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Y HECHO RELIGIOSO
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C. Márquez, J. I.Vitón
CRISTIANISMO
Y HECHO RELIGIOSO
2013
Esta editorial es miembro de la Unión de Editores Universitarias Españolas UNE,
lo que garantiza la difusión y comercialización de sus publicaciones
a nivel nacional e internacional.
© 2013
ISBN: 978-84-8468-490-9
Depósito Legal: M-22617-2013
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CONTENIDO
Introducción .................................................................................................... 9
7
INTRODUCCIÓN
Esta obra trata de presentar de una forma clara y precisa los elementos
esenciales que configuran el hecho religioso. La obra tiene tres partes y la
lógica de su exposición va del análisis del fenómeno religioso en general a la
presentación de la religión cristiana en particular. En la primera parte, en los
capítulos primero y segundo, analizamos la religión como un hecho social
y humano desde el punto de vista de la sociología y fenomenología de la
religión. Ambas disciplinas nos muestran que ella no es una superestructura
ajena a la naturaleza del hombre en cuanto tal, sino un dato de conciencia
coextensivo con su ser en la historia. El contexto social en el que vivimos,
globalmente considerado, nos muestra que antes que una secularización del
mundo se ha producido una des-secularización. Todavía queda un largo tre-
cho para que la religión encuentre su lugar público en las nuevas sociedades
democráticas, pero este camino de búsqueda y reconfiguración de lo religioso
que se está produciendo hoy es una muestra más de que la religión no es un
elemento del pasado que está llamado a ser superado por medio de la razón
y de la técnica.
Una vez que es analizado el hecho religioso en cuanto tal, en la segunda
parte, en el capítulo tercero, abordamos este hecho religioso en su configu-
ración histórica concreta en las religiones del mundo, siendo conscientes de
otro dato fundamental que pone de relieve la cultura actual: el pluralismo reli-
gioso. Dentro de la pluralidad de religiones exponemos de una forma más de-
tallada en los capítulos cuarto y quinto aquellas que pensamos que tienen un
mayor interés para el lector español: el Budismo y el Islam. Somos conscientes
de la laguna que supone no dedicar una atención especial a dos religiones
como el Hinduismo y Judaísmo, especialmente a esta última, por la gran im-
plicación que tiene en la cultura occidental y por ser la matriz de la religión
cristiana. Pero los límites del curso académico y las razones anteriormente
señaladas nos han obligado a optar por esta solución, desde luego discutible.
Nuestra intención en esta parte no es ofrecer una información exhaustiva de
9
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
10
I
EL HECHO RELIGIOSO
CAPÍTULO 1
EL CONTEXTO RELIGIOSO ACTUAL
UNA APROXIMACIÓN SOCIOLÓGICA
CARMEN MÁRQUEZ BEUNZA
1
H. ZAHRNT, A vueltas con Dios (La teología protestante en el siglo XX), Zaragoza
1972.
13
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
2
M. FERNÁNDEZ DEL RIESGO, La ambigüedad social de la religión, Estella 1997, 294.
14
EL CONTEXTO RELIGIOSO ACTUAL. UNA APROXIMACIÓN SOCIOLÓGICA
3
En 1993 Samuel Huntington publicó un artículo en la revista Foreign Affairs titula-
do The Clash of Civilizations? (traducción castellana: ¿Choque de civilizaciones?, Madrid
2002), que desarrollaría más tarde en la obra The Clash of Civilizations and the Remaking
of World Order, New York 1996 (trad. castellana: El choque de civilizaciones y la recons-
trucción del orden mundial, Barcelona 1997).
4
H. KÜNG, Proyecto de una ética mundial, Madrid 1990.
15
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
5
Cf. F. LENOIR, La metamorfosis de Dios (La nueva espiritualidad occidental), Ma-
drid 2005, 16.
16
EL CONTEXTO RELIGIOSO ACTUAL. UNA APROXIMACIÓN SOCIOLÓGICA
17
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
6
Cf. K. ARMSTRONG, Los orígenes del fundamentalismo (en el judaísmo, el cristianis-
mo y el Islam), Barcelona 2009, 100.
7
Cf. I. SOTELO, «La persistencia de la religión en el mundo moderno», en R. Díaz-
Salazar – S. Giner – F. Velasco (eds.), Formas modernas de religión, Madrid 1994, 44.
18
EL CONTEXTO RELIGIOSO ACTUAL. UNA APROXIMACIÓN SOCIOLÓGICA
19
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
20
EL CONTEXTO RELIGIOSO ACTUAL. UNA APROXIMACIÓN SOCIOLÓGICA
8
Cf. E. VILANOVA, Historia de la teología cristiana, vol. III, Barcelona 1992, 49-53.
9
M. WEBER, La ética protestante o el espíritu del capitalismo, Barcelona 1992. La obra
fue publicada por primera vez en 1901.
21
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
10
Cf. J.M. MARDONES, «Democracia y religión en un mundo laico», en R. Mate – J.A.
Zamora (eds.), Nuevas teologías políticas (Pablo de Tarso en la construcción de Occiden-
te), Madrid 2006, 213-214.
11
Cf. F. LENOIR, La metamorfosis de Dios, o. c., 18-19.
22
EL CONTEXTO RELIGIOSO ACTUAL. UNA APROXIMACIÓN SOCIOLÓGICA
23
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
12
Cf. M. FERNÁNDEZ DEL RIESGO, La ambigüedad social de la religión, o. c., 281.
13
M. GAUCHET, El desencantamiento del mundo. Una historia política de la religión,
Madrid 2005.
14
P. BERGER, Para una teoría sociológica de la religión, Barcelona 1974, 154.
15
J.M. MARDONES, La transformación de la religión, o. c., 23.
24
EL CONTEXTO RELIGIOSO ACTUAL. UNA APROXIMACIÓN SOCIOLÓGICA
16
Cf. J. MARITAIN, Cristianismo y democracia, Buenos Aires 1961, 25-26.
17
Cf. D. HEVIEU-LÉGER, «La religion des Européens: modernité, religion, sécularisation»
en G. Davie – D. Hervieu-Léger (eds.), Identités religieuses en Europe, París 1996, 15-19.
18
P. VALADIER, La Iglesia en proceso (Catolicismo y sociedad moderna), Madrid 1990,
121-122.
19
Cf. J. HABERMAS, Israel o Atenas: ensayos sobre religión, teología y racionalidad,
Madrid 2001, 185.
25
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
profano de ideas religiosas tuvo, según expresión del profesor Fernández del
Riesgo, mucho de «cristianismo laicizado», en un proceso en el que conceptos
teológicos secularizados fueron repensados en un nuevo contexto20.
Algo similar cabe afirmar del ámbito político en el que el propio factor
religioso posibilitó, paradójicamente, la secularización. Desde que en su obra
Teología Política publicada en 1922, Carl Smith postulara que los conceptos
fundamentales de la moderna teoría del Estado son, en realidad, conceptos
teológicos secularizados, la afirmación de las raíces religiosas de la seculariza-
ción política ha sido una tesis recurrente. Defendida por autores diversos, no
le han faltado detractores que, como Hans Blumenberg, argumentan a favor
de la novedad y originalidad del discurso político moderno21. En cualquier
caso, hay que reconocer que el cristianismo, en cuanto portador de una con-
cepción de la política que desacraliza el poder y el Estado y marca la diferencia
entre el orden político y el orden religioso, entre lo que corresponde a Dios
y lo que corresponde al César, crea un poderoso germen de secularización
permitiendo, sin menosprecio de las otras fuentes del espíritu democrático
moderno, hablar de raíces cristianas de la democracia22.
De todo lo dicho cabe extraer dos conclusiones: la primera, que la laicidad
que caracteriza a la sociedad postsecular es tanto una secularización o eman-
cipación respecto a la religión cuanto una forma secularizada de la religión23;
la segunda postula la compatibilidad entre la fe cristiana y una autonomía ilus-
trada bien entendida y sostiene que el reconocimiento de las raíces culturales
y religiosas de la identidad europea no es incompatible con el reconocimiento
del carácter laico de los ordenamientos constitucionales modernos24.
20
Cf. M. FERNÁNDEZ DEL RIESGO, ¿Secularismo o secularidad?, o. c., 98.
21
H. BLUMENBERG, The Legitimacy of the Modern Age, Cambridge 1985. Blumenberg de-
fiende que en el paso del mundo cristiano-medieval al mundo moderno no estamos ante una
trasposición de verdades teológicas a moldes laicos, sino ante la sustitución de una cultura,
con sus preguntas y respuestas, por otra. La cultura moderna no sería heredera de la religión
sino de una tradición secular que se reveló ya en el enfrentamiento al mito gnóstico.
22
Cf. R. DÍAZ-SALAZAR, Democracia laica y religión pública, o. c. 16.
23
Cf. R. MATE, «La religión en una sociedad postsecular» en R. Díaz-Salazar et al., Reli-
gión y laicismo hoy, Madrid 2010, 108.
24
Cf. M. FERNÁNDEZ DEL RIESGO, ¿Secularismo o secularidad?, o. c., 99-100.
26
EL CONTEXTO RELIGIOSO ACTUAL. UNA APROXIMACIÓN SOCIOLÓGICA
25
T. LUCKMANN, La religión invisible, Salamanca 1973.
26
P. BERGER, Una gloria lejana (la búsqueda de fe en época de incredulidad), Barce-
lona 1994, 45-47.
27
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
27
D. BELL, «The return of the Sacred? The Argument on the Future of Religion»: British
Journal of Sociology 4 (1977) 419-449.
28
G. KEPEL, La revancha de Dios, Madrid 1991; M. E. MARTY – R. S. APPLEBY (eds.), The
Fundamentalism Project, 5 vols., Chicago 1991-1995.
29
J. CASANOVA, Religiones públicas en el mundo moderno, Madrid 2000.
30
Cf. P. BERGER, «Globalización y religión»: Iglesia Viva 218 (2004) 63-72.
28
EL CONTEXTO RELIGIOSO ACTUAL. UNA APROXIMACIÓN SOCIOLÓGICA
31
. J. CASANOVA, Religiones públicas en el mundo moderno, o. c., 33.
32
Cf. Ibid., 111. Por su parte, L. González-Carvajal recoge los siguientes significados
asignados al término «secularización»: secularización como sinónimo de eclipse de lo sa-
grado; secularización como sinónimo de autonomía de lo profano; secularización como
sinónimo de privatización de la religión; secularización como sinónimo de retroceso de
las creencias y prácticas religiosas; y secularización como mundanización de las Iglesias
mismas. Cf. L. GONZÁLEZ-CARVAJAL, Cristianismo y secularización, Santander 2003, 11-12.
33
Sirva, a modo de ejemplo, la siguiente obra: P. BERGER – G. DAVIE – E. FOKAS, Religious
America, secular Europe?, Farnham 2008.
29
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
34
Las diferencias entre la Ilustración francesa y la americana han sido estudiadas en
profundidad por G. Himmelfarb en su obra The Roads to Modernity: The Brithish, French
and American Enlightenments (Nueva York 2004).
35
R. BELLAH, «Civil Religion in America», en R. Richey – D. Jones (eds.), American Civil
Religion, New York 1974, 21-44. El texto de Bellah apareció publicado por primera vez en
1967 en la revista Daedalus.
30
EL CONTEXTO RELIGIOSO ACTUAL. UNA APROXIMACIÓN SOCIOLÓGICA
36
S. MEAD, «The “Nation with the Soul of a Church”», en R. Richey – D. Jones (eds.),
American Civil Religion, o.c., 45-75.
31
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
37
Cf. J. MARTÍNEZ, Ciudadanía, migraciones, religión, Madrid 2007, 391-392.
32
EL CONTEXTO RELIGIOSO ACTUAL. UNA APROXIMACIÓN SOCIOLÓGICA
38
Cf. L. GONZÁLEZ-CARVAJAL, «Laicismo y laicidad» en E. Estévez – F. Millán (eds.), Soli
Deo Gloria, Madrid 2006, 217-232.
39
Ibid., 222.
40
Cf. N. SARKOZY, La República, las religiones, la esperanza, Madrid 2006, 24; B. STAS-
SI, «Informe para el Presidente de la República. Comisión de reflexión sobre la aplicación
del Laicismo en la República» en P. de Blas (coord.), Laicidad, educación y democracia,
Madrid 2005, 183-240.
33
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
tación. Durante algo más de un siglo las fuerzas directrices de las democracias
modernas renegaron del Evangelio y el cristianismo en nombre de la libertad
humana, mientras las fuerzas directrices de las capas sociales católicas com-
batían las aspiraciones democráticas en nombre de la religión41. El Concilio
Vaticano II (1962-1965) realizó, en ese sentido, una importante contribución,
sentando las bases que permitían superar los conflictos históricos del pasado y
abriendo la vía para un replanteamiento de las relaciones entre la Iglesia y los
Estados Modernos. En él la Iglesia proclamó el principio de la libertad religio-
sa, defendió una teonomía compatible con la autonomía humana y aceptó una
secularidad legitimable en términos cristianos. Sin emplear el término «secula-
rización», reconoció la «justa autonomía de las realidades terrenas» (Gaudium
et spes 36), no como una forma de hacer concesiones, sino proclamando que
el origen de esta autonomía se encuentra en «la creación», en virtud de la cual
«todas las cosas están dotadas de consistencia, verdad y bondad propia y de
un propio orden regulado». Esta nueva comprensión del mundo en clave de
«justa autonomía» buscaba superar las afirmaciones presentes en la historia
de la Iglesia sobre la potestad del poder espiritual sobre el temporal, ya fuera
de forma directa (siglos XII-XIV) o indirecta (hasta comienzos del siglo XX). Se
abría con ello una vía de acercamiento y avance en la relación entre política
y religión. Sobre esta base se apunta hacia una sana laicidad alejada tanto del
confesionalismo como de un laicismo que no reconoce dimensión religiosa
en la vida humana y rechaza la organización social de la religión, y se aboga
por una auténtica laicidad que, respetando la autonomía de los diversos ór-
denes sociales, sea capaz de reconocer la realidad del hecho religioso en las
sociedades plurales.
Sin duda, una de las cuestiones debatidas hoy, tanto en ámbitos religiosos
como en el marco de la filosofía política, es la relativa a la incorporación de la
religión al espacio de la democracia moderna. Lejos de resolverse, la pregunta
por la compatibilidad entre los valores religiosos y los valores democráticos si-
gue todavía abierta para muchos: ¿son compatibles la democracia laica y la reli-
gión pública?, ¿puede contribuir la religión al consenso público y enriquecer la
vida pública en el marco de una sociedad pluralista?, ¿o acaso la laicidad de la
democracia y del Estado reclama la privatización de la religión y su expulsión
de la vida pública, tal y como ha venido propugnando el liberalismo político?
Estamos ante la difícil problemática de la dimensión pública de la religión, cu-
yo análisis suele plantearse a partir de la obra de dos grandes personalidades
41
G. PIETRI, El catolicismo desafiado por la democracia, Santander 1999, 25-26.
34
EL CONTEXTO RELIGIOSO ACTUAL. UNA APROXIMACIÓN SOCIOLÓGICA
42
Un análisis más detenido exigiría mayor atención a la evolución que se observa en
el pensamiento de Rawls en este punto entre su obra Teoría de la justicia (1971) y Libe-
ralismo político (1993).
43
Cf. J. MARTÍNEZ, Ciudadanía, migraciones y religión, o. c., 440. Para una visión crí-
tica de este aspecto del liberalismo político, véase: J. MARTÍNEZ, «La religión en la vida pú-
blica: debate con el liberalismo político contemporáneo»: Estudios Eclesiásticos 70 (1999)
35-72; ID., Religión en público. Debate con los liberales, Madrid 2012.
44
Cf. R. DÍAZ-SALAZAR, Democracia laica y religión pública, o. c., 19.
35
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
Una de las voces más autorizadas que se han pronunciado en ese sentido
ha sido la del filósofo alemán Jürgen Habermas (1929-). Habermas aboga
por la pertinencia de que, en el marco de las sociedades postseculares, la
democracia preste oído a los discursos religiosos. A su juicio, el intento
de privatización de las creencias religiosas por parte del Estado carece de
legitimidad en un Estado democrático liberal. Ante la pregunta por el papel
que les está permitido desempeñar a las tradiciones religiosas en la socie-
dad civil y en la esfera política pública, Habermas se muestra partidario de
rescatar las posibilidades éticas de la religión. Insiste en la necesidad actual
de un diálogo entre creyentes y no creyentes que ayude a profundizar en
los presupuestos de la convivencia democrática y a superar los enfrenta-
mientos desestabilizadores entre las imágenes naturalistas del mundo y el
protagonismo proclive al fundamentalismo de las ortodoxias religiosas. En
ese sentido, Habermas invita a «entender el proceso de secularización cul-
45
Existen tres posibles formas de presencia pública de la religión: puede, en primer
lugar, darse una presencia pública en el nivel del Estado, como ocurre en algunos países
islámicos; en segundo lugar, puede haber presencia pública en el nivel de la política de
los partidos, al modo de los partidos demócrata-cristianos; por último, cabe una presencia
pública de la religión en la sociedad civil. Cf. L. GONZÁLEZ-CARVAJAL, Cristianismo y seculari-
zación, o. c., 81-84.
46
Cf. J. MARTÍNEZ, Ciudadanía, migraciones y religión, o. c., 451.
47
R. MATE, «Religión o laicidad» en P. de Blas (coord.), Laicidad, educación y demo-
cracia, o. c., 36.
36
EL CONTEXTO RELIGIOSO ACTUAL. UNA APROXIMACIÓN SOCIOLÓGICA
tural y social como un doble proceso de aprendizaje, que fuerce tanto a las
tradiciones de la Ilustración como a las enseñanzas religiosas a una reflexión
sobre sus respectivos límites»48.
48
J. HABERMAS – J. RATZINGER, Dialéctica de la secularización. Sobre la razón y la religión,
Madrid 2006, 26. A este respecto véase el importante discurso de Benedicto XVI: «Discurso en
su visita al Parlamento Federal Alemán» en Id., Discursos en Berlín, Erfurt y Friburgo, Madrid
2011, 17-26.
37
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
49
J. L. ARANGUREN, «La religión hoy», en R. DÍAZ-SALAZAR – S. GINER – F. VELASCO (eds.),
Formas modernas de religión, o. c., 21.
50
Ibid., 36.
51
J. M. MARDONES, Para comprender las nuevas formas de la religión, Estella 1994, 56.
52
D. HERVIEU-LÉGER, La religión, hilo de memoria, Barcelona 2005, 54.
38
EL CONTEXTO RELIGIOSO ACTUAL. UNA APROXIMACIÓN SOCIOLÓGICA
53
Ibid., 256.
39
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
54
Cf. F. LENOIR, La metamorfosis de Dios, o. c., 47.
55
Ibid., 49.
40
EL CONTEXTO RELIGIOSO ACTUAL. UNA APROXIMACIÓN SOCIOLÓGICA
56
Cf. F. LENOIR, La metamorfosis de Dios, o. c., 36.
57
G. DAVIE, «Believing without Belonging: is this the Future of Religion in Britain?»:
Social Compass 37 (1990) 456-469.
58
J. MARTÍN VELASCO, Ser cristiano en una cultura posmoderna, Madrid 1996, 63.
41
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
religiosa, no siguen sin embargo sus dictados morales ni creen sus artículo de
fe fundamentales. Ambas realidades, como hemos dicho, remiten a la diso-
ciación entre creencia y pertenencia. Así, nos encontramos con el frecuente
fenómeno de una vivencia de la fe cristiana que no se ajusta a las normas
del magisterio. Permanece el sentimiento de pertenencia, pero no se siguen
todos los preceptos morales de la fe cristiana ni se creen todos sus artícu-
los de fe. Con independencia del sentimiento de pertenencia, los individuos
seleccionan, eligen o rechazan aquello que más les conviene. Y no es infre-
cuente encontrar cristianos que afirman creer en la reencarnación, o niegan
la divinidad de Jesús, o percibir la creciente preocupación de la Iglesia ante la
evolución de una concepción de un Dios personal hacia un Dios impersonal
alejado de la tradición cristiana, dando lugar a lo que ha sido definido como
un proceso de «desdogmatización» de la fe, que lleva a un cuarteamiento del
edificio doctrinal católico. Hoy se valora más la noción de adhesión personal
que la de conformidad. Tras este fenómeno se adivina una de las característi-
cas fundamentales del individualismo religioso moderno: la sustitución de la
lógica de la obediencia por una lógica de la responsabilidad. La autoridad de
tipo normativo o dogmático queda descalificada, y la obediencia se remite no
a la institución sino a la propia conciencia. Se sostiene una fe más personal
que colectiva, en la que queda diluido el sentido de incorporación del indivi-
duo a la fe común.
59
Cf. J.M. MARDONES, La transformación de la religión, o. c., 39-40.
60
Ibid., 39.
42
EL CONTEXTO RELIGIOSO ACTUAL. UNA APROXIMACIÓN SOCIOLÓGICA
43
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
61
F. LENOIR, La metamorfosis de Dios, o. c., 218-219.
62
CONSEJO PONTIFICIO PARA LA CULTURA – CONSEJO PONTIFICO PARA EL DIÁLOGO INTERRELIGIO-
SO, “Jesucristo, portador del agua de la vida (una reflexión cristiana sobre la «Nueva Era»)”:
Ecclesia 3163 (2003) 1152-1162 (primera parte del documento) y 3164 (2003) 1189-1199
(segunda parte).
44
EL CONTEXTO RELIGIOSO ACTUAL. UNA APROXIMACIÓN SOCIOLÓGICA
63
Cf. P. BERGER, Una gloria lejana, o. c., 58
64
K. ARMSTRONG, Los orígenes del fundamentalismo, o. c., 348.
45
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
3.1.1. Las sociedades seculares modernas, ¿un contexto propicia para los
fundamentalismos?
65
Cf., Ibid., 19.
66
J.M. MARDONES, «Modernidad», en J.M. MARDONES (dir.), Diez palabras clase sobre
fundamentalismos, Estella 1999, 15.
67
J.M. MARDONES, La transformación de la religión, o. c., 100.
68
U. BECK, La sociedad del riesgo, Barcelona 1998.
46
EL CONTEXTO RELIGIOSO ACTUAL. UNA APROXIMACIÓN SOCIOLÓGICA
69
C. D. HERVIEU-LÉGER, La religión, hilo de memoria, o. c., 267-289.
47
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
70
G. KEPEL, La revancha de Dios, Madrid 21995, 28.
48
EL CONTEXTO RELIGIOSO ACTUAL. UNA APROXIMACIÓN SOCIOLÓGICA
tes de Estados Unidos. Los autores de este viraje, procedentes de las capas
educadas de la sociedad, creen que la Modernidad producida por una razón
sin Dios no ha sabido engendrar valores y exigen el vínculo religioso como
fundamento del sistema social.
71
J. BOSCH, «Protestantismo», en J.M. MARDONES (dir.), Diez palabras clave sobre fun-
damentalismos, 152.
49
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
De lo dicho hasta ahora podemos deducir los dos rasgos característicos del
fundamentalismo religioso. En primer lugar, la búsqueda de certeza y seguri-
dad. Junto a la mayoritaria tendencia de individuos que viven su religiosidad
en un marco de aceptación de la incertidumbre, la pluralidad de verdades y
de sistemas de sentidos, se alza lo que Scott Appleby ha definido como «re-
ligión fuerte» (strong religion), aquella que busca certezas, verdades claras y
evidentes, referencias estables y validación comunitaria o institucional de la
creencia.
En segundo lugar, el literalismo bíblico. El documento de la Iglesia Católica
La interpretación de la Biblia en la Iglesia se ha referido en los siguientes
términos al significado y alcance de la lectura fundamentalista de la Biblia:
«La lectura fundamentalista parte del principio de que, siendo la Biblia Pala-
bra de Dios inspirada y exenta de error, debe ser leída e interpretada literal-
mente en todos sus detalles (…) Aunque el fundamentalismo tenga razón
de insistir sobre la inspiración divina de la Biblia, la inerrancia de la Palabra
de Dios, y las otras verdades bíblicas incluidas en los cinco puntos funda-
mentales, su modo de presentar estas verdades se enraíza en una ideología
72
J.M. MARDONES, La transformación de la religión, o. c., 93-94.
50
EL CONTEXTO RELIGIOSO ACTUAL. UNA APROXIMACIÓN SOCIOLÓGICA
que no es bíblica, a pesar de cuanto digan sus representantes. Ella exige una
adhesión incondicionada a actitudes doctrinarias rígidas e impone, como
fuente única de enseñanza sobre la vida cristiana y la salvación, una lectura
de la Biblia que rehúsa todo cuestionamiento y toda investigación crítica
(…) El fundamentalismo insiste también, de un modo indebido, sobre la
inerrancia de los detalles en los textos bíblicos, especialmente en materia
de hechos históricos, o de pretendidas verdades científicas. Frecuentemen-
te considera como histórico lo que no tenía pretensión de historicidad,
porque incluye en tal categoría cuanto es referido y narrado con verbos en
pretérito, sin la atención necesaria a la posibilidad de un sentido simbólico
o figurativo (…) El fundamentalismo tiene también una gran estrechez de
puntos de vista, porque considera conforme a la realidad una cosmología
antigua superada, solamente porque se encuentra superada en la Biblia.
Esto impide el diálogo con una concepción más amplia de la relación entre
la cultura y la fe. Se apoya sobre una lectura no crítica de algunos textos
de la Biblia para confirmar ideas políticas y actitudes sociales marcadas por
prejuicios, racistas, por ejemplo, y completamente contrarias al evangelio
cristiano»73.
73
PONTIFICIA COMISIÓN BÍBLICA, La interpretación de la Biblia en la Iglesia, Madrid
1994, 68-69.
51
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
52
EL CONTEXTO RELIGIOSO ACTUAL. UNA APROXIMACIÓN SOCIOLÓGICA
moderado grupo eclesial está en la base del relativismo que deberá tenerse
en cuenta a la hora de la aplicación del término «secta»74.
En uno de los intentos más exitosos de definir el concepto «secta», los
sociólogos M. Weber y E. Troeltsch acuñaron, a comienzos del siglo XX, la con-
traposición iglesia/secta como modelo de referencia para encuadrar o tipificar
a cualquier grupo religioso existente. En su tipología, todo grupo religioso
aparecía catalogado como «iglesia» o como «secta» según el modelo de socia-
lización religiosa que siguiesen: la socialización tipo secta se caracterizaba por
el compromiso voluntario, la autoridad carismática y la ruptura con el mundo;
la socialización tipo iglesias se caracterizaba por el hecho de que se nace en
ella, la existencia de una autoridad de tipo institucional y el compromiso con
el mundo. El panorama religioso actual muestra, sin embargo, la insuficiencia
de tal categorización, pues nos encontramos con fenómenos religiosos que
difícilmente pueden ser catalogados bajo uno de esos dos apelativos (iglesia o
secta). La solución ha llegado, lo hemos dicho ya anteriormente, mediante el
empleo de una nueva terminología religiosa (NMR, nuevos «cultos», «espiritua-
lidades», religiosidad marginal, etc.). Sin embargo no es infrecuente encontrar
formulado junto el binomio «sectas y nuevos movimientos religiosos». Este
dato apunta hacia un dato innegable: la dificultad de catalogar a determinados
grupos ubicados en ese espacio de intersección en el que las fronteras entre
ambos se desdibujan. Las características que acompañan a muchos de estos
nuevos grupos las hacen difícilmente asimilables a los grupos tradicionalmen-
te considerados como «sectas». Por ejemplo, muchas de las nuevas «sectas» no
proceden ya directamente de una religión histórica. Son puro producto de la
globalización, de la mezcla de culturas religiosas.
A la hora de realizar una tipología del fenómeno sectario, se siguen distin-
tos criterios de clasificación (según la conflictividad, criterio doctrinal, según
las actitudes que muestren frente al mundo, atendiendo al tipo de oferta de
«salvación», etc.). Quizás uno de los más clarificadores es la clasificación según
el origen. Siguiendo ese criterio se distinguen tres grupos: sectas de origen
cristiano, entre las que se sitúan grupos como los mormones, adventistas o
los Testigos de Jehová; sectas de origen oriental y cultos autóctonos, como
los Hare Krishna, Ananda Marga, la Misión de la Luz Divina o el Candomblé; y
sectas de origen esotérico y del «potencial humano», como la Nueva Acrópo-
lis, la Cienciología, la Nueva Era, los Gnósticos o el Movimiento Raeliano75.
Uno de los mayores problemas reside en la dificultad para gestar una de-
finición de «secta» que sea asumida por todos de manera unánime, obsta-
74
Cf. J. BOSCH, «Sectas», en C. FLORISTÁN y J.J. TAMAYO (eds.), Conceptos fundamentales
del cristianismo, 1275.
75
Un exposición detallada de esta tipología puede verse en: J. BOSCH, Para compren-
der las sectas, Estella 1996, 49-114.
53
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
76
F. LENOIR, La metamorfosis de Dios, o. c., 123.
77
Cf.M. DÍAZ – M.I. ALFONSO – G. GARCÍA, «Los Nuevos Movimientos Religiosos ante la
Ley y la Jurisprudencia. (Comentario a la Sentencia del Tribunal Constitucional 46/2001,
de 15 de febrero)»: Anales de Derecho 20 (2002), 221-248. El artículo ofrece una excelente
panorámica del tratamiento jurídico de las sectas y NMR.
54
EL CONTEXTO RELIGIOSO ACTUAL. UNA APROXIMACIÓN SOCIOLÓGICA
BIBLIOGRAFÍA
78
El documento puede consultarse en: J. BOSCH, Para comprender las sectas, o.c.,
247-253.
55
CAPÍTULO 2
FUNDAMENTACIÓN DEL HECHO RELIGIOSO
APROXIMACIÓN DESDE LA FENOMENOLOGÍA
DE LA RELIGIÓN
SILVIA BARA BANCEL
INTRODUCCIÓN
57
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
La palabra «religión» viene del latín religio y para los romanos significaba,
en primera instancia, el conjunto rituales debidos a los dioses para obtener su
protección y ayuda. La etimología de la palabra no es segura. CICERÓN (106-43
a.C.) pone en relación el término «religión» con el verbo relegere (tratar con
diligencia, leer atentamente, repasar escrupulosamente) y afirma: «Aquellos
que retomaban diligentemente y de alguna manera reconsideraban (relege-
rent) todo lo relativo a los dioses, esos son llamados religiosi»1. Así «religión»
significaría la cuidadosa observancia de los deberes del ciudadano en el cul-
to a los dioses de la Ciudad-Estado. Más tarde, el autor cristiano LACTANCIO
(250-325 d.C.) hace derivar el vocablo religio de religatio, sustantivación del
verbo religare, que significa «religar», «vincular», «atar»: «El nombre religión
–afirma Lactancio– ha sido derivado del lazo de la piedad, por el que Dios liga
al hombre consigo y le ata a sí por la piedad»2. Lo propio de la religión sería,
por tanto, la vinculación del ser humano a la divinidad.
1
De natura Deorum, II, 28,78. Citado en J. MARTÍN VELASCO, Introducción a la feno-
menología de la religión, Madrid 72006, 406.
2 Divinae Instititiones, IV, 28,12. Citado en J. MARTÍN VELASCO, o. c. (nota 1), p.407. Cf.
también J. FERRATER MORA, Religión, en ID., Diccionario de Filosofía t.4, Madrid 71990, 2834.
58
FUNDAMENTACIÓN DEL HECHO RELIGIOSO
Más allá de estas definiciones, los sujetos de las distintas religiones entien-
den de distinto modo lo que viven3:
El hinduismo es designado en sus escritos, y vivido por los hindúes, como
sanatana dharma («ley u orden eterno» en sánscrito), es decir, aquello que
gobierna el mundo y mantiene el ser de las cosas, haciéndolas ser lo que son.
Es lo que sustenta toda la sociedad, el sistema de castas, la moralidad, los
estadios de la vida humana.
En cuanto al budismo, los primeros estudiosos occidentales lo plantearon
como una religión atea, o como una filosofía, pues no tenían una definición
de religión suficientemente amplia, que incluyera la manera budista de en-
tender la trascendencia como «silencio», como «vacío», en tanto que absoluto
respeto al Misterio. El budismo se entiende a sí mismo como «sistema, orden,
o camino» (Dhamma en pali, que deriva del sánscrito dharma). Este con-
cepto aparece en el canon pali con cuatro significados: 1º la ley, los deberes
y obligaciones de cada miembro de la sociedad budista; 2º la enseñanza del
Buda; 3º lo absoluto, la verdad absoluta, que en última instancia se encuentra
en la enseñanza del Buda. Hay un cuarto significado del vocablo dhamma
con minúscula, en sentido de «cosa», «propiedad o característica», «cualidad».
Según la enseñanza budista, puede haber «cosas condicionadas» (sankhata
dhamma) y «cosas no condicionadas» (asankhata dhamma), y la persona
que no se apega a lo condicionado y sigue la enseñanza del Buda puede re-
3
Cf. M. ENDERS, Ist ‘Religion’ wirklich undefinierbar? Überlegungen zu einem in-
terreligiös verwendbaren Religionsbegriff, en M. ENDERS y H. ZABOROWSKI (ed.), Phäno-
menologie der Religion. Zugänge und Grundfragen, Freiburg – München 2004, 78-84; cf.
también J. MARTÍN VELASCO, o. c. (nota 1), 403-404.
59
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
4
Cf. J. MARTÍN VELASCO, Introducción a la fenomenología, o. c., 405-409.
60
FUNDAMENTACIÓN DEL HECHO RELIGIOSO
61
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
5
Se fue a vivir a Inglaterra, donde enseñó y publicó sus obras, como Introduction to
the science of Religion, London 1873. Tradujo asimismo las Upanishad y el RigVeda, textos
sagrados del hinduísmo, del sánscrito al inglés. Según Müller, «el que no conoce más que
su religión, no conoce ninguna».
62
FUNDAMENTACIÓN DEL HECHO RELIGIOSO
6
C. DOMÍNGUEZ MORANO, El psicoanálisis freudiano de la religión, Madrid 1991; ID.,
Psicoanálisis y religión: diálogo interminable, Madrid 2001.
7
Cf. J. MARTÍN VELASCO, Introducción a la fenomenología, o.c., 77.
63
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
8
Cf. J. MARTÍN VELASCO, Introducción a la fenomenología, o.c., 17-44.
64
FUNDAMENTACIÓN DEL HECHO RELIGIOSO
9
Les formes élémentaires de la vie religieuse, PUF, Paris 51968 (11912), 65. Citado en
J. MARTÍN VELASCO, Introducción a la fenomenología, O.C., 5.
65
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
66
FUNDAMENTACIÓN DEL HECHO RELIGIOSO
10
R. OTTO, Lo santo. Lo racional y lo irracional en la idea de Dios, Madrid 2005.
11
Cf. Ibid., 21.
12
M. ELIADE, Lo sagrado y lo profano, Madrid 1967.
67
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
2. 3. Fenomenología de la religión13
13
J. MARTÍN VELASCO, Introducción a la fenomenología, o. c., 45-71 y 423-436.
68
FUNDAMENTACIÓN DEL HECHO RELIGIOSO
69
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
70
FUNDAMENTACIÓN DEL HECHO RELIGIOSO
14
Cf. LL. DUCH, Religión y mundo moderno. Introducción al estudio de los fenóme-
nos religiosos, Madrid 1995, 162-168.
15
Algunos autores plantean una relación de complementariedad entre historia de
las religiones y fenomenología, como el historiador italiano de la religión Rafaele Petta-
zzoni o el español Lluís Duch. También existen autores, entre los cultivadores de las
ciencias de la religión que han acusado a la fenomenología de la religión de deslizarse
hacia una teología encubierta o hacia la filosofía. Asimismo, su método ha sido cuestio-
nado por autores con una visión «reduccionista» de la ciencia, que consideran que sólo
es científico lo puramente objetivo. Cf. J. MARTÍN VELASCO, Introducción a la fenomeno-
logía, o. c., 423-459.
71
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
16
G. VAN DER LEEUW, Fenomenología de la religión, México 1964.
17
Ibid., 13.
72
FUNDAMENTACIÓN DEL HECHO RELIGIOSO
manifestaciones
representaciones
vivencias
Dios revelado
Dios escondido
18
F. HEILER, Erscheinungsformen und Wesen der Religion, Stuttgart 1961.
73
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
19
La exposición que se realiza a continuación está tomada de J. MARTÍN VELASCO, Intro-
ducción a la fenomenología, o. c., 85-245 y 558-574.
74
FUNDAMENTACIÓN DEL HECHO RELIGIOSO
Ámbito de lo sagrado
Mediaciones
75
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
76
FUNDAMENTACIÓN DEL HECHO RELIGIOSO
77
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
3.3.2. El Misterio
78
FUNDAMENTACIÓN DEL HECHO RELIGIOSO
20
C. MARTÍN (ed.), Upanisad. Con los comentarios de Sankara, Madrid 2001, 43.47.50.
El Absoluto es distinto de todas las cosas, que se manifiestan, que son limitadas, mortales,
llenas de sufrimiento. Pero también es distinto de lo desconocido, pues no se trata de algo
que hay que obtener. No comprenden lo Absoluto los que creen comprenderlo a través
de un conocimiento conceptual; sólo aquellos que lo han descubierto en ellos mismos, lo
comprenden.
79
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
«No podemos hablar de ella [la Causa suprema o Dios] ni entenderla. […]
No es ninguna de las cosas que son ni de las que no son. […] Absolutamente
nada se puede afirmar ni negar de ella. […] Y toda negación se queda corta
ante la trascendencia de quien es absolutamente simple y despojado de toda
limitación. Nada puede alcanzarlo»21.
t .JTUFSJPUSFNFOEPZGBTDJOBOUF
Estas expresiones, propuestas por Rudolf Otto, se refieren a la experiencia
de sobrecogimiento, de asombro, temor y temblor que provoca la despropor-
ción entre el Misterio y el ser humano (el Misterio como tremendo), pero no
en un sentido de miedo ante una amenaza o un peligro para el ser humano.
Al mismo tiempo, el Misterio se presenta como fascinante, y suele provocar
una atracción irresistible, una alegría profunda, paz y serenidad, una actitud
de confianza… Se puede ver un ejemplo de cómo el Misterio es percibido
21
«Teología mística c.5», en T. H. MARTÍN-LUNAS (ed.), Obras completas del Pseudo-
Dionisio Areopagita (BAC 511), Madrid 21995, 379-380.
22
Cf. por ejemplo, «Sermón alemán 83», en N. LARGIER (ed.), Meister Eckhart, Predig-
ten und Traktate (Bibliothek des Mittelalters), Frankfurt am Main 1993, 190.
80
FUNDAMENTACIÓN DEL HECHO RELIGIOSO
t &M.JTUFSJPDPNPMBSFBMJEBETVQSFNB
Ante la enorme trascendencia y desproporción del Misterio el sujeto se
siente pequeño y anonadado, y lo reconoce como lo más grande, como la
realidad suprema, como aquello que está por encima de todo ser (supremacía
ontológica). Un ejemplo de ello son los símbolos empleados para el Misterio,
que expresan lo inaccesible al ser humano: el cielo, el firmamento, el sol… O
también nombres como «altísimo», «el primero», «omnipotente», «el Existente
por Sí Mismo» (el nombre árabe Al-Qaiium), Yahvé, que significa «Yo soy el
que soy» (Ex 3,14), etc.
t &M.JTUFSJPDPNP#JFOTVNP
Asimismo, el Misterio aparece como aquello que presenta el mayor valor
(superioridad axiológica), como aquello que vale por sí mismo y del cual pro-
cede el valor de todas las cosas. De ahí que se le designe como el Bien y se
le atribuyan nombres que indican que es algo enormemente valioso, lo más
valioso: «sumo Bien», «el Justo», «el que vale la pena» (el nombre árabe Al
Hameed), o también «Hermosura» o «Belleza».
t &M.JTUFSJPDPNP4BOUJEBEZ.BKFTUBE
Al mismo tiempo, frente al Misterio el sujeto descubre que no está a la
altura y se siente indigno y pecador. Tiene conciencia de la enorme distancia
81
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
82
FUNDAMENTACIÓN DEL HECHO RELIGIOSO
83
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
b. La actitud salvífica
Todas las religiones aparecen como anuncio de salvación, de liberación,
como buena noticia; y en todas ellas la salvación consiste en un proceso que
consta de tres elementos sucesivos:
1º. La toma de conciencia de una situación negativa en la que el sujeto se
encuentra, situación de perdición que la salvación viene a remediar, a redimir.
Se trata de un mal radical que impide al ser humano realizarse con plenitud, y
que ha sido descrito por las religiones de diversas formas. El mal ha aparecido
como situaciones de enfermedad, de dolor o muerte; o como un ser maligno
84
FUNDAMENTACIÓN DEL HECHO RELIGIOSO
23
Cf. Catecismo de la Iglesia Católica n.1849, Madrid 1992, p.416-417.
24
J. MARTÍN VELASCO, Introducción a la fenomenología, o. c., 165.
85
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
o un tiempo, sino del encuentro definitivo con Dios, en el que «Dios será
todo en todos» (1Cor 15,28). Una expresión de esta convicción es la idea de
la supervivencia del ser humano después de la muerte en relación con la sal-
vación religiosa, la obtención de una vida enteramente diferente –presentada
de diversas formas, como nirvana, resurrección, inmortalidad–que va más allá
de una mera continuación de la vida terrena.
Lo contrario de la salvación es «la perdición», el fallo total del propio des-
tino, de la orientación y el sentido de la propia vida, en una existencia que
carece de valor.
3º. Por último, toda religión presenta la salvación como don de la divini-
dad y fruto de la gracia. La salvación, la felicidad plena de la propia realización,
no es producida por el esfuerzo del ser humano, sino es fruto de la donación
del Misterio.
86
FUNDAMENTACIÓN DEL HECHO RELIGIOSO
25
M. ELIADE, Lo sagrado y lo profano, Madrid 1967, 19. Según la descripción del he-
cho religioso propuesta por Martín Velasco –que considera lo sagrado como la atmósfera
que lo envuelve todo, pero no como sinónimo del Misterio–, el término más adecuado
para denominar las mediaciones «objetivas» no sería el de «hierofanía» (manifestación de
lo sagrado) sino el de «misteriofanías» (manifestaciones del Misterio).
26
M. ELIADE, Tratado de historia de las religiones, Madrid 32000, 77.
87
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
Además de los fenómenos naturales (1º), hay otros dos grupos de hiero-
fanías en las religiones: los acontecimientos de la historia (2º), como en el
caso del judaísmo, cuyo lugar de encuentro principal con Dios tiene lugar en
la historia religiosa de Israel, y la persona humana (3º), como en el caso del
cristianismo, cuya hierofanía central es Jesucristo.
Se puede observar cierta correspondencia entre los tipos de hierofanías
de las diversas religiones y las circunstancias socioculturales de la vida de los
pueblos: por ejemplo, en los pueblos nómadas las hierofanías se centran ge-
neralmente en el cielo y el firmamento, que acompaña la vida del nómada; y
tras la revolución del Neolítico y el desarrollo de la agricultura, aparecen las
constelaciones asociadas a la tierra y la fertilidad.
Al analizar cómo se produce una hierofanía, cómo una cosa o un aconte-
cimiento llega a ser revelador de lo divino, se puede constatar que las hie-
rofanías son un caso concreto del fenómeno de los símbolos, son símbolos
religiosos. Los símbolos constituyen un caso más de conocimiento indirecto,
en el que el sujeto toma contacto con una realidad a través de otra, que se
conoce directamente. Lo mismo sucede en los signos o señales (por ejemplo,
las señales de tráfico) y las alegorías (como el emblema de la justicia). Pero
así como en las señales la relación entre significante (la realidad visible) y
significado (la realidad a la que se llega) es arbitraria, en el símbolo existe una
relación natural entre ambos, que se basa en las propiedades del significante,
o hay una vinculación con algún suceso o acontecimiento histórico. Por ejem-
plo, el cielo simboliza al Misterio en muchas religiones porque es la realidad
que está por encima del ser humano y lo envuelve; la cruz simboliza a Jesu-
cristo, porque éste murió crucificado; y un objeto, un reloj o un anillo, puede
simbolizar para alguien la amistad o el amor de una persona, si esa persona se
lo regaló en un momento significativo. El significado de un símbolo siempre
es de otro orden que la realidad del significante, y no se accede a él sino a
través del significante. No sabemos nada de la vida interior de una persona,
de su amistad o su amor, si no es a través de lo que expresa, sus gestos, pala-
bras; pero el amor es algo de otra dimensión que el regalo que lo manifiesta.
En muchas ocasiones lo simbolizado se manifiesta de manera velada y oculta.
Tampoco hay un sentido único, una univocidad, en los símbolos, sino que
pueden transmitir una enorme cantidad de significados.
Las hierofanías son símbolos religiosos que hacen presente una realidad
de otro orden, el Misterio. Pero éste no se convierte en un objeto del mundo,
sino que sigue siendo «totalmente Otro», con una presencia «inobjetiva». Las
diversas realidades del mundo (significantes) adquieren un nuevo significado,
unido a su capacidad de simbolizar y de hacer presente al Misterio. El ser hu-
mano interviene en este «proceso hierofánico» y reconoce en esas realidades
la presencia del Misterio trascendente que le afecta interiormente. El Misterio
se hace presente en el ser humano y en toda la realidad, pero el hombre no
88
FUNDAMENTACIÓN DEL HECHO RELIGIOSO
b. Mediaciones subjetivas
Junto con las mediaciones «objetivas» o hierofanías, en las cuales el Miste-
rio se hace presente, y muy vinculadas a ellas, se encuentran las diversas reali-
dades a través de las cuales el sujeto expresa, vive y realiza su actitud religiosa
de reconocimiento y de entrega ante el Misterio.
Una clasificación de este tipo de mediaciones se basa en las distintas dimen-
siones del sujeto, pues «todo» el ser humano se ve afectado por la presencia
del Misterio, y lo expresa en las distintas facetas de su existencia. Cabe notar,
sin embargo, que las diversas mediaciones están íntimamente interrelacionadas
entre sí y, en algunas ocasiones, se trata de una misma realidad considerada
bajo una perspectiva diversa. Por ejemplo, un texto puede contener una ora-
ción (mediación activa de culto), formar parte de un libro sagrado (mediación
racional), poseer una gran calidad poética (mediación emotiva), etc.
t %JNFOTJÂOFTQBDJBMMPTUFNQMPT
Una dimensión del ser humano es su corporalidad, que le sitúa en el es-
pacio y en el tiempo. Los lugares sagrados o templos son aquellos espacios
en los cuales el ser humano vive una presencia especial del Misterio. Han
adquirido diversas formas en las distintas culturas y religiones: círculos de
piedras, bosques, cavernas, templos abiertos, como los griegos, catedrales,
mezquitas, sinagogas,…
t %JNFOTJÂOUFNQPSBMMBTGJFTUBT
El sujeto religioso organiza el tiempo en torno a momentos privilegiados
de contacto con el Misterio, estableciendo determinadas fiestas. En ellas se
renueva la propia vivencia, actualizando la experiencia originaria al tiempo
que se da consistencia a la vida ordinaria. Así por ejemplo, los budistas cele-
bran el día de Buda, el Wesak, y en él conmemoran el nacimiento de Buda,
su iluminación y también su muerte, en la cual alcanzó el «paranirvana». En
el cristianismo, la fiesta de la Pascua, en la que se celebra la muerte y resu-
rrección de Jesucristo, es el eje del año litúrgico, de la semana (el domingo)
y del día (eucaristía). Los musulmanes, por su parte, celebran dos grandes
fiestas, la «fiesta del sacrificio», conocida también como fiesta del cordero,
que conmemora la fe y el sacrificio de Ibrahim (Abraham), y la fiesta del final
del ayuno de Ramadán; muchos celebran asimismo el día del nacimiento del
profeta Mahoma.
89
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
t %JNFOTJÂOSBDJPOBMNJUPT
EPDUSJOBT
El hombre religioso, cuando vive racionalmente, expresa su respuesta ante
la presencia del Misterio con diversos tipos de mediaciones: de tipo simbó-
lico, como los mitos, o de tipo conceptual, como las doctrinas religiosas: las
confesiones de fe, los dogmas, las teologías.
Según las ciencias de las religiones, los mitos son relatos simbólicos en los
que intervienen actores sobrehumanos, situados en un tiempo primordial
y en un espacio distinto del de la geografía, y se refieren a hechos o expe-
riencias de gran trascendencia para la vida de la comunidad, porque están
relacionados con su origen, su finalidad, su valor, el sentido de las cosas… No
pretenden informar sobre algo, sino ser proclamados en actos rituales que
actualizan lo que sucede en el mito. Tampoco tienen un autor singular, sino
que son transmitidos de generación en generación como parte constitutiva
de la conciencia colectiva.
Un segundo momento en la expresión racional de la actitud religiosa es
la elaboración conceptual de doctrinas religiosas. En los inicios se conden-
san en fórmulas breves, en confesiones de fe empleadas en el culto, que se
van sistematizando hasta elaborar un credo o símbolo de fe. El esfuerzo por
formular el conjunto de la fe de un grupo religioso, en muchas ocasiones
como respuesta a la diversidad de interpretaciones que surgen, da lugar a
los dogmas o expresiones normativas de la fe de una comunidad. Asimismo,
la teología se encargará de elaborar una reflexión sistemática acerca de las
doctrinas religiosas.
En la mayoría de las religiones, la expresión de la fe de la comunidad o de
la revelación transmitida por un fundador se pondrá por escrito, dando lugar
a las escrituras sagradas (los cuatro Vedas, en el hinduismo; los Tripitaka en el
budismo, la Tanaj o Biblia hebrea en el judaísmo, el Corán en el islam, etc.).
t %JNFOTJÂOBDUJWBFMDVMUPZMBBDDJÂONPSBM
La relación con el Misterio se traduce en las acciones del sujeto. Cuando és-
tas se orientan directamente hacia el Misterio constituyen, en su conjunto, el
culto. Cuando se trata de acciones del ser humano, influidas por la experiencia
del Misterio, pero en el resto de los ámbitos de la vida del sujeto creyente, nos
encontramos ante la conducta moral.
Dentro del culto, encontramos las oraciones y los ritos. La oración es la
expresión inmediata y central de la actitud religiosa, la primera respuesta
de reconocimiento y adoración ante la presencia del Misterio. Consiste en
el acto por el cual el sujeto se dirige al Misterio, y en ella se refleja lo que la
realidad trascendente supone para el creyente, sus emociones y sentimien-
tos, su imagen del Misterio, etc. Está presente de formas diversas en todas
90
FUNDAMENTACIÓN DEL HECHO RELIGIOSO
las religiones y constituye gran parte del contenido de los escritos sagrados.
Puede ser de diversos tipos: por su contenido, oración de invocación, de
alabanza, de acción de gracias, de petición, de petición de perdón, de queja,
etc.; según su forma, la oración de adoración silenciosa, de recitación vocal,
de meditación mental, a través del canto, la oración con gestos (inclinacio-
nes, postraciones, danzas,…). Asimismo, puede tener carácter individual
(oración personal) o realizarse en grupo (oración comunitaria). Por último,
el sujeto puede emplear fórmulas que proceden de la comunidad y están
sancionadas por ella (por ejemplo, el padrenuestro) o bien expresarse con
sus propias palabras.
El rito es una acción de carácter simbólico, realizada por un grupo de
personas, con una serie de normas precisas y alguna periodicidad, que pre-
tende hacer eficazmente presente la realidad simbolizada. Así por ejemplo, la
peregrinación a la Meca, es una acción humana que consiste en trasladarse a
un lugar, pero que expresa otra realidad más profunda: el deseo de volver al
«centro» del mundo; tiene lugar en un momento definido: entre el siete y el
doce del último mes del año lunar; incluye una serie de gestos, como rodear
la Meca siete veces y una periodicidad: al menos una vez en la vida, si el mu-
sulmán tiene posibilidades de realizarla. Los sacramentos del cristianismo son
otro ejemplo de ritos.
Un tipo de rito presente en la mayoría de las religiones es el sacrificio, no
en el sentido de una acción que cuesta gran esfuerzo, sino de un rito religioso
en el que se ofrece un don a la divinidad (un ser vivo, una especie vegetal,
un líquido, un objeto), que queda consagrado. Por medio de ese objeto se
pretende crear un vínculo y fortalecer la relación entre el sujeto y el Misterio.
Hay distintos tipos de sacrificios: de ofrenda (como muestra de alabanza y
gratitud), expiatorios (para pedir perdón) y de comunión (la entrega del don
crea amistad y favorece la unión).
La actitud religiosa no se expresa únicamente en acciones explícitamen-
te destinadas a cultivar la relación con el Misterio, sino que afecta a todo el
comportamiento y a todas las acciones del creyente. Por ello, en todas las
religiones existe una doctrina moral, un código de normas que han de regir la
conducta de sus fieles y que conduce a una unión más profunda con lo divino.
Así por ejemplo, en el budismo, la moral se centra en la «recta acción» que
ayuda a alcanzar la extinción de todo deseo; en el judaísmo, la moralidad con-
siste fundamentalmente en la obediencia a Dios; en el cristianismo, el centro
de la ética será el amor a Dios y a los hombres y mujeres, especialmente los
más vulnerables, en los que se manifiesta la presencia de Dios; en el islam, por
su parte, la revelación de Mahoma está destinada a «ayudar a la gente para que
puedan asimilar la conducta recta», el cultivo y mejora de las disposiciones
91
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
t %JNFOTJÂOFNPUJWB
La actitud religiosa se expresa también a través de las emociones y senti-
mientos del ser humano, en la alegría y el entusiasmo, la solemnidad, etc., que
se ponen de manifiesto en algunas de las mediaciones subjetivas ya mencio-
nadas (en la oración, los ritos, las fiestas, etc.).
Pero también aparecen en las diferentes formas de arte religioso: desde sus
comienzos, las religiones han expresado la actitud religiosa a través de la expe-
riencia estética y dado lugar a múltiples y diversas manifestaciones artísticas.
t %JNFOTJÂODPNVOJUBSJB
Por último, el hecho religioso ha dado lugar a comunidades religiosas con
una organización social (la umma musulmana, la Iglesia cristiana, la comuni-
dad budista, etc.).
La presencia del Misterio en el sujeto religioso y su reacción de reconoci-
miento es tal, que provoca una estrecha vinculación entre aquellos que par-
ticipan de esa misma relación con lo divino, y da lugar a una nueva familia
espiritual, con una estructuración social. Las diversas expresiones de la actitud
religiosa (el culto, los mitos y doctrinas,…) constituyen un factor importan-
te de cohesión para el grupo. En muchas religiones, la enorme importancia
del culto ha favorecido al establecimiento de grupos especiales dentro de la
comunidad, los sacerdotes, y al desarrollo de una jerarquía dentro de su or-
ganización institucional.
Una vez expuestos los diversos elementos del hecho religioso, cabe recoger
como síntesis la definición de «religión» propuesta por Juan Martín Velasco:
«Religión […] es un hecho humano específico, presente en una pluralidad de
manifestaciones históricas que tienen en común: estar inscritas en un mundo
humano específico definido por la categoría de ‘lo sagrado’; constar de un
sistema organizado de mediaciones: creencias, prácticas, símbolos, espacios,
27
La meta es llegar a «la naturaleza hermosa», que según AL-GAZALI (1058-1111) es defi-
nida del siguiente modo: «Es el pudor, la no agresividad, la bondad hacia cuanto te rodea,
la sinceridad, el silencio, el trabajo continuo, evitar lo dudoso, apartarse de la curiosidad,
mantener los lazos familiares, ser respetuoso, agradecido, complacido, riguroso consigo
mismo, virtuoso, tener sentido de la dignidad; no maldecir, ni insultar, ni calumniar, ni
malhablar de nadie; no ser precipitado, ni rencoroso, ni envidioso; ser alegre, amar en
Allâh, enfadarse en Allâh, disfrutar en Allâh». Cf. X. PIKAZA – A. AYA, Diccionario de las tres
religiones, Judaísmo, Cristianismo, Islam, Estella 2009, 368.
92
FUNDAMENTACIÓN DEL HECHO RELIGIOSO
BIBLIOGRAFÍA
28
J. MARTÍN VELASCO, o.c. (nota 1), p.574.
93
II
E L P LU R A L I S M O R E L I G I O S O
CAPÍTULO 3
LA DIVERSIDAD DE LAS RELIGIONES
SILVIA BARA BANCEL
97
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
a. Religiones de la prehistoria
d. Religiones que surgen a partir del «tiempo eje» (en torno al s. VI a.C.)
98
LA DIVERSIDAD DE LAS RELIGIONES
«Ese eje de la historia universal parece estar situado hacia el año 500
a.C., en el proceso espiritual acontecido entre los años 800 y 200.
Allí está el corte más profundo de la historia. Allí tiene su origen el
hombre con el que vivimos hasta hoy. A esta época la llamaremos
en abreviatura tiempo eje. […] La novedad de esta época estriba en
que en los tres mundos (China, India y Grecia-Palestina) el hombre
se eleva a la conciencia de la totalidad del Ser, de sí mismo y de sus
límites. Siente la terribilidad del mundo y la propia impotencia. Se
formula preguntas radicales. Aspira desde el abismo de la liberación
y salvación y mientras cobra conciencia de sus límites se propone a
sí mismo las finalidades más altas. Y, en fin, llega a experimentar lo
incondicionado, tanto en la profundidad del propio ser como en la
claridad de la trascendencia»1.
1
K. JASPERS, Origen y meta de la historia, Revista de Occidente, Madrid 31965, 20.
2
X. PIKAZA, El fenómeno religioso. Curso fundamental de religión, Trotta, Madrid
1999, 163-166.
99
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
Son aquellas que han nacido en Oriente Medio, aunque después se han
difundido hacia Occidente: el judaísmo, el cristianismo y el islamismo. Presen-
tan una forma marcadamente personal del Misterio y una actitud religiosa más
personalizada, pues tienden a describir la relación con Dios como diálogo,
alianza, escucha, amor y obediencia. Estas religiones muestran un mayor apre-
cio del mundo, de lo exterior, que conserva su propio valor. En ellas, Dios crea
y sostiene el mundo e interpela al ser humano, que responde de manera acti-
va, respuesta que influye sobre el conjunto de su vida, e incide en la historia.
Judaísmo, cristianismo e islam han recibido también el nombre de «religio-
nes abrahámicas», ya que en sus Escrituras las tres evocan a Abrahán. Además
los musulmanes designan a las tres religiones como «religiones del Libro», «gen-
te del Libro», pues consideran que el judaísmo y el cristianismo se basan sobre
la Biblia del mismo modo en que los musulmanes se apoyan sobre el Corán.
Sin embargo, el cristianismo no acepta del todo tal denominación, pues para
éste, más que en un libro, Dios se ha revelado en una persona, Jesucristo.
100
LA DIVERSIDAD DE LAS RELIGIONES
a. Religiones nacionales
b. Religiones universales
a. Religiones no teístas
101
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
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En algunas religiones de pueblos sin literatura se representa el Misterio
bajo la forma indefinida de mana, fuerza o poder sobrehumano difuso. Sin
embargo, algunos autores que consideran que el Misterio sí adquiere una
forma precisa y personificada en estas religiones.
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El budismo primitivo subraya tanto la trascendencia e inefabilidad del Mis-
terio que rechaza toda representación y toda palabra acerca de lo Absoluto,
que podría ponerse en relación con la noción de Nirvana. Asimismo desapare-
ce la posibilidad de expresión de una relación recíproca del ser humano con
el Misterio, de oración o de cualquier tipo de culto. Sin embargo, en la escuela
budista Mahayana (Gran vehículo), de carácter más popular, la figura del Buda
adquiere rasgos divinos y es objeto de culto y veneración.
t .POJTNP
El monismo religioso considera que el universo deriva y está constitui-
do por la única sustancia divina. Un ejemplo se presenta en las Upanishad,
redactados entre el 800 y el 300 a.C., especialmente en la manera de inter-
pretarlas de la corriente no dualista hindú. Para ésta, la percepción de los
sentidos, la multiplicidad y las relaciones de causalidad son mera ilusión (el
velo de Maya) y en el fondo sólo hay una realidad: el Absoluto o Brahman.
Sin embargo, junto a la configuración monista, en el hinduismo se encuen-
tran también corrientes con concepciones teístas, que conciben al Misterio
con carácter personal.
b. Religiones teístas
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El dualismo religioso consiste en la creencia en dos principios divinos,
responsables de la vida del ser humano y del universo entero, una divinidad
positiva, origen del bien, y otra negativa y causa de todo lo malo y personifi-
cada en el mal. Ambas luchan entre sí. El dualismo es típico de la religión de
Zaratustra, en Irán, el mazdeísmo (por el nombre de su Dios bueno, Mazda) y
también está presente en diversas herejías cristianas, (gnósticos, maniqueos,
cátaros, etc.), que consideran la materia como mala y principio del mal3.
3
Son herejías o desviaciones del cristianismo, pues en éste sólo se acepta un único
Dios y se considera que todo lo creado, incluida la corporalidad y la materia, viene de Dios
y por ello es bueno (cf. Gn 1).
102
LA DIVERSIDAD DE LAS RELIGIONES
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El politeísmo se caracteriza por concebir al Misterio de manera personal,
pero en diferentes dioses con poderes propios y con capacidad de mante-
ner un diálogo interpersonal con el creyente. Estos dioses forman parte de
un panteón, una especie de sociedad celeste jerarquizada. Se representan
a través de formas tomadas del mundo de la naturaleza, los animales o los
humanos, hasta el punto de incluir diferencias de género, las cualidades y
también los defectos y vicios de la realidad de la que toman forma. Asimis-
mo, cada divinidad tiene la función de manifestar un aspecto del Misterio (lo
tremendo, lo fascinante, etc.), así como la cercanía salvadora del Misterio,
que se manifiesta en formas cercanas a la vida humana. El politeísmo es pro-
pio de las religiones de las culturas de la Antigüedad, así como de las fases
iniciales del hinduismo (especialmente presente en los Vedas, sus libros
sagrados más antiguos).
t )FOPUF½TNP
Consiste en una forma religiosa situada entre el politeísmo y el monoteís-
mo, en la cual el creyente venera y da culto a un Dios supremo, normalmente
el Dios del propio pueblo, pero acepta la existencia de otros dioses por debajo
del Dios supremo. También se denomina «monolatría», pues se da culto sólo
a un Dios. En las primeras etapas del pueblo de Israel aparece cierto heno-
teísmo hasta llegar a un monoteísmo estricto. Por ejemplo, en Éxodo 15,11 se
dice: «¿Quién como tú, Yavé, entre los dioses?». En algunas escuelas hindúes
también aparece el henoteísmo.
t .POPUF½TNP
Por último, el monoteísmo se caracteriza por reconocer a un «único» Dios.
Además de presentar un carácter marcadamente personal y aparecer como
un Tú supremo con el cual el sujeto creyente entra en diálogo (teísmo), Dios
también está dotado de un carácter exclusivo y es percibido como realidad
absolutamente única e irrepetible. Es venerado como creador y origen de
todo, omnipotente y misericordioso, con un rostro personal, que irrumpe
en la humanidad, se revela y es omnipotente y al mismo tiempo trae una sal-
vación universal, que comienza en este mundo pero se realizará en plenitud
al final de los tiempos. El judaísmo, el cristianismo y el islam son religiones
monoteístas.
Como no podemos estudiar con detenimiento cada una de estas religio-
nes, además del cristianismo hemos elegido dos religiones universales de
diverso tipo, una de orientación mística, el budismo, y otra de orientación
profética, el islam.
103
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
BIBLIOGRAFÍA
104
CAPÍTULO 4
EL BUDISMO
LUIS FERNANDO LADEVEZE PIÑOL
INTRODUCCIÓN
105
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
religioso, que no nombra a Dios, y que por tanto se enmarca dentro de las
tradiciones no teístas.
El budismo nace en la India a finales del siglo VI a.C, en una época de im-
portantes cambios económicos y sociales, y no menos de renovación religiosa.
Para introducir el budismo y su expansión por Asia es necesario encuadrarlo
en el contexto de las ideas religiosas y filosóficas que durante milenios se han
extendido desde el continente indio; forma parte de las tradiciones deno-
minadas místicas, y tiene como telón de fondo algunas de las doctrinas del
hinduismo clásico. Entre estas corrientes cabe mencionar la doctrina sobre la
trasmigración de las almas y del ciclo de las existencias (samsara) y la doctrina
o ley del karma, es decir, la creencia en que las consecuencias de las acciones
buenas y malas de los hombres son las que determinan los sucesivos ciclos de
reencarnaciones. Ambas doctrinas aparecen en la literatura de los Upanisads
del hinduismo1. A este marco que podemos denominar prebudista, se suma
en esta misma época el interés y el florecimiento de multitud de escuelas y
sectas de distinta tendencia espiritual basadas en el yoga. El nacimiento del
budismo coincide con una época de intensa renovación religiosa y con la
aparición de distintos movimientos y tendencias de diferentes escuelas ascé-
ticas, más o menos disidentes de los clásicos vedas, y de las enseñanzas de
la doctrina clásica de los brahmanes2. Tales movimientos de renovación se
encuadran en la búsqueda de nuevos caminos para alcanzar la liberación de
los ciclos de reencarnación.
El budismo es pues la consecuencia directa de esa renovación religiosa,
que por un lado rechaza las interpretaciones clásicas de la religión brahmánica
basada en sacrificios y ritos, y que al mismo tiempo quiere dejar de lado la
especulación sobre la idea de la divinidad y de la revelación védica sobre las
deidades y los mitos. De alguna manera el budismo desea superar la clásica
relación entre el especialista de lo ‘sagrado’ y los ‘laicos’; tampoco asumirá
la clásica concepción de la sociedad dividida en castas y, desde los inicios, se
convierte en una forma de vida monástica (shanga) en torno a las enseñanzas
de Buda. El budismo de los primeros tiempos no sólo renueva el lenguaje re-
1
Upanisads, o Upanisishads: Una de las colecciones que componen el corpus de los
150 libros sagrados del hinduismo clásico, escrito en sánscrito, del siglo VII – V a. C
2
Vedas, escritos sagrados del hinduismo clásico, que se remontan al 1500 a.C. Brah-
manes: Casta sacerdotal del hinduismo, de donde se deriva el término Brahman, el Abso-
luto, principio y fin de toda existencia, que ni la mente puede llegar a concebir ni nombrar
con palabras.
106
EL BUDISMO
107
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
región fronteriza entre la India y Nepal. El joven Siddharta se casó joven, ha-
cia los dieciséis años, con su prima Yasodhara, y tuvieron un hijo, Rahula. Se
cuenta que durante este periodo de juventud y felicidad su vida transcurría
entre los diferentes palacios paternos entre placeres y juegos, su existencia
era dichosa y totalmente colmada, había conseguido alcanzar lo que cualquier
hombre habría soñado.
Se cuenta que en cierto momento toda esa vida perfecta se rompe. Cuenta
la leyenda, que un día Siddharta salió de palacio y se encontró con un anciano,
en una segunda salida se encontró con un enfermo, y en la tercera presenció
un cortejo fúnebre. Las diversas fuentes budistas cuentan esta experiencia de
diferente manera, con el fin de poner de relieve el énfasis en la crisis iniciática,
que se traduce en un proceso gradual de reflexión y profundización sobre la ver-
dadera naturaleza de la existencia. A pesar de llevar una vida aislada y protegida,
Siddharta se hace consciente de imponderables como la vejez, la enfermedad
y la muerte. Al advertir además que ni siquiera él es inmune a esos males, la
vanidad de juventud, la salud y la propia vida perdieron atractivo a sus ojos. Los
textos posteriores que nos narran esta experiencia sitúan a Siddharta cuando
contaba veintinueve años de edad: un cambio de vida que se suele narrar como
una decisión repentina, no como un proceso gradual, que le conduce a abando-
nar su vida pasada y su familia. Estos pasajes que condensan una profundización
y una toma de conciencia por parte de Siddharta ejemplifican el enfrentamiento
del hombre con la fragilidad y vulnerabilidad de nuestra condición mortal; y
aunque estas realidades son conocidas por todos, una clara asunción de esa
realidad supone una nueva perspectiva inquietante. Se cuenta en los textos
que una noche, Siddharta contempló por última vez a su hijo durmiendo en
los brazos de su madre, y que sabiendo que si despertaba le sería muy difícil
marcharse, abandonó para siempre su palacio y a su familia. La tradición budista
considera el abandono de su familia en beneficio de todos los seres. Además, se
cuenta que después de convertirse en un Buda, regresó a su ciudad natal para
impartir sus enseñanzas a su familia, y su hijo se ordenó monje bajo su tutela. Su
renuncia a su vida familiar es un precedente simbólico para la vida comunitaria
de los monjes y las monjas budistas3.
Su nuevo camino comenzaría siguiendo los pasos de varios maestros en
busca de la liberación, lo que supondría el comienzo de una etapa de unos
seis años de durísima vida ascética: apenas comía, se sometía a rigurosísimas
penitencias y ejercicios de respiración buscando afanosamente la liberación,
pero habiendo comprobado que no conseguía avanzar desistió de ese cami-
no. A partir de este momento, sus discípulos y seguidores le abandonan. Se
cuenta que mientras Siddharta meditaba a la orilla del rio Naranjará, alcanzó la
3
P. HARVEY, El Budismo, New York 1998, 37-41.
108
EL BUDISMO
109
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
4
Algunos textos antiguos budistas hablan de la existencia de seres superiores o dio-
ses; son dioses en sentido relativo y figurado, pues están ellos mismo sometidos a los
ciclos del samsara y a ley del karma en P. HARVEY, El Budismo, o. c., 62-63.
110
EL BUDISMO
111
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
Ya que nunca se sabe qué aspectos de nuestra vida han sido determinados
por el karma en una situación dada, la actitud frente a las dificultades no debe
ser nunca pasiva, sino que se debe hacer todo lo posible por superarlas. Una
acción o un pensamiento pueden reconducirse para evitar una situación difí-
cil o dolorosa. La ansiedad y el sufrimiento de una persona puede deberse al
efecto del karma pasado. La idea de la influencia kármica en esta cultura da
lugar a la interpretación de que el budismo peca de fatalista y de pesimista;
quizás también porque se suele recomendar que se acepten pacientemente
las adversidades de la vida con paciencia. No es extraño, pues, observar, espe-
cialmente en gente humilde, el intento de planificar la propia vida en función
del karma pasado, de ahí que se haya extendido la práctica adivinatoria (por
ejemplo a través de la práctica de la astrología) con la finalidad de vislumbrar
lo que le tiene reservado el karma.
La ley del karma no se considera rígida y mecánica, sino que se interpreta
como el despliegue fluido y dinámico de los frutos de nuestras acciones. Com-
prender la totalidad de los detalles de su manifestación es imposible; solamen-
te un buda, una persona iluminada y consciente, podría llegar a percibirlo. Por
otro lado, una vida anterior transcurrida rectamente no conlleva necesaria-
mente un buen renacimiento, pues es posible que alguna acción grave de una
vida anterior todavía no haya dado lugar a los resultados correspondientes.
De la misma manera una vida inmoral no necesariamente va seguida de un
inmediato renacimiento negativo. Aun así, los resultados pertinentes, según
sea la acción, correcta o incorrecta, llegarán en su momento oportuno5.
El budismo habla de acciones «torpes» o malsanas, y «hábiles» o sanas. El
criterio que se sigue para saber si una acción es torpe es observar si produce
prejuicio a uno mismo, a otros o a ambos; se entiende que el perjuicio puede
ser material y espiritual. Es espiritual si va contra uno mismo, es decir, emana
por el odio hacia uno mismo, pero en el caso de que sea una acción que bene-
ficia a otros, aunque me dañe a mí, no sería una acción necesariamente torpe.
Las raíces causantes de las acciones torpes residen en la codicia, que incluye
una amplia gama de grados que va desde el deseo moderado hasta la avaricia
y la lujuria, además del apego a las propias opiniones o ideas y el deseo de
buena fama. Otro segundo defecto es el odio, que se gradúa desde la irritación
hasta el rencor y la ira, por último, el tercero es no querer ver la verdad, por
falta de conocimiento adecuado, y que puede oscilar entre estados mentales
apáticos y confusos hasta dudas radicales bien sobre asuntos morales y espi-
rituales o el falseamiento de la verdad. Por el contrario, las acciones hábiles o
sanas «purifican la mente». Las raíces de las acciones hábiles son: la no-codicia,
que va desde los más pequeños impulsos de generosidad hasta el deseo in-
5
Ibid., 65.
112
EL BUDISMO
113
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
114
EL BUDISMO
no sólo pretende limitar la expresión del deseo, sino que en última instancia
pretende utilizar la serenidad y la sabiduría para erradicarlo completamente
de la propia psique. Además del deseo, otras dos causas de dukhha son im-
portantes: las opiniones propias y la vanidad. Las opiniones se refieren a los
enfoques, teorías de naturaleza especulativa, en particular cuando se transfor-
man en dogmas y limitan la perspectiva que el individuo tiene sobre la vida.
Estas opiniones se convierten, a menudo, en una forma de presunción, que
puede conducir a conflictos, discusiones verbales, a menudo sin sentido, e in-
cluso a enfrentamientos y guerras. Buda dirigió muchas de sus críticas contra
las opiniones referentes desde el yo, puesto que estima que crean apego, y
por tanto sufrimiento, no sólo en uno mismo, sino también en los otros, pues
desvela una actitud básica arraigada profundamente de ‘yo soy’ que sólo es
capaz de medirse a sí mismo en confrontación con los demás. Por añadidura
a menudo conlleva un sentimiento profundo de vanidad personal.
Siguiendo en esta misma línea llegamos a una de las más sutiles y difíciles
enseñanzas del budismo, el «surgimiento condicionado». Este principio abs-
tracto viene a decir lo siguiente: todas las cosas, mentales y físicas, surgen y
existen debido a la presencia de ciertas condiciones, y cesan en la medida en
que esas condiciones han sido eliminadas. Nada, excepto nirvana, es verda-
deramente independiente. Por este motivo, para el budismo no existe un yo
independiente, siempre está condicionado por algo. Este surgimiento condi-
cionado forma una serie de eslabones concatenados que derivan que de una
causa se pase a la siguiente, y así sin cesar. Cada una de las condiciones que
surge es necesaria para que surja la siguiente. Además de explicar el origen
del dukkha, también se explica el karma, el renacimiento incesante y el fun-
cionamiento de la personalidad, todo ello sin recurrir a un yo permanente,
simplemente ocurren fenómenos debido a condiciones causales. Por tanto,
no sería adecuado preguntar quién desea, sino qué es lo que condiciona el
deseo. La respuesta es la «sensación». Para el budismo la raíz principal del
sufrimiento radica en la ignorancia espiritual. Observamos que el budismo,
en lugar de la tradicional doctrina sobre el pecado, propia de las tradiciones
proféticas, que consiste en apartarse voluntariamente de Dios, nos habla de
la ignorancia espiritual, que no se refiere a la mera falta de información, sino
a una percepción errónea de la realidad que sólo puede destruirse mediante
la intuición meditativa. Es a través de la mente, que en su capa más profunda
es resplandeciente y pura, como se puede llegar a lo que verdaderamente es
incondicionado (nirvana). Ahora bien, para llegar a ese estadio hay que po-
nerse en camino y superar los obstáculos de las percepciones erróneas de la
mente en su interacción con el mundo. Eso incluye no sólo el pensamiento,
sino las acciones volitivas y la conciencia, la mente y el cuerpo.
La Tercera Noble Verdad nos sitúa en la respuesta que Buda ofrece para
superar dukkha, la respuesta: la absoluta cesación (nirodha) de dukkha
115
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
116
EL BUDISMO
no es una persona apática y sin emoción, sino aquel que ha conseguido una
perfecta «indiferencia» y equilibrio. Hay muchas clases de arahat en la histo-
ria del budismo, y según las diferentes escuelas, unos han sido célebres por
sus habilidades mentales o por su capacidad de transmitir enseñanzas, otros
por sus habilidades psíquicas para la meditación y haber alcanzado una ideal
de vida ascética. Todos ellos tienen en común el poseer una mente fuerte y
han desarrollado los factores de la iluminación: atención, conocimiento del
Dharma (Ley eterna, vía o camino, doctrina) que se expresa en el júbilo, tran-
quilidad, concentración y ecuanimidad. Es decir, las arahat poseen durante
su vida una cierta participación de esa realidad dichosa, no nacida e incondi-
cionada, que es el nirvana.
La Cuarta Noble Verdad es la que se concreta en el Camino Óctuple, tam-
bién llamado camino medio, el que nos conduce a la cesación del dukkha o
sufrimiento. Aquí se resume y alcanza su punto culminante la ética budista, y
aunque ya hemos desgranando sus aspectos fundamentales, es aquí donde se
concreta el modo de ser del budismo.
El camino budista depende de ocho grandes factores, cada uno de los
cuales se describe como recto (justo) o perfecto (samma):
1. Recta visión o recto entendimiento
2. Recto pensamiento
3. Recta palabra
4. Recta acción
5. Recto modo de subsistencia
6. Recto esfuerzo
7. Recta atención
8. Recta concentración
117
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
118
EL BUDISMO
6
Ibid., 95-97.
119
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
«Así como el océano está penetrado sólo por un sabor, el de la sal, así tam-
bién esta enseñanza y orden está penetrado sólo de un sabor, el de la libera-
ción» (Vinaya II, 238).
5. LA ÉTICA BUDISTA
7
Ibid., 228.
120
EL BUDISMO
8
Ibid., 229.
121
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
vida monástica (Shanga) que fue el movimiento primitivo que creó Buda para
sus discípulos, monjes y monjas. Esta «vida santa», es un medio de perfección,
en la que directamente participan los monjes y monjas, y en la que los laicos
también con sus limosnas a la comunidad, se benefician espiritualmente. Aun-
que se considera que cualquier acto de dar genera mérito, éste aumenta a
medida que el motivo se hace más puro. Inicialmente el don puede cumplirse
con la finalidad de buscar resultados kármicos materiales, pero el júbilo y la
satisfacción que provocan la generosidad son suficiente motivo. Practicar el
don de dar también contribuye al desarrollo espiritual, puesto que reduce
la tendencia a ser posesivo, cultiva una actitud generosa y sensible hacia los
demás y expresa el no-apego y la capacidad de renuncia al propio yo y a los
bienes materiales.
El amor y la bondad universales (metta) y la compasión (karuna) son
considerados también como una parte esencial del camino budista. Alcanzar
estas virtudes exige un alto grado de meditación y tienen que ver con el «rec-
to pensamiento». La tradición budista las ha denominado como «moradas
divinas», unas cualidades que cuando se alcanzan hacen a la mente pura y
luminosa. El amor es el deseo sincero de que todos los seres sean felices, y
es además el antídoto para el odio y el miedo. La compasión es la aspiración
a que todos los seres se vean libres del sufrimiento. El júbilo compasivo es
la felicidad de la alegría de los demás, y es el antídoto contra la envidia y
el descontento. La ecuanimidad consiste en una actitud de serenidad equi-
librada hacia todos los seres, y nos sitúa en una recta perspectiva ante la
preocupación por los demás y en la comprensión de que el sufrimiento es
parte inevitable del hecho estar vivo, evita el apego al yo y a las opiniones
excesivamente rígidas.
En las reglas de la comunidad budista se afirma: «quien quiera que desee
cuidar de mi, debería cuidar a los enfermos» (Vinaya I, 301-2). Hay muchos
ejemplos en la historia del budismo sobre la caridad hacia el prójimo. El ideal
de la compasión ha tenido su correspondencia a través de los monasterios
budistas, pero también desde diversas sociedades religiosas de laicos que tra-
dicionalmente han administrado hospitales, dispensarios, orfanatos, hogares
para ancianos, etc. También existen voluntariados que trabajan por el desarro-
llo comunitario, construyendo viviendas, carreteras, o trabajando en el campo.
También se atiende a mendigos y sin hogar. No faltan asociaciones budistas
que luchan contra el hambre o que participan en la administración de bancos
de órganos o que activamente se comprometen por la paz. El ideal de cuidar a
los animales es también una de las características de esta tradición, es normal,
por ejemplo, que existan clínicas veterinarias donde se ofrece cuidado a los
animales, especialmente abandonados y moribundos. Siguiendo los preceptos
sobre el respeto a la vida, no se les acorta la vida, antes al contrario, se hace
todo lo posible para que el tránsito sea lo más dulce posible.
122
EL BUDISMO
9
R. PANIKKAR, El silencio de Buda, Madrid 1996, 72.
123
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
10
J. MARTÍN VELASCO, Introducción a la fenomenología de la religión, o. c., 309.
11
Ibid.
12
Ibid., 66.
13
R. PANIKKAR, El silencio de Buda, o. c., 48-55; 112.
124
EL BUDISMO
pero nunca a la garantía de una experiencia directa. Tal hipótesis sólo deja
como posible el acceso desde una visión mística, es decir, acceder por medio
del camino budista a través de la meditación al conocimiento más puro de
aquello que es incondicionado, y por tanto que trasciende y nos trasciendo a
nosotros mismos, es decir, nirvana. El budismo no comparte, pues, la expli-
cación del mundo en términos de creación y niega valor a los razonamientos
que pretenden llegar a la afirmación de un Dios fundamento del mundo. En
otras palabras, el budismo niega toda teología natural y la posibilidad de la
teodicea14. Recapitulando, diremos pues que el budismo, cualquiera sea el
sentido preciso de nirvana, su presencia central en esta tradición religiosa,
obliga a matizar cualquier afirmación relativa al ateísmo de esta religión. Puede
no haber en el budismo la figura de un Dios o de un Absoluto que salve, pero
la existencia en él de una salvación perfecta, como estado definitivo, exige al
hombre la búsqueda de esa salvación perfecta a través del trascendimiento de
su propia vida. Así, pues la ausencia de la figura de la divinidad no significa la
ausencia de la figura del Misterio15.
14
J. MARTÍN VELASCO, Introducción a la fenomenología de la religión, o. c., 308.
15
Ibid., 309.
16
Ibid., 299.
125
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
17
J. MASIÁ CLAVEL, Budistas y Cristianos, más allá del diálogo. Cuaderno Fe y Secula-
ridad nº 39, Santander 1997, 15, 18.
126
EL BUDISMO
18
J. MARTÍN VELASCO, Introducción a la fenomenología de la religión, o. c., 301.
127
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
nunca son fáciles, tampoco en el caso del budismo, en algunas etapas históri-
cas hubo violencia y corrupción por parte del poder civil y del poder religioso.
Aunque en general las relaciones han sido de colaboración, por un lado los
reyes favorecían a los monasterios, y éstos a su vez rezaban por el estado, y
por el pueblo y mantenían el orden y la estabilidad. No es casualidad que los
primeros concilios importantes del budismo fueran patrocinados y convoca-
dos por reyes de la época (322, 185-173 a.C.).
Una regla fundamental de la vida monástica budista es la castidad: las rela-
ciones sexuales, así como los vínculos afectivos son considerados un obstáculo
para alcanzar la iluminación y el camino de la liberación. Existen otras prohi-
biciones: no robar, no mentir, no beber bebidas alcohólicas, etc. La disciplina
monástica siempre se ha considerado no sólo una vía moral, sino también un
método ascético de purificación espiritual y mental que ayuda a los monjes a
controlar los sentidos. No es desconocida la práctica de la «confesión» entre
los monjes, es una manera de liberar la mente, la angustia reprimida frente
a las faltas para devolverle la serenidad al monje y restablece la capacidad de
meditación.
La transformación de los ideales ascéticos en un sistema doctrinal a través
de un código de reglas monásticas representó la culminación del proceso de
abstracción de la figura carismática del fundador del budismo, que después
daría luz a otras confesiones budistas que se desarrollarían a lo largo de los
siglos posteriores. La fijación de las enseñanzas de Buda fue un camino lento y
constante. En la medida que el número de monjes y monjas fueron creciendo
se hizo necesario establecer un código de reglas comunes como instrumento
indispensable para mantener la cohesión y la supervivencia misma de la co-
munidad que siente la necesidad de profundizar y armonizar la enseñanza, los
contenidos y las técnicas de la meditación. Los cánones o escrituras que han
llegado a nosotros son textos sagradas complejos, fruto de una elaboración
colectiva llevada cabo durante generaciones de monjes que se esforzaron por
transmitir las enseñanzas del fundador. La obra de transcripción de los textos
se realizó aproximadamente unos cuatro siglos después de la muerte de Buda.
Para entonces las diversas escuelas de budismo existentes poseían su propio
corpus de escrituras, denominado Tripitaka, que estaba compuesto de tres
secciones: el Sutrapitaka, que contiene las enseñanza de Buda, el Vinayapi-
taka, que transmitía las reglas de la comunidad monástica, y el Abhidharma-
pitaka, que transmitía la profundización teórica de la doctrina llevada a cabo
por diversas escuelas budistas.
128
EL BUDISMO
II. La Escuela Mahayana data del siglo I. d.C nace con una vocación de ser
una nuevo espíritu religioso y universal, no solo extendido a los monjes. A
menudo se opone esta tendencia a la escuela antigua y elitista de los monjes,
de ahí los nombres: Hinayana o ‘pequeño vehículo’ para referirse al escuela
primitiva monástica, y Mahayana o ‘gran vehículo’; no dejan de ser nombres
que desean hacer insistencia en los diferentes desarrollos de una misma en-
señanza. La escuela Mahayana es sin duda una evolución del budismo en la
que se incluyen aspectos importantes del hinduismo bathkta o bathki (de-
voción), y también influencias iranias y centroasiáticas; es todo un ejemplo
de como el budismo se renueva y enriquece desde la sabiduría metafísica y
filosófica del hinduismo clásico. La escuela Mahayana surgió en el centro del
continente indio, en el siglo VII de nuestra era alcanza su plenitud, y dominaría
durante más de mil años por su pensamiento y su sabiduría constituyéndose
en uno de los pilares de la espiritualidad budista. Para muchos esta escuela
es un ejemplo de renovación a la vez que de continuidad, en que lo especu-
lativo aúna lo mejor de la filosofía hinduista y de la sabiduría de la tradición
budista. Es en esta escuela donde surgen los llamados «sutras» o «palabras
129
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
130
FUNDAMENTACIÓN DEL HECHO RELIGIOSO
III. El budismo Tántrico surge en Bengala entre los siglos VIII y X de nuestra
era, formaba parte del movimiento monástico. Su importancia es tan grande
que algunos le han denominado el «tercer gran vehículo» (Vajrayana). Etimoló-
gicamente la palabra nos remite al término trueno (Vajra) que era el antiguo
cetro del dios védico Indra. En el budismo el cetro del rayo que utilizan los
maestros tántricos simboliza la verdad indestructible de Buda. En esta escuela
budista la enseñanza se transmite de maestro a discípulo y no sigue los cauces
de las doctrinas canónicas budistas tradicionales, estamos ante una forma de
budismo iniciático. Pero de hecho existe un tantrismo hindú y un tantrismo
budista, ambos parten del mismo supuesto: la idea de que los sentidos, la pa-
sión del ser humano, la energía del cuerpo y de la mente, como signos de lo
absoluto, pueden ser sublimados para acceder a la iluminación y al liberación.
Para esta escuela budista los abundantes ritos mistéricos, al que solo pueden
asistir los iniciados, tiene como objetivo sublimar los impulsos inconscientes
para llegar a nuevos estadios de iluminación y de perfección. El tantrismo
propone un nuevo lenguaje religioso en el que prima el gesto ritual, el sonido
mistérico que nos remite a las corrientes de los vedas hindúes. Estamos ante
un tipo de budismo esotérico, en el que los símbolos, las posturas gestuales
remiten la mente al Buda. La «palabra sagrada» desvela un secreto, es a través
de la pronunciación de los «mantras», vocablos sánscrito a de carácter místico,
que como sonidos arcanos, remiten al conocimiento de la verdad más pura. La
repetición del sonido sagrado desde la recitación interior y silenciosa se con-
vierte en actividad mental pura y sagrada, por eso a esta escuela de budismo
también se la conoce como del «Vehículo de los mantras».
131
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
CONCLUSIÓN
BIBLIOGRAFÍA
19
Amitabha: Buda celestial, perteneciente a la escuela del budismo Mahayana. Repre-
senta le esencia del Buda cósmico.
132
EL BUDISMO
7
2006; J. MASÍA CLAVEL, Budistas y Cristianos, más allá del diálogo. Cuaderno Fe
y Secularidad nº 39, Sal Terrae, Santander 1997; R. PANIKKAR, El silencio de Buda,
Siruela, Madrid 1996; G. FILORAMO, M. MASSENZIO, M. RAVERI, P. SCAPI, Historia de
las religiones, Crítica, Barcelona 2000; H. DUMOULIN, Para entender el budismo,
Mensajero, Bilbao 1997.
133
CAPÍTULO 5
EL ISLAM
LUIS FERNANDO LADEVEZE PIÑOL
INTRODUCCIÓN
Las tres grandes religiones del próximo Oriente están íntimamente empa-
rentadas entre sí, se asemejan en muchos de sus contenidos y comparten una
comprensión parecida de la realidad (la creación del universo y del hombre,
la retribución en la vida futura, la fe y las buenas obras, la resurrección…). El
islam es la tercera de las tradiciones proféticas y constituye la última de las
grandes religiones monoteístas o reveladas.
Aunque compartimos historia y miles de kilómetros de frontera común,
para muchos el islam sigue siendo un desconocido. Tal desconocimiento es
la consecuencia de diversos factores de tipo cultural social, cultural, político y
religioso. En cualquier caso el interés que suscita esta tradición religiosa viene
de lejos, aunque tal interés no siempre se asienta en información fiable. Las
diferencias entre la diversidad cultural y religiosa que representa el islam y la
cultura de Occidente han propiciado un desconocimiento mutuo y cierto pre-
juicio entre ambas tradiciones, la consecuencia es el alejamiento de nuestras
respectivas culturas; igualmente, tales diferencias han condicionado durante
siglos nuestras relaciones sociales y políticas.
A lo largo de la historia han abundado estereotipos sobre el islam. Muchos
de ellos fruto de interpretaciones que carecían de una perspectiva histórica
adecuada y que a menudo se han basado en una actitud de confrontación con
la civilización cristiana de occidente. Hoy tales presupuestos van superándose
poco a poco. Sin duda que la presencia de más de 25 millones de musul-
manes en Europa, muchos de ellos ciudadanos europeos de pleno derecho,
135
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
1. MAHOMA Y SU TIEMPO
1
CONCILIO VATICANO II, Declaración Nostra Aetate 3.
136
EL ISLAM
137
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
138
EL ISLAM
Según la espiritualidad islámica los nombres divinos del Dios único son
noventa y nueve, que los musulmanes suelen recitar piadosamente mientras
desgranan entre los dedos las cuentas de una especie de rosario. Son muy
numerosos los pasajes del Corán que enfatizan la unicidad de Dios, probable-
mente por el recuerdo de los tiempos pasados previos a la llegada del islam,
de la época en que existían muchas divinidades y cultos a dioses en la Arabia
preislámica. En la sura o capítulo 53,19-20 podemos encontrar algún vestigio
de esa realidad: se nombra a al-Lat, al Uzza y Manat, diosas aceptadas como
intercesoras de Dios, interpretadas después por el islam como meros ángeles
o mensajeros de Dios.
Es a partir de los datos de la revelación coránica desde donde las distintas
escuelas musulmanas reflexionaron sobre aspectos esenciales del Dios único:
su unicidad y la unidad interna de su esencia. La unicidad se destaca para
diferenciar al islam de los dioses del politeísmo y también para diferenciarlo
del Dios de los cristianos; aunque el Corán reconoce la figura de Jesús como
profeta (Corán 19, 30), al que llama Isa, niega sin embargo su condición de
Hijo de Dios, porque, según la tradición islámica, va en contra de la unicidad
de Dios; por esa misma razón rechazan la doctrina sobre la Trinidad. No en-
tramos aquí a valorar si el islam comprende de manera adecuada el misterio
sobre el Dios uno y trino de la tradición cristiana, pues no es el lugar adecua-
do, como tampoco la interpretación que hacen sobre la figura de Jesús (Cf.
Corán 5,7; 4,171; 9,30; 19, 34-35). Lo que sí está claro es que Jesús hace las
veces de precursor del profeta Mahoma (Cf. Corán 61,6)2.
El Dios único es también un Dios creador: la creación del mundo y del
hombre está descrita detalladamente en el Corán. Destaca especialmente su
acción providencial, que asegura el bienestar de sus criaturas, determinando
2
En el Corán a Jesús se le atribuyen varios milagros, y se reconoce también el papel
de la madre de Jesús, Myriam (Corán 3,45). También se le define como «palabra de Dios»
(Corán 3, 39-45; 4,171). Además aparecen alusiones a Jesús al final de los tiempos (Corán
43,61; 4, 159; 5, 116-117).
139
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
140
EL ISLAM
cio Final, que es uno de los temas más importantes del Corán, y que ha sido
objeto de reflexión teológica posterior desde diferentes escuelas islámicas. El
tema del Juicio Final, conocido como «el Día», se describe en el Corán muy
vivamente, y utiliza imágenes clásicas del Jardín del Edén o los tormentos del
fuego eterno (cf. Corán 56, 11-56; 69,13-37; 70, 11-12,). A pesar de la insisten-
cia sobre los temas escatológicos, el Corán no aborda cuestiones de índole
especulativo. Por ejemplo, no se menciona la distinción entre cuerpo y alma,
que será una preocupación de la teología islámica posterior desde diferentes
posiciones filosóficas. En cuanto a la resurrección de los cuerpos, al igual que
en otras tradiciones proféticas, surgieron muchos debates teológicos, espe-
cialmente por parte de filósofos influidos por ideas platónicas, que tendían a
considerar inmortal solamente el alma y que interpretan en clave alegórica los
premios y castigos corporales.
Sobre los signos que anunciarán el final de los tiempos, el Corán alude al
regreso de Jesús (Cf. Corán 43,61), a las devastaciones llevadas a cabo por
misteriosos pueblos bárbaros de Gog y Magog (cf. Corán 18,98; 21,96); tam-
bién se habla, aunque de manera imprecisa, de la aparición de una «bestia»
(cf. Corán 28,82). Por último, otro de los elementos en la tradición islámica
es la creencia en la aparición de «el bien guiado» (Mahdí), una especie de
personaje mesiánico de gran importancia para el Islam sunní (que lo iden-
tifica con Jesús) y el Islam chií, que ve en él el retorno del llamado «imán
oculto»3.
La cuestión de la predestinación es también otra de las cuestiones que apa-
recen en la doctrina teológica islámica. Antes del nacimiento en cada indivi-
duo hay cuatro cosas previamente asignadas, como son el sexo, si el individuo
tendrá una vida feliz o desgraciada, con qué se alimentará y el término de su
existencia. El final predeterminado de la vida aparece con estas palabras: «Él es
quien nos ha creado del barro, ha decido un final, y un final está establecido
junto a Él» (Corán 6,2). Y también: «Nada es de nuestra incumbencia, porque
Dios lo ha escrito todo por nosotros» (Corán 9,51). Las diferentes escuelas de
teología islámica serán las encargadas de establecer una conciliación entre las
afirmaciones de la predestinación y la responsabilidad y libertad individual.
3. EL CORÁN
3
Sobre el origen y desarrollo de las dos confesiones islámicas mayoritarias: sunníes y
chiíes, lo veremos más adelante.
141
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
4
La Vulgata es una traducción de la Biblia al latín, realizada a finales del siglo IV, en el
382 d.C. por San Jerónimo.
142
EL ISLAM
4. LA SUNNA
143
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
5
Cf. F. LENOIR (ed.), Encyclopédie des religions, volume 2, Paris 2000, 1331.
144
EL ISLAM
chos del profeta». Se puede observar que el término sunna o tradición ha ido
cambiando gradualmente de sentido. Originalmente significaba la tradición
viva o las prácticas en uso entre los árabes de Medina, lo que sugiere una
cierta pluralidad de tradiciones. Será a partir de los siglos II y III del calendario
musulmán cuando se identificó la tradición con el comportamiento ejemplar
del profeta Mahoma y se impuso como modelo único a seguir en el mundo
islámico. A partir de entonces la tradición se fue constituyendo como la base
dogmática común a la tradición islámica deseosa de preservar su unidad me-
diante la referencia a un dogma común. Hay un versículo coránico, el 5,3 que
dice: «Hoy os he perfeccionado vuestra religión, he completado mi gracia en
vosotros y me satisface que sea el islam vuestra religión».
Este pasaje del Corán presenta el ideal de una imagen de unidad de una
obra competa y coherente que no sufre ninguna división. Pero de hecho los
acontecimientos históricos y los problemas de la división en el mismo origen
del islam surgieron desde el momento de la muerte del Profeta6.La colección
de hadices es inmensa y recoge una diversidad de temáticas muy distintas.
Los más abundantes son los que hacen referencia a cómo proceder con
los habitantes y la anexión de los nuevos pueblos que se iban añadiendo al
imperio islámico. Surgieron, pues, desde el contexto de la expansión del islam
como imperio durante los tres primeros siglos. Existen también los llamados
hadices teológicos, que surgieron a consecuencia de las primeras disputas
teológicas entre las diversas escuelas jurídico religiosas islámicas. Explicar la
compilación de estos hadices es una tarea muy compleja y sigue siendo actual-
mente una cuestión discutida por historiadores y juristas islámicos. Muchos
expertos han analizado cientos de miles de textos que se fueron recogiendo
por temáticas. Se seleccionaron los más fidedignos y cercanos a la época del
Profeta y sus compañeros en Medina. Actualmente estos hadices forman una
colección inmensa de textos que sirve como base del derecho islámico. La
selección de estos textos se realizó siguiendo criterios genealógicos, siguien-
do este procedimiento fueron compilados los considerados auténticos, que
forman un conjunto de seis colecciones7.
6
Cf. A. SAYÂDY, ¿El islam entre el peso de la tradición y la necesidad de la reforma?
en, Cristianismo, Islam y modernidad, II Congreso de Teología de la Facultad de Grana-
da, Granada 2011, 114.
7
El erudito y estudioso persa Al-Bujari (810 –870) es el más afamado recopilador de
los hadices del Profeta. Su autoridad es indiscutible en el Islam sunní.
145
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
146
EL ISLAM
propios juristas. Estas dos tendencias han hecho posible el desarrollo de las
llamadas escuelas de derecho islámico: hanafí, malikí, chafií y hanbalí., y es
por ello que la pluralidad y la diversidad de la legislación islámica sea uno
de los elementos más específicos de esta tradición religiosa, sin olvidar que
cualesquiera que puedan ser sus divergencias en cuestiones doctrinales o me-
todológicas, estas cuatro escuelas convergen en los principios fundamentales
del derecho musulmán.
Hay que destacar otras dos fuentes complementarias en la tradición del
derecho islámico: el consenso (igma), y el llamado principio de analogía
(qiyas). El primero tiene sus antecedentes en la cultura y la tradición árabes
anteriores al islam, cuando las normas no escritas de la vida del grupo a tra-
vés del tiempo eran legitimadas unánimemente por tácito acuerdo. El islam
sustituyó el antiguo criterio de pertenencia a la tribu por el de la pertenencia
a la Umma (comunidad fraternal de los creyentes), pero no alteró el criterio
de verdad que suponía el consenso y el valor de la solidaridad tradicional
del mundo de los beduinos. Esta forma de consenso la podemos ver apli-
cado en muchos momentos históricos específicos, especialmente durante
las diferentes épocas en los sucesivos califatos a lo largo de la historia de la
civilización islámica. Actualmente este consenso se suele aplicar mediante
la aprobación de decretos o sentencias (fatwa) por parte de doctores de la
ley islámica (muftíes), cuando se refieren a cuestiones compartidas por toda
la comunidad (Umma) de forma unánime. El principio de analogía, aunque
es también aplicado en el derecho, es considerado inferior al del consenso;
sus conclusiones siempre son más discutidas y siempre está abierto al de-
bate de los juristas. Conviene saber que en la tradición islámica no existe el
concepto de magisterio único e infalible, como tampoco el de una autoridad
única, ni institucional ni carismática, que sea vinculante para todo el mundo
islámico. Durante el siglo XX, algunos países musulmanes, aunque continúan
con la shari’a, comienzan a adoptar códigos modernos, (Egipto, 1883; la ley
otomana de 1917, el Código civil sirio de 1949, el irakí de 1953, o el libio de
1954). Sin embargo, la shari’a no ha perdido su vigor normativo, cualesquie-
ra que sean las orientaciones de las sociedades musulmanas. En países de
orientación tradicional como Arabia Saudí, es la ley del Estado. En los países
de tendencia modernista, la ley islámica conserva una influencia social e in-
cluso inspira a las legislaciones laicas contemporáneas. Esta permanencia de
la sahri’a se deriva de la especificidad del sentido normativo en el islam. La
cuestión que se plantea es hasta qué punto la shari’a responde a las nece-
sidades sociales y económicas de la sociedad musulmana de hoy. Su rigor,
inmutabilidad, su espíritu a la vez imperativo y restrictivo debido a su fuente
religiosa, ha conducido desde hace tiempo a que muchos reformistas mu-
sulmanes y no pocos observadores occidentales la consideren un elemento
regresivo por su arcaísmo e inmovilismo.
147
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
El rito del ayuno se realiza durante el mes lunar del Ramadán es obliga-
torio para todo creyente desde la pubertad hasta la ancianidad. Consiste en
privarse de toda comida y bebida, así como de fumar, y abstinencia de toda
actividad sexual, desde el alba hasta la puesta de sol. Este rito obligatorio sólo
lo deben llevar a cabo aquellos cuya condición física les permite realizarlo.
Están exentos los enfermos, los que están de viaje –deberán hacerlo en otro
momento– las mujeres en periodo menstrual o embarazo o durante la crianza
de un hijo, también los que son de edad muy avanzada o se encuentran de-
masiado débiles. Este mes conmemora la revelación de Dios por medio de su
148
EL ISLAM
6. LA TEOLOGÍA ISLÁMICA
149
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
150
EL ISLAM
Entre los años 656 y 750 el Islam va a vivir grandes conflictos. Estos con-
flictos pusieron fin a la unidad del islam y originaron las diversas corrientes
ideológicas que perviven hasta hoy, y que están representadas por el sunnis-
mo, el chiísmo y el jariyismo.
En el año 656, Alí, primo y yerno de Mahoma, fue nombrado califa, con el
apoyo de la familia de Mahoma, pero pronto se encontró con la oposición del
gobernador de Siria, apoyado por la aristocracia de La Meca y los árabes de Si-
ria. El choque entre los clanes tuvo lugar en Siffin, a orillas del río Éufrates, en
151
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
el año 657. Cuando la suerte de las armas parecía decidirse a favor de Alí, sus
adversarios propusieron una tregua y un arbitraje que conduce a la decisión
de proceder al nombramiento de un nuevo califa. Algunos de los seguidores
de Alí se sintieron defraudados por haber dejado en un tribunal de arbitraje la
sucesión de un nuevo califa, estos secesionistas serán conocidos como jariyíes
(los que salen a pié o salientes) que a partir de entonces serían enemigos de
Alí. En el año 661, Alí es herido mortalmente por uno de estos secesionistas.
Enterrado al sur de Bagdad, desde entonces y hasta nuestros días se converti-
ría en el centro vital y de peregrinaje de los chiíes. La corriente jariyí conoció
horas de gloria y expansión, sobre todo en el Magreb. Hoy los jariyíes consti-
tuyen una comunidad de apenas un millón y medio de personas y están muy
extendidos en el sultanato de Omán, en la isla tunecina de Dcherba, en el sur
de Argelia y en Zanzíbar.
El resto de seguidores de Alí forma el grupo de los chiíes. El chiísmo fue en
principio una realidad política, que poco a poco se reforzó con una fermenta-
ción doctrinal. La mayoría de los musulmanes, por el contrario, no recusó el
poder de los Omeyas, la nueva dinastía inaugurada por Muawiya, gobernador
de Siria. Son los sunníes, denominados así por permanecer fieles a la Sunna
del Profeta, es decir, a la tradición. Los dramáticos acontecimientos que tuvie-
ron lugar entre los años 657-661 puso en evidencia la ruptura del ideal de la
unidad perfecta de la umma o comunidad fraternal islámica.
Al chiísmo se le ha definido como una forma diferente de islam, que aun-
que minoritaria, posee una potencia militante y pasional. Si atendemos a sus
orígenes, como hemos visto, podemos definir al chiísmo como el ‘partido
de Alí’. Pero dicha definición resulta insuficiente, pues no permite captar su
alcance, que es al mismo tiempo doctrinal y político. Ciertamente el chiísmo,
nacido en la oposición a las dinastías establecidas, extrae sus caracteres pro-
pios de los problemas y los acontecimientos que dividieron a la comunidad
musulmana en los primeros siglos de su historia. Pero es preciso atender tam-
bién la evolución de este grupo para comprender el chiísmo de hoy. Las rebe-
liones que sacudieron al Imperio omeya se inscribieron en el marco chií, que
desde el principio mostraron una profunda hostilidad a la política desarrollada
por los Omeyas. El chiísmo pone el acento en las cualidades espirituales y
carismáticas del sucesor a califa, que no solo debe tener cualidades políticas
sino también un profundo conocimiento de la ley religiosa. De alguna forma
se le considera en un plano superior, casi esotérico e infalible respecto a le
ley religiosa. El chiísmo sólo acepta como tradición lo transmitido por los
llamados doce imames descendientes de Alí, primo y yerno del Profeta, y de
su hijo Hussein. Esta tradición es considerada por el islam chií como la única
auténtica Los imames, vulgarmente llamados clérigos chiíes, son expertos
en la ley religiosa, representan una tendencia que es mayoritaria en algunos
países, como Irak e Irán. Así pues, las divisiones, tendencias y grupos han sido
152
EL ISLAM
una constante del mundo islámico desde los primeros tiempos. La historio-
grafía clásica islámica apenas hace hincapié en la importancia de este cisma,
sin embargo es lo que realmente fue, aunque a lo largo de los siglos, pese
a las diferencias, lo fundamental ha permanecido: el Corán, aspectos de la
legislación islámica, pero también fuertes divergencias teológicas como en el
derecho religioso o en la política. En este sentido se suele citar con frecuencia
un famoso hadit del Profeta Mahoma que proclama: «Las diferencias entre los
sabios de mi comunidad son una gracia de Dios».
153
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
154
EL ISLAM
zón). Tales reformistas tuvieron su auge en los primeros años del siglo XX; sin
embargo esta corriente modernista no parece vivir un buen momento frente
a las tendencias más conservadoras y legalistas de la tradición islámica, pues
efectivamente, puede observarse que las escuelas más conservadoras parecen
haber ocupado gran parte del espacio del islam contemporáneo. No obstante
esta visión más conservadora y estática del islam encuentra su contrapunto
en numerosos pensadores musulmanes, tales como Abdelkarim Sorush en
Irán, Abdelmajid Charfi en Túnez, Fazlur Rahman en Pakistán y Mahmoud
Mohammed Taha en Sudán. Su trabajo provoca gran resistencia en los cír-
culos tradicionalistas y fundamentalistas; pese a todo, las opiniones de estos
reformistas se tratan ampliamente desde algunos medios de comunicación
musulmanes en Occidente.
Estos reformadores contemporáneos gozan de gran prestigio académico
y las preguntas que plantean van teniendo cada vez mayor impacto en una
generación creciente de intelectuales musulmanes de todo el mundo. Mu-
chos de estos reformistas, al menos en el área occidental, intentan abrir las
puertas para intentar la recuperación de una auténtica ijtihad (interpreta-
ción religiosa basada en la razón), a fin de adaptar los sistemas heredados
del pensamiento islámico a las nuevas condiciones del tiempo presente. Los
reformistas someten los marcos tradicionales del Islam a un examen crítico,
y tratan de separarlos de los principios éticos fundamentales islámicos y de
las adaptaciones históricas que los más conservadores han consagrado como
inalterables. Hans Küng cita algunas de las obras de estos autores, entre la
que merece la pena destacar Major Themes of The Qur’an, de 1980, obra del
teólogo y filósofo de origen pakistaní Fazlur Rahman (1919-1998) que supuso
una nueva hermenéutica histórica del Corán. Comenzando con la figura del
profeta Mahoma, que vincula la idea de revelación a través de la mediación
humana de la personalidad del Profeta. Otro autor destacado es Mohamed
Arkoun, argelino. Su obra Pour una critique de la raison Islamique (1982) y
Lectures du Coran (1980) intenta reconstruir los diferentes niveles de compo-
sición del texto coránico, realizando un análisis hermenéutico-antropológico,
en el que sin desdeñar lo espiritual y lo trascendente, valora también el marco
histórico e incluso plantea la necesidad de acometer una desmitologización
de los libros sagrados.
Algunos autores contemporáneos del Islam han caído en la cuenta de que
cualquier tradición religiosa que se analice no puede sustraerse a su propia
historia, tradición y lengua, lo que se quiere dar a entender es que no es po-
sible una interpretación neutra; y que con frecuencia, cuando se insiste en
una supuesta neutralidad exclusivamente religiosa y espiritual a menudo tal
actitud solo sirve al establishment político-religioso más conservador. Aunque
persisten problemas importantes y contradicciones, las nuevas líneas de in-
vestigación y de mentalidad nos hacen ver con esperanza que el Islam no es
155
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
CONCLUSIÓN
Muchos son los desafíos que tiene ante sí el islam como tradición religiosa
y como civilización. En este capítulo hemos intentado resumir los aspectos
más significativos para comprender una tradición compleja y plural como es
el islam.
En la introducción de este capítulo se menciona el nº3 de la Declaración
Nostra Aetate del Concilio Vaticano II en el que se reconocen las raíces co-
156
EL ISLAM
8
Cf httpp://www.vatican. va/holy_father/john_paul ii/speeches/1985/august/docu-
ments/hf_jp_spe_19850819 _giovani-satdio-casablanca _fr.html
157
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
BIBLIOGRAFÍA
H. KÜNG, El Islam, historia, presente y futuro, Madrid 2006; H. KÜNG, J. VAN ESS, H.
VON STIETNCRON, H. BECHERT, El cristianismo y las grandes religiones, Madrid 1987;
G. FILORAMO, M. MASSENZIO, M. RAVERI, P. SCARPI, Historia de las religiones, Barce-
lona 1998; M. ELIADE, I. COULIANO, Diccionario de las religiones, Barcelona 1990;
S. HOSSEIN NASR, El corazón del Islam. Barcelona 2007; Y.-L. MONTURIOL, Términos
clave en el Islam, Centro de documentación y publicaciones islámicas, Madrid
2006; M.G.S. HOGDSON, The venture of Islam: Conscience and History in a World
civilization, 3 vols., Chicago 1979.
158
III
EL CRISTIANISMO
CAPÍTULO 6
LA SAGRADA ESCRITURA
JOSÉ RAMÓN BUSTO SAIZ
1.1. Preliminar
1
Se conservan traducidos al griego Eclesiástico, 1Macabeos, Judit, Tobit y parcial-
mente Baruc. Fueron compuestos originalmente en griego 2 Macabeos, Sabiduría, y par-
cialmente Baruc.
2
Ester 1,1a-r; 3,13a-g; 4,17a-z; 5,1a-2b; 8,12a-y; 10,3a-k; y Daniel 3,24-90; 13-14, pro-
bablemente traducidos del hebreo o del arameo.
161
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
3
En arameo se encuentran Daniel 2,4b-7,28, Esdras 4,8-6,18; 7,12-26, Jeremías 10,11
y una palabra en Génesis 31,47. En el N.T también se encuentran algunas palabra arameas
como Abbá, Talitha qumy, Marana tha y Elí, Elí, lamá sabaqtaní.
4
Dei Verbum, 15.
5
Cf. Dei Verbum, 18.
6
Quaest. in Hept. 2, 73: PL 34,623.
162
LA SAGRADA ESCRITURA
1.2.1.1 El Pentateuco
Pentateuco significa «cinco estuches» en los que se guardan los cinco rollos
que constituyen la Ley de Moisés. Es una única obra, dividida en cinco libros
por la necesidad de que cada uno de los cinco rollos no fuera demasiado lar-
go, lo que hubiera hecho incómoda su lectura. El nombre hebreo es Toráh,
que significa «enseñanza» y que Septuaginta tradujo al griego como «Nomos»,
es decir, Ley.
El primero de los cinco libros es el Génesis, que dedica sus primeros once
capítulos a narrar la creación y los orígenes de la humanidad. En ellos Dios
aparece como Creador del universo y de toda la humanidad. A partir del ca-
pítulo doce comienza, con Abraham, la narración de la prehistoria del pueblo
de Israel. Recoge las tradiciones sobre los patriarcas, Abraham e Isaac, por un
lado, y Jacob, por otro, así como la historia de José. Concluye con la muerte de
Jacob, que bendice a sus hijos antes de morir, y la muerte de José. En las tra-
diciones patriarcales Dios aparece como el Dios la bendición y de la promesa,
por una parte, y el Dios de la alianza, por otra. Dios promete a los patriarcas
su bendición que se hará realidad en el futuro y sella con ellos alianzas que
anticipan la alianza que establecerá más tarde con el pueblo de Israel.
Los siguientes cuatro libros, Éxodo, Números, Levítico y Deuteronomio, se
sitúan unos quinientos años después de la época en que vivieron los patriar-
cas (s. XVIII a.C.) y narran la salida de los israelitas de Egipto y su peregrinar
por el desierto hasta la muerte de Moisés en el monte Nebo. Moisés ve ya la
tierra prometida pero no llega a entrar en ella. La narración lleva intercaladas
las numerosas leyes cúlticas, sociales y morales con que se debían gobernar
los israelitas una vez asentados en Palestina. Estas leyes se presentan como
entregadas por Dios a Moisés en el monte Sinaí o bien dadas por Dios a Moi-
sés en un segundo momento, antes de su muerte. Por eso el Pentateuco se
conoce como «la Ley de Moisés». Entre los numerosos códigos o colecciones
de leyes merecen especial mención el llamado Código de la Alianza (Ex 24,7)
que comprende Ex 20,22-24,11 y la Ley de Santidad (Lev 17-26). En estos libros
Dios aparece como el Dios liberador que salva a su pueblo de la opresión
de los egipcios para convertirlo en su propio pueblo y como legislador que,
por medio de Moisés, da a Israel un conjunto de leyes para constituirlo en su
pueblo, un pueblo santo que obre la justicia.
Deuteronomio significa «segunda ley». Este libro recoge un conjunto de
leyes que surgieron en el reino de Judá desde la caída del reino del Norte
(Israel) bajo el empuje asirio en el año 722 a.C. hasta el exilio impuesto por
los babilonios entre el 587 y 539 a.C. En su pensamiento teológico confluyen
diversas tradiciones, que se habían venido desarrollando a lo largo de los
siglos en cada una de las dos comunidades políticas en que desde finales del
s. X a.C. se habían dividido las tribus de Israel. Las tribus de Judá y Benjamín
163
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
formaron el reino de Judá, en el sur, y las otras diez tribus dieron lugar al reino
de Israel, en el norte. El pensamiento teológico del reino de Judá tuvo por
centro la elección incondicionada por parte de Dios, de David, de la dinastía
davídica y del pueblo de Israel. Dios los eligió sin que ellos lo merecieran. Se
subraya así el aspecto gratuito y sin condiciones previas de la elección divina.
El reino de Israel, por su parte, mantuvo su cohesión en torno a la alianza de
las tribus entre sí y a la alianza de las tribus con Dios. La alianza subraya, por
el contrario, el mutuo compromiso de Dios y de su pueblo.
Tras la caída del reino de Israel, ambas tradiciones, en cierto sentido con-
trarias, se fueron fusionando hasta dar lugar a la teología propia de este libro
que denominamos deuteronomista. Se caracteriza, ante todo, por la fe en un
único Dios, pues con la teología deuteronomista comienza el monoteísmo ra-
dical, la gran aportación de Israel al pensamiento religioso universal. En ella se
fusionan los conceptos de alianza y elección, es decir, Dios elige gratuitamen-
te, pero el don de la elección exige fidelidad a los compromisos por parte del
pueblo de Israel. Así mismo la teología deuteronomista se caracteriza por la
centralización del culto en el templo de Jerusalén, por la interiorización de las
leyes y por la atención a los pobres. El pensamiento deuteronomista adquirió
su pleno desarrollo desde la reforma religiosa del rey Josías en 622 a.C. hasta
la vuelta del exilio de Babilonia (539 a.C.) y constituye la columna vertebral de
todo el Antiguo Testamento.
El Pentateuco, tal como hoy lo tenemos, adquirió su forma definitiva en
tiempo de Esdras, en el siglo IV a.C. Recoge tradiciones y leyes mucho más
antiguas, que se pueden remontar al tiempo de los patriarcas, de Moisés y de
la monarquía. Desde su recopilación por Esdras, el Pentateuco fue para el anti-
guo Israel, algo así como su constitución. Para los judíos estos cinco libros son
los más importantes de la Biblia, en los que se expresa la esencia del pueblo
judío y de sus relaciones con Dios.
164
LA SAGRADA ESCRITURA
que duró del 597 al 539 a.C. Recoge, sin embargo, tradiciones muy anti-
guas que nacieron, en muchos casos, en la época de los mismos hechos
que narra, como pueden ser algunos pasajes relativos a las dificultades
para la conquista de la tierra. También se basa en textos escritos, algu-
nos casi contemporáneos de los acontecimientos, como los relatos de
la subida al trono de David y de la sucesión de David por Salomón. Los
seis libros que comprenden la Obra histórica deuteronomista constitu-
yen una única obra, anterior a Herodoto y muy fiable desde el punto
de vista histórico, que cuenta la historia del pueblo de Israel desde la
perspectiva teológica propia del Deuteronomio.
Según esta perspectiva, la historia del pueblo de Israel consiste en la
reiterada sucesión de los siguientes cuatro movimientos: a) actuación
salvífica por parte de Dios en favor de su pueblo, b) pecado de los israe-
litas como respuesta a la acción salvífica de Dios, c) castigo que sufren
los israelitas, pues Dios, mediante el castigo, los llama a la conversión,
d) arrepentimiento del pueblo, que da lugar a la salvación divina con
la que comienza un nuevo ciclo. La Obra histórica deuteronomísta ad-
quirió su redacción actual en el momento tercero del ciclo, de modo
que interpreta la destrucción de Jerusalén y el exilio en Babilonia como
castigo de Dios a su pueblo por no haber cumplido los compromisos
de la alianza. El objetivo de ese castigo es llamar al pueblo a la conver-
sión. El concepto teológico de «castigo» fue un hallazgo de los teólogos
deuteronomistas, siguiendo algunas de las tradiciones proféticas, para
conciliar el amor de Dios al pueblo elegido con el desastre histórico
que supuso la pérdida de la independencia política bajo el imperio babi-
lónico. Dios había elegido a su pueblo gratuitamente y le había invitado
a hacer una alianza con él. Pero el pueblo había transgredido las estipu-
laciones de la alianza. El castigo aparece entonces como el recurso de
Dios para llamar al pueblo a la conversión. El castigo es, pues, expresión
de la fidelidad y del amor de Dios a su pueblo porque, en lugar de aban-
donarlo, lo sigue llamando a vivir en comunión con él.
2) Obra histórica del cronista, que consta de los libros 1 y 2 Crónicas.
La obra histórica del Cronista es una nueva obra, basada en la Obra
histórica deutenomista. En sus primeros nueve capítulos transmite las
genealogías desde Adán hasta David para continuar narrando la historia
del pueblo de Israel desde David hasta el edicto de Ciro, rey de medos
y persas, del año 539 a.C., que permite a los israelitas regresar desde el
exilio de Babilonia. Su teología es también deuteronomista pero con un
acento especial en David y todo lo relacionado con el culto y el templo
de Jerusalén. Se fecha su composición en el siglo IV o III a.C.
3) Los libros de Esdras y Nehemías, que originalmente fueron un solo li-
bro, son otra obra histórica que cuenta el regreso de los israelitas desde
165
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
166
LA SAGRADA ESCRITURA
la relevancia que el tema amatorio tiene en estos libros. A estas tres novelas
se podría añadir una cuarta cuyo protagonista también es una mujer: Susana,
que nos ha llegado formando parte del libro de Daniel (Dan 13). Sin embargo,
tomando el tema amoroso como excusa, estas novelas ofrecen un mensaje
claramente religioso. Rut es una reacción universalista contra la actuación
endogámica de Esdras. Judit, Ester y Susana, por su parte, son símbolos del
pueblo judío que resiste, fiel a la fe de sus antepasados, la opresión del poder
político y que, en premio a su fidelidad, es liberado de sus enemigos gracias
a la intervención divina.
El libro cuyo protagonista es Tobit es un tipo de novela frecuente en el
mundo antiguo, que es la novela sapiencial o didáctica. Su objetivo es enseñar
la virtud y muestra cómo gracias a sus acciones y actitudes virtuosas el joven
Tobías logra alcanzar la felicidad en el matrimonio. Elementos novelesco-sa-
pienciales encontramos también en la historia de José que se narra en el libro
del Génesis. Es difícil fechar estas novelas con exactitud pero todas pertene-
cen a la época posterior al exilio. Con la excepción de Rut, que probablemente
se remonta al s. IV, las otras cuatro novelas deben fecharse en el s. II a.C.
1.2.1.4. La profecía
Encontramos en el Antiguo Testamento cuatro grandes libros proféticos:
Isaías, Jeremías, Ezequiel y los Doce Profetas. En el mundo antiguo la profecía
es un oficio que da respuesta a la necesidad sentida por el hombre de conocer
la voluntad de la divinidad. Profeta no es quien predice el futuro sino quien
manifiesta públicamente los mensajes de Dios al pueblo, algunos de los cua-
les pueden anunciar acontecimientos futuros. Los profetas de Israel cuyos
escritos se nos han conservado, no solo fueron grandes figuras religiosas con
profundas experiencias místicas, que entraron en relación con Dios y anun-
ciaron al pueblo sus mensajes, sino que fueron también excelentes poetas.
Entre todos destacan como poetas Ezequiel, Nahúm, Habacuc y, sobre todo,
los distintos autores que compusieron el libro de Isaías.
El exilio de Babilonia (597 a 539 a.C.) fue una experiencia histórica trau-
mática para Israel que dejó honda huella en muchos de los libros bíblicos. En
una primera aproximación podemos distinguir profetas pre-exílicos y profetas
post-exílicos. Los profetas pre-exílicos, cuyo primer representante es Amós
(siglo VIII a.C.), se caracterizan por una profunda conciencia social que les lleva
a denunciar las injusticias que comete el pueblo y, sobre todo, sus dirigentes,
a veces, al mismo tiempo que celebra prácticas religiosas no sinceras. Por eso
en sus profecías abundan los anuncios de castigo, que es el medio empleado
por Dios para llamar al pueblo a la adoración del Dios verdadero, que exige
practicar la justicia. Sin embargo, tampoco faltan en sus textos oráculos de
esperanza. Por el contrario los profetas del tiempo del exilio y post-exílicos se
167
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LA SAGRADA ESCRITURA
de las potencias extranjeras. Parece, sin embargo, que el peligro asirio ya había
pasado y que el profeta se refiere a las amenazas babilónica y egipcia que se
ciernen sobre Israel.
Sofonías profetizó en el reinado de Josías, antes de la reforma deuterono-
mista del año 622, que contribuyó a promover. Parece ser uno de los exiliados
que, tras la caída del reino del Norte, se refugiaron en Judá. Así se explica bien
su aversión a los asirios. Su profecía se centra en el «día del Señor» que será
día de castigo para los judaítas por haberse contaminado con las costumbres
de Asiria.
Ageo es un profeta post-exílico que vivió bajo el rey persa Darío, en torno
al año 520 a.C. Es un profeta que anuncia la restauración de Israel y anima a la
reconstrucción del templo de Jerusalén, vinculando esta reconstrucción con
la paz y la felicidad del pueblo.
Zacarías. El libro se compone de dos partes pertenecientes a diferentes
autores. La primera parte, (capítulos 1-8), es obra del profeta Zacarías, que
desempeñó su ministerio en los años inmediatamente anteriores a la consa-
gración del templo reconstruido después del exilio (520-518 a.C.). La segunda
(capítulos 9-14), es obra de un escritor diferente y muy posterior. Se centra en
un mensaje escatológico y anuncia el futuro mesías.
Malaquías. Este breve libro profético fue escrito en la época persa, hacia
el año 450 a.C. Exhorta a un culto sincero sin olvidarse de la justicia.
171
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175
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
Los 27 libros del N. T., aparte del Apocalipsis de Juan del que ya se ha
hecho referencia, se pueden clasificar en dos grandes grupos: Evangelios y
Hechos por un lado y las Cartas y Epístolas por otro.
7
Hch 12,12.25 y 15,37.39. Col 4,10, 2Ti 4,11, Film 24 y 1Pe 5,13.
8
Col 4,14, Flm 24 y 2 Tim 4,11.
176
LA SAGRADA ESCRITURA
177
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
178
LA SAGRADA ESCRITURA
A partir de los evangelios que han llegado hasta nosotros los investigadores
han llegado a postular la existencia de documentos anteriores a los mismos
evangelios, que les sirvieron de fuentes. Entre ellos cabe mencionar los tres
siguientes: Un relato primitivo de la pasión, un documento que recogía en-
señanzas de Jesús al que se denomina fuente Q –de Quelle, que en alemán
significa fuente– y una colección de signos maravillosos realizados por Jesús,
a la que se denomina «fuente de los signos» que habría utilizado el autor
del evangelio de Juan. Ninguno de estos tres documentos ha llegado hasta
nosotros. Cada uno de ellos es una hipótesis científica bien fundada, que ha
conseguido amplio consenso entre los estudiosos de los evangelios.
En un segundo momento, al final de esta tercera etapa, cuando los testigos
oculares comienzan a desaparecer por ley de vida, las comunidades cristianas
sienten la necesidad de tener fijadas por escrito las enseñanzas sobre Jesús en
obras más amplias que las colecciones o relatos ya existentes, que recogieran el
conjunto de lo que se les había transmitido sobre el Señor. Es entonces cuando
se escriben los evangelios canónicos que han llegado hasta nosotros.
Para comprender bien la formación de los evangelios es preciso caer en la
cuenta de dos aspectos importantes. Primero, la composición de estos docu-
mentos escritos no hizo cesar la tradición oral. Al contrario, la tradición oral
seguía viva, los servidores de la palabra seguían anunciando el evangelio, se
seguían contando hechos de Jesús y se seguían trasmitiendo sus enseñanzas,
aplicándolas a las situaciones de las comunidades cristianas. Todo ello a la luz de
la experiencia única de haberse encontrado con Jesús, vivo tras la muerte, y, por
tanto, a la luz de la fe en Él como Hijo de Dios, y también a luz de los textos de
la Escritura que hasta ese momento sólo eran los libros del Antiguo Testamen-
to. Unos pocos años antes Pablo ha escrito sus cartas auténticas, pero aunque
estimadas en sus comunidades, todavía no eran reconocidas como Escritura.
En segundo lugar, es necesario tener en cuenta que la transmisión de los
textos escritos no tiene lugar como ocurrirá después de la invención de im-
prenta. Los impresos de una misma edición son todos exactamente iguales
y normalmente su publicación ha sido controlada por su autor. Pero en el
mundo antiguo cada ejemplar de cada libro escrito es una obra única. No hay
dos manuscritos exactamente iguales. Cuando se copia un manuscrito nunca
se puede copiar exactamente igual que su original. Por otra parte, cada copista
se siente autorizado a «mejorar» el texto que copia de acuerdo con sus pre-
ferencias lingüísticas, literarias, históricas y de pensamiento. De modo que a
causa de la tradición oral y del modo habitual de trasmitir los textos escritos
nos encontramos en los comienzos de la publicación de los evangelios en un
momento de fluidez textual. Será algo más tarde, en las primeras décadas del
s. II, cuando los evangelios adquieran el texto estable que ha llegado hasta
nosotros, como nos demuestran los papiros más antiguos que se nos han
conservado.
179
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
Evangelio según Marcos. Podemos decir con toda probabilidad que el pri-
mer evangelio que se puso por escrito es el de Marcos. Ocurrió poco después
de la destrucción de Jerusalén en el año 70 p.C. En 13,2 Jesús refiriéndose al
templo de Jerusalén dice: «¿Veis esos grandes edificios?; pues serán destrui-
dos sin que quede piedra sobre piedra». Creo que este dicho de Jesús ha de
entenderse como una profecía «ex eventu», es decir, que Marcos pone en
boca de Jesús una profecía que ya sabe se ha cumplido porque el templo ha
sido destruido.
Marcos, a partir de un relato previo de la pasión, de colecciones escritas
de dichos y acciones de Jesús y también de tradiciones orales que habían
llegado hasta él, elaboró un relato coherente al que dio el nombre de evan-
gelio, porque mediante él quería trasmitir el anuncio sobre Jesucristo. La idea
central de su libro es ayudar a los creyentes de sus comunidades a responder
a la pregunta: ¿quién es Jesús? Y la respuesta que quiere llevar al ánimo de los
cristianos de sus comunidades es que Jesús es el crucificado, quien hubo de
pasar por la cruz para llegar a la resurrección. Y pasando por la cruz, Jesús abre
el camino que también deben seguir sus discípulos. Porque el evangelio de
Marcos ha sido escrito para unas comunidades cristianas que viven hostigadas,
si no perseguidas, por judíos y también por paganos.
Papías nos trasmite una noticia a partir de la cual se ha deducido habitual-
mente que el evangelio de Marcos se compuso en Roma, porque dice que
Marcos era el intérprete de Pedro10. Probablemente el interés de Papías reside
9
Esta denominación la introdujo J. J. Griesbach en 1774.
10
Eusebio de Cesarea (H.E. III, 39,15) dice que Papías había escrito lo siguiente: «Y
el presbítero decía esto: Marcos, intérprete que fue de Pedro, puso cuidadosamente por
escrito, aunque no con orden, cuanto recordaba de lo que el Señor había dicho y hecho.
Porque él no había oído al Señor ni lo había seguido, sino, como dije, a Pedro más tarde,
el cual impartía sus enseñanzas según las necesidades y no como quien se hace una com-
posición de las sentencias del Señor, pero de suerte que Marcos en nada se equivocó al
escribir algunas cosas tal como las recordaba. Y es que puso toda su preocupación en una
sola cosa: no descuidar nada de cuanto había oído ni engañar en ello lo más mínimo».
180
LA SAGRADA ESCRITURA
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CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
182
LA SAGRADA ESCRITURA
11
Historia Eclesiástica VI,14,7.
12
«Después [de los otros tres] Juan, el discípulo del Señor, el que estuvo recosta-
do sobre su pecho, publicó el evangelio mientras residía en Éfeso, en Asia» (Adv haer.
3,1,1).
183
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
13
Introdujo la distinción A. Deissmann, en su obra Licht vom Ostem (1908).
184
LA SAGRADA ESCRITURA
comprende las 13 cartas que aparecen firmadas por Pablo y sus colaboradores,
además de la llamada Carta a los Hebreos, y las siete llamadas Cartas Católicas
porque la mayoría de ellas no están dirigidas a una comunidad concreta sino
a la Iglesia universal.
a) Las cartas auténticas de Pablo. Solo siete de las cartas que forman el
corpus paulinum son reconocidas por la investigación crítica como auténticas
de Pablo, es decir, que han sido escritas por él.
Son las siguientes, citadas por el que probablemente es su orden cronoló-
gico: 1Tesalonicenses, escrita sobre el año 50 mientras Pablo está en Corinto;
Gálatas, Filipenses, Filemón, 1Corintios, escritas en Éfeso, y 2Corintios escrita
cuando Pablo ha salido de Éfeso y se encuentra en Macedonia, todas ellas
entre los años 53-54 y, finalmente, la carta a los Romanos, escrita en Corinto
en el invierno del 54-5514. Éste no es el orden en el que tradicionalmente se
nos han trasmitido y aparecen en nuestras Biblias. El orden tradicional refleja,
más bien, la relevancia teológica que desde antiguo las comunidades cristianas
han reconocido a las cartas. De ahí que en nuestras Biblias aparezca primero
la carta a los Romanos, dado que es el escrito más relevante del apóstol Pablo
y el que puede considerarse más importante de todo el Nuevo Testamento
después de los evangelios.
Si esta cronología es correcta, Pablo escribió todas sus cartas en un período
de tiempo muy breve. Con excepción de la primera carta a los Tesalonicenses,
que es algo anterior, las demás fueron escritas en un lapso de tres años. Esto
explica y confirma lo que se percibe por el análisis interno: entre las diversas
cartas de Pablo no hay evolución del pensamiento teológico. Es también im-
portante caer en la cuenta de que todas las cartas auténticas de Pablo han sido
escritas antes de los evangelios que han llegado hasta nosotros. La actividad
evangelizadora de Pablo y su actividad como escritor es contemporánea de la
segunda etapa de composición de los evangelios y probablemente también
14
Para establecer esta cronología me baso en N. Hyldahl, Die Paulinische Chronolo-
gie, Leiden 1986 y G. LÜDEMANN, Paulus, Der Heidenapostel, I, Studien zur Chronologie,
Gotinga 1986.
185
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
Gálatas. La carta a los Gálatas ha sido llamada «el manifiesto del cristia-
nismo», porque siendo el segundo escrito cristiano que conservamos, es el
primero que manifiesta en qué consiste ser cristiano diferenciando la nueva fe
del judaísmo. En ella Pablo, de un modo realmente apasionado y en medio de
un grave conflicto con otros cristianos que habían abrazado la fe desde el ju-
daísmo, expone de un modo radical en qué consiste la salvación que Dios nos
ha otorgado en Cristo y, por tanto, el significado de la muerte y resurrección
del Señor. Pablo había fundado las comunidades cristianas de Galacia. Una
vez que marchó de allí, cristianos provenientes del judaísmo habían hecho
saber a los gálatas que la predicación de Pablo no era correcta. Para acceder
a la salvación cristiana no era suficiente haberse hecho bautizar en el nombre
del Señor Jesús sino que era necesario también hacerse circuncidar y cumplir
la Ley de Moisés. Es decir, para ser cristiano era necesario hacerse primero
judío. Pablo reaccionó contra este modo de entender el misterio de Cristo y,
por tanto, la fe cristiana.
La salvación traída por Cristo era un don para todos los hombres –judíos
y griegos– en plano de igualdad. Cristo era el único que había hecho mere-
cimientos ante Dios con la entrega de su vida. En caso contrario, es decir, si
además de Cristo, también cada hombre debía merecer con el cumplimiento
de la Ley, la salvación, Cristo habría muerto en vano (Gál 2,21). La salvación
cristiana es un don merecido por Cristo y regalado a los hombres. En la cruz
Cristo ha recibido el castigo que todos los hombres merecíamos por nuestros
186
LA SAGRADA ESCRITURA
187
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
carta es una verdadera joya que deja al descubierto las entrañas sensibles y
humanitarias de Pablo.
Las cartas a los Filipenses y a Filemón han sido escritas por Pablo mien-
tras se encuentra en la cárcel. Tradicionalmente se han venido denominando
«cartas de la cautividad» a estas dos cartas junto a las de Colosenses y Efesios
porque también estas dos últimas se presentan como escritas desde la cárcel.
Así mismo se discutía si estas cuatro cartas habían sido escritas por Pablo en
la cárcel que sufrió en Cesarea (Hch 24,24-27) o en Roma (Hch 28,16.30). Mu-
chas y bastante irresolubles eran las dificultades que implicaba agrupar estas
cuatro cartas en un mismo período de cautividad ya se situara este encarcela-
miento de Pablo en Cesarea o en Roma. No se consideraba la posibilidad de
un cautiverio en Éfeso porque el libro de los Hechos no lo menciona. A mi
modo de ver, hay que separar Filipenses y Filemón, por un lado, de Colosen-
ses y Efesios, por otro. Filipenses y Filemón fueron escritas personalmente
por Pablo durante una cautividad breve, pero en la que Pablo temió por su
vida, que sufrió en Éfeso y a la que hace referencia en 1Cor 15,32. Sin embargo
Colosenses y Efesios, en opinión de muchos estudiosos, son cartas pseudoe-
pigráficas, es decir, puestas bajo su nombre, pero no escritas por él, ubicadas
literariamente durante la última cautividad de Pablo, la que sufrió en Roma,
pero que, de hecho, fueron escritas por un discípulo cercano a Pablo, una vez
que éste había muerto tras haber sufrido el martirio bajo Nerón.
188
LA SAGRADA ESCRITURA
189
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
(Rom 15,27). Una excelente ocasión para ello sería el siguiente año sabático
que iba a tener lugar el año 54-55. En los años sabáticos se podían recoger
los frutos espontáneamente producidos por la tierra pero ésta no se podía
cultivar. Como consecuencia de ello se producía un importante aumento del
precio del trigo y otros cereales, lo que afectaba fuertemente a los más pobres.
Desde la asamblea de Jerusalén, que tuvo lugar con toda probabilidad el año
52, hasta el año 55 Pablo disponía de tres años para conseguir una “cantidad
importante” (cf. 2Cor 8,20). Si las comunidades fundadas por Pablo no eran
capaces de socorrer a los pobres de Jerusalén quedaría puesto en entredicho
que los cristianos procedentes del paganismo, convertidos por Pablo, hubie-
ran heredado de verdad las promesas de Dios a Israel.
Pablo en la 1Corintos ha puesto en marcha la colecta (1Cor 16,1-4). En
este contexto Pablo sufre el ataque de algunos miembros de la comunidad de
Corinto. Por un lado, se pone en duda que Pablo sea un verdadero apóstol
(2Cor 11,16-12,13). Pues él no había conocido al Señor en su vida terrena,
como otros apóstoles, y había iniciado una aventura evangelizadora, por su
cuenta, sin haber sido enviado por ninguna iglesia (cf. Gál 1,1). Por otra parte,
además se pone en duda la honestidad de Pablo respecto a la colecta. ¡Quién
sabe si la colecta no es una añagaza de Pablo para sacarles dinero a los nuevos
cristianos! (cf. 2Cor 11,9-10; 12,14-18). Este es el contexto de 2Corintios.
En esta carta, como también en la dirigida a los filipenses, la investigación
crítica ha cuestionado su unidad literaria. Porque hay pasajes en los que Pablo
está en claro conflicto con los corintios (2Cor 10-13) y en otros pasajes (2Cor
1-7) habla de reconciliación, una vez superados desconfianzas y enfrentamien-
tos. Es posible que la carta, tal como hoy la tenemos, sea el resultado de una
labor recensional efectuada en el s. II, de modo que en la carta actual esté
recogido el conjunto de la correspondencia de Pablo con los corintios sobre
los asuntos relativos a la colecta y a la ofensa que se le había infligido (2Cor
2,4-11). En concreto la segunda carta a los Corintios que ha llegado hasta
nosotros quizá esté compuesta de dos billetes sobre la colecta escritos por
Pablo y dirigidos a la comunidad de Corinto en distintos momentos (2Cor
8 y 2Cor 9), el fragmento de la carta en la que Pablo se reivindica ante los
corintios (2Cor 10-13) que podría ser la que el mismo Pablo dice haber escrito
“con muchas lágrimas” (cf. 2Cor 2,4) a no ser que se encuentre hoy perdida,
y por fin, la carta de la reconciliación (2Cor. 1-7). Sea de ello lo que fuere, lo
cierto es que en esta carta aparece como en ninguna otra la imagen del após-
tol sufriente y rechazado incluso por parte de algunos de los cristianos de la
comunidad fundada por él.
190
LA SAGRADA ESCRITURA
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CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
15
Historia Eclesiástica VI, 25,11-14: «Que el carácter de la dicción de la carta titulada
A los Hebreos no tiene aquella rudeza del lenguaje del Apóstol, quien confiesa ser rudo en
la palabra, esto, en el estilo, sino que la carta es bastante más griega por la composición de
su dicción; todo el que sepa reconocer las diferencias de estilo podrá reconocerlo. Y aún
más, que los pensamientos de la carta son admirables y no inferiores a los de las cartas que
se admiten ser del apóstol (…) Pero ¿quién escribió la carta? Dios sabe la verdad».
192
LA SAGRADA ESCRITURA
una vez para siempre. El de Cristo es un sacrificio eficaz que perdona los pe-
cados, al contrario de los sacrificios ofrecidos en el Antiguo Testamento cuya
ineficacia queda probada porque debían repetirse. El texto concluye con una
exhortación a la vida cristiana, que consiste en ofrecer junto con Jesucristo el
sacrificio de la propia vida.
Santiago. Esta carta se presenta como escrita por «Santiago, siervo de Dios
y de Jesucristo, el Señor». Desde antiguo se ha pensado que este Santiago es
el hermano del Señor (Mc 6,3) al que se ha identificado con Santiago, hijo
de Alfeo, perteneciente al grupo de los doce, aunque el Nuevo Testamento
no dé demasiado pie para hacer esta identificación. Eusebio de Cesarea, des-
pués de narrar el martirio de Santiago, el hermano del Señor, añade: «Tal es
la historia de Santiago, del que se dice que es la primera carta de las llamadas
católicas. Mas ha de saberse que no se considera auténtica. De los antiguos
no son muchos los que hacen de ella mención, como tampoco de la llamada
de Judas, que es también una de las siete llamadas católicas. Sin embargo,
sabemos que también éstas, junto con las restantes, se utilizan públicamente
en la mayoría de las Iglesias»16. Así, pues, Eusebio de Cesarea considera este
escrito canónico, pero pseudoepigráfico. Su género literario no es el de una
carta propiamente dicha sino una exhortación sapiencial y su composición hay
que situarla en el último tercio del s. I.
16
Historia Eclesiástica II,23,24-35.
193
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
1, 2 y 3 Juan. A partir del estilo, podemos decir que estas tres cartas han
sido escritas por el mismo autor. 2Jn y 3Jn son verdaderas cartas dirigidas
por un remitente, que se denomina a sí mismo «el presbítero», a la «señora
elegida», que parece designar a la Iglesia (2Jn), y a un personaje individual lla-
mado Gayo (3Jn). 1Jn, por el contrario, no presenta las características literarias
propias de una carta, de modo que quizá deba ser considerada, más bien, un
escrito parenético o un sermón. Se discute el orden cronológico en el que
estas tres cartas han sido escritas. Algunos piensan que fueron escritas en el
orden inverso al que nos han sido trasmitidas. En todo caso, son posteriores
al Evangelio de Juan y pertenecen a la misma escuela teológica. Quizá su autor
bien pudo ser alguno de los que intervinieron en la redacción del evangelio
de Juan, pero esto no se puede probar. Las tres cartas se pueden fechar a fi-
nales del s. I o comienzos del s. II ya que las conocen y citan escritores como
Papías y Policarpo de Esmirna. 1Jn es un excelente comentario al Evangelio
de Juan que refleja una situación distinta y posterior al Evangelio. Mientras
17
Historia Eclesiástica III,3,1.
18
En 2Pe 1,16 el autor se presenta como testigo de la transfiguración y en 2Pe 3,1 dice
que es la segunda carta que escribe.
194
LA SAGRADA ESCRITURA
En una palabra, las Cartas Católicas, más que cartas, son composiciones
parenéticas que pertenecen a la segunda generación cristiana, escritas para
exhortar a sus lectores a mantenerse firmes en la fe verdadera frente a las des-
viaciones heréticas, de corte gnóstico, que comienzan a darse en la Iglesia y
que serán el gran peligro al que la Iglesia tendrá que hacer frente en el siglo II.
Solo las más antiguas de las cartas católicas, Santiago y 1Pe, se ven libres de
las huellas de la lucha contra la gnosis que tuvo que entablar la Iglesia desde
finales del s. I.
19
Cf. Dei Verbum, 6.
195
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
20
Cf. Hebr. 1,1-2.
21
Cf. Mt 28,18; Jn 20,30.
22
Cf. 1 Cor. 11,23; 1 Cor. 15,1-11.
196
LA SAGRADA ESCRITURA
2.2. Inspiración
197
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
23
En el A.T. Is. 34,16; 1 Mac 12,9; 2Mac. 8,23, entre los judíos por Filón y Flavio Josefo y
en el N.T. (Rom 9,17 y Gál 3,8 Heb 3,7 citando al Sal 95,7; Hch 4,25-26 citando al Sal 2,1; Hch
13,34-35 citando Is. 55,3 y Sal 16,10; Heb 1,5.13 y Rom 15,9-12; pero especialmente 2Pe 1,16-
21; 2Tim 3,14-17; 2Pe 3,14-16.
24
2Tim. 3,14-17.
25
2Pe 3,14-16.
198
LA SAGRADA ESCRITURA
26
Contra epistulam Manichoei quam vocant fundamenti 5,6.
27
Dei Verbum, 11.
28
Dei Verbum, 13. Dice la encíclica Divino Afflante Spiritu (24): «Así como el Verbo
sustancial de Dios se hizo semejante a los hombres en todas las cosas, excepto el pecado
(Heb 4,15), así también las palabras de Dios, expresadas en lenguas humanas, se hicieron
semejantes en todo al humano lenguaje, excepto el error».
199
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
la composición de los libros bíblicos. Así, pues, los libros de la Escritura son
libros enteramente humanos al tiempo que la Escritura, en su conjunto, es
un libro enteramente divino. Como tenemos acceso al Padre en la humanidad
de Jesús tenemos acceso a la Revelación definitiva en la literatura humana,
limitada y concreta, que es la Escritura.
29
S. Agustín en La Ciudad de Dios (capítulo 43) dice: «Aunque no ha faltado en nues-
tros tiempos un Jerónimo, presbítero, varón doctísimo y muy instruido en todas las tres
lenguas, que nos ha traducido las mismas Escrituras en latín, no del griego, sino del he-
breo. Y aunque los judíos confiesen que este trabajo e instrucción de Jerónimo en tantas
lenguas y ciencias es verdadero, y pretenden asimismo que los setenta intérpretes erraron
200
LA SAGRADA ESCRITURA
en muchas cosas, no obstante, las Iglesias de Jesucristo son de dictamen que ninguno
debemos preferir a la autoridad de tantos hombres como entonces escogió el pontífice
Eleazar para un encargo tan importante y arduo como éste. (…)
Así que si, como es puesto en razón, no mirásemos a otro objeto en aquellos libros,
sino a lo que dijo el Espíritu Santo por los hombres, todo lo que se halla en los libros he-
breos y no se halla en los setenta intérpretes, no lo quiso decir el Espíritu Santo por estos,
sino por aquellos profetas, y todo lo que se halla en los setenta intérpretes y no se halla
en los libros hebreos, más lo quiso decir el mismo Espíritu Santo por éstos que por aqué-
llos; mostrándonos de esta manera que los unos y los otros eran profetas porque de esta
conformidad dijo como quiso unas cosas por Isaías, otras por Jeremías, otras por otros
profetas, o de otra manera, una misma cosa por éste que por aquél.
En efecto, todo lo que se encuentra en los unos y en los otros, por los unos y por los
otros lo quiso decir un mismo Espíritu; pero de tal modo, aquéllos precedieron profetizan-
do y éstos siguieron proféticamente interpretando a aquéllos; porque así como tuvieron
aquéllos, para decir cosas verdaderas y conformes, un espíritu de paz, así también en és-
tos, no conviniendo entre sí, y, sin embargo, interpretándolo todo como por una boca se
manifestó que el espíritu era un solo».
201
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
30
Enarrationes in Psalmos, 103, IV, 1: PL 37, 1378.
31
De arca Noe, 2, 8: PL 176 C-D.
32
Sacrosantum Concilium, 7. A este respecto dice la Exhortación apostólica postsi-
nodal Verbum Domini (nº 56): «La sacramentalidad de la Palabra se puede entender en
analogía con la presencia real de Cristo bajo las especies del pan y del vino consagrados.
Al acercarnos al altar y participar en el banquete eucarístico, realmente comulgamos el
cuerpo y la sangre de Cristo. La proclamación de la Palabra de Dios en la celebración com-
porta reconocer que es Cristo mismo quien está presente y se dirige a nosotros para ser
recibido».
202
LA SAGRADA ESCRITURA
33
Dei Verbum, 11.
34
Cf. Lc 4,21; Hch 3,18; 8,30; 26,22 y 1Pe 1,10ss.
203
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
cristo. En la terminología del mismo Nuevo Testamento estas dos partes son
denominadas respectivamente Escritura y Evangelio.
El Antiguo Testamento prepara la plenitud de la revelación de Dios,
mediante las promesas divinas, prefigura el misterio cristiano, inicia la Re-
velación de modo fragmentario, opaco de alguna manera, y mantiene las
expectativas del pueblo de Israel en la salvación que Dios le otorgará. El
Nuevo Testamento, por su parte, manifiesta el cumplimiento de las pro-
mesas, sustituye lo fragmentario y figurado por la revelación definitiva y
colma las expectativas salvíficas del pueblo de Israel. El Nuevo Testamento
es, pues, el testimonio de la Revelación definitiva de Dios en Jesucristo ya
entregada a la humanidad, pero sin que hayamos alcanzado aún la plenitud
de nuestro conocimiento de Dios, que sólo tendrá lugar al final de la histo-
ria. En una palabra, el Nuevo Testamento continúa manteniendo la tensión
escatológica.
En consecuencia, para la fe cristiana, el Nuevo Testamento delimita el mar-
co de interpretación del Antiguo. El Antiguo Testamento, en cuanto Revela-
ción de Dios, ha de ser interpretado a la luz de Nuevo Testamento. Es algo
así como si un escritor hubiera comenzado a escribir una novela y sin haberla
podido concluir otro escritor hubiera completado la obra iniciada. Obviamen-
te la interpretación de la obra en su conjunto dependería de la parte debida
al segundo escritor.
La actuación de Dios sobre la Escritura, que hemos llamado inspiración,
afecta a todos los libros de la Escritura, tanto a los del Antiguo Testamento
como a los del Nuevo, por igual. Todos los libros están igualmente inspirados.
Dios es autor literario de todos los libros de la Escritura, pero no todos los
libros nos transmiten de igual modo la Revelación divina. Los libros del Nuevo
Testamento son mejores y más plenos testigos de la Revelación que los libros
del Antiguo Testamento. E incluso dentro del Nuevo Testamento la revelación
de Dios se nos trasmite de modo especial en los cuatro Evangelios. La liturgia
es testigo privilegiado de esta realidad. No se puede celebrar la Eucaristía sin
leer un pasaje del Evangelio. A la lectura evangélica le puede acompañar la lec-
tura de un pasaje del resto del Nuevo Testamento o del Antiguo Testamento o
de ambos. Pero no se puede celebrar una liturgia cristiana sólo con la lectura
de un pasaje del Antiguo Testamento. Así la liturgia pone de relieve el puesto
central que, en la vida de la Iglesia, tienen los Evangelios y la primacía, como
testigo escrito de la Revelación, que corresponde al Nuevo Testamento sobre
el Antiguo. También la liturgia ofrece otros detalles para subrayar el puesto
central que en la Iglesia corresponde a los Evangelios como testimonio de la
Revelación divina: la asamblea cristiana escucha puesta en pie la lectura del
Evangelio, que debe ser proclamado por un ministro ordenado, detalles am-
bos que no ocurren en la lectura de los otros escritos del Nuevo Testamento
y tampoco en los del Antiguo.
204
LA SAGRADA ESCRITURA
35
Cf. Dei Verbum, 12.
36
S. JERÓNIMO, Epistula 120, 10: CSEL 55, 500-5006.
205
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
37
Dei Verbum, 10: «El oficio de interpretar auténticamente la palabra de Dios, oral o
escrita, ha sido encomendada al Magisterio de la iglesia, el cual lo ejercita en nombre de Je-
sucristo. Pero el Magisterio no está por encima de la Palabra de Dios, sino a su servicio, para
enseñar puramente lo transmitido, pues por mandato divino y con la asistencia del Espíritu
Santo, lo escucha devotamente, lo custodia celosamente, lo explica fielmente; y de este de-
pósito de la fe saca todo lo que propone como revelado por Dios para ser creído».
38
BENEDICTO XVI, Verbum Domini 37:«Los Padres son en primer lugar y esencialmen-
te unos comentadores de la Sagrada Escritura. Su ejemplo puede enseñar a los exegetas
modernos un acercamiento verdaderamente religioso a la Sagrada Escritura, así como una
interpretación que se ajusta constantemente al criterio de comunión con la experiencia de
la Iglesia, que camina a través de la historia bajo la guía del Espíritu Santo».
39
Cf. Dei Verbum, 12.
206
LA SAGRADA ESCRITURA
2.5. El canon
40
El Canon de la Iglesia contiene 46 libros. El de las Iglesias protestantes contiene 39
libros. La diferencia está en los siete libros del A.T. conservados en griego: 1 y 2 Macabeos,
Judit, Tobit, Baruc, Eclesiástico, Sabiduría y los fragmentos de Ester y Daniel, a los que las
Iglesias protestantes sólo reconocen valor para la edificación, pero no canonicidad.
207
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
41
Es un excelente documento, cuyo contenido no voy a exponer aquí pero que puede
leerse con mucho provecho.
208
LA SAGRADA ESCRITURA
42
La Interpretación de la Biblia en la Iglesia, I, F.
209
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
Evidentemente, los tres accesos indicados están relacionados entre sí. Pero
es preciso hacer notar dos ideas sobre esta relación.
El mensaje teológico de los libros bíblicos estriba en su mensaje literario;
o dicho de otro modo, su mensaje teológico se identifica con su mensaje lite-
rario en cuanto éste es leído en la unidad de toda la Escritura e interpretado a
luz de la Tradición, es decir, en la fe de la Iglesia. Sólo percibiremos la palabra
sobre nuestra fe, que nos trasmiten los libros bíblicos, si además de aplicarles
el instrumental metodológico lingüístico e histórico a nuestro alcance, los
leemos con el mismo Espíritu con que han sido escritos.
Por otro lado, hemos de ser conscientes de que el mensaje sobre la fe
cristiana que trasmiten los libros bíblicos no es independiente de la historia
ocurrida y en ellos testificada. Los libros bíblicos no trasmiten una supuesta
historia objetiva o neutral del pueblo de Israel o de la primitiva Iglesia sino
que trasmiten la historia interpretada, es decir, la historia que ha desvelado su
sentido. Una historia neutral no es posible ni en el caso del testimonio de los
libros bíblicos, ni en ningún otro. La historia y la realidad son siempre historia
y realidad interpretadas. Los libros bíblicos nos trasmiten la historia de Israel,
de Jesucristo y de la comunidad cristiana tal como es entendida y vivida por
la comunidad creyente. El creyente lee esa interpretación de la realidad y de
la historia como la visión del mismo Dios, que él mismo ha querido comu-
nicarnos. Por tanto, análisis literario, crítica histórica y lectura en la fe de la
Iglesia son tres dimensiones que metodológicamente podemos separar pero
que han de darse unidas e interrelacionadas en la interpretación correcta de
la Escritura.
43
Una exposición y valoración de los métodos exegéticos puede verse en el docu-
mento de la Pontificia Comisión Bíblica: La interpretación de la Biblia en la Iglesia (Roma
1993).
210
LA SAGRADA ESCRITURA
1ª) La Escritura, que ha sido inspirada por el Espíritu Santo, ha sido com-
puesta sin que la intervención de Dios hiciera palidecer en nada el
carácter de verdaderos autores literarios que tienen los escritores sa-
grados.
2ª) A pesar de la pluralidad de escritores humanos, de épocas, lenguas
y géneros literarios, la Escritura, tomada en su conjunto, es un único
libro que tiene un único autor, Dios, y un único argumento, Cristo. La
Escritura es un único libro pero con dos partes bien diferenciadas.
3ª) La Escritura es un libro de la Iglesia y para la Iglesia. Recibido por la
Iglesia, en parte, de su prehistoria y escrito, en parte, por la Iglesia
apostólica ha sido entregado a la Iglesia posterior para que alimente
su vida y le sirva de norma de su fe.
44
Dei Verbum, 12.
45
Dei Verbum 12: «Para descubrir la intención del autor, hay que tener en cuenta,
entre otras cosas, los géneros literarios. Pues la verdad se presenta y se enuncia de modo
diverso en obras de diversa índole histórica, en libros proféticos o poéticos, o en otros
géneros literarios. El intérprete indagará lo que el autor sagrado dice e intenta decir, según
su tiempo y cultura, por medio de los géneros literarios propios de su época. Para com-
prender exactamente lo que autor propone en sus escritos, hay que tener muy en cuenta
el modo de pensar, de expresarse, de narrar que se usaba en tiempo del escritor, y también
las expresiones que entonces más se usaban en la conversación ordinaria».
211
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
del único argumento del libro de modo distinto, también han de ser
interpretadas de modo distinto. El Antiguo Testamento suministra las
claves de interpretación literaria del Nuevo, mientras que el Nuevo
proporciona las claves teológicas de interpretación del Antiguo. De
modo que el Nuevo Testamento no es inteligible sin conocer litera-
riamente el Antiguo mientras que el Antiguo no es inteligible, como
testimonio de la fe cristiana, sin haber comprendido el Nuevo teológi-
camente.
3º) Puesto que la Escritura es un libro de la Iglesia y para la Iglesia, la in-
terpretación de la Escritura debe hacerse desde la Tradición viva de la
Iglesia y desde la fe de la propia Iglesia46.Esto no significa que la Iglesia
imponga extrínsecamente a los textos unos criterios interpretativos
que en principio les fueran ajenos. Es que la Iglesia, al interpretar la Es-
critura, se está interpretando a sí misma pues la Escritura forma parte
del propio ser de la Iglesia, pues, como hemos dicho, la Escritura ha
sido entregada a la Iglesia como norma de su fe, como su propia cons-
titución. Algo así como una persona que ha escrito su propio diario
es la que está connaturalmente mejor capacitada para entenderlo en
profundidad y explicar su sentido. La Iglesia lee, pues, la Escritura, que
es el testimonio objetivado de su fe, desde esa misma fe. Finalmente,
la Iglesia es la única intérprete autoritativa de la Escritura. Autoritativa
quiere decir con autoridad vinculante para los fieles. Pues, la Iglesia
interpreta la Escritura, escrita bajo la inspiración del Espíritu Santo con
la asistencia de ese mismo Espíritu, presente en la Iglesia como don
del Señor resucitado47.
46
Dei Verbum, 12: «Para descubrir el verdadero sentido del texto sagrado hay que
tener muy en cuenta el contenido y unidad de toda la Escritura, la Tradición viva de toda la
Iglesia, la analogía de la fe».
47
Dei Verbum 12: «Todo lo dicho sobre la interpretación de la Escritura queda some-
tido al juicio definitivo de la Iglesia, que recibió de Dios el encargo y el oficio de conservar
e interpretar la palabra de Dios».
212
LA SAGRADA ESCRITURA
48
Summa Theologiae, I, q. 1, a. 10, ad 1.
213
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
214
LA SAGRADA ESCRITURA
Puesto que el N.T. es expresión, más directa que el Antiguo, del misterio
de Cristo tal como lo recibió del mismo Cristo la Iglesia apostólica, tendrán
la primacía hermenéutica aquellos textos o pasajes que más se acerquen a lo
nuclear del misterio de Cristo.
BIBLIOGRAFÍA
215
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
CONCILIO VATICANO II, Constitución dogmática Dei Verbum, sobre la divina Reve-
lación; PONTIFICIA COMISIÓN BÍBLICA: La interpretación de la Biblia en la Iglesia
(Roma 1993); BENEDICTO XVI, Exhortación apostólica postsinodal Verbum Domini,
Roma 2010; V. MANUCCI, La Biblia como Palabra de Dios, Bilbao 1985; «La Palabra
de Dios se hace libro en la Sagrada Escritura», en Mysteruim Salutis I, 338-521; K.
RAHNER, Inspiración de la Sagrada. Escritura, Barcelona 1970; L. ALONSO SCHÖKEL,
La palabra inspirada, Barcelona 1968; Conceptos Fundamentales de Teología,
artículos: «Canon» (I, 208-255), «Escritura y Teología» (I, 536-546), «Inspiración»
(II, 386-397), «Tradición» (IV, 382,394); Diccionario Teológico Interdisciplinar,
artículos: «Sagrada Escritura» (I, 213-248), «Exégesis» (II, 455-467), «Tradición» (IV,
522-542).
216
CAPÍTULO 7
JESUCRISTO
JOSÉ IGNACIO VITÓN DE ANTONIO
INTRODUCCIÓN
Jesús es el Cristo
217
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
Tenemos que dejar claro que no se trata de elegir uno de los dos tipos
de cristología contraponiéndolo al otro como si ambos se excluyeran mutua-
mente por completo. En Jesús la historia no es separable del todo de la fe y
no podemos por tanto separar completamente una cristología descendente
o desde arriba de una cristología ascendente o desde abajo.
a. La cristología ascendente
218
JESUCRISTO
b. La cristología descendente
219
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
220
JESUCRISTO
221
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
222
JESUCRISTO
Reimarus afirmaba que el Jesús que existió en Nazaret y el Cristo que pre-
dican los evangelios no son la misma cosa. El primero fue un mesías que
fracasó rotundamente. El segundo es una creación de los discípulos que, no
conformes con la muerte, transformaron su fracaso y con ello transformaron
a Jesús.
Frente a esta neta separación y distinción nosotros podemos afirmar que
entre Jesús y Cristo se da una identidad de sujeto, hay continuidad. El predi-
cado Cristo se atribuye al sujeto Jesús. Pero entre ambos se da una diferencia,
por un lado existencial y por otro gnoseológica. Existencial en cuanto que
Jesús, aun siendo Cristo durante su vida mortal, solamente estuvo en con-
diciones de serlo plenamente a partir de la resurrección, cuando el Padre lo
reveló como tal. Afirma Pablo en este sentido:
«Pablo, siervo de Cristo Jesús, apóstol por vocación, escogido para el Evan-
gelio de Dios, que había ya prometido por medio de sus profetas en las
Escrituras Sagradas, acerca de su Hijo, nacido del linaje de David según la
carne, constituido Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por
su resurrección de entre los muertos» (Rom 1,1-4).
1
A. VARGAS MACHUCA, El Jesús histórico. Un recorrido por la investigación moderna,
Madrid 2004, 23.
223
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
2
G. BORNKAMM, Jesús de Nazaret, Salamanca 1975, 14-15.
224
JESUCRISTO
ta, el socialista entre otras muchas. Da la impresión como si cada época y cada
investigador se hiciese una imagen de Jesús a su propia medida. Aún cuando
todos los autores de la teología liberal pretenden trabajar con los mismos mé-
todos llegan, sin embargo, a unos resultados divergentes y opuestos. Por eso
uno de sus principales autores, Albert Schweitzer sentencia que es imposible
escribir la vida de Jesús3.
3
A. SCHWEITZER, Investigación sobre la vida de Jesús, 2 vols., Valencia 1990.
4
R. BULTMANN, Jesús. La desmitologización del Nuevo Testamento, Buenos Aires 1974.
225
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
5
D. BONHÖEFFER, El precio de la gracia, Sígueme, Salamanca 2004, 39.
226
JESUCRISTO
1.3. Jesús de Nazaret: datos más firmes que conocemos sobre su vida
6
J.P. MEIER, Un judío marginal, vol. 1, Estella 1998, 413.
227
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
7
Ibid., 413.
8
Ibid., 413.
9
J.P. MEIER, Un judío marginal, vol. II/1, Estella 1999, 146.
228
JESUCRISTO
según la ley judía se castigaba con la pena de muerte: «Si el profeta tiene la
presunción de decir en mi nombre una palabra que yo no le he mandado
decir, o si habla en nombre de otros dioses, ese profeta morirá» (Dt 18,20).
El final violento de Jesús se sitúa en consecuencia íntima con su conducta. Si
Jesús murió como murió es por haber vivido como vivió. Jesús murió en la
cruz «en el atardecer del viernes 7 de abril del año 30. Tenía unos treinta y
seis años»10.
10
Ibid., 414.
229
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
y otras invocaciones directas. Hay ocasiones en las que llama a Dios Padre sin
adjetivo posesivo (Lc 10,21) otras habla de «vuestro Padre» (Mt 6,15) y otras
se apropia del término de una manera especial y dice «mi Padre» (Mc 14,36).
Curiosamente nunca aparece la fórmula «nuestro Padre». Esta se desdobla en
mi Padre y vuestro Padre. Los exegetas coinciden en el reconocimiento de la
historicidad global de este apelativo en boca de Jesús. Es cierto que la comu-
nidad cristiana tiende a introducir cada vez más este apelativo en las palabras
de Jesús pero esto no lo hace por propia iniciativa sino que se encuentra
impulsada a ello por la oración y predicación de Jesús.
Jesús invoca directamente a Dios con el apelativo Abba o Padre mío. Jesús
ora así no solo en los momentos prósperos como la acción de gracias por la
revelación a los pequeños (Lc 10,21) o la resurrección de Lázaro (Jn 11,41)
sino también en los momentos adversos como la oración en Getsemaní (Mc
14,36) o la petición de perdón por sus asesinos en la cruz (Lc 23,34)y la excla-
mación última antes de la muerte: «Padre, en tus manos pongo mi espíritu»
(Lc 23,46). Jesús no abdica del sentimiento de la paternidad de Dios ni siquie-
ra en las circunstancias en que ésta pudiera resultar más dudosa, cuando se
siente abandonado por Dios en la agonía: «Dios mío, Dios mío, por qué me
has abandonado» (Mc 15,34).
La palabra Abba que, como decimos, proviene del lenguaje familiar, se
empleaba también con personas de respeto con quienes se tenía una relación
de confianza. Esta confianza tuvo que chocar fuertemente con la mentalidad
judía de aquél tiempo. El usarla para referirse a Dios mostraba un grado tal de
cercanía y familiaridad que amenazaba con trivializar la relación con él. Dice
el exegeta Joachim Jeremias que teniendo en cuenta el contexto vital de Abba
se comprende por qué el judaísmo palestino no lo utilizaba como apelación
a Dios. Abba era lenguaje familiar, léxico ordinario, designación cortés. Por
eso, para la sensibilidad de los contemporáneos de Jesús sería irrespetuoso e
impensable dirigirse a Dios con una palabra tan familiar.
Con este uso de la palabra Abba Jesús invierte la prohibición vigente en el
judaísmo. Y dice, «ni tampoco llaméis a nadie «padre vuestro» en este mundo,
porque vuestro único Padre es el del cielo» (Mt 23,9). La verdadera paterni-
dad para Jesús, se realiza solamente en Dios. En todos los temas en que Jesús
insinúa su pretensión, como razón de sus actitudes se alude siempre a una
conciencia particular del ser de Dios. Jesús se opone a fariseos y sacerdotes
como en los conocidos pasajes del buen samaritano (Lc 10, 29-37) y la parábo-
la del fariseo y el publicano (Lc 18,9-14). Si no es tan duro con otros pecadores
se debe a que en el fondo de esta oposición está una distinta concepción de
Dios, de quien los fariseos y sacerdotes son la versión oficial y autorizada.
Para el sacerdote de Lc 10,31 su Dios no está mediado por el amor al
prójimo herido y para el fariseo de Lc 18,11, Dios es manejable para él y él
es exigente con los demás. Para ninguno de los dos Dios está comprometido
230
JESUCRISTO
231
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
Israel fue un pueblo nómada compuesto por tribus. Para su defensa ante
potencias extranjeras necesitaba unidad racial y fronteras territoriales. Su espí-
232
JESUCRISTO
ritu religioso le permitió remitir ambas cosas a las promesas hechas por Dios
a los patriarcas: una descendencia numerosa nacida del tronco de Abraham y
una tierra fértil. Como dice el Génesis: «Yahvé dijo a Abrán: «Vete de tu tierra,
de tu patria y de la casa de tu padre a la tierra que yo te mostraré. De ti haré
una nación grande y te bendeciré. Engrandeceré tu nombre; y sé tú una ben-
dición. Bendeciré a quienes te bendigan y maldeciré a quienes te maldigan.
Por ti se bendecirán todos los linajes de la tierra». (Gen 12,1-3). De esta forma
Israel va tejiendo su historia como un reino cuyo rey es Yahvé: «Reina Yahvé,
vestido de majestad, Yahvé, vestido y ceñido de poder, y así el orbe está se-
guro, no vacila» (Sal 93,1).
Durante su estancia en Egipto se multiplica la descendencia. Pero allí los
judíos son esclavos y no constituyen un reino independiente. Su identidad
nacional progresa mediante algunos hitos históricos como la liberación de
Egipto, la ley en el monte Sinaí y el reino de David.
Durante la salida de Egipto y la peregrinación por el desierto durante toda
una generación se destaca el protagonismo de Yahvé que se comporta como un
caudillo: «¿Algún Dios intentó jamás venir a buscarse una nación de en medio de
otra por medio de pruebas, señales, prodigios, en la guerra, con mano fuerte y
tenso brazo, con portentos terribles, como todo lo que Yahvé vuestro Dios hizo
con vosotros, a vuestros mismos ojos, en Egipto?» (Dt 4,34). Más adelante la fe
bíblica situaría el nacimiento de Israel en el monte Sinaí. La Alianza confirma
a Yahvé como rey de Israel y al pueblo como «una nación santa» (Ex 19,6). En
el siglo XI a.C con el nacimiento de la monarquía en Saúl gana popularidad el
título de Yahvé-Rey. Hay posteriormente un apogeo de la monarquía israelita
con David y Salomón. Esta monarquía que se construye sobre la unidad político-
religiosa y sobre el esplendor material quedó en la conciencia judía como el
modelo de identificación que inspirará las descripciones de la realeza divina.
La exaltación de Yahvé como Rey tendrá expresiones como: «Sube Dios
entre aclamaciones, Yahvé a toque de trompeta: ¡tocad para nuestro Dios,
tocad, tocad para nuestro Rey,tocad! Es rey de toda la tierra: ¡tocad para Dios
con destreza! Reina Dios sobre todas las naciones, Dios, sentado en su tro-
no sagrado» (Sal 47,6-9). Israel tenía que ser eternamente el Reino de Dios
en la tierra, es decir, una teocracia. Pero pronto esta esperanza choca con
la historia. La infidelidad y la pésima gestión de los reyes: «Al tiempo de su
ancianidad, las mujeres de Salomón desviaron su corazón tras otros dioses,
y su corazón no fue por entero de Yahvé su Dios, como el corazón de David,
su padre. Salomón marchaba tras Astarté, diosa de los sidonios, y tras Milcón,
abominación de los amonitas. Salomón hizo lo malo a los ojos de Yahvé, y no
se mantuvo del todo al lado de Yahvé, como David su padre» (1Re 11, 4-6)
traerán como consecuencia las guerras internas y la caída en manos de po-
tencias extranjeras. A la vista de este panorama, ¿dónde quedan las promesas
divinas del reino de Israel?
233
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
234
JESUCRISTO
En esta expectativa del Reino de Dios aparece Jesús con su mensaje: «El
Reino de Dios ha llegado, ya está aquí» (Mc 1,14-15). A este respecto comen-
ta Albert Nolan: «Jesús vivió en un tiempo en que el pueblo judío estaba en
“alerta máxima” esperando la inminente llegada de un Mesías que restauraría
el reino tanto tiempo esperado, o reino de Dios. Las expectativas en torno a
qué, cuándo, dónde y cómo, variaban enormemente. Se especulaba mucho
al respecto»11.
El inmediato precursor del Reino de Dios anunciado por Jesús es Juan Bau-
tista. Juan sigue la estela de los movimientos penitenciales, vive en el desierto
y anuncia que habrá un juicio de Dios. La única manera de escapar a este juicio
es la conversión que debe hacerse aquí y ahora y para ser efectiva tiene que ir
acompañada de obras de penitencia. El bautismo forma parte de esta llamada
a la conversión. Juan anuncia a Alguien que viene, el personaje escatológico
que vendría al final de este tiempo con funciones de juez en nombre de Dios.
Por tanto, Juan une la idea profética del juicio con la figura apocalíptica del hi-
jo del hombre. La comunidad cristiana posteriormente identificará al hijo del
hombre con Jesús e interpretará a Juan Bautista como precursor de Jesús.
11
A. NOLAN, Jesús, hoy, Barcelona 2007, 89.
235
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
236
JESUCRISTO
tal y como es anunciado por Jesús de Nazaret tiene una dimensión salvífica,
una dimensión escatológica y una dimensión teológica.
a. Dimensión salvífica
Para Jesús el tiempo de salvación se realiza aquí y ahora. No hay que es-
perar al fin de los tiempos ni hay que hacer buenas obras para ganar esta
salvación o exigirla a Dios como retribución por las buenas obras. La salvación
significa perdón de los pecados y la consiguiente alegría de encontrarse con
la misericordia infinita e inmerecida de Dios. Esta alegría se traduce en amor
al prójimo.
La salvación del Reino de Dios se manifiesta también en que el amor
de Dios llega a constituir las relaciones entre los hombres. Aparece así la
dimensión comunitaria de la salvación, ésta no se entrega individualmente
sino que se recibe y se desarrolla en una misión comunitaria. La salvación no
supone una recepción pasiva que el hombre acoge, sino que abre al hombre
y le empuja a darse a sí mismo, pues es en la reciprocidad donde el ser hu-
mano descubre la base de la realidad de ese amor que Dios va manifestando.
Podemos, en este sentido, afirmar que salvación equivale a amor. Lo que se
hace por amor tiene futuro aunque no siempre sea visible. Si es posibilidad
continua, si es futuro quiere decir que el amor siempre pervivirá porque es
lo que pone en contacto con esa dimensión trascendente que nunca acaba
de agotarse.
b. Dimensión teológica
12
R. H. FÜLLER, Fundamentos de la Cristología neotestamentaria, Madrid 1979, 113.
13
BENEDICTO XVI, Jesús de Nazaret, vol. 1, Madrid 2007, 76.
237
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
nada tiene que ver con el resto de nosotros sino como primogénito de toda
la humanidad.
La dimensión teologal significa también que Jesús exige aceptar a Dios tal
cual es. Esto implica una conversión y por eso ésta es una exigencia universal
de Jesús: «convertíos y creed en la buena noticia» (Mc 1,15). Conversión que
«en el caso de los pecadores es que acepten que Dios es esperanza y gracia,
que crean que las posibilidades de Dios son mayores que sus propias posi-
bilidades y que en el caso de los que se tienen por justos es que cambien su
misma noción de Dios a favor de un Dios libre y gratuito»14.
c. Dimensión escatológica
14
J. SOBRINO, Cristología, 225.
15
J.A. PAGOLA, Jesús, aproximación histórica, Madrid 2007, 109.
16
BENEDICTO XVI, Jesús de Nazaret, o. c., 81.
238
JESUCRISTO
futuro Jesús se sirve de parábolas y de otros signos como las comidas que
son anticipaciones del banquete escatológico, o dicho de otra manera, signos
de la fraternidad que ha de reinar en la comunidad humana. Jesús realiza el
Reino en sus acciones mesiánicas: «Jesús les respondió: Id y contad a Juan lo
que oís y veis: los ciegos ven y los cojos andan, los leprosos quedan limpios
y los sordos oyen, los muertos resucitan y se anuncia a los pobres la Buena
Nueva» (Mt 11, 4-5).
Las parábolas son por excelencia el lugar donde Jesús habla del Reino. Toma
ejemplos de la vida sencilla y a través de ellos subraya algunos aspectos del Reino
que captan la atención de los oyentes. J. Jeremías en su libro «las parábolas de
Jesús» insiste en que estas historias invitan a tomar partido respecto a Jesús y al
Reino. Temas recurrentes son la pequeñez del Reino como por ejemplo la narra-
ción de la semilla y el grano de mostaza (Mc 4,26-32), la llegada del Reino a través
de la iniciativa de Dios que da su gracia, buen ejemplo de ello es la parábola del
Hijo Pródigo (Lc 15,11-32), la responsabilidad del hombre para recibir la salva-
ción en la parábola del sembrador (Mc 4, 1-9) y los destinatarios del Reino que
son los pobres, los pequeños y los pecadores como se pone de manifiesto en la
oveja perdida (Mt 18,12-14) y el fariseo y el publicano (Lc 18, 9-14). Aludiendo a
esta carácter provocador de las parábolas dirá J. D. Crossan que estas historias de
Jesús socavaban el status quo y revelaban la paradoja del Reino de Dios.
En definitiva y con relación al tiempo, en las parábolas se describe la in-
significancia del principio del Reino y su grandeza final. Según se subraye el
momento presente o el futuro se han formulado tres escatologías. La escato-
logía antecedente que insiste en que el Reino ha acontecido, la escatología
consecuente que subraya que aún tenemos que esperar y la intermedia que
enfatiza que ahora es el tiempo pero por otro lado todavía no hay una realiza-
ción plena, en expresión afortunada decimos «ya si, pero todavía no».
Finalmente, las bienaventuranzas se sitúan en la perspectiva de la venida
escatológica de la soberanía y el Reino de Dios. Son los rasgos, las característi-
cas del reinado de Dios. Representan la transformación radical que necesita la
humanidad para la consecución del Reino. El reinado de Dios trae el consuelo
y la salvación donde domina el hambre y la injusticia. Pero estas bienaventu-
ranzas no se cumplen sin que se conviertan en las actitudes del que quiere
acoger el Reino. Son en este sentido el resultado y también la condición de
posibilidad del Reino de Dios.
4. LA MUERTE DE JESÚS
239
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
Los evangelios han teologizado la vida y la muerte de Jesús, por ello tene-
mos que hacer una lectura crítica que intente separar los datos pertenecien-
tes a la teología y los datos pertenecientes a la historia. Antes de abordar el
tema desde la perspectiva histórica conviene tomar conciencia de algunos
prejuicios que pueden desfigurar la muerte de Jesús como un hecho real. A
la vez tenemos que aceptar que no llegaremos a saber ni a entender todo su
significado.
En primer lugar, tenemos que reconocer que la muerte de Jesús no fue
un deicidio consciente por parte de los demás. En el horizonte del judaísmo
contemporáneo no cabía la posibilidad de que Jesús fuera Dios y de que al
matarle fueran conscientes de que mataban a Dios. En segundo lugar, tam-
poco fue una comedia por parte de Jesús. Si nos empeñamos en deducir a
priori cómo tiene que ser el Dios hecho hombre estamos imponiendo una
interpretación de la muerte de Jesús que se anticipa a los hechos. Tenemos
que evitar concebir la pasión como una especie de comedia en que Jesús tiene
un conocimiento previo del desenlace. Jesús en este sentido no sería más que
un actor que representa un papel. En tercer y último lugar, que la muerte de
Jesús no fue una necesidad jurídica por parte de Dios. Al hablar de la muerte
de Jesús se ha pensado más en el pecado que en los factores concretos que
promovieron esa muerte. Este prejuicio o a priori nos llevaría a privar a la
muerte de Jesús de toda relación con su vida anterior porque sería un acto
que acontecería entre el Padre y el Hijo al margen de la historia. No habría
causas en la vida de Jesús que lo llevasen a la muerte.
Vamos ahora a considerar históricamente la muerte de Jesús. Esta aproxi-
mación histórica pretende contestar a la pregunta ¿por qué murió Jesús? No
nos referimos con ello al mero hecho de morir sino al por qué tuvo que morir
como murió, de forma violenta y prematura. Si toda muerte nos interroga y
nos lleva a preguntarnos por el sentido de la vida, con mucha mayor razón una
muerte como la que vivió Jesús. Aún cuando se viera venir desde que empeza-
ra su actividad pública siempre nos podrá parecer algo desproporcionado.
Su muerte fue consecuencia de su pretensión de autoridad. Estaba implí-
cita en los objetivos y en los medios de su comportamiento que provocó la
oposición de las autoridades judías y su condenación como blasfemo.
240
JESUCRISTO
241
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
242
JESUCRISTO
Podemos decir que Jesús no buscó una muerte violenta pero contó con
ella y la aceptó. Interpretándola positivamente en el servicio de su misión
salvífica. En los evangelios tenemos muchos datos que corroboran esta afir-
mación. Jesús a lo largo de su vida no tuvo una conducta temeraria, ya al
comienzo de su vida pública Marcos nos dice que «después que Juan fue
entregado, marchó Jesús a Galilea» (Mc 1,14) lo que equivale a una decisión
prudente que Mateo interpretará como el cumplimiento de una profecía (Mt
4,12-17). Además Jesús eludió cualquier acto provocativo innecesario como
el de proclamarlo Rey (Jn 6,15) y se evadió discretamente ante cualquier ame-
naza prematura (Mt 12,14; Lc 4,28; Jn 8,59). Su desaprobación de cualquier
actitud violenta y agresiva (Mt 23,37; Mc 12,1; Lc 9,51) demuestra que Jesús
no buscó su exaltación por el martirio o la violencia.
El conocimiento que Jesús tuvo de su muerte fue progresivo. En un primer
momento pudo ser una posibilidad, después se fue perfilando como proba-
bilidad y por último, en Getsemaní, se presentó ante su conciencia como
una certeza clara. Este conocimiento fue paralelo con una mayor intimidad
con Dios. J. G. Caffarena uniendo este conocimiento en Jesús de su fracaso
y previsible muerte con la aceptación de esta realidad dice: «En su confianza,
Jesús toma por «voluntad del padre» también las consecuencias de su decisión
personal de hacer aquello que él pensaba ser “voluntad del padre”, incluso allí
donde las consecuencias lo desbordan»18.
Jesús aceptó su propia muerte bajo el signo de la obediencia a la volun-
tad de Dios en un espíritu de coherencia hasta el final. Así lo da a entender
el pasaje de Marcos cuando nos refiere las últimas palabras de Jesús en la
cruz: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» (Mc 15,34). Esta
expresión ha sido motivo de mucha reflexión y merece que nos detengamos
en ella.
17
H. SCHÜRMANN, ¿Cómo entendió y vivió Jesús su muerte?, Salamanca 1982, 30.
18
J. GOMEZ-CAFFARENA, Aproximación al Misterio Cristiano, Santander 1990, 23.
243
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
Nos encontramos con dos problemas, uno de tipo histórico, sobre si Jesús
pronunció o no esas palabras y, otro semántico, acerca del significado de ese
versículo. Es significativo que Marcos cite estas palabras en arameo cuando su
evangelio no está escrito en esta lengua. De aquí podemos deducir aunque no
demostrar, que, como la lengua de Jesús es el arameo, Jesús está rezando en
su lengua y por tanto estas palabras serían ipssisima verba Iesu. Pero como
también la primitiva comunidad reza en arameo, no podemos concluir con
certeza que estas palabras fueran pronunciadas por Jesús.
19
V. TAYLOR, El Evangelio según San Marcos, Madrid 1979, 719.
20
J.M. GONZALEZ RUIZ, Evangelio según S. Marcos, Estella 1988, 230.
21
Cf. O. GONZÁLEZ DE CARDENAL, Cristología, Madrid 2001, 98.
244
JESUCRISTO
que lo libre si tanto lo quiere’». Mateo finalmente cita las mismas palabras que
Marcos en 27,46.
Un dato más a favor de la fiabilidad histórica de que se trata del salmo 22
son las palabras de Lucas en el capítulo 23 versículo 46 «Padre, en tus manos
encomiendo mi espíritu», que son la interpretación del «Dios mío, Dios mío,
¿por qué me has abandonado ?» a la luz del salmo 22. Lo que hace Lucas con
su interpretación es quitar el escándalo.
El salmo 22 como salmo que explica la muerte de Jesús no prueba que
Jesús lo recitara, pero si prueba que se interpreta por la comunidad cristiana
primitiva el grito de Jesús de acuerdo a este salmo. Aunque no corresponda
a la realidad histórica, la comunidad cristiana entiende que Jesús muere re-
zándolo. Lo que la primitiva comunidad dice refleja lo que Jesús pensó en su
muerte, aunque Jesús no lo hubiera recitado de hecho. Por tanto, podemos
concluir como mínimo que Jesús no pudo morir contra el salmo 22.
Concluyendo podemos decir con Schmid que esta frase «no puede ser
interpretada como un grito de desesperación de Jesús. Jesús no manifiesta
el sentimiento de que haya fracasado la obra de su vida y de que Dios le haya
abandonado, esto es, que le haya entregado a sus enemigos»22. Se trata más
bien de la expresión del estado de desolación de un hombre que se vuelve a
su Dios al verse rodeado de la externa tribulación y en medio de la angustia
interior que de ella surge. Jesús sintió un horror tan profundo que por algún
tiempo se oscureció la intimidad de su comunión con el Padre. En medio de
esta desolación hay una confianza inquebrantable en el Padre. Jesús murió
como un profundo creyente desde su conciencia de Hijo.
22
J. SCHIMD, El Evangelio según San Marcos, Barcelona 1967, 432.
245
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
23
J. MOLTMANN, El Dios crucificado, Salamanca 1975, 211-212.
246
JESUCRISTO
24
W. KASPER, Jesus el Cristo, Salamanca 91994, 147.
25
E. KÄSEMANN, La llamada a la libertad, Salamanca 1974, 99.
247
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
5. LA RESURRECCIÓN DE JESÚS
a. Confesiones de fe
248
JESUCRISTO
b. Himnos cristológicos
249
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
c. Apariciones
250
JESUCRISTO
26
R. FABRIS, Jesus de Nazaret, Salamanca 21992, 276-277.
27
Ibid., 277.
28
Ibid., 278.
251
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
252
JESUCRISTO
253
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
29
W. KASPER, Jesus, el Cristo, Salamanca 91994, 177.
254
JESUCRISTO
CRISTOLOGÍA ASCENDENTE
CRISTOLOGÍA DESCENDENTE
255
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
BIBLIOGRAFÍA
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G. THEISSEN, Sociología del movimiento de Jesús, Sal Terrae, Santander, 1979.;
A. VARGAS MACHUCA, El Jesús histórico. Un recorrido por la investigación moderna,
Comillas, Madrid 2004.
256
CAPÍTULO 8
LA IGLESIA
ORIGEN, HISTORIA Y ACTUALIDAD
SILVIA BARA – ÁNGEL CORDOVILLA – CARMEN MÁRQUEZ
257
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
1. EL ORIGEN DE LA IGLESIA
258
LA IGLESIA. ORIGEN, HISTORIA Y ACTUALIDAD
1
Ésta es la perspectiva fundamental de la Constitución dogmática Lumen Gentium
2-4; Cfr. O. GONZÁLEZ DE CARDEDAL, «Introducción a la Lumen Gentium», en Concilio Ecumé-
nico Vaticano II, Constituciones, Decretos, Declaraciones, edición oficial promovida por
la Conferencia Episcopal Española, Madrid 62007, 49-68; S. MADRIGAL TERRAZAS, Vaticano II:
remembranza y actualización. Esquemas para una eclesiología, Santander 2002.
259
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
2
H. SCHLIER, «Eclesiología del Nuevo Testamento», en J. FEINER-M. LÖHRER (eds.), Mys-
terium Salutis IV/1, Madrid 1984, 174.
260
LA IGLESIA. ORIGEN, HISTORIA Y ACTUALIDAD
3
G. LOHFINK, La Iglesia que Jesús quería, Bilbao 1986; T. SÖDING, Jesus und die Kir-
che. Was sagt das Neue Testament?, Freiburg 2007.
4
COMISIÓN TEOLÓGICA INTERNACIONAL, «La conciencia que Jesús tenía de sí mismo y de
su misión» (1985), en C. Pozo (ed.), Documentos 1969-1996, Madrid 1998, 386 (Proposi-
ción tercera).
261
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
262
LA IGLESIA. ORIGEN, HISTORIA Y ACTUALIDAD
5
Cfr. R. E. BROWN, Las Iglesias que los apóstoles nos dejaron, Bilbao 1986.
6
Cfr. R. TREVIJANO, Orígenes del Cristianismo. El trasfondo judío del cristianismo
primitivo, Salamanca 1995, 268-270.
7
Cfr. M. Y. MACDONALD, Las comunidades paulinas, Salamanca 1994; R. AGUIRRE MO-
NASTERIO, Del movimiento de Jesús a la Iglesia cristiana, Estella 1998; ID. (dir.), Así empe-
zó el Cristianismo, Córdoba 2010.
263
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
264
LA IGLESIA. ORIGEN, HISTORIA Y ACTUALIDAD
265
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
8
Misterio en estos primeros siglos se refiere al designio de salvación de Dios manifes-
tado por Jesucristo y por tanto no se trata de la noción de misterio acuñada en fenomeno-
logía, como término de la actitud religiosa, designado de diversas maneras en las distintas
religiones: el Absoluto, Dios, los dioses, la Realidad suprema, etc.
9
H. FRIES, Cambios en la imagen de la Iglesia, 234. En el presente epígrafe seguimos
en gran medida a este autor.
266
LA IGLESIA. ORIGEN, HISTORIA Y ACTUALIDAD
267
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
10
Se denomina «Padres de la Iglesia» a los autores cristianos de los primeros siglos,
que por sus escritos y por su vida, contribuyeron a establecer y a defender la doctrina cris-
tiana; entre ellos hubo un gran número de obispos, y muchos de ellos fueron reconocidos
por la Iglesia como santos. Los Padres del siglo I y mediados del II se denominan «Padres
apostólicos»; los defensores de la Iglesia ante los ataques y calumnias, a lo largo del siglo II,
«Padres apologetas». En la parte oriental del Imperio romano se hablaba y escribía en grie-
go, y los autores que emplearon este idioma se designan como «Padres griegos» o «Padres
orientales», como San Atanasio, mientras que en la parte occidental la lengua común era
el latín, y los autores cristianos de esta zona se denominan «Padres latinos» o «Padres occi-
dentales», como San Agustín.
268
LA IGLESIA. ORIGEN, HISTORIA Y ACTUALIDAD
269
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
Iglesia serán los del Imperio, y viceversa. Así, dado que se considera el «pueblo
de Dios» como «pueblo cristiano», entendido como noción cultural, socio-
lógica y política, los peligros vendrán principalmente del enemigo exterior,
del no-cristiano, también situado fuera de los límites del imperio o del reino
cristiano; además, la cruz aparecerá como signo de poder del reino, como el
signo de la victoria sobre los enemigos. De ahí que a lo largo de la Edad Media
se desarrollen fenómenos como las cruzadas, para liberar Tierra Santa de los
musulmanes, o las persecuciones contra los judíos.
Dentro de este mismo marco, la clarificación de las doctrinas ortodoxas
frente a las herejías y la recta comprensión del depósito de la fe se convertirán
en un asunto de Estado, razón por la cual los emperadores tomarán un papel
activo en la convocatoria de los Concilios y en la aplicación de sus resolucio-
nes, y posteriormente, en el establecimiento de tribunales inquisitoriales para
combatir las herejías.
En esta situación en la que la Iglesia es la religión del Estado, surgirán pro-
blemas a la hora de delimitar la autoridad y competencias del emperador y el
papa, de modo que surgirán diversos conflictos cuando uno de ellos pretenda
imponer su primacía. El emperador se considera señor y protector de la Igle-
sia, tal y como lo había sido de la antigua religión pagana del Estado, es decir,
se atribuye la autoridad y el control sobre ella, lo cual tuvo especial incidencia
en la Iglesia de Oriente. Así, el emperador Teodosio I que había declarado
el cristianismo como religión oficial del Imperio Romano, trasladó la capital
y residencia imperial a «la nueva Roma», es decir, a Constantinopla (actual
Estambul) y concedió al obispo de esta ciudad un rango especial, inmedia-
tamente después del obispo de Roma, a pesar de que dicha medida no era
bien aceptada por el papado. Tras la muerte de Teodosio, el Imperio romano
se dividió en dos: el Imperio romano de Occidente y el Imperio romano de
Oriente. A éste se le denominará posteriormente Imperio bizantino, que se
prolongará hasta la caída de Constantinopla en manos de los turcos,en 1453.
En él, los emperadores tomaron un papel activo en la dirección de la Iglesia,
llegando en ocasiones al «cesaropapismo», es decir, a la injerencia del César
en los asuntos de la Iglesia.
En Occidente, la caída del Imperio romano en 476, ante la presión de los
pueblos germánicos, provocó una ausencia de autoridad que fue asumida
por los obispos, y en especial por el obispo de Roma, que se hizo cargo del
gobierno y del orden público, de modo que se consideró a la Iglesia como
sucesora y heredera del Imperio Romano. Estos acontecimientos favorecie-
ron la aparición de la teoría de las dos espadas, defendida por el papa Gelasio
I (492-496). Dicha teoría consideraba, por un lado, la separación del poder
temporal y del espiritual, pero parece apuntar a que el papa tiene autoridad
sagrada sobre ambos. Así lo entendió el papa León III al coronar en el año 800
al rey franco Carlomagno como emperador de los romanos, pues suponía,
270
LA IGLESIA. ORIGEN, HISTORIA Y ACTUALIDAD
de manera implícita, que era únicamente el papa quien tiene potestad para
hacerlo. Sin embargo, el propio Carlomagno y sus sucesores interpretaron
su papel de modo bien distinto, y se consideraron señores de la Iglesia, con
el derecho de nombrar a los obispos de sus diócesis, e incluso de intervenir
en la elección del papa. El papado se fue convirtiendo en objeto de lucha
entre facciones rivales en pugna por el poder, lo cual desembocó, en el s.XI,
en la llamada «Querella de las investiduras» entre el papa Gregorio VII (1073-
1085) y el emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, Enrique IV.
Esta disputa se resolvió en el Concordato de Worms (1122), en el que el
emperador aceptaba la libre elección de los obispos elegidos canónicamen-
te por la Iglesia, pero guardaba el derecho de estar presente y de arbitrar
en las elecciones de obispos que se celebraran en su territorio, en caso de
conflicto en el cabildo catedralicio. Sin embargo, este acuerdo no impidió
otros enfrentamientos entre los reyes medievales y el papa acerca de quién
tenía la primacía. Las luchas entre el «sacerdocio y el imperio», entre el poder
eclesiástico y el poder civil, se prolongaron a lo largo de la Edad Media, desta-
cando los conflictos entre los emperadores Federico Barbarroja (1155-1190)
y después Federico II (1220-1250) con los papas; o del rey de Francia Felipe
IV el Hermoso y el papa Bonifacio VIII (1294-1303), que sufrió un grave in-
cidente, al ser retenido y humillado por orden del rey en Anagni, hasta que
fue liberado por el pueblo.
Antes de estas controversias sobre el poder civil y religioso en Occidente,
las diferencias entre la manera de vivir el cristianismo en Oriente y en Oc-
cidente se habían ido radicalizando a lo largo de los siglos, hasta llegar a la
ruptura en 1054: el gran cisma de Oriente y Occidente. Además de la diver-
sidad de lenguas, el latín o el griego, existen otros factores relevantes para el
distanciamiento y posterior separación: diferencias litúrgicas; concepciones
teológicas diversas, como la fórmula del filioque (el Espíritu Santo procede
del Padre y del Hijo) introducida en el credo de Occidente, o una eclesiolo-
gía cada vez más centrada en la monarquía papal en Occidente, frente a una
eclesiología de comunión en Oriente, en la cual el primado del Obispo de
Roma, sede apostólica de Pedro y de Pablo, se consideraba como primero en-
tre iguales. Además de lo anterior, sobre todo entraron en juego cuestiones
políticas y geográficas, como la vinculación del papado al imperio franco y
la pretensión del «primado de jurisdicción» papal sobre toda la extensión de
la Iglesia, pretensión rechazada por las autoridades eclesiales de Oriente, así
como por el emperador de Bizancio. Al final, el patriarca de Constantinopla,
Miguel Celulario, y el legado del Papa León XI se excomulgaron mutuamente
en 1054, cuando el legado papal no reconoció el título de «Patriarca ecumé-
nico» o «universal» de Miguel Celulario. Y a pesar de algunos intentos poste-
riores de reunificación, también hubo acontecimientos que radicalizaron las
distancias, como el saqueo de la ciudad de Constantinopla por los cruzados,
271
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
en 1204. De modo que hubo que esperar hasta 1965 para que, en el marco
del Concilio Vaticano II, el papa Pablo VI y el patriarca de Constantinopla
Atenágoras I promulgaran conjuntamente la revocación de la sentencia de
excomunión mutua.
272
LA IGLESIA. ORIGEN, HISTORIA Y ACTUALIDAD
273
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
11
H. FRIES, Cambios en la imagen de la Iglesia, o. c., 260. El «nepotismo» consistía en
la concesión de cargos eclesiásticos a parientes y amigos.
274
LA IGLESIA. ORIGEN, HISTORIA Y ACTUALIDAD
Como reacción ante los retos planteados por la Reforma Protestante, fi-
nalmente se convocó el Concilio de Trento (1545-1563), demasiado tarde
para lograr restaurar la unidad, pero que estableció las bases para una re-
forma católica, denominada también «Contrarreforma». Esta Contrarreforma
subrayó aquellos aspectos que la Reforma protestante ponía en cuestión: la
necesidad de la mediación eclesial en la fe, la unión de lo divino y lo humano
en la Iglesia, la fundación de la Iglesia por Jesús, la institución divina de los
sacramentos y su valor para la justificación, la afirmación de la transmisión
eclesial de la palabra revelada y la visibilidad de la Iglesia y su constitución
jerárquica y monárquica.
La eclesiología que se elabora después de Trento está marcada por la con-
frontación con el protestantismo, se convierte en una apologética de la Iglesia,
y centra su atención en los aspectos polémicos, como el aspecto institucional
y visible de la Iglesia. Se identifica directamente la Iglesia de Jesucristo con la
Iglesia concreta católica y romana, que se distingue de otras confesiones,
como la Iglesia luterana, anglicana, etc. La Iglesia se entiende a sí misma como
275
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
12
B. SESBOUÉ, Creer. Invitación a la fe católica para las mujeres y los hombres del
siglo XXI, Madrid 2000, 501-502.
276
LA IGLESIA. ORIGEN, HISTORIA Y ACTUALIDAD
el cual se declara el primado del Papa, que goza de «potestad plena y suprema
de jurisdicción sobre la Iglesia universal» y cuyo magisterio, cuando habla ex
cathedra, es decir, cuando proclama solemnemente una verdad sobre la fe
y las costumbres, con intención de que sea norma de fe para toda la Iglesia,
es infalible. El Código de Derecho Canónico de 1917 reflejará a su vez esta
imagen de una Iglesia centralizada, jerárquica y papal.
277
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
13
G. ALBERIGO, «La condición cristiana después del Vaticano II» en G. Alberigo – J.-P.
Jossua, La recepción del Vaticano II, Madrid 1987, 34.
14
M.-D. CHENU, «La teología como ciencia eclesial»: Concilium 21 (1967) 99.
278
LA IGLESIA. ORIGEN, HISTORIA Y ACTUALIDAD
15
Mensaje de los Padres Conciliares a todos los hombres n. 3 y 9, en Documentos
conciliares. Constituciones, decretos y declaraciones, Madrid 311976, 17-18.
279
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
16
Cf. S. MADRIGAL, Vaticano II: Remembranza y actualización, o.c., 17-18; 25-29.
280
LA IGLESIA. ORIGEN, HISTORIA Y ACTUALIDAD
281
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
17
Cf. B. SESBOUÉ, Creer, o. c., 511-513.
282
LA IGLESIA. ORIGEN, HISTORIA Y ACTUALIDAD
283
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
Todos los miembros del pueblo de Dios son «consagrados» por el Espíritu
Santo (LG 10) y por ello comparten, cada uno a su manera propia, las tres
funciones de Jesús, «el ungido» por el Espíritu: sacerdote, profeta y rey. La
función sacerdotal se refiere a la alabanza y ofrenda a Dios, la función profética
a la misión de anuncio y testimonio de la buena noticia del Reino, y la función
regia al servicio a la comunidad y a toda la humanidad, ya que el servicio de
Jesucristo «equivale a reinar» (LG 36). Por consiguiente, afirma el concilio en
LG 32, todos los bautizados tienen la misma dignidad, y no hay en la Iglesia
«ninguna desigualdad por razón de la raza o de la nacionalidad, de la condi-
ción social o del sexo, porque ‘no hay judío ni griego, no hay siervo o libre, no
hay varón ni mujer. Pues todos vosotros sois uno en Cristo Jesús (Gál 3,28)’».
Todo el Pueblo de Dios recibe la misma vocación o llamada a la santidad y a
la plenitud en el seguimiento de Cristo, pero en la unidad del Pueblo de Dios
hay diversidad de carismas, servicios y funciones (laicos, religiosos, y ministros
ordenados: obispos, presbíteros y diáconos), formando la Iglesia «una socie-
dad jerárquicamente organizada» (LG 20).
Otra imagen de Iglesia muy presente en el Concilio, aunque de manera
dispersa, y que recoge un símbolo de la Iglesia antigua, es la de Iglesia co-
munión, la comunidad de los creyentes que es imagen y da testimonio de la
comunión trinitaria del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo (LG 4)18. Comunión
significa también la participación en la vida de Dios a través de la Palabra y los
sacramentos, especialmente la eucaristía, en la cual se actualiza la comunión
con Cristo y se entra en comunión con los demás (LG 7). Al mismo tiempo,
el Concilio emplea el término comunión para hablar de la unidad o la red de
las Iglesias locales entre sí (comunión eclesiástica) y la que acontece dentro
de cada Iglesia (LG 13). Pues la Iglesia universal existe en y a partir de las
Iglesias locales. Esta noción de comunión es también presupuesto de la cole-
gialidad episcopal y de la comunión jerárquica, es decir, la que existe entre
los obispos entre sí y con el Papa, y entre los presbíteros entre sí y el obispo
(LG 23).
La Iglesia como comunión está íntimamente vinculada al Pueblo de Dios,
pues el fundamento de la comunión o unidad entre los miembros de la Iglesia
es el mismo Dios, por su único mediador, Cristo, que convoca al nuevo pue-
blo de Dios y lo mantiene continuamente como «comunidad de fe, esperanza
y caridad» (LG 8). Por último, la Iglesia no sólo es signo e instrumento de
comunión de Dios con el ser humano a través de ella, sino que lo es también
para todo el género humano, es sacramento para el mundo, «instrumento de
redención universal» como luz del mundo y sal de la tierra (LG 9). De este
modo, la Iglesia es continuadora de la misión que Dios Padre confió a su Hijo
18
Cf. S. MADRIGAL, Vaticano II: Remembranza y actualización, o.c., 263-265.
284
LA IGLESIA. ORIGEN, HISTORIA Y ACTUALIDAD
19
Cfr. G. COLLET, «¿Teología de la misión o teología de las misiones? Observaciones en
relación con un concepto discutido»: Concilium 279 (1999), 119.
285
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
20
H. GODIN, La France, pays de mission?, Lyon 1943.
21
Cf. S. MADRIGAL, «Las relaciones Iglesia-mundo según el Concilio Vaticano II», en
G. Uríbarri (ed.), Teología y nueva evangelización, Madrid 2005, 13-95.
286
LA IGLESIA. ORIGEN, HISTORIA Y ACTUALIDAD
ser para el mundo, y para el mundo tal como es hoy»22. Atrás quedaba aquella
larga etapa que había culminado en la famosa proposición 80 del Syllabusde
1864, que rechazaba globalmente el progreso y negaba que el papa hubiera de
reconciliarse con el liberalismo y con la cultura reciente, y de la que el mismo
Juan XXIII había tomado distancia al dirigirse, en su discurso de inaugura-
ción del Concilio, contra los «profetas de calamidades». La Iglesia realizaba
un esfuerzo nuevo por comprender y reencontrar al mundo, superando el
dramático divorcio entre la Iglesia y el mundo que había imperado durante
más de un siglo.
La relación de la Iglesia con el mundo es explícitamente abordada en la
Constitución pastoral Gaudium et spes. Superando esa hostilidad preconce-
bida entre la fe y la historia moderna, el documento contempla la presencia
y acción de la Iglesia en el mundo actual en términos positivos de colabora-
ción y relación recíproca. ¿Qué hacer por el mundo y por el hombre?, es la
importante pregunta de índole misionera a la que Gaudium et spes intenta
dar respuesta, satisfaciendo con ello uno de los cuatro objetivos señalados
por Pablo VI al Concilio: el diálogo con el hombre de hoy y la apertura de la
Iglesia a la sociedad moderna.
d. La Iglesia en diálogo
22
Y. CONGAR, «Iglesia y mundo en la perspectiva del Vaticano II», en Y. CONGAR – M.
PEUCHMAURD (dirs.), La Iglesia en el mundo de hoy. Constitución pastoral “Gaudium et
spes”, t. 1, Madrid 1970, 33.
23
Cf. S. MADRIGAL, Unas lecciones sobre el Vaticano II y su legado, Madrid 2012, 187-195.
287
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
24
Cf. S. MADRIGAL, Vaticano II: Remembranza y actualización, o.c., 340-346.
288
LA IGLESIA. ORIGEN, HISTORIA Y ACTUALIDAD
289
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
Las palabras de Rahner nos recuerdan algo importante: que esta pro-
blemática ha estado siempre presente en la vida de la Iglesia. Las primeras
generaciones de cristianos se vieron ya obligados a realizar un importante
ejercicio de adaptación cultural. El evangelio, procedente del judaísmo, fra-
guado en una cultura semita y en un mundo rural, se vio pronto confronta-
do con la filosofía helenista y con el genio institucionalizador y jurídico de
Roma. El evangelio debía ser predicado a los habitantes de las ciudades del
mundo grecorromano. Los primeros teólogos cristianos llevaron a cabo una
excepcional tarea de penetración en la cultura helenista: supieron presentar
el mensaje cristiano a través de las categorías del pensamiento griego y lati-
no. Desde entonces, la Iglesia se ha encontrado ante el permanente reto de
ofrecer el evangelio de Jesucristo a gentes insertas en contextos culturales
muy diversos.
25
K. RAHNER, «Una interpretación teológica a fondo del concilio Vaticano II», en: Razón
y Fe 200 (1979) 183-195; aquí 191. Rahner considera que, desde una perspectiva cultural,
se distinguen claramente tres períodos en la historia de la Iglesia: período judeo-cristiano;
período helenista, que da posteriormente paso a una Iglesia de la cultura y la civilización
europeas; y período mundial, inaugurado por el Vaticano II, caracterizado por una Iglesia
no vinculada a ninguna cultura ni civilización.
290
LA IGLESIA. ORIGEN, HISTORIA Y ACTUALIDAD
26
Cf. S. MADRIGAL, «Tendencias actuales en eclesiología: un balance», en Cátedra Cha-
minade (ed.), 25 años de teología: balance y perspectivas, Madrid 2006, 173.
291
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
27
Ibid.,183.
28
Cf. S. MADRIGAL, «La Iglesia y la transmisión de la fe en el horizonte de la “nueva
evangelización”»: Estudios Eclesiásticos 87 (2012) 255-289.
292
LA IGLESIA. ORIGEN, HISTORIA Y ACTUALIDAD
293
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
BIBLIOGRAFÍA
A. CALVO CORTÉS – A. RUIZ DÍAZ, Para leer una eclesiología elemental, Estella 21988;
H. FRIES, Cambios en la imagen de la Iglesia y desarrollo histórico-dogmático,
en J. FEINER – M. LÖRER (dir.), Mysterium salutis IV/I, Madrid 21980, 231-296; S.
MADRIGAL,Vaticano II: Remembranza y actualización. Esquemas para una ecle-
siología, Santander 2002; ID., El concilio de la Iglesia sobre la Iglesia: Estudios
Eclesiásticos 81 (2006) 297-331; ID., Recepción del Concilio Vaticano II a 40 años
de su clausura: Revista de Espiritualidad 66 (2007) 191-221; ID., Unas lecciones
sobre el Vaticano II y su legado, Madrid 2012; S. WIEDENHOFER, Eclesología, en T.
SCHNEIDER, Manual de teología dogmática, Barcelona, 1992, 665-772; C. FLORISTÁN,
Iglesia, en C. FLORISTÁN – J. J. TAMAYO (dir.), Conceptos fundamentales del cristia-
nismo, Madrid, 1993, 587-602.
294
ÍNDICE
Introducción ..................................................................................................... 9
I
EL HECHO RELIGIOSO
CAPÍTULO 1: EL CONTEXTO RELIGIOSO ACTUAL. UNA APROXIMACIÓN SOCIOLÓGICA .. 13
A vueltas con la religión: reflexiones introductorias ..................................... 13
1. LA SOCIEDAD MODERNA, UNA SOCIEDAD SECULARIZADA ................................... 17
1.1. El proceso secularizador de la Modernidad: perspectiva histó-
rica ................................................................................................. 17
1.1.1. Un mundo en transformación: cambio en los escenarios
político, filosófico y científico ............................................ 18
1.1.2. El «factor protestante»: la contribución del protestantismo
a la Modernidad .................................................................. 20
1.1.3. La Ilustración europea y su impacto en el mundo reli-
gioso. ................................................................................... 22
1.1.4. Las raíces cristianas de la Modernidad ............................. 25
1.2. ¿Fin de la religión o retorno de lo sagrado?: la teoría de la secu-
larización a examen .................................................................... 26
1.2.1. La «des-secularización» del mundo ......................................... 27
1.2.2. Europa versus Estados Unidos: la Ilustración en perspectiva
comparada .......................................................................... 29
1.3. La presencia pública y política de la religión: claves del deba-
te actual ......................................................................................... 31
1.3.1. La laicidad del Estado ............................................................... 32
1.3.2. La presencia pública de la religión .................................... 34
295
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
296
ÍNDICE
II
EL PLURALISMO RELIGIOSO
CAPÍTULO 3: LA DIVERSIDAD DE LAS RELIGIONES ................................................... 97
1. SEGÚN EL ORDEN CRONOLÓGICO ................................................................... 97
2. SEGÚN LA ORIENTACIÓN PROFÉTICA Y MÍSTICA ................................................ 100
3. SEGÚN EL SUJETO DE LA EXPERIENCIA RELIGIOSA ............................................. 101
Bibliografía .............................................................................................. 104
III
EL CRISTIANISMO
297
CRISTIANISMO Y HECHO RELIGIOSO
298
ÍNDICE
299