como nos
muestra las causas y las consecuencias de la amargura, también nos dice que hacer cuando
esta es la condición de nuestro corazón:
Cristo es nuestro ejemplo supremo. Él nunca pecó; nosotras somos las que le hemos
ofendido, y aun así, Él nos perdonó en la cruz, cargando con nuestros pecados y
recibiendo el castigo que nosotras merecíamos. Él no se amargó, por el contrario, nos
miró con pura misericordia y amor y todo aquel que reconoce su pecado y viene a Él con
fe, Dios lo recibe, borrando todo su pecado y haciéndole su hijo. Si Cristo nos ha
perdonado, ¿no deberíamos nosotras perdonar a todos los que nos ofenden? Con tus ojos
puestos en Jesús, busca cultivar el verdadero perdón en tu vida como Cristo te perdonó,
y guarda tu corazón del pecado de la amargura.
Hija y sierva de Dios por pura gracia. Esposa del pastor Luis Cano desde 1985, madre de
Bequi y Débora. Junto a su esposo sirve en la “Iglesia Cristiana Evangélica” de Ciudad
Real, España. También es maestra de inglés en un colegio público de infantil y primaria.
Desde hace 30 años participa activamente en la “Asociación de Campamentos Cristianos
Castilla La Mancha” para niños y adolescentes.