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LACAN  El deseo humano es el deseo del Otro”.

En tanto es en relación al
deseo del Otro que el deseo del sujeto se configura.
Para Lacan, somos "sujetos del deseo". Ahora bien , ¿a qué se refiere
Lacan con deseo? ¿Se trata solamente del deseo sexual? En
absoluto. Lacan se propone leer la obra de Sigmund Freud y llegó a
la proposición de que el inconsciente está estructurado como un
lenguaje. Esto no quiere decir que el inconsciente de cada uno
funcione como la gramática de la lengua que habla ni que el
inconsciente sea una función completamente autónoma , quiere decir
que el inconsciente no deja de manifestarse, de "hablar" a través de
nuestras palabras, nuestros actos y gestos . El deseo no es un "objeto"
del pensamiento ni una cosa que se pueda conoce r, sino que es una
expresión del ser mismo: el hecho de ser uno mismo --quien quiera
que seas-- te hace un ser deseante.
De la demanda surge el deseo, por eso el deseo en el inconsciente está
estructurado como un lenguaje.
¿Pero es posible conocer nuestro propio deseo? Para Lacan, en
realidad, no hay forma de no vivir sujetos a los movimientos de
nuestro deseo. ¿Y cómo conocerlo, cómo expresarlo? Otra respuesta
rápida: nuestras palabras indican (a menudo a pesar de nosotros o de
nuestras intenciones) la dirección de nuestro deseo. Los "actos
fallidos", las homofonías, el creer oír una cosa cuando nos dicen otra,
todos los gestos comunicativos son interpretables en términos de
deseo; pero para darle un marco a la interpretación es necesario un
ámbito clínico donde un sujeto dé rienda suelta a su deseo en un
territorio verbal: la "cura por la palabra" (s.XX)
El desear supone una falta, la cual el objeto del deseo o su posesión,
habrían de llenar. El problema es que apenas tenemos aquello que
deseamos, no lo deseamos más --o deseamos algo que nunca se nos
hubiera ocurrido desear. Sin entrar demasiado en la jerga lacaniana,
esta falta constitutiva del deseo se llama "objeto pequeña a", y es un
significante que puede tomar cualquier forma en la ecuación del
deseo. Por ejemplo, tal vez notemos que en nuestra vida amorosa hay
algún patrón: nos gusta siempre una mujer criada por mujeres (sin
influencias positivas paternas) o nos gustan los alcohólicos que se
hacen daño y no nos prestan atención. Lo que indaga la clí nica
analítica no es sobre la moralidad de nuestro deseo, sino nuestra
relación con él. ¿Por qué elegimos parejas dañinas? Tal vez porque
tenemos interiorizada la consigna de ayudar a los inocentes, lo que
puede hablar de un superyó sano, pero de una vida amorosa
insatisfactoria.
La naturaleza misma del deseo es móvil y cambiante: es lo vivo de
nuestra vida.
Para Lacan, el problema es que la gente no sabe desear, sino que
aprende a desear aquello que cree que los otros desean. Queremos
ser deseables para el otro: queremos ser deseados y deseadas, pero
en nuestras interacciones sociales es muy posible que estemos
siguiendo el guión que la moral y el supuesto "sentido común" nos da
sobre el deseo.
El asunto complicado es saber distinguir entre el deseo y la fantasía:
tal vez nos criaron para ser padres ejemplares o amas de casa
perfectas, pero nosotros no deseamos eso: se trata del deseo del
otro deseando en lugar del nuestro. Y aquí la cosa se complica un
poco más: Lacan postula la existencia de un Gran Otro , una entidad
sin ente que no es Dios, pero que guarda no pocas semejanzas con
uno --el único espectador a quien se dirigen con fidelidad nuestros
actos de lenguaje, en una palabra, para quien representamos el papel
de nosotros mismos. La libertad que much as personas encuentran en
el psicoanálisis es la de llegar a un acuerdo entre su deseo y esa
demanda incesante y dolorosa que nos impone el Gran Otro.
¿Seríamos más felices si todas las personas dijeran exactamente lo
que desean y, en el acto, se les cumpliera? Probablemente no, porque
la satisfacción en ocasiones proviene no tanto de la realización del
deseo sino de su fantasía, como en el perverso, o de su aplazamiento,
como en algunas histerias.
También es importante diferenciar el deseo de las pulsiones: el deseo es uno,
las pulsiones son muchas. Es decir, las pulsiones son manifestaciones
particulares (y parciales) de una fuerza única, el deseo.
De hecho, habría un solo objeto de deseo, el objeto a. Pero el objeto a no es el
objeto hacia el que tiende el deseo, sino la causa misma del deseo. El deseo
no es una relación con un objeto, sino la relación con una falta.
Por una parte, el deseo es esencialmente “deseo del deseo del Otro”, deseo de
ser objeto del deseo de otro (y deseo de reconocimiento por parte de otro).
Decir que “el deseo es el deseo del otro” no es decir que se desea “lo que” (el
objeto que) otro desea, ni que se desea el deseo del otro (como objeto), sino
que el deseo humano debe ser pensado a través de sus condiciones antes que
a través de un objeto.
En el análisis se pueden establecer cuáles son las condiciones del deseo para
un sujeto, por ejemplo, desear lo que otro desea (a través de la prohibición) es
la condición de un tipo clínico específico, la neurosis obsesiva, o bien desear el
deseo de otro es lo típico de otra posición subjetiva, la neurosis histérica.

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