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Oraciones de acción de gracias para después

de la Eucaristía y de la comunión
La Eucaristía esconde a Jesús. Todo Jesús está presente detrás de la apariencia de pan.
Quien comulga tiene dentro de sí a Jesús, tan real y físicamente presente

Oraciones de acción de gracias para después de la Eucaristía y de


la comunión
Oración breve para después de la comunión

ACTO DE FE
¡Señor mío Jesucristo!, creo que verdaderamente estás dentro de mí con tu Cuerpo, Sangre, Alma y
Divinidad, y lo creo más firmemente que si lo viese con mis propios ojos.
ACTO DE ADORACIÓN ¡Oh Jesús mío!, te adoro presente dentro de mí, y me uno a María Santísima, a los
Ángeles y a los Santos para adorarte como mereces.
ACTO DE ACCIÓN DE GRACIAS
Te doy gracias, Jesús mío, de todo corazón, porque has venido a mi alma. Virgen Santísima, Ángel de mi
guarda, Ángeles y Santos del Cielo, dad por mi gracias a Dios.
Oración de Santo Tomás de Aquino
Gracias de doy, Señor Santo, Padre todopoderoso, Dios eterno, porque a mí, pecador, indigno siervo tuyo,
sin mérito alguno de mi parte, sino por pura concesión de tu misericordia, te has dignado alimentarme
con el precioso Cuerpo y Sangre de tu Unigénito Hijo mi Señor Jesucristo. Suplícote, que esta Sagrada
Comunión no me sea ocasión de castigo, sino intercesión saludable para el perdón; sea armadura de mi
fe, escudo de mi voluntad, muerte de todos mis vicios, exterminio de todos mis carnales apetitos, y
aumento de caridad, paciencia y verdadera humildad, y de todas las virtudes: sea perfecto sosiego de mi
cuerpo y de mi espíritu, firme defensa contra todos mis enemigos visibles e invisibles, perpetua unión
contigo, único y verdadero Dios, y sello de mi muerte dichosa. Ruégote, que tengas por bien llevar a este
pecador a aquel convite inefable, donde Tú, con tu Hijo y el Espíritu Santo, eres para tus santos luz
verdadera, satisfacción cumplida, gozo perdurable, dicha consumada y felicidad perfecta. Por el mismo
Cristo Nuestro Señor. Amén.
Oración de San Buenaventura
Traspasa, dulcísimo Jesús y Señor mío, la médula de mi alma con el suavísimo y saludabilísimo dardo de
tu amor; con la verdadera, pura y santísima caridad apostólica, a fin de que mi alma desfallezca y se derrita
siempre sólo en amarte y en deseo de poseerte: que por Ti suspire, y desfallezca por hallarse en los atrios
de tu Casa; anhele ser desligada del cuerpo para unirse contigo. Haz que mi alma tenga hambre de Ti, Pan
de los Ángeles, alimento de las almas santas, Pan nuestro de cada día, lleno de fuerza, de toda dulzura y
sabor, y de todo suave deleite. Oh Jesús, en quién se desean mirar los Ángeles: tenga siempre mi corazón
hambre de Ti, y el interior de mi alma rebose con la dulzura de tu sabor; tenga siempre sed de Ti, fuente
de vida, manantial de sabiduría y de ciencia, río de luz eterna, torrente de delicias, abundancia de la Casa
de Dios: que te desee, te busque, te halle; que a Ti vaya y a Ti llegue; en Ti piense, de Ti hable, y todas mis
acciones encamine a honra y gloria de tu nombre, con humildad y discreción, con amor y deleite, con
facilidad y afecto, con perseverancia hasta el fin: para que Tú sólo seas siempre mi esperanza, toda mi
confianza, mi riqueza, mi deleite, mi contento, mi gozo, mi descanso y mi tranquilidad, mi paz, mi suavidad,
mi perfume, mi dulzura, mi comida, mi alimento, mi refugio, mi auxilio, mi sabiduría, mi herencia, mi
posesión, mi tesoro, en el cual esté siempre fija y firme e inconmoviblemente arraigada mi alma y mi
corazón. Amén.

Oración Universal
Atribuida al Papa Clemente XI
Creo en Ti, Señor, pero ayúdame a creer con más firmeza; espero en Ti, pero ayúdame a esperar con
más confianza; te amo, Señor, pero ayúdame a amarte más ardientemente; estoy arrepentido, pero
ayúdame a tener mayor dolor. Te adoro, Señor, porque eres mi creador y te anhelo porque eres mi
último fin; te alabo porque no te cansas de hacerme el bien y me refugio en Ti, porque eres mi
protector. Que tu sabiduría, Señor, me dirija y tu justicia me reprima; que tu misericordia me consuele y
tu poder me defienda. Te ofrezco, Señor mis pensamientos, para que se dirijan a Ti; te ofrezco mis
palabras, para que hablen de Ti; te ofrezco mis obras, para que todo lo haga por Ti; te ofrezco mis penas,
para que las sufra por Ti. Todo aquello que quieres Tú, Señor, lo quiero yo, precisamente porque lo
quieres Tú, quiero como lo quieras Tú y durante todo el tiempo que lo quieras Tú.
Te pido, Señor, que ilumines mi entendimiento, que inflames mi voluntad, que purifiques mi corazón y
santifiques mi alma. Ayúdame a apartarme de mis pasadas iniquidades, a rechazar las tentaciones
futuras, a vencer mis inclinaciones al mal y a cultivar las virtudes necesarias. Concédeme, Dios de
bondad, amor a Ti, odio a mí, celo por el prójimo, y desprecio a lo mundano. Dame tu gracia para ser
obediente con mis superiores, ser comprensivo con mis inferiores, saber aconsejar a mis amigos y
perdonar con mis enemigos. Que venza la sensualidad con con la mortificación, con generosidad la
avaricia, con bondad la ira; con fervor la tibieza. Que sepa yo tener prudencia, Señor, al aconsejar, valor
frente a los peligros, paciencia en las dificultades, humildad en la prosperidad Concédeme, Señor,
atención al orar, sobriedad al comer, responsabilidad en mi trabajo y firmeza en mis propósitos.
Ayúdame a conservar la pureza de alma , a ser modesto en mis actitudes, ejemplar en mis
conversaciones y a llevar una vida ordenada. Concédeme tu ayuda para dominar mis instintos, para
fomentar en mí tu vida de gracia, para cumplir tus mandamientos y obtener la salvación.
Enséñame, Señor, a comprender la pequeñez de lo terreno, la grandeza de lo divino, la brevedad de esta
vida y la eternidad de la futura. Concédeme, Señor, una buena preparación para la muerte y un santo
temor al juicio, para librarme del infierno y alcanzar el paraíso. Por Cristo nuestro Señor. Amén.

Gracias Jesús mío


Gracias, ¡Jesús mío! Oh Jesús acabo de recibiros en esta santa Comunión. Bien es verdad que no puedo
veros con mis ojos, pero creo firmemente en vuestra divina presencia. Soy vuestro Tabernáculo. Ya no
aparecéis bajo la forma de pan, os habéis ocultado en mi cuerpo. Habéis dejado la lamparilla del sagrario
para buscar las llamas de amor de mi corazón. Abandonasteis el silencio del copón, para escuchar las
dulces palabras de mi alma extasiada de amor a Vos. Oh Jesús, decidme, ¿no os sentís un tanto
desilusionado? En lugar de un corazón ardiente de amor, ¡halláis tan solo una muy débil llamita de afecto!
Lo único que puedo deciros, oh Jesús, es: Gracias, mil gracias os doy, ¡oh amado Jesús mío!
Qué bueno eres, ¡oh mi Jesús! Si tuviese que tratar con hombres tendría que usar palabras para
expresarles mis sentimientos y afectos porque ellos no entienden el lenguaje del corazón. Mas, Vos oh
Jesús mío, conocéis mi corazón mucho mejor que yo. Veis muy bien, cuán feliz me siento de haberos
recibido. Sabéis que me faltan palabras para expresaros mi gratitud. Recoged, oh Jesús mío, todos mis
sentimientos y encerradlos todos en la llaga de vuestro dulcísimo Corazón. ¡Os doy gracias, oh buen Jesús!
¡Soy tan feliz, en este momento! Mirad, si halláis algo de bueno o hermoso en mi alma, es para Vos. Si
acaso encontráis un poquito de buena voluntad, deseos de santificación, una virtud, algún sacrificio, una
oculta lágrima de arrepentimiento, mirad, todo es vuestro, aceptadlo en prueba de gratitud.
Os doy gracias, ¡oh buen Jesús! Toda mi gratitud se encierra en estas palabras. Antes creía que tenía tanto
que deciros y ahora no acierto pronunciar palabra. Pero, Vos, oh Jesús, no esperáis de mi hermosas
palabras y profundos pensamientos. Solo queréis que os ofrezca como digno regalo todas las facultades
de mi alma, todos los afectos de mi corazón. ¡Os doy gracias, oh Señor, y os amo, oh mi buen Jesús!
¡Gracias, oh Jesús! ¡Cuán feliz me siento! Ayer he cometido muchas faltas. Cómo me oprimían el corazón.
Me parecía que estabais triste, ¡oh buen Jesús! No pude hallar completa paz Pero esta mañana, desde
que habéis entrado en mi alma, todo ha cambiado como por encanto. Una dulce paz ha entrado en mi
alma. Cuánto os agradezco, ¡oh dulcísimo Corazón de Jesús! ¡Oh dulce Huésped de mi alma! os habéis
dado todo entero a mí, he aquí, que yo me entrego todo entero y sin reserva, a Vos. Me habéis dado
vuestra alma santísima, y yo os doy la mía, aunque pobre y llena de defectos. Puede que aún me queden
varios años de vida. Si os place acortar el tiempo de mi destierro, lo acepto gustoso de vuestra mano
paternal. Aún gozo de buena salud, disponed de ella según vuestro divino beneplácito y para vuestra
mayor gloria. Es verdad, soy pobre; pero Vos, divino Rey de amor, aceptáis gustoso nuestros pobres
presentes, siempre que vengan de un corazón humilde y agradecido. Pues bien lo poco de bueno que yo
tenga; todo cuanto posea en bienes espirituales y materiales os lo ofrezco gozoso y sin reserva alguna.
Debo marcharme ahora, oh mi amado Jesús. Dejo vuestro sagrario porque me llamáis a otra parte. ¡Adiós,
Jesús! ¡Hasta mañana! Volveré con un corazón más sediento de amor a Vos. Y vos, Señor, me daréis otra
vez aquélla paz inefable, preludio de la eterna bienaventuranza del cielo. Una palabra todavía, amado de
mi alma. Por el amor inmenso que os hace prisionero de mi alma, concededme la gracia que la comunión
de mañana sea más fervorosa que la de hoy. Dadme esta gracia cada día de nuevo. Así seré más santo
cada día, más perfecto y os amaré con más ardor. Abrid vuestros tesoros y adornad mi alma con la
hermosura de la vuestra. ¡Gracias, oh buen Jesús! Alabanzas y adoración, amor y gratitud sean dadas, en
todo momento y en todos los Tabernáculos del mundo, al Sagrado Corazón de Jesús, hasta la consumación
de los siglos. Así sea. ¡Bendito sea el Sacratísimo Corazón eucarístico de Jesús! ¡ Corazón de Jesús en Vos
confío! Jesús, manso y humilde de Corazón, haced mi corazón semejante al vuestro.

Gracias, amabilísimo Jesús


Gracias, amabilísimo Jesús, gracias infinitas os sean dadas por el inapreciable beneficio que acabáis de
hacerme viniendo a mi y dignándoos entrar en la pobre morada de mi corazón... ¿Y de dónde a mí tanta
dicha? Os contemplo en los brazos de mi alma cual el anciano Simeón, y entusiasmado por tan divino
tesoro, exclamaré con él: «Moriré gustoso, porque he logrado la mayor dicha que en este mundo puede
lograrse». ¿Qué gracias, pues, podré daros por esta gracia, que no sólo contiene todas las gracias, sino
que también al Autor de ellas? ¡Oh
Ángeles santos! Alabad todos al Señor y dadle por mí las gracias... ¡Oh Santos del cielo y justos de la tierra!
Ayudadme a dar a Dios las gracias por tan señalada merced.
¡Oh Virgen Santísima!... Vos, que con tanta perfección supisteis corresponder a los singulares beneficios
que os dispensó Dios, haced que yo sepa también corresponder y darle las debidas gracias; pero ya que
esto me es imposible, dádselas por mi.
Quisiera, Dios mío, que cuantas criaturas hay en el cielo y en la tierra os dieran por mí las gracias; pero
estoy bien convencido de que ni aun así correspondería digna y debidamente; por esto, pues, me ofrezco
a Vos mismo con todo mi cuerpo y alma, potencias y sentidos, de suerte que en adelante diré siempre con
el Apóstol San Pablo: Vivo yo, pero no yo, sino que vive Cristo en mi. ¡Oh, Dios mío!. De hoy más seré
siempre vuestro; adornadme, por tanto, como a cosa vuestra, con cuantas virtudes sabéis que necesito
para amaros y serviros: con toda perfección.
Al veros hospedado en mi alma, me lleno de admiración y asombro, y entusiasmado, cual la Magdalena,
no sé desistir de contemplar vuestras misericordias infinitas. ¿Qué visteis, Señor, en mí para que vinierais?
¿Virtudes?... ¿Pero cómo, si estoy desnudo de ellas? ¿Méritos?... ¡Ay! Yo soy un miserable pecador.
¿Quién, pues Bien mío, os movió? ¡Ay! Ya lo sé: las miserias que me oprimen y las necesidades bajo las
que me veis gemir. ;¡Cuán bueno sois, oh mi buen Dios!... Permitidme, pues, Señor, que abrace vuestros
pies santísimos y los riegue con lágrimas de ternura y amor. No, yo no me levantaré de vuestras plantas
hasta que, cual a la Magdalena, me concedáis una indulgencia plenaria de todos mis pecados; ni os dejaré
ir hasta que me hayáis echado vuestra santa bendición.
¡Oh, y cuánto os amo, Dios mio! ¡Qué lástima que no os haya amado siempre! Al acordarme que tuve
valor para ofenderos, se me cubre de rubor el rostro y un vivo dolor parte mi corazón. Sí; con la sangre de
mis venas quisiera borrar mis culpas. Quisiera que los días en que os ofendí y no os amé no se computaran
en el número de los años que he vivido. Pero, en adelante... - cielos y tierra, sed testigos de mi resolución
-, en adelante no os ofenderé más, y os amaré, con vuestra gracia, con todo el afecto de mi corazón.
Y no sólo eso, Señor, sino que procuraré que todo el mundo os ame, y que nadie os ofenda; y ya que os
contemplo sentado en mi corazón como en un trono de misericordia preparado para concederme gracias,
y no sólo instándome a que os las pida, sino quejándoos de que hasta aquí no os las haya pedido,
enmendando mi negligencia os pido:
1º Que convirtáis a todos los pobres pecadores. ¿No veis, Señor, cómo se precipitan de abismo en abismo?
2º Que concedáis a los justos la perseverancia final en vuestro santo servicio. ¿De qué les serviría tener
buen principio si fuera desgraciado su fin?
3º Que, librando de las penas del purgatorio a las benditas ánimas, las llevéis a vuestra gloria. ¡Bien sabéis
cuánto os aman y anhelan por Vos!
4º Que a mis padres, amigos y bienhechores les concedáis cuantas gracias necesiten.
5º Que triunfe en todas partes la Iglesia y prospere nuestra nación.
6º Que bendigáis a cuantos son acreedores a mis oraciones.
Concedednos a todos vuestra divina gracia, vuestro santo amor y temor, y, por último, la gloria, en que
vivís y reináis con el Padre y con el Espíritu Santo. Amén.

Acción de gracias
Te doy gracias, Señor, Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno porque aunque soy un siervo pecador
y sin merito alguno, has querido alimentarme misericordiosamente con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo
nuestro Señor Jesucristo. que esta sagrada comunión no vaya a ser para mi ocasión de castigo sino causa
de perdón y salvación que sea para mi armadura de fe, escudo de buena voluntad que me libre de todos
mis vicios, y me ayude a superar mis pasiones desordenadas; que aumente mi caridad y mi paciencia,
mi obediencia y humildad, y mi capacidad para hacer el bien; que sea defensa inexpugnable contra todos
mis enemigos, visibles e invisibles; y guía de todos mis impulsos y deseos. que me una mas íntimamente
a Ti, único y verdadero Dios, y me conduzca con seguridad al banquete del cielo, donde tu, con Tu Hijo y
el Espíritu Santo, eres luz verdadera, satisfacción cumplida, gozo perdurable, y felicidad perfecta. por
Cristo nuestro Señor amén.
Gracias, Padre Dios, omnipotente y misericordioso, que admirablemente creaste al hombre y
más admirablemente aún lo redimiste, que no abandonas el pecador, sino que lo persigues con amor
paternal. Tú enviaste tu Hijo al mundo, para destruir con su pasión el pecado y la muerte, y con su
resurrección devolvernos la vida y la alegría. Tú has derramado el Espíritu Santo en nuestros corazones,
para hacemos herederos e hijos tuyos. Tú nos renuevas con los sacramentos de salvación, para
liberarnos de la servidumbre del pecado, y transformamos de día en día, en una imagen, cada vez más
perfecta de tu Hijo amado. Te doy gracias por las maravillas de tu misericordia, canto para ti,
con nuestra boca, corazón y vida, un cántico nuevo. A ti la gloria, por Cristo en el Espíritu Santo, ahora y
siempre. Os doy gracias Os doy gracias, mi Jesús, del favor que me habéis hecho de venir a mí. Si
al recibir un regalo cualquiera, doy gracias, ¡cuántas más os las daré a Vos, que me habéis dado a Vos
mismo en persona! Gracias os sean dadas por un tan grande beneficio. Ahora puedo decir que yo soy
vuestro, y Vos todo mío. Como correspondencia a este beneficio, procuraré llevar una vida más santa,
más pura, más agradable a Vos. Amén. Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo: a un Dios en Tres
Personas bendigo y canto.
Oración de la confianza

CORAZÓN de Jesús, en Vos confío y espero que me concederéis las gracias que necesito para imitaros y
ser verdadero santo. Por vuestro Corazón, ahora tan unido al mío, os pido que no permitáis que jamás me
aparte de Vos por el pecado mortal. Por vuestro Corazón, tan humillado, haced manso y humilde mi
corazón. Por vuestro Corazón, tan mortificado, dadme fuerza para poder alejar de mí todo cuanto pueda
ponerme en peligro de ofenderos. Por vuestro Corazón tan obediente, haced que sea obediente a mis
padres y superiores. Por vuestro Corazón tan piadoso, concededme el espíritu de piedad hacia Dios, y de
hacer con perfección mis devociones. Por vuestro Corazón tan casto y puro, dadme el don de la pureza y
castidad. Amén.
Te adoro con devoción, Dios escondido, oculto verdaderamente bajo estas apariencias. A Ti se
somete mi corazón por completo, y se rinde totalmente al contemplarte. Al juzgar de Ti, se equivocan la
vista, el tacto, el gusto; pero basta el oído para creer con firmeza; creo todo lo que ha dicho el Hijo de
Dios: nada es más verdadero que esta Palabra de verdad. En la Cruz se escondía sólo la Divinidad, pero
aquí se esconde también la Humanidad; sin embargo, creo y confieso ambas cosas, y pido lo que pidió
aquel ladrón arrepentido. No veo las llagas como las vio Tomás pero confieso que eres mi Dios: haz que
yo crea más y más en Ti, que en Ti espere y que te ame. ¡Memorial de la muerte del Señor! Pan vivo que
das vida al hombre: concede a mi alma que de Ti viva y que siempre saboree tu dulzura. Señor Jesús,
Pelícano bueno, límpiame a mí, inmundo, con tu Sangre, de la que una sola gota puede liberar de todos
los crímenes al mundo entero. Jesús, a quien ahora veo oculto, te ruego, que se cumpla lo que tanto
ansío: que al mirar tu rostro cara a cara, sea yo feliz viendo tu gloria Amén.
Conversación con Jesús
JESÚS: ¿Estás contento de haberme recibido?
Joven: No puedo negarlo, Jesús mío; siento en el fondo de mi corazón un gran gozo.
JESÚS: ¿No te gustaría tener siempre Intima, amistad conmigo?
Joven: Sí, me gustaría mucho.
JESÚS. De ti depende; Yo te amo.
Joven: Es verdad, pero hay una cosa en mí que me estorba par estar en vuestra
compañía
JESÚS: Dime, ¿cuál es ésta?
Joven: Os lo diré mi buen Jesús. Son las pasiones de mi corazón.
JESÚS: Precisamente uno de los efectos de la Comunión es calmar esas Pasiones.
Joven: Oh Jesús, procuraré comulgar con frecuencia y con todo el fervor posible.
Jesús, guardad mi alma del pecado.
Jesús, infundid en mí toda virtud.
Jesús, haced que yo sepa imitaros.

Conversación con María


(Madre de Dios y Madre nuestra)
MARÍA: Has recibido ya a mi Hijo. Como yo le tenía en mis brazos, tú le tienes en Tu corazón. Agradécele
esta visita.
Joven: Sí Madre mía desearía yo serle muy agradecido: pero ¿cómo lo he de hacer?
MARÍA: Amándole mucho y tratándole bien, o sea, no echarle fuera con el pecado mortal.
Joven: Es lo que pido a Jesús: que nada me separe de Él.
MARÍA: ¡Qué pena me dan ciertos jóvenes que reciben, es verdad a Jesús, pero le vuelven en seguida
las espaldas!
Joven: ¿Es esto Posible? ¿Recibir a Jesús y poco después abandonarle?
MARÍA: Sí, esto hacen los que por la mañana comulgan, y después van con malas compañías, y a malos
espectáculos.
Joven: Pues yo prometo que no he de ser de estos. Ayudadme a saberlo cumplir.

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