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Todos los que aman a Dios deben hacer lo que puedan para que el

sábado sea una delicia, santo y honorable. No pueden hacer esto


buscando sus propios placeres en diversiones pecaminosas y
prohibidas. Sin embargo, pueden hacer mucho para exaltar el
sábado en sus familias y hacer de él el día más interesante de la
semana. Debemos dedicar tiempo a interesar a nuestros hijos. Un
cambio ejercerá una influencia feliz sobre ellos. Podemos andar con
ellos al aire libre; podemos sentarnos con ellos en los huertos y
bajo la alegre luz del sol, y dar a sus mentes inquietas algo en que
ocuparse, conversando con ellos de las obras de Dios. Podemos
inspirarles amor y reverencia llamando su atención a los hermosos
objetos de la naturaleza. { 1JT 278.1; 1TT.281.1 }
El sábado debe resultar tan interesante para nuestras familias que
su visita semanal sea saludada con gozo. De ninguna manera mejor
pueden los padres exaltar y honrar el sábado que ideando medios
de impartir la debida instrucción a sus familias, e interesarlas en las
cosas espirituales, dándoles una visión correcta del carácter de
Dios, y de lo que él requiere de nosotros a fin de perfeccionar el
carácter cristiano y alcanzar la vida eterna. Padres, haced del
sábado una delicia para que vuestros hijos puedan esperarlo con
placer y recibirlo con gozo en su corazón. { 1JT 278.2; 1TT.281.2 }
Cuando miramos el sol y las estrellas, los árboles y las hermosas
flores, debemos recordar que fué Cristo quien hizo todo esto. El
hizo el sábado para ayudarnos a rememorar su amor y su poder. {
CNS 58.4 }
El Salvador les declaró que su acción estaba en armonía con la ley
del sábado. Concordaba con la
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voluntad y la obra de Dios. “Mi Padre hasta ahora obra,” dijo, “y yo
obro.” Juan 5:17. { CNS 63.6 }
Dios obra de continuo sosteniendo a todos los seres vivientes.
¿Acaso podía su obra cesar el sábado? ¿Debe el Señor prohibir al
sol que caliente la tierra y nutra la vegetación? { CNS 64.1 }
¿Deberían los arroyos dejar de regar los campos, y las ondas de la
mar suspender sus movimientos? ¿Deben acaso el trigo y el maíz,
los árboles y las flores dejar de crecer, brotar y florecer en día
sábado? { CNS 64.2 }
Si así aconteciera, el hombre echaría de menos los frutos de la
tierra y los bienes que sostienen la vida. La naturaleza debe
proseguir su obra, o de lo contrario el hombre moriría. El hombre
también tiene su obra que hacer en ese día. Tiene que atender a las
exigencias de la vida, cuidar a los enfermos y satisfacer las
necesidades de los indigentes. Dios no quiere que ninguna de sus
criaturas sufra por una hora siquiera un dolor que pueda ser
aliviado en sábado o en cualquier otro día. { CNS 64.3 }
La obra del cielo no se detiene nunca y nosotros no debemos cesar
de hacer bien. La ley del sábado nos prohibe que hagamos nuestro
propio trabajo en el día de reposo de Jehová. La labor de ganarse la
vida debe suspenderse; ningún quehacer que tenga por objeto la
consecución de placeres o provechos mundanos resulta lícito. Mas
el sábado no debe pasarse en inútil ociosidad. Como Dios
suspendió su obra de la creación y reposó el sábado, así también
debemos nosotros descansar. El nos manda que dejemos a un lado
nuestras ocupaciones diarias y que dediquemos esas horas
sagradas al reposo saludable, al culto y a obras de santidad. { CNS
64.4 }

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