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554 Boecio

SOBRE LA PERSONA Y LAS DOS NATURALEZAS


CONTRA EUTIQUES Y NESTORIO

Capítulo I

Qué es naturaleza

911 «Naturaleza» puede decirse o de solos los cuerpos o


de solas las sustancias, tanto corpóreas como incorpóreas, o de
todas las cosas que son de algún modo. Teniendo, pues, tres
acepciones el término «naturaleza», habrá que definirla, a no
dudarlo, de tres maneras. Así, si se entiende «naturaleza» de
todas las cosas, habrá que dar de ella una definición que pue­
da abarcar a todo lo que es; y será ésta: La naturaleza es
propia (o se da en) de todo aquello que, siendo, puede ser
concebido por el entendimiento de algún modo. En esa defi­
nición quedan comprendidos tanto los accidentes como las sus­
tancias: de todos esos seres, en efecto, puede tener un con­
cepto el entendimiento. Se pone en la definición la cláusula «de
algún modo», porque de Dios y de la materia no se puede te­
ner un concepto íntegro y perfecto, pero sí que son conocidos
de algún modo por la privación de las demás cosas. Se añade
también la cláusula «siendo algo», porque también la nada
misma significa algo, pero no una naturaleza. No significa o
denota, en efecto, que algo sea, sino más bien que no es; en
cambio, la naturaleza es (o existe).
912 Así que, si se quiere hablar de «naturaleza» a pro­
pósito de todas las cosas, esa que acabamos de enunciar será
su definición. Pero si se aplica el término sólo a las sustancias,
como éstas son o corpóreas o incorpóreas, daremos esta defi­
nición de la naturaleza aplicada a las sustancias: La naturaleza
es aquello que puede hacer o recibir (batí) algo; recibir y ha­
cer, como todo lo que es corpóreo, y el alma de los seres cor­
póreos; sólo hacer, como Dios y los demás seres divinos.
Ahí tenemos, pues, la definición del término «naturaleza»
en cuanto que se aplica a las solas sustancias. Con lo cual se
ha dado también la definición de «sustancia», ya que, si el
término «naturaleza» significa la sustancia, definida la natura­
leza, queda definida también la sustancia.

911-923 A. Lobato, Persona y naturaleza en Boecio: Miscelánea M. Cuervo


López (Salamanca 1970) 443-471.
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913 Pero si el término «naturaleza» se reserva tan sólo a


las sustancias corpóreas, excluyendo las incorpóreas, de suerte
que sólo las primeras parezcan tener naturaleza, como opina
Aristóteles y los que siguen su filosofía, la definiremos tam­
bién como la definieron los que sostenían que la naturaleza
no se da más que en los cuerpos. Esa definición es la siguien­
te: Naturaleza es el principio del movimiento por sí y no ac­
cidentalmente. Con la cláusula «principio de movimiento» quie­
ro indicar que todo cuerpo tiene su propio movimiento, como,
por ejemplo, el fuego hacia arriba, y la tierra hacia abajo. Que
la naturaleza es principio de movimiento de por sí, y no acci­
dentalmente, quiere decir que el movimiento propio y natural
del lecho de madera es hacia abajo, pero puede tener movi­
miento hacia arriba accidentalmente: por ser leño o madera,
que (al fin) es tierra, es arrastrado por el peso y la gravedad;
no tiende hacia abajo por ser lecho, sino por ser tierra, es de­
cir, porque ocurre que algo que es tierra ha venido a ser lecho.
De ahí que digamos que es leño o madera por naturaleza, y
lecho, artificialmente (por el arte).
914 Se da también otra acepción de «naturaleza», en vir­
tud de la cual decimos que es diversa la naturaleza del oro
de la de la plata, queriendo declarar con eso la propiedad pe­
culiar de una cosa. Entonces, tomada así la naturaleza, se de­
finirá de este modo: Naturaleza es la diferencia específica que
informa a cada cosa.
915 Diciéndose, pues, y definiéndose la naturaleza de tan­
tas maneras, tanto los católicos como Nestorio sostienen que
en Cristo hay dos naturalezas, ateniéndose a la última defini­
ción, ya que no piensan que las mismas diferencias (específi­
cas) convengan a Dios y al hombre.

Capítulo II

Qué es persona

916 Pero, tratándose de la persona, se presenta la duda


de cuál será su definición apropiada. En efecto, si toda natu­
raleza tiene (posee) persona, se presenta la dificultad insolu­
ble de cuál pueda ser la distinción entre naturaleza y persona;
si, en cambio, no coinciden (en su extensión) persona y natu­
raleza, sino que la persona se da en un plano inferior al ámbito
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y extensión de la naturaleza, resulta difícil determinar a qué


naturalezas llega (el carácter de) la persona, es decir, qué na­
turalezas habrán de tener persona y a cuáles no se ha de apli­
car la denominación de persona: lo que sí es bien claro es
que la persona se da dentro (del ámbito) de la naturaleza
(subiectum esse naturae), y que no se puede hacer la atribu­
ción o predicación de persona fuera (del ámbito) de la natu­
raleza.
917 Estos son, pues, los puntos que hay que investigar,
y de este modo hay que realizar el estudio. Puesto que per­
sona no puede darse fuera (del ámbito) de la naturaleza, y de
las naturalezas, unas son sustancias, y otras accidentes, y como,
por otra parte, vemos que en los accidentes no se da persona
(¿quién dirá que se da una persona de la blancura, o de la ne­
grura, o de la magnitud?), luego habrá que decir que la perso­
na se da en las sustancias. Ahora bien, de las sustancias, unas
son corpóreas; otras, incorpóreas; unas son vivientes, otras,
no. Y de las vivientes, unas son sensibles; otras, no. De las
sensibles, unas son racionales; otras, irracionales. De las ra­
cionales, por fin, una es inmutable e impasible por naturaleza,
Dios; otra, mudable y pasible, por su condición de creada, a
no ser que por obra de la gracia sea trasmutada al estado firme
de la impasibilidad, como sucede en el ángel y en el alma
racional.
918 De todo ello resulta que es evidente que no se da la
persona ni en los cuerpos inanimados—nadie dice que exista
alguna persona en las piedras—, ni en los vivientes insensi­
bles—no se da ninguna persona de árbol—, ni tampoco en el
ser que carece de entendimiento y razón: no hay ninguna per­
sona de buey o de caballo, o de los demás animales que des­
arrollan su vida mudos y sin razón, con solos los sentidos. En
cambio, hablamos de persona en el hombre, en Dios, en el
ángel.
919 A su vez, las sustancias unas son universales, otras
son particulares. Universales son las que se predican de cada
una en particular, como «hombre», «animal», «piedra», «ma­
dera», y otras similares, que son géneros o especies: así, el
hombre se predica de cada hombre, y el animal de cada ani­
mal, y la piedra o la madera, de cada piedra y de cada madera.
Particulares son las que no se predican de otros, como Cice­
rón, Platón, esta piedra de la cual se ha hecho esta estatua
de Aquiles, la madera de la cual se ha hecho esta mesa. De
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todos estos casos, nunca se predica la persona tratándose de


universales, sino tan sólo en los singulares e individuos: no
se da ninguna persona del animal o del hombre, sino que se
llama persona a Cicerón, a Platón y a los demás individuos.

Capítulo III

Diferencia entre naturaleza y persona

920 Por tanto, si la persona se da tan sólo en las sus­


tancias, y éstas, racionales, y toda sustancia es naturaleza, y no
se da en los universales, sino en los individuos, hemos dado
ya con la definición de persona: Persona es la sustancia indi­
vidua de la naturaleza racional. Con esta definición hemos de­
limitado o fijado lo que los griegos llaman ÚTcarcciq, pues el
nombre de «persona» parece haber sido derivado de otro ori­
gen: a saber, de aquellas «personas» que en las comedias y
tragedias representaban a aquellos hombres que les interesa
(representar). Ahora bien: «persona» viene de «personando»,
acentuada la penúltima. Si se acentúa la antepenúltima, apa­
recerá claramente que se deriva de «sono»; y vendría de
«sono» porque en una superficie cóncava se refuerza más y se
devuelve con más intensidad el sonido. Los griegos llaman
también rpótaoza a esas personas, porque se ponen algo de­
lante de la cara y ocultan el rostro a la vista de los demás.
Pero, como, puestas esas caretas, los actores representaban en
las tragedias o comedias a los que querían representar, por
ejemnlo, a Hécuba, o a Medea, o a Simón, o a Cremes, por
eso llamaron «persona» también a los demás hombres a los
cuales se les reconocía certeramente en la forma que presen­
taban; llamaron unos y otros, los latinos «persona», y los grie­
gos TpÓ5(0~a.
921 Pero estos últimos desienaron con mucha expresivi­
dad a la subsistencia individua de la naturaleza racional con
el nombre de ’j'ós-taatc: nosotros, en cambio, por nuestra po­
breza de lenguaje, hemos retenido o conservado la denomina­
ción traslaticia, y a lo que aquéllos llaman útróaTaatc, llamamos
persona. Grecia, más perita en cosas de lenguaje, llama ÚTÓa-taut;
a la subsistencia individua, v, por acudir a expresarme en grie­
go en los temas, que, tratados ñor los griegos, fueron expuestos
en traducción latina: Ai oóatcti év ¡if’> rote v.añ'ok o elvat
Sóvavt i, sv Si Toí? xatct |iépoc piovoi; txpíatavTai, es decir:
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las esencias pueden existir en los universales, pero son su­


jetos (substant) sólo en los individuos y particulares. El con­
cepto, en efecto, de las cosas universales se obtiene de los
particulares. Por lo cual, como las subsistencias existen en los
universales, y en los particulares tienen el carácter de sustan­
cias (capiunt substantias), con razón a las subsistencias que
son sujetos particularmente las llamaron úitoardaet?.
922 Así que, si se miran las cosas con diligencia y pers­
picacia, a nadie le parecerá lo mismo subsistencia que sustan­
cia; pues lo que los griegos llaman oóaíroaiq o oooiójaGai, nosotros
llamamos subsistentia o subsistere, y lo que ellos llaman
□zóaTO3iq o úsíaraaSat lo traducimos nosotros por substantia o
substare. En efecto, subsiste (subsistí/-) lo que no necesita de
accidentes para poder existir; y substat (está bajo...) lo que
ofrece o suministra un sujeto a los accidentes para que puedan
existir: pues bajo ellos está, mientras es sujeto de los acci­
dentes.
Así, pues, los géneros y especies sólo subsistunt, ya que
no sobrevienen accidentes a los géneros y especies. Los indi­
viduos, en cambio, no sólo subsisten, sino que también substant
(están bajo...); pues no necesitan de accidentes para existir,
ya que están informados por sus propias y específicas diferen­
cias, y ayudan a los accidentes para que puedan existir, cuando
son sujetos de ellos. Así que stvai y oóatwaflai equivalen a
«existir» y «subsistir»; y ucpíataaGai, a «estar bajo»... (subs­
tare).
923 No es, pues, pobre en terminología el griego, como
afirma Tulio, sino que a la esencia (essentia), a la subsistencia
(subsistentia), a la sustancia (substantia) y a la persona (per­
sona) las designa con otros tantos nombres: a la esencia, con
el de oóaía: a la subsistencia, con el de oúaí<uat<;: a la sustancia,
con el de úitoaTaat?, y a la persona, con el de ttpóacottov. Lla­
maron úitóaraotc a las sustancias, porque están bajo los de­
más seres, y son como sujetos de algunos como accidentes;
y por la misma razón, también nosotros llamamos sustancias
(substantias), como equivalente a «puestas bajo...», a las que
ellos llaman úitoaraaic;: y como también llaman a esas mismas
sustancias irpósonta, podemos también nosotros llamarlas per­
sonas. Lo mismo es, pues, ser oóaía que ser esencia (essentia);
oüaííoaiq, que subsistencia (subsistentia); üitoaraatc, que sustan­
cia (substantia), y itpoconrov, que persona.
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924 La razón de por qué en griego no se habla de


úxorcaatc en los animales irracionales y, en cambio, nosotros
les aplicamos el nombre de sustancia (substantia), es porque
ese nombre se ha reservado para los seres más excelentes y
nobles...
925 Así que en el hombre hay essentia, esto es, oóaía,
y subsistentia, esto es, oüaíwatc, y úxó<JT«ati;, esto es, substan­
tia, y xpo’acuxov. esto es, persona; oúaía y essentia, porque es;
oüaía>ai<; y subsistentia, porque no está en ningún sujeto;
óxóaraaic y substantia, porque está bajo otros seres que no son
subsistentias, es decir, oóaíwaei;; y es xpoawxov y persona, por­
que es un individuo racional.
Asimismo, Dios es oóaía y essentia, ya que es, y en grado
sumo, pues de El procede todo ser. Es oóaíwatq, es decir, sub­
sistentia, ya que subsiste sin necesitar a nadie, y se dice
útpíataaSai, ya que substat. Por eso también decimos que hay
una oóaía o ouaúoau;, esto es, essentia o subsistentia de la dei­
dad, pero tres úitoardaet?, es decir, tres substancias. Y, por
cierto, según esa terminología, dijeron o hablaron de una
essentia de la Trinidad, de tres substantias y de tres personas.
Pues si el modo de hablar de la Iglesia no excluyese o prohi­
biese el hablar de tres substancias en Dios, parecería que (se­
gún esa terminología) se atribuía la substantia a Dios no por­
que estuviese El como sujeto de las demás cosas, sino porque,
así como es superior a todas, así estaría bajo ellas como prin­
cipio, al proporcionarles el oóoiousSai o subsistir.

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