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Juan Felipe Causil Argumedo

(Holocausto de Bauman)

En su obra Modernidad y Holocausto analiza exhaustivamente los múltiples


significados del Holocausto del pueblo judío y, sin obviar, la enorme tragedia
que representó para ese pueblo "la bestialidad de los nazis", dirige también su
atención al Gulag y a Hiroshima. Porque, en estos tres supuestos, a los que
deberíamos añadir los terribles crímenes cometidos por el franquismo, se
expresa la capacidad humana para hacer el mal y los recursos que se
instrumentan, en función de los procesos históricos, para, en algunos casos,
banalizarlo.

Así lo expresaba: "El Holocausto se gestó y se puso en práctica en nuestra


sociedad moderna e industrial, en una fase avanzada de nuestra civilización y
en un momento culminante de nuestra cultura y, por esta razón, es un
problema de esa sociedad, de esa civilización y de esa cultura". Mucho más allá,
por tanto, de simplificaciones como reducir su alcance a un "Estado odioso
llamado Tercer Reich" o a una "enfermedad alemana". Y añadía que, más grave
aún, ha sido que "el mensaje que contiene el Holocausto sobre la forma en que
vivimos hoy… se ha silenciado, no se escucha y sigue sin transmitirse".
Exactamente, es lo que ocurre hoy en nuestro país sobre las violaciones
masivas y sistemáticas de los derechos humanos cometidas por la dictadura
franquista pese a la vigencia de la Ley de la Memoria Histórica que, muy
moderadamente, trató de reparar a las víctimas de aquellas violaciones.

Porque, analiza Bauman, el Holocausto fue el resultado de un conjunto de


factores como "el monopolio de la violencia "y la ausencia de "instituciones no
políticas de la autoregulación social" que, aún hoy, persisten y son capaces de
producir "efectos potencialmente horribles".

Pero, además, concurren otros factores que han sido decisivos para garantizar
la impunidad de los crímenes más terribles. Así lo expone Bauman, en unos
términos que serían perfectamente aplicables a los cometidos aquí, por los
criminales franquistas. Dice así: "Alemania perdió la guerra y, por tanto, los
asesinatos cometidos bajo las órdenes alemanas se han definido como crímenes
y violaciones de reglas morales que trascienden la autoridad del poder del
Estado. La Unión Soviética se encontraba en el bando de los vencedores; por
tanto, los asesinatos autorizados por sus dirigentes, aunque igual de odiosos
que los alemanes, todavía están esperando recibir un trato semejante y eso a
pesar del profundo esfuerzo de la era de la glasnost. Aunque solo se han
descubierto algunos de los terribles misterios del genocidio de Stalin, ahora
sabemos que los asesinatos en masa en la URSS fueron igual de sistemáticos y
metódicos que los practicados más tarde por los alemanes y que las técnicas
que utilizaron los Einsatzgruppen las probó primero a escala masiva la
formidable burocracia de la NKVD".

Y cita como referencia el hallazgo en Bielorrusia de "fosas comunes


descubiertas cerca de las grandes ciudades... que se habían llenado entre 1937
y 1940 de cientos de cadáveres" ."Se puede suponer, afirma, que los "liquidaron
sin juicio".

A esa constatación se añade, a nuestro juicio, otra de mayor relevancia que


justifica la anterior. Parte de la siguiente pregunta, que ya fue planteada por
Hannah Arendt, con referencia a los juicios de Nuremberg. "¿Habría tenido
sentimiento de culpa cualquiera de los juzgados si hubiera ganado?". Pregunta
que ha sido respondida, según Bauman, de un modo tan claro como erróneo :
"Esas explicaciones logran la doble proeza de condenar al inculpado y de
exculpar al mundo de sus vencedores" en un empeño de reducir el Holocausto a
un problema "alemán" o "judío" cuando es evidente que fue causado por
múltiples razones que hoy perviven. Respuesta que explica la completa
impunidad que amparó a los vencedores de nuestra Guerra Civil y de la
posterior dictadura, pese a sus aterradores crímenes, durante los ochenta años
que gobernaron.

Es lo que ocurrió tras la sublevación fascista de 1936 y, el transcurso de


ochenta años, con más de cien mil personas enterradas en las cunetas después
de ser asesinadas, lo que no genera ninguna reacción decisiva y enérgica del
Gobierno y las Autoridades judiciales para enfrentarse a esa realidad,
consecuencia directa de un genocidio. Por ello, y otras muchas razones, no es de
extrañar que Bauman insista en que el problema del Holocausto "no puede
circunscribirse a la investigación histórica o a la contemplación filosófica". "Si
algo en nuestro orden social hizo posible que ocurriera el Holocausto en 1941,
no podemos tener la certeza de que ese algo haya desaparecido desde
entonces".

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