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Andrea Dworkin
Ha pasado mucho tiempo desde que nos unimos para decir lo que
entendemos por feminismo y por qué la lucha por la libertad de las mujeres
nos importa lo suficiente como para que le dediquemos nuestras vidas: no
tres horas el sábado por la tarde; no una carta ocasional aquí y allá; no un
indignado "¡Oh, Dios mío, no lo dices en serio!". No creemos que nuestras
vidas sean triviales. Imagínate. Y no creemos que los crímenes cometidos
contra nosotras sean menores o insignificantes. Eso significa que hemos
hecho un progreso estupendo en entender que somos seres humanos con
derechos en este mundo; que nadie puede quitarnos esos derechos y que
hemos sido lastimadas por la subordinación sistemática de las mujeres, por el
abuso sexual sistemático al que hemos sido expuestas. Y estamos
organizadas políticamente para contraatacar y cambiar la sociedad en que
vivimos desde sus raíces.
Creo que como feministas tenemos una forma de mirar los problemas
que otras personas parecen no entender. Para poner nombres: la derecha y
la izquierda parecen no entender qué es eso que las feministas están
tratando de hacer. Las feministas están tratando de destruir una jerarquía
sexual, una jerarquía racial y una jerarquía económica, en las que las mujeres
son lastimadas y no tienen poder, y en la que la sociedad celebra la crueldad
sobre nosotras y nos niega la integridad de nuestros propios cuerpos y la
dignidad de nuestras propias vidas.
Las mujeres están aisladas en sus hogares. Esto no es decir que las
mujeres no puedan salir; las mujeres pueden salir. Pero las cosas que les
pasan a las mujeres, en su mayoría, suceden en el hogar. El hogar es el lugar
más peligroso para las mujeres en esta sociedad. Son más las mujeres
asesinadas en sus hogares que en cualquier otro lugar. Una mujer casada o
que vive con su pareja es golpeada en este país cada dieciocho segundos. El
hogar es un lugar peligroso para las mujeres.
Antes del movimiento de mujeres, las mujeres que fueron violadas y las
que fueron golpeadas no sabían que alguien más había pasado por eso. Le
había ocurrido a ella sola en todo el mundo. ¿Por qué? Por algo que ella hizo;
porque ella era de alguna manera; por algo que ella hizo mal; porque ella era
mala en algún sentido. El problema —la violencia— era eficazmente ocultado
por la supremacía masculina. El hecho era que se podía caminar una cuadra
en una ciudad y encontrar un gran número de mujeres que habían tenido
precisamente las mismas experiencias de violencia masculina contra ellas por
la misma razón. Y la razón, en realidad hay una única razón, es que son
mujeres. Es eso, son mujeres. La sociedad está organizada no sólo para
castigar a las mujeres, sino para proteger a los varones que castigan a las
mujeres. Y eso es lo que estamos tratando de cambiar.
Después, cuando pides ayuda, pensando que eres una persona a la que
no le gusta ser lastimada, el psicólogo dice: “pero en realidad te gustó,
¿verdad?”. Tú dices: “Maldición, no. No es así”. Y él te dice “Bueno, no estás
siendo honesta y ciertamente no te conoces muy bien”. Acudes a tu guía
espiritual, tu instructor de yoga, y él es capaz de decirte lo mismo. Es un poco
desalentador, ¿no?. Incluso la gente en estado vegetativo cree que si eres
mujer, eres mala.
Ahora, puede que hayas oído hablar a mucha gente de izquierda sobre
algo que llaman “el libre mercado de las ideas”. Verás, no sólo se supone que
vendas cerdos, ganado, cebollas, manzanas y autos en el libre mercado. Hay
un libre mercado donde las ideas compiten. Las buenas ideas ganan y las
malas ideas pierden.
Podrían pensar, como lo hice yo, que una idea es inefable y no es una
mercancía. Quiero decir, no puedes sacarla del aire y ponerla en el mercado
para venderla y decir: “Pesa esta cantidad y la estoy vendiendo por libra”.
Resulta que si se rastrean las ideas de las que habla la izquierda, se refieren
a mujeres. Se refieren a mujeres que son cosificadas, usadas y explotadas en
pornografía. Eso es el “libre mercado de ideas”. Y las ideas se parecen
curiosamente a nosotras: somos las ideas y ellos tienen un libre mercado en
nosotras, amigas. Tienen un libre mercado en nosotras.