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ESTA SALVAJE
PESADILLA
Salamanca en la
guerra civil española
crítica contrastes
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ESTA SALVAJE
PESADILLA
Salamanca en
la guerra civil española
Prólogo de
Josep Fontana
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por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento
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ISBN: 978-84-8432-901-5
Depósito legal: M-19.412-2007
Impreso en España
2007. BROSMAC, SL, Polígono Industrial 1, Calle C, Móstoles (Madrid)
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Prólogo
Salamanca, capital de una España
«viva, confiada y sana»
C OMO CORTE QUE fue, por un tiempo, del general Franco, Salamanca reci-
bió en 1936 y 1937 la visita de muchos amigos del nuevo régimen, como
el suizo H. Carlier, quien nos dice cómo la vio en noviembre de 1936. La
imagen que nos da es la de una ciudad llena de vida:
Asnos tranquilos llevan sus canastas y detrás, su guía; las mulas tiran de ca-
rros con ruedas muy altas; en la esquina de la calle el vendedor de castañas vende
sus frutos, cocidos en el horno. Los soldados con los uniformes más diversos:
rojo escarlata, capas azul celeste con borla roja, turbantes de los moros, unifor-
me sombrío de los falangistas; autos con la carrocería camuflada; oficiales con
gorros de policía de borla plateada; banderas y más banderas; vida que bulle,
sonriente, estruendo de los motores (¡Oh el silencio de Ginebra!) y de los cláxo-
nes. Es un auténtico kaleidoscopio que pasa, sonoro y sonriente: la verdadera Es-
paña, viva, confiada y sana.
Carlier presenció la misa por los caídos desde el balcón del ayuntamiento
—está claro que era un visitante distinguido— y nos habla del entusiasmo de
la población, «con gritos, vivas, clamores, manifestaciones de alegría deli-
rante y de admiración por los soldados que luchan por liberar el país —y Eu-
ropa— del marxismo destructor de libertades».1
En el transcurso de su viaje por España regresó de nuevo a Salamanca,
donde mantuvo una entrevista con el obispo Pla y Deniel, y aprovechó en-
tonces para recapitular sus impresiones de «un día de lluvia en Salamanca».
La vida económica era normal, «la retaguardia de la España nacionalista no
parece estar en guerra». Los precios, controlados por el gobierno, eran más
bajos que en Suiza (no nos dice, sin embargo, si los salarios eran equivalen-
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prólogo ix
Es una ciudad en que, como nos informa un artículo sin firma, no hay
paro, porque las nuevas autoridades han eliminado el que existía, como nos
demuestran una serie de fotografías en que se ven hombres de una cierta edad
trabajando a pico y pala en la mejora de las calles. Las condiciones de traba-
jo, se añade, son las mismas que se habían acordado antes del movimiento,
salvo los salarios, que se han aumentado, y a nadie se le ha preguntado a qué
sindicato pertenecía o «qué actos públicos podían haber realizado». Todo
ello en vivo contraste con el caos de la zona roja, «donde los trabajadores vi-
ven en la más espantosa pobreza».4
Salamanca vuelve a aparecer en la publicación oficial de propaganda,
esta vez con un aire menos alegre, en las fotografías de ruinas y de víctimas
de los bombardeos de los rojos, en un artículo cuyo único objetivo era justifi-
car algo que comenzaba a escandalizar a la opinión internacional, como eran
los bombardeos de ciudades españolas por parte de las aviaciones alemana e
italiana, que llevaron al propio Ciano a escribir en su diario, por estos mis-
mos días: «He recibido y entregado al Duce un informe de un testigo ocular
acerca de los bombardeos llevados a cabo recientemente sobre Barcelona.
No había leído nunca un documento tan auténticamente aterrador».5
La propaganda franquista no sólo los justificaba con las imágenes de los
bombardeos de Salamanca, sino que aseguraba, en un alarde de imaginación
creativa, que la primera aviación que atacó Barcelona, el 19 de julio de 1936,
fue la republicana, que «bombardeó muchas partes del centro de Barcelona y
las ametralló desde el aire», y destruyó el edificio de Capitanía General y mu-
chas casas alrededor. Y aventuraba que fueron precisamente estos bombar-
deos la causa decisiva de que se rindieran allí las tropas sublevadas. A lo que
añadía la conclusión de que la culpa de que se atacase a las ciudades era del
gobierno republicano que se empeñaba en defenderlas («ha expuesto delibe-
radamente a todos los terrores a sus propios ciudadanos civiles en Madrid, al
defender la ciudad»).6
Salamanca reaparece también en uno de los aspectos más desvergonza-
dos de esta propaganda, con la utilización del nombre y la figura de Unamu-
no. En octubre de 1937 se publicaba en Spain, con gran despliegue tipográfi-
co, un texto titulado: «Civilización contra barbarie. El llamamiento al
mundo del profesor Unamuno», con una breve introducción en que se decía
que esta publicación se hacía «en memoria del gran pensador y patriota que
falleció el 31 de diciembre pasado».7 Meses más tarde, en febrero de 1938,
encontramos un artículo de Francisco Bravo, fundador de la Falange salman-
tina, con el título de «Unamuno y el movimiento nacional», donde cuenta
sus paseos y conversaciones con Unamuno, transcribe sus entusiastas mani-
festaciones de apoyo al «alzamiento» y acaba asegurándonos que, en el últi-
mo día de su vida, el 31 de diciembre de 1936, tras haber escuchado a su hijo
Rafael hablar con entusiasmo de Falange, le dijo a su hija María, una vez ha-
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prólogo xi
aquí en Salamanca no hay guerra, sino algo peor, porque se oculta en el cinismo
de una paz en estado de guerra. No hay guerra de trincheras y bayoneta calada,
pero la represión que estamos sufriendo no hay forma de calificarla. Se cachea a
la gente por todas partes. Los «paseos» de presos hasta los lugares de fusilamien-
to son constantes. Se producen desapariciones... Hay tortura, vejaciones públicas
a las mujeres que van por la calle con el pelo rapado. Trabajos forzados para mu-
chos disidentes. Aglomeración inhumana en la cárcel. Y aplicaciones diarias de la
ley de fugas para justificar ciertos asesinatos.15 La paz de la ciudad alegre y con-
fiada que veían los visitantes extranjeros se asentaba en el silencio colectivo con-
seguido con el terror.
JOSEP FONTANA
Barcelona, 14 de abril de 2007
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Introducción.
La memoria rota de Salamanca
Ricardo Robledo
Universidad de Salamanca
Políticamente está clasificada esta tierra entre las que los gobiernos
consideran «sensatas». En ella no florece ningún extremismo ...
Puede decirse con cierta exactitud que el cedismo es un fruto natu-
ral y lógico de una tierra bien dispuesta para su cultivo.
J. ARRARÁS, 1939
Veo encima una dictadura, cuando termine esta guerra incivil que
está representando el suicidio moral de España. Aquí mismo, en Sa-
lamanca, parece que ya han fusilado a todos sin juicio previo ni jus-
tificación alguna ... La cosecha de muertos en Salamanca se hace ya
insoportable ... Salamanca no está más tranquila porque se encuen-
tre aquí el caudillo, ni mucho menos. Aquí no hay refriegas de cam-
po de batalla, ni se hacen prisioneros de ella, pero existe la más bes-
tial persecución y asesinatos sin justificación.
MIGUEL DE UNAMUNO,
16 de octubre, 5 de noviembre, 13 de diciembre de 1936.
General. Al fin y al cabo el que había sido aclamado por las Juventudes de
Acción Popular como Jefe, Jefe, Jefe, no era otro que el salmantino Gil Ro-
bles y la secretaría de la Junta Tradicionalista la desempeñaba el terratenien-
te Lamamié de Clairac, mientras que el Jefe de la Falange salmantina, Fran-
cisco Bravo, había conspirado con José Antonio contra la República y era
uno de sus principales interlocutores y consejeros.1 Es decir, la historia de la
República y la guerra en Salamanca es algo más que un ejercicio necesario de
historia local o regional2 con el que iluminar algún ángulo de la visión gene-
ral y se convierte más bien en laboratorio en el que se comprueba el protago-
nismo y la eficacia de la lucha contra la República y cómo se llevó a cabo el
primer ensayo del franquismo en España.
En la primera parte del libro se ofrece una visión de la historia que al cen-
trarse mayoritariamente en los avatares de la sociedad civil salmantina pasa
por alto episodios tan importantes, entre otros, como la pastoral de Las dos
ciudades de Pla y Deniel, el nombramiento de Franco como Jefe de Estado, la
instalación de Radio Nacional, la escuela de mandos de Falange en la finca de
Llen (Las Veguillas), la constitución del partido único, la llegada de la Legión
Cóndor... de los que el lector tiene más información o puede recabarla en la
bibliografía general o más específica.3 En la segunda parte se ofrece docu-
mentación inédita muy valiosa y la historia de Salamanca de aquellos agita-
dos años es analizada a través del relato biográfico de cinco personajes bien
representativos de la historia local pero con un protagonismo político que
sobrepasó con creces en la mayoría de ellos el recinto salmantino. En estas
páginas iniciales se exponen algunas observaciones que permitan hilvanar las
aportaciones principales de cada capítulo.
Conviene empezar advirtiendo que el futuro no estaba escrito. Como ocu-
rrió en otros lugares de Castilla, pocos podían prever que la ilusión republica-
na de abril de 1931 acabara en la deriva de la retaguardia más patriótica aun-
que los teóricos del momento creyeran que la planta natural que mejor se
aclimataba en Salamanca era la del conservadurismo católico. No había sido
así en el ayuntamiento de la capital cuando se aprobó en 1910 la proposición
de que los miembros de las órdenes religiosas se sujetaran a una ley común
como cualquier ciudadano, y se defendió la supremacía del poder civil.4 Tam-
bién la Diputación se hizo eco del reformismo agrario y sacó adelante en 1913
la propuesta de una «ley reguladora de la renta de la tierra» que defendió Vi-
llalobos en un congreso agrario. En fin, es bien sabido que Salamanca, donde
el integrismo tenía su peso en la Universidad o en la Iglesia, gozaba también
de un movimiento republicano o reformista, influido por la Institución Li-
bre de Enseñanza, con nombres propios que no iban a pasar desapercibidos
en la política española. Entre ellos destacan Giral, Bernis, Dorado Montero,
Sánchez Rojas, Elorrieta, Villalobos, Rodríguez Pinilla y, sobre todo, Unamu-
no, que simbolizó en la primavera de 1931 el triunfo contra una dinastía, en-
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introducción xv
vilecedora, según él, cuando proclamó la República desde el balcón del ayun-
tamiento.
El radio de acción de las fuerzas políticas no conservadoras era sin duda li-
mitado, salvo en Béjar, hasta que la llegada de la República propició el desarro-
llo del asociacionismo agrario, especialmente del Sindicato de Trabajadores de
la Tierra que eclipsó la hegemonía del sindicalismo agrario católico. Ésta fue sin
duda la novedad en la historia contemporánea salmantina pues hasta entonces
el asociacionismo se había limitado a propietarios y arrendatarios.
El primer capítulo del libro describe los principales trazos de la cuestión
agraria en un momento en el que el contraste campo-ciudad no era tan marca-
do como hoy y la ciudad servía de portavoz de los problemas rurales. Una de
las cosas que llaman la atención del periódico El Adelanto el día 17 de julio de
1936 es la foto de una cuadrilla de segadores paseando por las calles de Sala-
manca después de comprar las hoces. Sirve de recordatorio de una Salamanca
donde dos de cada tres activos estaban en el campo, y de que buena parte de los
conflictos de la provincia se producían por discrepancias al ajustar los jornales
agrícolas o el pago de la renta más que por repartir la tierra a los campesinos.
«¡El campo en pie!» fue el lema del Bloque Agrario creado para aglutinar
el voto conservador en las primeras elecciones de junio de 1931; constituye un
buen ejemplo de la temprana movilización de la derecha que en otros lugares
sólo pudo empezar a forjarse después del verano de 1931. Una vez resuelto el
problema de la impugnación de las actas (que volvería a plantearse con signo
distinto en 1936) la proyección política de Gil Robles, Casanueva y Lamamié
de Clairac superó ampliamente el marco salmantino. Su actividad parlamen-
taria fue muy intensa, sin parangón con la de los otros diputados como Una-
muno o Villalobos de modo que la voz de Salamanca que más se escuchó en el
Parlamento fue para atacar la Constitución, la reforma agraria, el Estatuto de
Cataluña, la ley de divorcio, la de congregaciones religiosas, etc. La tendencia
del voto salmantino había sido claramente de centro-izquierda pero la organi-
zación electoral de la derecha y luego su empeño en la labor obstruccionista al
programa reformista del primer bienio dieron un protagonismo a la minoría
agraria poco acorde con la orientación electoral de junio de 1931.
El Bloque Agrario defendía «la bandera del espíritu nacional, del espíritu
religioso, del espíritu agricultor», y no había más agrarios que ellos.5 Pero no
se trataba de la mera defensa de la visión tradicional de Gabriel y Galán, que
también ensalzaba Arrarás, ni el apoyo que recibía el Bloque era sólo ni prin-
cipalmente de los terratenientes como Lamamié; como ocurrió en otros luga-
res, el declive del poder de la tierra coincidió con el ascenso de la ideología
del fundamentalismo agrario que apoyaban los capitanes de la industria.6
Gregorio Mirat, el industrial de más solera en Salamanca (su antecesor de
igual nombre había instalado una fábrica de almidones en 1812) tuvo un pa-
pel muy activo en la organización de la derecha católica. Fue gracias a la ini-
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Tenéis la obligación ineludible de verter todos los días una gota de odio en el
corazón de vuestros hijos contra la Ley de Congregaciones y sus autores. ¡Ay de
vosotras si no lo hacéis!10
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Derecha
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Izquierda
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medio, vieron en el verano de 1931 cómo llegaba por primera vez el sindica-
lismo socialista; en muy pocos meses se crearon 150 agrupaciones del Sindi-
cato de Trabajadores de la Tierra, que al concentrarse en el cuadrante nor-
oriental hizo que hubiera un sindicato en cada pueblo. Pero con la afiliación
llegó la represión. El caso de más importancia que se rescata del olvido en
este libro es el de Palacios Rubios con cuatro muertos en septiembre de 1931
por disparos de la guardia civil.
El Gráfico 1 presenta la evolución del voto en este pueblo a lo largo de la
República, una llamativa derechización que sólo en parte cabría atribuir a
la incorporación del voto femenino a partir de 1933. Pueden compararse es-
tos resultados con los del Gráfico 2 que presenta los resultados electorales de
los otros pueblos donde hubo sucesos igualmente violentos y bien conocidos.
Tanto en Castilblanco como en Arnedo hubo crecimiento del voto conserva-
dor respecto a 1931 pero no hay datos sólidos que permitan la comparación
en 1933, entre otras cosas por el grado de abstencionismo que pedía la CNT
en Arnedo.14 En las elecciones de 1936 hay una participación más o menos
similar (71 % en Arnedo, 82 % en Castilblanco y 88,5 % en Palacios Ru-
bios); la derecha consigue en el pueblo salmantino 54 puntos más que en
Castilblanco y casi cerca de 30 más que en Arnedo. Opino que buena parte
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Arnedo Castilblanco Palacios Rubios
introducción xix
gencias, se gestiona la compra de armas para proteger a los obreros y a los terra-
tenientes de las inevitables agresiones de los agitadores políticos.19
introducción xxi
Fue por lo tanto otra forma de violencia política al utilizarse medios coactivos
y represores para obligar a la población a contribuir, además de servir de im-
posición y control de la adhesión y de vehículo de propaganda.
La huella que dejó en la prensa la campaña recaudatoria fue la del entu-
siasmo y desprendimiento,21 pero a tenor de la investigación de María Luz de
Prado, el charro no fue muy patriótico; la recaudación pareció a las autorida-
des de Burgos insuficiente respecto a la de otras provincias castellanas, hubo
negativas de los vecinos a la colaboración por lo que tuvo que imponerse el
sistema de multas para que la participación fuera efectiva. Donaciones a la
fuerza, multas, listas negras o delaciones constituyen diversas facetas de la
represión que se extendió a todas las capas de la población. Es la otra cara de
la historia financiera de la guerra, de ese «Oro para la Patria» con el que los
rebeldes tuvieron que contar inicialmente para suplir la falta de divisas.
Salamanca fue laboratorio del franquismo antes de que Franco llegara a la
ciudad, laboratorio experimental donde se ensayaron los mecanismos de
exacción económica que paulatinamente se irían poniendo en marcha en
otras capitales. Y lo fue también por el papel desempeñado por la Universidad
en la legitimación de la violencia del Nuevo Estado y en la depuración del per-
sonal universitario como analiza Jaume Claret en el capítulo 6. La depuración
no pretendía únicamente castigar a los desafectos y reprimir a los tibios sino
también reconocer a los adictos; la purga tenía un carácter político como se
evidenciaba durante toda su tramitación y en la resolución final. Ni siquiera
el profesorado salmantino se vio libre de la purga. Que casi una cuarta parte
de los profesores de la Universidad de Salamanca fuera objeto de la represión
indica que ésta no sólo fue la institución que legitimó con sus escritos la suble-
vación o que aportó personal para depurar a otras universidades.
La segunda parte del libro analiza la historia salmantina desde el observa-
torio de cinco biografías realmente singulares donde se juntan vencedores y
vencidos con un protagonismo político muy importante en Salamanca pero
también fuera de ella. Qué duda cabe de que Unamuno fue el que más rebasó
ese ámbito local sobre todo debido al acto en el Paraninfo el 12 de octubre de
1936. En el capítulo 7, Luciano G. Egido plantea la incapacidad de Unamuno
para entender bien la historia contemporánea —los conceptos «España» y
«pueblo»— por los inadecuados instrumentos hermenéuticos de los que se
servía. Muestra de las contradicciones unamunianas es ese doble discurso, pú-
blico y privado que siguió teniendo después de ser expulsado al mismo tiempo
del Casino, de la Universidad y del Ayuntamiento por sus antiguos amigos.
Como analiza Egido, se hace difícil descubrir el significado que Unamuno
daba a cada palabra, cambiante y siempre personalizado, fenómeno mucho
más acentuado cuando el caos de la guerra le dejó sin anclajes dialécticos.
Pese a ese universo contradictorio, puede percibirse la coherencia de
Unamuno en su discurso interrumpido en el acto de la Hispanidad. Frente a
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Inquietantes palabras que por primera vez se hacen públicas así y que re-
flejan la exaltación en la que vivía aquella ciudad convulsa, agitada por falan-
gistas de derecha y de izquierda, militares, legionarios, carlistas, monárquicos
o arribistas de todo tipo. En ese caldo de cultivo es comprensible que recupe-
rara su protagonismo un personaje como Diego Martín Veloz, compañero de
fatigas políticas y financieras de Queipo, Goded y del mismo dictador Primo
de Rivera. Bien podría extenderse a Veloz lo que Marx escribió para Luis Bo-
naparte cuando llegó al poder «¡Sólo el robo puede salvar a la propiedad, el
perjurio a la religión, la bastardía a la familia y el desorden al orden!».24 El es-
critor José Venegas nos dejó un sinfín de anécdotas de aquel personaje estra-
falario, que, por ejemplo, llamó «Unamuno» a su burro garañón, y de episo-
dios que demostraban que su compañera más fiel era siempre la pistola.25 El
capítulo 8 reconstruye su biografía en la que los sables se mezclaban con los
naipes y el periodismo con la compra de votos. Javier Infante ha recogido los
testimonios disponibles que empiezan a escasear cuando llega la República
pero que son suficientes para demostrar que el colofón de aquella peculiar
biografía fue el de un caudillo rural agitando los campos en el largo verano del
36. Es cierto que una parte de la tradición oral nos ha dejado la imagen de un
hombre que salvó algunas vidas; cada uno es muy libre de interpretar rasgos
de benevolencia como el de su amigo Queipo de Llano, curtidos ambos en la
guerra de Cuba, cuando perdonó la vida de Giménez Fernández.26
Si el capítulo 8 aporta fragmentos de unas rudimentarias memorias de un
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introducción xxiii
introducción xxv
Primera parte
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1
«¡El campo en pie!».
Política y reforma agraria
Ricardo Robledo
y Luis Enrique Espinoza
Universidad de Salamanca
E STE ESCALONAMIENTO DE las citas, que empieza con la ilusión por la refor-
ma agraria del mes de abril, sigue con la certera y precoz predicción de
un movimiento fascista y acaba con la invocación al campo para que triunfe
tal movimiento, señala bastante bien la secuencia que el problema social
agrario tuvo en Salamanca durante la República.
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La masa campesina cree en Gil Robles, del que ha hecho un mito. Yo le in-
venté el Bloque Agrario que le permitió salir diputado en el 1931; por eso conoz-
co bien la densidad del entusiasmo que suscita. Le he dicho que va a fracasar, que
no hay sitio ya para el populismo en el mundo. Pero le esperan días de triunfo
aparente y esto hace que no quieran ni tomarnos en cuenta a nosotros.2
Ellos iban por otros senderos. Paco Bravo, redactor jefe de La Gaceta
Regional, hacía tiempo que había abandonado el «populismo». En la reu-
nión de la Junta de Falange celebrada en Gredos en junio de 1935 hace de
notario de la necesidad de «la guerra civil y santa para el rescate de la Pa-
tria»; a él le confiesa Jose Antonio que «debemos ir al alzamiento, contan-
do, a ser posible, con los militares, y si no, nosotros solos». Poco después,
este camisa vieja, principal biógrafo de José Antonio, estaba empeñado en
concentrar en Fuentes de Oñoro, en la frontera de Portugal, a cuatro mil o
cinco mil falangistas armados para conquistar Madrid y en caso de fracasar
«batirse a la defensiva y crear un estado de inquietud que minase la existen-
cia del gobierno».3
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el campo en pie 5
EL PROBLEMA AGRARIO:
«MANSAS LAS PENAS, RAIGADAS LAS CREENCIAS»4
el campo en pie 7
San Muñoz y pueblos próximos) una gran publicidad, que llamó la atención
del Ateneo y la prensa de Madrid con suspicacias y alabanzas de Ortega y
Gasset. Se especula incluso que en la destitución de Unamuno del cargo de
Rector en 1914 tuvo su papel la «campaña agraria». Si el efecto publicitario
de esta campaña universitaria agitada por la cuestión agraria fue notorio, en
la práctica no tuvo continuidad y cosechó fracasos estrepitosos cuando se
quiso trasplantar la fórmula, como confesaba Elorrieta con asombro
el campo en pie 9
su control casi absoluto de las organizaciones que se suponía existían para mejo-
rar los intereses de los pequeños propietarios y de los arrendatarios, su capacidad
para ejercer su influencia a través de una prensa local y provincial de la cual eran
propietarios o que, al menos, era benevolente con ellos, y sus íntimas relaciones
con la Iglesia que, como harían patente los acontecimientos de los cinco años si-
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9%
4%
Monárquicos y
tradicionalistas
15% Conservadores
Liberales
Republicanos
Socialistas y radical-
socialistas
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el campo en pie 17
una coalición electoral fracasó.45 Por otra parte, el programa reformista re-
publicano era respaldado en buena medida por La Liga de Agricultores lide-
rada por Marcos Escribano que se presentaba a las elecciones con las siglas
de Derecha Liberal Republicana. Había que buscar otra alternativa vestida
con el ropaje de lo agrario que, como otras veces, sirvió de manto interclasis-
ta; las referencias al campo oprimido y marginado tenían un público muy re-
ceptivo en una coyuntura como aquélla. Gil Robles expuso a los pocos días
de las elecciones que el Bloque Agrario Salmantino había sido una «organi-
zación democrática» que había surgido «de abajo arriba», sin iniciativas per-
sonales ni ambiciones.46 La historia que hemos tratado de demostrar es muy
distinta dada la implicación de La Gaceta Regional en hombres y servicios47
y con personajes como Bravo, el futuro biógrafo de José Antonio, o Ernesto
Castaño, dedicado cinco años después a recorrer cuarteles preparando otro
alzamiento menos pacífico.48
Pero a principios de junio de 1931 lo políticamente oportuno era ser re-
publicano, reformista y hasta apolítico. En cuanto al apoliticismo, las rela-
ciones Acción Castellana-Bloque parecen una escenificación de juegos flora-
les; si Castaño se presentó al mitin de Ledesma que celebraban las derechas
agrarias de Acción Castellana, esta organización proclamaba humildemente
que se sometería a lo que dijeran las bases del Bloque en el mitin de la plaza
de toros del día 14. Ese día en la Cámara de Comercio fueron elegidos como
candidatos del Bloque Agrario, por este orden: Lamamié, Gil Robles, Mar-
cos Escribano, Villalobos y Cándido Casanueva; como Marcos Escribano y
Villalobos mantuvieron la candidatura original de sus propios partidos, al fi-
nal, el resultado fue simplemente que Acción Castellana desembarcó en el re-
publicano Bloque produciéndose la paradoja de que los triunfadores del 28
de junio fueran los tres de convicciones monárquicas, uno de ellos carlista.
Respecto al reformismo, era fácil acudir a las encíclicas sociales y a la
promesa de parcelación de latifundismo, firmadas por latifundistas, para
crear el mayor número posible de pequeños propietarios.49 Es ilustrativo el
ejemplo de Lisardo Sánchez, gran propietario y ganadero salmantino y extre-
meño —propietario número uno del término de Badajoz con 6.016 has50—
que no tardaría en escribir contra la política reformista de la República, pero
que ahora aconsejaba repartir unas 260.000 ha en Badajoz para solucionar
el problema social.51
«A partir de aquel momento, la batalla estaba ganada» confiesa Gil Ro-
bles, pues en efecto, la campaña electoral se había iniciado sin que Acción
Castellana lograra alianzas. Ahora, sin embargo, «llovían los ofrecimientos,
las colaboraciones generosas y desinteresadas ..., humildes campesinos sin
reparar en las labores de la recolección, visitaban los pueblos de la provincia
trabajando para nosotros».52 Es objeto de discusión quiénes entre los candi-
datos electos —que habían sido escogidos los cinco el día 14 de junio por los
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60,0
50,0
40,0
D ERECHA
30,0 C ENTRO
20,0 IZQUIERDA
10,0
0,0
Provincia Capital Provincia Capital Provincia Capital
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Parece que la huelga se arregla. Si no se arregla, aquí estoy yo, ¡eh!; pero pa-
rece que se arregla. Sí —dicen los obreros— y estamos muy contentos. El presi-
dente de la Sociedad, que venía también de [Peñaranda de] Bracamonte, habla
igualmente con el cabo, y todos muestran su alegría.59
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Una manifestación festiva que había acabado, aparte de con heridos gra-
ves, con cuatro muertos (a los dos que murieron el día 27 se sumaron los fa-
llecidos a los pocos días) tenía que disfrazarse grotescamente de campaña
subversiva, poniendo en boca del socialista Andrés Manso palabras que deja-
ban empequeñecido hasta el discurso más incendiario.61 Esta versión de
«efervescencia de campesinos», como acostumbraba a decir aquel goberna-
dor, contradecía la lógica de una huelga pacífica reconocida por la Guardia
Civil en el juicio, la negociación a la baja en los salarios, la manifestación con
niños y tamboril y hasta el testimonio de la hermana del cura que recoge el
Diario de Sesiones.62
A la huelga general convocada por la Federación Obrera para el día 29
sucedieron manifiestos de las fuerzas vivas en la ciudad y muy especialmente
de la comisión de propietarios para felicitar al gobernador «por la campaña
conducente a mantener el orden, único medio del desenvolvimiento de todos
los intereses en la provincia».63 En el Consejo de Guerra celebrado casi dos
años después se sentaron en el banquillo el comandante de la fuerza, para
responder de cuatro delitos de homicidio y varios de lesiones, y diez obreros
acusados por Gil Robles de ofender de obra a la fuerza armada.64 No fue di-
fícil conseguir la sentencia absolutoria, pues aunque no se demostró que hu-
biera agresiones, ni actos de excitación, la eximente del cumplimiento del de-
ber y las normas de la cartilla de la Guardia Civil de cómo repeler con
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Esta crónica del corresponsal, que se explayaba luego en los actos cele-
brados en desagravio al Sagrado Corazón de Jesús, pone en evidencia que la
actividad del Bloque Agrario, aparte de mítines, era dar tierra a sus fieles,
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cosa que no hacía la República pues por entonces, octubre de 1931, ni siquie-
ra había llegado un proyecto de reforma agraria a las Cortes.
Y luego estaban las otras armas. Los sucesos de Palacios de Rubios debie-
ron actuar como escarmiento que fue creciendo a medida que se respondía a
las huelgas con pistolas, algo que la justicia llegó a interpretar benévolamen-
te porque sólo se quería amedrentar...101. Las armas de la negociación sin
duda eran muy desiguales y unas más efectivas que otras. No hizo falta espe-
rar a la Falange para que llegara el pistolerismo a los campos, el de «las per-
sonas decentes».102 Como se quejaba Manso en las Cortes de 1936
Se han sucedido sólo en este partido quince o veinte hechos de sangre, que
habiendo sido acompañados por la impunidad más perfecta para los que los ha-
bían realizado, han creado una situación total de coacción en el partido de Peña-
randa de Bracamonte y en toda la provincia de Salamanca, que no han tenido ne-
cesidad los pistoleros de la CEDA de salir el día de las elecciones a realizar las
coacciones indicadas.103
Si por una parte la labor del reformismo republicano reducía los beneficios
del cultivador-arrendatario cuando se cumplían las bases de trabajo, por la
otra compensaba estos efectos al permitir «la revisión del contrato [de arren-
damiento] al único efecto de reducción del precio» como ordenaba el decreto
de 11 de julio de 1931, completado luego por el del 31 de octubre, que acep-
taba aplazamientos en el pago de la renta; por una u otra causa, a los pocos
meses había en España cerca de 70.000 demandas de propietarios que no ha-
bían cobrado las rentas. En una muestra de 44 arrendamientos salmantinos,
9 consiguieron rebajas inferiores al 20%, 33 del 20-40% y 2 del 40-60%.
Por primera vez (si se excluye el precedente de los decretos del final de la Dic-
tadura), el cambio político ayudaba a romper con la plena libertad de arren-
damientos fijada en el decreto de 8 de junio de 1813 con el consabido «a ries-
go y ventura».
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con buenas palabras que con positivos hechos y viendo por otra parte esta clase
obrera que si prosperan los malos propósitos de los labradores de San Pedro de
Rozados, ellos no resolverían el problema del paro existente, están decididos a co-
locarse antes al lado del propietario que les puede dar trabajo que al lado de esos
elementos que se labrarían ellos mismos la tierra, sin proporcionarles beneficio.
Téngase presente que los golpes de los socialistas, van casi exclusivamente
contra unas cuantas casas como ésta de S.E. Téngase presente también que en es-
tas circunstancias no solamente es necesario sino muy conveniente pactar con
los de abajo. Tenga S.E. presente que para poderse defender hay que cambiar los
moldes antiguos, cambiando en absoluto todo el sistema, es decir que de la mis-
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ma forma que ellos han hecho una revolución, hagamos los demás otra para de-
fender lo más que se pueda defender, todo lo cual no es obstáculo para que cada
uno pueda seguir con sus ideas personales
Con esta triple estrategia se pensaba «dar al traste con los manejos del
Señor Marcos Escribano», y el modelo de Bernoy serviría para otras dehesas
de la casa: «sin estridencias ... pararemos las cuestiones referentes a señoríos,
asentamientos, expropiaciones, etc. etc.».108 La franqueza con que se expresa
el administrador (Francisco Ramón y Laca) deja bien a las claras los diversos
intereses en conflicto que afectaban a la renta y al trabajo. Los grandes o me-
dianos arrendatarios se sentían identificados con el líder de la Unión de Agri-
cultores que en agosto de 1932 había conseguido que continuaran morato-
rias o rebajas de las rentas; Marcos Escribano era sobre todo exponente de la
lucha antirrentista, de la crítica regeneracionista contra las condiciones leo-
ninas de los contratos de arrendamiento. Por la otra parte, los obreros en
paro, que vivían al lado de la gran explotación, presionaban, apoyados por
la Federación Obrera, para no seguir siendo excluidos del mercado de traba-
jo. En medio, la habilidad del administrador se ponía a prueba ensayando
fórmulas para recomponer el tradicional canal por donde había circulado el
excedente agrario camino de Madrid o Biarritz.
Pero las reglas de juego habían cambiado; ya no se podía amenazar al co-
lono u obligarle a que pagara los aumentos de la contribución territorial
como le sugería el apoderado del duque, entre otras cosas, porque el gran co-
lono, por no pagar, ni pagaba la renta. Había que «dejar pasar un poco de
tiempo hasta que la tormenta, que tenemos encima, se disipe», contestaba el
administrador de Salamanca. En ese intervalo, se iban ensayando fórmulas
como la de ceder parte de la dehesa bajo la modalidad de arrendamiento co-
lectivo a la federación obrera o pasar del arriendo a la aparcería como el me-
dio de esquivar la gran incertidumbre para el cobro de la renta por una parte
y la fortaleza de las organizaciones obreras por la otra.
Cuanto más forzara su discurso de intransigencia la patronal del Bloque
Agrario y de radicalismo la Federación Obrera más espacio social, en teoría,
quedaba para la Unión de Agricultores para aparecer como defensora de los
intereses de los arrendatarios en contra de los privilegiados o del «señoritis-
mo de usureros y parásitos». Era fácil que en Salamanca hubiera un público
receptivo al mensaje de exaltación del cultivador directo y de censura de la
gran propiedad arrendada.109 Éste fue el tono de la campaña electoral de no-
viembre 1933, que tuvo el anticipo de las elecciones municipales parciales en
abril;110 los candidatos que acompañaban a Marcos Escribano veían bien en
sus discursos las reivindicaciones obreras, pero no a saltos, sino «evolutiva-
mente» y, sobre todo, lo que se atacaba era a la «plutocracia». Marcos Escri-
bano cargaba en sus mítines contra «esa aristocracia envilecida que os esquil-
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mó y os arruinó con rentas abusivas», contra los que escudados en «el sagra-
do nombre de agrario» buscaban «restaurar todos los privilegios abatidos»
después del 14 de abril y se presentaba como defensor de los «humildes culti-
vadores de la tierra» frente a la extrema derecha salmantina que se aprove-
chaba trayendo obreros gallegos y zamoranos.111
Pero si había espacio para este discurso, el tiempo iba en su contra a me-
dida que avanzaba la República y cobraba más virulencia el programa de la
CEDA contra personajes como Villalobos o Marcos Escribano que había de-
fendido vehementemente la inclusión de Salamanca en la Ley de Bases de la
reforma agraria. Malos tiempos para el centrismo en noviembre de 1933 y
mucho peores aún en febrero de 1936 como se demuestra en los resultados
electorales que se presentan en el Cuadro 1. La Unión de Agricultores se vio
obligada a efectuar la expulsión de algunos afiliados que «no supieron resis-
tir las presiones, amenazas y coacciones de todo género que contra ellos se es-
grimieron con motivos electorales».112
CUADRO 1
1931 (1) (2) 1933 (1) (2) 1936 (1) (2)
Villalobos PRLD 9,5 6 Gil Robles CEDA 11,6 1 Gil Robles CEDA 11,1 6
Santa Cecilia Conjunción 8,6 2 Castaño CEDA 11,3 7 C. Casanueva CEDA 8,9 7
Unamuno Conjunción 8,5 1 C. Casanueva CEDA 10,9 3 Castaño CEDA 8,9 15
M. Escribano DLR 8,3 8 Lamamié CEDA 10,6 6 Cimas CEDA 8,8 9
Gil Robles BAS 7,7 7 Cimas CEDA 10,4 5 Lamamié CEDA 8,7 8
C. Casanueva BAS 7,5 9 Andrés Manso PSOE 5,5 2 Olleros CEDA 8,2 10
Lamamié BAS 6,9 10 Villalobos PRLD 5,5 11 Andrés Manso PSOE 7,3 1
C. Prieto Conjunción 6,7 3 V. Casanueva PSOE 4,9 4 Villalobos* Ind. 6,6 11
Camón Aznar Conjunción 5,9 4 De Castro PSOE 4,9 8 C. Prieto* IR 6,5 32
V. Kent Conjunción 5,8 5 Goé PSOE 4,0 9 V. Casanueva* PSOE 6,2 2
R. y Laca DLR 4,6 11 M. Escribano PRC 4,0 13 Ruipérez IR 5,9 4
Capdevila PRLD 3,5 13 F. Iscar Peyra PRC 4,0 12 Crespo PSOE 5,9 5
Pierna Sanitaria 5,7 12 Martín Sánchez PSOE 3,6 10 Marcos Escribano PRC 2,9 12
1. Porcentaje de votos del total provincial.
2. Posición según número de votos en la ciudad de Salamanca.
* Diputados electos por la anulación de las actas de Castaño, Olleros y Lamamié. El total de la columna 1 no da
100 al exponer sólo en el cuadro los 13 primeros candidatos.
Fuente: Anexo 1.
tura del partido comunista (que ya no se presentó en 1936) pues sus votos no
llegaron al 3% de electorado. La campaña electoral de la CEDA, es decir del
Bloque Agrario Salmantino,113 se había caracterizado por una especial agre-
sividad. Acusaron a los socialistas de la ruina de la agricultura y de no haber
realizado asentamientos, a los radicales de sectarismo, a los conservadores de
perseguir a la Iglesia y de haber incluido a Salamanca en la Reforma Agraria.
De Villalobos dijeron que no había que votarle porque iba en algunas candi-
daturas socialistas. Se dirigieron especialmente al obrero para recordarle que
la Ley de Términos Municipales de los socialistas le había lanzado al paro, y
también a la mujer, advirtiendo de que el comunismo le arrancaría los hijos
de su lado, la iglesia de su pueblo y al esposo por la Ley del Divorcio.
Además de la dinámica política, la Ley de Arrendamientos de 1935, de-
bió de recortar aún más el espacio a la Unión de Agricultores. Al igual que el
golpe frustrado de Sanjurjo propició una aceleración de la reforma agraria,
la Revolución de Octubre lo hizo en sentido inverso con la Ley de contrarre-
forma (1-VIII-1935) y la Ley de Arrendamientos (15-III-1935), ley que tardó
en llegar más que ninguna otra: una «minoría gloriosa», de cuya obra se jac-
taba el salmantino Casanueva,114 se había encargado de boicotear el proyec-
to de Marcelino Domingo en el verano de 1933 igual que el de Cirilo del Río,
pero luego no tuvo reparos en formar parte de la Comisión y dictaminar el
proyecto de Giménez Fernández que sería ley el 15 de marzo de 1935. Lo que
se pretendía era acabar con la situación creada por los decretos de 1931, que
habían llevado no sólo a un descenso de rentas, sino a su impago, a pesar de
que los tribunales hubieran fallado a favor de los propietarios: «Nadie se nie-
ga a pagar, pero el caso es que nadie paga», escribía desconcertado un admi-
nistrador en 1932, buen testimonio de la verdadera derrota del rentista.115
Una vez fijados más favorablemente los derechos de los propietarios, se
pensaba que la disminución de la incertidumbre en la fijación de los arrenda-
mientos rectificaría la desvalorización de la propiedad rústica. El tiempo de
contrato fue rebajado de seis a cuatro años, no se pusieron topes a la renta (al
desligarla del líquido imponible), se prescindió de cualquier tribunal de arbi-
traje (jurados mixtos de propiedad rústica) y, sobre todo, se facilitaron los
desahucios con la excusa del cultivo directo. Sin el marco legal que durante el
primer bienio había facilitado la lucha contra la renta de la tierra —la orga-
nización de Marcos Escribano solía lograr buena representación de vocales
arrendatarios en los jurados mixtos— los días del reformismo centrista de la
Unión de Agricultores Salmantinos (UAS) estaban contados.116
En definitiva, el reformismo agrario había forzado al alza los salarios no-
minales pero a costa de más paro, mientras que los descensos de la renta de la
tierra habían finalizado con el desquite de los desahucios en la primavera de
1935. La solución del problema agrario como advertían desde el centro
—Villalobos— o desde la izquierda sólo podía estar en el acceso a la tierra.
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CUADRO 2
Grupos familiares propietarios de 2500 o más ha en la provincia de
Salamanca según orden decreciente de superficie expropiable, año 1933122
Grupo familiar Superficie expropiable
1. Stuart Falcó (duque de Alba) 20.445
2. Soriano Scholtz (marqués de Ivanrey) 13.454
3. Sánchez Tabernero 11.021
4. Fdez. de Córdoba y Salabert (duque de Medinaceli) 10.091
5. Cobaleda, Sánchez, Blanco Cobaleda 7.643
6. Yerro Ruiz Zorrilla 7.269
7. Bernaldo de Quirós (marqués de los Altares) 7.210
8. Narváez del Águila (duquesa de Valencia) 7.162
9. Garrido Sánchez 7.033
10. Zúñiga Clavijo 6.921
11. Sánchez Arjona, Velasco 6.350
12. Palacios y Martínez del Campo 6.260
13. Fernández Henestrosa (duque de Santo Mauro) 6.211
14. Careaga, Bastida 5.419
15. Sánchez Sánchez 5.411
16. Patiño (marqués Castelar) 5.071
17. Luna Terrero 4.841
18. Bartol 4.060
19. Fernández, Maqueira 4.058
20. Tremor y Arróspide (duque de Castro Enríquez) 3.982
21. Rodríguez Fabrés (Fundación) 3.948
22. Puerto, Cascón 3.720
23. Arteaga (duque del Infantado) 3.499
24. Tapia López 3.338
25. Fonseca Martín 3.265
26. Cáceres de la Torre 3.232
27. Muriel García, Martín 2.852
28. Pérez Herrasti, Orellana (marqués de Albayda) 2.538
Una reforma tan tímida no fue óbice para que nada más aprobarse la Ley
de septiembre de 1932 sonara la voz de alarma y las administraciones nobi-
liarias aconsejaran la contracción de cualquier gasto:
Ayer estuve a visitar al Sr. Duque y me encargó con mucho interés, dijera a
usted que no compre ninguna yunta, y que en los trabajos de labores, se reduzcan
a lo exclusivamente indispensable hasta la peseta, pues a esto obliga la aproba-
ción de la Reforma Agraria agravada a última hora con la adición de que sean
expropiados todos los bienes rústicos de los Grandes de España.123
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Kilómetros
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zación electoral para evitar la dispersión del voto.137 Las divergencias Gil
Robles-Lamamié producidas cuando éste formó parte del comité ejecutivo
del Bloque Nacional (el «Bloque de los biliosos») se habían superado;138
todo esto explica en buena medida que en febrero de 1936 la derecha dobla-
ra el número de diputados conseguido por el Bloque en 1931 obteniendo seis
de los siete diputados. Sin embargo, la impugnación de las actas de Castaño,
Olleros y Lamamié volvió a dejar a la derecha con tres diputados.
El Mapa 2 por partidos judiciales139 muestra el cambio (1931-1936) que
hemos visto en páginas anteriores desde otra perspectiva.
El primer aspecto que debe comentarse es el de los partidos donde la de-
recha superó el 70% de votos, Vitigudino y Ledesma. Tiene que haber algu-
na variable más que el «arraigo» o la influencia del antiguo cacique: Cándido
Casanueva, diputado por Ledesma al final de la Restauración, era natural de
Pereña, en el límite con el partido de Vitigudino. Ciertamente, la derecha en
Ledesma se sentía como en casa; su plaza de toros acogió el mitin del 11 de
junio, previo a la fundación del Bloque Agrario y el de revisión de la Consti-
tución (octubre de 1931), y la celebración del triunfo de 1933 se hizo en la
iglesia Mayor de Ledesma. En éste como en otros casos resulta algo arriesga-
do relacionar precipitadamente esta derechización con sistemas de propiedad
o explotación de la tierra. Peñaranda, el partido de la mayor conflictividad
agraria en el primer bienio, le sigue en intensidad del voto de derecha. Y por
debajo del 50%, aunque fuera por muy poco, sólo está el partido de Sala-
manca, debido, sólo en parte, a los buenos resultados de la izquierda en la ca-
pital al obtener los cinco primeros puestos (Cuadro 1); si aislamos la capital
del partido, el porcentaje de votos de derecha sube siete puntos (del 48,4 al
55,8%), es decir, la ciudad no desentonaba tanto, no era la isla roja rodeada
por un campo abrumadoramente conservador.
La presentación del mapa facilita una visualización de la tendencia del
voto de 1931 a 1936, situando en cada círculo los porcentajes de votos en su
lugar respectivo. Sólo podemos llamar la atención sobre el fenómeno de la de-
rechización. Sobresale así el caso del partido de Béjar donde el centro-izquier-
da había rozado el 90% en 1931; cinco años después la derecha había logrado
multiplicar casi por cinco sus votos; a diferencia de lo señalado antes para el
partido de Salamanca, casi hay veinte puntos de diferencia entre el voto de la
derecha en la ciudad (37%) y el partido sin la capital (56%); aquí sí podía de-
cirse que había un cinturón más conservador que rodeaba la ciudad fabril. La
mayoría de los partidos dobló sus porcentajes de votos de derecha, salvo Se-
queros y Ciudad Rodrigo que los multiplicaron por cerca de 3 o más. El des-
plome del voto de centro explica en buena medida estas oscilaciones, con toda
seguridad en el caso de Sequeros donde la candidatura de Queipo, que se pre-
sentó como republicano en 1931, había conseguido los mejores resultados
que ningún candidato pudo lograr en toda la República en un partido judicial.
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Hay partes de la finca donde no hay un pelo de hierba por la gran cantidad de
conejos que con la explotación indicada [hacen que]la yerba escasee, teniendo
que alimentarse el ganado con ramón de encinas y paja de centeno que le suminis-
tran en los meses de noviembre a febrero pues la hierba por ser muy frío este terre-
no no hay pastos hasta más adelante ... Hoy en esta finca se realiza por decirlo así
el ideal del latifundista, que es asentista y enemigo de la población y es un sólo co-
lono con garantía que no aprovecha más que la vegetación espontánea con la ga-
nadería semisalvaje, garantizada por la no residencia en la finca del rentero, así no
mermará los derechos del dueño en su dominio absoluto de la tierra.145
En la cita que encabeza este capítulo, Sánchez Rojas creía que con la Re-
pública los campesinos salmantinos iban a gozar de más derechos que los co-
nejos de los montes del contorno. Se equivocó. Todavía en los primeros años
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cincuenta los vecinos de Peralejos de Abajo tenían que asociarse para impe-
dir la entrada de los conejos que invadían sus tierras («la hoja del Ombo»)
procedentes de la dehesa vecina, dedicada en parte a coto de caza.146
La primavera de 1936 fue de gran actividad en Salamanca para hacer rea-
lidad el programa del Frente Popular. Mientras los socialistas, con Manso a la
cabeza recorrían los barrios de la periferia salmantina (Pizarrales, La Prospe-
ridad), donde tan buenos resultados electorales habían conseguido, y la CNT
daba mítines por los pueblos, algunos diputados de la CEDA, más liberados
después de haber perdido las actas, practicaban la vía de la conspiración.
Lamamié, que se convertiría en Secretario de la Junta Nacional de la Co-
munión Tadicionalista, ya había sido encargado en 1933 de organizar sus
unidades de acción para responder al «desorden y la anarquía»;147 Casanue-
va había hecho funciones de intermediario de los generales Goded y Fanjul
ante Gil Robles para montar un golpe de estado tras las conmutaciones de
pena de muerte por los sucesos de octubre de 1934.148 El Jefe, por su parte,
puso a disposición de Mola medio millón de pesetas para el Movimiento na-
cional149 mientras que Castaño, el inspirador del Bloque, frecuentaba las
guarniciones militares, como la de Valladolid, para incitar a la subleva-
ción.150 Los mismos que habían gestado el primer alzamiento prepararon el
segundo alzamiento: «El espíritu valiente, cándido, altamente patriótico de
los agricultores salmantinos, que se veía asfixiar en el ambiente de anarquía
que reinaba sobre el campo [ha respondido] con robustez y disciplina a su
grito de guerra, contra los traidores a Dios, a la Patria y a la Agricultura».151
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ANEXO 1
Total votos
emitidos 16 candidatos 37.204 100,0 340.287 100,0
Electores 89.531
Votantes 71.224
Participación en Salamanca 79,6
Participación en Castilla-León 79,2
Participación en España 70,1
Fuentes: Ricardo Robledo, «Cambio político y social en Salamanca: las elecciones durante de
la Segunda República», Actas de las jornadas «Castilla y León en la historia contemporánea»,
Salamanca, 8-11 de marzo de 2006, Fundación 27 de Marzo, en prensa. Los datos de la capital
en José Ramón Martín Vasallo, Las Elecciones a Cortes en la ciudad de Salamanca 1931-1936.
Un estudio de sociología electoral, Ayuntamiento de Salamanca, Salamanca, 1982. Para las ci-
fras totales de electores y participación en Castilla y León, Concepción Marcos del Olmo, Vo-
luntad popular y urnas. Elecciones en Castilla y León durante la Restauración y la Segunda Re-
pública (1907-1936), Universidad de Valladolid, Valladolid, 1995.
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el campo en pie 45
ELECCIONES DE 1933
Filiación Capital % Provincia % %
votantes
Gil Robles* CEDA 7.468 8,8 85.581 11,6 57,2
Andrés Manso* PSOE 7.454 8,8 40.757 5,5 27,2
C. Casanueva* CEDA 7.008 8,2 80.015 10,9 53,5
V. Casanueva* PSOE 6.938 8,2 36.162 4,9 24,2
Cimas* CEDA 6.766 8,0 76.772 10,4 51,3
Lamamié* Tradic. 6.722 7,9 78.020 10,6 52,1
Castaño* CEDA 6.640 7,8 82.908 11,3 55,4
De Castro PSOE 6.551 7,7 36.142 4,9 24,1
Goé PSOE 5.582 6,6 29.663 4,0 19,8
Martín Sánchez PSOE 5.206 6,1 26.584 3,6 17,8
Villalobos* PRLD 4.939 5,8 40.701 5,5 27,2
F. Iscar Peyra PRC 3.209 3,8 29.235 4,0 19,5
M. Escribano PRC 2.961 3,5 29.663 4,0 19,8
Camón Aznar PRR 2.666 3,1 16.057 2,2 10,7
Rico PRR 2.474 2,9 23.178 3,1 15,5
Ramón y Laca PRP 748 0,9 17.945 2,4 12,0
Campo Redondo PCE 644 0,8 4.155 0,6 2,8
Ochoa PCE 481 0,6 1.208 0,2 0,8
Hierro Muriel PCE 232 0,3 529 0,1 0,4
Cifuentes Pérez PCE 188 0,2 681 0,1 0,5
González Gorjón PCE 163 0,2 393 0,1 0,3
Otros 365 0,0 0,2
ELECCIONES 1936
Filiación Candidatura Capital % Provincia % %
votantes
Andrés Manso* PSOE F. Popular 9.312 10,4 54.432 7,2 36,4
V. Casanueva PSOE F. Popular 9.150 10,2 46.492 6,2 31,1
C. Prieto I. Republicana F. Popular 9.146 10,2 48.590 6,5 32,5
Ruipérez I. Republicana F. Popular 9.013 10,1 46.118 6,1 30,8
Crespo PSOE F. Popular 8.623 9,6 44.391 5,9 29,7
Gil Robles* CEDA Contra-Rev. 8.021 9,0 83.362 11,1 55,7
C. Casanueva* CEDA Contra-Rev. 7.864 8,8 66.841 8,9 44,7
Lamamié* Tradicionalista Contra-Rev. 7.482 8,4 64.906 8,6 43,4
Cimas* CEDA Contra-Rev. 7.387 8,2 65.841 8,8 44,0
Olleros* CEDA Contra-Rev. 7.063 7,9 61.715 8,2 41,2
Villalobos Indep. Repub. Centrista 3.396 3,8 49.337 6,6 33,0
M. Escribano PRC Conservador 1.682 1,9 21.502 2,9 14,4
M. Veloz Monárquico 605 0,7 8.021 1,1 5,4
G. Cobos PRLD Centrista 463 0,5 17.069 2,3 11,4
Castaño* CEDA Contra-Rev. 266 0,3 66.540 8,9 44,5
Fdez. Suárez Independiente 61 0,1 4.784 0,6 3,2
Gª Tabernero Agrario 15 0,0 853 0,1 0,6
Otros 5 0,0 174 0,02 0,1
el campo en pie 47
* Ignacio Francia.
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Ante ese acoso, diez días antes de la votación Villalobos publicó un mani-
fiesto162 que comenzaba:
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el campo en pie 49
Soy objeto de la más vil e innoble de las campañas. Y estoy harto de aguan-
tar tanta miseria ... y de falsedades, inventadas por gentes que tienen la religión
en los labios; pero que, engañando diariamente a Dios, pretenden hacer igual con
los hombres.
Don Fili es en el actual Ministerio uno de los miembros de mayor virulencia iz-
quierdista, virulencia que siempre ha procurado esconder bajo esa capa bona-
chona y acogedora ... una habilidad especial para aprovechar todas las concomi-
tancias.
Ese fue sólo el comienzo de los duros y permanentes ataques de que fue
objeto el Ministro de Instrucción Pública por parte del periódico, ya que a los
problemas de la tierra se sumaron las decisiones políticas en materia educati-
va, que se analizan en el capítulo siguiente. El otro portavoz de la derecha
agraria, El Debate —al igual que el diario salmantino, bajo la presidencia eje-
cutiva de J. M.ª Gil Robles— se alzó en azote inmisericorde del ministro.168
001-480 Salvaje pesadilla 8/5/07 12:31 Página 50
50 salamanca
Toda esta hostilidad subió de tono —con el fondo del ministro salmantino a
favor de los indultos y contra las penas de muerte en Asturias— en el debate
de presupuestos del Ministerio en el mes de junio con la censura de la CEDA
—socio del Gobierno— a la política de Villalobos y que, ya sin contemplacio-
nes, estalló con la descalificación derechista al ministro y se resolvió con el
abandono del banco azul por Villalobos en las vísperas de Navidad, y su dimi-
sión como ministro. En el conflicto de junio, en La Gaceta Regional169 Axel
acusó al ministro de que la escaramuza parlamentaria «aparece en parte
como un episodio salmantino de la lucha de partidos», y advirtió al ministro:
el campo en pie 51
El resultado electoral dejó fuera del Parlamento por primera vez a Villalo-
bos (a menos de 5.000 votos para alcanzar el escaño, al reducirse su voto en la
capital), con el arrastre total de la CEDA y el añadido del socialista J. Andrés
y Manso. Villalobos sostuvo que su derrota había sido causa del rencor: «las
gentes de derecha, con espíritu suicida, provocaron una lucha extremista, y
los elementos revolucionarios reaccionaron con igual violencia, siendo elimi-
nados los hombres que tenemos un sentido generoso y humano de la vida».174
No obstante, Filiberto Villalobos consiguió el acta de diputado a Cortes
cuando, a causa de irregularidades en las votaciones, el día 3 de abril en el Parla-
mento se cerró el debate sobre la situación electoral en Salamanca y se incapacitó
a los diputados agrarios J. M. Lamamié de Clairac, E. Castaño y R. Olleros.
Una vez en marcha la sublevación militar, el día 10 de agosto de 1936 Vi-
llalobos fue encarcelado. Tanto él mismo como su familia han mantenido que
la situación que lo situó al borde de colocarlo ante el paredón de fusilamiento
estuvo originada «por la denuncia de la derecha, en Salamanca», con situacio-
nes relacionadas con sus posiciones en torno a la tierra y sobre la educación.
2
Gil Robles contra Villalobos:
la cuestión educativa (1934)
Santos Juliá
UNED
ción venía exigido por su anuncio desde todas las tribunas a la opinión públi-
ca, fuerzas de seguridad incluidas, y por su convocatoria con cerca de un año
de antelación para una fecha determinada: cuando la CEDA entrara en el
Gobierno. Fácilmente sofocada, excepto en Asturias, no consiguió su propó-
sito teórico ni su objetivo práctico: no hubo conquista del poder a la soñada
manera bolchevique, la CEDA entró en el Gobierno y José María Gil Robles,
culminada la segunda fase de su plan, creyó llegado el momento de iniciar la
marcha a la tercera, anunciada con toda claridad y con una considerable do-
sis de descaro desde El Debate en su editorial de 15 de noviembre de 1934:
«Apoyar a Lerroux, primero; colaborar con Lerroux, después; sustituir a Le-
rroux, más tarde. He ahí las tres etapas de una táctica política», se decía en
este asombroso editorial, que añadía, para más humillación del Partido Ra-
dical, por entonces su aliado de gobierno: «Se ha cumplido la primera; está
en plena y feliz ejecución la segunda. En cuanto a la tercera, ha sido anuncia-
da desde el banco azul por el mismo presidente del Consejo». Fruto de esa
política, seguía el editorial, fue un día «la expulsión del Partido Radical de
las fuerzas masónicas conducidas por Martínez Barrio; otro, el lanzamiento
del banco azul de ministros que no gozaban de la confianza del país». Un día
después, en efecto, Diego Hidalgo fue lanzado, como él mismo tituló un li-
bro, del Ministerio de la Guerra después de que Gil Robles le retirara la con-
fianza, un golpe que se llevó por delante también a Ricardo Samper, nombra-
do cinco semanas antes titular del ministerio de Estado.2
De manera que al acercarse el final del año 1934, la CEDA y su grupo di-
rigente podían sentirse pletóricas: su famosa táctica funcionaba. No sólo ha-
bían apoyado a, y colaborado con Lerroux, sino que desde su entrada en el
Gobierno a principios de octubre estaban decididos a sustituirlo. Para eso,
nada mejor que ir dando zarpazos a sus bases: con la escisión de Martínez
Barrio en marzo de 1934 habían mostrado los católicos su capacidad para
romper la unidad de los radicales; con la caída de Lerroux y su sustitución por
Samper en abril del mismo año allanaban el terreno para el asalto final; aho-
ra, en noviembre de 1934, con la retirada de confianza y la inmediata sustitu-
ción de dos ministros que ocupaban carteras clave —Estado y Guerra— en el
Gobierno presidido de nuevo por Lerroux, Gil Robles mostraba ante la opi-
nión que el Partido Radical y su jefe estaban a su merced, sin fuerzas para sos-
tener en sus puestos a los ministros de su propio partido, ni que fueran tan
amigos suyos como Lerroux presumía de serlo de Diego Hidalgo, ni que fue-
ran titulares de carteras tan fundamentales como la vicepresidencia del Go-
bierno y los ministerios de Guerra y de Estado.3
La confianza en que la táctica funcionaba era tal que, cuando iba mediado
noviembre de 1934, El Debate no dudaba en exponer las tareas de sanea-
miento todavía pendientes antes de llegar al momento realmente soñado y
buscado: que las Cortes se disolvieran «habiendo votado la necesidad de re-
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La primera pieza que debía cobrarse como fruto maduro de esta política era
el ministro de Instrucción Pública, Filiberto Villalobos, que había llegado al
Gobierno en abril de 1934, con motivo de una de las varias crisis de los go-
biernos radicales, esta vez directamente provocada por el presidente de la Re-
pública, Niceto Alcalá-Zamora, que decidió sustituir al siempre molesto Ale-
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escaño en las segundas, las que contemplaron el ascenso al poder del Partido
Radical y la CEDA: muy pocos de los elegidos en 1918 pudieron decir lo mis-
mo, buena prueba de la popularidad alcanzada por este singular médico-polí-
tico, que en unas declaraciones a El Sol, siendo ya diputado de la República,
afirmó que el primer problema de Salamanca, de la capital tanto como de la
provincia, era el mismo: «escuelas, escuelas y escuelas».8
Pero si su trayectoria estuvo siempre al abrigo de los vaivenes de la políti-
ca, no ocurrió lo mismo a su partido, que comenzó a perder el rumbo desde
que inició el acercamiento al Partido Liberal, se ahondó con su participación
en el gobierno de concentración y acabó por estrellarse a consecuencia de su
ambigua posición ante el golpe de Estado de Primo de Rivera. Al formarse las
primeras Cortes de la República, en el reformismo no quedaba nadie de relie-
ve: este buen asturiano, escribió Azaña en su diario refiriéndose a su antiguo
jefe político, «tiene dos votos en las Cortes: el suyo y el de Filiberto Villalo-
bos». Era Melquíades Álvarez, en opinión de Azaña, «el hombre que está
más solo en las Cortes, el más fuera de su sitio. Pudo serlo todo en España, y
por defectos de su carácter se ha quedado en nada».9 Nada era, en efecto,
contar con sólo dos votos en las primeras Cortes de la República. Pero Fili-
berto Villalobos no abandonó a su jefe y decidió acompañarle en la travesía
del desierto y en la fundación de un nuevo partido, sucesor del reformista,
bautizado como Liberal Demócrata. En esa calidad se presentó de nuevo a
las elecciones legislativas de 1933 por Salamanca, ocasión aprovechada has-
ta el fondo por el cabeza de lista de la candidatura de la CEDA, José María
Gil Robles, para montar un furibundo ataque contra un candidato que se
presentaba solo, sin coalición con ningún otro grupo, sin medios para em-
prender una campaña electoral a base de propaganda y mítines, sostenido
únicamente en su arraigo social, en sus relaciones personales y en un trabajo
puerta a puerta.10
Las razones que hayan impulsado a la CEDA a dirigir sus principales ata-
ques contra Villalobos en estas elecciones de noviembre de 1933 no guardan
relación, por tanto, con el daño que su candidatura pudiera infligir a la de los
católicos: yendo solo, era imposible que saliera por las mayorías. Más bien se-
ría preciso ver en esta manifiesta hostilidad la competencia que de este perso-
naje políticamente desasistido podría llegarles en lo relativo a su programa
agrario y, sobre todo, a su trabajo por la escuela pública y aconfesional. En
parte por lo que tenía de antiguo reformista y en parte por su condición perso-
nal, Villalobos, llevado de su inquietud social por la situación del campesina-
do, había mostrado elocuentemente en más de una ocasión su solidaridad con
huelguistas y presos y había fomentado a través de la Caja de Previsión Social
de Salamanca, Ávila y Zamora la construcción de escuelas y de obras públicas
en beneficio de la agricultura. Era, además, un adversario perteneciente a la
misma clase social que los dirigentes de la CEDA, pero defensor de una políti-
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tución». En efecto, la ley a la que se había referido Jesús Pabón se había apro-
bado en las postrimerías de la legislatura anterior. Más aún, esa ley fue en
buena medida la causa de la retirada de confianza del presidente de la Repú-
blica, Alcalá Zamora, al presidente del Gobierno, Manuel Azaña, que acaba-
ría por determinar el fin del gobierno de coalición republicano-socialista y la
disolución de las primeras Cortes de la República. No había habido tiempo
ni ocasión, por tanto, para poner en marcha el proceso de sustitución —que
de todas formas habría tropezado con grandes dificultades prácticas— cuan-
do los radicales apoyados por la CEDA se hicieron cargo del Gobierno. Por
ese lado, por tanto, Pabón podía estar tranquilo. Pero el ministro no se detu-
vo en esa cuestión y anunció su propósito de «reorganizar» —término que
prefería a «sustituir»— toda la segunda enseñanza de manera que, sin proce-
der al cierre ni a la sustitución de los centros privados, por la razón de que el
Estado no «puede tener capacidad económica para resolver por sí solo estos
problemas», el Estado se reservara el derecho de vigilar e inspeccionar todos
los centros de enseñanza privada, exigir al personal docente un nivel suficien-
te de aptitud académica y obligar a los alumnos a examinarse en un Instituto
público sobre un programa común.13 Era una afirmación nítida de la supe-
rior importancia que el ministro de Instrucción Pública estaba decidido a
conceder a la enseñanza pública sobre la privada: de esa superioridad era de
la que esperaba el ministro que se iniciara algún día el proceso de sustitución
de la segunda enseñanza cuando «los padres se convenzan de la bondad y efi-
ciencia de la enseñanza oficial».14
No tardó Villalobos en cumplir lo anunciado: el 28 de julio de 1934 la
Gaceta de Madrid publicaba un decreto que, entre otra cosas, obligaba a to-
dos los alumnos de los colegios de enseñanza privada a «examinarse necesa-
riamente en un Instituto Nacional de la provincia donde esté la residencia del
Colegio». Un mes después, el 30 de agosto, aparecía en la Gaceta el decreto
con el anunciado nuevo plan de Bachillerato, recibido por El Sol como una
importante reforma a la que sería difícil «que quien aspire honestamente y
sin miras sectarias a la formación intelectual de la juventud española ... pue-
da poner reparos sustanciales». En su editorial, destacaba El Sol que el nuevo
plan no se prestaba a la preparación memorista ni a la cultura de almacén
que había predominado hasta entonces; ni al mercantilismo y a los abusos.
Y, lo que más dolería: el decreto establecía que, «sobre la continuidad de
unos mismos estudios cardinales en creciente grado de intensidad dentro de
cada ciclo, vienen las pruebas de conjunto ante las Juntas de profesores y con
cuestionario único para todos los Institutos. Y para la reválida final, entra la
intervención universitaria marcando el nivel de capacidad para pasar a la en-
señanza superior». Desaparecía, por tanto, la «cátedra cantonal, la trinchera
en que se defendía tantas veces el libro de texto, los estudios rituales e inco-
municados, las falsas autoridades docentes ... la mixtificación y, en ocasio-
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contrario: siempre que se había referido a ella fue para recordar los proble-
mas de orden práctico que planteaba. Pero eso daba igual a los políticos de la
CEDA, interesados en presentar a Villalobos como instrumento de «una nue-
va táctica de las fuerzas derrotadas del bienio, que continúan siendo dueñas
del Ministerio de Instrucción». Villalobos era el ejecutor de un nuevo intento
de «estatificar la enseñanza solapadamente para lograr así la laicización inte-
gral de la vida docente española». Necio empeño, terminaba su requisitoria
El Debate, irrealizable además porque no lo soportarán los presupuestos ni
mucho menos la conciencia pública, que hará oír su voz en el Parlamento.17
No se podrá decir, por tanto, que no estuviera advertido Filiberto Villa-
lobos de las intenciones de su principal adversario y, a la vez, imprescindible
aliado de la coalición política que sostenía al gobierno del que él era minis-
tro. Porque quienes le acusaban de querer implantar este especie de laicismo
integral en la enseñanza eran sus coligados, no la oposición republicana o so-
cialista, que atravesaba durante aquellos meses su peor momento y que, en el
fondo, estaba de acuerdo con los planes del ministro aunque significaran
posponer sine die la sustitución de la enseñanza impartida por las órdenes re-
ligiosas por la enseñanza pública. Sin duda, en julio y agosto la CEDA sólo
prestaba al Gobierno un apoyo parlamentario y su capacidad de provocar
crisis de gobierno debía administrarse con cierta medida, sólo para la caza de
piezas mayores; pero a partir de octubre formaba ya parte del Gobierno,
—nada menos que al frente de tres ministerios: Justicia, con Rafael Aizpún;
Agricultura, con Manuel Giménez Fernández; y Trabajo, con José Oriol An-
guera de Sojo— y su propósito consistía en ir ocupando paulatinamente po-
siciones de poder. Era lógico esperar que si en agosto sus diputados habían
demostrado a las claras las intenciones de su partido y anunciado que no
aceptarían impasibles, como «obra definitiva», las reformas aprobadas por
decreto, en noviembre y diciembre el cerco se estrechara hasta el punto de co-
locar al ministro de Instrucción pública en la disyuntiva de dar marcha atrás
en su política de reforma o abandonar el Gobierno. En este punto, tratándo-
se de la «unidad espiritual» de la nación, de los derechos de la enseñanza re-
ligiosa, y de su absoluta independencia respecto al control y vigilancia del Es-
tado, la CEDA no estaba dispuesta a mostrar ninguna transigencia.
tiles todas las presiones para que volviera a ocupar su sitio en el Consejo de
Ministros. Un día antes, Villalobos había dirigido una carta a su jefe político,
Melquíades Álvarez, recordándole sus deseos de «dejar la cartera de Instruc-
ción pública»: un núcleo importante del partido no estaba conforme con su
conducta ni con sus orientaciones políticas y el antagonismo con Acción po-
pular y con un importante sector del mismo Partido Radical era absoluto. A
esa razón se añadía el sentimiento de tortura que dominaba su espíritu cuan-
do oía los discursos de Gil Robles y de Lerroux pidiendo las cabezas de los
dirigentes socialistas implicados en la revolución de octubre: las «penas seve-
rísimas que se cumplirán inexorablemente», exigidas por Gil Robles —escri-
bía a su jefe— hacían imposible su continuación en el Gobierno. Villalobos
pedía, pues, a Álvarez que se pusiera de acuerdo con Lerroux para que éste
resolviera su salida del Gobierno, un deseo que con toda seguridad le reiteró
en la visita que le hizo la misma noche del debate. Al salir, después de media
hora, no quiso hacer declaraciones, pero todo el mundo entendió que se ha-
bía abierto la crisis política,22 aunque todavía debieron pasar unos días para
que se cerrara. El 29 de diciembre aparecía en la Gaceta el decreto que nom-
braba nuevo ministro de Instrucción Pública a Joaquín Dualde, miembro
también del partido Liberal Demócrata de Melquíades Alvarez. De esta ma-
nera, Lerroux evitó la apertura de una crisis total de Gobierno, que le hubie-
ra obligado a una amplia remodelación, pero no pudo impedir que Villalo-
bos volviera sobre la decisión adoptada en el mismo momento de su debate
con Jesús Pabón y José María Gil Robles.
¿Fue una simple discrepancia fácilmente subsanable o se trataba en reali-
dad de una diferencia de fondo, sin arreglo posible, lo que enfrentó con tanta
implacable hostilidad a Gil Robles con el ministro Filiberto Villalobos? Qui-
zá la clave para responder a esta cuestión la proporcione el discurso que el
mismo Gil Robles pronunció el día siguiente del debate parlamentario en el
domicilio de Acción Popular sobre «Actuación Política de la CEDA». Dijo en
la ocasión el dirigente católico que el «bloque ministerial» que la CEDA ha-
bía formado con el Partido Radical tenía tres finalidades: primera, hacer im-
posible la revolución social; segunda, acometer los problemas de reorganiza-
ción nacional, y tercera, la reforma constitucional. Por lo que se refería a esta
tercera finalidad —única que interesa en este contexto— Gil Robles tenía la
evidencia de que muy pronto iban a comenzar los estudios para acometerla.
Y aclaró: «La reforma de los artículos 26 y 48 y todas las disposiciones secta-
rias de la Constitución es un postulado para nosotros. Sobre esto, ni discutir.
No haremos ningún convenio».
Es significativo que los dos únicos artículos sobre los que la CEDA no ad-
mitía discusión, ni negociación, ni convenio, tuvieran que ver con la enseñan-
za. El 26 prohibía a la órdenes religiosas «ejercer la industria, el comercio o
la enseñanza»; el 48 establecía como «atribución esencial del Estado» el ser-
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No es para V. una novedad que estoy hace tiempo deseando dejar la cartera
de Instrucción Pública. Mi presencia en el Gobierno tiene la simpatía de V. con
todo el cariño que le inspiró mi fidelidad a su política y a su persona; pero un nú-
cleo importante del Partido no está conforme con mi conducta ni con mis orien-
taciones políticas aunque éstas responden a la tradición liberal, generosa y tole-
rante que fue dogma del reformismo y del Partido liberal-demócrata. Y este
antagonismo es absoluto con Acción Popular y con un importante sector del Par-
tido Radical. El Debate, órgano oficial y oficioso de Gil Robles, mintiendo dia-
riamente, me hace una campaña que no puede ser desagradable al Jefe de Acción
Popular, cuando no pone coto a las insidias de su periódico. Los últimos discur-
sos de Lerroux en Sevilla proclamando que «cabezas de Jefes socialistas están es-
torbando sobre los hombros» y el de Gil Robles en Madrid afirmando que «los
cabecillas del movimiento de Asturias serán condenados a penas severísimas que
se cumplirán inexorablemente» hacen imposible mi continuación en el Gobier-
no. Para mi ya era una tortura continuar en éste desde las semanas posteriores a
la revolución. Ahora es ya un suplicio del que deseo verme libre.25
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3
La iglesia salmantina:
rebeldía, cruzada y propaganda.
El Centro de Información Católica
Internacional*
Ricardo Robledo
Universidad de Salamanca
la iglesia salmantina 73
1933 en las filas del Partido Republicano Radical, planteaba un ideal repu-
blicano que no era irreligioso, primero porque en el partido republicano de Sa-
lamanca abundaban los católicos militantes, y aunque esto no sucediera «bas-
taría que nos propusiéramos el aumento de la fraternidad entre los hombres, la
liberación de todos los inicuamente sometidos, de todos los que padecen ham-
bre y sed de justicia para que nos sintiéramos tutelados por los Evangelios».
Veía compatible por tanto república y catolicismo (llegaba a decir que su teo-
ría era más cristiana porque era más democrática), y expresaba la queja, como
figura en el encabezamiento de este capítulo, por comportamientos que se
iban a intensificar en los años siguientes cuando se refería a las «feroces in-
transigencias» y al «enmarañamiento de problemas religiosos y políticos».6
Para José Artero, que actuaba como voz oficiosa del obispado,7 las cosas
estaban muy claras: «la religión católica es intransigente o “totalmente” se
acepta o totalmente se deja». Aunque había expresado que la espiritualidad
católica nada tenía que ver con la republicana, se vio obligado a reconocer
que ningún dogma se oponía a la forma republicana, pero los católicos esta-
ban obligados a seguir lo establecido por el Cardenal Segura. En cuestiones
como la enseñanza, el matrimonio, la moral... «toda forma de gobierno tiene
que relacionarse íntimamente con la religión» y consideraba que la llegada
de la República traería consigo «un cataclismo social y religioso».
Antes de que llegara el nuevo régimen ya había sido condenado, y por tan-
to al año siguiente las pastorales o circulares de los obispos de Salamanca y
Ciudad Rodrigo saludaron a la República con el entusiasmo que cabía en la
fórmula del acatamiento. A pesar de las alabanzas de La Gaceta a los socialis-
tas salmantinos, por no ser «petroleros» ni «tragacuras», y de la templanza de
Primitivo Santa Cecilia,8 los decretos del gobierno republicano sobre libertad
religiosa y el carácter voluntario de la enseñanza religiosa en las escuelas des-
ataron una campaña de reacción en La Gaceta Regional. De este modo, afir-
ma Mary Vincent, las declaraciones de respeto al gobierno democrático eran
desmentidas por su incapacidad para aceptar el pluralismo político y cultural
en el que se basaba la democracia.9 El artículo «No hay derecho al error» del
9 de junio de 1931, posiblemente de Cimas Leal, marcó sin duda un punto de
inflexión, con argumentos expuestos ya por el canónigo Artero
la iglesia salmantina 75
sas, integraban la lista de «los malos», de modo que parecía que los únicos
que habían defendido los sentimientos católicos eran los agrarios.14 La posi-
bilidad de un pluralismo de la opinión católica se excluía cerrando la vía de un
catolicismo liberal que creyera en el laicismo del Estado.15
Respecto a las manifestaciones, llama la atención que en la realizada el
domingo 18 de octubre en Ledesma, el distrito electoral del diputado Cándi-
do Casanueva en 1923, se planteara como el punto de inicio de revisión de la
Constitución, dos meses antes de que se aprobara; Salamanca, por tanto, era
pionera y Ledesma, «barbacana primera desde donde se inicia una lucha fun-
damental para el conservadurismo del país».16 Por último, el periódico de Gil
Robles insertó varios días en primera página anuncios sobre el «deber mo-
ral» de los católicos para enviar telegramas a las Cortes pidiendo respeto
para sus creencias, y animando a los pobres a hacerlo pues «a los pobres se
les recibe con mucho agradecimiento el nombre, porque no faltan ricos, que
abonan su despacho y el de algunos pobres»; millar y medio de telegramas
fueron enviados en dos días. La llamada de la Unión Católica de Mujeres Es-
pañolas recogió unas 52.300 firmas;17 según eso, debió de firmar uno de
cada cuatro salmantinos mayor de 20 años.
La movilización católica salmantina fue estimulada por el nacimiento de
varias asociaciones. El 6 de agosto de 1931 se creó la Asociación de Familias
Emparentadas con Religiosos para la provincia de Salamanca (AFER), con el
objetivo de laborar en defensa de los intereses materiales y morales de las
personas y bienes de sus familiares religiosos; de nuevo, Lamamié de Clairac
estaba al frente.18 Se enviaron cerca de 4.000 firmas al Presidente de la Repú-
blica y la animosidad antirrepublicana de sus fundadores hizo que hasta La
Gaceta fuera acusada alguna vez de cobarde y traidora a sus seguidores. El
órgano de expresión era Defensa, cuyo primer número salió el 19 de septiem-
bre y a partir del número 9 con el subtítulo de «periódico católico de van-
guardia. Como presidente figuraba Tomás Salas Diestro (tradicionalista) y
como vocales Graciliano Sánchez Cobaleda, Lamamié de Clairac, entre
otros. Se publicaban escritos incendiarios contra personas e instituciones de
la República, contra Cataluña, «la niña mimada», contra los políticos sal-
mantinos, especialmente Andrés Manso; la sal gorda utilizada se potenciaba
por el anonimato pues la mayoría de sus colaboraciones eran firmadas con
seudónimos tales como «Robespierre». Era la extrema derecha con la salve-
dad de que colaboradores de La Gaceta como Cimas Leal o Abilia Arroyo no
tuvieron reparo en enviar algún artículo. En uno de sus artículos la escuela
laica fue considerada un «degolladero de niños» en el que se enseñaba la in-
moralidad, la corrupción y el anarquismo lo que provocó el encarcelamiento
del director; el periódico fue suspendido a fines de 1932.19
Con siglas casi idénticas se fundó un mes después la Asociación Femeni-
na de Educación Ciudadana (AFEC), la rama femenina de Acción Popular. A
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la iglesia salmantina 77
los pocos días de aprobarse el voto femenino —con el voto en contra de La-
mamié lo que no le impediría ser asesor de la AFEC—20 nacía esta asociación
que demostraba el instinto de conservación y el pragmatismo organizativo de
la derecha católica;21 Salamanca fue, de nuevo, la pionera de España y se an-
ticipó un mes a la creación de la de Madrid. Su líder fue Abilia Arroyo Pas-
cual (1891-1961), esposa del catedrático de universidad E. Román, cuya
hoja de servicios recoge puestos directivos en diversas organizaciones católi-
cas que justifican un perfil igualmente conservador.22 Doña Abilia utilizó el
seudónimo «Teresa de Castilla», y su llegada a la arena política fue saludada
como portaestandarte de la bandera de la defensa del hogar en «esta aguerri-
da Cruzada». Nada que ver con la señorita Campoamor enjuiciada como
una vulgar descreída.23
La aplicación de la legislación constitucional dependió como en tantos
otros casos de la actitud de las autoridades municipales; hubo protestas en la
Sierra, en Lumbrales o en Vitigudino por la retirada del crucifijo; en Golpejas y
Santa María de Sando los niños se fueron a casa hasta que el crucifijo volviera
a la escuela:24 pero de contar con sólo estos datos aireados por La Gaceta a
principios de febrero de 1932 (y no parece que este periódico autocensurara
este tipo de información) estaríamos muy lejos de cualquier motín popular por
la recuperación del crucifijo escolar. Está por ver si alguna acción anticlerical
pudo ser o no maniobra de la propia derecha como en Lumbrales, donde según
el Gobernador civil los monárquicos intentaron quemar la iglesia.25 Las acti-
tudes contemporizadoras no debieron de ser extrañas y es posible que la aten-
ción hemerográfica al conflicto desvirtúe la importancia de las noticias sin
conflictividad. Sirvan como ejemplo las procesiones en varios pueblos el día de
San José después de haber celebrado novenarios con toda solemnidad.26
Sin duda era muy difícil en esa sociedad rural, acostumbrada a prédicas
que estimulaban la intolerancia de la verdad única, intentar cambiar com-
portamientos seculares; la mejor pedagogía hubiera sido el tiempo, del que
nunca dispuso la República. Se acostumbra a valorar el efecto negativo que
tuvo la eliminación de símbolos religiosos que formaban parte de la cultura y
de las relaciones humanas y resulta comprensible que esta política se viviera
como una agresión. Por ejemplo, en Béjar, «una ciudad laica entregada al
culto de su patrona, la Virgen del Castañar», unos jóvenes católicos desafia-
ron las medidas secularizadoras aplicadas por el consistorio; la provocación
llevó a un enfrentamiento en el que uno de los notables de la ciudad, J. Gó-
mez Rodulfo, esgrimió una pistola, siendo encarcelado por unas horas.27
Ahora bien, este punto de vista (además de olvidar que también se agredía el
proyecto modernizador republicano)28 tiene que completarse con el de las ac-
titudes de intransigencia y de parcialidad de la iglesia salmantina, que en
asuntos de conflictividad social o de intentos de modificar la distribución de
la renta mediante la reforma agraria seguía anclada en la misma orilla de
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A la puerta de la Iglesia Mayor fueron recibidos los diputados por el clero re-
vestido y Cruz alzada, pasando al interior del templo a ocupar un puesto de ho-
nor en el presbiterio al lado de la Epístola, en tanto que la orquesta interpretaba
la “Marcha Triunfal” de Tanhauser ... Después de la misa se hizo la Exposición
al Santísimo y se cantó el “Te Deum”...43
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la iglesia salmantina 85
Los hijos no pertenecen a sus padres. Los hijos no deben amar a sus padres.
Los hijos son propiedad de estado. ¡Fijaos madres, vuestros hijos no son vuestros.
La verdad es que estos antiespañoles, más que un ejército de criminales, pa-
rece una manada de bichos que inutilizan todo lo que tocan y hasta con sólo la
mirada y no digamos con el aliento infliccionan (sic) y corrompen cuanto en-
cuentran a su lado; semejan como temeroso conjunto de medrosas alimañas, cual
lo serían descomunales y venenosas sabandijas, sapos, víboras, piojos, chinches,
moscas, escarabajos, todos del tamaño de toros y elefantes que en una repugnan-
te alteración de todas sus entrañas hubiera vomitado el averno.59
mi suegra, le oyó decir aquella sarta de barbaridades, salió de la iglesia tan ate-
morizada que llegó lívida a casa, diciendo que no volvía a misa y que jamás que-
rría ver a don Santos ... En los pueblos sin embargo, no había medio de esquivar-
los, pues no ir a misa constituía un desafío.63
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prácticas que poco tenían que ver con la solidaridad propuesta por el ilustre
dominico. La apelación a Vitoria o al derecho de gentes por parte de eclesiás-
ticos o civiles se convirtió durante la guerra en un comodín para incitar a la
violencia o ejercerla. Si dejamos de lado las consideraciones sobre el supuesto
carácter salmantino poco proclive a la cooperación, no es difícil distinguir co-
rrientes ideológicas distintas en la interpretación de la tradición vitoriana que
se pusieron en evidencia cuando surgió la polémica por la creación de aque-
llas organizaciones. Frente a los que proclamaban valores eternos el econo-
mista Rodríguez Mata y el Catedrático de Derecho Penal Antón Oneca mos-
traron públicamente sus discrepancias
En nuestro campo jamás se ha matado a uno por las faltas de otro, ni siquie-
ra por los crímenes, cuanto menos porque hayan dejado a su familia a merced
nuestra. Por ahí andaba —la he visto en Valladolid— la del general Asensio, el
rojo defensor de Málaga ¿Quién se metió con ella? Digo, sí se metieron, mante-
niéndola y tratándola como si fuera uno de nuestros difuntos generales. ¿A quién
puede pasarle por la cabeza que porque los rojos tomasen Brunete, Belchite o Te-
ruel, nosotros no digo que matásemos, sino que molestásemos a ninguna familia
de rojos? ... Ni los niños, ni las mujeres de los rojos, ni los rojos mismos, por el
hecho de haberlo sido, han sido expoliados, ni detenidos, ni menos fusilados en-
tre nosotros. Y no hablemos de martirios, porque esos no se propinan entre no-
sotros ni a los mayores criminales, a pesar de que esa conducta nuestra nos colo-
ca en posición de inferioridad, pues nunca ellos nos temerán como nosotros a
ellos, que sabemos se complacen en la tortura.75
Puesto que el conferenciante declaraba haber visitado los frentes seis ve-
ces, cabría preguntarse ¿En qué guerra estuvo el padre Getino, cronista de la
ciudad de Salamanca? La misma pregunta puede hacerse al otro dominico
Menéndez Reigada quien afirmaba que faltaba probar que los desmanes se
hubieran producido pues sólo había constancia de bulos, «calumnias y em-
brollos».76
Por último, conviene indicar algunos ejemplos de la simbiosis institucio-
nal de la Iglesia salmantina con la organización del Nuevo Estado en un mo-
mento en que, como decía Gil Robles en septiembre de 1936, había que re-
nunciar a todo lo específico para diluirse «en la magna cruzada». En primer
lugar, la sintonía Iglesia y Universidad es total a la hora de apoyar al nuevo
régimen. De hecho, la pastoral de las dos ciudades y el mensaje de la Univer-
sidad de Salamanca al resto de universidades coinciden prácticamente en el
tiempo y refleja la existencia de un cálculo propagandístico. Ambas institu-
ciones ofrecieron su doctrina, su saber y sus hombres. Los militares dispo-
nían de las armas, pero la estructura administrativa-jurídica-depuradora-le-
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moraciones de todo signo. Éstas fueron utilizadas no sólo como vehículos co-
hesionadores y encuadradores de la población en el nuevo orden, sino también
como medio para extraer fondos para la causa. Así, muchas celebraciones reli-
giosas iban acompañadas de cuestaciones, de entregas de donativos a cambio
de emblemas, de veladas teatrales como colofón a la festividad. Las institucio-
nes públicas se implicaron en las festividades religiosas, se imbricaron y cola-
boraron en su realización.82
Conviene hacer una última reflexión. Como se comprueba en el capítulo 1,
la cuestión agraria fue uno de los asuntos candentes en Salamanca; sin embar-
go, en los discursos del verano del 36 no se baja a la arena política del conflicto
agrario. El fracaso de la reforma agraria o el miedo a su implantación no son
los recursos habituales para el convencimiento del auditorio de guerra. El con-
flicto se ha dignificado calificándolo de cruzada y forzando todos los mani-
queísmos posibles; no hay conflicto civil, y no se mencionan explícitamente
objetivos o motivaciones políticas, hay una «sobreinterpretación católica»,
que al año de la guerra convirtió la ciudad de Salamanca, ahora sí realmente en
ciudad levítica, volcada en novenas y procesiones y con la implicación de las
instituciones civiles y militares «por la pronta victoria de las armas españolas y
el afianzamiento de la fe católica en toda la nación».83 Ahora bien, el sendero
de la represión en Salamanca tiene unas señales que, como en otros lugares, lle-
van a los lugares donde había existido agudización del conflicto social o se ha-
bía aplicado la reforma agraria. Esto no hace más que ratificar la función ideo-
lógica del discurso religioso salmantino, en el sentido del término ideología
como un conjunto de ideas que describe la sociedad de un modo deformado en
beneficio de los intereses de la clase dominante.
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Las ocupaciones del gobierno y de la campaña, que dirige por sí, son abru-
madoras; sobre la mesa del despacho le sorprenden a veces las cuatro de la maña-
na. Pues nunca se retira a descansar sin haber rezado el Santo Rosario en compa-
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ñía de su esposa, que le aguarda para ello. ¡Así bendice Dios y la Santísima Vir-
gen su obra!111
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4
Que no se olvide el castigo:
la represión en Salamanca durante
la guerra civil
Santiago López García y Severiano Delgado Cruz
Universidad de Salamanca
Hay que tener en cuenta que también esa ideología izquierdista que
en algunos momentos profesó el sr. Torrelo, merece una sanción, y
aún cuando ya puede considerarse bien sancionado con el tiempo
que lleva en suspenso, parece lógico que su reingreso no se efectúe
como si fuese un honor, sino de modo que no pueda olvidarse que
fue sancionado.
(Del expediente de reingreso en 1948 del maestro
de instrucción primaria Arturo Aurelio Torrelo Molina,
dado de baja por depuración en 1937)
desde las elecciones de febrero la situación del campo salmantino se agrava por
instantes. Las Casas del Pueblo se han adueñado de los municipios, que rigen por
Comisiones gestoras; se invaden las dehesas con pretexto de la reforma agraria, y
la ganadería, que es una de las riquezas típicas y tradicionales de esta tierra, corre
peligro de desaparecer. Los Jurados Mixtos hacen imposible la convivencia en el
trabajo y éste es ruinoso. Acaban de promulgarse unas bases para la recogida de
la cosecha, que son un semillero de violencias y de disgustos y que constituyen la
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surgida entre las niñas del hospicio provincial. Al final de la reunión, el ges-
tor provincial Manuel de Alba hizo constar el apoyo de su grupo al gobierno
del Frente Popular, «ante la difícil situación por que atraviesa el gobierno de
la República ... exigiendo la adopción de medidas rigurosas y enérgicas para
oponerse a toda maniobra fachista», siendo apoyado por el grupo de Izquier-
da Republicana.20 Habían pasado ya las nueve de la noche y por la radio se
estaba difundiendo la noticia del levantamiento militar en África
Esa misma noche se reunieron en el Gobierno Civil el gobernador, Anto-
nio Cepas; el comandante militar, general García Álvarez; el alcalde, Casto
Prieto; y el diputado José Andrés Manso. El mando militar manifestó su leal-
tad al orden constituido y dio seguridades de calma absoluta en los regimien-
tos de la ciudad, lo cual hizo a los dirigentes civiles desechar la idea de convo-
car una huelga general. Prieto y Manso acordaron crear un comité de enlace
del Frente Popular, para hacer frente a la amenaza de golpe de estado.21 El
rumor se extendió rápidamente por la ciudad y grupos de jóvenes del Frente
Popular comenzaron a cachear sospechosos bajo los soportales de la plaza
Mayor22 y patrullar las calles, en especial los alrededores de la Casa del Pue-
blo (calle del Arco de la Lapa), y de los cuarteles.
En Salamanca, a pesar de lo dicho por el general, los militares no se man-
tuvieron leales al orden constitucional. Los brotes de reacción contra los in-
surgentes vinieron de las organizaciones ciudadanas de izquierda que inten-
taron mantener la legalidad, pero sus fuerzas resultaron ser claramente
insuficientes. El esfuerzo armado de las organizaciones democráticas conclu-
yó entre el 19 y el 20 de julio.23 De esta forma, Salamanca y otros lugares
donde triunfó el golpe militar se convirtieron de un día para otro, paradóji-
camente, en la retaguardia de la guerra civil provocada por el fracaso de gol-
pe militar en el conjunto de España.
En ningún lugar de España la autoridad civil, por sí misma, pudo hacer
frente a la jefatura militar. Si ésta se decantaba a favor de los golpistas, la re-
sistencia tenía sus horas contadas, sobre todo si la Guardia Civil, la de Asal-
to y los Carabineros se sumaban a la sublevación, como ocurrió en todas las
provincias de Castilla y León. En Salamanca la suerte del levantamiento se
jugó en realidad en Valladolid. Allí, el mismo día 18 por la noche los genera-
les Andrés Saliquet Zumeta y Miguel Ponte y Manso de Zúñiga24 detuvieron
al general Molero y sacaron las tropas a la calle. El general Saliquet se hizo
con el mando de la 7ª División y ordenó a todas las fuerzas bajo su mando
que declararan el estado de guerra, lo cual hicieron sin mayores dilaciones ni
obstáculos.
El día 18 por la tarde, el regimiento de Caballería había despachado dos
enlaces a Valladolid, para informarse de lo ocurrido en esa plaza, regresando
a Salamanca por la noche. El teniente coronel Salazar, de Caballería, y el co-
ronel Palenzuela, de Infantería, pidieron al comandante militar que declarara
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el estado de guerra, pero éste esperó unas horas, hasta tener órdenes directas
del mando de la 7ª División. Mientras tanto, en los aledaños del cuartel de
Caballería se produjeron tiroteos entre militares y civiles. Finalmente, García
Álvarez recibió una perentoria llamada telefónica desde Valladolid del gene-
ral Saliquet, en la que le decía que Burgos, Pamplona, Zaragoza y Galicia ya
estaban en armas, y que esperaba la colaboración del comandante militar de
Salamanca en el plazo de dos horas.25 García Álvarez no debió dudar mucho,
puesto que ya había declarado el estado de guerra el 7 de octubre de 1934, si-
guiendo órdenes del Gobierno.
La noche del 18 al 19 no estuvo exenta de movimientos, aunque muy ais-
lados, para prepararse contra el golpe militar. La Casa del Pueblo de Sala-
manca y la Diputación Provincial fueron los lugares desde donde el diputado
Manso organizó la resistencia de primera hora. Repartió las pocas armas que
había conseguido reunir y encargó a sus más allegados la defensa de puntos
estratégicos en la ciudad y en la provincia.26 Su plan era resistir en la capital
apoyándose en los obreros de los barrios, en especial de Pizarrales y del pue-
blo-barrio de Tejares. A su vez era vital mantener Ciudad Rodrigo y los pue-
blos al norte de ésta para tener una línea de retirada hacia Portugal. A su
mano derecha y secretario, Antero Pérez Rodríguez, presidente provincial de
las Juventudes Socialistas Unificadas, le dio una pistola y le encargó organi-
zar la resistencia en Ciudad Rodrigo. En la capital quedó el grueso de los di-
rigentes locales del Partido Socialista y de la UGT. Gonzalo Alonso Manza-
nera, presidente de la Junta de Reforma Agraria en Salamanca, instó al
gobernador para que llamase al de Zamora y coordinasen la resistencia. Ro-
mán Pérez Pérez, gerente del teatro Liceo, se ofreció al gobernador para cual-
quier misión en apoyo del Gobierno.27
Por la mañana ya se habían cerrado todos los planes inmediatos por parte
de los militares para hacerse con el control de la ciudad. Ésta todavía vivía aje-
na al conflicto que se estaba desatando. De hecho el domingo 19, a las ocho
de la mañana, se celebró con gran éxito la carrera de patinetes organizada por
El Adelanto, en la que se dieron cita 120 chavales y numerosos espectadores,
en la avenida de Rodríguez Sampedro (actual Comuneros). El Adelanto que-
ría llamar la atención sobre la necesidad de un parque para niños, del que Sa-
lamanca carecía.28
Los salmantinos asistentes a la competición infantil y los que se encontra-
ban en las calles por la costumbre de la misa o del paseo dominical, o para in-
formarse de los insistentes rumores que recorrían la ciudad, se fueron dando
cita en la plaza Mayor. Allí vieron cómo un escuadrón del cuartel de Caballe-
ría, a caballo y con casco metálico, mandado por el capitán José Barros Man-
zanares, entraba en la plaza Mayor por el arco de la calle del Doctor Riesco
(vulgo Toro) y leía el bando declarando el estado de guerra dictado por el ge-
neral Saliquet en Valladolid para todo el territorio de la 7ª División. La plaza
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estaba llena de gente, sobre todo por la zona ajardinada que entonces ocupa-
ba la parte central, y apenas se oía lo que leía el militar.29 Tuvo lugar enton-
ces lo que dio en llamarse «el tiro de la Plaza», que marcó de forma bien trá-
gica el comienzo de la guerra en Salamanca y dio cumplida información del
talante con el que los militares pensaban actuar en adelante: el bando militar
terminaba con un «Viva España», que fue secundado por numeroso público.
Al parecer, hubo otros gritos, un hombre disparó con pistola contra los mili-
tares hiriendo a un cabo. El piquete hizo una descarga y mató a varias perso-
nas (cuatro hombres y una niña), que fueron las primeras víctimas de la gue-
rra civil en Salamanca.30 Después la Plaza quedó vacía, y vacías quedaron las
calles de la ciudad todo el día y toda la noche.
Esa misma mañana, los militares tomaron sin encontrar resistencia el
Ayuntamiento, el Gobierno Civil (calle del Prior),31 Correos (plaza de Santa
Eulalia), la Telefónica (plaza de los Bandos), la emisora Inter Radio Salaman-
ca32 y la estación del tren, y distribuyeron destacamentos por distintos lugares
de la carretera de circunvalación (lo que hoy es el anillo Canalejas-Mirat-Car-
melitas-San Vicente-Rector Esperabé) y de las vías férreas que pasaban por la
ciudad, en especial el puente de hierro sobre el Tormes. Los falangistas que ha-
bía en la cárcel fueron liberados y su jefe, Francisco Bravo, comenzó de inme-
diato a organizar sus milicias y grupos de choque. El general García Álvarez
designó a los militares de su confianza que deberían sustituir a los cargos civi-
les: el comandante del Centro de Movilización y Reserva número 14, Francis-
co del Valle Marín, pasó a ser alcalde de la ciudad. El día 19 a las diecisiete ho-
ras y veinticinco minutos entraba en el consistorio anulando el poder civil en la
capital.33 Por otro lado, el teniente coronel Rafael Santa Pau Ballester fue
nombrado gobernador civil y el coronel retirado Ramón Cibrán Finot, presi-
dente de la Diputación.34 El nuevo gobernador civil dio orden de sustituir «to-
das las gestoras municipales socialistas con elementos patrióticos», y además
—dice el gobernador en la prensa— «se invita a todos los patriotas a que se
presenten con urgencia en el cuartel de Infantería para ser militarizados. En los
pueblos, todos los labradores, los valientes patriotas, deberán ponerse inme-
diatamente en contacto con la Guardia Civil, secundándola en la tarea de re-
ducir los pequeños focos extremistas. Las fuerzas de la Benemérita tienen or-
den de entregar las armas a las personas que las depositaron anteriormente.35
Se recuerda a todos que los preceptos del Bando declarando el estado de gue-
rra serán cumplimentados con todo rigor. Durante toda la noche las fuerzas pro-
cederán con la máxima energía para acabar con los alarmistas.
En toda la provincia la opinión se suma al movimiento. En los pueblos la
Guardia civil procede a destituir a las Comisiones gestoras socialistas, entregan-
do el mando a los patriotas.
El entusiasmo patriótico en las masas agrarias de toda la región es enorme.
Se ha decidido que en aquellos pueblos donde no haya fuerzas de la Benemérita,
las fuerzas nacionales de cada localidad se incauten del Ayuntamiento, mante-
niendo el orden a todo trance ...
Una pequeña columna recorrió Ciudad Rodrigo y su partido, restableciendo
la confianza de la masa popular, que con sin igual entusiasmo se suma al movi-
miento de las fuerzas armadas, que llevan adelante con toda decisión para evitar
que España se una a la barbarie comunista ...
En cuanto a la capital, es menester que todos los ciudadanos hagan su vida
normal, que abran los comercios, que se trabaje en los talleres y fábricas y que la
clase obrera, desengañada del rumbo lamentable que se imprimía al país entero,
vuelva al trabajo, colaborando en el pronto restablecimiento de la normalidad.
Para lograr lo anterior, la autoridad no escatimará esfuerzos y observará una ac-
titud implacable.
Salmantinos, españoles todos. Viva España. Viva la República con dignidad.36
tiroteos infructuosos con los centinelas de los cuarteles y las patrullas milita-
res, que se prolongaron durante toda la noche del 19, dieron paso a una resis-
tencia pasiva en forma de huelga. En los días siguientes, del 24 al 31 de julio,
los dirigentes de la Casa del Pueblo de Tejares y del Centro Cultural de Piza-
rrales, todos ellos obreros de la UGT, fueron detenidos y acusados de haber
organizado la resistencia en Salamanca.48
Al levantarse la gente el día 19 no sabían aún la gravedad de los aconteci-
mientos de la pasada noche. La ciudadanía, como sucedía en buena parte de
España, no podía imaginar el cariz que estaban tomando los acontecimien-
tos, pero aquella mañana, tras «el tiro de la Plaza», los salmantinos se encon-
traron de bruces con el terror que les acompañaría de forma explícita los si-
guientes seis años.49 Por supuesto, los dirigentes y los colaboradores de los
movimientos de izquierda ya eran muy conscientes de que había que escapar
o refugiarse. Pocas posibilidades ofrecían los alrededores para escabullirse de
una posible persecución. La capital pronto se convirtió en una jaula. En los
días siguientes se sucedieron las detenciones y las persecuciones, que termi-
naron, en ocasiones, con la vida de los que intentaban huir.50
En el campo, la Guardia Civil se encargó de acabar con cualquier resis-
tencia al golpe. Una vez bloqueados los caminos, los guardias fueron redu-
ciendo y apresando a todos aquellos que habían intentado oponerse al alza-
miento, a los alcaldes que no habían querido proclamar el estado de guerra y
a los que estaban siguiendo la huelga general desde el día 21. En algunos pue-
blos todavía pensaban que las cosas volverían a su cauce democrático, de lo
contrario no se entienden sucesos como los de Retortillo, donde el alcalde
Isaías Montero Egido se negó a publicar el bando de guerra y declaró la huel-
ga general. Él y diez más fueron apresados casi en el mismo momento y el jui-
cio militar fue inmediato. Montero fue condenado a treinta años de reclusión
y al pago de una multa de 10.000 pesetas por rebelión. El resto sufrieron con-
denas entre dos años y ocho meses. Finalmente, en 1941 la mayoría serían in-
dultados.51
La huelga general declarada de forma espontánea se mantuvo durante
unos días. El Adelanto no volvió a salir hasta el 28 de julio, aprovechando la
salida para manifestar su «total adhesión al movimiento iniciado en pro de
la salvación de la Patria por el heroico Ejército Español» y para hacer un com-
pendio de lo sucedido durante esos días. Se daba por segura la toma de
Madrid en breves fechas, debido a la confluencia de rápidas columnas moto-
rizadas que habían salido desde Zaragoza, Pamplona, Logroño, Burgos y Va-
lladolid, para converger con las columnas que habían salido desde Algeciras y
Málaga.52 El miércoles 21 —seguía informando El Adelanto— «llegó a Sala-
manca un grupo de fascistas de Valladolid», que entraron en la ciudad acom-
pañados por la banda de música del regimiento de Infantería, entre gritos de
«¡Viva España! y ¡Viva el fascio!». Se sumaron a la manifestación varios miles
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de personas, hasta llegar a la plaza Mayor, donde fue izada en el balcón del
ayuntamiento «una bandera fascista traída de Valladolid». Todos los días,
Inter Radio Salamanca, en conexión con Radio Castilla de Burgos, Radio Va-
lladolid y Radio Club de Lisboa, transmitía noticias del movimiento salvador
de España y las soflamas y arengas de los jefes militares y políticos. Tres mil
voluntarios de la capital y provincia se habían presentado en los cuarteles
para ponerse a disposición de las autoridades. Falange Española había orga-
nizado en pocos días varias compañías, mientras que Acción Popular y el Blo-
que Agrario organizaron otra.53 Por su parte, la Cámara de Comercio solicitó
la militarización de las clases mercantiles e industriales «ante la amenaza de
que las hordas rojas, sicarios de Rusia, se aproximaban a Salamanca». Pronto
se formó una compañía de la Guardia Cívica con aquellos que sabían manejar
el fusil y otra con los que no sabían manejarlo, que comenzaron a ser adiestra-
dos en el cuartel de Infantería. Por toda uniformidad se les dio un brazalete y
una gorrilla cuartelera con borla. Un mes más tarde ya eran seis las compañías
de «gentes de orden» que, con imposible apariencia militar, desfilaban por la
ciudad, organizaban misas de campaña y hacían la ronda de día o de noche,
cacheando y amedrentando a quien les parecía oportuno.54
A mediodía del viernes 24 salió un batallón del regimiento de Infantería
La Victoria, mandado por el comandante Juan Toribio de Dios, hacia el Alto
del León, en la sierra de Guadarrama, teniendo un primer choque, de poca
importancia, en Villacastín, y acampando finalmente en El Espinar. En él
formaron como voluntarios unos doscientos muchachos falangistas.55 Poco
después comenzaron a aparecer en la prensa local las primeras esquelas por
la muerte de los «heroicos mártires» caídos por Dios y por España.
El sábado 25 se constituyó con gran solemnidad el nuevo Ayuntamiento,
presidido por el comandante Francisco del Valle, del que formaban parte
Íscar Peyra y Miguel de Unamuno. En ese mismo acto se izó por vez primera
en los balcones del ayuntamiento la bandera bicolor roja y gualda, al igual
que en Béjar y otras localidades de la provincia.56 Sin embargo, la bandera
tricolor perduró en muchos ayuntamientos de la provincia hasta el decreto
de la Junta de Defensa Nacional. Al mismo tiempo comenzó una larga serie
de fiestas patrióticas para la reposición del crucifijo en las escuelas y el izado
de la bandera nacional.
El domingo 26, «la animación en la capital fue completa, viéndose con-
curridísimos los cafés, terrazas y establecimientos públicos. En el Coliseum
hubo funciones de cine de cuatro a seis y media y de siete a nueve, acudiendo
también numeroso público. El aspecto de la población era de completa nor-
malidad. Varios camiones de soldados y milicias salieron con dirección a
Guadarrama. A su paso por las calles, las tropas eran objeto de constantes y
delirantes ovaciones, con gritos de ¡Viva España! La banda del regimiento de
Infantería dio conciertos en la Plaza y calles principales.»57
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Villar del Ciervo, Ángel Lorenzo Bajo, estaba preparado para cortar la carre-
tera e impedir el paso a los insurgentes, era el último punto de resistencia an-
tes de escapar por Aldea del Obispo a Portugal.62
En Ciudad Rodrigo, como en muchos otros lugares de España, las autori-
dades locales intentaron seguir las consignas del Gobierno que se emitían
desde Unión Radio de Madrid, que consistían en requisar armas y automóvi-
les y hacerse con el control de los cuarteles de la Guardia Civil. Lo primero
que intentaron fue convencer al comandante del puesto de la Guardia Civil
para que les entregara las armas procedentes de las incautaciones que ésta
había hecho en los meses anteriores, en aplicación del decreto de revisión de
licencias. El comandante se negó, pero tampoco inició ningún movimiento
contra ellos. El alcalde requisó todos los vehículos de tracción mecánica para
impedir traslados de tropas, traer milicianos de izquierdas e intentar tomar el
cuartel. La comitiva estuvo recorriendo la ciudad todo el día 19, pero en nin-
gún momento contaron con armas y hombres suficientes para enfrentarse a
la Guardia Civil. El comandante se limitó a esperar que los seguidores del al-
calde se dieran cuenta de su aislamiento. Salamanca ya había caído. A última
hora de la tarde hizo su aparición para declarar el estado de guerra, pero la
resistencia fue lo suficientemente fuerte como para hacerle volver al cuartel.
Por la noche llegaron otros números de la Guardia Civil procedentes de Vi-
llar del Ciervo, que habían sido despedidos no sin tensión por los propios ha-
bitantes de aquel pueblo.63 Pero no sería hasta la mañana del día 20 cuando
conseguiría la Guardia Civil controlar la situación y declarar finalmente el
estado de guerra. Los dirigentes de la resistencia fueron apresados y conduci-
dos a la cárcel de Salamanca para esperar el juicio militar, que se celebró el
21 de agosto de 1936, y la condena de pena de muerte. De todos los dirigen-
tes detenidos tan sólo a Cejudo y a Calvo Vallejo se los condenó a 30 años de
prisión, el resto fue fusilado el 30 de agosto.64 Pero incluso estos dos desapa-
recían cinco meses más tarde, en el traslado al penal de Burgos, al que nunca
llegaron.65
En Ledesma el farmacéutico Raimundo García Bartolomé, apoderado
del Frente Popular, el mismo día 18 por la noche tomó su coche y se dedicó
a recorrer los pueblos colindantes convocando a los jornaleros a defender
Ledesma del ejército y hacerse con el cuartel de la Guardia Civil. Pero las no-
ticias de que un destacamento militar venía para batirlos hizo desistir a aqué-
llos de cualquier acción. Unos días después Raimundo fue dado por desapa-
recido y más tarde por fallecido en 1936 sin especificar la fecha concreta.66
Una columna de sesenta hombres (soldados de infantería y voluntarios de
Falange y de las JAP) recorrieron las comarcas de Ledesma y Vitigudino para
disolver las gestoras municipales del Frente Popular e implantar el nuevo or-
den.67 En Peñaranda de Bracamonte algunos vecinos estaban dispuestos a lu-
char, pero parece que nunca lo hicieron. Temían la llegada por tren de algu-
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carreteras que iban de Béjar a los pueblos cercanos aparecían todos los días,
durante el mes de agosto, cadáveres de hombres tirados en las cunetas.75
En las cercanías de Béjar se mantuvieron huidos algunos militantes de iz-
quierdas, contra los que la Falange de Béjar organizó una batida el 11 de
agosto, en el paraje llamado Cancho de la Muela, ya en la provincia de Cáce-
res. De siete huidos, tres murieron, uno fue capturado y los otros dos escapa-
ron heridos.76
Arrarás da cuenta de uno de los «episodios sangrientos» originados por
la resistencia de la autoridad local. Ocurrió en «Lebaña (sic), pueblecillo si-
tuado en la carretera de Salamanca a Béjar». Seguramente se trata de Beleña.
«Llegó ante él un camión ocupado por falangistas, que se dirigía a la última
ciudad, y encontró cerrado el camino por un parapeto de piedras y troncos
de árboles, que le impedía continuar. El jefe, un teniente de la Guardia Civil,
requirió al alcalde para que ordenara retirar el obstáculo, mas como se nega-
ra y respondiera insolente y amenazador, se hizo fuego y el alcalde cayó sin
vida. Este duro castigo llenó de temor a los sediciosos, que entregaron sus ar-
mas sin hacer la menor resistencia.»77
Tras los acontecimientos de Ciudad Rodrigo y Béjar, la resistencia arma-
da, si es que así puede adjetivarse, había concluido en la provincia. La milita-
rización de Salamanca y sus grandes pueblos fue absoluta tras la declaración
general de estado de guerra el día 21 y el toque de queda. Por la noche en la
capital sólo se movían los militares y algún médico para asistir a las urgen-
cias, siempre escoltado por una guardia especial.78 Los periódicos pasaron a
confeccionarse de día, en lugar del tradicional trabajo nocturno. En este am-
biente fue fácil desatar una represión sistemática contra los dirigentes de iz-
quierda, en especial los del Partido Socialista y los cargos municipales del
Frente Popular.
La respuesta de la población fue variada. Por una parte se iniciaron las
huidas hacia Portugal, León, Gredos y Extremadura, pero parecen haber
sido muy pocas. Primero, porque la gente no esperaba que la inestabilidad se
prolongara tanto tiempo, ni que se desatara una represión tan brutal en la re-
taguardia. La huelga general revolucionaria de 1934 se había solventado con
una veintena de consejos de guerra y varias decenas de detenciones guberna-
tivas.79 En principio no había motivo para pensar que la cosa fuera a ser
peor: Salamanca y su provincia no habían tenido ningún acontecimiento im-
portante contra las iglesias ni el clero tras la victoria del Frente Popular. Tan
sólo allí donde se habían ocupado algunas fincas y donde se había iniciado la
reforma agraria podía esperarse un «ajuste de cuentas».80 Como veremos,
los pueblos más destacados en la reforma agraria serían duramente represa-
liados. Segundo, porque la escapatoria más fácil, la portuguesa, se cerró rápi-
damente al rechazar el gobierno vecino la entrada de refugiados de izquierda.
Otra respuesta fue inhibirse ante la represión. Era la consecuencia lógica de
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la derrota infligida en los primeros momentos del alzamiento contra los par-
tidarios del diputado José Andrés y el alcalde Casto Prieto, e incluso contra
sus familiares. Un pariente del doctor Prieto que era secretario del Ayunta-
miento de Morasverdes, viajó casualmente a la capital en julio y fue deteni-
do. Estuvo en la cárcel hasta mayo de 1937, sin ser juzgado, y fue puesto en
libertad moribundo causa de una dolencia en la vejiga para la que no recibió
tratamiento en prisión.81 Durante años los apellidados Manso en Salamanca
sentían miedo cuando tenían que identificarse.
De todas formas, la huelga general siguió adelante. La huelga fue la últi-
ma manifestación de resistencia en la provincia y se mantuvo más de un mes,
especialmente en la capital y fundamentalmente entre los empleados munici-
pales y en la construcción, hasta el 3 de agosto. La parálisis en algunos servi-
cios públicos fue notable, a juzgar por el número de empleados expulsados
por no comparecer en los días siguientes. Cuando el día 25 se reanudaron los
plenos de la corporación, algunas de las intervenciones aludían a la huelga
que estaba teniendo lugar. Sin embargo, el nuevo hombre fuerte en la capital,
el comandante Francisco del Valle, dejó claro que ninguna huelga paralizaría
la actividad del consistorio. Mandó reunir en la sala capitular a la nueva rela-
ción de miembros del Ayuntamiento, que había sido pergeñada por el gober-
nador civil, para poner remedio a la situación.
Antes de nada, en el pleno del día 25 de julio el problema de la legalidad
del nuevo consistorio quedó zanjado. El gobernador civil designó a los susti-
tutos para los puestos de alcalde y concejales —entre ellos a Miguel de Una-
muno— en virtud de las facultades que le otorgaba el artículo 55 de la Ley de
Orden Público. La trampa legal se llevó a cabo considerando los asientos de
los miembros de la oposición, ausentes forzosos, como vacantes. Para dar
una apariencia de legalidad al acto el anterior alcalde Íscar Peyra pronunció
un corto discurso en favor de la «nueva Nación» y contra el marxismo. No
tuvo réplica. La oposición había desaparecido. Sin embargo, Unamuno puso
en duda que la situación del momento fuese una pugna de ideas o de doctri-
nas, para él era «sencillamente un estallido de malas pasiones». No obstante,
y cayendo en una clara contradicción, justificaba su presencia en aquel reme-
do de Ayuntamiento porque esperaba «salvar la civilización occidental, la ci-
vilización cristiana amenazada. Bien de manifiesto está mi posición de los úl-
timos tiempos, en que los pueblos estaban regidos por los peores, como si se
buscase a los licenciados de presidio para mandar los pueblos.»82 Este com-
portamiento ambiguo y crítico a la vez terminaría siendo incómodo para las
nuevas autoridades. El respaldo ético que daba su presencia fue pronto re-
chazado, y ese mismo nuevo Ayuntamiento pediría su procesamiento cuatro
meses más tarde.
No se tardó en hacer un nuevo reparto de cargos.83 Miguel Íscar Peyra
quedó como primer teniente de alcalde, pero estaba claro que el comandante
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Del Valle era quien realmente iba a mandar; sólo necesitaba a Íscar, y en par-
te a Unamuno, para arrogarse cierta credibilidad y legalidad, en un momento
en el que el legítimo alcalde estaba detenido y todavía los usurpadores no
contaban con la parafernalia de una nueva legalidad que los legitimara ante
la sociedad. En aquellos momentos la única legalidad que amparaba a los su-
blevados era el bando declarando el estado de guerra.84
Por orden del comandante militar, el 27 de julio se militarizó al personal de
la Electra de Salamanca (empresa privada de suministro eléctrico) y al perso-
nal de los servicios municipales de Aguas, Alcantarillado, Mercados, Benefi-
cencia, Matadero, Desinfección, Edificaciones, Incendios y Cementerio, así
como el personal afecto al servicio público de autobuses de la capital.85 Tras la
militarización se dio de baja a veinticinco trabajadores, la mayoría pertene-
cientes a la vigilancia sanitaria y al servicio de barrenderos. La situación de
huelga continuó, y como consecuencia en las siguientes sesiones del Ayunta-
miento se fue apartando del empleo a más y más trabajadores. El 3 de agosto se
destituyó a nueve guardias municipales por su «ideología marxista y ser ene-
migos declarados del régimen y situación actual». El goteo de despidos conti-
nuó a lo largo del mes de agosto, afectando a decenas de empleados municipa-
les. Poco a poco la huelga pasó a ser una resistencia civil individualizada.
La represión entre los empleados municipales de Salamanca fue desmesu-
rada y fulgurante, hasta el punto de que provocó la atrofia de algunos servi-
cios públicos. El castigo se cebó con la Beneficencia Municipal en el mes de
septiembre y sobre los empleados del Matadero a continuación.86 En este últi-
mo servicio y en el mes de noviembre se inició la depuración con la destitución
de Agustín Calvo Santa María, para luego acordarse por el Pleno instruir ex-
pediente a cada uno de los trabajadores del matadero. El procesamiento se
amplió a otros servicios, en especial al de barrenderos, y a finales de año y
principios de 1937 se había cesado a 34 trabajadores, acusados de haber rea-
lizado actividades políticas conducentes a la rebelión anteriores al Alzamien-
to.87 Su participación en listas electorales, su colaboración como interven-
tores o la simple pertenencia a la Casa del Pueblo o a la Asociación de Em-
pleados y Obreros Municipales «La Fe» (afiliada a la UGT) fueron los moti-
vos utilizados para acusarles de subversión. Poco les importaba el cese, por-
que en muchos casos ya estaban presos. En otros veintidós casos el proceso se
había sobreseído y en cuatro sumarios se fue a una revisión más pormenoriza-
da.88 En resumen, la huelga, sólo en el ayuntamiento, se zanjó con el cese y
procesamiento militar de más de cincuenta operarios, al que siguió un lento
goteo de inculpados a lo largo de los años de la guerra. Sin necesidad de ape-
lar a la pérdida que supuso la represión política sobre los concejales de iz-
quierdas, encontramos que el menoscabo del capital humano por la purga
desmanteló buena parte de las actividades de servicio público del Ayunta-
miento, en especial las de sanidad.
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do en estas causas limitarse la acción de los juzgados tanto militares como civiles
a ordenar rápidamente su traslado a los depósitos correspondientes donde serán
identificados y reconocidos a los fines de certificación de fallecimiento y referen-
cia solamente del aspecto exterior del mismo sin práctica de autopsia, procedién-
dose lo más pronto posible al enterramiento.106
EL TERROR DE ESTADO
La liquidación física
El año más sangriento fue 1936, con 197 ejecuciones. En 1937 se produ-
jeron 61, en 1938 hubo 18, en 1939 hubo 9 y en 1940 solamente una.
Resulta significativo que en noviembre de 1936, como consecuencia, se-
guramente, del decreto citado anteriormente sobre juicios sumarísimos, no
haya ningún fusilamiento en Salamanca, ni en Segovia,150 ni en Valladolid.151
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La cárcel
PRESOS (CIS-VICTORIA)
Con registro
Altas Bajas Saldo Hombre Mujer %
1935 74 2 104
1936 1.967 804 1.267 1.724 91 4,63
1937 964 1.011 1.220 855 109 11,31
1938 1.154 1.166 1.208 1.025 129 11,18
1939 1.035 1.200 1.043 952 83 8,02
1940 518 582 979 498 20 3,86
1941 701 717 963 633 68 9,70
1942 455 389 1.029 379 76 16,70
1943 492 655 866 352 140 28,46
1944 491 645 712 374 117 23,83
1945 381 502 591 288 93 24,41
1946 599 707 483 479 120 20,03
1947 446 564 365 361 85 19,06
1948 407 473 299 343 64 15,72
1949 305 418 186 254 51 16,72
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rato con el marido, el padre, el hijo, el hermano... El locutorio era una estan-
cia rectangular dividida en su mitad más larga por una reja doble, con un es-
pacio vacío entre ambas. El barullo era enorme y mantener una conversación
era casi imposible. A menudo el oficial de turno tenía que decir: «Mire usted,
señora, a su marido lo sacaron anoche y ya no está aquí».159
La mitad de los presos del período 1936-1950 ingresaron durante los tres
años de guerra. En 1938 aparecen unos 60 presos con apellidos claramente
aragoneses, signo del avance nacionalista hacia el este peninsular, y en 1939
llegan unos 80 presos con apellidos netamente catalanes. A partir de 1943
llama la atención el gran porcentaje de mujeres presas, muy superior a lo ha-
bitual. La gran mayoría de las mujeres tienen estancias muy cortas (entran y
salen en el mismo año), lo cual podría indicar actividades de contrabando, de
estraperlo o de prostitución. Otra consecuencia es que, mientras que la aglo-
meración de la sección de hombres iba disminuyendo, la de mujeres se man-
tuvo durante muchos años. También desde 1945 hay una fuerte presencia de
apellidos portugueses (unos 400 presos), lo cual podría indicar una actividad
de contrabando, al igual que la cincuentena de personas con apellidos típicos
de los gitanos salmantinos que pasan por la cárcel entre 1938 y 1948.
A comienzos de los años cuarenta, el celo represor había ocasionado tal
congestión en las cárceles que se hizo necesario regular alguna forma de li-
bertad condicional o indulto. En 1943 se creó el Servicio de Libertad Vigila-
da y en 1945 comenzaron a emitirse los primeros decretos de indulto.160
Como la de Salamanca no era una prisión de cumplimiento, los presos
con penas elevadas normalmente eran enviados a otras prisiones, destacando
la Central de Burgos (106 presos) y el fuerte de San Cristóbal en Pamplona
(90 presos), así como el campo de concentración de la Santa Espina (Valla-
dolid) (80 presos), entre otros lugares. Debido a las malas condiciones sani-
tarias y de todo tipo, fallecieron numerosos presos. En fechas recientes se han
localizado los restos de tres salmantinos detenidos aquí en 1936 y fallecidos
en el fuerte de San Cristóbal (Pamplona).161
Resulta muy difícil seguir la pista a los detenidos. Caso prototípico es el
de Luciano Hernández Martín, mancebo de la farmacia del Corrillo, afiliado
a la UGT, que fue ingresado en la prisión provincial el 17 de enero de 1937
con el número de matrícula 11710. En marzo de 1938, sin ser sometido a jui-
cio, fue trasladado al campo de concentración de Medina de Rioseco. En
agosto del mismo año lo trasladaron al campo de Villagodio, y poco después
al del antiguo monasterio de la Santa Espina (los tres en Valladolid). En to-
dos los campos de concentración, sobre todo el de la Santa Espina, las condi-
ciones de vida eran calamitosas y los malos tratos continuos. Por último pasó
por otro campo en Álava, y regresó a Salamanca en septiembre de 1939 para
hacer cuatro años de servicio militar. Fue afortunado porque, como hijo de
sexagenario, le licenciaron a los cuatro meses. Tuvo que trabajar de peón de
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La represión económica169
En toda guerra hay requisas forzadas. Las diversas fuerzas armadas operan-
tes en la ciudad (ejércitos español, alemán e italiano, milicias falangistas y
tradicionalistas, Guardia Civil), al igual que los servicios políticos y adminis-
trativos del nuevo Estado, ocuparon inmuebles de todo tipo, tanto de titula-
ridad pública como privada,170 sin que hasta el final de la guerra pudiera sa-
berse, a menudo, hasta qué punto la cesión fue voluntaria. Sin embargo, los
militares argumentarán siempre, durante la guerra y después, que las circuns-
tancias extraordinarias del alzamiento, y las necesidades apremiantes de or-
ganizar la guerra y prestar servicios, se superponían a la burocracia de la tra-
mitación de expedientes, y por ello aplicaron, además de los poderes propios
de la autoridad militar durante el estado de guerra, el reglamento de Estadís-
tica y Requisición de 1921. No obstante, al amparo de la situación de emer-
gencia bélica se produjeron numerosos abusos, de tal forma que el 8 de enero
de 1937 el gobernador militar de Salamanca, José María Baigorri Aguado,
tuvo que publicar un bando en el que se establecía que las requisas sólo se po-
dían efectuar por orden expresa del general jefe del Ejército del Norte, del
Cuerpo de Ejército, de la División o del propio gobernador militar.
Los asesinatos y requisas del primer momento dieron pronto paso a una
represión económica que normalmente se sumaba a la carcelaria, era muy
sistemática y estaba amparada en la legalidad de los juicios militares y civiles.
Desde enero de 1937 los procesos de incautación de bienes dependían de la
normativa derivada del Decreto 108 de la Junta de Defensa Nacional,171 por
el que se decretó (art. 2) «la incautación de cuantos bienes muebles, inmue-
bles, efectos y documentos pertenecieren a los partidos o agrupaciones» del
Frente Popular, pero que se aplicó también (art. 5.º) a las personas físicas
«que por su actuación fueren responsables directos o subsidiarios, por acción
o inducción, de daños y perjuicios de todas clases ocasionados directamente
o como consecuencia de la oposición al triunfo del movimiento nacional».
La norma era de por sí un disparate jurídico: iba destinada a determinar
la responsabilidad civil por daños y perjuicios de todo tipo causados a Espa-
ña, por oponerse al triunfo del alzamiento militar por acción o por omisión,
tanto por organizaciones políticas y sindicales172 como por las personas que
formaban parte de ellas, o que hubieran expresado de alguna forma su oposi-
ción al alzamiento. Los desafectos, en suma. A las organizaciones políticas
no se les pudo requisar gran cosa. Ya en agosto de 1936 se confiscaron todos
los bienes y las cartillas de ahorro de las sociedades obreras de Béjar.173 En el
solar ocupado por la Casa del Pueblo de Salamanca, años después se constru-
yó la sede de los sindicatos verticales.
Las comisiones provinciales de Incautación de Bienes, creadas por el De-
creto-Ley de 10 de enero de 1937 (con una Comisión Central Administrativa
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tan escasos que los litigios no salían a cuenta para los costes que ocasiona-
ban. Por todo ello, en 1942 se decidió que sólo se perseguirían los casos en
que el inculpado tuviera bienes por encima de 25.000 pesetas; sin embargo
los sobreseimientos, en algunos casos, no se consumaron hasta finales de los
años cincuenta.
Hubo muy poca misericordia desde el primer momento. Hasta el punto
de que destacan hechos aislados como los protagonizados por Diego Martín
Veloz, presidente de la Diputación en agosto de 1936, que se esforzó por po-
ner en la frontera a algunos perseguidos y refugiar en su feudo de Cañadilla a
algunos que se sentían en peligro. Al mismo tiempo salía a reclutar milicia-
nos para el frente o iba a visitar en la cárcel a su amigo Filiberto Villalobos.
La población intentó superar psicológicamente los fusilamientos y los asesi-
natos pensando que lo mismo sucedía en el otro bando, pero tampoco falta-
ron quienes iban a ver los fusilamientos contra las tapias del cementerio to-
mando tranquilamente chocolate con churros.
El terror de Estado, como siempre que se manifiesta, se sirvió en aquellos
primeros compases de un principio para imponerse: «si no te has metido en
nada, nada tienes que temer». Esta máxima tenía la virtud de dejar consola-
da de momento a casi toda la población. La justicia aparentemente del «ojo
por ojo, diente por diente» pasó así a ser admitida por muchos ciudadanos
desde el día diecinueve, pero siempre y cuando produjera una rápida restau-
ración del orden. Sin embargo, a medida que pasaba el tiempo y la inestabili-
dad se iba convirtiendo en la norma, se apreció claramente que el límite del
«haberse metido o no en nada» no estaba tan claro, sino que se podía modi-
ficar según el antojo de los falangistas y los militares, nuevos árbitros de la si-
tuación ante quienes las leyes tenían poco que decir. Indudablemente esto
permitía irregularidades de todo tipo. Pronto surgieron los especialistas en
sacar partido de aquel remedo de justicia que dejaba a las víctimas en una no-
table indefensión. Aunque se dieron algunos casos de protestas por parte de
los acusados sobre sobornos y abusos lo cierto es que no era habitual que los
casos de corrupción salieran a al luz. Sin embargo, el del teniente Marciano
Díez Solís sí lo hizo y resulta esclarecedor de una situación que no debía ser
excepcional.
El teniente Díez Solís, procedente de unas de la mejores familias salman-
tinas y con un hermano con amplias responsabilidades en la Compañía de Je-
sús, ejercía de abogado de las víctimas en el Juzgado Militar número 7, el
más activo de Salamanca. Su tarea era puramente formal, porque dichos
abogados tan sólo actuaban como relatores de los cargos. No obstante, era
un puesto apetecido por los menos escrupulosos, dispuestos a sacarle el dine-
ro a los inculpados a cambio de exponer el caso de tal forma que la pena fue-
ra la menor posible. Para llevar a cabo sus extorsiones Díez Solís contaba con
dos bazas. Por un lado era un gran conocedor de la sociedad salmantina y sa-
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bía las familias que tenían recursos y que a la vez era sencillo acusarlas de ser
de izquierdas. Por otra parte, contaba con la complicidad de Adrián Hernán-
dez Sánchez, mecanógrafo del Tribunal de Responsabilidades Políticas de Sa-
lamanca, quien hacía las veces del interlocutor con el procesado. El mecanis-
mo era sencillo. Hernández le decía al inculpado una pena o multa muy
superiores a las que en realidad eran de esperar. Ante este temor, Hernández
se ofrecía para interceder ante Díez Solís para que éste silenciara algunas ac-
tividades del pasado del reo. De esta forma la pena sería menor. Además, en
el caso de que en el juicio no pudiera aminorar las penas siempre quedaba el
recurso de falsificar el documento. Es difícil saber a cuanta gente extorsiona-
ron Díez Solís y Hernández. Sí se advierte que el mecanismo de extorsión era
muy elaborado, porque el dinero se debía pagar en un café de Salamanca
para cambiarlo inmediatamente por otros billetes, con el fin de no correr
riesgos con la numeración. Además, en el proceso que se les abrió a Díez So-
lís y a Hernández se indica la existencia de varios casos. En unos Díez Solís
había cobrado la defensa cuando esta era gratuita, en otros ambos habían
falsificado los documentos para conseguir estafar a los procesados. De Her-
nández perdemos la pista, pero Díez Solís fue conducido a la cárcel en el mes
de febrero de 1937. Ahora bien, la acusación no fue por estafa (ésta fue so-
breseída) sino por conducta indecorosa continuada, ya que quedaron proba-
dos varios intentos de abusos deshonestos con hombres. Sin duda su homo-
sexualidad pesó más que su condición de estafador, pero parece ser que
también influyo en su caída el hecho de que habían indicado a los estafados,
que si no atendían sus sobornos, entonces tendrían que hacer frente a los del
juez militar instructor Rafael García Reparaz. En aquellos días de furor cas-
trense «rebajando» al teniente Díez Solís a la condición de homosexual, el
problema de la corrupción quedaba en segundo plano y podía ocultarse.179
Sin llegar al extremo de Adrián y Marciano, fueron abundantes los casos
de personas que intentaron bandearse al compás del cambio de régimen. Al-
gunos no lo lograron y sufrieron el procesamiento judicial. Francisco Fernán-
dez Fernández era un pequeño propietario de tierras y comerciante de Fuen-
tes de Oñoro que había pertenecido a Izquierda Republicana. De él la
Guardia Civil decía: «Políticamente hay que conceptuarlo como hombre sin
consistencia en sus ideas, sin escrúpulo en este orden de cosas, oportunista
que se da gran habilidad para figurar en todas las situaciones políticas». De
poco le valió la ayuda que prestó a Calvo Sotelo cuando éste tuvo que trasla-
darse a Portugal.180 Finalmente se enfrentó al pago de una multa de 25.000
pesetas, que todavía no había terminado de pagar en 1952, año en que fue in-
dultado, mientras sus bienes estaban bajo embargo.
Los que habían intentado capear el temporal haciéndose falangistas em-
pezaron a notar que la represión se acercaba. Antolín Santos Alonso, jefe lo-
cal de Falange en Campillo de Azaba y maestro nacional en Terradillos, su-
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frió una condena de cinco meses, hasta febrero de 1938. Se le acusó de moles-
tar a las personas de derechas sirviéndose de su cargo falangista y de haber
infiltrado a comunistas reconocidos en el partido del Movimiento. En 1940,
cuando se iniciaba un proceso civil contra él, se le dio por desaparecido.181
La vida cotidiana se hizo cada vez más agobiante, en todas partes había
que andar con pies de plomo, de lo contrario se podía terminar como mínimo
con una multa o un embargo de bienes.182 Ni siquiera la pertenencia a cuerpos
funcionariales socialmente considerados «de orden» era suficiente salvaguar-
dia. Así, el comisario del Cuerpo de Investigación y Vigilancia de Salamanca,
Antonio Martín del Castillo, el 21 de octubre de 1936 quedó en situación de
disponible forzoso, por acuerdo del gobernador general del Estado, mientras
el inspector de 1ª clase del mismo Cuerpo Raimundo Horcajada Rodríguez
quedaba cesante provisional «hasta tanto se resuelve su situación definiti-
va».183 Por su parte, el 24 de febrero de 1937 se abría expediente a los funcio-
narios Abilio Castro Martín, Luis Laso Conde y Amador de la Cuesta Gonzá-
lez, oficiales de Prisión, y Arturo Torrelo Molina, profesor de instrucción
primaria, todos de la plantilla de la Prisión Provincial de Salamanca, «como
desafectos al Movimiento nacional, salvador de España».184 Del expediente
resultó probado que Abilio de Castro, Amador de la Cuesta y Arturo Torrelo
«se hallan comprendidos en el artículo 1º del Decreto-Ley de 5 de diciembre
de 1936, por la actuación antipatriótica con que cooperaron, dentro de sus
medios, a los males que sufre el país», por lo que fueron separados definitiva-
mente del servicio.185
Abilio de Castro Martín estaba afiliado al Partido Republicano Radical
Socialista. Se le acusó de dar trato de favor a los presos izquierdistas y de ha-
ber influido en el traslado del jefe de la prisión, Manuel Lozano, destacado
elemento de las derechas. También se le acusó de hacer tertulia en el café Las
Torres con destacados izquierdistas, y de haberse alegrado de la muerte de
Calvo Sotelo. En consecuencia, fue expulsado de la función pública el 16 de
octubre de 1937. En 1953 fue revisado su expediente y se confirmó la san-
ción. En 1964 le correspondió la jubilación forzosa por edad, pero todavía
en 1976 solicitó le fuera anulada la sanción, al amparo de lo dispuesto en el
Decreto 3357/1975, de 5 de diciembre, por el que se declaran revisadas de
oficio y anuladas las sanciones administrativas acordadas de conformidad
con lo que establece la Ley de 10 de febrero de 1939, de Responsabilidades
Políticas. El ministerio de Justicia le reconoció como servicios prestados el
tiempo transcurrido entre la expulsión y la jubilación, pero sin derecho a per-
cibir retribución alguna.
Amador de la Cuesta González fue expulsado del cuerpo de Prisiones
porque durante los meses de marzo a mayo de 1936 formó parte de la comi-
sión gestora de Sequeros, por designación del gobernador civil, mientras es-
taba destinado en la cárcel de partido de esa localidad. Parece ser, por las in-
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CONCLUSIONES
La Maya
Volviendo a 1936, la otra región que sufriría los primeros choques del terror
fue la cercana a la cabecera del pantano de Santa Teresa, en concreto La
Maya y Pedrosillo de los Aires. Nuevamente, esta había sido una zona en la
que se había planeado la reforma agraria, pero el terror también fue contra
los obreros del embalse que habían defendido la huelga general como medio
para oponerse al alzamiento. Como escarmiento se condenó al capataz de las
obras, y presidente de la UGT y dirigente de la Casa del Pueblo de Armente-
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Peñaranda de Bracamonte
En 1937 la represión se dejó sentir con mayor énfasis al este de la capital: Vi-
lloria, Babilafuente, Encinas de Abajo y Peñaranda de Bracamonte. En esta
última localidad la familia Ruipérez pasó varios años bajo la presión del te-
rror.194 Textualmente, en el proceso civil se dice que la familia está «toda ella
sometida a expediente de responsabilidad civil y condenados la mayoría de
sus miembros a pena grave por la Jurisdicción de Guerra». Los hermanos
Francisco, Jesús y Salvador Ruipérez Cristóbal sufrieron diversos procesos.
Jesús quedó exculpado en 1943, pero Salvador, alcalde en 1936, fue conde-
nado a doce años de prisión por el reparto de armas que hiciera el día 20 de
julio de 1936. Los bienes de la familia fueron embargados hasta 1945, mien-
tras se repetían las peticiones de sus mujeres para que les permitieran la utili-
zación aunque fuera parcial de éstos. El más codiciado resultó ser la fábrica
de alpargatas que, en los primeros momentos de la contienda se pensó en que
fuera la Falange su beneficiaria y administradora.195
Las pocas fábricas de la provincia que pudieran estar en manos de parti-
darios del Frente Popular se convirtieron en un botín ansiado. Un buen ejem-
plo, aunque nos apartemos de la zona, fue la fábrica de harinas de Cereceda
de la Sierra (Sierra de la Peña de Francia). Dicha fábrica pertenecía a Agustín
Marcos Hernández, que había sido el secretario del Ayuntamiento con el
Frente Popular. Ni en el juicio militar ni en el civil Agustín sufrió pena o mul-
ta alguna (tampoco pasó por la cárcel), aunque todo el interés del alcalde y
del jefe local de Falange estaba centrado en expropiarle de la fábrica, que a su
juicio valía 52.000 pesetas, aunque finalmente fuese tasada en 19.000 pese-
tas. Lo que ellos nunca supieron fue la carta que contenía el expediente de
Agustín. Nada más y nada menos que del mismísimo Gonzalo Queipo de Lla-
no y Sierra, general del Ejército Sur certificaba el 24 de diciembre de 1937 en
referencia a Agustín que:
fue uno de los vecinos del partido de Sequeros que desde el primer momento se
pusieron a su disposición para combatir el cruel e indigno caciquismo que reina-
ba en el distrito de Sequeros, y como todos los que se pusieron a mi lado, son
hombres de orden y de espíritu liberal, incompatibles con aquella tiranía vergon-
zosa que ejercía el sr. Bullón con unos cuantos Secretarios que le apoyaban, caci-
quismo que hoy revive nuevamente, merced a verdaderos maleantes que vengan
la derrota que les produjimos, efectuando denuncias contra hombres honrados,
que si figuraron en algún partido político fue por orden mía para que no queda-
sen en manos de los contrarios los destinos de aquellos pueblos ...
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El Rebollar
Béjar, 1937
En ese mismo año el terror llegó en forma de procesos, a Béjar, Puerto de Bé-
jar y Calzada de Béjar. A estas alturas de la guerra los ajusticiados hacía
tiempo que estaban en la Cárcel Provincial o habían sido «sacados» y fusila-
dos ilegalmente, como Juan Manuel Domínguez Rodríguez, el secretario del
ayuntamiento de Calzada que «fue muerto en los primeros días del Movi-
miento en choque con la fuerza pública» por apedrear la iglesia y la casa del
cura. Al final del año 1937 se iniciaría el juicio militar contra él y otros siete
directivos de partidos del Frente Popular. Dos de ellos ya habían fallecido en
aquel verano. En particular, Juan Blázquez Tolosa, uno de los concejales, pa-
rece que hizo uso de su última libertad y se suicidó.197
Los últimos golpes fuertes del terror vinieron en el año 1939, y se dieron en
lugares como Lumbrales y sobre todo en Cantalpino. En Lumbrales se suce-
dieron los juicios contra los que habían esperado el día 18 y 19 de julio la
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salmantina había sido tan escasa que apenas se podía establecer de qué modo
la actividad de la logia había tenido incidencia política en Salamanca.
Para superar el escollo, Marcelino de Ulibarri —el acérrimo tradicionalista
navarro que, desde el Cuartel General de Franco estaba organizando la campaña
contra la masonería— solicitó al catedrático de Derecho Penal de la Universidad
de Salamanca, Isaías Sánchez Tejerina, que elaborara un informe que permitiera
dar un barniz de legalidad a la represión de la masonería desde el punto de vista
del derecho penal, ya que la jurisdicción militar era claramente incompetente.205
Mientras tanto, los masones salmantinos se fueron complicando su propia
existencia. En agosto de 1936, Ángel Arias Fernández, que se había dado de baja
de la masonería en marzo de 1936,206 publicó en La Gaceta Regional un par de
artículos atacando a la masonería y adhiriéndose a la sublevación. A continua-
ción Pablo Sotés, que estaba detenido, denunció a Arias como masón. En vengan-
za, Arias delató a once miembros de la logia, quienes fueron prestando declara-
ción ante el juez especial sumidos en el miedo, lo cual les llevó a la delación, la
retractación y la contradicción. Sólo tres de los delatados (Sánchez Cánovas, Ma-
nuel Solórzano y Pablo Sotés) admitieron su filiación masónica. Un ausente, José
Pantoja Flores, capitán del ejército, fue fusilado en Zaragoza en julio de 1936.207
El 20 de septiembre de 1938, el catedrático Sánchez Tejerina ultimó su
informe jurídico sobre la logia Helmántica, fundamentando la teoría y técni-
ca jurídica que iba a permitir procesar a los masones individualmente y san-
cionarlos con las penas correspondientes. Sánchez Tejerina, de este modo,
sentaba las bases teóricas de la Ley de Represión de la Masonería y el Comu-
nismo de 1940. Según Sánchez Tejerina, la masonería internacional está con-
trolada por la Iglesia Anglicana, o sea, por Inglaterra. Por lo tanto, los maso-
nes se sujetan a las órdenes de una potencia enemiga de España, de la
hispanidad y del catolicismo, lo cual significa incurrir en el delito de traición.
La masonería en sí misma es antiespañola.
En la segunda parte, el juez crea la técnica jurídica adecuada para delimitar
la punición individualmente, dado que el código penal no contemplaba el delito
de masonería. Haciendo equivaler el ser masón con ser traidor a la patria, se sal-
vaba el primer obstáculo, pero quedaba la delimitación de las responsabilidades
individuales. Para ello, Sánchez Tejerina considera que el delito de masonería
sólo se puede cometer colectivamente. En cuanto que miembros de una logia,
hay un concurso de voluntades para cometer el delito y la responsabilidad es de
todos e indivisible. Pero cada partícipe puede atenuar o agravar su responsabili-
dad individual según las circunstancias eximentes, agravantes o atenuantes, al
igual que se hace con el resto de los delitos previstos en el código penal. Ese mo-
delo trazado por Sánchez Tejerina sirvió para todos los tribunales especiales y
permitió desvincular la represión política de los tribunales militares.208
A partir de ese informe se pudo procesar y juzgar a los masones salmanti-
nos, hasta entonces en detención gubernativa. En 1938 había ocho masones
001-480 Salvaje pesadilla 8/5/07 12:32 Página 150
Fuentes:
Situación en la prisión
Maestro/a: Destino: Entra Sale Exped. Ces. Dep. Fallece Datos adicionales
Alejano Fonseca, Restituto Espeja 1936 1939 11.843 Dep.
001-480 Salvaje pesadilla
(Saca de la cárcel)
Álvarez de la Cruz, Emilio Salamanca? 1939 1939 11.847 Dep.
Álvarez Macías, Pedro Salamanca? Dep.
12:32
Etreros Sousa, Raimundo Pedrosillo de Alba 1937 1940 5.198 Ces. Dep.
Fernández Sánchez, Cándida Valdelacasa Dep.
Fernández, Magdalena Parada de Arriba Dep.
Ferrero González, Rosa San Felices de los Ces
8/5/07
gallegos
Francisco Crespo, Manuel Béjar 1937 Dep. 21/04/1937 Fusilamiento por sentencia
Fuente y Lucas, Abdón de la Villar de Samaniego Dep.
12:32
García García, Jerónimo San Martín del 1944 1944 21.268 Dep.
Castañar
García García, Liborio Revalvos Dep.
esta salvaje pesadilla
Juan Manuel
Hernández Hernández, Sofía Salamanca 1937 1938 12.300 Ces. Dep.
Hernández Manchado, Manuel Salamanca Dep.
12:32
la Cuesta
Situación en la prisión
158
Maestro/a: Destino Entra Sale Exped. Ces. Dep. Fallece Datos adicionales
Marcos Herrero, Manuel Almendra Dep.
Marcos Rodríguez, Jesús Plan profesional Dep.
Marino Polo, Alejandro Aldeacipreste Dep.
Martín García, Leonides Nava de Béjar Dep.
001-480 Salvaje pesadilla
Francisca
Rey Navarro, Eduardo del Cespedosa de Tormes Dep.
Rivas García, Octavio Salamanca. 1936 1936 Ces. Dep. 19/09/1936 Fusilamiento por sentencia
12:32
Rodríguez Castilla, Joaquín Ledesma 1936 1936 1.914 Dep. 19/12/1936 Fusilamiento ilegal
(saca de la cárcel)
Rodríguez Conde, Teresa Lumbrales Ces. Dep.
que no se olvide el castigo
Bracamonte
Situación en la prisión
160
Maestro/a: Destino Entra Sale Exped. Ces. Dep. Fallece Datos adicionales
Ruipérez Cristóbal, Leonor Peñaranda de Bracamonte 1936 1938 11.245 Dep.
Salvador Caballero, Isidora Cabeza de Framontanos Dep.
Sánchez Alba, Ángel Narros de Matalayegua Dep.
Sánchez de la Granda, Román Vidola Dep.
001-480 Salvaje pesadilla
(en el campo)
Vasallo Gutiérrez, Horacio Guijuelo Dep.
Vázquez González, Ricardo Cantalpino Dep.
12:32
Prisión provincial
Identidad Edad Profesión Natural de Vecino de Exped. Entra Sale Fallece Causa
Acosta Merino, Lucas Albañil Villavieja de Yeltes Fusilamiento ilegal
Aires Alonso, Santiago Jornalero Villavieja de Yeltes 1.735 1936 1936 Saca de la cárcel
Aja Fernández, Esteban 29 Soldado Ruesga (Santder) 07/03/1939 Sentencia de Consejo de Guerra
001-480 Salvaje pesadilla
Alba Ratero, Manuel 40 Concejal Salam. Salamanca Salamanca 1936 1937 20/06/1937 Sentencia de Consejo de Guerra
Alfonso González, José 37 Fuenteguinaldo 08/10/1936 Fusilamiento ilegal
Alguacil Martínez, Pascual 45 Empleado Taravilla (Gda.) Madrid 10.715 1939 1939 02/12/1939 Enfermedad (tifus exantemático)
Alonso Blanco, David Rollán 02/08/1936 Fusilamiento ilegal
8/5/07
Alonso Díez, Plácido 29 Carpintero Peñaranda Peñaranda de B. 1937 04/03/1937 Sentencia de Consejo de Guerra
Alonso García, Decoroso Jornalero Villavieja de Yeltes Fusilamiento ilegal
Alonso Goya, José Maria Santiago Cuba Castro Urdiales (Sant.) 18/04/1937 Falangista. Herida por arma de
12:32
fuego
Alonso Manzanera, Industrial Villavieja de Yeltes 9.067 1936 1938 Enfermedad
Gonzalo
Alvarado Ciriezo, Antonio 31 Marinero 1.827 1936 1936 14/12/1936 Saca de la cárcel
Álvarez Álvarez, Antonio 37 Maestro nacional Salamanca Vecinos 1.228 1936 1936 14/12/1936 Saca de la cárcel
Álvarez Carrasco, Candido 39 Secretario Fregeneda 28/07/1936 Fusilamiento ilegal
Página 162
Álvarez Iglesias, Martín 60 Jornalero Puerto de Béjar Puerto de Béjar 1937 29/07/1937 Sentencia de Consejo de Guerra
Álvarez López, Juan Pablo 39 Pajero Villardigo (Z.) Salamanca 1938 10/04/1938 Enfermedad (broncopneumonía)
Álvarez Maquedano, 33 Jornalero Talavera (TO) Talavera de la 1938 09/10/1938 Sentencia de Consejo de Guerra
esta salvaje pesadilla
Armentia, M.
Arco Encinas, Adriana del 67 Sus labores Bogajo (SA) Bogajo 11.822 1937 1938 05/05/1938 Enfermedad (hemorragia cerebral)
Arco García, Benjamín del 24 Tejedor Béjar 1.114 1936 1936 05/08/1936 Saca de la cárcel
Arduan Esteban, Justo Maestro Gallegos de Fusilamiento ilegal
8/5/07
Argañán
Arévalo Domínguez, Blas 30 Jornalero 1.993 1936 1936 14/12/1936 Saca de la cárcel
Aristides (de Aldehuela) Cartero Aldehuela de la 15/08/1936 Fusilamiento ilegal
12:32
Bóveda
Armenteros Salgado, 24 Factor Salamanca Peñaranda de 1937 22/05/1937 Sentencia de Consejo de Guerra
Celedonio Jesús Bracamonte
Arnaz Pérez, Alejandro 25 Aviador republica Olmedo (V) 1939 1940 21/02/1940 Sentencia de Consejo de Guerra
Arribas Martínez, Juan 38 Jornalero Ayllón (S) Salamanca 1938 31/01/1938 Sentencia de Consejo de Guerra
Artacho Falvan, Juan 35 Maestro Peñaranda de Desaparecido tras detención.
Página 163
Bracamonte
Aymani Contijoch, Pedro 47 Labrador Vilaplana (Ta) Vilaplana 1939 1939 06/12/1939 Enfermedad (tifus exantemático)
(Tarragona)
que no se olvide el castigo
Querol
Prisión provincial
Identidad Edad Profesión Natural de Vecino de Exped. Entra Sale Fallece Causa
164
Benito Bermúdez, Francisco 48 Empleado Madrid Las Rozas (Madrid) 10.806 1939 1939 03/10/1939 Enfermedad (asistolia)
Benito González, Benito 27 Jornalero Salamanca 1.824 1936 1936 20/12/1936 Saca de la cárcel
Benito Hernández, Alonso 27 Jornalero Villaseca de los 1.730 1936 1936 19/12/1936 Fusilamiento ilegal (en el campo)
Gamitos
8/5/07
Manuel Caños
Blanco, Ubaldo Los Santos 14/09/1936 Fusilamiento ilegal
Blázquez Tolosa, Juan 42 Calzada de Béjar Béjar 23/08/1936 Se tiró al tren.
Blázquez Vaquero, Vicente 39 Tejedor Béjar 1937 06/05/1937 Sentencia de Consejo de Guerra
Boj Rodríguez, José 41 Empleado 20.625 1936 1936 14/12/1936 Saca de la cárcel
Bonilla, Agustín Los Santos 14/09/1936 Fusilamiento ilegal
Página 164
Bravo Pizano, Matías 34 Ferroviario 1.917 1936 1936 15/12/1936 Saca de la cárcel
Bravo Sayalero, Jacinto 23 Mecánico Cáceres Salamanca 17/10/1936 Fractura del cráneo
Butragueño, Ignacio Desaparecido
C. T., J. 32 Mecánico 1936 1936 31/12/1936 Saca de la cárcel
esta salvaje pesadilla
Caba Trujillo, Manuel 47 Factor ferrocarril 1.946 1936 1936 28/08/1936 Saca de la cárcel
Caballero García, Manuel 38 Jornalero Tordillos Tordillos 12.245 1936 1938 01/12/1938 Enfermedad (tuberculosis
pulmonar)
Caballero Mulas, Alfonso Cantalpino 1.957 1936 1942 01/01/1942 Posible muerte por enfermedad en
la cárcel
Caballero Pinto, Alejandro 56 Hortelano Cantalpino (SA) Cantalpino 10.744 1937 1939 09/11/1939 Enfermedad (tifus exantemático)
Cabo, Valentín María 38 Villoria 1936 1936 03/10/1936 Sentencia de Consejo de Guerra
Cáceres Escribano, Cantalpino 20/12/1936 Fusilamiento ilegal
Guillermo
Cáceres Guijo, Feliciano 34 Jornalero 1.682 1936 1936 26/08/1936 Saca de la cárcel
Calle Paredero, Bernardino 19 Jornalero 1.112 1936 1936 26/08/1936 Saca de la cárcel
Calvillo Hernández, Isidoro Salamanca 1.838 1936 1936 13/11/1936 Saca de la cárcel
Prisión provincial
Identidad Edad Profesión Natural de Vecino de Exped. Entra Sale Fallece Causa
Calvo Martín, Víctor 59 Jornalero Aldea del Obispo Cercedilla 19.644 1939 1942 05/01/1940 Enfermedad (broncopneumonía)
(SA) (Madrid)
Calvo Moronta, Juan 37 Chofer La Peña 1937 04/10/1937 Sentencia de Consejo de Guerra
Calvo Vallejo, Emilio 31 Alpargatero Ciudad Rodrigo 01/01/1937 Fusilamiento ilegal
Camiñas García, Manuel 25 Barbadillo (SA) Barbadillo 1936 1936 20/08/1936 Sentencia de Consejo de Guerra
Campo Redondo, Luís 36 Inspector enseñanza Salamanca 1.226 1936 1936 14/12/1936 Saca de la cárcel
Campos Gómez, Andrés Carabinero Los Santos 15/09/1936 Choque con la fuerza pública
001-480 Salvaje pesadilla
Cañada Sánchez, Elías 28 Jornalero Cantalpino Cantalpino 1939 12/01/1939 Sentencia de Consejo de Guerra
Carrasco Leal, José Militar Se ignora 1937 08/09/1937 Sentencia de Consejo de Guerra
Carreño de Anta, 21 Aldealengua 15/08/1936 Fusilamiento ilegal
Felicísimo
8/5/07
Faustino
Casas Cerezo, Anunciación 35 Sus labores Nájera (LO) Madrid 1937 1938 07/01/1938 Sentencia de Consejo de Guerra
Castaño Duran, Ramón 24 Fuenteguinaldo 08/10/1936 Fusilamiento ilegal
Castellanos del Real, 35 Agente Vigilancia 1.823 1936 1936 21/09/1936 Saca de la cárcel
Francisco
Castrillo Olivera, Miguel 25 Se ignora Salamanca 1936 1936 25/08/1936 Sentencia de Consejo de Guerra
Página 165
Juan
Castro Pérez, Enrique 21 Camarero Béjar 1936 1937 01/01/1937 Sentencia de Consejo de Guerra
Castro Ramos, José 43 Maestro nacional. Fermoselle (Z) Trabanca 1936 1936 05/12/1936 Sentencia de Consejo de Guerra
que no se olvide el castigo
Cejudo Cejudo, Epifanio 35 Cartero Saelices 1.208 1936 1937 01/01/1937 Saca de la cárcel
Cenizo Calderero, Martín 44 Saelices el Chico 1.936 1936 30/08/1936 Sentencia de Consejo de Guerra
Cerezo Hernández, Ciudad Rodrigo 12/08/1936 Fusilamiento ilegal
Eugenio
Chamorro de la Torre, Jornalero Cantalpino 19/12/1936 Fusilamiento ilegal
Severiano
Cifuentes Pérez, Rogelio 42 Herrero 1.936 1936 19/12/1936 Saca de la cárcel
Cifuentes, Julián 34 Jornalero Peñarandilla 16/09/1936 Posible fusilamiento en Fuente el
Sol (V)
Civicos Bragado, Román 27 Herrero Cantalapiedra 1.741 1936 1936 19/12/1936 Saca de la cárcel
Clavijo Cano, Luís 26 Abogado 1.931 1936 1936 06/12/1936 Saca de la cárcel
165
Coca y Coca, Francisco 58 Industrial S Pedro Atarce. Salamanca 19/07/1936 El tiro de la Plaza
Prisión provincial
Identidad Edad Profesión Natural de Vecino de Exped. Entra Sale Fallece Causa
166
Coco Martín, Atilano 33 Pastor evangélico Guarrate (Z) Salamanca 1.749 1936 1936 08/12/1936 Saca de la cárcel
Collado Rodríguez, Julián 36 Jornalero Peñaparda Peñaparda 1938 10/03/1938 Sentencia de Consejo de Guerra
Collantes Fernández, Julio 30 Pedrosillo Aires 1936 1936 03/10/1936 Sentencia de Consejo de Guerra
Colorado González, Béjar Béjar 10/10/1936 Fusilamiento ilegal
Francisco
001-480 Salvaje pesadilla
Conde Hortet, Juan 43 Guarda jurado Miajadas (C) Miajadas (Cáceres) 1938 12/05/1938 Sentencia de Consejo de Guerra
Francisco
Corredera Pérez, Agustín 29 Escribiente 1.678 1936 1936 31/12/1936 Saca de la cárcel
Cortes Ramos, Leonardo 41 Villoruela 24/08/1936 Fusilamiento ilegal
8/5/07
Crespo González, Pedro 44 Ferroviario Collado Villalba Collado Villalba 4.808 1939 1940 12/03/1940 Enfermedad (tuberculosis
(Madrid) pulmonar)
Crespo Mingo, Ernesto 50 Jornalero Leganés (M) Carabanchel Alto 4.700 1939 1940 04/09/1940 Enfermedad (septicemia aguda)
(Madrid)
Crespo Regalado, Luís Rollán 02/08/1936 Fusilamiento ilegal
Criado Barés, Desiderio Ciudad Rodrigo 15/09/1936 Fusilamiento ilegal
Página 166
Criado Palacios, Pedro 42 Fogonero 1.718 1936 1936 11/08/1936 Saca de la cárcel
Criado, David 40 Escayolista Desaparecido tras detención por
falangistas
Cruz Sánchez, Ramón 23 Pedrosillo Aires 1936 1936 03/10/1936 Sentencia de Consejo de Guerra
esta salvaje pesadilla
Domínguez Rodríguez, 37 Médico Calzada de Béjar 1.314 1936 1936 26/08/1936 Saca de la cárcel
Juan Manuel
Durán Díez, Emilio 39 Ebanista 20.628 1936 1936 26/08/1936 Saca de la cárcel
Duran García, Julio 45 Maestro nacional Vitigudino 1.743 1936 1936 27/10/1936 Saca de la cárcel
8/5/07
Escanilla Simón, Celso 31 Ciudad Rodrigo Bogajo 1936 1936 24/10/1936 Sentencia de Consejo de Guerra
Escribano Marcos, Eladia Cantalpino 19/12/1936 Fusilamiento ilegal
Escribano Pérez, Julián Cantalpino 1936 1936 19/12/1936 Fusilamiento ilegal
12:32
Escribano Pérez, Miguel 18 Jornalero Cantalpino 36.944 1936 1936 20/12/1936 Saca de la cárcel
Escribano Pérez, Serapio 45 Jornalero Paradinas Salamanca 25/07/1936 Herida por arma de fuego
Escudero Expósito, Molinillo 11/08/1936 Fusilamiento ilegal
Hipólito
Esteban Pascual, Clodoaldo 41 Maestro nacional Baliabado (ZA) Cantalpino 1939 12/01/1939 Sentencia de Consejo de Guerra
Fatuarte Rodríguez, Julio 41 Zapatero Alburquerque (B) Alburquerque 10.920 1938 1939 28/06/1939 Enfermedad (enfermedad de
Página 167
(Badajoz) Addison)
Fernández Barván, 27 Soldado El Fresno (Ov) 28/08/1938 Sentencia de Consejo de Guerra
Gumersindo
que no se olvide el castigo
Fortuny Canela, Pedro 54 Labrador Tarragona Cabra Campo 10.773 1939 1939 24/11/1939 Enfermedad
(Tarragona) (tifus exantemático)
Fraile, Ángel Luís 52 Pedrosillo 1936 1936 03/10/1936 Sentencia de Consejo de Guerra
Francisco Crespo, Manuel 26 Ferroviario 21.403 1936 1936 12/12/1936 Saca de la cárcel
Francisco Crespo, Manuel 45 Maestro nacional Salamanca Béjar 1937 21/04/1937 Sentencia de Consejo de Guerra
001-480 Salvaje pesadilla
Froufe Carlos, Agustín 22 Abogado Puerto Seguro Salamanca 1937 20/06/1937 Sentencia de Consejo de Guerra
G. A., M. 26 Empleado Audie 1936 1936 15/12/1936 Saca de la cárcel
G. A., Z. 29 Fogonero 1936 1936 11/08/1936 Saca de la cárcel
G. C., B. 35 Jornalero 1936 1936 06/12/1936 Saca de la cárcel
8/5/07
Galindo Gómez, Saturnino 43 Carpintero Peñaranda Peñaranda de 1937 22/05/1937 Sentencia de Consejo de Guerra
Bracamonte
García Alaejos, Serapio Ciudad Rodrigo 16/12/1936 Fusilamiento ilegal
esta salvaje pesadilla
García Alonso, Casimiro 43 Hortelano Cantalpino Cantalpino 1939 12/01/1939 Sentencia de Consejo de Guerra
García Bartolomé, 50 Farmacéutico Ledesma 1.975 1936 1936 28/08/1936 Saca de la cárcel
Raimundo
García Buitrago, Sixto Jornalero Cantalpino 19/12/1936 Fusilamiento ilegal
García Cacho, Manuel 25 Carrocero 1.200 1936 1936 11/08/1936 Saca de la cárcel
García Cívicos, Cosme 22 Jornalero 1.271 1936 1936 19/12/1936 Saca de la cárcel
García de la Iglesia, 56 Jornalero Beleña Salamanca 9.040 1937 1938 13/11/1938 Enfermedad (angina de pecho)
Prudente
García Díaz, Francisco 25 Jornalero Babilafuente Babilafuente 1936 1936 22/09/1936 Sentencia de Consejo de Guerra
García Guerras, Agustín 28 Artista pintor Salamanca Salamanca 1938 12/05/1938 Sentencia de Consejo de Guerra
García Holgado, Elías 45 Alcalde Lumbrales Madrid Lumbrales 1937 05/07/1937 Sentencia de Consejo de Guerra
García Jiménez, Antonio 43 Maestro nacional Cartagena Madrid 4.860 1939 1940 05/08/1940 Enfermedad (angina de pecho)
García Lozano, Francisco 25 Villoruela 24/08/1936 Fusilamiento ilegal
Prisión provincial
Identidad Edad Profesión Natural de Vecino de Exped. Entra Sale Fallece Causa
García Martín, Basilio Barbadillo 1.850 1936 1936 09/12/1936 Saca de la cárcel
García Martín, Celestino 20 Maquinista Béjar Béjar 1936 1937 01/01/1937 Sentencia de Consejo de Guerra
García Martín, Pedro Jornalero Villavieja de Yeltes Fusilamiento ilegal
García Martínez, Manuel 23 Chapista 1.806 1936 1936 26/08/1936 Saca de la cárcel
García Mata, Rafael 50 Farmacéutico 1.736 1936 1936 28/08/1936 Saca de la cárcel
(No conf.)
García Mediero, Fabián 25 Jornalero Barbadillo 23/07/1936 Fusilamiento ilegal
001-480 Salvaje pesadilla
García Miguel, José 19 Mosaísta 1.966 1936 1936 28/08/1936 Saca de la cárcel
García Muñoz, Rafael 37 Ferroviario Salamanca 1936 1936 18/12/1936 Sentencia de Consejo de Guerra
Gonzalo
García Otero, Agustín 54 Jornalero Monleón (T) Monleón (Toledo) 20.536 1939 1942 12/02/1942 Enfermedad (bronconeumonía)
8/5/07
García Paredero, Antonio 42 Barrendero Aldeacipreste 1937 05/05/1937 Sentencia de Consejo de Guerra
García Rodríguez, Alipio 50 Zapatero Aldehuela de 23/09/1936 Fusilamiento ilegal
la Bóveda
12:32
García Sánchez, José 62 Capataz de Fuente Esteban Fuente de San 2.496 1936 1937 07/04/1937 Enfermedad (gripe abdominal)
Manuel telégrafos Esteban
García Sánchez, Manuel Cabeza de Béjar 11.181 1936 1937 01/01/1937 Saca de la cárcel
que no se olvide el castigo
García Torres, Constantino 25 Marmolista Salamanca 25/09/1936 Desaparecido tras detención por
falangistas
García, Bienvenido Jorge 36 Villoria 1936 1936 03/10/1936 Sentencia de Consejo de Guerra
García, Celestino Béjar 20/07/1936 Tiroteo con los militares de
Plasencia
García, Salvador Jornalero Malpartida 28/08/1936 Fusilamiento ilegal
Garduño Alonso, Eusebio 35 Saelices el Chico Saelices el Chico 1936 1936 03/09/1936 Sentencia de Consejo de Guerra
Garrido Lobo, Ramón 24 Abogado Béjar Béjar 15/08/1936 Le dieron una paliza
Garrido Muñoz, Valentín 53 Procurador Béjar Béjar 1936 1937 01/01/1937 Sentencia de Consejo de Guerra
Garrido Sánchez, Eugenio 29 Concejal de Béjar Béjar Béjar 1936 1937 01/01/1937 Sentencia de Consejo de Guerra
Valentín
169
Prisión provincial
Identidad Edad Profesión Natural de Vecino de Exped. Entra Sale Fallece Causa
170
Gázquez Soler, Moisés 30 Torero y viajante Lorca (Murcia) Madrid 1937 04/03/1937 Sentencia de Consejo de Guerra
Antonio
Giménez Guillén, Alfonso 22 Albañil Madrid Madrid 1937 04/03/1937 Sentencia de Consejo de Guerra
Girón, Esperanza 40 Maestra nacional Berrocal de 30/08/1936 Fusilamiento ilegal (en el campo)
Salvatierra
001-480 Salvaje pesadilla
Gómez Abelló, Manuel 52 Comerciante Briebes (Ov) Madrid 11.977 1938 1939 25/11/1939 Enfermedad (tifus exantemático)
Gómez Alonso, José 30 Jornalero Encinas Abajo 1936 1936 23/12/1936 Sentencia de Consejo de Guerra
Gómez Anguas, Diego 45 Campesino Badajoz 1942 24/12/1942 Enfermedad (tuberculosis
pulmonar)
8/5/07
González Benito, Eloy 61 Alcalde de Béjar Béjar Béjar 1936 1937 01/01/1937 Sentencia de Consejo de Guerra
González Cabreras, Félix Ciudad Rodrigo 15/09/1936 Fusilamiento ilegal
González Castellano, 29 Hilador Béjar 1937 06/05/1937 Sentencia de Consejo de Guerra
esta salvaje pesadilla
Manuel
González Cilleros, 74 Jornalero Escurial Salamanca 1936 1936 15/10/1936 Sentencia de Consejo de Guerra
Francisco
González García, Genaro 46 Béjar Béjar 25/07/1936 Herida por arma de fuego
Gregorio
González Gómez, Labrador Pedroso de la 09/08/1936 Fusilamiento ilegal
Salvador Armuña
González Gordón, Andrés Ciudad Rodrigo 12/08/1936 Fusilamiento ilegal
González Herrero, Agustín Jornalero Pedroso de la 09/08/1936 Fusilamiento ilegal
Armuña
González Lucas, Ismael Barbadillo 1.848 1936 1936 09/12/1936 Saca de la cárcel
González Martín, Manuel 31 Industrial 1.461 1936 1936 Saca de la cárcel
González Pérez, Francisco 20 Torero 1.680 1936 1936 26/08/1936 Saca de la cárcel
González Posada, Juan 46 Camarero 1.833 1936 1936 06/12/1936 Saca de la cárcel
Prisión provincial
Identidad Edad Profesión Natural de Vecino de Exped. Entra Sale Fallece Causa
González Riesco, Aristóteles 42 Ciudad Rodrigo Ciudad Rodrigo 1936 1936 30/08/1936 Sentencia de Consejo de Guerra
González Salinero, José 51 Periodista 1.375 1936 1936 21/12/1936 Saca de la cárcel
González Sánchez, Vicente 44 Jornalero San Muñoz 1936 1936 14/12/1936 Sentencia de Consejo de Guerra
González Segovia, 35 Alguacil Fregeneda 28/07/1936 Fusilamiento ilegal
Baldomero municipal
González Sierra, Adrián Jornalero Cantalpino 19/12/1936 Fusilamiento ilegal
González Torres, Gerardo 32 Maestro nacional Cespedosa 1937 16/05/1937 Sentencia de Consejo de Guerra
001-480 Salvaje pesadilla
González Valles, Antonio 52 Jornalero Salamanca 25/09/1936 Desaparecido tras detención por
falangistas
González Velázquez, 48 Jornalero 1.990 1936 1936 21/12/1936 Saca de la cárcel
Eugenio
8/5/07
González Zarzuelo, Manuel 39 Tordesillas (V) 1936 1936 03/10/1936 Sentencia de Consejo de Guerra
Grimaldos Múgica, Ángel Concejal C. Rodri. Ciudad Rodrigo 15/09/1936 Fusilamiento ilegal
Gutiérrez Castillo, Enrique 63 Empleado Madrid Madrid 10.679 1939 1941 02/12/1939 Enfermedad (tifus exantemático)
Gutiérrez Sánchez, Antonio 31 Concejal de Béjar Béjar Béjar 1936 1937 01/01/1937 Sentencia de Consejo de Guerra
12:32
Hernández Martín, José 20 Jornalero Peñaranda Peñaranda de 1937 22/05/1937 Sentencia de Consejo de Guerra
Bracamonte
Prisión provincial
Identidad Edad Profesión Natural de Vecino de Exped. Entra Sale Fallece Causa
172
Hernández Neila, Pablo 33 Caminero Hervás Puente del Congosto Fusilamiento ilegal
Hernández Rodríguez, Ciudad Rodrigo 12/08/1936 Fusilamiento ilegal
Denis
Herrera García, Fernando 41 Fundidor Salamanca 1937 16/05/1937 Sentencia de Consejo de Guerra
Herrero Díaz, Cándido 40 Empleado Banca Arnedo (L) Madrid 3.008 1939 1939 13/11/1939 Enfermedad (tifus exantemático)
001-480 Salvaje pesadilla
Hidalgo Carrera, Martín 30 Obrero Salamanca Salamanca 1936 1936 19/12/1936 Sentencia de Consejo de Guerra
Hidalgo Hernández, 18 Villoruela 24/08/1936 Fusilamiento ilegal
Benigno
Hombre sin Identificar Jornalero Aldehuela de la 15/08/1936 Fusilamiento ilegal
12:32
(Aldehuela) Bóveda
Hombre sin Identificar Ciudad Rodrigo 16/12/1936 Fusilamiento ilegal
(C. Rodrigo)
Hombre sin Identificar Cantalpino 02/08/1936 Fusilamiento ilegal
(Pelabravo)
Hombre sin Identificar Cantalpino 02/08/1936 Fusilamiento ilegal
Página 172
( Pelabravo)
Hombre sin Identificar Cantalpino 02/08/1936 Fusilamiento ilegal
( Pelabravo)
esta salvaje pesadilla
Íñiguez Parra, Paulino 34 Peinador de lanas Béjar 1937 05/05/1937 Sentencia de Consejo de Guerra
Saturnino
Izcaray Cebriano, Adolfo 20 Tipógrafo Puerto de Béjar Béjar 1936 1937 01/01/1937 Sentencia de Consejo de Guerra
Izquierdo Monse, Justo 35 Tenedor de libros 1.222 1936 1936 26/08/1936 Saca de la cárcel
8/5/07
Jaspe Sánchez, Blas Jornalero 2.013 1936 1936 11/09/1936 Saca de la cárcel
Javier de la Mano, Manuel 44 Jornalero 1.830 1936 1936 14/12/1936 Saca de la cárcel
Jimeno López, José 34 Jornalero Peñarandilla 16/09/1936 Posible fusilamiento en Fuente el
12:32
Sol (V)
Juan Miguel Los Santos 14/09/1936 Fusilamiento ilegal
Juanes Montánchez, 24 Carrocero 1.689 1936 1936 11/08/1936 Saca de la cárcel
Manuel
L. M., E. 52 Agricultor 1936 1936 31/12/1936 Saca de la cárcel
Lanega Martínez, Pedro 63 Albañil Madrid 20.155 1941 1941 31/07/1941 Enfermedad (peritonitis por
Página 173
hepatitis)
Lebrón Meléndez, Antonio 30 Ferroviario 1.106 1936 1936 28/08/1936 Saca de la cárcel
Ledesma Alonso, Cándido 41 Industrial Peñaranda Peñaranda 16/01/1938 Herida por arma de fuego
que no se olvide el castigo
López Serrano, Juan 21 Jornalero Salamanca 1937 18/05/1937 Sentencia de Consejo de Guerra
Prisión provincial
Identidad Edad Profesión Natural de Vecino de Exped. Entra Sale Fallece Causa
174
López, Francisco 42 Jornalero Béjar Guijuelo 11.924 1938 1938 21/06/1938 Enfermedad (carcinoma de
estómago)
López, Santiago 67 Jornalero Molinillo 11/08/1936 Fusilamiento ilegal
Lorenzo Candelario, Andrés 43 Sastre Salamanca Salamanca 20/07/1936 Herida por arma de fuego
Lucas Velasco, Arcadio 26 Camarero La Peña 1937 04/10/1937 Sentencia de Consejo de Guerra
001-480 Salvaje pesadilla
Luís Pascual, Manuel 35 Jornalero La Maya La Maya 1936 1936 31/12/1936 Sentencia de Consejo de Guerra
Luís Pascual, Moisés 31 Jornalero La Maya La Maya 1936 1936 31/12/1936 Sentencia de Consejo de Guerra
M. A., L. 40 Policía 1936 1936 21/09/1936 Saca de la cárcel
Maíllo Moro, Joaquín 42 Jornalero Herrera del Duque 1.828 1936 1936 19/12/1936 Saca de la cárcel
8/5/07
Mangas Rivas, Victoriano Barbadillo 1.854 1936 1936 09/12/1936 Saca de la cárcel
Mangas Rodríguez, Avelino Barbadillo 1.853 1936 1936 09/12/1936 Saca de la cárcel
Manjón Hernández, Juan Tejares 02/08/1936 Fusilamiento ilegal
Manuel
Manjón, Juan Manuel Salamanca 02/08/1936 Fusilamiento ilegal
Manuel (carbonero) Carbonero Béjar 15/08/1936 Fusilamiento ilegal
Página 174
Martín Herrero, José Luís 20 Militar Villalba Llanos 1938 27/10/1938 Sentencia de Consejo de Guerra
Martín Lagar, Dimas Jornalero Cantalpino 19/12/1936 Fusilamiento ilegal
Martín Linaje, Santiago 58 Secretario Ayunt. Robregordo (M) La Cabrera 10.716 1939 1939 05/12/1939 Enfermedad (tifus exantemático)
12:32
(Madrid)
Martín Martín, Gabriel Tejares 02/08/1936 Fusilamiento ilegal
Martín Martín, Gregorio Jornalero Cantalpino 19/12/1936 Fecha de fallecimiento aproximada
Martín Moro, Félix Ciudad Rodrigo 15/09/1936 Fusilamiento ilegal
Martín Pacho, Bernardo 27 Jornalero Trabanca 1936 1936 05/12/1936 Sentencia de Consejo de Guerra
Martín Rodríguez, Jesús 35 Barbero Ciudad Rodrigo Ciudad Rodrigo 2.591 1936 1938 06/07/1938 Sentencia de Consejo de Guerra
Página 175
Martín Sánchez, Marcelino 28 Sargento Aviación Montejo Montejo de 1936 1936 19/12/1936 Sentencia de Consejo de Guerra
Salvatierra
Martín Trujillo, Félix 48 Alcalde S. Felices San Felices de los 19/08/1936 Fusilamiento ilegal
Gallegos
Martínez Muriel, Cristino 27 Retortillo Retortillo 1936 1936 23/10/1936 Sentencia de Consejo de Guerra
Bartolomé
Mata Calle, Amador 32 Valdelagueve Salamanca 06/10/1936 Fractura del cráneo
Matas Sánchez, Federico 38 Cantero Navalmoral Béjar 1937 15/09/1937 Enfermedad (disentería)
Mateos Carballo, Juan Jornalero Robleda 24/08/1936 Fusilamiento ilegal
Mateos García, Abel 22 Militar Ontaneda (S) Salamanca 14/11/1938 Sentencia de Consejo de Guerra
Mateos García, José 36 Cabrero Robleda 24/08/1936 Fusilamiento ilegal
175
Mateos López, Aníbal 49 Cantero Villavieja Villavieja de Yeltes 1936 1936 23/10/1936 Sentencia de Consejo de Guerra
Prisión provincial
176
Identidad Edad Profesión Natural de Vecino de Exped. Entra Sale Fallece Causa
Mateos Rodríguez, Armenteros 02/08/1936 Fusilamiento ilegal
Eduardo
Mediero Medina, Alejandra 23 Sus labores Fresno Cantalapiedra 23/07/1936 Paseo
Medina Santos, Luís 9 Párvulo Salamanca Salamanca 1938 01/11/1938 Sentencia de Consejo de Guerra
001-480 Salvaje pesadilla
Mellado de Castro, Miguel 29 Salamanca 1936 1936 23/10/1936 Sentencia de Consejo de Guerra
Mendo Mateos, Matías 39 Fuenteguinaldo 08/10/1936 Fusilamiento ilegal
Miguel Plaza, Alfredo Ciudad Rodrigo 16/12/1936 Fusilamiento ilegal
Minaya Morcillo, Francisco 42 Guarda jurado S. Amalia Santa Amalia 1938 12/05/1938 Sentencia de Consejo de Guerra
8/5/07
(Badajoz)
Miñana Regadera, Pedro 45 Secretario Ayunta. Béjar Béjar 1936 1937 01/01/1937 Sentencia de Consejo de Guerra
Miranda, Manuel Mancebo Sando 06/08/1936 Fusilamiento ilegal
Monje González, Ramón 34 Jornalero Sieteiglesias La Maya 1936 1936 31/12/1936 Sentencia de Consejo de Guerra
12:32
Monroy Hernández, 66 Jornalero Villanueva Madrid 1.646 1939 1939 26/07/1939 Enfermedad (gangrena pulmonar)
Arsenio
Moñita Marín, Gabriel Valladolid Salamanca 02/08/1936 Fusilamiento ilegal
Moñita Marín, Gregorio Tejares 02/08/1936 Fusilamiento ilegal
Morán Gabriel, Juan Jornalero Matilla de los Caños 01/10/1936 Fusilamiento ilegal
Moreiro Herrero, Simón 29 Fuenteguinaldo 08/10/1936 Fusilamiento ilegal
Página 176
Moreno (Montero) Bernal, 66 San Muñoz 1936 1936 03/10/1936 Sentencia de Consejo de Guerra
Fausto
Moreno Martín, Cesareo 51 Kiosquero Salamanca Desaparecido tras detención por
esta salvaje pesadilla
falangistas
Moreno Matilla, Amador 25 Peluquero Ciudad Rodrigo Salamanca 20.607 1941 1942 31/03/1942 Enfermedad (asistolia)
Moro García, José Manuel 44 Jornalero Boada Boada 5.161 1939 1940 12/03/1940 Enfermedad (bronquitis)
Moro Hernández, Celso 28 Cerralbo Cerralbo 1936 1936 23/10/1936 Sentencia de Consejo de Guerra
Moro Ledesma, Aquilino 42 Sastre Ciudad Rodrigo Ciudad Rodrigo 1936 1936 30/08/1936 Sentencia de Consejo de Guerra
Muñoz Cabezas, Marciano 28 Calzada Valdun. Salamanca 1936 1936 23/12/1936 Sentencia de Consejo de Guerra
Muñoz De La Peña Sánchez, 34 Industrial Béjar 15/08/1936 Fusilamiento ilegal
Cesareo
Muñoz González, Antonio 43 Jornalero Cantagallo Cantagallo 1937 04/03/1937 Sentencia de Consejo de Guerra
Muñoz González, Diego 30 Albañil Beleña Beleña 1937 04/03/1937 Sentencia de Consejo de Guerra
Muriel Blanco, Máximo 26 Retortillo Retortillo 1936 1936 23/10/1936 Sentencia de Consejo de Guerra
Nadal Pérez, Esteban 55 Jornalero Almedina Almedina 10.711 1939 1939 15/11/1939 Enfermedad (tifus exantemático)
(Ciudad Real)
Prisión provincial
Identidad Edad Profesión Natural de Vecino de Exped. Entra Sale Fallece Causa
Nájar Caparros, Pedro 50 Garrucha (A) Garrucha (Almería) 20.106 1939 1941 02/04/1941 Enfermedad (insuficiencia mitral)
Nieto Huerta, Ángel 22 Salamanca Salamanca 1936 1936 23/12/1936 Sentencia de Consejo de Guerra
Nieto Luís, Pedro 22 Labrador Aldeadávila Salamanca 25/08/1936 Shock traumático. Cuartel de F.E.
Nieto Muñoz, Gregorio 58 Labrador Fresnedoso 1936 1937 01/01/1937 Sentencia de Consejo de Guerra
Nieto Sáez, Cipriano 28 Jornalero Cantalpino Cantalpino 1939 12/01/1939 Sentencia de Consejo de Guerra
Niño Caballero, Olegario Ciudad Rodrigo 16/12/1936 Fusilamiento ilegal
001-480 Salvaje pesadilla
Pacho Criado, Víctor 47 Labrador Trabanca 9.138 1938 1938 06/07/1938 Enfermedad (úlcera de estómago)
Palomero Cruz, Teodoro 25 Albañil 1.951 1936 1936 26/08/1936 Saca de la cárcel
Palomero Rivas, Félix 39 Tipógrafo Salamanca 1937 04/10/1937 Sentencia de Consejo de Guerra
Panadero Domínguez, 40 Secretario Ayunt. Nuño Moral (C) Rollán 1936 1936 20/08/1936 Sentencia de Consejo de Guerra
Patricio Ángel
Paredero García, Demetrio 48 Sastre Cristóbal Béjar 1938 31/01/1938 Sentencia de Consejo de Guerra
Página 177
Paredes Mier, Casimiro Concejal Salaman. Salamanca 1.725 1936 1936 13/11/1936 Saca de la cárcel
Parra García, Ignacio 43 Jornalero Béjar 21/07/1936 Tiroteo en Béjar
Patricio «El Brasileño» Jornalero San Felices de los 15/08/1936 Fusilamiento ilegal
que no se olvide el castigo
Gallegos
Pedraza Dosuna, José Maria 19 Jornalero Peñaranda Peñaranda de 1937 22/05/1937 Sentencia de Consejo de Guerra
Bracamonte
Peralta Borrego, Víctor 33 Ferroviario Babilafuente 1.740 1936 1936 12/12/1936 Saca de la cárcel
Pereña Melgar, Francisco 23 Zapatero Villavieja Villavieja de Yeltes 1936 1936 23/10/1936 Sentencia de Consejo de Guerra
Pérez Fraile, Graciliano Zapatero Sando 06/08/1936 Fusilamiento ilegal
Pérez Macías, Esteban 24 Jornalero Salamanca 1938 1938 26/02/1938 Sentencia de Consejo de Guerra
Pérez Pérez, Baldomero Rollán 02/08/1936 Fusilamiento ilegal
Pérez Rodríguez, Antero 24 Madrigal (Ávila) Salamanca 1936 1936 30/08/1936 Sentencia de Consejo de Guerra
Pérez Yuste, José Los Santos 14/09/1936 Fusilamiento ilegal
Pérez, Esteban Los Santos 14/09/1936 Fusilamiento ilegal
177
Prisión provincial
Identidad Edad Profesión Natural de Vecino de Exped. Entra Sale Fallece Causa
178
Pescador Pescador, Gerardo Alcalde Matilla C. Matilla de los Caños 01/10/1936 Fusilamiento ilegal
Pino Castaño, Evaristo Ciudad Rodrigo 16/12/1936 Fusilamiento ilegal
Piñel Sánchez, Juan 20 Sargento Aviación Pedroso 06/08/1938 Sentencia de Consejo de Guerra
Pons Grau, Ángel 63 Carpintero S. Cugat Vallés Puig del Pi 10.735 1939 1939 28/10/1939 Enfermedad (tifus exantemático)
Portejo Alonso, Salvador 36 Industrial Carracera (L) La Maya 1936 1936 31/12/1936 Sentencia de Consejo de Guerra
001-480 Salvaje pesadilla
Prado Gil, Gabriel de Jornalero Cantalpino 1.700 1936 1936 20/12/1936 Fusilamiento ilegal
Prado Gómez, Ángel del 36 Agente comercial Estrella Jara Estrella de la Jara 11.982 1938 1939 14/11/1939 Enfermedad (tifus exantemático)
(Toledo)
12:32
Prieto Carrasco, Casto Catedrático y alcalde Salamanca 1.724 1936 1936 29/07/1936 Saca de la cárcel
Prieto Mateos, Antonio Jornalero Villavieja de Yeltes Fusilamiento ilegal
Pulido González, Eladio Ciudad Rodrigo 15/09/1936 Fusilamiento ilegal
R. F., H. 18 Carrocero 1936 1936 11/08/1936 Saca de la cárcel
R. M., E. 34 Comerciante 1936 1936 06/12/1936 Saca de la cárcel
R. P., T. 26 Electricista 1936 1936 23/10/1936 Saca de la cárcel
Página 178
Eustaquio
Real Banús, Jaime 29 Mecánico Barcelona Barcelona 1938 1938 12/05/1938 Sentencia de Consejo de Guerra
Rebollo Ávila, Pablo 22 Electricista Salamanca Desaparecido tras detención por
falangistas
Redondo Domínguez, 48 Béjar Béjar 10/10/1936 Se ahorcó en su casa
Adolfo
Repila Tetilla, Vicente 36 Carretero Ciudad Rodrigo Ciudad Rodrigo 1936 1936 30/08/1936 Sentencia de Consejo de Guerra
Repollo Briega, Francisco 25 Maquinista 1.066 1936 1936 11/08/1936 Saca de la cárcel
Reyes Hernández, Andrés 38 Jornalero Fuentes de Béjar La Maya 1936 1936 31/12/1936 Sentencia de Consejo de Guerra
Río Alcobendas, Adolfo del 53 Ordenanza Escalona (T) Madrid 0 1939 1939 09/11/1939 Enfermedad (tifus exantemático)
Ripoll Avellaneda, Juan 51 Chófer Gerona S. Miguel Cladells 1.640 1939 1939 17/07/1939 Enfermedad (uremia)
(Gerona)
Risueño González, Agustín Ciudad Rodrigo 15/12/1936 Fusilamiento ilegal
Prisión provincial
Identidad Edad Profesión Natural de Vecino de Exped. Entra Sale Fallece Causa
Rivas García, Octavio 25 Maestro nacional Pedrosillo Salamanca 1936 1936 19/09/1936 Sentencia de Consejo de Guerra
Rivas Mendo, Francisco 19 Salamanca 1936 1936 23/12/1936 Sentencia de Consejo de Guerra
Rivas Miguel, Elías 43 Villoruela 24/08/1936 Fusilamiento ilegal
Rivas Vicente, Ángel 29 Albañil Salamanca Salamanca 1936 1936 18/12/1936 Sentencia de Consejo de Guerra
Rivero Polo, Jerónimo Salamanca 19/08/1936 Fusilamiento ilegal
Rodero Sánchez, Carmelo 23 Jornalero-Militar Zorita Frontera Zorita de la 1937 07/10/1937 Sentencia de Consejo de Guerra
Frontera
001-480 Salvaje pesadilla
Rodríguez Hernández, Justo 41 Jornalero Valdelamatanza Béjar 1937 15/09/1937 Sentencia de Consejo de Guerra
Rodríguez López, Primitivo 42 Policía 1.748 1936 1936 21/09/1936 Saca de la cárcel
Rodríguez Lorenzo, Paulino 39 Jornalero Cepeda Sierra 1937 1937 16/05/1937 Sentencia de Consejo de Guerra
Rodríguez Martín, Félix 27 Escribiente Peñaparda Peñaparda 1938 10/03/1938 Sentencia de Consejo de Guerra
Rodríguez Pérez, Agustín Rollán 02/08/1936 Fusilamiento ilegal
Rodríguez Pérez, Rafael Rollán 02/08/1936 Fusilamiento ilegal
Página 179
Rodríguez Rodríguez, 28 Churrero Moraleja Cantalpino 1.954 1936 1939 12/01/1939 Sentencia de Consejo de Guerra
Adolfo Zamora
Rodríguez, Eduardo Barbadillo 1936 1936 09/12/1936 Fusilamiento ilegal
que no se olvide el castigo
Ruiz Mayoral, Ladislao 23 Jornalero Salamanca 1936 1936 27/10/1936 Saca de la cárcel
Prisión provincial
Identidad Edad Profesión Natural de Vecino de Exped. Entra Sale Fallece Causa
180
Salgado de la Torre, Elías 49 Veterinario Alba de Tormes 1.708 1936 1936 19/12/1936 Saca de la cárcel
Salinero, Justino Jornalero Malpartida 28/08/1936 Fusilamiento ilegal
Salvador Barrueco, Paulino 38 Ferroviario 1.719 1936 1936 14/12/1936 Saca de la cárcel
San Guillermo, Maximino B. 22 Militar Cabrillas Salamanca 1936 1936 23/10/1936 Sentencia de Consejo de Guerra
8/5/07
San Juan Guzmán, Ignacio 22 Cervecero Salamanca Salamanca 1937 1937 04/03/1937 Sentencia de Consejo de Guerra
San Juan Marcos, Juan de 67 Jornalero Pitiegua Salamanca 11.271 1937 1938 24/01/1938 Enfermedad (tuberculosis
pulmonar)
12:32
Sánchez Alonso, Fermín Barbadillo 1.851 1936 1936 09/12/1936 Saca de la cárcel
Sánchez Cobaleda, Ignacio 28 Agricultor Carreros Salamanca 21/07/1936 Falangista. Tiroteo en Béjar
Sánchez Delgado, Abel 24 Médico. S. Pedro Valle Salamanca 19/07/1936 El tiro de la Plaza
Sánchez Díaz, Ángel Jornalero Malpartida 28/08/1936 Fusilamiento ilegal
Sánchez Díaz, Felipe 35 Jornalero Peñaranda de Desaparecido tras detención
Andrés Bracamonte
Página 180
Sánchez García, Nicanor 47 Albañil Candelario Candelario 1936 1937 04/03/1937 Sentencia de Consejo de Guerra
Sánchez García, Nicasio 33 Jornalero Cantagallo Cantagallo 2.023 1936 1937 04/03/1937 Sentencia de Consejo de Guerra
Sánchez Gómez, José, 54 Periodista Salamanca Salamanca 1.759 1936 1936 25/12/1936 Saca de la cárcel
«El Timbalero»
Sánchez Gómez, Leandro 33 Cabezuela Salamanca 1937 20/06/1937 Sentencia de Consejo de Guerra
Sánchez González, Eugenio No consta Se ignora 1937 1937 14/04/1937 Enfermedad?
Sánchez González, Manuel 76 Jornalero 2.003 1936 1936 04/01/1937 Enfermedad (debilidad senil)
Sánchez Lombardía, 34 Empleado Ayunt. 11.073 1936 1936 31/12/1936 Saca de la cárcel
Manuel
Sánchez Lorenzo, Alberto 41 Maestro nacional Masueco Garcihernández 1936 1936 19/09/1936 Sentencia de Consejo de Guerra
Sánchez Lucas, Manuel Barbadillo 1.846 1936 1936 09/12/1936 Saca de la cárcel
Sánchez Luís, Esteban 28 Electricista 1.706 1936 1936 02/08/1936 Saca de la cárcel
Miguel
Prisión provincial
Identidad Edad Profesión Natural de Vecino de Exped. Entra Sale Fallece Causa
Sánchez Mangas, Manuel Barbadillo 1.852 1936 1936 09/12/1936 Saca de la cárcel
Sánchez Marcos, Alfonso Jornalero Matilla de los Caños 01/10/1936 Fusilamiento ilegal
Sánchez Martín, Nicolás 33 Fuenteguinaldo 08/10/1936 Fusilamiento ilegal
Sánchez Mateos, Isidro Ciudad Rodrigo 19/08/1936 Fusilamiento ilegal
Sánchez Mateos, Luciano 25 Jornalero Aldeatejada Salamanca 21/07/1936 Herida por arma de fuego
(fusilamiento ilegal)
Sánchez Mulas, Emilio 15 Tejedor Béjar 2.001 1936 1936 05/08/1936 Saca de la cárcel
001-480 Salvaje pesadilla
Sánchez Sánchez, Casimiro 25 Cantalpino Cantalpino 1939 12/01/1939 Sentencia de Consejo de Guerra
Felipe
Sánchez y Sánchez, Ignacio 42 Maestro nacional Ledesma 1936 1936 19/12/1936 Saca de la cárcel
12:32
Silva Gómez, Arturo de 33 Jornalero Braga (Portugal) Tejares (SA) 24/07/1936 Herida por arma de fuego
Solano Riu, José 48 Labrador Estopiñán (H) Estopiñán (Huesca) 11.880 1938 1939 25/03/1939 Enfermedad (cáncer gástrico)
Solano Solano, Amador 21 Alcalde Barbadillo Salamanca Barbadillo 1936 1936 20/08/1936 Sentencia de Consejo de Guerra
Tapia Vicente, Joaquín de 29 Administrativo Sando 06/08/1936 Fusilamiento ilegal
Tapia Vicente, José Maria de 34 Farmacéutico Sando 06/08/1936 Fusilamiento ilegal
Téllez Becerra, Marcelino 42 Carpintero 1.948 1936 1936 31/12/1936 Saca de la cárcel
Tetilla Diego, Adolfo 40 Jornalero San Felices de los 19/08/1936 Fusilamiento ilegal
Gallegos
Tornel Cayuela, Manuel 53 Relojero Librilla (Murcia) Madrid 10.709 1939 1939 21/12/1939 Enfermedad (tifus exantemático)
Torres García, Emilio Rollán 26.849 1936 1948
Trujillo Escudero, Isidro 48 Jornalero San Felices de los 19/08/1936 Fusilamiento ilegal
181
Gallegos
Prisión provincial
Identidad Edad Profesión Natural de Vecino de Exped. Entra Sale Fallece Causa
182
Una Joven Maestra Maestro nacional Zaragoza 1936 1936 09/12/1936 Fusilamiento ilegal
Usayán Muñoz, Emilio 26 Albañil 1.088 1936 1936 11/09/1936 Saca de la cárcel
Valencia Moreno, Pedro 40 Jornalero Béjar 1937 05/05/1937 Sentencia de Consejo de Guerra
Valentín Rodolfo 41 Fuenteguinaldo 08/10/1936 Fusilamiento ilegal
Valiente Salvador, Juan 31 Fuenteguinaldo 08/10/1936 Fusilamiento ilegal
001-480 Salvaje pesadilla
Valiente Santiago, Eugenio 36 Zapatero Tirados de la Vega 1.940 1936 1936 19/12/1936 Saca de la cárcel
Vallejo García, Francisco 46 Tejedor Béjar Béjar 1936 1937 01/01/1937 Sentencia de Consejo de Guerra
(Félix)
Valls Ferrer, Juan 63 Labrador Tarragona Torroja Priorato 10.817 1939 1939 31/10/1939 Enfermedad (tifus exantemático)
8/5/07
(Tarragona)
Vallvé Reñe, Juan 61 Agricultor Tarragona 1940 1941 27/01/1941 Enfermedad (pulmonía)
Valverde Serrano, Isidro 29 Ferroviario 1.840 1936 1936 11/08/1936 Saca de la cárcel
Vaquero Rubio, Manuel 54 Alcalde Villavieja Villavieja Villavieja de Yeltes 1936 1936 23/10/1936 Sentencia de Consejo de Guerra
12:32
Velasco Moro, Francisco 22 Jornalero Villavieja Villavieja de Yeltes 1937 05/07/1937 Sentencia de Consejo de Guerra
Verdugo González, Benito 63 Contable Medina (Va) Salamanca 19.632 1941 1942 07/05/1942 Enfermedad (asistolia)
Vicente Baldeol, Enrique 24 Electricista Salamanca Salamanca 1936 1936 23/10/1936 Sentencia de Consejo de Guerra
esta salvaje pesadilla
Vicente Iza, Enrique 28 Salamanca Salamanca 1936 1936 23/10/1936 Sentencia de Consejo de Guerra
Vicente Ramos, Manuel 26 Zapatero. Anaya de Alba Anaya de Alba 10/08/1936 Fusilamiento ilegal
Vicioso, Maximiliano Alcalde de Tejares 19.556 1942 1943 04/08/1936 Fusilamiento ilegal
Viñals Jiménez, Isaac 19 Secretario JJSS Salamanca 2.513 1936 1937 04/10/1937 Sentencia de Consejo de Guerra
Viván Pérez, Luís Militar Salamanca 1937 24/02/1937 Sentencia de Consejo de Guerra
Z. M., V. 20 Jornalero 1936 1936 11/08/1936 Saca de la cárcel
Z. T., A. 62 Jornalero 1936 1936 21/12/1936 Saca de la cárcel
Zamarra del Río, Nicolás 36 Zamora Salamanca 16/09/1936 Herida por arma de fuego
Zapico Martínez-Conde, 37 Empleado Barrueco (P) Madrid 1939 1939 07/12/1939 Enfermedad (tifus exantemático)
Antonio
Zato Salicio, Alejandro 32 Fuenteguinaldo 08/10/1936 Fusilamiento ilegal
Fuentes: Elaboración propia. Libros de los Registros Civiles, de Entradas de cementerios, de Entrada en la Cárcel Provincial y Expedientes de la Real Chan-
cillería de Valladolid. Documentación facilitada por la Asociación Memoria y Justicia de Salamanca. Luis Calvo, Semillas de libertad (inédito).
001-480 Salvaje pesadilla 8/5/07 12:32 Página 183
ANEXO 6. PROCESADOS
Juicios
Identidad Vecino de Profesión Militar Civil
Juicios
Identidad Vecino de Profesión Militar Civil
Ruipérez Cristóbal, Jesús Peñaranda de Empresario 1938 1943
Bracamonte
Sierra Sierra, Pelegrín Salamanca
Diez Montes, Luís La Peña Pastor 1937
Hernández Blanco, Venancio Retortillo 1936 1941
Martín Calvo, Martín La Peña Ganadero 1937 1943
Montes Moronta, Manuel La Peña Pastor 1937
Nacar Hernández, Manuel Vitigudino Jornalero 1936
Barroso González, Francisco Béjar 1936
García Hernández, Manuel Cerralbo
García Niño, Juan Manuel Ledesma Zapatero 1937
Hernández Grande, Pedro Salamanca 1936
Sánchez Martín, José Lumbrales
Silva Plaza, Felipe Capataz de obras 1939 1941
Iglesias Domínguez, Evaristo Salamanca 1939 1940
Rodríguez Fraile, Julián Lumbrales
Herrero Montes, Paulino Lumbrales
Martín Nieto, Domingo Artes blancas 1939 1940
Montero Egido, Isaías Retortillo Alcalde 1936
Iglesias Vicente, Nicolás Espeja 1937 1941
Cuadrado Sánchez, Manuel Cabeza de 1939
Framontanos
Fernández Montes, Manuel Lumbrales Panadero 1941
García Hernández, Manuel Lumbrales
José Juan, Aurelio Espeja Jornalero 1936 1941
Pérez Abizanda, Vicente Fuentes de Oñoro Interventor ferroviario 1937
García Martín, Antonia C. Rodrigo Maestra 1937 1941
Gómez Sánchez, Ana
Mateos Toribio, Bernardino 1943
Rodríguez García, Manuel Gallegos de Argañán Soldado 1937 1941
Vallejo Bazo, Leonardo
Barbero Barbero, Severo Babilafuente 1937 1940
Guarido Cabezas, Serafín Calzada de Valdunciel 1941
Cuadrado Sánchez, Manuel Cabeza de 1939
Framontanos
Carreto Casado, Marcial Barruecopardo Maestro nacional 1937 1941
González Sánchez, Emerenciano Babilafuente Maestro nacional 1937
Barquín Franchineli, Francisco Santander 1937
Sánchez Cenizo, Sebastián C. Rodrigo Jornalero 1937 1940
Santos Hernández, Baltasara Mancera de Abajo 1941
Sánchez Baz, Francisco Saelices el Chico Industrial 1937 1940
Hernández Ortigosa, Andrés Bilbao 1938
Alonso Vegas, Candido 1940
Amo Benito, Juan del Lumbrales
Barbero Alcalá, Manuel Sahugo Labrador 1940
García Martín, Maximiliano Villasrubias
Pozo Corral, Francisco Lumbrales
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Juicios
Identidad Vecino de Profesión Militar Civil
Arroyo Benito, Lorenzo Lumbrales 1939
Sánchez García, Fernando El Tejado Secretario Ayunt.
Sánchez Montero, José Béjar 1936
Casado Calvo, Indalecio Barruecopardo Propietario agrícola- 1941
Alcalde
Sánchez Martín, José Salamanca (Pizarrales) 1939 1940
Caballero Hernández, Manuel Aldeadávila de la Rivera
García Manzano, Luís Lumbrales Legionario (prófugo) 1939
Martín Estévez, Jesús Alamadilla 1937 1938
Rubio Vicenti, Ramón Diputado-Farmacéutico 1937
Moreno García, Lorenzo 1938
Díaz González, Aníbal Soldado nacional
Bautista Turrión, Alfonso
Anciones Hernández, Felipe
Gallego Marquina, Juan Madrid 1940
Alves Martín, Antonio Alamedilla 1937 1943
García Serrano, Nicasio Alaraz Jornalero 1937 1941
Sánchez García, Clemente Alaraz Jornalero 1939 1943
Álvarez Barbero, Felipe Alba de Tormes 1943
Pascual Antúnez, Gregorio Daniel Alberguería de 1937
Argañán
Mejido González, José Aldeadávila de la Teniente retirado 1938 1939
Rivera
Lorenzo Hernández, Santiago Aldeadávila de la Labrador
Rivera
Sánchez Ruano, Manuel Babilafuente 1939
Olivares Palmero, Leopoldo Babilafuente 1939
Oria, Guadalupe Babilafuente Maestra nacional 1937
Benito Fernández, Vicente Babilafuente Maestra nacional 1937 1941
Castellano Yecarauf, Joaquín Béjar 1936
Rodríguez Sánchez, Alfonso Béjar 1936
González Rubio, Miguel Béjar 1936
Crespo Nieto, Rodrigo Béjar 1936
García Martín Matéu, Tomas Béjar 1936
González Haya, Felipe Béjar 1936
Martín Matas, Marcos Béjar 1936
Gasante Luengo, Martín Béjar
Martín Vicente, Severiano Béjar
Hernández Martín, Fernando Beleña 1938
Grande Blaza, Jacinto Bermellar 1937
Hernández Herrero, Pablo Bermellar Labrador 1937
Prieto Bogajo, Manuel Bermellar 1937
Ramos Pérez, Nicolás Bermellar 1937
Sánchez Pérez, José Bermellar 1937
Grande Blaza, Juan Bermellar 1938
Álvarez Fonseca, Juan Bocacara
Martín Almaráz, Román Cabeza de Caballo Jornalero 1941
001-480 Salvaje pesadilla 8/5/07 12:32 Página 186
Juicios
Identidad Vecino de Profesión Militar Civil
Maldonado Carrasco, Pedro Bodón Tendero 1937
Antón Chico, Manuel Calzada de Béjar Alcalde 1937 1943
García Ramos, Miguel Calzada de Béjar Concejal 1937 1943
Sánchez Tolosa, Silvestre Calzada de Béjar Concejal 1937 1943
García López, Juan Calzada de Béjar 1937 1943
Muñoz Tolosa, Francisca Calzada de Béjar 1937 1943
Santos Alonso, Antolín Campillo de Azaba Maestro nacional 1937 1940
Casanueva Picazo, Valeriano Campo de Ledesma Diputado 1938 1945
Nieto Mediero, Ciriaco Campo de Ledesma 1938 1941
Alonso Medina, Antonio Carballo
Andrés Carballo, Manuel Carballo
Gómez García, Román Carpio de Azaba 1938 1942
Molina Salamanca, Onesima Carpio de Mayo 1938
Moreiro Martí, Manuel Casillas de Flores Sargento de carabineros 1938
Marcos Hernández, Agustín Cereceda de la Sierra Secretario de Ayunt. 1938
García Barahona, Inocencio Cerralbo
García, Benjamín Cerralbo
García Hernández, Manuel Cerralbo
Manzano San Higinio, Luciano Cerralbo
Méndez Lorenzo, Ramón Cerralbo
Medina Herrero, Bernardo Cerralbo
Moro Gómez, Manuel Cerralbo
Moro López, José Cerralbo
Pereña Herrero, Emilio Cerralbo
Rubio Sánchez, José Manuel Cerralbo
Sánchez Sánchez, Adeodato Cerralbo
Sánchez Sánchez, José Cerralbo
Bravo y Bravo, Esteban C. Rodrigo 1938 1940
Matheu Alonso, Antonio C. Rodrigo Catedrático, abogado 1938
Francisco
Gascón Briega, Isabel C. Rodrigo
Gómez Alonso, Celedonio Encinas de Abajo 1937 1941
Gómez García, Teofilo Encinas de Abajo 1937 1941
Pérez Calvo, Genaro Fuente de San Esteban Comerciante 1937 1941
Pérez Calvo, Fernando Fuente de San Esteban Dueño de un café 1937 1941
Vicente Bernal, Carmen Fuentes de Oñoro Estanquera 1937 1940
Fernández Fernández, Francisco Fuentes de Oñoro Comerciante 1937 1942
Bustillos Albies, Primitivo Gallegos de Argañán 1937 1941
Albín Collado, Ángel Gallegos de Argañán 1937 1941
Suárez Iglesias, Isidoro Huertas Médico 1941
Baz González, Olegario La Peña
Benito Zanca, Pedro Lagunilla Jornalero
Encinas García, Antonio Luís Ledesma Ganadero 1937 1941
Vicente Barrueco, Santiago Pereña Maestro nacional 1937 1941
Campos Merino, José Los Santos 1941
Criado Martín, Epifanio Lumbrales Productor 1941
Hernández Arroyo, Justo Lumbrales 1942
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Juicios
Identidad Vecino de Profesión Militar Civil
Villoria Pascual, Marcelino Lumbrales Jornalero 1942
Chico Sánchez, Carlos Lumbrales Jornalero
García Manza, Juan Lumbrales Concejal
González Comerón, Francisco Lumbrales Concejal
Rodríguez Grandes, José Lumbrales Concejal
Gajate García, Agapito Lumbrales
Romero Borrego, Daniel Lumbrales
Álvarez Egido, Enrique Lumbrales
Sánchez Velasco, Benjamín Lumbrales
Cascón Vicente, Sebastián Mogarraz 1937 1941
Sanfeliciano Pascasio, Arturo Peñaranda de Odontólogo 1937 1941
Bracamonte
Martín Cid, Marcelino Paradinas de San Juan 1937 1942
Álamo Gil, Matías Retortillo 1936
Lázaro Rodríguez, Jeremías Retortillo 1936
Villoria Esteban, Eugenio Robleda
Calvo Martín, Juan Salamanca Soldado 1937 1941
Pérez Pérez, Román Salamanca Gerente Teatro Liceo 1937 1942
Núñez Alegría, Jesús Salamanca Copropietario 1942
El Adelanto
García Bermejo, Ramón Salamanca 1936
Iglesias Calvo, Benito Salamanca 1936
Sánchez López, Mariano Salamanca 1938
Escanilla Simón, Nicolás Salamanca Maestro nacional 1937
Población Sánchez, Casimiro Salamanca Catedrático-médico 1939
Nieto Hernández, Ramiro Salamanca Médico 1939
Alonso Alonso, Gonzalo Salamanca Médico 1937
Grande Ramos, José Salamanca Catedrático
Luengo Vicente, Jesús Salamanca Maestro
Castro Zurdo, Gaspar Salvatierra de Tormes 1937 1942
Jiménez Muñoz, Juan José Salvatierra de Tormes Jornalero-tendero 1937 1942
Prieto Brito, Raúl Sancti-Spiritus Factor de ferrocarril 1938
Pérez Jiménez, Regino Santiago de la Puebla 1937 1941
Herrando Velasco, Segundo Serradilla del Arroyo Alcalde 1937
Lázaro Lázaro, Juan Antonio Serradilla del Llano Jornalero 1937 1940
Sastre Hernández, Elías Serradilla del Llano Jornalero 1937 1941
Sánchez de San José, Manuel Tenebrón Jornalero 1937 1940
Gómez Alonso, Francisco Tordillos Jornalero 1939 1941
Lorenzo Bajo, Ángel Villar del Ciervo Jornalero-concejal 1937 1941
Antúnez González, Andrea Villar del Ciervo 1937 1941
Herrero Sánchez, Manuel Villoria labrador 1938 1941
Puente Nacar, Pedro Vitigudino Propietario de café 1941 1941
Herrero Sendín, Gabriel Vitigudino 1937
Chico Sánchez, Fernando Lumbrales Maestro
Grande Ramos, Teresa Ledrada Maestro
Vicente Barrueco, Emilia Bogajo Maestro nacional 1937 1941
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001-480 Salvaje pesadilla 8/5/07 12:32 Página 189
5
Patria y dinero.
La contribución salmantina a la
financiación de la guerra civil española:
suscripciones e impuestos especiales*
Mª Luz de Prado Herrera
Universidad Pontificia de Salamanca
* Este artículo es una síntesis de un trabajo más amplio dirigido por la profeso-
ra Josefina Cuesta y presentado como Tesis Doctoral en la Universidad de Salaman-
ca. Agradezco especialmente la observaciones realizadas por el profesor Santiago Ló-
pez para la realización de este capítulo.
001-480 Salvaje pesadilla 8/5/07 12:32 Página 190
económicos del bando nacional eran insuficientes y que era preciso arbitrar
medidas adicionales para poder financiar las necesidades derivadas de la co-
yuntura bélica. Sin duda ésta era una labor y un esfuerzo que tenía que recaer
en la retaguardia, para lo cual los sublevados tuvieron que demostrar no sólo
su capacidad de organización, sino también su eficacia para poner en prácti-
ca todo un mecanismo de extracción y canalización de la ayuda.
En Salamanca, por ser una de las ciudades de la primera fase de dominio
insurgente, se ensayaron antes que en otras los mecanismos recaudadores.
Una vez efectuado el cambio de poder en las principales instituciones y mili-
tarizados sus servicios, se procedió a la movilización militar y económica de
la población. La búsqueda de los primeros apoyos no resultó difícil, pues los
líderes políticos de la derecha salmantina habían demostrado en la etapa re-
publicana su capacidad de influencia y movilización, y habían tanteado dis-
tintos mecanismos para recabar apoyos.1
El 26 de julio de 1936 se abre la primera Suscripción con destino a las
Fuerzas Salmantinas.2 A partir de ese momento los particulares pueden su-
marse a la suscripción en el Gobierno Civil, Diputación Provincial, Ayunta-
miento, Casino de Salamanca y en todos los Bancos de la capital y sucursales
de la provincia. Al día siguiente, el 27 de julio de 1936, La Gaceta Regional
publica la apertura de una nueva suscripción, pero esta vez con destino a la
Fuerza Pública. Se inicia así la denominada campaña patriótica para recoger
los primeros fondos con destino a las fuerzas armadas locales y milicias
como la Falange y los Requetés. Las principales instituciones de la ciudad,
Gobierno Civil, Ayuntamiento y Diputación Provincial, articularon la reco-
gida de los primeros donativos. La Comisión Oficial encargada de controlar
y coordinar la suscripción para las Fuerzas Salmantinas se constituyó en Sa-
lamanca a la semana del golpe militar e invitó a personas y entidades a que
participasen en la suscripción con la asignación de una cantidad determina-
da.3 Los «saludos-invitaciones» pusieron de manifiesto el dirigismo y la co-
acción desde el inicio.4
El presidente de Acción Popular y primer teniente de alcalde del Ayunta-
miento, Miguel Íscar Peyra, en una alocución por radio, hizo un llamamiento
a sus bases y a las del Bloque Agrario Salmantino para que contribuyesen a la
suscripción abierta para atender las necesidades de los frentes
con aportaciones espléndidas, que eso es vuestro deber, tanto por patriotismo
como por egoísmo. No pueden admitirse emboscados de la dádiva ... no es ésta
una de tantas suscripciones en las que se cumple haciendo que nuestro nombre fi-
gure en las listas, seguido de cualquier cantidad. Se trata de una causa grande, de-
cisiva, que si por un lado defiende los principios básicos de religión, autoridad y
orden, fundamento de una España grande y respetada, defiende por otro, nuestros
hogares, nuestras actividades lícitas, nuestras mismas vidas amenazadas estúpida-
001-480 Salvaje pesadilla 8/5/07 12:32 Página 191
mente en las luchas crueles del anárquico y destructor desorden con que vamos a
terminar para siempre. Tenemos aún, ante nuestros ojos, el espectáculo de las dos
Españas.5
esta Jefatura por no aceptar los emblemas de Auxilio Social en varios pue-
blos».43 A aquellos que no aceptaron la imposición de los emblemas se les
aplicaron las multas correspondientes y se publicó en la prensa la relación
nominal con las cantidades asignadas. La difusión de la relación de personas
multadas provocó, en algunos momentos, tensiones entre el gobernador civil
y el Delegado de Prensa y Propaganda, poniendo de manifiesto las luchas de
poder entre ambos y el deseo de FET-JONS de tomar decisiones autónomas
con respecto a la autoridad.44 Esa misma dualidad se produjo en todo lo refe-
rente al procedimiento sancionador, pues no siempre estuvo claro a quién co-
rrespondía ejecutar las sanciones. Al gobernador civil, como presidente de la
Junta Provincial de Beneficencia, le incumbía dar la orden;45 sin embargo, el
Delegado Provincial de Seguridad Interior y Orden Público ejecutó, algunas
veces, las sanciones sin su permiso.
Dejando a un lado las suscripciones y cuestaciones, lo cierto es que la fi-
nanciación del Auxilio de Invierno se concibió mediante el establecimiento
de impuestos, el primero de los cuales fue el Día del Plato Único.46 Consistía
en que cada hogar, «recordando a los hermanos caídos, viudas, huérfanos
abandonados se santifiquen con el sacrificio de comer un solo plato, de quin-
ce en quince días, ingresando las economías en el fondo común de Beneficen-
cia que al efecto se organizará por este Gobierno general».47 La orden esta-
blecía que la recaudación tendría lugar el 1 y 15 de cada mes, empezando a
regir desde el día 15 de noviembre de 1936. Los industriales de la hostelería
contribuirían con el 50% del importe de cada comida aislada que sirvieran,
con el 40% de cada pensión completa para las personas hospedadas y con el
25% de aquellas consumiciones que en forma de desayuno o meriendas, etc.,
se realizaran en los días señalados.
Este gravamen pretendía fines redistributivos de carácter benéfico-asis-
tencial, puesto que el artículo primero de la orden del Día del Plato Único
disponía que se creaba con destino a los fines benéficos de establecimiento de
comedores de asistencia social, jardines de infancia, casas-cuna, gotas de le-
che, orfelinatos e instituciones análogas, entre las cuales cabe destacar los ta-
lleres de aprendizaje, donde los refugiados pudieran aprender un oficio y
«desarrollar su espíritu católico y patriótico», campos de deportes para el de-
sarrollo físico y la enseñanza premilitar, colonias veraniegas y campamentos
para los jóvenes.
Los salmantinos que tuvieron que contribuir con el impuesto del Plato
Único, soportaron no pocas presiones.48 Éstas se manifestaron al mes de su
aplicación a través de las tareas de inspección ordenadas por el Gobernador
Civil. El retraso en los ingresos, así como la baja cuantía de los mismos
—para las previsiones que tenían las autoridades—, obligó a elevar las cuo-
tas contributivas y a efectuar un control riguroso por parte de los inspecto-
res. Se impuso la coerción y la sanción hacia un doble destinatario: las Juntas
001-480 Salvaje pesadilla 8/5/07 12:32 Página 204
ANEXO I
ANEXO II
heridos de
SEPTIEM-
campaña
BRE
(19.329,80)
(18 p.)
Homenaje de la Retaguardia Homenaje a Plato Único
Adquisición de
al Frente Franco Día sin Postre
OCTUBRE armamento
(4.009,25) (9.491,95)
(4.376,35)
(14) (110 p.) Auxilio de Invierno
Altar del Auxilio a Madrid
NOVIEM-
Requeté (2.704,85)
BRE
(7 p.)
Aguinaldo del
DICIEM- Soldado
Monumento a los caídos
BRE (65.427,80)
(p. 176)
Subsidio Pro-
ENERO Combatientes
(103.086,80)
FEBRERO Auxilio a Málaga
MARZO
ABRIL
Auxilio Social
MAYO
(1.043.458,66)
Acorazado España
Auxilio a Bilbao
JUNIO (3.683,75)
(5.472,31)
(14 p.)
1937
JULIO
AGOSTO
SEPTIEM-
BRE
OCTUBRE Auxilio a Teruel
NOVIEM-
BRE
Auxilio a Poblaciones
DICIEM- Pro-Aguinaldo del Combatiente Liberadas
BRE (97.380,57) (120.600,06)
(462 p.)
ENERO
FEBRERO
MARZO
Homenaje a Mola
ABRIL
(6.929,55) (14.000?)
MAYO
Homenaje a Calvo Sotelo
JUNIO
(101.724,70)
JULIO
1938
AGOSTO
SEPTIEM-
BRE
OCTUBRE Auxilio a Teruel Homenaje a los héroes de la vanguardia
NOVIEM-
BRE
Pro-Aguinaldo del
DICIEM-
Combatiente Homenaje a J. A. Primo de Rivera
BRE
(283.838,96)
IMPUESTO DE
Auxilio a Cataluña
ENERO BENEFICIOS
(134.081,66)
EXTRAORDINARIOS
1939
Auxilio a Madrid
FEBRERO
(28.814,30)
MARZO
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MONUMENTOS
ALTAR DEL REQUETÉ
FESTIVIDADES Y
CONMEMORACIONES
A J. A. PRIMO DE RIVERA
A MOLA
HOMENAJES
A CALVO SOLTELO
A FRANCO
DE RETAGUARD. Al Frente
AUXILIO A POBLACIÓN
CATALUÑA
POBLACIONES
LIBERADAS
AUXILIO A MÁLAGA
ASEDIO A MADRID
CRUZ ROJA
HERIDOS
APOYO
FRENTES Y HOSPITALES
ACORAZADO ESPAÑA
MATERIAL
GUERRA
ADQUISICIÓN ARMAMENTO
ACCIÓN POPULAR
POLÍTICAS
FUERZAS
REQUETÉS
MILICIAS
FALANGE ESPAÑOLA
MILICIAS PATRIÓTICAS
EN ESPECIE
MOVIMIENTO NACIONAL
ARMADAS
FUERZAS
EJÉRCITO Y MILICIAS
FUERZA PÚBLICA
FUERZAS SALMANTINAS
SUSCRIPCIÓN
SUSCR. ORO
NACIONAL
EN METÁLICO
SEPTIEMBRE
SEPTIEMBRE
SEPTIEMBRE
NOVIEMBRE
NOVIEMBRE
NOVIEMBRE
DICIEMBRE
DICIEMBRE
DICIEMBRE
OCTUBRE
OCTUBRE
OCTUBRE
FEBRERO
FEBRERO
FEBRERO
AGOSTO
AGOSTO
AGOSTO
MARZO
MARZO
MARZO
ENERO
ENERO
ENERO
ABRIL
ABRIL
ABRIL
JUNIO
JUNIO
MAYO
MAYO
JULIO
JULIO
JULIO
MES
6
La Universidad de Salamanca,
plataforma de la represión en el sistema
1
universitario español
Jaume Claret
Universitat Pompeu Fabra
Segunda parte
001-480 Salvaje pesadilla 8/5/07 12:32 Página 232
001-480 Salvaje pesadilla 8/5/07 12:32 Página 233
7
Unamuno, en guerra
Luciano G. Egido
por Paz en la guerra [Es curioso señalar que Unamuno cita varias veces en es-
tas páginas su primera novela, obra de juventud, como si los recuerdos dor-
midos se le hubieran puesto de pie, en su vejez] y luego comprender, repensar
España», para terminar haciéndose la pregunta más inesperada y más signifi-
cativa de su posición en aquellos días, tan revulsivos para él, como para to-
dos los españoles: «¿Qué es España?» (pp. 31-32, de la citada edición). Es
decir que fue consciente de lo que para la lectura del conjunto de su obra re-
presentaba el trauma de aquella guerra.
Se había dado cuenta, en su carne y en su mente, de que lo que tan doloro-
sa y largamente había elaborado a lo largo de su vida quedaba erosionado,
tambaleante y quizá inútil ante aquellos acontecimientos sangrientos, que tan
directamente le alcanzaban y le conmovían. En varios momentos de este texto
se transparenta la tristeza del desencanto, una especie de frustración de un an-
tes y un después, que le hace lamentarse: «No quería yo salir de casa, a la plaza.
Pues ya no me parecían los hombres y las mujeres, como antes, personajes so-
ñados, nivolescos, creaciones mías, sino de carne y sangre —sobre todo de san-
gre— que irrumpían en la eterna idealidad» (ídem, p. 29). Hay un «antes» y un
«ya», que imponen una frontera temporal al descubrimiento, al descalabro.
Reconoce aquí el choque con la otra realidad, que ha irrumpido en su «eterna
idealidad», en el mundo intocable de su creación, de su contribución a la reali-
dad y a su entendimiento. Esa ruptura violenta ha venido también a destrozar
sus presupuestos ideológicos, a invadir sus sueños, a desacreditar su óptica.
No puede haber una mayor trasgresión de su idealismo, un derrumbamiento
más atroz de sus puntos de vista, que hasta entonces le habían ayudado a escri-
bir, a conformar su imagen del mundo, a crear su persona. Una realidad hirsu-
ta se le revela y se le rebela y reconoce, con una humildad, admirable e insólita
en él, que «el mundo no era ya mi representación» (ídem, p. 29), donde el ad-
verbio «ya» vuelve a dejar su tajo contundente. Es casi el certificado de una de-
rrota o, por lo menos, el reconocimiento de una equivocación.
Indirectamente, también podemos medir la repercusión que los aconteci-
mientos de la lucha fratricida, tan unamuniana como antiunamuniana al
mismo tiempo, tuvieron en su cabeza. En este texto se ve que aquel terremo-
to histórico revolvió hasta sus defensas estilísticas, que siempre le habían ve-
dado ciertas expresiones de dudoso gusto, que también habían aparecido en
sus furibundos ataques a la monarquía y a la dictadura de Primo de Rivera,
frenadas por su pudor lingüístico de vasco casto y pequeño burgués de cole-
gio de pago. Por eso, no deja de sorprendernos que escriba, en un arrebato
senil y con una locuacidad de carretero: «exputas, putas y preputas» (ídem,
p. 45). Algo impensable en su obra anterior, anticipado unas líneas más arri-
ba por una observación local, que nunca había hecho antes: «las putas por
las plazas» (ídem, p. 23) y una referencia cultural: «Un burdel es un conven-
to», sólidamente anclado en un razonamiento anti-malthusiano. Poco des-
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En 1909, volvía su visión idealista del pueblo y, en este caso, estética: «Le
confesé que tengo algo de mi pueblo, y que me gustan esos Cristos lívidos...»,
lo que no concuerda con su acusación de 1936 sobre el gusto popular por los
«lienzos teñidos de sangre». En 1913, todavía escribió que «el pueblo, el ver-
dadero pueblo, el pueblo que trabaja y calla... es serio, pura y sencillamente
serio...», lo que no tiene nada que ver con sus afirmaciones de 1936, que ve-
nían insinuándose desde la implantación de la República, como ha especifi-
cado el prof. Alain Guy.
Estas citas del tema del Pueblo, lo mismo que las del tema de España, in-
dican un cambio radical en el pensamiento de Unamuno, propiciado eviden-
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temente por sus experiencias de la guerra civil, una diríamos toma de tierra,
confirmación de un hombre siempre muy sensible a todas sus experiencias,
ante las que reaccionaba inmediatamente y con absoluta sinceridad, según la
dinámica de su pensamiento, pero también hay que conectarlas con las cir-
cunstancias en que se producen y analizar la frecuencia y la intensidad con
que aparecen en sus textos. En este sentido, el Resentimiento no puede ser
más valioso para el estudio del último Unamuno de la guerra civil. Porque en
este texto se acumulan pruebas del gran impacto espiritual, intelectual y mo-
ral que recibió con la explosión de la guerra, que, por así decirlo, le cogió a
contrapié. Los dos conceptos claves, para el entendimiento de la guerra, Es-
paña y el Pueblo, sufrieron una auténtica revolución en su diccionario se-
mántico. Ya no está tan seguro como antes de la fortaleza de sus ideas y des-
cubre, con horror, no exento de la brutal polarización del conflicto bélico,
que la realidad, lo que él creía la realidad, le ha traicionado. Como él mismo
dice: «Pensando los mismos pensamientos que desde hace cuarenta años,
pero bajo el peso de este arrebatador huracán (ídem, p. 47).
Esta última evolución de los conceptos de «España» y «Pueblo» y su pro-
gresiva problematización, nos permiten pensar que quizá Unamuno, ilumi-
nado por los fulgores de la guerra y su propia mentalidad, intuyera ese futu-
ro próximo, que no había previsto, y se abriera a la comprobación de esa
nueva realidad, que le defraudaba, que no entendía, pero que se le imponía,
queriendo, como tantas otras veces había hecho, adelantarse a su tiempo y
proponer una teoría, que diera cuenta de su posición, y que estaba todavía en
una avanzada informe y larvada y que los hechos posteriores habrían de con-
firmar. Pero de momento estaba perdido y no daba con la solución de los
nuevos enigmas que le asaeteaban y que le apremiaban como una necesidad
que exigía una satisfacción. En este estado, como las ratas de los laboratorios
de psicología experimental que no encuentran la salida del laberinto y se sui-
cidan, se fue deslizando hacia la desesperación, confundió su desesperación
con esa supuesta desesperación del pueblo, que señaló en su Resentimiento.
2. UN HOMBRE SOLO
tor ruso Ilya Eremburg, echándole en cara sus incongruencias y su traición a las
ideas republicanas, y tachándolo de «enamorado de sí mismo».
Frente a su incomprensión, comenzó la lista de sus amigos fusilados: el
prof. Prieto Carrasco, alcalde republicano de la ciudad, con el que Unamuno
había proclamado la República desde el balcón del Ayuntamiento, José An-
drés Manso, Presidente de la Federación Obrera, que muchas veces le había
invitado a hablar en la Casa del Pueblo, y sobre todo Salvador Vila, su alum-
no predilecto y rector de la Universidad de Granada, hecho prisionero en Sa-
lamanca, donde había ido a pasar unos días de vacaciones. Su amigo, Filiber-
to Villalobos, un santo laico, antiguo ministro de Instrucción Pública con el
régimen republicano, fue encarcelado y condenado a muerte. El cariz anti-
democrático de la rebelión militar ya no se le podía ocultar por más tiempo.
Ya no eran sólo comunistas y anarquistas las víctimas de la represión; era
cualquier republicano, por templadas que fueran sus ideas. Las noticias de la
guerra y el comportamiento de los rebeldes eran inquietantes y Unamuno ya
no aguantó más y a principios de agosto empezó a redactar las Notas para un
posible libro, en las que iba recogiendo sus impresiones de aquella guerra in-
sensata y sus comentarios al levantamiento militar. En papel del Ayuntamien-
to, con su letra nerviosa y atormentada fue dejando constancia de su posición
interior ante los acontecimientos. Pero debemos señalar, como síntoma de su
situación, que públicamente siguió en la misma línea de la primera hora, sua-
vizando mucho la expresión que confiaba a las páginas de aquella especie de
Diario de guerra que escribía en secreto.
Este doble discurso público y privado no deja de sorprender, como si afe-
ara la imagen de un Unamuno íntegro y compacto, tan acostumbrado a las
afirmaciones definitivas e intocables y nos abre otra vía de acceso a los pro-
blemas personales e ideológicos que se le plantearon durante los últimos días
de su vida. Su cambio de actitud ante la rebelión militar se traduce en su tex-
to íntimo, pero se oculta en sus palabras públicas. Fueron varias las declara-
ciones que hizo, a instancias de periodistas sobre todo extranjeros, en aquel
tiempo. Se mueven todas en términos generales, en comentarios globales so-
bre la guerra y su necesidad, explicada por los peligros que acosaban a la ci-
vilización occidental-cristiana. Lo repitió como una consigna. Lo dijo, como
hemos visto, en la toma de posesión del Ayuntamiento; firmó el texto institu-
cional de la Universidad de Salamanca en defensa de la guerra: «Enfrentada
con el choque tremendo producido sobre el suelo español al defenderse nues-
tra civilización cristiana de Occidente, la Universidad...»; todavía en noviem-
bre al periodista francés Sadoul le dice: «Insisto sobre el hecho de que el mo-
vimiento, a cuya cabeza se encuentra el general Franco, tiende a salvar la
civilización occidental cristiana».
Para con los militares sublevados tiene públicamente una condescenden-
cia sospechosa, como si los tratara con miramientos. Del general Franco
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nunca sospechó nada. Pero del general Mola había dicho que era un hombre
sensato y reflexivo y en una carta privada posterior escribió que era «un
monstruo de perversidad, ponzoñoso y rencoroso» y «vesánico». Del pueblo
español dijo que era «un pueblo dispuesto a unirse al ejército», en sus decla-
raciones a Le Matin y en su conversación con Kazantzakis, el 20 de agosto, le
dice que «es indispensable que me ponga junto a los militares» y «el pueblo
español está enloquecido» y en sus Notas personales de 2 de agosto habla de
«la mineralidad del pueblo» y «el pueblo español se entrega al suicidio». En
sus declaraciones a un periodista norteamericano, publicadas el 18 de agos-
to, le dijo que «la guerra civil española no es una guerra entre liberalismo y
fascismo, sino entre civilización y barbarie», y en carta a su amigo Quintín de
Torre, de 13 de diciembre, le escribe «esta es una campaña contra el liberalis-
mo, no contra el bolchevismo». En la semipublicidad de su correspondencia
privada, matiza sus puntos de vista y al final en diciembre se desata su irrita-
ción y habla en el tono de sus notas de guerra. A escondidas, pierde el control
de sus adjetivos y critica duramente la guerra y su excesiva brutalidad, con
pelos y señales, día a día, según le van llegando las noticias de los frentes bé-
licos. Su lengua se desata en improperios, en arrebatos de ira, en gritos de de-
sesperación.
¿Cómo explicar este doble discurso, que cambia no sólo de tono, sino de
conceptos, de actitud? Una primera justificación podría ser el temor de un
hombre viejo, de conocidas ideas liberales, perseguidas con saña por los suble-
vados, y antimilitarista reincidente y apasionado. Pero esta coartada biológi-
ca, de un hombre ante la muerte, no basta para entender esta duplicidad, que
únicamente adquiere un sentido si tenemos en cuenta la dramática perpleji-
dad que vive Unamuno, que ve que todos sus anclajes sentimentales, ideoló-
gicos, semánticos y filosóficos se le vienen abajo. No encuentra explicación de
nada y se refugia en la locura, como explicación de todo. Y ya no tendrá tiem-
po de recuperar el pulso normal de su pensamiento. Su último testimonio es un
zigzagueo de opiniones, una explosión de irracionalidad incontrolada, que
roza la desesperación, como él mismo admitió a una de sus visitas de última
hora. El día 8 de agosto apareció en la prensa de Salamanca, su donación de
5.000 pts., que era un dineral en aquel tiempo y más para él, como contribu-
ción a la lucha contra la República.
Hay un texto esclarecedor sobre su arrepentimiento por haberse puesto
en las primeras horas de la guerra del lado de los militares. Contra su conoci-
da soberbia dialéctica es un «mea culpa», entonado con humildad y la sinceri-
dad de su conciencia en ascuas. Es una carta de fecha del 10 de agosto y es al
mismo tiempo una defensa y un desahogo, donde trata de explicar su situa-
ción, ante la reprobación general de amigos, compañeros de letras y correli-
gionarios políticos de antes de la guerra, entre ellos su corresponsal. Es un do-
cumento conmovedor, que nos muestra un Unamuno que necesita encontrar
001-480 Salvaje pesadilla 8/5/07 12:32 Página 250
su vida y van a la muerte para poder matar»; «¡Qué estúpida retórica: Arriba
España!»; «los que gritan “Arriba España”? Los arribistas?»... «esos que lla-
ma V. arribistas, los de Falange... les falta estilo, o mejor el suyo es algo inde-
coroso y ramplón». Sus amigos de toda la vida dejaron de visitarle. El 1 de
noviembre le visita el periodista francés Sadoul, de Le Matin, y le vuelve a re-
petir la justificación de su apoyo a los sublevados, la defensa de la civiliza-
ción occidental y la necesidad de la intervención militar. Repite una y otra
vez lo mismo, como un salvoconducto intelectual.
En el mes de diciembre, tiene un intercambio epistolar con su amigo el es-
cultor bilbaíno Quintín de Torre, donde tenemos una información de prime-
ra mano sobre lo que pensaba de la guerra y de la situación española por en-
tonces. Estas cartas, junto a los apuntes del Resentimiento, son las dos
mejores fuentes de conocimiento de sus reales ideas de aquellos días. El tono
y las ideas son muy semejantes e igualmente desinhibidos, provocadores.
Todo el texto es una efervescencia, del mejor Unamuno, exaltado, eruptivo,
a salto de mata, a ciegas y sin red de seguridad. Empieza por un «Ay» que ya
da el tono general; después le confiesa que le escribe «desde una cárcel disfra-
zada» y le cuenta lo del Paraninfo, con estas palabras: «¡Hubiera usted oido
ahullar (sic) a esos dementes de falangistas azuzados por ese grotesco y loco
histrión que es Millán Astray!», y sigue de este tenor. Habla de «suicidio mo-
ral de España, esta locura colectiva, esta epidemia frenopática» y se refiere a
«este estúpido régimen de terror» y afirma que «no hay nada hay peor que el
maridaje de la mentalidad de cuartel con la de sacristía» y presiente lo que va
a venir: «la muerte de la libertad de conciencia, del libre examen, de la digni-
dad del hombre». Esta es una carta del 1 de diciembre y el día 13 le escribe
otra, en términos semejantes, desafiando a la censura.
Siguió escribiendo en su Cancionero algunas poesías de un denso pesi-
mismo en las que sólo tangencialmente aparece la sombra de guerra y el dra-
ma de su desamparo, en el ambiente desolador de sus dudas. Y el 31 de di-
ciembre, en el transcurso de una visita que le estaba haciendo un falangista,
venido del frente, se encontró con la muerte, intoxicado por las emanaciones
de anhídrido carbónico del brasero de la mesa camilla, donde trataba de
combatir el frío de la gélida Salamanca invernal, envuelto en una manta y sin
poder salir de casa, contra su tenaz costumbre de toda la vida de dar largos
paseos diarios al aire libre. Su fin se precipitó por la discusión con su visitan-
te, que le había traído una publicación falangista para animarle a sumarse a
este partido, lo que provocó su indignación, y el comentario pesimista de su
interlocutor sobre las malas relaciones de Dios con España, que le encendió
hasta el grito congestionado y le hizo exclamar lo que sería su última explo-
sión de irracionalidad verbal: «¡Dios no puede abandonar a España!», que
viene a demostrar el grado de su desesperación, que trata de ocultar con un
voluntarismo que niega su real situación.
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La crisis semántica que le provocó la guerra civil, como otra de las trágicas
consecuencias de aquella contienda, y la cuarentena a que sometió sus habi-
tuales ideas, nos obligan a repensar el Unamuno tradicional y a despojarlo de
sus incongruencias intelectuales, que aquella situación puso en evidencia.
Hablar de la subjetivización de su pensamiento o de la visceralidad de sus
reacciones políticas, no basta para entenderlo o para justificarlo, por muy
simpática que nos resulte su figura estrafalaria y su gusto por echar las patas
por alto a la menor ocasión. Su actitud mantuvo a lo largo de su vida y de sus
textos, una coherencia interna que no siempre se le ha concedido, mantenién-
dolo en un pintoresco salvajismo dialéctico y abundando en el simplismo de
un cascarrabias académico, que muchas de sus anécdotas acreditan. No todo
se explica por un constante deseo de llevar la contraria a todo el mundo, con
una terquedad de expósito, explicitado en su manifiesto Contra esto y aque-
llo. No se trata de una cabezonería exhibicionista para llamar la atención y
hacerse un ser a la altura de sus expectativas.
El último Unamuno es dramáticamente serio, se ha quitado todas sus
máscaras y no pretende prolongar su fama de paradojista, que con tanta fre-
cuencia se le había colgado y al que con gusto había contribuido él. No está
fabricando anécdotas literarias para la posteridad. Aquello iba de veras y no
podía pensarse en gracias de tertulia ni en alimento apetitoso para la curiosi-
dad colectiva de los mentideros literarios. Es precisamente esta obligada sin-
ceridad de la situación la que nos permite abordar al auténtico Unamuno,
como si la guerra lo hubiera desnudado, le hubiera privado de sus recursos li-
terarios, de la estilística de su yo agónico. Ya no había lugar para ese Unamu-
no histriónico, que a veces se ha querido ver, o el Unamuno de problemas
existenciales que habían hecho su imagen pública y conformado su persona-
lidad literaria. Su filosofía de la incertidumbre se quedaba sobrepasada ante
los hechos sangrientos, ciertos, indudables, que llamaban a su puerta. Lo que
había parecido una tragedia personal quedaba empequeñecido ante aquellos
acontecimientos trágicos colectivos que le rodeaban. Fue como una piedra de
toque para su pensamiento, forzado a la revisión y a la autentificación. El ab-
solutismo hegeliano de su formación intelectual saltó hecho pedazos ante el
empuje de los acontecimientos bélicos concretos. La guerra civil lo zarandeó
y le hizo perder la hojarasca de su realidad ideada, como él mismo certificó
con la cita que hemos hecho más arriba sobre los hombres de la calle, que de-
jaron de ser para su mirada posibles personajes de sus libros y se le convirtie-
ron en seres humanos «de sangre sobre todo». Perdidas sus anteojeras litera-
rias, librescas, culturales se encontró desarbolado frente a la realidad vivida
de sus experiencias reales de cada día. No había sido un impostor, pero la
guerra le quitó el velo que parecía acusarlo.
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Cuando una editorial me pidió, en el año 1991, un Prólogo para una nue-
va edición de su primer libro de ensayos, En torno al casticismo,5 me enfren-
té con el problema de ofrecerles a los lectores actuales de la obra las claves de
una lectura acorde con los nuevos tiempos, sobrepasadas las circunstancias
históricas en que fue concebido el libro, tan distintas a las nuestras. Una re-
lectura superficial me hizo comprobar la distancia sideral que una sensibili-
dad de hoy se encontraría respecto a este texto, central del primer Unamuno
de fin de siglo, separado de nosotros por más de cien años de cambios litera-
rios, experiencias históricas y revoluciones y traumas políticos. No era tarea
fácil devolverle al texto la fuerza del primer día, que empezó a cimentar su
fama de ensayista original. Aparentemente, los signos lingüísticos sobre los
que está construido, han perdido una gran parte de su contenido semántico
para un lector actual, que no los entiende y le pueden causar en muchos casos
perplejidad.
En aquel entonces me encontraba con la incomprensión e incluso el des-
precio hacia Unamuno de algunos de los santones de la llamada posmoderni-
dad y de la indiferencia de los pensadores jóvenes. A primera vista, una in-
franqueable frontera semántica separaba el libro de sus potenciales lectores
de hoy, desalentados por una cierta desatención pública hacia su pensamien-
to filosófico, compensado por un valor en auge de su literatura. Sin embargo
no creí que desentrañar su significado para una conciencia moderna fuera
una tarea de arqueología literaria. Me negaba a tener que leer a Unamuno
como se lee a Cervantes o al Arcipreste de Hita. Al fin y al cabo no había
transcurrido más de un siglo desde su primera edición. Su lengua es todavía
nuestra lengua y sus problemas son en parte nuestros problemas. Pero es ver-
dad que, cuestiones de estilo y de vocabulario aparte, el texto se nos vuelve
viejo entre las manos, distanciado de nosotros por alejamientos astronómi-
cos. Mientras preparaba el Prólogo solicitado, no dejaba de preguntarme por
la perplejidad del posible lector, sorprendido por las afirmaciones del autor y
su equipaje de referencias: «Pero, ¿qué dice este hombre?, ¿qué quiere decir
con eso de Castilla y el espíritu místico?, ¿qué virtudes son ésas de los pue-
blos perdidos en la meseta, abandonados muchos de ellos y víctimas de la
misma televisión internacional, teledirigida y teledigerida, que cualquier otro
pueblo de cualquier lugar del mundo?». Como si repitieran el asombro del
propio Unamuno al releer su obra con los ojos nuevos que le había traído la
guerra civil de su última agonía.
Unamuno, como todo escritor, nace, se forma y trabaja en un ámbito lin-
güístico recibido del pasado, cerrado y disponible, creado por múltiples
afluentes, que van desde la tradición colectiva a la tradición familiar. Este
lenguaje inevitablemente lo condiciona y hasta cierto punto de él depende.
Este diríamos material de origen es difícil de olvidar e imposible no tenerlo en
cuenta. Normalmente, el escritor crea su propio lenguaje, sobre la trama del
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recibido, del que siempre queda alguna huella. Este lenguaje heredado, por
supuesto en su vertiente léxica, traduce el espíritu de cada época, sus obsesio-
nes más generalizadas y la participación de la lengua en la historia. El valor
de un escritor se mide por su forma original de manejar este legado del medio
y su modo personal de transgredirlo y sobrepasarlo. Unamuno nació y se crió
en un ambiente cristiano y liberal, y se educó, o lo educaron, en un clima ca-
tólico y tradicional. Este medio le ofreció un léxico y unas preocupaciones
transmitidas a su través, después vivió la crisis del positivismo y del materia-
lismo del último tercio del siglo XIX de su experiencia universitaria, con su
correspondiente vocabulario, que contradecía el vocabulario de su romanti-
cismo inicial de sus años escolares de adolescente y que de un modo larvado
permanecerían en él hasta el final de su vida, mezclado con las sucesivas
aportaciones lingüísticas de su trabajo consciente de escritor y lector.
Su último episodio lingüístico fue el que le produjo la guerra civil, que
puso patas arriba todo el trabajo que había venido desarrollando desde hacía
cincuenta años. Toda aquella herencia lingüística, frente a la que se había de-
finido y que había gravitado sobre su creación literaria y filosófica, muy es-
pecialmente sobre sus primeras obras, se le vino abajo. El positivismo ro-
mántico, vía Hipólito Taine y sus Orígenes de la Francia contemporánea, es
la expresión de ese material asimilado y reelaborado de manera muy perso-
nal, antes de alcanzar su singularidad literaria y la originalidad de su pensa-
miento histórico. Aquello no servía para entender la España de 1936. En el
citado Prólogo, yo me preguntaba: «¿Habla este libro de algo que nos intere-
sa todavía?, ¿tiene sentido preocuparse por esa parcela de nuestra realidad
que se llama España, cuando se está produciendo una homogeneización in-
ternacional de la cultura, que la sociedad postindustrial y la civilización de la
tecnología han traído consigo?, ¿sigue existiendo ese pueblo castizo, perdido
en los lugares de una Castilla despoblada y olvidado de las virtudes y hasta
de las características que veía en él Unamuno?, ¿lo leemos como un cuadro
romántico, apasionado y nostálgico, como Unamuno podía leer las fantasías
históricas caballerescas de Walter Scott, cuando ya la sociedad industrial se
había puesto en marcha?, ¿sensibles a las tentaciones románticas de nuestro
final de milenio, son sus débitos al romanticismo germinal de su pensamien-
to histórico lo que nos hace atractivo todavía este libro?, ¿esos españoles, a
los que Unamuno se dirige, somos nosotros...?»
Porque afectados por un cataclismo histórico, como el que Unamuno
pasó durante sus últimos seis meses de vida, la moderna lectura de «En torno
al casticismo» necesita, al igual que él sintió respecto a su interpretación del
pasado, una actualización, una traducción al temario de hoy en día, si no
queremos que se nos caiga de las manos, si intentamos que no sea un simple
mausoleo de ideas muertas. Porque los muertos que habitan esta obra, como
los muertos que pudiéramos detectar en otros lugares unamunianos, están vi-
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vos. Sólo tenemos que encontrarles la yugular y sentir bajo nuestros dedos
sus latidos y sorprender la vida debajo de su aparente negación y descubrir
que ese texto, como el resto de su obra, nos sigue interesando, afectándonos
y produciéndonos admiración o rechazo, nunca indiferencia, que es a lo que
el autor aspiraba, como tantas veces dijo.
La desesperación dialéctica de Unamuno, durante los pocos meses de la
guerra civil que alcanzó a vivir, visible en sus ácidos comentarios al anecdo-
tario de la contienda, nos permite releer toda su obra con otra mirada reflexi-
va. Ese texto último del Resentimiento nos abre un portillo para entrar en
otro Unamuno más coherente con una línea de pensamiento más homogé-
nea, menos zigzagueante y paradójica, digamos, más sistemática. Cuando
leemos cualquier estudio total o parcial sobre su obra, nos gana la impresión
de que todo está claro allí, y de que la hermenéutica textual no es necesaria
para entender las afirmaciones más contradictorias y hasta arbitrarias de sus
comentaristas. Las citas unamunianas se suceden sin el más mínimo remordi-
miento semántico, sin la menor prudencia exegética. Nunca se pone distan-
cia y reflexión sobre el significado de las palabras claves, utilizadas por él con
su conocida audacia intelectual. Su código de signos parece inequívocamente
inteligible y transparente, sin vuelta de hoja. La unidimensionalidad semánti-
ca de sus textos está fuera de duda, conforme a la conciencia lingüística de
sus comentaristas. Cuando habla de Dios, de inmortalidad o de congoja, de
España o de pueblo, un consenso universal parece eludir cualquier problema
de interpretación. Esta candidez semántica explica los muchos estragos co-
metidos con la disculpa de sus ideas, de los que probablemente tampoco me
libre yo en este trabajo.
Pero la dramática brecha abierta por la guerra civil en su sistema de sig-
nos es una advertencia para cualquier propósito de facilidad interpretativa
del conjunto de sus signos. Es verdad que Unamuno autoriza esta desidia por
ser un autor abierto, accesible a múltiples lecturas, en mayor medida que
otros autores, pese a la contundencia de su expresión, tan escasamente mati-
zada, con la frecuencia de sus sustantivos absolutos y acorazados. Pero, no
obstante, es difícil soportar que se le haya podido leer, desde tan contrapues-
tas perspectivas, como católico y agnóstico, como liberal y prefascista, como
tradicional y revolucionario. El ateismo agónico de Unamuno ha recibido
una lectura de cristianismo militante por parte del prof. Armando Zubizarre-
ta y la ortodoxia católica preconciliar del P. Caminero lo ha empujado hacia
el Índice de Libros Prohibidos. La lectura liberal-socialista del prof. Elías
Díaz contrasta violentamente con la lectura claramente fascista de Armando
Bazán. Y para que todas las interpretaciones fueran posibles, el prof. Sánchez
Barbudo arriesgó la teoría de la probable clave hipócrita de sus escritos y de
su actitud pública. Siempre hay una cita de Unamuno en camino para justifi-
car cualquier desmadre exegético, perpetrado en su nombre, cualquier apro-
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8
Sables y naipes:
Diego Martín Veloz (1875-1938).
De cómo un matón de casino se
convirtió en caudillo rural
Javier Infante
Universidad de Salamanca
¿Quién fue este «bravo guerrillero de las guerras de Cuba», como lo cali-
ficó Arrarás? La ocasión sólo permite unas cuantas pinceladas, escogidas y
apretadas, en espera de otra más propicia para desarrollarlas con amplitud.15
Como figura en su hoja de servicios castrenses, que no tardaré en examinar,
Diego Martín Veloz vino al mundo en la localidad cubana de Manzanillo,
una de las más relevantes de la provincia de Oriente, el 12 de noviembre de
1875. Conforme a las memorias de su pariente Alejandro Martín y a los tes-
timonios familiares, ambos ya citados, era el mayor de una familia de ocho
hermanos. Por jugarretas del destino, nada infrecuentes en las familias nume-
rosas, uno de ellos, Agustín, fue uno de los fundadores del socialismo en
Cuba y tuvo una trayectoria vital radicalmente distinta a la de nuestro prota-
gonista.16 Su madre era cubana aunque provenía de familia de emigrantes
onubenses y canarios. El padre, armuñés, luchó como soldado en la guerra
de los Diez Años, regresando a su tierra para no tardar en volver a Cuba en
busca de fortuna. Debió, en efecto, de enriquecerse y entre sus negocios figu-
raban fábricas de tabaco y de dulces así como una central lechera.
El 24 de febrero de 1895, a punto de cumplir veinte años, y al parecer con
la oposición paterna, ingresó como voluntario en el ejército, inmerso ya en la
última de las guerras coloniales en la isla. Durante toda su vida alardeó de su
condición de militar, y de los valores que entonces conllevaba tal estado (pa-
triotismo exacerbado y honor a tutiplén), siendo este un elemento absoluta-
mente clave para comprender su biografía. Pero su hoja de servicios17 no re-
fleja precisamente una carrera brillante sino, por el contrario, fugaz y llena
de graves y continuados conflictos. En cuanto a lo primero, embarcó en San-
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¿Fue rico Martín Veloz? Se abre así otra faceta de su biografía muy rela-
cionada con la inmediatamente anterior ya que acabo de apuntar que en su
intensa y extensa conexión con los militares, al lado de afinidades, sentimien-
tos y altruismo, el dinero también desempeñó una muy notable función. Em-
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... porque yo, que he visto batirse gloriosamente al Ejército español; yo, que creo
que la mayoría de las libertades que tenemos se las debemos al Ejército español;
yo, que recuerdo que Daoiz y Velarde ... me produce, no ira, no lo que creen al-
gunos Sres. Diputados, ni siquiera desprecio: me produce un gran sentimiento, y
me lo produce como hijo del pueblo, porque el ejército está compuesto de los hi-
jos del pueblo. Entendedlo bien, en el ejército español es donde más democracia
he visto, donde más la he palpado, donde más la he tocado, donde en las Orde-
nanzas se dice al soldado... (Grandes rumores).37
ANEXO45
Después de estas cosas no tardó mucho tiempo en llegar la sublevación del Gene-
ral Primo de Rivera, el 13 de Septiembre de 1923. Tan pronto como Diego lo
supo se apresuró a enviarle un telegrama que decía aproximadamente. «Sé que se
ha sublevado Ud., dígame si le hago falta, para ir a su lado inmediatamente, sepa
que estoy dispuesto a jugarme la cabeza». Don Miguel le contestó. «Muchas gra-
cias, ahora no hace usted falta».
Con la llegada de la dictadura de D. Miguel Primo de Rivera terminaron sus
negocios, como él los llamaba.
No tuvo más remedio que cerrarlo (sic) definitivamente. Entonces se encerró
en Cañadilla y comenzó a hacer obras de mejoramiento en las que gastó mucho
dinero. Como además él era muy caro y los ingresos muy menguados, no tardó
en resentirse en la cuestión económica. Por lo que tuvo sus diferencias con Primo
de Rivera porque esto (sic) no transigió nunca con los proyectos que Diego tenía
y las reiteradas peticiones que le hizo para que le permitiera poder volver al nego-
cio; y como nunca lo autorizaron a ello, en algunas ocasiones llegó hasta hablar
mal de la Dictadura. A pesar de que D. Miguel era muy bueno y se interesaba por
contentar a Diego. Yo mismo leí algunas cartas en que pude comprobarlo.
Él, Diego, traía de Madrid además lo que le hacía falta y las obras continua-
ron, además de seguir viviendo en abundancia. Cuanto a Salamanca se refería en
materia de política era un coto cerrado donde no entraba nadie más que quienes
él quería, y tanto en la capital, como en la provincia, ponía y quitaba autoridades
a su antojo.
Como todo pasa en este mundo, llegó por fin un día en que cayó la Dictadu-
ra; y pronto vino la República en todas sus consecuencias. Antes se acabaron los
negocios pero quedó algo que los sustituyó. Más adelante, y ahora, aquella co-
rriente se secó en el mismo manantial.
La situación iba presentándose negra y fea, la tormenta estaba encima; él se-
guía recluido en Cañadilla, las obras se habían parado en seco. Es verdad que le
quedaba entre otras la amistad del general Pujdangola (sic)46 y la de Queipo de
Llano; que fueron de los que más hicieron por traer la república, que a él le de-
bían los dos de la cual (sic) más favores pero esto no era lo bastante, necesitaba
mucho más. Si él hubiera sido ya que era un hombre que consentía romperse pri-
mero que doblarse.
Pronto llegó el momento en que no podían cambiarse los papeles, ni cubrirse
los gastos de las casas de Salamanca y Cañadilla. Tuvo que principiar a hipote-
car, ya había hundido la casa de la plaza Mayor y la mayor parte de las fincas.
El discurso se acentuaba de día en día, la cosa iba de mal en peor, él que lo
había sido todo ya no era más que un hombre aislado y sin esperanzas de mejora-
miento. Apenas alguien visitaba Cañadilla. Ni los amigos, salvo escasas excep-
ciones, hacían caso de él. Otros lo trataban de igual a igual y los más se adapta-
ban a las circunstancias apartándose.
Conservó eso sí, aquel valor personal que siempre le caracterizó. Por eso
cuando las cosas se iban poniendo peor, y parecía que el desorden y la violencia
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un minuto, luego ya no tendremos tiempo, tenemos que principiar por esta mis-
ma noche, mientras la vida de la ciudad se paralice un poco, y la cojamos despre-
venida.
Estuvo un buen rato hablando, tratando de calentar aquellos corazones a pe-
sar de que pronto se había dado cuenta de la indiferencia con que eran oídas sus
palabras. Acabó pidiéndole sólo trescientos hombres, con los cuales se compro-
metía a hacerse dueño de la capital, pero no pudo conseguir nada.
Salió de allí amargado y fue a ver a algunos amigos en diferentes sitios, pero
en todas partes encontró la misma negativa y razonamientos y respuestas pareci-
das, ya no podemos hacer nada, es inútil que nos arriesguemos. Y... descorazo-
nado regresó a casa, pasadas las tres de la madrugada.
Poco rato llevaba acostado cuando llamaban a la puerta dos policías, que lle-
vaban orden de detenerle y llevarle a Comisaría. Les mandó pasar y les dijo que
acababa de acostarse, que tuvieran a bien dejarle descansar un rato y luego irían
directamente a la cárcel. Desde allí mismo telefonearon a su Jefe, lo que Diego les
pedía, y como aquél no viera mal, así lo hicieron; es decir, le dejaron y volvieron
unas horas más tarde. Ya les estaba esperando vestido y por la calle les fue con-
tando lo ocurrido aquella noche. Igual hizo en la declaración que después le to-
maron, no ocultó nada de lo que había hecho y de lo que pretendió hacer: Creo
firmemente que estaba deseando que lo fusilaran.
Pero luego, pasado el primer momento de desesperación, renació en él el de-
seo de seguir viviendo.
Como el General Queipo era de la situación, y era muy grande la amistad
que les unía, hablaron por teléfono, le explicó lo ocurrido sin omitir detalle. A
los pocos días salía de la cárcel y venía a Cañadilla. Fuí a verle en la misma tarde.
Tan pronto me vio, me llamó aparte y me dijo: espero vengan a registrar, vente a
la noche, traes un carro de paja para disimular y llevas las armas que tengo allí y
las municiones. Hice según me dijo y guardé en mi casa todo, fusiles, tercerolas,
metralletas, pistolas y demás.
Todas las ilusiones y esperanzas habían pasado esfumándose como nube de
verano; otra vez a padecer y a sufrir. Él, a pesar de ser de ánimo fuerte, se agobia-
ba y abatía. Le vi algunos días totalmente desesperado, y como pasaba mucho
tiempo sin vislumbrarse mejoría en la situación, llegué a temer que en Cañadilla
pasaría alguna desgracia, pero afortunadamente no fue la cosa así.
Le seguía persiguiendo la escasez de medios económicos. Hizo una segunda
hipoteca de todas las fincas que aún poseía, pero ¿qué podía durar aquello? Bien
poco cayendo como caía en vacío. Ni siquiera el rédito podía pagar, pues sólo de
intereses debía treinta mil duros. Podía considerarse arruinado.
Pasado el invierno allá por finales de abril, otra vez volvía a repetirse lo de
antaño. Visitas frecuentes en Cañadilla. Señores de diferentes sitios y clases, gen-
te joven en su mayoría. Cada visita que recibía parecía que le dejaba más alegre.
A mediados de mayo, cinco individuos de Valladolid, vinieron una tarde, se-
gún ellos dijeron, solo por verle, le dijeron que estaba en Villaverde y aquí vinie-
ron. Estaba en mi casa, entraron en una habitación donde estábamos, yo salí ce-
rrando tras de mí. Me llamó Diego, para que oyera lo que hablaban (y oí que les
explicaba: es primo mío y de absoluta confianza), pero yo me negué a entrar,
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No puedo creer que seas tan ciego que no veas estas cosas, a ti, no espero que
no te va a servir el que te entregues a ellos te colgarán de un palo, porque a pesar
de todo, más pronto o más tarde te encontrarán sospechoso.
En este punto intervino uno de los ayudantes para decir que estaba comple-
tamente de acuerdo con lo que había dicho D. Diego y que desde aquel mismo
momento Diego sería su único y verdadero General.
Movidas y laboriosas fueron las sesiones y en ocasiones fueron muchos los
que (sic) y las altas voces lo que demuestra que costó mucho trabajo convencer al
General Queipo. D. Gonzalo y Diego pasaron malos ratos porque bien se vio
desde siempre que se querían como verdaderos hermanos.
Recuerdo que muchos años antes, cuando la Dictadura de Primo de Rivera,
estando D. Gonzalo de Capitán General en Ceuta, no sé porque (sic) motivo lo
relevaron contra su voluntad, por cuyo motivo se enfrentó con D. Miguel. Como
Diego era amigo de ambos, le faltó tiempo para intervenir y hacer de mediador, a
tal efecto les juntó para celebrar una entrevista, en ella D. Gonzalo se empeñó en
que tenían que reponerle de nuevo en Ceuta. D. Miguel no accedió a esto pero en
cambio, por intervenir Diego, le daba a escoger entre todas las demás Capitanías
Generales de España, la que él quisiera menos Ceuta. D. Gonzalo no quiso acep-
tar, y se dio de baja temporalmente pasándola mal económicamente; y no lo pasó
bien aunque no tan mal ya que por entonces estaba Diego en la abundancia, ya,
Diego (sic) pronto sublevó teniendo que escapar a Portugal hasta que cayó la
Dictadura.
Con esto ha querido probar la suerte de la fuerte e indomable voluntad de D.
Gonzalo a la vez que la gran amistad que le unía con Diego.
Como venía diciendo costó trabajo que se decidiera a sumarse al Movimien-
to; pero ante los razonamientos de Diego y de sus ayudantes aunque fue muy
duro rendirse no pudo resistir más y se entregó. Antes de salir de Cañadilla dio
palabra formal de que iba a ir a la revolución con todas sus consecuencias. Tan
gran triunfo sirvió a Diego de gran lenitivo en tales circunstancias tan desfavora-
bles para él. De día en día se le conocía mejor semblante.
Hasta septiembre no se pensaba hacer la revolución, pues había que realizar
algunos reajustes importantes. Pero debido a que (sic) los desastres y atropellos
consentidos desde el poder no hubo más remedio que precipitar los aconteci-
mientos.
Mucho fue lo hecho por Diego desde el primer día del Movimiento. En un
principio estuvo pesimista. Creyó en un segundo fracaso por haber fallado mu-
chos resortes, sobre todo la Marina; además de fracasar en Madrid, Barcelona
y casi todo el Norte, Levante y Mediodía, descaladores (sic) en el Alto de los
Leones, etc., etc. En fin la situación real no era para estar optimista y él se halla-
ba al corriente de todo. Sin embargo él escondía lo desfavorable delante de los
demás e infundía en cuantos lo rodeaban ánimo extraordinario, hasta el pun-
to de hacer valientes de cobardes, pues valía (sic) podía tener miedo estando a
su lado.
Durante los primeros días todo eran dificultades en Salamanca, pero mien-
tras aparecía él automáticamente vencían. Hasta el presidente de la Diputación
Provincial hubo de investirse una semana (sic). Todos los días salía por los pue-
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blos con un camión para reclutar voluntarios y todos los días regresaba lleno el
camión.
Las primeras semanas, y aún podríamos decir meses, no tuvo noche ni día de
descanso; luego, cuando fue pasando el tiempo, las cosas se iban encauzando y
pudo reposar un tanto.
Tengo que dejar bien sentado que en esta primera época, un tanto desenfre-
nada para algunos elementos poco escrupulosos, Diego tuvo mucha clemencia
con los perseguidos. Quizá en los primeros días no fuera tanto pero siempre pen-
sando en hacer justicia. Cuando alguno se sentía perseguido y recurría a él casi
siempre lo liberaba del peligro a no ser que la cosa fuera extremadamente grave.
Para mucha gente de esta comarca Cañadilla era entonces su refugio. En aquellas
en cierto aspecto desgraciadas circunstancias fue, como si dijéramos, el paño de
lágrimas de muchos. A otros para librarlos de la persecución les situaba en la
frontera. ¡Había tanto que contar con todo esto! ¡Fueron tantos los protegidos a
quienes salvó la vida!
Cuando Villalobos el hombre honrado y bueno por excelencia cayó en des-
gracia yendo a parar a la cárcel, Diego fue el primero que hubo de romper lanzas
en su favor con frecuencia iba a verlo en la prisión animándole y prometiéndole
que mientras él pudiera nada malo iba a pasarle. ¡Buen testigo de ello era su fa-
milia!
Mientras la guerra seguía su curso con victorias y sucesos, diecisiete meses
después de haber principiado le pregunté cierto día ¿Qué te parece? Creo ya se-
guro que ganaremos la guerra. Él no contestó. Todavía no se puede asegurar
nada, ni a favor ni en contra. Es verdad que se ha hecho y se ha ganado mucho,
pero queda aún mucho por hacer.
Pasadas unas semanas principió a ponerse delicado de salud. Era el principio
del fin. Días después de (sic) la enfermedad se agravó y el día 12 de marzo de
1938 tras una breve mejoría murió en su casa de Salamanca a los 64 años de
edad.
Tardó un año largo en terminar la guerra que él había principiado y vivido
con tanta intensidad, entusiasmo y esperanza.
Muchísimas cosas más podían contarse de la vida agitada de este pequeño
Napoleón siempre con lucha. Son tantas las que recuerdan mi memoria que sería
muy largo de enumerarlas, por lo que renuncio a hacerlo. No obstante había una
excepción pues no puedo resistir las ganas que me entran de hacerlo, aunque sólo
sea muy a la ligera.
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9
Casto Prieto Carrasco,
alcalde de Salamanca (1886-1936).
Escritos desde la cárcel
Ricardo Robledo
Universidad de Salamanca
F ALTABA POCO PARA cumplir los 50 años cuando Casto Prieto Carrasco, ca-
tedrático de Anatomía, alcalde de Salamanca y diputado a Cortes, fue ase-
sinado en la carretera de Valladolid. Con el cuerpo del profesor «como un sig-
no, estaban sus gafas, muertas con él».1 La inscripción de defunción del
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[yo] era consciente de que nosotros necesitábamos demostrar que éramos mejo-
res que los rojos, cuyas atrocidades llenaban las páginas de nuestros periódicos.
Por lo tanto, cuando mi tío fue asesinado, no pude dejar de preguntarme por
qué, por defender sus ideales, habían matado a un hombre que no había hecho
daño a nadie, un médico eminente y catedrático de la universidad, un hombre
que había sido elegido para su cargo de diputado.4
Al quedar sin padres, fue la beca del Colegio Menor de San Adrián concedi-
da en 1899 (pensión de dos pesetas diarias) la que le permitió sobrellevar estre-
checes y realizar todos sus estudios, un caso más de la importancia de las rentas
procedentes de esa otra hacienda universitaria, la de los Colegios.9 Después
de anotar las excelentes notas del 4º curso de bachillerato, rescata el recuer-
do de unos sucesos que marcaron a toda aquella generación de estudiantes:
1. CARTAS A LA FAMILIA
CASTO
Querida familia: Como por lo visto puedo escribir, aún cuando no recibir
cartas cerradas, voy a hacerlo hoy, esta hermosa y clarísima mañana de julio,
a la luz de la ventana rejada de mi celda número 2. Las impresiones de esta
hermosura de cielo y de sol, que gracias a la forzada holganza puedo contem-
plar sin prisas, como uno de los pocos beneficios de un perfecto presidiario.
La satisfacción del buen estado de salud, tan excelente a pesar de haber dor-
mido poco la pasada noche, y un no sé qué de esperanza que la calle trae des-
de más allá de rejas y rastrillos, otro pequeño beneficio del buen presidiario;
todo esto da suficiente bienestar para chafar por sí sólo, la perversa intención
de los que gozarán en la sombra de su estupidez y de su maldad con la su-
puesta tortura de mi cuerpo y de mi espíritu. ¡Ah! Si yo no tuviera vuestro
problema, el de todo vosotros, el de vuestra tristeza y encogimiento, cómo yo
no tendría ni la más mínima nube de inquietud. Porque aquí, aparte de que el
problema más grave, el de la responsabilidad del deber de cada momento, se
lo dan a uno resuelto, ya que aquí no hay que pensar en lo que hay que hacer,
aquí, repito, no existe al menos para mí, ni el dolor ni sufrimiento; no sé si
cuando se prolongue esto se me hará intolerable. Hoy constituye para mí una
vida nueva, que me recuerda los inolvidables días de mi viaje en el Mediterrá-
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neo, ya que allí también está uno preso por el dulce mar, como aquí lo esta-
mos bajo el dulce cielo de mi Castilla, la sufrida. Me parece, en efecto, que
voy a bordo de un barco donde da la impresión de tal, todo lo que sucede: la
vida reglamentada, la convivencia entre los mismos, el modo de entretener el
tiempo... Las diversas sensaciones de anhelo, esperanza o de la melancolía y
temor de los que van a bordo. Sólo los presos no sociales y políticos, los que
aquí llaman comunes, tienen la serena tranquilidad de los estables, que les
hace ser como la tripulación del barco. Son también los que lo cuidan y lim-
pian, y nos sirven y atienden al pasaje, con esa solicitud que da la certeza de
que hemos de vivir juntos algún tiempo; nosotros tenemos, entre otros servi-
dores, uno a quien llaman El Chirri (condenado por una ratería)27 que tiene
un tipo soberbio de marino o cargador de muelles, con sus anchos hombros,
sus tatuajes, su robusto cuello; con esto la ilusión de que estamos a bordo de
un barco es completa.
Sólo hay una cosa que nos aparta un poco de esta ilusión: la entrada de
nuevos tripulantes sin arribar a puerto, cosa que sucedió ayer todo el día;
hoy parece que ha cesado.
No es extraño pues, que me haya interesado sobremanera de esta nueva
vida, que los avatares de la mía me han proporcionado para que al día de ma-
ñana, me sirvan de recuerdos en la vejez. Ya os contaré otro día detalles de
nuestra estancia. Estamos como os he dicho, Manso, Alba, y yo en la celda
número 2, donde hemos dispuesto nuestra habitación plena de buen humor,
de modo que en los 12 metros cuadrados de la misma, tenemos comedor,
cuarto de baño y despacho gracias a mis iniciativas y proyectos que, previos
los planos convenientes, han permitido realizar tal prodigio.28 Ya os explica-
ré cumplidamente.
Con mis abrazos y besos todo mi corazón y todos mis pensamientos
CASTO
esta vida monótona, no menor que la de la vida fuera de aquí, aunque nos
parezca ésta menos soportable por ser impuesta y aquella otra, la de fuera,
con su apariencia de libertad engañosa la creamos diferente.
Siempre el recuerdo de vosotros surge como primera oración matutina.
No me es doloroso el recuerdo. En este ilusorio viaje que a bordo de un gran
barco hacemos ¿hacia dónde? Tengo de vosotros esa sensación de ausencia
—sin más— que no logra ennegrecer ese ignorado punto de destino y del fi-
nal de nuestra ruta. Por esto, el recuerdo de vosotros se limita a suponer
vuestro despertar pleno de tranquilidad que da la esperanza de mis noticias
cotidianas.
Hemos de abandonar el lecho para cumplir la formalidad un poco enojo-
sa, quizá la única enojosa, de formar en la fila para el recuento de todos los
días. Mientras, después de esto, nos encontramos los pasajeros unos a otros
para preguntarnos cómo se ha pasado la noche, el Chirri, con mucho cuida-
do y competencia nos prepara y limpia el camarote. Conocemos a los nuevos
pasajeros recogidos en la noche, cual si fuese de un naufragio, o de un puerto
al que arribásemos sin darnos cuenta. Unos traen en su gesto —a más de la
fatiga que los semeja más náufragos— el dolor de la derrota que el cansancio
acentúa. Otros vienen como si hubieran llegado en triunfo, tomando la llega-
da no sólo como un descanso, sino como una conquista. No falta quien si-
mule alegría que no deja traslucir desfallecimiento. Las turbonadas del mar
de la vida, en el que nosotros navegamos ahora tan tranquilos, arroja a nues-
tro barco un conjunto verdaderamente curioso de hombres, cuyo estudio y
análisis siente uno no poder hacer, pero que aún vistos superficialmente ofre-
ce bastante interés y es por sí muy pintoresco.
¿Qué he de deciros de la vida a bordo? El camarote ofrece una tempera-
tura deliciosa y lo mismo de noche que de día, cuidado como nos lo tiene
nuestro asiduo asistente, ofrece un albergue al que nada se le puede pedir. La
cubierta o patios reúnen por la mañana y la tarde la gente que organiza tor-
neos de saltos y carreras, o charlas en corrillos comentando las escasas noti-
cias que llegan a bordo, o se aburren en modorra y sueño, sentados en el sue-
lo. Hay quien no repara en la situación especial del forzado para hacerle
objeto de cuchufletas y bromas, con las que trata de divertir a los demás o
quizá divertirse a sí mismo, huyendo de su propio miedo. El centro del día,
cuando el calor echa a la gente de los patios y el toque de campana lo impo-
ne, se pasa entre el comedor y la siesta los pasajeros de 1ª y la comida y la
siesta los de 2ª. No hay pasajeros de 1ª y suponerlo seria un sarcasmo. Entre
tanto, lectura los que leen, o la peluquería, o la recepción de un nuevo llega-
do que cuenta su pequeña odisea, igual, monótonamente igual en todos. La
noche: la cena del pasaje y tripulación, una nueva formación de recuento y la
reclusión en el camarote a sumirse tras breve lectura, en el piadoso sueño que
es capaz de transformar el mayor horror en ventura y también en espantosa
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CASTO PRIETO
salud que ni la nariz me molesta en lo más mínimo ¡Qué feliz seria si supiera
que vosotros estáis lo mismo que yo!
Abrazos y besos
CASTO PRIETO
Ayer noche no recibí noticias vuestras aunque supongo que el no tenerlas in-
dica que nada tenéis que decirme.
Un día más y hoy cumple los ocho, se han pasado en este interesante via-
je de ignorado término. El día de ayer tranquilo, como todos no nos trajo
ninguna sensación nueva. El pasaje sigue aumentando, hemos rebasado la ci-
fra de los cuatrocientos. La salud es excelentísima, en mí al menos. En gene-
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ral tampoco hay enfermedades a pesar del acúmulo de la gente. Como me re-
claman para todos los enfermos de la colonia puedo asegurar que la enferme-
ría es escasa y sin importancia.
Nada me decís, si habéis tenido noticias de Valverde31 y qué puede haber
sido de aquella gente. Claro que como vosotros estáis tan prisioneros como
yo, poco o nada debéis saber. Que los muchachos aprovechen tanto tiempo
inactivo para hacer algo útil, pues es estúpido no aprovechar la única ventaja
que estos [ilegible] nos proporcionan.
Au revoir
CASTO PRIETO
Hacia las doce llegamos conducidos hasta el muelle en un autobús de las lí-
neas urbanas. Magnífico servicio el de esta empresa, cuyo empresario tanto
procuró adularnos.
Tras las formalidades obligadas al pasar a bordo, entrega del dinero, do-
cumentación, registro para el contrabando, pasamos al interior del barco. En
aquel momento poco pasaje. Manso y Alba, Gaite,32 Aristóteles33 y otro po-
licía de Ciudad Rodrigo34 y algunos más. La tripulación, unos 65 hombres.
Habían licenciado aquel día otros cuantos que no hubieran podido convivir
con el pasaje y que necesitaban para otros servicios de tierra.35
Primeras impresiones del barco: la oficialidad cortés y respetuosa. Entre
los pasajeros existentes los hay aterrados. Hay mucha gente que teme toda-
vía las travesías y viajes como un peligro. Yo es la primera vez que lo hago y
nada temo. Los que llegamos en mi expedición, unos 18 ó 20 entre ellos Pa-
redes36 y su hijo,37 venimos animados [Se establece] comunicación con la fa-
milia dándole cuenta de la llegada a bordo y que envíen cierto equipo que en
este extraño barco se hace indispensable. En una de las cubiertas están reuni-
dos los que han llegado antes que nosotros. Con cierto desorden se hace la
primera comida.
La tarde nos trae nuevos pasajeros. Hay dos, Guilarte38 y Don Paco Die-
go,39 que desisten del viaje. No pueden disimular el contento cuando les di-
cen que pueden desembarcar. Son de los que se marearían seguramente. No
se atreven, por ser de noche, a salir y duermen en la enfermería y por la ma-
ñana creo que se fueron.
Conozco el régimen de a bordo: Siesta y silencio de 1 1/2 a 4. Paseo sobre
cubierta de 4 a 6. Cena a las 7. Silencio a las 10. Formación antes para el re-
cuento a las 8 1/2. Estas formaciones son lo único molesto por lo estúpido y
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Hemos pasado la noche con cierta intranquilidad, la novedad del sitio las
emociones del día... pero estamos en perfecto estado de salud y por tanto en
perfecta tranquilidad espiritual.
Conozco a los pasajeros, como sé que todos propenderían al desaliento,
me tomo desde el primer momento la resolución de sostenerlos en un sano
optimismo. Mi punto de vista es éste: nuestro objetivo inmediato es cuidar
nuestra fortaleza. Todo lo que no sea comer, dormir y cuidar nuestra perso-
na, es perjudicial. Los de fuera no pueden tener mejor ayuda nuestra que si
conservamos entero y aún aumentado nuestro vigor al final del viaje.
Examino a los tripulantes, sobre todo a los que tengo más cerca. El Chirri
(Julián Montero) llama mi atención desde el primer momento. Viene forzado
en la Galera por no sé que cosas. Es un mozo fornido, de cuello robusto de
anchos hombros, tatuado en los brazos y pecho, de cara achatada pero ni
mucho menos repulsiva. Hombre de un dinamismo extraordinario. No sabe
permanecer ocioso. Cuando hubo poco trabajo a bordo, hizo y cultivó un
jardín que todavía riega y cultiva. Nos coge bajo su protección y nos atiende
solícito. Se disputó el puesto de nuestro servicio con el Garduño (forzado por
homicidio) pero vence el Chirri.
Recibimos noticias del mundo confusas y que nos traen alternativas de
desesperanzas y optimismo. Los de C. Rodrigo siguen siendo la nota triste
por su decaimiento. El día transcurre sin otros incidentes. No quiero llamar
incidentes, porque no merecen tal nombre, la visita que nos hicieron ha-
cer al Capitán del barco y lo que en el despacho del Capitán me hicieron
un notario y el interventor de fondos municipales, por cosas del Ayunta-
miento.41
Jueves 23 de Julio
El suceso saliente del día fue el paso del aeroplano; hacia las 6 de la tarde,
en dirección S. N. y a una altura considerable, pasó un aeroplano que nues-
tra gente tomó por suyo. Tal era el ansia de que algo ocurriera y la esperan-
za de que nuestra liberación iba a venir por los aires, que la gente recibió
con un júbilo considerable al aeroplano. Con tal regocijo se entregó al sue-
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Viernes 24 de Julio
Sábado 25 de Julio
Domingo 26 de Julio
que me embarga todo el día y que transmito en la carta que escribo a casa y a
todos mis actos del día.
Con unas florecillas que crecen en los bordes de la acera, en la cubierta de
popa, hago un sencillo ramo y con una flor cogida al pequeño huerto-jardín
que cultiva el Chirri y otros tripulantes.
Recibo un obsequio estimabilísimo de un buen amigo, Luis Clavijo; bue-
no por inteligente, como son los buenos de verdad. Entran El Timbalero51 y
su hijo, los detalles que recibimos son verdaderamente admirables. Interpre-
tamos, cual se merece esta arribada del Timbalero, desde los astilleros de El
Adelanto.
Sigue nuestra preocupación en aumento, al par que muestra alegría. Has-
ta el barco llega olor desapacible de sangre, mucha sangre. Parece que de la
ciudad viene un cierto silencio sepulcral.
Lunes 27 de Julio
Se espera un día tranquilo y escaso de noticias. Así es: los pocos que vienen
confirman esa impresión con que finalizo las notas de ayer. El día nuboso,
anoche hubo tormenta y lluvias, permite la estancia en el patio o cubierta aun
con pleno sol.
Han cesado entre los pasajeros y tripulantes, aquellos juegos deportivos
de los primeros días. Saltos y carreras. Entre los saltarines hay un tripulante
—forzado a galeras por parricidio nada menos, pues mató con su madre y
creo otro hermano, a un padre cruel— que da unos magníficos saltos que son
la admiración de todos. Pues bien, eso ha cesado. La gente deambula, con-
versa, lee, juega a las damas, al mus, a la taba, así valiéndose de juegos fabri-
cados con cartones (la baraja con cajas de cerillas)
En un rincón de la cubierta, bajo una de sus galerías, forman corro apar-
te los pasajeros C.N.T. de aspecto más siniestro, torvo y duro.
Hubo entre ellos uno, desautorizado por todos, que pretendió enredar en
forma que podía ser nociva a la colonia. Manso tuvo el acierto, conociendo
al sujeto, el llamado Choricero, de cortar el mal de raíz con una bofetada.
Seguimos notando una amabilidad extraordinaria con la oficialidad. Ya
he dicho que propendemos a tomar por venturosos todos los hechos. Induda-
blemente el ambiente que se respira no desagrada, pero la ignorancia en que
vivimos del mundo es desconcertante.
Se resiste uno a abismarse en el futuro, pues no es consolador el panora-
ma, sea cualquiera el fin de nuestra aventura. Para alejar eso no hay sino re-
fugiarse en el presente.
Una excelente salud (ni la nariz me molesta lo más mínimo), un día clarí-
simo y luminoso; este cielo de Castilla la mansa, azul y brillante como la cara
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de Dios. ¿ Es posible que bajo este cielo tan bello cometan los hombres, azu-
zados por bajos instintos y pasiones mezquinas, las enormidades que están
ocurriendo? ¿no les inspiran ese cielo tan puro y hermoso ideales de mayor
amplitud?
Los pasajeros, náufragos recogidos hoy de Babilafuente,52 nos conmue-
ven con el relato de horrendos asesinatos que indica la ruindad de las almas
humanas. Ni el propio cielo tan bello, de Castilla la mansa, logra disipar
nuestras preocupaciones por el futuro.
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10
Desventuras del ex ministro Villalobos,
de la guerra civil al exilio interior
(1936-1955)
Josefina Cuesta Bustillo
Manuel Redero San Román
Universidad de Salamanca
A juzgar por sus explicaciones y por sus escritos posteriores, el médico sal-
mantino no tenía nada grave que reprocharse en el campo político, si no era
el haber militado en él con una gran dosis de filantropía y humanismo. Pero,
a pesar de los datos de fidelidad a los sublevados que aportará desde la cár-
cel, la represión le tocó muy de cerca los primeros días de la guerra, sobre
todo cuando se enteró el mismo día 29 de julio del asesinato de Casto Prieto
Carrasco.4 El día 3 de agosto, con la huelga de la construcción, terminaba la
resistencia obrera que duraba desde el 19 de julio. El 4 se izaba en el Ayunta-
miento la bandera bicolor y se tenía noticia del bombardeo republicano al Pi-
lar de Zaragoza.5 Villalobos pudo ver el 5 de agosto desde la ventana de su
casa cómo se organizaba en Salamanca un primer acto de desagravio por este
ataque en la iglesia de la Purísima. Le seguiría otro el día 8 en la catedral. Se
habían iniciado las celebraciones religioso-patrióticas que sustentaban el ya
incipiente nacional-catolicismo. Eran las vísperas de la prisión de Villalobos.
La ciudad parecía hervir de militares y comenzaba a celebrar, con liturgia de
masas, las primeras victorias del Ejército sublevado y los episodios bélicos en
los frentes de batalla. Los periódicos divulgaban con amplitud estos actos y
con su actitud preludiaban ya la política de «prensa y propaganda» que más
tarde Serrano Súñer estructuraría.
rección de la Caja de Previsión Social, con motivo del hallazgo de unos pape-
les políticos en la mesa de trabajo de un funcionario de la Inspección del Re-
tiro Obrero, afecto a aquel organismo», dirá él en otro lugar.9 Aunque Villa-
lobos dejaba claro que no era una oficina directamente sometida a su
competencia: «tiene absoluta autonomía e independencia». No obstante,
añadía, «nada he de oponer a la justicia de la sanción que me fue impuesta.
La acato y la cumpliré con fidelidad y respeto».10 El arresto de tres meses en
prisión y la multa de 50.000 pesetas —junto a la destitución del cargo de
Consejero Delegado de la Caja de Previsión Social de Salamanca, Ávila y Za-
mora,11 por el que percibía una remuneración de 10.000 pesetas anuales—12
habían sido en realidad impuestos a Filiberto Villalobos por un decreto que
el Gobernador Militar, Luis Valdés Cabanillas, firmara el 30 de agosto (el
Gobernador Militar, como general comandante de la provincia de Salaman-
ca, tenía delegada dicha competencia del propio Mola. La Junta de Defensa
Nacional, en el decreto n.º 64 que el Boletín de dicha Junta publicó el 27 de
agosto de 1936, atribuía a los generales jefes de los ejércitos en operaciones
el ejercicio de la jurisdicción de guerra en la forma y atribuciones que estable-
cían los artículos 10 y 28 del Código de Justicia Militar).13
Según la sentencia de 1942, la multa tenía un valor proporcional a «la
fortuna del expedientado», que se valoró en 79.189 pesetas.14 Se puede apre-
ciar que la cantidad fijada a Villalobos es de las mayores que por cualquier
concepto se impusieron, salvo la aplicada a Valeriano Casanueva —el dipu-
tado socialista que ocupó un escaño en las Cortes del Frente Popular después
de la revisión de Actas —, al que se le aplicó un embargo de sus bienes valo-
rados en 88.515 pts., y a Salvador Ruipérez y Jesús Ruipérez sendas cantida-
des de 725.677 y 350.000 pts. respectivamente, las más altas que aparecen
en el listado de la provincia.15 Había también otras verdaderamente impor-
tantes.
Los delatores y los verdaderos motivos no han dejado rastro en la docu-
mentación conocida.16 Que la acusación no era fácil —o urgente— lo de-
muestra la fecha de su detención. Fue el 10 de agosto de 1936. Habían pasa-
do los primeros días de los ajustes de cuentas y de la represión incontrolada,
aunque ésta distaba mucho de estar controlada. En el caso del médico y ex-
ministro salmantino, el proceso tuvo todas las características de una persecu-
ción continua durante la guerra, aunque de «guante blanco».
Como era habitual en los primeros meses de la guerra, el cargo alegado
para la detención era sólo el pretexto; los motivos debían ser otros, sobre
todo a juzgar por la prolongación de la prisión y por los nuevos expedientes
que se le incoarían. En la tradición familiar se mantiene que el verdadero mo-
tivo estaba en «la reforma de los estudios de Bachillerato, realizada durante
su período al frente del Ministerio de Instrucción Pública. La campaña con-
tra su persona la inició El Debate en 1935 y culminó en su detención»,17 afir-
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ción que ya había realizado ante el juez. Le fue concedida. Buscó evitar sos-
pechas de dilación voluntaria: «no la estime como resistencia al cumplimien-
to de la sanción, como deseo de rehuirla».27 Sobre todo presentó ante la au-
toridad militar una cuidada información de su situación económica, que le
impedía pagar. Articuló la exposición de motivos de esta dilación como de-
fensa propia encubierta. Como en futuros escritos, lo inicia con un primer
autorretrato: huérfano de padre, hijo de viuda pobre, estudió con una beca
concedida por la Universidad de Salamanca. No aportó al matrimonio otro
caudal que su título. «Alegaba que después de haber sido diputado a Cortes
desde el año 1918, ministro tres veces y su clínica la más concurrida, no sólo
de Salamanca sino de las demás provincias limítrofes, no disponía de ese di-
nero».28 Y presentó sus cuentas, que no coincidían con las del Tribunal. Sus
ingresos se limitaban a los muy reducidos de la clínica, y al sueldo por la di-
rección de la Caja de Previsión, durante los cuatro últimos años.29 A ello se
añadían los generados por el patrimonio de su mujer. La casa donde vivía y
trabajaba era también bien privativo de ella. Nada decía de su sueldo como
ex ministro, del que se le retenían dos tercios desde que fue encarcelado.
Tampoco con él podía contar para saldar la multa. Lo reclamó y, en agosto
de 1937, la repuesta sería tajante, seguiría privado de los dos tercios mientras
estuviera en prisión.30 Pero antes de noviembre de 1936 la sanción estaba pa-
gada, aunque Villalobos careciera del dinero para saldarla. De nuevo los
amigos estuvieron a su lado. Le prestó dinero el Sr. Ibáñez, personalidad muy
conocida en Salamanca, director de la Caja de Ahorros, y que tenía un co-
mercio en la plaza del Liceo.31
Transcurridos los tres meses de arresto, Villalobos esperaba impaciente
el paso de aquel verano especialmente caluroso y la libertad, por eso retenía a
la familia en La Toja hasta su salida. Impaciente pero no inmóvil. Cuando ya
llevaba un mes entre rejas, además de las gestiones económicas, envió una
carta a su viejo amigo Miguel de Unamuno. Este, dada su posición de acepta-
ción de la sublevación en los primeros momentos, estaba en condiciones de
interceder por él ante las nuevas autoridades. Hacía veinte días que no se
veían, aunque el rector seguía visitando diariamente a su hija. Vivían cerca.
Entre la calle Bordadores y Ramón y Cajal sólo mediaba el palacio de Mon-
terrey con su torre, a la que el viejo rector cantó antaño: «Torre de Monte-
rrey, soñada torre / que mis ensueños madurar has visto, / tú me hablas del
pasado y del futuro / Renacimiento».32
La torre le hablaba ahora del presente y de ausencias, de angustias, de
«calvario». Entre otros, el de su amigo Filiberto Villalobos.
la humanidad, haciendo cuanto bien me fue posible, por amigos y por adversa-
rios. Con generosidad de la que sólo pueden acusarme mi mujer y mis hijos. Es-
toy inquieto por la suerte que me reserva el destino. Y no es por mí que tengo la
tranquilidad de los justos. Por mi mujer y por mis hijos que al fin tendrán que co-
nocer la realidad, que les omití para evitarles amarguras y sufrimientos. Para mi
hija Remedios será fatal la noticia y temo mucho por su salud. Si puede V. ate-
nuar mi situación se lo agradeceré en el alma. Es Vd. padre y conoce la pasión
que nos inspiran el amor y el dolor de los hijos. Confío mucho en su autoridad
moral y en la justicia de mi causa. Con todo el cariño que tengo por V. le hago
esta súplica en la seguridad de que será atendida. Le abraza su mejor y más fiel
amigo, F. Villalobos. Le agradeceré que la intervención sea inmediata. Urge mu-
cho una actuación decisiva de V.33
de su alma no pudo remitir este período tristísimo de nuestra historia. Dios le li-
bró de las pesadumbres y de las angustias que le ocasionaron los hombres, lle-
vándole con vuestra santa y buena madre a la mansión de los justos. Vuestro do-
lor es el mío que comparto con todo el cariño que tuve siempre para él y para
vosotros. Su recuerdo nos acompañará durante nuestra vida y honraremos su
memoria, siendo dignos vosotros del nombre que os dio y los que fuimos sus
amigos fieles y leales, correspondiendo con nuestra conducta al afecto que nos
prodigó constantemente. Con la expresión de mi sentimiento, recibid un abrazo
cordialísimo de vuestro mejor amigo, Filiberto.51
único persecutor, la suerte del médico habría cambiado con la muerte súbita
de aquél, en accidente aéreo el 3 de junio de 1937. Franco tenía poder sufi-
ciente para haberlo liberado, pero permaneció en la cárcel todavía más de un
año. Además, en la imagen que poseemos del dictador después de sus varia-
das biografías, sabemos bien que no le temblaba la mano al firmar el «Ente-
rado» de las penas de muerte. No se caracterizó por su clemencia, ni siquiera
ante los que podían considerarse sus amigos o compañeros.
DENUNCIAS EN LA CÁRCEL
Muerto Mola, Villalobos siguió en la cárcel todo el año 1937 y gran parte del
38. Días después de la muerte de aquél, se celebró el Consejo de guerra con-
tra Hedilla, su compañero de cárcel, y fue condenado a muerte. El suelo de la
celda debió de temblar bajo los pies del doctor Villalobos, al percatarse de
que esa podía ser también la suerte destinada a los mejores colaboradores del
Alzamiento. El dirigente falangista sería indultado después.
El médico, al parecer, no prodigaba las conversaciones con los encarcela-
dos ni fomentaba los paseos por el patio central con ellos.55 No por ello se li-
braría de ser objeto indirecto de denuncias. Entre las miserias morales de la
guerra, ésta es una forma de venganza, de autodefensa de los débiles o de los
que temen por su vida. En la cárcel de Salamanca coincidían los «presos polí-
ticos», objeto de la represión, y los presos comunes en el patio central; los
condenados a muerte salían al patio chico. Entre los comunes pasó por la
cárcel un ciudadano de derechas, vecino de Navamorales, acusado de des-
acato a la autoridad local. Villalobos le conocía desde hacía tiempo. Se salu-
daron y despidieron en la sala de oficiales al entrar y salir aquél de prisión,
según confiesa el propio médico. Aquilino, que así se llamaba el vecino de
Navamorales, un conocido conservador «de buenos antecedentes e ideología
derechista»,56 a la salida de la cárcel, a fin de junio de 1937, denunció que en
el patio central de la misma
se oía sin recato alguno que Bilbao no se tomaría por el Ejército Nacional, que el
General Mola no había muerto de accidente, sino que había sido copada toda la
fuerza y que habían muerto con dicho general; que S.E. el Generalísimo Franco
se estaba curando de una herida sin saber dónde, que le causaría su baja y que
con esto quedaban los dos mejores generales fuera de la guerra teniéndola así
perdida de todo punto ... que había oído conspirar a varios reclusos contra el
Ejército y el Glorioso Movimiento Nacional; que estaba tomada por los rojos la
capital de Segovia y la de Ávila estaba sitiada por los mismos ... y que los reclusos
en coro y tono burlesco (decían) estas palabras: «Se va a tomar Bilbao ¡Miau!» y
otras cuantas frases todas de tono de burla contra el Movimiento Nacional ...
que la guerra tenía que ser ganada por los bolcheviques ya que todo el dinero de
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España se hallaba en su poder y además que Rusia tenía más dinero, armas y ma-
terial bélico que todas las demás naciones que se pusieran contra ésta —y aña-
día— ... causándole asombro de que esto ocurra en una cárcel provincial en las
actuales circunstancias.
había sido condenado por tres meses. Desde la misma cárcel le recordará:
«Hubo un hombre, generoso y magnánimo, D. Diego Martín Veloz, que con
emoción fraternal que nunca olvidaré, me prodigó la ternura de su afecto y
la más noble y abnegada protección».60 Pero había perdido otro apoyo.
yos X, los pobres tuvieron siempre abiertas las puertas de mi despacho, a los que
traté con igual esmero y cuidado que a los enfermos de mejor condición social. Y
los que no eran pobres, no tuvieron nunca que agregar al dolor y a la tortura de
sus males, el daño a sus intereses por la cuantía de mis honorarios. Mis ingresos
como médico fueron siempre modestos. Le será fácil a V. E. la comprobación de
estas manifestaciones por las personas de la ciudad y de la provincia, pues ami-
gos y adversarios políticos, harán justicia a mi proceder.74
Nunca he creído que el hombre tenga dos personalidades: una para la vida
pública y otra para la vida privada. La condición moral de las personas, su con-
cepción espiritual de la vida y de los hombres, se reflejan con igual relieve y con
las mismas facetas en las actuaciones públicas, que en los actos particulares de la
sociedad y de la familia. Y la nobleza de mi condición personal, quizá excesiva-
mente ingenua para caminar por el mundo, se manifestó con igual vigor en mi
vida política. Nunca utilicé contra mis adversarios la injuria y la calumnia, la fal-
sedad y el engaño. A mí, en cambio, se me injurió, se me calumnió, muy especial-
mente en los últimos tiempos.75
Defiende haber luchado siempre por «la paz y el bien, no con la violen-
cia, sino dentro de la Ley y el Derecho —ambos con mayúscula— que es el
fundamento de la felicidad de los pueblos».76 Expresión que tiene, al menos,
un doble alcance, su propia defensa frente a otras opciones republicanas y
frente a las acusaciones de la derecha agraria en las elecciones de 1936, y un
velado ataque a sus propios verdugos que parecen apoyarse en los valores
que él rechaza. Fomentó la pacificación nacional, evitando la lucha de clases
y el divorcio y la discordia entre obreros y patronos, de las que se le acusa. Y
busca amparo en «mi espíritu siempre propenso a la concordia, a la tranqui-
lidad, a la paz, al vivir amoroso de los hombres», a la vez que invoca el «tono
de templanza, de humanidad, de tolerancia y de respeto para las ideas y las
creencias que fueron y han sido las características de mi política y de mi con-
dición personal».77
Su actitud de bonhomía no puede enmascarar sin embargo su reciedum-
bre en el cumplimiento del deber, aún a costa de perder las amistades: «Amis-
tades íntimas, cordialísimas, se entibiaron o se perdieron para mí, por ser un
ministro celoso de mis deberes».78 «He sido siempre un creyente de la ver-
dad», se define. «He sido y soy un hombre liberal», escribe con mayúsculas
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EL REGRESO A CASA
dicha ciudad, que casi con toda seguridad tuvo lugar en torno a los meses del
verano de 1939, respondiera al hecho de haber sido ministro y que apenas
tuviera para él consecuencias de ningún tipo. Se conoce de la existencia del
expediente por un documento que lleva fecha de 28 de agosto de 1939 y que
el juez instructor envió al Comisario Jefe Provincial de Investigación y Vigi-
lancia de Madrid, por otro del 27 del mes siguiente, que contiene la respues-
ta que éste a aquél dio y por un tercero que, datado el 4 de noviembre del
mismo año, el mismo juez envió al Delegado del Estado para la Recupera-
ción de Documentos de Salamanca.94 En el primero, en el que se indica que el
expediente se instruye «por orden de la Superioridad», el juez ruega al comi-
sario que «tenga a bien se practiquen las indagaciones pertinentes para venir
en conocimiento del último domicilio en esta ciudad del expresado inculpa-
do» y de «su actual paradero»; en el segundo, el comisario responde al juez
que «Filiberto Villalobos vivió en esta capital en calidad de huésped en el
Hotel Madrid, calle Carretas n.º 10, y, según referencias, parece ser que ac-
tualmente vive en Salamanca trabajando en su profesión de médico»; y en el
tercero, el juez solicita un «informe acerca de los antecedentes que consten
sobre si el nombrado pertenecía a la Masonería, grado obtenido y si ha sali-
do o no de la secta por baja voluntaria antes del 18 de julio de 1936». La res-
puesta a esta petición no debió de ser sino negativa ya que en el expediente
que sobre Filiberto Villalobos existe en el Archivo General de la Guerra Civil
Española, en cuyo origen se encuentra la Delegación del Estado para la Recu-
peración de Documentos de Salamanca, no consta referencia alguna a sus an-
tecedentes masónicos.
LA INMERSIÓN EN LA COTIDIANEIDAD
riormente se habían enfriado e incluso roto, a pisar con más asiduidad las ca-
lles de la ciudad —no así algunos de los lugares que, como el Casino, frecuen-
taba antes de la Guerra Civil— y a sentirse cómodo en ella y a pasear por la
plaza Mayor hasta el extremo de llegar a hacerlo prácticamente todos los
días después de comer con un grupo de amigos muy variado en el que se en-
contraban algunas personas cercanas al régimen y otras que habían tenido
problemas con él (Fernando Iscar, Emilio Firmat, Antón Oneca, Tomás Mar-
tín, Julio Tejero Nieves, Rufino Aguirre, Ricardo Espinosa, Javier de Monti-
llana...).98 En 1954 recibió un homenaje público de la Asociación de la Pren-
sa, de la que era el decano de su cuadro médico, con motivo del cincuenta
aniversario de su Licenciatura en Medicina.99 Filiberto Villalobos continuó
siendo muy reacio a hablar de la Guerra Civil y de la experiencia que en la
misma había sufrido y a comentar la situación política del momento, aunque
sí recordaría por aquel entonces con frecuencia la vida política de los años de
la Monarquía (ofreció en este sentido datos acerca de Melquíades Álvarez a
Maximiliano García Venero para la biografía que éste realizó sobre aquél).
El ex ministro se mantuvo siempre al margen de la vida oficial del régi-
men franquista, aunque éste mostrara hacia él una actitud cada vez más res-
petuosa y pese a que en algún momento se produjera entre ambos alguna re-
lación (el gobernador civil, Salas Pombo, requirió su opinión a finales de los
años cuarenta acerca de la política de huertos familiares, de la que ambos
eran muy partidarios; Juan de La Cierva, desde el Ministerio de Educación
Nacional, le pidió en 1950 que le enviara un retrato suyo para hacer con él
un cuadro, que habría de colocarse en la Galería de Ministros; y el mismo Fi-
liberto Villalobos intercedió en favor de varios maestros que habían sido de-
purados ante el propio Ruiz Giménez cuando éste dirigió el Ministerio).100 Se
abstuvo igualmente de desarrollar cualquier tipo de actividad política anti-
franquista (a pesar de que Hartmut Heine le sitúa en posiciones de oposición
activa a la dictadura).101 Y tampoco volvió a ocupar el cargo de consejero de-
legado de la Caja de Previsión Social, ni el de consejero de la Caja de Aho-
rros, del que también había sido destituido (por la propia Caja de Ahorros).
Filiberto Villalobos estuvo durante todos estos años completamente en-
tregado a su trabajo profesional. Fue una entrega mucho más intensa que la
que había desarrollado con anterioridad a la Guerra Civil, pues en la nueva
etapa los asuntos políticos y los cargos de gestión no le restaban tiempo algu-
no ni tenía que dedicar su atención a los baños higiénicos que entonces ex-
plotaba. En su casa de la calle Ramón y Cajal, su consulta, siempre repleta de
gente de todas las clases sociales y no sólo de la ciudad sino también de la
provincia, estuvo abierta por la mañana y por la tarde, salvo los domingos y
los días de fiesta.
El ex ministro ejerció en su consulta de médico generalista (mandaba a
sus pacientes a los respectivos especialistas cuando lo consideraba necesario)
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produjo en la mañana del 13 de febrero de 1955, después de que dos días an-
tes hubiera sufrido un infarto de miocardio. Murió con pleno conocimiento,
despidiéndose de todos los que le rodeaban y disponiendo que en su esquela
no figurara más que el título de médico, que su entierro fuera lo más sencillo
posible y que «se entregara a los pobres la diferencia que pudiera haber con
otro más lujoso».108 Antes de morir, un fraile del convento de los dominicos,
de los que su hijo Enrique era el médico y a los que él trataba en su consulta,
celebró una misa en la biblioteca de su casa, con el correspondiente permiso
del obispo Barbado Viejo, pese a que el ex ministro era un católico no practi-
cante (sí lo era, y mucho, su mujer).109
La muerte de Filiberto Villalobos, cuya noticia se extendió rápidamente
por la ciudad y la provincia y, a través de los corresponsales de las agencias
periodísticas, por el resto de España, provocó desde el primer momento una
gran movilización social.110 Durante todo el día 13 y parte del 14 (hasta que
a las doce horas diera comienzo el funeral en la iglesia de la Purísima) se for-
maron ante la casa mortuoria interminables colas de salmantinos —muchos
de ellos llegados de la provincia— y de algunas otras personas que vinieron
de otras ciudades para expresar a la familia su dolor y firmar en los pliegos
que a tal efecto allí se habían depositado. Y se contaron por miles los hom-
bres y mujeres que no pudieron seguir directamente el desarrollo del funeral
porque desde horas antes de que éste diera comienzo la iglesia se encontraba
absolutamente abarrotada de gente. Más de dos horas estuvieron los familia-
res recibiendo en la iglesia el pésame de cuantos quisieron pasar a dárselo al
final del acto religioso y sumamente dificultoso resultó después trasladar el
féretro al cementerio ante la que, sin duda, fue una de las concentraciones
humanas más multitudinarias que la ciudad ha tenido.111
Las muestras de dolor se expresaron también en forma de esquelas, tele-
gramas, cartas y llamadas telefónicas.112 Lo hicieron instituciones —el Mi-
nisterio de Educación Nacional, la Caja de Ahorros, la Diputación Provin-
cial, etc.—, personalidades muy diversas —el obispo, el rector (Antonio
Tovar), que asistió al funeral con otros doctores y con traje académico, nu-
merosos superiores de órdenes religiosas, políticos, como Gil Robles, con los
que había tenido relación antes de la Guerra Civil, etc.— y personas corrien-
tes que eran amigas, o simplemente conocidas, de la familia.
La movilización social que la muerte de Filiberto Villalobos provocó, en
la que se produjeron infinidad de escenas cargadas de emotividad, fue un
auténtico homenaje que, como expresión del enorme afecto que le tenían, los
salmantinos tributaron a un hombre bueno, de gran humanidad y con un es-
pecial don de gentes. Pero probablemente tan importante movilización no
pueda explicarse en su totalidad si no se tiene en cuenta la dimensión pública
que de su figura aún pervivía en la memoria colectiva de muy amplios y va-
riados sectores de la ciudad y la provincia (en la misma prensa del día 15 de
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11
«¡Dios se ha hecho
generalísimo nuestro!». Dichos y
hechos de Castro Albarrán,
magistral de Salamanca(1896-1981)
Ricardo Robledo
Universidad de Salamanca
¡Ah! Cuando se sabe cierto que al morir y al matar se hace lo que Dios quie-
re, ni tiembla el pulso al disparar el fusil, o la pistola, ni tiembla el corazón al en-
contrarse cara a la muerte ... ¿Dios lo quiere? ¿Dios quiere que yo, si es preciso,
muera, y si es preciso, mate? ¿Es esta una guerra santa o es una execrable milita-
rada? ... Los valientes que ahora son rebeldes, son precisamente, los hombres de
más profundo espíritu religioso, los militares que creen en Dios y en la Patria, los
jóvenes de comunión diaria ... Será nuestro grito el grito de los cruzados: Dios lo
quiere. ¡Viva España Católica! ¡Arriba la España de Isabel la Católica!27
Españoles, extranjeros:
Al acercarme en este momento al micrófono, se me pone el alma de rodillas.
Poned también de rodillas vuestro espíritu todos los que me oís y escuchad la
nueva que os traigo.
... El Ejercito nacional español, al conquistar Málaga, ha rescatado la mano
bendita de Santa Teresa.28
Lo que hacía el magistral en estas charlas era verter parte de los libros que
estaba escribiendo en lo que podría denominarse trilogía de guerra (Guerra
santa, Este es el cortejo, La gran víctima, que se abría con fotos y dedicatorias
autógrafas de Franco y Gomá), además de la edición corregida y ampliada de
El derecho a la rebeldía, que publicó al final con el título Derecho al Alza-
miento. Publicar cuatro libros en menos de tres años recuerda la misma rigu-
rosidad (historia en siete días o un libro por mes) de textos publicados sesenta
años después29 y éxitos similares (Derecho al Alzamiento publicado en 1940,
alcanzó la cuarta edición al año siguiente, y como de costumbre todos, salvo
Guerra santa, publicados y distribuidos por el autor.
Guerra Santa, el más doctrinal de la trilogía de guerra, (elaborado al mis-
mo tiempo que el dominico Menéndez Reigada defendía tal concepto ante
Maritain)30 se basa en las fuentes de lo que podríamos llamar el «Manual del
ilegitimador», Derecho a la rebeldía (de donde procedía junto con Acción
Española una cuarta parte de las referencias), con la actualización que exigía
el momento: Franco, Mola, José Antonio, junto con Gomá, mucho más que
Pla y Deniel, es decir, los autores o avaladores del golpe militar sumaban un
tercio de citas. Para el resto de fuentes se acudía principalmente a encíclicas
papales (20% de las referencias, con especial incidencia de la bendición pa-
pal de septiembre de 1936),31 pero la clave estaba en conseguir el título de
Cruzada del Vaticano, que después de dos meses de guerra guardaba silencio
oficial. Como es sabido, Pío XI recibió a unos quinientos españoles en Cas-
telgandolfo el 14 de setiembre de 1936; en su alocución, distribuida en caste-
llano entre los asistentes, no sólo no dijo nada de cruzada o guerra santa,
sino que expresó su horror por aquella guerra fratricida. El discurso conve-
nientemente mutilado, fue apropiado (y citado unas seis veces): «Desde este
momento, desde la bendición del Papa, la guerra española cobra anchuras de
catolicidad y es oficialmente Cruzada. Guerra santa» (p. 115); Castro Alba-
rrán que conocía la versión completa (la había publicado el Boletín del Obis-
pado de Salamanca) quitó importancia a dos o tres frases, las que precisa-
mente podían anular el discurso de intransigencia (y exterminio): «¿Y los
otros? ... No podemos dudar ni un instante sobre los que nos toca hacer a no-
sotros —decía Pío XI— y a vosotros: amar a estos queridos hijos y hermanos
vuestros, amarlos con un amor particular hecho de compasión y de miseri-
cordia ... y rezar para que estén con nosotros».32 Cuando el canónigo Galle-
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gos Rocafull pudo leer este discurso en París se sintió aliviado porque «el
Papa recordaba la gran verdad evangélica de que hay que amar, bendecir y
convertir a los perseguidores.33
La forma de argumentar del magistral de Salamanca se completaba con
otra pirueta que repetiría más de una vez, la de quitar legitimidad a las eleccio-
nes constituyentes de junio de 1931 y a las de febrero de 1936, es decir, sólo
eran legítimas las elecciones de noviembre de 1933 ganadas por la derecha.
Había dos hechos que, si no invalidaban la idea de Cruzada, minaban su
consistencia. Los enemigos de la Reconquista se habían convertido ahora en
tropa de elite del ejército de Franco mientras que los católicos vascos y cata-
lanes defendían la República. La primera contradicción se resolvía con recur-
sos retóricos
¿Qué hará la Iglesia con España y con Franco? La iglesia agradecida, pone
un beso maternal en la frente de España. Y un beso en la frente de Franco. ¡GUE-
RRA SANTA! ¡La más santa de todas las guerras! Dios se ha hecho Generalísi-
mo nuestro...!36
A LA SOMBRA DE GOMÁ
turales dificultades, he pensado que V. podía resolver mi dificultad. ¿No será po-
sible que V. me agregue a alguno de los equipos recuperadores que habrán de ir?
Mire V. si es posible y no deje de hacerlo. Pienso que la principal labor habremos
de realizarla a base de lo que se descubra en Madrid, pero, si es posible ir, tam-
bién, por ejemplo, a Valencia, mejor que mejor. Acépteme, pues, aunque sea
como un hermano lego de su edificante cofradía. Y mándeme por esos rojos
mundos, que quiero verlos antes de que pierdan el rojo vivo que luego yo sabré
pintar a ojos encandilados de las gentes.
Ya sabe V. que trabajamos juntos el P. Bayle y yo. El querría también ir, so-
bre todo, a Madrid.
Esperamos, pues, órdenes.
Muy obedientes y muy agradecido.
Suyo afmo. A. Albarrán.42
9-V-1940
Marcelino Ulibarri. PRESENTE
«Mucho le agradeceré que al revolver papeles de sus ricos archivos, no se olvi-
den de lo que interesaría para nuestra Revista que es decir para la casi UNICA
PROPAGANDA que se hace en el extranjero. Los documentos que nosotros utili-
zaríamos son los que indico en el pliego adjunto. De vez en cuando me permitiré
molestarle por si han hallado algo que nos pueda servir. Mil perdones y mil gracias
DE REBUS HISPANIAE
DISTINTAS CLASES DE DOCUMENTOS QUE INTERESARÁN
5. Los que descubran las hipocresías de los Personajes que más intervinieron en
la cuestión religiosa por parte de los rojos.
una retirada de la vida activa que no se produjo, y de nuevo, ante los aires re-
novadores de la Iglesia, como si fuera un Alonso Quijano, salió en defensa de
las esencias de la iglesia eterna adulteradas por el Concilio Vaticano II. Las
cinco conferencias «para hombres» pronunciadas sobre el Vaticano II en la
catedral de Madrid (seguía siendo el magistral), fueron editadas en 1967 con
el plácet del arzobispo Casimiro Morcillo.53 Don Aniceto no compartía la
idea de «que toda guerra religiosa debe considerarse proscrita», algo que
obligaba a cuestionar la Reconquista, la colonización de América y por su-
puesto «nuestra guerra de liberación». El derecho a la rebeldía, «escándalo
de cristianos demócratas, pero bandera y espada de Cruzados», era desem-
polvado de nuevo para enfrentarse como treinta años atrás «a las insidias de
La Croix, L’Esprit, La Vie intellectuel y todos los demás de la misma estofa».
Toda la oratoria propia del barroquismo de un Fray Gerundio de Campazas
se desataba para señalar los males en caso de no respetar el Imperio y defen-
der «el apoyo del brazo armado a la mano que bendice»; empezaba en los
Reyes Católicos, seguía con los conquistadores y concluía con Franco: «aho-
gad, en fin, el grito del 17 de julio de 1936, y no sé quiénes hubiesen quedado
para llorar el finis Hispaniae».54 Como en la literatura de los años 30, esta-
mos ante un retoricismo hueco, «imágenes que en definitiva no tienen otro
cometido que el disimular bajo la hojarasca lírica la incongruencia de los
contenidos que transmiten».55
Si la evolución de la iglesia oficial iba dejando menos espacio a Castro
Albarrán, el incidente ocurrido en junio de 1971 tuvo que marcar el gran de-
clive del «canónigo de púlpito de Salamanca», como alguna vez se autodeno-
minó, cuando ya era magistral de Madrid. Uno de los atractivos de la noche
madrileña era la celebración en la «boite-discoteque» New Sunset (Calle Tu-
tor, 1) de «shows-debates» en los que se enjuiciaban «temas candentes de ac-
tualidad» tales como «Proceso al toro de lidia» «Proceso a lo camp». Ade-
más de fiscal y abogado defensor, el periodista Julio Camarero hacía de juez,
y había jurado en la sala. El jueves 3 de junio, el banquillo se reservó para el
divorcio, actuando como fiscal Don Aniceto de Castro (como figuraba en la
propaganda) y como defensor Alfonso Paso.56 El show empezaba a la una y
media de la madrugada y allí, con sotana de treinta y tres botones, el ilustre
sacerdote con cinco doctorados convirtió la pista en púlpito para predicar
contra el divorcio. El resultado fue desastroso; el jurado votó a favor de las
tesis de A. Paso en la proporción de diez a uno. Desde las páginas de El Alcá-
zar, el periodista mostró su disgusto por el éxito logrado por la opción divor-
cista que atribuyó «al ambiente disparatadamente divorcista y enconadamen-
te divorcista». Alfonso Paso creía que el divorcio debía ser una excepción y
se alineó con Don Aniceto en la prensa en contra de aquellos «energúme-
nos» que llenaban la New Sunset, felicitádole por ser «un sacerdote fantásti-
co», por su gallardía y su catolicismo; era un cura de los de verdad, «muy dis-
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tinto de esos curas de pantalón y pullover, que hablan de Marx y Lenin». Re-
conoció que le hubiera gustado ganar pero sólo por la mínima diferencia. No
lo vio así el informante que se dirigió al Vicario General de la Archidiócesis
No creo que una «BOITE» sea el marco adecuado para que un clérigo man-
tenga una controversia seria sobre temas relativos al matrimonio; aun con los
mismos interlocutores (y ya es suficiente tolerancia) podría haberse buscado otro
lugar. Resulta escandaloso para todos este «debate-show» —así lo llaman— en
una sala de fiestas, casi diría un motivo de jugoso comentario para Carandell en
su ya famosa «España insólita». No sé si para ser más «show» se repartieron en-
tre los asistentes ejemplares de un libro titulado «Serafinillo» y perdóneme la iro-
nía su Ilustrísima. Le ruego dispense cierta rudeza en mi escrito, pero creo justo
mi indignación de cristiano y confío plenamente en que el Arzobispado tomará
las medidas oportunas para por lo menos atenuar los efectos del escándalo.57
Abreviaturas
utilizadas en las notas
ARCHIVOS
PUBLICACIONES
AVB = Església i Estat durant la segona República espanyola, 1931-1936: arxiu Vi-
dal i Barraquer: textos en la llengua original.
BOE = Boletín Oficial del Estado.
BOJDN = Boletín Oficial de la Junta de Defensa Nacional.
BOPSA Boletín Oficial de la Provincia de Salamanca.
PARTIDOS, ORGANIZACIONES
AR = Acción Republicana
BAS = Bloque Agrario Salmantino
DLR = Derecha Liberal Republicana
IR = Izquierda Republicana
IRA = Instituto de Reforma Agraria
PRC = Partido Republicano Conservador
PRP = Partido Republicano Progresista
PRR = Partido Republicano Radical
PRS = Partido Radical Socialista
PRLD = Partido Republicano Liberal Democrático
UAS = Unión de Agricultores Salmantinos
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Notas
Prólogo
brero y marzo de 1938, quien nos asegura que lo que caracteriza a todos los mi-
nistros que forman el primer gobierno de Franco es su absoluta mediocridad.
12. Sancho Dávila, José Antonio, Salamanca...y otras cosas, Afrodisio Aguado,
Madrid, 1967, p. 101.
13. Angel Alcázar de Velasco, Los 7 días de Salamanca, G. Del Toro editor, Ma-
drid, 1976, pp. 79-84, 123-128 y 131-133.
14. Blanco, Miguel de Unamuno. Diario final, p. 677.
15. Blanco, Miguel de Unamuno. Diario final, pp. 612 y 701.
16. Blanco, Miguel de Unamuno. Diario final, p. 672.
17. Blanco, Miguel de Unamuno. Diario final, pp. 692 y 676.
Introducción
1. «Debo decirte que cada una de las palabras de tu carta ha sido leída, releída y
pesada por mí, y que seguiré teniéndola en cuenta constantemente», le escribe
José Antonio el 24 de octubre de 1934. Puesto que se alude varias veces a Bravo
a lo largo de este libro presento una aproximación biográfica. Francisco Bravo
Martínez (1901-1968), hijo de un militar salmantino, aunque soriano de naci-
miento, vino de niño a Salamanca y estudió magisterio en la Escuela Normal de
Salamanca (1916-1920). En los felices años veinte se mostraba en la tertulia
«Peña Brujos» del Novelty «ferviente admirador» de Hitler y Mussolini. Amigo
personal de Ledesma Ramos, formó parte del grupo dirigente de las Juntas de
Ofensiva Nacional Sindicalista en 1931 y fue redactor jefe de La Gaceta Regio-
nal (1926-1936). Impulsor del Bloque Agrario y Secretario de la Federación
Gremial Salmantina. Cuando conoció a José Antonio Primo de Rivera en marzo
de 1934 en Valladolid acabaron las discrepancias convirtiéndose en su mano
derecha («Lo que precisamos-recuerda el programa nazi- es un conjunto dema-
gógico, de alta y tensa demagogia, de postulados fácilmente inteligibles y sin li-
teratura», le dice a Jose Antonio en carta del 12 de octubre de 1934). Fue Bravo
quien presentó Unamuno a José Antonio en febrero de 1935 acompañándolo a
su casa; estuvo en la reunión de Gredos como recoge la famosa foto con Ruiz de
Alda y Onésimo Redondo. Fundador de la Falange salmantina fue encarcelado
en 1936 por su implicación en la compra de armas. Diversos testimonios orales
le hacen responsable de la represión en Salamanca que un estremecedor testimo-
nio corrobora (fue publicado por R. Robledo, en Historia de Salamanca. Siglo
Veinte, Centro de Estudios Salmantino, 2001, p. 329). Próximo a Hedilla, supo
salir a flote en las luchas de Falange de abril de 1937. Dejó Salamanca para diri-
gir La Voz de Galicia en diciembre de 1937. En enero, con motivo del quinto
aniversario de la llegada de Hitler al poder, publicó un artículo en el que se con-
gratulaba de ser «uno de los primeros fascistas españoles» que vaticinó el éxito
de Hitler. Fue destituido a los pocos meses por reproducir dos veces el discurso
de Yagüe publicado en Burgos en el que éste lanzó la consigna de la revolución
nacional española al cumplirse el aniversario de la unificación. Fue alcalde de
Salamanca, delegado de la Vieja Guardia, consejero provincial del Movimiento,
procurador en Cortes, Delegado provincial del Ministerio de la Vivienda y Di-
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Corazón, los marqueses de Castellanos, de Llen, los Mirat, Íscar... Conrad Kent,
Luis González de la Huebra y los orígenes de la modernidad en Salamanca, Con-
sejería de Educación y Cultura, Valladolid, 2001, pp. 172-175.
8. Diversos textos sobre la cuestión meridional en A. Gramsci, Antología, México, Si-
glo XXI, 1970, ed. de M. Sacristán; puede verse un resumen de sus ideas compara-
das con las de Weber, Habermas y otros autores en http://www.afyl.org/fp15.pdf.
9. A diferencia de hoy donde la fabricación del consentimiento se considera explí-
citamente como una manipulación justa y necesaria: si no te quieres proteger
por la fuerza de «la rabia y las pisadas de un rebaño desconcertado», tendrás
que hacerlo mediante «la fabricación del consentimiento» calculada y es fun-
ción de las minorías inteligentes llevar a cabo la manipulación de las actitudes y
opiniones de las masas, Peter R. Mitchell, J. Schoeffel, eds., N. Chomsky, ed.
Crítica, Barcelona, 2002, p.29.
10. La Gaceta Regional, 5 de junio de 1933, citado en J. Aróstegui y J. A. Blanco,
«La República, encrucijada de cambio: Salamanca y las tensiones políticas en
los años treinta, en Sueños de concordia: Filiberto Villalobos, p. 333. Estas de-
claraciones se hicieron en la Asamblea de la Asociación Femenina para la Edu-
cación Ciudadana (AFEC), curiosa denominación entonces de la educación ca-
tólica; para la dureza de otros ataques que motivaron el encarcelamiento del
director de la publicación, véase el capítulo 3.
11. Algunos ejemplos son los de Bautista y Belestá, Brusi, Cobaleda, cuatro herma-
nas Diego y Curto, Fernández del Campo, Gil y Quiñones, las cuatro hermanas
Huebra (dos de ellas religiosas), cinco Lamamié de Clairac (dos religiosas), dos
hermanas Jiménez del Rey, Íscar Peyra, dos hermanas Mirat, dos Esperabé, Pé-
rez Tabernero, cuatro hermanas Salinas-Medinilla, etc. El nuevo edificio de las
Esclavas en el Paseo del Rollo estaba terminado en 1907, Memoria del Colegio
de Salamanca desde sus comienzos hasta el XXV año de su fundación, 1899-
1924. Talleres Voluntad, Madrid, 1925. Catálogo de la Congregación Mariana
de San Estanislao establecida en la Iglesia de PP. Jesuitas de Salamanca, Estab.
Tip. de Calatrava, Salamanca, 1919. Inmaculada. Revista mensual órgano de
las congregaciones marianas de estudiantes de Salamanca (Director Juan La-
mamié de Clairac (S.J.), primer n.º, 31-I-1923). Salmántica. Publicación de la
Federación de Estudiantes Católicos. Real Servicio Eucarístico Nocturno, Sec-
ción de Salamanca, etc.
12. J. M. Álvarez Domínguez,“Mujeres en política durante la II República (Acción
Femenina Leonesa a través de la prensa [1931-1936])”, en Tierras de León,
120-121, 2005, pp. 255-285.
13. Los archivos eclesiásticos conservan los informes de «statu animarum» que da-
ban cuenta del grado de cumplimiento de las obligaciones religiosas con informa-
ción, a veces detallada, sobre la difusión de «la prensa sectaria» y otros datos; se
han publicado los de Huelva, Juan Órdoñez Márquez, La apostasía de las masas
y la persecución religiosa en la provincia de Huelva 1931-1936, CSIC, Madrid,
1968. Véanse los informes de los párrocos en los Tribunales de Responsabilida-
des Políticas, Luis Castro, Capital de la Cruzada: Burgos durante la Guerra Civil,
Crítica, Barcelona, 2006, p. 287. Un caso realmente insólito en la iglesia de Casti-
lla y León fue el del canónigo Jerónimo García Gallego, que se presentó como re-
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27. Por ejemplo, El peregrino de las estrellas (1915) de Jack London, donde el pri-
sionero aprende a liberarse del sufrimiento por medio de un esfuerzo de la ima-
ginación que segrega de sí otro cuerpo, de naturaleza intangible, que le hace
transportarse a otra situación y otro mundo totalmente diferente del de la pri-
sión. Debo estas observaciones al profesor Fernando R. de la Flor.
28. El 28 de diciembre de 2006 fue presentada en la sesión del pleno del Ayunta-
miento de Salamanca una moción del grupo municipal socialista para «reivin-
dicar públicamente la dignidad de todos los concejales elegidos democrática-
mente durante la II República y destituidos en el mes de julio de 1936, y
condenar la represión padecida por miembros de la corporación municipal, en
especial los asesinatos que sufrieron el alcalde Dr. Casto Prieto Carrasco y los
concejales D. Manuel de Alba Ratero, D. Luis Maldonado Bonatti y D. Casimi-
ro Paredes Mier y la anulación de la destitución como concejal de don Miguel
de Unamuno realizada en octubre de 1936». La propuesta fue rechazada por
11 votos a favor y 15 en contra. La argumentación del portavoz del equipo de
gobierno fue la siguiente: «La estrategia nacional del Partido Socialista [sólo
puede entenderse en un contexto] de romper el consenso constitucional del 78
y de fomentar iniciativas que dividan a los españoles en vez de unirlos. Esa es-
trategia nacional que tiene además como premisa básica el aislamiento del Par-
tido Popular para evitar la alternancia política, esencial en una democracia, se
ha concretado ya en cuatro líneas de actuación muy claras. El estatuto de Cata-
luña, la agresión a las creencias religiosas mayoritarias de los españoles, la ren-
dición del Estado y la democracia ante ETA-Batasuna y la llamada recupera-
ción de la memoria histórica», Libro de Actas del Ayuntamiento de Salamanca
de 28 de diciembre de 2006. El Ayuntamiento de Salamanca organizó una ex-
posición «El archivo de la memoria rota» en el primer trimestre de 2007 con el
objetivo de «preservar intacta la memoria de todos los españoles», campaña re-
lacionada con el denominado «expolio» del archivo de la guerra civil. Sobre
memoria para unos y Alzheimer para otros, puede consultarse mi artículo
«Memoria histórica», El Adelanto, 29 de junio de 2006.
29. Diccionario enciclopédico, ilustrado y crítico de los salmantinos ilustres y be-
neméritos (1952). Diccionario enciclopédico, ilustrado y crítico de los hombres
de España (1956) con prólogo del Conde de Romanones.
30. Sólo en 1983 el alcalde socialista Jesús Málaga reconoció la labor del alcalde
Prieto Carrasco.
31. Lo cuenta el profesor Sánchez Granjel en Casto Prieto Carrasco, Dos estudios
sobre la enseñanza de la medicina en la Universidad de Salamanca, Universidad
de Salamanca, Salamanca, 1986, p. 17.
32. Ricardo Robledo, “Salamanca en la Historia Contemporánea ¿un desierto his-
toriográfico?», Actas del Primer Congreso de Historia de Salamanca (1989),
Centro de Estudios Salmantinos, Salamanca, 1992, pp. 9-33.
33. Ricardo Robledo, (coord.), Historia de Salamanca. Volumen V: Siglo Veinte,
Centro de Estudios Salmantinos, Salamanca, 2001. La obra fue dirigida por
Jose-Luis Martín. Los errores de identificación de algunas víctimas, de los que
se habla en la nota 144 del capítulo 4 fueron advertidos por el editor en R. Ro-
bledo (coord), El siglo de Salamanca, Tribuna de Salamanca, Introducción de
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PRIMERA PARTE
1. José Sánchez Rojas, «La reforma agraria» artículo póstumo recogido en J. Mo-
reiro Prieto, Sánchez Rojas, crónica de un cronista, Salamanca, Centro de Estu-
dios Salmantinos, 1984 pp. 84-85.
2. Francisco Bravo, José Antonio. El hombre, el jefe, el camarada, Ediciones Es-
pañolas, Madrid, 1939, pp. 72-73.
3. José María Gil Robles, No fue posible la paz, Ed. Ariel, Barcelona,1968, p. 85.
4. «La vida era solemne / puro y sereno el pensamiento era / sosegado el sentir,
como las brisas / mudo y fuerte el amor, mansas las penas / austeros los place-
res / raigadas las creencias / sabroso el pan, reparador el sueño / fácil el bien y
pura la conciencia», Gabriel y Galán, «El ama» (1901). Para mayor detalle so-
bre el problema agrario en Salamanca, Ricardo Robledo, «Dejar el campo,
comprar la tierra: Población, Economía y Sociedad (1880-1930)», R. Robledo,
(coord.) Historia de Salamanca, Tomo V. Centro de Estudios Salmantinos,
2001; «Villalobos y el problema agrario en Salamanca, 1900-1931», R. Roble-
do (coord). Sueños de concordia, Caja Duero, Salamanca, 2005.
5. Los diversos Planes de Aplicación realizados por los ingenieros agrónomos de cara
a la aplicación de la reforma agraria exponen a menudo la situación de bastantes
pueblos rodeados por la gran explotación adehesada y el aumento de desempleo
cuanto mayor era la dedicación a pastos; a título de ejemplo, Plan de Aplicación de
Aldeanueva de Portanovis y Collado de Yeltes, Archivo IRA 37/14, 37/25.
6. Francisco Sánchez López y A. Calabuig, «La gran propiedad rústica de la pro-
vincia de Salamanca», VV.AA., Estudio integrado y multidisciplinario de la de-
hesa salmantina, Unesco, Salamanca-Jaca, 1978, Luis E. Espinoza, «De la espe-
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76. Telegrama. Sociedad Obrera de Bóveda del Río Almar a Subsecretario. El ele-
mento patronal no cumple disposiciones sociales, jactándose el Alcalde de que
las Bases no se aplicarán en el municipio, 26-XII-1932. Ministro a Goberna-
dor: El Subsecretario de Trabajo le ha comunicado que en Villaverde de Guare-
ña los patronos se niegan a dar trabajo a los obreros asociados, exigiéndoles el
ingreso en el grupo agrario. No aceptan tampoco las Bases. Que intervenga el
Gobernador. 23-III-1932. Legajo 7.A., Expediente 22, FF. CC. AHN. La de-
nuncia de las represalias de Alicio Cobaleda (vocal propietario del Jurado Mix-
to) contra los afiliados a las sociedad obrera de Cubo de Don Sancho a quienes
dejan sin trabajo, en Tierra y Trabajo, n.º 68, 21 de enero de 1933.
77. Secretario del Gobierno Civil. Gobernador Civil interino a Ministro. 1-X-
1932: A las 21 horas de ayer la directiva del Bloque Agrario, ejecutando acuer-
do de la Asamblea celebrada el 25 de septiembre, repartía las hojas invitando a
suspender y aplazar la siembra hasta conocer las bases del Jurado Mixto. In-
cautación en el domicilio social de las hojas y detención del Presidente Ernesto
Castaño, Clausura del centro y orden de detención de la Junta Directiva. Orden
a la Guardia Civil para que vigile en los pueblos a los elementos del Bloque; Le-
gajo 6.A. Expediente 53. FF.CC. Ministerio del Interior. Serie A, AHN. El en-
carcelamiento de los dirigentes donde estaba también Ramón Olleros en la pri-
mera página de El Adelanto, 1-X-1931. El 7 de octubre estaban todos en
libertad, salvo Castaño que permaneció detenido unas semanas más; el encar-
celamiento de Castaño le hizo un mártir en la campaña electoral de 1933, La
Gaceta Regional, 11-XI-1933, p. 4. Para mayor detalle, Juan José Rodriguez
Almeida, «Bases de trabajo rural y conflictos sociales en Salamanca, 1932-
1936» Studia Historica. Contemporánea Vol. IV, n.º 4, 1986, pp. 205-223. «El
despliegue táctico cedista en Salamanca, 1931-1936», Salamanca. Revista Pro-
vincial de Estudios n.º 26, 1990, pp. 107-156.
78. La Gaceta Regional, 26-IX-1932. La respuesta fue: «30.000 afiliados al Sindi-
cato y la Federación Provincial, con los suyos, se ofrecen al Gobierno para la-
brar los terrenos que se pretenden dejar incultos», El Adelanto, 28-IX-1932. El
escrito fue contestado ese mismo día por E. Castaño (La Gaceta era periódico
vespertino) argumentando que el proceder era legal, que las explotaciones agrí-
colas llevaban años con pérdidas pues el coste de labor de la huebra era más de
200 pesetas y los ingresos 175 pts. La Gaceta Regional, 28-IX-1932.
79. La intervención de Gil Robles, Diario de Sesiones, 18 de octubre de 1932. Según
el ministro de Agricultura, las cuentas que exponía Gil Robles se hacían seña-
lando en los gastos los de las regiones ricas y los ingresos de las pobres. Presen-
taba cifras exageradas, por ejemplo en el abonado: según los datos del Ministe-
rio, el consumo de abonos en Salamanca ascendía a 6.181.000 pts. para
323.000 ha de cultivo (231.000 ha de cereales). El gasto de abono mineral por
ha era de 21,45 pts. mientras que Gil Robles argumentaba que eran más de 125
pts. Diario de Sesiones, 21-X-1932.
80. «Fueron los agrarios —decía Marcos Escribano— los que facilitaron que Tave-
ra fuera presidente y Escanilla Vicepresidente del jurado mixto y los que elabo-
raron aquellas bases que llevaron la ruina al campo», El Adelanto, 16-XI-1933.
81. Según la cláusula 8, si el obrero hubiera ganado en la recolección de 1931 ma-
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yor cantidad «en un día» que la que resultara de la aplicación de las bases de
1932, el salario de las bases de 1932 se incrementaría en un 20%.
82. Lista del Gobierno civil del 17 de noviembre de 1933, copia en Archivo de I.
Francia.
83. Desde las páginas del Semanario que dirigía Andrés Manso se criticó así a Largo
Caballero por el cese del Presidente del Jurado Mixto de Trabajo Rural: «Parece
fatal que cuando un ministro socialista se ocupa de las organizaciones obreras de
nuestra provincia, haya de hacerlo siempre para facilitar armas al adversario ... a
“Gilito”, [Gil Robles], y a “Marquitos” [Marcos Escribano]. Cuando no ha ha-
bido Jurado Mixto se ha estado incluso mejor que con él, puesto que su existen-
cia supone transigir. Con todo las Bases de trabajo no se cumplen. Se debe la re-
colección a miles de obreros sin que el Jurado haya intervenido. Las infracciones
no suponen sanción, las multas impuestas a los patronos no se pagan». Tierra y
Trabajo, n.º 63, 30-XI-1932.
84. «Los partidos republicanos de Salamanca a la opinión pública», «El Ayunta-
miento de Salamanca hace todo lo posible y aún más de lo posible para solucio-
nar la huelga», «La Unión General de Trabajdores considera un agresión a la
República toda huelga no autorizada por su Comité Nacional» fueron los suel-
tos que publicó el Boletín Oficial de la Provincia de Salamanca. El paro general
empezó el sábado día 10. El Adelanto no salió hasta el 17 de diciembre.
85. Los sucesos de Macotera se juzgaron un año después, El Adelanto, 15-XII-1933.
«La Federación Provincial Obrera escribe la página más brillante de su historia sin-
dical. DURANTE SIETE DIAS LA HUELGA GENERAL HA SIDO UNÁNIME,
PARALIZÁNDOSE, CASI EN ABSOLUTO, LA VIDA ACTIVA DE LA PRO-
VINCIA.», Tierra y Trabajo, n.º 65, 20 de diciembre de 1932. Véase también, Paul
Preston, La destrucción... p. 138. Salamanca ocupó el puesto n.º 8 de España por el
número de huelgas en 1932, y el n.º 26 en 1933, según Anuario Estadístico de 1934.
86. Acuerdo del Jurado Mixto de Trabajo Rural de 18 de febrero, Boletín Oficial
de la Provincia, 24-II-1932.
87. Véase nota 79. Se aceptaron 1.010 de las 8.813 reclamaciones que se habían
presentado, y el fallo llegó a mediados de noviembre (víspera de las elecciones).
El Boletín Oficial de la Provincia se llenó de reclamaciones de un buen número
de pueblos que fueron apareciendo desde abril a mediados de noviembre de
1933; en la relación constaba el patrono, vecindad, obrero y cantidad reclama-
da; no se excluye que un mismo obrero reclamara a varios patronos; las cifras
que damos proceden del recuento de cada uno de los boletines.
88. Rodríguez Almeida, «Bases de trabajo...», p. 214. El asunto clave era la liber-
tad de contratación; las disposiciones de 28 de noviembre de 1932 dejaban
cierto margen que era anulado en las modificaciones de junio de 1933 pues era
el sindicato quien asignaba los obreros por riguroso orden de inscripción.
89. No fue la reacción patronal a la huelga en plena recolección (No fue posible la
paz, p. 73), sino el rechazo a la prohibición de cuadrillas, o el rechazo a los
obreros que enviaba la Oficina de Colocación.
90. «Gobernador a Ministro. Publicada en La Gaceta una Circular de Unión de
Agricultores Salmantinos y Bloque Agrario incitando a patronos al incumpli-
miento disposiciones oficiales respecto a disolución cuadrillas de segadores
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para ser distribuidos por Oficina Provincial de Colocación Obrera con arreglo
a dichas disposiciones y considerando contexto de dicho escrito pudiera ser
delictivo lo denuncia al Fiscal que lo remite al Juzgado para incoar sumario y
secuestro de ejemplares». 20-VI-1933, Legajo 50.A, Expediente 18, FF.CC.
Ministerio del Interior. Serie A. A.H.N. «Somos reos del mismo delito que
nuestros compañeros», era el título que acompañaba la información de la mo-
vilización patronal: «El aspecto que ofrecían los alrededores de la cárcel era
verdaderamente magnífico», La Gaceta Regional, 22-VI-1933. El Gobernador
remitió esta noticia, «por si pudiera revestir caracteres de delito».
91. La Gaceta Regional, 10-VI-1933. Para mayor detalle, Javier García Martín,
«Actitudes político-sociales de la clase patronal salmantina...» en Tusell et al.,
Estudios sobre la derecha española contemporánea, 1993.
92. El Adelanto 11-VII-1933, según el gobernador la huelga afectó a 25 pueblos,
especialmente Salvatierra de Tormes. Un bando del gobernador Friera del 13
de julio advertía de la gravedad al extender la huelga a otros oficios y profesio-
nes, Boletín Oficial de la Provincia, n.º 98. El recuento de las diversas noticias
de la prensa proporciona 62 detenidos y 14 heridos, Alexise V. Ikossie, El mo-
vimiento obrero en Salamanca durante la Segunda República (1931-1936), te-
sis doctoral inédita, Universidad de Salamanca, 2006, pp. 263-264.
93. «Exposición al ministro (9-VII-1932). En nombre de 1.000 gallegos que traba-
jan en faenas de siega en la provincia de Salamanca y que desde hace muchos
años vienen realizándolas, rogamos señor Ministro interceda junto Gobernador
de Salamanca nos autorice a continuar efectuando labores de recolección, ya
que esta provincia necesita brazos forasteros por no haber suficientes y estar co-
locados todos provincia. Antonio Domínguez (Villarino de Veiga) y Juan Alon-
so (Santa María de Cejo).» Ministerio del Interior. Serie A. Legajo 43.A Expe-
diente FF.CC. AHN (cursiva nuestra). «El Gobernador ha dispuesto la salida de
fuerzas de la Guardia Civil del puesto de Ledesma a los pueblos colindantes
para desalojar a los obreros portugueses y gallegos que trabajaban en aquellos
términos; hacen imposible la colocación de los parados de Ledesma que ascien-
den a una cifra superior a un centenar», El Adelanto, 6-VII-1932, p. 3. En Villa-
res de la Reina se encontraban varios segadores gallegos, cuando llegaron los
segadores serranos enviados por la oficina de colocación, hubo discusión y riñas
con hoces y palos, El Adelanto, 11-VI-1933. La crónica de la llegada de segado-
res portugueses, desorientados, (y la defensa de la legislación republicana que
hace el cronista local de Barbadillo) en El Adelanto, 21-VII-1932, p. 6.
94. En la convocatoria de huelga para el día 5 de junio se informaba de que las Ba-
ses de Trabajo recogerían la libre contratación y el destajo. El Adelanto, 27-V-
1934. La Delegación Provincial de Trabajo exigió el cumplimiento exacto de
las Bases de trabajo y Leyes sociales ante las constantes denuncias por infrac-
ciones, El Adelanto, 30-V-1934. La Delegación provincial de Trabajo informó
de la existencia de 35 propuestas de sanción por incumplimientos de las Bases,
El Adelanto, 29-VI-1934. Interesa la entrevista del día siguiente con el Delega-
do de Trabajo que da cuenta de cómo los patronos contratan a obreros foras-
teros sin tomarlos de los Registros locales o trabajan horas extraordinarias sin
estar colocados todos los obreros especializados.
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y como a la Federación los técnicos del Estado le han rechazado una serie de
trigos en la recogida, es preciso que aquellos trigos no vuelvan a los labrado-
res, y entonces se hace un contrato con el Estado, no ya de retirada y moltura-
ción, sino simplemente de molturación, y este contrato lo hace un Sindicato
de fabricantes de harinas de Salamanca. Pero como la masa descontenta es la
que está en el Bloque Agrario, ¿qué se hace? Pues que todos aquellos trigos
que son propiedad de los pertenecientes al Bloque Agrario se sustraen a ese
contrato de los fabricantes de harinas con el Estado y se hace un nuevo con-
trato. Un nuevo contrato ¿entre quiénes? Entre el Estado y el Bloque Agrario.
Y ya tenéis a la tercera persona de esta trinidad metida en todo lo que refiere a
trigos en la provincia de Salamanca. ¿Quién firma este tercer contrato? Pues
este tercer contrato, en nombre del Bloque Agrario, lo firma otro de los candi-
datos, el Sr. Castaño, y para que nada falte, figura en la candidatura el Sr.
Ollero, de la Junta directiva de quien ha contratado en esta forma con el Esta-
do, consocio del Sr. Castaño en el Bloque Agrario. Y ahí tenéis cómo todo lo
referente al problema de los trigos, problema fundamental en la provincia de
Salamanca, que era el que hacía fracasar, y hubiera hecho fracasar, la candi-
datura de derechas, se utiliza precisamente para obtener, por medio de la co-
acción de tener en su manos esos contratos, los votos de los electores de la
provincia de Salamanca, y los firmantes son el Sr. Lamamié de Clairac, el Sr.
Castaño y el presidente de Acción Popular. Por si esto no basta, por si hay ele-
mentos descontentos, por si no ha sido posible incluir todo el trigo en el volu-
men de aquel contrato celebrado con el Estado, se publica el «entrefilet» en el
periódico oficioso de la Ceda, que es tanto como decir, para ellos que lo sa-
ben: «en nuestras manos los dos contratos con el Estado, en nuestras manos
tenemos que se te pueda comprar el trigo y que se te pueda pagar; pero por si
rebasa el trigo que hay en la provincia de Salamanca a aquel que nosotros te
podamos comprar, los cinco candidatos somos además tan generosos que po-
nemos nuestra firma para que un Banco preste 1.500.000 pesetas para com-
prarte el trigo, que en esos momentos es igual que comprarte el voto». Inter-
vención de Galarza, Diario de las Sesiones de Cortes, n.º 13, 2 de abril de
1936.
132. Para mayor detalle de los programas electorales, José Ramón Martín Vasallo,
Las Elecciones a Cortes en la ciudad de Salamanca 1931-1936. Un estudio de so-
ciología electoral, Ayuntamiento de Salamanca, Salamanca, 1982, pp. 119-124.
133. No fue posible la paz..., p. 544.
134. Los sectores más afectados en Salamanca fueron el de los ferroviarios, hostele-
ría, metalurgia y la construcción... Manuel Fernández Trillo, «Octubre de 1934:
Salamanca», Salamanca. Revista Provincial de Estudios, n.os 22-23, 1987, pp.
179-247. Según la cronología detallada de este autor, los pueblos donde hubo
más conflictos fueron Villavieja, Mancera, Matilla y Puerto de Béjar.
135. La JAP se fundó el 4 de febrero de 1934, en el seno de la Derecha Autónoma
que lideraban los industriales G. Mirat y M. Íscar; al año de afiliación dispo-
nía de mil militantes, José Ramón Montero, La CEDA. El catolicismo social y
político en la IIª República Madrid, Ediciones de la Revista de Trabajo, Ma-
drid, 1977, tomo I, p. 402; Rodríguez Almeida baja esa cifra a 400 pero muy
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sina con el ofrecimiento serio y formal de toda la riqueza rústica nacional per-
teneciente a sus adversarios políticos.» Carta de propietarios salmantinos al
Excelentísimo Señor Presidente de la Junta de Defensa Nacional de España.
10 de septiembre de 1936. Archivo IRA 37/24. Entre los firmantes están los
Sánchez Tabernero.
143. Francisco Espinosa, La primavera del Frente Popular..., Crítica, Barcelona,
2007 (tesis doctoral en prensa).
144. Con la misma moderación y tardanza que el resto de provincias afectadas, sal-
vo las extremeñas y Toledo. Véase el cuadro 37 de Malefakis, Reforma agra-
ria..., p. 433.
145. Gusanos (Campo de Ledesma). Leg. 37/20. Archivo IRA.
146. Anécdota que nos ha relatado el profesor Manuel Cuadrado que recuerda
bien esta vivencia infantil; la dehesa era el Cuartón de Traguntía de Inés Luna
(«la Bebé»).
147. Con el nombramiento de Fal Conde se incrementó el entusiasmo por los pre-
parativos militares, Robinson, Los orígenes de la España de Franco..., p. 289;
Blinkhorn, Carlismo..., p. 332.
148. Robinson, Los orígenes de la España de Franco...
149. En carta de 29 de diciembre de 1936, Gil Robles se dirige a Mola «para poner
en claro un episodio ocurrido en el período de preparación del Movimiento».
Comenta Gil Robles que «unas semanas antes del movimiento se presentaron
impensadamente en mi casa de Madrid, a eso de las diez de la noche, D. Fran-
cisco Herrera, D. Francisco Rodríguez y creo recordar que también D. Carlos
de Salamanca. Venían a decirme de parte de V.(sic) que le hacían falta con ur-
gencia 500.000 pesetas para los primeros gastos del Movimiento militar».
Existía un remanente electoral y «creyendo que interpretaba el pensamiento
de los donantes de esa suma, si la destinaba al movimiento salvador de Espa-
ña» se entregó esa cantidad a los supuestos enviados de Mola, lo que le comu-
nica Gil Robles por si estos detalles «le son interesantes para la historia de to-
dos los antecedentes del movimiento militar». «Ni directa, ni indirectamente
busco un reconocimiento de deuda ni título al agradecimiento de las gentes»,
Julio Aróstegui, Juan Andrés Blanco, «La República, encrucijada de cambio.
Salamanca y las tensiones políticas en los años treinta». Ricardo Robledo,
(coord., Sueños de concordia), p. 333.
150. Fraser, Recuérdalo..., vol. II, p. 311. Años más tarde, Castaño mostraría su
desencanto por la actitud de la iglesia lo que le llevaría a rechazar el ofreci-
miento de Serrano Súñer para dirigir la organización de los sindicatos vertica-
les, Fraser, Recuérdalo... vol. II, pp. 160-162.
151. «Veleta al viento», La Gaceta Regional, 23-VII-36.
152. Antonio Rodríguez de las Heras, Filiberto Villalobos. Su obra social y política
(1900-1936), Caja Duero, Salamanca, 2005, p. 147 y ss. También, Sueños de
Concordia. Filiberto Villalobos y su tiempo histórico (1900-1955), Salaman-
ca, 2005, Caja Duero. La obra —catálogo de la exposición del mismo
nombre— analiza los diferentes perfiles de la vida y obra del médico y político.
153. La Gaceta Regional, 15 de junio y 2 de julio de 1931, pp. 3 y 2; El Adelanto,
14 y 23 de junio de 1931.
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3. La iglesia salmantina
1. La figura de Pla y Deniel tiene una relevancia que no se reduce al ámbito doctri-
nario y eclesiástico; en Cataluña también existía una Iglesia tan hostil a Vidal i
Barraquer como en el resto de España. Puede ser algo más que una coincidencia
que el primer alcalde franquista de Barcelona e importantísimo industrial y fi-
nanciero Miquel Mateu fuera sobrino de Pla y Deniel. Tampoco creo que sea
una anécdota que su secretario P. Bulart celebrara misa todos los días en el
Cuartel General y se convirtiera en el capellán de la familia de Franco.
2. Sigo la crónica de La Gaceta Regional, 21-III-1930, p. 1-2. Francisco Frutos
Valiente había nacido en Murcia en 1883; redactor de La Verdad de Murcia en
1903, año en el que se creó el periódico. Antes del obispado de Salamanca, ocu-
pó el de Jaca de 1921 a diciembre de 1925 siendo entonces senador por el arzo-
bispado de Zaragoza en 1923. Murió el 24 de enero de 1933.
3. José Artero (1890-1961). Hizo sus estudios eclesiásticos en la Universidad Pon-
tificia de Comillas, doctorándose en Filosofía y Letras. En 1914 consiguió la
plaza de prefecto de música de la Catedral de Salamanca, primera de esta clase
que se creaba en España. Fue el primer rector de la Universidad Pontificia de
Salamanca (1939-1943) y catedrático de Teología Fundamental hasta 1960,
Diccionario de la Música Española y Americana. Sociedad General de Autores
de España, Madrid, 1999.
4. «El manifiesto de un nuevo partido», El Adelanto, 15-II-1930, p.4, 18-II-1930,
p. 8. Cimas Leal, futuro diputado de la CEDA y con protagonismo en campa-
ñas contra el reformismo republicano, estaba al año siguiente colaborando con
la Unión Monárquica, Ideal Patrio, 5, 25-III-1931.
5. Artero: «Claridad y barroco», La Gaceta Regional, 1-IV-1930; Camón Aznar:
«Claridad simplemente», 4-IV-1930. Artero, «Claridad y distinciones», 7-IV-1930.
6. «Claridad simplemente», La Gaceta Regional, 4-IV-1930.
7. Artero, desempeñó varios cargos en la administración diocesana con Frutos y
Valiente, Mary Vincent, Catholicism in the Second Spanish Republic. Religion
and Politics in Salamanca, 1930-1936, Clarendon Press, Oxford, 1996, p. 100.
8. El Adelanto recogió un acuerdo de la agrupación socialista protestando ante el
gobernador civil por la gamberrada de unos señoritos estudiantes en el Gran
Hotel (se dedicaron a tirar petardos a los transeúntes) y mostrando el disgusto
por «la tolerancia de las manifestaciones religiosas» en alusión a la procesión
del Corpus. Santa Cecilia desmintió lo último. El Adelanto, 6, 8-VI-1931, La
Gaceta Regional, 6, 8-VI-1931.
9. Vincent, Catholicism in the Second Spanish..., ob. cit., p. 165.
10. Bajo grandes titulares de «libertad religiosa» hay dos artículos «No hay derecho
al error» al que pertenece la cita (con negrilla en el original) y al lado está el ar-
tículo «La Religión Católica, fortaleza inexpugnable»; sólo figura la firma de J.
Cimas Leal en este último. La Gaceta Regional, 9-VI-1931, p. 1. Es curioso que
ese día aparezca también en primera página la colaboración de F. Bravo (por
aquellas fechas próximo a Ledesma Ramos) «La dignidad de la fuerza», al que
he hecho alusión en la Introducción, donde se cita a Vitoria para defender la Es-
paña Imperial y criticar la debilidad y la educación «de la paz a todo evento».
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Los asesores jurídicos de la organización eran Cimas Leal y Torres López. Para
más detalle, Vincent, Catholicism..., pp. 210-212.
42. «Vosotras habéis salvado a España y habéis cumplido una misión providen-
cial», Casanueva en el Homenaje a D.ª Abilia Arroyo, El Adelanto, 27-II-1934.
43. La Gaceta Regional, 22-XI-1933, p. 1, 28-XI-1933, p. 3, 2-XII-1933.
44. Otros carteles en J. Tusell, Las elecciones del Frente Popular en España, Edito-
rial Cuadernos para el Diálogo, Madrid, 1971.
45. La Gaceta Regional, 4-I-1936. El primer número del boletín de la JAP salman-
tina, «¡¡ PRESENTE!!», se publicó el 4 de enero de 1936. Figuran las colabora-
ciones de M. Iscar, Cimas, Castaño con los consabidos consejos de la obedien-
cia ciega al Jefe, hombre providencial... La crónica «Salamanca en pie» recoge
la extensión de la JAP por Villavieja y Ciudad Rodrigo. Las empresas Mirat y
Moneo están bien representadas en los anuncios del boletín de la JAP.
46. La Gaceta Regional, 31-I-36, 5-II-36, 6-II-36.
47. La Gaceta Regional, 7-I-1936, Alba de Tormes, 11-I-1936 «Brillante acto de la
JAP en Santiago de la Puebla»; La Gaceta Regional, 23-VI-1936, p. 1.
48. El Adelanto 22-II-1936; 5-VI-1936. Las características del núcleo industrial
bejarano y su pertenencia al obispado de Coria, representado por un lugarte-
niente eclesiástico nada hábil y más bien provocador, son argumentos a tener
en cuenta para explicar el anticlericalismo. Debo esta observación al profesor
López Santamaría.
49. Gobierno Civil, AHPS, Leg. 287. Véase la interpretación que hacen S. López, y
S. Delgado en «Víctimas y poder en Salamanca la blanca...», R. Robledo (co-
ord.) Historia de Salamanca. Siglo Veinte, CES, Salamanca, 2001, p. 223.
50. Gobierno Civil, AHPS, Leg. 287 (13-VII-1936).
51. http://www.elpedroso.info/foro_vertema.php?tema=66
52. La Ciencia Tomista, n.º 145, enero-febrero 1934, pp. 117-119; 153, mayo-ju-
nio 1935, pp. 405, 407.
53. Etelvino González, «Dominicos españoles ante la cuestión social desde el ma-
gisterio de León XIII», A. Galindo y J. Barrado (eds.), León XIII y su tiempo.
Universidad Pontificia, Salamanca, 2004, pp. 345-375.
54. Max Weber, Economía y Sociedad, FCE, México, 1969, tomo I, pp. 170-192;
Juan C. Monedero: «Legitimidad» en Román Reyes (Dir.): Diccionario Crítico
de Ciencias Sociales.
55. «La licitud del movimiento armado» El Adelanto, 16-VIII-1936, p. 3; (ídem en
La Gaceta Regional). Esta propaganda radiofónica-periodística se ha comenta-
do por varios autores, por ejemplo, Hilari Raguer, «Los obispos españoles y la
guerra civil». Arbor, 439-440, 1982, p. 14. El autor hace un seguimiento de El
Adelanto que sirve para recrear las primeras semanas del Alzamiento; también
en La espada y la cruz, pp. 98-101 y Alberto Reig Tapia, Violencia y terror. Estu-
dios sobre la Guerra Civil Española, Madrid, Akal, 1990 pp.36-37. T. Pérez
Delgado, A. Fuentes Labrador: «De rebeldes a cruzados: pioneros del discurso
legitimador del Movimiento Nacional, en Studia Historica. Historia Contempo-
ránea, 4, vol. IV, 1986. T. Pérez Delgado «Cruzados salmantinos (Contribución
al estudio del discurso legitimador del Movimiento Nacional. Salamanca 1936-
1940). Salamanca. Revista provincial de estudios, pp. 20-21, 1986, pp. 217-
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262. Radio Nacional de España, Guerra civil y radio nacional. Salamanca 1936-
1938. Instituto Oficial de Radio y Televisión, Madrid 2006, pp. 256-258.
56. P. Ignacio G. Menéndez Reigada, O.P, La Guerra nacional española ante la mo-
ral y el derecho, Tip. Calatrava, Salamanca, 1937, posiblemente uno de los pri-
meros libros franquistas traducidos al francés (AG, 8, p. 430). Hay dos ediciones
en Salamanca, a cargo de dos imprentas distintas. La Biblioteca Nacional guarda
un ejemplar con la dedicatoria del autor «Al singular hablista y español de cepa
García Sanchis con admiración profunda y en ferviente comunión patriótica;
Acerca de la «Guerra Santa». Contestación a J. Maritain, Salamanca, 1937.
Southworth recogió hace más de cuarenta años buena parte de esta polémica, so-
bre «el judío converso» Maritain y otros aspectos de la guerra santa, Herbert R.
Southworth, El mito de la cruzada de Franco, Plaza y Janés, Barcelona, 1986
[1963], pp. 159-180. Antonio Fernández García, «La Iglesia española y la gue-
rra civil», Studia Historica, 1985, p. 62. T. Pérez Delgado, «Cruzados salmanti-
nos. La ciencia tomista contra los católicos europeos», Salamanca. Revista pro-
vincial de Estudios, n.os 27-28, (1991) pp. 183-226. G. Redondo, «Maritain, los
dominicos y la polémica sobre la Guerra Santa», Historia de la Iglesia en Espa-
ña, Rialp, Madrid, 1993, tomo I, pp. 354-368. Más recientemente, Michael Bur-
leigh, Causas sagradas. Religión y política en Europa, Taurus, Madrid, 2006,
pp. 197-200. En la reciente publicación del libro de Gallegos Rocafull se comen-
tan las publicaciones extranjeras contra el discurso de la guerra santa, José M.
Gallegos Rocafull, La pequeña grey. Testimonio religioso sobre la guerra civil
española, Península, Barcelona, 2007, pp. 59-71 y especialmente p. 78.
57. Reig, Violencia y terror... p. 38. Entre las múltiples referencias sobe la pastoral
de Pla y Deniel, destaco Bernardino M. Hernando, Delirios de Cruzada, Edi-
ciones 99, Madrid, 1977. Hilari Raguer, «Los obispos españoles....» art. cit.
Álvarez Bolado, Para ganar la guerra, para ganar la paz, Universidad Pontificia
de Comillas, Madrid, 1995. Glicerio Sánchez Recio, De las dos ciudades a la
Resurrección de España. Magisterio pastoral y pensamiento político de Enri-
que Pla y Deniel, Ámbito, Valladolid, 1994. G. Redondo Historia de la Iglesia
en España, Rialp, Madrid, 1993, tomo I, pp. 94-100.
58. Vegas Latapie, La frustración en la victoria, Memorias políticas (1938-1942).
Actas, Madrid,1995, p. 119.
59. La Gaceta Regional, 16-VIII-1936, P. Domingo del Pilar; El Adelanto 6-X-
1936, Beato Sala, p. 2.
60. El caso más conocido es el de Queipo, M. Barrios, El último virrey. Queipo de
Llano. Argos Vergara, Barcelona, 1978. F. Moreno, «La represión franquista a
partir de los datos de Córdoba» en Julio Aróstegui (coord.) Historia y memoria
de la Guerra Civil. Encuentro en Castilla y León, Junta de Castilla y León, Va-
lladolid, 1988, tomo I; F. Espinosa, La justicia de Queipo. Crítica, Barcelona,
2006, pp. 279-287; tan terribles debían de ser sus palabras que las galeradas re-
lativas a las charlas tenían que ser censuradas (p. 285).
61. El Adelanto, 6-X-1936, p. 2; Beato Sala, 25-VIII-1936, p. 2. Cesar Morán, «el
sabio agustino», «Vibrante alocución» en contra de la «caterva de malandrines
y forajidos». El Adelanto, 1-IX-1936, p. 2.
62. Sobre Aguilera, H. R. Southworth, La destrucción de Guernica. Periodismo, di-
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plomacia, propaganda, historia. Ruedo Ibérico, París, 1977, pp. 73-78; se dis-
pone ahora del trabajo de P. Preston, «Los esclavos, las alcantarillas y el capitán
Aguilera»: Culturas y políticas de la violencia, 2005, pp. 193-230. Después de
la guerra, en contestación a una encuesta de F. Bravo, sobre si Salamanca se es-
taba «desespiritualizando» afirmaba que «evidentemente nuestra Salamanca
no ha podido evadir la debeladora ola afro-asiática...», La Gaceta Regional,
25-II-1947.
Las circunstancias, no verificadas, que rodearon la muerte del diputado
José Andrés Manso fueron expuestas por primera vez en el Informe del Colegio
de Abogados de Madrid sobre violaciones de derechos humanos practicadas
por los militares sublevados (octubre de 1936): «Al diputado por Salamanca,
abogado socialista de gran prestigio, José Andrés Manso, le condujeron tam-
bién a la plaza de toros de esta ciudad, le pusieron banderillas de fuego y luego
lo mataron con un estoque», reproducido en A. Reig, Ideología e historia. So-
bre la represión franquista y la guerra civil, Akal, Madrid, p. 163. Este suceso,
que no ha podido ser contrastado, es relatado, sin embargo, por contemporá-
neos como Manuel Sánchez en su libro de Maurín y J. de Armiñán en sus Me-
morias (La dulce España). Hasta cierto punto el jesuita Bayle justifica el asesi-
nato del dirigente salmantino poniendo en su boca las palabras «Por unas
horas, no habéis reventado». ¿Qué pasa en España? A los católicos del mundo,
Delegación del Estado para Prensa y Propaganda, Salamanca 1937, p. 21.
63. Manuel Sánchez, Maurín, gran enigma de la guerra y otros recuerdos, Cuader-
nos para el Diálogo, Madrid, 1976, p. 126.
64. Testimonio de L.S., 4-I-2007.
65. Luis Santos, «La Historia II». El Adelanto, 3-VII-2006.
66. Libro de Actas, 15-X-1936. Archivo Catedral de Salamanca.
67. Julián Casanova, La Iglesia de Franco, Temas de Hoy, Madrid, 2001, p. 91;
vid. también pp. 82, 88, 91, 104, 202. Alfonso Álvarez Bolado, Para ganar la
guerra, para ganar la paz, Universidad Pontificia de Comillas, Madrid, 1995:
«Los excesos que hacen los blancos» —decía el General de los jesuitas—, no
eran grandes, «Condenan, sí bastantes a muerte, ... pero bien escogidos de en-
tre los dirigentes; y que si quedaran vivos volverían al estado de antes», p. 80.
El consejo del obispo de Ávila: respecto a los cadáveres de los «rojos» que apa-
recían en el campo: «Guárdense mucho los señores Párrocos de sugerencia al-
guna que revele al autor o la causa de esa muerte trágica», p. 81, véase también.
pp. 118 y 165 y 165; A. Reig, Violencia y terror... pp. 37-43.
68. El Consejo Directivo de la Asociación estaba en Madrid. Los detalles de todo
esto en A. Fuentes Labrador, María Ángeles Sanpedro, F. Corrionero y María
Jesús Velasco, «Apoyo institucional en un centro de poder: la Universidad de
Salamanca durante la guerra civil. Un modelo de comportamiento», en Juan
José Carreras Ares y Miguel Ángel Ruiz Carnicer (eds.), La Universidad espa-
ñola bajo el régimen de Franco (1939-1975), Zaragoza, Institución Fernando
el Católico, 1991, pp. 274-278; Tomás Pérez Delgado, «Francisco de Vitoria:
institucionalización de su memoria. Salamanca, 1926-1936», José A. Bonilla,
José Barrientos (coord.), Estudios históricos salmantinos. Homenaje al P. Be-
nigno Hernández Montes, Salamanca, 1999, p. 539-571. Hubo polémicas y
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79. Elogios a este «consejero de nuestro Jose Antonio» en AG, 3, p. 351; AG, 5,
pp. 288-290.
80. José Ramón Casabó Ruiz, El Anteproyecto de Código Penal de 1938 de F.E.T.
Y DE LAS J.O.N.S., estudio preliminar y edición, Universidad de Murcia
1978; (1ª ed., Imp. y Lib. Hijos de F. Núñez, 1938).
81. Afirmación de Luna, en La revolución judicial..., p. 27; otra perspectiva para
comprobar cómo Derecho y Justicia se transformaron en política, F. Espinosa,
«La memoria del fiscal del ejército de ocupación» en Contra el olvido, ob. cit.,
pp. 79-94.
82. Cfr. María Luz de Prado, La contribución popular a la financiación de la gue-
rra civil: Salamanca, 1936-1939, tesis doctoral, Universidad de Salamanca,
2006, pp. 157, 393-396.
83. A. Bolado, Para ganar la guerra, p. 149. Reig, Violencia y terror, p. 39.
84. Según Registro de presentación de funcionarios (BOE 12-XI-1936), el 18 de
septiembre se registró Giménez Caballero, adscrito a la secretaria de prensa y
propaganda; José Maria Trias de Bes, Decano de la Facultad de Derecho, como
asesor para cuestiones gubernamentales, agregado al gabinete diplomático del
Cuartel del Generalísimo; Juan Puig Sureda, catedrático de Terapéutica, Joa-
quín Garrigues Díaz Cañabate, Manuel Torres..., Registro de presentación de
funcionarios. Junta de Defensa Nacional. LR 333, AUS.
85. Segura creía que Artero era «demasiado inocente y débil para luchar las bata-
llas que debe sostener con mano fuerte la Iglesia sin transigencias en este punto
de moral cinematográfica del que dependen consecuencias tan graves para las
almas». AG, 9, 22-III-1938, p. 547. Los elogios a Artero por parte del Gabine-
te de censura de Sevilla, en p. 551.
86. «Las llamadas crueldades que hubieran sido cometidas por las fuerzas de Fran-
co en el país vasco» habrían debilitado la idea de la legitimidad del 18 de julio
que tenían los católicos, AG, 6, 8-VI-1937, p. 295. Los diez volúmenes publica-
dos del Archivo Gomá están llenos de cartas e informes sobre este asunto; des-
taco, por ejemplo, las supuestas discusiones del Papa con Magaz, el represen-
tante de Franco en el Vaticano, a quien «había acabado tirándole una
tabaquera», AG, 6, p. 608, junio de 1937. Otras referencias en Mª L. Rodrí-
guez Aísa, El cardenal Gomá y la guerra de España. Aspectos de la gestión pú-
blica y del primado, 1936-1939. CSIC, Madrid, 1991; Hilari Raguer, La espa-
da y la cruz, 91-146, Álvarez Bolado, Para ganar la guerra, pp.100-108.
87. Citado en Raguer, La pólvora... p. 147 (23 de mayo de 1937).
88. La emisora de los Juegos Olímpicos de Berlín de agosto de 1936 fue la enviada
por el gobierno alemán y montada por el mismo técnico que la había diseñado
para aquella ocasión, Guerra civil y radio nacional..., ob. cit, pp. 101-102.
89. Vicente Gay, delegado de Estado para Prensa y Propaganda suspendió La Gace-
ta por 5 días, en oficio de 2 abril de 1937 imponiéndole una multa de 5.000 pe-
setas. Franco levantó el castigo y destituyó a Gay, nombrando a Manuel Arias,
y como jefe de oficina a Francisco de Luis, antiguo director de El Debate. AG, 4,
pp. 278-282; 5, p. 310-315; no he encontrado en las colecciones disponibles de
los periódicos (quizá porque pudo haber más de una edición), reflejo de esos he-
chos; un cartel de propaganda atacando al protestantismo-comunismo puede
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nal de la paz, Estela, Barcelona, 1971, p. 402, alude a Artero, que «por deseo
de las autoridades civiles hizo un simulacro de reconciliación, a pesar de ha-
ber asistido él mismo al acto litúrgico anterior».
119. «Los generales del Alzamiento ... se fueron a una guerra y se encontraron me-
tidos en una Cruzada, con Providencia y milagros», B. M. Hernando, Delirios
de Cruzada..., p. 107.
120. Se han analizado últimamente por Julián Casanova, La Iglesia de Franco,
ob. cit.
1. Bernabé Gómez Valle y Cipriano Egido Fondón, Cipriano. «La discusión de las
Actas de Salamanca en la Segunda República: Constituyentes de 1931 y Cortes
de 1936; dos posibilidades de fraude electoral», en Actas I Congreso de Histo-
ria de Salamanca, Centro de Estudios Salmantinos, Salamanca, 1992, vol. 3,
pp. 207-214.
2. Ronald Fraser, Recuérdalo tú y recuérdalo a otros: historia oral de la Guerra
Civil española, Crítica, Barcelona, 1979, vol. 1, pp. 106-109.
3. José Manuel Martínez Bande, La marcha sobre Madrid, San Martín, Madrid,
1982, p. 14.
4. Mola procedía de Marruecos, donde desempeñaba el cargo de jefe de la Cir-
cunscripción Occidental (Melilla) y jefe superior accidental de las fuerzas mili-
tares del Protectorado. Una de las primeras medidas del gobierno del Frente
Popular fue trasladar a Mola a Pamplona y a Franco a las Canarias.
5. Gabriel Cardona, Historia militar de una guerra civil: estrategia y tácticas de la
guerra de España, Flor del Viento, Barcelona, 2006. Santiago López García y
Severiano Delgado Cruz, «Aproximación a la Guerra Civil en Castilla y León»,
en Actas de las jornadas «Castilla y León en la historia contemporánea», Sala-
manca, 8-11 de marzo de 2006, Fundación 27 de Marzo, Valderas (León), en
prensa.
6. El Adelanto, 07-VIII-1936. Los comunistas pensaban hacer la revolución en
España el 1 de agosto.
7. Herbert R. Southworth, El lavado de cerebro de Francisco Franco: conspira-
ción y guerra civil, Crítica, Barcelona, 2000.
8. El Adelanto, 06-VIII-1936. Un guardia cívico dice que se apuntó porque estaba
en la lista negra, aunque no la había visto personalmente.
Arrarás reproduce en el vol. II, p. 509-510, de la Historia de la Cruzada
Española (Ediciones Españolas, Madrid, 1939) los «documentos secretos» que
demostrarían la existencia de ese complot clandestino comunista. Una vez con-
sumado el golpe militar, tanto Mola como Franco hicieron declaraciones públi-
cas en el sentido de que su golpe contra el gobierno de la República era un mo-
vimiento preventivo para impedir una revolución comunista. La prensa local de
local de Castilla y León, a partir de informaciones facilitadas por Radio Casti-
lla, de Burgos, mencionó la existencia de esos documentos, con mayor o menor
extensión, para que se viera el alcance del movimiento revolucionario que se
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»En las Casas del Pueblo estos trabajadores aprenden a practicar las dos
grandes virtudes sobre las que se asienta la vida: cooperación y solidaridad».
Daniel G. Linacero fue asesinado el 8 de agosto de 1936 por un grupo de
falangistas que lo fueron a buscar a su casa en Arévalo (Ávila), donde pasaba
las vacaciones con su familia. Tenía 33 años y dejó esposa y tres hijos de corta
edad (Josep Fontana, «La caza del maestro», El País, 10-VIII-2006).
12. Joaquín Arrarás, «Salamanca», p. 392.
13. La CNT tenía gran presencia en la construcción y mucho menor entre los ferro-
viarios y los metalúrgicos. Contaba con 800 afiliados, casi todos en la capital.
El PCE a fines de 1933 no alcanzaba los 200 militantes, (Luis Enrique Espinoza
Guerra, «De la esperanza a la frustración», en José-Luis Martín (dir.) y Ricar-
do Robledo (coord.), Historia de Salamanca. Volumen V: Siglo Veinte, Centro
de Estudios Salmantinos, Salamanca, 2001, pp. 159-217, 180 y 193. El POUM
tenía alrededor de cuarenta militantes (Manuel Sánchez, Maurín, gran enigma
de la guerra, Cuadernos para el Diálogo, Madrid, 1976).
14. AHPS. Libro de registro 4045, Registro de asociaciones políticas. Inscrita el 3
de marzo de 1935. Su jefe provincial, el periodista Francisco Bravo, muy cerca-
no a José Antonio Primo de Rivera, había participado en la reunión clandestina
de la Junta Política de Falange Española en Gredos, en junio de 1935, en la que
se decidió pasar a la insurrección armada contra la República. Sus trabajos
para comprar armas en Portugal fueron detectados por la policía, que le detuvo
con media docena de falangistas más, permaneciendo detenidos hasta junio de
1936. El 14 de julio siguiente, Bravo volvió a ingresar en prisión como detenido
gubernativo (Arrarás, «Salamanca», pp. 392-393).
El primer caído de la Falange salmantina fue el obrero electricista Juan Pé-
rez Almeida. Cuando el 11 de abril de 1935 paseaba por el parque de la Alame-
dilla junto con su hermana Carmen y otra chica, fue tiroteado por un grupo de
izquierdistas. Carmen, de 12 años, cayó muerta de un tiro en la cabeza y Juan
murió el 4 de mayo. Este asesinato nunca fue resuelto.
15. Aunque se trata de un análisis provincial el texto toma como referencia princi-
pal los acontecimientos que sucedieron en la capital. En el Anexo 1, La geogra-
fía del terror a lo largo de la Guerra Civil en la provincia de Salamanca, el lec-
tor encontrará una relación de los hechos más destacados que acontecieron
fuera de la capital.
16. Había sido ministro de la Guerra del 14-XII-1935 al 16-II-1936 con Portela
Valladares.
17. Las unidades combatientes de la 7.ª División eran las siguientes:
13.ª Brigada de Infantería (Cuartel General en Valladolid)
Regimiento de Infantería San Quintín n.º 25 (Valladolid)
Regimiento de Infantería Toledo n.º 26 (Zamora)
14.ª Brigada de Infantería (Cuartel General en Salamanca)
Regimiento de Infantería Argel n.º 27 (Cáceres)
Regimiento de Infantería La Victoria n.º 28 (Salamanca)
7.ª Brigada de Artillería (Cuartel General en Valladolid)
Regimiento de Artillería Ligera n.º 13 (Segovia)
Regimiento de Artillería Ligera n.º 14 (Valladolid)
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27. Gonzalo Alonso fue condenado a cadena perpetua. Ingresó en la prisión de Sa-
lamanca en 1936 con el número de expediente 9067. Según la Asociación Sala-
manca Memoria y Justicia, murió en la cárcel en 1938. Román Pérez fue con-
denado a 14 años de cárcel. ARCV, Sección AP, RP, legajo 8, expedientes 3267
y 908.
28. El Adelanto, 28-VII-1936.
29. La precisión sobre el arco de la calle de Toro, y otros detalles del momento, nos
la ha hecho Juan Livianos Gorrionero, entonces un muchacho que se encontra-
ba en la plaza comprando entradas para el fútbol. Existen varias versiones de lo
ocurrido en la plaza en esos momentos, que sólo difieren en detalles circunstan-
ciales que no modifican lo sustancial del suceso.
30. Heliodoro Benito López, albañil, 25 años. Modesto Varas Gabriel, industrial,
51 años. Abel Sánchez Delgado, médico, 24 años. Francisco Coca y Coca, in-
dustrial, 58 años. Celestina Sierra Polo, 14 años. RCS, Libro Registro de Falle-
cimientos núm. 181.
Según Luis Calvo Rengel, que siendo un niño se encontraba con su padre por
las inmediaciones, no hubo ningún tiro previo, sino que Arcadio Lucas Velasco,
camarero del Astoria, gritó «¡Viva la República!». Arcadio, en cuyo registro do-
miciliario fue encontrada una pistola, fue fusilado el 4 de octubre de 1937.
Una versión del «tiro de la Plaza» en Esteban Madruga Corral, ¡Hola, cha-
val!: mirando desde abajo con asombro, edición del autor, Salamanca, 1993,
pp. 61-63. Según Madruga, nunca se supo con exactitud si había habido muer-
tos y heridos. Se dijo que habían sido balas de fogueo. Pero Livianos siempre
recordó que había muerto una niña, porque le impresionó mucho.
El ejemplo más claro de la desinformación sufrida desde el primer día es lo
ocurrido con una de las víctimas, Francisco Coca. El martes 21 de julio, cuando
salió de nuevo a la calle, La Gaceta Regional llevaba en su primera página el
bando declarando el estado de guerra y una esquela por «D. Francisco Coca y
Coca (industrial de esta plaza), que falleció en Salamanca el 19 de julio de
1936». En páginas interiores se daba la versión oficial de lo sucedido en la pla-
za Mayor: después de la lectura del bando, alguien gritó «Viva la República» y
después un hombre gritó «Viva la revolución social» y disparó contra los sol-
dados. Junto a ello, una nota editorial sin firma decía que el señor Coca «fue
durante toda su larga vida modelo de industriales honrados, consiguiendo con
el solo fruto de su trabajo formar un hogar feliz. En él fueron la laboriosidad y
la honradez las normas principales; su conducta rectilínea hizo que fuese muy
apreciado, no sólo en los círculos comerciales de Salamanca, sino en todas las
clases sociales. Con el triste motivo de su muerte enviamos a su desconsolada
familia la expresión de nuestro más sentido pésame ... rogando a los lectores de
La Gaceta Regional eleven una oración a Dios por el eterno descanso de su
alma». Ni la más mínima referencia a las circunstancias del fallecimiento de
este hombre.
El estudiante Abel Sánchez Delgado figura en la Memoria del curso acadé-
mico 1938-1939 de la Universidad como uno de los 119 estudiantes universita-
rios «caídos al servicio de Dios y de la Patria» durante la guerra civil.
31. En el mismo edificio del Gobierno Civil, pero con entrada por la calle del Prado,
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Martínez, Gaite Veloso, Sánchez Rivera, Repila Tetilla, Moro Ledesma, Gar-
duño Alonso, Cenizo Calderero y Pérez Rodríguez.
65. ARCV, Sección AP, RP, legajo 7, expediente 1420.
66. ARCV, Sección AP, RP, legajo 6, expediente 65 contra Raimundo García Bar-
tolomé y Antonio Luis Encinas García. El tribunal de Responsabilidades Políti-
cas impuso al desaparecido Raimundo en 1941 la sanción de embargo de bie-
nes por valor de 24.665 pesetas. Antonio Luis Encinas, ganadero de 71 años,
también falleció en 1936, ignoramos las circunstancias, pero fue condenado a
una multa de 1.500 pesetas.
67. Joaquín Arrarás, «Salamanca», p. 397.
68. ARCV, Sección AP, RP, legajo 6, expediente 63.
69. Para Madruga, eran mineros extremeños (sic) que venían a atacar Salamanca.
¡Hola, chaval!, p. 69.
70. La noticia de la existencia del convoy asturiano se difundió como el rayo por
toda Castilla la Vieja. El sábado 18, el gobierno de la República había dado
instrucciones para que salieran con urgencia hacia Madrid los mineros asturia-
nos que se pudiera reunir, de manera que se organizaron dos columnas, una
por carretera y otra en tren (unos tres mil hombres en total), que llegaron a
León el domingo 19 por la mañana temprano. Los mineros apenas portaban
armamento, porque el coronel Aranda, de Oviedo, les había dicho que no dis-
ponía de él y que se lo darían en León. El domingo por la mañana llegó también
a León el general Gómez-Caminero, inspector general del ejército, enviado por
el gobierno para mantener el orden en las guarniciones del Duero. Gómez-Ca-
minero, según lo dispuesto por el gobierno, ordenó al general Bosch, coman-
dante militar de León, que entregara armas a los mineros, pero éste —que esta-
ba esperando el momento para declararse en rebeldía— dilató el cumplimiento
de la orden exigiendo se le diera por escrito. Finalmente la orden llegó por tele-
grama y Bosch entregó doscientos fusiles, alegando no disponer de más reser-
vas, pero en tan mal estado que Caminero se negó a firmar el recibo de entrega.
A primera hora de la tarde los mineros salieron de León en dirección a Be-
navente (Zamora), una parte por carretera y otra en el ferrocarril Astorga-Pla-
sencia. El general Gómez-Caminero salió también de León el domingo por la
tarde, pero por causas poco claras, pasó a Portugal, regresando a España por
Badajoz para reincorporarse a las órdenes del gobierno republicano.
El tren de mineros asturianos llegó a Benavente sobre la medianoche. El al-
calde socialista de esa ciudad procuró que todo transcurriera con normalidad y
que no hubiera alteraciones del orden, como no las hubo. Los mineros más bien
estaban preocupados porque se habían enterado de la traición del coronel Aran-
da en Oviedo, por lo que a las cuatro de la mañana todos ellos emprendieron el
camino de regreso a Asturias, participando en el intento de liberar Ponferrada y
Villablino, que habían sido tomadas por los guardias civiles sublevados.
Aunque en la base de la columna Mangada había un batallón de milicias
llamado «Asturias n.º 1», no cabe pensar que estuviera formado por mineros
asturianos, dado que éstos no lograron pasar de Benavente.
(Fuentes: Santiago López García y Severiano Delgado Cruz, «Aproxima-
ción a la Guerra Civil en Castilla y León», en Actas de las jornadas «Castilla y
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Médicos: Adolfo Núñez Rodríguez, Vicente Gaite Veloso (hermano del fu-
silado director del Instituto de Ciudad Rodrigo), Emilio Sánchez Salcedo (pri-
sión 1936-1938, expediente 11212), Julio Pérez Martín (auxiliar en la Facultad
de Medicina), Arturo Santos Martín, Isidoro Suárez Iglesias (multa de 8.000
pesetas), Darío Carrasco Pardal (prisión 1936-1937, expediente 2219);
Practicantes: Lucas Lorenzo González (prisión 1936-1938, expediente
11730), Miguel Silva Ramos (prisión 1939, expediente 10819), Francisco Colo-
rado Arnaz, Luis González Vicente (prisión 1936-1944, expediente 24625) y
Andrés Lorenzo Torijano.
Vigilantes sanitarios: los tenientes Juan Iglesias Peral (fusilado el 20-VI-
1937) y Ramón Mesonero Vicente, los cabos Julio Macias Prieto, Santos Eus-
taquio Calvo, Sebastián López González y Pascual Cordero Casero (prisión
1936-1938, expediente 12169), los vigilantes de 1ª y 2ª Eugenio Ruiz Ramos,
Amador Martín Hernández, Álvaro Hernández Rodríguez, Cipriano Pérez
Maza, Faustino Alonso Villanueva, Pedro Lucas Barbero (prisión 1938, expe-
diente 12082), Gerardo Pascua Mangas (prisión 1938, expediente 12086), Ge-
rineldo Garrido Garrido, Honesto Rodero Rubiera (prisión 1936-1944, expe-
diente 24551), Joaquín Roca Sáez (prisión 1936-1944, expediente 21301),
José Hernández Sánchez, José Rollán Mesonero, Juan Manuel Sendín de la
Cruz (prisión 1937, expediente 11564), Ignacio Sánchez García (desapareci-
do), Manuel García Alonso (prisión 1936-1940, expediente 4748), Juan Fran-
cisco Huertas Palacios, Rafael Crespo Bahía (prisión 1936-1938, expediente
2655), Santiago Gutiérrez Martín (prisión 1937, expediente 2891), Tomas Vi-
cente Iglesias (prisión 1937-1938, expediente 8894), Torcuato García Jiménez,
Ventura Caamaño Román, Inocente Rivas Vicente, Salvador García Miguel,
Domingo Sánchez Romero, Manuel Barrado Sánchez, Rafael Hernández Gar-
cía, Esteban Gómez Gómez, Celestino Sánchez Hernández (prisión 1936, expe-
diente 1753), Faustino Sánchez Baz, José Sastre Souza, Evaristo Hernández
Marcos (prisión 1937-1939, expediente 11416), Martín Álvarez Sánchez.
Matrona: Esperanza García Rodríguez.
Algunos de ellos desaparecieron mientras se tramitaba su expediente. A Igna-
cio Sánchez García, vigilante sanitario, lo fueron a buscar a su casa el 30 de enero
de 1938 y no regresó. Estaba citado para el día siguiente por un asunto relaciona-
do con el expediente disciplinario. Fue fusilado ilegalmente en el monte de La Or-
bada y meses después le llegó una carta de despido «por antipatriota» (testimonio
de su nieta Palmira Sánchez, en Tribuna de Salamanca, 20-XI-2005).
87. Los acusados fueron: Domingo Hernández González (oficial de 1.ª del cuerpo
de funcionarios administrativos; prisión 1936-1938, expediente 2646), Ma-
nuel Sánchez Lombardía (mecanógrafo; expediente 11073, probablemente sa-
cado de la cárcel el 31-XII-1936), Andrés Olloqui Marcos (guardia municipal
de 2.ª), Santiago Sánchez Báez (obrero de la limpieza), Miguel Borrego de Paz
(obrero de la limpieza), Eustaquio García Vicente (obrero de la limpieza; pri-
sión 1936-1938, expediente 12142), Matías González Gudino (guardia muni-
cipal), Gabriel Blázquez García (obrero de la limpieza), Alejandro Luengo Prie-
to (matarife), Luis de San Dimas Sánchez (matarife), Luis Corredera García
(matarife), Matías Sánchez Polo (matarife), Isidro Gómez Rodríguez (matari-
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Kemp, del que Southworth toma la cita que hemos reproducido, y el periodista
Jean d’Hospital (La destrucción de Guernica, Ibérica de Ediciones, Barcelona,
1977, p. 74).
Para el caso de Gonzalo de Aguilera y, en general, la mentalidad de la ofi-
cialidad africanista, véase Paul Preston, «Los esclavos, las alcantarillas y el ca-
pitán Aguilera. Racismo, colonialismo y machismo en la mentalidad en el
cuerpo de oficiales nacionales» en Javier Muñoz Soro, José Luis Ledesma &
Javier Rodrigo, coordinadores, Culturas y políticas de la violencia. España si-
glo XX, Siete Mares Editorial, Madrid, 2005.
134. Julián Casanova, Víctimas de la guerra civil, Temas de Hoy, Madrid, 1999, p.
109. En Salamanca se tuvo miedo durante mucho tiempo a Bedoya, que pa-
seaba con una pistola al cinto con cachas de nácar, y a Beonza, que vivía en la
calle del Tostado, dos sinvergüenzas que habían estado afiliados a la Casa del
Pueblo y se pasaron al otro bando (información de Juan Livianos).
135. Ignacio Martín Jiménez, La guerra civil en Valladolid (1936-1939): amanece-
res ensangrentados, Ámbito, Valladolid, 2000, pp. 192 y 194.
136. Julia Cifuentes Chueca, El asalto a la República: los orígenes del franquismo
en Zaragoza (1936-1939), Institución Fernando el Católico, Zaragoza, 1995.
137. Un ejemplo de esta actuación azarosa e incomprensible fue el asesinato en las
navidades de 1936 de José Sánchez Gómez, «el Timbalero», cronista taurino
de El Adelanto, hombre liberal, afiliado a Acción Republicana. Fue detenido
el 21 de julio por la policía, que fue a buscarlo a su casa. Ingresado en la cár-
cel con el número 1759, fue sacado el 25 de diciembre de 1936 y fusilado en
el monte de La Orbada. Su familia no se atrevió a inscribir el fallecimiento en
el Registro Civil hasta el 24 de marzo de 1939 (Carlos Manuel Perelétegui,
José Sánchez Gómez, el Timbalero: ensoñación biográfica, Anthema, Sala-
manca, 2002).
138. Francisco Espinosa Maestre, «Julio de 1936. Golpe militar y plan de extermi-
nio», en Julián Casanova (coord.), Morir, matar, sobrevivir: la violencia en la
dictadura de Franco, Crítica, Barcelona, 2002, pp. 53-119, pp. 115-116.
139. El testimonio de Juan Crespo recogido por Fraser es muy claro al respecto.
Crespo se alistó en el ejército al lado de Franco llevado por sus ideales nacio-
nalistas: «Yo combatía para crear una España mejor. Para ello harían falta sa-
crificios. Las cosas que estaban pasando en la retaguardia eran uno de estos
sacrificios necesarios para que la justicia triunfase. Aunque fuese dolorosa,
era una parte necesaria de la guerra». (Ronald Fraser, Recuérdalo tú y recuér-
dalo a otros, vol. 1, p. 237.)
140. El bando del general Mola del 19 de julio castigaba con la muerte «los actos
de violencia ejecutados contra las personas o las cosas por móviles de los lla-
mados políticos o sociales». También se declaraban incautados «todos los ve-
hículos y medios de transporte de personas o cosas y queda prohibida su cir-
culación sin licencia especial de la autoridad militar». (Diario de Burgos,
20-VII-1936.)
141. Para la elaboración de la Causa General se solicitó informes a los ayuntamien-
tos sobre las «personas residentes en los términos municipales que durante la
dominación roja fueron muertos violentamente o desaparecieron y se cree
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den es que las sacas no eran azarosas. Alba y Ratero fueron dos de los principa-
les dirigentes de la huelga general de octubre de 1934 en Salamanca.
144. La principal fuente en la que nos hemos basado es el «Apéndice 2» del artícu-
lo de Adoración Martín Barrio et al., «Dos formas de violencia durante la
guerra civil: la represión en Salamanca y la resistencia armada en Zamora»,
una lista elaborada con base en las declaraciones de familiares de presos. Las
autoras del artículo y de la lista tuvieron acceso en su momento al archivo de
la prisión provincial in situ, pero por alguna razón que desconocemos, en lu-
gar de publicar en la lista la identidad completa del sacado pusieron solamen-
te sus iniciales, la edad y la profesión. El hecho de contar solamente con las
iniciales ha dificultado la investigación y ha sido el origen de algún error que
lamentamos y que apareció en nuestro anterior trabajo «Víctimas y Nuevo
Estado» En él decíamos que Julio Sánchez Salcedo [J.S.S.] de 51 años, médico,
concejal y profesor de la Universidad, y Julio Pérez Martín, de 41 años, médi-
co, habían sido sacados de la cárcel y ejecutados en diciembre de 1936. En es-
tos dos casos, según testimonio de E. Battaner, la saca de la cárcel se convirtió
en castigo solamente psicológico pues ambos recuperaron la libertad. Por
otra parte, tras la construcción del centro penitenciario de Topas en 1995 los
archivos de la antigua prisión provincial fueron llevados a la Dirección Gene-
ral de Instituciones Penitenciarias (DGIP), pero en ésta no existe un «Fondo
Salamanca» que pueda consultar el investigador, sino que la consulta se reali-
za por el sistema de que el investigador pregunta por un nombre y la DGIP
contesta. Es obvio que la consulta de cientos de expedientes plantea proble-
mas materiales de difícil resolución y además hubiera constituido un retraso
muy importante para la publicación de este libro.
145. Miguel Ángel Mateos Rodríguez, «La Guerra Civil», p. 637.
146. Ignacio Martín Jiménez, La guerra civil en Valladolid, p. 230.
147. La Gaceta Regional, 21-07-1936.
148. Véase Anexo 5. Víctimas de la represión en Salamanca. Agradecemos al juez
encargado y al personal del Registro Civil de Salamanca, así como a Victoria-
no Martín Rodríguez, administrativo del cementerio San Carlos Borromeo de
Salamanca, su buena disposición para ayudar en la consulta de los libros a su
cargo.
149. Adoración Martín Barrio et al., «Dos formas de violencia durante la guerra
civil: la represión en Salamanca y la resistencia armada en Zamora», p. 383.
150. Santiago Vega Sombría, De la esperanza a la persecución, pp. 351-376.
151. Jesús Mª Palomares Ibáñez, La Guerra Civil en la ciudad de Valladolid.
152. Isaac Rilova Pérez, Guerra Civil y violencia política en Burgos, pp. 383-386.
153. Luis Castro, Capital de la Cruzada, p. 212.
154. El 1 de enero de 1937, el general Milán Astray visitó la prisión provincial de
Salamanca, en nombre de Franco, para decir a los presos que en lo sucesivo
nadie sería sacado de la cárcel para ser fusilado sin juicio previo. (Ronald Fra-
ser, Recuérdalo tú y recuérdalo a otros, vol. 1, p. 243).
155. Para calcular el número de presos de la prisión provincial hemos utilizado un
fichero informático titulado CIS-VICTORIA que fue facilitado con ese nom-
bre a la Asociación Salamanca Memoria y Justicia por la Dirección General
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195. AGA G 498 y ARCV, Sección AP, RP, legajo 6, exp. 63.
196. ARCV, Sección AP, RP, legajo 8, exp. 2982 o 2097.
197. ARCV, Sección AP, RP, legajo 6, exp. 5058.
198. Prisión 1937-1939 (expediente 12036).
199. Prisión 1937-1939 (expediente 12026). Depurado del Magisterio Nacional
(Antonio García Madrid, Antonio. «La depuración del magisterio nacional en
la provincia de Salamanca: avance de estudio», en Papeles salmantinos de
educación, 2005, n.º 4, pp. 137-189).
200. A ambos se les conmutó la pena de muerte por pena inferior.
201. Fusilado por sentencia de consejo de guerra el 30-08-1936.
202. Prisión 1937-1939 (expediente 10951).
203. AGGCE, Legajo 190-B/39, expediente personal de Atilano Coco Martín.
204. Expediente 1749.
205. Luis P. Martín, «La otra cara de la Guerra Civil: la represión de la masonería
salmantina», en Salamanca: revista provincial de estudios, 1997, n.º 40, pp.
431-446, p. 444, y Antonio González Quintana, «Fuentes para el estudio de
la represión franquista en el Archivo Histórico Nacional, Sección Guerra Ci-
vil», en Espacio, Tiempo y Forma, 1994, n.º 7, pp. 479-508.
206. AGGCE, Legajo 190-B/39, expediente personal de Atilano Coco Martín.
207. A los pocos días del alzamiento fue fusilado en Zaragoza un grupo de milita-
res acusados de masones, entre ellos el capitán Pantoja (Julián Ruiz Marín,
Crónica de Zaragoza año por año. Tomo II (1921-1939), p. 332. Leyere, Za-
ragoza, 2001).
208. Luis P. Martín, «La otra cara de la Guerra Civil: la represión de la masonería
salmantina», pp. 437-441.
209. No hemos podido averiguar la fecha del fusilamiento de este último (prisión
1937-1938, expediente 3019).
210. Luis P. Martín, «La otra cara de la Guerra Civil: la represión de la masonería
salmantina», p. 445.
211. AGGCE, PS Madrid, carpeta 310, legajo 2932/2.
212. Luciano González Egido. Agonizar en Salamanca, p. 97.
213. Luciano González Egido. Agonizar en Salamanca, p. 224.
5. Patria y dinero
6. Ibídem.
7. Circular n.º 132, BOPSA, n.º 107, 1-8-1936, p. 2.
8. El Adelanto, 30-7-1936, p. 5
9. En la documentación ha quedado consignada la cantidad de 1.925 pesetas por la
lotería patriótica establecida entre el 29 de agosto y el 28 de diciembre de 1936 en
Navarredonda de Salvatierra, Palomares, Pelayos (P. J. de Alba de Tormes) y Mal-
partida (P. J. de Peñaranda de Bracamonte). AHPSA (Gbno. C.), leg. 148 (II).
10. AHMSA, Actas Municipales, sesión del 10 de agosto de 1936, fols. 430-431.
Sin embargo, en la sesión de la Comisión Gestora de la Diputación Provincial
del 1 de agosto de 1936 ya se hace referencia a la contribución de los funciona-
rios provinciales en la suscripción a favor del Ejército. AHDPSA, Actas de la
Comisión Gestora, fols. 411-412.
11. El nuevo alcalde, Magín Vieyros, exhortó a la población mirobrigense el 28 de
julio de 1936 a que participara en la suscripción, El Adelanto, 31 de julio de
1936, p. 1.
12. En Sorihuela y Fresnedoso también se abrieron suscripciones por orden de la
alcaldía de Béjar, y en Cantagallo la suscripción patriótica fue iniciada por el
propio ayuntamiento. AHPSA (Gbno. C.), leg. 148 (II).
13. A finales de septiembre el gobernador civil envió una circular a todos los muni-
cipios para unificar criterios. Citado por Carlos Gil Andrés en Lejos del frente.
La guerra civil en la Rioja Alta, Editorial Crítica, Barcelona, 2006, p. 261.
14. Circular n.º 155 de Gobierno Civil. BOPSA, n.º 131, 18-9-1936, p. 2.
15. Sobre el carácter coactivo que adquirieron las suscripciones da cuenta Francis-
co Moreno en su libro La guerra civil en Córdoba (1936-1939), Editorial Al-
puerto, Madrid, 1985, pp. 457-458. También Carlos Gil Andrés, op. cit., p.
264, hace alusión a que el entramado de contribuciones económicas.
16. La circular n.º 153 será la que regule y organice los donativos en especie. BOP-
SA, 8-9-1936, p. 3.
17. AHDPSA, Actas de la Comisión Gestora, 7 de octubre de 1936, fol. 146.
18. Circular n.º 155, publicado en el BOPSA el 18 de septiembre de 1936, p. 2. Sie-
te meses después, el 13 de abril de 1937, se publicó en El Adelanto la noticia de
que se centralizaban los donativos destinados al Ejército, p. 4.
19. Orden de 19 de agosto de 1936 publicada en el Boletín Oficial de la Junta de
Defensa Nacional el 21 de agosto de 1936.
20. La recaudación alcanzada a través de la Suscripción Nacional, en sus diferentes
modalidades, pretendía no sólo canalizar hacia el incipiente Tesoro Nacional
las divisas y activos extranjeros en poder de particulares así como el oro y me-
tales preciosos, sino ofrecer también una posibilidad adicional de movilización
de reservas auríferas —muy disminuidas en comparación con las centrales exis-
tentes antes del 18 de julio de 1936— para financiar necesidades que no tarda-
rían en presentarse en el difícil período en el que entraría España en la época de
la posguerra, ya en pleno conflicto mundial, ibídem.
21. Según Teresa Tortella la mayor parte de las monedas españolas e hispánicas
que conserva el Banco en la actualidad, en la serie de las onzas y sus divisores,
se ingresaron a través de la Suscripción Nacional, mientras que la mayoría de
las antiguas medievales, incluyendo las árabes, entraron como consecuencia del
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Decreto-Ley de marzo de 1937. Los dólares, por su parte, en su mayoría son los
que fueron devueltos del resto que quedaba en Mont-de-Marsan. Teresa Torte-
lla Casares, «Las monedas de oro del Banco de España» en, Monedas de oro de
la colección del Banco de España, Banco de España, Madrid, 1991, p. 24.
22. Ver anexo I para las cantidades y III y IV para su vigencia temporal.
23. Para la consulta de recaudación a través de la Suscripción en metálico es im-
prescindible la consulta de los fondos del Archivo del Banco de España (Ma-
drid), caja 456.
24. El Archivo Histórico Provincial de Burgos (Sección Suscripción Nacional) con-
tiene documentación relevante para la Suscripción Nacional-oro, leg. 83 y libro
12. También la Sección de Gobierno Civil del Archivo Histórico Provincial de
Salamanca, leg. 3657.
25. Ver anexo II.
26. AHPSA (Gbno. C.), leg. 148 I y II.
27. AHPSA (Gbno. C.), leg. 1777.
28. Ese es el caso de Aldearrubia (P. J. de Salamanca): el alcalde comunica a Go-
bierno Civil que Salustiano Noreña y Miguel Noreña no han entregado canti-
dad alguna, y por eso han quedado al descubierto. Ibídem, leg. 2631.
29. El alcalde, a requerimiento de Gobierno Civil, envía una relación de 71 vecinos
que no han contribuido y de su situación económica: mediana, 14 vecinos; re-
gular, 12; y mala, 45 vecinos. Sabemos que el pueblo contaba con 722 vecinos,
pero desconocemos la cifra de posibles contribuyentes para establecer el por-
centaje de rebeldes. Ibídem.
30. Así queda reseñado en la nota que figura al final de la relación enviada a Go-
bierno Civil por el pueblo de Arapiles (P. J. de Salamanca). Ibídem.
31. Oficio que envía el alcalde de Arapiles (P. J. de Salamanca) el 8 de febrero de
1939. Ibídem.
32. Ese era el contenido del oficio que envió Gobierno Civil al alcalde de Alba de
Yeltes (P. J. de Ciudad Rodrigo) el 25 de marzo de 1938, ibídem, leg. 1776 (b)
o el que remitió al alcalde de Monleón (P. J. de Sequeros) el 12 de marzo de
1938, amenazándole y haciéndole responsable del retraso. Ibídem, leg. 1777.
33. El Jefe Provincial de FET-JONS de Salamanca envió un oficio al gobernador ci-
vil el 14 de marzo de 1939, en el que le comunicaba que el Jefe Local de FET-
JONS de Doñinos de Salamanca le había informado de que el alcalde y él mismo
habían nombrado a dos mujeres de la localidad para que salieran a recaudar con
destino a Auxilio a Poblaciones Liberadas y que éstas se habían negado, «lo que
traslado a V. E. para que obre como estime conveniente». Ibídem.
34. Ibídem, leg. 253.
35. Ibídem, leg. 212.
36. En la prensa se refleja cómo la Juventud Católica de Piedrahita celebra una ve-
lada teatral el día de la festividad de los Reyes Magos a beneficio de la guerrilla
de Piedrahita. El Adelanto, 13-1-1937, p. 3.
37. Ese será el caso de la apertura de la suscripción con motivo del XIX centenario
de la venida de María Santísima a Zaragoza, A. H. P. SA (Gbno. C.), leg. 3039.
38. Los funcionarios de la Diputación Provincial serán de los primeros en contri-
buir a las suscripciones abiertas el 26 y 27 de julio de 1936, y así lo reflejan las
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pueblos se atuvieran a las normas marcadas, pero, sobre todo, para advertirles
que efectuaran el ingreso de lo recaudado, o se les aplicaría la multa correspon-
diente. A su vez, se amenazó con publicar los nombres y comentarios que sugi-
rieran las autoridades de aquellos que no cooperaran o no cumplieran con ese
sacrificio. La obligación de contribuir se hacía extensiva, no sólo a los domici-
lios particulares, sino también a los hoteles y restaurantes. Su incumplimiento
se penalizaría con sanciones. En Valladolid, los gobernadores García de Diego
y Aspe siguieron de cerca los avatares de la recaudación sancionando a quienes
pretendieron eludir este impuesto y atemorizando a todos aquellos poco o nada
entusiastas en contribuir a las suscripciones e impuestos. Véase Jesús María Pa-
lomares Ibáñez, op. cit. p. 61.
49. Sobre las multas impuestas por negarse a pagar el impuesto del Día del Plato
Único a vecinos de San Vicente de la Sonsierra, en la Rioja Alta, da buena cuen-
ta Carlos Gil Andrés, op. cit., p. 264.
50. Circular n.º 150, BOPSA, 16-7-1938, p. 2. En esta circular se vuelve a pedir al
Servicio de Inspección que se compruebe en una visita domiciliaria si todos los
residentes contribuyen al Plato Único y al Día sin postre y que se apliquen las
correspondientes multas.
51. AHPSA (Gbno. C.), leg. 183.
52. Desde el 12 de enero de 1937 al 31 de agosto de 1938 se publicaron en el BOP-
SA un total de 18 listados con los nombres de los rebeldes que se habían nega-
do a contribuir al Plato Único.
53. Circular n.º 89 de Gobierno Civil, en la que se pide a los alcaldes que le envíen
la relación de personas que se niegan a contribuir con el Plato Único. BOPSA,
11-5-1938, p. 2.
54. En El Adelanto se publican con regularidad las listas; la primera aparece el 14
de enero de 1937, p. 3 y, a partir de esa fecha, todos los meses se insertan las
mismas que publica el BOPSA.
55. Día del Plato Único. Circular n.º 32 de Gobierno Civil de Salamanca. BOPSA,
15-2-1937, p. 2.
56. BOPSA, n.º 71, 21-5-1938, p. 2.
57. Circular n.º 153, BOPSA, n.º 99, 16-VII-1938, p. 3.
58. Decreto n.º 174, BOE, n.º 83, 9-I-1937.
59. La legislación que completó todo lo referente a este impuesto se fue imponiendo
poco a poco; un ejemplo de ello son las siguientes órdenes: la orden de 21 de
enero de 1937, 3 de febrero, 30 de marzo, 28 de septiembre, 10 y 12 de noviem-
bre, y las reglas aclaratorias del 1 de diciembre de 1937 y el Decreto de 25 de
abril de 1938.
60. BOE, n.º 552 de 26 de abril de 1938, pp. 6.970-6.972.
61. BOE, n.º 407, 1 de diciembre de 1937, pp. 4606-4607.
62. Circular n.º 53 de la Junta Provincial de Subsidio Pro-Combatientes, BOPSA,
20-2-1938.
63. Circular n.º 58, BOPSA, n.º 35, 10-3-1938, p. 1.
64. La ampliación se había ordenado el 20 de febrero de 1938.
65. AHMSA, Actas Municipales, fol. 71.
66. Circular n.º 39 de 19-2-1937, BOE, 21-1-1937.
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6. La Universidad de Salamanca
11. Tomás Pérez Delgado, «El siglo XX. 2: La guerra civil», en M. Fernández (dir.),
La Universidad de Salamanca, Universidad de Salamanca, Salamanca, 1989,
pp. 300-301. AUS, D1 L. 161 Registro de Entrada. Comunicaciones de la Su-
perioridad. Empieza el 11 de Abril de 1922, p. 685, número 680.
12. Paul Preston, «Los esclavos, las alcantarillas y el capitán Aguilera», en Javier
Muñoz Soro, José Luis Ledesma y Javier Rodrigo (coords.), Culturas y políti-
cas de la violencia. España siglo XX, Siete Mares, Madrid, 2005, pp. 193-230.
13. Su adhesión fue premiada con la cátedra de la Universidad de Madrid el 1 de
junio de 1945 (BOE, 26 de junio). Archivo General de la Administración, sec-
ción Educación (AGA), IDD 1.08, legajo 32/45/15050, expediente personal de
Francisco Maldonado de Guevara Andrés.
14. Fuentes Labrador, Sanpedro, Corrionero y Velasco, «Apoyo institucional
en...», p. 258.
15. Fuentes Labrador, Sanpedro, Corrionero y Velasco, «Apoyo institucional
en...», pp. 272-273.
16. AUS, libro 548, Claustros, sesión del claustro ordinario celebrado el 26 de sep-
tiembre de 1936. Erróneamente, Valentín del Arco López asegura que Miguel
de Unamuno no asistió a la reunión, pero en las actas consta su presencia e in-
cluso que tomó la palabra, «El siglo XX. 1: 1900-1936», en Manuel Fernández
Álvarez (dir.), La Universidad de Salamanca, volumen I, Universidad de Sala-
manca, Salamanca, 1989, pp. 285-286.
17. Del Arco López, «El siglo XX...», p. 286, nota 127. AUS, D1 L.160, Libro de
Registro de Salida de la Superioridad (1934-1944), p. 170, número 1.603, el 28
de septiembre de 1936 el Claustro ya había informado a la Junta Técnica del
Estado del acuerdo, tomado dos días antes, de protestar contra «los atentados
cometidos contra la cultura por el Gobierno rojo».
18. «Relación hecha por el Excmo. Sr. Rector de la Universidad, Dr. Esteban Ma-
druga Jiménez, al inaugurarse el curso académico de 1939 a 1940, de los actos
más importantes celebrados en la Universidad durante los tres últimos años en
que no se ha redactado la MEMORIA ANUAL reglamentaria», Memoria so-
bre el estado de la instrucción en esta Universidad, Universidad de Salamanca,
Salamanca, 1939-1940, pp. 47-48.
19. Se celebraron, entre otros, el el «solemne acto conmemorativo del primer ani-
versario del Glorioso Movimiento Nacional», la adhesión a la propuesta muni-
cipal de declarar al general Francisco Franco «Señor de Salamanca», o el «acto-
lección en memoria del Mártir del Glorioso Movimiento Nacional, José
Antonio Primo de Rivera, a cargo del catedrático D. Isaías Sánchez Tejerina» el
22 de noviembre de 1938. AUS, D1 L.160, Libro de Registro de Salida de la
Superioridad (1934-1944), pp. 235-236, número 1.943. También se contó con
la colaboración de las delegaciones alemana e italiana para la enseñanza de sus
respectivos idiomas, y se impartieron cursillos para reorientar hacia la nueva
ideología y desterrar pedagogías laicas, republicanas y extranjerizantes en los
maestros de primaria. Pérez Delgado, «El siglo XX...», pp. 301-308, repasa las
diferentes actividades que puntearon la vida académica salmantina durante la
guerra civil.
20. Arquivo Histórico de la Universidade de Santiago, Ensino Medio, legaxo 510,
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SEGUNDA PARTE
7. Unamuno, en guerra
8. Sables y naipes
cisco García González, Los pueblos de la Armuña, edición del autor, Salaman-
ca, 2004.
2. La referencia es R.396244, el título exacto Memorias y recuerdos y se trata de
un ejemplar mecanografiado que consta de 86 folios. El original, redactado de
puño y letra de su autor, pertenece a Isabel Martín Rodríguez, la menor de sus
hijos, que reside en Salamanca.
3. Es muy significativo que Joaquín Arrarás, uno de los primeros historiadores
oficiales del régimen franquista, no incluya su nombre entre los que integraron
la trama civil del golpe en Salamanca, en la que tuvo un papel sobresaliente el
falangista Francisco Bravo. Sí lo menciona, en referencia más que cuestionable,
como voluntario en la columna que partió de Salamanca al frente del Guada-
rrama, a finales de julio de 1936, y que mandaba el siniestro comandante Do-
val (Historia de la Cruzada Española, Madrid, 1939, III, pp. 392-398). Salvo
una referencia muy concreta, tampoco lo mencionan como golpista destacado
Santiago López y Severiano Delgado, autores de las mejores páginas de las que
disponemos por el momento sobre la guerra y la represión en Salamanca («Víc-
timas y nuevo Estado, 1936-1940», en Ricardo Robledo (coord.), Historia de
Salamanca. V. Siglo Veinte, Centro de Estudios Salmantinos, Salamanca 2001,
pp. 219-324, la aludida referencia en p.240).
4. Fue designado como tal por su amigo, el general Cabanellas, el 28 de julio de
1936. No obstante, manifestó desde un primer momento que «no estaba dis-
puesto a continuar en el cargo por tener deberes militares que cumplir», y fue
efectivamente cesado en el cargo el día 1 de agosto (Archivo de la Diputación
Provincial de Salamanca, Libro de actas de la Comisión Gestora, sesiones de 1
y 14 de agosto de 1936).
5. Martín Veloz, que no tuvo descendencia en su matrimonio, mantuvo una rela-
ción muy estrecha con los tres hijos de su hermana Mercedes, sus sobrinos carna-
les Andrés, Ramón y Mercedes Cuesta Martín. Mantuve una amplia conversa-
ción con el primero de ellos, el 15 de noviembre de 2005, en la que negó toda
implicación de su tío en la represión, y, muy al contrario, me mencionó su inter-
vención para favorecer la huida a Portugal de un hijo del general Cabanellas o
para evitar fusilamientos en los pueblos de La Armuña, comarca sobre la que te-
nía gran ascendencia. Planteamientos similares mantuvo María Cuesta Pedraz,
hija de Andrés, en entrevista mantenida el 24 de noviembre del mismo año, que
mencionó algún caso de protección dispensada por Veloz a algún vecino de Sala-
manca. Me contó, además, que recorrió los pueblos de La Armuña haciendo va-
ler su influencia para reclutar gente para el frente y mostrándose durísimo con
los reticentes. En cuanto a los historiadores, véanse las referencias de la nota 3.
6. La novela se publicó por primera vez en Plaza&Janés, Barcelona, 1981, y fue
escrita por su autor, entre El Pedroso y Barcelona, desde julio de 1977 hasta ju-
nio de 1978, en tiempos ya no de silencio pero sí de olvido. Es, por tanto, un
texto literario que a su indudable calidad une el ser pionero en el tratamiento
de la represión franquista en tierras castellanas. Recientemente ha aparecido
una segunda edición corregida y aumentada, en Ed. Alcayuela, Salamanca,
2001, con introducción de M.ª Luisa García-Nieto, que es la que yo manejo.
En varias entrevistas con el autor durante agosto de 2006 me confirmó que se
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trata de un relato literario sobre hechos que acontecieron (construido con el co-
rrespondiente acopio de documentación y de testimonios orales) en el que apa-
recen personajes de ficción y también otros que realmente existieron.
7. Hay, en efecto, numerosas referencias a José Delgado Romero, republicano y
médico titular de El Pedroso en la época por la que transcurre la narración, y
uno de los personajes históricos que aparecen en la novela (La grama, pp.236,
252, 275, 283 y 291). En todas ellas queda clara la relación de amistad que
Delgado mantenía con Veloz, así como la influencia de éste en el bando llama-
do nacional y su implicación en la represión. El texto que reproduzco figura en
la última de las páginas mencionadas. No obstante, el médico estuvo en la cár-
cel, como se documenta en el capítulo 10.
8. Hubo, pues, un testigo del paso de Veloz por El Pedroso, el 24 de agosto de
1936, pidiendo precisiones sobre el camino a Cantalpino. Se llamaba Miguel, y
entonces era un muchacho. Agustín Salgado recrea el suceso con todo lujo de
detalles (La grama, pp.322-323, de donde procede el texto que transcribo) y
me aseguró en nuestra entrevista que el personaje es real y que murió hace algu-
nos años. Sobre la feroz represión de Cantalpino, que supuso el asesinato de 23
de sus vecinos y la muerte por tifus en la cárcel de uno más, ha investigado Luis
Calvo Rengel, antiguo concejal socialista del Ayuntamiento de Salamanca y vi-
cepresidente de su Diputación Provincial, y otro de los pioneros de la recupera-
ción de la memoria sobre la represión franquista en la provincia. Me propor-
cionó con amabilidad extrema copia de su manuscrito Semilla de libertad en el
que incluye la lista completa de los represaliados de Cantalpino (ibíd., ff.37-38)
así como un detallado relato de los sucesos de El Pedroso (ibíd., fols.17-22).
9. «Salamanca. Así fue el terrorismo falangista», Interviú, n.º 177, de 4-10 de oc-
tubre de 1979. Se trata de un reportaje del periodista Angel Montoto sobre la
represión en la provincia, centrado muy en particular en Pedroso de la Armu-
ña, Cantalpino, Poveda de las Cintas y Villoruela, pueblos los tres últimos pe-
gados a La Armuña pero pertenecientes al partido judicial de Peñaranda de
Bracamonte. Según me cuenta Luis Calvo, la viuda de Manso falleció, ya ancia-
na, en Salamanca, en los primeros años de nuestro siglo. En cuanto al monte de
La Orbada véase lo publicado por F. Cañamero en el diario local Tribuna de
Salamanca, 20-III-2002, p.19.
10. Gil Robles, No fue posible la paz, Planeta, Barcelona, 1978, p. 796, nota 47.
11. La pertenencia a Falange, muy tardía y probablemente a efectos ornamentales,
la mantienen sus familiares (véase nota 5). En todo caso, no he encontrado la
menor referencia a su persona en la bibliografía sobre el partido fascista, ni en
Salamanca ni en general, en las obras de Francisco Bravo, Ángel Alcázar de Ve-
lasco, Sheelagh Ellwood o Luis Rodríguez Jiménez. En cuanto a su muerte, se-
gún el correspondiente acta de defunción del Registro Civil de Salamanca se
produjo, en su casa de esta ciudad y por enfermedad, el 12 de marzo de 1938 y
por tanto debe corregirse la información de que muere luchando en el frente de
la sierra de Madrid, en los primeros meses de la guerra: José Venegas, Andan-
zas y recuerdos de España, Imprenta Ferrari, Buenos Aires, 1943, p.103, Inda-
lecio Prieto, De mi vida. Recuerdos, estampas, siluetas, sombras..., Oasis, Mé-
xico, 1968, p.192.
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bién relaciones con los generales Silvestre, Cabanellas y Goded, así como con el
padre del general Mola, oficial del ejército destacado en Cuba. Y hacen especial
hincapié, con detalles y mención de testigos, en las frecuentes estancias de Pri-
mo, y también de Queipo, en Cañadilla, la finca armuñesa que Martín Veloz
compró en 1917, en las que no primaba por cierto el sosiego y el recogimiento, y
sí las carreras de caballos, cruzándose apuestas, y las grandes timbas al póquer.
21. I. Prieto, De mi vida..., p. 184. Por las duras páginas que el veterano político socia-
lista dedicó a Martín Veloz desfilan los nombres de los generales Queipo de Lla-
no, Primo de Rivera, Goded, Fernández Silvestre, Burguete, y del coronel Páez Ja-
ramillo.
22. J. Venegas, Andanzas..., p. 76. O este otro texto, que incide en su vinculación
con los militares y plasma su proximidad al personaje: «Su casa estaba siempre
llena de militares. Allí conocí a Queipo de Llano, que me pareció un animal; a
Goded, que me dió una sensación muy desagradable de frialdad y disimulo, y a
otros muchos. También iban abundantes curas y frailes, aunque Veloz no disi-
mulaba su ateísmo, ni contenía sus blasfemias», ibíd., pp.88-89.
23. Véanse los números correspondientes a los meses de febrero, sobre todo, y tam-
bién marzo de 1924. En uno de ellos, el correspondiente al de 17 de febrero, un
capitán de caballería, Gonzalo de Aguilera Munro, conde de Alba de Yeltes, re-
cién llegado de Inglaterra, visitaba al herido y se ponía «incondicionalmente» a
disposición de su familia. Sobre las siniestras andanzas del conde en la guerra
civil Paul Preston ha escrito un brillante trabajo, «Los esclavos, las alcantarillas
y el capitán Aguilera. Racismo, colonialismo y machismo en la mentalidad en
el cuerpo de oficiales nacionales» en Javier Muñoz Soro, José Luis Ledesma y
Javier Rodrigo, coordinadores, Culturas y políticas de la violencia. España si-
glo XX, Siete Mares, Madrid, 2005.
24. Véase la nota 17.
25. Su esposa, que le sobrevivió muchos años, se llamaba María Aliste Arín, y era
hija de un sargento de Alabarderos que convivió con el matrimonio y con el que
Veloz mantuvo con frecuencia relaciones tormentosas. Algunos datos al res-
pecto en A. Martín Esteban, Memorias..., fols. 50 y ss. Sobre el carácter de esta
mujer y sobre su relación matrimonial con Martín Veloz, J. Venegas nos ha de-
jado algunas páginas excelentes que describen actitudes «del más bárbaro es-
poso español», Andanzas..., pp. 92-94.
26. De los reiterados arrestos militares que sufrió ya he dado cuenta en otro lugar de
estas páginas. I. Prieto se equivoca en cuanto al lugar al afirmar que «desembar-
có sin una peseta en Santander» y da cuenta en un jugoso párrafo de que allí fue
procesado, y absuelto, por asesinato de un competidor suyo en baraterías, lo
que indica que desde su llegada a la Península se metió en este turbio negocio.
No deja de señalar que en el proceso testificaron a su favor «guerreras galonea-
das y entorchadas» (De mi vida..., p. 184). Como hemos visto, J. de Armiñán ra-
tifica la existencia del proceso de Santander (La dulce España..., p. 163). Tam-
bién respecto a estos primeros años de siglo, con más que probable veracidad
pero sin demasiadas precisiones, su primo A. Martín Esteban nos da cuenta de
su situación económica paupérrima, viviendo a cuenta de parientes en Salaman-
ca y en Villaverde, de sus broncas y bravuconadas, de sus trapicheos y negocios
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por su acceso al poder. También fue este comandante el que se interesó por su
estado, en nombre del dictador, a raíz del atentado del Casino referido ya en es-
tas páginas (Andanzas..., pp. 91 y 101-102).
39. Ni siquiera a escala de los cargos locales, municipales o provinciales, en Sala-
manca, al menos en los primeros años de la dictadura, como demuestra Carlos
Ernesto Hernández Hernández, Directorio militar y elites políticas en Salaman-
ca, memoria de licenciatura inédita, Universidad de Salamanca, 1997. No hay en
este trabajo ni una sola mención a Martín Veloz, no así respecto a Venegas que es
citado como director de La Voz de Castilla en aquel tiempo (ibid., pp. 71-72).
40. José Luis Rodríguez Jiménez, Historia de Falange Española de las JONS,
Alianza, Madrid, 2000. «Mirando al Duce» es el título de su capítulo I.
41. Según la correspondiente crónica, Alfonso XIII se mostró encantado con el
triunfo del fascismo en Italia y, al parecer, pronunció una frase que admitía va-
rias lecturas: «Este es mi Mussolini» (La Voz de Castilla, 24-noviembre-1923).
42. A los pocos meses, en abril de 1924 recibió un homenaje cerca de Abusejo, uno
de los pueblos del distrito, al que Veloz no pudo asistir por encontrarse todavía
convaleciente de las heridas sufridas en el Casino de Salamanca, y que fue am-
pliamente cubierto por su periódico (La Voz de Castilla, 25, 27 y 19-abril-
1924). Como es sabido, a raíz del advenimiento de la República, fue nombrado
jefe de la 1.ª División Orgánica con sede en Madrid. Es decir, se le puso al fren-
te de la guarnición de la capital.
43. El escaso éxito electoral de Martín Veloz y de Queipo de Llano se comprueba
en el cuadro 1 del Capítulo 1.
44. Todos estos planteamientos, con las consabidas proclamas de «amor a España,
a la Monarquía, a su glorioso y sufrido Ejército, y a sus tradiciones igualmente
gloriosas», se recogen en sendas cartas abiertas que Veloz dirigió a Eduardo Ji-
ménez del Rey, director de La Gaceta Regional, y que él mismo envió a El Ade-
lanto donde fueron publicadas (28-I-1936 y 9-II-1936).
45. Como no podía ser de otra forma, se ha respetado al máximo el sentido del tex-
to precedente. No obstante, se han señalado determinados pasajes no fácilmen-
te comprensibles y, también a estos efectos, se ha mejorado en ocasiones la or-
tografía.
46. Probablemente se trata del coronel Puigdengolas que dirigía las fuerzas de la Re-
pública frente a Yagüe —en Badajoz, en agosto de 1936— y que consiguió huir a
Portugal (Hugh Thomas, La guerra civil española, Urbión, Madrid, II,p. 246).
5. En el célebre acto del Paraninfo la mujer de Franco pidió a Juan Crespo que
protegiera a Unamuno mientras unos soldados contenían a culatazo limpio a
los más exaltados, Francisco Blanco Prieto, Miguel de Unamuno. Diario Final,
Globalia Ediciones Anthema, Salamanca, 2006, p. 660.
6. Estos párrafos no tienen más intención que la de ofrecer algunos rasgos biográ-
ficos que hagan más comprensible el sentir de las páginas que escribió los últi-
mos días de su vida. No es el momento de presentar una biografía apresurada
porque el protagonismo de este capítulo lo tienen sus escritos de la cárcel. Por
otra parte, L. Sánchez Granjel ya ofreció su estampa humana y profesional en
Casto Prieto Carrasco, Dos estudios sobre la enseñanza de la medicina en la
Universidad de Salamanca. ed. de L. Sánchez Granjel, Ediciones Universidad
de Salamanca, Salamanca, 1986, pp. 11-17.
7. Según el diario familiar donde Casto Prieto anotó los principales aspectos for-
males o informales de su vida hasta 1924; los párrafos que cito pueden estar es-
critos hacia 1918, una fecha sujeta a revisión.
8. Como si estuviera pensando en advertencia para historiadores, añade: «aunque
este libro no sea de comentario, sino de fechas y datos, bueno es quede consig-
nado esto para que no se tuerza nunca la verdad de las cosas que no pueden sa-
carse sólo de los hechos sucedidos en la vida oficial de un individuo».
9. En el curso 1903-1904 murió su abuela paterna, «quedando sólo en el mundo
con mi única hermana y 2 pesetas diarias por todo recurso».
10. La movilización del joven Villalobos ante estos sucesos le llevó por primera vez
a la cárcel. A. Rodríguez de las Heras, Filiberto Villalobos. Su obra social y po-
lítica 1900-1936, Salamanca, 1985, p. 81. Jean Claude Rabaté «Filiberto Vi-
llaobos y la Unión Escolar», R. Robledo (coord.), Sueños de concordia. Filiber-
to Villalobos y su tiempo histórico, Caja Duero, Salamanca, 2005, pp. 97-105.
11. Filiberto Villalobos apuntó en su felicitación: «La mayor lección de Prieto Ca-
rrasco es su propia vida, de hombre austero y bueno, de voluntad resuelta, de
amor al trabajo, de lealtad para las ideas», El Adelanto, 18-II-1928.
12. Véase el capítulo de J. Infante.
13. El Adelanto 5-I-1920.
14. El Adelanto 29-I-1924. A la conferencia asistió Unamuno que arremetió contra
las instituciones que se crearon para hacer pobres, no para acabar con ellos, y
felicitó al conferenciante.
15. Véanse sus estudios sobre historia de la medicina recogidos en el volumen cita-
do en la nota 6.
16. Acción Republicana contaba con 3.500 afiliados y 90 comités locales, y se
constituyó el 19 de febrero de 1933; fue nombrado presidente C. Prieto, y vice-
presidentes F. Ruipérez y J. Sánchez Gómez, El Adelanto 21-II-1933. Otros
cargos desempeñados fueron el de presidente de la Agrupación de Jurados
Mixtos de Trabajo de Siderurgia y Metalurgia y derivados (agosto de 1934), y
en julio 1935 el de médico supernumerario de la Compañía de Ferrocarriles del
Oeste, sin sueldo, afecto al Gabinete Sanitario de la División de Sanidad.
17. El Adelanto, 27-VII-1932, p. 3. El alcalde dedicó un recuerdo a M. Arés y a
Dorado Montero entre otros.
18. Del relato de la destitución da cuenta con detalle Manuel Fernández Trillo
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87. Esto fue lo que varios miembros de esta familia le dijeron a Manuel Redero; y
esto mismo es lo que puede leerse en las declaraciones que algunos de ellos hi-
cieron en El Adelanto del 22 de agosto de 1998.
88. Entrevista de Manuel Redero con Arcadio Martín Hernández, 10 de diciembre
de 2004.
89. Véanse Cándida Calvo Vicente, «Formas de apoyo de los municipios salmanti-
nos a los sublevados durante la Guerra Civil», en I Congreso de Historia de Sala-
manca, Tomo III, Salamanca, 1992, pp. 237-245; Josefina Cuesta Bustillo «La
Guerra Civil y la militarización del espacio en Salamanca (1936-1939)», op. cit.,
pp. 403-431; Antonio Fuentes Labrador, «Información, ideología y propagan-
da: la utilización de la radio en un centro de poder —Salamanca— durante la
Guerra Civil», en I Congreso... op. cit., pp. 225-236; Javier García Martín, «Im-
plicaciones políticas de la Iglesia salmantina en el primer franquismo (1936-
1942). Aproximación al tema», en I Congreso..., op. cit., pp. 255-263; Lorenzo
Losada Bueno, «Las misiones rurales salmantinas: modelo de recristianización
(1936-1942)», en I Congreso..., op. cit., pp. 247-253; José I Madalena Calvo,
Mª Carmen Escudero, Alfredo Prieto Altamira, y José Francisco Reguillo, «Los
lugares de memoria de la Guerra Civil en un centro de poder: Salamanca, 1936-
1939», en Julio Aróstegui (coord.), Historia y memoria de la Guerra Civil. En-
cuentro en Castilla y León. II. Investigaciones, Junta de Castilla y León, Valla-
dolid, 1988, pp. 487-549; Adoración Martín Barrio, M.ª de los Ángeles
Sampedro Talabán, y M.ª Jesús Velasco Marcos, (1988): «Dos formas de violen-
cia durante la Guerra Civil: La represión en Salamanca y la resistencia armada en
Zamora», en Julio Aróstegui (Coordinador), Op.cit, pp. 367-437; Tomás Pérez
Delgado, «Cruzados salmantinos. Contribución al estudio del discurso legitima-
dor del Movimiento Nacional. Salamanca 1996-1940», en Salamanca. Revista
Provincial de Estudios, n.º 20-21 (1986), pp. 217-261 y Glicerio Sánchez Recio,
«Mons. E. Pla i Deniel, Obispo de Salamanca, 1935-1941» en Salamanca. Revis-
ta de Estudios, n.º 33-34, (1994), pp. 231-242.
90. Véanse Listado de expedientes de responsabilidad civil examinados por la Co-
misión Provincial de Incautación de Bienes de Salamanca y Relación de sancio-
nados (Textos mecanografiados). Se encuentran en la Caja 75/1274 del Fondo
Justicia, IDD: 39/ 002 del AGA.
91. El Boletín Oficial de la Provincia de Salamanca, en donde los autores han podi-
do leerlo, lo publicó el día 6 de febrero de 1940.
92. Audiencia Provincial de Salamanca, Sentencia de 23 de octubre de 1942.
93. Por un escrito de 8 de mayo de 1939 que el Presidente de la Comisión Central
de Incautaciones mandó al Presidente de la Comisión Provincial de Incautacio-
nes de Salamanca existe constancia de que en la referida fecha también tenía
embargada su biblioteca (o, al menos, una parte de la misma). Puede verse este
escrito en la Caja 75/498 del Fondo Justicia, IDD: 39/002 del AGA.
94. Los dos primeros se encuentran en el Archivo Histórico Nacional, Fondos Con-
temporáneos. Gobernación. Legajo 424 y el tercero en el Archivo General de la Gue-
rra Civil Española (Filiberto Villalobos González. Expediente n.º 54, legajo 1418).
95. Esta parte final de la historia no se presenta aquí con el ánimo de que sea reconoci-
do como un trabajo definitivo, sino como potencialmente abierto. Y ello es funda-
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109. Filiberto Villalobos tenía la costumbre de leer todas las noches un capítulo del
Kempis.
110. El Adelanto, 15 de febrero de 1955.
111. Varias fotos de esta concentración se encuentran en la Filmoteca Regional de
Castilla y León (Salamanca). También puede verse alguna otra en La Gaceta
Regional y El Adelanto del día 15 de febrero.
112. Cartas y telegramas de condolencia pueden verse en el Archivo Villalobos.
113. Entrevista con Arcadio Martín Hernández, 10 de diciembre de 2004.
114. Para estudiar los mismos pueden verse: Julio Alcaide Inchausti, Evolución
Económica de las regiones y provincias españolas en el siglo XX, Fundación
BBV, Madrid, 2003; Ignacio Francia, Salamanca, 1950-1992. Materiales para
la historia, Caja Duero, Salamanca, 2002; Eugenio García Zarza, (coord.),
Salamanca en los años cincuenta del siglo XX. Una década peculiar, Centro de
Estudios Salmantinos, Salamanca, 2003; Raúl Morodo, Atando Cabos. Me-
morias de un conspirador moderado (I), Taurus, Madrid, 2001; y Enrique
Tierno Galván, Cabos sueltos, Bruguera, Barcelona, 1981.
1. Los libros que tienen algún interés son El derecho a la rebeldía, Ed. Fax, Ma-
drid, 1934; Los Católicos y la República. Cultura Española, Madrid, 1934; Se-
rafinillo. Víctima de amor y de dolor, Talleres Cervantes, Salamanca, 1935;
Guerra Santa. El sentido católico de la guerra española. Prólogo del Emmo.
Cardenal Gomá, Primado de España, Editorial Española, Burgos, 1938; Este es
el cortejo. Héroes y mártires de la Cruzada Española. Talleres Cervantes, Sala-
manca, 1938; La gran víctima. La Iglesia Española, Mártir de la revolución
roja. Talleres Cervantes, [1940] Salamanca, 19413; El Derecho al Alzamiento,
Talleres Cervantes, Salamanca, 1940 [4.ª ed., 1941]. Durante el franquismo,
publicó además de dos volúmenes sobre las conferencias cuaresmales, Lo nue-
vo conciliar y lo eclesial perenne. De la antítesis a la inserción, Studium, Ma-
drid, 1967. Muchas gracias..., pero el problema sigue en pie. Manifiesto por los
hermanos, Difusora del libro, Madrid, 1977. Los Talleres Cervantes pertene-
cían entonces a Avelino Ortega. Castro Albarrán editaba, distribuía sus libros
publicados en Salamanca y se hacía la propaganda en la contraportada con elo-
gios desmesurados. Vivía en la calle Palominos 2, en piso alquilado a C. Gª Ba-
rrado quien temía que la «fogosidad» del magistral diera a pie a que «las tur-
bas» acabaran algún día con los cristales del mirador; Manuel Sánchez,
Maurín, gran enigma de la guerra y otros recuerdos, Cuadernos para el Diálo-
go, Madrid, 1976, p. 76.
Un estudio grafológico de su firma efectuado por Amparo Bejarano refleja,
entre otros rasgos, los de una presunción vanidosa propia de persona absor-
bente y egocéntrica.
2. Ante la impaciencia por dar el golpe el 18 de julio que se retrasaba en Salaman-
ca, escribe Castro Albarrán: «Parecía un mastín lobero que ha olfateado su pre-
sa»; al día siguiente, las bayonetas de Infantería dominaron la plaza Mayor sal-
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mantina, y el autor lo vio así: «El perro lobero aquietó un poco sus impaciencias
porque le habían soltado la cadena y podía ya correr detrás de la presa que an-
helaba». Por último, cuando Vicente Pascua, acostumbrado a fusilar inmediata-
mente a todo prisionero con uniforme, fue desautorizado por sus jefes al querer
ejecutar a un militar republicano, comenta el magistral de Salamanca: «Pascua,
como perro rabioso, lanzóse a él, y con los dientes, le arrancó las estrellas», Este
es el cortejo... pp. 51-54. Vicente Pascua murió el 8 de octubre de 1936 en el
frente del Guadarrama; la esquela apareció al día siguiente en El Adelanto.
3. «Ante un problema grave, lo sensato es buscar cómo se resolvió el mismo en el
pasado, o en otras situaciones similares, por si eso pudiera dar una posible so-
lución actual. Ante el problema actual de España —acceso al Poder del PSOE
gracias a la masacre del 11-M, no investigada por el Gobierno; tolerancia del
Gobierno con los separatistas y los terroristas ... sería bueno releer a esos auto-
res.» Se citan seis libros dos de los cuales son Derecho a la rebeldía y Guerra
Santa. Razones para la rebelión http://blogs.periodistadigital.com
4. «Diligencias para la oposición y provisión de la Magistralía de la Santa Basílica
Catedral vacante por defunción del M.I.Sr. D. Nicolás Pereira, 19-IV-1927».
Actas capitulares, 1919-1946. Archivo Catedral de Salamanca. Las noticias
biográficas se completan con el expediente XV A c4 (1) del Archivo Catedral
de la Curia. Diócesis de Madrid.
5. E. Cabezas Ávila, «Los de siempre». Poder, familia y ciudad (Ávila, 1875-
1923), Madrid, CIS, 2000, pp. 230-237.
6. Las cuestiones triguera y ganadera en España (a la luz de la hispana tradición).
Manojo de artículos de D. Manuel Sánchez Asensio, con prólogo del exdiputa-
do a Cortes, Don José Sánchez Marco y epílogo del M.I. Sr. Magistral de Ávila.
Sebastián Rodríguez Impresor, Toledo, 1926, p. 198.
7. Se presentaron nueve candidatos; don Aniceto consiguió diecisiete votos, frente
al segundo que sólo sacó dos votos.
8. Enrique Esperabé, Diccionario enciclopédico ilustrado y crítico de los hombres
de España. Prólogo del Conde de Romanones, Artes Gráficas Ibarra, Madrid,
Nueva edición, s.f.
9. La Gaceta Regional, 6-X-1931, p. 8.
10. William J. Callahan, La Iglesia Católica en España (1875-2002). Crítica, Bar-
celona, p. 234.
11. Serafinillo, pp. 324-325. El magistral pedía libertad en su prólogo para inter-
pretar los hechos y escritos de Aurora, natural de Béjar, y «para negarles o con-
cederles carácter más o menos sobrenatural».
12. Enrique González de Carvajal, prepósito de la provincia de León, Arxiu Vidal i
Barraquer, Esglesia i estat durant la segona Republica espanyola, 1931-1936
(en adelante AVB), 2, p. 37.
13. AVB, IV, pp. 159-160. Más detalles en Q. Aldea, «Guerra Civil (1936-1939)».
Manual de Historia de la Iglesia, tomo XX, Herder, Barcelona, 1987, p. 303.
Según su expediente, el nombramiento fue el 27 de enero, extensivo a Rector
del Seminario.
14. «La sumisión al poder ilegítimo», Acción Española, 39, 16-X-1933; el artículo
corresponde a las páginas 197-220 del libro.
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frase— ¡Qué sermón, qué discurso, qué arrogancia, qué bien dichas las cosas!
La inmensa multitud, no pudiéndose contener rompió en vítores y aplausos a la
Virgen bendita. ¡Qué de “vivas” a la Santísima Virgen de Valdejimena, qué ale-
gría», Severiano Mateos, Memorias de un salmantino p. 55. La romería en Val-
dejimena, muy cerca del pueblo de don Aniceto, fue el 8 mayo de 1934. Según
conversación con el canónigo Sánchez Vaquero, niño entonces de 10 años, al-
guien gritó ¡Viva la República!; ante el alboroto que se creó, Don Aniceto des-
de un púlpito móvil, exclamó: «No pasa nada, sólo se ha escapado un burro del
ronzal».
27. «La licitud del movimiento armado», en Inter-Radio, El Adelanto, 16-VIII-
1936, p. 3. También, «La bandera española», El Adelanto 20-VIII-1936 y el
discurso del día siguiente en la Catedral o el sermón de desagravio al Corazón
de Jesús del 20 de agosto, La Gaceta Regional, 21-VIII-1936. Véase, Josefina
Cuesta, «El espacio y el poder en Salamanca al comienzo de la guerra civil
(1936)», en Salamanca, Revista de Estudios, Diputación Provincial, Salaman-
ca, n.º 40 (1997), pp. 397-399.
28. Guerra civil y radio nacional. Salamanca 1936-1938. Instituto Oficial de Ra-
dio y Televisión, Madrid 2006, pp. 256-258.
29. F. Espinosa, Contra el olvido, Crítica, Barcelona, 2006, p. 237. Prólogo de P.
Preston, A. Reig, Anti-Moa, Ediciones B, Barcelona, 2006, p. 17.
30. «La guerra nacional española es guerra santa y la mas santa que registra la historia»
mientras que la guerra por parte del Frente Popular es «antisanta» y «antidivina»,
Acerca de la «Guerra Santa». Contestación a J. Maritain. Salamanca, 1937, p. 5.
31. El resto lo completan autores y políticos extranjeros (Spengler, Maurras, Oli-
veira Salazar, entre otros); pensadores españoles contemporáneos (Balmes, Do-
noso Cortés, Maeztu, Pemán...) y otras fuentes. Las referencias con nota en el
libro son sólo 118; si tomamos en cuenta a autores que se citan, pero sin refe-
rencia a pie de página, pueden ampliarse a 138, de forma muy aproximada.
32. Boletín Oficial Eclesiástico de la Diócesis de Salamanca, n.º 11, 31 octubre
1936, pp. 337-347. Razón y Fe, reprodujo el párrafo final, pero sin mencionar
la necesidad de una paz «que satisfaga todas las justas y sabias aspiraciones
compatibles con el bien común, n.º 476, 1936, pp. 146-150. Hilari Raguer, La
pólvora y el incienso, op. cit., p. 122; «El Cardenal Gomá y la guerra de Espa-
ña», Arbor, 436, 1982, p. 63. Raguer explica con detalle el malestar del sector
más fanatizado del clero, los murmullos de desaprobación y hasta «palabras
fuertes» que suscitó el discurso papal.
33. José M Gallegos Rocafull, La pequeña grey. Testimonio religioso sobre la gue-
rra civil española. Península, Barcelona, 2007, p. 38.
34. Éste el cortejo, pp. 35-36. No fue fácil prescindir de la impiedad mahometana,
de Lepanto y de la fiesta del Rosario, por ejemplo, en la pastoral de Pla y Deniel
de 31-XII-1937; Alfonso Álvarez Bolado, Para ganar la guerra, para ganar la
paz, Universidad Pontificia de Comillas, Madrid, 1995, pp. 199 y 202.
35. E. Fernánez Almuzara, «Literatura del Alzamiento». Razón y Fe, setiembre
1937, pp. 130-145.
36. Guerra Santa, p. 216. Este es el cortejo, p. 287.
37. Archivo Gomá. Documentación de la Guerra Civil, ed. de José Andrés-Galle-
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go, Antón M. Pazos, CSIC, Madrid 2001-2006 (en adelante AG), 6, p. 539,
AG, 7, p. 22.
38. La desilusión de Castro Albarrán («Yo me había entregado a este trabajo con ilu-
sión por parecerme que aquí podría hacer algo, no sólo en bien de la Patria, sino
de la Iglesia») en AG, 9, 10-III-1938, pp. 499-501. La cursiva de la frase de Gomá
es mía, AG, 9, 12-III-1938, pp. 510-511. Gomá le escribió a Serrano Súñer ese
mismo día: «Si pudiese sostenerle [al magistral de Salamanca] en el cargo me ha-
ría un buen servicio, pues le tengo encargado un trabajo especial de propaganda
internacional, con motivo de la futura cuestación mundial a favor de nuestras
Iglesias y su situación actual favorece sus trabajos», AG, 9, 12-III-1938, p. 506.
39. Castro Albarrán contabilizaba 4.200 sacerdotes «ciertamente asesinados» y
2.500 religiosos, pero los cuadros disponibles suman 3.875 y 2.373 respectiva-
mente, La gran víctima, pp. 63, 210, 221.
40. José Antonio Pérez Bowie, «Retoricismo y estereotipación, rasgos definidores
de un discurso ideologizados. El discurso de la derecha durante la guerra civil»,
Julio Aróstegui, Historia y Memoria... tomo I., pp. 353-373 (p. 371).
41. «ACABOSE DE IMPRIMIR ESTE LIBRO QVE EL SEÑOR MAGISTRAL DE
SALAMANCA ESCRIBIÓ PARA DECIR EL MARTIRIO QVE LA SANTA
IGLESIA SVFRIÓ EN ESPAÑA, POR OBRA Y ODIO DE LA REVOLVCIÓN
ROJA ... EL DIA VII DEL MES DE DICIEMBRE DE AÑO DEL SEÑOR.»
42. AHN. Sección Salamanca. Delegación Nacional de Servicios Documentales.
Secretaria general. Expte. 117. Debo a F. Espinosa el conocimiento de esta in-
formación.
43. Carta de Ulibarri, 3-V-1940, enviándole de la Sección Político Social documen-
tos relativos a José Antonio Aguirre y Gonzalo y Victoria Salazar, al tiempo
que le reclama otros.
44. Hilari Raguer, La pólvora y el incienso. La Iglesia y la Guerra Civil española,
1936-1939. Península, Barcelona, 2001, p. 122.
45. G. Redondo, Política, cultura y sociedad en la España de Franco (1939-1975).
Eunsa, Pamplona, tomo I, p. 475.
46. Concepto pagano y concepto cristiano de nuestro cuerpo. Conferencias cuares-
males para hombres solos... en la Iglesia de San José, de Madrid. Salamanca,
Cervantes 1942.
47. Dionisio Ridruejo, Casi unas memorias, Planeta, Barcelona, 1977, p. 103.
48. Las dos ciudadanías. Conferencias cuaresmales. Pontificia Universidad Ecle-
siástica de Salamanca, Salamanca, 1943.
49. «¡Nuestra pobre Patria Española! Ellos nos la amorataron, nos la abofetearon,
como los judíos a Cristo, nos la escupieron, nos la pintaron de rojo, y, como a
una Dolorosa, le clavaron en el corazón todos aquellos puñales del marxismo,
del separatismo, del laicismo. Con todo lo cual nos dijeron muy alto y muy cla-
ro que ellos eran la negación, la brutal negación de la Patria.» Las dos ciudada-
nías...
50. Oración fúnebre que por encargo de la Real Academia Española y en las hon-
ras de D. Miguel de Cervantes Saavedra y demás ingenios españoles, Aldus,
Madrid, 1946.
51. «Difícilmente se encontrará en España otro sacerdote de tan preclara inteligen-
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Índice onomástico
Ibáñez Martín, José, 65, 92 Largo Caballero, Francisco, 21, 38, 41,
Iglesias Ovejero, Ángel, 147 101
Inés, Honorio, 103 Las dos ciudades (Pla y Deniel), 84, 97,
Infante, Javier, XXII, 71, 263 218
Isabel la Católica, 332 Las nubes (Cernuda), 241
Íscar Alonso, Agustín, 227 Laso Conde, Luis, 138
Íscar Peyra, Fernando, 31,45,73, 323 Lasso de la Vega y López de Tejada, Mi-
Íscar Peyra, Miguel, 12, 24, 47, 110, guel (marqués de Saltillo), 224
115, 118, 190, 296 «La sumisión al poder ilegítimo» (Cas-
Izard, Ernesto, 113 tro Albarrán), 79
La vida de don Quijote y Sancho (Una-
Jerez, Francisco, 103 muno), 243
Jiménez de Asúa, Luis, 222 La Voz de Castilla, 270-273
Jiménez de Rada, Rodrigo (Arzobispo de Le Matin, 249, 252
Toledo) 93 Lenin, Vladimir, 341
Jiménez del Rey, Eduardo, 73, 81 León XIII, 330, 339
Jiménez Polo, Vicente, 198 León Felipe,334
Jimeno Gil, Emilio, 224 Lerroux, Alejandro, 53-56, 65, 67-68
Juliá, Santos, XVI-XVII, 53 Les Grandes Cimetièrs sous la Lune (Ge-
orges Bernanos), 95
Kant, 87 Llorente, Humberto, 320
Kazantzakis, Nikos, 249, 251 L’Osservatore Romano, 91
Kent, Victoria,31, 44,150 López de Vivero, Juan, 19
Kononenkof Sakolof, Pedro, 132 López García, Santiago, XX, XXV,
85,99
La Ciencia Tomista, 83, 95 López Jiménez, Teodoro, 227
La Cierva, Juan de, 323 Lorenzo Bajo, Ángel, 112
La cuestión triguera y ganadera en Espa- Los Católicos y la República (Castro Al-
ña (Sánchez Asensio), 10 barrán), 331
La Gaceta Regional, XVI-XVII, XIX, 4, Lozano, Manuel, 138
10, 15-18, 26, 36, 38-39, 41-42, 47- Luis, Francisco de, 92
50, 72-78, 80-81,83, 91, 103, 117, Luna, Inés, 35, 42
149, 190, 206, 246, 285, 296, 316 Luna García Castejón, Antonio, 89
La grama (Salgado), 265
La gran víctima (Castro Albarrán), 333- Machado, Iñigo, 218
334, 336, 338 Madrid García, Jerónimo, 153
La Guerra nacional española (Menéndez Madruga Jiménez, Esteban, 222
Reigada), 97 Maistre, 331
Laín Entralgo, Pedro, 216 Maldonado Bomatti, Luis, 107
La Información, 10 Maldonado de Guevara Andrés, Francis-
Lamamié de Clairac, Eduardo, 73 co, 218, 251
Lamamié de Clairac, José María, XIV- Manso, véase Andrés Manso, José
XV, 8-11, 14-18, 24,31, 34, 37-38, Manso de Zúñiga, Gonzalo, 104
40, 43-44, 46-47, 51, 73, 75-77, 100, Manzanera, Holgado, 128
271 Maquiavelo, Nicolás, 87
001-480 Salvaje pesadilla 8/5/07 12:32 Página 471
Marcos Escribano, Tomás, 8, 12, 15-18, Mit brennender Sorge (Con ardiente pre-
25, 28-32, 44-47, 75, 296 ocupación), 91, 96
Marcos Hernández, Agustín, 146 Mola Vidal, Emilio, general, 43,100,
Maritain, Jacques, 84, 93, 333 103, 121, 213-214, 215,241, 249,
Martín, Ángel, 320 301-302, 306-307, 309-312, 319,
Martín, Tomás, 323 333
Martín Cascón, Avelino, 135 Molero Lobo, Nicolás, general, 103-104
Martín Cascón, Manuel, 111, 134 Monedero, Antonio, 37
Martín del Castillo, Antonio, 117, 138 Monedero, Juan Carlos, 71
Martín Esteban, Alejandro, 263-265, Montero Egido, Isaías, 109
267 Montillana, Javier de, 323
Martín González, Eduardo, 121 Moraza Ortega, Miguel, 218, 227-228
Martín Marín, Guillermo, 218 Morcillo, Casimiro, 340
Martín Sánchez, Juan Francisco, 107 Moreno de Vega, Mariano, 113
Martín Sánchez, Rufino, 31, 45, Moro Ledesma, Aquilino, 111
Martín Veloz, Agustín, 283 Moscardó, L., 335
Martín Veloz, Diego, XXII, 8, 44,46, Mota Salado, José Mariano, 220
136, 263-280,283-284, 302, 313- Muñoz, Emilio, 113
314, 319 Muriel García, 35
Martínez, Francisco, 265 Mussolini, Benito, (Duce),IX, 272-273
Martínez Barrio, Diego, 54
Martínez Fusset, general, 319 Narváez del Águila, Duquesa de Valen-
Martinillo, véase Martín Veloz, Diego cia, 35
Marx, Karl, XXII, 87,341 Navalón Peral, Alfonso, 117
Matatías, 331 Navarro Luna, Manuel, 284
Maura, XXII, Negrín Fajardo, Olegario, 118
Mauriac, François, 93, 96 Niebla (Unamuno), 233
Maurín, Joaquín, 132 Nieto, Benedicto, 79
Maurrás, Charles, 79, 331 Nocedal, Cándido, 9
Mayorga, Abel, 113 Núñez Alegría, José, 269
Mellado Castro, Miguel, 107 Núñez Bravo, Antolín, 108, 148
Menéndez Pelayo, Marcelino, 81, 220- Núñez García, Arturo, 218
221, 278, 331, 335 Núñez Ribas, Lucio Francisco, 266-267
Menéndez Reigada, padre,(O.P.) 84, 87-
89, 97, 333 Ochoa, José, 45
Merlo, Luis, 111 Olleros, Ramón, 31, 40, 46, 51
Mesonero Romanos, Ramón de, 5 Olmo, Humberto S. del, 227
Meyer, François, 260 Oneca, José Antón, véase Antón Oneca,
Michelet, Jules, 239 José
Mier, Elvira, 322 Organ, Douglas, VIII
Mila, XXV Orgaz Yoldi, Luis, general, 100
Millán, Jesús, 71 Orígenes de la Francia contemporánea
Millán Astray, José, XXII, 217, 252 (Taine), 255
Mirat, Gregorio, XV, 24 Ors, Eugenio d’, 221
Mirat Casimiro, Juan, 271 Ortega y Gasset, Eduardo, 11
001-480 Salvaje pesadilla 8/5/07 12:32 Página 472
Santa Pau Ballester, Rafael, 106 Torres López, Manuel, 87, 222, 225
Santos Alonso, Antolín, 137 Tremor y Arróspide, duque de Castro
Santos González, Wilfrido, 227 Enríquez, 35
Santos Mirat, Ángel, 227 Trías de Bes y Giró, José María, 217,
Santos Unamuno, XXIV 222, 225
Saz, Ismael, 71
Scott, Walter, 255 Ulibarri, Marcelino de, 148, 336-337
Segura, cardenal, 74, 91, 328, 331 Ullmann, Stephen, 257
Serna, Víctor de la, 217 Unamuno, Fernando, XXII
Serrano Súñer, Ramón, 84, 95, 300, Unamuno, María, IX
316, 335 Unamuno, Rafael, IX-X
Sokolowski, Michail Ivanovich, 132 «Unamuno y el movimiento nacional»
Solórzano Barroso, Manuel, 148-149 (Bravo), IX
Soriano Scholtz, marqués de Ivanrey, 35 Unamuno y Jugo, Miguel de, IX-XV,
Sotés Potenciano, Pablo, 108, 148-149, XX-XXII, 7-8, 12, 14, 18, 44, 73,
295 110, 115, 117-118, 150, 216-220,
Soto, Domingo de, 89 224-225, 233-261, 274, 278, 282,
Spain, revista editada en Londres, VIII, 284-286, 296, 299, 302, 305, 307-
IX, 308, 310, 315, 319
Suinoff, Fiodor Alesandrovich, 132 Un caso de legítima defensa colectiva
Suñer Ordóñez, Enrique, 223 (Sánchez Tejerina), 223
Índice
PRIMERA PARTE
SEGUNDA PARTE