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TEMA:

EDUCACION EN LA ETICA Y
DEMOCRACIA EN LA ETICA

PROFESOR:

 JAVIER CHARAJA GAMERO

INTEGRANTE:

 Guzman Ñiquen Robert


EDUCACION EN LA ETICA
La educación ética es un tipo de educación que contempla diversos aspectos de
la ética. Cada sociedad forma una idea de aquello en que consiste la riqueza del
hombre y cual vida es digna o indigna de llamarse humana. La educación en ética
adquiere, por esta razón, marcos que atrapan la sociedad en su conjunto y, esto
va, desde lo axiológico, pedagógico, psicológico, ideológico y lo sociocultural,
entendiendo en este último contexto la educación en la comunidad y más
específico en la familia. Juegan un importante papel las instituciones y
organizaciones, así como los medios de difusión masiva. La educación en ética
incluye la educación en valores aunque no la agota. Ella necesita enfocar su
contenido a garantizar un modo de vida digno, acentuando su función en el
enriquecimiento de la vida espiritual del hombre. La educación en ética debe
estructurarse teniendo en cuenta la utilización orgánica del tiempo como criterio de
progreso de la personalidad. La historia de los hombres no es el tiempo, es su
actividad. Por esta razón las políticas orientadas a elevar el bienestar de las
personas no deben encerrar en sí sólo el aumento del nivel de vida sino de
estimular la comunicación y el contacto entre la gente según sus intereses
comunes durante el tiempo libre que deja el trabajo principal.
La educación se propone lograr en las personas un grado de madurez que permita
la realización del individuo dentro de sus mejores posibilidades de ser obrar, de
acuerdo con su vocación integral humana. La función esencial de la educación es
humanizar, es decir, ayudar al hombre a ser verdaderamente humano. La
educación es una actividad humana del orden de la cultura la cual tiene como
finalidad humanizar, sensibilizar y transformar el hombre.

Se comprende entonces que el objetivo de toda educación genuina es el de


humanizar y personalizar al hombre sin desviarlo, antes bien, orientándolo
eficazmente hacia su fin último. La educación resultara más humanizada en la
medida en que más se abra a la trascendencia, es decir la verdad al sumo bien. El
vaticano II sintetiza la noción de educación con estas palabras “la educación se
propone la formación de la persona en orden a su fin último y al bien de la
sociedades, de las que el hombre es miembro en cuyas responsabilidades
participara cuando llega a ser adulto”. Educar es fomentar al hombre desde dentro
para liberarlo de los condicionamientos que pudieran impedir vivir plenamente
como hombre. Personaliza al hombre cuando logra que este desarrolle
plenamente su pensamiento y su libertad, haciéndolo fructificar en hábitos de
comprensión y de comunión con la totalidad del orden real por los cuales el mismo
hombre humaniza su mundo, transforma la sociedad y construye la historia. La
educación en valores se propone ayudar al hombre el proceso de su madurez
espiritual, la sola educación no hace al hombre íntegro, sin embargo ella ha de
prepararlo para su libre decisión en la fe. Los fines de la educación integral
superan el ideal de un equilibrio simplemente humanista, pues busca formación
total del hombre, la naturaleza y gracia, espíritu y cuerpo, interioridad y
exterioridad, individualidad y sociabilidad. La educación moral prepara el hombre
para la realización integral de su vocación como hijo de Dios. El hombre de hoy
necesita una formación integral, es decir, una educación que lo haga más
humano, más persona. Se trata de educarlos en todas las dimensiones una de las
cuales es la espiritualidad, ya que educar integralmente es trabajar porque el
hombre toma conciencia de sus posibilidades, suscitar ideales nobles, motivarlo
constantemente por alcanzar la cima y sobre todo apoyar la búsqueda de mejores
relaciones consigo mismo.

DEMOCRACIA EN LA ETICA

No hay democracia sin ética. Hay, sí, ética sin democracia, pero no democracia
sin ética. La ética es una concepción evaluativa de la vida, un sistema de
creencias o una escala de valores socialmente compartidos, que animan la
interpretación de la realidad y que subyacen a las diferentes formas de
organización institucional que una sociedad decide darse. Concepciones éticas en
este sentido ha habido, naturalmente, muchas, pues todos los seres humanos, en
todas las épocas y lugares, participamos de algún sistema de creencias morales
que da sentido y pone orden a nuestra acción en el mundo. Pero, como es
también evidente, no todas las concepciones éticas han sido democráticas: las
hay jerárquicas, aristocráticas, fundamentalistas, patriarcales, colectivistas. La
democracia, por su parte, es una concepción política sobre el gobierno de la
sociedad que, como todos los sistemas políticos, reposa sobre una definición de lo
que somos como individuos y de los derechos y los deberes que nos
corresponden como tales, es decir, reposa sobre una concepción ética. La
democracia es un producto de la modernidad occidental y no puede entenderse
sin que se tomen en consideración las transformaciones ocurridas en las
concepciones éticas que le sirven de fundamento. Puede haber pues éticas no
democráticas, pero no puede haber una democracia sin ética. Sobre la base de
esta reflexión preguntémonos ahora cuál es esa ética que necesariamente sirve
de sustento a la democracia

El fenómeno de la corrupción se ha expandido por diversos ámbitos, lo que ha


generado un desprestigio de la política y de los políticos, con la consiguiente crisis
de confianza de la ciudadanía. Bajo estas circunstancias, el ideal de la democracia
de materializar una vida buena para la comunidad política resulta difícil. Este
contexto, cada vez más homogéneo en la vida política de los Estados, da pie a la
formación de “democracias corruptas”.
Cuando un Estado descuida la importancia de la ética en la formación de sus
representantes públicos se ponen en marcha los principales motores de la
corrupción: la codicia, la avaricia y el anhelo de poder, enmarcados en una
sociedad de consumo que exacerba el deseo de poseer, acumular riqueza y
obtener placer. Una democracia sin ética desvía su rumbo, se dirige a la
desintegración, a la alteración de esta forma de gobierno. Una democracia que
ignora a la ética puede derivar fácilmente hacía la oligarquía, o peor aún, hacía la
dictadura, sea política o económica.
La ética en democracia es el hilo que teje las relaciones de convivencia, de
armonía entre los miembros de la comunidad. Los valores y principios éticos son
los guías que marcan el rumbo hacia una sana democracia, hacía la madurez del
sistema político.
Analizar de qué manera la ética puede realizar aportaciones al proceso
democrático sin duda puede resultar de interés, no sólo para los analistas o para
los actores políticos sino para la misma comunidad política.
Bajo el título Democracia ética, se abre un abanico muy amplio de posibilidades
para trabajos con este enfoque. Existe la confianza de que los artículos que aquí
se exponen sirvan de estímulo para que otros autores desarrollen nuevos
instrumentos éticos de aplicación práctica que permitan construir un dique de
contención frente a las democracias corruptas.

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