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NIBIRU, el libro

Y Cómo Sobrevivir al Reverso de los Polos

La mejor historia jamás contada sobre el sobrevuelo del Planeta


X, Nibiru, a nuestro planeta Tierra y cómo sobrevivir al
Reverso de los Polos.
© de su Autora. Prohibida su reproducción, total y/o parcial,
sin permiso previo de su escritora. Todos los derechos
reservados.
Autorización de reproducción concedida a AlertaTierra.com
Imagen de portada de Stefan Keller en Pixabay
“Para quienes estén dispuestos a abrir sus ojos e
investigar por sí mismos”.
Nuestro mundo, tal y como lo conocemos,
dejó de existir. Puede que para muchos fuese algo
repentino, que tuvo lugar sin previo aviso. Pero,
afortunadamente, para otros, era algo que
esperábamos y para lo que nos habíamos estado
preparando.

Lo recuerdo perfectamente. Ese día, no


había aparcado muy lejos, y me disponía a cruzar
la calle cuando el semáforo de los peatones
cambiara al color verde. Mientras esperaba,
estaba usando WhatsApp hablando con una
amiga. Se me apagó el móvil en mitad de la
conversación, pero no le di mayor importancia.
Supuse que se me había acabado la batería. Las
personas que estaban a mi lado, empezaron a
cruzar la calle y yo hice lo mismo. A mitad de
camino, cruzando hacia la otra acera, la luz del
semáforo se apagó, así que aceleré el paso. De
hecho, todos los peatones lo hicimos.

En el bar en el que me tomé un refresco,


había interferencias en la televisión por satélite,
por lo que no pude ver las noticias. Poco después,
entré en la oficina local de Correos. Parecía un
caos. El dispensador de números para el turno, no
funcionaba, pero tampoco parecía que estuvieran
atendiendo. Me acerqué al mostrador para
escuchar la conversación. Había varios clientes
que hablaban entre ellos y con el empleado.
- No puedo hacer nada. No tenemos luz.
- “Pero, necesito enviar este dinero”, le decía
uno de los clientes.
Sin embargo, él levantó los brazos en señal de
impotencia mientras trataba de explicarse.
- Lo siento. Primero se fue la línea para pagar
mediante tarjeta bancaria y ahora nos
hemos quedado sin electricidad.
En ese momento fue cuando me dio un vuelco
el corazón. Me giré hacia una de las personas que
tenía a mi lado. ¿Cómo no me había dado cuenta
antes?
- ¿Le funciona el móvil?
Ni siquiera tuvo intención de mirarlo.
- No. Me quedé sin batería hace poco.
- “¿Y el suyo?”, le pregunté a otra señora.
Sacó el móvil de su bolso y lo miró extrañada.
- Qué raro. Lo cargué esta misma mañana.
Sentí que los latidos se me aceleraban y en un
último intento de confirmar lo que parecía cierto,
me acerqué al mostrador para hablar con el
empleado de la oficina.
- ¿Tiene usted línea en su teléfono fijo?
Parece que ya lo había comprobado, pues su
no rotundo fue una respuesta rápida.
Tuve que inspirar profundamente y esforzarme
por relajarme. Me decía a mí misma que no debía
perder la calma. Podía tratarse de un apagón
cualquiera. No tenían por qué ser las señales para
las que me había estado preparando. Sentir
pánico ahora, no me iba a servir de nada.

Salí de la oficina, con la intención de volver a


mi coche, pero lo que vi, me dejó paralizada.
Nadie está preparado para esto. El silencio era
desolador. Todos los vehículos estaban parados,
con los motores apagados. Nadie circulaba, ni
tocaba el claxon… Preguntarse el por qué, a estas
alturas, era un desesperado intento por negar la
evidencia. Hacía tiempo que me había preparado
para esto. Sabía exactamente lo que tenía que
hacer, pero la teoría no era lo mismo que vivirlo…
Llegué a mi vehículo, sorteando todo tipo de
coches y motocicletas detenidos. Había muchas
personas que se congregaban en grupos y que
hablaban entre ellas, totalmente desconcertadas
por lo sucedido. El mando a distancia no funcionó
y tuve que abrirlo de forma manual. Ni siquiera
recordaba cuándo lo había hecho por última vez,
si es que lo había hecho alguna vez. Me acomodé
en el asiento del conductor. Revisé los espejos
retrovisores y me puse el cinturón de seguridad.
Entonces, llegó la prueba. Inspiré profundamente.
No pude evitar que me temblaran las manos. Metí
la llave en el contacto, y la giré… Una y otra vez.
Nada… El motor estaba muerto. Levanté la
mirada. Miré a mi alrededor y, sí, en ese
momento fui totalmente consciente de ello. No
funcionaba, como todos los demás coches y
vehículos a motor que tenía a mi alrededor.
Después de varios minutos, que me parecieron
eternos, contrariamente a lo que hacían los
demás, de agruparse y de hablar, fui
directamente al maletero de mi coche. Iba a
utilizar mi llave para abrirlo, cuando la voz de un
hombre me sorprendió por su cercanía.
- ¿Qué haces?
Me giré hacia él. Ni siquiera me había dado
cuenta de que se había acercado. Sin duda
debería estar más atenta a estas cosas.
- “Creo que me he quedado sin gasolina”.
Mentí. Claro que lo hice. ¿Crees que iba a ser
tan ingenua como para contarle toda la verdad?
Bueno, al menos lo que yo pensaba que había
sucedido. La situación ya no era la de siempre.
Cualquier persona que aparentemente quisiera
ayudar, podía convertirse rápidamente en un
peligro. Mi corazón latía a cien por hora. ¿Y si no
me creía? ¿Y si se empeñaba en mirar qué tenía
en el coche?
Sonrió. Supongo que pensó que era otra de las
que no tenía la menor idea de lo que estaba
sucediendo.
En cuanto se alejó y vi que el grupo que había
un poco más adelante, estaba ajeno a lo que yo
hacía, me apresuré en abrir el maletero. Estaba
en el mismo sitio donde la había dejado. Cogí mi
mochila de emergencia y tras ponérmela en la
espalda, empecé a caminar, alejándome de este
lugar, sin mirar atrás, aligerando el paso cada vez
más.

Te preguntarás que, ¿cómo he llegado hasta


aquí? Te parecerá un cuento. Una historia sacada
de una película o de un libro, pero es lo que ha
pasado…

Todo empezó de la forma más sencilla. Un día,


causalmente, alguien sacó un tema de
conversación que me llamó la atención. Contó que
había oído hablar sobre un planeta llamado
“Planeta X”, que sobrevuela la Tierra cada… No sé
cada cuántos miles de años, y que ya tocaba.
Todos se rieron ante su paranoia, pero me sentí
algo intrigada por el tema. Debió considerarlo
importante para haberlo sacado a relucir y quedar
expuesto a ser ridiculizado por los demás. Así que
se puede decir que ahí comenzó mi propia
investigación. Al introducir la palabra “Planeta X”
en el buscador de Google, aparecieron más de 1
millón de resultados. Con esto te lo digo todo.
Resultó que había miles y miles de personas
hablando sobre ello en las redes sociales y en
páginas web. ¿Cómo no me había enterado antes?
Por supuesto, como sucede con todo, había
opiniones a favor y otras en contra. Al principio,
apenas le di importancia. Pero pronto, conforme
profundizaba más en este asunto, la intriga
aumentó. Parecía que había encontrado un hilo
del que cuanto más tiraba, más me sorprendía lo
que iba descubriendo.

Siempre he sido de las que no se dejan


convencer por los demás sin ver las cosas por mí
misma, así que, en esta ocasión, tampoco. Me lo
tomé como un reto. Algo nuevo con lo que
entretenerme en mi tiempo libre. ¿Quién iba a
decirme que lo que había empezado como un
pasatiempo podría salvarme la vida en el futuro?
Lo primero que me llamó la atención fue que
este Planeta X se conocía con muchos otros
nombres como, por ejemplo, Nibiru, Hercólubus,
el Dragón Rojo, El Destructor, la Estrella Roja,
Marduk, el Duodécimo Planeta, etc., según la
cultura y civilización que hiciera referencia a este
planeta. El término Nibiru procede de los sumerios
y Marduk era su nombre en Babilonia.

Desgraciadamente, lo acontecido durante


los siglos de existencia de nuestra Tierra, no
siempre ha podido ser transmitido de civilización
en civilización y, cuando un hecho devastador se
produce aproximadamente cada 3.600 años, las
nuevas civilizaciones desconocen lo que ha
ocurrido, no comprenden las descripciones y
avisos que les han legado los habitantes antiguos
de nuestro planeta, o no quieren comprenderlo…

¿Cómo creer, o entender, la información que


hace mención a un planeta gigante, que con una
masa aproximadamente 4 veces la de la Tierra,
hará un sobrevuelo sobre nuestro planeta, cuando
si miras al cielo o al espacio exterior, no hay ni
rastro de este gigante destructor?

Si algo caracteriza a todo ser humano es el


miedo por la muerte. Por lo tanto, resulta
comprensible que lo más fácil sea negar la
evidencia que nos dejaron estas civilizaciones en
textos expresados como lo hacían las personas de
su época. Es más fácil cerrar los ojos y seguir
viviendo el día a día, sin preocupaciones, como si
nada fuese a suceder. Alegar que se han
malinterpretado sus palabras, es pues una
reacción más que posible. No sabes cómo se
aprovecharon las élites de este miedo y negación
que todos tenemos, para encubrirlo, en su
beneficio, por supuesto.

Los gobiernos, las autoridades, y la mayoría


de los científicos, le habían echado la culpa de los
fenómenos naturales extremos que tenían lugar
en la Tierra, al cambio climático y al
calentamiento global, que decían eran provocados
por el hombre. Y, mientras entretenían y distraían
a la mayoría de la población con sucesos,
conflictos sociales, el paro o la corrupción, entre
otros, encubrían las verdaderas razones por las
que la Tierra sufría terremotos cada vez con
mayor frecuencia e intensidad, erupciones
volcánicas, tormentas severas, sequía y olas de
calor históricas, así como otro tipo de fenómenos
“inexplicables” y extremos, como los cambios
bruscos de temperatura en cuestión de horas, la
falta de estaciones, la caída y desaparición de
aviones y submarinos, la colisión y
descarrilamiento de trenes, los accidentes de
barcos, los fallos del GPS, los apagones eléctricos,
las explosiones de subestaciones eléctricas, etc.
Ellos, y algunas personas seleccionadas
expresamente para ello, se preparaban para
refugiarse cuando tuviera lugar lo que nadie
quería que sucediera jamás.

Para hacer las cosas más difíciles, Nibiru es


muy escurridizo por varias razones. Para
empezar, tenemos su órbita alrededor del Sol. Se
trata de una órbita elíptica, muy amplia, que
solamente permite su entrada en nuestro sistema
solar cada 3.600 años, aproximadamente,
cruzando las órbitas de los demás planetas de
nuestro sistema solar, uno por uno. Además,
tampoco es visible en cuanto entra en nuestro
sistema solar porque está compuesto
principalmente de partículas de óxido de hierro
rojo, solo visible en el infrarrojo, y por su
trayectoria que impide su visibilidad hasta que se
encuentra más próximo a nuestro planeta.
Enciende una lámpara que tenga una bombilla de
gran potencia e intenta mirar hacia la luz. ¿Crees
que verías con facilidad algo que estuviera
acercándose desde un lugar cercano a esta luz?
No es de extrañar entonces que no haya sido
visible a simple vista, al menos no hasta ahora…

Pero, ¿por qué se habla de Nibiru como el


Planeta X? Y, ¿por qué se conoce su existencia si
no se ha podido ver en el cielo?
El término Duodécimo Planeta, no es lo más
correcto científicamente hablando. De hecho, está
basado en un libro escrito por el autor ruso-
americano Zecharia Sitchin llamado: “El
Duodécimo Planeta”.
Sitchin fue un escritor, licenciado en Historia
Económica por la London School of Economics.
Conocía algo de hebreo clásico, el moderno, y un
poco de sumerio, así como otros idiomas antiguos
de oriente. Aprendió la escritura cuneiforme
sumeria, y tradujo y reinterpretó antiguas tablillas
e inscripciones disponibles en diversos museos del
mundo. Sus obras, de gran éxito comercial, han
sido traducidas a más de 25 idiomas.
A pesar de sus grandes dotes lingüísticas,
especialmente para los idiomas antiguos, así como
la coincidencia y similitudes de sus
interpretaciones con la información facilitada por
otros libros históricos como la Biblia o la Biblia
Kolbrin, entre otros; su forma de interpretar la
escritura cuneiforme de los sumerios recibió
muchas críticas de científicos y académicos que
calificaban su obra como pseudociencia y
pseudohistoria, alegando que su metodología y
traducciones no eran del todo correctas. Pero, ¿es
cierto que sus traducciones incluían
interpretaciones propias que se alejaban de la
veracidad de lo escrito, se adelantó a su tiempo, o
sacó a la luz algo que muchos preferían que se
mantuviera oculto?

Resulta curioso lo cerca que parecen las


cosas cuando te desplazas en coche. No quiero
pensar lo que hubiese sucedido de haberlo hecho
en avión (y no me refiero solo a la distancia
recorrida). Todos los días vas y vienes,
desplazándote sin prestar atención a los
kilómetros recorridos. Ahora me puedo hacer una
idea de lo que sería para nuestros antepasados ir
de un lado a otro sin contar con otro medio para
moverse que sus propias piernas. Me pareció que
llevaba horas caminando. Al principio, me sentía
ágil y fuerte. La mochila era liviana, pero cuantos
más pasos recorría, se hacía más y más pesada.
Solo estaba a unos 4 kilómetros de mi destino,
pero lo que en coche podían ser unos 8 minutos
de trayecto, andando me supuso cerca de una
hora.

Podría parecer que seguía un rumbo fijo, y


efectivamente, así era. Mi destino no era una
decisión repentina, sino un lugar que había estado
perfeccionando desde hace años. Una vez llegué a
la conclusión de que estaba dispuesta a
prepararme para lo que pudiera venir, entre otras
cosas, lo primero que hice fue desarrollar un plan
e investigar sobre el lugar en el que me
encontraba. Bueno, así fue como lo hice y me
adentré en el mundo de la preparación para
sobrevivir.

Pensé que lo principal era enfocarme al


lugar que iba a utilizar como seguro donde
sobrevivir la situación de emergencia que se iba a
producir. Ya sé que una catástrofe natural no te
avisa y que te puede pillar en cualquier momento,
así que me puse a investigar la zona en la que
vivía. Resulta esencial averiguar si se trata de una
zona segura porque de lo contrario, cuando se
produzca la emergencia, hay que abandonarla lo
antes posible, por lo que también es necesario
planificar una ruta de escape anticipadamente.
No solo tuve que comprobar si era
inundable, por si había ríos o arroyos cerca que
pudieran desbordarse, sino que me aseguré de
estar lejos de embalses y de diques. Al mismo
tiempo, tenía que situar mi refugio a más de 240
kilómetros de cualquier zona costera, así como a
una altitud de por lo menos 180 metros por
encima del nivel del mar. Tampoco podía irme a
una altitud demasiado elevada debido a las
fluctuaciones magnetosféricas y atmosféricas a
exposición de radiación solar, así que intenté ser
lo más precisa posible y elegí una altura media.
También hice los cálculos necesarios para
estar lo suficientemente lejos de cualquier volcán
y supervolcán que hubiese tenido actividad
volcánica durante los últimos 100 años. Por
supuesto que no fue fácil. Tuve que invertir
muchas horas en navegar por Internet y leer toda
clase de informes, pero finalmente creo que elegí
un buen lugar, que no estaba asentado sobre
ninguna zona de falla sísmica importante. Además
de todas estas premisas que tuve en cuenta, con
objeto de evitar los saqueos y el caos que
reinaría, hice lo posible por conseguir ubicar mi
refugio en una zona que no estuviera densamente
poblada.

¿Dudas? Por supuesto que yo también he


tenido dudas. Soy la primera a quien le hubiese
gustado que Sitchin y muchos más, estuviesen
equivocados, y que el futuro que decían nos
aguardaba, no fuera cierto. Sería un gran alivio
que la humanidad pudiera seguir viviendo como
hasta ahora. Sin embargo, cuanto más
profundizaba en mi investigación sobre Nibiru,
más me convencía de su existencia. Y el aumento
en la frecuencia e intensidad de los fenómenos
naturales extremos que estaban teniendo lugar en
nuestro planeta, eran un indicio más de que
“algo” estaba pasando. El hecho de que los
medios de comunicación habituales, cada vez se
hacían menos eco de este tipo de noticias, ayudó
a que sospechara que algo intentaban ocultar…

En el transcurso de los años posteriores a la


muerte de Sitchin, fuimos testigos de muchos
descubrimientos en el espacio exterior que los
científicos afirmaban eran imposibles, viéndose
asombrados por sus propios hallazgos, que
echaban por tierra afirmaciones anteriores, hasta
el punto de tener que admitir su equivocación en
muchas de las cosas que habían estado
defendiendo hasta entonces contra viento y
marea. Por ejemplo, en 2016 la NASA anunciaba
que la Tierra tenía una segunda Luna. Una luna
pequeña que ha estado orbitando nuestro planeta
desde hace solo unos 100 años. Dijeron que
probablemente debido a su pequeño tamaño no
había sido detectada anteriormente. Su distancia
con la Tierra varía entre 38 y 100 veces la
distancia de nuestro planeta con su luna primaria.
Este asteroide 2016 HO3, como se le llamó, orbita
alrededor del sol convirtiéndola en una compañera
constante de la Tierra. Los científicos descubrieron
seis objetos trans-Neptunianos, con órbitas
altamente inusuales, y también se habló de un
hipotético Planeta Nueve, del que decían podría no
estar solo. Otro de los grandes misterios de la
astronomía era que se preguntaban si todavía
existía algún objeto misterioso en el límite de
nuestro sistema solar.
Llegaron a decir que, si no habían detectado
ciertos objetos espaciales, como el Planeta 9 o
asteroides que hacían su sobrevuelo a menos de
una distancia lunar de nuestro planeta, había sido
porque los telescopios Hubble, Kepler y WISE
estaban mirando hacia el espacio exterior. Y que
cuando miras en la distancia, pueden pasarse por
alto cosas más cercanas… Algo similar afirmaron
sucedió con el descubrimiento en Chile de varios
exoplanetas, que habían pasado desapercibidos
porque, según explicaron, no se estaban buscando
en esa distancia o en la del exoplaneta
descubierto en el “Desierto Neptuniano”. Un lugar
en el que los expertos siempre habían afirmado
que no podía haber nada más. ¿No resulta
curioso?
Me preguntaba si negar la existencia de
Nibiru habría sido otra de sus equivocaciones. De
todos modos, si en alguna ocasión llegaran a
admitir su presencia, ya tenían la excusa
perfecta…

Lo primero que suele verse interrumpido en


una emergencia es el suministro eléctrico, así
como la telefonía móvil y/o fija. En ocasiones,
puede que solo funcionen las llamadas
interurbanas, nacionales o internacionales. O
puede que ninguna.

Para comunicarme con el resto de mi


familia, antes de que se produjese una
emergencia, elegí dos personas que viven fuera
de mi ciudad (familiares y amigos). Tomé nota de
sus direcciones y números de teléfono y, me
aseguré de que todos los componentes de mi
familia dispusieran de estos datos. Por supuesto,
se trata de un listado que tuve que imprimir y
llevar encima. De nada sirve tenerlo en el móvil o
en el ordenador. Era posible que cuando lo
necesitara, no tuviera electricidad… Si se producía
una emergencia, se suponía que cada uno tendría
que ponerse en contacto con este “intermediario”
para informarle acerca de su situación, estado de
salud, etc. En mi caso era obvio que no podría
comunicarme con nadie para decirle que estaba
bien, ya que no funcionaba ningún teléfono, así
que, según el plan de emergencia que me había
trazado, el siguiente paso era acudir al punto de
encuentro. Teniendo en cuenta que, como decía,
una emergencia se produce de forma repentina,
sin previo aviso, resulta fácil que te suceda
cuando no estás con tu familia. Debido a que
acostumbrábamos a no desplazarnos largas
distancias, teníamos previsto un solo punto de
encuentro en el centro del pueblo y allí fue donde
llegué después de caminar durante una hora,
sorteando todo tipo de vehículos y personas.

La creciente sospecha de la existencia de un


planeta desconocido comenzó hace tiempo,
cuando los astrónomos y matemáticos
descubrieron los planetas Urano y Neptuno. Las
perturbaciones observadas en el planeta Saturno
despertaron el interés por descubrir qué podía
estar alterando la órbita de este planeta,
interactuando en su gravedad. Desde entonces
hasta ahora, se realizaron numerosos cálculos
matemáticos y búsquedas para encontrarlo. En
1781, el astrónomo británico William Herschel
descubrió el planeta Urano. Pensaban que habían
resuelto el gran misterio, sin embargo, también se
observaron perturbaciones en la órbita de este
planeta, por lo que debía haber otro planeta sin
descubrir que las estaba provocando. Gracias a
los cálculos matemáticos de un astrónomo y
matemático británico, John Couch, se pudo
predecir la posición de este perturbador en 1841 y
su búsqueda efectivamente condujo al
descubrimiento en 1846 de Neptuno, por el
astrónomo alemán Johann Galle. Pero, toda la
alegría quedó borrada de un plumazo cuando tan
solo una semana más tarde, Le Terrier confirmó
que – como sucedía con Urano y Saturno - la
órbita de Neptuno estaba siendo perturbada a su
vez. Es decir, que debía existir otro planeta más
allá de Neptuno, que estaba causando todas estas
perturbaciones. Pero, ¿cuál?
En 1877, David Todd intentó encontrar un
planeta más allá del planeta Neptuno, pero no fue
hasta 1879 que Camilla Flammarion añadió otro
punto a favor que demostraba la existencia de un
planeta más allá de Neptuno; los cometas
periódicos tienden a girar alrededor de planetas
grandes. Júpiter es el que tiene el mayor número
de este tipo de cometas, y Saturno, Urano y
Neptuno también tienen algunos, cada uno.

Percival Lowell, conocido por ser un gran


aficionado de Marte, construyó un observatorio
privado en Flagstaff, Arizona. A este planeta
hipotético lo llamó el Planeta X. Y aunque
desgraciadamente sus búsquedas no tuvieron
éxito, las irregularidades matemáticas en las
órbitas de los planetas originaron que los
astrónomos no cesaran en su empeño de
descubrir la existencia de ese otro planeta
causante de las mismas.
14 años después de la muerte de Lowell, en
1930, Clyde Tombhaugh descubrió Plutón.
Enseguida fue aclamado como el gran perturbador
de Neptuno, sin embargo, cuando los
matemáticos empezaron a hacer números y los
procesaron, descubrieron que no solo Plutón era
demasiado pequeño como para poder ser el
causante de las perturbaciones en la órbita de
Neptuno, sino que fue degradado de planeta a
planeta enano, lo que demostró una vez más que
no era el ansiado Planeta X. Sin embargo, cuando
se puso en tela de juicio que fuera un planeta
enano, el desconocido causante de las
perturbaciones en las órbitas de los planetas
seguía ahí fuera, esperando ser descubierto.
En 1983, la NASA lanzó el Satélite Infrarrojo
Astronómico (IRAS), que daría mucho que hablar.
Solo cuatro días más tarde, John Noble Wilford
escribía un artículo sorprendente en el New York
Times titulado: “Aumentan las claves en la
búsqueda del Planeta”. El telescopio IRAS resultó
ser el más eficaz de todos, cuando el científico
jefe del IRAS anunció que la NASA había
descubierto el Planeta X. Este evento histórico fue
publicado en seis periódicos. La portada del
Washington Post del 31 de diciembre de 1983, fue
muy explícita detallando el descubrimiento de este
nuevo planeta de nuestro sistema solar. Según
este artículo, se trataba de un planeta gigantesco,
tan grande como Júpiter, que posiblemente
estuviera tan cerca de la Tierra, que podría formar
parte de nuestro sistema solar. Añadían que este
cuerpo celestial, que supuestamente era muy frío,
había sido visto en dos ocasiones cuando
escaneaban el cielo norte, cerca del oeste de la
constelación de Orión. Desgraciadamente, poco
después, en 1984, no solo la NASA se retractó de
su descubrimiento, sino que, desde entonces,
todos los gobiernos del mundo han negado y
desacreditado cualquier información que haga
referencia a Nibiru. Curiosamente, a partir de este
evento, aunque se negaba “oficialmente” su
existencia, numerosos gobiernos y entidades
privadas de renombre invirtieron en satélites y
observatorios por Infrarrojos, ubicándolos en
localizaciones estratégicas, desde las que se
puede seguir su trayectoria.

Aún no había llegado al punto de encuentro


establecido, pero desde lejos podía vislumbrar que
el caos era todavía mayor que donde me había
sorprendido esta “emergencia”. Vi cómo algunas
personas no solo se peleaban verbalmente porque
habían colisionado con sus coches, sino que ya
habían llegado a las manos. Otras se mantenían
en grupos hablando o discutiendo
acaloradamente, o iban de un sitio a otro, sin
saber qué hacer exactamente. En algunas casas,
había fuego, pero no había nadie para apagarlo.
Entonces me di cuenta de que no me había
cruzado con ningún tipo de servicio de emergencia
en todo el camino.

Así fue como comprobé lo que me habían


estado diciendo siempre: que cuando se produce
una situación de emergencia, dependiendo de las
proporciones y del tipo de emergencia, es muy
probable que las autoridades se vean colapsadas y
que no puedan acudir en tu ayuda de forma
inmediata. Por este motivo, tuve que aprender a
sobrevivir por mí misma, es decir, me preparé
para contar con mis propios alimentos, bebida, y
otros suministros básicos necesarios.

No me hizo falta mucho más. Tenía que


tomar una rápida decisión: quedarme y esperar
en este punto de encuentro, o continuar mi
camino hacia el refugio que tenía. Permanecer al
aire libre, rodeada de lo que podría convertirse en
un problema, no me parecía la mejor opción, así
que di media vuelta, decidida a reemprender la
marcha.
No hice más que dar dos pasos, cuando me
vi rodeada por dos personas.
- ¿A dónde te crees que vas?

Descubrir la realidad de Nibiru no fue


sencillo. Tuve que investigar mucho para separar
lo falso de lo que podría ser verdad. Invertí mucho
tiempo y dedicación que resté de otras actividades
más divertidas que tuve que sacrificar. Está claro
que no se aprende sin esfuerzo. Además de las
perturbaciones en las órbitas de los planetas de
nuestro sistema solar y de la traducción de Sitchin
de las tablillas sumerias, descubrí que había otros
libros, escritos por nuestros antepasados, que
hacen mención a catástrofes que bien podrían
haber sido provocadas por sobrevuelos anteriores.
Destacan la Sagrada Biblia y la Biblia Kolbrin.
Supongo que muchos conocéis la existencia
de la Biblia. Quizás, incluso habéis leído este libro
en alguna ocasión. Sin embargo, son pocos los
que han leído el Antiguo Testamento en su
totalidad y probablemente tengas otro punto de
vista si lo vuelves a leer teniendo presente el
sobrevuelo de Nibiru como un hecho real.
La Biblia Kolbrin, por su parte, es una
antología secular que ha pasado desapercibida
para muchos. De hecho, ni siquiera sabía que
existía hasta que alguien me retó para ver si sería
capaz de traducirla. No solo me sorprendió su
extensión, su volumen, sino sobre todo su
contenido. Fue escrita por numerosos autores
egipcios y celtas. En principio, se escribió en dos
partes. Cada una de ellas, en el mismo periodo
que los Testamentos Antiguo y Nuevo. Ambos
libros hacen advertencias proféticas muy serias
que afectan a nuestro futuro y ambas muestran
correlaciones muy similares con lo que aconteció
en su época. Cada una a su manera, parecía
hablar de lo mismo.
La primera parte de la Biblia Kolbrin fue
escrita por los antiguos egipcios tras el Éxodo
como “El Gran Libro”. Después fue traducido por
los fenicios, del hierático a su propio idioma, y los
antiguos celtas adaptaron la obra y la
promocionaron. Tras la muerte de Jesús, José de
Arimatea fundó la Abadía de Glastonbury, en Gran
Bretaña, donde se depositaron estos textos, y los
de los sacerdotes celtas.

En 1184 CE, el rey inglés Enrique II ordenó


un ataque contra la Abadía. Me chocó mucho que
intentaran destruirla. ¿Qué podía contener que no
querían que se leyera? Pero, los sacerdotes celtas
que sobrevivieron ocultaron los textos restantes
en Escocia, donde fueron traducidos al inglés
antiguo y finalmente se fusionaron para crear la
original Kolbrin. Después de la primera guerra
mundial, la obra se actualizó al inglés continental
y finalmente fue revelada en 1992 por un
destacado miembro de esta sociedad secreta tras
la caída del imperio soviético y el aumento de la
guerra del islam radical. Resulta pues curioso, lo
que ha tenido que superar este libro para poder
sobrevivir.
En la Sagrada Biblia y en la Biblia Kolbrin se
habla de la llegada del Destructor, de las plagas
que tuvieron lugar en Egipto y del Diluvio, con
semejanzas sorprendentes. No pensarías que el
Diluvio era una leyenda, ¿verdad? Sucedió de
verdad. Sin duda, un fenómeno natural muy
extremo… Pero, ¿conocías la sorpresa que se llevó
el primer europeo en pisar las islas de Hawái, el
explorador británico James Cook en 1778? Cook
comenzó a explicar la historia bíblica de Noé y la
inundación, y los hawaianos le dijeron que ellos ya
tenían una historia parecida, salvo que su Noé se
escribía como “Noa”.

Eran dos hombres, de mediana edad y,


aunque no iban mal vestidos, era consciente de
que la situación en la que me encontraba, podría
convertirse en algo peligroso. Sabía que había
tenido en cuenta esta posibilidad cuando
preparaba mi mochila de emergencia y ya estaba
deslizando mi mano lentamente hacia la parte
inferior izquierda de la mochila, cuando sus
palabras, me tranquilizaron.
- ¿Vas de excursión?
Su tono de voz ya no era el que me había
asustado tanto. Le contesté lo más calmada que
pude.
- Sí. He quedado con unos amigos para irnos
de acampada el finde.
Puede que fuese una excusa de lo más
inverosímil, al menos conociendo la situación en la
que nos encontrábamos, pero a ellos parecía que
encajaba con mi aspecto. Me miró de arriba abajo,
como si me estuviera analizando.
- Está bien, pero ten cuidado.
- Vale. Gracias.
Se alejaron de mí en dirección opuesta y
seguí mi camino (no sin antes mirar
disimuladamente varias veces atrás). Aunque al
principio había estado indecisa sobre si quedarme
o marcharme, creo que hice bien en continuar mi
camino. El caos y la anarquía empezaban a
hacerse dueños de la situación. No quería estar
allí cuando todo se descontrolara por completo.
Dejé de cruzarme con personas hace
aproximadamente una hora, y mis sospechas de
que probablemente no vería a nadie más en la
siguiente hora, fueron ciertas en cuanto empecé a
alejarme un poco de la civilización, caminando
cuesta arriba por un sendero de la colina. Ahora
llevaba peso en la espalda y lógicamente no podía
avanzar igual que cuando hacía este camino en
situaciones bien distintas. Tenía que tener
paciencia, ya que ir caminando convertiría el
trayecto en un pequeño viaje. Me detuve junto a
un árbol. Busqué una piedra un poco grande para
sentarme y abrí la mochila. Tenía hambre.
Enseguida encontré el paquete de galletas y el
zumo. ¡Qué alegría me dio estar preparada!

Cuando sabes que es posible que sólo te


queden pocos años de vida, a menos que hagas
algo para remediarlo, cambia la forma en la que
ves las cosas. Y si, además, ese fin no sólo te
afecta a ti, sino que implica al resto de la
humanidad, asimilarlo no resulta nada fácil.

El hecho de que muchas, o, mejor dicho, la


gran mayoría de las personas prefieran no ver las
señales que tienen ante sus ojos, incluyendo
miembros de tu propia familia, hace que sientas
frustración e impotencia, porque sabes que no
puedes convencer, ni debes forzar el destino de
quienes prefieren seguir siendo ciegos ante lo que
se avecina. Todo lo que estábamos habituados a
ver, nuestra forma de vida… Iba a sufrir un gran
revés. El mundo, tal y como lo conocíamos, iba a
desaparecer. Tendríamos que empezar
prácticamente desde cero, sin embargo, no podía
perder la esperanza. Había llegado el momento de
planificar. De aumentar las posibilidades de mi
supervivencia. Anticiparme y prepararme, podría
ser crucial para poder afrontar el gran cambio.
Estaba segura de que – ante la catástrofe que se
avecinaba - no iban a ser muchos los que
consiguieran superar esta fase. Pero valía la pena
intentarlo. ¿Qué otra cosa podía hacer? ¿Negar lo
evidente? ¿Seguir viviendo como si nada fuese a
suceder y, cuando aconteciera, agachar la cabeza
y dejar que la muerte me alcanzara? O,
¿prepararme cuando aún quedaba algo de tiempo
y una oportunidad para que yo y, por
consiguiente, las personas a las que quiero,
pudieran sobrevivir? Yo no era de las que se
consideran “valientes”, pero tampoco podía cerrar
los ojos y seguir mi vida como si no hubiese
descubierto nada…

Cuando llegué por fin a nuestro refugio


seguro, estaba agotada y con el corazón a cien. El
trayecto no había sido nada sencillo y me
arrepentí de no haber practicado más ejercicio
físico cuando mi vida no estaba en juego y solo lo
hacía a modo de preparación. Elegir un lugar
seguro donde poder acudir para resguardarte en
caso de una emergencia, no fue nada fácil. Entre
los árboles, junto a la colina, pude divisar
difusamente la parte superior de la casa ecológica
formada por domos que habíamos construido y
que se mimetizaba con el paisaje. No tuvimos
ningún problema para su construcción, incluso en
un terreno rústico, no urbanizable. Su arquitecto
nos había prometido que estaría preparada para
afrontar fenómenos meteorológicos muy adversos
como, por ejemplo, vientos huracanados, pero
también terremotos. Había mantenido contactos
con técnicos formados en Cal-Earth, que tenían el
conocimiento para construir casas en Florida
preparadas para resistir seísmos de gran
intensidad y superó las pruebas antisísmicas más
exigentes. Un terremoto era algo que no podía
descartar que sucediera en cualquier momento,
por lo que venía muy bien que fuera tan
resistente.
Su tejado, cubierto por la tierra, se acoplaba
perfectamente con el entorno. Además, añadimos
tierra de desmonte para recubrirlo y cultivar
plantas en él. De esta manera, también se recogía
la mayor parte del agua de lluvia, que resulta
esencial.
La vivienda, con más de 146 metros
cuadrados, estaba formada por siete domos. Toda
la edificación se había construido con arena,
arcilla y cal, y con revoques ignífugos, es decir,
que se había construido con materiales no
inflamables. Además, por su solidez extrema y su
diseño hidrodinámico, era más resistente que
ninguna otra construcción a las inundaciones.

Pero, lo que más me llamó la atención es


que la vivienda era el lugar perfecto para
protegerte de los rayos gamma y de las tormentas
solares por su solidez, la materia tierra que la
conformaba, el espesor de 40 centímetros de la
tapa estructural y su diseño abovedado. Y, para
conseguir una protección para un pulso
electromagnético, había dado un pasito más que
explicaré más adelante.

No faltaba mucho para que anocheciera, así


que me acerqué a la puerta de entrada. Suspiré
aliviada. Había conseguido llegar hasta aquí, sana
y salva. Por supuesto, este no era un lugar de
encuentro, sino el refugio en sí.
Cuando estaba a punto de entrar en la casa,
escuché el timbre de una bicicleta. Me giré
rápidamente y miré en la dirección desde la que
me había llegado el sonido. Al verle caminar hacia
la casa, con la bicicleta a su lado, sonreí. Ya no
estaba sola.

Cuando entré en el mundo de la preparación


para una emergencia, me asusté al encontrar
tanta información. Había tantas cosas que hacer,
que me sentí bloqueada. Podría decirse que sentí
un gran agobio porque quería hacerlo todo al
mismo tiempo y como es de esperar, uno no se
puede comer una tarta entera de una sentada,
sino que hay que hacerlo poco a poco.

Una vez que has tomado la decisión más


importante de tu vida: prepararte para una
emergencia, tienes que ir por pasos. Algunos son
comunes para todo tipo de situaciones y solo hay
que adaptarlos posteriormente, según cada tipo
de emergencia y circunstancia personal.
Mi siguiente paso fue tomar una decisión
que afectaría al cómo me iba a preparar. ¿Para
qué me preparaba? No es lo mismo prepararse
para una amenaza concreta y real como puede ser
un tornado, si se vive en una zona propensa a
estos fenómenos meteorológicos extremos; una
inundación, si tu casa se encuentra en una zona
inundable; un terremoto, si la ciudad de tu
residencia se encuentra sobre una falla activa;
una tormenta de invierno que te impide acudir al
supermercado… Bueno, existen numerosos tipos
de emergencias posibles, solo tuve que pensar un
poco y me surgieron muchos ejemplos más.
Partir de esta premisa, de prepararme solo para
un tipo de evento conocido, hacía que resultara
mucho más fácil que me preparara. Sin embargo,
siendo mi motivación real la de prepararme para
“cualquier cosa” – aunque las opciones son más
complejas – considero que era lo más sensato que
podía hacer. Aun así, tenía que empezar desde
cero.
Tomé como ejemplo una tormenta de
invierno que imaginaba no iba a durar mucho
tiempo. Pensé que se trata de un fenómeno
meteorológico extremo que no suele acontecer sin
un aviso previo. En este caso solo había dos
opciones posibles. Podía coincidir en el
supermercado con otros cientos o miles de
personas que intentaban comprar suministros y
víveres en cuanto emitieran la alerta. Me podía
imaginar las largas colas, las peleas en la caja, las
“oportunas” subidas de precios, la falta de
productos en las estanterías… Y la verdad es que
estamos acostumbrados a ir al supermercado con
frecuencia y a comprar lo básico. Y, por supuesto,
la otra opción era la de estar preparada de
antemano para esta emergencia o para otra
similar.

Las organizaciones de emergencias


cambiaron sus recomendaciones con respecto al
tiempo de preparación. Siempre se había hablado
de 72 horas y, de hecho, el Departamento de
Homeland Security decía: “Estar preparado/a
significa disponer de comida, agua y otros
suministros para al menos 72 horas”. Sin
embargo, la mayoría de los expertos en
supervivencia estaban en desacuerdo con esta
afirmación. Cruz Roja actualizó su frase para
decir: “3 días de suministro para evacuación, 2
semanas de suministro para casa”.

En el año 2016, varios estamentos oficiales


de emergencias de los Estados Unidos de América
llevaron a cabo un simulacro de nueve días para
comprobar la respuesta de emergencia en el caso
de un terremoto masivo en la Zona de Subducción
de Cascadia. La zona incluía Seattle, Vancouver y
Portland, hasta California. Las conclusiones a las
que llegaron, y que publicaron en un informe de
83 páginas, fueron bastante preocupantes. Los
sistemas no estaban preparados, la
infraestructura se colapsaría y en 10 días tendría
lugar una crisis humanitaria. Además, tardarían
una semana en coordinar recursos externos. La
conclusión del Director de la División de
Coordinación de Emergencias de Washington fue:
“Se precisa de forma urgente que los residentes
se preparen para dos semanas”.

Cuando empecé a prepararme, aún se


hablaba de 72 horas. Así que me hice la pregunta
clave: ¿si se producía cualquier emergencia que
me impidiese salir de casa durante 3 días?
¿Estaba preparada? ¿Era capaz de vivir más de 3
días sin acudir al supermercado o a la tienda más
cercana? Miré lo que tenía en mi frigorífico y en
mis armarios y… Si se producía cualquier tipo de
catástrofe en ese momento, estaba segura de que
mi supervivencia sería un fracaso. Me di cuenta de
que tenía que reevaluar mi preparación para una
emergencia. Contar con la comida necesaria para
este tipo de eventos podía ser fundamental para
sobrevivir. En caso de emergencia, los
supermercados tardarían mucho en recibir
productos. Probablemente nada, hasta que se
restableciera la situación. Pero, podría significar
días, meses, o incluso más tiempo. Sabía que
nunca podría llegar a estar preparada al 100%
para cualquier emergencia. Nadie puede estar
perfectamente preparado para algo así, pero
tampoco era cuestión de no ser capaz de superar
ni un solo día sin los recursos necesarios. Incluso
teniendo mucho dinero para invertir en la
preparación de emergencias (cosa que tampoco
era mi caso), se hacía necesario ir guardando de
forma progresiva. Para empezar, quería hacer un
acopio mínimo, suficiente para unos días. Algo
que fuera de mi agrado y que acostumbrara a
comer. Imagínate estar sometida al estrés de una
situación de emergencia y para colmo, tener que
comer un alimento que te sepa a rayos. Me
pareció buena idea comprar lo que ya conocía, no
caducaba hasta dentro de un par de años por lo
menos, y que no hiciese falta cocinar.

Así fue cómo empecé a comprar algunos


artículos de más cuando iba a comprar. De esta
manera, poco a poco, fui haciéndome con un
pequeño stock. Claro que, en realidad, ¿dónde
pasamos la mayor parte de nuestro tiempo
además de en casa? El trabajo, el coche… ¿Y si la
emergencia me sorprendía en alguno de estos
sitios en lugar de en casa, donde lo tenía todo
más planificado? ¿Y si me veía forzada a
marcharme? Comprendí que tenía que preparar
una mochila de emergencias. ¿Qué significaba
esto? Pues que, si quería hacer las cosas bien, lo
idóneo sería preparar varias mochilas de
emergencia; una para el coche, otra para el
trabajo, y una que tendría en casa por si tenía que
abandonarla en caso de una catástrofe.

Lo que más me preocupaba era poder contar lo


antes posible con una mochila para casa. Pensé
que esta tendría que ser la mejor de todas. Pero,
¿qué mochila me compraba? Llegados a este
punto, me di cuenta de que había distintos tipos
de mochilas de emergencia, y no me refiero a la
calidad o composición de la mochila en sí (que por
supuesto, también contaba), sino que dependía
también de para qué me estaba preparando.
Como estaba todavía en los primeros pasos de mi
preparación, empecé buscando una mochila
básica. Encontré multitud de sugerencias y
consejos sobre qué incluir en la mochila. Era para
volverse loca. Además, había informaciones
dispares de una persona a otra. Tardé un tiempo
en darme cuenta de que nadie podía decirme qué
debía incluir y qué excluir. ¿Quién mejor que yo
para saber en qué medio ambiente iba a usarla?
¿Crees que es lo mismo prepararla para una
persona que vive en la ciudad o en el campo,
alguien que vive en una zona fría del planeta, o
una persona que resida en una zona desértica?
¿Iba a ser lo mismo usarla en invierno que en
verano? Las necesidades de una persona concreta
nunca podrían compararse con las mías. Sí, por
supuesto que existen algunos artículos esenciales
que se pueden sugerir para cubrir las necesidades
básicas que se pueden afrontar en una
emergencia, y esas recomendaciones sí que las he
cumplido (al pie de la letra), pero al fin y al cabo
era la única persona que podía decidir otros temas
y elementos, en base a mis necesidades
individuales.
Cuando se prepara un kit o mochila de
emergencia, hay que tener en cuenta las
necesidades básicas de todo ser humano para
subsistir. Digamos que este es el punto básico de
inicio, sin olvidar que las necesidades más
inmediatas cambiarán, según cada situación de
emergencia. Además, cada familia es única y
podría haber necesidades personales diferentes.
Así que el “toque final”, para completarla y
adaptarla a mis necesidades personales, se lo
tenía que dar yo.

Me pregunté qué necesitaba para preparar una


mochila de emergencia básica que me sirviera 72
horas y estas fueron mis conclusiones: lo primero
que necesitaba era encontrar una mochila
adecuada a la situación que tuviera que vivir.
Busqué en Internet y… Me perdí. ¡Cuántas
opciones! Había tantos tipos, telas, capacidades…
Precios… Sin embargo, tenía claro que nunca se
sabe el tipo de desastre que acontecerá de forma
repentina, para el que necesites tu mochila de
emergencia, y no estaba dispuesta a afrontar una
situación de este tipo con una mochila que no
cumpliera las expectativas. Así que: ¡fuera lo
básico! Quería algo útil, de calidad, y con un
precio asequible. Al fin y al cabo, era mi vida, mi
supervivencia la que estaba en juego.

El peso de una mochila es un factor importante


a la hora de decidirse por una o por otra. Tenía
muy presente que era muy probable que tuviera
que cargar con esta mochila… Puede que
kilómetros… Por lo tanto, lo ideal sería elegir una
mochila liviana, aunque tampoco demasiado débil.
Tenía que encontrar el equilibrio entre la de
menor peso, pero con unas buenas prestaciones,
teniendo en cuenta que habría que añadirle
contenido (así que más peso).

Antes de decidirme por la mochila, me


comentaron que no era lo mismo una mochila
para una persona preparada físicamente que para
alguien que no se ha entrenado para ello. Si te
preparas, posiblemente puedas cargar con el 25%
de tu peso corporal. De lo contrario, ¿puedes
imaginarte tener que llevar todo ese peso durante
horas o días? ¿Subir una cuesta o una colina? ¿Y
si tuviera que correr con ella o saltar algún
obstáculo? Si no me veía capaz de cargar con el
peso, tenía que olvidarme de llenarla en demasía
e incluir solo artículos de poco peso (y
probablemente más caros). Este motivo sirvió de
excusa para obligarme a practicar un poco de
ejercicio físico…

Resultó que la capacidad de una mochila es


esencial. Aprendí que normalmente se mide en
litros y que este detalle es muy importante porque
de ello dependen cuántos suministros podría
añadir. De 30 a 50 litros sería una mochila de
emergencia para 3 días, de 50 a 80 litros duraría
hasta 5 días, y de más de 70 litros serviría para
viajes duraderos.

Como quería empezar con una mochila para 72


horas, me vendría bien una que estuviera entre
30 y 50 litros de capacidad.
El material de las correas tampoco es algo que
se pueda obviar. Caminar largas distancias con
una mochila cargada a cuestas puede causar un
gran dolor en la espalda y en los hombros, si no
dispone de correas acolchadas. Además, ayuda a
distribuir el peso y a reducir el impacto en los
hombros. (Lo que se aprende en los foros de
senderistas). El hecho de que el cinturón de la
mochila también sea acolchado, es otro punto a
favor porque beneficia las caderas y la parte baja
de la espalda.

A la hora de elegir el material de mi mochila,


por supuesto tenía que ser a prueba de agua. Sí,
no te sonrías. No hay nada peor que tener todo el
contenido de tu mochila chorreando, o incluso
peor, que se te estropee por el agua. Así que opté
por una mochila resistente al agua.

Creo que fue la única vez que acudí


personalmente a comparar artículos en una
tienda, porque comprarlo, por supuesto que no lo
iba a hacer. Ya había aprendido que no debía
comprar ciertos artículos para mi supervivencia de
forma presencial. Por lo general, lo mejor es
evitar que se sepa que te estás preparando para
una emergencia, de forma que no seas un
objetivo cuando las cosas se compliquen. Cuantas
más personas sepan lo que guardas y dónde lo
guardas, más posibilidades tienes de que se
acuerden de ti en circunstancias extremas e
intenten acercarse para hacerse con ello. Y lo peor
de todo, es que quieran conseguirlo a cualquier
precio… Es mucho más fácil pasar desapercibida
cuando haces este tipo de compras en portales
web que tienen una gran venta, donde es muy
poco probable que tengan en cuenta quién, para
qué y dónde lo han comprado…

Quería encontrar una mochila que tuviera una


tecnología de ventilación para evitar que me diera
demasiado calor en la espalda y que sudara en
exceso. De este modo, podría cargar con ella a
gusto, hiciera el tiempo que hiciese.
La prueba final es que tenía que ser una
mochila que pudiese coger rápida y cómodamente
para transportar en caso de tener que salir
corriendo con ella. Llegados a este punto de
sofisticación de mi mochila, me preguntaron si
quería contar con un compartimento exterior
especial, concebido para poder ir bebiendo para
hidratarme. No me hizo falta pensarlo mucho.
Podía llegar a ser algo muy útil llevar una botella
de agua en este compartimento, ya que me iba a
permitir ir bebiendo a través de un tubo, sin tener
que abrir toda la mochila. No era obligatorio, pero
estaba segura que podría ser de ayuda.

Sabía que algunas mochilas profesionales


para practicar senderismo y de supervivencia
solían llevar unas cubiertas de lluvia separadas y
desmontables. La mayoría de las mochilas son
impermeables, pero todavía puede deslizarse algo
de humedad por las cremalleras y otras pequeñas
rendijas. Así que, con esta característica opcional
añadida, ya podía llover lo que quisiera. Nada del
interior de mi mochila se iba a mojar.
En Internet, aprendí mucho gracias a los
comentarios de los demás compradores de los
artículos que me interesaban. No solo por su
propia experiencia, sino por sus respuestas a mis
dudas y finalmente, me decidí por la que
consideré mi mochila y que seguramente sería tu
mochila de emergencia ideal. La primera que
tenía previsto comprar para tener en casa.

Me sentí muy emocionada cuando llegó el


paquete por mensajería. Era mi primera compra
como prepper. Por fin había dado un paso más en
este mundo nuevo para mí.

Mi sonrisa se truncó nada más verle de


cerca. No me lo esperaba. Cuando le vi llegar con
la bicicleta, solo podía sentirme feliz porque había
conseguido llegar al refugio. No podía imaginarme
afrontar esta situación sin él. Bueno, de hecho, ni
siquiera podía imaginar mi vida sin él. Al dejar la
bicicleta a mi lado, enseguida me percaté de su
gesto de dolor. Mi repaso visual fue rápido,
aunque tampoco hizo falta mucho para ver la
herida que presentaba en el brazo y que
destacaba. Parecía recién hecha y estar a punto
de empezar a sangrar de nuevo.
- Pero, ¿qué te ha pasado?

Rodrigo me miró, esbozó una sonrisa e impidió


que pudiera tocarle la herida.
- Tranquila, no es nada grave.
- Pero, habrá que desinfectarla, a lo mejor
necesitas puntos y yo no sé poner puntos…
Algo habrá que poner…

Mentalmente, repasé lo que teníamos para


estos casos. Habíamos incluido un kit médico de
emergencias, con vendas, gasas, alcohol, tiritas,
medicamentos… Lo necesario y básico para casos
como este.
Rodrigo se me adelantó.
- Primero habrá que desinfectarla.

Entré rápidamente en la casa y me dirigí


directamente hacia la despensa. Mis manos
temblaron ligeramente mientras cogía lo que
parecía esencial. Cuando volví, ya estaba sentado
en el salón. Puse las gasas, el agua oxigenada y el
alcohol sobre la mesa y me dispuse a limpiarle la
herida.
- ¿Te has lavado las manos?

Me di cuenta que tenía razón. La higiene era


fundamental para desinfectar heridas. Me
apresuré hacia la cocina y me lavé las manos con
el gel que habíamos comprado y que no
necesitaba agua. Al volver, seguía en la misma
postura, esperándome pacientemente.
- Tranquilízate. No sé cómo te pondrías si
fuera algo peor. Habrá que acostumbrarse a
estas cosas.

Le miré sorprendida y fue entonces cuando tomé


consciencia de que no era lo mismo pensarlo y
planificar estas situaciones, que vivirlas.
Posiblemente, en el caso de encontrarte en
una situación extrema, podrías sobrevivir un par
de semanas, pero será muy difícil si no cuentas
con comida y agua. Disponer de alimentos y de
bebidas en caso que se produzca una emergencia
es fundamental. Lo más normal es que los
supermercados no reciban mercancía hasta que la
emergencia se haya superado. Y, aunque esto
podría tardar días, en circunstancias especiales
dríamos estar hablando de meses.

Si no quieres ser una de esas personas que


están perdidas y convertirte en alguien que tiene
que saquear para intentar subsistir, con el riesgo
de que te apliquen el castigo indicado en base a la
Ley Marcial que posiblemente hayan aprobado, lo
aconsejable es tener siempre un plan de
emergencia que incluya comida y bebida.

Cuando tomé la decisión de convertirme en


alguien que se preparaba para una gran catástrofe
(en inglés, se conocía como prepper), tuve claro
que tendría que almacenar comida y bebida.
Supongo que es lo primero que se piensa, en lo
básico para tu supervivencia. Sin embargo, no
tardé en preguntarme, ¿cuánto tendría que
almacenar?

Para empezar, una comida de una persona


adulta suele ser de 2.000 calorías, en condiciones
básicas. Los alimentos proporcionan calorías y
nutrientes que son necesarios para mantener
nuestras funciones corporales. Claro que,
¿cuántas calorías iba a necesitar para
sobrevivir? Porque, obviamente, no es lo mismo
una comida en un día normal, que un menú para
sobrevivir. Desgraciadamente, las calorías
mínimas necesarias para sobrevivir no es una
ciencia exacta. El número de calorías necesarias
para sobrevivir depende de tu edad, peso, nivel
de actividad y género. Se considera una dieta de
superviviente una que contenga como mínimo
1.200 calorías, si no eres una persona muy activa,
claro está. Pero, hay que tener en cuenta que
debe ser lo suficiente como para poder mantener
un determinado nivel de tareas diarias, de
caminatas… Especialmente si el camino hacia tu
refugio es largo…

Si lo miras bien, ¿quién no estará activo en


condiciones de supervivencia? Supuse que, en
esta situación, no iba a estar sentada esperando
que pasara el tiempo. Para empezar a trazar un
plan saludable de comida que supliera mis
necesidades, el primer paso era determinar el
número de calorías que necesitaba cada día. Una
vez tuviese el número del que partir, es decir, las
calorías que necesitaba para llevar una vida más o
menos sedentaria, podría determinar cuántas
harían falta para mayor actividad. Según todos
estos parámetros, debido a una mayor necesidad
de energía y al estrés sufrido, llegué a la
conclusión que podría necesitar un menú de unas
2.000 calorías al día, o más.

Las calorías de tu dieta es una parte


importante en la selección de los alimentos que
vas a comprar para almacenar, pero tampoco hay
que olvidar la nutrición. Se supone que, a través
de lo que comemos, tenemos que ingerir
proteínas, vitaminas y minerales, sin olvidarnos
de la fibra porque, de lo contrario, lo pasarás
realmente mal si además tienes que superar
problemas estomacales o intestinales durante tu
periodo o experiencia de supervivencia. El
estreñimiento (y la diarrea) se puede convertir en
un problema muy serio que no querrás sufrir.

¿Cuál es la comida de supervivencia que


debería tener para afrontar una emergencia?
Puede parecer sencillo, pero no todos los
alimentos sirven para almacenarlos a largo plazo.
Los hay de todo tipo y tenía que aprender a ser
selectiva. No contaba con la ayuda de un
nutricionista, ni nadie por el estilo, así que tuve
que fiarme de mis gustos y de mis propias
averiguaciones.

Pensé que cuando se está pasando por una


situación tan estresante como una emergencia, lo
menos que quieres comerte es algo que no te
guste, que sepa mal, o que sea difícil de preparar.
Por supuesto, tenía que buscar alimentos que
fuesen fáciles de cocinar, con un gusto aceptable
y, si además eran solubles, mejor.

Hice algunas búsquedas en Internet y


descubrí que existen alimentos listos para comer.
Bueno, visto desde un punto de vista práctico,
ciertamente te quitas muchos quebraderos de
cabeza a la hora de pensar en cómo y dónde
preparar la comida. Son productos ya preparados,
que tienen una fecha de caducidad muy lejana (de
unos 5 a 10 años). Vale la pena tener algunos de
estos productos porque te evitarás tenerlos que
cambiar con frecuencia debido a su fecha de
caducidad.

Algunos de los productos que encontraba


hacían necesario el uso de un microondas, así que
los descarté porque no pensaba poder contar con
aparatos eléctricos ni electricidad, en caso de una
emergencia de gran envergadura.
Existe otro tipo de alimento listo para comer
que son raciones de supervivencia o de
emergencia que no necesitan ningún tipo de
preparación. Aunque no saben de forma excelente
y tampoco aportan muchos nutrientes, pueden
servir para salir del paso. Además, su fecha de
caducidad varía entre los 12 y los 25 años, por lo
que no tardé en comprar algunas raciones.

Teniendo en cuenta mis intolerancias


alimentarias (no puedo consumir gluten ni leche),
tuve que esforzarme un poco más para encontrar
raciones de supervivencias aptas para personas
con intolerancias… Puede parecer un imposible,
pero existía.

Llegado a este punto, me di cuenta que


tenía que buscar otro tipo de comida que pudiera
consumir directamente, incluso en frío. Algo de
buen sabor, que alimentara y bueno, ¿por qué no
decirlo? Que no fuese muy caro, ya que mi
presupuesto tampoco era muy alto. Posiblemente
pedía mucho, pero tenía que intentarlo. Las
Nuevas Tecnologías me sirvieron para no tenerme
que desplazar a un montón de supermercados. Fui
navegando por los hipermercados más conocidos,
a través de su web, comparando productos y
precios de comida enlatada, ya preparada.
Tomaba nota de los que seleccionaba, porque
antes de comprar en cantidades mayores, quería
probarla.

Imagínate no probar lo que compras y que


cuando llegue ese momento, tengas que soportar
el estrés de una situación de emergencia y un
alimento que no te agrada. Desgraciadamente,
este tipo de comida suele tener una fecha de
caducidad de un año o dos a lo sumo, por lo que
no basé mi compra principal de alimentos en este
tipo de productos.

También hay otras formas de preparar


raciones de emergencia. Puedes prepararlo tú
mismo/a. Los indígenas de Norteamérica solían
usar pemmican, una mezcla de carne
deshidratada (seca), bayas desecadas y grasas,
para sus jornadas de cruzada y largas caminatas.

Existe una gran variedad de comida


deshidratada. Suelen tener un buen sabor, son
fáciles de guardar y de transportar. Algunas
pueden durar hasta 20 años, sin que caduquen.
Por supuesto, estas cualidades las convierten en
las ideales para quien quiere prepararse un stock
de alimentos duradero.

Afortunadamente, parecía que tenía razón.


No era una herida demasiado profunda y,
mientras la limpiaba y desinfectaba, no había
sangrado, por lo que conseguí tranquilizarme.
- ¿Qué pasó?
Rodrigo inspiró profundamente antes de
responder.
- Me atacaron para intentar robarme la
bicicleta.

Mi corazón se aceleró asustada.


- ¿Te atracaron por culpa de la bicicleta? ¿Y te
hirieron con una navaja?
- Sí, o con algo parecido.

Desde el principio me había imaginado que su


herida no había sido algo fortuito, que no se había
accidentado de camino al refugio. Estaba segura
de que había sido algo peor.
- ¿Te han seguido?
- No, eso seguro que no.

Le miré extrañada.
- ¿Cómo estás tan seguro?
- Hice uso del gas pimienta y se quedaron
tapándose los ojos e insultándome mientras
me alejaba a toda pastilla en la bici.

Nos miramos a los ojos, aliviados porque había


logrado salir de un peligro que bien podía haber
terminado mucho peor. Aquella situación de
riesgo pudo haberme pasado a mi cuando se
interpusieron en mi camino y me preguntaron a
dónde iba. Supongo que Rodrigo era el blanco
perfecto porque ostentaba el único vehículo de
transporte que funcionaba…
- Habría que echarle algo para ayudarle a
cicatrizar, le dije, no creo que sea buena
idea taparla con una tirita. Sí, será lo mejor.
No hacen falta puntos, ¿verdad?

De este modo, confirmaba que tampoco él lo


había tenido muy claro.
- No. No hacen falta. Si estuviera Laura aquí
me quedaría más tranquila, pero aún no ha
llegado…

Rodrigo levantó el hombro derecho intentando


restarle importancia.
- ¿Qué cicatrizante tenemos?

Por un momento, me quedé pensativa, como


él, intentando recordar lo aprendido. No me
parecía buena idea hacer uso de las tiritas
cicatrizantes, pues podrían hacer falta para algo
más serio, así que opté por una solución más
natural. Ahora agradecía los conocimientos que
había adquirido en el curso online sobre los
remedios naturales para curar heridas.
- El azúcar.

Le obsequié con un rápido beso y sonreí antes de


desaparecer de nuevo hacia la cocina para
prepararlo. El azúcar era la elección perfecta para
esta ocasión.

Cuando decidí prepararme para una


emergencia, compartía mi vida con él. Debo
admitir que no fue fácil convencerle de la decisión
que había tomado y de las razones por las que lo
hacía. Había investigado mucho y supe que lo más
normal es tomar el camino de la preparación en
solitario, porque la familia no siempre lo aceptaba
con la misma facilidad. Sin embargo, con tiempo,
tesón, y gracias a los fenómenos climáticos
extremos que estaban aconteciendo y
aumentando en frecuencia e intensidad, Rodrigo
se fue convenciendo más y más, hasta unirse a mi
objetivo, y juntos, nos aventuramos en el mundo
de la preparación.

Desgraciadamente, después de convencerle,


también lo intentamos con el resto de los
familiares. Nos encontramos con una pared de
incredulidad. Confiaban en nosotros, nos querían…
Pero, también querían seguir sus vidas como si
nada fuese a suceder. Como la gran mayoría de la
población. Negando lo inevitable. Nosotros,
respetuosamente, aceptamos su decisión y
dejamos de hablar del tema con ellos.

Precisamente porque es muy difícil


conseguir agrupar personas de tu familia para
afrontar una situación de emergencia, para
aumentar tus posibilidades y las de los tuyos en
sobrevivir, hay que procurar organizar grupos de
supervivencia con personas que piensan como tú.
Hay más posibilidades de sobrevivir en grupo que
solo.
Primero empezamos por preparándonos
nosotros, pero también fuimos incorporando a
otras personas que comprendieron la importancia
del mensaje, lo aceptaban y que querían hacer
algo para prepararse. Juntos teníamos más
posibilidades para sobrevivir. Además, cada uno
de nosotros aportábamos unos conocimientos y
habilidades al grupo que podían ser muy útiles en
caso de una catástrofe.

A lo lejos, nos pareció escuchar unos


ladridos de perros. Ambos levantamos la mirada
expectante.
- ¿Seguro que no te han seguido?

Rodrigo se levantó de un salto y se dirigió


cautelosamente hacia la ventana.
- No estamos fácilmente a la vista.

Intentaba ver algo entre los árboles y arbustos.


Solo había un camino directo hacia la casa, así
que, si venía alguien, tenía que ser por ese
camino.
- ¿Estamos preparados para esto?
- Nos hemos preparado para esto. Cuando
preparamos el refugio, nos esforzamos todo
lo que pudimos en la seguridad.

Los ladridos parecían escucharse más cerca.


Mi corazón se aceleró. Nuestras miradas se
cruzaron. ¿Era miedo lo que veía en sus ojos? ¿O
eran el reflejo de los míos?

Continuará…

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