1 Entonces Moisés respondió diciendo: He aquí que ellos no me creerán, ni oirán
mi voz; porque dirán: No te ha aparecido Jehová. 2 Y Jehová dijo: ¿Qué es eso que tienes en tu mano? Y él respondió: Una vara. 3 Él le dijo: Échala en tierra. Y él la echó en tierra, y se hizo una culebra; y Moisés huía de ella. 4 Entonces dijo Jehová a Moisés: Extiende tu mano, y tómala por la cola. Y él extendió su mano, y la tomó, y se volvió vara en su mano. 5 Por esto creerán que se te ha aparecido Jehová, el Dios de tus padres, el Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob. En más de una ocasión me he topado con personas que ponen muchas escusas al momento de servirle a Dios, muchos de nosotros incluso nos sentimos como Moisés cuando estuvo frente a Dios en la zarza que ardía en Éxodo 3-4. Se sintió incompetente y nada preparado para servirle a Dios, sin embargo eso mismo fue lo que Dios lo llamó a hacer. Muchos líderes potenciales en la Biblia tuvieron miedo y huyeron de su llamamiento. Otros en cambio dejando a un lado todas sus excusas y limitaciones decidieron servirle a Dios y recibieron de parte Jehová el respaldo y la ayuda necesaria. La mayoría de nosotros podemos hacer una lista del porqué no servimos activamente a Dios en su obra, como Moisés la hizo. Cuando Dios le llamó, él tenía inmediatamente 5 excusas por las cuales no podía servir en su obra. Tome nota de cómo Dios responde a ellas. Excusa uno: ¿Quién soy yo? (Éxodo 3:11) Moisés luchó con su identidad, simplemente no se sentía calificado. Él pensaba que Dios había escogido al líder equivocado. La respuesta de Dios: No importa quién eres, Yo te he llamado, Yo estoy contigo. Excusa dos: ¿Quién eres tú? (Éxodo 3:13) Moisés luchó con la intimidad. Él no conocía a Dios lo suficiente como para poder dárselo a conocer a las personas. Su relación con Dios era débil. La respuesta de Dios: YO SOY EL QUE SOY. Soy cualquier cosa que tú necesites. Excusa tres: ¿Y qué si no me escuchan? (Éxodo 4:1) Moisés luchó con la intimidación. Se preocupó sobre la reacción de las personas hacia él. La respuesta de Dios: Cuando haya terminado, ellos escucharán. Confía en mí. Excusa cuatro: Nunca he sido un buen orador. (Éxodo 4:10) Moisés luchó con la incompetencia. ¿Quién lo seguiría si no podía hablar bien? La respuesta de Dios: ¿Quién crees que hizo tu boca? Soy la fuente de tus dones. Excusa cinco: Sé que puedes hallar a alguien más. (Éxodo 4:13) Moisés luchó con un sentimiento de inferioridad. Se comparó a sí mismo con otras personas más capaces y se sintió inferior. La respuesta de Dios: Bueno, dejaré que vaya Aarón contigo… pero sigo llamándote a ti. A cada excusa planteada por Moisés El Señor tenía una respuesta adecuada, pero lo que me llamó más la atención del relato bíblico compartido el día de hoy es la pregunta que Dios le hace a Moisés, ¿Qué es eso que tienes en tu mano?, me imagino la escena, en medio de todo un debate con el mismísimo Dios, en la que Moisés estaba queriendo “sacar el cuerpo”, el Señor le hace esta inesperada pregunta. Imagino yo que Moisés en su interior dijo:” ¿Porque me pregunta esto?, estoy tratando de convencerle que se ha equivocado de persona al elegirme a mí y de la nada me pregunta ¿Qué es eso que tienes en tu mano?, Señor, que importa lo que ahora tengo en mi mano, te estoy diciendo que yo no puedo ir a cumplir con tu obra, lo que tenga en mi mano no es relevante”. Tal vez para Moisés no era relevante lo que en ese momento tenía en sus manos, pero si para Dios, porque déjame decirte que Dios no va a usarte enviando una misteriosa arma del cielo, Él va a usarte con lo que tienes, con lo que está al alcance de tu mano. La vara que Moisés tenía no la compró en una tienda especial de varas para pastores, la recogió en el camino, seguramente muchas personas pasaron junto a esa vara y la vieron como simple desecho, ni siquiera para leña la tomaron en cuenta, la vara tenía las huellas que la vida en el desierto le había dejado, y de un momento a otro se convirtió en un instrumento útil, incluso para la liberación de un pueblo. Dios dirige la atención de Moisés al objeto más simple que puede imaginar – la vara en su mano, un pedazo de madera de 3 a 6 pies de largo. El ha usado esta vara por alrededor de 40 años sin nada espectacular – pero cuando obedeció a Dios y la tiró en el suelo – sucedió algo espectacular – se convirtió en una serpiente, tan real, que Moisés se asustó y huyó de ella. Si Dios puede hacer milagros con una simple vara cuanto más podrá hacer con un discípulo dispuesto y obediente. ¿Qué podemos aprender de esta breve historia? Todo lo que Dios pide de nosotros es un corazón dispuesto. El no espera perfección. No espera que tengamos tengas todas las respuestas o toda la habilidad, o todo el coraje. El ni siquiera exige que comprendamos todos los detalles de nuestro llamado. Simplemente nos pide que estemos a su disposición y que demos ese primer paso de fe en la dirección que él nos está señalando. Confía en el poder de Dios. No te apartes de la tarea diciendo “Yo no soy lo suficientemente fuerte para esto. No tengo la capacidad.” No tienes que ser poderoso. Recuerda que eres una vasija de barro, común y corriente. Lo que necesitas es consagrarte para que el poder de Dios se derrame en ti y pases a ser la vasija de Dios – una vasija de honra. No tienes que ser brillante, coherente o persuasivo. No espera que seas poderoso en palabras y en hechos. Dios simplemente te pide que pongas tu confianza en él. Si Dios hizo cosas grandes y poderosas con una vara de madera sin vida, cuantas cosas podrá hacer con nosotros, que somos mucho más que una vara de madera, a pesar de todas nuestras limitaciones. Pero así como la vara de Moisés tuvo que convertirse en la vara de Dios, el Yo tuyo y mío tienen que convertirse en el Yo de Dios. Entonces, podremos ser útiles en las manos de Dios. La Biblia enfatiza que de lo poco puede salir mucho, si lo poco está verdaderamente consagrado a Dios. NO hay gente grande y gente pequeña en el sentido espiritual, solo personas consagradas y personas no consagradas a Dios