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MÓDULO 2: LA NEUROCIENCIA EN EL CONTEXTO

EDUCATIVO

2.1. EL CEREBRO DEL NIÑO: PERÍODOS SENSIBLES


2.2. EL CEREBRO DEL ADOLESCENTE: CÓMO CAPTAR LA
ATENCIÓN DE LOS ADOLESCENTES

2.3. PRINCIPALES FACTORES QUE INFLUYEN EN EL


APRENDIZAJE: AMBIENTALES, EMOCIONALES Y
MOTIVACIONALES

2.4. APLICACIÓN PRÁCTICA DE LA NEUROCIENCIA EN EL


CONTEXTO EDUCATIVO: ACTIVIDADES, PROYECTOS Y
RECURSOS EDUCATIVOS
2.5. BIBLIOGRAFÍA Y RECURSOS AUDIOVISUALES
2.6. PRUEBA DE AUTOEVALUACIÓN

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Profesores: Anna Carballo / Manuel Cebrián
2.1. EL CEREBRO DEL NIÑO: PERÍODOS SENSIBLES DE
DESARROLLO

2.1.1 Inmadurez cerebral

La especie humana es la especie animal que nace más inmadura, algunos


autores incluso defienden que los recién nacidos siguen siendo fetos durante
unos meses tras el parto y que nacemos de forma claramente prematura
debido a nuestro desarrollo filogenético, puesto que cuando los homínidos
se hicieron bípedos, aumentó nuestro volumen craneal a la vez que la pelvis
femenina se hizo más estrecha para poder caminar largas distancias
(Rosenberg & Trevathan, 2002) (Figura 1).

Figura 1. Evolución filogenética de la pelvis femenina (Fuente: Deretsky, 2008)

Este nacimiento tan inmaduro se traduce en una infancia muy prolonganda


de manera que las crías humanas dependen de los adultos de su especie
durante muchos años (cada vez más) para poder sobrevivir.

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Este diseño evolutivo, que fácilmente podría parecer un gran inconveniente
para la supervivencia de la especie es, en cambio, una gran ventaja evolutiva
puesto que esta inmadurez confiere al cerebro humano un mayor grado de
plasticidad y una capacidad de aprendizaje que no es comparable a la de
ninguna otra especie animal (Gould, 2010).

Durante los tres primeros años de vida, el mundo exterior, que es el


elemento esencial para la estructuración del cerebro, va penetrando a través
de la visión, la audición, el olfato, el tacto y el gusto. Esta etapa es decisiva
para el establecimiento de las redes neuronales con sus ramificaciones y
conexiones intracerebrales. Por ello, la inteligencia del niño, tiene una base
genética que no es rígida e inmutable, sino que se modifica por el número y
calidad de las percepciones sensoriales (Rodríguez, 2010).

Por ello la influencia del ambiente, y sobre todo de la educación, es un


factor clave para el desarrollo de los niños y de sus cerebros. Y por eso
también la conducta humana es mucho más plástica y adaptable a las
condiciones de vida cambiante (dietas, condiciones ambientales, cultura,
etc.), de manera que el ser humano es la única especie animal que puebla
cada rincón del planeta.

El aprendizaje infantil requiere la plasticidad de las vías nerviosas. La


plasticidad neural es muy importante para el desarrollo motor, para la
adquisición de ajustes finos y para muchos de los movimientos que son
necesarios en la edad adulta.

Cuando hablamos de la inmadurez del ser humano nos estamos refiriendo,


principalmente, a la inmadurez del cerebro. Durante los primeros meses de
gestación se crean casi todas las neuronas que tendremos a lo largo de
nuestras vidas, más de 100 millones de neuronas, pero en el momento del
nacimiento son inmaduras, no son funcionales, necesitan ramificarse y
conectarse con otras neuronas así como mielinizarse para su óptimo
funcionamiento.

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2.1.2
.2 Períodos sensibles de desarrollo

Las etapas en el neurodesarrollo o la maduración del SNC, sobretodo


relacionadas con la poda neural, sugieren la existencia de lo que se ha
denominado periodos críticos o sensibles de desarrollo.
desarrollo. Estos periodos se
consideran ventanas temporales en las que el cerebro está más receptivo o
más preparado para recibir determinado tipo de estimulación, permitiendo
así la óptima adquisición de ciertas habilidades.

Se pueden considerar tanto periodos de oportunidad como de vulnerabilidad


puesto que la estimulación en determinados periodos críticos o sensibles del
desarrollo sería fundamental para la correcta adquisición de habilidades,
tanto cognitivas como conductuales, antes de que se dé el proceso de poda
en esa región, y si esta estimulación no se diera o no fuera la más adecuada,
el correcto desarrollo de habilidades podría resultar alterado o disminuido
(Figura 2).

Figura 2: Períodos de sinaptogénesis y poda neural a lo largo del neurodesarrollo


(Fuente: Thompson & Nelson, 2001)

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Como podemos apreciar en la figura anterior, el proceso madurativo no es
lineal, sino que sigue un patrón de complejidad creciente en el que
primeramente maduran las áreas cerebrales más primarias como son las
regiones sensoriales y motrices que permiten conocer el entorno físico y
social e interaccionar con él. Seguidamente maduran las áreas de asociación
que permiten integrar las diferentes modalidades sensoriales y que
posibilitan la aparición de la función simbólica y el lenguaje. Y finalmente se
desarrollan las partes más modernas y sofisticadas de la corteza cerebral,
como la corteza prefrontal, sede de las funciones cognitivas más complejas
tales como el razonamiento, el control inhibitorio o la toma de decisiones.

Estas etapas madurativas diferenciadas correlacionarían en cierto modo con


las etapas del desarrollo cognitivo descritas por Piaget hace ya algunas
décadas: el estadio sensoriomotor inicialmente en el que los niños piensan
el mundo a través de percepciones y acciones, el estadio preoperatorio en el
que la aparición de la función simbólica representa un salto cualitativo
importante en sus estrategias de conocimiento, y los estadios operador
concreto y formal cuando los niños y adolescentes ya pueden razonar de
forma lógica. Estos hitos del desarrollo deberían permitirnos adaptar
nuestra práctica de aula a las posibilidades y limitaciones características de
cada etapa.

Aunque en un inicio se habló más de períodos críticos que de períodos


sensibles, a día de hoy, sólo se ha descrito un único período crítico, que sería
el del desarrollo del lenguaje. En este sentido, se ha observado que si el
cerebro humano no recibe estimulación de lenguaje oral alguna antes de los
7 años, es decir, si al niño no se le habla antes de los 6 o 7 años de vida, que
es cuando finaliza el segundo periodo de poda neural en las regiones
asociativas, no será capaz, más adelante, de desarrollar esta habilidad, dado
que este periodo crítico ya habrá pasado y la ventana de oportunidad se
habrá cerrado.

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Esto se ha evidenciado en los casos de niños y niñas salvajes que han
pasado la infancia alejados de la civilización y de la interacción social con
otros humanos, y que, una vez encontrados y devueltos a un contexto social
y cultural humano, no han sido capaces de desarrollar el lenguaje.

Este mismo período se ha apuntado como el período sensible para el


aprendizaje de segundas y terceras lenguas, de manera que no siendo un
período crítico, podemos aprender un idioma a cualquier edad, pero nunca
con tanta facilidad ni con un nivel tan óptimo como si el aprendizaje lo
realizamos antes de los 7 u 8 años de edad, sobre todo respecto a la
pronunciación y al desarrollo fonológico de la lengua.

Otro periodo sensible que se ha descrito es el del desarrollo del vínculo


afectivo de apego dado que en el primer año y medio de vida es el momento
en el que cerebro del bebé está programado para recibir unos cuidados
responsivos, sensibles y afectuosos por parte de su cuidador principal
garantizando así su supervivencia, aunque sabemos que este vínculo puede
establecerse más tarde, como ocurre en los casos de niños que son
adoptados pasados los 18 meses de edad, podría ser un factor de riesgo
para su neurodesarrollo.

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