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Violaciones de las máximas de Grice en Lo verdadero es un

momento de lo falso, de Lucía Etxebarria


10 Mai 2011fpg88Deixa un comentariGo to comments
Cuando se produce el acto comunicativo, suele haber una diferencia notable entre lo que se
dice y lo que se comunica. Grice habla de la existencia de unas normas, que conocen tanto el
hablante como el oyente y que guían la conversación, llamadas implicaturas. Este tipo de
inferencias están ligadas a las máximas conversacionales de cantidad, calidad, pertinencia y
manera, y obedecen a un Principio Cooperativo que los seres humanos tenemos en cuenta
en el intercambio de información. Es importante tener en cuenta que las máximas transmiten
implicaturas tanto cuando se respetan como cuando se transgreden.
A partir de esta teoría, hemos analizado algunos casos en los que se incumplen las máximas
para ver por qué se ocasionan y los efectos que producen en los diálogos entre los
personajes de la novela Lo verdadero es un momento de lo falso, de Lucía Etxebarria.
Ejemplo I (pág. 41)
A: Yo voy a un concierto.

B: Y los demás, ¿no viajan contigo?

A: Han salido en furgoneta esta mañana…

En este ejemplo, se viola la máxima de pertinencia porque no hace las contribuciones


pertinentes, es decir, en lugar de dar una respuesta directa a la pregunta “¿No viajan
contigo?” (cuya respuesta sería “no”), A prefiere dar una información aparentemente
irrelevante para la respuesta (“han salido en furgoneta esta mañana”), pero mediante la cual
B entenderá que, efectivamente, no viajan con él.

Ejemplo II (pág. 42)


A: Huy, mira, están embarcando. Oye, ¿qué número de asiento tienes? […]

B: 4 A. Ventanilla.

A: 25 C. Pasillo… […] Vaya, qué pena.

En este caso, en primer lugar, la máxima que se viola es la de manera, puesto que A, que
pretende sentarse al lado de B, en lugar de formular una pregunta clara y directa, muestra
interés por el número de asiento de B. En segundo lugar, A, sin que B se lo haya
preguntado, le da la información del número de su asiento, violando así la máxima de
cantidad, puesto que hace su contribución más informativa de lo requerido, aporta datos que
no le han sido solicitados. Y, en tercer lugar, A viola la máxima de la pertinencia añadiendo
«Vaya, qué pena», una aportación irrelevante para la conversación, pero gracias a la cual B
llega a comprender el propósito inicial de A.

Ejemplo III (pág. 47)


A: Oye, esta noche te quedas en Barcelona, ¿no?

B: Pues no había pensado… Casi seguro me vuelvo en el último puente aéreo.

A: Tía, por favor, quédate y ven a vernos tocar.

En este caso, B, para no violar la máxima de calidad porque no sabe dar una respuesta
concreta a lo que se le pregunta, viola otras máximas: la de manera, porque no proporciona
una respuesta clara y concisa, y la de cantidad, porque ofrece más información de la que se
le ha solicitado. Por otro lado, la intervención de A no es una pregunta por definición, sino
una afirmación resultado de una suposición suya (da por hecho que B se va a quedar en
Barcelona); B desea que A no se vaya, lo cual quedará reforzado en la súplica final.

Ejemplo IV (pág. 70)


A: Si me quedo esta noche, ¿me harás un favor?

B: Pide por esa boquita.

A la pregunta total de A, B no contesta de manera adecuada (es decir, con “sí/no”) y viola la
máxima de manera porque no es claro con su respuesta. En realidad, con “Pide por esa
boquita” está dando a entender que la contestación a la petición de A es afirmativa, pero no
lo dice en ningún momento.

Ejemplo V (pág. 93)


A: ¿Nos vamos a comer a la playa?

B: Podemos comer si quieres, pero yo tengo que llegar a casa pronto. Mañana tengo
muchísimo trabajo…

A: Entonces mejor no vayamos a la playa.

B viola la máxima de manera, ya que, para dar una respuesta negativa a la pregunta de A,
hace un rodeo para evitar contestarle directamente. Además, al aportar todos los datos que
le sirven de excusa, B viola la máxima de cantidad, puesto que da más información de la
requerida. Con estas violaciones, sin embargo, A entiende claramente que la respuesta de B
es «no».

Ejemplo VI (pág. 107)


A: ¿Quieres…?, ¿quieres que… te devuelva el favor?

B: No ha sido ningún favor.

A formula una pregunta total a B, que tendría que haber respondido con “sí” o “no”. Al no
hacerlo ha violado la máxima de cantidad, porque da una información extra, y la de
pertinencia, porque el comentario no era relevante. Además, B no contesta ni siquiera
indirectamente a la pregunta, sino al término “favor” utilizado por A, recurriendo a una
implicatura para darle a entender que la acción llevada a cabo no la considera como tal.

Ejemplo VII (pág. 137)


A: ¿Romano no va?

B: Bueno, se ha sacado una novia nueva, una chica guapísima. Modelo, creo. Y no salimos
mucho con él últimamente, está siempre con ella.

B viola la máxima de cantidad porque da más información de la requerida, dando vueltas


para exponer las razones de una respuesta que no facilita, pero que se entiende por esas
mismas explicaciones. Además, infringe la máxima de manera porque se explaya en su
parlamento sin ser claro del todo y nada ordenado.

Ejemplo VIII (pág. 140)


A: ¿Nos vamos a la sala Sol? Tú has dicho que todavía está abierta.

B: Pero son las tres y tú tienes que trabajar mañana.

Vemos un caso muy parecido al del ejemplo V, en el que, para no ser descortés rechazando
una invitación, B viola la máxima de manera no siendo ni breve ni claro, la de cantidad
porque dice más cosas de las que se le han preguntado, y la de pertinencia porque contesta
con evasivas no convenientes, ya que no le incumben a él.

Ejemplo IX (pág. 140-141)


A: ¿Dónde he aparcado mi coche?

B: Pero tú no estás en condiciones de conducir, no sé siquiera si de encontrarlo…


En este ejemplo, A formula una pregunta que podríamos intuir retórica: no sabe dónde ha
aparcado su coche e intenta recordarlo. Pero, de todas maneras, B no contesta a esa
pregunta, sino que hace una reflexión a partir de ella, quebrantando así las cuatro máximas,
ya que da más información que la que se le solicita (cantidad), acusando a A de algo de lo
que no tiene pruebas suficientes (calidad), haciendo una contribución irrelevante para el
propósito de la comunicación (pertinencia) y siendo ambiguo en su respuesta (manera). Con
todo ello intenta expresarle a A que da igual dónde esté el coche porque no debería
conducirlo.

Ejemplo X (pág. 142)


A: No estarás intentando ligarte a la mujer de mi padre, ¿no?

B: Mario, coño, no seas malpensado…

A la pregunta de A, B contesta con una evasiva. Viola la máxima de cantidad porque da una
información que no se le ha demandado, y la de manera porque no es claro en su
explicación, con la respuesta cae, quizá de forma intencionada, en la ambigüedad: no dice ni
que sí ni que no, solo que no piense mal de él.

Ejemplo XI (pág. 243)


A: Por cierto, me llamo Sabina. Sabina Ragès.

B: Mara.

B interviene en la conversación para proporcionar una información que no se le ha solicitado,


con lo cual incumple la máxima de cantidad. En este caso, su contribución en el diálogo es
pertinente atendiendo a las fórmulas de cortesía: A le ha dicho su nombre y B colabora
dando a conocer el suyo.

Ejemplo XII (pág. 250)


A: ¿Dé donde has sacado esto?

B: Me lo regaló una amiga.

A: ¿Qué amiga? ¿La baronesa Thyssen?

B: ¿Tan caro es?

B, a la pregunta de A “¿qué amiga? ¿la baronesa Thyssen?”, contesta con otra pregunta. La
intervención de A es irónica: A piensa que el regalo es muy caro y que solo una persona con
un poder adquisitivo elevado puede costearlo; B reacciona con una pregunta para verificar si
ha entendido correctamente la ironía y el propósito profundo del mensaje que le quería hacer
llegar A. Está violando la máxima de cantidad porque no contesta dando la información que
en principio se le requiere.

Ejemplo XIII (pág. 252)


A: ¿Y confías en la persona que te lo ha regalado?

B: Pues… No la conozco mucho, la verdad.

A formula una pregunta a B y este no contesta de la manera apropiada, sino que hace una
reflexión a partir de la cuestión de A. Está violando la máxima de cantidad, porque aporta
una información extra, y la de manera, ya que no es claro en su respuesta. B lo hace de esta
forma porque no está seguro de la respuesta adecuada (no sabe si fiarse porque no conoce
mucho a la persona que le ha hecho el regalo).

Conclusión
El libro entero es una violación de las máximas. Como punto de partida, podemos decir que
la autora, al escribir un relato de ficción, está quebrantando la máxima de calidad, ya que
nada de lo que aparece contenido en él es verdadero. Los personajes de la obra están
continuamente faltando a todas las máximas: hablan de asuntos irrelevantes, divagan, son
ambiguos, desordenados en sus discursos, se recrean en las explicaciones, hacen alusión a
sospechas e intuiciones, dicen mentiras, cuentan anécdotas innecesarias para el propósito de
la novela, etcétera. La autora plasma las relaciones de un grupo de gente más o menos
normal con una historia verosímil y, por tanto, con todos estos recursos, quiere hacernos
acercarnos a la novela recreando por escrito los diálogos y monólogos de los personajes tal y
como se darían en la vida real.

El uso de las implicaturas estándar y de la explotación de las máximas es de gran utilidad en


las obras literarias cuando estas quieren dar apuntes de realidad, ya que en la vida real
utilizamos estos procedimientos constantemente sin ser conscientes de ello.

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