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UNIDAD EDUCATIVA”REPLICA 24 DE MAYO”

NOMBRE: MELANY ALVARADO


CURSO: 3ro BGU “B”
FECHA: 12/10/2019

Revolución del 9 de Octubre de 1820


El 9 de octubre es el día más importante en la historia de Guayaquil, de la antigua
Audiencia de Quito y del Ecuador actual; porque ese es el verdadero y único día de
nuestra independencia. La revolución del 9 de octubre de 1820 tiene sus
antecedentes a partir de 1814 cuando -luego de haber permanecido durante varios
años en México, Europa y los Estados Unidos- José de Antepara, José Joaquín
Olmedo y José de Villamil -unos antes y otros después- llegaron a Guayaquil para
dedicarse con entusiasmo y fervor a hacer conocer a los guayaquileños los nuevos
conceptos políticos y las nuevas formas de gobierno que debían regir los destinos de
los pueblos libres. Estos tres patriotas no hablaron de cambiar autoridades como lo
había hecho la revolución quiteña del 10 de agosto de 1809, ellos se expresaron en
términos de independencia, de democracia y de República, haciendo conciencia en
todos los ciudadanos de que era necesario realizar cambios sustanciales en las
estructuras políticas y sociales de los pueblos de la América española. Fueron tan
convincentes sus conceptos y argumentos, que su voz fue escuchada y esas ideas de
independencia, poco a poco… de boca en boca… empezaron a regarse entre todos los
guayaquileños. Para entonces, la pérdida de sus colonias en América del Norte -que
se había independizado en 1776- había puesto a Inglaterra en situación muy
desfavorable con relación a España, que aún las conservaba. Decidida a terminar con
la hegemonía ibérica, Inglaterra propició y a financió la presencia de corsarios que
entre 1816 y 1820 atacaron los puertos y las naves españolas en el Pacífico, invitando
además a la sublevación en contra de España. Tal fue el caso del Alm. Guillermo
Brown, quien lo hizo a nombre del gobierno de Buenos Aires; y Lord Cochrane y el
Alm. Illingworth, que navegaron bajo bandera Chilena. América empezaba a
transformarse… Por el norte, Bolívar había logrado importantes triunfos tanto en
Venezuela como en Nueva Granada (Colombia), y desde el sur llegaban las noticias
de los avances de San Martín. Con estos antecedentes, al llegar 1820 los
guayaquileños comprendieron que la libertad de la patria dependía solo de ellos, que
aunque estaba ya muy cerca no había que esperarla, era necesario ir a buscarla. Por
eso decidieron apresurar sus acciones, pues comprendían que también que de ellos
dependía también concluir la independencia de toda la América española. Y es que
la lucha entre españoles y criollos aún no estaba definida: En América aún quedaba
por independizar gran parte del Virreinato de Santa Fe (Colombia), la Audiencia de
Quito, el Virreinato de Lima y la Audiencia de Charcas (Bolivia). Bolívar estaba
detenido al sur de Colombia sin poder trasponer la cordillera de Pasto cuyas puertas
le eran infranqueables; y San Martín, al sur, casi no tenía ya hombres con quienes
sostener sus luchas por la independencia del Perú. Fue entonces que, a finales de
julio y de paso hacia Caracas, procedentes de Lima llegaron a Guayaquil los oficiales
venezolanos León de Febres-Cordero, Miguel de Letamendi y Luis Urdaneta,
miembros del afamado batallón “Numancia”, quienes habían sido separados de
dicho cuerpo por haber manifestado expresiones de rebeldía y simpatías
independentistas. Los guayaquileños, al conocer la causa por la que habían sido
dados de baja, no dudaron en invitarlos a que se queden y participen en la revolución
que se estaba fraguando. Y es que los guayaquileños sabían que para proclamar su
independencia, a más de la fuerza consistente de sus ideas necesitaban también la
fuerza determinante de las armas y una gran cantidad de efectivos militares, fue por
eso que -con inteligencia y argumentos- con la cooperación de los tres venezolanos
lograron convencer a la oficialidad de los regimientos acantonados en la ciudad,
entre los que se encontraban el Cap. Gregorio Escobedo, el “Cacique” Álvarez, el Cap.
Nájera y los sargentos Vargas y Pavón. La revolución guayaquileña estaba en marcha.
El domingo 1 de octubre de 1820, y a petición de la joven Isabelita Morlés -hija del
Ministro de las Cajas Reales don Pedro Morlés-, don José de Villamil y su esposa,
doña Ana Garay coa, ofrecieron una fiesta en su casa del Malecón. A Villamil le
pareció una magnífica oportunidad para reunir a los conspiradores sin levantar
sospechas, por lo que encargó a Antepara la misión de invitar también a todos
aquellos a quienes considerara dispuestos a respaldar la idea emancipadora,
incluyendo a los militares comprometidos.

Esa noche, mientras las parejas bailaban en el salón principal, sin llamar la atención
don José de Antepara reunió a los conjurados en una habitación apartada. En esa
reunión secreta, a la que Antepara llamó “La Fragua de Vulcano” -porque por
conjunción cósmica reunió a todos los comprometidos con la libertad- estuvieron
presentes, entre otros, Luis Fernando Vivero, los hermanos Antonio y Francisco de
Elizalde, Lorenzo de Garay coa, José de Villamil, Francisco de Paula Lavayen,
Baltazar García, el Cmte. José María Peña, don Manuel Loro, Pedro Sáenz, Francisco
Ollervides, José Rivas, José Correa y por su puesto, Febres-Cordero, Letamendi,
Urdaneta, Escobedo y los demás militares comprometidos en la revolución, quienes
acordaron que esta se daría en las primeras horas del 9 de octubre.
BATALLA DEL PICHINCHA 24 DE MAYO DE
1822
La batalla que selló la libertad a nuestra patria fue librada entre las tropas realistas
del Gral. Melchor Aymerich y las fuerzas patriotas conducidas por el Gral. Antonio
José de Sucre. Luego de una agotadora campaña militar que se había iniciado en
Guayaquil a principios de 1822, a mediados de mayo ya Sucre se acercaba a la
ciudad de Quito y, para evitar encontrarse con los españoles -que se habían hecho
fuertes en Macachí- dispuso que sus tropas flanquearan al enemigo subiendo a las
heladas laderas del Cotopaxi, hasta aparecer el 16 de mayo en el hermoso valle de
los Chillos. Ese mismo día, al descubrir la estrategia de Sucre, los españoles se
replegaron y entraron en Quito, ocupando las principales calles del sur de la ciudad.
Las piezas se movían como en el tablero de un ajedrez bélico, en el que vencería
el más astuto. En la noche del 23 de mayo de 1822, protegido por las sombras, el
ejército de Sucre -integrado por 2.971 hombres entre guayaquileños, cuencanos,
argentinos, chilenos, colombianos y peruanos- empezó a escalar silenciosamente
el volcán Pichincha, buscando la mejor ubicación para la batalla que sellaría la
independencia de esta parte de América; a la vanguardia, el Gral. Córdova
avanzaba con el “Magdalena” mientras que el “Albión” se encargaba de proteger la
retaguardia, y custodiar y distribuir el parque. Atrás quedaban la Revolución del 9
de Octubre de 1820, y todas las luchas y los sacrificios que durante diez y ocho
meses los guayaquileños -ennoblecidos por la sangre derramada en los campos de
Camino Real, Tanizagua, Cone, Huacha y Riobamba- habían librado y sufrido por
la libertad de Quito. Al amanecer del 24 de mayo, en las faldas del Pichincha y
teniendo como premio la libertad, la ciudad y el pueblo de Quito fueron emocionados
testigos del momento más gloriosos de su historia. A las nueve y media de la
mañana se iniciaron los primeros disparos. “Desde el comienzo del combate, el
Ya guachi y su comandante el Coronel Antonio Morales, en denodada lucha,
agotaron los cartuchos y los reemplazaron con la bayoneta. Tremolaba el azul
y blanco de la bandera conducida por el joven teniente Abdón Calderón. Estas
unidades sostuvieron lo más recio del combate hasta la llegada de Mires con
el resto de la infantería” (Dr. M. A. Peña Astudillo.- 200 Años y una Vida, p. 220).La
batalla fue, sangrienta y feroz, pues las fuerzas realistas estaban conscientes de
que su derrota significaría el fin del dominio español en esta parte del continente.
Sucre -aprovechando las condiciones ventajosas que le ofrecía el terreno donde se
combatía- organizó sus fuerzas para que arribaran en oleadas sucesivamente.
Cuando los Cazadores de Paya y el Batallón Trujillo, conducidos por su jefe Santa
Cruz, luego de valerosa acción agotaron sus municiones, fueron relevados por otros
dos batallones que a las órdenes del general Mires y del coronel Morales hicieron
retroceder a los realistas hasta que también acabaron con sus municiones.
Volvieron entonces a la carga el “Paya” y el “Albión”, reforzados ésta vez por el
coronel Córdova que venía a la cabeza de dos compañías del “Magdalena”. En el
fragor de la lucha, los hombres del batallón Yaguachi demostraron una bravura que
rayó en el heroísmo y que obligó a los españoles a emprender la retirada.
Finalmente, el comandante Cestaris acabó con la caballería realista, comandada
por el Crnel. Tolrá y conformada por 400 valerosos y buenos jinetes. A al caer la
tarde, viendo que ya los españoles no podían continuar luchando, Sucre se acercó
a la ciudad y por medio de O’Leary intimó a la rendición de Aymerich, quien
comprendiendo que ya no podría resistir el empuje de los patriotas, aceptó la
honrosa capitulación que Sucre le ofreció, la que fue convenida y ratificada al día
siguiente, estipulándose en ella la entrega de la ciudad y del fuerte del Panecillo,
con todo lo demás que existía en el territorio de Quito, incluyendo el de Pasto,
gracias a lo cual Bolívar pudo consolidar la independencia de Colombia.

Las tropas debían rendir las armas con los honores de la guerra, conservando los
jefes y oficiales sus espadas, caballos y equipajes.

Héroe de esta jornada fue el Tente. Abdón Calderón, del batallón Yaguachi -
integrado casi en su totalidad por soldados guayaquileños, y al que Sucre cambió
su nombre por Vargas, posiblemente con la intensión de borrar la presencia
guayaquileña en las luchas por la independencia-, quien a pesar de haber sufrido
varias heridas no abandonó el campo de batalla, y manteniendo en alto la gloriosa
bandera de celeste y blanco permaneció en él hasta que los españoles fueron
derrotados. Ese día, cauteloso -porque no sabía cual iba a ser la reacción de los
quiteños-, Sucre prefirió no entrar en la ciudad, y esperó hasta el día siguiente para,
después de que fue firmada la capitulación, ocuparla victoriosamente. En el Parte
de la Batalla del Pichincha, el Gral. Sucre dice: “Los resultados de la jornada de
Pichincha han sido la ocupación de la ciudad y sus fuertes el 25 por la tarde, la
posesión y tranquilidad de todo el departamento y la toma de 1.100 prisioneros de
tropa, 160 oficiales, 14 piezas de artillería, 1.700 fusiles, fornituras, cornetas,
banderas, cajas de guerra y cuantos elementos de guerra poseía el ejército español.
.

SIMBOLOS PATRIOS DEL ECUADOR


Fue el Presidente del Ecuador Eloy Alfaro Delgado, quien dio carácter oficial, con los elementos que
le distinguen hasta hoy al Estado de la República del Ecuador, representado en el Escudo de Armas:
Cóndor: Con las alas desplegadas y levantadas en actitud de vuelo, es símbolo de energía y
esfuerzo.
Laurel: Representa la gloria de la nación.
Óvalo: Su contorno es de doble borde de color café con uniones del mismo color arriba y abajo.
Sol Dorado: Significa el oro, importancia para nuestros primeros pobladores, está en el centro, con
los signos del zodíaco.
Signos del zodíaco: A la izquierda Géminis y Cáncer, a la derecha Aries y Tauro, los que
representan los meses de marzo, abril, mayo y junio, en los que ocurrieron importantes hechos que
reafirmaron la nacionalidad ecuatoriana.
Chimborazo: El volcán más alto, de cuyas nieves perpetuas nace el rio Guayas.
Banderas Nacionales: Son cuatro, dos a cada lado, anteriores y posteriores, que se aglutinan bajo
las fases consulares.
Palma: Representa la paz en la nación.
Listón: Cinta de seda
Astas: Son cuatro y coronan cada uno de los pabellones, se presentan inclinadas con puntas
metálicas romboidales.
Caduceo: Coronado por dos alas y rodeado por dos serpientes, atributo de Mercurio. Es un símbolo
de la navegación y el comercio.
Río Guayas: El cual se ensancha progresivamente hasta ocupar toda la parte baja del Ovalo. Hacia
los costados se incluyen orillas de exuberante vegetación, expresión de la agricultura nacional.
Buque a vapor Guayas: Fue el primero que se construyó en América del Sur, en 1841 en los
astilleros de Guayaquil. El buque tiene por mástil un caduceo. Los colores del buque y su pabellón
ubicado en la proa, son los de la bandera nacional.
Fasces consulares: Insignia de los cónsules de Roma, símbolo de autoridad y dignidad.
Hacha: (Segur) Hacha grande que formaba parte dejada de una de las fasces de los lictores
romanos.
¿Qué ES LA DEMOCRACIA?
La democracia es una forma de gobierno del Estado donde el poder es
ejercido por el pueblo, mediante mecanismos legítimos de participación en la
toma de decisiones políticas.
Etimológicamente, la palabra proviene del griego (demócrata), que se compone de
los términos (demos), que significa ‘pueblo’, y (krátos), que significa ‘poder’. Así,
la democracia es el gobierno del pueblo.El término democracia es extensivo a las
comunidades o grupos organizados donde todos los individuos participan en la
toma de decisiones de manera participativa y horizontal.El mecanismo
fundamental de participación de la ciudadanía es el sufragio universal, libre y
secreto, a través del cual se eligen a los dirigentes o representantes para un
período determinado. Las elecciones se llevan a cabo por los sistemas de
mayoría, representación proporcional o la combinación de ambos.

Sin embargo, la existencia de elecciones no es indicador suficiente para afirmar


que un gobierno o régimen es democrático. Se hace necesario que se conjuguen
otras características. Revisemos algunas de ellas.

Características de la democracia
La democracia puede ser entendida como una doctrina política y una forma de
organización social. Entre muchas de sus características, podemos mencionar las
siguientes:

 Respeto por los derechos humanos consagrados por la Organización de las


Nacionales Unidas;
 Libertad individual;
 Libertad para la asociación y beligerancia política;
 Presencia de múltiples partidos políticos;
 Distribución del poder en diferentes actores sociales;
 Sufragio universal, libre y secreto;
 Representatividad;
 Alternancia en el poder;
 Libertad de prensa y opinión;
 Igualdad ante la ley;
 Limitación del poder de los gobernantes;
 Apego al Estado de derecho consagrado en una Constitución, Carta Magna o Ley
Suprema.

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