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Colegio Nacional de Buenos Aires

Castellano. Prof. Leila Simsolo


2°6°

El género fantástico: distintas perspectivas

Llama la atención, a la hora de trabajar con este género, la variedad de textos


literarios que pueden ser considerados fantásticos. ¿Qué tienen en común? ¿Cuáles son las
características que nos permiten ubicarlos dentro de la misma categoría?

Por otro lado, es interesante señalar que la ubicación de un texto literario dentro del
marco de lo fantástico puede conducirnos, aún hoy en día, a un extenso debate. ¿A qué se
debe esto? ¿Queremos decir, entonces, que la pertenencia de un texto literario al género
fantástico es una cuestión de opinión? Y, si es así, ¿la opinión de quién?

A continuación, presentaremos fragmentos de textos de una serie de autores


pertenecientes a diversas ramas de la literatura. Serán herramientas para construir algunas
respuestas para los cuestionamientos planteados con anterioridad. Buscaremos, también,
caracterizar al género fantástico tanto desde sus categorías formales como desde las
problemáticas particulares que se presentan en el discurso de la disciplina a la hora de
delimitarlo. ¿Hay una sola definición de “género fantástico”?

1) T. TODOROV, Introducción a la literatura fantástica

“(…) [La literatura fantástica implica que] en un mundo que es el nuestro, el que
conocemos, sin diablos, sílfides, ni vampiros se produce un acontecimiento imposible de
explicar por las leyes de ese mismo mundo familiar. El que percibe el acontecimiento debe
optar por una de las dos soluciones posibles: o bien se trata de una ilusión de los sentidos,
de un producto de imaginación, y las leyes del mundo siguen siendo lo que son, o bien el
acontecimiento se produjo realmente, es parte integrante de la realidad, y entonces esta
realidad está regida por leyes que desconocemos. O bien el diablo es una ilusión, un ser
imaginario, o bien existe realmente, como los demás seres, con la diferencia de que rara vez
se lo encuentra.

Lo fantástico ocupa el tiempo de esta incertidumbre. En cuanto se elige una de las


dos respuestas, se deja el terreno de lo fantástico para entrar en un género vecino: lo
extraño o lo maravilloso. Lo fantástico es la vacilación experimentada por un ser que no
conoce más que las leyes naturales, frente a un acontecimiento aparentemente sobrenatural.
(…) Hay un fenómeno extraño que puede ser explicado de dos maneras, por tipos de causas
naturales y sobrenaturales. La posibilidad de vacilar entre ambas crea el efecto fantástico.

(…) Lo fantástico implica pues una integración del lector con el mundo de los
personajes; se define por la percepción ambigua que el propio lector tiene de los
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acontecimientos relatados. (…) La vacilación del lector es pues la primera condición de lo
fantástico.

(…)Lo fantástico implica (…) no solo la existencia de un acontecimiento extraño,


que provoca una vacilación en el lector y el héroe, sino también una manera de leer, que
por el momento podemos definir en términos negativos; no debe ser ni “poética” ni
“alegórica”. (…) la lectura poética constituye un obstáculo para lo fantástico. Si, al leer un
texto, se rechaza toda representación y se considera cada frase como una pura combinación
semántica, lo fantástico no podrá aparecer: exige, como se recordará, una reacción frente a
los acontecimientos tal como se producen en el mundo evocado. Por esta razón, lo
fantástico sólo puede subsistir en la ficción; la poesía no puede ser fantástica (aunque
existan antologías de ‘poesía fantástica’...). En una palabra, lo fantástico implica la ficción.

(…) la otra oposición que nos ocupa: aquella que se da entre sentido alegórico y
sentido literal. (…)En primer lugar, la alegoría implica la existencia de por lo menos dos
sentidos para las mismas palabras; se nos dice a veces que el sentido primero debe
desaparecer, y otras que ambos deben estar juntos. En segundo lugar, este doble sentido
está indicado en la obra de manera explícita: no depende de la interpretación (arbitraria o
no) de un lector cualquiera. A partir de estas dos conclusiones, volvamos a lo fantástico. Si
lo que leemos describe un elemento sobrenatural y, sin embargo, es necesario tomar las
palabras no en sentido literal sino en otro sentido que no remite a nada sobrenatural, ya no
hay cabida para lo fantástico.

(…)Estamos ahora en condiciones de precisar y completar nuestra definición de lo


fantástico. Este exige el cumplimiento de tres condiciones. En primer lugar, es necesario
que el texto obligue al lector a considerar el mundo de los personajes como un mundo de
personas reales, y a vacilar entre una explicación natural y una explicación sobrenatural de
los acontecimientos evocados. Luego, esta vacilación puede ser también sentida por un
personaje de tal modo, el papel del lector está, por así decirlo, confiado a un personaje y, al
mismo tiempo la vacilación está representada, se convierte en uno de los temas de la obra;
en el caso de una lectura ingenua, el lector real se identifica con el personaje. Finalmente,
es importante que el lector adopte una determinada actitud frente al texto: deberá rechazar
tanto la interpretación alegórica como la interpretación ‘poética’.

(…) lo fantástico no dura más que el tiempo de una vacilación: vacilación común al
lector y al personaje, que deben decidir si lo que perciben proviene o no de la ‘realidad’.
(…)Lo fantástico tiene pues una vida llena de peligros, y puede desvanecerse en cualquier
momento. Más que ser un género autónomo, parece situarse en el límite de dos géneros: lo
maravilloso y lo extraño. (…) lo maravilloso corresponde a un fenómeno desconocido, aún
no visto, por venir: por consiguiente, a un futuro. En lo extraño, en cambio, lo inexplicable
es reducido a hechos conocidos, a una experiencia previa, y, de esta suerte, al pasado. En
cuanto a lo fantástico en sí, la vacilación que lo caracteriza no puede, por cierto, situarse
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más que en el presente. (...)Sea como fuere, no es posible excluir de un análisis de lo
fantástico, lo maravilloso y lo extraño, géneros a los cuales se superpone. Pero tampoco
debemos olvidar que, como lo dice Louis Vax, ‘el arte fantástico ideal sabe mantenerse en
la indecisión’ (...)”.

2) A. M. BARRENECHEA, “Ensayo de una Tipología de la Literatura Fantástica. A


propósito de la literatura hispanoamericana”.

“(…) Proponemos para la determinación de qué es lo fantástico, su inclusión en un sistema


de tres categorías construido con dos parámetros: la existencia implícita o explícita de
hechos a-normales, a-naturales o irreales y sus contrarios; y además la problematización o
no problematización de este contraste. Aclaro bien: la problematización de su convivencia
(in absentia o in praesentia) y no la duda acerca de su naturaleza, que era la base de
Todorov.

Así se forman las subclases de:

Contraste de LO A-NORMAL / LO NORMAL Solo LO NO A-NORMAL

Sin PROBLEMA Como PROBLEMA

Lo maravilloso Lo fantástico Lo posible

Así la literatura fantástica quedaría definida como la que presenta en forma de


problema hechos a-normales, a-naturales o irreales. Pertenecen a ella las obras que ponen el
centro de interés en la violación del orden terreno, natural o 1ógico, y por lo tanto en la
confrontación de uno y otro orden dentro del texto, en forma explícita o implícita. (…)”.

3) ITALO CALVINO, Cuentos fantásticos del S XIX, “Introducción”.


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“El cuento fantástico es uno de los productos más característicos de la narrativa del
siglo XIX y, para nosotros, uno de los más significativos, pues es el que más nos dice sobre
la interioridad del individuo y de la simbología colectiva. Para nuestra sensibilidad de hoy,
el elemento sobrenatural en el centro de estas historias aparece siempre cargado de sentido,
como la rebelión de lo inconsciente, de lo reprimido, de lo olvidado, de lo alejado de
nuestra atención racional. En esto se ve la modernidad de lo fantástico, la razón de su
triunfal retorno en nuestra época. Notamos que lo fantástico dice cosas que nos tocan de
cerca, aunque estemos menos dispuestos que los lectores del siglo pasado a dejarnos
sorprender por apariciones y fantasmagorías, o nos inclinemos a gustarlas de otro modo,
como elementos del colorido de la época.

El cuento fantástico nace entre los siglos XVIII y XIX sobre el mismo terreno que la
especulación filosófica: su tema es la relación entre la realidad del mundo que habitamos y
conocemos a través de la percepción, y la realidad del mundo del pensamiento que habita
en nosotros y nos dirige. El problema de la realidad de lo que se ve: caras extraordinarias
que tal vez son alucinaciones proyectadas por nuestra mente; cosas corrientes que tal vez
esconden bajo la apariencia más banal una segunda naturaleza inquietante, misteriosa,
terrible, es la esencia de la literatura fantástica, cuyos mejores efectos residen en la
oscilación de niveles de realidad inconciliables.

(…)Si el «cuento filosófico» del siglo XVIII había sido la expresión paradójica de la
Razón iluminista, el «cuento fantástico» nace en Alemania como sueño con los ojos
abiertos del idealismo filosófico, con la declarada intención de representar la realidad del
mundo interior, subjetivo, de la mente, de la imaginación, dándole una dignidad igual o
mayor que a la del mundo de la objetividad y de los sentidos, Por tanto, ésta también se
presenta como cuento filosófico, y aquí un nombre se destaca por encima de todos:
Hoffmann.

(…) el verdadero tema del cuento fantástico del siglo XIX es la realidad de lo que se
ve: creer o no creer en apariciones fantasmagóricas, vislumbrar detrás de la apariencia
cotidiana otro mundo encantado o infernal. Es como si el cuento fantástico, más que
cualquier otro género, estuviera destinado a entrar por los ojos, a concretarse en una
sucesión de imágenes, a confiar su fuerza de comunicación al poder de crear «figuras». No
es tanto la maestría en el tratamiento de la palabra o en perseguir el fulgor del pensamiento
abstracto que se narra, como la evidencia de una escena compleja e insólita. El elemento
«espectáculo» es esencial en la narración fantástica: no es de extrañar que el cine se haya
alimentado tanto de ella.

Pero no podemos generalizar. Si en la mayor parte de los casos la imaginación


romántica crea en torno a sí un espacio poblado de apariciones visionarias, existe también
el cuento fantástico en el que lo sobrenatural es invisible, más que verse se siente, entra a
formar parte de una dimensión interior, como estado de ánimo o como conjetura. Incluso
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Hoffmann, que tanto se complace en evocar visiones angustiosas y demoníacas, tiene
cuentos en los que pone en juego una apretada economía de elementos espectaculares, con
predominio de las imágenes de la vida cotidiana. Por ejemplo, en ‘La casa deshabitada’
bastan las ventanas cerradas de una casucha ruinosa en medio de los ricos palacios del
Unter den Linden, un brazo de mujer y luego un rostro de muchacha que asoman, para crear
una expectación llena de misterio: tanto mayor por cuanto estos movimientos no son
observados directamente, sino que se reflejan en un espejillo cualquiera que adquiere la
función de espejo mágico.

La ejemplificación más clara de estas dos direcciones podemos encontrarla en Poe.


Sus cuentos más típicos son aquellos en los que una muerta vestida de blanco y
ensangrentada sale del féretro en una casa oscura cuyo fastuoso mobiliario respira un aire
de disolución. ‘La caída de la casa Usher’ constituye la más rica elaboración de este tipo.
Pero tomemos ‘El corazón revelador’: las sugestiones visuales, reducidas al mínimo, se han
concentrado en un ojo abierto de par en par en la oscuridad, y toda la tensión se centra en el
monólogo del asesino. (…)”.

4) JULIO CORTÁZAR, “El sentimiento de lo fantástico”.

“(…) Ese sentimiento de lo fantástico, como me gusta llamarle, porque creo que es
sobre todo un sentimiento e incluso un poco visceral, ese sentimiento me acompaña a mí
desde el comienzo de mi vida, desde muy pequeño, antes, mucho antes de comenzar a
escribir, me negué a aceptar la realidad tal como pretendían imponérmela y explicármela
mis padres y mis maestros. Yo vi siempre el mundo de una manera distinta, sentí siempre,
que entre dos cosas que parecen perfectamente delimitadas y separadas, hay intersticios por
los cuales, para mí al menos, pasaba, se colaba, un elemento, que no podía explicarse con
leyes, que no podía explicarse con lógica, que no podía explicarse con la inteligencia
razonante.

Ese sentimiento, que creo que se refleja en la mayoría de mis cuentos, podríamos calificarlo
de extrañamiento; en cualquier momento les puede suceder a ustedes, les habrá sucedido, a
mí me sucede todo el tiempo, en cualquier momento que podemos calificar de prosaico, en
la cama, en el ómnibus, bajo la ducha, hablando, caminando o leyendo, hay como pequeños
paréntesis en esa realidad y es por ahí, donde una sensibilidad preparada a ese tipo de
experiencias siente la presencia de algo diferente, siente, en otras palabras, lo que podemos
llamar lo fantástico. Eso no es ninguna cosa excepcional, para gente dotada de sensibilidad
para lo fantástico, ese sentimiento, ese extrañamiento, está ahí, a cada paso, vuelvo a
decirlo, en cualquier momento y consiste sobre todo en el hecho de que las pautas de la
lógica, de la causalidad del tiempo, del espacio, todo lo que nuestra inteligencia acepta
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desde Aristóteles como inamovible, seguro y tranquilizado se ve bruscamente sacudido,
como conmovido, por una especie de, de viento interior, que los desplaza y que los hace
cambiar. (…)”.

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