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La Nación.

Domingo 01 de agosto de 2004 | Publicado en edición impresa

Ataque en Gibraltar

Operación Algeciras: Una misión en el peñón de la Reina


Máximo Nicoletti, un ex montonero que durante la Guerra de las Malvinas fue reclutado por la
Armada para volar una fragata británica en Gibraltar, revela detalles de la fallida misión
Por Daniel Gallo | LA NACION

Monos y buques de guerra, una postal clásica de Gibraltar. Foto: Archivo

En estos días se estrenó en España el documental "Operación Algeciras", que relata


la historia de una misión de ataque a buques británicos en la base de Gibraltar,
durante la Guerra de las islas Malvinas. El director Jesús Mora obtuvo los testimonios
de los hombres involucrados en ese operativo cuyo objetivo táctico era sacar el
conflicto del área exclusiva del Atlántico Sur. La película de noventa minutos pudo
verse en la Argentina a comienzos de este año y en ella cuenta su participación
Máximo Nicoletti, uno de los cuatro hombres enviados por el almirante Jorge Anaya a
buscar un blanco lejano que mostrase la decisión de sostener una pelea en cualquier
lado.

Pero la particularidad de la operación no termina en esa maniobra, en esa ofensiva


irregular que debía abrir escenarios bélicos difíciles de predecir, en esa acción
frustrada finalmente a horas de concretarse. Nicoletti y dos de sus compañeros
tenían una experiencia particular en ese tipo de tareas, ocho años antes se habían
infiltrado en el astillero de Río Santiago y lograron hacer estallar el destructor ARA
Santísima Trinidad: formaban parte del grupo Montoneros.

A pedido de la conducción naval, ese grupo comando tendría su participación en la


guerra de 1982.

"Esta es una operación que no estaba planeada para Gibraltar o Inglaterra, sino que
estaba montada para otros posibles enemigos", cuenta Nicoletti a LA NACION. La idea
de contar con ciertas habilidades aprendidas fuera de los centros formales de
educación militar empezó a tomar forma en la Armada en 1977, luego de la
detención de Nicoletti y en plena crisis militar con Chile. Para casos más cercanos no
había nada de improvisación, sino que ya se tenían blancos marcados, casas seguras,
vías de entrada y salida, inteligencia previa sobre los objetivos. Pero no había planes
de contingencia sobre la flota británica.

"Cuando surgió lo de Malvinas estábamos distribuidos en otros países; yo, en los


Estados Unidos, otro en Ecuador y otro en Venezuela. Llamamos y solicitamos
instrucciones; nos dijeron que volviéramos a la Argentina, que algo haríamos. Se
pensó en atacar algún buque de abastecimiento británico en Montevideo o Brasil,
pero surgió la idea de hacerlo en Europa. "Nos preguntaron si era factible o no, y con
uno de mis compañeros, Nelson Latorre, el "Pelado", que había sido jefe de la zona
Capital de Montoneros, dijimos que si nos ponían las cargas en España la operación
era factible", comenta Nicoletti.

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Tres minas italianas, con 20 kilos de trotyl y mecanismos de relojería ingresaron a
mediados de abril a Madrid por valija diplomática.

"Fuimos sin estructura de apoyo porque, si pasaba algo, éramos montoneros y la


Argentina no quedaba pegada -relata-. El único que viajó con nosotros fue un oficial
retirado de la Armada, un tipo extraordinario, que murió hace un tiempo".

El tercer miembro del comando montonero sólo será conocido por el apodo de "el
Marciano"; "el Pelado" Latorre falleció hace unos años y está enterrado bajo otro
nombre, con el que habría tenido una destacada labor internacional en el área de las
relaciones del trabajo.

FRONTERAS ADENTRO
Nicoletti destaca la acción planeada por el mando naval: "La decisión de Anaya es
una de las más revolucionarias que se tomaron en la Argentina, porque estábamos
atacando a la OTAN, a Estados Unidos; atacar en Europa era una decisión muy
pesada, hay que rescatarla desde ese punto de vista. Lo más importante es destacar
hasta dónde quería llegar la Armada en su enfrentamiento con Inglaterra".

"Era una operación para llegar, ejecutarla en dos días e irse. Nos quedamos
esperando la orden más de un mes y medio", dice, y cuenta cómo las negociaciones
internacionales para detener el conflicto en el Atlántico Sur frenaban el golpe de
mano.

La primera revisión de la zona convence a este grupo mixto de seguir adelante. "Le
dije al Pelado: ?alguna forma vamos a encontrar para hundirle un barco a estos tipos
´. Nos teníamos mucha confianza operativa".

En Madrid, los cuatro hombres alquilaron tres vehículos para recorrer los 600
kilómetros hacia la zona de Gibraltar. Sin radios y en un año en que la telefonía
celular no estaba en el horizonte cercano, el grupo estableció un sistema de viaje con
cierta seguridad. El primer automóvil hacía las veces de vigía: si se topaba con un
control policial, sólo debía dar la vuelta y, al cruzarse en el camino con los otros dos
vehículos, sus compañeros entenderían el mensaje de que por allí no podía
avanzarse. Si ese automóvil adelantado levantaba sospechas, podía pasar una
revisión policial, porque las cargas explosivas se transportaban en el último vehículo.

Resultaba un momento por demás complejo para la misión, porque se habían


reforzado los controles de ruta ante la inminencia del mundial de fútbol y por las
operaciones que desarrollaban las unidades de ETA. En ese ambiente especial de
inteligencia y contraterrorismo debía moverse el grupo argentino, sin la información
previa de la que sí disponían para otros blancos.

Alquilaron una casa en la playa y trataron de pasar inadvertidos, aunque en esa


época no hay demasiados visitantes en el lugar. Ya habían comprado un bote en el
Corte Inglés, en Madrid. "Si vas a un lugar en que conozcan de botes te van a
preguntar de todo, para qué lo vas a usar, en qué zona vas a pescar? En cambio, si
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vas al Corte Inglés agarrás un bote, un motorcito y pasás por la caja?", cuenta
Nicoletti.

"No teníamos tarjetas de crédito, teníamos que manejarnos con efectivo, y ése fue
uno de los problemas con el alquiler de los coches", recuerda.

En Gibraltar no había buques británicos de manera permanente. Una fragata


acompañaba a un barco petrolero de vez en cuando, sin un patrón fijo de entrada al
puerto. El grupo quería actuar el 1º de mayo, luego de enterarse del bombardeo
sobre Puerto Argentino, pero desde Buenos Aires detuvieron el intento porque la
Armada preparaba una acción más convencional sobre la flota inglesa en el Atlántico
Sur.

En la segunda semana de mayo, el grupo tenía luz verde para elegir el blanco y el
momento. La intención era acercarse en bote hasta tres kilómetros del objetivo, en la
noche nadar hasta una fragata, colocar los explosivos, y horas antes del estallido
empezar a retirarse hacia Barcelona para cruzar a Francia.

Hacia las 16, el bote con Nicoletti y otro de sus compañeros a bordo debía ingresar en
la bahía de Algeciras. Un automóvil los aguardaría en la madrugada cerca de la base
de Gibraltar para completar la salida del área de operaciones. El contrato de alquiler
del automóvil estaba vencido y se pensó entonces en renovarlo para no tener
problemas en la ruta. Faltaban pocas horas para el comienzo del plan y fue en ese
preciso momento en que el grupo fue detenido, cuando la policía española los
encontró en la agencia de alquiler de automóviles.

Nicoletti afirma que fue una casualidad, porque la policía española buscaba a un
grupo de argentinos por robos comunes. "Después dicen que nos estaban buscando
porque habían detectado las llamadas entre la embajada y Buenos Aires, pero jamás
se habló desde allí. Además, si nos tenían ubicados, por qué esperaron a que
fuésemos a renovar el alquiler justo antes de la operación, si decidimos hacerlo en
ese momento?", se pregunta.

Enterado del plan real y en procura de liberarse de un problema diplomático, el


gobierno español envió al grupo comando de regreso a la Argentina horas después de
las detenciones. Cuenta el protagonista de la historia que tanto fue el apuro por
sacarlos de España que el viaje Málaga-Madrid fue realizado en el avión del entonces
primer ministro Leopoldo Calvo Sotelo.

"Un grupo de nuestras características era diferente, el concepto que nosotros


introdujimos es sumarle a una fuerza armada la capacidad de un grupo guerrillero
que tiene experiencia en la clandestinidad, que se maneja sin estructura de apoyo.
Un comando anfibio es diez veces mejor que yo en el agua, pero no le podés decir
que va a ir con un documento trucho y que tiene que decir que es José Piedra, armar
la bomba y arreglárselas solo", comenta Nicoletti.

Su testimonio, el del almirante Anaya y de historiadores militares británicos y


españoles quedaron reflejados en la película. .

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