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EL DELITO DE

TERRORISMO
EN EL PERÚ

Marcos Ibazeta Marino *

En la historia jurídico-penal de nuestro País, relacionada con el delito


de Terrorismo o el de Traición a la Patria, advertimos que este último
aparece regulado como tal en el primer Código de Justicia Militar
peruano de 1898, así como en los sucesivos de 1936, 1950, 1963 y el
de 1980 aun en vigor, aplicable solamente a militares.

En relación con los civiles, dicho delito estuvo considerado con el


nomen juris del delito de «Traición» en el Título I de la Sección Novena
«Delitos contra el Estado y la Defensa Nacional» del Código Penal de
1924, que castigaba los actos dirigidos a someter a la República, en
todo o en parte, a la dominación extranjera.

Por su parte, el delito de terrorismo aparece regulado con esta


denominación por primera vez en el Decreto Ley Nº20828 expedido
el 03 de Diciembre de 1974, durante el gobierno militar del General
Juan Velasco Alvarado.

Sin embargo, el antecedente más inmediato de esta norma, fue la


represión de actos tendientes a la alteración del orden o la
tranquilidad pública, tipificados por primera vez mediante la Ley
15590 expedida el 20 de Agosto de 1965, mediante la cual se dispuso
que los civiles que cometieran tales actos, fueran juzgados por el Fuero
Militar.

Esa norma fue promulgada durante el gobierno del Arquitecto


Fernando Belaúnde Terry y, en virtud de ella, varias conductas
descritas en el Código de Justicia Militar ya referido, pasaron a ser
tipificadas como actos de «traición a la patria y servicio a las armas
de potencia extranjera,... cuando se cometan por peruanos, para alterar
por la violencia o por medio de guerrillas el orden constitucional,
político y democrático de la República....».

Esta norma tenía un solo fin: reprimir las guerrillas desatadas al sur
de nuestra patria, comandadas por el «Movimiento de Izquierda
Revolucionaria» - MIR al mando de Luis de La Puente Uceda,
incluyendo en la penalidad la pena de muerte.

* Profesor de la Facultad de Derecho y Ciencia Política de la Universidad San


Martín de Porres

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Si bien esta Ley no fue derogada de manera expresa por el Decreto


Ley Nº19049 del 30 de Noviembre de 1971, pero sí implícitamente, al
señalar que «... se dejan sin efecto las normas del Código Penal y de
Justicia Militar, así como las leyes pertinentes, en cuanto se opongan
al presente ...».

Lo novedoso de este Decreto Ley fue que aumentó las penas para
quienes intimiden, alarmen o alteren la paz interna o el orden público
y le dio competencia a los «Consejos de Guerra Permanente de las
Zonas Judiciales de Policía para el juzgamiento, de conformidad con
las normas procesales del Código de Justicia Militar».

Entre las penas señaladas consideraba también la pena de muerte.

Luego se dictó el Decreto Ley Nº20828 citado al inicio de la presente,


expedido el 03 de Diciembre de 1974, principalmente para modificar
el procedimiento más que la penalidad, utilizando, como hemos
señalando, por primera vez el término «terrorismo» y estableciendo
un procedimiento sumario y de ejecución inmediata de la pena,
reduciendo los plazos para que «la instrucción, el juzgamiento y la
ejecución de la pena tenga lugar dentro de las cuarentiocho horas de
iniciada la instrucción», mantuvo la competencia a cargo de los
Consejos de Guerra Permanentes de las Zonas Judiciales de Policía,
sujeto a las normas del Código de Justicia Militar, disponiendo la
posibilidad de llevar a cabo los juicios en el «Teatro de Operaciones»
(término militar relacionado al lugar donde se produce el
enfrentamiento con el enemigo).

Tanto esta norma como la que le precedió, fueron dictadas a raíz de


los ataques a miembros de las Fuerzas Armadas y Policiales, producto
de los nacientes movimientos subversivos de la época, aunque
también fue un instrumento para involucrar en ella a los actos de
violencia liderados por connotados dirigentes de tendencia
izquierdista.

Finalmente el 10 de Marzo de 1981, estando como Presidente de la


República el arquitecto Fernando Belaunde Terry (segundo Gobierno),
dicta el Decreto Legislativo Nº046, en el que de manera independiente
se legisla sobre el delito de terrorismo, estableciéndose penas para
cada una de las modalidades delictivas, las que oscilaban entre un
mínimo de dos y un máximo de veinticinco años.

No había pena de muerte, ya que fue proscrita por la Constitución de


1979, salvo para casos de traición a la patria en tiempo de guerra
externa.

En cuanto al procedimiento, si bien se regía bajo las normas del Código


de Procedimientos Penales, estableció el plazo de la investigación

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policial de 15 días naturales y la posibilidad de trasladar al detenido


de un lugar a otro de la República, con conocimiento de la autoridad
Judicial. Norma que nació como consecuencia del inicio de la llamada
«lucha armada» por parte de Sendero Luminoso dirigido por Abimael
Guzmán Reynoso, que un año antes, el 17 de Mayo de 1980, había
desatado el baño de sangre en que se vio sumido nuestro país por
más de una década.

Dicha norma estuvo vigente durante seis años, empero, como no tuvo
los resultados esperados, ya que lejos de impedir el desarrollo de las
acciones terroristas, una organización más se sumó a la antes
mencionada, nos referimos al Movimiento Revolucionario Túpac
Amaru que con una perspectiva distinta, en 1984 inicia sus
actividades, obligando al Gobierno de entonces, el de Alan García
Pérez, promulgar la Ley 24651 el 19 de Marzo de 1987, que le da un
tratamiento global a este delito, estableciendo de manera más detallada
las conductas delictivas, en un afán de castigar todas las variables
posibles.

Lo novedoso de esta norma es que aparece la posibilidad del


«Arrepentimiento» y además la prohibición de los beneficios
penitenciarios para los condenados, así como la redención de pena
por el trabajo, a excepción de los «arrepentidos». Mantuvo el plazo
de la investigación policial de 15 días y el traslado de los detenidos
de un lugar a otro del país.

Tres meses después, el 22 de Junio de 1987, durante el mismo régimen,


se promulga el Ley Nº24700 que solamente se limitó a establecer el
procedimiento a seguir en la etapa policial y ante el Juez Instructor al
recibir la denuncia, disponiendo que el auto apertorio de instrucción
se dicte en 24 horas con mandato de detención, prohibiendo la
posibilidad de dictar comparescencia, aunque sí la de dictar No Ha
Lugar al Auto Apertorio de Instrucción, empero debería elevarse en
consulta el auto y no se ponía en libertad al detenido hasta que el
Tribunal absolviera el grado. El procedimiento se remitía al Código
de Procedimientos Penales, con algunas variaciones para el juicio
oral, tal como la posibilidad de realizar las audiencias en privado o
en el Establecimiento Penal donde se encuentre el reo (esto último
nunca se implementó), estableció la competencia para conocer de
estas causas a Jueces y Tribunales designados por la Corte Suprema
a dedicación exclusiva.

Un año y medio después, al detectarse que en la Ley anterior se había


omitido considerar como punibles algunas conductas delictivas, tal
como la «Apología del delito de terrorismo» se dicta la Ley Nº24953
que estableció penas y castigó conductas similares a las de su
predecesora, sometiendo el procedimiento a la Ley Nº24700.

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En el mes de junio de 1989 se modifican algunos artículos de la Ley


Nº24700, limitando los plazos de la instrucción a 60 días, prorrogable
a 30 días. En segunda instancia se mantenía el procedimiento bajo
los cánones de la norma adjetiva vigente.

Luego, a postrimerías del Gobierno de Alan García Pérez, el 05 de


Octubre de 1989, se dicta la Ley Nº25103, para legislar el
«Arrepentimiento» de una manera más completa, estableciendo los
pasos a seguir desde la etapa policial hasta el término de la judicial.
Norma que si bien hizo un enfoque correcto en favor de quienes se
acojan a sus beneficios, no se implementó a cabalidad, empero sirvió
de sustento para la que se dictó posteriormente en 1992 en el Gobierno
de Alberto Fujimori mediante el Decreto Ley Nº25499, cuya norma
logró convertirse en una de las principales armas para enfrentar con
eficacia al terrorismo.

Dentro de todo este marco normativo, el procedimiento en los delitos


de terrorismo no estaba contemplado en nuestro ordenamiento
procesal, pues no era un Proceso Ordinario ni Sumario,
considerándosele un Procedimiento Especial, que podríamos llamar
«sumarísimo», en el cual, a diferencia del Proceso Sumario en el que
no procede el recurso de nulidad, en aquel sí procede.

Cuando se instauró este procedimiento en nuestro país, motivó duras


críticas provenientes de muchos sectores, sobre todo por las penas
duras que imponía y otras novedades incorporadas, conteniendo
normas tanto adjetivas como sustantivas, no obstante las cuales y
debido al incremento de la delincuencia común organizada y la
excesiva ferocidad de sus métodos, se amplió sus alcances contra las
bandas de asaltantes y secuestradores, tipificándolos como
«terrorismo agravado» a través de los Decretos Legislativos 895, 896
y 897, con lo cual se sometía a estos delincuentes al Fuero Militar,
cuya variable no podía jurídicamente sostenerse por mucho tiempo
(El Tribunal Constitucional declaró su inconstitucionalidad en el
2001).

El 05 de Mayo de 1992 fue promulgado el Decreto Ley Nº25475 que,


recogiendo los aspectos más duros de la regulación precedente,
estableció no sólo una tipificación del delito de terrorismo y sus
modalidades con penas severísimas, sino que introdujo un
procedimiento que, entre otros puntos, estableció principalmente:

a. 15 días para la investigación policial (el mismo plazo establecido EN CUANTO A LOS PLAZOS:
en normas anteriores.

b. 24 horas para que el Juez Penal abra instrucción una vez


formalizada la denuncia por el Ministerio Público.

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c. 30 días naturales para el plazo de la Instrucción, prorrogables a


20 días naturales más.

d. 03 días para que el Fiscal Superior emita acusación escrita.

e. 15 días naturales para la duración del juicio oral, el que se realizará


en audiencias diarias y consecutivas.

f. 03 días para que el Fiscal Supremo emita dictamen, una vez


concedido el recurso de nulidad.

g. 15 días para que la Corte Suprema emita pronunciamiento.


Total: 102 días

EN CUANTO A PENAS Y AL a. Investigación de los delitos a cargo de la Policía Nacional, no del


PROCEDIMIENTO: Ministerio Público, esto es, la investigación «Policializada».

b. Detención de implicados por parte de las Fuerzas Armadas donde


no exista dependencia de la PNP.

c. La Policía puede incomunicar absolutamente al detenido cuando


las circunstancias así lo exijan, con conocimiento de la Fiscalía
Provincial y Juez Penal (derogado por Ley 26447 del 20 ABR 95).

d. La Policía puede trasladar a los detenidos a cualquier punto del


país, con conocimiento de la Fiscalía Provincial y Juez Penal.

e. El Juez Penal, una vez formalizada la denuncia por el Ministerio


Público, abrirá instrucción con mandato de detención, en el plazo
de 24 horas (no es posible el Auto de No Ha Lugar a la Apertura de
Instrucción, tampoco dictar comparecencia). Se hace presente que
en delitos comunes el Juez Penal califica en 15 días.

f. Durante el proceso no procede ningún tipo de libertad, las


excepciones y cualquier articulación se resuelven con la sentencia
(derogado por la Ley 26248).

g. Durante el proceso no pueden ser testigos los Policías que


intervienen en la elaboración del Atestado Policial.

h. El Fiscal Superior emitirá acusación escrita contra el procesado


(no puede opinar por No Haber Mérito a Juicio Oral).

i. No procede la recusación contra Magistrados ni contra auxiliares


jurisdiccionales.

j. La Instrucción se substanciará en ambientes Especiales en el


Establecimiento Penal, al igual que el Juicio Oral.

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k. La identidad de los Magistrados y auxiliares jurisdiccionales que


intervienen en el juzgamiento (juicio oral) será secreta, quienes se
identificarán mediante Códigos (derogado por la Ley 26537 del 12
OCT 95).

l. La competencia de los Magistrados es a nivel nacional.

m. Los abogados no pueden patrocinar simultáneamente a más de


un abogado a nivel nacional, excepto la defensa de oficio (derogado
por la Ley 26248).

n. No proceden los beneficios del Código Penal o del Código de


Ejecución Penal.

o. No es aplicable el art. 22 del Código Penal que establece la


responsabilidad o imputabilidad restringida para los agentes que
cuenten entre 18 y 21 años de edad.

p. Penas hasta de cadena perpetua.

q. Reincidencia (la que había desaparecido con el Código Penal


1991).

Estas características más resaltantes de le nueva «Ley antiterrorista»,


motivó las críticas a que nos hemos referido anteriormente, ya que
denotaban una gran «dureza» en la represión de estos delitos, la que
fue afianzada aún más con otras normas que la complementaron con
medidas más radicales, tales como la Ley 25564 que estableció la
responsabilidad penal a partir de los 15 años de edad, el Decreto Ley
25659 que crea el delito de Traición a la Patria, cuyo juzgamiento está
a cargo del Fuero Militar, cuyo artículo 6º además prohibió la acción
de garantía del Habeas Corpus (posteriormente derogado por la Ley
26248), el Decreto Ley 25728 que estableció la posibilidad de condenar
en ausencia (también derogado por la Ley 26248), todas ellas
respondían a una coyuntura de violencia terrorista casi generalizada
que azotaba al país, con una sociedad que veía en peligro su existencia
por la incapacidad de las Instituciones de afrontar el problema, una
policía imposibilitada de prestar cierta seguridad a los ciudadanos,
un Poder Judicial que, cuesta aceptarlo, era una «coladora» por la
facilidad con que salían connotados miembros terroristas, por ello, si
bien algunas de estas normas podían ser consideradas necesarias
por circunstancias concretas de tiempo y circunstancias para
enfrentar a cabalidad y de manera organizada al terrorismo, otras de
ninguna manera se disculpaban pues violentaban, desde todo punto
de vista, los mas elementales derechos de las personas, tales como el
aislamiento absoluto durante la investigación policial, la condena en
ausencia, la prohibición de la acción de Habeas Corpus en favor de
los detenidos.

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La contraposición de ideas dieron lugar a normas que fueron


derogando algunas de aquellas jurídicamente insostenibles pero no
todas, como por ejemplo, Ley 26590 que estableció la posibilidad de
dictar comparecencia para el segundo juzgamiento a quienes
habiendo sido absueltos en sentencia, ésta fuese después declarada
nula por la Corte Suprema.

Sin embargo, a pesar de haberse superado la «coyuntura de tiempo y


circunstancia» se mantuvo la «dureza» en normas que de ninguna
manera se disculpaba y que empezaban a ser amagadas desde los
Tribunales Supranacionales, más aún cuando las dos organizaciones
terroristas más grandes del país estaban prácticamente derrotadas.

Se hacían necesarias modificaciones urgentes que, a criterio de la


Sala de Terrorismo de entonces, debían incidir en:

a. La obligación del Juez Penal de abrir instrucción, porque ese


mandato colisionaba con la facultad discresional del Magistrado
para determinar si existían o no suficientes elementos para llevar
a un proceso penal a cualquier persona, limitándolo a constreñirse
a la formalización de denuncia del Fiscal Provincial, pudiendo
ser el caso que éste denuncie cuando el hecho está prescrito o sin
estar debidamente identificado el presunto autor, ante lo cual, es
incuestionable que aun yendo contra el texto de la norma, en estos
casos el Juez no abrirá instrucción. En tal sentido ya la Sala había
resuelto inaplicando esta norma bajo la potestad del control difuso
de constitucionalidad.

b. Apertura de instrucción con mandato de detención, porque se


imposibilitaba así el mandato de comparecencia, lo que si bien
por la penalidad mínima tan alta en estos delitos, se establece que
todos los procesados deben estar detenidos, no era menos cierto
que existían casos cuyas singulares circunstancias ameritan
comparecencia. No olvidemos que la detención en todo proceso
debe ser la excepción y la libertad del procesado debe ser la norma
(por la presunción de inocencia). Jurisprudencialmente ya la Sala
Antiterrorrista resolvía apartándose de esta norma.

c. Obligación del Fiscal Superior de acusar, restrigiéndole la facultad


de opinar por No Haber Mérito a Juicio Oral, lo que también era
inadmisible pues como titular de la acción, podía considerar que
al final de la Instrucción se hubieran desvanecido los cargos.
Felizmente, existen en la práctica una buena cantidad de casos
terminados antes del juzgamiento, al compartir la Sala Superior la
opinión de su Ministerio de no ir a juicio.

d. Rebaja en los límites mínimos de la pena. Actualmente la mínima


es de 20 años privativa de la libertad, la que indiscutiblemente

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resulta demasiado dura para casos concretos, obligando muchas


veces al Magistrado a imponer penas muy por debajo del mínimo
legal cuando la conducta no reviste un mayor peligro social, empero
los parámetros mínimos deben modificarse permitiendo así al
Juzgador un mejor uso de la norma en este extremo.

El fallo del Tribunal Constitucional de Enero del presente año ha A MODO DE CONCLUSIÓN:
dado lugar a un nuevo marco normativo, aunque manteniendo la
estructura del D.L. 25475 que podríamos analizar en otro artículo.

Lo que deseamos resaltar es que nada surge de la noche a la mañana


y que, todo lo que tenemos en el presente, es el resultado de un largo
proceso jurídico, político y social.

Lo cierto es que el poder político detentado por civiles, siempre ha


derivado ese poder a los Militares. No estamos en contra que los
militares, como brazo armado del Estado, repriman actos que pongan
en peligro la subsistencia de nuestro sistema político. Lo que exigimos
es que jamás se les debe entregar el poder político militar.

Ahora estamos pagando las consecuencias de esa incongruencia.


Los civiles enfrentados entre nosotros por los métodos empleados
por los terroristas y las fuerzas militares, discutiendo quien actuó
mal y quien bien olvidando el contexto y las causas de ese
enfrentamiento; y los militares, con el riesgo de una persecución penal
que de ningún modo puede ser indiscriminado.

La reconciliación es un proceso largo, pero hay que definir los grados


de reconciliación entre grupos humanos perfectamente identificables
hasta donde el perdón vaya llegando, en un proceso que no será de
corto plazo.

Mientras tanto, los excesos y el crimen aleve, deben ser objeto de


investigación y sanción, porque ellos son actos individuales. No
creemos que haya existido un método sistemático de exterminio. No
vemos pruebas concretas sobre ello.

Sin embargo, a pesar de la sentencia expedida por el Tribunal


Constitucional en Enero del 2003, para la Comisión Interamericana
de Derechos Humanos resultan insuficientes los criterios
interpretativos e integradores contenidos en el fallo de aquél para
hacer compatible la legislación antiterrorista con la Convención
Americana, remitiéndose para ello a los precedentes jurisprudenciales
de la Corte Interamericana de Derechos Humanos relativos al Caso
Castillo Petruzzi, Pincheira Sáez, Mellado Saavedra y Astorga Valdez,
cuya sentencia fue expedida el 30 de Mayo de 1999, expedida por los
jueces Hernán Salgado Pesantes, Antonio A. Cancado Trindade,

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Máximo Pacheco Gómez, Oliver Jackman, Alirio Abreu Burelli, Sergio


García Ramírez, Carlos Vicente de Roux Rengifo y Fernando Vidal
Ramírez; así como al Caso Loayza Tamayo, cuya sentencia data del
17 de Septiembre de 1997, párrafo 46, en los cuales se cuestiona el
marco legal antiterrorista, la validez de los medios de prueba actuados
y, en suma, el principio de legalidad, recogiendo el criterio contenido
en el Caso 11.876 –Informe Confidencial Nº36/02 aprobado por la
Comisión Interamericana de Derechos Humanos, reproducida en el
caso Lori Berenson Mejía– Numeral 165, cuando al analizar el Art.2
del D.L.25475 se sostuvo que «los actos están definidos y descritos
con notoria imprecisión, a través de términos muy amplios, con lo
cual se crean tipos penales abiertos que usan términos muy difusos,
contrariamente a lo que constituye un principio fundamental de los
sistemas penales modernos que utilizan términos rígidos para
describir la conducta prohibida, a fin de limitar al máximo la
discrecionalidad del intérprete».

Ya se ha producido un pronunciamiento de la Comisión


Interamericana con posterioridad a la sentencia del Tribunal
Constitucional, en el que ratifica su originaria posición y no acepta la
vigencia del marco antiterrorista.

En estos días se conocerá el fallo de la Corte Interamericana de


Derechos Humanos en el Caso Berenson y se definirá si reconoce o no
la validez del delito de terrorismo como delito autónomo, si los medios
de prueba actuados en los procesos anulados por decisión del órgano
jurisdiccional respectivo o con motivo de la sentencia del Tribunal
Constitucional y la legislación posterior pueden o no ser incorporados
al nuevo proceso; encontrándose en trámite desde la Comisión
Interamericana el rechazo al sistema de cómputo del plazo máximo
de detención procesal establecido por el Tribunal Constitucional que
fijó el término inicial desde la apertura del nuevo proceso ante el
fuero común, mientras que para la Comisión el término inicial se
computa desde la detención originaria.

El efecto de las decisiones de la Comisión y la Corte, especialmente de


esta última, si son contrarias al Estado Peruano, pueden desatar una
crisis política de imprevisibles consecuencias. Sólo nos queda esperar.

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