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ASUNCIÓN INFERNAL1: FRAGMENTOS DE CIUDAD2

LIA COLOMBINO
Seminario Espacio/Crítica
Centro de Artes Visuales/Museo del Barro

En este texto se reflexionará sobre la ciudad de Asunción, su caótica


conformación urbana, pasando por una breve cronología de su conformación y
tomando textos claves para entender lo urbano en América Latina. Se recorrerá,
también, la mirada de Ignacio Núñez Soler, el pintor de Asunción y se analizará,
además la manera de lo monumental en la ciudad.
PRIMERAS PALABRAS
Asunción no es como otras ciudades en las que he estado donde algunos
de sus sitios tienden a parecerse a un parque temático, con sus callecitas de
cuento o sus avenidas sobrehumanas. Las ciudades, actualmente y cada vez
más, se van convirtiendo, sobre todo en sus centros históricos (¿histéricos?), en
parques temáticos para el turismo o para aquellos residentes momentáneos que
gustan de vivir una experiencia urbana en otro sitio. Eso es lo que me ha
parecido a mí la experiencia como turista (también) en otras ciudades.
Asunción es una ciudad caótica y no asume su ser ciudad desde un lugar
previsible. A pesar de su nombre, llegar a Asunción puede significar descender a
un infierno (o varios) que los que allí vivimos conocemos bien pero que a veces
no termina de sorprendernos.
Asunción es una ciudad fragmentada y fragmentaria. Como dice García
Canclini, podemos encontrar varias ciudades en la misma ciudad.
Dos lenguas configuran otra ciudad, y a la vez configuran otra lengua.
Hay algo de Asunción que no da ciudad, quizá Asunción sea otra cosa
pero disfrazada de ciudad que se inyecta cierta modernidad para parecerlo.
Infierno, Asunción muestra el pequeño gran caos de una ciudad que
todavía tiene escala humana, con todos los problemas de una gran ciudad pero
sin sus beneficios. Poco amable para el peatón, el flâneur podría morir tratando
de cruzar una calle, aplastado, o simplemente aplastado por ese otro gran
monstruo infernal: el calor.
¿Cómo mirar una ciudad sin deponer la mirada, sin ser parte de la
vorágine que supone? ¿Cómo, tomando a Calvino, reconocer en la ciudad
aquello que no es infierno? ¿Cómo hacer que dure? ¿Cómo darle espacio?

1“El infierno de los vivos no es algo que será; hay uno, es aquel que existe ya aquí, el infierno
que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Dos maneras hay de no sufrirlo. La
primera es fácil para muchos; aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de no verlo
más. La segunda es peligrosa y exige atención y aprendizaje continuos; buscar y saber reconocer
quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacerlo durar, y darle espacio”. Calvino,
Italo. Le città invisibili, Milano, Arnoldo Mondadori Editore, 1993, p. 164.
2 Este texto fue escrito en el marco del Magíster en Estudios Culturales de la Universidad ARCIS

en 2010 y luego publicado por entregas en www.vientofuerte.com.py en 2014.

1
Tomo la ciudad de Asunción, una ciudad extraña por el solo motivo de
hacer convivir, desde que tengo memoria, unas contradicciones que borronean
la diferencia, maneras de vivir opuestas que se verifican por contraste. Hay un
espacio para la promiscuidad en el sentido de mezcolanza, pero que en realidad
no mezcla nada, siempre existirá la mínima distancia.
Trataré de tocar algunos puntos, que serán solamente pequeños
fragmentos que, con seguridad, merecerían mayores extensiones y análisis más
profundos. Son tópicos que me inquietan. Lugares comunes quizá, pero no por
eso menos inquietantes.
Estas reflexiones partieron, sobre todo, de lecturas de textos de Ítalo
Calvino, Néstor García Canclini, Beatriz Sarlo, Michel De Cearteau, y también
partieron del trabajo que se hace al leer tratando de encontrar paralelismos
imposibles entre lo que se está leyendo y el contexto que uno conoce. Esto
ocurrió leyendo a Gorelik, Rama, Ramos, entre otros.
Cuando se habla de la ciudad latinoamericana, describiendo sus procesos
para llegar a ser lo que es hoy, encuentro que esas historias no se condicen con
aquello que tenga que ver con Paraguay y que, por lo general, siempre está al
margen de cualquier comentario. Es como si cuando se hablara de tópicos como
la modernidad en América Latina, se cropeara3 el territorio del Paraguay,
herramienta photoshopera mediante, porque no entra dentro de las categorías
que cuadran con sus enunciados. Asunción, su ciudad, no es una excepción. Su
historia pareciera no poder ser capturada porque las herramientas de lectura de
los historiadores o intelectuales suponen unas categorías que se diluyen ante
otra manera, otras formas de lo histórico, otras formas de la modernidad, otras
formas de lo urbano, otros lenguajes, otros lugares de enunciación. Esta idea
sigue la línea de lo que Dipesh Chakrabarty escribe acerca de los «pasados que
resisten la historización» (Chakrabarty, 1999: pp.87-111) y que se encuadra
dentro de los llamados Estudios Subalternos. Para leer Asunción, quizá
debamos situarnos de manera diferente y trabajar desde el diferimiento, la
demora.
En el apartado Asunción Caos traté de hacer una breve cronología a
manera de contexto, utilicé como texto de referencia el estudio de Mabel
Causarano y Beatriz Chase, Asunción, Análisis Histórico-ambiental de su
imagen urbana. Luego traté de mirar la ciudad desde la actualidad. La ciudad
sin plan, sin paseantes, ¿sin tejido? o el tejido-texto, ¿deviene otro al
configurarse desde varias lenguas?
Busqué, también, una figura que haya trabajado lo urbano en Paraguay
desde otra perspectiva. La representación de la ciudad, la mirada de otro hacia
una Asunción nostálgica me ayuda a ponerme en otro momento y otro lugar,
para poder mirar Asunción ahora. Para esto me dispuse a mirar/leer las obras
de Ignacio Núñez Soler, artista paraguayo. Esta mirada/lectura recorrerá este
texto con la ayuda teórica de los estudios e investigaciones de Roberto Amigo.
Ignacio Núñez Soler4 o Don Ignacio, como se le decía coloquialmente, ha

3Cropear es un anglicismo que se utiliza en la jerga de los fotoilustradores, la definición del


vocablo inglés es la siguiente: to cut off or mask the unwanted parts of (a print or negative),
disponible en: http://dictionary.reference.com/browse/crop. Es una herramienta del
PhotoShop que se utiliza para recortar los contornos de una imagen.
4 Ignacio Núñez Soler (Asunción 1891-1983). Autodidacta. Hijo de un hombre destacado y una

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pintado un conjunto de obras que pueden ser el compendio de la Asunción de
una época y desde la visión de un artista peculiar. Este pintor anarquista, que
comenzó siendo pintor de brocha gorda, reproducía imágenes que ya sólo
existían en su memoria de la ciudad de Asunción. Las calles, los edificios, las
fiestas, las manifestaciones políticas y populares, sus personajes. En sus
pinturas se hace patente aquello que ya para siempre se ha perdido, pero
entraña dentro de ella también futuros deseables. Sin proponérselo Núñez Soler
accede a una modernidad de manera callada5.
Quise, también, detenerme en lo monumental y en la ausencia de ello.
Quise mirar otras monumentalidades, otras maneras de lo monumental. Tomé,
fundamentalmente, a García Canclini y Sarlo para este apartado.
ASUNCIÓN CAOS
BREVE CRONOLOGÍA DEL CAOS
A pesar de ser fundación española, esta ciudad (la muy noble y muy
ilustre como reza su nombre oficial) no nació ciudad sino fuerte y no tuvo
damero en sus orígenes. Asunción, que nació irregular y pueblerina nunca tuvo
el esplendor de las ciudades vecinas. La fundación de esta ciudad obedece a la
necesidad de los conquistadores de tener una posta, un lugar de paso, de
tránsito a otra cosa, de aprovisionamiento. Por lo tanto, a nadie le importó que
no se obedecieran las Leyes de Indias. No había sido una fundación urbana
capital.
Las primeras construcciones en Asunción se asientan en las laderas bajas
de una divisoria de aguas. Este pequeño terrón de azúcar, al decir de Juan José
Bosio, recibe las lluvias que en determinadas épocas bañan esta región. El agua
escurre por ambas pendientes buscando su camino al río. Estos cauces son las
calles del centro de Asunción que en épocas anteriores tenían la forma de
cárcavas y que durante una lluvia más o menos fuerte vuelven a convertirse en
verdaderos arroyos torrenciales. Calles que son arroyos, entonces. El río ha sido
un elemento de gran relevancia en Asunción pero también fuente de conflictos,
las crecientes y los cambios costeros suelen modificar el suelo. «El caso
asunceno, aunque no es típico, es atípico en el urbanismo de la colonización
hispana. La ocupación se adapta a las condiciones ambientales propias del sitio
de implantación (...)» (Causarano y Chase, 1987: 20).
Ramón Gutiérrez en su Evolución urbanística y arquitectónica del
Paraguay (1537-1911) escribe que Asunción propone «una estructura urbana
dispersa, de trama abierta, con pocos elementos ordenadores y de referencia»
(citado en Causarano y Chase, 1987: 20). Estas características se dan por lo
definido anteriormente: las particularidades ambientales del lugar, el carácter

mujer de ascendencia humilde, Don Ignacio antepone el apellido de su madre al de su padre que
nunca casó con ella. Comienza a dedicarse más sistemáticamente a la pintura en los años ’20
pero expone por primera vez ya a la edad de 40 años, en 1931. Anarquista, fundador del Centro
Obrero Regional del Paraguay, abandonó la militancia pero nunca dejó de expresar sus ideas a
través de sus obras.
5 Roberto Amigo escribe que «Núñez Soler, por su historia, pertenece a la era del taller y del

poblado; por ello en los tiempos de la fábrica y la ciudad se refugió en la pintura. Ante los
talleres residuales y el poblado expandido en ciudad, el arte le permitió continuar con un oficio
de artesano y hacer perdurar las imágenes del paisaje que existía ya sólo en su memoria»
(Amigo, 2002: 40).

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transitorio de la fundación y la manera en la cual los pobladores fueron
apropiándose del espacio.
El fuerte fue reconstruido en 1543 a causa de un incendio. Las antiguas
casas de madera se reemplazaron por casas de adobe, las que fueron la
constante por mucho tiempo. Esta decisión se dio por disposición del Gobierno,
lo cual parece ser la primera decisión sobre una preciudad. Mucho después, este
fuerte-poblado, fue adquiriendo algunas características de ciudad.
En 1821, sucede la primera intervención en la ya fundada Asunción (300
años después de su fundación), durante la dictadura del Dr. José Gaspar
Rodríguez de Francia, luego de la independencia del Paraguay. Una gran parte
del centro fue demolida para diseñar la retícula. El deseo de Francia era tener
control de la población, reducir a policía la ciudad. La cuadrícula le daba, 300
años después, una imagen colonial. Se puede decir que este tipo de demoras,
descalces de épocas, se van a repetir en toda la historia del Paraguay. Todo llega
desfasado, diferido.
Se cuentan 500 edificaciones perdidas en este proceso. La piqueta
inauguraba con Francia una larga relación con la ciudad de Asunción. Quizá por
ello cuando Carlos Antonio López (sucesor de Francia) realiza su primer
discurso al Congreso comienza diciendo que se tenía que hacer algo con
Asunción que parecía una ciudad bombardeada. Pero no hizo mucho, sólo
consolidar el trazado francista y la construcción de infraestructura además de
obras de servicio y nuevas edificaciones, pero de todos modos, Asunción seguía
sin plan.
Luego, una cicatriz sin par, la guerra del 70 deja en Asunción el
exterminio visible. Se convierte en el escenario cruento de la masacre pero con
el disfraz aliado: una ciudad burdel.
El ejército aliado deja Asunción desmantelada. Si bien Paraguay era un
modelo diferido, también fue, hasta la guerra, un país en construcción que
pretendía mal o bien una historia propia y una economía no rica pero
autosuficiente.
La postguerra trae consigo aires de dependencia y violencia, en todo
sentido. Asunción es testigo de varios cambios: la población diezmada que va
recuperando número, las migraciones (paraguayos que vuelven del exilio,
extranjeros), algunas mejoras, tras la masacre, se realizan.
Llegado el siglo XX, la inestabilidad política, la Guerra del Chaco, la
Revolución del 47 son algunos de los impactos que Asunción suma a la larga
lista de espectáculos urbanos de su historia y que vuelven a diferir cualquier
intento moderno.
Es después de los años 50 que Asunción cambia su perfil y se vuelve algo
más parecido a una ciudad, provinciana siempre, pero ciudad al fin.
En 1958, iniciado ya el gobierno dictatorial de Alfredo Stroessner, se pone
en marcha un Plan Regulador de criterios funcionalistas que elige un modelo
sustitutivo como constante (Causarano y Chase, 1987: 50). Este modelo va
paralelo a la historia que venimos relatando, se inserta sin mirar donde. Lo
moderno es pensado como progreso (uno de los slogans de la dictadura era “Paz
y Progreso con Stroessner”). Una modernidad que no tiene mucho en común
con las experimentadas en la región.

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«El afán por lo nuevo llevó a borrar la memoria urbana. Los
elementos de referencia que permiten la lectura de la evolución
asuncena cedieron el paso a edificios “modernos”, inspirados en
modelos de las sociedades industriales, o dejaron libre un área del
núcleo central para destinarla a playa de estacionamiento».
(Causarano y Chase, 1987: 62).
Y es que Paraguay no ha tenido nunca un proceso industrial como sí
tuvieron otros países de la región. No existe ciudad industrial en Asunción.
En otro orden de cosas, el espacio público, si bien había existido en buen
número, a partir de los años 70 empieza un proceso en el cual estos espacios van
adquiriendo otros usos: lugares de estacionamiento para el parque automotor,
ocupación para servicios, cesión de un porcentaje del terreno público a la
explotación privada. El uso de estos espacios, de los que fueron quedando, se vio
mermado, además por varias razones. La célebre frase acuñada por un Ministro
de Educación de la dictadura stronerista, Ortiz Ramírez: “La calle es de la
policía” se hacía patente en los espacios públicos dedicados al esparcimiento. La
ciudadanía no se apropiaba de estos espacios, pero tampoco existía ese permiso.
Las calles de los barrios eran sí una opción y la gente, en las tardes, hacía suyas
las veredas. Para la gente pudiente la opción fue crear sus propios clubes
privados en sus residencias.
La expansión de la ciudad empezó a hacerse patente. A fines de los 70 se
conforma el Área Metropolitana de Asunción, incluyendo además de Asunción,
diez municipios.
Los ’80 serán los años de la “plata dulce” en los que Asunción verá
grandes cambios en cuanto a construcción residencial se refiere. Grandes
“mansiones” estilo “Dinastía” o “Falcon Crest”, copias de ciudad subtropical con
estación seca. Casas al estilo torta de bodas, casas kitsch, con frontis y columnas
blancas que parecen de cartón piedra. Itaipú, la megahidroeléctrica (ese otro
monumento moderno del “progreso”), es una de las culpables de semejantes
vejaciones.
AQUÍ, AHORA
Modernidades
Si la ciudad encarna la modernidad, con el caso de Asunción vamos casi
muertos. Ninguno de los elementos que el historiador urbano, Adrián Gorelik
señala, como primeros dispositivos modernos, en Asunción tienen correlato: ni
Boulevard de circunvalación, ni Parque Público que sea susceptible de ser
espectáculo burgués, ni la grilla amanzanada como “debe ser” (Gorelik, 2003:
10-27).
Si la modernidad porteña o paulista es periférica, la modernidad
asuncena es superperiférica, la periferia de la periferia misma. Es esta otra
modernidad, una "modernidad paralela" al decir de Ticio Escobar (Escobar,
2004: 53), la que va a cuajar en Asunción, una versión de modernidad periférica
y diferida, fuera de sí misma pero a la vez imbricada con otros modelos que
pasan al lado del afán moderno y que no pretenden en lo más mínimo imitarlo,
sino continuar caminos propios cuyos primeros pasos fueron dados mucho
antes que la ciudad comenzara a tejerse y que tejen también, y a su propia
manera, una otra ciudad dentro de la ciudad, un tejido que quiere durar y que
construye su espacio.

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«Vivimos la tensión entre tradiciones que todavía no se van (...) y una
modernidad que no acaba de llegar (...) cuya precariedad no impide,
sin embargo, que también lo posmoderno ya esté entre nosotros.»
(García Canclini, 1999: 69-104).
Paseo y lenguaje
El paseo en la ciudad, algo que ciudadanos del mundo realizan con cierta
periodicidad, en Asunción es un elemento extraño. Quizá porque existen
factores que hacen de Asunción una ciudad “desagradable” para caminar: la
discontinuidad de veredas, las pendientes pronunciadas, el sol que arrecia o la
lluvia imprevista.
Si como dice Michel De Certeau «la historia comienza al ras del suelo,
con los pasos» (De Certeau, 1996: 103-115), en Asunción serán pasos que llevan
de un lado específico a otro, no el paso del vagabundeo, sino del que tiene
destino fijo. De Certeau, de alguna manera, está diciendo que los pasos son
agujas que tejen lugares. Si esto es así, ¿qué tipo de agujas son las que tejen
lugares en Asunción?
Se hace ciudad a paso limpio, pero este paso será un paso cansino, de
persona que va o que vuelve, no que pasea. Quizá el texto que el tejido devele
será en algunos otros lenguajes, otras lenguas para poder decirse. Un gran
porcentaje de la ciudadanía habla castellano y guaraní, o la mezcla de ambas
lenguas el jopara (o al decir de Bartomeu Meliá, ese indiscriminado salto de un
orden lingüístico a otro). El guaraní: una lengua aglutinante, no reflexiva, que se
construye por la sumatoria poética de sus palabras. El jopara, la lengua híbrida
que hace ciudad y que combina economías de lenguaje, economías quizá
entonces también del caminar.
Tragedia
Es interesante señalar también en este contexto una percepción que
atraviesa el pensarse ciudadano en Asunción. Hay un sino, un ser trágico que se
configura desde antes de ser historia. Uno de los pilares de la construcción de
"identidad" en el Paraguay es una frase se repite; una especie de literatura que
por tautología se escribe en el cotidiano. La frase está en guaraní, la lengua que
habla la mayor parte de la población en el Paraguay y que por lo general no se
escribe. La frase es: ore poriahu. Dicha frase se resiste a la traducción ya que el
pronombre ore se corresponde parcialmente con la primera persona del plural,
es decir, nosotros, pero es un nosotros exclusivo. Difiere del ñande que sí se
corresponde de manera cabal con el nosotros castellano. Así la frase significaría:
nosotros (los que no somos los unos) somos pobres. Es una categoría de la cual
no se sale y es casi un sino. Una mirada trágica que cree más en el destino que
en la capacidad de torcer la historia.
«En cuanto a las características básicas con que el paraguayo se
define a sí mismo y que viene a ser una suerte de identidad frente al
continuo riqueza/pobreza, se asume que el Paraguay es un país pobre,
casi como una condena a perpetuidad.» (Vial, 2003: 46)
Esta mirada trágica que atraviesa todos los sectores de la sociedad y que impide
la construcción de demanda civil como mecanismo ciudadano de participación y
representación es una de las operaciones en donde se legitima el poder por
sobre los cuerpos.

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Cuadrícula Impredecible
En la actualidad, si uno mira el mapa de la ciudad, ve que la cuadrícula
termina en el centro de la ciudad y que ésta continúa su desarrollo de manera
irregular, retomando cuadrículas de vez en vez, pero sin ser del todo predecible.
Los caminos reales fueron los grandes ordenadores el territorio y se extendieron
radialmente. En los paralelepípedos formados por estos caminos, hoy avenidas,
se recrea una retícula que a veces enloquece formando laberintos impredecibles.
El río/Sus costas
Hasta hace muy poco, el río, si bien seguía siempre allí, impertérrito, no
configuraba un elemento que se tuviera en cuenta las más de las veces. La
ciudad no se vinculaba con el río, no llegaba al río. Aun siendo una ciudad
costera, la ciudad hacía como que el río no estuviera allí. La vinculación entre
ciudad y río era ilusoria, se lo sabía ahí, pero no se lo veía ni se lo vivía. Hoy, la
costanera salva, aunque sea mínimamente esta contradicción.
Contradicción ésta que puede verse en varios elementos de la ciudad.
Solamente pobladores de escasos recursos han ocupado sus bañados y
construido barrios enteros que no por ser precarios dejan de serlo. El Barrio
Ricardo Brugada o más popularmente llamado Chacarita es uno de los más
antiguos barrios asuncenos y como tantos otros, cuando el río crece, se inunda.
Hoy estos barrios, como el arriba citado o San Jerónimo, se ven amenazados por
la especulación inmobiliaria.
«En la pintura de Núñez Soler es constante la representación de las
fiestas (...). Entre las numerosas pinturas de fiestas se destaca Fiesta
en La Chacarita (1975), la fiesta se desarrolla en los patios de tierra
de una casa de este barrio de los bajos de Asunción, sobre el río. La
ciudad adquiere una vista ennoblecida de sus sectores más humildes;
si ese barrio es como un patio trasero de Asunción, el espectador
ingresa por el patio de la casa en fiesta, adornada con sus banderines
y su música de guitarras, mientras la añorada tranquilidad del caserío
se desparrama sobre el río. Tranquilidad que también expresa una de
las vistas más interesantes de la ciudad de Asunción pintadas en este
siglo [siglo XX]: La Chacarita de 1964, el barrio bajo es la entrada a la
ciudad y, en el fondo, los edificios del poder recortados en el cielo. La
posición de clase se determina en el territorio que se ocupa de la
ciudad; así, el caserío irregular se extiende en los terrenos bajos
mezclándose entre la vegetación, creciendo en su propia dinámica,
viviendo y temiendo el río.» (Amigo, 2002: 50-51)
Esa vista desde el río es ilustrativa y sintomática: La Chacarita,
Pelopincho, el Bañado Sur con sus casas precarias, algunas de cartón y techos de
chapa, ciudad marginal inserta en el centro de Asunción, coronada por los
edificios del poder político y económico.
El Raudal
Asunción, sigue, en días de lluvia, soportando la contingencia que supone
haber sido un territorio regado por pequeños ríos y arroyos. Los cambios
climáticos afirman el problema. En pocos minutos una calle se convierte en
cauce de un curso de agua, con todo lo que esto acarrea. El raudal es un
elemento cotidiano de la ciudad. Cruzarlos supone una aventura náutica.

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Elemento que aparece y desaparece, que hace temer, que lleva gente,
automóviles, árboles, zapatos. Mucho de lo que el raudal lleva va a parar al río.
Depositario éste de lo que el agua puede robar.
Paisaje construido
Aun cuando ciertas instituciones patrimonialistas intenten defender de la
piqueta edificaciones importantes para la ciudad, fue poco lo que se pudo salvar
de los 80, que fue una de las décadas en donde se ha derruido de manera
constante. El paisaje sigue cambiante, las construcciones cada vez más
intercambiables.
La cartelería es uno de los elementos que no se pueden eludir en el
paisaje. Carteles de publicidad, los más; indicadores, los menos o
tranquilamente ausentes. Publicidades enormes de marcas transnacionales, da
igual que estemos en Nueva York o Tokio, el producto es el mismo. Grandes
luminarias, movimiento y hasta tridimensionales carteles que llegan a ser una
suerte de arquitectura efímera, fachadas sobreiluminadas que venden hasta
simbólicamente un modo de ser global. Las internas del Buen Pastor no se
salvan: hace un buen tiempo un cartel ha sido instalado enfrente las
instalaciones de la penitenciaría de mujeres. Ellas, iluminadas 24 horas por
aquello a lo que jamás accederán, como si no fuera suficiente estar allí, tienen el
castigo de la luz en los ojos, la luz en el intranquilo sueño, la luz, que no se
apaga.
Las pequeñas publicidades utilizan otras estrategias. Los pasacalles que
anuncian ventas de garaje, se anuncian pequeños comercios, ofertas, servicios.
En los postes de luz van quedando los residuos de la publicidad barata: miles de
piolines de plástico de todos colores que se van sumando. Carteles pequeños
escritos a mano que anuncian, sobre todo, servicios: un caso para mencionar:
las personas que se ofrecen para podar árboles o realizar destronques suelen
clavar sus cartelitos en los troncos de los árboles cercanos a los semáforos,
“Motosierrista” rezan.
Espacio público
La utilización del espacio público, por un lado es la misma que la de la
dictadura: comercio informal, cesión a privados, etc. Por otro lado, los espacios
públicos cercanos a edificios de la administración nacional fueron recuperados
por la ciudadanía como lugares de movilización, manifestaciones y demandas,
tanto políticas como cívicas.
Hasta hace poco las plazas fueron ocupadas por comunidades indígenas
de diversas etnias que se instalan en Asunción para que sus pedidos sean
atendidos (legalización de la tenencia de la tierra, salud, etc.). Carpas, toldos,
fogones, familias enteras que trasladaban sus modos de vida a un núcleo urbano
donde no se entiende la diferencia (hasta que las plazas fueron cercadas por la
Municipalidad).
«(...) súbitamente emergen al texto social estos habitantes del borde
que se incorporan al turbio texto del glosario citadino. Porque
aparecen cuestionando el espacio físico que los cobija tanto como les
repele, que los seduce tanto como los acosa: la ciudad.» (Medina,
2008: 177)

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Estas ocupaciones “molestan” no sólo a las altas esferas, sino también a la
burguesía que se queja de la suciedad y el olor y que claman por que los
“salvajes” se “civilicen”. En el año 2007, un medio de prensa publica una
editorial donde todavía se puede leer la diferencia en términos de civilización y
barbarie6. Dicha editorial “gana” el premio al artículo más racista del año
otorgado por una ONG internacional.
Hoy, estos espacios han sido enrejados.
El cuerpo
«Acaso ninguna figura social de la época encarne el ‘peligro’ de la
ciudad proletarizada como la prostituta. La prostituta es una
condensación, en los discursos sobre la ciudad (...), de los ‘peligros’ de
la heterogeneidad humana. Como señalaba G. Simmel, la prostitución
es el emblema del impacto de las leyes de intercambio sobre las zonas
más ‘íntimas’ de la vida moderna. Es decir, la prostituta representa la
intervención del mercado en las zonas más protegidas del ‘interior’.
(...) Los discursos sobre la modernidad no cesaron de reflexionar
sobre esto, condensando en la prostituta, no sólo una amenaza a la
vida familiar burguesa, y una ‘figura’ de la sexualidad moderna, sino
también la ‘peligrosidad’ de la nueva clase obrera». (Ramos, 2003:
149-184).
En Asunción, durante un largo periodo de tiempo, las mujeres ejercían la
prostitución cerca del puerto y también en las inmediaciones de la Estación de
Ferrocarril: el Hotel Italia y la Plaza Uruguaya. Estos lugares dejaron paso a
otros ya en la década de los 90, más periféricos, en lo que a prostitución de
mujeres se refiere. Ellas se mudaron a los bordes de la ciudad, en sus arterias de
acceso o se encerraron en las casas de plantas altas de carácter patrimonial que
todavía existen en las inmediaciones portuarias y que son burdeles disfrazados
de bares o almacenes donde se venden alcohol o cuerpos. Al encerrarse, ellas
dejaron de ser productoras y mercancías al mismo tiempo (Benjamin). Se ejerce
la prostitución además desde otros lugares que los ciudadanos intentan no ver,
desde la minoridad y la miseria: algunos niños y niñas trabajadores de la calle
que “venden sus servicios” en los semáforos mientras limpian los parabrisas de
sus potenciales clientes.
La actual “zona roja”, a pocas cuadras del centro histórico o en la zona
comercial, ve ocupada sus veredas por travestis en situación de prostitución que
fueron desplazando, en esta zona, a la prostitución femenina.
En un país aún machista, donde la homosexualidad se condena
ferozmente, aun habiendo una población homosexual bastante importante,
proporcionalmente con otros lugares de Latinoamérica, este hecho resulta

6 Un fragmento dice así: “Los indígenas tienen que civilizarse, convertirse en paraguayos,

terminar con esa estupidez de preservar una cultura retrasada y marchita y vivir como gente
pagando sus impuestos, o relegarse a lo profundo del monte a seguir conviviendo con los
animales. No hay alternativas y los paraguayos no tenemos por qué pagar impuestos para
mantener una civilización caduca, que fue incapaz de mantenerse a sí misma.”
Lamentablemente, la página del Diario La Nación de Paraguay no deja llegar a este texto, pero
se puede encontrar en otras páginas: http://gat.org.py/gat/?m=200803 La página de la ONG es
la siguiente: http://www.survival.es/noticias/3155

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significativo. Grandes automóviles o camionetas 4 x 4 “levantan” travestis de las
calles que rodean el centro histórico. Una doble moral es la que construye esta
demanda. La oferta es amplia.
Si Walter Benjamin vio en las lesbianas, las heroínas de la modernidad
porque éstas desafiaban el lugar de la mujer y su relación con la reproducción,
quizá las travestis representen algo de eso en este tiempo intersticial, quizá ellas
estén desafiando otros límites, con esas otras formas del deseo y esa otra
manera de hacer del cuerpo mercancía, pero sobre todo esos cuerpos están
interpelando los nuestros en la manera más patente, interpelan porque
escandalizan aunque el travestismo sea una opción antiquísima y que en ciertas
circunstancias hasta es permitida socialmente: el carnaval, los programas de la
televisión, etc. Ese cuerpo travestido y marginal está demandando su derecho a
ser otra cosa de lo meramente impuesto.
Beatriz Cortez en un artículo sobre San Salvador resume este apartado:
«El travesti es una figura que al irrumpir en el panorama urbano
evidencia la rigidez e insuficiencia de esas normas sobre la
construcción del género que damos por sentadas desde siempre.
Desarticula el significado de lo que es ser hombre o de lo que es ser
mujer. En esencia, cuestiona lo más intrínseco de nosotros mismos».
(Cortez, 204: 328).
Cuerpos que hacen ciudad desde la transidentidad.
El residuo
La basura de Asunción, en su gran mayoría, va a parar a un depósito a
cielo abierto que otrora fuera una laguna. Dicho lugar se llama Cateura.
Hay una otra ciudad que vive del desecho: la ciudad basura. Los
gancheros de Cateura, hoy llamados recicladores, valga el eufemismo, viven
muchos en las inmediaciones y van todos los días a buscar entre la basura
cualquier cosa que pueda usarse todavía. De eso viven y viven familias enteras.
Ante la violencia que supone escarbar lo que otro saca de circulación se
opone una otra manera de vivir la ciudad que se construye desde una dignidad
difícil para otros de ver con tremendo paisaje. Cada ciudad recibe su forma del
desierto al que se opone (Calvino, 1999: 19-39) y es así como al desierto que
supone la ciudad que produce desechos se opone esa otra ciudad que los retoma
y hace de ellos algo, retira el saldo para convertirlo de nuevo en algo que pueda
circular. Identifica lo que no es infierno en el infierno mismo.
En las inmediaciones, existe una especie de capilla popular: algunos le
llaman “Niños Mártires de la Basura”. Y es que cada tanto, los gancheros
encuentran en la basura niños muertos, fetos, todos estos residuos que han sido
también, sacados de circulación. Se instituye un rito, así. Cuando una familia de
gancheros encuentra un niño, inmediatamente lo adopta como parte de su
familia. Lo bautiza y le da sepultura en el jardín o el patio de su propia casa.
Así, los gancheros de esta ciudad-basura, se oponen a la muerte que el
desierto de la ciudad les manda.

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Proyecto
Sin proyecto, Asunción más bien se convierte en un insecto que crece a
medida que más migración llega del interior del país. No hay una ciudad
proyecto en Asunción. O en todo caso, el desorden es su proyecto.
El caos, que en algunos casos, puede ser también fiesta.
MONUMENTO VS. CICATRIZ VS. COMPRAS MONUMENTALES
El monumento es, al decir de García Canclini, «legitimador de lo culto
tradicional». Hoy, según el mismo autor habría que analizar qué pretenden esos
monumentos que en casi todos los países latinoamericanos fueron realizados
bajo regímenes autoritarios.
El caso paraguayo es de nuevo un caso extraño: ¿Por qué Paraguay carece
de una estética monumentalista en la misma medida que sus vecinos o sus
pares? Asunción no es una ciudad monumental.
Los pequeños monumentos históricos que se han levantado, son eso,
pequeños. No concuerdan con aquello de “a la sombra de los monumentos”.
Éstos no dan sombra. Son casi invisibles, no demarcan, nunca lo hicieron.
Estatuas de hombres, bustos, estatuas ecuestres que se mudan de lugar todo el
tiempo, como la del Mariscal López, cambiada varias veces de lugar: un héroe
que pareciera no tener lugar. Los monumentos en Asunción son algo que se
evita, se circunvala, no hay apropiación de esos sitios. Son ajenos a la ciudad y a
sus habitantes.
Muchos de estos monumentos han sido encargados a escultores
extranjeros u otorgados sin juicio previo a escultores varios. Muestra de esto son
el Monumento a Las Residentas, a la entrada de la ciudad y el Monumento de
Lambaré. El Monumento a Las Residentas (c. 1970), obra de Báez Rolón,
muestra «un género declamatorio y acartonado, plagado de alegorías rígidas,
(…) gastada retórica decimonónica (…)» (Escobar, 1984: 144). El Monumento
de Lambaré se instala en la cima de un pequeño cerro pero haciendo caso omiso
de su contexto. Ávalos, español (el mismo que hizo el monumento en el Valle de
los Caídos), «intenta simbolizar situaciones que no conoce a través de un
discurso estereotipado (…) y claros principios estéticos totalitarios.» (Escobar,
1984: 146). Este monumento posee la representación en metal de varios
personajes de la historia: abajo, a los pies del conjunto, la estatua del Cacique
Lambaré, un indígena genérico, de cuerpo estilizado, utilizando unas plumas y
un taparrabos más parecidos a los utilizados por los indígenas norteamericanos
que por los guaraní; en los flancos del monumento, los “héroes de la patria”: el
Dr. Francia, Carlos Antonio López, Francisco Solano López, Alfredo Stroessner.
La estatua de este último fue removida y troceada en 1991 por la Intendencia
capitalina. Con sus pedazos metidos en concreto se hizo otro monumento,
ideado por el entonces director de la Manzana de la Rivera, Carlos Colombino,
que ha quedado invisible también: el Monumento a los Desaparecidos en la
plaza del mismo nombre.
Un caso: la estatua, pequeña de nuevo, de uno de los fundadores de
Asunción, un español. Esta tuvo la suerte de alguna vez ser intervenida
espontáneamente en una manifestación de estudiantes en contra del Gral. Lino
César Oviedo, en 1996. Juan de Salazar y Espinoza, el fundador de marras, fue
ataviado con traje de payaso, pintado, ornado con sombreros de carnaval,

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cotillonizado. Fue la máxima expresión de humor que se ha tenido en esos
tiempos como consecuencia de la escenificación de lo político en la ciudad de
Asunción. Salazar fue “actualizado” al decir de García Canclini.
Los otros “monumentos” de Asunción, actualmente y como otras
ciudades en el mundo, son los Shopping Centers. Ordenan la representación que
tenemos de la ciudad en nuestra memoria. Son referencia obligada para explicar
cómo se mueve uno en la ciudad. Aun cuando no se ingrese en su interior, el
shopping, por su dimensión o su popularidad, es un hito ineludible. Como bien
acota Beatriz Sarlo «(...) los shoppings pueden ser vistos como los monumentos
de un nuevo civismo: ágora, templo y mercado (...)» (Sarlo, 1994: 13-33).
Ahora bien, hay un punto en el cual Sarlo no ahonda con respecto a los
shoppings y es el referente a la miseria. Por más que las clases trabajadoras o de
escasos recursos visiten estos nuevos ágoras (y aquí sí se pasea), existe otra clase
que no entra al shopping y no estoy hablando de personas que tienen una
ideología específica. Estoy hablando de la clase más pauperizada que en
Asunción abunda. Los llamados “niños de la calle”, por ejemplo, no tienen
derecho a entrar a un shopping. Los miembros del cuerpo de seguridad de estos
recintos los sacan ni bien alguno ose apoyar un pie, por lo general descalzo, en el
blanco y reluciente piso del centro de compras. Entonces el shopping no sólo se
alza como ciudad perfecta o monumento con aire acondicionado, a salvo de los
rayos solares, “seguro”, iluminado, sino que también deja afuera la miseria, deja
afuera lo real, en su doble significación7. Para este monumento mercantilista, la
miseria no existe o brilla por su ausencia.
Otro sitio, pero esta vez monumentalizado por acción de la barbarie
capitalista: el Ycuá Bolaños. Un supermercado, con nombre de manantial, arde.
Domingo. Año 2004. Un incendio arrasa con este lugar y con casi 400 personas
a raíz de la inadecuada construcción de salidas de emergencia, pero
fundamentalmente, como consecuencia de la orden de sus dueños de cerrar las
puertas delanteras. Después de este siniestro el país entero quedó en una
especie de letargo, de duelo que solamente las elecciones del año 2008
despejaron momentáneamente. Al día siguiente del siniestro la ciudad despertó
con varios graffitis: “El país, ¿tiene salida de emergencia?”, “Hoy cuento mis
muertos como un avaro sus monedas o como un niño las estrellas. A. P.” (Cita
de la poeta argentina Alejandra Pizarnik). Fue una de las pocas veces que se
ejerció ciudadanía criticando veladamente los sucesos. Hoy, las ruinas del
supermercado son un monumento: lo que fue herida se vuelve cicatriz, la sutura
es el monumento.

7 Tomo aquí la palabra real como aquello que existe efectivamente pero también tomo
la noción lacaniana de lo real como aquello irrepresentable.

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EPÍLOGO
El infierno de los vivos no es algo que será; hay uno, es aquel que existe ya
aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Dos
maneras hay de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos; aceptar el infierno y
volverse parte de él hasta el punto de no verlo más. La segunda es peligrosa y exige
atención y aprendizaje continuos; buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del
infierno, no es infierno, y hacerlo durar, y darle espacio.
Italo Calvino8
Hace un tiempo atrás, esperando que el semáforo diera verde, leí uno de
esos pasacalles que abundan en esta ciudad. El pasacalle anunciaba distintos
tratamientos de belleza. Entre los tratamientos que proponía se encontraba la
“cateurización”, evidentemente una especie de lapsus testamentario por
escritural.
El letrista del pasacalle debió haber sido vidente; en ese lapsus se
encuentra, quizá, el enunciado más lúcido que haya leído y que se corresponde
con el proceso en el cual estamos inmersos. Pero desearía darle una vuelta a la
tuerca: posiblemente la ciudad de Asunción esté en franco proceso de
“cateurización” en tanto y en cuanto no encuentre ciertos caminos más
deseables para sí misma, pero, mientras tanto, se podría tomar ese otro camino
que ha encontrado el ganchero: depositario de lo que queda fuera de uso, quizá
encuentre para ello otros usos o invente futuros viables desde ese saldo, desde
ese residuo cuyo sentido construye y que lo aleja del desierto y de la muerte.

8 Le città invisibili, Milano, Arnoldo Mondadori Editore, 1993, p. 164.

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