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Ataque en Gibraltar
"Esta es una operación que no estaba planeada para Gibraltar o Inglaterra, sino que
estaba montada para otros posibles enemigos", cuenta Nicoletti a LA NACION. La idea
de contar con ciertas habilidades aprendidas fuera de los centros formales de
educación militar empezó a tomar forma en la Armada en 1977, luego de la
detención de Nicoletti y en plena crisis militar con Chile. Para casos más cercanos no
había nada de improvisación, sino que ya se tenían blancos marcados, casas seguras,
vías de entrada y salida, inteligencia previa sobre los objetivos. Pero no había planes
de contingencia sobre la flota británica.
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Tres minas italianas, con 20 kilos de trotyl y mecanismos de relojería ingresaron a
mediados de abril a Madrid por valija diplomática.
El tercer miembro del comando montonero sólo será conocido por el apodo de "el
Marciano"; "el Pelado" Latorre falleció hace unos años y está enterrado bajo otro
nombre, con el que habría tenido una destacada labor internacional en el área de las
relaciones del trabajo.
FRONTERAS ADENTRO
Nicoletti destaca la acción planeada por el mando naval: "La decisión de Anaya es
una de las más revolucionarias que se tomaron en la Argentina, porque estábamos
atacando a la OTAN, a Estados Unidos; atacar en Europa era una decisión muy
pesada, hay que rescatarla desde ese punto de vista. Lo más importante es destacar
hasta dónde quería llegar la Armada en su enfrentamiento con Inglaterra".
"Era una operación para llegar, ejecutarla en dos días e irse. Nos quedamos
esperando la orden más de un mes y medio", dice, y cuenta cómo las negociaciones
internacionales para detener el conflicto en el Atlántico Sur frenaban el golpe de
mano.
La primera revisión de la zona convence a este grupo mixto de seguir adelante. "Le
dije al Pelado: ?alguna forma vamos a encontrar para hundirle un barco a estos tipos
´. Nos teníamos mucha confianza operativa".
En Madrid, los cuatro hombres alquilaron tres vehículos para recorrer los 600
kilómetros hacia la zona de Gibraltar. Sin radios y en un año en que la telefonía
celular no estaba en el horizonte cercano, el grupo estableció un sistema de viaje con
cierta seguridad. El primer automóvil hacía las veces de vigía: si se topaba con un
control policial, sólo debía dar la vuelta y, al cruzarse en el camino con los otros dos
vehículos, sus compañeros entenderían el mensaje de que por allí no podía
avanzarse. Si ese automóvil adelantado levantaba sospechas, podía pasar una
revisión policial, porque las cargas explosivas se transportaban en el último vehículo.
"No teníamos tarjetas de crédito, teníamos que manejarnos con efectivo, y ése fue
uno de los problemas con el alquiler de los coches", recuerda.
En la segunda semana de mayo, el grupo tenía luz verde para elegir el blanco y el
momento. La intención era acercarse en bote hasta tres kilómetros del objetivo, en la
noche nadar hasta una fragata, colocar los explosivos, y horas antes del estallido
empezar a retirarse hacia Barcelona para cruzar a Francia.
Hacia las 16, el bote con Nicoletti y otro de sus compañeros a bordo debía ingresar en
la bahía de Algeciras. Un automóvil los aguardaría en la madrugada cerca de la base
de Gibraltar para completar la salida del área de operaciones. El contrato de alquiler
del automóvil estaba vencido y se pensó entonces en renovarlo para no tener
problemas en la ruta. Faltaban pocas horas para el comienzo del plan y fue en ese
preciso momento en que el grupo fue detenido, cuando la policía española los
encontró en la agencia de alquiler de automóviles.
Nicoletti afirma que fue una casualidad, porque la policía española buscaba a un
grupo de argentinos por robos comunes. "Después dicen que nos estaban buscando
porque habían detectado las llamadas entre la embajada y Buenos Aires, pero jamás
se habló desde allí. Además, si nos tenían ubicados, por qué esperaron a que
fuésemos a renovar el alquiler justo antes de la operación, si decidimos hacerlo en
ese momento?", se pregunta.
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