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LA ACRÓPOLIS DE LA FE CRISTIANA
DAR IMPORTANCIA AL PECADO
“Por cuanto todos pecaron…” Romanos 3:23
PECADORES
“Por cuantos todos pecaron.” El único problema real del hombre es el pecado.
Si comparamos todos los problemas del hombre y su consecuencia y final, nos
damos cuenta que en nada se comparan con el pecado.
EL PECADO ES TRANSGRESIÓN
Debemos predicar del pecado de la humanidad, no ocultarlo ni minimizarlo
Isaías 58:1. Pecar es dar un paso más, o tomar la ley de Dios con un total
desprecio por Su persona y autoridad. Se trata de ir más allá de lo que
permiten sus mandamientos y hacer caso omiso de las restricciones que Su ley
nos impone. Isaías 53:6
Indignación Justa
El justo enojo de Dios: Según las Escrituras, Dios es un Dios enojado contra los
impíos, y es algo bueno para nosotros que Él lo esté. (Nhm. 1:2; Sal. 7:11;
76:7; Zc. 1:2; Dt. 1:34; Sal. 78:59; Lam. 3:1; Ez. 5:13;). Si Dios no se enojara
contra el impío, ¿cómo podemos confiar que nos defenderá de él? Si Dios no
defiende su propia gloria y no castiga al impío ¿cómo podemos confiar que
salvará a quienes lo honren?
La justa ira de Dios: Al considerar la ira de Dios, es importante entender que
no es una emoción incontrolable, irracional o egoísta, sino que su ira es el
resultado de Su santidad, justicia y amor. También es un elemento necesario
de Su gobierno. Debido a quien es Dios, Él debe reaccionar negativamente al
pecado (Deut. 32:39-41, Nm 11:1-2; Nm. 32:13; Jn. 3:36; Rom. 12:19; Col. 3:6;
Heb. 3:11; Ap. 6:17; Ap. 14:10; Ef. 5:6; Rom. 1:18).
Para ser glorificado: que Dios sea honrado, alabado, y venerado como digno
que es, es el propósito eterno de todo lo creado, Dios no espera
inactivamente que le alabemos, sino que toma la iniciativa para que su honor
sea exaltado. Todo lo que Dios hace está motivado por su deseo de ser
glorificado. “Por mí, por amor de mí mismo lo haré, para que no sea
amancillado mi nombre, y mi honra no la daré a otro.” (Is. 48:11 RVR). Y de
este modo entendemos que el hombre fue creado con el fin de dar gloria a
Dios perpetuamente (Is. 43:7; 1 Cor. 1:31; Ec. 12:13-14). Su indignación e ira
contra el pecador es para que Él sea glorificado, de otro modo si Dios no lo
hiciera dejaría que el hombre lo humille.
Por la defensa de su propio honor: Es de esperar entonces que su indignación
sea justa, pues siendo un Dios digno de toda adoración y celoso de su propio
honor, no dejará sin castigo a quienes no lo adoren como Él debe serlo. (Sal.
7:11; 5:5, Nm. 25:11 NVI).
Dios es santo. Por lo tanto, El repudia la maldad y rompe la comunión con los
perversos. El odia todo pecado, porque es santo; y porque lo odia, su furor se
enciende contra el pecador. (Sal. 7:11).
Dios es amor y celosamente ama todo lo que es bueno. Este intenso amor por
la justicia se manifiesta en un igualmente intenso odio de todo lo que es malo.
Por lo tanto, el amor de Dios no niega la ira de Dios, sino que confirma o la
garantiza.
Dios es justo. Por lo tanto, Él tiene que juzgar la maldad y condenarla. Si el
hombre es un objeto de la ira de Dios, es porque ha optado por desafiar la
soberanía de Dios, violar Su santa voluntad, y exponerse al juicio (Ef. 5:6).
Dios es amor. Mientras que el amor de Dios es una realidad que va más allá de
la comprensión, es importante ver que el amor de Dios es la verdadera razón
de Su odio. No debemos decir que Dios es amor y por lo tanto decir que Él no
puede odiar, sino más bien, Dios es amor y por lo tanto debe odiar. Si Dios ama
con la mayor intensidad todo lo que es recto y bueno, entonces Él debe, con la
misma intensidad odiar todo lo que es perverso e inicuo.
Debemos ser sabios y velar en oración para aceptar y amar todo lo que Dios
es, a fin de que no creemos una imagen de Dios incorrecta y terminemos
adorando e idolatrando un dios ajeno o en cierto modo igual a nosotros (Sal.
50:21). Hay que alabar a Dios como Él es, aún su justa ira debe ser alabada (Ap.
19:1-3).
Concluyendo, toda persona tiene una exhortación a huir de esta ira (Mt. 3:7),
y el único modo es la cruz de Cristo (Rom. 5:9). Este llamado no es solo a los
incrédulos, sino también a los que creen, es una exhortación a examinarse
todo los días, velar en oración a fin de que sean descubiertos nuestras
verdaderas intenciones porque si confiamos en nosotros mismos “engañoso
es el corazón”, debemos confiar en Cristo, obedeciéndole, esta es la
verdadera manera de asegurarnos de la salvación.
Guerra Santa
Entendemos de este modo que la ofensa al honor de Dios despierta la ira de
Este, convirtiendo al hombre instantáneamente en objeto de la ira de Dios. El
pecado del hombre se vuelve en enemistad contra la Santidad de Dios y
viceversa (Is. 63:10; Nhm 1:2). Para aquel pecador no regenerado lo único que
queda es condenación (Heb. 10:27-31).
La frase popular “Dios odia al pecador pero ama al pecado” generalmente
viene acompañada de la frase “El hombre stá en eniemistad con Dios pero
Dios no con el hombre.” Sin embargo las escrituras no enseñan que cuando el
hombre le declara la guerra a Dios, Este se vuelve a ellos para batallar.
Primero, entendemos que Dios considera a los malvados como sus adversarios
(Nm 1:2). Lo segundo es que Dios está a la ofensiva (Sal. 7:12-13). La palabra
enemistad no pone énfasis en nosotros hacia Dios, sino en Dios hacía
nosotros. Aquellos que no se arrepienten solo están acumulando ira para el
santo y justo juicio de Dios. El mismo que recibió la ira de Dios al entregarse
como sacrificio redentor, es quien castigará a las naciones con vara de hierro
(Ap. 19:15; 6:16-17; Sal. 2:12).