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Si bien existieron indios en diversas partes del país, el malón fue una actividad que
se llevó a cabo en un espacio y tiempo determinados.
El espacio
Puede ser delimitado trazando una circunferencia que tenga como centro el cabo
San Antonio en la provincia de Buenos Aires y como radio unos 500 km., es decir, la
llamada pampa húmeda, cuyos factores ecológicos (tierras fértiles, abundante riego,
pasturas blandas) permitieron el crecimiento de la hacienda cimarrona.
Esta hacienda no fue originaria de América sino traída por los europeos. Primero por
la expedición de Pedro de Mendoza, la que al fracasar la fundación de Buenos Aires
en 1541, deja libre al ganado que retorna a un estado semisalvaje, y luego, serán
introducidos por Juan de Garay, quien vuelve a fundar –esta vez exitosamente-
Buenos Aires en 1580.
Los pampas, araucanos y otras parcialidades aborígenes pudieron dedicarse a
maloquear luego de dominar la técnica de la equitación. No se conoce con exactitud
el momento en que el indio entró en contacto con el caballo, lo cierto es que llegó a
dominarlo como pocos.
Los ejércitos de línea estuvieron alejados de la frontera sur debido a los conflictos
que debieron enfrentar desde 1810 (guerras civiles, conflictos con Brasil, sitio de
Montevideo, guerra del Paraguay, entre otros).
El tiempo
El malón coexistió con el saladero, industria primitiva dedicada a la elaboración del
tasajo, que tuvo su auge durante el siglo XIX. Esta actividad obtuvo un notable
crecimiento y fue dando origen al poderoso grupo de los saladeristas rioplatenses,
quienes ejercieron enorme influencia en la dirección política del naciente país
durante más de medio siglo.
La exportación de carne salada a centros de consumo como Brasil y Cuba
potenciaron esta actividad. Para desarrollarla era necesario, además del ganado,
contar con la sal que se traía desde Salinas Grandes (reducto de Calfucurá) o
desde la costa patagónica en barcos fletados especialmente. Así mientras, antes el
blanco privilegiaba la extracción de cuero y sebo, ahora ponía el acento en el valor
comercial de la carne, productora de divisas. En consecuencia, exigía al gobierno la
defensa de su hacienda mientras el indio continuaba con sus malones y el traslado
de lo producido para ser negociado en Chile.
El desarrollo del malón
El malón es definido por los diccionarios como la ‘irrupción o ataque inesperado de
indios’. Pero en ese ataque no tenía lugar la improvisación, todo estaba
rigurosamente preparado. Para la organización del mismo, las tribus ponían en
marcha los siguientes pasos:
El parlamento tenía ciertas normas: todos debían oir con atención las explicaciones
que se daban, los interlocutores no podían interrumpirse; los oradores debían
expresarse en un tono sereno, plantear las razones en forma de interrogantes,
prolongar la vocal de la última sílaba expresando que su alocución finalizaba y cómo
señal al próximo contendiente para que se aprestara a iniciar su disertación. Si bien,
las formas tenían enorme importancia y sólo sobresalía quien demostraba
cualidades oratorias y actorales, también se ponía el acento en las razones y los
argumentos que se exponían. El discurso constituía para estas parcialidades, la
posibilidad de persuadir, convencer, planear, aclarar malos entendidos, lograr
adeptos a un proyecto o descartarlo.
Veamos cuáles eran las razones que exponía uno de los jefes y por las cuales podía
decirse el malón:
¿No son los cristianos quienes no conformes con habernos desalojado de las
mejores tierras, ¡nuestras tierras!, nos empujan hacia zonas que no podemos
habitar porque no hay en ellas agua, ni alimento, lo necesario para vivir?
¿De quién es el aire? ¿De quién las lagunas y los ríos, la sal, la leña, los
guanacos, avestruces, los caballos y las vacas del campo? ¿De algunos de ellos?
¿De la tribu? ¿De alguna de las otras tribus? ¿O son de todos para que la gente
respire, beba y coma? ¡Para vivir!
¿Cómo subsistirían los demás si alguno de nosotros decidiera que todas esas
cosas le son propias?
¿No compartimos, acaso, la preciada sal de las Salinas Grandes con los
blancos, que se la llevan en caravanas de carretas?
Pero ellos, ¿cómo nos pagan? ¿No son los huincas[3] los que sacan al
ganado sólo el cuero para vender en la ciudad, dejando que la carne, nuestro
alimento, se pudra en el campo? ¿No son los huincas los que dicen que el ganado
que pastaba libre en el campo es suyo por haberlo marcado y herrado? ¿No son
sus jefes los que en muchas ocasiones nos prohíben acercarnos a los poblados y
comerciar con el blanco?
Los servicios de inteligencia y los preparativos: Una vez que el malón estaba
decido, comenzaba a funcionar servicio de inteligencia que estaba compuesto por
indios que camuflados en los pajonales cercanos al sitio que iba a ser blanco del
malón, pasaban días y días observando detenidamente todos los movimientos que
allí se realizaban, analizando las vías de acceso al lugar (estado de los caminos,
aguadas, pantanos) y tratando de memorizar la cantidad de ganado, cuál era el total
de hombres y cuántos estaban dedicados a la vigilancia del fortín.
Indios mansos que vivían en las estancias y poblados cercanos al fortín, del que
conocían su funcionamiento a la perfección, actuaban muchas veces como
informantes completando los datos que harían posibilitarían llevar a cabo el malón.
Los pulperos, quienes se veían en el desafío constante de sobrevivir en la frontera,
actuaban habitualmente como espías, pero eran espías ‘muy especiales’ ya que
brindaban información tanto a la indiada como a los ejércitos a cambio de su
tranquilidad y de alguna compensación.
También contaban con la ayuda de ‘cristianos’ que habían llegado a las tolderías
buscando paz y libertad... Sí, así era, no era fácil la vida en el mundo de los
blancos. Muchos huían porque la policía los perseguía por robar ganado, herir o
matar a alguien en una pelea; otros eran perseguidos políticos por haber participado
en el bando perdedor en alguna guerra civil y los más porque a pesar de trabajar la
tierra con rudeza muchas veces eran considerados ‘vagos’ y ‘malentretenidos’ y
había leyes que decían que todo hombre así considerado, debía cumplir servicio
militar en los fortines de la frontera. Así, lo alejaban de sus familias y los
condenaban a pasar todo tipo de privaciones, arriesgando gratuitamente su vida en
la guerra contra el indio, porque era común que no recibieran ningún pago por este
trabajo.
Luego que el servicio de inteligencia realizara el reconocimiento del terreno y
recopilara la información necesaria, los preparativos continuaban en las tolderías.
Allí, se planificaba la estrategia a seguir y cuándo se produciría la acción. Enseguida
afilaban los facones y las puntas de las lanzas, verificaban el estado de las
boleadoras, seleccionaban los caballos. Martín Fierro describe los preparativos:
“Para pegar el malón
el mejor flete procuran;
y como es su arma segura
vienen con la lanza sola,
y varios pares de bolas[4]
atados a la cintura.
Al llegar se enfrentaban con los pobladores y con los hombres del fortín.
Incendiaban las casas y tomaban todo lo encontraban a su paso, comida, ropa,
cautivos y fundamentalmente el preciado ganado. Se retiraban velozmente y
comenzaba la persecución. Así lo cuenta Martín Fierro:
El regreso no era nada fácil, porque había que arrear gran cantidad de animales,
cautivos y mercancías en medio de la persecución de los milicos y los hombres de
los poblados.
En la guerra los indios sacaban ventaja de su conocimiento del terreno y
preparaban emboscadas para los huincas, por ejemplo en las persecuciones los
llevaban hacia pajonales a los que prendían fuego dejándolos cercados. También
para mostrar su superioridad y provocar más temor, arreaban gran cantidad de
caballos que vistos desde lejos simulaban ser más combatientes que venían en su
apoyo.
Cuando llegaban a Guaminí y Carhué, una vez que habían logrado dejar atrás a los
criollos, tomaban el camino que los conduciría a las tolderías. A lo lejos podían ver
una señal de humo que convocaba a todos a dar la bienvenida a los guerreros.
Cuando llegaban comenzaba el reparto de lo producido por el malón:
“Se reparten el botín
con igualad, sin malicia;
no muestra el indio codicia,
ninguna falta comete;
solo en esto se somete
a una regla de justicia.
Y cada cual con lo suyo
a sus toldos enderiesa [...]”.[10]
Luego de descansar se dedicaban a poner en condiciones la hacienda para
emprender el camino hacia Chile, donde venderían el ganado.
Las rastrilladas: Para llegar a Chile debían atravesar una vasta planicie y cruzar la
cordillera de los Andes, utilizando para ello las huellas que se iban formando a partir
del pisoteo del ganado en las idas y venidas hacia ese lugar. Eran surcos paralelos,
profundos y bien asentados por los cuales se podía transitar y que habían de seguir
estrictamente sino querían perderse en el desierto. El camino era largo y había que
conocerlo muy bien, saber donde estaban las aguadas y los pastizales necesarios
para el ganado. Solían hacer algunas paradas en Salinas Grandes, las tierras de
Calfucurá, Levucó, sede de los ranqueles, Cochicó y Covunco.
1 - La expresión indica que comenzó a hablar, a exponer sus ideas ante la comunidad.
3 - Era la forma en que los indios se referían al hombre blanco.
4 - Se refiere a las boleadoras.
5 - Habla del caballo que monta el indio.
8 - Bichoco significa viejo y que no puede moverse con rapidez, en este caso habla de
los caballos en los que perseguían el malón.