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La atención es la capacidad de seleccionar y concentrarse en estímulos relevantes para procesarlos y responder en consecuencia. No es un proceso unitario sino que existen distintos tipos como la atención espontánea, generada sin la voluntad e influenciada por factores como la educación, y la atención voluntaria, desarrollada a través del aprendizaje y el lenguaje.
La atención es la capacidad de seleccionar y concentrarse en estímulos relevantes para procesarlos y responder en consecuencia. No es un proceso unitario sino que existen distintos tipos como la atención espontánea, generada sin la voluntad e influenciada por factores como la educación, y la atención voluntaria, desarrollada a través del aprendizaje y el lenguaje.
La atención es la capacidad de seleccionar y concentrarse en estímulos relevantes para procesarlos y responder en consecuencia. No es un proceso unitario sino que existen distintos tipos como la atención espontánea, generada sin la voluntad e influenciada por factores como la educación, y la atención voluntaria, desarrollada a través del aprendizaje y el lenguaje.
La atención se puede definir como la capacidad de seleccionar y concentrarse en los
estímulos relevantes. Es decir, la atención es el proceso cognitivo que nos permite
orientarnos hacia los estímulos relevantes y procesarlos para responder en consecuencia. Cabe destacar que la atención no es un proceso unitario, sino que existen distintos tipos de atención. Como se puede intuir por la propia definición de atención, esta capacidad cognitiva es de gran importancia, pues la usamos a diario. Afortunadamente, podemos mejorar la atención con un plan adecuado de entrenamiento cognitivo.
La atención es la capacidad de concentración espontánea o voluntaria
de la conciencia en un objeto externo o interno, que la mente percibe porque motiva o interesa.
Es la capacidad para filtrar las distracciones y concentrarse en la
información verdaderamente relevante. También podemos dar una definición más específica y amplia, por tanto, es la capacidad de aplicar voluntariamente el entendimiento a un objetivo, tenerlo en cuenta o en consideración. La palabra motivación deriva del latín motivus o motus, que significa ‘causa del movimiento’. La motivación puede definirse como «el señalamiento o énfasis que se descubre en una persona hacia un determinado medio de satisfacer una necesidad, creando o aumentando con ello el impulso necesario para que ponga en obra ese medio o esa acción, o bien para que deje de hacerlo». Otros autores definen la motivación como «la raíz dinámica del comportamiento»; es decir, «los factores o determinantes internos que incitan a una acción».1 La motivación es un estado interno que activa, dirige y mantiene la conducta.2
Atención voluntaria: Es desarrollada a lo largo de la niñez, por medio del
aprendizaje escolar y el lenguaje. La atención voluntaria se alcanza luego de que el niño tiene la capacidad de señalar objetos así como también nombrarlos independientemente de sus padres. Esto indica entonces que la atención voluntaria es el resultado del desarrollo de la involuntaria y, una vez adquirida, el individuo pasa de una a otra constantemente. Atención espontánea: Se genera sin la participación directa de la voluntad del individuo. Sus factores: tendencia, inclinaciones, educación, cultura y experiencias. Ejemplo: Si estas en las tiendas, dirigirás tu mirada a aquello que tanto deseas tener, porque le das más importancia que al resto. A modo de ejemplo cabe analizar el aprendizaje de la lecto-escritura: “Si las cosas se enseñan de manera tal que sólo se apela unilateralmente al intelecto del niño y sólo se le exige una apropiación abstracta de habilidades, entonces la naturaleza volitiva y anímica languidece. En cambio si el niño aprende de modo tal que todo su ser participa de la actividad, entonces se desenvuelve en todos los aspectos. En el dibujo infantil, incluso en la pintura primitiva, el ser humano todo llega a desplegar un interés por lo que hace. A partir de las formas en las cuales se expresa el sentido artístico propio del niño, se deben desarrollar las formas de las letras” (Rudolf Steiner, “El fundamento pedagógico y las metas de la escuela Waldorf”). Efectivamente la escritura ha surgido de imágenes y signos mágicos (ver Karely Földes-Papp, “Vom Felsbild zum Alphabet”, “De los petroglifos al alfabeto”, Stuttgart 1966).