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Esa noche, mientras las parejas bailaban en el salón principal, sin llamar la atención
don José de Antepara reunió a los conjurados en una habitación apartada. En esa
reunión secreta, a la que Antepara llamó “La Fragua de Vulcano” -porque por
conjunción cósmica reunió a todos los comprometidos con la libertad- estuvieron
presentes, entre otros, Luis Fernando Vivero, los hermanos Antonio y Francisco de
Elizalde, Lorenzo de Garay coa, José de Villamil, Francisco de Paula Lavayen,
Baltazar García, el Cmte. José María Peña, don Manuel Loro, Pedro Sáenz, Francisco
Ollervides, José Rivas, José Correa y por su puesto, Febres-Cordero, Letamendi,
Urdaneta, Escobedo y los demás militares comprometidos en la revolución, quienes
acordaron que esta se daría en las primeras horas del 9 de octubre.
BATALLA DEL PICHINCHA 24 DE MAYO DE
1822
La batalla que selló la libertad a nuestra patria fue librada entre las tropas realistas
del Gral. Melchor Aymerich y las fuerzas patriotas conducidas por el Gral. Antonio
José de Sucre. Luego de una agotadora campaña militar que se había iniciado en
Guayaquil a principios de 1822, a mediados de mayo ya Sucre se acercaba a la
ciudad de Quito y, para evitar encontrarse con los españoles -que se habían hecho
fuertes en Macachí- dispuso que sus tropas flanquearan al enemigo subiendo a las
heladas laderas del Cotopaxi, hasta aparecer el 16 de mayo en el hermoso valle de
los Chillos. Ese mismo día, al descubrir la estrategia de Sucre, los españoles se
replegaron y entraron en Quito, ocupando las principales calles del sur de la ciudad.
Las piezas se movían como en el tablero de un ajedrez bélico, en el que vencería
el más astuto. En la noche del 23 de mayo de 1822, protegido por las sombras, el
ejército de Sucre -integrado por 2.971 hombres entre guayaquileños, cuencanos,
argentinos, chilenos, colombianos y peruanos- empezó a escalar silenciosamente
el volcán Pichincha, buscando la mejor ubicación para la batalla que sellaría la
independencia de esta parte de América; a la vanguardia, el Gral. Córdova
avanzaba con el “Magdalena” mientras que el “Albión” se encargaba de proteger la
retaguardia, y custodiar y distribuir el parque. Atrás quedaban la Revolución del 9
de Octubre de 1820, y todas las luchas y los sacrificios que durante diez y ocho
meses los guayaquileños -ennoblecidos por la sangre derramada en los campos de
Camino Real, Tanizagua, Cone, Huacha y Riobamba- habían librado y sufrido por
la libertad de Quito. Al amanecer del 24 de mayo, en las faldas del Pichincha y
teniendo como premio la libertad, la ciudad y el pueblo de Quito fueron emocionados
testigos del momento más gloriosos de su historia. A las nueve y media de la
mañana se iniciaron los primeros disparos. “Desde el comienzo del combate, el
Ya guachi y su comandante el Coronel Antonio Morales, en denodada lucha,
agotaron los cartuchos y los reemplazaron con la bayoneta. Tremolaba el azul
y blanco de la bandera conducida por el joven teniente Abdón Calderón. Estas
unidades sostuvieron lo más recio del combate hasta la llegada de Mires con
el resto de la infantería” (Dr. M. A. Peña Astudillo.- 200 Años y una Vida, p. 220).La
batalla fue, sangrienta y feroz, pues las fuerzas realistas estaban conscientes de
que su derrota significaría el fin del dominio español en esta parte del continente.
Sucre -aprovechando las condiciones ventajosas que le ofrecía el terreno donde se
combatía- organizó sus fuerzas para que arribaran en oleadas sucesivamente.
Cuando los Cazadores de Paya y el Batallón Trujillo, conducidos por su jefe Santa
Cruz, luego de valerosa acción agotaron sus municiones, fueron relevados por otros
dos batallones que a las órdenes del general Mires y del coronel Morales hicieron
retroceder a los realistas hasta que también acabaron con sus municiones.
Volvieron entonces a la carga el “Paya” y el “Albión”, reforzados ésta vez por el
coronel Córdova que venía a la cabeza de dos compañías del “Magdalena”. En el
fragor de la lucha, los hombres del batallón Yaguachi demostraron una bravura que
rayó en el heroísmo y que obligó a los españoles a emprender la retirada.
Finalmente, el comandante Cestaris acabó con la caballería realista, comandada
por el Crnel. Tolrá y conformada por 400 valerosos y buenos jinetes. A al caer la
tarde, viendo que ya los españoles no podían continuar luchando, Sucre se acercó
a la ciudad y por medio de O’Leary intimó a la rendición de Aymerich, quien
comprendiendo que ya no podría resistir el empuje de los patriotas, aceptó la
honrosa capitulación que Sucre le ofreció, la que fue convenida y ratificada al día
siguiente, estipulándose en ella la entrega de la ciudad y del fuerte del Panecillo,
con todo lo demás que existía en el territorio de Quito, incluyendo el de Pasto,
gracias a lo cual Bolívar pudo consolidar la independencia de Colombia.
Las tropas debían rendir las armas con los honores de la guerra, conservando los
jefes y oficiales sus espadas, caballos y equipajes.
Héroe de esta jornada fue el Tente. Abdón Calderón, del batallón Yaguachi -
integrado casi en su totalidad por soldados guayaquileños, y al que Sucre cambió
su nombre por Vargas, posiblemente con la intensión de borrar la presencia
guayaquileña en las luchas por la independencia-, quien a pesar de haber sufrido
varias heridas no abandonó el campo de batalla, y manteniendo en alto la gloriosa
bandera de celeste y blanco permaneció en él hasta que los españoles fueron
derrotados. Ese día, cauteloso -porque no sabía cual iba a ser la reacción de los
quiteños-, Sucre prefirió no entrar en la ciudad, y esperó hasta el día siguiente para,
después de que fue firmada la capitulación, ocuparla victoriosamente. En el Parte
de la Batalla del Pichincha, el Gral. Sucre dice: “Los resultados de la jornada de
Pichincha han sido la ocupación de la ciudad y sus fuertes el 25 por la tarde, la
posesión y tranquilidad de todo el departamento y la toma de 1.100 prisioneros de
tropa, 160 oficiales, 14 piezas de artillería, 1.700 fusiles, fornituras, cornetas,
banderas, cajas de guerra y cuantos elementos de guerra poseía el ejército español.
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Características de la democracia
La democracia puede ser entendida como una doctrina política y una forma de
organización social. Entre muchas de sus características, podemos mencionar las
siguientes: