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Universidad de los Andes

Constitucionalismo y Capitalismo Global


Reacción a ponencia de Francisco Soler Peña – Semana 7
Juan Felipe Silva Bustamante
25 de septiembre de 2019

Además de reaccionar a la ponencia redactada por Francisco Soler, el siguiente texto


responde a la siguiente pregunta: ¿Qué le aportan las lecturas de Gerald Meier, Daron
Acemoglu y James Robinson, y Hernando de Soto al estudio del derecho? (derecho privado,
derecho constitucional, la teoría jurídica)

Los textos propuestos para la presente sesión implícitamente sugieren, unos con mayor
intensidad que otros, que existe un campo en el que el Derecho y otros fenómenos, como la
economía y la política actúan, en el que puede observarse que, si se pretende estructurar un
proyecto encaminado hacia la generación de crecimiento y desarrollo, resulta inevitable
ubicar como elemento base el análisis y la eventual alteración del equilibrio de poder político
en la sociedad, siguiendo a Daron Acemoglu y James Robinson (p. 12, 2008). Aseveran que,
incluso si un elemento institucional (la voz empleada es instrumento) fuera correctamente
retirado del cuerpo de regulaciones, pero sin prestar atención a dichas relaciones políticas de
poder como presupuesto para que los cambios institucionales puedan producirse, una tal
reforma no impediría que dicho elemento fuera simplemente reemplazado por otro con la
misma identidad (se refieren en este punto al efecto see-saw (Acemoglu, 2003, en Acemoglu
y Robinson, pp. 12 y 26, 2008). En palabras de Francisco Soler, desde este punto de vista,
“(…) hay que balancear el poder político para hacer que las economías sean socialmente
deseables (…)”. A esta premisa añade Gerald Meier (p. 125, 2005), ya no refiriéndose
solamente al asunto de los cambios institucionales, que “(…) el obstáculo para alcanzar el
mejor estado de cosas no es una cuestión de oportunidad tecnológica, ni de recursos, ni de
preferencias, sino únicamente de coordinación (…)” entre las elecciones de los individuos,
cuya ausencia genera un estado de cosas “(…) peor para todos si se le compara con algún
estado de cosas alternativo (…)”, que también sería una forma de equilibrio (p. 123, 2005).

Un siguiente paso en el análisis aparece en Acemoglu y Robinson (p. 10, 2008) al afirmar
que es muy común que “(…) las fuerzas políticas y las instituciones que mantienen
implementadas (llevadas a la práctica) estas instituciones económicas disfuncionales sean
mutuamente reafirmadas (confirmadas, en relación de complementariedad) con dichas
instituciones”. Resulta relevante ahondar en el concepto de “institución” que emplean estos
autores; siguiendo a Douglas North (p. 3, 1990) señalan que aquella es “(…) las reglas de
juego en una sociedad, o, más formalmente, las restricciones o limitaciones humanamente
ideadas (concebidas) que dan forma a la interacción humana”. Un ejemplo de instituciones
económicas que estos autores traen a colación es la seguridad de los derechos de propiedad
(p. 10, 2008). En la gama de reglas de juego sociales los derechos de propiedad son desde
esta perspectiva una especie de institución cuya existencia se fundamenta en el Derecho. La
idea de que el equilibrio indeseable de fuerzas políticas se reafirme mutuamente con
instituciones de naturaleza eminentemente jurídica como los derechos de propiedad, y que
no se trate de una relación de un único sentido (sino de retroalimentación), plantea una
pregunta sobre el poder (y ámbito de acción) del Derecho para incidir en el equilibrio de las
fuerzas políticas. Si el binomio entre el equilibrio de las fuerzas políticas y las instituciones
se lee en clave de la postura de Hernando de Soto (p. 3, 1994), pareciera ser que las reformas
de instituciones que tienen su base en el Derecho, y en particular de los derechos de propiedad
-dotados de unas características específicas-, y no las dinámicas sociales ni las interacciones
políticas de poder (que se producen en el campo que se menciona al comienzo de este escrito),
son el único instrumento para que cualquier país se desarrolle. No obstante, al considerar las
ideas que presenta de Soto en la página final de su texto (p. 5, 1994), el autor regresa a un
punto en el ámbito del cual Acemoglu y Robinson, y Meier presentan sus propios
argumentos. De Soto señala que, si se analiza el comportamiento y la actitud de los
operadores jurídicos de los países en vías de desarrollo se encontrarán, en el caso particular
de los abogados, por ejemplo, personas que “(…) se destacan por saber adaptar el Derecho a
los documentos, y no a las personas”. Luego, en el párrafo siguiente continúa diciendo que
los juristas deben hacer parte del esfuerzo; deben ser “(…) abordados con una estrategia
política deliberada (…). (…) si la propiedad formalizada ha de ser accesible a la mayoría de
los ciudadanos del tercer mundo que tienen tierra, tiene que ser el resultado de una decisión
política deliberada” (p. 5, 1994).

A pesar de que el énfasis se dirige en este punto al ámbito político en términos de de Soto, o
al problema del equilibrio entre fuerzas, en palabras de Acemoglu y Robinson, o al asunto de
coordinación de intereses como lo menciona Meier, pareciera ser que el acercamiento que
estos autores hacen del problema del origen del desarrollo, aunque pretende establecer las
causas últimas del crecimiento y el desarrollo, no pretende excluir otras causas, como las
reformas institucionales o las variables económicas, sino fijar un orden. Por este motivo,
propongo la siguiente pregunta.

¿Cómo pueden articularse las posturas de los autores de los textos sugeridos para construir
una propuesta explicativa de la generación de crecimiento y desarrollo que considere de
forma más comprensiva sus diversas causas?

Referencias

Daron Acemoglu & James Robinson, “The role of institutions in growth and development”
en Commission of Growth and Development Working Paper No. 10 (Washington: World
Bank, 2008).

Gerald M. Meier, Biography of a subject. An evolution of development economics. (Oxford:


Oxford University Press, 2005): 81-94, 118-128.

Hernando de Soto, “The missing ingredient. What poor countries will need to make their
markets work”, Housing Finance International (June 1994): 3-5.

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