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Planetarización versus Globalización: La diferencia en las concepciones de


éxito y en los propósitos del desarrollo mundial

Article · January 2008


Source: OAI

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2 authors:

Jesmar Orozco Cirilo Orozco-Moret


Universidad de Carabobo, UC Universidad de Carabobo, UC. Polytechcnic University of Puerto Rico PUPR; Valen…
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Jesmar Orozco Labrador, Cirilo Orozco Moret*

PLANETARIZACIÓN VERSUS GLOBALIZACIÓN: LA


DIFERENCIA EN LAS CONCEPCIONES DE ÉXITO Y EN
LOS PROPÓSITOS DEL DESARROLLO MUNDIAL
PLANETARY VERSUS GLOBAL EXPANSION: THE DIFFERENCES IN
SUCCESS CONCEPTIONS AND THE WORLD-WIDE DEVELOPMENT
INTENTION

Resumen
La expansión del modelo de desarrollo mercantilista de occidente parece haber
alcanzado su plenitud infiltrando todas las culturas de la tierra. Sin embargo, los
resultados y alcances tienen cifras globales que se debaten entre la opulencia y la
tragedia. Ello ha conducido a repensar la teleología civilizatoria y en la actualidad se
agitan vientos de cambio que invitan a construir nuevos ideales y significados de
éxito, desarrollo y progreso. Parece estar emergiendo una noción de planetarizacion
bajo el criterio de éxito social que se antepone al éxito puramente económico de la
globalización. Este ensayo constituye un papel de trabajo preliminar cuyo propósito es
reabrir el debate entre la globalización capitalista de mercado y la planetarizacion
humanista de corte social.
Palabras clave: Cultura Global y Planetaria, Ciudadanía Planetaria, éxito y desarrollo
humanista.

Abstract
Business Development model in West countries seems to have reached its fullness, in-
filtrating all world cultures. Notwithstanding, the results and scopes have global fig-
ures having place between opulence and tragedy. This has led to a rethought civilizing
teleology and there are current winds of change inviting to new ideals and new mean-
ings for success, development and progress. A new social notion of worldwide success
seems to emerge, over the merely economic success in globalization notion. This is a
preliminary working paper whose purpose is to reopen the debate between the mar-
ket-based capitalist globalization and the social humanist 'planetarization'.

Keywords:  Global and Planetary culture, Planetary citizenship, Humanistic success and
development.

* Universidad de Carabobo-Venezuela.
jesmar58@hotmail.com, Abogado en la Universidad de Carabobo, Maestría en Comercio Exterior
en la Universidad Carlos III, Diplomado en Derecho Internacional en la Universidad
Complutense de Madrid. Investigadora activa en la Unidad de Investigación del Departamento
de Formación Integral del Hombre. En La facultad de Odontología Profesora Contratada en la
Cátedra de Odontología Legal y Forense.
cirilotampa@hotmail.com, Licenciado en Educación Matemática en la Universidad de Carabobo,
Maestría en Matemática. Estudios doctorales en la Universidad Complutense de Madrid y en la
Universidad del Sur de Florida. Investigador activo en la Unidad de Investigación en Educación
Matemática para las Ciencias Sociales de la facultad de Ciencias Económicas y Sociales.
Universidad de Carabobo. Venezuela. Profesor Titular de la Cátedra de Lógica e Introducción a
la Matemática.

Entelequia. Revista Interdisciplinar, nº 8, otoño 2008 Orozco Labrador y Orozco Moret / 19


E
l modelo de desarrollo basado en la optimización del consumismo mediante el
aumento de la productividad industrial con un proceso seriado, lineal y
automatizado; y el florecimiento del mercado mundial de los productos
norteamericanos, durante el siglo XX, fue un triunfo sin precedentes para una
nación joven como los Estados Unidos. Ello generaría esperanzas y expectativas
de desarrollo para muchas naciones, que creyeron en que el modelo neoliberal de
desarrollo podría ser generalizado o aplicable a cualquier país sin considerar sus
condiciones particulares.
Así creció la expectativa de emulación de progreso mediante el impulso al
crecimiento económico, con planes basados en el libre juego de la oferta y la
demanda, y atendiendo exclusivamente indicadores macroeconómicos. Ese
convencimiento fue una de las razones por las cuales se intentó adoptar
esquemas neoliberales de desarrollo en las naciones de la periferia de los focos
de poder, en todo el sistema económico mundial. A este respecto, (De Puelles y
Torreblanca, 1995: 172) afirmaron:
El liderazgo económico de Estados Unidos en la segunda posguerra mundial
sentó las bases de la expansión económica mundial. Apareció así un modelo de
crecimiento en el que el capital excedentario del centro suplió la escasez de
ahorro e inversión de los países adyacentes, al mismo tiempo que el comercio
internacional introdujo flexibilidad, eficiencia y competitividad en las economías
occidentales.
Sin embargo, como se deja ver implícitamente en la historia económica de
occidente, no podría un sistema de civilización –centrado en el mercado como fin–
presentar sus planes de mundialización del desarrollo sin colocar esta propuesta
de progreso como una mercancía, en si misma, y sin esperar al menos algún
beneficio económico, dominio político o expansión geográfica. Es decir, un plan de
progreso mercantilista de naciones no podría existir si no lleva oculta o manifiesta
la agenda de alguna ganancia, para los entes propulsores.
En consecuencia, los adelantos en la tecnología de la comunicación y el control
de los medios de información por parte de las naciones poderosas les permitirían
publicitar y sacralizar el neoliberalismo como la panacea del progreso social de las
naciones no desarrolladas, mientras obtendrían algunos jugosos beneficios. Para
ello; se crearon los organismos mundiales de financiamiento con mecanismos de
imperativo condicionamiento para las sociedades periféricas. Estos organismos
presentaron ofertas de desarrollo , en apariencia, generosas y altruistas pero
sujetas a obligaciones y contratos corregidos, actualizados y perfeccionados de los
estamentos mercantiles más severos del código de Hamurabi.
Luego en la ejecución de estos planes de desarrollismo tecnócrata se invertirían
grandes fortunas destinadas a proyectos de optimización de la extracción,
transporte y procesamiento de materia prima y energía, en favor de las
necesidades de los centros de poder y no de las necesidades de progreso de las
naciones pobres. A cambio, los países periféricos recibían flexibilización del
mercado y financiamiento cubierto con un manto de esperanza pero económica y
socialmente desventajoso.
Se produciría una baja o nula transferencia de tecnología y exiguas ganancias
en referencia la utilidad obtenida por las naciones y organizaciones tutoras,
además las naciones receptoras de tales planes quedarían comprometidos con
tasas de interés presumidas como cómodas en referencia al beneficio de los
niveles de desarrollo proyectados, pero claramente avariciosa en referencia a la

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magnitud de los capitales colocados en contratos crediticios. Esto se reflejó en el
incremento, en pocos años, de una cuantiosa deuda externa inversamente
proporcional al beneficio obtenido por los países no industrializados y en
concordancia con las ganancias obtenidas por las economías más poderosas.
Además de las obligaciones económicas, en los países pobres, se potenció una
dependencia profunda de los centros de poder, en tecnología y conocimiento. Los
medios de producción, insumos, maquinarias, procesos y productos industriales
serían importados de las naciones otorgantes. También, se configuró un
desequilibrio social de grandes dimensiones; el abandono del campo y la
concentración intempestiva de población en las ciudades, con la consecuente
generación exponencial de todo tipo de problemas sociales derivados del aumento
de la pobreza y de la marginalidad urbana y rural. Pronto, entre las décadas de los
50 y 70 se supo que la propuesta de desarrollo neoliberal mercantilista había
fracasado o que al menos ésta no podía ser generalizada como formula de
prosperidad.
Por el contrario, el fracaso fue obvio para las naciones que creyeron en las
expectativas neoliberales de progreso, pero para las naciones industrializadas fue
una vez más un éxito y un gran negocio. Además de ganar poder e influencia;
obtuvieron materia prima, alimentos y energía a bajo costo y expandieron el
mercado para sus productos. Para los centros de poder, además de las cuantiosas
ganancias obtenidas y el aumento del nivel de vida y confort de sus ciudadanos,
quedaría un beneficio tácito de dominio sustentado en un compromiso financiero
que producto al cobro de intereses, resultaría en una deuda externa casi
impagable para la mayoría de los países periféricos.
En concordancia los planteamientos previos, este artículo tiene como propósito
dirigir una reflexión sobre los escenarios en el cual se incrementaron las relaciones
de dependencia, la deuda y el atraso para las naciones débiles, con lo cual se
consolidarían las relaciones de dominación y establecerían las posibilidades de
supremacía competitiva global para las economías fuertes. Pero particularmente,
se abre el debate sobre la aparición de corporaciones supremas de poder
potencial mas allá de la estructura de la nación estado; estas vienen a ser las
trasnacionales que apuntalan la globalización del mercado.

Cambio de perspectiva: Del gran negocio a la gran estafa.

Los ensayos de implantación del programa de progreso neoliberal en los países


en vías de desarrollo no alcanzaron los objetivos oficialmente perseguidos y por el
contrario generaron nuevas necesidades y mayores problemas para los receptores
de tales planes. Pero, el éxito de los proponentes se reflejaría en las ganancias
derivadas de las abultadas cifras de importación, transformación y reventa de
materia prima, en el crecimiento exagerado de las exportaciones de manufactura
y en el aumento de la cartera crediticia que prácticamente dejo hipotecados los
países menos desarrollados.
Aunque en nuestra opinión, hay patrones históricos y cifras reales que hacen
presumir que el fracaso de la oferta de desarrollo fue uno de los mayores negocios
de la economía de mercado realizado por los centros de poder a lo largo de la
evolución de occidente; hay analistas que construyeron explicaciones técnicas con
argumentos muy convincentes de la buena fe de tales hechos. Por ejemplo, la
culpa del fracaso de los planes de progreso neoliberal fue atribuida al exceso de

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optimismo y al establecimiento de hipótesis falaces alimentadas por premisas
imprecisas o erróneas.
Una de las premisas principales fue la seguridad de que era posible acelerar el
desarrollo de las sociedades saltando las facetas de desarrollo histórico ocurrido
en occidente. También, fue decisivo el convencimiento en que el crecimiento
económico, por si sólo, era un factor seguro y confiable de desarrollo. Se llegó a
creer incluso que el aumento del ingreso per capita de una nación era suficiente
para impulsar su progreso. También se pensó que una potencia industrializada
como centro de poder era motor y no obstáculo para el progreso de la periferia.
Había convencimiento de que las barreras que habían impedido el desarrollo en
los países de la periferia eran de orden macroeconómico interno y por ello había
que supeditar estas barreras a factores e indicadores macroeconómicos. Se
asumió como verdad inobjetable que “Una instrumentación correcta de las
diversas variables macroeconómicas podía producir el despegue hacia el
desarrollo, ya que el capital exterior podía sustituir las bajas tasas internas de
formación de capital (De Puelles y Torreblanca, 1995: 166). Por su puesto, una
vez más, se responsabilizaría del fracaso a los países débiles argumentando
corrupción, mala administración, inestabilidad política, falta de personal calificado
y todo tipo de indicadores de subdesarrollo. Al respecto se ha afirmado “Aún en
las sociedades más modernas, “culpar a la víctima” de su propia situación y de su
falta de progreso colectivo es un fenómeno bastante común” (Barkin, 2005: 11).
La realidad no respondió a la teoría. Si bien durante el período 1950-1973 se
produjo un crecimiento económico efectivo en los países en vías de desarrollo, es
decir, en la periferia del sistema económico mundial, no hubo un proceso de
convergencia entre el centro y la periferia. Por otra parte, se acrecentaron las
desigualdades dentro de las mismas sociedades en desarrollo, porque, aunque el
crecimiento fue notable, resultó absorbido en parte por el incremento de la
población y en parte por las clases o capas sociales más favorecidas: de esta
forma, el problema del desbordamiento demográfico y el de la desigualdad social
quedaron al descubierto.
En realidad las iniciativas de presunto desarrollo se había financiando con los
propios ahorros nacionales, se estaba construyendo una industrialización de
visión trasnacional dedicada a la extracción de recursos con destino foráneo y los
cuales dejaban minúsculas ganancias a los países de origen. Para colmo se
pagarían intereses y obligaciones por los préstamos recibidos de sus propias
reservas monetarias depositadas en entidades como el Banco Mundial y en el
Fondo Monetario Internacional.
La constatación de todos estos hechos trajo consigo una crisis del modelo
liberal de crecimiento económico. En nuestra opinión, la puesta en venta de la
idea de progreso neoliberal fue una estrategia de publicidad, una concepción de
mercadeo en la que se especuló con el desarrollo y el éxito como mercancía. Es un
hecho, que la oferta misma constituyó una enorme inversión, pero está fue
minuciosamente planificada y se habían considerado todos los escenarios y
riesgos del gran negocio. Por tanto, se podría conjeturar que la iniciativa se
concretó porque aun fracasando se ganaba; los países en vías de desarrollo
terminarían depositando en los organismos financieros mundiales sus reservas
internacionales, en garantía de los préstamos para proyectos de infraestructura y
acondicionamiento de las condiciones de explotación de los recursos naturales.

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En consecuencia del fracaso neoliberal, emergió en los países en vías de
desarrollo a mediados de los setenta el sentimiento de haber sido estafados y
haber hipotecando el futuro de las naciones pagando un precio demasiado alto por
la ignorancia y la inocencia de los pueblos pobres. Como reacción, se dio una
oportunidad a liderazgos populistas de centro izquierda ubicados alrededor de la
social democracia. Se depositó la confianza en lideres emergentes de una
democracia representativa que calmó los ánimos pero que terminó atada a los
mismos compromisos con los centros de poder. Luego, ocurrió una ola de
nacionalizaciones, de recursos en sectores estratégicos como la energía y la
minería, a lo largo y ancho del globo.
En paralelo a las voces que alzaron las banderas del descontento social y que
apoyaron las medidas de nacionalización, se divulgó a finales de los setenta la
idea “del otro desarrollo”, que sugería una acción de progreso desde abajo, hacia
adentro y centrado en lograr transformaciones estructurales importantes, como el
auto-gobierno comunitario. Una propuesta teórica de un progreso sucesivo que
debería partir de la satisfacción de necesidades de los marginados y excluidos, y
debería atender la solución de los problemas locales (González, 2006: 32).
Análogamente, en 1972 apareció el concepto de “desarrollo sostenible” en la
Conferencia de Estocolmo y que se redefiniría en el llamado informe Brudlant; una
propuesta sobre una alternativa de desarrollo multidimensional, inter-generacional
y a largo plazo, que como dice Marshall sería, “un nuevo sendero de progreso que
permite satisfacer las necesidades y aspiraciones del presente sin comprometer la
capacidad de las futuras generaciones de satisfacer sus propias necesidades”
(Marshall, 1976: 23).
Esa concepción de desarrollo sostenible fue redimensionado en 1987 en el
informe “Nuestro futuro común” de la Comisión Mundial sobre Medio Ambiente y
Desarrollo de Naciones Unidas. Allí se perfilaron el desarrollo económico, la
protección social y la equidad social como las tres dimensiones fundamentales del
desarrollo sostenible.
En ese sentido, se ha generado una fuente de producción de ideas y discursos
sobre el bienestar colectivo, la justicia social y la solidaridad comunitaria como
deberes y objetivos del hombre societario. Se ha reeditado el espiritualismo que
intenta orientar al hombre hacia la divinidad, la paz interior y el desarrollo
personal como metas y propósitos de vida individual y colectiva. También, crece y
se consolida un movimiento naturalista insurgente que fundamentado en la
defensa de la naturaleza, exige responsabilidad ecológica de la actividad
económica y clama por reivindicar el balance costo-beneficio ambientalista como
criterio de factibilidad equilibrada de la producción.
Además, desde un enfoque histórico-sociológico emerge con fuerza el aliento
esperanzador, sobre todo en las sociedades mas deprimidas, del humanismo
transformador; una propuesta de desarrollo social, basado en la superación de la
pobreza desde el seno de las comunidades organizadas, las cuales en reclamo de
sus derechos mas elementales alcanzarían niveles de participación decisoria,
equidad y de justicia que hasta ahora les han sido negados.
Por su parte, los mismos partidarios del modelo imperante de desarrollo
capitalista, han presentado tesis de revisión de los postulados tecnócratas
impulsando la preocupación por los efectos ambientales y sociales, incluyendo
políticas de atención real del impacto de las empresas en lo que se ha
denominado responsabilidad social del capital. También de Europa ha llegado la

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llamada “Tercera Vía” y en Latinoamérica ha resurgido una visión de izquierda
nacionalista que se ha denominado “Socialismo Bolivariano” o “Socialismo del
Siglo XXI”. Por ejemplo Tony Blair (1998), promoviendo su Tercera Vía entre
neoliberalismo y socialismo afirmó:
El reto al que hemos de hacer frente es formidable: la globalidad de los
mercados, la persistencia de la pobreza y de la marginación social, una
delincuencia en aumento, el desmoronamiento de la familia, el papel cambiante
de la mujer, la revolución tecnológica y del mundo del trabajo, la hostilidad de
la sociedad hacia la política y las demandas de una reforma democrática más
profunda, y un amplio abanico de asuntos medioambientales y de seguridad
que reclaman una acción internacional (Blair, 1998: c4)
Aunque las criticas de opinión y desacuerdos técnicos sobre el “otro desarrollo”
y el “desarrollo sostenible” no se han hecho esperar, la idea ha ganado terreno a
nivel global apoyado en movimientos ambientalistas, religiosos, académicos y
políticos. Alineado a las ideas originales, han aparecido contribuciones que
alimentan el debate y tienden a perfeccionar las propuestas de un nuevo sentido
de progreso humano, no tan atrincherado en el factor económico ni tan subyugado
a la acumulación de capital. En la actualidad se discute de un “Desarrollo
Sustentable” y de la “Responsabilidad Social de las Empresas” de la “Participación
Popular y Comunitaria” y del “Impacto Local y Global de la Actividad Productiva”.
Al respecto, la organización Ecología y Desarrollo (ED, 2007: s/p) define:
Una empresa es socialmente responsable cuando responde satisfactoriamente a
las expectativas que sobre su funcionamiento tienen los distintos grupos de
interés. La RSE se refiere a cómo las empresas son gobernadas respecto a los
intereses de sus trabajadores, sus clientes, proveedores, sus accionistas y su
impacto ecológico y social en la sociedad en general, es decir, a una gestión de
la empresa que respeta a todos sus grupos de interés y supone un
planteamiento de tipo estratégico que debe formar parte de la gestión cotidiana
de la toma de decisiones y de las operaciones de toda la organización, creando
valor en el largo plazo y contribuyendo significativamente a la obtención de
ventajas competitivas duraderas.
Toda esta terminología, por ahora representa ideas demasiado abstractas y no
tienen factibilidad probable en el corto plazo. Sin embargo, constituyen
manifestaciones de una real y concreta intencionalidad de alcanzar la formación
de una conciencia social contestataria contra el patrón de invariante que ha
perdurado y dibujado la historia de la civilización humana en los últimos seis
milenios. Obviamente, al bordear el año 2000, la civilización recibe fuertes
presiones de cambio.
Por una parte, parece haber una tendencia de desarrollo dirigido a la
integración de bloques económico-geográficos mediante la cooperación, la
unificación monetaria, el respecto a la diversidad cultural y el intercambio de las
fortalezas y apoyo irrestricto a las naciones débiles entre todas las naciones
miembros. Así, después de la experiencia exitosa de la Unión Europea, se han
abierto nuevas esperanzas en el modelo de desarrollo integracionista y de
cooperación los pueblos. De hecho ya hay acercamientos y preacuerdos de
integración de bloques en el sudeste asiático, en el mundo árabe, en sur América,
en el Caribe y en África.
Por otra parte, el adelanto en la tecnología digital de la comunicación y la
información presenta la oportunidad inédita de poner al alcance de todos los

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ciudadanos, el conocimiento y la información que ha sido secularmente propiedad
de elites y que tradicionalmente era una función encomendada a la escuela. Es
decir, el conocimiento, la tecnología y la información que han sido considerados
como factores de dominación, actualmente presentan la tendencia a convertirse
en herramienta de interacción y organización de los grandes contingentes de
excluidos de los sistemas de educación.
A pesar de que en los últimos tiempos ha ocurrido una transmutación del
significado del conocimiento ya no con valor de poder sino que ha adquirido valor
de capital por lo cual la formación e información se ve como negocio y el saber es
administrado bajo el sentido de empresa; hay una fuerte resistencia a aceptar el
conocimiento como capital privado y se hacen esfuerzos para que el saber
conquiste la característica de propiedad social planetaria.
Al respecto, la socialdemocracia de la segunda mitad del siglo XX ondeó las
banderas del desarrollo modernista para el llamado tercer mundo en un intento
por conservar la fe en el modelo del libre juego de la oferta y de la demanda. Sin
embargo, el enfoque exclusivo en el desarrollo económico, fue una de las causas
del fracaso del modelo desarrollista de la “Social Democracia” del siglo XX, al decir
de Torralba (2006), “el caso de la socialdemocracia fue particular, porque su
actitud «socialista», desfigurada con su típica demagogia, negaba el verdadero
carácter socialista al integrar en su doctrina al neo-capitalismo” (Torralba, 2006:
2).
Ante el desengaño de ese neoliberalismo socialdemócrata, en la última década
del siglo XX, se reeditaron viejas propuestas, que encontraron eco en naciones
con tradición democrática, pero con resultados sociales contradictorios. Por
ejemplo, la emergencia de una visión de desarrollo conocido como “Socialismo
Democrático”, un nuevo enfoque capaz de establecer un equilibrio más preciso
entre el papel del Estado y la Justicia Social que aquel pretendido por la
socialdemocracia (Torralba, 2006).
Afín a la perspectiva del socialismo democrático, pero mas alineado al
neocapitalismo, Tony Blair (1998) cuando fuera Primer Ministro Británico, lanzó
una tesis de desarrollo denominado la “Tercera Vía”, con las bases del postulado
de la “Responsabilidad Social Empresarial” un modelo visto como un punto de
inflexión entre las banderas del neoliberalismo y el socialismo democrático;
coincidiendo con algunos planteamientos de Juan Pablo II, que en síntesis
encierran la negación al “capitalismo salvaje” pero también anteponen una
resistencia al “socialismo totalitario”.
Simultáneamente, surge en Latinoamérica una propuesta de “Desarrollo
Endógeno”, como un modelo desarrollista enfocado en lo social y a nivel local, con
atención especial a la promoción de la participación ciudadana y comunitaria,
centrado en la motorización de la microeconomía, pero sin descuidar los
indicadores macroeconómicos. Este constituye un modelo aun en construcción,
más cercano al Socialismo Democrático que la opción de la Tercera Vía, es una
perspectiva que intenta corregir las debilidades y errores de la democracia
representativa y del socialismo de estado.
Esta alternativa de desarrollo está basada en el concepto de “Estado Social
Inversor” que está en ensayo en Venezuela desde el 2000 y que fuera presentada
por Hugo Chávez como “Socialismo Bolivariano” aunque luego fue oficializada en
el 2004 como “Socialismo del siglo XXI” (Ortiz, 2006). Esta es una tesis de
desarrollo desde adentro y desde abajo que incorpora el concepto de Empresas de

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Producción Social y que “trata de instaurar un modelo de producción no
capitalista, basado en la solidaridad en lugar de la ganancia individual como móvil
de la organización de las empresas que lo constituye” (Ortiz, 2006). Esta iniciativa,
en apariencia ha encontrado eco en otros países Latinoamericanos como, Bolivia,
Ecuador y Nicaragua, que configuran una idea integracionista, pero en contextos
políticos geográficos particulares que marcan diferencias notorias.
Simultáneamente a la aparición de variadas propuestas de un pensamiento
político de desarrollo sesgado mas hacia lo social y político que hacia lo
económico, está en emergencia una nueva visión tecnicista de progreso, la cual
irrumpe implícita en una diversidad de perspectivas que pretenden medir la
pobreza como punto referencial de desarrollo. Esta tendencia se refleja en el sin
número de índices, no exclusivamente económicos, que se han creado para
evaluar la distribución del bienestar y satisfacción humana. Esta iniciativa se ha
cumplido a fin de tener parámetros que permitan hacer un seguimiento idóneo
del proceso de reducción de la miseria, la injusticia la desigualdad y con ello
apuntalar el sentido humanista de progreso y éxito mas allá de el ingreso per
capita (Vásquez, 2006).
Stiglitz (1998), clama por una concepción más amplia de desarrollo y
crecimiento, que respete y proteja contra la destrucción de la cultura y los valores
tradicionales. Este autor sostiene que, “Es esta concepción amplia de desarrollo a
la que los países desarrollados y países en desarrollo deben apuntar y es con este
amplio criterio como debiera medirse el progreso” (Stiglitz, 1998: 2). De aquí, se
conjetura que la difusión y seguimiento de nuevos patrones de progreso dependen
de la capacidad formativa e informativa de valores humanistas en una
radicalmente nueva educación.
En ese sentido, hay expectativas respecto a una tendencia pedagógica dirigida
hacia una fusión medios-educación que intenta asumir funciones diversificadas y
complejas de información, servicio, formación y promoción de la solidaridad, la
cooperación y la participación en un proceso colectivo integral y humanista de
progreso y desarrollo social.
Al respecto, pareciera que está en marcha la acción espontánea de auto-
organización comunitaria destinada a la formación de ciudadanos con
competencias para la intervención voluntaria y consciente contra la insatisfacción
social e infelicidad individual, la cual está fundamentada en la participación
comunitaria en la solución de problemas y satisfacción de necesidades de orden
familiar, comunal, local, nacional, regional y universal.

Conclusiones

Pareciera que, con la llegada del tercer milenio, hemos redescubierto, una vez
más, que tenemos expectativas culturales confusas, erróneas y limitadas de éxito,
progreso y desarrollo sustentados con exclusividad en lo económico. Hemos
encontrado pistas que nos inducen a aceptar que somos parte de una sociedad
que, en la actualidad, se fundamenta en la posesión del conocimiento, el control
de la información, la aplicación de la tecnología, el desarrollo de la publicidad y el
estimulo del consumismo para satisfacer necesidades y solucionar problemas
triviales, individuales y particulares, que generan a su vez nuevas necesidades y
grandes masas de desafortunados sin oportunidades de inclusión.

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Estos hallazgos conducen a sospechar de la existencia de un riesgo potencial
para la civilización. Fundamentadas en la globalización liberal, emergen
corporaciones mundiales poderosas con posibilidad de subyugar la estructura de
nación- estado a través de la reorganización de un mundo-estado bajo dominio
absoluto de las leyes privadas del mercado. Ello conduce a buscar en la educación
los cimientos de un nuevo ideal desarrollo bio-eco-socio-cultural que parece
acrisolarse en la conciencia del vecindario planetario y se evidencia en las
acciones ambientalistas, de compromiso social, de organización comunitaria y de
respeto a la diversidad. Una perspectiva opuesta al convencionalismo que acepta
la educación como agente social destinado a “responder a una competencia
profesional y a una cultura personal nuevas, impuestas por el advenimiento de la
civilización de la comunicación en una economía mundializada” (Regnie, 2002: 2)
En consecuencia, se abre el debate en referencia a la educación del devenir;
una reformulación educativa, que debe formar al ciudadano planetario con
competencias para privilegiar el bienestar colectivo, con una concepción de
satisfacción radicalmente diferente al concepto de éxito derivado del crecimiento
económico individualista, y con indicadores de desarrollo basado en el crecimiento
humanista holísticamente sustentable. Es decir, una perspectiva pedagógica de
progreso social integral fundamentado en la optimización de beneficios pluralistas
mas allá del individualismo y la riqueza material; y sustentada en una acción
reguladora de los impactos negativos del mal definido progreso sobre las
entidades de orden personal, social, cultural o ecológica-ambiental.
Eso implica, también, la adopción de nuevos principios pedagógicos y explica
los movimientos de reforma educativa y el viraje a formar por competencias en
concordancia con los requerimientos de los bloques de naciones en formación.
Luego, está en irrupción una concepción irreverente de educación que se aleja de
la escuela convencional en tanto se niegue a reconocer el conocimiento y la
información como mercancía o propiedad privada. Evidentemente, hay tendencias
de insurgencia e irreverencia que apuestan por otros derroteros de la educación
en los que de la mano de la tecnología y de la participación ciudadana, coadyuve
al establecimiento del equilibrio ambiental y de la justicia, la equidad y la
igualdad social.
En general, los hechos parecen indicar una tendencia hacia la auto-organización
social por la desprivatización del conocimiento y la información, lo cual parece
anunciar una planetarización humanista; otra perspectiva de desarrollo que
privilegien la solidaridad social, lo espiritual y lo natural; en contraposición a la
concepción de éxito y progreso fundamentado en la competitividad económica
que asociada al término de globalización se enfoca en perseguir el confort
individualista, pero que también a la pretensión de dominar el mundo, por encima
de los estados, a través de la acumulación del capital.

Referencias

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Economía, marzo 2006. http://www.eumed.net/ce/ [31/11/2007]

Entelequia. Revista Interdisciplinar, nº 8, otoño 2008 Orozco Labrador y Orozco Moret / 28


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