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El objetivo del Proyecto Dreadnoughts era concentrar en un solo casco todos los adelantos disponibles
en propulsión, protección y armamento, entre ellos los motores de turbina rotatoria, los blindajes, la
óptica de puntería, los sistemas de control de fuego y las mechas de detonación retardada.
El acorazado Dreadnought, de 18.000 toneladas, fue construido y botado en un tiempo récord entre
octubre de 1905 y febrero de 1906. El Dreadnought estaba impulsado por unas turbinas de vapor Parsons
de 13.000 caballos de potencia, que le proporcionaban 21 nudos, que era más la velocidad de un crucero
que la de un acorazado. Estaba más blindado que cualquier acorazado existente, con diez cañones de
30,5 cm montados en cinco torretas. Veintisiete de 7,6 centímetros y de disparo rápido daban protección
contra ataques de torpederas, manteniéndolas más allá de los 2.743 metros, que era el alcance máximo
de los torpedos existentes. Sin embargo, su vulnerabilidad a las amenazas ocultas en las aguas someras
del mar del Norte —minas «de contacto» y torpedos disparados por submarinos— era bien conocida por
el alto mando de la Roy al Navy.
El salto tecnológico hacia el futuro del Dreadnought pretendía coartar las ambiciones de todos los rivales
navales de Gran Bretaña: Francia, Rusia, Japón, Estados Unidos y Alemania.
En 1914 contaba Inglaterra con 29 acorazados de primera y tenía 13 en construcción; Alemania
poseía 18, y estaba construyendo 9. Al comenzar la guerra, unidas las escuadras inglesa y
francesa, tenían una gran superioridad.
Alemania, en cambio, poseía una gran ventaja, pues había especializado en la construcción de
submarinos. Esperaba contar con éstos para interrumpir el comercio inglés, y tenía una
excelente flota. Para Inglaterra, la función esencial de la escuadra era, en primer lugar, la
protección de sus rutas marítimas y, en segundo, el mantener un bloqueo efectivo contra los
puertos alemanes.
El resto de la flota germana, que se encontraba en alta mar cuando estalló la guerra, pronto
dejó de constituir un problema. Los navios, sin bases de apoyo, no tuvieron más remedio que
atracar en puertos neutrales donde fueron internados, o bien los apresaron los británicos.
En noviembre de 1914, en la costa sur de Chile, tuvo lugar uno de los pocos combates navales
de la guerra. Una escuadra alemana logró destruir una británica. Pero el éxito duró poco tiempo.
Al mes siguiente, una escuadra británica la ponía fuera de combate cerca de las islas Malvinas.
Las escuadras aliadas patrullaron los mares y lograron capturar algunos barcos mercantes
enemigos. La escuadra alemana se mantuvo anclada en sus bases del Mar del Norte, y sólo los
submarinos hicieron la guerra en el mar. Al año siguiente la situación en el frente naval fue
bastante similar al anterior.
Cruceros ligeros alemanes lograron bombardear pequeñas ciudades de la costa inglesa, sin
resultados importantes. En uno de estos ataques el almirante inglés David Beatty sorprendió a
los cruceros alemanes y logró hundir el Blucher (24 de enero).
Dada esta situación, Alemania contaba con una sola alternativa para tratar de romper el
bloqueo: los submarinos.
Estos habían comenzado su acción logrando hundir numerosos buques aliados. Pero un
incidente con Estados Unidos limitó su actividad durante un período. El 5 de mayo de 1915, un
torpedo alemán hundió un barco mercante británico —el Lusitania— que transportaba armas y
pasajeros desde Estados Unidos a Gran Bretaña. En el barco viajaban mil doscientos pasajeros,
cien de ellos norteamericanos. Todos perecieron en el naufragio. El hecho produjo una violenta
reacción de Estados Unidos que inicialmente exigió garantías para la navegación.
El 31 de mayo avistó el almirante Beatty cinco cruceros alemanes en formación de batalla y les
cerró el paso con sus cruceros ligeros. Dos buques ingleses fueron hundidos en el combate y
el grueso de la escuadra alemana rodeó casi a Beatty. Esta, al mando del almirante Scheer, se
aprestó a perseguir a los ingleses. Al darse cuenta de su situación, Beatty navegó hacia el N.
con la intención de atraer a los alemanes hacia la posición que ocupaba Jellicoe. Este, por su
parte, partió rápidamente al encuentro del enemigo.
No fue sólo la superioridad de barcos de superficie y el uso de las minas lo que con-ruvo a los
submarinos: la geografía tuvo un importante papel también. Las Islas Británicas rorman una
barrera natural que cierra el paso a los mares del N. de Europa. Los submarinos :enían que
navegar por pasajes estrechos, muy próximos a las costas británicas. A pesar de dichas
dificultades, Alemania, con 147 submarinos de que disponía en 1917, estuvo muy oróxima a
paralizar la vida económica de Inglaterra.
Las primeras batallas y choques navales se produjeron en 1914 pero fuera de las aguas
europeas. La flota británica salió victoriosa frente a la alemana en las islas Malvinas, lo que
permitió que Londres mantuviese el control de las rutas del Atlántico sur. Los enfrentamientos
directos casi desaparecieron frente al protagonismo de la guerra submarina que emprendieron
los alemanes para intentar cortar los suministros a británicos y franceses. La guerra submarina
fue un claro exponente de la guerra económica moderna, y sin lugar a dudas, esta nueva
concepción de la guerra tuvo un impacto enorme y dio muchos éxitos a Alemania. Pero la
guerra submarina generó una consecuencia nada deseada para sus principales protagonistas,
ya que llevó parejos muchos incidentes con países neutrales, porque sus barcos
transportaban suministros de todo tipo a los contendientes. El problema más grave tuvo lugar
cuando fue hundido el Lusitania, navío británico, el día 7 de mayo de 1915, no muy lejos de la
costa irlandesa, provocando casi 1.200 víctimas, siendo más de 200 de ellas de nacionalidad
norteamericana, lo que provocó una protesta contundente de Estados Unidos. Otro escándalo
internacional estalló cuando en marzo de 1916 se hundió al Sussex en el Canal de la
Mancha, donde perdieron la vida el compositor Enric Granados y su esposa. Los alemanes
paralizaron momentáneamente la guerra submarina porque temieron la amenaza
norteamericana de intervenir en la contienda. Pero esta guerra era un recurso muy valorado
por los alemanes, cuando comprobaron el alto número de toneladas hundidas, y reanudaron
sus ataques a finales de enero de 1917. Por poner un solo ejemplo del éxito de este tipo de
guerra: en abril de ese mismo año se superaron ampliamente las 800.000 mil toneladas
hundidas.
La Gran Flota Británica en la Batalla de Jutlandia
Por fin, habría que citar que el principal enfrentamiento bélico marino de la Gran Guerra fue la
batalla de Jutlandia en la primavera de 1916, entre las flotas británica y alemana, y que
realmente terminó en tablas. La principal consecuencia fue que los alemanes reafirmaron su
temor a perder sus barcos, por lo que decidieron que su armada quedara retenida en los
puertos del mar Báltico, donde llegó casi intacta al final de la guerra.
Aislacionismo norteamericano:
[La decisión de intervenir en la guerra] tomada tras el anuncio alemán de que a
partir del 1 de febrero de 1917 ignoraría el estatuto de neutralidad de EE.UU. y
extendería sus operaciones de guerra submarina a sus navíos, civiles o militares,
apartó a EE.UU. de uno de sus principios fundacionales: el establecido en 1797
por George Washington en su discurso de despedida animando a sus sucesores a
aprovechar la privilegiada posición geográfica de EE.UU. para mantenerse al
margen de las luchas de poder entre los Estados europeos, en las que, aseguraba,
no había ningún interés en juego para los estadounidenses. Cien años después de
haberse desviado de su trayectoria fundacional, participando en dos guerras
mundiales y sosteniendo sobre sus espaldas casi en soledad todo el orden
político, económico y militar internacional, el mundo observa con profunda
preocupación la transición de poder que está a punto de tener lugar en
Washington D.C. la capital que lleva el mismo nombre del hombre que hizo del
aislacionasimo y la neutralidad su principal bandera. Tanto han girado las tornas
desde las admoniciones de George Washington, y tanto ha conformado EE.UU.
el mundo a su imagen y semejanza en estos cien años, que lo que en este
momento más teme el mundo es que gane un presidente se sienta liberado de sus
compromisos internacionales y decida actuar pura y exclusivamente en función
de un interés nacional definido muy estrechamente [y se ponga en cuestón el
sistema de acuerdos económicos multilaterales y alianzas de seguridad
cuidadosamente tejido por EE.UU. desde el fin de la segunda guerra mundial].
(José Ignacio Torreblanca, 2016)