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Año Jubiliar de la diócesis de Santo Tomé

Homilía del cardenal cardenal Luis Héctor Villaba, arzobispo emérito de Tucumán, en la
celebración eucaristía de cierre del Año Jubilar de la diócesis de Santo Tomé (Catedral Inmaculada
Concepción, 5 de octubre de 2019)

Texto Biblicos: Habacuc 1,2-3;2,2-4 | 2° Timoteo 1,6-8.13-14 | San Lucas 17, 5-10

Queridos hermanos y hermanas:

Hoy nos reúne la Eucaristía. La Eucaristía es la Gran Acción de Gracias que damos al Padre en
Jesucristo por el Espíritu Santo. Y hoy damos gracias a Dios por los cuarenta años de nuestra
Diócesis de Santo Tomé.

Damos gracias a los Obispos que nos precedieron: a Mons. Delgado, a Mons. Polti y a Mons.
Santiago que nos acompañan en esta celebración. Y rogamos por el eterno descanso de Mons.
Cremata, primer obispo de la Diócesis.

Hoy rezamos por nuestra Iglesia diocesana, por nuestro Obispo Gustavo, por los sacerdotes,
diáconos, por los consagrados y consagradas, por todos los fieles laicos: por los niños, por los
jóvenes, por las familias, por los ancianos, por los enfermos. Pedimos, especialmente, por nuestros
seminaristas y por las vocaciones sacerdotales y religiosas.

I. Cada vez más se está tomando conciencia de la iglesia diocesana


La Iglesia es la Diócesis. Es la Diócesis la que da vida a las parroquias y a las otras formas de
comunidad en la Iglesia. Todas las otras estructuras son células que reciben su vida y su
consistencia de la Diócesis

El Papa san Juan Pablo II dice: “La Iglesia no es una realidad abstracta y desencarnada, al
contrario, es una realidad muy concreta. Tienen que descubrir a la Iglesia diocesana alrededor del
Obispo, sucesor de los Apóstoles” (L.O. Romano, 17/12/1989). Y Christifidelis laici dice: “Para
poder participar adecuadamente en la vida eclesial es de todo urgente que los fieles laicos posean
una visión clara y precisa de la Iglesia Particular” (n. 25). Y agrega: “Cultiven constantemente el
sentido de la Diócesis...siempre dispuestos, cuando sean invitados por su Pastor, a unir sus propias
fuerzas a las iniciativas diocesanas”.

También nuestros fieles y nuestras comunidades deben, como dice el Papa, descubrir a la Iglesia
diocesana.

El cristiano tiene un sentimiento de pertenencia fuerte con respecto a su comunidad inmediata.


Pienso en un grupo de catequistas, o de un movimiento, o de una capilla. Esta comunidad, al ser
pequeña, permite tener vínculos interpersonales intensos. Es saludable para la fe eclesial. Su riesgo
consiste en la dificultad para abrirse a la comunidad mayor: la parroquia, la Diócesis.

Para muchos cristianos el espacio eclesial inmediato es la parroquia. La parroquia es el espacio


eclesial vital concreto donde el cristiano nace a la fe, se educa en ella y la celebra
comunitariamente.
Pero también en la parroquia suele darse el peligro del aislamiento que empobrece. La mirada y la
sensibilidad de muchos cristianos no desbordan, muchas veces, los límites parroquiales.

Por eso el intercambio real y cálido con el Decanato y la viva conciencia de ser una cédula de la
Diócesis, nunca deben ser rasgos secundarios.

La Iglesia particular o Iglesia local, la Diócesis es una Iglesia completa: posee todos los elementos
substanciales que definen a la Iglesia. La unión y la comunión en la Iglesia se realizan en la
Diócesis.

Todo el misterio de la Iglesia está contenido en la Diócesis.

La Diócesis es la que “aquí” y “ahora” hacen presente a la Iglesia, Una, Santa, Católica y
Apostólica.

II. Componentes de la diócesis


Debemos conocer la realidad de la Diócesis en sus tres componentes.

1. Un territorio
¿Qué quiere decir Iglesia local?

Es la Iglesia en relación a un lugar. La Diócesis es la Iglesia presente en un lugar determinado. La


Diócesis de Santo Tomé, en la provincia de Corrientes, comprende los Departamentos de General
Alvear, Ituzaingó, Paso de los Libres, San Martín y Santo Tomé.

Entonces la Iglesia local es una comunidad constituida en un determinado lugar, por obra del
Espíritu Santo, en la escucha de la Palabra de Dios, en la confesión de la verdadera fe, en la
celebración de los sacramentos, en el ejercicio de la caridad.

Cada territorio tiene su extensión, su geografía, su paisaje, su clima, sus características, sus
posibilidades, sus limitaciones y dificultades.

El conocimiento del territorio es importante

2. Un pueblo
Todos hemos oído hablar de la Diócesis más bien como una circunscripción geográfica, que como
una comunidad. Últimamente se ha ido acentuando la idea de la Iglesia diocesana como comunidad,
es decir, una parte del Pueblo de Dios que peregrina. Así lo define el Concilio Vaticano II.

La Diócesis no es, pues, un mero hecho geográfico. Es una comunidad de personas bien definida,
concreta, que habla tal lengua, que tiene una herencia cultura y un pasado histórico, que posee su
propia manera de ser, su propia modalidad. Es una Iglesia que se establece en un mundo humano y
no sólo en un territorio.

Es importante conocer y destacar los acontecimientos históricos que han marcado a la Diócesis.
Cultivar su propia historia, el paso de Dios en la Diócesis: la fundación de la Diócesis, la historia de
la santidad, de la piedad, de las tradiciones, del arte.

Hay que conocer el alma del pueblo, de la comunidad para poder comprenderlo, valorarlo y
acompañarlo.

Es importante valorar las fiestas, las procesiones, las patronales, Conocer cómo se vive el luto, los
modos de vivir los grandes valores: la familia, la amistad, los afectos, la solidaridad, sus
costumbres. Se debe conocer el modo de santificar el nacimiento, el matrimonio, la enfermedad, la
muerte. Hay una palabra del Evangelio que nos interpela: Jesús, el Buen pastor, conoce a sus ovejas
y sus ovejas lo conocen a Él (Cf. Jn. 10, 14).

3. Una iglesia
La Diócesis, la Iglesia Particular, es el pueblo de Dios presente y vivo en un lugar determinado con
sus parroquias, sus capillas, sus colegios, con sus sacerdotes, con sus consagrados y consagradas,
con sus fieles laicos, con sus instituciones y movimientos.

Christus Dominus 11 dice: “La diócesis es una porción del pueblo de Dios que se confía al Obispo
para ser apacentada con la cooperación de sus sacerdotes, de suerte que adherida a su Pastor y
reunida por él en el Espíritu Santo por medio del Evangelio, constituya una Iglesia particular...”

Christus Dominus dice que esa porción del pueblo de Dios, hablando de la diócesis, es una
“unidad”. La unidad o comunión es dimensión esencial de la Iglesia, por tanto, también de la Iglesia
particular.

Esta unidad se realiza en la Diócesis en base a estos elementos:

• El Espíritu Santo, principio invisible de la unidad y de la comunión.


• El Evangelio y la Eucaristía: los fieles comulgan en la misma fe y en los mismos sacramentos,
entre los cuales sobresale la Educaría, máximo signo de unidad y comunión
• El obispo, como lo expresa la Lumen Gentium: “Los obispos son individualmente el principio y
fundamento visible de unidad en sus Iglesias Particulares” (n. 28).

Y en esta Iglesia Particular (la Diócesis), como dice Christus Dominus, se encuentra y opera la
Iglesia de Cristo, que es Una, Santa, Católica y Apostólica" (n.11).

III. El obispo, los sacerdotes, los consagrados, las consagradas y los laicos, deben trabajar para
fortalecer la “diocesanidad”
Tanto las enseñanzas conciliares, que recogen la riqueza de la tradición cristiana, como las
necesidades pastorales, nos están pidiendo una inserción cada vez mayor en la Iglesia diocesana.

Ninguna comunidad puede vivir como unidad autárquica y no sentirse responsable de la totalidad de
la diócesis, confiada a su Obispo para que la apaciente con la colaboración de su presbiterio (Cf. Ch
D. 11).

Por lo tanto es imprescindible que las parroquias, las capillas, los colegios católicos, los
movimientos, las instituciones, se inserten de veras en la vida y estructura de la Iglesia local,
manifestando vitalmente que nacen de la Diócesis y reciben de la misma su capacidad santificadora
y evangelizadora.

El sentimiento de pertenencia a la Iglesia diocesana se alimenta de experiencias reales de comunión.


Nada favorece tanto el nacer y crecer este afecto eclesial diocesano como el compartir la vida.
Como sucede con el espíritu de familia, el espíritu diocesano se fragua a medida que vivimos juntos
las vicisitudes de la vida común y se consolida cuando celebramos lo que estamos viviendo.

Convivir, colaborar, concelebrar son tres verbos generadores de pertenencia sentida.

La participación en la Misa Crismal, en la peregrinación al Santuario de Nuestra Señora de ltatí, en


la fiesta patronal de la Diócesis, en las reuniones diocesanas y decanales, en los encuentros
diocesanos de las diversas áreas pastorales: catequesis, Caritas, juventud, vocacional, enfermos,
educación, etc., son creadores de este sentimiento.

La riqueza de los diversos carismas debe estar al servicio de la Iglesia diocesana.

La comunidad diocesana como toda comunidad eclesial, está siempre en camino, en construcción.
Estamos edificando. Es una construcción que dura toda la historia. No ha alcanzado su plenitud,
siempre falta algo. Su cumplimiento es escatológico. La construcción está siempre en marcha y se
continúa con cada generación. Se construye en la continuidad, en el agradecimiento hacia el pasado
y en la esperanza en el futuro.

IV. La evangelización
La tarea de la Diócesis es la evangelización. El Papa san Pablo VI en la Exhortación Apostólica
Evangelii Nuntiandi (que es la Carta Magna de la evangelización) nos enseña: “Evangelizar
constituye, en efecto, la dicha y la vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella
existe para evangelizar” (n. 14).

Todas las actividades de la Diócesis deben estar ordenadas a la proclamación del Evangelio:
“Fuerza de Dios para la salvación de todo el que cree” (Rom. 1,16).

El programa teológico-pastoral que nos propone el Papa Francisco en Evangelii Gaudium tiene
como objetivo realizar una nueva etapa evangelizadora en le Iglesia.

El Papa escribe: “¡Cómo quisiera encontrar las palabras para alentar una etapa evangelizadora más
fervorosa, alegre, generosa, audaz, llena de amor hasta el fin y de vida contagiosa!”. Y agrega el
Papa: “Me dirijo a los fieles cristianos para invitarlos a una nueva etapa evangelizadora marcada
por la alegría".

En las lecturas de la Misa de hoy se habla de la fe.

La vida cristiana es vida de fe. Ser cristiano es ser creyente. “Es necesario que ustedes
permanezcan firmes y bien fundados en la fe” (Col. 1, 23).
En el Evangelio, que acabamos de escuchar, los Apóstoles le dicen a Jesús: “Auméntanos la fe”.

El objetivo de la evangelización es suscitar la fe (y consecuentemente la esperanza y la caridad). El


objetivo es suscitar hombres creyentes, esperanzados, que tengan amor: es suscitar la vida nueva de
la gracia.
Evangelizar es anunciar a Jesucristo para que éste sea recibido por los hombres mediante la fe.

Así la tarea de la Iglesia es, ante todo, comunicar la fe cristiana: suscitarla, alimentarla,
consolidarla, madurarla. Pedro le dijo al paralítico que a la entrada del Templo pedía limosna: “No
tengo plata ni oro, pero te doy lo que tengo en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y
camina” (Hech. 3,6). La Iglesia, como dicen la Líneas Pastorales para la Nueva Evangelización
“necesita con su predicación y su testimonio, suscitar, consolidar y madurar en el pueblo la fe en
Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, presentándola como un potencial que sana, afianza y
promueve la dignidad del hombre”.

Pidamos al Señor por intercesión de nuestros patronos, Nuestra Señora de Itatí y Santo Tomás
Apóstol, para que la Diócesis crezca como comunidad orante, fraterna y misionera.

Card. Luis Héctor Villaba, arzobispo emérito de Tucumán

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