Sei sulla pagina 1di 2

REFLEXIONES EN TORNO A LA EDUCACIÓN CONVENCIONAL

3a Parte
Prof. Pbro. Samuel Gallegos

INTRODUCCIÓN
He estado reflexionando y analizando críticamente la educación
convencional, con la fantasía de provocar algún cambio, por lo menos de visión. En
el artículo pasado traté el asunto desde la innegable experiencia nada placentera
que resulta la educación en el aula (hace poco acaban de correr a una maestra en
la escuela de una amiga porque agredía verbalmente a sus alumnos y los padres
protestaron. Lo malo es que también hay padres que no se atreven a protestar).
Decía yo que, sin embargo, se trata de convencer tanto a alumnos como a los
padres que todo es por el bien futuro de los alumnos, lo cual es una lógica
medieval: cualquier sacrificio presente, cualquier renuncia al placer, tendrá en el
futuro una recompensa más allá de lo imaginable.
También hacía una lectura etológica de la educación y explicaba que la
construcción de las aulas, la disposición de las sillas, todo el uso de dinámicas de
estudio y de material de apoyo está encaminado a reforzar la idea de que el alumno
miren hacia el maestro como fuente de conocimiento y consuma más fácilmente la
información que se le da.
Siguiendo con las reflexiones del tema que no ocupa comparto con ustedes
algunas otras ideas desde una mirada crítica.

LA EDUCACIÓN Y SU LIMITADA VISIÓN DE LA VIDA


En la educación convencional se da una fragmentación de la vida. Esto se
nota tanto en las asignaturas como en el día escolar. Nuestros alumnos,
especialmente de la secundaria en adelante, se ven obligados a cambiar cada
cincuenta minutos de fuente de conocimiento para ir “absorbiendo”, una tras otra,
las raciones de ciencia que fluyen de las fuentes, es decir, de nosotros los
maestros. Desde luego que estoy tomando en cuenta que la fragmentación de la
experiencia humana es necesaria para poder entenderse y explicarse a sí mismos y
para que los procesos vivenciales sean más manejables, pero en la educación tales
procesos jamás se toman en cuenta. El único proceso que importa es el de
enseñanza-aprendizaje, entendido como que el alumno debe ser capaz de entender
y manejar cierta información que ha sido implantada por el sistema educativo.
Cada asignatura tiene un programa. Un programa es una especie de índice
que contiene y establece que es lo que debe aprender un alumno y sobre qué se le
preguntará en el examen, esto teóricamente. Creo que en la práctica un programa
reduce la visión que el estudiante tiene del conocimiento, aunque sé que algunos
dirían lo sintetiza o lo sistematiza. Sí es verdad que se sistematiza, pero hay que
aceptar también que se limita el conocimiento al contenido exclusivo del programa
sin que nos atrevamos a sobrepasar esos límites, so pena de no cumplir con el
programa o desviarnos del tema que traemos preparado. Yo me pregunto a quién
se le ocurrió que eso que se incluyó en el programa es precisamente lo que el
alumno necesita saber y, a la vez, lo que yo como maestro necesito enseñar.
Además al hacer un programa, se hace con la intención de que abarque la totalidad
de un sistema educativo. Esto es estandarizar el conocimiento, es decir, lo que se
aprende de un aula a otra, de una escuela a otra, de una ciudad a otra, etc. es lo
mismo y con esto se olvidan de la materia prima de la educación, el propio ser
humano. Así, los alumnos no son vistos como seres independientes, con
características propias, sino que el programa presupone que todos son iguales. De
igual modo, nosotros los maestros, al sujetarnos al programa sin cuestionarlo en
esencia incurrimos en la misma visión.
Un programa, también, da por supuesta la existencia de algún tipo de
medida estándar absoluto del mérito, el cual es externo a cualquier alumno y por el
que se han de evaluar todos sus logros. La idea de estándares es consecuencia
natural de la idea abstracta de educación que se oculta al construir un programa.
En realidad se los considera como una medida del grado de asimilación de un
alumno. El sistema educativo considera que los maestros somos quienes poseemos
el conocimiento y que los alumnos son quienes lo necesitan y que si quieren
obtenerlo tienen que sujetarse a los planes que plantea la institución, planes que
los maestros seguimos y hacemos seguir incuestionablemente. Se cree que sólo de
éste modo se puede llevar a cabo la transacción del conocimiento. Fuera de la
escuela los alumnos no tienen derecho a ningún conocimiento de nosotros los
maestros como personas, ni de nuestra vida. A la inversa, la mayoría de los
maestros poco sabemos, y poco nos importa, la vida de los alumnos fuera de la
escuela, a menos que esa vida tenga características tales que obstaculicen el
proceso de escolarización; y entre aquellos maestros que se interesan activamente
en los alumnos más allá de las paredes de la escuela, se ven, por lo común,
obligados a hacerlo sin ningún tipo de apoyo por parte de la escuela o bien se
empieza a sospechar de “negras intenciones”. En la escuela manejamos la relación
alumno-maestro a nivel rígidamente intelectual, por más que aparentemente nos
interesemos por el aprovechamiento de ellos, y esto es una prueba más de la
fragmentación en de la vida en nuestra sociedad.

¿QUÉ HACER?
Liberarse de un programa no es fácil. Ya cargamos, hablando en términos
sicológicos, con nuestros propios programas. Hemos sido programados por la
cultura, por la familia, por la religión, etc. Por otro lado, es verdad que, en la vida
cotidiana, las personas nos sentimos perdidos sin una guía. Pero en el caso de la
educación, además está el peso de que el programa de la SEP es “EL PROGRAMA”.
No hay otro. Por si esto fuera poco, hay “VIGILANTES” (inspectores) que nos
observan. Van a nuestros salones para verificar que “el programa” se lleve a cabo.
¿Cómo lograr que dentro de los programas establecidos por el modelo de educación
convencional, podamos introducir aspectos que tengan que ver con la realidad de
cada comunidad en concreto? Claro, suena a imposible, dado que tendría que
suceder que los maestros no nos conformáramos solo con ir a dar nuestra clases y
cobrar nuestra quincena. Ya que somos maestros pero también tenemos otros
sueños que no tienen que ver con hacer de nuestros alumnos mejores seres
humanos (en el caso de que ése sea uno de nuestros sueños). Al final de cuentas
¿no es más cómodo que nos den un programa ya hecho que andar creándolo
nosotros? Definitivamente.

Potrebbero piacerti anche