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REFLEXIONES SOBRE UNA EDUCACION ETICA Y MORAL

Ervin Joly Almanza

UNIVERSIDAD DE CARTAGENA

CARTAGENA DE INDIAS D. T. Y C.

2019
REFLEXIONES SOBRE UNA EDUCACION ETICA Y MORAL PARA LA
TRANSFORMACION DE NUESTRAS SOCIEDADES

La tradicional enseñanza de la historia que se trasmite en la educación básica desde la primera

juventud, en la tierna edad infantil hasta la difícil y rebelde edad de la adolescencia, si pensamos en

ello detectamos que ha sido en parte la narración de una interminable cadena de acontecimientos, en

la cual el ser humano como protagonista se embarca en una misión ambiciosa y egoísta de conquista

sobre el globo terráqueo. Dicha misión tiene como premisa la opresión de otros seres humanos que

comparten el mismo globo. Lo que a la vez genera que estos últimos luchen por no dejarse oprimir,

y aunque en algunas ocasiones han logrado conseguir liberarse de la opresión, surge de inmediato la

controversia de que también desean dominar a otros. Así, sucesivamente la historia de la humanidad

se desarrolla en esta lucha fratricida por el dominio, dicho en otras palabras, la historia de la

humanidad es la historia de nuestros conflictos.

Más que especulaciones filosóficas, parecerían verdades científicas las observaciones de Sigmund

Freud en Más allá del principio del placer, donde postula la existencia de un instinto de muerte que

conduciría a la especie humana hacia su autodestrucción y total aniquilamiento. Nietzsche por su

parte habla de voluntad de poder, entendida como cierta tendencia y/o impulso ciego y egoísta por la

conquista y el dominio por encima del otro al que consideraría inferior.

Vemos que la tesis de Nietzsche no está tan fuera de lugar, de hecho, cobraría mucho sentido si la

ajustamos a las ideologías imperialistas de naciones que han llevado al mundo a diversas guerras que

no vale la pena mencionar aquí por ser de sobra conocidas. Pero situándonos fuera del ámbito político,

la voluntad de poder se refleja en lo económico, a través de la competencia de grandes empresas que


luchan encarecidamente por el monopolio, lo que implica casi siempre la desmembración del otro.

esta voluntad también se refleja en el ámbito social y familiar, en la lucha del hombre y la mujer para

establecer cuál es el sexo dominante, en conclusión, siempre que nos exaltamos a partir de la

imposición de nuestras ideas políticas, religiosas, económicas , sexistas, que como consecuencia

directa traen el descredito del otro, estamos reflejando nuestra voluntad de poder tan connatural al ser

humano como el instinto autodestructivo del que hablo Freud sentimientos de odio y tristeza se

incrustan en el alma al observar con detenimiento el legado de sangre y muerte que nos dejaron

nuestros antepasados , uno de los pensadores más importantes de la modernidad, Immanuel Kant,

expresa estos sentimientos con las siguientes palabras.

No puede uno librarse de cierta indignación al observar su actuación en la escena

del gran teatro del mundo, púes aun cuando aparezcan destellos de prudencia en

algún que otro aislado, haciendo balance del conjunto se diría que todo ha sido

urdido por una locura y una vanidad infantiles e incluso, con frecuencia, por una

maldad y un afán destructivo asimismo pueriles; de suerte que, a fin de cuentas,

no sabe uno que idea debe hacerse sobre tan engreída especie. (Kant, 2004,

p.98)

Sin embargo, no podemos dejar de lado que la especie humana posee una tendencia positiva que

coexiste con las anteriores citadas a las que podríamos tildar de negativas. La ciencia antropológica

contemporánea nos enseña la Génesis de la civilización humana con el surgimiento del homo sapiens

hace cientos de años antes de cristo. La cualidad fundamental del homo sapiens, que lo diferenciaba

sustancialmente de otras especies se encontraba en su facultad creadora, en la transformación de los

productos que ofrece la naturaleza en bienes para la satisfacción de las necesidades primordiales de
la colectividad (ropa, alimento, refugio, etc.), todo esto a través del trabajo en equipo. A partir de ahí

se origina la labor de la agricultura, la fabricación de artefactos para facilitar el trabajo humano. El

recorrido de nuestra historia nos enseña la evolución técnico-científica desarrollada por el hombre,

desde la producción artesanal hasta producción industrial, desde el mensajero con las cartas en la

bolsa hasta el mensaje instantáneo por correo electrónico.

Pero entonces, la cuestión que nos plateamos es la siguiente: ¿por qué el progreso técnico científico

no ha sido paralelo a un progreso en las relaciones humanas?, ¿cómo con todo este avance en las

telecomunicaciones vivimos con la incertidumbre de una tercera guerra mundial?, ¿no resulta un tanto

paradójico pensar que el desarrollo técnico industrial, que a simple vista nos muestran los alcances

de la inteligencia humana y su facultad creadora, fuera el germen de las ambiciones imperialistas de

diversas naciones que llevaron al mundo en el siglo XX a dos guerras mundiales de consecuencias

genocidas?. La historia demuestra que estas tendencias humanas han caminado siempre juntas de la

mano. Esta problemática cuestión ya había sido planteada por Sigmund Freud en El porvenir de una

ilusión, texto donde de muestra de su optimismo con respecto al porvenir de la humanidad. Vale la

pena citar aquí sus palabras.

Las creaciones de los hombres son fáciles de destruir, y la ciencia y la técnica

por ellos edificada puede también ser utilizadas para su destrucción (…)

mientras que en el dominio de la naturaleza, ha alcanzado la humanidad

continuos progresos y puede esperarlos aún mayores, no puede hablarse de un

progreso análogo en la regulación de las relaciones humanas. (Freud, 1984,

p.2962)
La característica común de aquellos que hacen filosofía, se basa en la profundidad de pensamiento

utilizado como herramienta en el intento de quitar el velo que cubre la verdadera esencia de las cosas,

en ese acto de escudriñamiento llegan a conclusiones a veces imposibles de aceptar por la actitud

natural del hombre. De esta manera la humanidad genera la idea de que este tipo de personas son por

lo general de temperamento frio, con poca simpatía, carente de toda espiritualidad e idealismo, y al

explicitar en sus más diversos aspectos las cuestiones esenciales de la condición humana, se muestran

pesimistas con respecto a la misma.

Ahora bien, aunque esto anterior pueda tener algo de verdad, no la tiene sin embargo en su totalidad.

Los pensadores que se aludirán en las siguientes páginas de este ensayo dan muestran de una de las

mejores condiciones del ser humano, basada en una especie de creencia o fé de que a pesar que la

realidad sea aplastante y deprimente, existe una convicción que los impulsa a pensar que uniéndonos

todos bajo un mismo ideal podemos llegar a una trasformación de la realidad. Denominaremos

optimismo a esta condición, pero en un sentido un poco distinto del usual. El optimismo al que nos

referiremos en el presente ensayo es aquella condición por medio el cual un individuo se une a los

demás creyendo obstinadamente que la historia y la realidad en la cual se encuentra situado puede ser

transformable.

Pero este optimismo (que a simple vista para los escépticos pueda parecerles de naturaleza ilusoria)

sería mucho mejor (aunque no consiguiera su objetivo) que aquella otra condición o forma de pensar

contraria que se denomina pesimismo, a quien se le unen otros adjetivos como resignación,

escepticismo y en general la idea de un eterno fracaso en la humanidad que nos conduciría a la nada.

A Continuación citare tres pasajes de tres autores distintos que argumentan en base a un optimismo

de transformación.
Nuevas generaciones educadas con amor y en la más alta estimación del

pensamiento, que hayan experimentado desde muy temprano los beneficios de

la cultura, adoptarán también una distinta actitud ante ella, la consideraran como

su más preciado patrimonio y estarán dispuestos a realizar todos aquellos

sacrificios necesarios para su perduración (…). (Freud, 1984, p.2963)

Es probable que la educación vaya mejorándose constantemente, y que cada

generación de un paso hacia la perfección de la humanidad, pues tras la

educación está el gran secreto de la perfección de la naturaleza

humana…encanta imaginarse que la naturaleza humana se desenvolverá cada

vez mejor por la educación, y que ello se puede producir en una forma adecuada

a la humanidad. Descúbrase aquí la perspectiva de una dicha futura para la

especie humana. (Kant, 2009, p.17)

Si es cierto que el género humano cuya dialógica cerebro – mente no es cerrada,

posee los recursos inagotables para crear, entonces podemos avizorar para el

tercer milenio la posibilidad de una nueva creación: la de una ciudadanía

terrestre, para el cual el siglo XX ha aportado los gérmenes y embriones, y la

educación que es ala ves trasmisión de lo viejo y apertura de la mente para acoger

lo nuevo, está en el corazón de esta nueva misión. (Morín, 1999, p.38)

Los autores anteriormente citados se inscriben en líneas de pensamiento diferentes, cada uno

perteneció a un contexto histórico que los determino a pensar la realidad que sentían. Sin embargo,

lo que es importante resaltar, es que, a pesar de sus múltiples aspectos y complejas diferencias, existe

en ellos un sentimiento común de esperanza que mantiene en ellos un optimismo con respecto a un
porvenir positivo de la humanidad. La educación de las nuevas generaciones sería pues la condición

de posibilidad fundamental para tener siempre presente esa visión.

Los puntos sobre la historia tocados al inicio del texto no fueron con la intención de realizar una

filosofía de la historia en sí misma, si no con la finalidad de observar con detenimiento las acciones

y la forma de proceder de nuestros antepasados, para así tomar conciencia en nuestro presente tratando

de encontrar nuevas formas de pensamiento que ayuden a la convivencia pacífica de la especie

humana. Tal y como lo señaló Freud, el avance de la ciencia y la técnica no ha significado en absoluto

un avance en las relaciones humanas, todo lo contrario, la historia nos enseña que el desarrollo

industrial fue la causa principal de la ambición de muchas naciones que pretendían adueñarse de los

sectores más ricos del planeta (con el fin de apoderarse de las materias primas para la producción y

traer así como consecuencia su enriquecimiento) lo que nos ha llevado a sangrientos conflictos. Lo

anterior nos lleva a plantearnos el siguiente interrogante que nos invita a pensar nuestra condición en

el único espacio con vida en el universo ¿es pues este egoísmo terrenal el germen de la guerra?, ¿la

ambición por el dominio planetario es causa de que nuestra especie se esté aniquilando así misma

como lo demuestra la historia que nos han legado?

Ahora bien, pasemos al punto central que queremos desarrollar en el presente escrito, para ello

debemos mencionar algunos problemas que sufren nuestras sociedades, llámense crimen organizado,

delincuencia común, familias disfuncionales que proveen de adictos a la drogadicción, el llamado

bullying que ha llevado a muchos escolares al suicidio. Ante estas problemáticas de las cuales derivan

otras, hace falta pues atacar el problema de raíz, y esto se logra inculcándole a las generaciones

contemporáneas y futuras una ética que enseñe el valor del respeto por la dignidad humana por encima
de cualquier diversidad, además de la conciencia de habitar y compartir un mismo espacio de vida

con los demás seres, es decir nuestro planeta tierra.

Para este tipo de enseñanza tomaremos como referencia a dos autores citados anteriormente que ven

en la educación la solución de los grandes problemas que sufre la humanidad. Ahora bien, siguiendo

con la línea argumentativa del texto, no hay que desconocer la importancia que tiene para el desarrollo

humano trasmitir una educación técnica y científica, pero queremos precisar que esta tiene que ser

coexistente con una pedagogía de los valores humanos fundamentales. ¿Pero que es un valor?, ¿qué

pensamos cuando decimos cotidianamente valor? Al definir esta palabra de forma espontánea tal y

como el mismo concepto nos da a entender naturalmente, sin ánimo de entrar en profundas y fatigosas

definiciones metafísicas, un valor es algo que vale por sí mismo, es decir, algo que es valioso sin

condiciones.

También podemos definir los valores como aquellos principios que regulan la convivencia humana,

en donde el respeto es uno de los más fundamentales, pues es el que nos ayuda a valorizar al otro con

el cual convivimos, independientemente de lo diferente que pueda ser de uno mismo. Así pues, si

utilizamos un poco la lógica, si los valores son principios y los principios son comienzos, si no

inculcamos principios ¿cómo podríamos comenzar? Y si no comenzamos ¿cómo podríamos avanzar

en la construcción de un mundo mejor? Podemos abrir la complejidad del problema añadiendo otras

dos interrogantes que resumen en parte las dificultades a las que siempre ha de enfrentarse la

educación, ¿cómo construir valores firmes en un contexto tan decadente? , ¿cómo inculcar a nuestros

niños y jóvenes una ética sana de vida que nos lleve a la formación de buenos ciudadanos y que no

se deja corromper por la inmoralidad del contexto que les toca vivir? Este sería el mayor reto para la

educación, su dificulta aparece de forma explícita en una particular frase de Immanuel Kant en una
de sus obras más importantes; “Gran cosa es la inocencia pero que desgracia que no pueda conservarse

bien y se deje seducir tan fácilmente’’ (Kant, 2004, p.35).

Si normalmente se define la ética como la reflexión de toda acción humana, podemos fácilmente

poner la base para una educación que estimule el desarrollo de ciudadanos éticos, que sería entonces

la toma de conciencia sobre nuestra capacidad de accionar, de elegir, en una sola palabra, sobre

nuestra libertad. A continuación citaremos el siguiente pasaje de Kant que sustenta la anterior

afirmación:

Hay que atender a la moralización. El hombre no sólo debe ser hábil para todos

los fines, sino que ha de tener también un criterio con arreglo al cual sólo escoja

los buenos. Estos buenos fines son los que necesariamente aprueba cada uno y

que al mismo tiempo pueden ser fines para todos. A1 hombre se le puede

adiestrar, amaestrar, instruir mecánicamente o realmente ilustrarle. Se adiestra a

los caballos, a los perros, y también se puede adiestrar a los hombres. Sin

embargo, no basta con el adiestramiento; lo que, importa, sobre todo, es que el

niño aprenda a pensar. Que, obre por principios, de los cuales se origina toda

acción. Se ve, pues, lo mucho que se necesita hacer en una verdadera educación.

Habitualmente, se cultiva poco aún la moralización en la educación privada; se

educa al niño en lo que se cree sustancial, y se abandona aquélla al predicador.

Pues qué, ¡no es de una inmensa importancia enseñar a los niños a aborrecer el

vicio, no sólo fundándolo en que lo ha prohibido Dios, sino en que es aborrecible

por sí mismo! De otro modo, les es fácil pensar que podrían muy bien

frecuentarlo, y que les sería permitido, si Dios no lo hubiera prohibido; que, en

todo caso, bien puede Dios hacer alguna excepción en su provecho. Dios, que es
el ser más santo y que sólo ama lo que es bueno, quiere que practiquemos la

virtud por su valor intrínseco y no porque él lo desee. Vivimos en un tiempo de

disciplina, cultura y civilidad; pero aún no, en el de la moralización. Se puede

decir, en el estado presente del hombre, que la felicidad de los Estados crece al

mismo tiempo que la desdicha de las gentes. Y es todavía un problema a

resolver, si no seríamos más felices en el estado bárbaro, en que no existe la

cultura actual, que en nuestro estado presente. Pues ¿cómo se puede hacer felices

a los hombres, si no se les hace moral y prudente? La cantidad del mal no

disminuirá, si no se hace así. (Kant, 2009, p.26)

Según Kant, por medio de principios universales de acción es que podemos establecer los

fundamentos que transformarían significativamente la convivencia en nuestra comunidad, en nuestro

país o en términos más globales en nuestro planeta. Para ello es necesario hacernos a nosotros mismos

en introspección una pregunta que se encuentra formulada en el texto Metafísica de las costumbres

del autor en mención: ‘’puedo querer que la máxima de mi acción se convierta por mi propia voluntad

en ley universal para todos” (Kant, EL AÑO Y agrega la página). Con este interrogante ya no será

tan difícil hallar en nosotros mismos principios morales universales, tales como la lealtad, la fidelidad

en las palabras, la verdad, la bondad.

Kant habla en el texto mencionado sobre la capacidad que tiene todo ser racional en formular

principios morales universales por medio de un ensayo de su conciencia. Para la realización de éste

examen basta con suspender toda inclinación egoísta y hallar así las leyes objetivas que serían los

principios universales de toda acción general, válidos para todos los seres racionales.
Ahora bien, es importante señalar que según Kant, estos principios tienen su origen completamente

a priori en la razón de todo hombre y que por tanto no hay que enseñarlos técnicamente si no

mostrarles el camino (como lo hacía Sócrates) para que la persona por sí misma en un acto de pura

conciencia encuentre estos principios.

Con el objeto de saber lo que he de hacer para que mi querer sea moralmente

bueno, no necesito ir a buscar muy lejos una especial penetración. Inexperto en

lo que se refiere al curso del mundo, incapaz de estar preparado para todos los

sucesos que en el ocurren, me basta con preguntar ¿puedes querer que tu máxima

se convierta en ley universal? Si no, es una máxima reprobable, y no por algún

prejuicio que pueda ocasionarte a ti o algún otro, sino porque no puede incluirse

como principio en una legislación universal posible. No obstante la razón me

impone un respeto inmediato por esta legislación universal. (Kant, 2004, p.33)

Así pues, hemos llegado al principio del conocimiento moral de la razón común

del hombre, razón que no precisa este principio tan abstracto y en forma tan

universal, pero que, sin embargo, lo tiene continuamente delante de los ojos y lo

usa como criterio en sus enjuiciamientos. Sería muy fácil mostrar aquí como,

con estos compas en la mano, sabe distinguir perfectamente en todos los casos

que ocurre que es bien, que es mal, que es conforme al deber o contrario al deber,

cuando sin enseñarle nada nuevo, se le hace atender solamente, como hacia

Sócrates, a su propio principio. Y que no hace ciencia ni filosofía alguna para

saber qué es lo que se debe hacer para ser honrado y bueno, y hasta sabio y

virtuoso. (Kant, 2004, p.34)


Entonces volviendo a la pregunta suscitada más arriba de que cómo es posible inculcar principios a

nuestros jóvenes en un contexto donde la inmoralidad y la corrupción de las buenas costumbres

resurgen con más fuerza y tiene una mayor influencia sobre ellos. Ante esta problemática que

vivenciamos cotidianamente y ante la incapacidad de hacer frente a este contexto, el docente debe

asumir el papel de ayudador de sus educandos, estimularlos y motivarlos a que desarrollen por sí

mismos los principios morales de acción. La idea es pues que el estudiante aprenda a educarse así

mismo por medio de los preceptos que su propia razón les presenta dignos de respeto

independientemente del entorno que lo pueda condicionar. De esta manera, como diría Kant, se

desarrollarían paulatinamente en el educando sus disposiciones para el bien.

El hombre debe desarrollar sus disposiciones para el bien; la providencia no las

ha puesto en él ya formadas; son meras disposiciones y sin la distinción de

moralidad. El hombre debe hacerse a sí propio mejor, educarse por sí mismo, y,

cuando malo, sacar de sí la moralidad. Meditándolo maduramente, se encuentra

esto muy difícil: la educación es el problema más grande y difícil que puede ser

propuesto al hombre. (Kant, 2009, p.24)

Pasemos ahora a otro autor. Edgar Morín escribe en el capítulo cuatro de su texto Los siete saberes

de la educación del futuro, acerca de una educación que enseñe la identidad terrenal, es decir, en

palabras de Morín: “este planeta necesita un pensamiento policéntrico capaz de apuntar a un

universalismo no abstracto si no consciente de la unidad diversidad de la humana condición” (Morín,

agrega año y pagina). Para Morín es imperiosa la necesidad de reformar el pensamiento de todo

individuo, inculcando el respeto de toda diversidad. Esto se logra enseñándoles a tomar conciencia

de que independientemente de lo diferente que pudiéramos llegar a ser los seres humanos, todos

somos parte de una especie que habita el mismo planeta.


La posibilidad antropológica, sociológica, cultural, mental de progreso restaura el principio de

esperanza, pero sin certeza científica ni promesa histórica. Es una posibilidad incierta que depende

mucho de la toma de conciencia, las voluntades, el ánimo, la suerte, por eso la tomas de conciencia

se han vueltos urgentes y primordiales.

De manera similar a cómo se ha realizado el inicio de este ensayo, Morín describe de forma trágica y

desalentadora el legado de muerte y sangre que nos han dejado las catástrofes del siglo XX, y tanta

es su indignación que incluso llega a considerar la modernidad y sus ideales aún no desarrollados en

su totalidad como una modernidad muerta en sí misma. Pero resulta determinante destacar en este

autor la oportunidad que observa en medio de toda una calamidad. Reflexionando en las guerras que

ha tenido que soportar la humanidad y sus efectos desastrosos, no con la intención de juzgar sus

causas, sino con la misión de encontrar nuevas formas de pensamiento que marquen las pautas para

un mejor futuro sobre la humanidad; la esperanza de moran se encuentra en una educación ética.

Básicamente cuando escuchamos el concepto de ética lo referenciamos a las acciones y al

comportamiento del hombre, cuando cotidianamente decimos que una acción no es ética o éste

comportamiento no es ético, pero para darle una mejor precisión también podemos definirla

sencillamente como una reflexión sobre la acción humana, podemos citar aquí una definición del

filósofo español Fernando Savater: “la ética es el intento racional por vivir mejor’’ (Savater, 2008,

p.80). Este es el punto objetivo común que tienen todas las éticas desarrolladas a lo largo de la historia

de la filosofía moral. Partiendo de esta base, y también a partir de los autores citados, resulta de

primordial importancia para enfrentar los retos y los problemas de nuestro tiempo, la enseñanza de

una ética que ayude a los educandos a reflexionar humanamente sus acciones para la resolución de

los conflictos. Las consecuencias de los muchos conflictos por los que ha atravesado la humanidad,

así como las muchas problemáticas sociales que ya hemos mencionado, demuestran la poca sensatez
en el proceder del hombre, y aunque la realidad se nos presente así ¿tiene que ser siempre

necesariamente así? ¿Permitiremos pues que esos instintos asociales de agresión descritos por Freud

constituyan el eje de la vida?

Según Morín, el desarrollo de las telecomunicaciones ha convertido al mundo en un todo unificado,

haciendo que el planeta esté en cada uno de sus partes y todas las partes formen un mismo planeta.

Pero paralelamente a esto y de forma paradójica, el conjunto de las relaciones humanas se divide.

Pues, los antagonismos entre las diferentes parcelas de la sociedad (religiosa, familiar, política,

económica) se hace cada vez más presente. Para Morín, es necesario un concepto de desarrollo y

progreso, que incluya no solo la tecnología si no también lo ético y lo moral en las relaciones

humanas. A manera de conclusión citaremos el siguiente pasaje que sintetiza la finalidad del presente

ensayo:

Estamos comprometidos con la humanidad planetaria y en la obra esencial de la

vida que consiste en resistir la muerte, civilizar y solidarizar la tierra.

Transformar la especie humana en verdadera humanidad se vuelve el objetivo

fundamental y global de toda educación, aspirando no solo al progreso si no a la

supervivencia de la humanidad. La conciencia de nuestra humanidad en esta era

planetaria nos debería conducir a una solidaridad y a una conmiseración

reciproca del uno para el otro, de todos para todos. La educación del futuro

deberá aprender una ética de la comprensión planetaria. (Morín, 1999, p.42)


Bibliografía

Freud, S. (1984). El porvenir de una ilusión. Barcelona: Orbis

Kant, I. (2008). Pedagogía. Córdoba: universidad nacional de córdoba

Kant, I. (2004). Respuesta a la pregunta ¿qué es la ilustración? Madrid: alianza

Kant, I. (2004). Ideas para una historia universal en clave como cosmopolita. Madrid: alianza

Kant, I. (2007). Fundamentación de la metafísica de las costumbres. San juan de puerto rico: Pedro
M. Rosario Barbosa.

Morín, E. (1999). Los siete saberes de la educación del futuro. Medellín: Santillana.

Savater, F. (2008). Ética para amador. Barcelona: Planeta S.A

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