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ACTITUD

FILOSÓFICA
Mg. Jorge Luis Rodríguez Chávez

TARAPOTO - PERÙ
2 019 – II
ACTITUD FILOSÓFICA

.
CAPACIDAD:
Comprende la problemática acerca del origen de la filosofía y la actitud filosofica .

CONTENIDOS:
ACTITUD FILOSÓFICA:
 Definición e importancia.
 Actitudes frente a la realidad: Cotidiana, científica, filosófica y dogmática.

SELECCIÓN DEL TEMA DEL ENSAYO

ACTITUD FILOSÓFICA

Acabo de señalar que no todos somos científicos pero todos somos


hombres. Es fácil apreciar la perogrullada que acabo de pronunciar; las
pláticas entre jóvenes nos muestran que, por una parte, los intereses,
ideales, proyectos de los seres humanos, en gran medida son diferentes;
sin embargo, en otra gran medida son prácticamente iguales. Todos se
preparan para lo mismo, para ser hombres de una polis, para vivir como
animales racionales. Ahora bien, si la ciencia permite a los que se
dedican a ella conocer de manera racional la parcela que han elegido
como objeto de estudio, la filosofía permite, no a unos cuantos hombres
"explicar y/ o transformar" la realidad estudiada, sino que prepara a todo
hombre --a todos los hombres-- para que se realice como el verdadero hombre que deberá ser a lo largo de
su vida.

No es, en rigor, absolutamente necesario estudiar académicamente la filosofía para realizarse como
hombre; pero es absolutamente indispensable la actitud filosófica ante la realidad, ante los otros y ante uno
mismo.

¿Qué es lo que entiendo por una actitud filosófica? Dicho brevemente, la reflexión filosófica, la actitud
filosófica que todo ser humano debe tener consiste, más que nada, en un sentido del orden. A lo largo del
pensamiento occidental se ha definido al filósofo como el hombre sabio y a la filosofía como la sabiduría.

¿Qué es lo que quiero dar a entender por orden? La filosofía viene a consistir en ordenar todos los otros
saberes. Se trata de jerarquizar los saberes científicos, artísticos, históricos, etc.; ubicar a la ciencia en la
perspectiva que le es propia es una labor que no hace la ciencia, sino la filosofía. Aparece de inmediato la
noción de jerarquía que resulta solidaria de la anterior noción de orden. Es la filosofía la que determina el
valor de todas las actividades que realiza el ser humano. Filosofar significa reflexionar sobre la totalidad de
lo que nos aparece, con vistas a la última razón y significado. Además, este filosofar, así entendido, es un
empeño razonable e incluso necesario, del que no se puede en modo alguno dispensar el hombre que
verdaderamente vive en el espíritu; quiero decir con esto último, el hombre que sencillamente piensa.

Observemos con cuidado: las cuestiones filosóficas siempre tienen una "resonancia" humana e interesan al
hombre porque es su mismo ser el que se encuentra en juego. De esta manera surgen las interrogantes
relativas a la naturaleza y existencia del ser, del mundo, del conocimiento, de la verdad y de la falsedad, de

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los valores, del bien y del mal, de la norma de conducta y de la responsabilidad, del derecho como de la
sanción, etcétera.

Existe además otro punto que merece ser recordado para entender bien el planteamiento del asunto que
nos ocupa. Existen algunos pensadores, grandes filósofos sin duda, que se han preguntado qué sentido
tiene la filosofía, especialmente para nuestro mundo, y han destacado con razones por demás interesantes,
que para hacer filosofía --y en ocasiones para su defensa-- es necesario comprender la "inutilidad" que
tiene. Esto en el sentido de que la dignidad filosófica le viene precisa mente del hecho de no ser "un
instrumento" que sirva para lograr un fin superior, que no es un puro medio cuya dignidad y sentido se
deriven de la meta que permita alcanzar. La filosofía, señalan, tiene toda la nobleza de un fin y en este
sentido no sirve para nada; se caracteriza por su inutilidad.

Hoy, cuando el ser humano se siente con tanta frecuencia desamparado a nivel exístencial, es natural que
se vuelvan los ojos esperanzados hacia la meditación --entiéndase reflexión-- filosófica para esperar de ella
alguna ayuda. Las nuevas generaciones, decepcionadas repetidas veces por las ciencias positivas y las
conquistas tecnológicas, vuelven de nuevo su atención a la filosofía solicitando de ella alguna indicación.

Lo anterior resulta aleccionador; en efecto, la filosofía busca las causas más definitivas de lo real, la
inteligencia humana tiene un apetito natural de "hacer" filosofía, y es que, por estructura constitutiva, gracias
a su inteligencia, el hombre busca saber; y también por estructura constitutiva el hombre anhela conocer las
causas últimas de lo que estudia, de lo que le rodea. El hombre es por naturaleza filósofo, lo que de ninguna
manera significa que siempre haga buena filosofía. Lo importante es que la filosofía no aparece como el
resultado de una diversión o de un pasatiempo, de una curiosidad o de un espíritu ocioso, sino que más
bien la filosofía responde a la exigencia de clarividencia que lleva ínsita la inteligencia humana. Por ello se
puede afirmar que "somos hombres y por eso naturalmente filosofamos".

Apréciese, de paso, al mismotiempo que se señala en qué consiste la reflexión filosófica, una comparación
entre ciencia y reflexión filosófica. Ante el hecho de la muerte de un ser humano el problema no consiste tan
sólo en determinar si la causa de la muerte fue un infarto o un cáncer (ciencia positiva) sino en determinar
por qué el hombre es mortal (filosofía); o bien, responder al modo como las cámaras legislativas elaboran
las leyes positivas (ciencia positiva) deja todavía abierta la cuestión de la determinación de la razón última
que, hace necesaria la existencia de tales.leyes (filosofía).

Una aclaración sobre los fines propios de la filosofía, que a veces no son entendidos debidamente. No
confundir los fines que tiene la filosofía con los fines que puede tener el sujeto que hace filosofía. Puede ser
que ambos fines coincidan o que discrepen. Lo que aquí me interesa que quede claro es determinar el fin al
que tiende el saber filosófico. De este modo, podemos ver que un sujeto emplea su saber matemático para
obtener dinero y otro recurre a la música para poder dormir, lo que de ninguna manera autoriza a concluir
que la finalidad de las matemáticas consista en la obtención de dinero o la de la música sea procurar el
sueño.

Para comprender lo anterior es necesario recordar que el concepto de útil se relaciona con el de medio;
ambos designan realidades que son amables, que se buscan en razón del término al que conducen y que
dan explicación de su apetencia. El medio vale por el fin; lo útil es apetecible por lo que permite alcanzar; no
es en este sentido ninguna paradoja afirmar que si todo fuese medio nada sería medio, que si todo fuera útil
nada sería útil en verdad. Algo es medio o útil en relación a algo posterior y superior. Y hay realidades que
valen precisamente como medios, en tanto que hay otras que poseen la categoría de fines, son valiosos por
sí mismos. La filosofía especulativa, en este sentido, no es útil para nada, no se justifica por su ordenación
en algo diferente y superior; ella misma se autojustifica, es valiosa por sí misma, es, en otras palabras, un
fin, ello constituye su nobleza y dignidad.

Cierto, nuestra época está afectada por una especie de ceguera absoluta con relación a aquello que
precisamente por tener el carácter de fin es lo más valioso, como puede ser la importancia del amor
humano, el significado de las obras de arte o el mismo sentido que guarda la persona humana. Todas estas
realidades, al igual que la filosofía especulativa, se catacterizan por no servir para nada, no son medios sino
fines.

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¿Se podría decir, por ejemplo, que la ética carece de utilidad? Parecería absurdo sin las consideraciones
anteriores. Si algo hay que lamentar en la época en que vivimos es precisamente la ausencia de
conocimientos tan necesarios como los de la ética para dar a la conducta humana su cauce adecuado. A un
nivel no científico, la ausencia de, la virtud de la prudencia explica en la historia que nos ha tocado vivir una
serie de opciones dramáticamente negativas.

Quizá lo único que pudiera devolver al hombre el significado de su ardua existencia, el sentido de sus
acciones, la luz de sus desvelos y sacrificios sería una adecuada filosofía moral. Es todo un mundo el que
aparece: el de los valores, el del bien, el del amor, el de la ley, el de la responsabilidad, el del bien común, el
de la justicia, el de la fortaleza, el de los derechos, etcétera.

El hombre inmerso en el mundo es como un rumiante que pace. Su cabeza inclinada hacia abajo le impide
contemplar las estrellas. Pero hay estrellas entre los hombres. Si no las vemos brillar es simplemente
porque no las miramos. Pero lucen y están allí a nuestro alcance y para nuestro provecho, ofreciéndonos su
ejemplaridad.

Para concluir, quiero señalar que esta forma de concebir a la filosofía no es la única; existe también la
concepción transformadora de la filosofía. Sin embargo, aquí expliqué la concepción que tengo de la
filosofía.

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ESTUDIOS. filosofía-historia-letras
Otoño 1984

0103 actitud filosófica i

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LA ACTITUD NATURAL Y LA ACTITUD FILOSÓFICA

En el presente ensayo me propongo reflexionar sobre la actitud natural o prefilosófica y la actitud reflexiva o
filosófica, destacando la importancia de superar la primera por la segunda, con el propósito de aprender
desarrollar el espíritu crítico, a pensar por sí mismo, a aprender a filosofar, para distinguir entre aparente y lo
real.

Hay dos maneras de saber cómo es el mundo: mediante la observación de nuestros sentidos (actitud
natural o prefilosófica) y a través de la razón (actitud reflexiva o filosófica). La actitud natural nos dice: el
mundo es tal y como lo vemos, mientras que la actitud filosófica nos dice el mundo no es como parece ser.
El individuo que tiene una conciencia o actitud natural (ingenua, objetivista y dogmática) no pregunta ni se
pregunta. Perdido en su mundo cotidiano, concibe el mundo como existiendo, sin atreverse a cuestionar, sin
problematizar la realidad. Como sólo se interesa por el mundo de los objetos, termina alejándose de sí
mismo, con la concomitante alienación que lo convierte en un objeto dentro de los objetos. La actitud natural
del individuo es tan ingenua y espontánea que éste asume la postura de suponer que lo que existe son las
cosas que encuentra en su entorno, y que es capaz de percibirlas y obtener una idea de lo que son éstas.
La aparente realidad y la existencia de las cosas en el mundo, en el mundo de la experiencia externa al
pensamiento, no es problemática para la actitud ingenua y espontánea. Él vive sólo en el plano del saber
meramente aparencial, "que se queda en el parecer de la opinión y responde al puro aparecer de las
cosas"[1], desconociendo que hay otro plano del saber, que es auténticamente real y responde a lo que son
las cosas en realidad. "El filosofar implica una gran necesidad de estar en la realidad y una gran necesidad
de saber cómo es esa realidad, más allá de sus apariencias puramente empíricas. Quien no tiene esas dos
condiciones, no es apto para filosofar. Hace falta también un talento especial: muchos de los ataques a la
filosofía nacen de la contradicción entre quienes necesitan algo así como filosofar y, sin embargo, son
incapaces de hacerlo, pues no pueden dominar sus requisitos técnicos. La filosofía no les dice nada, sobre
todo en sus apartados más técnicos, no porque la filosofía no diga nada, sino porque ellos son incapaces de
escucharla. Por eso acuden, en el mejor de los casos, a aspectos filosóficos que están más de moda o que
son más asequibles para el público"[2].

En la actitud natural la relación sujeto y objeto no es problemática, el ser de las cosas no resulta
problemático; se acepta sin cuestionamiento, y esto permite que los objetos predominen sobre el sujeto,
que, moviéndose en la tendencia objetivista, se olvida de sí mismo. El sujeto se resigna pasivamente a
aceptar tradiciones, costumbres, convenciones, supuestos, creencias y supersticiones, porque así lo han
querido los demás, porque eso han hecho sus antecesores. En esta actitud el individuo se pierde en lo
cotidiano, en lo dado, en lo instalado, en la inautenticidad y se aliena profundamente. "Se considera
incontrovertible que lo auténtico, lo que confiere al hombre identidad personal, mismidad e interioridad y lo
redime de la alienación es obrar con apertura, de modo espontáneo y autónomo, ateniéndose a criterios
propios, elaborados en la propia intimidad frente a toda proposición o imposición que venga de fuera por vía
de encauzamiento normativo, o de vinculación a formas heredadas de la tradición, vista como algo distante,
externo y extraño al hombre actual"[3].

En la actitud natural o prefilosófica el hombre carece de la dimensión en que es posible el preguntar


filosófico, el preguntar por el ser de las apariencias. "Esta actitud está sustentada por una fe ingenua en la
existencia del mundo, la que nunca se quebranta en el existir cotidiano… El hombre, empero, vive
primariamente en la actitud natural, en la cual se deja guiar por opiniones recibidas desde afuera sobre lo
bueno y lo malo, lo bello y lo feo, lo útil y lo inútil. Aquí el sujeto es enteramente pasivo; no hace más que
tomar ciegamente lo que se le ofrece como válido. Por esto carece de claridad sobre los motivos de su

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obrar, pues no lo inquietan. El hombre de la actitud natural vive, por decirlo así, en la irreflexión… En ésta
existe el hombre seguro del mundo circundante, guiado ciegamente por la fe, impasible frente a los enigmas
que lo rodean… En la actitud natural prefilosófica el hombre está en relación con las cosas mediante la
experiencia natural, percibiéndolas, deseándolas, modificándolas, valorándolas, imaginándoselas, etc. Lo
experimentado en esta experiencia son las cosas y el mundo circundante… En ella vive el hombre dirigido
hacia las cosas de su contorno y las toma como aparecen. Sus cambios constantes, los errores y las
ilusiones en el comercio con ellas lo tienen sin cuidado. Es prisionero de un mundo de apariencias, en el
cual está instalado cómodamente sin preocuparse nunca por hacer un esfuerzo de liberación, es decir, sin
tomar en sí la dura faena del preguntar filosófico por las apariencias, el cual lo sacaría de su papel de
espectador de un espectáculo fantasmagórico… En la actitud natural el yo está olvidado. Las cosas son lo
real, lo existente. La actitud natural es precisamente una fe ciega en la realidad de las cosas… La actitud
natural se caracteriza por la ingenuidad. En ella estamos en relación con las cosas representando,
juzgando, queriendo y sintiendo, y lo representado, juzgado, querido o sentido se pone ingenuamente como
existiendo. Pero esta ingenuidad entra en crisis cuando se constata que continuamente somos víctimas de
engaños, ilusiones, alucinaciones, en fin, que el mundo de la actitud natural está en un flujo incesante"[4].
En este tipo de actitud el individuo es dado a la creencia ilusoria en la existencia de las cosas, viviendo en
una especie de fe ontológica, confiando en el mundo como el fundamento de lo existente. En la actitud
natural lo que se da como verdadero no es más que mera ilusión, apariencia. En esta actitud poseemos
sabiduría convencional. "Todos tenemos una gran provisión de información que "todo el mundo sabe" y que
aplicamos a nuevas situaciones y problemas. Desafortunadamente, el hecho de que todo el mundo lo sepa
no lo hace correcto. La sabiduría convencional es muchas veces demasiado convencional: normalmente
refleja la forma más simple de ver las cosas. A veces podemos tener que salir de las convenciones para
encontrar nuevas soluciones"[5].

La actitud natural no suscita en el hombre inquietudes, problemas, cuestionamientos, crítica ni disensos, y


carece de claridad conceptual; se puede decir que no es un ser "problemático". En aras de esa "claridad
conceptual", es necesario aclarar conceptos. Las personas que viven en la actitud natural entienden que un
individuo problemático es un ser conflictivo. Una cosa es un problema y otra bien distinta un conflicto; por
tanto, problemático no es igual a conflictivo. ¿Qué quiere decir "problemático"? Para las siguientes
definiciones acudiré al Diccionario de la Real Academia Española. En su primera acepción es un adjetivo, y
significa "que presenta dificultades o que causa problemas". En su segunda definición es un "conjunto de
problemas pertenecientes a una ciencia o actividad determinadas". Un problema es una "cuestión que se
trata de aclarar". Conflicto, de donde proviene conflictivo, es un término multívoco, polisémico. Desde la
perspectiva gramatical es: "Combate, lucha, pelea. Enfrentamiento armado. Apuro, situación desgraciada y
de difícil salida". En el ámbito sicológico significa: "Coexistencia de tendencias contradictorias en el
individuo, capaces de generar angustia y trastornos neuróticos". Como se aprecia, "conflicto" no es
sinónimo de "problema". Ahora, ¿qué es "conflictivo"? "Que origina conflicto. Perteneciente o relativo al
conflicto. Dicho de un tiempo, de una situación, de una circunstancia, etc.: En que hay conflicto".
¿Conclusión? "Problemático" no es igual a "conflictivo". ¡Ojalá todas las personas fueran problemáticas,
mas no conflictivas! El hombre problemático cuestiona, interroga, refuta, analiza, discute, disiente, pregunta,
valora, emite juicios fundados, acude al diálogo argumentado y consensuado, busca la verdad y tiene
claridad conceptual.

El individuo que deambula perdido en el confuso y aparente universo de la actitud natural acepta que lo que
percibe coincide con la realidad, como una verdad incuestionable. Por ejemplo, cuando escucha la frase: "El
cielo es azul", da por sentado que esa es una verdad, porque así lo percibe con el sentido de la vista y lo
procesa en su entendimiento. Pero ¿es "verdad" o cierto que "El cielo es azul"? En apariencia, sí. ¡Cuidado!
Las cosas no son lo que parecen ni parecen lo que son. Analicemos esta frase. Está compuesta de un
artículo o determinante ("el"), un sustantivo ("cielo"), una cópula ("es, que también es un verbo en tercera
persona) y un adjetivo ("azul"). Gramaticalmente, "Cielo" es un sustantivo común, concreto, individual,
contable y simple, que se define como: "Esfera aparente azul y diáfana que rodea la Tierra". Según su forma
gramatical, es un sustantivo de género masculino y número singular. En su forma léxica es un sustantivo
homógrafo. El adjetivo "azul" quiere decir: "Del color del cielo sin nubes. Es el quinto color del espectro
solar". Sintácticamente, es una oración simple, bimembre, enunciativa, copulativa y atributiva. "El cielo" es el
sujeto gramatical, y "es azul" es el predicado nominal. "Cielo" es el núcleo del sujeto, y "azul" es el núcleo
del predicado.

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La expresión, oración o frase "El cielo es azul" es un juicio. ¿Qué es un juicio? Gramaticalmente, juicio (que
es una palabra multívoca, polisémica) es una "proposición, opinión, parecer o dictamen". Desde el punto de
vista lógico, es un acto del pensamiento que afirma o niega algo de algo. Ontológicamente, es un juicio de
hecho, por cuanto anuncia el ser; lógicamente, es un juicio apodíctico, debido a que no admite
contradicción. "Juicio apodíctico es aquél en el cual la cópula expresa la unión necesaria, la relación única,
sin alternativa ninguna, que cabe entre los términos"[6]. "El cielo es azul" es un juicio tautológico, toda vez
que el predicado ("es azul") es una parte necesaria del sujeto ("el cielo"). Tautológico procede de tautología,
que es "repetición de un mismo pensamiento expresado de distintas maneras". Es tautológico porque en el
concepto de "cielo" está implícito el predicado "es azul", si nos atenemos a la definición: "Esfera aparente
azul…".
Ahora, la frase "El cielo es azul", ¿será verdadera o falsa? Lógicamente, sería una verdad, porque,
aparentemente, el pensamiento concuerda con la cosa. Como se sabe, la verdad lógica implica la
correspondencia entre aquello que uno piensa y aquello que uno dice. La verdad lógica está en el
pensamiento, el yo, el intelecto, la inteligencia, el entendimiento, discurso, el lenguaje o la idea, y no en el
ser, la cosa, la realidad, el fenómeno o el objeto. La verdad lógica se da a nivel del juicio. Pero si nos
sumergimos en la profundidad, esta aparente verdad estaría en duda. ¿Por qué? Porque la definición de
cielo afirma que es una "esfera aparente azul". Pero, ¿el cielo es una esfera? La esfera (otro término
multívoco, polisémico, se define, desde la perspectiva geométrica (que es lo que aquí nos interesa), como
un "sólido terminado por una superficie curva cuyos puntos equidistan todos de otro interior llamado centro"
o como la "superficie de este sólido". El cielo no es, tal como aparece a nuestros sentidos y a nuestro
entendimiento, ni un "sólido" ni una "superficie". Entonces, en realidad, ¿qué es o qué sería? Aquí es donde
la frase "El cielo es azul" se torna problemática. El "cielo" es un concepto más de la irracionalidad religiosa
que de la racionalidad física. En términos religiosos, el cielo sería "la morada y el trono de Dios, de sus
ángeles y bien aventurados"[7]. Dios, ángeles y bienaventurados, ¿no son, acaso, entes metafísicos? Si son
seres o entes metafísicos, no pueden ser entes o seres físicos, porque se estaría violando el principio de
identidad, que dice que una cosa no puede ser y no ser al mismo tiempo. En consecuencia, el "cielo", como
"objeto" o "cosa" subjetiva, es posible; pero como "objeto" o "cosa" objetiva, no lo sería, a juzgar por lo que
se acaba de analizar. ¿Acaso no ha dicho la ciencia que eso que las convenciones llaman "bóveda celeste"
no es más que el espacio exterior a la tierra, el espacio sideral…? Y la frase "El cielo es azul" se torna aún
más problemática si tenemos en cuenta que los colores no existen; y al no existir éstos, el color "azul" no
existiría.

Los colores de las cosas dependen de la luz con que estén iluminadas y de la refracción y absorción de las
diversas frecuencias de la luz. La luz del sol llega a nosotros en muchos "colores": violeta, azul, amarillo,
verde, anaranjado, rojo, que corresponden a luces de diferentes longitudes de onda. Las luces violeta y azul
tienen las longitudes de onda más cortas; la anaranjada y roja, las más largas. Lo que percibimos como
"colores" es la manera en que nuestros ojos y nuestro cerebro leen estas longitudes de onda de la luz. Un
vestido negro absorbe todas las frecuencias de la luz, mientras que una camisa roja absorbe todas las
radiaciones, menos la roja que refleja.
El color que damos a las cosas es consecuencia de una combinación de la luz o la vibración de un cuerpo;
el contexto donde se encuentra y la interacción entre su propia luz y la luz de su entorno; y la sensibilidad de
la retina del ojo que lo mira. El color es un efecto de la luz, y es sabido que no existe ningún color en la luz.
Los colores son producto de nuestras convenciones. Nuestra visión de los colores es consecuencia de un
efecto óptico, casi podríamos decir de una ilusión… "La primera cuestión a recordar es que el color
realmente no existe... al menos no en sentido literal. Las manzanas y los coches de bomberos no son rojos,
el cielo y el mar no son azules y ninguna persona es objetivamente "negra" o "blanca". Lo que existe es luz.
La luz es lo real. Se puede medir, tener y contar (de cierta manera). Pero el color no es luz.

El color es completamente fabricado por nuestro cerebro… Así que todos vemos el mundo de una forma
distinta. De hecho, no tenemos otra opción, dado que nuestras experiencias son diferentes. Pero ninguno lo
ve como es. En ese sentido, todos vivimos engañados: lo que cada uno de nosotros ve es un significado
derivado de nuestras historias individuales y compartidas"[8]. Un experto en "colores", el pintor suizo Max
Hunziger, señala que un cristal azul parece azul cuando la luz brilla a través de él, porque absorbe todos los
otros colores y no los deja pasar. "Es decir, llamamos "azul" al cristal precisamente porque no retiene las
ondas azules. No se le nombra por lo que posee, sino por lo que ofrece"[9]. Así las cosas, si el sustantivo

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"cielo" y el adjetivo "azul" están cuestionados, si se pone en duda su existencia real, ¿la frase "El cielo es
azul" concuerda con el fenómeno que describe y afirma, o en otras palabras: el enunciado, la frase o el
juicio coincide con la llamada "realidad"? Pero el problema se complica muchísimo más si tratamos de
definir ¿qué es la "realidad"? Como se afirmó antes, ¿las cosas no son lo que parecen ni parecen lo que
son?
La actitud natural, ingenua, espontánea, acrítica, no es el terreno fértil para el filosofar, debido a que en ella
no germinan la inquietud reflexiva, filosófica, que se encuentra problemática la relación del sujeto con el
objeto, y se acepta la realidad sin objeción crítica. En esta actitud las cosas o la realidad son exactamente a
como se perciben. "Si el sentido común nos indica que todo lo que nos rodea es real, la filosofía comienza
en el momento en que vuelve posible cuestionar esa idea. Hacer filosofía implica una actitud desconfianza
frente a lo obvio. Y no hay nada más obvio lo que nos presenta como "real"… Aunque todo lo que nos rodea
parezca que es lo que es, también es posible pensarlo de otro modo. Pensar las cosas, no en su referencia
a la realidad, sino en relación con otras cosas: como una red de significados que se relacionan entre sí.
Normalmente… no nos estamos cuestionando qué hay detrás de todo lo que nos rodea o qué es esto en lo
que estamos metidos. Y quizás sea porque si llevásemos la pregunta por la realidad hasta su extremo,
seguramente no nos sentiríamos muy cómodos… La realidad parece ser algo simple y poco problemática,
sin embargo la filosofía considera que todo es cuestionable, o por lo menos que todo puede ser abordado
desde diferentes perspectivas… Lo que se plantea, entonces, es si existe algo real en sí mismo o, bien, el
hombre está limitado a acceder a las cosas siempre de modo parcial. Dicho de otro modo, lo que se plantea
es que si, en el fondo, lo que el hombre hace no es más que interpretar lo real, situado siempre en una u
otra perspectiva. Todo acceso a lo real, por ser un mero acceso, un camino posible, puede ser cuestionado;
es un acceso, no es lo real, y si se trata de un acceso es porque puede haber otros, ¿por qué le daríamos
más crédito a un punto de vista en vez de otro?"[10]. Las personas que se dejan llevar por la visión realista
del sentido común dan por supuesto que los objetos físicos que captamos son tal y como los percibimos y
que existen y existirán aunque nadie los perciba.

Únicamente cuando el individuo es movido por el asombro, la curiosidad y la reflexión se interesa por la
totalidad; porque, cuando ésta no lo mueve, podrá ser científico o cultivar otra actividad intelectual, pero
nunca ser un pensador, ser un filósofo. "Por eso el filosofar se distingue desde su raíz de toda otra actividad
intelectual, y si es verdad que la realidad exterior sirve de estímulo al asombro y curiosidad del hombre, a
éste le es dable solamente dentro de sí, por la meditación reflexiva, hallar la solución de los problemas
universales que se ha planteado…"[11].

Solamente cuando se pasa de la actitud natural a la actitud crítica y reflexiva, el sujeto percibe el mundo
como problema, fuente de múltiples interrogantes profundos que demandan respuestas para la comprensión
del mundo problemático. La claridad radica en lo profundo. "En la actitud natural el hombre está en relación
con las cosas, en tal forma que se encuentra perdido entre ellas. La superación de este estado mediante la
actitud filosófica se logra en la trascendencia. En ella se trascienden las cosas y el hombre mismo como una
cosa entre cosas"[12]. En la actitud reflexiva se detiene la marcha ingenua y espontánea del pensamiento
para lanzarse sobre las cosas, captarlas, definirlas y volver el pensamiento sobre el sujeto mismo. De esta
manera el mundo de las cosas, la realidad exterior, se torna problemática, es decir, filosófica. "El hombre
aspira a saber y no se da por satisfecho con el saber natural, sino que se siente acosado por preguntas que
lo impulsan hacia un saber fundado y del cual pueda hacerse responsable"[13]. En la conciencia natural el
sujeto no es consciente de sus actos y, conforme a su voluntad, movilizada por la libertad, elige quedarse
allí enajenado, o pasar al camino filosófico, a través de la reflexión. Es imperativo, por tanto, el filosofar
como una manera de superar la actitud natural del individuo. El punto de partida no es la actitud cotidiana
natural, la cotidianidad natural, "sino la existencia humana colocada en la situación histórica del hombre
griego embarcado en la aventura filosófica"[14].

La actitud reflexiva, crítica, filosófica, surge de la admiración; se opone a la actitud natural o espontánea en
que esta no se cuestiona la vida y la desarrolla respondiendo tan solo a la urgencia de supervivencia; se
opone a la actitud dogmática, aquella que admite ciertas verdades como principios inamovibles y no sujetos
a discusión; rechaza el sometimiento y el fanatismo; invita a utilizar como guía la propia razón, para ser
ciudadanos libres y autónomos. "Es "vivir despierto", "en alerta", "aguijoneado", no habituado al mundo, sino
en un constante inconformismo. Plantea interrogantes radicales y últimos. Radicales, pues están en la raíz
de la realidad y de la existencia humana; últimos, pues más allá no se puede preguntar. Busca el sentido de

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la existencia y desborda lo pragmático (es desinteresada). Es un modo de "humanizarse", porque con ella
realizamos lo que nos vuelve más radicalmente humanos: pensar, desvelar la verdad, descubrirla. Se
expresa adecuadamente en el "audesapere", una invitación para utilizar la razón para huir de la ignorancia
(minoría de edad) y tomar como guía el uso de la propia razón, para ser libre y evitar el sometimiento y los
dogmatismos"[15]. Un sujeto abandona su actitud natural cuando se atreve a pensar. La actitud reflexiva se
pone en movimiento cuando el individuo expresa su afán de saber y comprender, de pensar las cosas en su
conjunto, desde la totalidad. Ese deseo de saber y comprender lo instan a la aprehensión de la realidad
como un todo y a considerar las cosas desde un modo de reflexión totalitario y universal: "todo lo cual no
puede explicarse sino en virtud de las causas primeras dentro del orden natural[16]

El filosofar se desenvuelve en la actitud reflexiva, especulativa, problemática, crítica, filosófica. En ella es


posible la disposición problemática, la disposición teorética y la voluntad de abstracción, que son las
actividades necesarias para filosofar. En la actitud problemática, el individuo problematiza todo aquello que
despierta su asombro y su curiosidad; "la conciencia problemática se pone en marcha ante su extrañeza,
ante el contraste entre lo conocido y lo desconocido"[17]. Surge la pregunta del cómo y del por qué. En la
actividad teorética, el hombre "se propone responder a sus preguntas iniciales, para lo cual contempla el
desfile de sus datos (teoría), y se traza un camino (método), a fin de organizar dichos datos y dar
satisfacción a su afán de saber total[18]Así, esta actividad o disposición teorética sistematiza las ideas a
través de la contemplación y organización de esos datos. Cuando la mente pensante examina las cosas
asume una actitud crítica, y cuando los sistematiza se da la actividad especulativa. La filosofía es un saber
de fundamentación, hecha del pensar de toda la humanidad sobre sus mayores y más acuciantes
preguntas, y de las respuestas que los mayores pensadores intentaron encontrar. "De ahí surge, en el
contenido mismo y en el código de la filosofía, su paradójica vulnerabilidad y consistencia, su abstracción y
su utilidad para el pensar y el ser en la vida"[19]. Mediante la voluntad de abstracción, el sujeto establece la
unidad por medio de una visión sinóptica de los datos. "Pensar es salir del abismo central de la existencia,
zona donde la objetividad desaparece en beneficio de una red donde los seres humanos aparecen como
puntos que tensionan o distienden el entramado, haciendo el espacio polivalente, siendo posible ver al
hombre y la cultura desde múltiples perspectivas, focos de centralización e irradiación en constante
interjuego que, conservando su singularidad, no intentarán con violencia imponer a los otros su modelo"[20].

Luis Angel Rios Perea


2012

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1. El saber filosófico y su relación con otros saberes - La huerta filosófica
lahuertafilosofica.weebly.com-

12
. El saber filosófico y su relación con otros saberes - La huerta filosófica
lahuertafilosofica.weebly.com-

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