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ADORACIÓN DEL SANTÍSIMO SACRAMENTO

“JUNTO A JESÚS EN SU HORA”

Primer Momento: SER FIELES ES AMAR


Luego de celebrar la Cena de Pascua, Jesús se dirigió con sus discípulos al Huerto
de los Olivos. Allí oró al Padre, preparando su corazón para la Cruz. En el evangelio
de Juan encontramos un extenso discurso de despedida, que es la oración de Jesús
por los suyos, por nosotros. En esa Hora, Él nos recuerda, Él pide por nosotros, Él
inicia su pasión con los nombres y rostros de cada uno de nosotros en su corazón.
Junto a san Juan, meditaremos en algunos pasajes de esta oración. Acompañemos
esta Adoración, con nuestro silencio, nuestra oración y nuestro canto.

S: Si me aman, cumplirán mis mandamientos; y yo pediré al Padre que les


envíe otro Defensor que esté siempre con ustedes: el Espíritu de la vedad, que
el mundo no puede recibir, porque no lo ve ni lo conoce. Ustedes lo conocen,
porque él permanece con ustedes y estará con ustedes. No los dejo
huérfanos, volveré a visitarlos.
L1: Jesús, tú nos pides fidelidad. ¡Queremos ser fieles a tu amor! Tú eres fiel a los
tuyos, a nosotros, a los que amas. No nos dejas solos, tu iglesia no camina sola.
Haznos fieles a tus palabras. Haznos sensibles a tu presencia junto a nosotros,
queremos serte fieles en los pobres, los marginados, los necesitados, en nuestros
hermanos y hermanas.
S: Dentro de poco el mundo ya no me verá; ustedes, en cambio, me verán, porque
yo vivo y ustedes vivirán. Aquel día comprenderán que yo estoy en el Padre y
ustedes en mí y yo en ustedes. Quien recibe y cumple mis mandamientos, ése sí
que me ama. Y el que me ama será amado por mi Padre, y yo lo amaré y me
manifestaré a él. Si alguien me ama cumplirá mi palabra, mi Padre lo amará,
vendremos a él y habitaremos en él. Quien no me ama no cumple mis palabras, y
la palabra que ustedes oyeron no es mía, sino del Padre que me envió.
L2: Jesús, tu mandamiento es amar. Queremos ser amantes de la humanidad.
Queremos amarte, amando a los demás. Queremos que nuestra vida sea un
siempre amar, amar y más amar. Tu palabra, la palabra del Padre, es el amor. Tú
eres el amor del Padre hecho hombre. Haznos permanecer en tu amor, y serte fieles
hasta el final. Queremos ofrecerte todos esos momentos en que te hemos
expresado nuestro amor, aquellas acciones que nos han sido más difíciles, y las
que han brotado naturales del corazón.

Segundo Momento: UNIDOS A CRISTO Y ENTRE NOSOTROS


El Señor nos pide fidelidad como muestra de amor. Este amor expresa se hace
fidelidad no solo a Jesús, sino también en fidelidad hacia los hermanos. Este amor
nos une a Cristo y nos une entre nosotros. Unidos a Él somos comunidad, cuyo
vínculo se fundamenta en la persona de Jesús. Somos iglesia, somos comunidad,
somos pueblo.
S: Permanezcan en mí como yo permanezco en ustedes. Así como el
sarmiento no puede dar fruto por sí solo, si no permanece en la vid, tampoco
ustedes, si no permanecen en mí. Yo soy la vid, ustedes los sarmientos: quien
permanece en mí y yo en él dará mucho fruto; porque separados de mí no
pueden hacer nada. Como el Padre me amó así yo los he amado: permanezcan
en mi amor. Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor; lo
mismo que yo he cumplido los mandamientos de mi Padre y permanezco en
su amor. Les he dicho esto para que participen de mi alegría y sean
plenamente felices.
L1: Jesús, queremos dar fruto, no queremos una vida estéril. Pero sabemos que no
podemos hacerlo solos. Te necesitamos y necesitamos de los demás. Separados
de ti nos convertimos en una comunidad seca, desunida, fría y egocéntrica. Unidos
a ti, somos una comunidad de hermanos, fecunda, unida, acogedora y
misericordiosa. No queremos caminar solos, queremos caminar unidos a ti y a los
demás.
S: Este es mi mandamiento: que se amen unos a otros como yo los he amado.
Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por los amigos. Ustedes
son mis amigos, si hacen lo que yo les mando. Ya no los llamo sirvientes,
porque el sirviente no sabe lo que hace su señor. A ustedes los he llamado
amigos porque les he dado a conocer todo lo que escuché a mi Padre. No me
eligieron ustedes a mí; yo los elegí a ustedes y los destiné para que vayan y
den fruto, un fruto que permanezca; así, lo que pidan al Padre en mi nombre
él se los concederá. Esto es lo que les mando: ámense unos a otros.
L2: Jesús, somos tus amigos. ¡Somos tus amigos! Crees en nosotros, y nos confías
tu misión. No somos sirvientes, somos amigos. Somos amigos tuyos y entre
nosotros. Somos familias tuya y familia entre nosotros. Nos eliges para la vida y la
esperanza, para la comunión y la misión. Queremos sentirnos comunidad que brilla
con tu luz, que consuela y sana, que acompaña y sostiene. Nuestra unión se hace
signo visible, queremos tomarnos de las manos por unos instantes, sentir que
caminamos juntos, que en la mano de mi hermano está la tuya, Jesús.

Tercer Momento: LA TRISTEZA SE CONVERTIRÁ EN ALEGRÍA


El fruto de la fidelidad, el amor y la unión es la alegría. No una alegría pasajera,
como la del mundo. Una alegría verdadera, que transforma la vida. No una alegría
que niega el dolor y la tristeza. Una alegría que convierte nuestra actitud hacia los
momentos difíciles de la vida. Alegría que se multiplica en comunidad.
S: Les aseguro que ustedes llorarán y se lamentarán mientras el mundo se
divierte; estarán tristes, pero esa tristeza se convertirá en gozo. Cuando una
mujer va a dar a luz, está triste porque le llega su hora. Pero, cuando ha dado
a luz a la criatura no se acuerda de la angustia, por la alegría que siente de
haber traído un hombre al mundo.
L1: Jesús, en la vida hay tantos problemas. Vivimos en un mundo que nos parece
injusto, donde se experimenta el hambre, la cesantía, el abandono, la crueldad, la
enfermedad, la violencia. En nuestras mismas comunidades nos enfrentamos a la
división y a la envidia. Pero no queremos caer en la desesperanza, no queremos
anunciar pesimismos oscuros, queremos gritar al mundo la alegría que viene de ti.
Queremos gritar al mundo que Tú tienes la última palabra: la tristeza se convertirá
en gozo.
S: Así ahora ustedes están tristes; pero los volveré a visitar y se llenarán de
alegría, y nadie les quitará su alegría. Aquel día no me preguntarán nada. Les
he dicho esto para que gracias a mi tengan paz. En el mundo tendrán que
sufrir; pero tengan valor: yo he vencido al mundo.
L2: Jesús, tú vences los males del mundo. Tú vences los dolores y aflicciones de la
humanidad. Pero no con magia ni promesas vacías, tú no nos ofreces la salida fácil.
Tu triunfo es real, es concreto y es perdurable. Tú vences con la esperanza, la
justicia, la misericordia. Tú nos desafías a construir un mundo nuevo. Un mundo
donde reine la paz y la alegría, porque tú serás su fundamento. Queremos tomar el
desafío de la paz en nuestras comunidades, en nuestras familias, en nuestros
trabajos. Queremos construir esa paz que es signo de tu victoria. Toma nuestras
manos, con ellas queremos trabajar, abrazar, sanar y ayudar. Por unos momentos,
elevamos nuestras manos a ti, tómalas, Jesús.

Cuarto Momento: EN SU HORA, ESTAMOS CON ÉL


Acompañar a Jesús en esta hora es un signo de amor. Estamos con Él porque su
amor ha transformado nuestra vida, y sabemos que puede transformar a otros. La
oración que meditaremos en este momento es conocida como “la oración sacerdotal
de Jesús”, pues en ella intercede ante el Padre por nosotros. Su oración se extiende
por quienes seguirán su enseñanza, en todo tiempo y lugar.
S: Padre, ha llegado la hora: da gloria a tu Hijo para que tu Hijo te dé gloria; ya
que le has dado autoridad sobre todos los hombres para que dé vida eterna a
cuantos le has confiado. En esto consista la vida eterna: en conocerte a Ti, el
único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesús el Mesías. Padre, todo lo mío es
tuyo y lo tuyo es mío: en ellos, los que me confiaste, se revela mi gloria. Ya no
estoy en el mundo, mientras que ellos están en el mundo; yo voy hacia ti,
Padre Santo, cuida en tu nombre a los que me diste, para que sean uno como
nosotros. Ahora voy hacia el Padre; y les digo esto mientras estoy en el mundo
para que mi gozo sea el de ustedes, y su gozo sea perfecto.
L1: Jesús, en tu hora has rogado al Padre por cada uno de nosotros. En tu corazón
está el rostro de cada uno de nosotros, de quienes estuvieron antes y de quienes
vendrán en el futuro. Ruegas al Padre para que ninguno se pierda, para que seamos
fuertes y demos testimonio de tu amor. Ruegas para que no prevalezca la división,
sino para que seamos unidos: así como tú y el Padre. Jesús, tanto es tu amor por
nosotros, que ruegas al Padre, y no dejas de rogarle por tu Iglesia.
S: Conságralos con la verdad: tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al
mundo, yo los envié al mundo. No sólo ruego por ellos, sino también por lo
que han de creer en mi por medio de sus palabras. Que todos sean uno, como
tú, Padre, estás en mí y yo en ti; que también ellos sean uno en nosotros, para
que el mundo crea que tú me enviaste. Les di a conocer tu nombre y se los
daré a conocer, para que el amor con tú me amaste esté en ellos, y yo en ellos.
L2: Jesús, haznos ser uno. Queremos dar testimonio de la verdad, de tu amor y de
tu paz. Queremos ser una casa de misericordia para todos y todas. Que nuestra
vida sea luz para la sociedad, porque serás tú quien brille en medio nuestro.
Envíanos al mundo. Desafíanos a llegar donde nadie quiere ir. Pon en nuestros
corazones tu verdad. Estamos aquí, contigo, queremos acompañarte en esta Hora,
y que tu misión sea nuestra misión. Queremos estar dispuestos a dar la vida, a
entregar nuestro tiempo, nuestro amor y nuestras manos. Como tú rogaste el Padre
por nosotros, así nosotros nos queremos poner en las manos del Padre. Queremos
decir juntos, nuestra oración de abandono:
Padre, me pongo en tus manos, haz de mí lo que quieras, sea lo que sea, te
doy las gracias. Estoy dispuesto a todo, lo acepto todo, con tal que tu voluntad
se cumpla en mí, y en todas tus criaturas. No deseo nada más, Padre. Te confío
mi alma, te la doy con todo el amor de que soy capaz, porque te amo. Y
necesito darme, ponerme en tus manos sin medida, con una infinita confianza,
porque Tú eres mi Padre. Amén.

Quinto Momento: PADRE, HA LLEGADO LA HORA


Ha llegado la Hora de Jesús, la oscuridad parece haber vencido. Jesús ha sido
arrestado para ser entregado a quienes lo persiguen. La copa del dolor y la entrega
será bebida por el Señor. Al terminar nuestra adoración, queremos retirarnos en
silencio y oscuridad. Que no son signos de tristeza y desesperanza, sino de espera
y contemplación: sabemos que esta es la hora de mayor amor en la historia de la
humanidad. Pongámonos de pie, y al terminar la lectura, retirémonos a nuestros
hogares en silencio, para continuar nuestra meditación en la Pasión de Nuestro
Señor.
S: Dicho esto, salió Jesús con los discípulos al otro lado del torrente Cedrón,
donde había un huerto; allá entró él con sus discípulos. Entonces, Judas tomó
un destacamento y algunos empleados de los sumos sacerdotes y los
fariseos, y se dirigió allá con antorchas, linternas y armas. Jesús, sabiendo
todo lo que le iba a pasar, se adelantó y les dijo: ¿A quién buscan? Le
respondieron: A Jesús, el Nazareno. Les dijo: Yo soy. También Judas, el
traidor, estaba con ellos. Cuando les dijo: Yo soy” retrocedieron y cayeron al
suelo. Les preguntó de nuevo: ¿A quién buscan? Le respondieron: A Jesús,
el Nazareno. Contestó Jesús: Ya les dije que yo soy, pero, si me buscan a mí,
dejen ir a éstos. Así se cumplió lo que había dicho: No he perdido ninguno de
los que me has confiado. Simón Pedro, que iba armado de espada, la
desenvainó, dio un tajo al sirviente del sumo sacerdote y le cortó la oreja
derecha, el sirviente se llamaba Malco. Jesús dijo a Pedro: Envaina la espada,
¿acaso no beberé la copa que me ha ofrecido mi Padre? El destacamento, el
comandante y los agentes de los judíos arrestaron a Jesús, lo ataron y se lo
llevaron al sumo sacerdote.

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