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TERCERA PARTE

LA ACRÓPOLIS DE LA FE CRISTIANA
DAR IMPORTANCIA AL PECADO
“Por cuanto todos pecaron…” Romanos 3:23

La necesidad de una comunicación clara sobre el pecado es grave ya que


vivimos en una generación nacida y cultivada por el pecado. Salmos 51:5, 58:3
No es falta de amor decirles a los hombres que son pecadores, sino que es la
forma más grosera de inmoralidad no decírselos.
Es cierto que ya no hay ninguna condenación “en Cristo Jesús,” pero también
no hay nada más que condenación sin Él. (Rm 8:1; 5:18; 5:18).
La verdad debe ser predicada con amor y humildad aunque aun así puede ser
ofensiva. No podemos confundir amor con romanticismo, el amor declara la
verdad, aún si esta hace doler.
Como Jeremías antes que él, Pablo fue llamado no sólo “para edificar y para
plantar,” sino también “para arrancar y para destruir, para arruinar y para
derribar.” Jeremías 1:10
Fue, según sus propias palabras, “derribando argumentos y toda altivez que se
levanta contra el conocimiento de Dios.” 2 Corintios 10:5
Bajo el ministerio del Espíritu Santo y por medio de las Escrituras, Pablo se
esforzó por poner fin a la esperanza del moralista pagano, el judío religioso, y
todos los demás.
¿Amamos lo suficiente como para enseñar la verdad, exponer el pecado, y
confrontar a nuestros oyentes? Juan 4: 5-43
Dios reprendía a su pueblo para atraerlos al arrepentimiento. La identificación
de una enfermedad y explicar su gravedad son siempre los primeros pasos
para encontrar una cura. Los hombres deben ser informados de sus pecados
antes de que reconozcan. Juan 16:8-11
Dios decidió usar a los hombres. Debemos predicar de una manera que
descubra al hombre su pecado.
Todo pecado es contra Dios. Aunque el hombre crea que no tiene faltas contra
Dios por no meterse con Este, cualquier pecado, por más que sea dirigido al
prójimo, es una forma de rebelión a Dios: Contra ti, contra ti solo he pecado.
—Salmo 51: 4
Se debe predicar la soberanía de Dios. Sin cortes ni filtros. Él es supremo y
autosuficiente, pero el hombre cree que él no lo necesita.
La gente tiene que entender que contra quien peca no es un semidiós, ni una
eminencia, sino que es el Dios soberano. Salmo 95:3, Hechos 17:24, 1 Timoteo
6:15

ALGUNOS ATRIBUTOS DE DIOS QUE EXPLICAN LA SEVERIDAD DE NUESTRO


PECADO

La Supremacía de Dios: Grado más alto de una jerarquía


El hombre cree que es el mayor en la escala evolutiva. Rey de sí mismo, quien
guía su propio destino. Pero no sabe su estado real. Isaías 2:22, Salmo 103:15-
16; Santiago 4:14 Is. 40:25-26
El neocristianismo nos enseña que Dios vive para el hombre, para satisfacer
sus necesidades. La voluntad de Dios ahora se entrelaza a la del hombre.
Pero el fin del hombre es glorificar y exaltar Dios y para eso fue creado.
La Soberanía de Dios: Que se gobierna a sí mismo y no depende de otro. Salmo
103:19
EL atributo más doloroso al hombre y amargo a su paladar es saber que hay
alguien a quien tiene que rendir cuenta por quien es gobernado.
Individualismo, autonomía personal y la democracia son temas nobles para el
gobierno del hombre sobre el hombre. Pero no debemos descartar que sobre
el hombre haya un Hombre mayor que es dueño de todo lo creado. Y el
hombre se opone a esta idea.
Salmos 115:3; 135:6; Efesios 1:11; Job 23:13; 1 Samuel 02:06; Isaías 45:7;
Daniel 4:34-35; Salmo 33:11; Proverbios 21:30

Si entendemos la importancia de que Dios es soberano nos daríamos cuenta


que todo pecado es una declaración de guerra contra el Dios.
La Santidad de Dios: Isaías 6:3, Apocalipsis 4:8
Su santidad no es más que un atributo entre muchos, sino que es el contexto
en el que todos los demás atributos divinos deben ser definidos y
comprendidos.
Santo es apartado y cuando se habla de Dios se refiere su trascendencia:
1. Diferente a todo lo que Él hizo: a todo ser. Deuteronomio 4:35, 1
Timoteo 6:16
2. Trascendencia sobre la corrupción moral: está separado de todo lo
pecaminoso e inmoral, es puro, no hay tinieblas en Él, no puede ver el
mal… Santiago 1:17 35. Santiago 1:13 36. Habacuc 1:13 37.
Deuteronomio 25:16, Salmo 05:04
Los hombres más santos en la Biblia al verlo se reconocieron como los más
viles ante su santidad.
Por lo tanto, la predicación del evangelio no se habrá hecho con algún grado
de fidelidad a menos que se haya hablado mucho de la santidad de Dios
Mateo 6:9
La Justicia de Dios: rectitud, corrección, excelencia moral.
La justicia es parte de su naturaleza, no es algo que Él decide ser. Salmos 7:9;
119:142; Deuteronomio 32:4, Job 8:3; Deuteronomio 32:4
Siendo un Dios justo, El ama la justicia con todo Su ser y odia lo opuesto, con
un odio perfecto. Salmos 11:7; 5:5
La noticia de que Dios es justo es algo bueno y malo, por un lado sería la peor
de las catástrofes que un ser omnipotente no actúe con justicia. Y por otro
lado esa justicia de Dios llega a ser condenación para los injustos (todos) ya
que Dios someterá a todos a su juicio y justicia. La justicia de Dios es una
buena noticia para las criaturas justas, pero es una emisión terrible para los
injustos Proverbios 21:15
Si un hombre busca una relación con Dios, entonces Dios exige sólo una cosa de
él, que viva una vida de perfección moral absoluta y sin defecto o fallo de cada
momento de cada día de su vida. Cuando nuestros oyentes reconocen la
imposibilidad de tal cosa, entonces le señalamos a Cristo.
El Amor de Dios:
Nada expone la depravación y el pecado del hombre más que la predicación
clara y coherente sobre el amor de Dios. No hay mérito en el hombre en la
salvación, sino el siempre amor de Dios.
Dios no ama al hombre, Dios es amor. El predicador debe enseñar que Dios
derrama su amor a través de su misericordia y gracia y su paciencia.
Él quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la
verdad. 1 Timoteo 2:4. Él no se complace en la muerte del malvado, sino que
se convierta de sus caminos y vivir. Ezequiel 18:23, 32

PECADORES

No debemos hablar del pecado en generalidades inofensivas que tienden a


dejar el alma sin molestias y sin convertir, sino que hay que emplear un
lenguaje preciso que define su verdadero carácter y exponga cada una de sus
manifestaciones. Nuestro objetivo es pintar un cuadro del pecado en los
corazones y las mentes de nuestros oyentes tan horrible que no puede ser
removido sino por la sangre del Cordero.

“Por cuantos todos pecaron.” El único problema real del hombre es el pecado.
Si comparamos todos los problemas del hombre y su consecuencia y final, nos
damos cuenta que en nada se comparan con el pecado.

EL PECADO ES TRANSGRESIÓN
Debemos predicar del pecado de la humanidad, no ocultarlo ni minimizarlo
Isaías 58:1. Pecar es dar un paso más, o tomar la ley de Dios con un total
desprecio por Su persona y autoridad. Se trata de ir más allá de lo que
permiten sus mandamientos y hacer caso omiso de las restricciones que Su ley
nos impone. Isaías 53:6

Predicar esta verdad logra que el hombre descubra su realidad.

EL PECADO ES REBELIÓN 1 Samuel 15:23

La más mínima rebelión es tan mala como participar en un ritual demoníaco.


El pecado es rebelión porque se opone a la voluntad de Dios.
EL PECADO ES ANARQUÍA
Anarquía es vivir sin ley, pasarla por alto, y peor, es declarar que Dios se
muestra neutral. 1 Juan 3:4, Romanos 2:14-16 y 2 Timoteo 3:15-17
En cualquier caso, las Escrituras dan testimonio de que a todos los hombres se
les ha dado suficiente luz sobre la voluntad de Dios para que todos queden sin
excusa en el día del juicio. Romanos 1:20
EL PECADO ES HOSTILIDAD
EL pecado es enemistad contra Dios Romanos 8:7 rechazo a su voluntad. La
obediencia genuina a la voluntad de Dios revela un verdadero amor hacia Él. El
pecado demuestra todo lo contrario.
Todo pecado sea grande o pequeño es igual a Dios porque procede de un
corazón que está en enemistad con Dios.
EL PECADO ES TRAICIÓN Oseas 6:07
Traicionar a Dios es romper con el pacto y no dar honor a su fidelidad ante su
palabra.
EL PECADO ES UNA ABOMINACIÓN Proverbios 6:16, Deuteronomio 25:16
La palabra abominación denota algo que es sucio, vil, o desagradable, digno
de desprecio u odio, algo aborrecible, repugnante, o que causa desagrado
extremo.
Cualquier y todas las formas de pecado son una abominación ante el Señor, lo
que resulta en su extremo disgusto, asco, y el odio. Son palabras duras pero no
debemos esperar menos de un Dios santo y Justo.
En un universo centrado en el hombre, el hombre es responsable por el
hombre, pero en un universo centrado en Dios, él es responsable
principalmente a Dios.

Indignación Justa
El justo enojo de Dios: Según las Escrituras, Dios es un Dios enojado contra los
impíos, y es algo bueno para nosotros que Él lo esté. (Nhm. 1:2; Sal. 7:11;
76:7; Zc. 1:2; Dt. 1:34; Sal. 78:59; Lam. 3:1; Ez. 5:13;). Si Dios no se enojara
contra el impío, ¿cómo podemos confiar que nos defenderá de él? Si Dios no
defiende su propia gloria y no castiga al impío ¿cómo podemos confiar que
salvará a quienes lo honren?
La justa ira de Dios: Al considerar la ira de Dios, es importante entender que
no es una emoción incontrolable, irracional o egoísta, sino que su ira es el
resultado de Su santidad, justicia y amor. También es un elemento necesario
de Su gobierno. Debido a quien es Dios, Él debe reaccionar negativamente al
pecado (Deut. 32:39-41, Nm 11:1-2; Nm. 32:13; Jn. 3:36; Rom. 12:19; Col. 3:6;
Heb. 3:11; Ap. 6:17; Ap. 14:10; Ef. 5:6; Rom. 1:18).

Para ser glorificado: que Dios sea honrado, alabado, y venerado como digno
que es, es el propósito eterno de todo lo creado, Dios no espera
inactivamente que le alabemos, sino que toma la iniciativa para que su honor
sea exaltado. Todo lo que Dios hace está motivado por su deseo de ser
glorificado. “Por mí, por amor de mí mismo lo haré, para que no sea
amancillado mi nombre, y mi honra no la daré a otro.” (Is. 48:11 RVR). Y de
este modo entendemos que el hombre fue creado con el fin de dar gloria a
Dios perpetuamente (Is. 43:7; 1 Cor. 1:31; Ec. 12:13-14). Su indignación e ira
contra el pecador es para que Él sea glorificado, de otro modo si Dios no lo
hiciera dejaría que el hombre lo humille.
Por la defensa de su propio honor: Es de esperar entonces que su indignación
sea justa, pues siendo un Dios digno de toda adoración y celoso de su propio
honor, no dejará sin castigo a quienes no lo adoren como Él debe serlo. (Sal.
7:11; 5:5, Nm. 25:11 NVI).

Dios es santo. Por lo tanto, El repudia la maldad y rompe la comunión con los
perversos. El odia todo pecado, porque es santo; y porque lo odia, su furor se
enciende contra el pecador. (Sal. 7:11).

Dios es amor y celosamente ama todo lo que es bueno. Este intenso amor por
la justicia se manifiesta en un igualmente intenso odio de todo lo que es malo.
Por lo tanto, el amor de Dios no niega la ira de Dios, sino que confirma o la
garantiza.
Dios es justo. Por lo tanto, Él tiene que juzgar la maldad y condenarla. Si el
hombre es un objeto de la ira de Dios, es porque ha optado por desafiar la
soberanía de Dios, violar Su santa voluntad, y exponerse al juicio (Ef. 5:6).
Dios es amor. Mientras que el amor de Dios es una realidad que va más allá de
la comprensión, es importante ver que el amor de Dios es la verdadera razón
de Su odio. No debemos decir que Dios es amor y por lo tanto decir que Él no
puede odiar, sino más bien, Dios es amor y por lo tanto debe odiar. Si Dios ama
con la mayor intensidad todo lo que es recto y bueno, entonces Él debe, con la
misma intensidad odiar todo lo que es perverso e inicuo.

Cuando la santidad, la justicia y el amor de Dios se encuentran ante la


depravación, la injusticia y la falta de amor del hombre, el resultado inevitable
es la indignación divina (Sal. 90:11). Su ira y enojo son lógicos ¿Cómo puede
Dios ser bueno, amoroso, o incluso moral si Él no arde en indignación por la
trata de esclavos o la masacre de millones de niños no nacidos en nombre de
la conveniencia? Él debe y actúa contra la inmoralidad.

Tenemos que entender que es imposible separar el pecado del pecador. En


primer lugar, Dios no castiga el pecado, sino que castiga a la persona que lo
comete. Jesús en su ira echó fuera a todos los pecadores dándoles latigazos,
no les dio latigazos a los pecados, sino a los pecadores. (Sal. 11:4-7 Lev. 20:23,
Tito 1:16, Ap. 21:08).

El Diccionario de Webster define odio como un sentimiento de hostilidad


extrema hacia alguien, a considerar a los otros con hostilidad activa, o tener
una fuerte aversión hacia la otra: detestar, odiar, aborrecer, o abominar.
Aunque estas son palabras duras, la Escritura utiliza la mayoría, si no es que
todas para describir la relación de Dios con el pecado y el pecador.
En segundo lugar, tenemos que entender que existe el odio de Dios en perfecta
armonía con Sus otros atributos. Si Dios no tuviera ira sería un Dios imperfecto,
puesto que es una gran falta moral no aborrecer todo aquello que no sea
pecado.
Estas palabras no están en contra de Juan 3:16 pecador, aunque Él está airado
contra el impío todos los días, y aunque Él odia a todos los que hacen
iniquidad, el amor es de tal naturaleza que Él es capaz de amar a los que son
los propios objetos de Su odio y obrar en su nombre para su salvación (Jn.
3:36, Sal.7:11; 5:05).
En tercer lugar, aunque Dios es paciente hacia el objeto de Su odio y tiene
salvación para ellos, llegará un momento en que él retirara Su oferta y la
reconciliación ya no será posible (Rm. 10:21). En este tiempo Dios derramará
su ira sobre todos aquellos que no honraron su gloria (Ap. 19:15-21), no
porque Dios sea vengativo en el sentido de que devuelve mal por mal, sino
que su ira se derramará sobre toda injusticia y pecado que el hombre haya
cometido, del mismo modo que sucedió en la cruz..
Su ira y furor se hacen evidentes en toda la Biblia (Sal. 95:11). Dios jura solo por
dos motivos, el primero para hacer una promesa (Gn. 22:16), y para anunciar
un castigo (Deut. 1:34). Entendemos entonces que su ira es santa y perfecta
en conformidad con todos sus otros atributos sin contradecirlos, y Dios jura
sobre su santidad e ira. (Sal. 89:35; 95:11).
Si entendemos estos atributos de Dios entendemos que su ira es santa y justa,
esto nos lleva a meditar en su ira con el propósito de que experimentemos cada
vez una mayor tristeza por el pecado y dejemos de tratarlo superficialmente,
minimizando la realidad de su significado.
En segundo lugar debe de este modo crecer en nosotros un temor verdadero
hacia Dios que juzga justamente (Heb. 12:28-29; Luc. 12:5). Nuestro servicio
así será genuino y digno del llamamiento. Nadie puede servir dignamente a
Dios sin dar valor a su majestad.

Debemos ser sabios y velar en oración para aceptar y amar todo lo que Dios
es, a fin de que no creemos una imagen de Dios incorrecta y terminemos
adorando e idolatrando un dios ajeno o en cierto modo igual a nosotros (Sal.
50:21). Hay que alabar a Dios como Él es, aún su justa ira debe ser alabada (Ap.
19:1-3).
Concluyendo, toda persona tiene una exhortación a huir de esta ira (Mt. 3:7),
y el único modo es la cruz de Cristo (Rom. 5:9). Este llamado no es solo a los
incrédulos, sino también a los que creen, es una exhortación a examinarse
todo los días, velar en oración a fin de que sean descubiertos nuestras
verdaderas intenciones porque si confiamos en nosotros mismos “engañoso
es el corazón”, debemos confiar en Cristo, obedeciéndole, esta es la
verdadera manera de asegurarnos de la salvación.

Guerra Santa
Entendemos de este modo que la ofensa al honor de Dios despierta la ira de
Este, convirtiendo al hombre instantáneamente en objeto de la ira de Dios. El
pecado del hombre se vuelve en enemistad contra la Santidad de Dios y
viceversa (Is. 63:10; Nhm 1:2). Para aquel pecador no regenerado lo único que
queda es condenación (Heb. 10:27-31).
La frase popular “Dios odia al pecador pero ama al pecado” generalmente
viene acompañada de la frase “El hombre stá en eniemistad con Dios pero
Dios no con el hombre.” Sin embargo las escrituras no enseñan que cuando el
hombre le declara la guerra a Dios, Este se vuelve a ellos para batallar.
Primero, entendemos que Dios considera a los malvados como sus adversarios
(Nm 1:2). Lo segundo es que Dios está a la ofensiva (Sal. 7:12-13). La palabra
enemistad no pone énfasis en nosotros hacia Dios, sino en Dios hacía
nosotros. Aquellos que no se arrepienten solo están acumulando ira para el
santo y justo juicio de Dios. El mismo que recibió la ira de Dios al entregarse
como sacrificio redentor, es quien castigará a las naciones con vara de hierro
(Ap. 19:15; 6:16-17; Sal. 2:12).

La venganza no es indigna a Dios


Para reconciliar las Escrituras en cuando a la maldad de la venganza y a la
justicia de Dios en su venganza debemos entender en primer lugar, que la
venganza divina es un tema constante de la Escritura y, por tanto innegable.
En segundo lugar su venganza es producto de su celo por la justicia y sanidad,
no por pasiones desordenadas o envidias como acostumbran los hombres, su
venganza hacia el pecador tiene como propósito reivindicar Su nombre. Dios
tiene derecho de vengarse (Jer. 5:9, 29, 9:9).
La venganza está estrechamente relacionada con su ira (Deut. 32:39-42).
Cuando se predica, no solo debe predicarse del amor y la gracia de Dios sino
también su justo juicio (Is. 61:2; Am. 3:8; 2 Cor. 4:13). Si no predicamos sobre
esto, las personas no tendrán un concepto correcto de la naturaleza de Dios y
la sangre de los pecadores caerá sobre nosotros (Ez. 33:8). La ira de Dios es un
tema que no se predica mucho, pero nosotros no debemos juzgar a los demás
sino proclamar la verdad, sabiendo que esto pasaría, el dolor y la incomodidad
que la verdad de la palabra trae sobre los hombres hace retroceder a muchos
pecadores en sus sermones (2 Tim. 4: 3-4).

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