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Son gefes. Y no es un error a la hora de escribir la palabra jefe. Es el término con el que
se conoce a los Gestores de Felicidad, líderes responsables de fomentar esta emoción
en el trabajo y, en consecuencia, de facilitar la existencia de indicadores y resultados
apropiados en las organizaciones. Al parecer ser GeFe es una labor “sexy” o atractiva
para muchos, sin embargo, serlo requiere más que del sentido común. La felicidad es un
traje a la medida que depende de las características y circunstancias de cada entorno y
de cada individuo, y formular o aplicar recetas sin entender qué es la felicidad y, sobre
todo, qué factores pueden incidir verdaderamente sobre ella en las organizaciones, puede
llegar a ser perjudicial.
¿Qué puede tener en cuenta un GeFe para favorecer los niveles de felicidad y bienestar
de una organización?
Además, un buen GeFe diseña e implementa, directa o indirectamente y acorde con las
circunstancias y características de individuos y organizaciones, medidas relacionadas con
los siguientes frentes de actuación.
Entre esas medidas está que exista coherencia entre las habilidades y fortalezas del
individuo con los retos que ha de enfrentar. Si el reto es superior a la capacidad, el rol del
colaborador le generará ansiedad y si el reto es inferior a la misma, le generará
aburrimiento. En cualquiera de los dos casos se atenta contra el bienestar y felicidad.
También debe definir objetivos y metas retadoras y, a la vez, viables, que especifiquen
claramente lo que se quiere y cómo se evaluará su cumplimiento. Si no se da la existencia
de recursos de todo tipo como información, tiempo, equipos, entrenamientos,
aprobaciones, entre otros, la insatisfacción por frustración o sensación de injusticia puede
apoderarse de un individuo o de un equipo de trabajo.
Así mismo, debe ofrecer espacios apropiados para que el individuo pueda manifestar sus
inquietudes, preguntas y malestares. Tener la oportunidad de ser escuchado
verdaderamente, permite trabajar en la solución de problemas y reduce la intensidad de
las emociones negativas que esté experimentando el colaborador. Lo anterior genera un
impacto 3 a 5 veces más poderoso que el de generar emociones positivas.
Por último, debe identificar y modificar creencias y patrones culturales limitantes que
generen ansiedad, estrés o emociones negativas. El surgimiento de cualquier emoción es
filtrado por las creencias. Es por eso que un mismo suceso es interpretado de maneras
diferentes por los individuos, según sus creencias. Un ejemplo de creencia limitante del
mundo laboral es: “las cosas tienen que salir perfectas” Esta forma de pensar, propia de
una persona perfeccionista y obsesiva, somete al individuo a constantes sinsabores y
frustraciones, porque una de las formas más fáciles de destruir la felicidad es pretender
que todo salga perfecto.
@andresaljure