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“La moral tiene esencialmente una cualidad social. Ello quiere decir
que sólo se da en la sociedad, respondiendo a sus necesidades y
cumpliendo una determinada función en ella. En cada individuo se
anudan de un modo peculiar una serie de relaciones sociales, y el
modo mismo de afirmar, en cada época o en cada sociedad, su
individualidad tiene un carácter social. Hay una serie de cauces que,
en cada sociedad, modelan el comportamiento individual: su modo de
trabajar, de sentir, de amar, etcétera. Varían de una comunidad social
a otra, y, por ello, carece de sentido hablar de una individualidad
radical al margen de las relaciones que los individuos contraen en la
sociedad.
Así, pues, la moral cumple una función social muy precisa: Contribuir
a que los actos de los individuos, o de un grupo social, se desarrollen
en forma favorable para toda la sociedad o para un sector de ella. La
existencia de este tipo peculiar de regulación de la conducta humana
significa no sólo —como ya hemos señalado— que la sociedad no se
contenta con una aceptación externa, formal o forzosa de ciertos
principios, normas o valores —aceptación externa que el derecho se
encarga de asegurar—, sino que aspira asimismo a que esa
aceptación se asegure también en la esfera íntima o privada de la
conciencia individual, en la que el derecho y la fuerza no pueden
operar decisivamente. En suma, la moral tiende a que los individuos
pongan en consonancia, voluntariamente —es decir, de un modo
consciente y libre—, sus propios intereses con los intereses colectivos
de determinado grupo social, o de la sociedad entera.