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1.1. Introducción
1.2. Consideraciones previas sobre la Psicología del Trabajo y de las
Organizaciones
1.2.1. Cuestiones sobre la denominación de la disciplina
1.2.2. Psicología del Trabajo y de las Organizaciones y Psicología Social
1.2.3. La Psicología del Trabajo y de las Organizaciones como ciencia básica
y aplicada
1 Paradójicamente, como apunta Munduate (1997), en un manual representativo de la Psicología Social psicológica se
incluye un capítulo escrito desde la sociología (Jeffrey Pfeffer pertenece al ámbito de la Teoría Organizacional, desde un
enfoque sociológico).
“La antigua psicología industrial era un brazo de la psicología individual aplicada,
implicada con los sistemas de selección, formación y eficiencia de los métodos de
trabajo. Con los famosos estudios de Mayo (1933) en la Western Electric, y los
denominados efectos Hawthorne, vino el reconocimiento de los factores psicosociales.
Pero, a pesar de abrir esta brecha, los psicólogos industriales restringieron la psicología
social a lo que se podía aplicar a los pequeños grupos o las características de la
personalidad de los actores clave” (Katz, 1986, p. 17)
(c) Convergencias en relación con las críticas. Es posible encontrar críticas comunes a
las dos disciplinas. Ambas han olvidado el contexto histórico y cultural en el que surgen
las teorías y las disciplinas, eludiendo en ocasiones los anclajes primeros en los que se
sustentan desarrollos posteriores. Además, ambas han sido acusadas de poseer un
discurso ahistórico, repleto de supuestos no sometidos a revisión y crítica. Por último,
las dos también han estado encapsuladas en el monismo metodológico positivista,
relegando muchas veces el interés por los objetos a la preocupación por los
instrumentos, y que ha demostrado haber intentado convertirse en un monopolio en
la legitimación del poder y en un elemento de dominación científica.
Para concluir este apartado una vez más recogemos las palabras del profesor
Andrés Rodríguez (1992, p. 52):
A estas alturas resulta obvio el hecho de que entre la PTO y la Psicología Social
existe una estrecha conexión. A continuación, queremos resaltar algunas de las
aportaciones de la Psicología Social a la PTO. Vamos a centrarnos en las
contribuciones realizadas desde el paradigma teórico dominante actualmente, esto es,
la Psicología Social Cognitiva. No es nuestra pretensión ofrecer una revisión
pormenorizada de las contribuciones de la Psicología Social para la comprensión de
determinados fenómenos psicosociales en los contextos laboral y organizacional. El
objetivo de incluir este apartado es revisar someramente las teorías más actuales
generadas en el marco de la Psicología Social que pueden resultar de utilidad para la
PTO y poner de manifiesto la necesidad de que este trabajo conjunto siga hacia
delante, para beneficio mutuo de ambas disciplinas.
Para finalizar este apartado, vamos a considerar algunos retos que la relación
de trabajo conjunto entre la PTO y la Psicología Social tiene planteados para el futuro.
En este sentido, Peiró (1996) aboga por una mayor consideración, que la tenida hasta
la fecha en la PTO, de las dimensiones sociales de la conducta organizacional.
Haciéndose eco de las palabras de Moscovici (1982) acerca de una “reconstitución de
la psicología de lo colectivo” en el ámbito de la Psicología Social, Peiró (1996) espera lo
mismo en el estudio de la organización y el comportamiento organizacional. Señala
que las contribuciones de la Psicología Social no han prestado la atención debida al
hecho de que el trabajo se suele realizar en organizaciones que poseen una serie de
tradiciones, reglas, conflictos e ideologías.
En síntesis, podemos afirmar que lo que define a una investigación como básica
sería su propósito de comprender los fenómenos que estudia así como de acumular
conocimientos. Por su parte, el carácter aplicado vendría determinado por la
pretensión de resolver un problema concreto. Sin embargo, ambos énfasis no dan
lugar a dos disciplinas diferentes sino, más bien, existe una Psicología Social que
integra conocimiento teórico y conocimiento aplicado.
Si trasladamos las polémicas previas al ámbito de la Psicología del Trabajo y de
las Organizaciones, no se puede considerar a la PTO simplemente como un campo de
aplicación de unos conocimientos adquiridos en otros campos más básicos, como
puede ser la Psicología Social. Como afirma Peiró (1996), “cobra pleno sentido el
estudio de la conducta organizacional como uno de los ámbitos específicamente
genuinos que contribuyan al desarrollo de teorías que permitan comprender,
interpretar y explicar de forma rigurosa y científica la conducta social y la compleja
articulación entre el comportamiento individual y colectivo” (p. 157). Igualmente, Peiró
(1990) señala que, dado el carácter colectivo de las organizaciones, una Psicología
Social estará incompleta si no se atiende a las organizaciones formales.
También es conveniente destacar otro aspecto que surge al incluir a la PTO bajo
el epígrafe “Psicología Social Aplicada”. En este apartado también se inlcuirían otras
ramas como la Psicología Social Jurídica, la Psicología Ambiental, la Psicología Social de
la Salud o la Psicología Social de la Educación y cabe preguntarse ¿qué tienen en
común todos estos ámbitos disciplinares con la PTO o, más en concreto, con la
Psicología Social de las Organizaciones? Evidentemente en todas ellas podríamos hallar
investigaciones básicas y aplicadas. Sin embargo, el dispar desarrollo de cada una de
ellas conduce a distanciarlas entre sí, simplemente permaneciendo vinculadas por
tener todas ellas a la Psicología Social como disciplina matriz. Además, en el caso de la
PTO, al incluirla en este paquete se estaría pasando por alto el hecho de que la PTO se
nutre de otras muchas disciplinas y áreas de la Psicología, junto con la Psicología
Social.
Ante esta falsa dicotomía, algunos autores han decidido reformular la cuestión
aludiendo a la distinción, no ya entre ciencia básica-ciencia aplicada, sino entre ciencia
y tecnología (las aplicaciones de la ciencia, la intervención). Para estos autores el
verdadero problema se encuentra en la cuestión de los “usos de la investigación
social”, esto es, la cuestión de la relación entre investigación e intervención.
En el campo de la intervención psicosocial, Peiró (1994a) propone cuatro tipos
de relaciones entre investigación e intervención: independencia, dependencia de la
intervención respecto de la investigación, interdependencia e integración. Los que
defienden la independencia entre investigación e intervención afirman que la
intervención se basa en la experiencia y no en el conocimiento científico y que las
aportaciones científicas resultan de escasa relevancia para la solución de problemas
prácticos (Lapointe, 1990). Por su parte, la postura a favor de la dependencia de la
intervención respecto de la investigación considera que la investigación científica
genera nuevos conocimientos que, más tarde, son empleados en la intervención a
través de la activdiad profesional. Una tercera postura, la interdependencia entre
investigación e intervención, cuestiona la relación de dependencia de tal modo que, se
puede aprender de la aplicación siendo capaz ésta de contribuir al desarrollo del
conocimiento científico. Por último, aparece la perspectiva integradora entre
investigación y aplicación, que parte de la propuesta de “investigación-acción” de Kurt
Lewin.
Aunque esta postura sea la deseable para la “buena salud” de la PTO, con
frecuencia se alzan voces que ponen de manifiesto una divergencia en la realidad entre
ciencia y práctica, lo que conduce, en algunos casos, por una parte a teorías
irrelevantes y, por otra, a intervenciones ateóricas y poco válidas. Recientemente, en
un intento de reflexionar sobre esta situación de división en el campo de la PTO y,
coincidiendo con el centenario de la British Psychology Society, su División de
Psicología Ocupacional dedicó un número especial del Journal of Occupational and
Organizational Psychology a celebrar tal evento, en el que Neil Anderson, Peter Herriot
and Gerard Hodgkinson presentaron una innovadora contribución acerca de la división
académico-profesional en la disciplina. Para ilustrar la situación, los autores proponen
un simple modelo de trabajo de 2x2 que no implica elegir entre relevancia práctica y
rigor metodológico, ya que ambos son de importancia crucial para la disciplina, aunque
no siempre se logren (Anderson, Herriot y Hodgkinson, 2001).
RIGOR
METODOLÓGICO
Bajo Alto
“Es el estudio del ser humano en el mundo del trabajo” (Weinert, 1985)
“el estudio del ser humano en sus dimensiones individual y social en las
situaciones relacionadas con el trabajo, intentando comprender y/o solucionar
los problemas que se le presentan en tal contexto”
Por su parte, Quijano (1993, pp. 338-339) nos ofrece una extensa y ecléctica
definición que pretende integrar múltiples elementos. Para este autor, la PTO:
- Pero igualmente interesada, de modo cada vez más intenso, en el comportamiento del ser
humano dentro de otras organizaciones no laborales (políticas, sindicales, religiosas,
recreativas, etc.).
- Por ello, cabe decir de ella como conjunto que se halla interesada tanto en “comprender” y
“explicar”, como en “predecir” y resolver problemas concretos. Conectada con el mundo
real, pretende no sólo resolver esos problemas, sino potenciar positivamente los aspectos
que tienden a mejorar en un sentido amplio las formas de existencia de las personas en las
organizaciones.
Sin embargo, estos objetos de estudio no sólo son abordables desde la PTO.
Como afirma Peiró (1994a, p. 73), “por una parte, está la organización con una
formación social determinada, con unas ciertas características, y está ahí o hay que
diseñarla. Por otra parte, está también ahí o se construye otro fenómeno, que es el
trabajo. Pero al estudio, al cambio y al diseño de esos fenómenos se puede acceder
desde múltiples interpretaciones”. Así, la Ciencia Política, la Ciencia de la
Administración, la Economía, el Derecho, la Sociología, desde perspectivas diferentes,
tratan de esclarecer estos fenómenos y, todas en conjunto, ayudan a que la
comprensión de los mismos se enriquezca. La Sociología enfatiza el análisis de los
aspectos sociales de la organización desde un nivel macro (p.ej., el funcionamiento de
los grupos sociales. Por suparte, la Ciencia de la Administración se centra en el estudio
de los aspectos formales, programados, racional del comportamiento organizacional
(por ej., en el diseño de sistemas de producción). Desde el Derecho laboral se destacan
los aspectos jurídicos de la regulación del trabajo. La Antropología se aproxima al
estudio del trabajo considerándolo un fenómeno cultural. La Medicina del Trabajo se
dirige al análisis de las condiciones de trabajo para prevenir accidentes laborales, para
mejorar la seguridad, etc.
Quijano (1993), a este respecto, señala que el conocimiento del trabajo y de las
organizaciones es multidimensional, presentando varias “caras”. Una de esas caras es
la que podemos alcanzar a ver desde la PTO, pero esa cara no es la que constituye por
sí misma el trabajo en su conjunto. Al mismo tiempo, no es adecuado suponer que la
visión de todas esas caras puede lograrse con una única mirada integradora. Por tanto,
tanto los reduccionismos extremos, como el abordaje excesivamente general sin tomar
en cuenta aportaciones específicas, suponen limitaciones a la hora de acercarse al
estudio de fenómenos como el trabajo o las organizaciones.
Pasemos ya, a continuación, a esbozar la visión que de dichos fenómenos se
ofrece desde la Psicología del Trabajo y de las Organizaciones.
1.3.2.- El trabajo
En segundo lugar, cada disciplina define el trabajo desde sus presupuestos teóricos
y hallazgos empíricos. Así, la Economía, la Sociología o la Ciencia Política, al igual que la
Psicología, proponen definiciones acordes con sus perspectivas propias.
En tercer lugar, el trabajo se identifica con otros términos de los que hay que
diferenciarlo. Este sería el caso del concepto “empleo”2. Recientemente, Blanch (2001)
nos ofrecía una prolija definición de empleo en los siguientes términos: “toda actividad
humana individual, física y/o intelectual, de carácter económico, realizada consciente,
deliberada, libre y públicamente, con el propósito de obtener algún beneficio distinto
de la mera satisfacción derivable del desarrollo de la tarea, en el marco de una relación
contractual de intercambio mercantil, establecida voluntariamente entre la persona
trabajadora contratada –que vende su esfuerzo, tiempo, conocimientos, destrezas,
habilidades, rendimientos y múltiple subordinación a imperativos funcionales de
2
Etimológicamente, del latín implicare: comprometer a alguien en algo.
naturaleza técnica, jurídica, ecológica, contable, evaluativa, productiva, burocrática y
organizacional- y la contratante que compra todo ello, a cambio de dinero y,
eventualmente, además, de bienes y/o servicios” (p. 29). Básicamente, y de una
manera mucho más concentrada, el empleo estaría refiriéndose a una actividad
realizada en condiciones contractuales por las que se recibe una remuneración. El
trabajo, como veremos más adelante, se concibe desde una visión más
comprehensiva, no limitada a la existencia de una relación contractual. Asismismo, es
preciso distinguir entre trabajo y ocupación. La ocupación se refiere a la actividad
laboral de producción de bienes, elaboración de productos o realización de servicios
desarrollada en los ámbitos doméstico, del voluntariado social, la gestión de una
empresa propia, etc.
Por último, el contenido y las representaciones sociales del trabajo han ido
variando a lo largo de la historia y a través de las diversas culturas. De nuevo, como
señala Blanch (1996, p. 88) al referirse al trabajo como realidad sociohistórica, “A lo
largo del tiempo y a lo ancho del espacio socioculturales, no sólo diversifica su
escenario, su trama y sus actores, sino que también metamorfosea el sentido, el valor,
el significado y las funciones que le son encomendadas”.
Se han propuesto una gran cantidad de definiciones del trabajo que, teniendo
en cuenta las precisiones anteriormente señaladas, suelen centrarse en aspectos
parciales del mismo. Así, algunas definiciones se centran en el carácter instrumental
del trabajo, ya sea destacando los ingresos que se obtienen (Anderson y Rodin, 1989) o
resaltando el papel del trabajo como instrumento para contribuir a la sociedad (Hall,
1986). Desde esta perspectiva, el trabajo es considerado una actividad que no tiene un
fin en sí misma sino que es un medio para obtener un fin, siendo el beneficio diferente
a la actividad laboral en sí misma. Por su parte, otro grupo de definiciones resaltan la
identidad o contactos sociales que proporciona el trabajo, la satisfacción intrínseca, su
carácter de obligación o el esfuerzo que conlleva (MOW, 1987; Shimmin, 1966).
Todas las funciones anteriores tienen una naturaleza positiva (p.ej.: auto-
realización, fuente de identidad, contactos interpersonales, etc.). Sin embargo, el
trabajo también puede ser disfuncional cuando es repetitivo, deshumanizante,
humillante, y no potencia la autonomía, con importantes consecuencias negativas para
la persona que lo lleva a cabo. Este sería el caso de la cada vez más extendida
“precariedad laboral” (Agulló, 2001).
Por último, para terminar con este brevísimo esbozo sobre el fenómeno del
trabajo, vamos a considerar dos de las tres perspectivas que consideramos más arriba
al abordar el trabajo desde una aproximación psicológica. Nos referíamos al trabajo
como actividad o conducta y al trabajo como fenómeno con significado psicosocial.
El estudio del trabajo como conducta, esto es, la actividad laboral de las
personas, es uno de los rasgos definitorios de la PTO, y constituye el objeto de estudio
de una de las grandes áreas de la PTO que examinaremos más adelante: la Psicología
del Trabajo. Desde esta perspectiva, las personas se contemplan como “trabajadores”
que desempeñan tareas y roles derivados de los procesos de trabajo que tienen lugar,
la mayoría de las veces, en un contexto organizacional, pero no siempre. Salanova
(1996) enumera una serie de características básicas de la actividad laboral que la
autora elabora a partir de las notas definitorias del comportamiento organizacional
propuestas por Peiró (1990), pero trasladadas al comportamiento laboral que, como se
ha reiterado, puede llevarse a cabo dentro de una organización o fuera de ellas. Así,
considera que la conducta laboral puede caracterizarse como:
1) Actividades molares y provistas de sentido. Así, la conducta laboral es una acción
con unidad de sentido, son acciones significativas.
2) Actividades flexibles, adaptables y modificables por aprendizaje; así, las actividades
laborales pueden ser modificadas y cambiadas mediante técnicas de cambio
intencional. Las personas en el trabajo aprenden nuevas actividades y roles bajo los
principios de las distintas teorías del aprendizaje humano.
3) Actividades propositivas e intencionales que buscan fines de acuerdo con unas
ciertas expectativas al tiempo que participan con otros, compartiendo fines y
objetivos comunes.
4) Actividades conscientes, cognitivas, simbólicas y subjetivas, por lo que la persona
en el trabajo procesa información sobre el contexto en el que se encuentra, las
expectativas que se tienen sobre ella, los mecanismos de que dispone para realizar
las tareas, y los recursos que se le ofrecen.
5) Actividades que reflejan el resultado de un procesamiento de la información
limitado y restringido. La persona procesa la información que proviene de su
entorno a través de distintos canales de comunicación, y que son la base para
tomar decisiones y solucionar problemas relacionados con el trabajo.
6) Actividades que reflejan también diferencias individuales de tipo biológico y
psicológico. Así, los estudios sobre fatiga, monotonía y otros aspectos reductores
del rendimiento, y los que atienden al ajuste persona-puesto en base a diferencias
en habilidades, destrezas, conocimientos y también valores, actitudes, creencias y
dimensiones de la personalidad, ponen de manifiesto una serie de características
diferenciales de los sujetos y sus repercusiones sobre el comportamiento.
7) Actividades motivadas y, así, motivos económicos, sociales y de auto-desarrollo
son aspectos ampliamente estudiados de la conducta laboral.
8) Actividades sociales, ya que la conducta laboral se desarrolla fundamentalmente
en contextos sociales (por ejemplo, las empresas) con sistemas de jerarquía, poder,
normas, roles, redes de interacción social, etc.
9) Una conducta que también está determinada por el medio social en el que ocurre,
pero también es capaz de modificarse. El contexto altamente estructurado en el
que suele desarrollarse (la organización) incrementa su predictibilidad y reduce la
incertidumbre por múltiples mecanismos que, por ejemplo, en contextos
organizacionales son las normas, la disciplina, el contexto tecnológico, la presión
del grupo, el clima grupal, la cultura organizacional, etc.
El estudio del trabajo como un fenómeno con significado psicosocial, esto es,
los aspectos subjetivos del trabajo o como cada persona vive su trabajo resulta
indispensable si se pretende delimitar el objeto de estudio del trabajo desde una
perspectiva psicosocial.
Los estudios sobre el significado del trabajo que más trascendencia han tenido
han sido efectuados por el equipo MOW (1987). Los autores parten de una idea
multidimensional del constructo definido en términos de tres dimensiones básicas: la
centralidad del trabajo, las normas societales sobre el trabajar y los resultados
esperados/metas preferidas del trabajar.
Esta penetración tan absoluta de las organizaciones en cada vez más número
de ámbitos de nuestra vida cotidiana hacen de esta realidad social un atractivo objeto
de estudio que, sin embargo, por su extraordinaria complejidad, convierte en ardua
tarea el primer intento de definirlo.
Por último, no se puede perder de vista el hecho de que los cada vez más
veloces cambios que está experimentando el contexto económico, social y tecnológico
de las organizaciones están planteando transformaciones en las mismas que implican
nuevas teorías y nuevos modelos para su comprensión.
MISIÓN
ESTRUCTURA POLÍTICAS REC.
HUMANOS
SUPRASISTEMA
RESULTADOS SISTEMA
SUBSISTEMA
3
El término “meso” se refiere a la interacción entre los niveles de análisis micro y macro a la hora de abordar el
estudio de los fenómenos organizativos.
tiempos, como afirma Peiró (1996) refiriéndose a los temas tradicionalmente
asignados a la aproximación macro “cada vez resulta más evidente que cabe una
aproximación a esas temáticas desde la Psicología de las Organizaciones” (p. 167). Así,
temas como la eficacia organizacional, la estructura organizacional, las relaciones
organización-ambiente o el aprendizaje organizacional se han convertido en tópicos
susceptibles de un análisis psicosocial.
En los últimos tiempos, como Peiró y Ripoll (1999) apuntan, se tiende a definir
la conducta organizacional a este nivel de un modo más complejo, considerando no
sólo los procesos cognitivos de los individuos, sino también las cuestiones referidas al
ámbito de las emociones y los afectos. Estamos asistiendo en los últimos años a una
emergencia del interés por el estudio de las emociones en el trabajo (Warr, 1994).
Como prueba de esta renovada atención, la última revisión de la disciplina aparecida
en el Annual Review of Psychology y realizada por Brief y Weiss (2002) resalta la
importancia de este tópico: Organizational Behavior: Affect in the workplace. Del
mismo modo, también Howard Weiss ha dirigido un numero especial en el
Organizational Behavior and Human Decision Proceses sobre el tema, reuniendo a una
serie de expertos en el campo de las emociones, por una parte, y de las
organizaciones, por otra. Así, los artículos comparten autoría por pares de
investigadores procedentes de ambos ámbitos y que, nunca anteriormente, habían
colaborado (Brockner y Higgins, 2001; Forgas y George, 2001; Judge y Larsen, 2001;
Kelly y Barsade, 2001).
Por otro lado, el trabajo puede llevarse a cabo en condiciones muy distintas,
tanto si nos referimos a condiciones físicas como económicas, sociales o psicológicas.
Por último, los trabajadores también varían entre sí en función de la fase de desarrollo
en que se encuentran (primer empleo, paro, prejubilación, cambio de empleo...), lo
que implica distintos planteamientos.
Los intereses iniciales han evolucionado hasta configurar los dos grandes focos
de interés en esta área de la PTO:
Desde el punto de vista de la ENOP las tres áreas pueden diferenciarse una de
otra tanto en su consideración científica como profesional y, aunque pueden
encontrarse diferencias en cuanto a objeto de estudio, métodos de investigación y en
cuanto a métodos de diagnóstico e intervención, existen evidentes solapamientos
entre ellas. Por ejemplo, la socialización laboral ocurre tanto en el nivel de análisis
organizacional y en el del trabajo. A un nivel organizacional, la socialización es un
intento consciente de fomentar que los nuevos empleados adopten los valores,
objetivos y cultura de la organización. En el nivel del trabajo, se presta atención a
asistir al aprendizaje de las tareas y deberes del trabajo y al ajuste del empleado al
mismo (Anderson y Ostroff, 1998). Por tanto, distintas temáticas pueden situarse en
más de una de las tres áreas incluidas en el modelo, no estando muy clara la
delimitación entre los tópicos de interés para una u otra área. Se podría afirmar que
esta distinción es más teórica que real, teniendo su razón de ser y una mayor validez
en el ámbito académico que en el campo de la actuación profesional. En muchas
ocasiones, un tema puede considerarse “transversalmente”, de forma que exija un
análisis desde la óptica de la Psicología Organizacional, la Psicología del Personal y la
Psicología del Trabajo. Así pues, aún cuando pudiera ser posible considerar las tres
grandes áreas propuestas por el modelo como independientes (tal y como se refleja en
la docencia de las materias en los planes de estudio de la titulación de Psicología), es
indispensable no perder de vista a ninguna de las dos áreas restantes cuando nos
centremos en el abordaje de una de ellas. Por tanto, ninguna de estas áreas puede
dejarse de lado cuando el objetivo sea el estudio de la conducta en relación con el
trabajo y las organizaciones.
ación correspondietnes a cada una de las tres áreas de contenido de la PTO, según el
Modelo de la ENOP, todavía más, de una forma más específica, podemos continuar
aproximándonos al objeto de estudio de la PTO a través de la identificación de
aquellos temas o núcleos temáticos más habituales en cada una de las áreas de la
disciplina. Este trabajo de rastreo puede realizarse analizando los temas que con
mayor frecuencia se recogen en los manuales, tratados y revisiones de la Psicología del
Trabajo y de las Organizaciones. Asimismo otro medio de tomar el pulso a las
inquietudes investigadoras en el campo es mediante la revisión de las contribuciones a
los últimos congresos, tanto específicos de la disciplina como a los congresos de
Psicología Social. Con esta estrategia planteamos el presente epígrafe que se
complementará con las aportaciones del apartado del próximo capítulo dedicado a la
situación actual de la PTO.
4
Las fuentes bibliográficas norteamericanas revisadas fueron los manuales Handbook of Organizational
Behavior, 1987. Editor: J.W. Lorsch y Handbook of Industrial and Organizational Psychology, 1990, 1991,
1992, 1994. Editores: M.D. Dunnette y L.M. Hough, cuatro volúmenes, y la serie anual Research in
Organizational Behavior, 1979-1993. Editores: B.M. Staw y L.L. Cummings. En cuanto a los manuales
europeos: Lehrbuch der Organisationspsychologie, 1981. Autor: A.B. Weinert. Psicología de la
Organización, 1984; Organizaciones: Nuevas perspectivas psicosociológicas, 1990; Intervención
psicosocial en las organizaciones, 1994. Autor y/o editor: J.M. Peiró. Traité de Psychologie du Travail,
1987. Editores: C. Lévy-Leboyer y J.C. Sperandio. Handbook of Work and Organizational Psychology,
1984; Handboek van Arbeid en Organisation Psychologie, 1995. Editores: P.J.D. Drenth, H. Thierry, P.J.
Willems y C.J. De Wolff. Soggettività. Psicologia del laboro, 1981; Pluralità. Psicologia dei piccoli gruppi,
1985; Complessità. Introduzione alla psicologia delle organizzazioni complesse, 1990. Autor: E. Spaltro.
Psychology at work, 1987. Autor: P. Warr y la serie anual europea International Review of Industrial and
Organizational Psychology, 1986-1995. Editores: C.L. Cooper e I.T. Robertson.
y la Psicología del Trabajo. Reconoce la autora, como se señaló igualmente más arriba,
que la dividión de los temas tiene una función meramente analítica porque algunos
temas pueden ser incluidos en las tres categorías. Los núcleos temáticos propuestos
quedaron clasificados en las tres áreas de contenido según se recoge en la tabla
siguiente.
Los datos de la revisión de Munduate (1997) muestran que, dentro del campo
de la Psicología de las Organizaciones, destaca el gran interés hacia las orientaciones
teóricas y los aspectos metodológicos de la disciplina (a favor de Estados Unidos en
estos últimos), así como por la cultura y el clima organizacionales. En los manuales
europeos el interés es mayor por temas como al estructura organizacional, las nuevas
tecnologías y los grupos en la organización. En cuanto a la Psicología del Personal,
destaca la atención hacia las tareas directivas y la formación y planes de carrera, sobre
todo en Europa. Por último, en relación a la Psicología del Trabajo, destaca el interés
norteamericano por el estudio de las diferencias individuales y el análisis de puestos de
trabajo. En el contexto europeo sobresale el interés por los temas de salud y bienestar
laboral. Además, se observa una ausencia de interés por temas como el significado del
trabajo, el desempleo o el rol del psicólogo, así como de los aspectos ergonómicos del
trabajo. Munduate (1997) concluye destacando la ampliación de núcleos temáticos en
el contexto europeo, comparado con el norteamericano, así como la orientación más
social y de desarrollo personal en Europa, frente la perspectiva norteamericana más
orientada a la dirección.
Como más adelante comentaremos con mayor extensión, los cambios socio-
económicos, tecnológicos, industriales, etc., junto con las transformaciones en el
contexto laboral y organizacional acompañantes, han generado la aparición de nuevos
temas de estudio e investigación que, en algunos casos, se traducen en nuevas
necesidades metodológicas.
Así, la adopción tácita por la Psicología del Trabajo de los supuestos positivistas
ha sido crucial para el desarrollo y credibilidad de la Psicología del Trabajo como
disciplina. Sin embargo, para algunos (Hollway, 1991; Johnson y Cassell, 2001), esta
excesiva confianza en el positivismo, con la consiguiente falta de reflexión
epistemológica, ha tenido también sus costes. Una de las consecuencias más señaladas
es la exclusión de la subjetividad humana de la esfera de la ciencia autorizada con el fin
de preservar la unidad de las ciencias. Este monismo implica el despliegue de una
lógica experimental deductiva que conceptualiza el comportamiento humano como
respuestas medibles a estímulos externos. Uno de los principales ataques implica al
supuesto de la exclusión de la subjetividad humana como foco de investigación y ha
conducido al desarrollo y uso de los métodos cualitativos (Symon y Cassell, 1998). No
obstante, como afirman Johnson y Cassell (2001), la introducción de la metodología
cualitativa no significa un distanciamiento significativo del positivismo y no va más allá
del cuestionamiento del monismo metodológico.
En segundo lugar, Peiró (1994) se refiere a las críticas procedentes del modelo
humanista. En concreto, Argyris critica la investigación tradicional porque considera al
sujeto como elemento pasivo, mientras el investigador es el que planifica y dirige.
Argyris no está de acuerdo con la visión mecanicista de la ciencia y propone una
aproximación más abierta, flexible y participativa, que considere las aportaciones de
los propios sujetos que son objeto de la investigación.
5
Antes en el tiempo, como Johnson y Cassell (2001) nos recuerdan, el “principio de incertidumbre” de Heisenberg
(1958) ya postula que es imposible estudiar algo sin influir en lo que se ve.
prolongado de auto-crítica académica no es recomendable. Necesitamos evidencia
clara, fiable y rigurosa acerca del impacto de los cambios en el trabajo. No obstante, al
decir esto, no podemos permitirnos el sentirnos autocomplacientes con nuestros
conocimientos y métodos. Eso sería equivocado” (Sparrow, 1999, p. 261).
Por otra parte, son cada vez más los que reclaman atención para el estudio de
los factores temporales en la Psicología del Trabajo y de las Organizaciones. Ya Katzell
(1994) apuntaba, como una nueva tendencia en el Handbook of Industrial and
Organizational Psychology, una atención creciente a la dimensión temporal, lo que se
traduce en una perspectiva dinámica de las variables de estudio respecto a, entre
otros temas, las variaciones en los criterios de rendimiento según la experiencia
laboral, el cambio en la motivación y las actitudes de los trabajadores en función del
tiempo o el desarrollo de carreras, por poner algunos ejemplos. Esta nueva perspectiva
requiere de análisis longitudinales como estrategia metodológica.
Además, es digno de mención el despegue de la utilización del meta-análisis
como uno de los avances más rotundos en el campo de la Psicología del Trabajo y de
las Organizaciones.
Como afirma Anderson (1998), aún cuando dicho paradigma ha sufrido una
gran cantidad de ataques desde distintas disciplinas, la mayoría de las más prestigiosas
investigaciones en Psicología del Trabajo y de las Organizaciones demuestran una
sorprendente homogeneidad dentro de los límites de la norma positivista.
Así, Saal y Knight (1988) y Wexley y Yukl (1984) indican algunas características
fundamentales de la aproximación científica: empírica, autocorrectiva, abierta a
inspección pública, objetiva y estadística, controlada y sistemática, que genere teorías,
que ponga a prueba hipótesis y que trate de explicar, comprender, predecir y cambiar,
como única forma de contribuir a resolver los problemas de las organizaciones.
A pesar de que muchas de las críticas a nivel metodológico han partido de las
posturas antipositivistas o constructivistas, también desde posiciones positivistas se
han lanzado otras tantas crticas como las siguientes dificultades de la metodología
alternativa que nos resume Katzell (1994): amenazas a la validez interna que resultan
en conclusiones muy cuestionables acerca de las causas reales de los fenómenos,
capacidad estadística muy baja que supone una elevada posibilidad de que efectos
reales no sean percibidos, escasa validez externa como consecuencia de la naturaleza
limitada de las situaciones estudiadas, e incluso que la presumible alta validez de
constructo basada en en su realización en escenarios reales pueda no ser tal como
consecuencia de que medidas similares en dos organizaciones respondan a fenómenos
notablemente diferentes.