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PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DE VALPARAÍSO

Profesora Nancy Zamorano S. 2019

TRABAJO FINAL DE APLICACIÓN A LA GESTIÓN DEL CONOCIMIENTO


JAVIER MARTÍNEZ ALDANONDO

LA POCIÓN MÁGICA

Pertenezco a una generación de europeos que crecieron; leyendo las historias de


Àsterix y los irreductibles guerreros galos. Todos recordamos con nitidez que el arma que
impedía que, en el año 50 A.C. las legiones romanas pudiesen confirmar al Cesar que TODA la
Galia había sido ocupada, era la posición mágica que otorgaba una fuerza sobrehumana a
quien la ingería. El único que conocía el secreto para su preparación era Panoramix, el druida,
sólo él tenía ese conocimiento específico que hacía la diferencia entre el triunfo y la derrota, o
lo que es lo mismo, entre la vida y la muerte.

Si utilizamos hechos reales y acudimos a otro ejemplo bélico más cercano en el


tiempo, posiblemente el suceso más importante del siglo XX fue la segunda guerra mundial.
El evento que gatilló el fin de dicho conflicto fue el lanzamiento de sendas bombas atómicas
sobre Hiroshima y Nagasaki en 1945. En ese momento, el único país capaz de fabricar esa
arma mortal era Estados Unidos puesto que la poción mágica (conocimiento estratégico)
estaba en manos de sus científicos, por cierto, muchos de ellos de origen alemán. Poco ha
cambiado desde entonces: quien tiene el conocimiento, tiene una ventaja insuperable.

Curiosamente, los ignorantes asumimos que toda poción mágica tiene propiedades
milagrosas y nos resulta difícil explicar cómo funciona. Por si fuera poco, creemos que sus
efectos fantásticos siempre estuvieron ahí. Pero, no hay nada mágico en la poción, sino que
hay mucho CONOCIMIENTO. Si, por ejemplo, hoy te diagnosticasen Ébola, tu vida dependería
de una poción mágica (conocimiento) para salvarte. En este caso, la poción tendría que ser
una vacuna que, por falta de conocimiento científico, actualmente no está disponible. Esta
carencia significa que estarás condenado a muerte, tal y como acaba de suceder en Uganda
con decenas de personas. No hay magia que valga, se trata de conocimiento.

Actualmente, cada organización tiene su dosis de poción mágica (conocimiento) que


le permite sobrevivir. De la misma forma, quienes lideran sus mercados son aquellas
empresas que tienen más opción que los demás. Igualmente, cada persona tiene la suya
propia, un conocimiento que le permite desempeñar su trabajo. Ese conocimiento puede ser
tan preciado como pilotar el último modelo de Airbus 380 o descubrir una vacuna para el
cáncer, o tan cotidiano como preparar una paella o reparar el motor de un automóvil.

La semana pasada, un importante holding minero contrató a uno de los ejecutivos de


mayor experiencia en el mundo porque en palabras del presidente del grupo, él tiene un
extenso conocimiento del negocio minero. Las empresas no contratan personas, sino que
alquilan conocimiento.

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El ingrediente fundamental del conocimiento, el que explica todo lo que eres capaz
de hacer, es la experiencia. Si careces de experiencia en algún ámbito o disciplina,
simplemente no puedes actuar. El alcalde de Lorca (España) reconocía al cumplir 1 año del
terremoto que asoló la ciudad, que la gente murió porque no tenía conocimiento para actuar
en una emergencia. La semana pasada, el vicepresidente del senado de Chile estuvo a punto
de morir en un accidente precisamente por falta de experiencia. Todo el mundo coincide en
afirmar que la experiencia es muy valiosa mientras los jóvenes protestan porque es su
principal déficit. La pregunta entonces es evidente ¿cómo se la inyectamos a quien no la
tiene? Aunque el sistema educativo crea lo contrario y trate de engañarnos con rituales
ridículos como cursos, clases, asignaturas, exámenes o notas, la experiencia se adquiere,
pero no es posible inyectarla. Todo el mundo puede averiguar en 10 segundos la receta de la
paella y aprendérsela de memoria sin gran esfuerzo. Otra cosa es ser capaz de hacer una
paella como dios manda. Una historia para ilustrarlo:

Hace algunos años y con motivo de una reunión que debía celebrarse a primera
hora de la mañana Chicago, me trasladé al aeropuerto para tomar el vuelo que salía a
medianoche. Como mandan los procedimientos, realicé los trámites habituales: facturar el
equipaje y obtener la tarjeta de embarque, pasar el control de pasaporte, franquear los
escáneres para detección de metales y esperar pacientemente en la puerta de embarque.
Finalmente, cuando nos llamaron a embarcar y mientras hacía la cola, un detalle me llamó la
atención. Junto con el empleado de la compañía aérea que verificaba la tarjeta de embarque,
se encontraba un funcionario que revisaba nuevamente los pasaportes. Cuando me llegó el
turno y tras hojear mi pasaporte, el funcionario pronunció una frase que nunca imagine que
iba a escuchar y que jamás olvidaré: Señor no puede embarcar en este vuelo, no tiene usted
pasaporte electrónico. Se me cayó el alma a los pies. Ante mi incredulidad, me aclaró que 3
meses atrás el gobierno estadounidense había modificado la legislación exigiendo un nuevo
formato de pasaporte. Ni yo tenía noticia alguna de dicho requerimiento ni tampoco la
agencia de viajes me había advertido al respecto. Podéis imaginar la cara que puse; cuando
tuve que dar media vuelta y enfilar de nuevo el camino a mi casa y explicar sucesivamente a
mi mujer, a quienes debía participar en la reunión concertada al día siguiente en Chicago y
a mis compañeros de la oficina porqué no había podido tomar el vuelo. Las experiencias,
sobre todo las fallidas, son la mejor oportunidad para aprender.
El conocimiento es el combustible, la energía que permite que las personas y las
organizaciones actúen y tomen la decisión correcta y no cualquiera. El proceso de
producción de conocimiento se llama aprendizaje.
El conocimiento que tienes hoy no es un regalo que se pueda agradecer a la
genética (no forma parte de la herencia precargada en el ADN que te dejaron tus padres) ni
es fruto de la inspiración divina. Todos aquellos que hoy son cinturón negro en cualquier arte
marcial, fueron cinturón blanco en algún momento de su vida.
Existen 2 razones por las que hay que empezar por analizar cómo está ocurriendo
ese fenómeno del aprendizaje: La primera es determinar cómo ocurre a lo largo del sistema
educativo ya que constituye el primer proceso estructurado al que todos accedemos para ser

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formados. Y la segunda, para comprobar cómo ocurre en el mundo de la empresa cuando


esta decide que capacitar a sus colaboradores es parte de su estrategia para competir y
proyectarse hacia el futuro.

¿Cómo capacitan las empresas?

Hace un mes, un cliente nos solicitó analizar su proceso de inducción. Curiosamente,


aunque lo que hacen los recién contratados cuando se integren a la organización es atender
clientes, durante los 5 días que dura el curso, jamás atienden cliente alguno. Reciben, sólo
gran cantidad de información mediante power point respecto a una amplia gama de temas
conceptos técnicos, conocen los sistemas que utilizan, etc. Los directivos de la empresa están
convencidos de que hay algo que no funciona bien y lo que esperan es mejorar ese proceso,
hacer mejor lo que ya se hace, es decir, hacer más de lo mismo (depurar los contenidos,
contratar mejores instructores, incrementar las horas de duración del curso, incorporar
tecnología, etc.).
Sin embargo, de lo que se trata es de hacer menos de lo mismo y más de otra cosa.
Por ejemplo, olvidar los contenidos y empezar revisando qué tipo de situaciones plantean los
clientes (según la frecuencia en que ocurren, su complejidad, el impacto de no resolverlas
adecuadamente, etc.), qué tipo de errores se suelen cometer y cuáles son las mejores formas
de resolver dichas peticiones. El curso que se diseñe deberá colocar a los alumnos, desde el
primer minuto, a atender clientes, empezando por solucionar las reclamaciones más simples
y avanzando hasta las más complejas. Si este enfoque es tan evidente, ¿por qué, la mayoría
de las empresas hacen justo lo contrario? Muy sencillo, a la hora de implementar procesos de
aprendizaje, la empresa se mira en el espejo de la escuela y copia de forma casi exacta su
modelo. Los adultos enseñan tal y como ellos fueron enseñados ahí; pero ¿cómo sucede el
fenómeno del aprendizaje en el sistema educativo? Para nadie es un secreto que el sistema
educativo adolece de unas falencias descomunales que no es capaz de superar. Cada uno de
nosotros sabe perfectamente que el conocimiento que tiene, lo obtuvo como resultado de un
largo proceso de aprendizaje en el que poco tuvo que ver la educación formal recibida en el
colegio y la universidad. Varias veces nos hemos referido a la necesidad urgente de que la
educación cambie, por un lado, cómo aprenden nuestros jóvenes y por otro, qué aprenden.

La educación sigue insistiendo en prepararnos para trabajar en una fábrica. Muchas


décadas atrás, el destino de la mayoría de los jóvenes eran las líneas de montaje y las
cadenas de producción donde los principales requerimientos eran resistencia física,
capacidad de ejecutar tareas rutinarias sin desmayo y desde luego “habilidad” para
obedecer. Pero hace ya muchísimos años que todas esas actividades fueron sustituidas por
máquinas por una razón elemental: el conocimiento necesario para realizarlas es muy
rudimentario. Hoy en día, un porcentaje abrumador de personas trabaja en el área de
servicios, su motor es su propio cerebro y los requerimientos son radicalmente opuestos:
Creatividad, capacidad de aprender, colaborar y trabajar en equipo, etc. Marina Bassi,
especialista de la División Educacional del BID, publicó el documento Desconectados:
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habilidades, educación y empleo en América Latina donde hace hincapié en 2 aspectos


esenciales que explican dónde está fracasando la educación.
1. La escuela no entrega herramientas a los jóvenes para desempeñarse en la vida y
2. Lo que más valoran las empresas que los contratan no son sus saberes académicos sino
intangibles como la capacidad de aprender, compromiso o criterio.

Textualmente, los empresarios manifiestan: Contratamos actitud y entrenamos


aptitud ardua, lo que es lo mismo, nosotros los formamos porque, por un lado, no traen el
conocimiento que necesitamos y, por otro, el conocimiento que sí traen, apenas nos sirve.
¿Cómo enfrenta el sistema educativo esta realidad? Tapándose los ojos. Cuanta más
educación formal, menos creatividad y capacidad de innovar.

El proceso de aprendizaje se puede llevar a cabo de muchas maneras, pero eso no


significa que todas ellas sean iguales. La naturaleza nos muestra un camino incuestionable,
sólo tenemos que examinar la estrategia que nos permitió aprender gran cantidad de
competencias antes de ir al colegio. ¿Conoces a algún niño que llegase al colegio con 5 o 6
años sin saber caminar o hablar? ¿Recuerdas haber tenido que hacer algún curso, asistido a
un aula o haber tenido que estudiar y hacer algún examen para aprender a andar? ¿Y para
aprender a hablar? Y ojo, no caigamos en la tentación de pensar que caminar y hablar son
competencias simples, más bien al contrario, se trata de habilidades tremendamente
sofisticadas y que requerirás a lo largo de toda tu existencia. ¿Cuántos computadores
conoces que sean capaces de acompañarte a caminar por la montaña o mantener una
conversación contigo? La clave para que aprendieses a caminar y a hablar fue en primer
lugar tu interés, tu motivación por explorar el mundo que te rodeaba y por comunicarte con
el resto de los seres a tu alrededor. A partir de ahí el proceso marchó sobre ruedas:
empezaste por intentarlo sin desanimarte (no conozco ningún niño que no aprendiese a
caminar o hablar por encontrarlo demasiado difícil, al fallar sistemáticamente (en su
momento llegué a contar cuantas veces por hora se caía mi hijo mientras intentaba andar)
a corregir esos errores introduciendo variaciones para ir perfeccionando la técnica y a
practicar continuamente durante millones de horas. Woody Allen decía sólo me ha llevado
cuarenta años tener un éxito de la noche a la mañana ¿Necesitaste de un profesor para
lograrlo? ¿Cuál fue el rol de tus padres o el tuyo cuando acompañaste a tus hijos en el
proceso? Muy sencillo: facilitar el camino al niño para que probase tantas veces como
quisiera, no recriminarle cada vez que se equivocaba (y lo hizo miles de veces) y corregirle y
darle feedback para ayudarle a hacerlo mejor.

Sin embargo, esta metodología, que se demuestra enormemente eficiente y


que nos acompaña durante toda la vida, es explícitamente excluida y rechazada por el
mundo escolar y académico que basa su propuesta en que alguien ya decidió lo que debes
aprender, en que el profesor hable y te lo cuente, los alumnos escuchen (y tomen notas) y
luego demuestren que recuerdan lo escuchado en un examen. ¿Por qué sucede esto? Los
colegios y universidades están llenos de profesores que saben mucho de sus materias, pero

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muy poco de cómo aprenden las personas. La razón de los malos resultados que obtienen los
alumnos en las distintas pruebas a los que son sometidos, no tiene que ver con que
profesores no dominen sus materias, sino que no saben cómo hacer que sus alumnos
aprendan. Retomando los ejemplos previos (andar y hablar), el primer requisito para
aprender es generar interés, captar la atención involucrar a los alumnos. ¿Alguien podría
afirmar que nuestros niños y jóvenes acuden entusiasmados diariamente a las aulas,
deseosos de aprender lo que sus profesores les van a enseñar? ¿Y que los profesores
concentran todos sus esfuerzos en emocionarlos, en entusiasmarlos? Si tus alumnos no
tienen interés en aprender, todo lo que venga a continuación carece de sentido.
La mayor evidencia de que la mayoría de los profesores no saben de educación, es
que, de lo contrario, no enseñarían como enseñan. Solamente cabe una explicación: que
están prisioneros de un currículum que no les da ningún margen de maniobra para hacer las
cosas de otra manera. Pero me cuesta trabajo admitir esa hipótesis ya que no veo indicios
de rebelión entre los profesores ante esa camisa de fuerza. ¿Hace falta ser profesor para
lograr que las personas aprendan? Os contaré otras 2 historias bien elocuentes. Semanas
atrás conversaba con uno de los abogados más reconocidos de Chile que además hace clases
en una de las escuelas de derecho más prestigiosas y que obtiene evaluaciones espléndidas
por parte de sus alumnos. Le pregunté si la universidad le había sometido a alguna
capacitación para enseñarle a ser profesor. Me dijo que no, nada en absoluto. Casi al mismo
tiempo, un familiar que se encuentra cursando un diplomado en otra reputada universidad,
me confirmaba que los académicos son siempre los profesores peor valorados por los
alumnos en las evaluaciones de final de curso. Los profesores que más aprecian los alumnos
son los que menos saben de educación y los que más traicionan el modelo tradicional.

Por tanto, nos estamos equivocando drásticamente al hacer énfasis en incorporar


más contenidos, mejorar las asignaturas y desarrollar a los profesores.

Evidentemente, siempre será positivo contar con profesores óptimos pero el énfasis
real está en el otro lado de la ecuación: los alumnos. Lo más importante es despertar sus
ganas de aprender, su disposición, su curiosidad. En palabras de Walter Scott; la parte más
importante de la educación del hombre es aquella que él mismo se da. Es decir, el mejor
profesor es uno mismo. Ya que estar contigo mismo durante toda tu vida, resulta primordial
perfeccionar tu habilidad para aprender. Si hay algo que caracteriza a un buen profesor es su
capacidad para generar motivación y lograr que sus alumnos quieran aprender y además
sepan cómo aprenden. El aprendizaje es un proceso centrífugo (de adentro hacia afuera) y no
uno centrípeto (de afuera hacia adentro). El acto de aprender es personal e intransferible.

Hay un caso de aprendizaje sobre el que existe consenso internacional y que se


puede usar como referencia: el proceso para obtener el carné de conducir. Todos estamos de
acuerdo en que no basta conocer la teoría y aprobar el test, sino que necesitas demostrar
desempeño y realizar diversas maniobras con el vehículo ante la mirada de un observador
calificado. Es más, la inmensa mayoría de conductores que leen este artículo y que acumulan

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miles de horas y de kilómetros de experiencia al volante, serían incapaces de aprobar el


examen teórico si tuviesen que tomarlo de nuevo hoy.

Para nuestra desesperación colegios, universidades y empresas hacen caso


omiso de esta evidencia y escogen las peores alternativas para que niños y adultos aprendan.
Según el ministro de educación de Chile, una de las claves para ser buen profesor es
planificar las clases y conocer sobre la disciplina impartida. Señor ministro, el concepto
mismo de clase es absurdo.

Y si las disciplinas fuesen tan importantes, usted no sería ministro de educación, sino
que sería ministro de química y en lugar de compartir gabinete con los ministros de salud,
vivienda o empleo, lo haría con el de matemáticas, el de geografía y el de inglés.

Los máximos responsables siguen sin entender nada. El conocimiento no ocurre por
arte de magia sino por arte del aprendizaje. El conocimiento no es contagioso, sino que hay
que vivir cuantas más experiencias mejor para crearlo. Por el bien del conocimiento (poción
mágica), ya es hora de que todas estas instituciones entiendan cómo aprenden las personas.

Responda las siguientes preguntas en relación al texto leído:

1.- En el contexto de lo visto en clases, y al concepto de conocimiento que explicamos, señale


a qué hace referencia la siguiente expresión del autor: “Las empresas no contratan personas,
sino que alquilan conocimiento”

2.- Qué relación tiene la experiencia con el conocimiento, que el autor afirma que: “Si careces
de experiencia en algún ámbito o disciplina, simplemente no puedes actuar”

3.- Señale el concepto de aprendizaje señalado por el autor, y de acuerdo a él, explique si, en
la organización laboral se aprende.
a)Concepto de Aprendizaje de autor:
b)Ejemplo de cómo en la universidad se aprende o no se aprende:

4.- Relaciona las frases siguientes, de acuerdo al contexto en que se sitúa el documento
leído.
*“Si quieres resultados distintos, no sigas haciendo lo mismo” (A. Einstein) v/s “más de lo
mismo” (J. Martínez)

5.- Señale como aplica a la gestión del conocimiento individual y en una organización, la
siguiente expresión del autor:
*“El acto de aprender es personal e intransferible”

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6.- ¿Qué importancia, tiene para usted considerar las emociones como centrales en el operar
de quienes conforman una organización y cuál es su papel como gestor del esfuerzo y
entusiasmo necesario para aprender, generar y gestionar conocimiento en la organización?
Ejemplifique

7.- Qué opina de la expresión: “Los profesores que más aprecian los alumnos son los que
menos saben de educación y los que más traicionan el modelo tradicional”

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