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LOS CARTUJOS

UNA VIDA DE SILENCIO


Y SOLEDAD
Ocurrió en la noche del 1º al 2 de
septiembre de 1944. Irrumpieron en la
Cartuja de Farneta, las SS de la XVI
División, arrestando a 6 monjes sacerdotes
y a 6 hermanos laicos. Su culpa: haber
dado acogida a un centenar de refugiados
políticos, partisanos y judíos.

Los 12 fueron conducidos a Nocchi y


después, a Massa. Todos fueron
Recordando a los 12 cartujos asesinados: dos, el día 7 de septiembre; el
mártires de los nazis: “Si nos resto, tres días después. Con ellos, también
fueron asesinados otros 32 prisioneros
matan, decid que ha sido por capturados en la Cartuja.
la caridad”. La estricta
Luigi Accattoli, famoso vaticanista
clausura de los cartujos no les [primero de La Repubblica y luego del
impidió acoger refugiados y Corriere della Sera], comprometido desde
perseguidos de los nazis en la hace 12 años en la memoria de “Los
Nuevos Mártires Cristianos”, ha dedicado a
Segunda Guerra Mundial… esta historia -de la que se cumplen 70
hasta que les mataron. años- un hermoso ensayo publicado por
Edizioni Rubbettino: La strage di Farneta:
Storia sconosciuta del dodici certosini
fucilati dai tedeschi nel 1944 [La masacre
de Farneta: la desconocida historia de los
doce cartujos fusilados por los alemanes
en 1944].

Para escribirlo, además de la normal


documentación, se retiró algunos días a la
Cartuja de Farneta. Ha cenado a las 18 y se
ha ido a dormir a las 19:30, como los
monjes. Se ha despertado a las 23 para
orar y con la capa negra de los postulantes,
ha rezado los Maitines. Durante 3 días su
habitación ha sido una pequeña y simple
celda, desnuda y silenciosa. Su comida: el
frugal y simple alimento del refectorio. Ha
vivido así durante 3 días junto a los monjes
de la Cartuja, y lo ha hecho para entender y
contar mejor una historia única.
El resultado: un libro de gran interés, que
aclara una historia poco conocida, casi
olvidada, incluso desconocida. Esta obra
no ha tenido ningún tipo de eco en la presa
local; y por el momento, no está apoyada
por ningún organismo, ni se ha preparado
ningún tipo de presentación.

Los nuevos mártires cristianos


Los mártires de Farneta
Accattoli cuenta cómo, no siendo toscano, se interesó en una historia tan localista y por qué
decidió escribir este libro:
 Desde siempre le han interesado los testimonios de los mártires cristianos.
 Publicó el volumen “Nuevos Mártires, Testimonios del Siglo XX”, con ocasión del
jubileo del año 2000.
 Durante las investigaciones para este libro, encontró un “Martirologio del Clero
Italiano”, publicado por la Conferencia Episcopal Italiana, en la que se hablaba de
mártires de Farneta, una historia que no conocía.
 A pesar de esta experiencia, su conocimiento sobre este hecho se había quedado a
nivel superficial, hasta que entró en contacto con el ambiente cartujo de Serra San
Bruno -Cartuja de Serra San Bruno o de los Santos Stefano y Bruno, en Calabria, sur
de Italia-.
 Conoció la historia 15 años atrás, dedicó 6 meses a la redacción del libro y casi 2
años se dedicó a la investigación. Luego, estuvo 3 días en la Cartuja y muchos más en
Lucca.
 Durante su investigación, habló con Gianluca Fulvetti, con el arzobispo Italo
Castellani y con el historiador de la Arquidiócesis Lenzo Lenzi. En la Cartuja fue
guiado por el padre bibliotecario, su tutor durante esos días. También habló con
Alberto Palazzi, monje y último superviviente de esos hechos, y con dos mujeres,
que en la época del suceso eran adolescentes:

HTTPS://WWW.YOUTUBE.COM/WATCH?TIME_CONTINUE=10&V=9CYDRYVECHU
María Antonietta Ricci [97], última representante de la población local que asistió a
la mascare, y Mary Rovai. Además, habló con el hermano Arturo Paoli, quien piensa
que los monjes tomaron demasiado partido. De hecho, Paoli fue el único que
entendió la gravedad de la situación, mientras los adolescentes y los monjes no eran
conscientes de ello. Paoli, en cambio, plenamente consciente, advirtió a los monjes.

Accattoli cuenta por qué esta masacre ha sido olvidada:


 Primer motivo, la pedagógica reserva de la orden de los cartujos, una norma muy
rígida, no promueven celebraciones ni efemérides, ni causas de canonización de sus
monjes.
 En Farneta se puede leer un aviso: “No se puede visitar”, en un lugar lleno de
belleza.
 Por lo tanto, la historia no ha sido divulgada por iniciativa de los monjes. Pero la
memoria permanecía adentro, entre los supervivientes y los archivos de biblioteca
de la Cartuja.
 Cuando en el año 2000, el Vaticano pidió un informe sobre los propios mártires, los
monjes cartujos redactaron un documento en francés, escueto, narrativo de los
hechos: “Informe sobre los mártires de Farneta”, lo enviaron a la Santa Sede y la
Comisión de los Nuevos Mártires, después de recibirlo, lo archivó.
 El informe, con datos precisos, fue redactaro por los 22 monjes que sobrevivieron a
la masacre: una reconstrucción definitiva e inédita, que Accattoli publicó.

Además de la reserva de los cartujos:


 Hay otros motivos para este olvido de la memoria sobre un hecho tan grave e
importante para la historia de la humanidad: por ejemplo, la disputa ideológica en el
centro de los ambientes comunistas que taparon este suceso. El comandante
partisano Manrico Ducceschi dijo que Costa era un colaborador de los partisanos, y
que por esta razón, una vez acabada la guerra, se le concedió una medalla.
 En los años siguientes, el clero de Lucca, por reflejo, se desinteresó sobre el tema,
pensando que hablar de estos hechos era hacer publicidad a la ideología comunista.

Accattoli cuenta qué es lo que más le ha impresionado de este suceso:


 “Lo paradójico del caso, me parece bellísimo que un ambiente tan cerrado se haya
abierto de esta manera desinteresada a los que eran perseguidos. Una acción
luminosa, que se resume en una maravillosa frase dicha por los monjes y que había
propuesto como título de mi libro: Si nos matan, decid que ha sido por la caridad”.
 Durante la salida del libro, el autor hizo un llamamiento a los obispos toscanos:
pensó que había llegado el momento de dar a conocer esta profundamente
aleccionadora historia.
 La orden Cartuja celebró en 2001 en IX Centenario. Los cartujos, por una costumbre
casi milenaria, no promueven causas de canonización, pero nada impide que los
obispos de Toscana promuevan el reconocimiento del claro martirio de los 12 de
Farneta.
 Asombra que, al día de hoy, las iniciativas llevadas a cabo para mantener vivo el
recuerdo de un hecho claramente de Iglesia, hayan sido sólo laicas y civiles.
 Es ya el 70º aniversario de los mártires: una ocasión que no hay que perder.
Cartuja de Santa María de la
Defensión
Jerez de la Frontera -Cádiz, España-
Breve exposición sobre el origen de la Cartuja, el Monasterio de Santa María de la
Defensión, de Jerez de la Frontera (Cádiz, España) y la vida contemplativa de silencio y
soledad que practican los monjes cartujos.

¿Quién conoce la vida de los cartujos?


Curiosidad sí despiertan en todo el mundo.
Muchos quieren indagar qué hacen todo el tiempo estos enigmáticos y profundamente
espirituales monjes dentro de su monasterio, cómo es que consiguen reflejar una paz que no
es de este mundo y de qué manera cultivan su relación con Dios.
A través de los cuadros a plumilla del pintor Rafael Tardío y algunas imágenes reales, se
vislumbran determinados momentos de la vida monástica de la Cartuja.
Una vida eremítica, de tremenda soledad y riguroso silencio.

La Orden de la Cartuja fue fundada por San Bruno.


Bruno Hartenfaust nació en la ciudad alemana de Colonia, hacia el año 1027.
A muy temprana edad, fue enviado a Reims (Francia), donde se graduó en filosofía y teología,
y recibió las órdenes sagradas.
Pocos años más tarde, el arzobispo de Reims le nombró canónigo, pero él sentía tal
desprendimiento de las riquezas que, dejando de lado los honores mundanos, optó por la
vocación monástica.

El fundador de la Cartuja de Santa María de la Defensión, de Jerez, fue el ilustre jurado del
Cabildo jerezano, don Alvaro Obertos de Valeto, nacido en 1427. Este noble y caritativo
caballero visitó el Monasterio de las Cuevas en Sevilla y propuso al Prior, don Fernando de
Torres, la idea de construir en Jerez un santuario en honor al Dios de la Caridad.
Don Alvaro murió el 12 de marzo de 1482, a los 55 años. Fue sepultado ante el altar mayor
de la iglesia del monasterio, bajo una grandiosa lápida de mármol en la que se representa
grabada su figura yacente.

El lugar elegido por los cartujos de Sevilla fue el territorio de la ermita de Santa María de
Sidueña, luego llamada De la Piedad, en el término de El Puerto de Santa María. Pero el
fundador insistió en que, el monasterio fuera situado en el Sotillo, una colina en la margen
derecha del río Guadalete, a unos 5 kms de Jerez, en direccción a Medina Sidonia, junto a la
antigua ermita de Nuestra Señora de la Defensión.

En dicho lugar, en el año 1368, los moros tendieron una celada a los cristianos, pero éstos se
salvaron gracias a la Aparición de la Santísima Virgen María. En conmemoración de este
milagro, la ciudad de Jerez construyó la citada ermita en el lugar de la batalla, con la
advocación de Nuestra Señora de la Defensión.

El 13 de febrero de 1476 llegaron los cinco primeros monjes, procedentes de la Cartuja de


Santa María de las Cuevas de Sevilla, que se alojaron provisionalmente en una casa de labor
cerca de la ermita. Don Fernando de Llerena fue el primer Prior de esta escasa comunidad
[1476-1482]. Y los monjes fundadores Fr. Diego de Medina, Fr. Cristóbal de Sevilla, Fr. Lope
de Hinestrosa y Fr. Benito Centurión.

El 17 de diciembre de 1478 se inició la construcción del Monasterio. Su fundador murió 4


años después, sin llegar a ver culminada su empresa, que finalizó completamente en 1667,
cuando el Hermano Pedro del Piñar terminó la fachada de la iglesia.
La vista aérea de la Cartuja es imponente.

Desde su fundación, la Cartuja administró y explotó para su sustento una gran hacienda
compuesta de varias fincas importantes del término de Jerez, entre ellas la Peñuela, Lomo
Pardo, Pozuela y Alcántara. Cultivaban viñas, huertas, olivares, tierras de labor y fincas de
pasto. Criaban importantes ganaderías de reses bravas, los famosos toros de las berrugas y
los del papillo. También crearon una raza caballar propia, que dio origen a los renombrados
caballos cartujanos.
En el siglo XVII el Monasterio de Jerez alcanza su mayor celebridad y desarrollo. Maestros y
artistas fueron enriqueciéndolo notablemente, entre ellos Andrés de Ribera (jerezano), José
de Arce, Alonso Cano, Martínez Montañés, Berruguete, Murillo, Lucas Jordán, Bonarota y
sobre todo, Francisco de Zurbarán.

San Hugo en el refectorio de los


Cartujos, obra de Zurbarán que se conserva en el Museo de Bellas Artes de Sevilla (España),
fue realizado por el notable pintor en 1655. En esta composición, Francisco de Zurbarán nos
sitúa frente a una vasta naturaleza muerta. Los verticales de los cuerpos de los cartujos, de
San Hugo y del paje, están cortados por una mesa en forma de L, cubierta con un mantel que
casi llega hasta el suelo. El paje está en el centro. El cuerpo encorvado del obispo, situado
delante de la mesa, a la derecha, y el ángulo de la mesa, evitan el sentimiento de rigidez que
podría derivarse de la austeridad de la composición.

Delante de c/u, hay dispuestos los platos de barro que contienen comida y unos trozos de
pan. Dos jarras de loza talaverana, un cuenco boca abajo y unos cuchillos abandonados,
ayudan a romper una disposición que podría resultar monótona, si no estuviese suavizada
por el hecho de que los objetos presentan diversas distancias en relación con la mesa.
-Detalle del “jarro frailero” con el escudo obispal-

La iconografía del cuadro no es muy habitual: cuenta la historia de los siete primeros
cartujos, entre los que se encuentra San Bruno (el fundador) cuando fueron alimentados por
San Hugo, por aquel entonces obispo de Grenoble (Francia). Un día, éste último visitó a los
monjes y les pidió carne para la comida. Los monjes vacilaban entre contravenir sus reglas o
aceptar esa comida; y mientras debatían sobre la cuestión, los monjes cayeron en un sueño
extático. 45 días más tarde, San Hugo les hizo saber por medio de un mensajero que iría a
visitarles. Cuando éste regresó, le dijo a San Hugo que los cartujos estaban sentados a la
mesa comiendo carne, estando en plena Cuaresma. San Hugo llegó entonces al Monasterio, y
pudo comprobar por sí mismo la infracción cometida.

Los monjes se despertaron del sueño extático en que habían caído involuntariamente y San
Hugo le preguntó a San Bruno si era consciente de la fecha en que estaban y la liturgia
correspondiente; San Bruno, ignorante de los 45 días transcurridos, le habló de la discusión
mantenida con sus hermanos monjes acerca del asunto durante su visita. San Hugo,
incrédulo, miró los platos y vio cómo la carne se convertía en ceniza. Los monjes, inmersos
en la discusión que mantenían durante 45 días antes, decidieron que en la regla que prohibía
el comer carne, no cabían excepciones.

La exclaustración de los monjes


De España al extranjero
En 1835, la ley de desamortización implantada por Juan Alvarez Mendizábal, decretaba la
exclaustración de los monjes, que tuvieron que marcharse de España a otras cartujas
ubicadas en el extranjero. Desapareció el magnífico retablo de la iglesia, así como el Sancta
Sanctorum (Santo de los Santos) y todos los lienzos de Zurbarán, el Apostolado de Arce, su
soberbio Crucificado, el San Bruno de Martínez Montañés, la sillería del coro, y un sinfín de
cuadros y valiosos objetos artísticos.

Algunas de estas obras de arte andan dispersas en diversos museos e iglesias del mundo,
otras han sido recuperadas con posterioridad.
-Cristo Crucificado, de Zurbarán- -San Bruno, de Martínez Montañés-

Más tarde, se habilitó en el Monasterio una Escuela Agrícola, se instaló un Cuartel de


Caballería y un Depósito de Sementales. El Monasterio quedó en un estado lamentable y
estuvo a punto de ser demolido, pero un pequeño grupo de amantes del arte y conocedores
del poder de la historia, lograron impedirlo.

En 1900 se iniciaron obras de reparación y restauración, para evitar la destrucción total.


Sólo quedaban escombros, malezas y ruinas. En los años 40, se llevaro a cabo los trámites
necesarios para la vuelta de los cartujos a Jerez; y con este fin, en 1948 se inició la limpieza
del Monasterio. En el mes de junio se comenzaron a reconstruir algunas celdas, y poco a
poco fueron recuperándose algunos objetos depositados en iglesias, conventos y
particulares, para equiparlo.

El 3 de octubre llegaron los cartujos a Jerez. Formaron, así, la renovada comunidad


procedente de la Cartuja de Miraflores, en Burgos (España). El primer prior del siglo XIX fue
Don Luis María de Arteche [1948-1979].
Los cartujos habitaron el Monasterio hasta el año 2001. El Capítulo General de la Orden,
celebrado en la Gran Cartuja de Grenoble (Francia) del 13 al 27 de mayo de ese año, tomó la
decisión de clausurar la comunidad del Monasterio de Nuestra Señora de la Defensión de
Jerez, con el fin de trasladar a sus escasos miembros para otros monasterios de la Orden y
así, reforzarlos. Actualmente, y desde el 12 de marzo de 2002, la Cartuja está ocupada por
una orden religiosa femenina, denominada La Familia Monástica de Belén, inspirada en la
regla cartujana. Son todas de clausura y de vida contemplativa.
Su vida

La vida de los cartujos está llena de actividades de muy diversa índole y duración, repartidas
a lo largo de las 24 horas del día, casi siempre dentro del Monasterio.
La mayor parte del tiempo lo dedican a la oración, la vida contemplativa, la Misa conventual,
y los rezos y cánticos del Oficio Divino.
Luego, con igual celo, al estudio, los trabajos manuales, la comida, la lectura de las Sagradas
Escrituras y de libros santos, y el descanso nocturno -que es interrumpido y corto-.

El monje +madrugador es el Hermano despertador, quien poco antes de las 11:45 pm, se
desliza silenciosamente por el desierto y callado claustro, deteniéndose ante la puerta de
cada celda. Con mano firme, acciona la argolla que hace sonar la campanilla que cuelga sobre
la cama del durmiente, para advertir al cartujo que ha llegado la hora de iniciar el nuevo día.

Poco después, a las 12:15 de medianoche, el monje repica la campana de la espadaña del
Monasterio, rompiendo con su sonido el gran silencio, convocando a la comunidad
monástica para el rezo de Maitines y Laudes en la iglesia.

El día del cartujo comienza en ese momento: a las 11:45 pm. Si bien se acostó a las 7 pm,
apenas ha dormido 4 horas; y su cama, una tabla con colchón de paja, es tan dura que
cualquier persona se espantaría de imaginar dormir en ella.

Al oír la campanilla, el monje se incorpora en su cama, toma un bastó que conserva junto a la
cabecera de la misma y da unos golpes en el suelo para confirmar que se ha despertado; se
levanta de su austero lecho y se asea para disponerse a la oración.

El cartujo no busca la vida cómoda. Su tiempo pertenece a Dios y debe agradecerle


constantemente su consagración con plegarias y alabanza continuas. Hambriento de Dios y
de alcanzar la unión con Él mediante el rezo del Oficio Divino, el cartujo inicia su camino
hacia el templo, insertándose diligente en la fila de monjes cuyos zapatones producen los
únicos ecos que rompen el fascinante silencio nocturno.
La oscuridad se ilumina de encubiertas figuras blancas que caminan presurosas para cantar
alabanzas, rompiendo el denso silencio de la noche. DIOS LES LLAMA.

Podría decirse que, para el cartujo, esta hora de la medianoche es tan radiante como si ya la
luminosidad del nuevo día la inundara.

En la iglesia, sumida en una oscuridad casi total, el Coro se va llenando de blancos hábitos
que se dirigen silenciosos a ocupar su lugar. Al pasar ante el Prior, ya colocado en su sitial,
los monjes le hacen una profunda reverencia.

Una vez situados, preparan los enormes cantorales sobre los atriles, con sus grandes páginas
apergaminadas y sus bellas grafías en rojo y negro dibujadas a gran tamaño para que cada
libro sea compartido por tres monjes.

Luego, permanecen quietos con la cabeza baja y la mirada recogida a la espera de comenzar
el rezo. La iglesia permanece en penumbra. La única luz procede de la lámpara del Sagrario,
hasta que a una señal del Prior, golpeando sobre el reclinatorio, se encienden las lámparas
bajas del Coro. Y la voz de un monje, serena y bien timbrada, entona lentamente el “Deus in
adjutorium meum intende”, con que comienza la larga vigilia nocturna: los Maitines y Laudes
del Oficio Canónico.

El silencio de la noche se transforma en canto y la soledad del Monasterio se llena de


sonoridad con las notas de la salmodia.
Los monjes se entregan al canto mientras el mundo duerme.
La salmoda expresa alabanzas a Dios y humildes súplicas, impregnando todos los rincones y
envolviendo a los monjes en una exaltación mística y sobrenatural.
La pureza del canto cartujano, A VIVA VOZ, se ha preservardo celosamente durante más de
10 siglos. No hay acompañamiento de órgano, ni de ningún instrumento musical.

El Salterio, el Himnario, el Antifonario, el Responsorial y el Leccionario, desfilan uno tras


otro, a lo largo de tres horas serenas y apacibles.
Luego, el monje regresa a su celda para acostarse de nuevo a dormir.

Todos los días, a las 8:15 am, suena nuevamente la campana y el monje deja su celda para
reunirse en la iglesia a cantar la Misa Conventual: es decir, la Santa Misa Comunitaria,
celebrada por el sacerdote de la semana.
A continuación, los sacerdotes cartujos, de acuerdo con su vida eremítica, celebran Misa
Rezada en privado, en las diferentes capillas situadas en el Claustrillo o Claustro Chico.
Esta Misa privada conserva el acto penitencial de humildad.
El cartujo se postra en el suelo, en actitud de penitencia.
El codo derecho, apoyado sobre el escalón del presbiterio, para pedir perdón por sus
pecados.

Al acudir los monjes a la Misa Conventual o al rezo del Oficio Divino en la iglesia, suelen
hacer una breve parada -sin interrumpir al resto- para consultar la tábula, situada en la
pared más próxima a la puerta de acceso del templo.
La tábula es una hermosa pieza de madera tallada, con múltiples tablillas deslizantes, con los
nombres de los oficiantes y las funciones asignadas a cada monje, amén de las intenciones de
los rezos y otras comunicaciones útiles.

Los días de la Semana Santa el ritual de la Santa Misa cobra un esplendor especial, para
conmemorar la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo.
La Misa del Viernes Santo mantiene una ceremonia de adoración a la Santa Cruz, de gran
emotividad y oración contemplativa.

Su celda
La celda en la que el cartujo pasa la mayor parte de su vida, es como una pequeña casa-
eremitorio, que consta de dos plantas y un pequeño jardín.
Alrededor del claustro, dispuestas y construidas de manera sólo tiene ventanas que dan al
jardín.
Al entrar en la celda, la primera pieza es un zaguán bastante amplio, presidido por una
imagen de la Santísima Virgen María. A dicha pieza se le llama el Avemaría, porque el cartujo
reza un Avemaría siempre que entra en la celda.
De esta primera estancia del Avemaría, arranca una estrecha y empinada escalera, que
conduce a la planta superior de la celda.

Junto al Avemaría, se abre una puerta acristalada, por la que se pasa a una galería que el
monje dedica a los trabajos manuales, con un banco de carpintero y herramientas para
trabajar la madera.
De esta galería, por un gran arco de piedra, se sale a un pequeño jardín con huerto.
En la segunda planta, se encuentra la sala de estudio y el dormitorio.
El mobiliario no puede ser más sencillo: una mesa de madera, una silla igualmente de
madera y una cama también de madera con colchón de paja.
Se hace patente LA PROFUNDA AUSTERIDAD, ASCESIS Y POBREZA EN QUE VIVE EL MONJE.

En esta estancia, el monje pasa la mayor parte del tiempo libre, dedicado al estudio, a la
oración y a la meditación.
Una pequeña puerta conduce a un reducido cuarto de aseo con un lavabo, una ducha y el
sanitario.

En un rincón de la sala de estudio, se ubica el Oratorio.


Un Crucifijo, una imagen de la Santísima Virgen María y un reclinatorio, con un sobrio sitial,
constituyen todo el mobiliario.
En este lugar, el monje se dedica a la oración y contemplación, elevando a Dios sus íntimas
plegarias, orando por el mundo y sus necesidades, ofreciéndole su abnegada vida de aridez y
desconsuelo por la salvación de la Humanidad.

Su vida es penitente, pero no triste, sino alegre.


Sus días son en silencio, pero en los ratos de compartir con la comunidad hay risas y juegos.
Su ambiente es de recogimiento y sobriedad, pero ama la naturaleza y trabajar al aire libre.

Los Padres y Hermanos viven la misma vocación cartujana: los Hermanos no se dedican
intensamente al estudio, por lo que emplean sus horas libres en las tareas necesarias para el
funcionamiento y mantenimiento del Monasterio y de los monjes; hay que cocinar, lavar,
limpiar la iglesia, cultivar y recoger la cosecha del huerto, asear las demás dependencias del
Monasterio, cultivar las tierras, hacer arreglos de fontanerá o pintura, cuidar a algún monje
enfermo, reparar tejas, barrer y demás.
El reparto del trabajo lo hace el Procurador, de acuerdo con las habilidades naturales de c/u.
También consulta la experiencia que el monje trae al ingresar en el Monasterio, o que haya
adquirido en él.
El Hermano, además de su trabajo y sus oraciones personales, tiene la obligación de acudir
todos los días a Maitines y Laudes.
La asistencia a la Misa Conventual diaria y a Vísperas, es voluntaria, excepto los domingos y
fiestas solemnes.

Poco antes de las 11:30 am, el Hermano Dispensero comienza a repartir el almuerzo a los
monjes que, fieles a su reclusión eremítica, no salen de sus celdas para comer [sólo los
domingos y en celebraciones especiales como el Adviento, comen fuera del Monasterio, en
un picnic comunitario, y después salen a caminar por dos horas].
Frente a cada puerta, el Hermano introduce la comida por una ventanilla abierta en la pared.
Seguidamente, da un leve tirón del llamador, para indicar que ya ha depositado los alimentos
y que pueden ser retirados desde el interior.

En un rincón de esta habitación, hay un pequeño espacio dedicado a la comida privada del
monje. La comida suele ser abundante a la hora del almuerzo, pero siempre exenta de carne,
pues en la mañana sólo ingieren una colación: fruta + té, pan + zumo de fruta.
Comen abundante ensalada, hortalizas, granos, frutas y vegetales en el almuerzo.
Entre las 4:30 y 5:00 pm, toman una pequeña cena, si no es día de ayuno.
Ayunan los miércoles y viernes, a pan y agua, con dos cucharadas de miel en la mañana y dos
en la tarde para recuperar energía. Además, guardan los ayunos de la Santa Madre Iglesia,
más los de la Orden establecidos por la Regla desde hace sigos, que además de los miércoles
y viernes, son el día de San Bruno, Miércoles de Ceniza, Jueves y Viernes Santo, y Navidad.

Los domingos y en determinadas festividades de solemnidad y días de sepultura, los monjes


cartujos comen juntos: bien afuera en medio de la naturaleza, bien en el Refectorio.
Caminan más despacio de lo acostumbrado, en fila ordenada, a lo largo del muro del
Claustro, sin mostrar interés por los alimentos que tomarán y con su usual recogimiento.
Les da igual si es sopa de verduras o una omelette de lentejas.
Previamente, los Hermanos han dispuesto las mesas con lo necesario.

Cuando la comida es en el Refectorio, transcurre en completo silencio.


Sólo hay charla animada, risas y juegos cuando salen a la naturaleza a compartir alimentos.
Tras una oración previa para dar gracias por los alimentos, uno de los monjes sube al púlpito
del Refectorio y realiza una lectura piadosa mientras los demás comen en silencio.
El almuerzo es abundante, porque es la única comida principal del día realmente grande:
normalmente son tres platos y postre, con vino, agua y zumo de fruta, servidos por un
Hermano distinto cada semana.
El Prior marca el tiempo para cada plato con un golpe en la mesa, y todos terminan a la vez.
Antes de retirarse, rezan de nuevo una breve oración.

La Sala Capitular: donde se reúnen los monjes los


domingos y las fiestas solemnes, para tratar las cuestiones más importantes de la
Comunidad, bien sean de índole espiritual como material, según está prescrito en los
Estatutos de la Orden.
Tras una plegaria, se lee un capítulo de la regla y después, los monjes que lo desean
reconocen públicamente sus faltas o piden perdón a los miembros de la comunidad por no
haberlos amado lo suficiente en caridad.
Por ello, reciben una penitencia pública.

La clausura, el hábito, el silencio, el ayuno y la abstinencia, la castidad, la pobreza y la


obediencia, conducen al olvido de las cosas mundanas, de forma que no quede lugar más que
para Dios.
Los domingos y fiestas después de la comida, los monjes se reúnen para lo que se llama la
recreación, y charlan animadamente de cualquier tema apropiado para su vida consagrada.

Los domingos salen fuera de la Cartuja para dar un largo paseo por los campos cercanos al
Monasterio, donde de paso comen en picnic.
Estos paseos suponen un beneficioso desahogo para su vida silenciosa, tanto en el aspecto
físico como psíquico.
Constituye una especie de pausa de su permanente aislamiento, una fugaz visión del mundo
exterior, para disfrutar de la naturaleza, apreciar el bullicio de fuera y añorar enseguida la
soledad monacal abandonada temporalmente.

En general, los cartujos viven ajenos a los rumores del mundo.


A sus conventos no llega la radio ni la TV ni internet, ni los periódicos o revistas.
Tienen, sí, una sala de cine con películas y documentales sobre las vidas de los santos, La
Pasión de Cristo, Jesús de Nazaret y otros DVD que les permiten seguir conectados
visualmente con el Cielo y las cosas de Dios. Estas películas las ven los domingos antes de ir a
dormir y después de regresar del paseo por el campo.
Los monjes ancianos, que ya no pueden caminar con
agilidad, se limitan a tomar el sol y a disfrutar, en soledad o en compañía, de este pequeño
asueto, gustando de un pacífico aislamiento para descansar.

El cementerio de la Cartuja está situado en una esquina del jardín que rodea el Claustro
Grande, donde se encuentran las celdas de los monjes. Sobre cada sepultura, lo único que la
señala es una sencilla cruz de madera sin nombre ni fecha.
Sólo la anónima Cruz, coom testigo mudo de una vida que se fue gastando, día a día, al
servicio del Señor, y ahora se ha fundido con Él.

Alrededor de las sencillas cruces, de


nuevo el silencio. Aquí, quizás, más profundo y expresivo que en ningún otro rincón del
Monasterio. La paz invade el alma de quien lo observa.

Maitines
La noche majestuosa
cubre de estrellas de plata
la soledad de los claustros.
Suenan, ya, las campanadas
que despiertan de su sueño
las almas enamoradas.
La oscuridad se ilumina,
resuenan las alabanzas
que unen el Cielo y la Tierra.
La salmodia, en mil gargantas,
glorifica al Creador.
Canción de la madrugada.
En medio de este desierto,
donde el silencio es palabra,
la soledad no es ausencia…
Dios a raudales se escapa.

P.G.M.
Los monjes cartujos
llevan una vida contemplativa
callada y abnegada, en la creencia de que
con sus oraciones y sacrificios contribuyen
a la salvación de la humanidad

 Su oficio es ALEGRAR A DIOS


 Ayunan 7 MESES AL AÑO
 Observan EN SILENCIO casi toda la jornada
 Su Orden agrupa a unos 500 MONJES ALREDEDOR DEL MUNDO
 La Cartuja nunca ha dejado de ejercer UNA ESPECIAL FASCINACIÓN POR LA
DUREZA DE SU VIDA
 Todo empezó en LAS SOLITARIAS MONTAÑAS ALPINAS DE CHARTREUSE
 San Bruno fundó allí un pequeño emeritorio PARA SERVIR A DIOS EN EL SILENCIO
Y LA SOLEDAD DEL DESIERTO
 Sin su profundo amor al silencio, NO ES POSIBLE VIVIR EN LA CARTUJA

Más allá del cuidado por las cosas del mundo;


más allá, incluso, de todo ideal humano
y de la propia perfección, el cartujo busca a Dios.
Éste es el secreto de la vida puramente contemplativa,
vivir sólo para Dios, no desear más que a Dios,
no saber sino a Dios y no poseer más que a Dios

 NOCHE DE ORACIÓN: para lograr este ideal, los cartujos observan una estricta regla,
seguramente la más dura de todas las congregaciones religiosas, poco descanso y
mucha oración, levantándose a orar cuando el mundo duerme, prolongándose el
rezo hasta las 3 de la madrugada
 LO DE PARTIR EL SUEÑO EN DOS: es de las normas que más cuesta a los aspirantes
a cartujo: pero sienten predilección por estas horas de alabanza nocturna, cuando el
silencio de la noche realmente convida a una oración +fervorosa

Equilibrio personal:
no son gente extraña y ensimismada,
de hecho es imprescindible contar
con un extraordinario equilibrio mental y afectivo
para entrar en La Cartuja

 Los desengaños de la vida, el deseo de vivir tranquilamente, o en general cualquier


razón egoísta, NO SON MOTIVOS VÁLIDOS para ser cartujo
 El único motivo válido: DESEO DE AGRADAR A DIOS
 Según los cartujos, mientras hay gente que visita las discotecas o los prostíbulos, o
que ofende a Dios de tantas maneras, “NOSOTROS LE CANTAMOS, LO IMAGINAMOS
ASOMADO AL BALCÓN DEL CIELO, ESCUCHANDO AGRADECIDO Y SONRIENO”
 Pese a la dureza de la vida en claustro, LOS CARTUJOS NO PIERDEN NI LA SALUD NI
EL BUEN HUMOR
 Hubo un Papa que se preocupó por la salud de los cartujos y quiso obligarles a
comer carne, para ello envió un oficio al General de la Orden con dicho mandato,
entonces el General le presentó a 40 cartujos en perfecto estado de salud y que
pasaban todos de los 90 años, el Papa tuvo que cambiar de idea
La Orden del Silencio

Tiene una NATURALEZA PURAMENTE CONTEMPLATIVA.


El silencio es una característica fundamental de una vocación que se destaca por su carácter
austero.
El punto 4.1 de los Estatutos Cartujos lo refleja así:
“Nuestra ocupación principal y nuestra vocación es
dedicarnos al silencio y a la soledad de la celda (…)
En ella, con frecuencia, el alma se une al Verbo de Dios,
la Esposa al Esposo, la tierra al cielo, lo humano a lo divino”.

Cerca de mil años CONSAGRADOS A LA ABNEGACIÓN.


La palabra solamente se utiliza para lo considerado estrictamente necesario: las tareas
cotidianas, por ejemplo.
En su rutina, existen algunas excepciones: los monjes disponen de una tarde de recreo todos
los domingos.
Los lunes de fiesta pasean fuera del Monasterio durante 3 horas, salidas en las que se les
permite hablar y compartir animadamente.

La defensa del silencio como FORMA DE VIDA, sumada a su firme voluntad de retiro
definitivo, han creado en torno a los cartuos una aura de enigma.
Durante siglos, su silencio ha despertado la fascinación de creyentes, viajeros y curiosos.
En un mundo de ruido y velocidad, los cartujos siguen fieles tanto a su estilo de vida como a
sus principales valores.
Sus monasterios son un fiel reflejo de esta filosofía, en cada uno de sus rincones se percibe la
fuerza de una vida dedicada a la fe, a la soledad, a la sencillez, a la austeridad y a la
contemplación.

Desde el silencio cartujano, hay algunos DATOS CURIOSOS:

 Federico García Lorca estuvo en La Cartuja de Burgos, en 1917, en una estancia


espiritual de retiro voluntario, por dos semanas.

 En La Cartuja de Nuestra Señora de las Fuentes (Aragón, España) se dio un hallazgo


prehistórico en las inmediaciones de la actual ubicación del Monasterio; fue en
1534, el valenciao Pere Antón Beuter halló un osario con artefactos y un conjunto de
enterramientos protegidos por pequeñas losas planas, donde junto a los cuerpos de
cadáveres, aparecieron elementos del Neolítico; estos restos están, hoy,
desaparecidos.

 En este mismo Monasterio de Aragón, la Fuente del Milagro da origen y nombre a la


creación del Monasterio.
La leyenda narra que la Virgen María fue hallada donde se encuentra situada la
actual fuente hoy, parece ser que allí manaban fuentes de aguas curativas -tales
como las de Lourdes- y entre los años 1876 a 1881 el Monasterio se convirtió en
balneario tras las desamortizaciones.

 En La Cartuja de Huesca, España, se conservan perfectamente restaurados 34


lienzos pintados por Bayeu como pinturas murales; miden 2m x 0.98 y tratan
diferentes aspectos de la vida de San Bruno; su tamaño hace imposible la exposición
de todo el conjunto, por lo que se van cambiando periódicamente.

 El templete circular original de la Virgen María, de La Cartuja de Santiago (España)


es la pieza de estilo barroco clasicista y de cúpula calada de mayor valor artístico en
los tesoros nacionales; aunque estuvo decorado con 20 imágenes, sólo quedan 4
esculturas sedentes de los Padres de la Iglesia, policromadas.

 La Cartuja de Aula Dei, ubicada en Peñaflor (Zaragoza), tiene un valor patrimonial


exquisito con una amplia colección de cuadros de Goya que él pintó allí mientras
pasó dos veranos descansando y en agradecimiento, les obsequió a los cartujos
todas las obras que hizo en su retiro espiritual; este Monasterio acaba de celebrar su
450º aniversario.

 Muchos de los monasterios de La Cartuja conservan pasadizos que fueron


construidos por el temor a las continuas sublevaciones en la antigüedad, lo que
según los lugareños, dio lugar a que los cristianos construyesen estos túneles
secretos, especialmente cuando los conventos y las iglesias intramuros fueran
atacados por infieles invasores para ponerse a salvo en el Monasterio, que era
donde conducían. El principal pasadizo está situado en la torre octogonal de La
Cartuja del Alcázar (España), desde donde salían fuera de la muralla después de
enrevesadas vueltas para llegar al interior del Monasterio.

 Luego, los conventos de los Padres Dominicos y Franciscanos conocieron estos


pasadizos de los cartujos y empezaron a imitarlos, construyendo en sus
congregaciones salidas secretas, cuando estaban edificando desde la reconquista en
el siglo XIII, fuera de las murallas. El pasadizo de los Franciscanos estaba ubicado en
el nudo de diferentes salidas, mientras el de los Dominicos estaba en los sótanos
debajo del altar de la Santísima Virgen de la Consolación.

 A comienzos del siglo XVI, en las costas del actual Marruecos, Argelia y Túnez,
surgieron importantes grupos de piratas, cuya actividad era asaltar las cosas del
Mediterráneo y el Golfo de Cádiz; era ideal para las incursiones de los corsarios;
apenas si había puntos de vigilancia para dar aviso, ni casi refugios para la
población, y tampoco había una milicia que repeliese al enemigo. Aprovechando la
situación, los filibusteros organizaban expediciones a las costas gaditanas para
llevarse embarcaciones, ganado y principalmente cautivos, que les servían como
esclavos en África o eran devueltos a cambio de cuantiosos rescates. Así, las
poblaciones afectadas mandaban mensajes de socorro a Jerez, en la medida de lo
posible; entonces, acudían con sus milicias para ahuyentar a los enemigos. En 1525,
el cabildo comenzó a tratar la construcción del Puente de la Cartuja de Jerez, el
primero fabricado con cantería que habría de cruzar el Guadalete.
 La Cartuja de Valldemossa, en Mallorca, es patrimonio Unesco. El Monasterio está
ubicado en un sitio bastante original, en plena Sierra de Tramuntana mallorquina.
Es patrimonio Unesco por la exquisita mezcla arquitectónica y artística que
conserva. En sus inicios, fue el lugar donde residían los monarcas en sus estadías
veraniegas. El recorrido por esta bellísima construcción empieza con una entrada a
la iglesia, un edificio de estilo neo-clásico; desde fuera se aprecian sus bóvedas bajo
el campanario, reconocibles por estar hechas de unas preciosas tejas verdes
azulejos.
El Monasterio conserva una hermosa botica antigua, una farmacia de tiempos de los
monjes, como si no hubieran pasado los años. Los botes, artilugios o tratados de
farmacia le confieren un ambiente especial, transportando al observador a los
tiempos donde los monjes preparaban sus propias medicinas basadas en sus
estudios de botánica, sus pociones y ungüentos, alucinando a todos con sus grandes
conocimientos de la materia.

Uno de los huéspedes ilustres que la visitaron durante esos tiempos, fue un
desterrado Gaspar Melchor de Jovellanos -escritor, jurista y político ilustrado
español-, quien ayudó a los monjes en sus labores diarias e incluso colaboró en un
“Tratado de Botánica” que escribieron conjuntamente, labor que se puede
comprobar en sus estancias.

Una vez por semana se reunían en la Biblioteca y era de las pocas veces que podían
hablar. Trataban de asuntos generales de la comunidad. Cada monje, entonces,
podía tomar mínimo 3 libros para llevárselos a su celda.
Descontado el tiempo de sueño, comida, aseo, trabajos manuales y en el huerto,
el cartujo dedica 14 horas a la oración y al estudio, de ellas 6 en la iglesia y
8 en la celda. Consideran que el silencio es fundamental para llegar a la contemplación.
Sólo hablan lo estricto y necesario en sus tareas diarias. Consideran, además, que la vida
sencilla y austera es la que permite con más facilidad
ir en pos del Señor.

San Bruno
“Que sean pocas tus palabras”
“Que Dios nos conceda el don de apartarnos de lo que es mundano y materialista, parar
dedicarnos a llevar la vida espiritual que nos conduce a la santidad”
“En todas tus acciones, acuérdate de tu fin y no pecarás jamás”
“Tu mejor tesoro será siempre tener temor de ofender a Dios, y alejarte de todo pecado”

El carisma de los cartujos

“Somos monjes que normalmente no salimos de nuestros Monasterios y dedicamos nuestra vida
a alabar a Dios, y a hacer presentes ante el Señor las necesidades de los hombres. El cartujo
tiene claro que la utilidad de su vida no depende de la actividad que realiza en la Iglesia y en el
mundo, sino del grado de su unión a Cristo, o santidad”

“La vida eremítica, el diario caminar por el desierto, característico de La Cartuja, va haciendo al
monje una persona sencilla y pobre, es decir: que no espera de la vida algo que no sea Dios.
Nuestras vidas pueden ser para el mundo un testimonio mudo de que Dios no es una idea fría y
lejana, sino algo vivo y palpitante, capaz de llenar de esperanza y felicidad el corazón del
hombre”
“Los cartujos nos dedicamos a lo que tradicionalmente se llama LA VIDA CONTEMPLATIVA, muy
apreciada por la Iglesia. El Papa Pablo VI, en el discurso de clausura del Concilio Vaticano II, se refirió a
nuestra vida en estos términos:
“Fijar en Él (en Dios) la mirada y el corazón,
que llamamos contemplación; es el acto más alto
y más pleno del espíritu, el acto que puede y debe
jerarquizar la inmensa pirámide de la actividad humana”

“La vida contemplativa exige un largo camino de esfuerzo y de renuncias, hasta conseguir un corazón
pobre y libre. La soledad, característica de nuestra vida eremítica, nos pide privarnos de la radio, la TV,
los periódicos, Internet y los viajes”

“Otra renuncia: el silencio, que no es ni un fin ni una simple ausencia de palabras, sino un estilo de vida, un
estado para poner todas las fuerzas de nuestra alma a la escucha del Espíritu”

“Los ayunos son frecuentes y toda nuestra vida está enmarcada en un ambiente de pobreza y austeridad.
Estas renuncias ascéticas son la manera concreta y práctica de tomar distancia de las cosas, para
centrarnos totalmente en Dios”

“Nuestra vida choca en una época como la nuestra, convencida de que la felicidad consiste en satisfacer
todas las apetencias y todos los caprichos. La penitencia alegre del cartujo consiste en escoger, no lo que
agrada a los sentidos, sino los valores trascendentes, porque sabe por experiencia que la felicidad no viene
de fuera, de las cosas, sino que sale de dentro”

“Para un profano, los horarios, las privaciones, el silencio casi continuo, la soledad de la ermita en que
habitualmente vive el cartujo, pueden parecer una locura. Pero lo cierto es que, el monje que vive con
fidelidad su vocación, va adquiriendo poco a poco esa sabiduría espiritual propia de quien se ha dejado
invadir por el misterio de Dios y ha anclado en Él su corazón”

“El monje se siente libre de las ataduras y esclavitudes que tanto suelen angustiar a los hombres, y goza de
una paz honda y estable. El monje cartujo llega normalmente a esa gozosa experiencia que le hace
exclamar: YA SÓLO ME LLENA DIOS”

San Bruno sobre la felicidad del cartujo

“Cuánta utilidad y gozo divino traen consigo la soledad y el silencio del desierto
a quien los ama, sólo lo saben quienes lo han experimentado… Aquí, por el esfuerzo
del combate, Dios premia a sus atletas con la ansiada recompensa, a saber: la paz
que el mundo ignora y el gozo en el Espíritu Santo”

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