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Teoría de Lenguaje

Semana 4
Texto 1

La violación como cadena perpetua


Gustavo Faverón Patria

Hace un par de años, en medio de una campaña electoral que, según todas las encuestas, debía llevarlo
fácilmente a convertirse en senador por el estado de Missouri, el entonces diputado Todd Akin ofreció
una desafortunada entrevista televisiva en la que habló, entre otras cosas, acerca del aborto terapéutico
y del aborto en casos en que la concepción es producto de una violación. “Hasta donde entiendo, por lo
que dicen los doctores, ese caso es inusual”, dijo. “Si es una violación legítima, el cuerpo de la mujer
tiene formas de tratar de desactivar toda la cosa. Pero asumamos que tal vez eso no funciona o algo así.
Lo que yo creo es que debería haber algún castigo, pero el castigo debería recaer sobre el violador”.

Akin, casi no hace falta decirlo, es republicano, parte del ala ultraconservadora del partido, y su base de
apoyo es el famoso y lamentable Tea Party. Quizás otros ultraconservadores, menos lelos con el
lenguaje, tengan formas no tan detestables de formular la idea, pero la idea en sí es compartida por todo
ese extremo de la derecha americana, que considera que si una violación conduce a un embarazo y la
mujer violada decide no llevar a término el embarazo y, en consecuencia, elige abortar, lo que está
haciendo es castigar al nonato, quitarle la vida. En otras palabras, piensan que la mujer violada que
aborta es una homicida. Ese razonamiento es sólo una de las curiosas maneras en que la misoginia
transforma a las víctimas en culpables o no las reconoce como víctimas o las convierte en no-entidades
o en seres sin derechos.

Como ocurre con todos los discursos de odio, para rechazar el discurso misógino basta con la operación
de colocarse en el lugar de la víctima de ese discurso. En este caso particular, colocarnos en el lugar de
una mujer violada y embarazada como producto de ese crimen. Para ponerme en esa situación, necesito
imaginar que soy una mujer, que soy víctima de una violación, que esa violación deja en mí una marca
traumática que me perseguirá por mucho tiempo y herirá mi psiquis por el resto de mi vida. Luego debo
imaginar el momento en que, apenas semanas después de esa degradante agresión, descubro, primero
como una sospecha y después con seguridad, los síntomas del embarazo.

¿Qué cosa siente una mujer en ese instante? ¿Qué siente la mujer violada cuando descubre que la
semilla de su violador está en su cuerpo, que ha quedado allí, adentro de ella, que estará en ella por
nueve meses y luego nacerá, convertida en un niño o en una niña? ¿Qué siente al saber que acaso
tendrá que criar y cobijar y educar a una criatura que no sólo no quiso, no buscó y no escogió, sino que
además fue depositada en su cuerpo por la persona que más ha odiado y que más daño le ha hecho en
el momento más terrible de su vida, una criatura que fue originada en su cuerpo como parte de una
acción destructiva, aniquilante, envilecedora, como lo es siempre una violación? ¿Qué siente una mujer
condenada a que, en su vida, la maternidad y el odio, la maternidad y la violencia, la maternidad y el
desprecio queden para siempre conectados por designio de su violador y con la complicidad de la
sociedad y de las leyes?

Hay, por supuesto, una infinidad de cosas que no puedo saber con precisión por más que trate de
colocarme en el lugar de esa mujer. Pero hay cosas que sí sé porque todos las sabemos. Una es que
una violación es un hecho traumático. Un trauma es la huella de un acto, de un episodio, de un
fragmento de vida tan atroz y tan violento que se convierte en una zona sucia y aciaga de nuestra
memoria para siempre. Un agujero negro al que no queremos enfrentarnos pero que inevitablemente nos
atrapa y nos succiona: quienes han sufrido un trauma orbitan alrededor de él por el resto de su vida. Las
víctimas de hechos traumáticos suelen sentirse culpables de él, copartícipes: el trauma las secuestra. Lo
imaginan y lo reviven perpetuamente.

Una violación dura, en apariencia, unos minutos o unas horas, pero en verdad suele durar para siempre.
Se convierte en un estigma: es una marca tan honda en la psiquis que parece una marca visible en el
cuerpo. Pero una violación que culmina en un embarazo es una marca visible en el cuerpo. Se
transforma en una criatura, se convierte en un bebe, después en un niño, después en un adolescente,
inocente sin duda de su origen, pero, inevitablemente, recuerdo vivo, para la madre, del terrible momento
que lo originó. Algunas mujeres, dios sabe a través de qué esfuerzo sobrehumano, lograrán separar en
sus mentes al niño del padre, pero otras no. ¿Quién tiene derecho a decirles a esas mujeres que no sólo
deben vivir con el trauma en su memoria para siempre, sino que, además, deben traer al mundo al fruto
de la violación y acaso vivir con él por el resto de sus días, convirtiendo la violación en un presente
eterno?
Teoría de Lenguaje
Semana 4

En Missouri, esa estúpida declaración hizo que Todd Akin, favorito hasta entonces, perdiera largamente
la elección contra su rival demócrata —una mujer, por cierto—, la senadora Claire McCaskill. Pero en el
Perú esas cosas pueden decirse sin temer mayores consecuencias. Martha Meier, una figura de
liderazgo en la concentración de medios de la Corporación El Comercio, quien piensa que las mujeres
violadas no tienen derecho a abortar si su violador las embaraza, escribió hace unos días que el
porcentaje de mujeres que resultan embarazadas por una violación es tan pequeño que esa
circunstancia no debe considerarse en el debate sobre el aborto. En verdad, Meier piensa que ninguna
circunstancia debe considerarse en ese debate. Es la manera en que piensan y actúan los radicales:
para ellos, el debate consiste en el ejercicio de imponer sus ideas a la realidad, “sin permitir”, como dijo
otro ultraconservador americano años atrás, “que los hechos interfieran con los discursos”.

Ya hemos visto ese tipo de razonamiento en el Perú, cuando Aldo Mariátegui sostuvo que las mujeres
que murieron como producto de las esterilizaciones forzadas del fujimorismo eran tan pocas que
estadísticamente resultaban irrelevantes. Por cierto, Aldo Mariátegui no es un ultraconservador, ni un
liberal, ni un neoliberal, ni un pragmático, sino un ruido de fondo que interfiere con toda forma de
pensamiento racional, pero, para ser justos, hay que decir que no comparte la posición de Meier en el
tema del aborto (creo). Aun así es sintomático que Meier aplique esa manera de razonar al tema de la
mujer y el aborto y Mariátegui la aplique al tema de la mujer y las esterilizaciones forzadas, porque
ambas piezas completan el cuadro de la insoportable misoginia de derecha que persiste en el Perú: el
cuerpo, la mente y la vida de la mujer son tierra de nadie, objetos sin valor que la derecha se cree
con derecho a manipular de cualquier forma.

Una mujer puede morir sin que sea relevante, porque es estadísticamente marginal. Una mujer puede
ser violada y condenada a ser madre del hijo de su violador o, si decide abortar, puede ser acusada de
un crimen. Esa acusación es, en sí misma, una repetición del envilecimiento, un nuevo ultraje, una injuria
adicional, una nueva violación, de la misma manera en que decir que una mujer muerta es irrelevante
porque no afecta la estadística es burlarse de su muerte y despreciarla una vez más.

1. ¿Cuál es el tema central del texto? Puede marcar más de una opción o escribir la
respuesta que crea conveniente.
a) La violación como cadena perpetua para una mujer.
b) La violación.
c) La mujer condenada a vivir con el recuerdo vivo de una violación.
d) Falta de derechos e importancia de la mujer.
e) La violación como cadena perpetua.
f) La misoginia.
g) La violación de la mujer como un hecho traumático para toda la vida.

2. ¿Cuál es la tesis que plantea el autor? Puede marcar más de una opción o escribir la
respuesta que crea conveniente.
a) La violación a la mujer es más una cadena perpetua para ella misma, que para el
violador.
b) El aborto es un medio para terminar el embarazo producto de una violación.
c) La mujer tiene derecho a deshacerse del fruto de la experiencia más traumática de su
vida.
d) El aborto debería ser libre elección de la mujer en casos de violación.
e) Si en una violación la mujer queda embarazada debería tener el derecho de abortar si
así lo decide.
f) La misoginia de derecha que persiste en el Perú.
g) El cuerpo, la mente y la vida de la mujer violada son tierra de nadie, objetos sin valor
que la derecha de Perú se cree con derecho a manipular de cualquier forma.
Teoría de Lenguaje
Semana 4
Práctica de tildación y puntuación
I. Reponga las tildes donde sea necesario.

1. Estudió máster en Biología Molecular.


2. Juego al pádel todos los domingos.
3. La reunión se suspendió por falta de cuórum.
4. ¿Usted es otorrinolaringólogo? —Sí, señor. —Pues a ver si me mira el esternocleidomastoideo,
que lo tengo un poco fastidiado.
5. He terminado la carrera en decimocuarta posición. Lo malo es que solo había diez corredores.
6. Asimismo, hemos decidido impulsar decididamente las relaciones tártaro-cataríes.
7. Vamos a ir a cazar ciempiés a mediodía y después a jugar al balompié e incluso al balonvolea.
8. ¿No te das cuenta de que cuando te quedas así boquiabierto eres un hazmerreir?
9. Podíamos organizar una tertulia artístico-literaria o algo por el estilo.
10. Cuanto más te esfuerzas, menos te lo agradecen.
11. No sé cuánto querrá cobrar.
12. De cuando en cuando se volvía y miraba hacia atrás.
13. Mi madre me preguntó de dónde venía.
14. Ella levantó la vista hacia donde yo estaba.
15. Aun con menos crecimiento, crearemos empleo.
16. Eres un sinvergüenza. Aun así eres mi hijo y te quiero.
17. Ni aun muerto conseguirán acallar su voz.
18. Quiero que averigüéis si acentuáis porque conocéis las reglas o si simplemente os guiais por el
oído.
19. ¡Mira quiénes han venido a verte!
20. ¿Te acuerdas de cuando todos los años teníamos superávit?

II. Reponga las comas y los punto y coma donde sea necesario.

1. Cuando llegó Juan, el hermano de mi prima, todo se aclaró.


2. Los soldados, cansados, volvieron al campamento con dos horas de retraso. (Adjetivo
explicativo).
3. Los soldados cansados volvieron al campamento con dos horas de retraso. (Adjetivo
especificativo).
4. Tus rosquillas, ¡qué delicia!, son las mejores que he probado en mi vida.
5. El buen gobernante, según sostenía un célebre político, debe estar siempre preparado para
abandonar el poder.
6. Acudió toda la familia: abuelos, padres, hijos, cuñados, etc.
7. Su hijo mayor es rubio; el pequeño, moreno.
8. «Al dar la pelota en uno de los nervios del lomo de la piel holandesa, o bien rebotaba tan
fulmínea, o bien perdía su elasticidad».
9. Hazlo si quieres, pero luego no digas que no te lo advertí.
10. Sus palabras fueron consideradas ofensivas no solo por mí, sino (también) por todos los
presentes.
11. «Los bailes autóctonos, las peregrinaciones, etc., perduran hasta nuestros días».
12. Pagó el traje, el bolso y los zapatos, y salió de la tienda.
13. No sé si ir de vacaciones a Francia o Italia, o quedarme en casa.
14. La mujer salía de casa a la misma hora todas las mañanas, y el agente seguía sus pasos sin
levantar sospechas.
15. Le aconsejé que no comprara esa casa, y no hizo caso.
16. Los alumnos que no hayan entregado el trabajo antes de la fecha fijada por el profesor
suspenderán la asignatura.
17. Cada grupo irá por un lado diferente: el primero, por la izquierda; el segundo, por la derecha; el
tercero, de frente.
18. Era necesario que el hospital permaneciese abierto toda la noche, hubo que establecer turnos.
19. Los jugadores se entrenaron intensamente durante todo el mes; sin embargo, los resultados no
fueron los que el entrenador esperaba.
20. Aunque los primeros hombres atravesaron el estrecho de Panamá hace por lo menos 35.000
años, las pruebas inequívocas de presencia humana en la región del Perú actual datan de
mucho tiempo después.

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