La filosofía no se salva de la marginación hacia la mujer. Desde tiempos arcaicos, se ha
considerado este problema, ella ha sido excluida de muchas actividades por el simple hecho de ser calificada como el “sexo débil”, debido a que su humanidad ha sido reducida muchas veces a mero objeto reproductor. En la filosofía se ha dado esta discriminación, ya que, durante siglos, ha estado en manos exclusivamente de varones, varios filósofos han dudado de la capacidad intelectual de la mujer, excluyéndola y subordinándola. Sin embargo, la capacidad que tienen las féminas es impresionante, podemos verlo simplemente en el hecho de que existen grandes obras de filosofía pensadas por el sexo femenino, con ello, las ideas de filósofos, entre ellos Kant quien decía que la mujer no tiene aparato trascendental, queda completamente nula. Otro filósofo que consideraba a la mujer como mero objeto era Aristóteles, él veía a la mujer simplemente como máquina reproductora. La mujer tenía deberes que no iban más allá de la crianza de los hijos; para este filósofo, una de las características más admirables de la mujer era el silencio. Esto se relaciona con la idea de que ella debía ser sumisa ante el hombre, debido a que en silencio no cuestiona ni rebate. La palabra era reservada exclusivamente al hombre quien debía dominar y dirigir la polis. Y es que en la Edad Clásica, la expresión era símbolo de poder, virtud del hombre que lo distingue de otros animales, cualidad política que se construía a través de la palabra; cuando Aristóteles les niega la palabra a las mujeres, les niega el ser consideradas como seres humanos. Él concebía a la mujer como un ser humano imperfecto, sólo el hombre es un ser humano completo, él domina y la mujer es dominada. Luego, para el caso de Platón, solo los hombres son creados por los dioses y se encuentran dotados de alma. En San Agustín, es cosa del orden de la naturaleza que las esposas sirvan a sus maridos y los hijos a su padre. La razón de esto reside en que los superiores sirven a los inferiores, la justicia natural consiste en que los menos capaces sirvan a los más capaces, el hombre debe dominar a la mujer, más que la mujer al hombre. Schopenhauer decía “la mujer es un animal de cabellos largos e inteligencia corta”. Podemos citar un pasaje de la Suma Teológica de San Agustín: “la mujer es físicamente y espiritualmente inferior, y su inferioridad se desprende del elemento físico más concretamente por su sobreabundancia de humedad y por su temperatura más baja, ella es un error de la naturaleza, una especie de varón mutilado, erróneo mal logrado, el hombre no proviene de la mujer, sino la mujer del hombre”. Si bien los filósofos de siglos atrás discriminaron a la mujer, en nuestros tiempos ellas comenzaron a ganar autonomía, rebelándose a esa cosificación por parte de los hombres y comenzaron a surgir grandes obras de mujeres haciendo reflexión filosófica. Sin embargo, esta misoginia no ha sido erradicada del todo, aunque cada vez son más los que aprecian el papel de la mujer en la sociedad en general y en la comunidad filosófica.
1 Artículo publicado el 16 de Agosto del 2019, en el Diario de Xalapa.