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6 claves

TEKTON
para entregarse completamente a Cristo Jesús https://youtu.be/HuII2x250nA
En el Evangelio de San Marcos, encontramos la
Transfiguración de Cristo (Marcos 9, 2-10): donde
aparece, de manera prominente, como un estímulo
a lo largo del camino, desde el Bautismo hasta la
Resurrección, un recorrido que debe pasar por la
Santa Cruz. Colócate en la posición de los
Apóstoles: han viajado con Jesús desde que
comenzó el Ministerio Público, y seguramente no
podrían haber estado más asombrados de lo que
habían presenciado desde el Bautismo del Señor.

Jesús multiplicó los panes y los peces, caminó sobre


el agua, calmó las tormentas, sanó a los enfermos,
expulsó demonios, y regresó a una niña de la
muerte a la vida. Él perdonó los pecados de los que
encontraba en Su camino. Él enseñó, con una
compasión, sabiduría y autoridad, que no se había
visto anteriormente. Él volvió el mundo al revés. Y
durante todo esto, Él, fielmente, hizo tiempo para
estar solo en la oración.

Entonces, ¿quién es Jesús? ¿Qué significa todo esto?


¿Quién es este Jesús?
Estas preguntas no sólo fueron hechas por las
multitudes, sino también ciertamente por los Doce.
Finalmente, Jesús les preguntó, en Cesarea de
Filipo: “¿Quién dicen los hombres que soy yo?”
(Marcos 8,27). Entonces le contaron lo que se decía
de Él: unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; y
otros más, que uno de los profetas (Marcos 8,28).

Imagina por un momento a Jesús escuchando sus


respuestas. Y luego, “volteando las tablas” y
preguntar: “¿Y quién dices tú que soy yo?”. Sabemos
que Pedro respondió con las palabras correctas:
“Tú eres el Cristo”. Y sabemos por cuenta de Mateo,
que este conocimiento fue dado a Pedro por Dios.

Este conocimiento nos viene, también, de Dios, a


través del testimonio apostólico de la Iglesia. Sin
embargo, como Pedro y el resto de los apóstoles en
ese momento, nuestro conocimiento no
necesariamente alcanza a comprenderlo.

Después de este acontecimiento, Jesús predice y los


prepara para su próximo sufrimiento, Su Pasión y
Su Muerte. No necesitaba ser Dios para saber que
estos hombres aún no entendían nada. Y es,
entonces, cuando hace un largo viaje y toma a
Pedro, a Santiago y a Juan –los discípulos a quienes
más amaba– para presenciar un breve momento en
el que el Velo se retiraría y Su Divinidad brillaría a
través de Su Alma Humana y Espíritu Divino.
6 claves
Sería evidente en Su Glorioso Cuerpo Humano.
Un Cuerpo Glorioso, en el que Su Gloria había sido
escondida anteriormente.

El mensaje es claro: las pruebas y los sufrimientos


por venir, son necesarios; pero no deben disminuir
ni sacudir los cimientos de la fe, porque la Gloria
de la Resurrección Le espera después de la Cruz;
como también esperan a aquellos que permanecen
en Su Amor hasta el final, porque Él es nuestro Dios,
y como San Pablo nos dice: “Somos sus coherederos”.

El Espíritu mismo da testimonio de que somos hijos


de Dios con nuestro espíritu. Y si somos hijos,
entonces, herederos de Dios y coherederos con
Cristo, aunque suframos con Él para que, por Él,
nosotros también podamos ser glorificados con Él
(Romanos 8, 16-17).

La Gloria de Cristo Transfigurado, no sólo Le


esperaba en Su Resurrección, sino que también
NOS ESPERA EN LA NUESTRA. Esta comprensión
llevó a San Pablo a proclamar lo siguiente:
“Considero que los sufrimientos de este tiempo
presente, no son nada comparados con la gloria que
se nos revela” (Romanos 8,18).

Los 3 Apóstoles, que poseían una responsabilidad


tan grande como líderes de la Iglesia en su propia
institución, necesitaban estar preparados para
enfrentar el reto que se avecinaba. Por un breve
momento, Jesús les reveló Su Gloria, les ayudó a
llegar a la comprensión necesaria de QUIÉN ES ÉL.
Y estos 3, que representan a los testigos habituales
de los tiempos, difundirían la Palabra de la Gloria
de Cristo cuando llegara el momento de hacerlo.

Así mismo, nosotros también tenemos ESE


CONOCIMIENTO Y EL PRINCIPIO DEL
ENTENDIMIENTO. A continuación: 6 claves para
entregarse COMPLETAMENTE a Cristo.

1
Conoce al S eñor en la Sa gr ada Escritura
Los 4 evangelios del Nuevo Testamento, así como la totalidad de los libros de
la Sagrada Escritura, están disponibles para nuestra generación como
nunca antes.
Los ciclos de las lecturas para las Misas dominicales y diarias, brindan la
oportunidad de escuchar la Palabra proclamada, en un ambiente litúrgico.
Los textos impresos de la Sagrada Biblia, están disponibles para el mundo
alfabetizado. Necesitan ser leídos, no sólo con un enfoque académico, sino
también devocionalmente: en oración.

DE VEZ EN CUANDO, LEE TODO UN EVANGELIO.


Quedarás asombrado por Dios.

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Imita al Señor en Su humild ad
Nuestro Dios es la frente de toda gloria. Jesús es Dios; así, Jesús siempre
poseía y posee la gloria de Dios; sin embargo, eligió no confiar en Su
Divinidad, como el Dios-Hombre.
Jesús hizo Su trabajo. Caminó en el sendero que nos pide caminar a c/u de
nosotros, un camino de alegría y esperanza, pero no desprovisto de
dificultades. Jesús nos ordena que tomemos la cruz y Le sigamos por
dondequiera que Él nos conduzca.
No sólo nos enseñó la gloria que vendrá por nosotros, además nos dio una
idea de ella: primero, en Su Transfiguración; luego, en Su Resurrección; y
finalmente, en la Asunción de María.
Sin embargo, en todo esto ÉL CAMINÓ POR EL SENDERO DE LA
HUMILDAD, Y ASÍ NOS PIDE QUE SIGAMOS EL MISMO CAMINO.
La entrega a Cristo no llega a los soberbios hasta que ellos también se
vacían de su orgullo en humildad.

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Imita al Señor en Su ser vicio
Los Apóstoles fueron testigos del amor y de la misericordia, la eterna
compasión y ternura de su Dios, al acompañar al Señor. Él les instruyó
que ellos debían ser líderes de servicio, que colocaran las necesidades
de otros antes que las suyas propias. Lo demostró por la forma en que
se preocupaba por los oprimidos, los parias, los enfermos y los
olvidados.
Su Ministerio era de sanación y perdón, cuando reveló el amor y la
misericordia de Su Padre –y nuestro Padre, no lo olvidemos– a aquellos a
quienes conoció.
Si debemos rendirnos a Cristo en tiempos difíciles, debemos imitarlo en
tiempos ordinarios, dando la bienvenida a los extraños, ayudando a los
necesitados, quienes sean, y nunca darnos la espalda a nosotros mismos.

4
No ten gas miedo
La entrega requiere confianza. Él nos dice a c/u de nosotros: “Vengan a mí
todos los que estén afligidos y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen sobre
ustedes mi yugo y aprendan de mí, que soy paciente y humilde de corazón,
y así encontrarán alivio; porque mi yugo es suave y mi carga ligera”
(Mateo 11, 28-30).
De nuevo, Jesús es Dios y se reveló a nosotros. Tal vez sólo tenemos que
recordarnos esto, de vez en cuando.
VUELVE A ESCUCHAR SU INVITACIÓN, ¿DE QUÉ TENEMOS MIEDO?
San Pablo proclama: “Estoy convencido de que ni la muerte, ni la vida, ni los
ángeles, ni los principados, ni las cosas presentes, ni las cosas futuras, ni los
poderes ni la altura, ni la profundidad ni ninguna otra criatura será capaz de
separarnos del amor de Cristo en Dios” (Romanos 8, 38-39).

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Conócete a ti mismo/a
Prepara un buen examen diario, para evaluar qué tan bien vives tu vida
de fe. Identifica maneras y ejemplos en los que fallas en entregarte a
Cristo. Busca las causas de esos fallos y toma medidas activas para
modificar los factores que conducen al fallo.
¿Es el orgullo? ¿El miedo? ¿La falta de amor desinteresado?
¿Son otras distracciones? ¿Cuáles son?
Para intentar remediar la causa, uno debe identificar la causa.
VICIOS O PECADOS PARTICULARES, TIENEN VIRTUDES
CORRESPONDIENTES PARA SU TRATAMIENTO.
Una vez que identifiques el mal hábito, puedes practicar el buen hábito
correspondiente.

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Oración + Sacramento s
Ninguna de estas claves será efectiva sin una vida que abrace la Oración y
los Sacramentos.
Frecuenta el Sacramento de la Reconciliación, guiado por un examen
honesto y humilde, para permanecer en la gracia de Dios; la participación
interiormente activa en la Santa Misa, y la recepción digna de la Sagrada
Comunión, alimentarán la vida de la fe.
Recuerda que, al comienzo de cada día, no podemos ser personas de Dios
sin ser personas de oración.
LA ORACIÓN ES TIEMPO EN LA PRESENCIA DE DIOS.
Dondequiera que estés, es natural y necesario pasar tiempo con El Que
Amas; esto es cierto en nuestras relaciones humanas, y es especialmente
cierto en nuestra relación con Dios, Quien puede satisfacer todas nuestras
necesidades.
Lo alabamos, lo adoramos, le damos gracias, le damos toda gloria, y nunca
debemos olvidar que es sólo por Su Gracia que vivimos una vida que es
agradable a Él.
Por ello, debemos continuamente, urgentes, fieles y expectantes, orar por
Su Fuerza en nuestra debilidad: particularmente cuando fallamos.

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