Sei sulla pagina 1di 192

NOCHE

EN LA OSCURIDAD

Ana Coello

LIBRO II "EN LA OSCURIDAD"


Sinopsis.

Cualquier decisión afecta de una u otra forma el futuro, el entorno, a veces la
vida. Es difícil saber cuál de todas dio el viraje final, ese que sella el destino,
pero estoy segura de que siempre hay un momento crucial que te presenta las
opciones.
La noche está por llegar, una ola de implicaciones me atropella sin piedad y
yo solo sé que él merece una oportunidad.

Cuarto menguante.

—Ya me dirás en dónde te metes todos los recesos —Le pregunté acurrucada
a su lado, recostada en mi cama el martes porla noche, la última semana de
enero.
La temperatura en esa época del año no era tan baja como en donde solía
vivir, ahí no nevaba, aun así, había ciertas horas en el día en que se dejaba sentir
el frío, por lo que su cercanía era ideal y muy bien recibida pormi friolento
cuerpo.
Varios meses ya habían pasado desde que mi vida se vio trastocada porsu
presencia, por verdades que no imaginaba y que con el tiempo, había logrado
acomodar de alguna manera, aunque no del todo. Sin embargo, lo amaba, con
cada poro, con mi piel, mi voz, mi mente, con cada centímetro de mí. No era
lógico pero sí abrazador, abrumador también.
El último semestre me sorprendió teniendo de nuevo casi todas las materias
con Luca, mi novio, exceptuando inglés, y agregando una hora extra al ya de por
sí pesado horario. Salíamos a las tres treinta, así era el último trecho en ese
colegio.
Sin embargo, aunque él no lo admitía, sospechaba que algo tuvo que ver con
ese horario tan favorable para nosotros. Esas cosas no se daban por casualidad,
porque sí. ¿No? Lo cierto es que me daba igual, lo tenía a mi lado, eso me hacía
feliz. En cuanto a Romina, mi mejoramiga, también compartía varias asignaturas
conmigo, así que iba y venía entre ambos, cuestión no siempre sencilla, pero que
iba aprendiendo a sobrellevar.
Esperé su respuesta jugueteando, trazando círculos sobre su pecho cubierto
por aquella camiseta blanca. Siempre que le hacía esa pregunta contestaba con
superficialidades y luego me distraía preguntándome sobre alguna otra cosa que
sabía era de mi absoluto interés. Para cuando volvía a recordar mi duda, ya
estaba de nuevo en el segundo receso, sentada con mis amigos sin saber dónde
se encontraba, como venía ocurriendo desde hacía meses.
—Luna... ya te lo he dicho como sesenta y cinco veces, estoy con Hugo y
Flore, perdiendo el tiempo. —Esa noche no estaba dispuesta a ceder y
tragármela, sabía que había algo más, lo intuía, lo conocía ya muy bien como
para estar segura de que me decía la verdad que podía tolerar.
Me giré hacia él, encarándolo envalentonada.
Error, me miraba de esa forma en la que me atrapa y no puedo ya pensar.
Aun en la oscuridad podía contemplar sus ojos dorados, lo tenía tan cerca que su
aliento acariciaba mi mejilla sin problema, cosa que me dejaba seriamente
atontada.
Se acercó aprovechando mi aturdimiento, pasando su nariz por todo mi
rostro aspirando mi aroma. Enseguida comencé a sentir el ritmo alocado de mi
corazón y mi cabeza invadida por una bruma alucinante y expectante. Mi saliva
se tornó espesa. Empezó a besar delicadamente mi lóbulo, mi cuello, mi
mandíbula, como solía; cuidadosamente, pero con decisión.
—Luca... no... —logré decir sin convicción, sin provocar el mínimo cambio
en él. Apresó uno de mis labios entre los suyos de esa forma sensual y sugerente
que acostumbraba, ya no pude pensar. Me acerqué aún más a su cuerpo
aferrándolo por la cabeza, completamente embriagada.
Sentía ese líquido ir y venir por mi ser a toda velocidad. Era como si
recorriera cada célula, cada órgano y lo inundara de él, de su sabor, de su
cercanía... Inexplicablemente olvidé todas lo que le había preguntado hacía unos
momentos, me besaba lánguido y lento. Cuando todo se volvió más intenso, sus
dedos ya estaban adentro de mi blusa aferrados a mi cintura, mientras yo me
hallaba a horcajadas sobre su cuerpo. Sujetó mis manos y las rodeó con firmeza.
—Con calma, Luna... —su respiración era agitada al igual que la mía. Asentí
perdida en sus ojos. Me dio un beso en la frente y me arrastró hasta que mi rostro
quedó encima de su pecho, otra vez. ¡Dios, esos momentos eran tan difíciles!,
sentía urgencia de él, de su ser—. ¿Ya decidiste si irás al festejo de Bea? —
interrumpió mi marea de emociones con aquello.
Mi hermana cumplía quince años y mi padre le había prometido un viaje
para celebrarlo, podía invitar a cuatro amigas. Me habían incluido en el plan, ya
siempre lo hacían aceptara o no. Sin embargo, yo tenía clases y por otro lado, el
más importante en realidad, no quería separarme de él, no lo toleraría aunque
sabía que por las noches lo vería.
—Es nieve... No es la mejor idea. Además, la escuela... —susurré casi sin
voz. Él jugaba como solía con mis rizos, entretenido.
—Sara, yo iré a donde tenga que ir para verte —eso lo sabía, aun así, sentía
mucha inquietud de sólo pensar en alejarme más de una semana, algo me decía
que no lo soportaría.
—Lo sé... —acepté sin estarconvencida.
—No te presionaré, tengo que admitir que no brinco de alegría con el hecho
de ir a esa escuela y que no estés. De pasar mis tardes esperando a que sea la
hora de verte. Solo piénsalo... es Bea... y recuerda que en unos meses te irás...
No dejes de hacerlas cosas que harías si no estuviera yo —asentí sin responderle.
El viaje era la tercera semana de febrero, justo cuando ella cumplía. Había
decidido ir a Whistler, un lugar montañoso y perfecto para esquiar en Canadá,
muy cerca de Vancouver, ya que extrañaba los paisajes blancos y la nieve. Desde
que lo había planteado mi padre me había dicho que lo pensara, sabía que yo
tenía clases y que me preocupaba la beca que había solicitado para la
Universidad de Vancouver. Sin embargo, tenía que decidir ya. El viaje estaba
pagado y sólo faltaba que yo aceptara o rechazara la invitación, lo cierto era que
me ponía en una encrucijada incómoda, que no deseaba enfrentar y que me había
dedicado a eludirlos últimos días.
Me quedé dormida pensando en lo que quería y tenía que hacer, ambas eran
cosas opuestas.
Por la mañana Luca pasó por mí como desde mediados del semestre anterior.
Mi padre ya lo sabía y no objetó al respecto.
En cuanto me tuvo cerca, tomó mi cuello dándome un profundo beso,
arrancado un segundo después, dejándome aturdida.
—¿Qué tal la mañana?
—Igual que siempre... —conseguí decir, aún intentando acompasar mi
respiración. Posó una mano sobre mi pierna fría y me evaluó alegre, sonriendo
de esa manera única qué tenía; suavizando sus gestos duros, sus fuertes
facciones. Lucía relajado, noté al lograr recuperar mis emociones. Era un desafío
cada día, pero me encantaba.
—¿Lograste decidir algo? —sabía muy bien que tenía hasta esa tarde para
avisarle a papá. Negué mirando porla ventana. Ya no deseaba que me preguntara
sobre el tema,
me hacía sentir caprichosa, mimada, absorbente, posesiva y miles de cosas
más—. Luna... —adoraba esa forma que tenía de llamarme, para esas alturas ya
lo sentía más mi nombre que el propio. Volteé con desgano—. Por los dioses, no
puedo creer que te diga esto pero... ve... —cerré los ojos recargando mi cabeza
en el respaldo.
—Luca... —abrí mis párpados afligida– . Yo no quiero estar lejos de ti —
acepté avergonzada y nerviosa. Y es que era patético, pero cierto.
—Lo sé, siento lo mismo y si te digo que vayas no es porque no te quiera a
mi lado, Luna, al contrario, sé que será eterno cada minutos sin ti, pero... debes
hacerlo... sé que no te lo perdonarás después. Tú y yo siempre estaremos juntos.
—Eso no lo sabes. —apunté recordando de nuevo mi pregunta de la noche
anterior. Giró hacia mí frunciendo el ceño.
—Sara, prometí no presionarte... pero iré todas las noches, encontraremos la
forma. Son sólo unos días —Ahí estaba de nuevo evadiendo lo que necesitaba
conocer, era como si no hubiese dicho nada. Me molesté sin poder evitarlo, ya
me tenía cansada aquello.
—Entonces no me presiones. —Le exigí irritada. Había días en que sentía
que todo me abrumaba y no sabía cómo reaccionar. Por mucho que lo amara, por
mucho que lo fuera todo para mí, la realidad me alcanzaba y me hacía sentir
impotente, dividida. Lo escuché resoplar, sabía muy bien que ese día era uno de
esos.
—¿Quieres hacer algo por la tarde? —preguntó unos minutos después. Lo
miré suspicaz.
—Sí —admití. Se volvió hacia mí, sonriendo—. Quiero que dejes de evadir
mis preguntas y me contestes lo que te pido sin mentir o buscar la forma de
desviar mi atención con besos o caricias —pestañeó aturdido arrugando la frente
ante mi exigencia.
—¿No te gustan mis besos? —inquirió bromeando.
—Sabes muy bien que no es eso, Luca. Amo tus besos, amo como me tocas,
amo todo de ti, pero... me confunde y no me deja pensar con claridad. No me
gusta que uses esa debilidad que tengo para desviar mi atención... No me agrada
—elevó las cejas asintiendo al escuchar mi confesión, lo había tomado por
sorpresa, comprendí de inmediato, raro en él que solía tener todo bajo control.
—No es esa mi intención, Sara... Me vueles loco... y podría tenerte pegada a
mí las veinticuatro horas del día sin ningún problema... Lamento que lo veas de
esa manera
—me sentí culpable enseguida, pero no cedería.
—Tú también me vuelves loca, lo sabes muy bien, Luca... Ni siquiera puedo
dormir si no estás a mi lado. ¿Qué tan posesivo puede llegar a ser eso? Pero... —
bajé la vista hasta mis manos.
—Está bien, Sara... hablaremos —giré asombrada. Él miraba al frente, ya
casi llegábamos al colegio. En cuanto se estacionó desbrochó su cinturón y luego
el mío de esa forma imperceptible. Tomó mi barbilla y me miró con sus ojos
ámbar un tanto oscuros—. J amás he usado lo que sientes por mí para
confundirte, es sólo que me fascinas y me cuesta mucho trabajo tenerte cerca y
no querer tomar todo de ti, más sabiendo lo inexplicable y milagroso que es.
—Lo sé —susurré sintiendo su aliento cálido muy cerca del mío.
—Pero si tienes dudas, preguntas... las responderé... Aunque las respuestas
no te gustarán mucho y no quiero que eso te preocupe. Ya ha sido bastante
trabajo intentar que te olvides de toda esta locura y que intentes llevar una vida
normal durante estos meses como para que lo eches abajo —admitió con
simpleza.
Así que había sido apropósito, una parte de mi lo intuía, la otra quedó
asombrada.
—Entonces, sí me has ocultado cosas —deduje observándolo. Sus ojos se
oscurecieron.
—No, no es información que tiene que ver contigo o con lo nuestro.
—Pero... pasa algo, ¿verdad? —asintió. Tragué saliva queriendo saber más.
Él se dio cuenta y colocó un dedo sobre mi boca.
—Ahora no, Luna, hoy debes de decidir algo que tienes pendiente... Después
de eso conversaremos —me alejé confusa.
—¿Por qué después? —sacudió la cabeza sonriendo sin alegría.
—Porque todo lo concerniente a ti es prioridad. ¿Cuántas veces te lo tengo
que decir? No quiero que nada interfiera en tu decisión y como me acabas de
decir que no te presione, y considero, tienes razón, dejaré que tú sopeses los pros
y contras de lo que harás.
—Pero, ¿realmente te da igual? —quise saber arrepentida de inmediato de lo
que le acababa de preguntar. Me miró significativamente.
Está bien, al parecer ese día andaba un poco más susceptible de lo común,
pero sentía una pequeña opresión en mi pecho que no me dejaba en paz. Nada
parecía hallarse en su lugar. Estar perdidamente enamorada de esa manera tan
incompresible de un ser de otro planeta, no era sencillo, aunque fingía la mayor
parte del tiempo que sí, ya que a su lado podía olvidarlo sin problemas, pero la
verdad estaba ahí por mucho que deseara hacerla a un lado y en ocasiones me
atormentaba todo lo que la rodeaba.
—Sara... —tomó mi mano acercándosela a su boca, paciente—. Me hiere tu
suposición
—expresó serio. Continúe mirado el exterior– . Sin embargo, sé que por
ahora no eres tú. Mi luna está en menguante —acomodó un rizo detrás de mi
oreja. Solía decirme eso cuando estaba de malas o muy sentimental.
—Lo lamento —susurré intentando despejar mi mente. Me atrajo hasta él
rodeándome con sus brazos.
– No pasa nada, sea como sea sigues siendo mi Luna, y tienes que
comprender que nada de lo que hagas o digas podrá cambiar, nunca, ni un poco,
lo que siento por ti. Eres humana... y estas reacciones también y así te amo... —
besó mi cabeza quedándose ahí un rato.
—Luca... una última duda... —asintió sobre mi cabello, suspirando.
—Si algo sucediera que pudiera interferir en... lo nuestro. ¿Me lo dirías? —
Permaneció en silencio varios segundos. No podía ver su cara, pero sabía muy
bien que sus ojos eran oscuros.
—Si fuera necesario. —aceptó al final con voz críptica. Me separé de él,
arrugando la frente.
—¿Si fuera necesario? —repetí confundida. En efecto, sus ojos eran una
mezcla de miel y carbón.
—Sí, Sara... sólo si fuera necesario —sin más volví a sentirme molesta y un
tanto traicionada. ¿Qué ocurría? Eso dejaba ver que habían pasado
probablemente ya cosas que atañían directamente a nuestra relación y no me las
había dicho porque juzgaba que "no era necesario".
Me bajé del auto y caminé sin esperarlo. Hacía mucho tiempo que no
teníamos una discusión, y aunque sabía muy bien cómo terminaban, en ese
momento sentía que no lo podía tener cerca a pesar de saber que ocupaba, sin
poder evitarlo, todos mis pensamientos.
Era consciente de que venía detrás de mí, sin embargo, no buscó acercarse ni
hablar conmigo. Me conocía demasiado bien como para saber que cuando me
ponía así, era inútil hacer cualquiera de las dos cosas y que conforme pasaran los
minutos me tranquilizaría y podríamos hablar.
Entramos uno detrás del otro a nuestra clase, nos sentamos en los lugares de
siempre, sólo que ahora sin cruzar palabra ni tomados de la mano como
solíamos. Hugo, Lorena y Gael también tenían esa materia.
Su compañero se percató de nuestras actitudes, sin reparos nos miró
sonriente y satisfecho. ¡Tarado! Pude ignorarlo porque Gael y Lorena me
saludaron en ese momento con un ademán. La hora fue larga, odiaba estadísticas,
aunque con él al lado solía sermás entretenida y lógica que en esos momentos.
Mi novio apuntaba y respondía sin dificultad lo que el profesor decía, de vez
en vez observaba mi cuaderno percatándose de que yo no había ni siquiera
contestado la primera ecuación. Me hallaba inmersa en un limbo de
pensamientos discordes, molestos.
En algún momento, sin que me diera cuenta, chasqueó los labios y cambió
los cuadernos. Cuando tuve de nuevo el mío en frente ya estaban todos los
ejercicios resueltos con una letra muy similar a la que yo tenía. Lo miré
sintiéndome un poco más tranquila y bastante exagerada por mi reacción. Él no
se volvió y continuó prestándole toda la atención al maestro como si de verdad
lo necesitara.
Cuando el timbre sonó, ya me sentía lo suficientemente arrepentida y
abatida. Lo que me había dicho en realidad no significaba que me estuviera
mintiendo u ocultando algo, no obstante, el ser tan consciente de lo incierto y
poco normal de nuestra situación me hacía sentir a veces insegura e irritable.
Pero además, esa sensación con la que me había despertado hacía que viera las
cosas aún más confusas y con pocas probabilidades de que terminasen bien.
Esperó a que guardara todo y me acompañó afuera del salón, al cruzar la
puerta, entrelacé mis dedos con los suyos, nerviosa. En cuanto sintió mi gesto se
llevó mi mano a la boca. Sonreí pesarosa.
—Veo que ya regresó, mi Luna —asentí apretando los labios. Rodeó mi
cintura como solía hacer. Pronto estuvimos en la puerta de inglés, él tenía otra
materia.
—¿Te veo en el receso? —quise saber agobiada. Sonrió con ternura tomando
uno de mis rizos entre sus dedos.
—Necesitarías mucho más que eso para librarte de mí, Luna —lo tomé por el
cuello de la camiseta acercándolo hasta mi boca.
Te amo —susurré en mi cabeza, eso parecía siempre asombrarlo, fascinarlo.

—Te amo —contestó de la misma forma. En cuanto entré, Romina ya estaba
esperándome relajada mientras conversaba con Gael que, evidentemente, había
llegado antes que nosotros. Me senté junto a ellos sin poderprestar mucha
atención a lo que decían. Lo que acababa de suceder sólo lograba querer tenerlo
a mi lado y llenar su rostro de besos.
—¿Sucedió algo entre Luca y tú? —quiso saber Gael sentándose en la banca
contigua. Ya no me hacía insinuaciones, pero para todos seguía siendo evidente
que continuaba esperando que algo malo ocurriera entre nosotros.
Negué abriendo mi cuaderno. No estaba para eso.
– Entonces, ¿por qué esa cara? —Romina también esperaba la respuesta.
Puse los ojos en blanco, resignada, algo debía responder.
—Hoy tengo que decidirsi iré al viaje de mi hermana.
—¿Aún no lo sabes? —Me preguntó mi amiga, asombrada. Gael me estudió
con suspicacia, cruzado de brazos.
—¿Es por Luca? —dedujo enarcando una ceja. Resoplé buscando una forma
de que me dejaran en paz.
—No... —susurré intentado invocar al profesor para que apareciera de una
vez. Lamentablemente yo no tenía poderes, aunque lo hubiese deseado en ese
instante. También una bola de cristal, si era posible, pero no... era una simple
mortal, lidiando con algo que no tenía nada normal.
—Es que como parece que no da un paso sin que tú lo des... Pensé que...
—Ya te dije que no —repetí molesta aunque sabía que tenía razón. Se separó
un poco de mí, alzando las palmas en símbolo de rendición.
—¿Entonces? —quiso saber Romina, entornando los ojos– . Es el
cumpleaños de Bea, tienes que ir. Si me hubiera invitado hubiera dicho que sí
desde el primer día —eso lo sabía muy bien.
—Por la escuela... recuerda que tengo la beca de la universidad y mi
promedio no puede bajar —confesé, esa era parte de la verdad, y aunque Luca
me había dicho que no necesitaba de ella, para mí era impensable que fuera de
otra manera. Yo la había conseguido, no la perdería, era una cuestión de orgullo.
Ambos parecieron durar un siglo en procesar la información.
—Y... ¿porqué no hablas con el director? A lo mejorte ayuda a decidiresto,
¿no crees?
—Lo propuesto por Gael me pareció fabuloso, lo miré sonriendo por primera
vez en el día. Esa era la forma perfecta de yo no sentir el peso de mi decisión. Si
el director decía que no, pues listo, no iría y si decía lo contrario... sabía qué
debía hacer, independientemente de mi afición por Luca.
—Eso es buena idea, gracias —declaré alegre y mucho más relajada. Él
sonrió ante mi gesto acercando una mano hasta mi mejilla completamente
perdido en mi boca. Pestañeé azorada. Iván se aproximó a él en ese momento en
el que me quedé paralizada.
—Sólo un idiota provocaría a alguien como Luca. Dudo que verte hacer eso
lo ponga precisamente feliz —declaró meciéndose en la silla justo a su lado.
Gael quitó la mano enseguida, reaccionando, y yo bajé la vista hasta mi
cuaderno sintiéndome molesta e incómoda. El silencio se hizo embarazoso hasta
que el profesor entró unos minutos después.
En cuanto terminó la hora salí del salón sin voltear. Luca ya estaba ahí.
Escondí mi rostro en su pecho, ansiosa porperderme en su aroma fresco que me
hacía flotar.
—¿Todo bien, Luna? —asentí absorbiendo su olor. Permanecí ahí varios
minutos en los que no se movió y acarició mi espalda paciente. Aún me sentía
mal por lo que había ocurrido en la mañana. ¡Dios! Ese día estaba siendo algo
extraño para mí. Cuando me sentí lista, me separé sonriendo más relajada—. ¿Ya
pasó? —Me preguntó tomando un rizo, como solía. Recordé de inmediato la
caricia que Gael me había hecho hacía unos minutos, no tenía ni comparación lo
que lograba Luca, sin siquiera tocarme, en mi interior.
—Lamento portarme así en la mañana. —musité arrepentida. Sonrió
relajado.
—No hiciste nada malo, tú piensas de una forma y yo de otra... Eso es todo.
Tenía razón, éramos sumamente diferentes, desde lo evidente, hasta en
nuestro carácter y preferencias, sin embargo, eso no solía ser un problema, no
siempre o por lo menos no para él, ya que normalmente encontraba la forma de
que yo quedara satisfecha con la decisión aunque no fuera en ocasiones lo que
yo hubiera elegido en un principio. Y procuraba, de forma paciente, hacerme ver
que mi carácter impulsivo no solía dejarme pensar con claridad. Realmente su
autocontrol, en casi todos los sentidos, era asombroso e innegable.
—Lo sé... pero me preocupa lo que pueda ocurrir, no puedo evitarlo, Luca.
Por mucho que parezca que ni siquiera lo tengo en la mente. Por otro lado, me da
terror que algo salga mal... que todo esto termine —tomó mi rostro y me dio un
cálido beso.
—No, Luna, nada va a pasar... Sé qué haces un esfuerzo por no recordar los...
problemas... y es que no son tuyos, son míos... Yo los resolveré —tenía su frente
pegada a la mía.
—Pero estamos juntos en esto —expresé afligida.
—Sara... hay cosas que están pasando, que no tienen nada que ver contigo, ni
con tu bienestar, y he preferido callar porque no encuentro ningún sentido a que
las sepas, no porque no confié en ti, sino porque tú tienes tus problemas
humanos... situaciones en que pensar y ocuparte... No voy a añadir ni un poco
más de carga a eso porque sé que si no existiera, esas serían tus preocupaciones
y así debe de ser, siempre.
—¿Es poreso que en los recesos te desapareces? —quise saber.
—No me desaparezco, jamás te pierdo de vista y como ya te dije, quiero
darte tu espacio, pero sí... Hugo, Flore y yo, aprovechamos ese tiempo para
ponernos al tanto
—asentí un poco más tranquila, aunque con dudas aún, ellos no necesitaban
estar en el mismo espacio para conversar, así que debía ser delicado si
destinaban un momento del día para hacerlo de frente.
—Te amo tanto que duele. —admití. Sonrió abrazándome de nuevo,
negando.
—Yo también, Luna, eso siempre será así, aunque lo del dolor no me agrada
—sabía que lo decía de verdad, lo cierto era que era real. Dolía por lo que
implicaba, por las verdades, por las acciones, por el futuro, por lo que él dejaría,
por tantas decisiones que pese a saberlas, sentirlas, no cambiaban en nada mi
elección.
Permanecí ahí durante varios minutos. Refugiada en su pecho todo era
posible y nada alcanzaba a atormentarme. Él lo sabía por lo mismo no me soltó.
Cuando el receso terminó me quejé caprichosa aferrándome más fuerte a su
camisa.
—Vamos, Luna... —asentí aun escondida en su abrazo. Me dio un beso en la
cabeza aspirando todo mi olor—. Cuando te pones así... Por los dioses que me
dan ganas de secuestrarte y amarrarte a mí para siempre —confesó con voz seria,
ronca. Me separé sonriendo, cándida.
—Creo que eso sólo nos traería más problemas. —acepté entre divertida y
deseosa de que de verdad lo hiciera.
—No si hacemos las cosas bien. —Arrugué la frente sin comprender. Tomó
mi barbilla y rozó mis labios—. Vamos a clases —enredó sus dedos en lo míos,
y comenzó a caminar aprovechándose de mi aturdimiento. ¿Las cosas bien?
Repetí en mi cabeza durante el trayecto.


Realidad

En el segundo receso me acompañó hasta la puerta de la cafetería, dándome
un beso
en la frente a manera de despedida.
—Te veo más tarde – musitó cariñoso. Enredé mi mano en su cuello
besándolo de nuevo.
—No tardes – le advertí más relajada, con picardía. Sonrió divertido.
—J amás.
Minutos después, le pedí a Romina que me acompañara con el director. Gael
me ignoró deliberadamente, desviando la vista para no enfrentarme.
¿Por qué simplemente no lo dejaba pasar? Me pregunté intrigada, un poco
culpable respecto a él, no me agradaba saberque lo lastimaba sin desearlo.
—Pobre Gael, creo que nunca te superará... —manifestó Romina caminando
a mi lado.
—Deberá hacerlo, no tiene opción. —repliqué sin desearhablarsobre ello.
—Ya sé que no te gusta que te lo diga, Sara, pero es que creo que tú y Luca
deben darse... un poco de espacio. No sé, creo que si pudiera se casaría contigo
—Me detuve en medio del transitado pasillo, mirándola como si hubiese
enloquecido, como si le hubiesen salido diez cabezas.
—Estás loca, tengo dieciocho años, una beca para Vancouver. ¿Porqué me
casaría?
—Eso eres tú, ¿pero él? Dudo que piense lo mismo, si quieres saberlo —
fruncí el ceño adelantándome. ¿Sería cierto? —. Sara, no te lo digo para que te
molestes, es en serio, él irá a Vancouver... —viré extrañada por la afirmación que
encerraba sus palabras– . Ves, con tu mirada lo ratificas. Algo sucede entre
ustedes que no me acaba de cuadrar... No es normal ver a chicos de nuestra edad
tener una relación como la que tienen. Él parece sertodo lo que tú necesitas y al
revés, también. ¿No te has fijado que ni siquiera nota a los demás? Te apuesto
que no sabe los nombres de la mayoría de las personas con las que convive
diario... Pero si se trata de ti, parece ser capaz de todo —seguí caminando
fingiendo no ponerle atención, sin embargo, sus palabras eran ciertas y no tenía
una explicación para todo aquello, por otro lado, estaban calando hondo sin
poderevitarlo, dejando algo incómodo instaurado en mi pecho, que ya de porsí
estaba pasando porun momento no tan agradable.
—Creo que Luca no te cae del todo bien y lo entiendo... —solté ya casi
llegando a la coordinación. Me tomó del brazo deteniéndome. Su mirada era
suspicaz y expectante. Hablaba en serio.
— No me digas si no quieres lo que sucede. Yo no puedo quejarme, conmigo
eres la misma de siempre, solo que más segura y sé que eso se lo debemos a él.
No me cae mal, lo aprecio porque sé cómo te quiere... lo veo en cómo te
contempla... cómo te toca... Es como si fueses un milagro en su vida... Sin
embargo, no puedo dejar de preocuparme. Tú no has tenido más relaciones, otras
experiencias y me da miedo que cometas algún error. Eres tímida y fácilmente te
encierras en ti misma, eso a su lado se acentuará... ¿Y qué pasará con el tiempo,
Sara? No harás más amigos porque simplemente nada te importa tanto como él,
tu mundo se reducirá a Luca. ¿Eso quieres? —arrugué la frente desconcertada,
me estaba tomando por sorpresa sus palabras, porque si bien ya me había dicho
que mi relación era bastante dependiente, nunca me había mencionado todas esas
cosas. Mi respiración se ralentizó.
—Romina, ¿a qué viene todo esto? —quise saber.
—A que eres mi mejoramiga, la hermana que nunca he tenido y veo que tú y
él.... ¡Dios! no sé cómo decirlo... se funden cada día más —El uso de aquella
palabra me dejó aturdida. Eso era lo que hacían en su planeta, ¿cómo había
llegado a esa suposición en cuanto a Luca y a mí?
—¿No fundimos? —repetí cautelosa.
—Sí, se funden... como el caramelo cuando está hirviendo, como el
chocolate: coloca dos trozos en una cacerola a fuego lento y se funden, eso es lo
que ustedes están haciendo y tengo que confesarte que me asusta las
repercusiones que tenga... Como tú dijiste, estamos aún muy jóvenes, tenemos la
vida por delante, un hijo por ejemplo, sería terrible —Al escucharlo último solté
el aire. Se refería a ese tipo de "fundición".
—Tranquila, Romina, no soy estúpida y él tampoco, eso no pasará —y nunca
ocurriría en mi vida, no si estaba a su lado—. Ahora, si me permites, iré a ver al
director, esa es la única buena idea que se le ha ocurrido a Gael en los últimos
meses —entré empujando la puerta sin esperarla.
La secretaria, una mujer mayor y de rostro duro, me observó interrogante. Le
comenté mi situación y marcó un número porel conmutador.
—Puedes pasar —giré hacia mi amiga, nerviosa. Ella ya parecía más relajada
y me regaló una sonrisa con ambos pulgares hacia arriba.
Entré con cautela, en él residía mi decisión. El hombre se hallaba detrás de
un escritorio tecleando algo en su computador personal. En cuanto estuve dentro,
me señaló una silla. Me senté esperando. Ya lo conocía, sin embargo, nunca
había tenido que hablarcon él poralgo.
—Señorita, ¿qué se le ofrece? —Me preguntó cerrando la pantalla y
mirándome detrás de sus enormes lentes. Era canoso y no tenía mucho pelo en la
base de la cabeza por lo que la luz del techo se reflejaba en su cuero cabelludo
como si brillase. Tenía unos sesenta años y contaba con facciones suaves y
agradables. Le relaté mi situación, la escuchó atento y con sus manos
entrelazadas. Cuando terminé permaneció varios segundos en silencio.
—Señorita... —elevó los ojos para que yo completara la frase.
—Sara —articulé arrugando los bordes de mi mochila. Sonrió.
—Sara, diez días en esta institución, es mucho tiempo, más aun si tu
promedio es tan importante... Yo no puedo exigir a los maestros que cubran las
faltas... Ni que te permitan reponer lo que no harás esos días. Así que es tu
decisión arriesgarte
—resoplé frustrada, no me estaba ayudando. Sonrió de nuevo al ver mi gesto
—. Si fuera usted, esperaría a ver la nieve hasta estar en la universidad, es el
último semestre... No considero que sea el momento adecuado —anunció
recargándose en su asiento, comprensivo.
—Entonces, lo mejorsería no faltar.
—Indudablemente... Como le dije, yo no puedo intervenir en los criterios de
los maestros aunque por las faltas innegablemente se verá un poco afectada, cosa
que en otra situación no importaría, pero que en su caso particular, supongo que
sí. Escucha, Sara, una beca de esa índole no es fácil de lograr, de hecho, le
extiendo mis felicitaciones por ello, yo no la pondría en juego —asentí mirando
atenta mis botas café. Unos segundos después me levanté un tanto frustrada,
molesta quizá, pero también más tranquila; la decisión estaba tomada, y no por
mí directamente... sino por lo que implicaría, conseguir aquello había sido mi
meta, o que me mantuvo en pie durante tres años, no la perdería, no me lo podía
permitir. Le agradecí sonriendo y salí de ahí.
—¿Qué pasó? —preguntó Romina poniéndose en pie.
—No iré...
—¿Por qué? —quiso saber una vez afuera. Le conté todo lo que el director
me había dicho mientras ella lo escuchaba atenta—. Pero... puedes hablarcon los
profesores, él mismo te lo dijo.
—Lo haré, pero las faltas de todas formas me afectarán, mi promedio es alto,
Romina, para esa beca no debo bajarlo —asintió caminando de regreso a la
cafetería.
—Te entiendo, te vi quemándote las pestañas lo suficiente como para saber
lo que implica para ti ese logro, total, ese viaje se repetirá. Ni hablar —torcí la
boca estando de acuerdo con ella, aunque algo dentro de mí, renegaba del hecho
en sí. Mi mente era un manojo de contradicciones.
Más tarde, en cuanto salí de los vestidores para dirigirme a la clase de
deportes, lo vi, me esperaba como solía. Sonreí complacida, acomodando uno de
mis rizos tras la oreja.
—Estás diferente —reconoció contra mis labios pues en cuanto me tuvo
cerca, bajó el rostro para besarme.
—Sólo feliz de verte —admití buscando esconder todo lo que dentro de mí
iba surgiendo, creciendo, que no me dejaba estar.
Esa clase también la tenía con Hugo, Romina y Gael. Observé a mi novio
con detenimiento. No interactuaba con ninguno, como mi amiga bien decía, ni
siquiera con Hugo.
La siguiente asignatura era de lo más aburrida y monótona. De no ser por los
chistes de Iván y Eduardo que se sentaban cerca de mí al igual que Romina, o
por Luca que estaba a un lado mío observando atento todo lo que contestaba,
más de una vez hubiera tenido que salirgritando de ese lugary sabía muy bien
que no era la única.
Florencia también tenía esa clase, a veces Luca se sentaba a su lado por lo
que yo permanecía con el resto riendo casi toda la hora. Aquellos días me
gustaban, aunque una parte de mí hubiera preferido que él pudiese compartir
esos momentos a mi lado sin problema, sin embargo... no era posible. Ellos no
debían convivir más de la cuenta con los humanos y Luca ahora era más estricto
con eso ya que sentía que porun lado, yo necesitaba esos espacios ajenos a él y
por otro, no podía poner en peligro a sus compañeros ya que ninguno de los
zalandros en mi planeta tenían permitido intimar de mas con nadie y él... ya
había roto y con creces esa regla, así que no tenía pensado volver a cometerun
error, si eso era lo que había entre él y yo.
Luca cumpliría con sus códigos al pie de la letra, siempre y cuando yo fuera
la excepción, y hasta que pudiera comunicarles su decisión.
Ese día, mi novio sí se sentó junto a mí, mientras Eduardo e Iván hacían reír
a mi amiga y a mí por alguna tontería que se les había ocurrido. Luca me sonreía
alegre al verme relajada, pero en cuanto a ellos, no parecía escucharlos, ni
siquiera ser consciente de su presencia a escaso metro de él.
Las palabras de Romina retumbaron en mi cabeza intensamente. Tenía razón,
sólo era consciente de mí y era evidente que nada más le importaba.
Recordé el término que utilizó para calificar lo que ocurría entre nosotros y
no pude evitar trastornarme un poco, aunque sabía muy bien que ella lo había
dicho para describir algo más que, evidentemente, no había pasado y que
probablemente no pasaría... nunca.
Por otro lado, me daba cuenta de que ella, al igual que mi padre, no se fiaban
de él, y no podía reprochárselos, tenían razón, no era humano, era un ser de otro
planeta que ni siquiera tenía ese aspecto que todos conocían, incluida yo.
Ese calambre que genera la angustia, retornó estremeciéndome.
Mi cabeza empezó a hacerse un lío, un lío de verdad. Fui consciente, de
repente, de que había estado intentando todo ese tiempo hacer a un lado las
inevitables cosas que nos separaban, que aunque tenía información de su planeta
y forma de vida, lo elemental, supuse, no sabía más de Zalandra y no había
querido averiguarlo. Que mi vida... si él y yo continuábamos juntos, no iba a ser
color de rosa como me empeñaba en pensar y esa era la razón por la cual él me
daba espacios en los que no tuviera nada que ver, porque parte de la esencia, de
mi ser humano, era socializar y él no quería que yo dejara eso porsu causa, sin
embargo... ¿Cómo sería nuestro futuro?
En poco tiempo, por mi carácter un poco introvertido, me reduciría a él... y
dejaría de conocer personas porque su condición no se lo permitía. Luca habría
decidido ser algo que no era en realidad por quedarse a mi lado, y yo... habría
tenido que renunciar a cosas que jamás me había cuestionado, y que aun en ese
momento, siendo consciente de ellas, porél no me pesaba dejar. ¿Estaría bien
pensar de ese modo?
Pero en algo tenía razón y lo sabía; el humano era cambiante, voluble, y
aunque podía asegurar en ese momento que jamás lo dejaría, la realidad era que
no podía garantizarlo, no por mí, sino porque la vida hace cosas que a veces no
entiendes y la pura idea me aterraba.
Él estaba dispuesto a renunciar a su vida por mí, incluso a su verdadero ser...
¿Qué pasaría si con el tiempo yo no era lo que él creía?, ¿si las cosas no
funcionaban como él suponía? ¿Si... algún día llegaba el arrepentimiento de
haberse dejado pormí?
Ya no escuchaba lo que a mí alrededor ocurría, solo podía mirar fijamente el
pizarrón donde el maestro garabateaba una pirámide de Maslow. Sentí de nuevo
esa opresión en el pecho que me ahogaba.
A pesar de todo, no podía ni quería dejarlo, lo amaba sin lógica, sin y con
toda mi razón. Adoraba sus brazos torno a mi cuerpo, su manera de mirarme, de
sonreír, su paciencia y su inteligencia, su carácter decidido y la forma que tenía
de cuidarme y complacerme. Amaba sus labios y me enloquecía su mera
presencia, me hacía ser mejor de lo que nunca había sido y mi vida desde que él
había aparecido era indudablemente distinta.
Lo amaba tanto... que sabía no podía permitir que sufriera por mi culpa, por
querer permanecer a mi lado. En algún punto todo se desmoronaría y no
soportaría verlo padecer, ya a esas alturas a lo mejor sin opción, por mi presencia
en su vida. Sin embargo, pensar en mi existencia sin él era agonizante y
demasiado doloroso. Cerré mis manos en un puño, sumergida en mis
pensamientos inciertos, hirientes, pero reales. ¿Era normal sentir con esa
intensidad?
El timbre sonó y me sacó del sopor en el que me había enfrascado. Sentí su
mano sobre la mía. Giré hacia su rostro perfecto, afligida, culpable. Comprendí
que había permitido que las cosas llegaran demasiado lejos para ambos, no podía
condenarlo de esa forma... me odiaría, sabía que yo me odiaría, pero lo peor de
todo, sabía que no podía vivir sin él a pesarde serdolorosamente consiente de
todo aquello.
—¿Estás bien? —Sus ojos eran verde militar, estaba preocupado,
probablemente había sido consciente de mi ensimismamiento durante la clase.
Asentí comenzando a meter mis cosas en la mochila. Me puse de pie mirándolo.
Su rostro estaba un tanto desconcertado y parecía querer traspasar mis ojos para
encontrar lo que en mi cabeza había, sin embargo, para esas alturas, sabía muy
bien que no podía. Se levantó y salimos juntos del salón sin esperar al resto.
En el estacionamiento me subí a la camioneta, en silencio, perdiendo mi
atención en los coches que salían de la escuela, chicos de mi edad riendo o
poniendo música a todo volumen, viviendo sin preocuparse, con un futuro por
delante. Arrancó sin que casi me diera cuenta.
No habló en todo el camino, pero era consciente de que me observaba sin
comprender qué era lo que me ocurría. Sabía que mis cambios de estado de
ánimo lo ponían en alerta, ya que al principio solían ser frecuentes, aunque con
el tiempo habían prácticamente desaparecido.
De repente, se detuvo en un lugar que no reconocí, una calle cualquiera, poco
transitada. Apagó el motory observó el exterior aferrado al volante.
—Necesito saber qué ocurre. Hoy me he sentido en una montaña Rusa —
confesó con tono ahogado, después de varios minutos. Torcí la boca sin
atreverme a verlo—. Sara... mírame —su voz era profunda e irresistiblemente
hermosa. No tuve más remedio y giré. Parecía afligido y confuso—. ¿Qué pasa?
—bajé la vista de nuevo hasta mis manos, sudorosas. Esa era toda una pregunta.
Quería llorar, quería gritar, quería que esa maldita realidad no fuera la
nuestra, que Luca fuese simplemente un chico normal, por el que perdía la
cabeza como cualquier adolescente, que nuestros problemas fuesen como los de
cualquier otro humano, que nuestras decisiones no afectaran a tantas vidas.
Tomó mi barbilla buscando que de nuevo lo viera. Al sentir su tacto sobre mi
piel aquel decadente líquido comenzó a viajar por todo mi cuerpo como siempre,
sólo que ahora de nuevo era dolorosamente consciente de él.
—Lo lamento —musité observando sus ojos oscuros. Bajó la mano,
negando.
—Desde la mañana estás extraña... pero creí que ya había pasado...
evidentemente me equivoqué.
—No pasa nada. —mentí. ¿Qué podía decirle? Ni siquiera yo sabía bien lo
que en mi mente ocurría. Cerró los ojos recargándose en el respaldo, agotado.
—Aunque parezca que no me importa nada de lo que a mi alrededor sucede,
sé que cuando una mujer dice eso... es por que suceden cosas realmente
importantes dentro de su cabeza —pasé saliva, nerviosa. La situación comenzaba
a ser irreal y aunque una parte de mí, las más fuerte, moría por brincar a sus
brazos, la otra estaba pasando por una crisis de enormes proporciones, una que
estaba tambaleando duramente mi interior—. Comprendo que no me lo dirás...
—continúe sin verlo.
—Quisiera... pasar un rato en mi casa, debo... hacer unas cosas —mentí, él lo
notó enseguida. Su cuerpo se tensó ante lo que acababa de decir. Las tardes las
solíamos pasar juntos, salvo situaciones especiales o que estaban fuera de mis
manos, pero ese día sentí que necesitaba algo de distancia. Era urgente antes de
lastimarlo o decir una tontería.
—Quieres espacio. Solo debes decirlo —su voz sonó neutra, no me mostraba
nada de lo que en su interior sucedía, era como si se alejase, como si pusiera
distancia.
—Es solo que...
—Es solo que algo ocurre y no sabes si decírmelo o no —me interrumpió sin
mirarme—. He aprendido a interpretarte. Búscame cuando estés lista.
Enseguida prendió el motor y arrancó. Llegamos quince minutos después
que me habían parecido dolorosamente eternos. En cuanto se detuvo, abrí la
puerta sin dudar, necesitando alejarme de su olor, de su calidez. Dios, qué me
estaba ocurriendo.
El agarre de sus dedos torno a mi antebrazo me detuvo evitando que bajara.
Me atreví a mirarlo, su rostro lucía cansado y desencajado, buscaba en mis ojos
la respuesta a ese comportamiento tan atípico en mí.
—Te amo —susurró.
—Te amo —respondí saliendo del auto, agobiada, con un nudo en la
garganta que crecía cada minuto. Me metí a la casa sin girar ni una sola vez. En
cuanto estuve dentro subí a mi recámara sintiéndome culpable y vil. ¿Qué estaba
haciendo?
Una parte de mí quería tomar el teléfono y hablarle para que regresara, pero
la otra sentía que necesitaba cierto espacio para ordenar mis ideas y
pensamientos.
Me tumbé en la cama perdida en el cielo azul de enero. El día anterior todo
estaba bien, de hecho todo estaba bien desde hacía meses, pero las palabras de
Romina, la opresión en el pecho, la discusión por la mañana, la información no
dicha, la verdad aplastante, habían logrado que todo cambiara.
No podía dejarlo, no quería... pero me daba cuenta de que lo nuestro no tenía
futuro, que no tenía manera de terminar bien, que por más que nos resistiéramos
éramos literalmente de diferentes planetas...
Era como querer juntar a un lobo con un conejo. No era posible, las especies
no se mezclan simplemente porque no son iguales, porque por mucho que
anhelaran
¿cómo convivirían? ¿Cuál de los dos tendría que renunciar a su naturaleza
para estar con el otro? Sus iguales jamás lo aceptarían y mucho menos lo
entenderían, tarde o temprano alguno de los dos sufriría, porlo tanto el otro
también.
Ese pensamiento, más que cualquier otro, era el que más dolía porque se
trataba directamente de él. No podía ser la responsable de que todo un mundo se
sumiera en la confusión, pero sobre todo, no podía ser la causa por la que él
dejara de ser lo que en realidad era.
Me puse la almohada en la cara intentando buscar algo de lo que sí estuviera
segura. Fuera del amor que nos teníamos. No lo logré. La angustia me atenazaba,
el miedo, el dolor por su ausencia, la incertidumbre... Todos esos sentimientos se
mezclaban sin podercomprenderlos ni entender cómo es que habían surgido así,
de pronto.
¿Qué debía hacer? ¿Qué?
Después de pasar más de dos horas dando vueltas en mi cuarto y de no poder
probar bocado decidí que tenía que hablar con él. Por mucho que en mi interior
estuviera ocurriendo esa revolución Luca no se merecía que yo me portase así,
necesitábamos buscar una forma, juntos, para poder superar lo que vendría,
alejarme de él no era definitivamente una opción para mí, ni ahora, ni nunca,
pero estas sensaciones eran genuinas y necesitaba compartirlas con él, que las
supiera, que pudiera entender lo que en mí ocurría.
Tomé las llaves de mi auto y salí de prisa de mi casa rumbo a la suya. Aurora
ya ni siquiera preguntó a donde iba.
Al llegar, dejé el coche en la calle empedrada y bajé. Toqué el timbre y sin
más, la puerta se abrió. Dejé de respirar.
Él ya estaba ahí antes si quiera de que entrara. No lucía nada bien, sentí unas
enormes ganas de abrazarlo y consolarlo, de pedirle perdón por mi
comportamiento durante el día, lo cierto era que debíamos hablar, necesitaba que
me escuchara.
Cerré tras de mí y caminé lentamente hasta él. Cuando estuve a unos
centímetros me tomó por la cintura y me besó con aprensión. En cuanto lo hizo
olvidé todo, lo único que importaba era su sabor, sus labios apresando los míos
de esa forma en la que incluso hacía que se me doblaran las piernas. Rodeé su
cuello unos segundos después dejándome llevar. Me besaba ansioso y nostálgico,
podía sentirlo con cada roce, con cada caricia. Estaba angustiado, era evidente.
—No vuelvas a hacerme esto —me rogó pegando mi frente en la suya– . Han
sido las dos horas más largas de toda mi existencia, Sara... —tomé sus rostro con
mis manos y lo separé notando como sus ojos ámbar parecían inundarse por
dentro de un purpura que hasta ese momento jamás había visto, a diferencia del
violeta, este era mucho más potente.
—Luca... necesito hablar contigo —manifesté sintiendo su dolor correr por
mis venas. Volteé a su casa, negando—. Aquí no...
Tomó mi mano, en un segundo nos encontrábamos en una playa cálida. No
había gente y hacía un poco de calor por la hora. La salinidad del ambiente se
introdujo en mi sistema, pero pese a ello, tenía un frío extraño en mi interior.
Colocó una frazada oscura entre dos enormes rocas que evitaban el paso del
fuerte viento. Se sentó, enseguida lo hice yo.
El mar tronaba furioso a varios metros de nosotros, sin embargo, el día
estaba despejado y en paz. Las gaviotas se escuchaban a lo lejos y el aire era
caliente sin sofocar.
—¿Dónde estamos? —Le pregunté sin tener la menor idea.
—En una playa virgen del pacífico de México, aún no tiene nombre —
respondió evaluándome. Asentí observando el horizonte con suma atención—.
Sara... necesito saber qué pasa... Nunca te habías comportado así... —lo miré
sintiéndome más tranquila ahora que de nuevo lo tenía cerca de mí, aunque todos
mis temores seguían ahí y al ver sus increíbles ojos, sólo se acentuaron más.
—Es mi cabeza... Es un lío —confesé cabizbaja. Asintió esperando. Me
mordí el labio observando mis pies—. Sé que no debo comportarme como lo
hice, sé que esas actitudes resultan... infantiles... pero... hay cosas que... me
agobian, me atormentan
—fijé mi vista de nuevo en él, seguía atento a mí—. Luca... no sé cómo
continuar —sus ojos se carbonizaron al mismo tiempo que se abrieron porel
asombro.
—¿A... qué te refieres? —preguntó con voz queda.
—A que... no sé cómo podremos con esto, con lo que implica. Sé que tú, en
algún momento, te arrepentirás.
—No hables por mí —sentenció serio. El nudo en mi garganta comenzó a
crecer sin remedio, veía dolor en sus ojos, el mismo que yo estaba sintiendo. Me
quemaba pero no me detendría, no debía.
—Luca, te amo, te lo juro. Eso no va a cambiar, pero... no sé si es o será
suficiente. Date cuenta de todo lo que ocasionará en nuestras vidas el insistir en
permanecer juntos, del dolor que infligirá, de los cambios que se darán, de lo que
dejarás —no sabía de donde salían esas palabras, pero necesitaba que de verdad
pensáramos las cosas de una forma objetiva y clara, no impregnada del enorme
sentimiento que había entre ambos. Sentía que era la única forma de cambiar lo
que vendría, de ser fuertes ante lo incierto.
—Soy consciente... de todo —avaló.
—¿De todo? Luca, ¿qué clase de vida tendremos? Tú... yo... dejaremos lo
que somos para estarjuntos.
—No, yo dejaré lo que fui porque desde que estoy contigo... no soy el
mismo.
—Escucha, tú no eres esto —y lo señalé con la vista nublada– . Este es el
reflejo de tu energía, no eres tú. Te encerrarás en un cuerpo toda tu existencia por
mí... No puedo permitirlo, no puedo ser tan egoísta, te amo demasiado...
además... estoy yo, mi propia condición, no te relacionas con nadie, me estoy
convirtiendo en algo que no es bueno, nada parece importarte a excepción de mí.
—Es que es así —confesó ansioso.
—Sí, pero qué pasará con los años, ¿me encerraré en ti y tú en mí? Y si algún
día quiero compartir con alguien más —su mirada se carbonizó más aún,
dejándome pasmada, pero continué– . No me refiero a una pareja... J uro que eso
es imposible después de conocerte, pero si por algo... mi terrenalidad me
traiciona y... resulto no ser lo que esperabas o me transformo en algo diferente a
lo que ahora soy, como he visto que ocurre con las personas que me rodean.
¿Qué pasará? Tú, no podrás retomar tu vida como si yo no hubiera existido y el
mal ya estaría hecho. Porotro lado, mi vida será solitaria y dependerá
directamente de ti, no está bien y no quiero que tú cargues con eso además de
con tus decisiones. Tengo miedo de hacerte infeliz, de que no sea lo que tú crees,
de que un día te levantes, me veas dormida a tu lado y me desprecies por haberte
arrastrado a vivir de una forma completamente diferente a la que esperabas, a la
que se supone debías vivir y... además... tú, yo, siempre será así, nunca
pasaremos de... un beso... caricias... por ahora está bien, pero mi necesidad de ti
ha ido aumentando y sé que en unos años no me conformaré con eso... ¿Qué
pasará? Y por otro lado, estás tú, tu mundo... No olvido, y estoy muy consciente
de que Hugo sigue oponiéndose a lo nuestro, Yori y Florencia... sé que piensan
igual. Si tu momento de decidir llega en cuarenta años, ¿cómo se supone que
será? Todo esto que te digo pesará... y no puedes asegurar que no te irás, después
de todo yo ya no seré la misma que soy ahora, los años habrán pasado en miles
de sentidos
—Desapareció, giré asustada, estaba frente a las enormes rocas posando sus
palmas sobre las piedras, noté como empezaba a temblar y sus manos se
tornaban traslucidas como aquella vez que las colocó sobre mí para salvarme.
—No quiero, ni puedo escucharte más... —rugió furioso y desesperado,
girándose. Mi corazón se detuvo y me quedé paralizada en mi lugar.
Tenía la mirada oscura, muy oscura, además lucía amedrentador. Pasé saliva,
tensa.
– No puedo cambiar lo que piensas por mucho que me duela que lo hagas.
Todo lo que dices es verdad... He sido consciente de ello desde el primer
instante, así como siempre he sabido que lo que siento dentro de mí nunca
cambiará. Cuando te he dicho que te amo, es porque comprendo lo que significa
esa palabra, porque siento lo que significa dentro de mí. Cada cosa que has dicho
hasta ahorita sé que está cargada de dudas y de temores... pero también de
inseguridad... no puedo hacer nada para garantizarte que haré todo para que tú
seas feliz, y así yo lo seré también, necesitas creerme y confiar en mí. Pero no
puedo forzarte a nada, jamás lo haría y aunque esto me duele más que nada en
mi vida... comprendo tu postura y... la respetaré... Desde el principio supe que
esto podía pasar, que lo que en realidad era te podía llegar a atormentar sin
piedad y eso es lo último que quiero... Sara, si lo que deseas es terminar lo que
tenemos, no te detendré por muchas ganas que tenga de hacerlo. Siempre fui
consciente de que era mejor estar lejos de ti... y te dije que si algún día tú
decidías alejarte yo me haría a un lado y eso haré —Mi sangre se detuvo, mi
mente... también, de repente nada tuvo sentido salvo su existencia en mi vida y
su calidez al recorrer todo mi cuerpo.
Las lágrimas comenzaron a salirsin poderevitarlo.
¿De qué hablaba? No era eso lo que yo buscaba, sólo quería que
conversáramos claramente, que supiera lo que me agobiaba. ¿Por qué planteaba
algo tan aterradoramente terrible?
—Luca... —negó mirando el horizonte.
—No digas más... realmente ya fue suficiente... Me estás matando, ¿no te das
cuenta? Me estás matando con cada palabra que pronuncias por mucha razón que
tengas
—bajé la vista hasta mis manos sin poderya hablar.
En una tarde mi felicidad había desaparecido, mi mundo se derrumbaba, no
quería eso, no podía por mucho que supiera que todo lo que pensaba podía
ocurrir. Se acercó a mí varios minutos después y me tendió la mano.
– Vamos... creo que ya no tenemos nada más que haceraquí —no se la di y
en cambio lo miré resentida, dolida, ¿cómo podía pensar que eso era lo que
buscaba? ¡¿Cómo?!
—¿Así, esa es tu manera de enfrentar la realidad? ¿Dejarás que todas mis
dudas, que sabes son reales, fundamentadas, ganen?, ¿ese es tu amorpormí? Yo
sólo quería que las supieras, que me escucharas... que lo pensáramos juntos,
estoy sola en esto y tengo derecho a decirte lo que siento —mi voz era rabiosa y
ansiosa.
—Sí, Sara... este es mi amorporti, y aunque jamás llegué a pensar que esto se
pudiera sentir, ahora sé que te amo tanto que no te detendré... que te tengo que
dejar pues todas tus inquietudes son genuinas, válidas y lamentablemente reales.
Es verdad que no tendrás una vida común a mi lado, no como la del resto de tu
especie. No habrá hijos, un hombre que envejecerá a tu lado. No habrá familia,
no habrá hogar, no llegaré cansado del trabajo cada día con la ilusión de jugar
con los productos de lo que sentimos, no habrán canas, amigos con quien
compartir, no sé si pueda llegar a existir mayor intimidad de la que compartimos
simplemente porque no sé si puedo controlar lo que de verdad soy... He sido
profundamente egoísta, pero me abriste los ojos... Así que... como ves, tienes
razón, esto no tiene mucho futuro, fui muy necio y soñador al creer que algún
día lo tendría. —No sabía qué decirle, las cosas se estaba volteando sin
poderevitarlo.
Volvió a tenderme la mano, me levanté negando.
—No te la daré, no quiero irme... Debemos hablar. Hay una solución, debe
haberla, Luca... No era esto lo que quería, no es lo que quiero —chillé con rabia,
molesta.
—No la hay, porque créeme que si existiera ya la habría encontrado. Estos
meses a eso me he dedicado cuando no estás conmigo, Sara. Pensar y pensar...
hablar una y otra vez con mis compañeros, pero no hay forma de que te dé una
vida como tú te la mereces, como debe de ser... Yo sabía que este momento
llegaría, sólo que no creí que tan pronto, ni que lo que siento porti creciera cada
día tan desmesuradamente.
—Yo no quiero terminar... Te amo, no quiero que esto acabe... Dijiste que no
me dejarías si yo no lo hacía y no lo estoy haciendo, no lo haré —cerró los ojos
y suspiró cansado.
—Sara... comprende.
—¿Comprender qué, Luca? Que te amo de una forma que no entiendo y que
por lo mismo tengo mucho miedo, que no quiero lastimarte y que por eso te dije
todo lo que te dije... Que sé que jamás habrá alguien más que tú en mi vida.
—Lo habrá, Luna, sé que lo habrá.
—¡Cállate!, no lo habrá, nunca... Lo sé, lo siento en cada poro de mi cuerpo.
Somos una pareja, se supone que yo pueda decirte lo que creo, lo que siento, lo
que pienso
—sujetó su cabeza girando ansioso hacia el mar—. Si lo que quieres es que
terminemos decídelo tú, no lo haré yo. Estás volteándolo todo —anuncié detrás
de él.
—Sara, no te hagas esto, tienes razón en todo lo que me dijiste... Perdóname
por permitir que las cosas llegaran hasta este punto.
—¿Vas a dejarme? —negó serio.
—Tú lo harás... por eso tu actitud hace unas horas, por eso esta conversación
y aunque continuemos, esas dudas ahí seguirán... y de nuevo te atormentarán y
eso... no lo soporto, tu bienestar es lo más importante para mí, lo único.
—No es verdad, sino, no te estarías comportando así. Sólo quiero que me
digas que todo irá bien... que buscaremos la forma... quiero escucharte decir de
nuevo que harás todo por hacerme feliz y eso sólo ocurrirá contigo a mi lado,
que ambos pondremos de nuestra parte... —sollocé afligida, llorosa.
—Eso hago, Sara, aunque no lo parezca ahora y... por mucho que me duela
reconocerlo... yo no soy tu felicidad.
—Sí lo eres... y no te dejaré... no quiero, esto se terminará hasta que tú lo
elijas, no yo
—sentía odiarlo en ese momento, pero a la vez amarlo más de lo que hasta
ese día lo había amado.
—No romperé mi promesa —confirmó serio. Asentí sintiéndome aun
incrédula—. Dame la mano... debemos regresar —se la di vacilante, pero en
cuanto me tocó volvió a soltarme. Ya estábamos en la cochera de su casa—. Es
tarde, debes irte —me pidió, tenía las manos en las bolsas del pantalón y miraba
a algún punto lejos de ahí. Negué abatida.
—Luca, solo hablemos —le pedí alterada, preocupada por su fría postura.
Negó con firmeza.
—Ya dijimos todo, debes marcharte.
—No, no lo dijimos, así no pueden quedar las cosas. Luca, por favor... —
negó sin verme.
—Necesito espacio, nos vemos mañana —susurró con tono gélido.
Ante aquellas palabras, asentí desconcertada, aturdida, asustada. Había
llevado las cosas demasiado lejos con mis dudas y temores, ahí estaba mi
consecuencia, sólo esperaba que pronto lográramos pasar ese abismo que se
había abierto por mi culpa entre nosotros. Sin embargo, estaba demasiado
indignada y temerosa como para intentar de nuevo explicarle qué era lo que en
realidad buscaba... Si íbamos a vivir juntos yo debía poder confiar en él, debía
poder decirle todo lo que en mi cabeza pasaba, los miedos que en mi mente
habitaban.
Subí a mi auto sintiendo con las lágrimas surcando mi rostro.
¿Por qué la vida nos había puesto en una situación tan retorcida? y ¿por qué
yo me había empeñado ese día en retorcerla más?.


Reversibilidad

Mi padre llegó a la hora de cenar, yo no podía pasarbocado aún, no después
de lo que había ocurrido. Me puse el pijama envuelta en un letargo doloroso,
sintiéndome agotada. Pensando en la conversación que mantuvimos por la tarde,
apareció la incertidumbre de si iría o no, me agobié aún más.
Di varias vueltas, sabía que esa noche la tendría que pasar sola, por lo que
una losa se instaló en mi pecho debido a la antelación de su ausencia. A las diez
ya estaba sentada en el sillón con mi reproductor a todo lo que daba y mi cabeza
escondida entre mis rodillas, meciéndome ansiosa.
De pronto sentí su mano cálida sobre mi pierna. Levanté el rostro asombrada
y aliviada. Me quitó los audífonos mirándome como un padre mira a un niño
después de haber hecho algo que no estuvo bien. Su fría distancia era palpable, y
no supe qué me dolió más, si eso o que no pudiera sercapaz de recibir lo que en
mi mente ocurría.
—¿Qué haces ahí?
—No creí que vendrías —acepté bajando las piernas. Negó con tristeza
dibujada en cada una de sus esculpidas facciones. Sin darme cuenta, ya estaba en
mi cama y él tapándome con las cobijas.
—Duerme... —Se sentó como solía hacer antes de que supiéramos que podía
tocarme y comenzó a acariciar mi cabello. En mi garganta se atragantó un
sollozo.
—Luca... yo —colocó un dedo sobre mis labios evitando así que hablara.
Moría porque me besara, no me atreví a pedírselo. Un abismo hondo, tan
profundo como lo que sentimos, como nuestras diferencias, estaba ahí, entre
ambos, rasgando las emociones que nos generaba ser lo que éramos, sentir lo
que sentíamos. Sus caricias no estaban logrando el efecto calmante que siempre
tenían. Se estaba alejando, lo sentía.
—Cierra los párpados, Sara —pidió. Tenía miedo de hacerlo y que fuera la
última vez que lo viera—. No iré a ningún lado... Ahora duerme, mañana será
otro día —besó mi cabeza y continuó con paciencia, mirándome fijamente,
perdido en mis ojos. Varios minutos después por fin logré conciliar el sueño,
aunque un tanto atropellado e irregular. Mi cuerpo era consciente de su distancia
y mi mente de su aislamiento.
Por la mañana me sentía muy cansada, me vestí sin mucho entusiasmo y en
realidad ansiosa por verlo. Llegó como siempre, puntual. Me subí a su auto
sintiendo como su olorse apoderaba de mis pulmones.
—Hola —susurré esperando el beso que nunca llegó. Mi corazón sufrió la
primera embestida de aquel día.
—Buenos días, Sara —arrancó sin decir más, poniendo especial atención al
camino. Su iris era de un verde muy oscuro, no estaba acostumbrada a verlos
tanto tiempo así. Dejé salir un suspiro, perdiéndome en la calles, en la gente,
recordando cada palabra dicha.
Al llegar a la escuela caminamos rumbo al salón, en cuanto entramos Luca se
sentó al lado de Hugo dejándome de pie junto a los lugares donde solíamos
acomodarnos.
Lo miré desconcertada, él parecía no percatarse de mi actitud, hablaba con su
compañero como si nadie más existiera, ignorando el hecho de lo que acababa de
hacer.
Mi pecho se hundió más, dejando salir algo que ardía y que circulaba por mi
torrente. Dejé salir un suspiro. Saqué mis cosas sin comprender qué ocurría,
desanimada. Gael se acercó a mí en ese momento.
—No está ocupado, ¿verdad? —giré hacia Luca, nerviosa, seguía dándome
la espalda y parecía estarde lo más tranquilo. Casi cruzo el aula para acercarme a
él y zarandearlo. Me contuve, apretando los puños con fuerza.
¡¿Era en serio?! ¿No hablaríamos, no nada? Simplemente pondría distancia,
se comportaría como si no existiera. Pequeños calambres recorrían mi cuerpo,
molestos, impotentes. Y decía que yo era la infantil. Giré hacia mi problema
inminente; Gael
—Preferiría que te sentaras en otro lugar —objeté grosera, sin una gota de
paciencia. No le importó y se acomodó ahí. ¡Lo que me faltaba!
El nudo en la garganta que solía acompañarme regresaba, solo que esta vez
de una forma más dolorosa y abrumadora, me ahogaba. Lo miré furiosa, cosa
que ignoró sin problema. Volteé de nuevo hacia Luca, aunque parecía un poco
más rígido, continuaba con aquella actitud con la que lo conocí. ¡Increíble!
No supe qué tema dieron en clase. Mi cabeza daba vueltas y pormucho que
intentaba entender lo que sucedía sólo pude asumir que yo tenía gran parte de
culpa, o toda en realidad. Él necesitaba tiempo y yo se lo daría. No fue fácil
escuchar lo que el día anterior le había dicho. Aunque, ¿dónde estaba la
confianza que se supone debíamos tenernos? Desde el principio sabíamos que el
camino no sería fácil, y no era mi intención complicarlo aún más, pero si no
podía decirle a él lo que me atormentaba, lo que en mí sucedía... ¿Entonces a
quién?
Cuando sonó el timbre me dirigí a la salida intentando ser objetiva y no
paranoica. Él me alcanzó unos segundos después, anduvimos juntos hasta
tecnológicas.
—Luca... ¿Está todo bien entre nosotros? —continuó caminando sin siquiera
tomarme la mano. La sentía cosquillear cada vez que rozaba la suya, así que al
final la coloqué sobre el tirante de mi mochila, ansiosa. Dios, esa actitud estaba
consumiéndome.
—Tú dime —contestó indiferente. Alcé la mirada, no me veía, su tono había
sido helado, cargado de indiferencia, tanto que porun segundo se detuvieron mis
latidos.
—No sé... estás... extraño —repliqué sintiéndome una tonta.
—Ahora es mi turno, Sara... pero no te preocupes... como tú lo deseas.... aquí
estoy
—su voz sonó golpeada y dura. Sus palabras escondían lo que en realidad
ocurría; él no me terminaría, quería que lo hiciera yo. Pestañeé aturdida,
incrédula. El nudo en la garganta creció tanto como una manzana, ahí, trabada.
Nunca me hablaba así, en realidad todo lo contrario, conmigo era suave y
cariñoso todo el tiempo. Mi corazón se contrajo dolorosamente. Llegamos al
salón, Romina me interceptó. Él fue directo hasta Hugo y continuaron
enfrascados en su conversación.
—¿Pasa algo entre Luca y tú? —Me preguntó mi amiga en susurro para que
Lorena, Sofía y J imena no escucharan.
—No —logré decir sintiendo que el nudo crecía y crecía, estaba segura de
que pronto me ahogaría.
El resto de la hora mi mejor amiga se dedicó a hablarme sobre un chico que
yo no conocía y que al parecer era unos años mayor que nosotras. No supe
mucho más porque no pude prestarle atención. Cuando el timbre sonó me
hallaba ridículamente nerviosa. Luca me esperó en la puerta y enseguida el
alivio llegó, aunque al notar su postura, desapareció. Me sentía tan
desconcertada, con unas inmensas ganas de gritar, de correr, de salir corriendo y
olvidarlo todo, pero esta vez enfrentaría las cosas con madurez, tranquila dentro
de lo que cabía, de lo que podía.
Caminamos directo a la cafetería sin decir nada y me guio hasta la mesa
donde se sentaba Hugo y Florencia. Estaba levantando una enorme muralla entre
nosotros que me hacía sentir insegura y vulnerable, más aún. Lo miré dudosa,
me tendió una silla mientras continuaba narrando una anécdota que no
comprendí a Hugo que, cosa rara, me sonreía satisfecho. 15
—¿Quieres algo? —Me preguntó Luca, serio.
—No... estoy bien —asintió y le preguntó a Florencia algo sobre Literatura.
Los observé sin comprender nada. Nunca nos habíamos sentado juntos y era
evidente que a Florencia no le parecía en absoluto la idea. De repente empezaron
a recordar sucesos sobre cosas que les habían pasado en los otros sitios donde
habían vivido y que por no tener un contexto, yo no alcanzaba a comprender.
Luca parecía darle igual que yo estuviera ahí sentada y yo no podía dejar de
verlo, confusa, absolutamente perdida.
Se estaba portando como el típico chico patán, sin embargo, algo tramaba,
conocía muy bien sus sentimientos y sabía que lo que estaba buscando era que
yo tomara la decisión. No lo haría, no si sabía que todo aquello era una
pantomima, necesitaba ver hasta dónde llegaba. 5
Saqué mi móvil y comencé a jugarignorándolo igual que él a mí.
En cuanto el timbre sonó me puse de pie sin esperarlo y salí de ahí. Le daría
un vire a la situación, necesitaba que se diera cuenta de lo que estaba haciendo y
de que no iba a funcionar, así no podíamos enfrentar las cosas, no era la forma
correcta. Su actitud me estaba lastimando mucho, más de lo que alcanzaba a
imaginar.
Llegué al aula siendo perfectamente consciente de que esa clase la tenía con
los tres y con ninguno de mis amigos. Me senté donde siempre, pero no esperé a
que él lo hiciera, dejé mi mochila del lado y continúe mi partido de ajedrez en el
celular. Supe exactamente cuando entraron y cuando se sentó junto a mí, sin
embargo, hice acopio de todo mi autocontrol y no lo miré. Se iba portar como un
niño, bien, no entraría al juego.
Cuando la clase comenzó, guardé mi aparato y puse toda mi atención en lo
que el profesor explicaba. Logré, al final, no verlo ni una sola vez y terminar el
trabajo del día. Cuando la hora acabó me levanté girando ahora para verlo, me
miraba intuyendo lo que yo también tramaba. Era perspicaz, sus ideas,
comprendía, iban siempre varios pasos adelante, aun así, seguí porque era
consciente de que en sentimientos, yo le llevaba la delantera.
—¿Vienes? —Le pregunté cándida. Asintió no sin antes esperar a Florencia
que también iba a nuestra siguiente clase. En el trayecto charló con ella en voz
tan baja que no pude escuchar. Los ignoré y entré al salón. Romina ya estaba ahí,
supe debido a sus gritos que se escuchaban en el pasillo. Me acerqué hasta ella,
Sofía y Lorena, y tumbé mi mochila ahí. Las tres me miraron desconcertadas, un
segundo después giraron a la puerta al tiempo que yo también lo hacía. Luca me
observaba intentando ocultar su molestia y se sentó junto a Florencia. Ninguna
de las tres se animó a preguntar nada, mi rostro les sugería que no lo hicieran.
La hora entera nos la pasamos mandándonos fotos distorsionadas de
diferentes artistas de Hollywood, estábamos hasta atrás y el profesor era tan
mayor que se dedicaba a hablar y hablar sin importarle si lo escuchábamos o no.
Luego tendría que ponerme al corriente con los apuntes, pero en ese momento
me urgía una distracción.
Nuestras pequeñas risas no se notaban mucho en un salón que
recurrentemente estaba hecho un desorden, sin embargo, Luca sí parecía ser
consciente de mi respuesta a su actitud y giraba de vez en vez un tanto irritado y
otro tanto satisfecho, cosa que me desconcertaba. Al final de la hora había
logrado pasarlo bien y obtuve mi dosis de risa del día, cosa que agradecía, pues
la necesitaba con desesperación.
Salí al receso sin siquiera molestarme en girar hacia su dirección. Aunque
ese simple gesto hacía que de verdad me doliera el alma y se rompiera algo
dentro de mí.
En la tarde, cuando nos fuéramos, hablaría con él seriamente, pero no estaba
dispuesta a sentirme una tonta a su lado, si no le apetecía estar conmigo, no lo
forzaría, si planeaba algo, que lo hiciera.
Cuando iba a entrar a la cafetería mi padre me marcó. Me alejé del bullicio
desconcertada de que lo hubiera hecho, algo debía haberocurrido.
—¿Sara?
—¿Pasa algo, papá?
—No, hija... sólo que ayer no me dijiste si irás o no... Estoy a punto de pagar
—sopesé todo en mi cabeza, estaba lo suficientemente enojada como para ir, sin
embargo, mi beca peligraba. 1
—No, papá, hablé ayer con el director y no me pueden ayudar... Bajaría el
promedio y la beca podría ponerse en riesgo.
—Dios, qué cerrados... ¿No quieres que yo hable con ellos? —propuso con
ánimo defensor. Me gustó escucharsu forma protectora de proponérmelo.
—Si deseas, ven, puede funcionar.
—Iré por la tarde. Es un viaje y tú una alumna intachable, no estoy de
acuerdo con tanta inflexibilidad —sonreí sintiéndome por primera vez en el día
verdaderamente mejor.
—Lo sé...
—Bueno, Sara, no te interrumpo, yo veré eso, pero si no, ni hablar... ya
viajaremos para verte allá e iremos Whistler juntos, ¿de acuerdo?
—De acuerdo —acepté alegre. Colgué y cuando giré, él estaba a menos de
dos metros de mí, serio. Guardé el móvil en el bolso de mi jeans y caminé rumbo
a la cafetería.
—Así que no irás —me detuvo su voz, su gesto era inescrutable. Se veía
espectacular con esa camiseta negra y jeans oscuro recargado en aquel muro
derrochando indiferencia.
—Creí que hoy querías descansar de mí —ironicé.
—¿Cuándo hablaste con el director? —quiso saber acercándose y
provocando que el pulso se acelerara sin remedio, mis labios temblaron un poco
ante las millones de emociones que despertaba con tan solo mirarme de esa
forma tan potente.
—Ayer.
—¿Ayer? —asentí, desviando mi atención hacia los diferentes chicos que
salían de la escuela—. ¿Pensabas decírmelo? —indagó críptico.
—¿Te interesa saberlo? —Lo desafié enarcando una ceja. Noté como
flaqueaba su autocontrol.
—Es tu decisión —fruncí el ceño. Dios, ¿hasta dónde llevaría las cosas?
—Lo es, ¿algo más que me quieras preguntar? —lo desafié. Negó y alcancé
a percibir una sonrisa, pero enseguida volvió a su indiferencia irritante. Me iba
alejar cuando tomó mi mano, me pegó a su cálido cuerpo y me besó sin que
pudiera reaccionar. Me rodeó con ambos brazos como buscando que no me
pudiera zafar, cuando por fin reaccioné, enredé mis manos en su cabello y lo
incliné hacia mí robándole todo el aliento, adueñándome de su interior que me
enardecía, que me hacía levitar de manera insospechadas.
Unos segundos después, que me parecieron los mejores de mi vida, soltó mis
labios. Sus ojos eran de nuevo dorados.
—Te veo más tarde —declaró y se alejó sin demora, tenso, incluso puedo
creer que molesto.

Permanecí allí, de pie, aturdida y de nuevo sintiéndome vulnerable, ahora
también herida.
¡Qué diablos era eso!
Me recargué en la pared donde él había estado escuchándome hablar por
teléfono y me dejé caer. Toqué mis labios con las yemas de mis dedos
desesperada porque aún él siguiera allí y su boca no se hubiera alejado de la mía
tan rápida y abruptamente. No me gustaba nada lo que estaba pasando, me
estaba partiendo en dos.
Ya no sabía qué más hacer, con Luca siempre todo había sido natural, sin
actuar, ni pensar tanto... y en todo ese día eso era justo lo que no había sucedido
y así no me gustaban las cosas, simplemente no podía.
Era evidente que me quería tanto como yo a él, sin embargo, había logrado
sembrar la duda de todo aquello que podría ocurrir en nuestras vidas y hacerlo
ver que dejarme era mi mejor opción, cuando no era así. La única opción real
que de verdad quería en mi vida, era él, con todo lo que la decisión conllevara.
Sabía que no sería fácil, lo cierto era que a su lado nada era imposible, eso
deseaba creer, y lograríamos manejarlo de algún modo, ¿no? A pesar de seguir
pensando que mis dudas eran bien argumentadas y sustentadas, que los miedos y
dudas ahí estaban.
Entré a la cafetería quedando pocos minutos para que el receso terminara.
Cuando llegué a clase, él ya estaba ahí al igual que Florencia. Ni siquiera me
miró. Caminé con Romina a mi lado observándome, ya segura de que algo
ocurría. Me senté junto a Iván y Eduardo mientras mi amiga se acomodaba en la
mesa contigua, seria. La clase fue tan ardua como siempre y ni siquiera ellos,
con su inigualable sentido del humor, pudieron quitarla nube negra que se
extendía sobre de mí.
La última hora fue Fotografía. ¡Dios, necesitaba que ese maldito día
terminara!
Iván, al notar que Luca no tenía la mínima intención de acompañarme,
caminó junto a mí hacia el taller. Cuando íbamos llegando sentí su mirada
taladrándome la espalda, lo ignoré. Ya no podía más.
El profesor nos dividió en dos equipos. Uno rebelaría las imágenes y el otro
aprendería a usarel lente de aquellas cámaras tan complejas.
En mi equipo no estuvo Luca, pero sí Iván. Debíamos revelar. Nos metieron
a un cuarto oscuro donde apenas si cabíamos diez personas, y nos dieron las
instrucciones. Me sentía un tanto relajada, pero de nuevo muy consciente de su
ausencia. Cuando terminamos, Iván, y otro chico que también había estado ahí,
venían flanqueándome y riendo porlas imágenes que resultaron.
En cuanto salí vi a Luca. Me escrutaba ahora sí claramente furioso y con los
ojos carbón. Me detuve mientras los demás, evidentemente asustados por su dura
expresión, se alejaron dejándome sola. ¡Maldición!
—Vámonos —ordenó.
—Me iré con Romina —no me gustaba lo que estaba sucediendo y cada vez
comprendía menos.
—No digas tonterías, Sara... yo te traje, tú te vas conmigo... —su voz era
grave, autoritaria. Él no era así.
—No quiero irme contigo, no después del día que me has hecho pasar —
declaré desesperada. Se acercó a mí completamente desconcertado y asombrado.
—¿Yo a ti?
—Sí... —tragué saliva—, tú a mí.
—Por los dioses... En serio que eres increíble —lo dijo molesto. Caminé
rumbo la salida sin esperarlo, pero no di ni tres pasos cuando me detuvo—. Te
irás conmigo, Sara... No voy a esperar a que uno de tus múltiples pretendientes
se les ocurra hacerle de caballero galante y quiera llevarte —fruncí el ceño.
—¿De qué hablas, Luca? Además, si no hemos estado juntos en el día no ha
sido por mí —expresé con voz ahogada. Colocó sus manos en la cabeza y giró
visiblemente desesperado. Nunca lo había visto así, parecía absolutamente
perdido, eso dolió mucho más que su actitud en el día. Dio un pequeño grito de
ansiedad y de nuevo me miró.
—Definitivamente esto es peor de lo que pensé —anunció evadiendo mi
mirada. Me tomó de la mano aprovechando mi aturdimiento y me llevó hasta el
estacionamiento. Abrió la puerta de la camioneta para que ingresara. Me detuve
observándolo.
—Sube... —rugió por lo bajo, su voz era amenazante, aunque no me daba ni
una pizca de miedo, sus ojos entre el negro y púrpura, su expresión cargada de
desasosiego. Hice caso comprendiendo que estaba visiblemente rebasado.
Manejó de prisa, aunque cautelosamente, pero sin hablarme.
—¿Crees que no sé lo que haces? —Le pregunté a medio camino. No me
contestó. Decidí continuar, que no hablara no significaba que no escuchara—.
Quieres que te odie, que no quiera estar contigo, para que yo te deje... porque no
eres capaz de romper la promesa que me hiciste. Me alejaste la primera parte de
la mañana haciéndome incluso sentir humillada, —vi como arrugaba la frente,
pero no me miró– , y luego me llevas con Hugo y Florencia para hacerme sentir
fuera de lugar... Déjame decirte que lo lograste —noté como apretaba el volante
y su cuerpo se tensaba—. Me hiciste sentir mal, mal en serio, por eso decidí
ponértela más fácil y ser yo la que se alejara, quería revirártela. Pero ¿sabes?
Odio tener que actuar contigo, que las cosas no se den con fluidez y naturalidad
como siempre ha sido. A tu lado siempre he sido yo, sin buscar agradarte ni
retenerte... simplemente me he dejado llevar sin pensar en nada salvo en lo que
me provocas desde la primera vez que te vi. Sin embargo, es evidente que lo que
te dije ayer logró hacerte pensar que lo mejor es alejarme por mi bien a pesar de
que eso no era lo que buscaba. Te amo, Luca, y sé que con lo que te dije ayer te
fallé, te lastimé... lo lamento de verdad, no era esa mi intención, pero necesitaba
compartirlo. Así que si lo que buscas es que te guarde rencor y cambie la imagen
que tengo sobre ti, estás perdiendo tu tiempo, te conozco, sé que me amas y que
harás más cosas con tal de que yo te deje por mi bien —hice una pausa de varios
minutos esperando que dijera algo. Nada.
No podía más, no así, no con todo lo que sucedía, con lo que sentía, con esta
realidad que nos perseguía, que me hacía sentir absolutamente perdida. No
amándolo como lo amaba.
Aspiré todo el aire que cupo en mis pulmones sintiendo que me aventaba a
un precipicio por mi propio pie, lo cierto era que no podía tolerar que las cosas
empeoraran y ver hasta dónde él podía llegar, tenía una voluntad férrea y si su
idea era protegerme, poco podía yo haceral respecto. Luca ya había decidido.
No era falta de amor, me repetí con afán, con las palpitaciones desbordadas.
No era falta de amor.
Miré atenta al frente aferrando mi mochila, sintiendo mis mejillas calientes,
era como saber que me tomaría una pócima que me aniquilaría en segundos y
que a pesar de todos lo haría, no averiguaría hasta donde podía llegar.
—No es necesario, Luca... si eso es lo que esperas que haga... lo haré... no
lleves esto al límite... no podría soportarlo, con lo de hoy realmente fue
suficiente —Entramos al fraccionamiento sin que nos miráramos y notablemente
tensos. Cuando se estacionó frente a mi casa me atreví a verlo, mis ojos se
nublaron de solo observarlo. Parecía no ser consciente de lo que de verdad
estaba ocurriendo y yo temblaba como una hoja expuesta a una tempestad.
—Te amo... recuérdalo siempre, porque siempre será así por mucho que tú te
resistas, pero... te dejo —ahora sí giró con los ojos violáceos y carbón. Me
desconcertó esa mezcla de tono que, de nuevo, nunca había visto, sus
tonalidades siempre eran diferentes aunque fuesen el mismo color—. Sé que es
lo que quieres, sé que crees que debo tener una vida normal y que debo vivir
muchas cosas que a tu lado no viviré. Puede ser que tengas razón, yo espero que
tú puedas seguir con la tuya, que logres lo mismo que esperas que yo logre...
porque en la misma medida que a ti de duele que yo deje cosas por ti, es la
medida que a mí me duele lo que tú dejes de hacer, lo que debes, por mí. Esto
algún día pesaría y quizá fue mejor que sucediera ahora y no cuando no existiera
reversibilidad. —Abrí la puerta esperando, ilusamente, que me detuviera, me
ahogaba, literalmente me ahogaba—. Adiós, Luca... Lamento mucho que
hayamos nacido en tan diferentes circunstancias... y que lo nuestro... no tenga
forma de llegar a ser. Fuiste lo más hermoso que pudo pasarme. —Descendí, ya
comenzaba a tener serios problemas para respirar y aguantar las lágrimas. Cerré
la pesada puerta al tiempo que un sollozo se escapaba de mi boca. Entré a casa,
me recargué en el muro con la mano en mis labios y, sin poderevitarlo, el llanto
se desbordó.
Unos minutos después escuché arrancar su auto y gemí de dolor.
Esto no se trataba de mí, sino de él, del enorme sentimiento que habitaba en
mi ser. Y esa era la única razón porla que había dejado ira mi vida.


Frialdad.

Me tumbé en la cama sintiendo que algo se marchitaba dentro de mí. El nudo
en mi garganta ardía, dolía, y la opresión en mi pecho no me permitía respirar
con normalidad. Lo había perdido, lo había dejado ir y aunque una parte de mi
sabía que era lo mejor, la otra sentía que no lograría vivir sin él.
Aurora subió más tarde buscando que comiera algo. Después de mucho
insistir me dejó un sándwich sobre mi mesa de noche. Las lágrimas seguían
saliendo, aunque el llanto había remetido hacía poco. Me senté en mi sillón,
rodeé mis rodillas y recargué en ellas mi barbilla.
¿Qué había hecho? ¿Cómo viviría de ahora en adelante?, ¿cómo podría
caminar por los pasillos de la escuela recordando las miles de veces que los
anduvimos juntos?,
¿cómo me acostaría en esa cama donde pasó tantas noches arrullándome
hasta que el sueño me venciera o besándome hasta sentir que perderíamos el
control?
Recordé cada detalle como si pudiera volver a vivirlo, sentirlo. Las primeras
veces que hablamos, sus primeros roces cálidos, cuando me devolvió a la vida,
lo que vino después de eso. Saber lo que era, descubrir que ambos sentíamos lo
mismo, mis inquietudes, la forma que tenía de tranquilizarme, mis cambios de
humor al saber que pertenecía a otro mundo y que, desde ese momento, no hubo
probabilidades para lo nuestro. Pero luego, aquel día en que peleé con mi padre y
él me encontró, lo besé y me olvidé porcompleto de la verdad que nos rodeaba.
Me dejé llevar, sentir sus labios, sus manos, su cuerpo... era ensordecedor y
abrumador, no tenía cabeza para pensar en nada más que en el hecho de que mi
razón, mis sentimientos y ahora también mi cuerpo, lo necesitaban de una forma
ilógica y maravillosa.
Presentía que lo que nos unía no era normal, y tenía la certeza de que lo que
sentíamos no debía suceder... porque no tenía probabilidades de terminar bien.
Me daba cuenta de que mi vida ya jamás sería la misma, no era necesario que
pasaran
veinte años para tener la seguridad de lo iba a querer hasta que exhalara mi
último aliento, pero no de esa forma adolescente y soñadora, mi cuerpo me lo
decía, mi corazón lo exigía... era como si estuviera tatuado en mí de una forma
anormal y atípica, pero que me hacía sentir completa y en paz a la vez. Una
locura, una que le daba sentido a mi vida.
Mis pensamientos brincaban de una cosa a otra sin poder contenerlos. Al
final comprendí que lo único que nunca cambiaría era esa manera que teníamos
de amarnos fuera de toda realidad, sin embargo, y porlo mismo, debíamos
alejarnos.
Comenzaba a pensar que seguir, en algún punto, nos haría infelices y
olvidaríamos lo hermoso y maravilloso que solía ser estar uno al lado del otro.
No quería eso... no lo permitiría, por mucho que lo amase de esta forma y me
desgarrara el alma alejarlo, lo más importante para mí era él y sabía que
renunciar a lo que realmente era por mí, pesaría aunque dijera lo contrario y aún
más, si él siempre suponía que no era mi mejoropción, que nunca lo había sido,
eso no ayudaría.
No podía cargar con esto sola, necesitaba poder compartir con él mis
inquietudes y al no poder hacerlo, no veía cómo podíamos enfrentar toda esa
realidad tan impredecible.
No supe qué hora era cuando mi padre asomó la cabeza por la puerta, no
muy seguro de entrar.
—¿Sara? —giré en la penumbra de mi recámara. Dudoso caminó hasta mi
cama y se ubicó frente a mí sin encender la luz—. ¿Estás bien? —asentí seria.
Arrugó la frente frustrado. Sabía que mentía, mis lágrimas eran evidentes—.
¿Pasó algo entre Luca y tú? ¿Te hizo algo? —negué sonriendo sin alegría al
escucharlo último. Yo era la que le había hecho a él o en realidad a los dos—.
Baja a cenar —pidió unos segundos después del incómodo silencio.
—No tengo hambre —susurré con voz pastosa.
—Hija... sé que algo ocurrió, comprendo que no quieras decírmelo, pero por
favor no me preocupes. Ayer también te saltaste la comida y la cena, hoy la
comida, no lo discutiré, pero tampoco quiero pelear contigo, comprendo que no
la estás pasando bien, sin embargo, en eso no cederé —asentí sin remedio, tenía
razón. Las cosas iban a ser como antes, sólo que ahora sí contaba con papá a
diferencia de hacía unos meses. Probablemente de ese modo lograra
sobrellevarlo de una mejor manera. Lo cierto era que me sentía igual o más triste
que cuando mi madre murió, cosa que me ponía peor.
Bajé a su lado y pude comer casi medio plato de ravioles. Bea, mi padre y
Aurora me miraban preocupados e intuyendo lo que había sucedido.
—Fui por la tarde a tu escuela, Sara —levanté la vista un tanto esperanzada
de que hubiera logrado algo y pudiera irme sin problemas, sabía que los
próximos días serían muy difíciles, pero ahora más que nunca esa beca era vital
—. La inflexibilidad reina en ese colegio. El director fue amable, pero no puede
intervenir... ¡No lo puedo creer!
¿Entonces qué hace en ese puesto si no puede tomar decisiones? —preguntó
molesto y dándole una gran mordida a su trozo de pan.
—Te dije... pero gracias, papá —musité en voz baja.
—Ya iremos, hija... ¿No es así, Be? —Mi hermana asintió alegre.
—Sí, me prometió que en diciembre iríamos a ver a los abuelos, a mis
primos y a mis amigos... Así que, podremos pasar las vacaciones juntos —
Canadá ya no me atraía como antes, pero era a donde debía ir, donde
probablemente lograría deshacerme de un poco de este dolor agonizante. Sonreí
sin mucho entusiasmo. Los dos ya no sabían qué más hacer para cambiar mi
humor, así que comenzaron una charlar sobre el itinerario del viaje. Me despedí
cinco minutos después dándoles un beso a ambos, desganada.
—Descansa, hija —parecían abatidos al verme así.
Subí pesarosa, eran las nueve y cuarto. Me lavé el rostro, me puse el pijama
y me recosté. Los ojos me ardían de tanto haber llorado y me sentía realmente
cansada, además, mi piel estaba un poco irritada y mi cabeza comenzaba a
punzar como cada vez que lo tenía lejos.
Di miles de vueltas en la cama. Cuando dieron las diez y media entendí de
verdad el peso de lo que acababa de decidir, con lo que tendría que convivir.
De nuevo el llanto. A medianoche mi cama era un desorden absoluto, yo no
podía dormir aunque mi cuerpo me lo exigía. Ya me había tenido que tomar un
par de analgésicos para menguar la sensación de dolor en la sien, sin embargo, lo
irritado de mi piel continuaba y me provocaba ganas de no tener nada encima
que me tocara.
Al final, como a la dos de la madrugada, me puse un camisón ligero a pesar
del frío que hacía y que sentía, me enrollé en una cobija felpuda que no era tan
molesta como las sábanas y colchas sobre mi piel, me acurruqué en el sillón sin
querer moverme para que el roce no me hiciera apretar los dientes. La cabeza,
gracias a los analgésicos, estaba mejor, así que recargué mi rostro en mis rodillas
y cerré los ojos esperando que el sueño llegara porfin, dieron las tres y media de
la mañana cuando vi porúltima vez el reloj.
Había logrado pasar la noche sin llamarlo, aunque varias veces había estado
a punto, sin embargo, no sabía si acudiría y si lo hacía, me sentiría aun peor por
ser tan dependiente de él. Además, era evidente que Luca estaba de acuerdo con
lo que había sucedido por la tarde ya que no había contactado conmigo de
ninguna forma, situación que solo logró que todo me doliera aún más.
La alarma sonó sacándome de un sueño ligero y poco reparador, fui
consciente de cada musculo de mi cuerpo, me había quedado dormida en la
misma posición. En cuanto bajé las piernas las sentí entumidas y me molestó de
nuevo el roce con la tela del sillón. Me levanté adormilada, muy cansada.
Ducharme casi me hace gritar, el agua caliente era insoportable, sentía que
me quemaba, el agua fría me hacía titiritar y el roce del líquido pormi piel no
menguaba la sensación.
¡Dios! Nunca había durado tanto tiempo sin verlo, sabía que eso ocurría,
pero estaba convencida de que era una trampa que mi cabeza me tendía para
justificar siempre mi necesidad loca de estar a su lado, sumándole una extrañeza
más a lo que de por sí lo era. No, no cedería. Era lo mejorpormucho que mi alma
sangrara, mi piel lo aclamara, o mi mente lo añorara. Así que, de forma
consciente, decidí intentar ignorar eso y el dolor de cabeza hasta que, como
pensaba, desaparecieran. Mi estado físico no haría que lo buscara, que diera
marcha atrás, tenía que ser fuerte, una vez más. Lo amaba muchísimo y por lo
mismo la postura firme era mi única opción. Seguramente duraría unos días en lo
que mi cuerpo se acostumbraba a su ausencia y mi mente, a su capacidad de
sosegarme en segundos.
Vestirme no fue mejor, terminé poniéndome un conjunto deportivo, holgado,
y una camiseta de algodón ligera. La cabeza comenzaba a dolerme de nuevo,
sobre todo podía sentir una vena insistente en la sien por lo que me dejé el
cabello suelto. Me tomé otro parde analgésicos.
Mis ojos se hallaban vidriosos y mi rostro un poco demacrado. Negué
cerrando los párpados frente al espejo, recargando ambas manos en la repisa,
bajando la vista hasta el lavamanos. Ese era el principio y confiaba que las cosas
mejoraran para mí aunque una vocecita en mi interior, apenas si audible, decía
que sería todo lo contrario. Lo había metido tanto en mi vida que ahora no sabía
qué haría sin su compañía. ¡No, no daría marcha atrás! Podía con esto, debía
hacerlo por él, por lo que sentía, por su existencia tan diferente a la mía.
Aurora salió de la cocina en cuanto bajé. Se cercioraba de que no me diera a
la fuga sin ingerir alimento. Sinceramente lo había pensado, pero al verla ya no
tuve opción.
Me senté frente a unos huevos revueltos con tocino, pan tostado y jugo de
naranja con zanahoria. Sabía que todo eso me encantaba. Lo observé sin mucho
afán. Resoplando.
"Debía seguirmi vida, debía seguirmi vida." Me repetía cada segundo, a
veces más.
Comencé a ingerirlo percibiendo, al final de cada bocado, que se quedaba en
mi boca un sabordulzón y algo desagradable. Aun así, lo ingerí sin chistar.
Tomé las llaves del auto, las observé por unos segundos, de nuevo con el
nudo en la garganta, sentía que hacía años no lo conducía. Sacudí la cabeza,
afligida. Lo prendí al tiempo que las lágrimas inundaban mis ojos, me las tragué
impidiendo así que brotaran y manejé hasta el colegio. El ruido estridente del
rock, a todo volumen me molestó, y me encontré deseando tener música clásica
entre mis cosas, pero ni siquiera me molesté en buscar, no tenía nada similar.
Llegué puntual. Romina me gritó desde lejos al verme. El martilleo iba
cediendo, pero no había desaparecido, coloqué un par de dedos en la sien
cerrando los párpados. Un minuto después ya estaba a mi lado.
—Tú, ¿conduciendo?, ¿sola? —Me preguntó enarcando una ceja y
observándome intuitiva. Abrí los ojos aferrando el tirante de mi mochila.
—Ya ves... —susurré comenzando a caminar. Me siguió.
—¿No me vas a decirqué sucede?... Soy tu mejoramiga, Sara —chilló a mi
lado.
—Terminé con Luca —anuncié sin reparos, sabía que eso la dejaría en estado
de shock varios metros detrás de mí, pero no escondería lo evidente, yo no era
así.
—P—pero, ¿porqué? —preguntó asombrada otra vez a mi lado.
—No quiero hablar de eso, Romina, no por ahora —casi le rogué. No tuvo
otro remedio que asentir aunque sin poderocultarsu consternación.
—Está bien, no te diré más, solo promete que cuando estés lista me lo
contarás.
—Sabes que sí —repliqué pidiendo en mi interior que dejara de hablar.
Era viernes, en la primera materia él estaría ahí. Al ser consciente de eso mis
palmas sudaron. De inmediato los nervios atacaron, mi corazón fue a toda
marcha y mi ansiedad fue en vertiginoso aumento.
Entré sin observar a nadie, afuera varios compañeros se encontraban
matando el tiempo. No se hallaba aún allí, podía sentirlo, pero Gael y Lorena sí.
Caminé hasta ellos sin dudarcuando ambos elevaron sus manos a manera de
saludo.
—Hola... —murmuró Lorena evaluándome. Respondí con un débil gesto y
me senté cerca.
—¿Y Luca? ¿Se quedó afuera con Hugo? —indagó Gael.
—No sé —acepté sacando mis cuadernos.
—¿Pasa algo, Sara? —Me preguntó Lorena, intrigada. Dudé en decirles, no
quería tener que agobiarme también por Gael que seguro vería la situación como
una oportunidad. Sin embargo, iba a ser imposible que no se dieran cuenta, Luca
y yo... éramos inseparables.
—¿Peleaste con Luca? —intervino de nuevo mi amigo de nuevo ya más
serio y menos entusiasta. Sabía que en realidad lo estaba, pero no quería
incomodarme.
—Terminamos —solté mirándolos, seria.
Ninguno de los dos dijo nada, parecían asombrados. De repente la sensación
en mi piel comenzó a menguar y aunque me había tomado los analgésicos supe
el momento exacto en que dejó de dolerme la sien. Unos segundos después él
entró. Dejé de respirar. Se veía tan espectacular como siempre; camiseta de
cuello verde oscuro, jeans negros y su cabello húmedo aún. Sabía a lo que olía a
esa hora y cómo se sentía tocarlo. Apreté mis manos con fuerza.
¡Dios!, moría por besarlo. Él me miró, pero solo un segundo en el que
alcancé a ver sus ojos carbón. No parecía estarla pasando mal, no como yo por lo
menos, que tenía ojeras y estaba un tanto desaliñada. Sin embargo, lo conocía y
sabía que a su manera, no estaba mejorque yo.
Bajé la vista hasta mis manos cerradas en puño, sin poder evitar que me
hiriera su indiferencia. Hugo y Luca se sentaron en el otro extremo del salón y
comenzaron a reír por algo que él decía. Sentí que de nuevo el nudo en la
garganta crecía hasta casi ahogarme. Me concentré en respirar y logré que bajara
un poco.
Un segundo después reflexioné sobre lo increíble que era mi cabeza, apenas
si había aparecido y todos mis síntomas, por lo menos los dos más molestos,
habían desaparecido. Patética. ¡Realmente patética! ¡Debía madurar ya! Me
regañé a mí misma por tal inconsciencia y obsesión, debía de parar, no podía
jugar con cosas como esas.
La hora fue incomoda, más de una vez me atreví a verlo, lucía tan relajado
que mi pecho ardía. Al final decidí hacer acopio de toda mi voluntad y no
voltear, eso sólo me estaba generando una ansiedad dolorosa.
Cuando terminó la clase Gael se ubicó a mi lado, esperándome. Resoplé
comprendiendo que esa iba a serotra cosa de la que tendría que ocuparme más
tarde. Cuando levanté la vista él ya no estaba.
Mi compañero no dijo nada en todo el camino, se limitó a estar a mi lado y
fingir no darse cuenta del mal estado en el que me encontraba. Una parte de mí
le agradeció la compañía, definitivamente estarsola no era lo que quería en esos
momentos.
En la siguiente materia, que gracias el cielo no compartía con él, Romina,
Iván y Gael se dedicaron a intentar hacérmelo más fácil. El segundo se ofreció a
ayudarme más de una vez en lo que hacía. Me negué cortés pidiéndole a cambio
que lo hiciese con mi amiga. Al final la hora acabó y sabía que también la única
clase sin su presencia. Tragué duro.
Caminé con ellos a mí alrededor hasta la cafetería. Él, al igual que sus
compañeros, no se encontraba ahí. El resto de la media hora me dediqué a
escuchar lo que conversaban sin participar ni una vez. Nadie me miraba de
forma diferente y me recibieron ahí como si nada. Se los agradecí y me sentí si
no mejor, sí un poco más serena.
El timbre sonó y mi corazón dio un vuelco de doble pirueta y voltereta
mortal. No quería entrar, definitivamente sentía que no podía verlo con aquella
indiferencia hacia mí, ahora me daba cuenta de lo que hablaba Romina, de
verdad era irritante la forma que tenían de ignorar a todos y a todo.
Mi amiga no soltó mi brazo ni siquiera cuando entramos al salón. Luca y
Florencia ya estaban ahí. Mi corazón se estrujó.
"Debes ser fuerte, debes ser fuerte" Me repetí esperando un milagro y de
verdad lo lograra porque estaba resultando tan difícil como ir contra un instinto.
Él escribía algo en su libreta, atento. Florencia me dedicó una sonrisa que me
dejó desconcertada. El día anterior parecía molesta de que me hubiera sentado
con ellos y en general se mantenía a distancia conmigo, por lo que el gesto me
pareció algo extraño.
Me senté junto a las chicas. Intenté no mirarlo y concentrarme en lo que ellas
decían, no tenía ni idea de que hablaban. El profesor entró comenzando casi al
instante con su letanía. Decidí que tenía que concentrarme en algo que ocupara
en realidad mi cabeza o me volvería loca, loca en serio.
Comencé a escuchar su cátedra y apuntar atenta todo lo que anotaba en el
pizarrón. Para mi asombro lo que decía me atrapó. Hablaba sobre el concepto de
ser humano filosóficamente hablando, por supuesto, pues de eso iba su materia.
Mencionaba algo sobre que se podía abordar desde dos vertientes: mente o
cuerpo.
Conforme fue avanzando entendí que somos las dos, pero que según su
manera de ver las cosas, una no podía existir sin la otra, ya que la "esencia" de
cada seres la que da la vida al cuerpo y el cuerpo es el caparazón que envuelve y
protege esa esencia.
Giré hacia su dirección comprendiendo un poco mejor lo que me había
contado hacía ya varios meses sobre él y cuadrando por primera vez lo que Luca
era en mi cabeza; él era esencia y tenía un cuerpo igual que yo... ¿Porqué
entonces habíamos nacido en diferentes mundos? Si al final nos reducíamos a lo
mismo: vida.
Supongo que sintió mi mirada, él también parecía estar atento a lo que el
profesor decía. Me quedé atrapada porunos segundos en sus ojos que sabía, iban
aclarándose conforme el tiempo pasaba, de repente los cerró negando molesto y
continuó haciendo anotaciones. Ese gesto me desconcertó e hizo que mi corazón
se detuviera por un segundo para después martillear fuertemente provocándome
una pequeña taquicardia.
El resto de la hora no fui capaz de continuar poniendo atención al frente.
Permanecí observando mi libreta sin pestañear, sintiendo que mi mundo
colapsaba y lo peor, por mi culpa, aun así, creyendo desde el centro de mi ser
que, pese al dolor, estaba haciendo lo correcto, si lo amaba de esta forma, no
podía atarlo.
La siguiente materia no fue mejor ni peor, supongo que igual. Sólo que me
costaba trabajo y eso provocaba aún más recordar lo que solía ser mi vida a su
lado durante aquellos meses que parecía habían sido hacía años y no apenas un
parde días.
Gael, por supuesto, no perdió oportunidad y se sentó a mi lado, pero Eduardo
y J imena aligeraron la incomodidad que eso me producía. Luca se había sentado
al otro extremo del salón, mantenía la vista al frente sin mostrar el menor interés
en nada de lo que ocurría conmigo o cualquiera.
Para el segundo receso ya me sentía rebasada y fatigada. Eduardo me invitó a
jugar volibol. Siempre estaba inmiscuido en ese tipo de cosas y yo solía aceptar
ya que frecuentemente eran en el segundo receso y ese momento acostumbraba
estar sin él. Así que consciente de que lo necesitaba, acepté.
Intenté, a pesar del cansancio, jugar lo mejor posible, lo cierto era que estaba
muy distraída y al final preferí permanecer en las gradas observando el partido,
taciturna.
La penúltima clase, un temblor recorrió mi cuerpo enseguida. Ninguno de
mis amigos estaba conmigo y sí ellos tres. ¡Maldición! Pasé saliva sintiendo las
manos sudorosas e intentando serenarme. Era valiente, podía con esto.
Repetirme eso hasta el cansancio logró algo.
Llegué justo detrás del maestro, me senté en la esquina más alejada a ellos
casi hasta atrás. Florencia y Hugo parecían estarmanteniendo una discusión justo
cuando entré. Luca no pudo evitar verme pero enseguida apartó los ojos. Era
como si nunca hubiera ocurrido algo entre ambos, como si ni siquiera me
conociera o le importase, y dolía, dolía tanto como si me estuvieran lacerando la
piel una y otra vez.
Para ese momento ya me sentía profundamente desconcertada y confundida.
No entendía su actitud. Si bien habíamos terminado, no lo habíamos hecho
peleando, ni tampoco por falta de amor. No tengo idea de qué era lo que
esperaba de él, pero evidentemente esa actitud en la que parecía que no me hacía
en su vida invalidando todo lo que sí habíamos vivido, no.
El nudo en la garganta permanecía ahí, varias veces estuvo a punto de
asfixiarme, era evidente que él sí estaba logrando darle vuelta a la hoja con una
facilidad asombrosa. Probablemente se había dado cuenta de que de verdad lo
había liberado y le había quitado un peso de encima.
Cuando la clase iba finalizando, deduje que sí, le había hecho un gran favor
con la decisión más dolorosa que había tomado en mi vida y con la que
sospechaba, tendría que lidiarporsiempre.
Anduve hasta a la cancha con la cabeza pesada y ya agotada de tanto pensar.
Romina me interceptó casi al llegar.
—Parece que él está tranquilo con lo que sucedió entre ustedes —declaró a
mi lado sin esconder su molestia. Me encogí de hombros sin decir más—. Sara...
¿Qué sucedió? ¿Por qué tú lo terminaste? Eso ni en mil años lo hubiera creído,
así como jamás hubiera pensado verlo a él tan bien después de que tú lo dejaras.
—Lloraría en cualquier momento, así que sacudí la cabeza y caminé, casi corrí,
hasta los cambiadores. Ya adentro me eché agua en el rostro e intenté calmarme,
no lloraría ahí, no debía. Ella entró unos segundos después posándose detrás de
mí viéndome por el espejo.
—Lo lamento, prometí esperar a que tú me lo quisieras contar, ya no te
presionaré, ¿de acuerdo? —asentí agradecida—. Sólo una cosa... no se lo
demuestres Sara... No le demuestres lo que en realidad te está doliendo.
—Romina, no voy a actuar, él creerá lo que quiera, no me interesa... Todo
esto me está doliendo mucho, no veo cómo pueda ocultarlo —colocó una mano
sobre mi hombro, comprensiva.
—Lo sé, es solo que no soporto verte a ti así y a él tan fresco. Me pone los
pelos de punta.
—Deja de estaral pendiente de lo que haga, olvídalo, yo intentaré hacerlo
mismo —me di la vuelta y me fui a cambiarsin decirmás.
En esta ocasión el profesor, para mi tranquilidad, decidió hacer equipos del
mismo sexo y pequeños torneos pormitad de cancha. Era consciente de su
presencia, ¿cómo no hacerlo? Si mi sangre bombeaba de prisa por todo mi
cuerpo con tan solo sentirlo en el mismo espacio y mi corazón latía, como
siempre, enardecido.
Sin embargo, logré distraerme ayudando al entrenador a que mis compañeras
se atrevieran a tomar la pelota cuando venía por el aire. Eso llevó casi toda la
hora y, para ser sincera, no tuvo mucho resultados. En cuanto terminó la tortura,
fui la primera en salirde ahí, corrí hasta el coche prendiéndolo de prisa.
Llegué a mi casa muy cansada y deprimida.
—Ni un paso más... vas a comer, Sara. Así que deja ahí esa mochila y ven a
la mesa, Bea ya está sentada.
Obedecí sin ganas de discutir con nadie. Bea me saludó efusiva como
siempre, pero en cuanto me vio, notó que mi ánimo estaba igual o peor que el día
anterior. Comí sin remedio. El saborera algo extraño, de nuevo al terminar se
quedaba una sensación en mi paladarcomo rancio. Pude engullir poco, sabía que
si ingería lo que acostumbraba, devolvería el estómago. Aurora me retiró el plato
agobiada, decepcionada. Yo podía repetir ración de lo que cocinó ese día hasta
tres veces si tenía mucha hambre.
—Voy a mi recámara —anuncié después de permanecer muda mientras
estuve sentada en el antecomedor. Ambas asintieron comprensivas. Al llegar a
mi habitación y cerrar la puerta tras de mí, me dejé caer sobre ella hasta quedar
en el piso, permitiendo que el llanto contenido saliera de una vez. Me hice ovillo
sintiendo que una parte de mi vida se estaba extinguiendo.
Dos horas después decidí que si ya lo había perdido a él, no perdería también
mi beca. Llorosa me puse de pie.
Terminé las tareas alrededor de las siete. El cuerpo comenzaba de nuevo a
irritarse y la sien a punzar. Emití un gruñido de molestia, ¿cómo podía ordenarle
a mi cuerpo que madurara y que no se inventara enfermedades ante una situación
que no iba a cambiar?
Me tomé de nuevo dos aspirinas y esperé con la luz apagada a que remetiera.
Permanecí sentada sobre la silla de mi escritorio con la frente recargada en mis
brazos sin querer moverme mucho. Odiaba la sensación del roce de la ropa, me
daban ganas de arrancármela a jirones.
Bea tocó a mi puerta a la hora de cenar. Tuve que bajar. Otra vez había algo
que sabía Aurora me gustaba, y de nuevo ese sabor tan desagradable al final que
me revolvía el estómago, sólo que ahora más intenso.
No pude comer ni la mitad del plato, sin embargo, nadie dijo nada. Me
despedí y de nuevo a las nueve ya estaba lista para dormir. Mi cabeza no dolía,
no por ahora, me senté de nuevo en el sillón, me coloqué los audífonos a un
volumen decente pues no quería apareciera por esa razón aquella molesta
punzada. Cambié de grupos mil veces sin encontrar ninguna que me agradara o
que pudiera, por lo menos un poco, acallarla necesidad que tenia de llamarlo.
Cuatro horas después comencé a dar vueltas sintiendo que me volvería loca.
Tenía frío, mi piel me molestaba y lo peor, los próximos dos días no lo vería, no
tenía ni idea de cómo sobreviviría. Me senté en el piso y comencé a hojear un
libro que solía leer de niña, no lo pude terminar, las letras me lo recordaban
dolorosamente.
A las cuatro de la mañana de nuevo estaba en el sillón sin querer moverme
porque el dolor estaba regresando. Enterré mi cabeza entre las rodillas y
comencé a fantasear con él, teniendo mucho cuidado de no convocarlo. Nos
imaginé en algunos de los lugares a los que habíamos ido, jugando, riendo,
disfrutando de los dos sin preocuparnos de nada, sólo de lo que sentíamos y
estábamos viviendo. No supe en qué momento por fin me quedé dormida con la
imagen de sus verdes ojos suspendidos en mis pensamientos.
—¿Sara?... Hija —levanté el rostro, aun somnolienta. En ese momento la
cabeza la sentí estallar y gemí llevándome ambas manos a los lados del cráneo
—. ¿Dormiste aquí? —Me preguntó preocupado. Asentí buscando con los ojos
adoloridos el reloj. Las siete y media. Había logrado dormir como máximo tres
horas—. Vamos... acuéstate en tu cama —me puse en pie sintiendo como me
dolían los músculos por la posición y como incrementaba esa irritación en mi
piel. Me tomó de la mano pestañeando—. Estás muy fría... no debiste dormir así.
No está bien —parecía preocupado. Él no solía entrar a mi cuarto y menos a esas
horas, ya que a pesar de que nuestra relación había mejorado indudablemente,
aun estábamos reconstruyéndola y notaba como iba midiendo hasta donde yo lo
dejaba entrar en mi vida. Me recostó cariñoso, pero no pude evitar de nuevo
emitir una queja—. ¿Te sientes mal? —quiso sabersentándose a mi lado.
—Me duele la cabeza... mucho —declaré de nuevo apretándola con ambas
manos.
—Ahora te traigo algo... intenta descansar, Sara. —sugirió. Me veía como
adivinando que no lo había hecho. Asentí cerrando los ojos. Unos segundos
después apareció con agua y un parde pastillas. Me las pasé de prisa esperando
que de verdad hicieran efecto rápido—. Voy a darme una ducha... si necesitas
algo me avisas —asentí sin moverme.
Mi cuerpo estaba algo achacoso esa mañana. Supe exactamente cuando su
auto arrancó, no pude volver a dormir. Prendí el televisor ya que mi cabeza
estuvo mejor y repasé todos los canales más de cien veces. De repente sentí una
necesidad enorme de verlo. Giré a mi librero con la piel adolorida esperando
encontrar una foto donde salía con él en su casa. No estaba, en su lugaruna nota.
Me levanté de inmediato, intrigada, con el pulso galopante. Lo acerqué con
manos temblorosas a mis ojos.
"Es mejorasí" Su letra.
Sentí la respiración ralentizarse dramáticamente. Abrí el portarretrato,
rabiosa. No, no había nada salvo esa maldita nota. ¿Quién carajos se creía? Corrí
hasta mis cajones, nerviosa. Las tarjetas que solía dejarme y que yo, por lo que
encerraban sus palabras, las escondía en una caja hecha por él, adentro del cajón
de mis pijamas, debían estar ahí. Saqué todo y al final de mi cajón, otra nota con
la misma letra y las mismas malditas palabras. ¡Qué le pasaba!
Abrí los ojos con lágrimas en los ojos, llevándome las manos en la cabeza,
arrugando la nota en mi mano, con ira. No entendía. ¿Por qué? Fui hasta mi
mesa de noche y tomé mi móvil, solía guardar sus mensajes o recados al
despertar, fotos que tomé, nada. Eso era el colmo, ¡el maldito colmo! En medio
en mi habitación, permanecí de pie, ofuscada, intentando entender su motivo.
Mis palmas comenzaron a sudar al tiempo que por la tensión las abría y
cerraba, llorosa. Mis piernas no me podrían soportar más, me dejé caer en el
suelo aun con el móvil en la mano. Mi respiración comenzó a seragitada y mi
pulso podía sentirlo en el cuello a prisa, tenía náuseas.
¿Por qué habría hecho algo así? ¿Cómo se atrevía a meterse a mi recámara y
sacar mis cosas?
Lo odié, juro que lo odié en ese momento. Si creía que así olvidaría más fácil
lo que entre nosotros había sucedido entonces de verdad nunca había creído en la
inmensidad de lo que sentía, en la incondicionalidad de mis sentimientos y en lo
perpetuo que era mi amor. De nuevo el frío, la soledad y el desamparo, ese que
barre con todo, que quema, deja sin fuerzas para nada.
Coloqué una mano en mi cuello, ansiosa y apreté el dije, ese no había podido
quitármelo. Lo tomé entre mis dedos, irritada, evocando el día que me lo dio. Si
eso era lo que deseaba, bien. Dejé el objeto dentro de un joyero, no le sería
difícil encontrarlo si decía de nuevo hurtar mi intimidad, así que ni siquiera me
molesté en cerrarlo, coloqué a su lado ambas notas y me volví a sentar sobre la
alfombra, rodeando mis piernas, con el llanto atascado en mi garganta.
Entendía sus motivos para hacerlo, pero no dejaban de lastimarme, de lograr
que sintiera mucho coraje hacia él. Había sacado lo único que me quedaba de su
presencia de mi vida.
—Bien. Si aquí y de esta manera debe terminarnuestra historia, entonces que
así sea
—murmuré para mí, contenida, con elcuerpo tembloroso, con el alma rota,
herida. Ese era el fin.

Vacío.

Bea me encontró sentada en el piso, horas después.
—¿Sara? —preguntó angustiada. Se hincó frente a mí y me abrazó, su roce
era una tortura que definitivamente estaba dispuesta a tolerar. Me sentía perdida,
completamente sola—. Va a pasar, Sara, ya lo verás, eres fuerte... Además, él te
quiere... No te dejará tan fácil. —Me aferré más a ella al escuchar esas últimas
palabras. Claro que me había dejado iry más fácil de lo que jamás me atreví a
pensar.
El resto del día no me dejó sola, se dedicó a distraerme con miles de
ocurrencias. Me obligó a ducharme, cosa que de verdad dolía, me vestí de nuevo
holgada, no soportaba nada sobre mi piel.
Por la tarde Romina se apareció sin avisar y, aunque no me preguntó nada, se
dedicó a estar ahí. Entre todos me convencieron que jugara scrable. Para ese
entonces ya había tenido que ingerir otro par de analgésicos. Sabía que lo estaba
haciendo muy seguido, pero era la única manera que una de las dos molestias
remitiera porun rato.
Por la noche entre todos prepararon la cena mientras yo permanecí sentada
fingiendo ver ESPN, lo cierto es que nunca me habían interesado menos los
deportes como en ese momento, mis pensamientos sólo iban en una dirección, él.
No tenía ni idea de que pudiera estar haciendo... Los sábados era el día que
pasábamos desde temprano juntos hasta la madrugada. Lo extrañaba, lo
extrañaba mucho en todas las formas en que se le puede extrañar a alguien.
Romina se marchó casi a las once, enseguida me fui a refugiar en mi
habitación.
Moverme ya era muy molesto y aunque la incomodidad bajaba con lo que
tomaba para la cabeza, no desaparecía. Me tumbé en la cama con mi cabeza
desconectada del cuerpo, llevaba dos días sin prácticamente dormir. De nuevo
me encontró la madrugada con los ojos húmedos y sin haberpegado el ojo.
Comenzaba a pensar que no se iría esa sensación que provocaba su lejanía,
sin embargo, me aplaudía por no habérselo dicho, esa hubiera sido suficiente
para que no me dejara y probablemente en algún momento se hubiera sentido
amarrado a mí por mi poca resistencia a su ausencia, ridículo.
Cuando me di cuenta de que no dormiría, no en ese momento, prendí mi
ordenador y me puse a leer los miles de mails atrasados en la bandeja de entrada.
No supe en qué momento me quedé profunda con los brazos cruzados en el
escritorio y mi cabeza sobre ellos.
El sonido que emitía mi móvil avisando que la batería estaba baja me
despertó. Las malas posturas estaban causando grandes estragos en mí y de
nuevo ese maldito dolor de cabeza con el que comenzaba a aprender a convivir.
Me tomé un par de analgésicos y puse el celular a cargar. Eran las ocho de la
mañana, la última vez que había visto el reloj del monitor eran casi las seis.
Esto se estaba agudizando y evidentemente no iba llegarmuy lejos así. Decidí
que ese día aunque tuviese que pedirle algo a papá para dormir, lo haría.
Me recosté en la cama pensando en que no podía pasarmis días encerrada, ni
así, me iba a volver loca en menos de una semana y aunque obviamente no tenía
ni el menor humor de salir, no me convenía quedarme en mi casa alimentando
más esa obsesión porél y esa somatización que cada día se acentuaba más.
Más tarde le hablé a Romina y organizó inmediatamente una salida con
todos.
Pasó por mí a mediodía, yo no me sentía mejor que en la mañana, sin
embargo, intenté disimular. Me vestí como solía hacerlo arrepintiéndome a la
hora por el ardor que eso provocaba en mi piel, pero ya era demasiado tarde, me
vería mal yendo de otra forma. Comimos... o en realidad comieron, porque yo
tenía el estómago un tanto revuelto con todos los aromas que se mezclaban en
Apple Bee's, uno de mis lugares preferidos... antes, admití en cuanto entramos.
Una vez que ellos terminaron de comery yo de picar lo que pedí, fuimos al
cine. Había una película que tenían ganas de ver sobre súper héroes. Cuando
acabó me di cuenta de que había sido una pésima decisión, sin poder evitarlo los
comparaba con él y me parecían ridículos y demasiado fantoches, además, no se
acercaban ni poco a lo perfecto que era y todo lo que su verdadero ser encerraba.
Por otro lado, comencé a darme cuenta de que Iván y Gael competían en sus
atenciones hacia mí, cosa que me confundió y solo consiguió incomodarme más.
Logré mantenerlos a raya sin saber muy bien cómo, así como al dolor de cabeza
gracias a que ya cargaba con las pastillas en mi bolso.
Llegué a casa a las nueve, me cambié la ropa gimiendo ya por la molestia,
esa noche no me pasaría lo mismo. Salí ya en pijama de la habitación y me
acerqué tímida al cuarto de papá. Al verme de pie el umbral, me sonrió
animándome para que me acercara. Dejó su libro al lado y me observó un tanto
preocupado.
—¿Cómo te fue?
—Bien... normal —mentí sin mucho ánimo. Me paré justo junto a su cama
—. ¿Pasa algo, Sara?
—Sí. —Me senté en el lugarque palmeaba.
—Puedes decirme lo que quieras...
—Lo sé... Papá, —levanté la vista—, no he podido dormir en casi tres
noches... no me siento bien... —arrugó la frente evidentemente preocupado.
—¿Te duele algo? ¿Es porlo que sucede entre Luca y tú? —asentí, triste—.
Pasará, hija, te lo juro —posó una mano lentamente sobre la mía.
—Lo sé... pero si no duermo bien en serio creo que enfermaré...
—¿Quieres que te de algo para descansar, Sara? —preguntó con los ojos
entornados. Asentí de nuevo, apenada. Él pareció sopesarlo, al final aceptó—.
Lo haré porque yo mismo he visto lo que te está costando todo esto, pero no será
así siempre, debes buscaruna forma de conciliar el sueño... Recuerda cómo lo
lograste cuando... Elisa se fue. —Lo miré desconcertada, no solía hablar de ella,
por eso el que la sacara a colación me tomó porsorpresa, pero papá sonreía
dulcemente.
—No me pasó algo así... En realidad yo... no quería despertar —confesé con
voz queda.
—Espera aquí —ordenó. Se levantó y un segundo después ya regresaba con
una pastilla en la mano que había sacado de algún lugarde su baño. Supuse que
de ahora en adelante ese pomo estaría bajo llave. A mi padre, como a mi madre,
no le gustaba que tomáramos ese tipo de cosas—. Te daré una, eso debe bastar...
Pero mañana pensaremos en otra manera de dormir, ¿de acuerdo?
—Gracias.... —la tomé entre mis dedos. Él me acercó un vaso con agua de
su Mesilla.
—Anda... tómatela, en esta ocasión creo que de verdad la necesitas. —No sé
qué cara traería, pero sabía que si él lo decía era porque debía de verdad lucir
mal. Me la pasé de un sorbo.
—Buenas noches —anuncié poniéndome de pie.
—Buenas noches, hija... Ojalá descanses. —asentí intentando sonreír. Llegué
a mi recámara, me acosté en la cama esperando que empezara el efecto. No me
movía debido al roce molesto de mi piel, pero en unos minutos comencé a sentir
como por fin mi mente, no sin antes poner algo de resistencia, se desconectaba
de mi cuerpo y caía rendida.
Porla mañana me despertó la alarma, me sentía agotada, capaz de dormir
doce horas más. Me levanté de nuevo con el dolor en la sien y mi piel adolorida.
Resoplé resignada. Me duché notando que aún tenía ojeras, pero traía mejor
semblante que el día anterior, por lo menos las líneas rojas debajo de mis ojos
habían desaparecido, aunque me veía un poco pálida. Negué frustrada, tensa.
No permitiría que me siguiera viendo así, no después de haber entrado en mí
habitación y robar lo único que tenía de él. El coraje por esa acción seguía
circulando en mi torrente. La frustración. Luca actuaba desde su verdadero ser,
lo entendía,
¿pero y yo? ¿Eso era pensar en mí? Estaba sola en esto, lidiando sola con
esto y me había arrebatado parte de mi forma de combatir contra el dolor, contra
la desolación, contra el vacío que se estaba carcomiendo mi pecho con cada
segundo sin su cercanía, sin sus palabras, sin sus miradas.
Y así lo hice, o porlo menos lo intenté.
En la escuela él continuaba con su actitud indiferente, sin dar señales de
alguna vez haberme conocido. Intentaba seguirlo, pero era tan difícil.
Por mi parte, yo no pude evitar sentir cierta duda respecto a mi somatización,
cuando segundos antes de que apareciera en el salón, mi piel estaba como solía
estar, y mi cabeza, aunque gracias a los analgésicos, no me dolía, la sentía tan
normal como antes.
Así fue el resto del día. Mis amigos estuvieron conmigo en todas las clases
excepto en Literatura, en la que me ubiqué en el mismo lugar que el viernes;
lejos de ellos. Sin embargo, cuando podía, lo observaba, intentando recordar
cómo era la textura de su rostro y de sus manos sobre mi cuerpo, de su aliento al
besarme, de su tacto cálido y de sus ojos ámbarque ahora eran contrastantemente
carbón y nadie parecía notarlo.
No fue ni mejor ni peor que el viernes, simplemente era un día más como la
infinidad que tenía por delante; sin él. Era como si sobre mí se hubiese posado
una nube gris, todo me daba igual, todo excepto lo que Luca despertaba con tan
solo estar en el mismo perímetro que yo. Odiaba a mi cuerpo por eso, por
reaccionar de esa forma ante él, sin embargo, no podía evitarlo y parecía serque
siempre sería así.
Gael e Iván comenzaron a ser más directos en sus insinuaciones y más
atrevidos en sus gestos. Varias veces me encontré mirando en dirección a él,
sabía que los había escuchado o que quizá los había visto, y que eso... lo pondría
furioso, pero parecía darle lo mismo; siempre estaba dándome la espalda o
hablando distraído con alguno de sus compañeros y cuando llegaba a estar solo,
garabateaba no sé qué cosa en su cuaderno completamente concentrado. Total,
en todo excepto en mí. Envidiaba su voluntad, o su capacidad para borrarme de
su mapa mental. Yo no lograba dar un paso sin pensarlo, pese a que mi
resolución seguía sin moverse ni un poco.
Cuando la semana terminó, no supe cómo lo había logrado. Por las mañanas
me sentía muy desgraciada y deprimida, pero intentaba ocultarlo ya que su
presencia de una forma inexplicable me tranquilizaba y me hacía sentir menos
sola, pero por las tardes las cosas eran diferentes, alrededor de las seis
comenzaba el martilleo en la sien y el dolor de cuerpo que no se quitaba hasta el
día siguiente que él entraba a la escuela, deduje.
Por la noche, conciliar el sueño, era todo un reto. Mi padre me había llevado
tés, pastillas naturistas, remedios de "la abuelita", todo y aunque me ayudaban un
poco, siempre despertaba a los minutos o un parde horas y dormir de nuevo era
imposible.
Para el fin de semana me sentía pulverizada, intranquila de nuevo y con los
malestares generales. No lograba dormir casi nada, los días me parecían eternos
por mucho que intentaba enfrascarme en miles de ocupaciones que me
inventaba. Sin embargo, mi cuerpo se resistía a cooperar y era tan doloroso
llevarle la contraria.
Comenzaba a pensar que algo no estaba bien en mí: todo lo que no debía
suceder entre él y yo, como que pudiera hablar en mi cabeza, como que pudiera,
de repente, soportar su tacto sin que eso me lastimase, como poder llamarlo
cuando la intranquilidad me rebasaba. Aquel día que discutí con papá... supo
cómo darconmigo y ahora... que no estábamos cerca, mi cuerpo parecía
deteriorase al estar lejos y mi mente deseaba que llamarlo sin medir las
consecuencias de ello, provocando así que tuviera que poner aún más empeño en
no hacerlo
Ya era prácticamente la segunda semana de febrero, Bea y mi padre se irían
el domingo y yo no quería pensar en ello. Estar sola, sola de verdad iba a ser
muy duro. Sin embargo, intenté fingir optimismo y parecer serena, no quería que
se fueran preocupados por lo que en realidad ocurría dentro de mí. Ayudé incluso
a mi hermana a hacer su equipaje y fui con Romina a comprarle un perfume y
una gorra para su cumpleaños.
El domingo, el vuelo salió temprano por lo que los tres nos despertamos casi
en la madrugada, bueno, prácticamente no había dormido, por lo que no me
costó trabajo estarde pie a esa hora, así que bajé a despedirlos cuando el taxi
llegó.
Mi padre se fue intranquilo, lo supe por su mirada. Sabía que había hablado
con Aurora y le había pedido que no se despegara de la casa pues no me veía
bien, ella misma me lo había dicho un par de días antes. Incluso le había pedido
que si sucedía algo lo buscara pues él regresaría y dejaría a Be y sus amigas con
alguien de la familia que tenía allá. Me remordió la conciencia al escuchar lo que
ella me decía. No haría una estupidez y tampoco era la primera chica que
terminaba con su novio... Debía existir alguna forma de superarlo... ¿No?
Esa mañana Romina apareció casi a las nueve, raro para ser domingo, se
quedó ahí conmigo todo el día buscando distraerme. Se daba cuenta de los
recurrentes dolores de cabeza y como cada vez que me tocaba me quejaba, pero
no me decía ni preguntaba nada.
Ya eran más de dos semanas que había terminado con él y no me atrevía ni
siquiera a pronunciar su nombre en mi mente. Aún seguía sin decirle a ella por
qué... o en realidad inventarle el porqué de nuestra ruptura y mi amiga, como
siempre, se dedicaba a mostrarme su cariño sin hacerme sentir miserable.
Ese día decidió quedarse a dormir. La verdad es que se lo agradecí, sin
embargo, no quería que fuera testigo de lo lamentables que eran mis noches,
aunque ya debía suponerlo; las ojeras eran ya parte de mí, así como la palidez y
sueño constante. Le pedí que durmiera en la recámara de Bea, cosa que aceptó
sin problema, yo sabía que ese día con la ausencia de mi padre y mi hermana,
aunado a la ya absoluta lejanía de Luca, me costaría más de lo normal dormir.
Me tomé el té, puse música clásica que había tenido que comprar por iTunes
en una noche de desesperación. Me tomé el medicamente naturista que mi padre
me había conseguido y me senté en el sillón esperando a que algo, de todo
aquello, surtiera efecto.
Estaba consciente de que el domingo era el peor día; había privado a mis
sentidos de su presencia por más de 48 horas, eso sólo incrementaba la
irritabilidad en mi piel tornándola fría, mi dolor de cabeza que aparecía con
menos horas de diferencia que entre semana y el olor de la cena de ese día ya era
tan malo que ni siquiera podía comérmelo.
Me dormí a las dos, después de danzar por toda mi habitación, terminé a los
pies de mi cama hecha ovillo con tan solo la camisola que me había puesto, no
soportaba nada más a pesarde que aun hacía frío y de que mi cuerpo era un hielo.
Llegamos a clase en el auto de Romina, insistió en manejar ya que se
invitaría a comerporla tarde. No pensaba dejarme sola. Se lo agradecí.
Al llegaral salón, me senté, ya como siempre, al lado de Gael y Lorena. Luca
ya estaba ahí con Hugo y para variar, no parecía haberme visto.
—No traes buena cara —señaló Gael inclinado hacia mí.
—Gracias... —musité con sarcasmo. Se acercó un poco más a mí, serio.
—No quiero molestarte, es sólo que parece que no has dormido en días. —
Me encogí de hombros buscando en mi cabeza una manera de distraerlo para que
dejara eso en paz, sabía que él lo escuchaba, aunque esa no fuese su intención y
tengo que aceptar que me daba un tanto de vergüenza que mi mal estado fuera
tan evidente.
—¿Qué hiciste el fin de semana? —pregunté buscando cualquier tabla de
salvación. Sonrió ante mi interés y me lo relató rápidamente.
—Aunque... me hubiera gustado más haberlo pasado contigo —casi me
ahogo al escuchar lo directo de su comentario. ¡Dios, ahí íbamos de nuevo!
Lorena sacudió la cabeza mientras continuaba mandando un mensaje porsu
móvil.
—Gael, por favor... no —le supliqué. Se hincó frente a mí, tranquilo,
ignorando mi petición.
—Sara, sé que es reciente... sé que no lo has superado... —quería ponerle una
mano en la boca para que callara, no me atrevía a mirar hacia donde él se
encontraba—. Pero... dame una oportunidad... te juro que esta vez no lo
arruinaré, te daré tu tiempo y... quien sabe... Por favor —lo decía de una forma
que me hacía sentir que podía ser posible, parecía absolutamente seguro y
convencido de que lo lograría, además, me miraba dulce y... completamente
enamorado. El nudo en mi garganta creció ardiendo incluso, raspando, dejando
ahí su rastro. Hubiera querido, en ese momento, que las cosas no fueran lo que
era y que mi corazón no le perteneciera a un ser al que podría hacer infeliz si me
empecinaba en mantenerlo a mi lado, que negaba lo que era al amarme. Ya llorar
no era suficiente.
—Gael, no puedo, no quiero lastimarte... Lo lamento —bajó la mirada hasta
sus manos, claramente decepcionado. Pero enseguida volvió a verme con una
nueva chispa. Era incansable, aunque ya no me hacía enojar, ahora me dolía
herirlo de nuevo. Necesitaba que dejara de hacereso.
—Como amigos... así de claro... Salimos, ríes, te distraes... Nada de
insinuaciones, nada que te haga sentir incomoda, será bajo mi riesgo —torcí la
boca. Acunó mi barbilla con la mano logrando con ese gesto que clavara mis
ojos en los suyos, pasé saliva—. Porfavor, Sara... una oportunidad... Tú no serás
responsable de nada, sólo yo. Déjame intentarlo, necesito que sientas que todo
puede mejorar, que tienes más opciones y que... te quiero —¡Maldición! Ya
estaba demasiado cerca y susurraba, por lo mismo podía jurar que nadie lo había
escuchado salvo yo, y él obviamente, pero a esas alturas comenzaba a creer que
de verdad no le interesaba nada referente a mí, ni a nadie, así que me centré en el
chico que se empecinaba en que le rompiera de nuevo el corazón. Si supiera lo
que dolía hacerlo.
—Gael... —colocó un dedo en mi boca, cariñoso.
—Piénsalo, ¿de acuerdo? —Se puso en pie y se sentó en su lugar como si
nada. Lorena me miró sonriendo, poniendo los ojos en blanco. No me atreví a
girar a ningún otro lugarque no fuera al frente. Mis emociones ya estaban al
borde del colapso.
En cuanto terminó la clase, Gael se ubicó a mi lado para irnos juntos a la
siguiente materia. Salí con la mirada en el piso, no podía evitar sentirme un tanto
culpable.
Iván me ofreció un lugar a su lado en cuanto me vio. Romina me miraba
pidiéndome paciencia mientras yo tenía ganas de gritarles que pararan. Lo cierto
es que ni para eso tenía energía, ni ánimos.
En el receso salí antes que ellos y me fui directo a la biblioteca, necesitaba
estar sola. Me puse mis audífonos, prendí mi Tablet, mientras respondía un
mensaje de papá. Lo contesté de prisa, olvidándome por unos minutos de todo lo
que me aquejaba, y después decidí ver alguna serie que me distrajera, moría de
sueño.
Cuando el timbre sonó, salí de ahí un poco más serena. Llegué a literatura y
en cuanto entré fui consciente de su mirada sobre mí, buscaba que yo también lo
viera, pero, sin sabercómo, intuí que estaba enojado, mucho.
Decidí ignorarlo haciendo un esfuerzo titánico y me senté hasta atrás, detrás
de varios chicos que ya ocupaban sus lugares. Tomé mi móvil con la intención
de perder el tiempo para no tener la tentación de mirarlo y entonces, perder lo
casi nada ganado.
El resto de la hora no volvió a verme, tampoco tengo idea de cómo lo supe,
pero era como si mi cuerpo respondiera ante él. Salí casi corriendo y llegué a la
siguiente materia aun un poco mareada porlo que sus ojos sobre mi habían
provocado.
Eduardo iba entrando, y en cuanto me vio, me rodeó por los hombros
apretujándome de forma brusca como si fuera su amigo preferido.
—¿Cómo estás? —Me preguntó soltándome. Giré para quejarme, no pude.
Luca estaba detrás de él, lucía contenido. Nuestras miradas se cruzaron por un
segundo en el que sentí todo el poder de su malestar. Sus ojos no habían
cambiado desde la última vez que los había visto, eran casi negros, ahora parecía
odiarme.
Pasó al lado de nosotros y se sentó donde solía, lejos de mí. Sentí unas
inmensas ganas de llorar. Eduardo notó mi estado, de inmediato me rodeó de
nuevo por los hombros para que entráramos juntos y aunque su gesto no me
gustaba se lo agradecí, sentía que las piernas no me respondían. Ya no podía
más, y lo peor, debía continuar pese a ello porque no me iba a dejar vencer, no
quería, no me lo permitiría.
En el segundo receso Romina no me dejó escabullirme, así que permanecí
sentada en la mesa junto al resto. En la siguiente clase mis amigos y yo,
tomamos nuestros lugares de diario y ellos comenzaron a hablar. El profesor
entró, pero él no, ni tampoco Florencia. El desconcierto me embargó,
agobiándome de pronto. Pocos minutos después, mi cuerpo sintió su ausencia, se
había ido de la escuela. Cerré los ojos con el corazón comprimido, harta de la
situación, de mi mente que no cesaba de proyectarlo para que así se me hiciera
aún más complicado seguir mi vida sin él a mi lado.
La última clase fue agotadora, pero por lo menos no tuve que luchar con mis
ansias de verlo, tampoco aparecieron ni él, ni Hugo en el domo.
Romina y yo llegamos a casa justo cuando Aurora terminaba la comida, me
sentía deprimida, seriamente desinteresada en todo, además, el estado general de
mi cuerpo no ayudaba. Envuelta en mis cavilaciones y firme en mi decisión pese
a todo lo que sentía, intenté ingerir lo que tenía frente a mí.
No llevaba ni el segundo bocado cuando sentí un golpe seco en el pecho que
me hizo soltar la cuchara y doblarme hacia el frente gimiendo. Abrí los ojos de
par en par, aterrada por el horrible vacío que experimenté, por la angustia que me
envolvió cubriendo de pronto todo mi ser. Llenar mis pulmones de aire dolía.
—¿Qué pasa, Sara? —preguntó Aurora colocándose a mi lado mientras mi
amiga me observaba, asustada.
—Te pusiste transparente —coloqué una mano sobre el lugar donde sentí el
golpe e intenté enderezarme, sudorosa, temblando.
—¿Sara? Dime, ¿estás bien? —Me levanté de la mesa con la respiración
agitada, trastabillando. ¿Qué era todo eso? Tenía la certeza de que me habían
arrancado una parte de mí, literalmente.
—Sí... —mentí presintiendo algo, algo que me aterraba y me estaba dejando
vacía. Él se había ido.


No existen.

Romina ayudó a que me volviera a sentar. Ninguna de las dos logró apartar
su mirada de mí, intrigadas y preocupadas. Desolación, soledad, honda tristeza
era lo que ponderaba en mi sistema.
Ojalá hubiese podido hablar, ojalá la lealtad no fuera algo inherente a mí,
ojalá esto pronto terminara y la agonía se fuera diluyendo, desvaneciendo al
punto que quedara solo en recuerdo.
Amarlo había sido un constante ir y venir entre el miedo y la seguridad, la
euforia y tristeza, el deseo y lo que verdaderamente podía experimentar. A
medias nunca lo he vivido, pero la verdad ha sido un grillete fuerte, poderoso,
muy real que no debía perder de vista, por lo menos no del todo. Él era de su
gente, yo de la mía. Mi tiempo en este planeta sería un suspiro al lado del suyo...
mi fuerza, ni siquiera equiparable, mi energía débil como cualquier humano,
pero mi amor era mi arma, la que
equilibraba la balanza y demostraría el poder que contenía dicho sentimiento,
costara lo que costara.
En silencio me envolvió por varios minutos, mi interior era la total
descripción de un campo de batalla después de haberperdido una guerra.
Ellas ya habían terminado de comer cuando comencé a sentir el dolor en la
sien, solo que esta vez de una forma más intensa. Mis oídos empezaron a zumbar
y algo hacía presión en mi cabeza, comprimiéndola. Fui consciente de como mi
piel se sensibilizaba y regresaba el dolor de una manera abrupta. Demasiadas
horas sin él, comprendí buscando serenarme.
El timbre sonó, yo no lo había escuchado con claridad, sentía que mi mundo
estaba desmoronándose sin que pudiera evitarlo.
—Yo iré —anunció Romina. Unos segundos después regresó lívida– . Es
Hugo. —la miré aturdida, respirando de forma discorde, sin saber qué hacer—.
Quiere... hablar contigo...
—¿Quién es Hugo? —quiso saber Aurora al ver mi rostro, seguro debía ser
claro mi aturdimiento.
—El... primo de Luca —noté como se tensaba.
—¿Quieres que le diga que no puedes salir? —Me preguntó. Negué y logré
ponerme en pie.
—Ahora regreso. —Declaré en voz baja, quebrada, rogándoles con la mirada
que no salieran de ahí.
En cuanto llegué al recibidor lo vi, estaba de pie, inmenso como era, delante
del sofá. Lucía tranquilo, observaba el lugarcon aire distraído.
—¿Qué haces aquí? —pregunté directa y sin el menor remordimiento hacia
él. Elevó las cejas, asombrado, posando sus asombrosos ojos sobre mi cuerpo
trémulo.
—Por los dioses... ¿No te enseñaron a decir "hola"? Vaya que tienes tu
carácter —resoplé sintiendo que la cabeza pronto me estallaría. Recargué mi
peso en el respaldo de uno de los sillones fulminándolo con la mirada, esperando
—. De acuerdo, ya veo que no... ¿Puedo hablar contigo? —parecía ahora sí
hablar en serio. Lo estudié porun segundo, seria. Sentía una especie de
resentimiento hacia él, no lo quería cerca, no ahora.
—Creí que eso hacíamos —expresé fingiendo indiferencia. Pasó una mano
por su cuello, riendo asombrado.
—Vaya que eres difícil... —Ante el comentario bajé la vista concentrándome
en intentar que el dolor no me aturdiera—. No aquí. —anunció. Lo observé
comprendiendo.
—No veo de qué debamos hablar tú y yo... Sé que no me soportas y para
serte sincera tú a mí me das igual... Creo que es mejorque te marches, no estoy
de humor.
—Sara... vamos afuera —insistió, serio, con un dejo de autoridad. Cerré los
ojos asintiendo. La realidad es que moría por saber qué hacía ahí y por otro lado,
era consciente de que recobrarme de tener a uno de ellos en mi casa me iba a
llevar unos días. Bufé.
Salí sin esperarlo, él me siguió. Caminamos hacia la izquierda sin decirnos
nada. El roce del aire sobre mi piel resultó doloroso, arrugué la frente, frustrada,
sin embargo, logré mantenerme tranquila y no reflejar nada.
Varios metros adelante encontramos una banca de madera desgastada que ya
había sufrido estragos por las inclemencias del tiempo. Me senté. Uno segundos
después se puso a mi lado evitando todo contacto, aunque sabía que yo era
inmune a ellos.
—No traes buena cara —apuntó. Reí con ironía.
—No creo que eso sea lo que has venido a decirme, Hugo, tengo espejos, lo
sé.
—Presa de un arranque estúpido lo encaré, error, me perdí en el líquido azul
de sus ojos, nada tenía que ver con los de Luca y a la vez todo, cosa que me hirió
un poco más. Pasé saliva intentando lucirecuánime.
—Quiero darte las gracias...
—¿Y eso? —pregunté levantando una ceja.
—Por lo que hiciste... dejar a Luca —me levanté sintiendo como el
movimiento casi hacía que mi cabeza estallara. ¡Dios! Me quejé interiormente—.
Espera... —tomó mi codo ante mi reacción. Casi grito del dolor que causó en mi
piel su tacto—. Sara, no lo tomes así, sé que estás sufriendo, sé que no está
siendo fácil, pero es lo mejor... Ustedes... sólo se iban a lastimar... ya de por sí —
susurró. Me zafé queriendo evitar esa calidez que me recordaba su tacto.
—No quiero hablarde él, ni contigo, ni con nadie —advertí molesta.
—Sé que esto es demasiado... Tú de verdad... de todos los humanos que
conozco, eres, sin duda, la que mejor me cae... Tu carácter es ¡por los dioses!
Terrible y a la vez eres... dulce, te juro que no tengo nada contra ti.
—Basta, Hugo, deja eso. ¿Qué quieres? Si era para eso, no tienes que
agradecerme, no existe nada que no hiciera porél. No quería que viviera con esa
decisión toda su vida... sería demasiado, no creo que valer tanto la pena como
para que cambie lo que en realidad es pormí —susurré lo último casi sin voz.
—Eres valiente... mucho, créeme que, aunque no entiendo muy bien lo que...
entre ustedes hay, sí te admiro y respeto... como humana eres asombrosa. He
pasado aquí un buen tiempo como para notar que el egoísmo es parte de su raza,
pero que son más fuertes que el sentimiento si lo desean.
—Tengo que irme —musité poniendo una mano en la cabeza
inconscientemente.
—Aguarda... también vine a decirte que decidimos irnos —abrí los ojos
sintiendo que mi mundo se terminaba. Era verdad lo que había sentido, él ya se
había marchado. Mi corazón dio un vuelco tan fuerte que así me hace gemir.
—¿Te pidió que me lo informaras? —inquirí contenida.
—No, él no sabe que estoy aquí, no por ahora. Sara, te la debemos, no
queremos complicarte más, es lo mejor para ti. La distancia te ayudará y podrás
superar todo esto. J amás tendremos la suficiente gratitud hacia ti por no
delatarnos, por no decir nada a nadie.
—Te dije que no lo haría —mi corazón estaba estallando en mil pedazos al
escucharlo, desmoronándose, encogiéndose. Deseaba gritar hasta quedar si aire,
pero no tenía energía ni para eso.
—Lo sé, esa fue una de las razones por las que decidimos esto. Tú reharás tu
vida y continuarás... como debe de ser... Esto solo habrá sido algo que... no debió
ocurrir nunca —sentí las lágrimas escocermis ojos, pinchándolo como agujas.
—Encárguense de ustedes, de gobernar sin fallos. No tendrán problema en
ello, son poseedores de todas las verdades, ¿no es cierto? Tan soberbios
creyendo que lo saben todo y pueden todo, porque la solución es suya. Pero te
diré algo, eso es su mayor defecto, algo que, si no tienen cuidado, cambiará su
mundo. Y tú, por mucho que intento, no comprendo cómo es que podrás
gobernar si no puedes pensar más allá de ti... ¿Cómo ayudarás a la gente si no
puedes ser empático, si no entiendes lo que es preferir el bienestar del otro sobre
el tuyo? Nosotros no elegimos esto, sin embargo, se dio, y ahora sé que nunca
debí permitir que avanzara porque no podría vivir con el hecho de que él dejara
atrás su esencia, para lo que fue creado por mí. Y no te preocupes, Hugo,
sobreviviré, claro que lo superaré como él lo ha hecho... Dile que no se preocupe
por mí, mi vida terrenal pronto me absorberá y no será nada en ella, tal como
ahora yo no soy en la suya —me miró notoriamente desconcertado y abrumado.
—Por los dioses, realmente me asombras. Eres certera. En cuanto a Luca, no
sabes lo que dices, Sara, pero si deseas que le diga eso, lo haré.
—Me da igual, para mí, a partir de hoy... no existen, nunca existieron, no
cuando evidentemente para ustedes tampoco nunca lo he hecho. Sé que esto es
de lo más conveniente para ti y Florencia, para su pueblo, lo mejor para él.
Gócenlo, celébrenlo y ojalá que cuando llegue el momento puedan sacar lo
mejor de ustedes tal como él lo hizo conmigo —me di la media vuelta y anduve
hasta mi casa ya con el rostro empapado, evitando sollozarpara que no me
escuchara.
Cerré la puerta tras de mí, consumida. No volvería a verlo, todo de verdad se
había terminado y agujero gigantesco se abría en mi pecho absorbiendo todo a su
alrededor.
Aurora y Romina salieron de la cocina, preocupadas.
—¿Qué pasó, Sara? ¿Qué te dijo? —Se acercaron a mí, pero yo me alejé
negando y llorando. No dieron un paso más.
—Se fue... —susurré con la mano en la boca sentándome en el sillón que
estaba en la entrada, doblándome por el dolor que me generaba. No podía dar
crédito, pero debía asumirlo ya.
—¿Cómo que se fue?, hoy en la mañana ahí estaban... —apuntó Romina
desconcertada e hincada frente a mí.
—Sí, pero... ya no van a regresar —le intenté explicar ahogadamente. Me
estaba doliendo demasiado todo aquello.
—Pero ¿a dónde?, ¿por qué? —negué escondiendo mi rostro en mis manos
sollozando sin control. Ninguna de las dos dijo nada, aunque sabía que
continuaban ahí. De repente la presión en el interior de mi cabeza aumentó, me
quejé llevándome las manos a la sien.
—¿Sara... de nuevo la cabeza? —adivinó Romina poniendo una mano sobre
mi pierna, su tacto me quemó y me hice a un lado asintiendo, afligida. No abrí
los ojos, era como si agua estuviera comprimiendo mi cerebro, eso ya era
insoportable.
—Voy porunas pastillas —anunció una de las dos. Ya no identificaba los
tonos de voz.
Un minuto después me hicieron abrir la boca y me las pasé de prisa.
Permanecí en la misma posición mucho tiempo.
—Le hablaré al doctor —declaró Aurora. El dolor comenzaba a ceder, sin
desaparecer del todo, pero me permitió abrir los ojos y mirarlas. Ambas me
observaban realmente preocupadas, me sentí mal portenerlas así.
—No, ya está pasando —admití intentando soltarel cuerpo y respirar con
regularidad.
—Estas muy pálida... no me gusta nada eso.
—No pasa nada, Aurora, ya está pasando —Romina permanecía frente a mí
evaluándome, suspicaz.
—Creo que lo mejor es que duermas, Sara —propuso mi amiga poniéndose
de pie. Asentí levantándome aún con cierto dolor en la sien que parecía no
querer dar su brazo a torcer. Subí las escaleras, consciente de que ella venía
detrás. Me recosté en la cama aguantando la respiración para no gemir con el
roce de la colcha sobre mi piel.
—Cerraré las cortinas, ¿de acuerdo? —anunció haciendo eso precisamente
—. Intenta dormir. No sé qué esté ocurriendo, pero deberías ir al médico, no es
normal que te duela tanto la cabeza y... casi no comes, cosa de verdad muy
extraña en ti, puedes comerte una vaca entera, además, sé que algo sucede
cuando te tocamos, ¿te duele?
—Sí —acepté con los ojos cerrados, agotada.
—Creo que es buena idea lo que dijo Aurora, el médico debe revisarte, no es
normal que no duermas bien. Mira tus ojeras, casi abarcan todo tu pómulo y...
siempre estas fría... aun a mediodía —parecía intuir algo, ella me conocía mejor
que yo a mí misma, no podía engañarla, pero tampoco le podía decir nada, por
un lado, era imposible que me creyera y porotro, él ya se había ido, no tenía
ningún caso.
—Si lo llaman sólo pídanle que me dé algo para dormir... Eso es lo único que
necesito, a lo mejor por eso me duele la cabeza y todo eso que dices —repliqué
en voz baja, aunque lo suficientemente alta como para que me oyera. Unos
segundos después salió. En ese instante todo se me vino encima, otra vez... Lloré
de nuevo.
Una par de horas después yo continuaba despierta mirando un punto fijo en
la oscuridad de mi recámara. Me encontré inventando figuras en mi cabeza con
las grecas que se alcanzaban de distinguir en la cortina negra con líneas al
azarmoradas. Una liebre, una mujer, incluso una flor un tanto distorsionada, pero
que se asemejaba mucho a las orquídeas que solía darme. Las lágrimas salían sin
esfuerzo, aunque ya no convulsamente, tenía aferrado un cojín a mi pecho en
posición fetal y no me movía.
El médico entró más tarde a mi recámara, me tomó el pulso, la temperatura,
en fin... todos sus chequeos mientras yo luchaba por no apartarlo debido al
malestar en mi piel. Romina le relató, sin consultarme, todo lo que me ocurría.
Él asintió evaluándome.
—Me gustaría que te hicieras unos análisis para descartar cualquier cosa, ¿sí,
Sara?
—asentí agradecida de que ya no me estuviera esculcando. Garabateó algo
en su libreta y se la dio a Aurora—. Ciertamente parece que no has podido
dormir bien...
¿Pasa algo que te tenga angustiada o preocupada? —No podía mentirle, no
con ellas ahí observándome, aun así, no salieron las palabras.
—Terminó con su novio —dijo al fin Romina. El doctor se frotó la barbilla
comprendiendo.
—Sara, debes de buscar la forma de superarlo, esas cosas son normales y
duelen, sé que duelen, pero no puedes llevar a tu cuerpo al límite.
—No lo llevo al límite... No puedo dormir —refuté molesta. ¿Quién en su
sano juicio se pondría en ese estado de buena gana? No dormir era espantoso,
realmente horrible. Sus ojos se tornaron comprensivos.
—Lo sé... eso pasa, pero no me parece correcto que tomes nada para
lograrlo, te daré unas pastillas para la cabeza, pero nada más... y aunque tu
temperatura está baja, se encuentra en los límites, podría ser un síntoma de tu
insomnio, por tu edad no me parece adecuado medicarte, a lo mejor pescaste un
virus... demos tiempo —varias lágrimas de desesperación salieron de mis ojos
sin poder contenerlas, si no dormía enloquecería. Resopló observando mi
reacción, me conocía de un par de años, sabía que no era así—. Haremos algo, te
daré unos analgésicos para tu cabeza y unas pastillas muy ligeras que solo
tomarás en una situación de total ausencia de sueño, quiero decir que si son las
tres de la madrugada y aun no duermes, entonces tomas una... ¿De acuerdo? —
asentí.
—¿Pero no le crean adicción? —quiso saber Aurora nerviosa.
—No, es como lo que tomamos para la gripe, pero pueden dañar órganos si
abusa. Tú ya eres mayor, Sara... confió en que las uses con madurez.
—¿Y el dolor en la piel y falta de apetito? —preguntó Romina con
suficiencia. El hombre la miró sonriendo.
—Es parte de lo mismo, debe de intentar darle vuelta a la hoja,
probablemente estés un poco deprimida, con estrés, y a tu edad es normal
cuando se termina una relación... Pasará —odiaba la forma que tenía tan simple
de ver las cosas, ojalá así fueran de sencillas, pero evidentemente él, al igual que
todos, no tenían ni idea.
Unos minutos después se fue. Me volvieron a dejar sola. No sé cuánto
tiempo después Aurora colocó una pastilla sobre mi mesa de noche, agua, un
sándwich y los analgésicos para mi cabeza.
—Romina insiste en quedarse... Tú duerme, yo me hago cargo de ella, ¿de
acuerdo?
—asentí mirándola agradecida.
—No le digas nada a papá... no quiero que se preocupen, no tengo nada, ¿sí?
—aceptó no muy convencida.
Me senté quejándome involuntariamente del dolor. Tomé el plato y le di una
cuantas mordidas... sabía cómo arena y podía distinguir el olora carne debido al
jamón que se me metía por la nariz inundando desagradablemente todos mis
pulmones. A la mitad lo dejé sintiendo que mi estómago no lo podría retener por
mucho tiempo, sin embargo, inhalando y exhalando como en la escuela me
habían enseñado en caso de un ataque de pánico, logré retenerlo.
Me recosté de nuevo observando la pastilla que tenía frente a mí. No eran ni
las nueve de la noche, pero necesitaba dormir y olvidarme de todo por lo menos
un momento. Comprender que no le importaba como creí era duro, mucho, pero
saber que no volvería a verlo era insoportable. La tomé intentando no pensar y
me la pasé.
Media hora después los párpados comenzaron a cerrarse sin poderevitarlo,
imágenes de su rostro sonriendo o molesto por algo que yo le había dicho se
colaban en mi memoria. Sus ojos ámbar, su manera de tocarme provocando que
ese líquido cálido recorriera nuestros cuerpos de una forma chispeante y
placentera. Su forma de arrullarme y de serenarme cuando estaba cerca, sus
detalles, su miedo, todo... Era como si hubiera estado con él toda una vida y
ahora hacía todo para intentar borrar su existencia en la mía...
Lo amaba, sabía que siempre sería así, era como si él fuera parte de mí
literalmente, pero en ese momento también lo odiaba, a pesar de comprender que
hacía lo mejor para los dos. Su indiferencia, su asalto a mi recámara, lo fácil que
se dio por vencido y su mirada de ese día porla mañana, hacía que lo odiara, lo
odiara casi igual que como lo amaba, pero lo peor era saber que lo que sentía por
él se había incrementado los últimos días de una forma imperceptible e ilógica, y
de pronto comprendí que, de verdad estaba atada a él de una forma que no era en
lo absoluto normal, que algo había ocurrido entre los dos que iba más allá de lo
que sentíamos. Era como si... él se hubiera llevado, ahora que no estaba, una
parte de mí y la sensación que dejaba a cambio era ese malestar que comenzaba
a pensar, era real y completamente provocado porsu ausencia.
Desperté poco antes de las cinco de la mañana y aunque era muy temprano
sonreí satisfecha pues había logrado dormir más de diez horas seguidas. En
cuanto me puse en pie el dolor de cabeza apareció. Resignada me tomé la
pastilla, me recosté esperando a que hiciera efecto, algo debía hacer respecto a
eso, dañaría uno de mis órganos. Media hora después aun dolía, pero era
aguantable. Decidí que si para él era fácil seguirsin mí, yo debía hacerlo mismo,
aunque no tenía ni idea de cómo.
Me bañé temprano y lentamente, la sensación en piel continuaba igual,
insoportable.
Romina y yo llegamos puntuales. Por supuesto el rumor de que se habían ido
corrió como pólvora, pronto todos sabían que habían tenido que dejarel país.
Las conjeturas no se hicieron esperar, cosas como: narcotraficantes,
comerciantes del mercado negro, millonarios excéntricos, incapacidad para
adaptarse a la escuela. En fin... miles de opciones y ninguna real, ni siquiera
cercana a lo que bajos sus narices ocurría, y lo peor de todo es que era evidente
que yo no me encontraba bien por lo que las miradas de lástima comenzaron a
irritarme, sin embargo, no sabía cómo mejorarlo ni físicamente, ni anímicamente
pues una arrastraba a la otra.
Mi cuerpo, conforme fueron pasando los días, parecía irse deteriorando y no
mejorando. Había noches que intentaba no tomar las pastillas para dormir, sin
embargo, llegaba a la madrugada y sin remedio me tomaba una con culpabilidad.
En otras ocasiones, cuando mi cuerpo ya estaba a punto de colapsar por la falta
de descanso me las tomaba mucho antes de tiempo logrando así dormir por lo
menos ocho horas corridas.
Mi ropa comenzaba a no quedarme, era evidente mi pérdida de peso, lo
cierto era que no había nada que me apeteciera y cuando lograba comer más,
porque el olor no era tan intensamente desagradable al igual que el sabor, a las
pocas horas salía de mi estómago sin poder evitarlo. Ya me había realizado los
análisis. Todo estaba bien, un poco bajos en algunas cosas pero dentro de los
estándares.
Un día antes de que mi hermana y mi padre regresaran, sospeché que ya no
reflejarían lo mismo los estudios. Mi energía era muy poca, tanto que dejé de
jugar en los recesos y subirlas escaleras de verdad me agotaba.
En las clases no podía concentrarme pues seguía pensando en él de una
forma obsesa y enferma, anormal. Lo necesitaba, lo necesitaba ya, no podía
seguir sin su aroma, sin su cuerpo, sin sus ojos, sin su piel contra la mía, sin sus
palabras, sin la seguridad que me brindaba y, sobre todo, sin esa parte de él que
parecía me mantenía vital. Mi razón quería superarlo, mi cuerpo y mente, no, y
era tan agotadorintentar que coincidieran, que me dieran un respiro.
Romina había pasado casi todo el tiempo que mi familia viajaba, en mi casa.
Estaba evidentemente preocupada, pero les exigí que no le dijeran nada a mi
padre, los estudios habían salido bien y no teníamos porqué hacerque se la
pasaran mal o peor aún, que se regresaran. Creía, fervientemente que en algún
momento mi cuerpo dejaría de hacer eso que hacía y comenzaría a asimilar su
ausencia y entonces mejoraría, porlo que mi mente y razón se harían aliadas de
nuevo y retomaría mi vida. Intentaba comer lo más que podía cuando estaba con
ellas y fingía no sentirme tan mal, sin embargo, cada día eso era más difícil.
Gael parecía más que mi amigo, mi sombra, estaba al pendiente de cualquier
cosa que necesitara, incluso gracias a eso varias veces no caí o rodé por las
escaleras al doblarse mis rodillas porel cansancio y falta de energía.
Tenía que haceralgo, pero no sabía qué... Me sentía triste, desganada y vacía.
Lloraba casi a diario y solía pasar seguido por su casa en la que comenzaba a
notarse la falta de habitantes, sin embargo, no estaba en renta, ni tenía anuncio
de "se vende". Me quedaba frente a aquel portón negro recordando cada
momento a su lado, teniendo mucho cuidado de no llamarlo, pese a todo lo que
me ocurría, mi decisión seguía pareciéndome la correcta.
Mi padre y Bea llegaron en la mañana del miércoles porlo que no pude
verlos. Ese día salí del colegio necesitando con urgencia una noche reparadora.
Me miré en el espejo, continuaba pálida, con un color cenizo bastante extraño,
mis ojos estaban vidriosos y adornados por grandes ojeras y líneas rojas. Me
recargué en el asiento cerrándolos fuertemente, no quería que me vieran así, pero
era inevitable.
Tomé aire preparando una sonrisa, no era fingida, los había extrañado mucho
a los dos, sin embargo, la alegría ya no solía serparte de mí desde hacía casi un
mes. Al día siguiente sería jueves, se cumplirían cuatro semanas de haber
acabado con lo único que de verdad me importaba y amaba, ese día se cumplían
diez días sin verlo, aunque parecía poco, en mi mente, en mi alma, en mi cuerpo,
se sentían como una eternidad.
Al entrar a la casa ambos salieron de la cocina sonriendo. En un segundo los
rostros de ambos cambiaron dramáticamente, me miraban con la boca abierta y
visiblemente asombrados. No supe qué hacer, ni qué decir.
—¿Sara... qué diablos está pasando? —Se acercó papá a mí notoriamente
angustiado. Tomó mi rostro entre sus manos y me acercó a él. Su roce me hizo
intentar soltarme, no lo permitió.
—Qué bueno que ya están aquí —logré decir un tanto asustada por su
reacción, sintiendo que algo bueno al fin ocurría, los necesitaba.
—¿Qué está pasando?... ¡Aurora! —gritó soltándome. Bea se acercó a mí y
me abrazó escondiendo su rostro en mi hombro. Me dolía su contacto, lo cierto
es que a ella jamás le había negado nada y sinceramente lo necesitaba aun con el
dolor que el gesto implicaba. 2
—Papá —susurré, estaba evidentemente molesto. No me hizo caso, miraba
hacia la cocina. Aurora llegó un tanto nerviosa hasta nosotros, la miré culpable.
—¿Me puedes decir por qué no me dijiste que Sara estaba así? —exigió
señalándome con ambas manos, alarmado.
—Gabriele, ya le hicieron análisis, está todo bien, pero no come, no duerme
y siempre le duele la cabeza incluso no quiere que la toquen porque le lastima...
Sin embargo, el doctor dice que está bien... no queríamos alarmarlos —mi padre
frunció el ceño y se volvió de nuevo a mí. Bea en ese momento se apartó
evaluándome.
—Y estás muy fría —Me alejé de ellos para recargar mi cuerpo en la pared.
La fatiga era ridículamente fuerte.
—Debiste habérmelo dicho —me reclamó molesto y angustiado.
—Estoy bien —mentí en voz baja.
—Por supuesto que no estás bien, basta verte, por Dios, en este momento
vamos al hospital...
—Papá —intenté convencerlo, cansada y sintiendo que todas las
extremidades me fallaban. Logré mantenerme de pie.
—¡Papá, nada! Apenas si puedes estar parada... ¡Carajo! Debieron
llamarme... Debiste cuidarte —me exigió con miles de emociones reflejados en
su rostro, no pude defenderme. Odiaba estar así, odiaba no ser dueña de mí,
odiaba sentirme rota, por mucho empeño que ponía de manera consciente nada
funcionaba.
—Gabriele —mi padre giró hacia Aurora– , intenta comer, yo la veo, pero no
logra nunca terminarlo... No se ha excedido, de hecho no ha salido salvo a la
escuela. Y algo tiene, estoy de acuerdo, pero no es su responsabilidad, la
conozco y aunque sé que está muy triste esta no es la forma en la que ella
manifiesta sus emociones —mi padre se recargó en la mesa de la entrada
aspirando fuertemente, buscaba calmarse.
—Quédate con Bea... iré con Sara al hospital —mi hermana me miró con
tristeza, agobiaba.
—Lo siento —me disculpé acariciándole la mejilla arrepentida de haberle
amargado su regreso. Colocó una mano sobre la mía sonriendo, claramente
preocupada.
—Lo único que quiero es que estés bien... —mi padre pasó al lado de
nosotras tomando las llaves de su auto.
—Vamos, hija —estaba un poco más tranquilo. Lo seguí sin chistar, me subí
en el asiento del copiloto mientras él lo encendía. Manejó serio durante algunos
minutos.
—Sara... ¿Estás así por Luca? —escuchar su nombre hizo que algo dentro de
mi pecho doliera, como si lo hubieran herido, pero a la vez me dio una extraña
paz.
—No sé, papá —admití examinando las manos. De repente se detuvo. Tomó
mi barbilla para que lo viera.
—Eres fuerte, mucho... no puedes permitir que esto te gane, no así... sin
luchar... Has enfrentado cosas peores ahora lo sé. Prométeme algo, hija —asentí
sin que me soltara—. Saldrás adelante como lo has hecho siempre, no me
importa cómo, pero lo harás... 12
—Sí, papá —me soltó claramente agobiado, besó mi frente con aprensión y
continuó conduciendo. Si tan solo supiera cómo... pero encontraría una manera,
debía lograrlo.


Dolor

Llegamos a un hospital que se encontraba sobre una de las avenidas más
grandes que cruzaban la ciudad. Todo era vidrios y paredes de piedra gris. Bajé y
enseguida él ya se encontraba a mi lado tomándome del codo, obviamente temía
que cayera de nuevo sobre la acera. Entramos porurgencias, me sentó sobre una
silla de vinil que se encontraba, junto con varias más, frente a una pequeña
recepción. Mis manos sudaban, necesitaba saberlo que ocurría dentro de mí, ya
era demasiado.
Habló con una de las enfermeras y minutos después con un doctor que salió
al lado de la misma señorita que lo atendió. Mi padre me señaló, ambos me
miraron, le explicaba lo que me sucedía. El médico, un tipo alto y fuerte, con
una complexión dolorosamente similara la de él, se acercó a mí sonriendo
amigablemente.
—Sara... —Me tendió la mano. Se la di controlando, como ya solía hacer, el
dolor—.
¿Me puedes decirqué sucede? —Lo miré seria. Enseguida comprendí lo que
creía para él era la típica adolescente metida en problemas. Notó mi actitud tensa
y cambió de estrategia—. Tu padre me dice que no has comido bien, ¿porqué?
—Porque la comida... sabe rara —admití serena.
—¿Has estado a dieta? —Mi padre se acercó un tanto exasperado.
—Sara puede comer hasta tres hamburguesas seguidas. Cree que si pensara
que tiene un desorden alimenticio la traería aquí... Buscaría un psicólogo o
psiquiatra. —El doctorlo escuchó apacible e intrigado.
—De acuerdo, hay algo más que deba saber... —me evaluó interrogante. No
sabía qué decir, pero definitivamente me quería sentir mejor, con lo que pasaba
en mi corazón era más que suficiente.
—Me duele mucho la cabeza, siento una opresión constante y un martilleo
en la sien.
—¿Se quita con medicamento?
—No del todo —acepté mientras papá permanecía de pie con los brazos
cruzados escuchándolo todo.
—¿Qué más?
—No puedo dormir... Por mucho sueño que tenga, y mi piel... duele —tomó
mi muñeca buscando mi pulso. Durante un minuto estuvo serio observando su
reloj.
—Traes baja la presión, ¿tienes frío? —asentí. Mi padre y él intercambiaron
miradas. Evidentemente hacía un poco de calor, era mediodía y en Guadalajara
hasta en invierno tenía la temperatura alta a esa hora.
Asintió serio.
—Me gustaría hacerte unos estudios para ir descartando posibilidades...
¿Estás de acuerdo? —Papá aceptó aun con el gesto recto—. Muy bien, ¿qué
pastillas usas para el dolor de cabeza? —Le di el nombre sin problema, las usaba
tan frecuentemente que me lo sabía de memoria.
—¿Qué has comido hoy?
—Nada —confesé afligida porla expresión de agobio de mi padre.
—Entra un segundo, me gustaría examinarte mejor y que me describas con
mayor detalle los dolores de cabeza. —Miré a papá sin saber qué responder. Él
asintió con la mirada.
—Esperaré aquí, ¿de acuerdo? —Me puse de pie con cierta dificultad, él lo
notó y enseguida me tomó del antebrazo provocando una mueca de dolor.
Ambos me miraron, desconcertados. Deseaba llevar encima una cantidad
absurda de suéteres, pero era impensable usarlos debido a lo que provocaban en
mi piel. Quería llorar de nuevo, en serio que sí, pero no me servía de nada
hacerlo había comprendido a lo largo de las semanas.
El chequeo duró no más de veinte minutos. Me hizo varias preguntas que iba
anotando, escuchó mi corazón, mis reflejos, mis pulmones, mi garganta, mis
oídos y mis ojos.
—¿Cuánto llevas sin dormir bien?
—Un mes —era el mismo tiempo que llevaba sin estarcon él.
—Sara... estamos solos, de verdad no hay nada que deba saber... —negué
seria. Dios, lo entendía podía parecer la típica joven con dificultades anímicas,
sin embargo, era tan frustrante e hiriente que me vieran así; como débil ante algo
que no estaba logrando controlar de ninguna manera que yo conociera.
—No me he sentido bien y no sé cómo hacer para que eso cambie...
Realmente quiero estar mejor —admití llorosa, desesperada. Al escucharme me
observó un tanto preocupado.
—¿Hay algo por lo que crees que estés así? Quiero decir, ¿sucedió algo
emocionalmente hablando?
—Sí —volvió a asentir.
—¿Crees que eso tiene directamente con esto?
—No sé —admití sincera, yo ya no sabía nada. Anotó algo en una especie de
receta y me miró unos segundos después.
—Primero que nada debes dormir e intentar comer. Busca algo que te guste...
lo que sea, no puedes estarasí... es peligroso, ¿comprendes? ¿Has tomado algo
para dormir?
—Le di el nombre enseguida—. ¿Con frecuencia?
—Más o menos, intento no tomarla hasta que veo que no logro dormir y es
de madrugada, pero hay días... que lo hago al anochecer porque siento que no
podré más. —admití culpable. Continuó asintiendo.
—Toma una hoy cuando sea hora de dormir y mañana también, hasta que
tengamos los resultados de los análisis... No dormir es tan peligroso como no
comer... puede generarte una infinidad de efectos secundarios, veremos si así
bajan los dolores de cabeza y la irritabilidad de la piel. Además, debemos
averiguar por qué tienes baja la temperatura, no es normal, no parece serun virus.
Pero iremos paso a paso. ¿Sí?
Unos minutos después salimos, mi padre hablaba por el móvil. Colgó casi en
cuanto me vio. El doctor lo puso al corriente dándole la orden del laboratorio.
Media hora después regresábamos a casa.
—De ahora en adelante me dirás cualquier cosa extraña que sientas... no
quiero sorpresas. Sara... mañana iremos a hacerte esos estudios a primera hora
—lo miré negando, angustiada.
—La escuela, papá... no puedo faltar —por alguna razón extraña mi casa y el
colegio eran los lugares donde lo sentía más cerca. De nuevo quería llorar.
Apreté mis puños con fuerza, ya no, no más. Me tragué el llanto, decidida.
—Me importa un bledo la escuela, Sara... harás todo lo que el médico te
diga, ¿okay? No tienes idea la cara que traes, no soportaría que te pasara algo...
Así que iremos temprano, si alcanzas a llegary te sientes bien vas, si no, no.
—Sí —susurré dándome cuenta de que su angustia lo ponía irritable y que
tenía razón.
—Mi amor... todo estará bien, de la escuela nos ocuparemos luego, ¿sí? —
asentí mirando por la ventana intentado poner mi cabeza en blanco, no pensar en
nada, pero sus ojos limón se colaban como una estela dolorosa y sanadora.
Cuando llegamos ya eran casi las cinco. Aurora parecía también
estarpreocupada, mi padre la puso al tanto de todo mientras le servía de comer. A
mí me dio un caldo de pollo con verduras, supuse que lo acababa de hacer pues
mi padre tenía enchiladas frente a él.
—Intenta comerlo... despacio... cucharada a la vez y date tu tiempo, ¿okay?
—Me pidió tomando mi barbilla tiernamente. El nudo en la garganta amenazó
con hacer de las suyas sin embargo, logré controlarlo y asentir.
Cuarenta minutos después llevaba la mitad, Bea también continuaba ahí,
pero ninguno parecía estar esperándome aunque hacía varios minutos que habían
terminado. Luché con las náuseas más de una vez, casi a las siete logré vaciar el
tazón, Aurora ya lo había tenido que calentar en dos ocasiones pues se enfriaba
gracias a mi lentitud. Al verlo vacío mi padre sonrió más tranquilo.
—Ahora... ¿Quieres sabercómo estuvo el viaje?
—Sí —deseaba escucharlos y a la vez dejar de pensar por unos minutos en lo
que sucedía en mi interior.
Bea hizo una reseña muy detallada de todo, lo que me mantuvo atenta y
entretenida, mi padre completaba sus narraciones en definitiva la habían pasado
muy bien. Poco antes de las nueve me mostraron la variedad de ropa que me
habían comprado, al igual que unos tenis y accesorios. Todo me había gustado,
Bea conocía muy bien mi forma de vestir, así que era de mi agrado, lo malo es
que nada de la talla que en ese momento tenía. Al terminar, mi padre se puso en
pie.
—Hora de descansar —nos despedimos de Aurora y subimos los tres hasta la
planta alta. Bea colocó todo lo que me había traído sobre mi escritorio, al día
siguiente me mostraría lo que ella había adquirido. Mi padre me dio el
medicamento en la mano y un beso en la frente.
—Si no puedes dormir, me avisas, ¿de acuerdo? —asentí intentando sonreír.
Me pasé la pastilla quince minutos después sintiéndome menos culpable,
pues ahora lo hacía con autorización, a las diez fue la última vez que vi el reloj.
Por la mañana desperté sintiendo de nuevo el dolor de cabeza y la opresión,
pero un poco más descansada. Observé el reloj de mi móvil, ocho y media.
Sonreí, había logrado dormir. Tomé la pastilla para la cabeza antes que nada y
esperé a que hiciera efecto. Unos minutos después comenzaba a menguar. Me
bañé de prisa, o lo más rápido que pude, me puse unos pants y bajé. Mi padre
hablaba por teléfono en la cocina. Estaba vestido de traje, al mirarme sonrió
continuando con su conversación.
—¿Acabas de despertar? —preguntó Aurora en voz baja.
—Sí... hace un rato —me puso un tazón pequeño de yogurt natural y
manzana picada al lado, no era mucho, debía intentar comerlo. Mi padre observó
mi desayuno e hizo una seña de que lo terminara todo. Seguía sabiendo mal,
muy mal, pero cerraba los ojos e intentaba aguantar la respiración hasta
pasármelo de prisa. Así logreé prácticamente acabarlo cuarenta minutos después.
Papá ya había colgado y hablaba con Aurora sobre los pendientes de la casa.
—Ahora... vamos —indicó él poniéndose de pie en cuanto terminé. Los
análisis tomaron parte de la mañana por lo que accedió a dejarme en la escuela,
Romina me regresaría como habíamos acordado unos minutos antes.
Lo que quedó de la jornada fue similar al resto, me sentía triste y desganada,
además, me daba cuenta de cómo mi cuerpo iba perdiendo energía conforme las
horas pasaban.
Porla tarde me dediqué a hacertarea y a extrañarlo desesperadamente.
El lunes entregaron los resultados, tenía completamente descontrolados
algunas cosas de la sangre que no comprendí, pero que al parecer, no era mucho
problema volver a regular. El pequeño mapeo que le habían hecho a mi cabeza
descartaba cualquier cosa, los neurotransmisores funcionaban sin problema y no
había ninguna cosa que pareciera provocar el dolor en la sien ni la presión. Así
que me dieron vitaminas y licuados que debía tomar cuando no pudiera retener
el alimento, debíamos esperar.
Si eso funcionaba, el diagnostico era un posible cuadro de estrés. Si no,
tendrían que comenzar a inyectarme directamente los nutrientes a mi torrente
sanguíneo y profundizarían los estudios. Mi padre estuvo de acuerdo. Decidieron
que tomara una dosis más baja para los dolores de cabeza, ya que llevaba mucho
tiempo consumiéndola y podía dañar alguna otra parte de mi cuerpo y para mi
terror, me quitaron por completo la medicina para dormir, mi padre aceptó
también esto, no quería que dependiera de eso para dormir, debía dominar mi
mente. Una lágrima escapó al escucharaquello, pero no objeté.
Terminaron mandándome con un psicólogo pues pensaban, como yo antes
suponía, que mis males eran producto de mi mente y estaba somatizando el fin
de mi noviazgo con Luca. ¿Podía existir algo más patético y vergonzoso? No lo
sé, pero para mí era como aceptarla derrota de mi voluntad, de mi mente, de mí.
Tumbada en mi cama el domingo por la noche, casi una semana después,
lloraba ansiosa intentando acomodar todo lo que sucedía en mi cabeza. Parecía
que nunca hubiese sido real, sólo porque los demás hablaban ya muy de vez en
cuando de él, por el colgante que descansaba aún dentro de ese joyero y a veces
lo tomaba para intentar entender todo lo que ocurría. Era tan ridículo que mi
cuerpo lo necesitara a un extremo tal que me estuviera autodañando de esta
manera. Pensaba en él todo el tiempo y fuera de ir menguando con los días mi
ansiedad, iba en incremento. Lo amaba locamente, irracionalmente y me
encontraba anhelando que regresara, no me importaba ya para esas alturas ni su
decisión, ni la mía, solo lo que sentía por él y lo mucho que lo deseaba y quería a
mi lado. Me sentía absolutamente perdida.
Como ya era casi normal, no dormí...
Me duché queriendo gritar de la desesperación por lo que eso implicaba cada
día. Quería huir... desparecer... quería que él me tomara en brazos y me dijera
que todo iría bien, además, intuía que su sola presencia haría que el malestar
generalizado en el que vivía desapareciera. Realmente me sentía exasperada, a
nada de enloquecer.
El desayuno de esa mañana lo arrojé sin poder evitarlo justo en el jardín
afuera de mi casa. Permanecí hincada varios segundos después de hacerlo, aún
estaba oscuro, nadie me había visto, sin embargo, mi cuerpo temblaba y no me
sentía en lo absoluto bien.
Manejé hasta la escuela recuperándome lentamente. Cuando llegué fui al
sanitario más cercano y me lavé el rostro y la boca. Me metí a la boca un chicle
de menta que tenía olvidado en la mi mochila, para mi asombro, el olor no me
revolvió el estómago, enseguida supe porqué.
No diría nada, no cuando parecía una mala copia de lo que solía ser y todos
me miraban con lástima comprendiendo que era porque Luca me había
abandonado y yo, no podía superarlo, era lamentable y humillante.
Salí del lavabo sintiendo un sudor helado en todo el cuerpo, me rodeé con los
brazos llena de escalofríos, no di ni dos pasos cuando tuve que detenerme.
¡Dios! La presión en mi cabeza era insoportable, lacerante a un nivel
desconocido. Me recargué en un muro con una mano esperando a que pasara,
pero sólo incrementaba. Cerré los ojos intentando concentrarme, el medicamento
que me habían dado no me servía de nada y si a eso le añadía la falta de
descanso la combinación era esa.
—¿Sara? —No distinguí muy bien la voz, era como si me hablaran
pordebajo del agua, pero no podía girarme, no podía moverme—. ¡Sara! —sentí
como me hacía girar. Abrí los ojos ante la brusquedad de sus manos sobre mi
piel. Era Gael, me miraba horrorizado. Sentí que las rodillas me fallaban, él fue
más rápido y me sujetó por la cintura—. Dios... —Caminó conmigo hasta una
banca de concreto. Me sentó y tomó su móvil, no sin antes pasarun dedo pormi
nariz asustado, tenía sangre.
Quería decirle algo, pero me encontraba en un estado de seminconsciencia,
todo bailaba a mí alrededor y no podía ver con nitidez, los olores se mezclaban
de una forma desigual.
—Romina... ¿Dónde estás? —No supe lo que ella respondió, pero Gael
parecía de verdad muy preocupado y debo aceptar que yo también—. Es Sara,
está mal, hay que llevarla a un hospital, háblale a su papá —pausa—. En la
entrada Norte... apresúrate
—supe que colgó porque me recargó en él rodeándome con ambas manos—.
Dios, Sara... ¿Qué tienes?
Mi amiga llegó unos segundos después, tomó mi barbilla para que la viera,
no podía enfocarla bien, ni contestarle. Sentí como Gael me tomaba en brazos y
me subía en la parte trasera del auto, se sentó a mi lado.
—¿Le hablaste a su padre? —preguntó sosteniéndome para que no cayera a
los lados o al frente, era como una muñeca de trapo.
—Sí... va para allá —de repente escuché una especie de ruido agudo que me
aturdió de una forma aterradora, no podía más, simplemente ya no. Cerré mis
ojos y me dejé llevar sin oponer resistencia.


Expuesta.

Desperté despacio, el ruido se había ido, noté aliviada. No me moví,
pormiedo a que el dolor regresara. Pestañeé varias veces hasta que vi una luz
blanca sobre mí. Volví a cerrar los párpados ante su brillantez.
—¿Sara... hija? - Era mi padre, sentí su mano alrededor de la mía y una
serenidad que solo podía ser propiciada por él, me embargó. De nuevo abrí los
ojos, girando a donde sabía que estaba. Al notar que lo enfocaba sonrió
claramente más tranquilo. Parecía recién salido de la cama, no se había rasurado
y su cabello rizado caía alrededor de su rostro haciéndolo ver más joven.
—Pa-pá - logré decir sintiendo la boca muy seca. Me acercó un vaso con una
pajilla. Di dos sorbos y me hice a un lado. En ese momento me di cuenta de que
estaba en un hospital, el cuarto pintado de blanco con una pequeña ventana del
lado izquierdo que tenía cerradas las persianas color crema, un sillón de piel
claro y un televisor frente a mí, lo miré asustada-. ¿Qué pasó? - quise saber
observándolo todo, tenía suero conectado y traía puesta una bata blanca.
—No sabemos, hija... están haciéndote estudios... - susurró afligido.
—Pero... ¿por qué?... - Enseguida lo recordé todo y me llevé la mano a la
nariz, Gael se había manchado con mi sangre.
—Ya te limpiaron... - Mi cabeza no dolía, no tan fuerte. Mi cuerpo se sentía
irritado, aunque no como siempre, supuse que por efecto de los analgésicos y
demás medicamentos.
Colocó una mano sobre la base de mi cabeza y se acercó.
—¿Cómo te sientes?
—Mejor... - acepté intentando que ese semblante de preocupación se
desvaneciera un poco de su rostro, odiaba que estuviera así pormí, pero más aún
sentirme así.
—No mientas...
—Aún me duele un poco la cabeza, pero es soportable - admití sin remedio.
—Sara... ¿porqué saliste así de casa? - me reprendió. Ahora parecía también
molesto.
—Porque no tengo nada, y ya estoy harta de sentirme mal, papá, ¿tú crees
que pedí esto?... Ya no lo soporto... ya no quiero vivir así - sollocé esquivando su
mirada angustiada.
—Hija...
—No, papá, sé que piensas que esto es por Luca - decir su nombre volvió a
provocar algo extraño en mí, una sensación de fugaz tranquilidad- , y en parte es
así... estoy triste, eso no lo puedo evitar porque lo quiero... dudo que deje de
hacerlo pronto, pero no llevaría a mi cuerpo a este extremo, si no lo hice hace
tres años... ¿Por qué lo haría ahora?... Quiero estar bien, quiero sentirme bien -
protesté con lágrimas cargadas de aflicción.
Él posó su frente sobre la mía.
—Tranquila, mi amor, todo irá bien, yo me haré cargo... ¿Sí? Por favor
tranquila - asentí limpiándome las mejillas, las lágrimas salían sin que las
hubiese evocado, ya era tan ridículo todo y, además, tenía miedo, mucho miedo,
las cosas estaban llegando muy lejos. Quizá debía llamarlo, rogando que
acudiera, y decirle, pese a la indiferencia con la que me enfrentaría y que dolería
como el infierno, todo lo que estaba ocurriendo. Pero de solo pensarlo cerca
porese motivo sentía que mi cuerpo se partía.
No sabía que hacer, sin embargo, era claro que el tiempo se me estaba
agotando. Por otro lado, si no era él responsable de esto, si no tenía nada que
ver...
¡No! Esperaría a que los estudios salieran y supiéramos qué ocurría, si
después de tener los resultados todo iba igual, sin explicación, debía pedirle que
acudiera a mí, no tendría más opción, no tenía planeado dejarme morir, o vivir el
resto de mis días de esta manera. Nos veríamos obligados a hablar.
—¿Cuánto tiempo llevo aquí? - quise saber reflexiva, con la cabeza hecha un
nudo.
—Desde la mañana, está anocheciendo - porlo menos había dormido varias
horas.

Bea entró unos minutos después silenciosamente. Al verme despierta se
acercó de inmediato. Entre los dos me mimaron y consintieron como nunca lo
habían hecho. Mientras sonreía a su lado, no paraba de pensar que mi cuerpo se
estaba consumiendo, cada día sentía como mi energía iba fugándose poco a poco
y si algo me llegaba a pasar, no deseaba darles sufrimiento a ellos, además, no
deseaba dejar aún este mundo.
El doctor que me había estado atendiendo le pidió a mi padre que
permaneciera ahí hasta al día siguiente, me harían varios estudios ya que aún no
tenían diagnóstico, ni nada... supuse. La comida llegó poco después, no pude
ingerirla, salvo la gelatina. Era como si mi estómago estuviera decidido a no
aceptar nada y se estuviera cerrando para que no pudiera alimentarlo y por
mucho que luchaba contra él las arcadas llegaban de forma violenta.
Mi padre no insistió y pidió que me pusieran algo para dormir, no taba mi
angustia, que estaba alterada. Accedieron, a los pocos minutos caí rendida.
Desperté al sentir que me pinchaban el brazo, era como fuego. Gemí al
tiempo que habría los ojos.
—Lo siento, señorita, tenemos que hacerle unas pruebas... de echo qué bueno
que despertó, en unos minutos vienen por usted, pero antes debe desayunar - giré
a mi alrededor buscando a mi padre o Bea. No estaban, Aurora se encontraba
justo a los pies de mi cama mirándome con ternura.
—Hola... - saludé aún muy cansada, la cabeza dolía menos, pero la presión
continuaba. La enfermera salió unos segundos después sonriéndome. Le devolví
el gesto.
—Hola, mi niña. Anda, ya escuchaste... a comer - acercó hasta mí la mesa
rodante e inclinó la cama.
—¿Y papá?
—Durmió aquí, insistí para que fuera a darse un baño. Ahora come - miré los
panqueques y la fruta arrugando la nariz, el solo hecho de tenerlos frente a mí
me ponía nerviosa- . Sara... poco a poco... anda - le di una pequeña mordida a un
trozo de melón, me lo pasé sin casi masticarlo. Así logré terminarme la fruta y
medio panqueque. Una tortura.
Los estudios tardaron casi toda la mañana y parte de la tarde, para cuando
regresé a la habitación me sentía completamente fatigada. Mi padre ya estaba
ahí, al igual que Romina. Me sonrieron mientras observaban como
administraban algo directamente a al suero. Dormí casi enseguida.
Al día siguiente desperté sintiéndome más descansada que en semanas. Mi
padre estaba ahí al igual que Aurora, que parecía no querer despegarse de aquel
espantoso lugar. A media mañana ya me encontraba muy ansiosa y
desesperada... No quería continuar ahí. El hospital olía a medicina y alcohol, la
comida invadía mi recámara cada vez que llegaba, y ya habían terminado de
hacerme los estudios. Necesitaba con vehemencia regresar a mi casa, tener algo
de seguridad. Me sentía absolutamente desquiciada.
—Papá... vámonos... no quiero estar aquí - recordaba los últimos días de mi
madre tumbada en una cama similar a la mía, pero en terapia intensiva, y sin
abrir los ojos. No me gustaba en lo absoluto permanecer ahí más tiempo del
necesario me ponía peorde lo que estaba.
Acarició mi rostro con dulzura.
—Sé que quieres irte, mi amor... pero pronto entregarán los resultados.
—¿Y si... no tengo nada? Porfavor, no quiero estaraquí... Porfavor.
—Sara, lo que te pasó no es normal, aquí estás vigilada.
—Pero me siento mejor, esperemos en casa - sentí las lágrimas rodando por
mis mejillas. Al final aceptó intentando tranquilizarme.
El doctor lo autorizó, sin embargo, ante el menor síntoma debía regresar. Le
dio a mi padre otra receta y le comunicó que al día siguiente estarían los
resultados. Entonces se vería qué hacer.
Llegué a casa a media tarde, papá me subió a la recámara en brazos. Me
recostó organizando todo y cerciorándose de que estuviera cómoda. Lo único
que extrañaría de ese horrible lugar sería el dormir, pero esperaba que lo que le
habían recetado incluyera eso.
Cuando dieron las nueve, mi padre me hizo tomar media sopa y la pastilla de
dormir. La cabeza comenzaba de nuevo a martillearme, pero el sueño empezó a
vencerme.
Abrí los ojos, sabía que aún no amanecía, la punzada en la sien había vuelto
y la presión aumentado de una forma escandalosa. Me levanté de la cama,
quejosa, las colchas me rosaban, maldije.
Me senté en el piso doblando mis rodillas, escondiendo ahí la cabeza,
desolada, absolutamente derrotada. Simplemente ya era demasiado, no podía
más, ya no.
Había llegado a mi limite, lo sentí en ese momento. Necesitaba verlo,
necesitaba verlo ya... Quería sus ojos, su piel, su calidez, quería poder olerlo,
tocarlo. Su ausencia me estaba consumiendo de todas las formas posibles, mi
vida se extinguía y solo podía pensar que deseaba verlo antes de que me
abandonaran todas mis fuerzas, porque si él no tenía ya nada que ver con esto,
deseaba tenerlo cerca una última vez.
Las lágrimas comenzaron a emerger mientras me presionaba con las manos
ambas partes de la cabeza.
—¿Sara? - Mi corazón se detuvo.
Alcé el rostro quitando las manos de mi cabeza, limpiando mis mejillas de
inmediato con manos temblorosas. Era él, lo reconocería incluso muerta. Sentí
como mi piel despertaba y los malestares... disminuían. ¡Dios! ¿Qué estaba
ocurriendo?
Pestañeé varias veces en la oscuridad sin saber qué hacer, sin moverme un
centímetro, congelada. Era él o ya estaba a un grado de perder el juicio. De
repente pude verlo, no claramente, pero era Luca, estaba hincado frente a mí, a
un metro. No pude saber cómo lucía, aunque estaba segura de que absolutamente
arrebatador como siempre. Mi respiración comenzó a seruna torpeza, mi pulso
igual. Sudé frío.
—¿Lu-ca? - tartamudeé aún incrédula.
—¿Por qué no estás en tu cama? - Su voz acariciaba mi cuerpo, podía olerlo,
y sentir como su calidez sometía un poco el frío que ya era parte de mí.
—Viniste - Mi voz sonaba pastosa, temblorosa.
—Yo... ¿Estás bien? - Preguntó intrigado, con voz apagada, sin acercarse.

Ahora sí, me contesté molesta conmigo misma, sin embargo, la presión en mi
cabeza continuaba, aun así, no hice nada para demostrárselo. Alcé el mentón,
desviando la mirada con dignidad.
—Solo problemas para dormir - mentí con esa rabia que iba creciendo
debido a la impotencia, a todo lo vivido las últimas semanas, a su ausencia pese
a yo haberlo provocado.
—Sentí que... Olvídalo - musitó alejándose. Me tragué el llanto que pujaba
por salir de nuevo.
—No te entiendo. - expresé ansiosa, nerviosa como nunca de que se fuera.
—Sara, no debí venir así... Lo lamento, sé que fue una tontería... Perdóname.
—Luca... - gemí herida. Me sentía mejor que en las últimas semanas.
Además, ¿cómo diablos superaría esto? No, no quería que se marchara, no otra
vez. ¿Porqué me hacía esto?
—Fue un error - declaró serio- . Pensé que me llamabas, sentí que algo te
pasaba... Por favor olvida que estuve aquí.
—¿Cómo? - pregunté irritada. Supe que me miraba vacilante, su postura aún
a la distancia lo delataba- . Sí, Luca... ¿Cómo? Como tú me olvidaste... Como tú
lograste darle vuelta a la hoja, ¿cómo? - chillé desesperada por prolongar su
presencia, su olor estaba invadiendo mi cuerpo de una forma que ya no
recordaba, pero que al parecer mi ser sí. Quería golpearlo, pero no tenía ni
energía para ponerme en pie y hacerlo hasta caerinconsciente. Eso me molestó
aún más.
—Eres infantil - expresó irritado.
—Probablemente, pero tú eres un ser muy cruel... ¿Qué querías demostrar
apareciéndote a esta hora en mi recámara después de tanto tiempo?, ¿qué no
te he olvidado?... ¿Qué? Porque no te llamé, eso lo sé.
—Sara, es mejor que me vaya, no es un momento prudente - decidió dando
dos pasos más hacia atrás. La presión en mi cabeza aumentó de repente, respiré
hondo intentando disimularlo. No le daría el gusto, no en ese momento, aunque
hablar sería ya inevitable, comprendí.
—Sí... márchate, ahora - logré decir sintiendo que en cualquier momento se
percataría de mi estado y no quería que se quedara por eso, no en ese momento.
La ilusión que despertó en mí su presencia enseguida se vio opacada por su
rechazo, sentí como mi cuerpo se hundía en un pozo sin fondo. Ya qué más daba.
—Segura, ¿te encuentras bien? - Lo preguntaba dudoso. Probablemente pese
a la penumbra podía verme y notar mi semblante poco saludable.
—A ti qué más te da. Vete ya... Esto se acabó, no quiero verte. No seas tan
soberbio, es gripe, ya márchate - logré mentir con coraje. Supe que seguía ahí
probablemente observándome.
—Imaginé que... lo lamento tanto, de verdad que sí - asentí cerrando los ojos
y sintiendo como las lágrimas mojaban mis mejillas de nuevo. Supe exactamente
cuándo se fue porque mi cuerpo se entumió enseguida. Lo odiaba, lo amaba,
sentía tanto por él, pero no le perdonaría que se hubiese aparecido así, para
demostrarse ¿qué? Que no podía vivir sin él y aunque era literal no daría marcha
atrás, al infierno todo. Buscaría la manera de estar bien, por Dios que lo haría,
sin tener que pedirle ayuda.
Permanecí despierta por horas en la misma posición. Mi cabeza parecía
querer explotar de nuevo y mi piel desgarrarse, pero yo lo único que pensaba era
que lo odiaba con todas mis fuerzas.
Mi padre entró casi cuando amanecía, al verme así me levantó alarmado. Me
recostó en la cama.
—¿Cuánto tiempo llevas despierta? - quiso saberpreocupado.
—No sé - admití con el rostro contraído, avergonzada con él.
—¿Qué pasa, hija? Dios, ya no soporto verte así, no debí sacarte del hospital.
—No puedo más, papá... ya no puedo más - me quejé agarrando mi cabeza
con ambas manos, vencida, rendida, exhausta hasta lo incalculable.
—No hables así... - me silenció notablemente turbado. Fue a su recámara,
cuando regresó colocó un parde pastillas en mi boca dándome agua para que me
las pasara- . Terminará, hija, te juro que pronto terminará, eres fuerte. Haré cita
con otro especialista, si es necesario iremos al extranjero, estarás bien - comenzó
a acariciarme el cabello lo que sólo provocó que el llanto al fin brotara.
¿Por qué se había aparecido así?, ¿por qué lo había dejado ir?, ¿cómo
recuperaría de su presencia?
Cuando abrí de nuevo los ojos me encontraba sola. Ya era de día, pero no
tenía ni idea de la hora. Me senté con cuidado en la cama recordando lo que
había pasado durante la noche, estaba segura de que no lo había soñado, él había
estado ahí, seguramente yo lo había llamado, aunque no era mi intención, lo
sabía. ¡Tonta! Me reprendí. El nudo regreso, pero no le haría caso, ya no.
Vi el reloj, las doce. Caminé despacio hasta las ventanas con la intención de
correr las cortinas, necesitaba luz, un poco de calor. Me tambaleé debido al
esfuerzo y mi casi inexistente energía, me recargué en la cama, sudorosa,
perdería el conocimiento en cualquier momento.
—Luna... ¡Maldición! - sentí como me elevaba, de repente ya estaba sentada
sobre mi cama, gemí asombrada- . ¿Por qué no me dijiste? - preguntó con dolor,
deprisa, agobiado.
Con mucho esfuerzo intenté alejarlo moviendo mis brazos, débiles. No, no
quería que me viera así, que se acercara, que me abriera de nuevo el alma.
Quería que se fuera.
—Márchate - logré decir, sintiendo aún el martilleo en mi cabeza, pero ya no
el dolor en mi piel. Era una necia, lo sabía, pero no entendía ¡qué diablos hacía
ahí!
—No iré a ningún lado, no sin ti - zanjó autoritario, contenido, con
advertencia. Abrí los ojos convencida de que estaba alucinando. La luz no
entraba, pero podía verlo mejor gracias el sol que se alcanzaba a filtrar. Era de
verdad asombroso y... perfecto. No distinguía muy bien sus ojos, sin embargo,
no parecía estarla pasando mejor que yo. Lo tenía a unos centímetros de mi
rostro, podía percibir su olora menta y hierbabuena sin dificultad. Unas enormes
ganas de llorar regresaron y todo en mi ser acabó de desquebrajarse.
—No podré superar esto, Luca... Por favor vete - rogué sin muchas ganas,
con frustración.
—No tendrás que hacerlo. ¿Por qué no me lo dijiste en la noche? Sabía que
algo te pasaba, lo sentía, pero creí que era mi absurda necesidad de ti, me
mentiste... Pero porlos dioses, ahora que te veo... Luna, lo lamento, lo lamento
mucho - susurró con su voz celestial, rota. Negué intentando apartarme de él, no
lo logré, sus manos me rodeaban con firmeza. Mi respiración pese a mi debilidad
era rápida, agitada.
—Suéltame. Vete, Luca... vete ya - pero no se movió ni un poco. De repente,
haciendo todo lo contrario a mi petición, me sentó sobre él y me rodeó con sus
brazos, como protegiéndome. Su calor en un santiamén inundó mi cuerpo débil,
frío. Sentirlo de nuevo tan cerca derribó mis defensas, esas que intenté construir
inútilmente durante su ausencia.
Gemí debido al dolor que me provocaba la propia situación y sin pensarlo
escondí mi rostro ahí, en su pecho, profundamente vencida, agotada de tanto
luchar. Su cuerpo se relajó, su agarre se sintió más suave. Comprendí que temía
que deseara soltarme. Lentamente me empezó a mecer, acariciando mi cabello
con suavidad. Su olor iba alojándose de nuevo en mi sistema, su calidez
calentaba poco a poco mi cuerpo, mi piel se sentía asombrosamente mejor.
No podía creer que se encontrara ahí, que lo tuviera tan cerca. Las lágrimas
humedecían mis mejillas, su camiseta, mis sollozos eran claros.
—Nunca imaginé que esto pudiera ocurrir. Perdóname, Luna, por favor
perdóname... Fui un estúpido - El llanto no me permitía hablar, me sentía ajena a
todo, incluso a mí misma. Era como haber estado luchando, peleando durante
semanas contra algo y de pronto ya no tener necesidad de hacerlo. Sin embargo,
me sentía rota a pesar de tenerlo a mi lado, de estarporfin en mi lugarseguro, en
mi lugarpreferido.
—¿A qué viniste? - logré preguntar sin poderencararlo, hipeando.
—Por ti - elevé el rostro confundida sintiendo su aliento sobre mí. Limpió
mis lágrimas, pesaroso, pasando delicadamente su mano por mi mejilla como si
estuviese tocando el objeto más preciado. Aquel líquido viajó pormi piel,
cubriendo cada parte de mi ser, haciéndome sentir segura y... completa. Ya no
recordaba esa sensación y era tan extraño sentirla de nuevo, serconsciente de lo
que provocaba en mi cuerpo.
Asustada ante lo que ocurría, lo que sentía, intenté alejarme. Él notó mi
reacción y me depositó sobre la cama, afligido, con cuidado. Su gesto era
absolutamente triste.
—Sara... - negué con la cabeza, llorando aún.
—No digas nada, por favor... No tienes responsabilidad en esto. Es mejor
que te vayas.
—Le rogué mirándolo fijamente. Su expresión no cambió, me estudiaba
atento desde la cabeza a los pies. Pese a llevar ese pijama de pantalón gris y
camiseta clara, me sentí muy expuesta. Ahora me quedaba grande
definitivamente, mi cabello debía ser una maraña, eso sin contar las ojeras.
Patética.
—No me iré, por mucho que insistas no volveré a hacerte caso respecto a
eso, nunca, ¿comprendes? Me importan un carajo las consecuencias - nunca
hablaba de ese modo, aun así, no quise verlo. Mi cerebro flotaba sin que nada lo
detuviera, tanto coloqué ambas manos en la cabeza, aturdida.
—Pero... si eso era lo que tú deseabas que hiciera... Ya no quiero... hablar,
solo... vete, Luca - susurré dándole la espalda, recostándome, mi aspecto era
lamentable, no quería que se sintiera responsable o culpable, además, ese
maldito dolor, ya estaba sencillamente harta de todo eso.
—¿Te sientes mal? - preguntó poniéndose frente a mí, sin remedio mis ojos
se toparon con los suyos, lagrimosos. Apreté los dientes.
—La cabeza... - gemí sintiendo que estallaría aunque con menos intensidad
que antes. Me estudió preocupado, respirando agitado, desaliñado, para mi
asombro.
—¿Qué está pasando, qué tienes? - quiso saber hablando demasiado rápido,
tanto que me aturdida y yo ya solo deseaba gritar, de tener la posibilidad, correr
hasta desaparecer.
—Solo déjame sola - susurré desesperada.
—¡Basta! - ordenó tenso- . Nunca. Así que dime qué hago... cómo te ayudo -
me exigió nervioso y dejando de hablar en mi cabeza cosa que le agradecí, su
voz en ese estanque que sentía adentro no era igual de clara y profunda como
cuando usaba su boca. Giré a la mesa de noche.
—Las azules... Agua - musité con un hilo de voz. Un segundo después ya las
estaba tragando. Permaneció frente a mí, esperando, agobiado
—Luna... dime la verdad. ¿Cuándo empezó todo esto? - Me suplicó saber.
No deseaba hablar, me arrastré por la cama hasta hacerme ovillo, no quería
contestar esa pregunta, ni ninguna. Cerré mis ojos aguardando. Lo escuché soltar
el aire, de nuevo le daba la espalda. Todo era irreal y no quería pensar- .
Maldición... - bramó sin ubicarse frente a mí.
De repente escuché un auto estacionarse frente a mi casa, seguro era mi
padre. Acarició mi cabello y me dio un cálido beso en la sien, ese simple gesto
logró que mi dolorpasara de intenso a muy leve en segundos. Desapareció.
Abrí mis ojos cuando me supe sola. Perdí la mirada en la silla de mi
escritorio, dolida, incrédula. No quería confiarme ni hacerme ilusiones, él estaba
ahí porque sabía que no me encontraba bien, de otra forma no hubiera regresado.


Cerca.

Escuché los pasos de papá aproximarse. La puerta se abrió lentamente. Al
verme sonrió cariñoso y se acercó a mí.
—¿Acabas de despertar?
—Sí —acarició mi cabello con suma ternura. De todo lo malo que me había
estado ocurriendo, él era la única excepción, verlo preocupado por mí y estar al
pendiente, aunque fuese en esas circunstancias, me hacía sentir sólo un poco
mejor. Intenté sonreír.
—Ya fui portus estudios.
—No tengo nada —adiviné sincera, en voz baja.
—Te equivocas, sí hay algo que, sin explicación, presiona las membranas de
tu cerebro y no estás produciendo de forma adecuada un neurotransmisor
responsable del sueño... Creen que lo de tu piel y tu temperatura, es secuela de tu
falta de descanso y lo de la falta de apetito... el dolor de cabeza —Abrí los ojos
confundida, entonces ¿sí estaba enferma? No sabían qué, pero no estaba
volviéndome loca, ni tenía nada que ver con él. Pensarlo como una opción me
relajó en la medida en la que me asustó, rogaba que no fuera nada grave—. Sara,
quiero que permanezcas aquí hasta que sepamos qué es lo que ocurre,
¿comprendes? No soportaré un susto como el del lunes. De verdad no sabes
cómo estabas... Así que por ahora olvídate de la escuela y vamos a concentrarnos
en esto. Yo te prometo que así tenga que ir a la misma Secretaría de Educación,
tu beca no peligrará... —asentí, sabía que, aunque quisiera, no podía ni conducir
—. Muy bien, mañana te quieren hacer otro chequeo
—gemí negando. Odiaba todo eso—. Sara, no lo discutiremos, iremos juntos
y si es necesario que te quedes lo harás, no jugaré con tu vida... nunca.
—Lo siento —susurré arrepentida. Me dio un beso en la frente.¬
—Estás menos fría. —Eso lo tranquilizó en cambio a mí me alteró.

—Me siento mejor. —Era la verdad. Los nervios retornaron. De alguna
manera sabía que tenía que ver directamente con la repentina llegada de Luca,
aunque, porotro lado, también podría ser realmente médico. Ya no tenía idea de
qué era lo mejor.
—Abriré un poco las cortinas... Esta habitación tiene que ventilarse y le
pediré a Aurora que te suba algo para que almuerces, intenta terminarlo, ¿sí? —
asentí acurrucada—. Regreso por la noche. Nada imprudente, Sara, cama, baño,
baño, cama. —sonreí volviendo aceptar. Salió un segundo después.
Permanecí tumbada, gozando de la repentina ausencia del dolor en mi piel y
de lo visiblemente poco que me dolía ya la cabeza. Cuando iba a empezar a
cavilar sobre su regreso y mi cuerpo, Aurora apareció.
—Dice tu padre que estás mejor —colocó una charola con unos trozos de
naranja y mango en un pequeño plato y una porción mínima de yogurt en un
pequeño tazón. Eso solía durarme menos de un segundo y ahora... era todo un
reto terminarlo—. ¿Por qué no te das un baño? Yo tenderé tu cama y cambiaré
las sábanas. —Me ayudó a levantarme y caminé sintiéndome prácticamente
como antes, sólo que sin fuerzas y con cinco kilos menos o más. No supe qué
sentir al respecto, debería estar brincando de la emoción debido a la mejoría,
pero... si estaba relacionada con su regreso no me hacía sentir en realidad bien.
Me desnudé suspirando, hacía tiempo que hasta eso era insoportable. Me
metí bajo el chorro, expectante. Sonreí turbada al notar que nada ocurría.
Disfruté el agua correr pormi cuerpo porprimera vez en mi vida. Nunca había
puesto mucha atención a esos pequeños detalles cotidianos, pero desde que él se
había ido... nada había sido igual, ni siquiera eso que se había tornado en un
martirio diario.
Al salir me observé en el espejo. Aunque me sentía mejor, mi rostro no lo
reflejaba, estaba muy pálida, mis ojos parecían haberse sumido un poco y las
ojeras eran azuladas y muy grandes, mis pómulos estaban mucho más afilados al
igual que mi clavícula y cuello. Era como ver a otra persona. Me puse un
pantalón deportivo, una camiseta cualquiera y me hice una coleta floja. Aún me
encontraba muy cansada, demasiado.
Me senté sobre la cama tendida, mirando el desayuno con temor, Aurora ya
se había ido. No me moví, solo lo observé por varios minutos deseando poner la
mente en blanco. No debía pensar en nada salvo acabarlo, de alguna manera
retenerlo, no mejoraría si me faltaba alimento, lo sabía, pero era tan difícil.
—¿Te quieres morir de inanición? —gemí al escucharlo. Mis manos sudaron
de inmediato y giré hacia él, agitada. Estaba de pie frente a mi cama, observaba
mi comida con una tristeza honda. Bajé la mirada, la situación era incómoda y
por si fuera poco, mi corazón palpitaba como todo un demente—. ¿No piensas
comerlo? —preguntó acercándose hasta mí a paso humano, noté por el rabillo
del ojo, apretando la orilla del colchón.
Mi pulso se aceleró aún más de inmediato al igual que el ritmo cardiaco.
Amaba lo que provocaba en mi cuerpo, pero en esos momentos prefería no sentir
todo aquello. Se sentó a mi lado tomando su cabeza entre las manos recargando
sus enormes codos en las rodillas. Su olor era mágico y podía sentir su calor a
pesar de los centímetros que nos separaban, aun así, permanecí estática.
—Luna... —viró hacia mí evaluándome, me mordí el labio, volteé mi rostro
al lado contrario. Tomó mi barbilla lentamente para que lo viera. Sus ojos eran
verde oscuro, purpura y se mezclaban con el ámbar, era tan perfecto como lo
recordaba, sin embargo, me llamó mucho la atención que también tenía ojeras y
parecía muy cansado, bastante. No obstante, y sin lugar a duda, yo me veía
mucho peor—. Estás tan... —intenté zafarme, no pude así que cerré los ojos—.
¿Dime cuando empezó todo esto? Escuché a tu padre... ¿Tu cabeza?... ¿Tu
piel?... ¿No comes?... ¿Qué ocurrió el lunes?
—No puedes aparecer y desaparecer cuando quieres, así, sin más. No
puedes. Quiero que me dejes sola —expresé sin convicción. Negó serio,
apretando la quijada.
—¡No! ¡Ya te dije que no!, nunca más... Hagas lo que hagas y digas lo que
digas, ¿lo entiendes?
—No te sientas responsable, sé que escuchaste... Algo me tiene así, pero
estaré bien... No tienes por qué sentirte culpable, nadie muere de amor, Luca,
tranquilo —declaré con firmeza en tono sarcástico, hiriente. Sabía que no era
humano, sabía que no debía comportarme así, pero ¡Dios! Sentía tanto
resentimiento, tanto miedo, y tanto amor que todo junto no me hacían sentir
bien.
Me soltó de inmediato asombrado, dolido.
—Lo sé, y en ti me queda más que claro. Pero te estás confundiendo, hay
muchas cosas porlas que regresé y la culpa no es la más importante, Sara. Te
amo, eso no ha cambiado ni un espantoso segundo desde hace meses —me alejé
de él sintiendo nublada la vista, negando. Observó mi gesto, afligido.
—No digas eso, no cuando te portaste así esos días y me dejaste aquí... sola.
Yo sólo quería que me escucharas.
—Luna... —intentó tomar mi mano, la alejé sin dudarlo. Lucía abatido,
perdido y a la vez aterrorizado. No me importó.
—No, Luca, hiciste todo lo posible para que incluso llegara a dudar de que lo
nuestro había ocurrido... Llegaste muy lejos. Te atreviste a entrar a mi recámara
y llevarte lo que tenía de ti, eso fue realmente bajo. Y ahora vienes así, como si
nada —arrugó la frente serio, poniéndose de pie.
—¿De qué hablas? Yo no hice eso —espetó desconcertado, defendiéndose,
tenso.
—¿No? Te llevaste la foto, la caja que me hiciste, supongo que no me
quitaste la cadena porque la tenía puesta, pero tómala, la dejé en el joyero por si
deseabas regresar por ella, puedes quedártela también —hice ademán de pararme
para dársela, me detuvo turbado, rabioso. Le hice a un lado la mano. Se la
devolvería. Nos miramos fijamente por varios segundos en los que una marea de
emociones me sometió.
—Sara, después del último día que vine y te quedaste dormida, no volví a
pisar esta habitación, aunque juro por lo que te sea sagrado que moría por
hacerlo —declaró sin miramientos. Pestañeé contrariada poniéndome nerviosa,
sintiéndome ultrajada. Alguien más había estado ahí husmeando en mis cosas.
—Pero... si también desparecieron tus fotografías en mi móvil, ¿quién más
pudo ser?
—Se alejó y colocó ambas manos en mi escritorio, extrañado, arrugando la
frente.
—Te aseguro que no fui yo, sin embargo, sabré quien es responsable de ello.
Luna, no te preocupes —de repente ya estaba hincado frente a mí, dejé salir un
respingo. Sin que me diera cuenta el colgante ya estaba de nuevo en mi cuello.
Pestañeé aturdida sin moverme. Un segundo después evaluó mi comida de
nuevo, agobiado, luego acarició mis ojeras dejando de lado el tema. Tenerlo tan
cerca siempre lograba nublar mis pensamientos y alertar todo mi cuerpo, en ese
momento, tampoco fue la excepción. El líquido que tanto había extrañado viajó
frenético por todo mi cuerpo, era casi burbujeante—. Come... por favor —pidió
a manera de ruego. Con mucho esfuerzo desvié mi atención a la fruta, tenía
hambre, pero también miedo a que me supiera como últimamente, o peor, que
tuviera que correr al baño para devolverla toda. Tomó un trozo de mango con el
tenedor y lo acercó a mí midiendo mi reacción. Lo miré fijamente—. Luna...
abre la boca, cómelo —planeaba quitárselo y hacerlo yo, una revolución sucedía
en mi cabeza, donde todo era un caos, pero sus palabras me metieron en una
especie de trance arrullador, y su iris oscuro, purpureo, parecía querer atraparme.
Hice lo que me pidió esperando aquel sabor tan desagradable, extrañamente no
sucedió. Abrí mis ojos de par en par. Sabía a... mango... como siempre. Sonreí al
recordar lo que eran los sabores—. ¿Todo bien? —Me preguntó intrigado pormi
reacción. No me dio tiempo de responder cuando me acercaba otro.
Observó cada uno de mis movimientos al comer, parecía disfrutarlo, sus ojos
cada vez más claros me provocaban ganas de acercarlo más a mí sin importarme
nada, sin embargo, tenía miedo, miedo de que se volviera a ir creyendo que era
lo mejorpara mí, miedo de que su indiferencia volviera a cortarme el alma y
miedo a que estuviera ahí por pena al verme así, miedo de las razones por las
que nos habíamos separado, miedo de que... mi mejoría se debiera a su
presencia.
Le quité el cubierto en el segundo bocado. En unos minutos terminé el
pequeño plato y también el yogurt.
No super si reír o llorar. No tenía ya duda, era él, estaba así por su ausencia,
no había más explicación.
—¿Eso es todo lo que comerás? —Me preguntó poniéndose de pie. En
cuanto rompió el hechizo de sus ojos la angustia regresó.... y la realidad.
—Luca... no tienes porqué preocuparte pormí, estaré bien —susurré aun en
la orilla de mi cama, realmente agobiada, aferrándome al colchón. Dios, si mi
existencia dependía de su cercanía, ¿cómo lo enfrentaría? ¿Cómo?
—Luna, claro que me preocupas, te quiero ver sana, bien —ya estaba de
nuevo sentado a mi lado.
—Lo estaré... —mentí desquebrajándome pordentro. Lo escuche suspirar.
—Sara, mírame —no quería, no podía. Tomó mi barbilla otra vez para que lo
hiciera. Estaba triste y desesperado—. No me iré, te juro que no me iré... Estas
semanas... no puedo recordar una temporada peor que esta, pensé que perdería la
razón —entendía muy bien de qué hablaba.
—Luca, las cosas que nos separaban antes son las mismas ahora... Nada ha
cambiado. No podría tolerar que otra vez me alejaras debido a mis miedos, esto
fue... demasiado. Tu mundo te necesita, no los puedes dejar, no por mí... Estás
hecho para ello —argumenté seria y muriendo por besarlo, sus labios estaban
demasiado cerca. Me contuve.
—Yo te necesito a ti, tú me necesitas a mí, eso sin contar que te amo, que no
puedo estar lejos porque no imagino nada sin ti a mi lado. Zalandra... De
Zalandra no deseo hablar por ahora, pero no está en mis prioridades, no contigo
enfrente —lo observé afligida, desconfiada—. ¿Aún crees que lo volveré a
hacer?
—¿Por qué debería de pensar lo contrario? Estás aquí porque sin pretenderlo
te llamé, o porque me sentiste, no porque decidieras regresar... Me ves mal y
sientes que debes resolverlo, porque eso siempre haces, resolver, ¿qué ha
cambiado? —Su gesto mostró tanto dolor.
—Tengo que irme —anunció girando hacia la puerta de repente. Alguien se
acercaba. Bajé la vista hasta mis pies con el llanto amenazando con regresar,
vulnerable hasta lo impensable. Suspiró con fuerza e hizo que de nuevo lo viera
—. En cuanto se vaya regreso —desapareció.
Aurora entró unos segundos después, yo aún seguía paralizada porlo que
acababa de ocurrir, porlo que estaba pasando.
—¿Te lo comiste todo, Sara? —miró la charola vacía, dudosa.
—Sí, pero ¿qué otra cosa podría haber hecho? —contesté dándome cuenta de
sus suposiciones.
—No te daré ideas... Espero que así haya sido —me advirtió serena—.
¿Quieres más?
—preguntó esperanzada. Negué recostándome en la cama, aturdida,
profundamente desconcertada, preocupada también—. De acuerdo... te dejaré
descansar, Bea no tarda, debo terminar la comida... Cualquier cosa llamas a Rita
o a mí —asentí escondiendo mis manos debajo de la almohada, el sueño
apareció de pronto relajándome pese al huracán interior.
Unos segundos después de que mi puerta se cerrara sentí su peso en la cama,
giré de inmediato, observándolo sin ninguna expresión en mi rostro. Notaba mi
actitud.
—¿Tienes sueño? —asentí con los ojos. Su mirada estaba clavándose de
nuevo en mi alma, donde solía estar, pese a que yo me revelaba. Por otro lado,
mi cabeza cada vez se sentía mejor y no tenía tanto frío. Una frustración honda
me carcomía—. Sara, solo dime por favor... ¿Cuándo te empezaste a sentir así?
—No quería que lo supiera, no si esa iba a ser la razón por la que se quedara.
Podía con muchas cosas, pero con eso no, simplemente no. Sin embargo, no
pondría más en juego mi salud, mi vida.
—Luca... —murmuré seca, reacia.
—Luna, es importante... dime, por favor. ¿Fue a partir de que... terminamos?
—negué sincera—. ¿Mucho después... o antes? —arrugué la comisura de los
ojos, no podía mentirle, no a él, además, no tenía ningún caso. Me estaba
recuperando y sería muy estúpida si no comprendía que se debía a su regreso.
Por mucho que detestara el rumbo que estaban tomando las cosas, debía
asumirlas, su presencia me estaba devolviendo la vitalidad.
—Antes —torció el gesto desconcertado, dejando salirun suspiro.
—¿Antes? —asentí sin querer darle más detalles, él continúo evaluándome,
no desistiría—. ¿Antes de que te... salvara?
—No, después... cuando ya estábamos juntos —se levantó molesto,
frotándose el rostro.
—¿Por qué no me lo dijiste? Te pedí muchas veces que cualquiercosa me
dijeras... Yo hubiera...
—Pensando que era porque me tocabas... y no era así, eso es solo una rareza
más
—completé sentándome en la cama a pesar del sueño que tenía. Asintió
mirando el exterior con rostro ausente y los puños bien apretados, notaba su
quijada tensa, su mirada oscura.
—Confié en que me informarías algo así, jamás quise provocarte esto...
hubiéramos podido detenerlo.
—¿En serio lo crees? Además, no era cuando me tocabas —recalqué
provocando así que clavara su atención en mí, con su ceño bien fruncido—. Era
cuando no estabas
—abrió los ojos contrayendo los labios. No supe si eso me asustó o
tranquilizó, lo cierto era que parecía haberse quedado paralizado, atónito—.
Cuando no nos veíamos por más tiempo del común... empezaba un pequeño
dolor de cabeza y mi piel... se irritaba.
—Debiste decirme —rugió porlo bajo.
—Pues no lo hice, no lo hice y no me arrepiento, no quiero que sientes
obligación hacia mí, eso no lo soporto. Además, mientras averiguabas la razón
habrías incluso dejado de tocarme, no quería eso. Todo siempre es tan extraño
cuando se trata de nosotros y simplemente estaba cansada de que así fuera, por
un maldito segundo quería pensar que éramos normales, unos adolescentes
enamorados, nada más —Mis palabras lo herían, lo veía en su semblante
demacrado, pero era mi verdad, no mentiría, ya no. Sin embargo, no quise seguir
siendo la responsable de esa mirada, Luca no era humano, no podía esperar de él
reacciones humanas, me metí en esto consciente de lo que implicaba, los
responsables éramos ambos—. Por otro lado, no había razón para hacerlo... en
cuanto llegabas todo terminaba y ni siquiera recordaba que eso hubiera ocurrido.
Yo... no pensé que algún día nos fuéramos a separar. Fui estúpida, lo sé, pero ya
ves, las cosas así están —murmuré observando mis manos, abatida, evocando el
dolorde cada maldito segundo. Exhausta de todo.
—Por los dioses, ¿qué te hice? ¿Qué es todo esto? —rogó saber con la voz
cargada de culpa, devastado. Sollocé sin derramar lágrimas. Los dos estábamos
en el mismo punto, al parecer, y no era alentadora la respuesta a nuestras
preguntas.
—No sé —admití dolida. Al ver mi reacción se acercó, de un movimiento ya
me tenía envuelta en su abrazo, le devolví el gesto sin poder ni querer evitarlo,
Luca tampoco estaba bien, eso era evidente.
—Perdóname, Luna... No tenía ni idea... Yo tampoco lo paso bien si no estás,
creí que solo era yo, mi necesidad de tenerte cerca —confesó ahogadamente.
Pestañeé aturdida, alejándome desconcertada. ¿A qué se refería? Acarició mi
mejilla como solía hacer mirándome intensamente, atrapándome ahí, donde
solía. Lo tenía a menos de diez centímetros. Pasé saliva.
—¿Enfermaste? —quise saber, preocupada. Sonrió con aflicción,
contemplándome.
—Debes dormir —dijo de pronto. Su aliento rozó mi piel provocando una
sensación tan familiar y agradable que cerré los ojos para poder disfrutarlo.
Cuando los volví a abrir tenía la mirada ámbar, contemplaba mi boca, ansioso.
Me separé de inmediato, dejándolo confuso.
—No lo hagas —le supliqué.
—Luna...
—No, Luca, si lo haces... me dejaré llevar, no pensaré con claridad y
necesito tener la cabeza fría. Esto es... una locura. No.
—Sara, las cosas no han cambiado. Y debes saber que, aunque tú me dieras
los mejores argumentos, o me dejaras de amar, no me iría —fruncí el ceño
descompuesta.
—Eso es justo lo que no tolero. Por eso regresaste, porque estoy mal. Y si lo
dices por lo que pasa en nosotros cuando no estamos juntos, tiene que existir una
manera para evitarlo. Sé que la encontraremos. Además, puede ser que no tenga
nada que ver
– sabía que no era así, pero no me gustaba en lo absoluto el rumbo que
tomaba las cosas, al contrario, quemaba. Rio con tristeza, alzando una de sus
espesas cejas.
—No te engañes, yo te provoqué esto. Y no regresé por eso, te lo aseguro.
Además, ese jamás sería mi motivo, aunque debo confesar que me da un
pretexto bastante poderoso, por cierto, para rondar cerca de ti. Sara, seré claro,
porque veo que lo deseas evadir: Tu vida depende de que esté cerca y al parecer
la mía también. Sin embargo, podría resignarme a permanecer en la penumbra
con tal de que estuvieras bien y yo conservar mi vitalidad, pero, aunque tu salud
siempre es lo primero, no tiene nada que ver con lo que siento... Te quiero cerca,
quiero tocarte... besarte... verte reír y enojar... Quiero estar a tu lado, Sara, por
eso regresé, porque mi vida no es vida sin ti. Pesé a sus palabras, la sinceridad
que leí en su mirada, no lo soportaba, no esa verdad tan aterradora.
—Dios, esto ya es mucho... —musité agobiada, sacudiendo levemente la
cabeza—.
¿Por qué te comportaste así aquellos días? Se supone que estábamos juntos,
que podía confiar en ti... No tenía ni tengo a nadie con quien hablar de esto, cada
día más cosas extrañas y yo necesitaba poder expresarlo, simplemente no puedo
sola con algo semejante, date cuenta —expresé con la voz quebraba, cargada de
cierto coraje, de rabia. Desvió la mirada hasta el cielo.
—Intenté ser lo que necesitabas, lo que debía. No soy bueno en esto, lo
intento, pero... no siempre lo consigo y solo sé que eres lo más importante, que
haría lo que fuera por ti y eso me domina. Sara, al comprender que tú tenías esas
dudas, supuse que estaba obligado a darte la oportunidad de que probaras eso
mismo que me decías. No quería robarte nada de lo que tú eligieras. Estabas
inquieta... temerosa, creí que con el tiempo lo superarías y lograrías tener una
vida normal. Por otro lado, si no te hablaba, si me alejaba, si me portaba frío,
sabía que de alguna manera eso te haría enojar, quizá sentir cierto rencor por mí,
por lo que a la larga te ayudaría a superar... esto y
¿sabes? Ahora creo que, de no depender tu salud de mí, tú lo estarías
logrando, eres más fuerte que yo —parecía dolerle cada palabra que emitía.
—¿Fuerte? ¿Bromeas? Dios, Luca, nunca debí decirte lo que cruzaba pormi
cabeza, no debí hacerte participe de lo que sentía, de lo que temía... Fue un
estúpido error
—espeté llorosa.
—Luna, entiéndeme, necesitaba que tú pudieras elegir, que tuvieras una vida
normal, aunque eso representaba hacerlo más doloroso que jamás he hecho;
dejarte.
—Cuando tú llegaste a mi vida de repente todo fue mejor, pese al miedo, la
incertidumbre... me sentí al fin completa y tranquila. A tu lado me sentí fuerte,
segura de mi misma y capaz de enfrentarlo todo. Por lo mismo... creí que podía
compartirte mis temores. Cuando te dije que no sabía cómo podríamos continuar,
lo que quería era que encontráramos una manera de enfrentar lo que vendría de
una forma en la que los dos no fuéramos a terminar convirtiendo eso que
sentíamos... en odio. Temo portu decisión, porlo que acarreará, porel dolorque
puede provocarte y ahora... esto.
—¿Dolor? Explícame eso de "sentíamos", porque eso sí duele —declaró con
voz temblorosa. No le respondí—. ¿Sara...? —insistió visiblemente herido.
De pronto me aferré a su brazo, una oleada de sudor recorrió mi cuerpo, un
pequeño mareo me descolocó. Dejé salir un suspiro. Me ganaba el sueño,
necesitaba dormir. Repentinamente colocó un brazo en mi espalda y me recostó.
—Duerme, Luna, no deberíamos de hablar hasta que estés bien. Cierra los
ojos —negué sin dejar de verlo. Sonrió acariciándome el cabello—. No me iré...
no hasta que duermas.
—Podrías cambiar de opinión y pensar que, si no te veo, estaré mejor —
sonrió culpable.
—¿Lo estarás? —negué apenas —. Entonces este es mi lugary que la galaxia
estalle.

Angustia.

Me tallé los párpados mirando a mi alrededor, él no estaba, dejé salir un
suspiro. Apenas iba a intentar acomodar lo ocurrido en mi cabeza cuando la
puerta se abrió lentamente. Era Bea, sonreí al verla. Corrió hasta mi cama y se
sentó a mi lado.
—Despertaste - iba peinada con una coleta ya bastante suelta, no llevaba
puesto el uniforme y me veía alegre.
—¿Qué hora es? - pregunté sentándome, somnolienta. Era increíble lo mejor
que me sentía. Él estaba cerca, podía sentirlo, pero no tenía ni idea de dónde ni
por qué tenía esa certeza, pero era como si mi interior lo supiera.
—Las ocho, papá ya no tarda en llegar... Si cree que te desperté se enojará,
no me dejó ni siquiera prender la televisión en mi recámara. - Me hice a un lado
para que se recostara junto a mí como solía hacer. Sonrió complacida.
—Te ves mejor.
—Me siento mejor - admití disfrutando de sentirme casi como siempre,
aunque no del porqué.
—Le diré a Aurora que te traiga de comer - se levantó de pronto y corrió
hasta la puerta antes de que pudiera decir nada- . Ahora regreso - reí al ver su
arrebato asintiendo. La quería tanto y la verdad me alegraba que la preocupación
se comenzara a diluir en su rostro que permanecía observándome en silencio casi
todo el tiempo, angustiada.
En cuanto me quedé sola él apareció. Pestañeé desconcertada, nerviosa.
Lucía asombroso, pero más agotado.
—¿Estabas aquí? - indagué perdida en sus facciones, también nerviosa de
que alguien entrase en ese momento, pero él parecía relajado por lo que supuse
que no tenía de que preocuparme, después de todo podía escuchara mucha
distancia y sabría en qué momento desaparecer.
—Cuando entró tu hermana me escondí en el baño... y unas cuantas veces
cuando se asomaban para cerciorarse de que continuaras dormida.
—¿No te has ido en todo este tiempo? - negó suavemente, sentándose donde
Bea lo había hecho hacía unos minutos. Me alejé un poco, lo notó, pero no
mostró ninguna reacción esta vez, solo me observaba con detenimiento, con
aquellos ojos ámbar que tantas cosas generaban en mí- . Seguro no fue divertido
- De un movimiento, pasó un dedo por mi mejilla con delicadeza y luego por mi
boca sonriendo, ese gesto me dejó aturdida. Pasé saliva, respirando agitada.
—Te equivocas - admitió en tono ronco. Me ruboricé enseguida- . Podría
observarte el resto de mi existencia. No hay nada más hermoso que tú... ni aquí,
ni en ningún lado. - De repente se alejó dejándome desconcertada, atontada por
sus palabras- . Regreso cuando estés sola. Come porfavor... No estaré lejos - me
guiñó un ojo y se esfumó.
A ese paso mi corazón sufriría una arritmia o algo. Además, no podía sacar
de mi mente su semblante, lucía realmente agotado. Sin poder evitarlo eso me
preocupó, no me gustaba verlo ojeroso, podría jurar que incluso un poco más
delgado, aunque con su enorme complexión no fuera tan evidente.
Aurora entró con Bea por detrás. Traía una charola con comida. Le sonreí,
turbada. Eso de actuar ya no lo recordaba, menos porque ahora todos estaban al
pendiente de mi menor movimiento y bueno, entra la paranoia, era inevitable,
pero ella lucía despreocupada. Eso me relajó.
—Has dormido bien y sin medicamento - señaló alegre. Desdobló las patas
de la mesilla y la colocó sobre mis piernas. Era pollo asado y ensalada- . Ahora a
comer...
—Gracias - acarició mi cabello.
—No me agradezcas hasta que te lo termines - agarré los cubiertos esperando
a que de verdad supiera a lo que olía; delicioso y condimentado. Bea encendió el
televisor, se sentó a mi lado y comenzó a hablarme sobre un chico que le
coqueteaba de su clase.
Partí el primer pedazo, un poco temerosa. En cuanto lo probé continúe sin
más, casi terminé todo el plato disfrutando cada mordida, sin embargo, sentí que
por el momento ya no me cabía más.
Cuando mi padre entró a la recámara yo apenas había dejado el plato a un
lado. Aún me sentía muy cansada y con una leve presión en la cabeza, pero de
ahí en fuera era asombrosa mi mejoría. Bea lo saludó sin levantarse desde su
lugar.
—Veo que estás mejor... Has dormido casi todo el día y comido más - señaló
la charola dándome un beso en la frente. Adoraba su cercanía, su manera de
preocuparse, de estarmi lado.
—Sí, creo que al fin está pasando lo que sea que tengo - me sentí un tanto
embustera, aunque técnicamente era la verdad, iba pasando. Se sentó a mi lado
mientras Bea cruzaba su cuerpo porencima de mí para darle un beso.
—Aun así, mañana iremos a los estudios, quiero estarseguro.
—Yo creo igual, todavía te ves muy pálida y ojerosa, Sara, además, tu no
comías así de poco, podías acabarte lo que había en la nevera sola - apuntó Bea
mientras veía el televisor.
—Gracias - refuté irónica. Giró hacia mí con sus ojos miel, chispeantes, eso
lo habíamos heredado de mamá y era en una de las pocas cosas en que nos
parecíamos además de la complexión y escueta figura.
—Tienes que subir como seis kilos... Te quiero, Sara, pero estás en los
huesos, quedaste sin trasero - le saqué la lengua entornando los ojos, ambas
sabíamos que nunca había tenido demasiado, tampoco la delantera me distinguía,
aunque en realidad eso nunca me importó.
—Déjala, Bea... en cuanto mejore recobrará su peso, no la presiones y,
además, ambas tienen cuerpos hermosos, no le digas nada - mi padre
defendiéndome, eso era algo insólito así que giré hacia ella elevando las cejas.
Los tres reímos mucho más relajados ahora que me sentía mejor. Un bostezo
escapó, era asombroso el cansancio que sentía.
—Vamos, Bea, Sara debe descansar, si no puedes dormir me avisas... No
quiero encontrarte fuera de esa cama, señorita - me advirtió con tono protector.
Ambos se pusieron de pie de inmediato. Por un lado, no quería que se fueran, me
agradaba la sensación de tenerlos junto a mí, me hacía sentir ligera, pero por
otro, deseaba verlo y sabía que en cuanto desaparecieran él regresaría.
Necesitábamos hablar, aún mi cabeza era una revolución y no tenía idea de a
dónde iría a parar todo esto.
Me dieron un beso de despedida y mi padre, antes de salir, me informó que
por la mañana iríamos al médico. No pude objetar nada.
Agotada me puse en pie con la intención de lavarme los dientes, no di ni un
paso cuando él me volvía a sentar. Respingué respirando asustada.
—¿Qué haces? - Me preguntó confundido. Lo observé intentando regular mi
respiración.
—Quiero lavarme los dientes - susurré desorientada. Sonrió avergonzado, en
un segundo ya estaba de pie ante la puerta. No recordaba lo mucho que
extrañaba esa forma que tenía de trasladarse, era tan extraño, que mayoría de las
veces ni siquiera me percataba de que me había movido, aunque en ese momento
no me hacía tan feliz como antes.
Ya en la puerta lo miré en silencio. Sonrió con tristeza y me hizo un ademán
con la mano para que pasara. Asentí sacudiendo la cabeza. Ya adentro, me
recargué en la puerta un segundo. ¿Porqué me estaba costando tanto trabajo darle
cabida de nuevo? Evidentemente no la estaba pasando tampoco bien, su salud
estaba deteriorada, eso era notorio, estaba ahí, a mi lado, pero la angustia en mi
pecho crecía, me atormentaba. Debíamos hablar.
Me acerqué al espejo, despacio. Mi rostro lucía un poco mejor, pero sabía
que reponer el sueño perdido y la falta de alimento llevaría unos días, más aún
porque a pesar de ya no sentir esos molestos síntomas de su ausencia, mi cuerpo
se había visto bastante desgastado por todo eso. Sin embargo, el saber que su
presencia era el antídoto para todo lo que me ocurría, me daba miedo... no era
normal, no tenía lógica y en definitiva no me hacía sentir mejor.
Me eché agua al rostro, me lavé los dientes y agarré valor para salir.
Luca se encontraba de pie, frente a la ventana, perdido en la oscuridad de la
noche.
— ¿Extrañas Zalandra? - pregunté de forma casual, caminando lentamente
hasta mi cama, noté su intención de ayudarme, mi mirada cargada de amenaza lo
detuvo. Podía hacerlo sola, porlo menos eso. Asintió desganado.
—No en realidad, lo único que extraño es tu cercanía y estoy pensando en la
manera de que vuelvas a fiarte de mí.
Me recargué en las almohadas sin saberqué decirle.
—Yo fui la que te terminé, ¿lo recuerdas? - asintió con dolor, caminó hasta la
cama, y se acomodó a mi lado, pensativo.
—Sí, pero sé porqué lo hiciste... No fue porti, fue pormí - bajé el rostro.
—¿Hugo? - recordaba que él me había dicho que Luca no le había pedido
que me visitara, pero no le creí en aquel momento. Lo escuché aspirar
fuertemente. Recargó su nuca en mi cabecera, negando.
—Sara, sé que te herí, que te lastimé, me duele mucho haberlo hecho, no
tienes idea de cómo lo lamento. Más ahora que te veo así, por mi culpa - quise
corregirlo, pero no salió palabra de mis labios- . Ese día... ese día fue el peor de
todos, Sara, escuchar a Gael insistiendo... - gruñó frustrado, yo solo pude
observar cómo incluso sus ojos se oscurecían. Pestañeé- . Si Hugo no me
controla... lo hubiera... - sabía qué diría, tragué saliva, aturdida. Luca no era así,
él siempre sereno, ecuánime, reflexivo, no impulsivo. Parecía recordarlo de
verdad, estaba notablemente contrariado y tenso- . Además, los otros... ¿Cuánto
más podía soportar? Aunque no soy humano, lo que siento lo es, te amo loca y
posesivamente, no podía soportar más sus insinuaciones constantes, sus
atenciones hacia ti. Sabía que eso podía suceder, llevaban tiempo esperando la
menor oportunidad - abrí los ojos asombrada, ¿cuáles otros?- . Pero verlos
acercándose a ti e intentando de todo... Sentí que me consumía, que yo mismo
terminaría con ellos, sin embargo, supe que tarde o temprano acabarías por
aceptar a alguno y yo... no lo resistiría, fui egoísta, pero no supe qué más hacer,
no sin poner en riesgo las vidas de los demás - aceptó con tristeza e impotencia.
—¿Poreso te fuiste? - comprendí atónita. Asintió.
—Luca... si sentías todo aquello, ¿por qué no me dijiste nada? ¿Por qué
parecía que de verdad te daba igual? De un día para otro dejaste de saludarme y
te comportaste conmigo como con el resto; indiferente y arrogante... Creí que...
te habías dado cuenta de que te hacía un favor con mi decisión, no entendí tu
actitud.
—Escucharte decir aquellas palabras adentro de la camioneta, Sara, fue
como sentir que todo mi mundo, todo por lo que quería seguir vivo, mi motivo,
mi razón... terminaba... Sin embargo, sé que te orillé y que actuaste
maduramente...
—Querías que te odiara, eso no ocurriría y sabía que caería muy bajo si era
preciso por ti... Poreso decidí hacerlo que querías que hiciera, pero me dolió
mucho tu manera de manejarlo, no lo merecía. - Lucía tan abatido, incluso,
perdido, frustrado, un tsunami de sentimientos cruzaba por sus ojos, podía
sentirlos sin problemas. Permanecíamos uno al lado del otro mirándonos, sin
tocarnos.
—Sara, en ti había duda portu futuro, porlo que querías para ti... - me
recordó despacio, expectante. Me froté el rostro perdiendo mi atención en otro
punto que no fuera él.
—Y la había, la hay, pero eso no es lo que me da realmente miedo... Luca, no
quiero que sufras, simplemente no lo soporto, siento que me ahogo de solo
pensarlo - le confesé bajito, tensa y a la vez liberada.
—Lo sé, se lo dijiste a Hugo, me confesó hace unos días que te visitó.
—Vino a agradecerme - musité recordando todo ese momento- . Creo que se
me pasó la mano - acepté al fin. Sonrió sacudiendo la cabeza.
—En realidad lo dejaste pensando - arrugué la frente- . Yo me tuve que ir
antes siquiera de que terminaran las clases, estaba a punto de haceruna estupidez,
una de la que no me alcanzaría la vida para arrepentirme... Sin embargo,
Florencia y él lograron calmarme lo suficiente. Yori ya había intentado
convencerme de que nos mudáramos a otro lugar, yo no la estaba pasando nada
bien y tenían miedo de que hiciera algo que nos implicara a todos de alguna
forma. Me negué muchas veces, por lo menos así te veía... te sentía. Pero con el
paso de los días comencé a pensar que eso a ti no te ayudaba, no te veías bien y
sabía que no estabas durmiendo, muchas noches estuve a punto de venir, sentía
tu angustia... Entre ellos me convencieron de no hacerte más daño, tú parecías...
estar sufriendo y supuse que si me alejaba... sería más fácil para ti con el tiempo.
Eres fuerte, más de lo usual, aunque no lo notes, eso debía funcionar tarde o
temprano.
—¿A dónde fueron? - pregunté, seria, no quería ahondar en los sentimientos,
no por ahora.
—A Sidney.
—Y... ¿los demás saben que te encuentras aquí?
—Están en la casa.
—¿En la casa de Guadalajara? ¿Cómo? ¿Porqué?
—Porque... yo también me estaba enfermando, Sara - confesó con voz
gruesa. Mis palpitaciones se dispararon, pero no lo hablé, quería que él lo hiciera
- . Era como si mi energía, mi esencia, se estuviera desvaneciendo, tuve que ir
más veces de las que recuerdo "cargarme". Me estaba consumiendo. Como tú, no
pasaba bocado, no dormía. Nunca, y te juro que nunca imaginé que esto te
estuviera ocurriendo, incluso nos aferramos a la teoría de que la emocionalidad
humana estaba dominándome a un grado sin precedentes, después de todo, es un
cuerpo como el suyo el que poseo, y lo que siento... se debe reflejar también en
él. Fui in imbécil. Debí ir más allá, venir, observar, pero no volveré a dejar nunca
más nada al azar, nada que te involucre. - pestañeé mirando la penumbra de mi
recámara, atemorizada, realmente aterrorizada, además de agobiada.
—Yo... no sé qué decir. - me giré por completo hacia él, me observó sereno,
esperaba mi reacción- . ¿Por qué? Quiero decir, ¿qué es lo que sucede, Luca?
Estoy asustada, muy asustada - deslizó un dedo pormi mejilla, pero lo quitó
enseguida. No me moví.
—Lo sé, Luna, y lo lamento, debo admitirque yo también lo estoy, no pormí,
sino porlo que pudo haberte ocurrido - bajé el rostro, dejó salir un suspiro- .
Creemos que cuando te sané te pasé algo de mí... No obstante, es una conjetura
por lo que no estamos seguros. Tenemos otras hipótesis, pero... son un tanto
descabelladas y no comprobables.
— ¿Cómo cuáles? - quise saberintrigada.
—Luna... - me rogó afligido.
—Luca, es mi vida, es la tuya, esto me afecta directamente... - sollocé - .
Escucha, no quiero que te sientas obligado a mí por lo que ahora estamos
descubriendo, tú me salvaste y no solo de esa forma, sino de muchas otras, no
estás en deuda conmigo, al contrario... Créeme - acercó una mano hasta mi
cabello, con cautela, sonriendo con tristeza.
—Qué extraño, yo siento que tú me salvaste a mí... Siento que me liberaste...
y no, no estoy contigo por "obligación", estoy aquí porque te amo, porque no soy
nada sin ti, porque de alguna forma retorcida nuestros cuerpos también lo saben
y se niegan a estar separados. Ya te dije que eres todo, y si volví es por eso, te lo
aseguro - asentí con la saliva espesa, conteniendo mi ansiedad porél, porsus
labios, porsu esencia.
—¿Qué opinan los demás sobre "esto"? - Y nos señalé a ambos, inquisitiva.
—Las cosas ya cambiaron, no tienes idea de cuánto. Nos quedaremos aquí y
luego irán conmigo a donde decida. Están de acuerdo en que renuncie, después
de todo parece ser que... no llegaría muy lejos sin ti. Así que, aunque todo esto
sea mi culpa y tú te opongas a mi decisión, ya no hay marcha atrás, nuestras
vidas ahora dependen de ello. - Lo miré arrugando la frente. No comprendía del
todo.
—¿Ellos regresarán a Zalandra?
—Cuando sea el momento... veremos.
—¿Qué era lo que estaba sucediendo antes de que termináramos? - recordó
enseguida aquel día y la discusión que comenzó justo porlo mismo.
—Por los dioses - musitó pasándose una mano por el cabello, sonriendo de
manera genuina, pero con un dejo de orgullo- . Eres incansable aun débil -
declaró muy cerca de mí.
—No me lo dirás - comprendí molesta, retirando mi rostro. Se acomodó de
nuevo en su posición, sacudiendo la cabeza, sonriendo apenas.
—Sí lo haré... te diré todo, sabrás todo lo que sabemos. A partir de ahora tú
eres una parte de nosotros, Sara, y lo que decidamos de una u otra forma te
afectará... Pero no en este momento, lo más importante para mí y sé que para
todos, es que te mejores... Así que eso harás y cuando suceda... hablaremos - abrí
la boca en una O enrome. Eso era el colmo. Quería hablar, debíamos hacerlo.
—Siempre tiene que ser como tú dices - reclamé y un bostezo precedió a mi
reclamo.
¡Maldición! Sonrió elevando el rostro hacia el techo, como buscando alejar
su atención de mí.
—No, en general las cosas se hacen a tu manera, pero con tu salud no
negociaré y sabes que nada me sacará de ello... Luna, me duele verte así - bajé la
vista dándome cuenta de que de verdad no debía ser la chica de la que se había
enamorado, además, ya nada era como solía. Me sentía irritada, lo rechazaba por
seguridad pese a desearlo como una idiota, estaba nerviosa, asustada, ávida de
información y con una incertidumbre enorme respecto a mi futuro. Se acercó a
mí elevando mi rostro con cuidado
—No dejes que esa cabecita te engañe... - sus palabras lograron que lo mirara
fijamente- . Tú me vuelves loco y siempre será así, hagas lo que hagas, eres mi
Luna... Pero no puedo negarte que al verte esta mañana sentí un miedo que
desconocí y dolor. Te ves tan frágil, la chispa de tus ojos no está y siento tu
energía absorbiendo la mía ansiosamente, con desespero - eso último me dejó
estática, paralizada.
—¡C-cómo! ¿Sientes que estoy tomando tu... tu energía? - farfullé con los
ojos de paren par. Dios, Dios, Dios. Me recargué de nuevo en la cabecera, con
las rodillas flexionadas, rodeándolas con mis brazos. Eso ya era demasiado. Notó
mi aprensión, se acercó un poco, mirándome con ternura.
—Sí, todo el día los has hecho. Tu... vitalidad... estaba ya muy débil ayer que
aparecí por la noche, pero... no supe cuánto hasta esta mañana que te vi y me
permitiste permanecer a tu lado.
—¿Tú estás bien? - quise saber de pronto preocupada por lo que me acababa
de decir. O sea, estaba tomando "su energía" ¡Su energía! Poco me faltó para
jalarme el cabello como una desquiciada. Una de sus manos cubrió la mía, con
delicadeza, llamando mi atención. Era tan cálido, tan adorablemente tierno y ese
líquido se adentraba con timidez en mi organismo.
—Luna, te digo que tú estás mal y te preocupas pormí... Portodos los dioses,
y el tuyo, te suplico que dejes de hacerlo... Amo tu bondad y darme cuenta de lo
importante que soy para ti, pero en todo esto definitivamente la que lleva la peor
parte por tu propia condición eres tú... y yo soy el responsable.
— ¿Deberás irde nuevo a "tomarcalor"? - sonrió ante mi analogía, sin
soltarme.
—Sí - lo miré preocupada, sabía muy bien lo que su ausencia provocaba en
mí, no quería volver a vivirlo ni emocional ni físicamente. Dios, esto era una
maldita pesadilla, ahora temía que se alejara por mi bienestar, y no por todo lo
que me hace sentir. No, eso no estaba bien, no me gustaba, no lo quería así. Luca
notaba mi turbación, seguramente él ya lo había aceptado desde el mismo
instante en que lo supo, y ya pensaba en lo siguiente, pero yo no, yo era una
humana mentida en un embrollo irreal del cual mi vida ahora dependía- . Luna,
lo haré sin que te percates... Tranquila - resoplé recargando mi cabeza en la
cabecera.
—Es tan patético, Luca... yo deseo que estés conmigo porque quieres, no
porque debes.
—Podría decirlo mismo - refutó. Arrugué la frente.
—Sabes que esa no es la razón porla que siempre te he querido a mi lado.
—¿Y porqué piensas que es la mía, entonces? - bajé la mirada.
—Porque... parecías sobrellevarlo bien, mucho mejorque yo, eso fue muy
evidente.
—Sobreviví todo este tiempo, Sara, pensar que jamás volvería a besarte... a
tocarte... a verte reír... a verte dormir... fue agónico y no es metáfora, es literal.
Te quiero a mi lado, lo que dure nuestra existencia... Quisiera poder atarte a mí y
nunca soltarte... ¿No entiendes aún la intensidad de lo que provocas con una
simple mirada? No me veo sin ti - deseaba decirle que yo tampoco, pero no lo
haría, no aún.
—Luca... ¿Qué pasará ahora?
—No lo sé, no sé hasta dónde te haya impregnado de mi ser, si es que esa es
la respuesta a todo esto...
—¿Ellos que opinan de lo que nos ocurre? - suspiró sopesando lo que me
diría.
—Flore cree que de alguna forma nos fundimos - su respuesta me dejó
perpleja, eso no era posible. Sudé frío, lo juro. Apretó mi mano levemente.
—Tú y yo no podemos, ¿o sí?
—No teóricamente, pero como te dije, estamos barajando diferentes
posibilidades, hay muchas cosas que se "supone" no podían ocurrir y han
ocurrido. - Susurró afligido por cada cosa que me decía. Aunque en el fondo
agradecía su honestidad, sí me estaba haciendo sentir vulnerable, insegura.
Varios minutos después continuaba en silencio,
sin poder dar crédito de todo lo que pasaba. Escuché a Bea entrar al baño. Lo
miré asustada.
—No vendrá, tu padre no quiere que te molesten, él subirá en unos minutos
para verificar que en efecto estés dormida... y eso es precisamente lo que
deberías hacer, te ves cansada. 1
—No quiero - confesé.
—Sara, me lastima verte así, quiero que pongas todo de tu parte para
recuperarte pronto... Después veremos todo lo demás, podrás preguntar lo que
quieras, ¿de acuerdo?
—¿Lo prometes?
—Te lo juro - expresó acercándose a mí, podía sentir su delicioso aliento,
quería dejarme llevar, moría por probarlo de nuevo, pero... aun no me sentía
lista. Quería saber por qué había regresado. Me hice a un lado sin comprender
cómo lo había logrado. Fui consciente de su ansiedad y su aliento alejándose.
—Yo... - colocó un dedo cálido sobre la boca.
—No digas nada... Es muy pronto, es solo que te veo y me dominas, ya te lo
dije. Saciaré todas tus dudas, Luna, y te demostraré lo que soy capaz de hacer
por ti - no supe cómo interpretar aquellas palabras.
Se hizo a un lado y me levantó porla cintura con un movimiento tan veloz
que apenas si lo sentí. Un segundo después ya estaba bajo las cobijas y él a un
lado. Me sentía un tanto culpable por no habercorrespondido a aquel gesto
siendo que yo también moría de ganas, pero necesitaba estar segura de que no le
importaría lo que su presencia implicaba en mi vida y entender lo que la mía
implicaba ahora en la suya.
—Duerme, Luna... - me dio un beso en la cabeza y de repente desapareció,
enseguida me alerté, mi padre abrió la puerta tranquilizándome. Cerré los ojos
rápidamente, duró ahí varios segundos, luego escuché que cerraba y se alejaba.
Giré insegura, buscándolo.
—Aquí estoy, no salí de la habitación - se sentó y comenzó a acariciarme el
cabello, eso no estaba siendo suficiente, necesitaba sentirlo más cerca, mucho
más a pesar de que el sueño me intentaba vencer.
— ¿Qué pasa? ¿Es la cabeza? - Me preguntó intranquilo.
—No - admití.
—Necesitas dormir.
—Lo sé... - sentí mi sonrojo y sabía que él también. Aun así, no se movió- .
Luca, ¿tú estás mejor pese a que estoy quitándote energía? - necesitaba saber
eso. Sonrió negando.
—No me quitas nada, porque debe quedarte claro que lo mío es tuyo. Y
estoy bien a tu lado, mejorando...
—Pero cómo si estoy haciendo "eso" - musité agobiada.
—Tu ausencia me debilita, tu lejanía. Ahora solo me siento agotado,
cargándome se me pasa, antes no, nada me quitaba los malestares - asentí
culpable, no entendía cómo funcionaba aquello, pero no me agradaba quitarle
algo que necesitaba- . Duerme, te lo suplico - y en serio lo hacía. Lo contemplé
un segundo.
—¿Podrías... abrazarme? - Me atreví a pedirle, la angustia era tal que no lo
lograría sola, necesitaba que su cuerpo entibiara el mío que, aunque ya no estaba
helado, aún no lograba sentirlo como siempre. Dudó, pero enseguida se colocó
detrás de mí y rodeó mi cintura con sus enormes brazos, sentí su aliento cerca de
mi oído y un beso fugaz sobre la base de la cabeza.
—La eternidad si lo deseas. Por los dioses, cuánto extrañé tu olor, y los
latidos de tu corazón cuando me acerco - sonreí sin timidez, tranquila y
adormilada. Sentirlo así de cerca me llenaba de serenidad, de calma. Su mano
pasaba pormi cadera, yo entrelacé mis dedos en ella queriendo que estuviera lo
más pegado a mí posible. No tenía idea de lo que vendría, de mi vida en sí, y
temía, pero lo amaba, no por mi existencia, sino porsu alma.


Mi todo.

Me nombraban, pero nunca había escuchado ese idioma, eran como una
especie de ruidos irregulares que yo podía comprender sin problema. Miré a mi
alrededor, soñaba, lo sabía, no podía ver nada, todo estaba teñido de negro. A lo
lejos una luz en tonalidades naranja se acercaba a mí, me llamaba. Mis manos
sudaban y sentí que debía correr, sin embargo, mis pies estaban pegados al piso.
Conforme se acercó dejó de ser fácil verlo, la luz que proyectaba era
deslumbrante, cegadora. No sabía si era femenina o masculina, pero algo dentro
de mí estaba seguro de que era hombre. Me decía que debía conocer la verdad,
que mi tiempo se terminaba y que si no la descubría... tendía problemas.
Quería preguntarle a qué se refería, lo cierto es que me sentía aterrada,
parecía que, más que advertirme, me amenazaba. Algo tenía de familiar, algo
que no supe identificar y que provocaba que una y otra vez intentase verlo
directamente. No pude, al final se alejó, recordándome que mi tiempo se
agotaba.
Me desperté sudando, sentándome asustada, agitada. ¿Qué había sido eso?
—¿Luna? ¿Qué pasa? —giré recordándolo todo, agradecí que no se hubiera
ido. Se colocó frente a mí, un poco preocupado, lo noté por su manera de
mirarme—. Fue una pesadilla, ya pasó... —sin pensarlo me aferré a su camiseta
todavía temblando. Luca acarició mi cabeza pegándome a su cuerpo, dejando
besos salpicados sobre mi cabello, relajándome lentamente—. ¿Quieres
contarme? —negué sintiendo los latidos de mi corazón acelerados, no podía ni
hablar, quizá después—. Bien. Cierra los ojos, aquí me quedaré... Duerme —
asentí sin soltarlo al tiempo que nos recostaba. Recargué mi mejilla sobre su
pecho cálido, con mi mano descansando sobre su abdomen, enseguida la rodeó y
un par de minutos después logré olvidar lo que había sucedido y me dejé llevar
por el sueño que me envolvía, con él a mi lado era tremendamente sencillo.
El viernes mi padre me despertó a las nueve de la mañana, me duché incluso
sonriendo. Me vestí con trabajos, no me quedaba nada, al final vencida tomé lo
que fuera, pese a eso, me sentí incomparablemente mejor.
Rondaba en mi cabeza todo lo que el día anterior conversamos, incluso
todavía me parecía increíble su regreso, lo cierto era que Luca estaba ahí, cerca,
incluso lo podía sentir, ¿cómo? Ni idea, como la mitad de las cosas que me
sucedían desde que apareció, pero algo en mi pecho se mantenía sereno,
relajado, no en tensión como aquellas semanas, además, una sensación extraña
pero agradable viajaba por los poros de mi piel, como si energía acariciara mi
cuerpo. Me encontré, en ese momento, atenta a todo, de hecho, observando mi
antebrazo para ver si lo detectaba, pero no fue así, solo era la sensación.
Ya lista, frente al espejo, abrí los ojos asustada, ¿si me ponía mal de nuevo al
alejarme de mi casa? Sudé frío, incómoda por ese maldito pensamiento que no
debería estar ahí, pero que, sin poder contenerlo, llegó para ponerme en tensión.
Solté un suspiro cargado de frustración. Esa sensación me comprimió el pecho,
no me agradaba nada que así se dieran las cosas.
Cuando salí del baño, aun pensando en ello, noté sobre mi mesa de noche la
foto y la pequeña caja de madera tallada que él me había hecho. Parpadeé
mirando mi alrededor, Luca no estaba ahí. Me acerqué despacio. La abrí
suavemente, adentro estaban todas sus notas cuidadosamente apiladas,
amarradas con un pequeño cuero café. ¿Cómo las había recuperado? Él sabía
quién había hurtado mis cosas. La cerré de nuevo, sonriendo sin remedio y las
guardé en el mismo lugar, mi vida estaba regresando a mis manos, pero ya no era
la que solía, ya nada era lo mismo.
Al llegar a la planta baja me recargué en el muro. ¡Dios! Mi energía aún era
limitada, comprendí agotada, aun así, era consciente de que ya podía moverme
con mayor holgura y naturalidad.
Desayuné mejor que en los últimos días, sin que pudiera hacerlo como antes,
presentía que mi estómago había encogido por la falta de alimento, lo cierto era
que eso no sería problema para mí, en unas semanas lograría regresarlo a su
tamaño habitual, la comida era casi mi mejoramiga y no pretendía que eso
cambiara.
—De verdad te ves mucho mejor, hija.
—Me siento, papá.
—No sabes cuánto me alegro... Desde ayer en la mañana no has tomado nada
de analgésicos ni somníferos... He estado muy preocupado...
—Lo sé —afirmé compartiendo su sentimiento, regresándole esa dulce
sonrisa que me trasmitía.
—¿La cabeza no te ha dolido? —quiso saberdándole un sorbo a su café.
—No tanto, es aguantable y ya no quiero tomar nada —asintió satisfecho,
notoriamente aliviado, aunque con un dejo de preocupación aún, no se fiaba.
En el hospital de nuevo tomaron muestras de sangre un par de veces, me
hicieron un electrocardiograma y volvieron a hacerme un TAC, y un fMRI que
era otro estudio más profundo para la cabeza. Terminé a mediodía agotadísima,
sin embargo, el dolor de cabeza casi era inexistente y no había regresado ningún
síntoma. Raro tomando en cuenta que él no estaba ahí, ¿o sí? Cada cierto tiempo
estudiaba el lugar para ver si lo sorprendía, nunca lo vi.
De regreso a casa, mi padre me dijo que tenía permiso de ver a mis amigos
por la tarde, sobre todo a Romina que estaba aún muy preocupada y no había
parado de preguntar por mí. Yo se lo había pedido mientras me recostaban en
una camilla en el hospital, me habían estado mandando mensajes y mi mejor
amiga, ni se diga, pero él no respondió hasta ese momento. Asentí adormilada en
el asiento del copiloto, necesitaba dormir.
Al llegar Aurora hizo que comiera lo que había preparado, logré terminarme
mi pequeña ración sin demora, casi con los ojos cerrados. Subí a mi recámara
deseado acostarme.
En cuanto cerré la puerta, apareció, di un respingo. Sonrió evaluándome con
suma atención, acercándose a paso humano. Lo observé sin saber qué hacer.
Ladeó su cabeza con sus gruesas pestañas negras, fruncidas. Era como si me
estuviese inspeccionando y a la vez contemplando. Me quedé quieta.
No hui de su mirada, tampoco lo deseaba. Estar atrapada ahí me agradaba,
mandaba lejos la vulnerabilidad, las sensaciones dolorosas. De pronto, presa de
la ansiedad que él generaba, de todo lo que estaba ocurriendo, me atreví a dar un
paso, vacilante. En el instante que me tuvo cerca, pasó su mano por mi cintura,
con cuidado, y me pegó a su pecho con suavidad. Dejó salirun suspiro.
Durante unos segundos no respondí, solo llené mis pulmones de su aroma.
Con su palma presionó dulcemente mi espalda baja, sentía su aliento sobre mi
frente. No pude más. Me abracé a él con la limitada fuerza que tenía. Luca, en
respuesta, me acercó más con delicadeza.
—¿Cuándo te entregan los resultados?
—El lunes... supongo —pasó su mano por debajo de mis piernas, y me
levantó del suelo llevándome a la cama.
Puedo caminar... —refunfuñé cuando me depositó, buscando sus ojos. Sonrió
mostrando su blanca dentadura, dulcificando su gesto.
—Lo tengo claro, solo quería hacerlo. Necesito cualquier pretexto para
sentirte
—acomodó uno de mis rizos tras la oreja, aún inclinado sobre mí—. ¿Te
sentiste mal?
—negué disfrutando de la frescura de la almohada bajo mi cabeza, con las
mejillas sonrojadas.
—¿Estuviste cerca? —asintió relajado, tomando entre sus enormes dedos
uno de mis rizos, como solía—. Esto va a ser algo incómodo para ambos... No
podrás hacer tus cosas sin preocuparte por mí y yo... me alteraré cuando tengas
que alejarte. No me gusta.
—No te agobies por eso ahora, Luna, ya lo resolveremos, antes lo
llevábamos bien y no sabíamos nada... —arrugué la nariz recordando sobre todo
los domingos, cuando duraba más tiempo sin verlo—. De acuerdo, quizá no tan
bien —aceptó guiñándome un ojo. Estudié su rostro, no parecía tan cansado
como el día anterior—. Pero ahora que lo sabemos, encontraremos la forma de
prevenirlo... Todo irá bien —eso era lo único que había deseado escuchar por
semanas y aunque no lo creía, me tranquilizaba que estuviese ahí. Asentí
cerrando los ojos.

*

Voces a lo lejos me despertaron. Me tallé los ojos y tomé mi móvil para ver
la hora. Las seis. Bea abrió la puerta lentamente. Al verme despierta la dejó de
paren par.
—Qué bueno que despertaste. Vinieron a verte... y no quieren irse hasta que
lo hagan
—¿Romina?
—Sí, y Gael, ya había ido al hospital —caminó hasta mí susurrando– . Es
muy guapo, Sara, aunque bueno... no tanto como... —se tapó la boca enseguida
abriendo los ojos. Iba a decir Luca, sonreí asintiendo.
—Ahora voy —negó seria.
—Papá no quiere que bajes, dijo que los recibieras aquí arriba.
—De acuerdo, me lavaré la cara. Dame cinco minutos. —asintió saliendo de
prisa y dejando la puerta abierta. Me senté sobre el colchón aún fatigada, eso era
horrible, era como si necesitase dormir días enteros.
Mientras me secaba el rostro, pensé de inmediato en él. ¿Luca seguiría
cerca?,
¿habría escuchado? Probablemente sí, me sentí un tanto culpable ahora que
sabía lo que había vivido aquellos días, pero no podía hacer nada al respecto, no
cuando se trataba de Romina. Bufé negando, intentando resignarme.
En cuanto cruzó la puerta de mi habitación, mi mejor amiga corrió hasta mí y
me abrazó, gesto que le devolví sin dudarlo. La quería demasiado.
—Dios, Sara... ¡Qué susto!... De verdad creí que no te repondrías —se sentó
a mi lado al tiempo que Gael se acercaba sonriendo y me daba un beso en la
mejilla. Le sonreí con sinceridad.
—Veo que estás mejor —expresó dulcemente tomando la silla de mi
escritorio.
—Sí, creo que ya está pasando, gracias porlo del otro día.
—Ni lo digas, creí que no reaccionarías... Te veías muy mal —recordó Gael,
aun mostrando la preocupación que le generó la escena.
—Dice Bea que hoy te hicieron más estudios. —Intervino mi amiga,
relajada. Asentí explicándoles todo el engorroso procedimiento mientras ellos
me escuchaban con suma atención.
Aurora les subió limonada, por lo que la visita se alargó un poco más de lo
que supuse. Sin embargo, no tocamos temas profundos y me contaron
pormenores de la escuela, nada nuevo, cosa que me distrajo y me hizo reír en
varias ocasiones, relajándome por completo. Los demás también querían verme,
pero decidieron no abrumarme, el fin de semana, si continuaba mejor, irían
juntos. Asentí alegre.
A las siete y media se despidieron. Romina parecía querer quedarse un
momento más, pero me dijo que papá le pidió que me permitiera descansar y con
ella ahí no me sería posible.
No pude evitar reír. De verdad era muy protector, no lo recordaba así.
Cuando me quedé sola, Bea entró.
—Creo que le gustas, Sara... —declaró sentándose en la cama refiriéndose a
Gael.
—No molestes, Be... Mejor cuéntame cómo van las cosas con tu chico, ¿ya
hiciste algo para que supiera que mueres por él? —Le cambié el tema. Resopló
dejándose caerporcompleto sobre el colchón.
—Esto de estarenamorada apesta... —bufó. Asentí comprendiéndola, riendo.
Duramos varios minutos más ahí hablando sobre las actividades diarias del
pretendiente en cuestión, parecía muy ocupado y Bea no encontrar la manera de
acercarse.
—¿Aún lo quieres? —Me preguntó de repente. Supe de inmediato a quien se
refería. Ambas veíamos el techo con nuestras piernas colgando a un costado de
la cama.
—Sí... —acepté, sabía que él lo escuchaba y consciente de que el día anterior
lo había omitido. Me daba curiosidad saber dónde se encontraba, y también
impotencia saberlo escondido por mi bien, ahí, dejando que yo le robase energía
sin oponerse, dolía.
—¿Te molesta que hablemos de eso? —negué sincera—. Sabes... yo no creo
que él tampoco te haya dejado de querer... Creo que nunca lo hará, aunque no sé
por qué se acabó todo entre ustedes. —La miré extrañada.
—¿Por qué lo dices? —Se encogió de hombros aun perdida en la lámpara
que colgaba de mi techo.
—Por cómo te miraba, era algo tan extraño, Sara... No sé, era como si él no
pudiera estar sin ti... como si tú fueras lo único que veía... Cada vez que llegaba
por ti, te buscaba ansioso con esos ojos que parecen irreales y cuando al fin te
encontraba... parecía que todo dejaba de existir y él simplemente estaba ya bien.
—Reflexioné ante sus palabras—. ¿Qué se siente? —Me preguntó girando hacia
mí.
—¿Qué?
—¿Qué alguien te quiera así? Digo, papá adoraba a mamá y ella a él, lo
recuerdo... Me gustaba ver cómo se observaban y se sonreían todo el tiempo...
Pero nunca he visto algo como lo de ustedes, tú también haces lo mismo que él.
—No sé, Be, no sé qué decirte. Lo quiero... lo quiero mucho, sé que siempre
será así.
—Yo creo lo mismo, pero ¿qué harás? Se fue, Sara, ya no está aquí... —
sonreí despeinándole los rizos.
—No te preocupes... ya encontraré la forma, mira, por lo menos ya mi salud
va mejorando.
—Yo creo que regresará —musitó sin escucharme—. No sé por qué
terminaron, pero sé que regresará... Mi padre y Aurora también lo piensan —
arrugué la frente hasta sentir que casi mis cejas se juntaban.
—¿Papá y Aurora? —Se sentó asintiendo algo nerviosa, tapándose los
labios. Parecía que esa parte no tenía permiso de comentarla.
—No les digas que te dije —me rogó. Sonreí negando, incorporándome.
—Pero dime, ¿qué es lo que ellos dicen? —sentí curiosidad.
—Okay, pero tú "Sh" o lo niego todo y digo que los espiaste —me advirtió,
reí asintiendo, era muy capaz. De pronto se concentró—. Aurora piensa que es
un buen chico, cree que es muy maduro para su edad y dice que eso no es bueno
para ustedes ya que... están muy jóvenes... Un día hasta me confesó que tenía
miedo de que te pidiera que se casaran —busqué burla en esa declaración, no la
hubo, ella también lo creía, comprendí. Elevé las cejas divertida y recordando lo
que Romina hacía casi dos meses me había dicho—. Y papá... Papá creo que está
un poco celoso, quizá mucho. Dice que te cuida demasiado y que siempre está al
pendiente de tu menor movimiento. Creo que no era muy feliz con tu relación,
pero no le hagas caso... Ya sabes cómo es. Decía que lo único que le
tranquilizaba era que tú te fueras ir a Vancouver pues así habría distancia de por
medio y podrían llevárselo con más calma —asentí imaginándome su reacción
cuando supiera que él también iría—. Pero desde que... terminaron... Un día lo
escuché diciendo que ojalá se hubieran conocido más grandes para que pudieran
estar juntos. Creo que piensa que él fue quien terminó porque se dio cuenta de
que a su edad las cosas no podrían avanzar.
—Tienes una retención asombrosa —admití impresionada portodo lo que me
acababa de decir. Se encogió de hombros con suficiencia, sonriendo.
—Me gusta saber lo que pasa a mi alrededor, eso es todo... Además, yo creo
lo mismo que ellos; si ustedes hubieran seguido se habrían terminado casando y
mamá siempre nos dijo que después de los treinta... Por algo ha de ser, ¿no? —
Mi padre entró en ese momento.
—Veo que mis brujitas ya empezaron a cotillear... —hacía mucho tiempo que
no nos llamaba de esa manera, desde que mi madre vivía. Así nos decía a las
tres. Ambas sonreímos al tiempo que nos veíamos recordando lo mismo.
Se acercó a mí y me dio un beso en la frente, acariciando mi mejilla.
—¿Cómo sigues?
—Cada vez mejor —acepté. Después se colocó junto a Bea e hizo lo mismo.
—Aun no traes muy buena cara, no me fio, Sara, antier saliste del hospital y
apenas ayer comenzaste a sentirte mejor... No quiero que abuses, ¿de acuerdo?
—Su voz tenía una nota de advertencia. Bea ya se recargaba en su hombro,
relajada, alzando ambas cejar, riendo.
—No lo haré —accedí resignada. Él acarició mi mejilla, satisfecho.
—¿Quieres bajar a cenar... o prefieres hacerlo aquí? —dudé por un segundo,
prácticamente no había visto a Luca y necesitaba cerciorarme que estuviera bien,
toda la situación me incomodaba, no pormí, sino porél.
—Ve... te esperaré aquí... —pestañeé desconcertada, había estado
escuchando, cerca. Sonreí recordando las miles de veces que solía hacer eso. Mis
mejillas se cubrieron de rojo, pero ellos no lo notaron.
Cenamos en la cocina los tres, como había comenzado a ser desde que Bea
nos castigó ya hacía varios meses atrás a mi padre y a mí. Dejé limpio mi plato
cosa que noté, todos agradecían. A las nueve mi padre me pidió que me fuera a
descansar, no chisté y acepté despidiéndome de ellos entre risas ligeras. Ahora
así solía ser el ambiente, situación que me hacía feliz, me daba paz.
Apenas si había cerrado la puerta cuando lo vi frente a mí, no me dio tiempo
de sorprenderme, de inmediato rodeó mi cuerpo con sus fuertes brazos
encerrándome en su pecho. Mi corazón galopó como un desquiciado. Aspiré su
aroma con avidez. Pero no respondí el gesto, solo me acurruqué ahí, cerrando los
ojos.
—Te amo —susurró en mi oído. Mis sentidos despertaron, eso sin contar el
temblor que provocó sentir su aliento cálido.
Me separé de él, sonriendo con timidez. Elevé mi mano, con cautela, hasta su
mejilla, una vez ahí, la acuné agobiada.
—¿Cómo te sientes? No tienes que permanecer todo el tiempo cerca —le
hice ver, odiando que mi salud fuese su motivo, frustrada.
—Eso no es ningún problema, Luna, que estés bien es lo único que quiero —
sus ojos chispeaban, el dorado se apoderaba de su iris, sus ojeras eran
prácticamente inexistentes, y su porte casi como el de siempre, ya no lucía tan
agotado.
—Tú también debes descansar, dormir, comer... No me gusta todo esto, de
por sí ya tomo mucho de ti —depositó un beso sobre mi frente aspirando con
profundidad.
—Eso no lo he dejado de hacer. Duermo cuando duermes, como cuando
alguien viene. Mi casa está convenientemente cerca como para sentirte y te
repito que lo mío es tuyo —me separé abatida, anduve hasta mi cama.
—Luca, no quiero que dejes de hacer tus cosas por mí —me tomó por el
hombro haciendo que girara, elevé el rostro hasta él.
—Tú eres lo único que me importa, lo único que quiero y estara tu lado
porahora es lo único que debo y quiero hacer —me senté negando.
—Luca... —se hincó frente a mí quedando su rostro casi a mi altura.
—Sara, no me harás cambiarde opinión. Sé que mejoras, cada hora que pasa
te siento más fuerte y hasta que no estés porcompleto restablecida tendrás que
lidiar con esto. No pienso alejarme... ahora por tu salud, pero después... porque
eres mi razón, mi vida y lo único por lo que realmente vale la pena luchar... Así
que no insistas
—acerqué una mano hasta su cabello y disfruté de su suavidad, era evidente
que ya estaba bajando las defensas y es que cómo no hacerlo si él se portaba así,
si me veía de aquella manera, si lo quería tanto.
—No lidio. Me gusta saberte cerca... Te amo, ¿qué más podría pedir? —
admití sonrojada. Su gesto cambió dramáticamente, dulcificándose de una
manera irreal, aliviado.
—Entonces deja de luchar contra esto, es así... no podemos cambiarlo por
mucho que me hiera ser el responsable de que estés así, por otro lado, deseando
verle el lado amable, si es posible, la verdad es que tener este pretexto para no
soltarte nunca... no me desagrada... —sacudí la cabeza sonriendo también,
aunque seguía sin estar de acuerdo con todo lo que implicaba y notaba que eso le
dolía tanto como a mí.
—¿Qué vamos a hacer, Luca? Nada es como debería ser y de una u otra
forma parece que nunca lo será...
—Quisiera tener todas las respuestas como solía ser en mi otra vida, pero
aquí he aprendido que justo eso es lo interesante de su vida; nada está escrito,
nada se sabe y hay que luchar cada día para obtener lo que se desea y aun
teniéndolo, seguir luchando para que ahí permanezca... Puedo vivir
definitivamente así el resto de mis días. —Su mirada era ya de un dorado tan
intenso que no pude evitarlo, me atraía con una fuerza mayor a mí reticencia, a
mis miedos, me envolvía. Me fui acercando a él sintiendo que sus labios me
reclamaban, que su cuerpo me jalaba como si hilos invisibles emergieran de su
ser solo para buscarme. Él no se movió, observaba mis labios, expectante,
permitiendo que yo tomara la iniciativa.
Cuando por fin lo rocé, todo volvió a tener sentido de una manera tan ilógica
como real, como justamente es lo que entre los dos existe. Tuve la certeza de que
no me interesaba una vida convencional, que no quería ser normal, que lo único
que me mantenía anclada a este mundo era él y su sabor sobre mi piel, sus labios
sobre los míos y su aliento mezclándose con el mío de aquella forma única e
irracional.
Él me siguió el paso cerrando los ojos al tiempo que yo hacía lo mismo. Me
acerqué más, enseguida rodeó mi cintura para que no existiera ni un centímetro
de distancia entre nuestros cuerpos. Sujeté su rostro entre mis manos y continúe
saboreándolo al igual que él a mí. Dios, nada era más placentero que eso,
excitante.
Fui consciente de cómo mi sangre iba limpiándose, como mi cuerpo se
regeneraba, como cada célula lo recibía ansiosa brincando por volver a tenerlo
en su sistema. Ese era Luca, esa era yo a su lado, eso éramos juntos.
Jamás pensé llegar a sentir algo semejante, comprendí que eso sólo era
posible porque se trataba de él y porque sentíamos algo tan grande que no tenía
explicación ni en su mundo ni en el mío.
—Mataría porun beso tuyo, te lo juro —declaró apartándose, colocando la
frente sobre la mía. Ambos luchábamos por regular de nuevo nuestras
respiraciones, aquello había sido intenso, revelador.
—No hace falta, son tuyos —rozó fugazmente mi boca, sonriendo.
—¿Esto quiere decir que... ya me perdonaste? —Me separé acariciando su
cabello negro, lustroso.
—Esto quiere decir que no aguantaba un segundo más sin besarte, nada más.
Tienes unos labios sexis —le guiñé un ojo. Arrugó la frente confuso y un tanto
divertido por mis palabras.
—¿Entonces aún no me aceptas de nuevo, aunque tenga labios sexis? —
quiso saber intrigado, sin esconder su ansiedad, pero bromeaba también. Lo miré
reflexiva.
—¿Me estás pidiendo que sea tu novia? —inquirí desafiándolo.
—Sólo si tú quieres... De todas formas, no te librarás de mí aunque te
niegues, tú eres mi todo. —enarqué las cejas, alegre.
—Entonces te da igual. —alegué fingiendo asombro. Su gesto se tornó serio
de repente, negando.
—Nada referente a ti me da igual, nunca... Sin embargo, si te podré tener así
de cerca —y me tomó de la cadera volviendo a pegarme a él de una forma
posesiva que no solía emplear. No pude evitar que una risita escapara– , y podré
besarte —comenzó a pasarsu boca pormi cuello y mi quijada. Mi temperatura
corporal subió varios grados, pude sentirlo– , y podré tocarte —y acarició mi
espalda de una forma sugerente y delicada, rozando con los pulgares mis
costados– , entonces no me importa lo que seamos... Tú eres mía y yo soy tuyo,
somos parte de lo mismo... —busqué su boca ansiosa ya sin poder aguantar un
segundo más, enredando mis manos en su cuello, devorándolo con urgencia. ¡Al
carajo todo!
—Luna... calma —susurró contra mis labios. Me separé de él a
regañadientes, quejosa. Acomodó uno de mis rizos detrás de mi oreja, aun
agitado, con los ojos absolutamente dorados– . Aunque sería conveniente que me
dijeras que sí para que esos pobres chicos a los que tienes completamente
perdidos dejen de pensar que tienen una posibilidad y mis labios sexis
encuentren alivio. Sé mi compañera, de nuevo —me rogó con decisión. Recordé
la visita de Gael hacía unas horas y lo miré mostrando los dientes, culpable, pero
riendo también.
—Luca... yo... —colocó un dedo cálido sobre mi boca, negando, relajado
—Dime que sí, anda, sólo eso, Sara —asentí deleitada porsu cercanía. Soltó
el aire que no había notado, contenía y me dio un beso en la frente rodeándome
con sus férreos brazos—. Eso era lo único que queríamos yo y mis sexis labios
—me reí por esa manera nueva que tenía de ser ligero—. Tú risa siempre ha
iluminado mi oscuridad, la deseaba aun antes de que fuera yo un motivo.
—Luca... —susurré, no pude decirmás porque ya me besaba de nuevo.

Regla cinco.

Recostados sobre mi cama, él con su cabeza sobre mi abdomen, jugando con
mis dedos mientras yo acariciaba sus rizos negros, permanecimos un rato. Se
sentía natural, bien, tan aterradoramente mío.
—Ahora dime... ¿Cómo prefieres que lo manejemos? Yori ya tiene todo listo
para que regresemos a clases, pero las cosas se harán como tú digas —susurró
elevando su rostro. Me perdí en sus ojos, asombrada. Todo iba tan rápido, aun
así, decidí que, pese a todo, tomaría la vida con valentía, por nosotros,
porquienes nos rodeaban.
Lo medité por unos segundos moviendo la boca de un lado a otro. Luca
sonrió divertido. Había algo relajado en su postura que me hacía sentir más
segura.
—Búscame el domingo, aquí... Así papá y Bea sabrán que regresaste y mi
mejoría ya habrá avanzado tanto que no la asociarán contigo, luego... no sé, me
da igual... les diré que vi tus labios sexis, no puede más y volvimos —musité con
simpleza. Rio sin hacer ruido, solo con su hermosa boca dejando expuestos sus
blancos dientes. ¡Dios, lo amaba! Recargó su peso en el codo y acarició mi
mejilla, luego con el pulgaruno de mis labios.
—Difiero con lo de los labios, por los tuyos me pierdo —declaró absorto en
ellos y los acarició de manera sugerente, dejándome con problemas para
pasarsiquiera la saliva.
—Estas semanas sin ti... Fue demasiado, Luca —admití sin temor. Acercó su
rostro al mío, dejando salirun suspiro cargado de cansancio.
—Lo fue, Luna —y nos besamos con suavidad. Unos segundos después se
separó, acariciando mi mejilla, pero aún muy cerca—. Flore y Hugo regresarán
el lunes a la escuela, yo lo haré hasta que tu estés bien —torcí la boca en
desacuerdo—. No, Sara, lo siento, siempre cederé en lo que quieras, pero en tu
salud y tu seguridad, no daré ni un paso hacia atrás jamás... Además, recuerda
que yo también la paso mal sin ti
—eso aniquiló cualquierqueja. Tristemente tenía razón, no podíamos
separarnos.
—¿Entonces regresarás el mismo día que yo?
—Sí, no habrá espacio entre nosotros hasta que hayas recobrado hasta el
último gramo.
—Y ¿luego? —pregunté contrariada.
—No quiero absorberte, temo que acabes enfadada de mí. Te gusta tu
independencia, ya lo noté, aprendí varias cosas con todo esto y no quiero que
vuelvas a sentirte abrumada porello.
—Lo que temo es que me acostumbre tanto a ti que después yo sea la que
quiera encadenarte a mí —sus ojos brillaron de una manera extraña, de algo me
perdía.
—Por lo que escuché será hasta los treinta —sonreí haciéndolo a un lado.
—Sabes que no me refería a eso —lo acusé riendo.
- Tú no, pero yo sí —pestañeé arrugando la frente, poniéndome seria de
inmediato. 1
—¿Lo... has pensado?
—Esa pregunta no te la contestaré, no tendría ningún sentido. —Zanjó sin
reflejar nada en su hermosa fisionomía. No pude hablar, estaba atolondrada. Era
verdad lo que mi padre, Aurora y Romina pensaban; él sí era capaz de pedírmelo
—. Tranquiliza a esa cabecita tuya y mejor prepárate para dormir... aún te ves
cansada. —apuntó relajado, restándole importancia.
—¿Te puedo hacer una pregunta? —Yo y mi mente incasable, lo sé, pero de
qué otra manera mis dudasse aclararían. No, no me importaba ser una patada en
el trasero con eso, necesitaba hablary hablarhasta acomodartodo dentro de mí.
—Sí, pero ya que estés bajo las cobijas... Anda.
—La olvidaré. —Me quejé, caprichosa.
—Te apuesto un beso a que no lo harás. —entorné los ojos, gruñendo, pero él
fingió indiferencia recostándose con desgarbo sobre mis cobijas. Bufé al notar
que no cambiaría de parecer. Ambos tercos. Me dirigí al baño resignada. Al salir
me acosté como una niña obediente, mientras él me arropaba sonriendo,
triunfante.
—¿Ya puedo? —quise saber mirándolo. Era tan hermoso, sus facciones
completamente bien proporcionadas y simétricas. Su cabello ondulado caía hacia
adelante descuidadamente. No veía claramente sus ojos, la luz ya estaba
apagada, pero sabía que eran ámbar, siempre eran así cuando estaba a mi lado y
eso me hacía sentir poderosa y feliz.
Se acercó a mí acunando mi barbilla, me besó delicadamente tomando mis
labios uno a uno hasta saborear por completo mi boca y su interior, solía
besarme de aquella manera suave, sugerente, sin prisa.
—Te dije que no lo olvidarías... —musitó pegado a mí. Me conocía mejor de
lo que yo lo hacía. Se recostó jalándome cuidadosamente para que lo hiciera
sobre su pecho. Adoraba sentirlo tan cerca, su olor me tranquilizaba y me
transportaba a una zona de completo confort y seguridad.
—Si pudieras elegir... ¿Qué preferirías? Que yo me convirtiera en lo que tú
eres o que tú te quedaras así —Lo sé, era imposible, tampoco lo pensaba como
una opción puesto que esto era real, pero para mí era importante esa respuesta
por lo que encerraba. Esperaba que de verdad fuese sincero, aunque tenía claro
que saberlo no cambiaría nada de lo que yo ya había decidido.
—Tener este cuerpo —declaró acariciando mi brazo. Elevé el rostro, noté
que esperaba que lo hiciera. Había algo en su mirada que delataba lo mucho que
le gustaban mis interminables cuestionarios.
—¿Por qué? —acarició mi mejilla concentrado, con apenas las yemas de sus
dedos, sentí un temblorportodo mi cuerpo.
—Veamos, la mayor parte de mi existencia he sido etéreo, energía que va y
viene sin restricción ni limitación y siempre creí que eso era perfecto. Nos
comparábamos con otro tipo de vida y... nos parecía tan esclavizante, tan
molesto tener que depender de un cuerpo... el que fuera, ya sea para poder
desplazarse, para poder alimentarse, para vivir en general... Se debe estar en
constante cuidado de tu caparazón y eso sólo robaba tiempo.
<<Pero... ahora sé porqué la esencia debe estarcontenida pormateria, lo que
te da es mucho más de lo que te quita; oler, sentir, tocar, desear... Eso no existe
en mi mundo debido a lo que somos. Desde que llegué a la Tierra no he parado
de experimentar cosas nuevas y asombrosas. Poderpensar en algo y crearlo,
manipularlo, es increíble. Sentir tu cuerpo, saber que él te contiene, pero que no
te limita, que te permite percibir todo a tu alrededor de una forma maravillosa y
única.
<<El ruido, la gente, expresar tus emociones con una simple mirada o con un
gesto más contundente... Pero de todo eso lo más hermoso es poder estar así,
como ahora a tu lado, sentir tu cuerpo junto al mío, poder acariciar tu cabello,
oler tu aroma, besar tu boca, mirar tus ojos y saber que todo dentro de ti es una
máquina perfecta que funciona sin equivocación para que tú puedas respirar y
vivir como lo haces y así... estar a mi lado... como en este momento... —me
quedé perdida en sus palabras, hablaba de una manera que me envolvía y me
hacía desearlo más. Su voz era arrulladora, cargada de mucha seguridad y paz.
De repente sentí la necesidad de algo más, bueno, mucho más.
—Luca... crees que... —bajé la vista hasta mis manos.
—¿Qué? —Me alentó llevándose uno de mis rizos a la nariz.
—Bueno, no es que ahora deba suceder... Digamos que en este momento
estoy bien...
—frunció el ceño mirándome curioso, no tenía idea de lo que diría y eso me
puso más nerviosa. Llené de aire mis pulmones, avergonzada– . Tú crees que...
algún día...
—sentí el rubor completamente alojado en mis mejillas– , tú y... yo...
¿podamos ir más allá? —retuve la respiración esperando su respuesta. ¡Dios, eso
había sido bochornoso! Aun así, necesitaba decirlo, no me quedaría con nada, no
más.
No mostró asombro, al contrario, pareció de verdad reflexionarlo, sopesarlo.
—No ahora, pero podríamos intentarlo... A tu lado he aprendido que nada
está dicho
—aceptó serio. Solté el aire y bajé la mirada. Él tomó mi barbilla para que lo
viera—. Sara, dame tiempo, te juro que yo también ¡Por los dioses! Te deseo, no
tienes una idea de cuánto... Pero debo estar en control absoluto en ese momento.
No me perdonaría hacerte daño. Sé que es parte de tu naturaleza y parte de lo
que sentimos, por lo mismo quiero que lo tomemos con calma y poco a poco, ir
paso a paso hasta llegar a... ese punto, que créeme... deseo experimentar a tu
lado y sospecho que será una de las mejores partes de tener este cuerpo. Ahora
que sé lo que es no tenerte haré todo para conservarte —asentí sonriendo
nerviosa y extasiada. Lo besé fugazmente.
—Te amo, Luca... y tienes que saber cuál es la regla cinco —elevó las cejas,
expectante– . Nunca vuelvas a dejarme —me tomó por la cintura colocándome
sobre él.
– J amás, Luna... —prometió besándome como tanto me gustaba.
Me quedé dormida con miles de preguntas en la cabeza, sin embargo, sabía
que tenía tiempo, iría paso a paso, pero esta vez sin detenerme. Él era mi
realidad, yo la suya, con miedos, con preguntas, con miles de cosas extrañas, con
todo lo que eso implicaba, pero era y no lucharía más contra ello, o porlo menos
lo intentaría.
Por la noche desperté con sed, sin que siquiera pudiera moverme ya tenía un
vaso de vidrio frente a mí. Sonreí girando hacia él, llevaba puestos unos
pantaloncillos oscuros de algodón, junto con una camiseta blanca, parecía haber
despertado en ese momento. Pensé en lo que mi padre diría si supiera quién
dormía bajo su techo sin que se lo imaginara y aunque no hacíamos nada malo
para sus ojos, estaba segura de que su furia sería de enormes proporciones.
—¿Qué es tan divertido? —Me preguntó sentado a mi lado.
—¿Te has preguntado qué haría mi papá si te viera aquí? —abrió los ojos
suponiéndolo.
—La verdad es algo que no pienso permitir que suceda, primero por ti... no
quiero imaginar su reacción, y luego, porque creo que acabaría por odiarme, de
por sí...
—dejé el vaso sobre la mesilla y me volví a acurrucar sobre su cuerpo cálido
al tiempo que me arropaba y rodeada con sus brazos, soltando un suspiro.
—¿Escuchaste lo que él y Aurora piensan? —asintió acomodándome un rizo
tras la oreja—. Creo que se decepcionará un poco cuando te vea el domingo...
No debe serfácil saberque alguien quiere llevarse a uno de tus más grandes
motivos.
—Puede ser... —acepté, sabía con certeza que eso éramos para él. Ya
comenzaba de nuevo a adormilarme. Pero de pronto me asaltó una duda, una de
tantas en realidad. Al paso que iba tendría que cargar con una libreta y lápiz para
anotar todo lo que deseaba saber—. ¿A dónde te vas cuando alguien entra... en el
día o en la noche?
—sonrió sacudiendo su cabeza.
—Eres incansable —esperé su respuesta sin decir más. Se encogió de
hombros, indiferente—. Depende, si sé que es un segundo como las visitas que
te hace tu padre antes de dormir... permanezco aquí. No suele entrar, nadie en
realidad si te ven dormida. Han sido muy cuidadosos y créeme que los has
tenido muy preocupados. Tu padre estaba incluso pensando en traerse el trabajo
a casa, pero mejoraste y por ahora decidió que esperará. En el día voy a mi casa
deambulo por ahí, me ducho, leo, como...—aceptó abriendo los ojos
remarcándome lo que yo ahora no hacía del todo bien. Sonreí aún intrigada.
—Pero... si te vas a tu casa, ¿porqué me siento bien?
—Estoy investigando cómo funciona todo esto. Al parecer hay un límite de
distancia que soportamos... No estoy muy seguro, pero lo estoy averiguando...
Sin embargo, cuando siento que mi energía se ve..." afectada", es porque estas
más lejos de lo habitual. También lo percibía antes, pero pensé que era cuestión
mía. Mi casa no está muy lejos y me permite, no con tanta facilidad, seguir
manteniendo sano ese hilo de vitalidad que nos mantiene bien, pero debo
intencionarlo. Como no lo sabía, no me dejaba "fluir", ahora que sé que lo
necesitamos... dejo una especie de canal abierto para que tú me percibas y yo
pueda también hacerlo.
—¿Cómo supiste hacereso? No comprendo.
—No sé, de pronto sucedió, fue como tener la necesidad de abrirme, de dejar
que mi energía saliese de mí hacia tu dirección... En estos dos días he hecho
muchos experimentos con la distancia que aguantamos, creo que es un poco más
de un kilómetro... En cuanto me alejo, soy consciente de que tu energía, no sé
cómo explicarlo... me sigue... y sin saber cómo, ayer por la tarde... me dejé fluir
y así te sentí comprendiendo que mi distancia no te estaba afectando —abrí los
ojos asombrada.
¿Existía alguna caja de almacenamiento en mi cerebro para procesar eso?
Porque estaba segura de que necesitaba comprenderlo.
—O sea que no tienes que estarliteralmente pegado a mí.
—No, no será siempre necesario, supongo, pero ahora que no estás del todo
bien siento que tomas grandes porciones de mí.
—¿Cómo? —Dios, sonaba tan disparatado, pero me estaba ocurriendo, así
que no podía dudarde la veracidad. Me acercó a él buscando las palabras.
—Como ya te había dicho, mi energía baja por alguna razón aislada. Bien...
pues desde que... terminamos, comenzó a disminuir. No abruptamente, sino
poco, lento, supongo que aunque podamos estar en ese radio de distancia
también hace falta el contacto, mi intención de abrirme... No lo sé, pero cada día
que pasaba, sabía que el calor iba bajando, mi apetito era casi nulo, dormir fue
un triunfo. Cuando te veía en la escuela... repentinamente... todo se nivelaba —
sonreí, sabía muy bien a qué se refería.
—Cuando nos fuimos definitivamente, yo fui el primero en salir de aquí... En
el mismo instante en que llegué a Sidney sentí una drástica disminución y
percibí tu lejanía de una forma incluso... dolorosa. A los días yo ya estaba muy
débil y tuve que ir a cargarme, pero no hacía la diferencia en mí... Eso comenzó
a ser cada vez más frecuente hasta que me encontré yendo a diario. Todos
estaban desconcertados, pero yo me sentía... triste, no sé, creo que deprimido es
la palabra adecuada.
<<Cuando a principios de semana sentí que... tu ausencia se agudizaba y se
apoderó de mí algo similar al día que peleaste con tu padre, una especie de
presentimiento de que estabas en peligro me atenazó... Quise regresar, entre
todos intentaron convencerme de lo contrario, yo no salía de mi habitación y
solo vivía evocándote. Era aterrador en realidad. Necesitaba verte, me detenía
saberlo que eso te provocaría.
<<Para el miércoles la sensación era más aguda y ya no pude más, regresé, o
te veía o haría una estupidez... En cuanto te tuve frente sentí como si algo
quisiese jalar energía de mí... como si quisiera absorberme... No comprendí que
eras tú, te podía ver, pero no con total nitidez debido a la penumbra. Enseguida
supe que algo te sucedía, sin embargo, lo negaste e... intenté creerte pensando
que seguramente eran mis ansias de tenerte cerca las que me habían traicionado
de esa forma tan cruel... Rondé por aquí no muy convencido... Sé lo orgullosa
que eres y de todas formas a pesar de lo que te dije y me dijiste, ya había
decidido que no estaría lejos de ti, solo estaba pensando cómo hacerlo. Nunca he
pensado tanto como en ti. Afuera, cerca, mientras meditaba, escuché a tu padre
estaba en la cocina, con Bea y Aurora. En ese momento ya no hubo dudas, no
estabas bien. Contigo conocí el amor, Luna, pero también el miedo.
<<En cuanto te tomé en brazos, cuando estuviste a punto de desmayarte...
comenzaste a absorberme sin reservas y yo, sin poner más barreras, me dejé fluir
comprendiendo al fin que eras tú... Desde ahí no has parado de hacerlo —no
sabía qué decirle, estaba perpleja, ni en un millón de años me hubiera podido
imaginar que algo así fuera posible, pero tenía que ocurrirme a mí y con él...
—Es... increíble...No puedo creer que estas cosas sean posibles —acarició mi
cabello, sereno.
—Ahora a dormir, Luna... ya fue demasiado para una pausa en tu sueño... —
me giré haciéndome ovillo, sabía que él me rodearía con sus brazos y recargaría
su rostro un tanto más arriba del mío. No podía dejarde pensar.
—Sólo una cosa más —lo sentí sonreír sobre mi cabeza—. ¿Dónde
encontraste la foto y las notas?
—Hugo las tomó un día que estabas en la escuela —su voz sonó contenida,
dura, supuse que habían tenido un grave problema porlo mismo.
—¿Por qué? —Lo escuché quejarse. No los imaginaba enojados, menos
enfrentándose.
—Creía que... entre menos recuerdos de nuestra existencia, te sería más fácil.
Idiota—musitó más relajado. Sonreí al escucharlo decir una palabrota, él
siempre tan correcto.
—¿A él que más le daba? —Esa pregunta fue más para mí que para él.
Suspiró.
—Hugo no es como tú crees, Sara... de verdad todo esto ha sido tan
complicado para él como para nosotros, y tú... por alguna extraña razón, le
pareces la única humana por la que siente cierta simpatía... Por eso cuando
decidí regresar él me habló de la conversación que mantuvieron, por eso creyó
que te ayudaba, no hubo doble intención.
—Todo es tan difícil... —susurré apenas con voz. Su brazo me acercó más a
él.
—Nunca pensamos que sería fácil, pero estoy listo para eso. Ahora a dormir,
ni una pregunta más...


La única.

Al día siguiente desperté temprano, giré adormilada y él no estaba. Una
orquídea ocupaba su lugar. Me acerqué la almohada a la nariz absorbiendo su
aroma que se había quedado impregnado, feliz. Olía a hierbabuena y menta.
Permanecí ahí comprendiendo que no había marcha atrás, que tampoco lo
deseaba. No podía ni debía permanecer dándole vueltas a lo mismo sin cesar. Lo
dañaría, me dañaría.
Nuestra relación era extraña, sentía demasiado porél, existían miles de cosas
que nos separaba y nos unían a la vez. ¿Podía combatir contra eso? No, ya lo
había intentado y ambos casi morimos. No era precisamente "bonito" saber que
mi vida dependía de la suya y viceversa, pero por mucho que me quejara y
renegara por ahora no había
manera de cambiarlo, la realidad era que tenía que aprender a vivir con ese
hecho, con todo lo que implicaba.
Me di un ducha, tarareando, al salir me vestí con un short que me quedaba un
poco grande y una blusa de tirantes, me sujeté el cabello y me puse, por primera
vez en varios días, rímel. No era la que solía ser, aun lucía un tanto demacrada,
pálida y ojerosa, pero mis mejillas parecían querer sonrosarse y mis ojos
chispear... Sabía que se debía a él.
Aurora en cuanto me vio abrió los ojos sorprendida.
—De verdad estás mejor —aceptó sonriendo. Me acerqué a ella, alegre,
picando como solía un trozo de fruta del cuenco que tenía a su lado.
—Ya no me duele la cabeza y el hambre regresó —confesé con voz
cantarina. Me miró desconcertada, obvio creía que había enloquecido, pero qué
más daba, quizá era cierto.
—Si no fuera por esas ojeras y tu peso, juraría que aquí no pasó nada —
prendí el televisor buscando enseguida un canal de deportes. En cuanto lo
encontré giré hacia ella.
—Aurora, sé que los preocupe mucho... Lo lamento y te agradezco todo lo
que hiciste pormí, de verdad. —Me acercó a ella para abrazarme con los ojos
enrojecidos.
—Pensamos que no lo superarías, Sara... Llegué a creer que no podrías
saliradelante... Te veías tan mal física y emocionalmente —asentí separándome
un poco.
—Estoy bien. Creo que ya pasó y aunque sé que aún no me he repuesto por
completo te prometo que haré todo para que en unos meses ni siquiera
recordemos lo que sucedió —me dio un beso en la frente suspirando.
Bea bajó media hora después, para ese momento yo ya me había engullido
un jugo de zanahoria con naranja, huevos revueltos y tocino. Aguardé a que ella
desayunara estaba muy animada sobre sus planes para el día. Romina marcó
justo cuando Bea terminaba. Iría a comer.
Subí a mi recámara con la intención de ponerme a haceralgo, me sentía
mucho mejor y si no fuera porque aún me estaba un poco cansada y mi ropa no
me quedaba bien, yo ya me hubiera dado de alta. Cerré la puerta tras de mí,
como siempre, y observé la habitación. Rita ya la había limpiado, las cortinas
estaban abiertas y mi cama tendida.
Me acerqué al librero y tomé la foto que Bea me había regalado en su
cumpleaños. A pesar de poco a poco ir entendiendo que no podía haber evitado
lo que sucedió, aun sentía un poco de culpa.
Observé a mi madre pasando un dedo por su rostro. ¿Qué pensaría si supiera
lo que en realidad sucedía?, ¿se habría dado cuenta ya de que algo extraño
pasaba o... no sospecharía nada como papá? De inmediato creí en la primera, era
demasiado suspicaz y observadora como para no notarlo y además... me conocía
tanto como Luca ahora.
—Son idénticas —susurró Luca tras de mí, no lo había sentido llegar, pero
ya no me sorprendía y para ser sincera estaba esperándolo. Asentí observando la
foto. Rodeó mi cintura recargando su barbilla en mi cabeza respetando mi
silencio, a su lado el dolormenguaba y su ausencia no era tan intensa.
—Romina va a venir a comer —musité dejándola en su lugar. Hizo que
girara para arroparme en su cuerpo.
—Eso es bueno, aunque no te excedas, ¿sí?
—Sí, tengo ganas de conversar con ella y la extraño, pero... ¿y tú? —Me dio
un beso en la frente negando, tomó mi barbilla e hizo que lo mirara.
—No, Sara, así no. Tú no te preocupes pormí, no quiero que te presione lo
que yo haré en esos momentos... Escucha —y tomó mi barbilla entre sus manos,
acercando su rostro al mío, me perdí en sus ojos ámbar—. Te suplico que no
temas decirme cuando quieras un poco de distancia o cuando desees hacer algo
en donde yo no esté incluido. Tú eres libre y yo veré la forma de hacértela más
fácil.
—Sabes que me gusta estar contigo, Dios, me encanta —admití sin
vergüenza—, pero creo que me llevará un tiempo acostumbrarme a esto. Me
agobia saberte porahí, solo, aguardando. Ya de porsí tomo mucho de ti —confesé
con tristeza.
—Ey... Eso no está por ahora en nuestras manos. Yo aprovecho el tiempo.
Leo, cubro mis necesidades, descanso. No te pongas así, Luna —rozó mis labios
fugazmente. De inmediato evoqué algunas de las cosas que me llevaron, hacía
varias semanas atrás, a contarle todo lo que en mi interior existía sin orden, sin
pensarlo tanto.
—Luca, ¿crees que...? —desvié a vista sin saber cómo decirle lo que en mi
cabeza rondaba. No quería incomodarlo, pero era necesario.
—¿Qué, Luna?
—¿Crees que puedas ser... menos indiferente... con mis amigos...? —Fue
evidente que no esperaba que le dijese eso. Y había pensado mucho en
preguntárselo, sin embargo, me quedaba poco tiempo con ellos, quería poder
disfrutar las dos cosas... y ver cómo lo sobrellevaba él. Esas cuestiones, aunque
parecieran vánales, me abrumaban.
—Si es muy importante para ti... sí, puedo hacerlo —pestañeé sin poder
creerlo. Se agachó sonriendo—. Aún no entiendes lo que soy capaz de hacer por
ti... —me dio un beso delicado, cargado de ternura.
—Pero... ¿No tendrás problemas? —quise saber un poco mareada por su
acercamientos, entrelazó nuestros dedos y caminó hasta mi cama, me senté
mientras él se hincaba frente a mí.
—Sara, esto se ha salido tanto de control que no tengo respuesta a eso. No te
prometo intimar, no debo... en algún momento podría cometerun error porla
confianza que me inspiren y eso sería... peligroso... Pero sí seré más accesible y
estaré con ellos cuando tú estés si así lo quieres.
—¿Y... puedes hablarles? —pregunté mirándome las manos. Me sentía como
una niña que pide un caramelo a deshoras.
—Sí... les hablaré —levanté la mirada sonriendo, él también lo hacía—. Hoy
te ves mucho mejor. —expresó apresando mi cadera para acercarme. Elevé mis
brazos y los enredé en su cabello disfrutando de la sensación.
—Me siento... —suspiré atenta a cada mechón negro que se resbalaba sedoso
entre mis dedos.
—Bea sube, en cuanto pueda regreso —anunció dándome un beso fugaz y
desapareciendo. Hice un pequeño mohín que de nada me sirvió.
Mi hermana entró a mi recámara y se instaló ahí casi toda la mañana
decidida a distraerme, para las doce yo ya bostezaba de nuevo agotada. Ella lo
notó enseguida y salió de ahí no sin antes ponerme una pequeña frazada sobre
mí.
En cuanto despareció intenté llamarlo con mi mente de una forma
consciente, funcionó, porque apareció enseguida.
—Veo que ya estás aprendiendo —señaló recostándose a mi lado.
—Creo que sí... —sonrió feliz.
—Duerme, Luna... Romina no creo que te de mucha tregua por la tarde... Yo
aquí estaré el tiempo que pueda y cuando se vaya, avísame —me guiñó un ojo
relajado. Llevaba puestos unos jeans gastados y una camiseta blanca de algodón
cuello "V" que se le veía impresionante.
—Deja de verme así y duerme, Sara... tú también me provocas lo mismo...
Recuérdalo
—asentí cerrando mis ojos sonriendo pícaramente.
A mediodía la voz estridente de mi amiga proveniente de la planta baja me
despertó.
– Ya llegó —giré hacia él asombrada porque aún continuara ahí. Tenía un
libro en su regazo. Cien años de soledad.
—No te fuiste —comprendí sentándome adormilada.
—No hubo necesidad, nadie ni siquiera se acercó. Y tú duermes de una
forma en la que no puedo evitar querer estar cerca. —Me ruboricé enseguida.
Acarició mi mejilla y me dio un beso cálido—. Te veo más tarde, Luna —asentí
resignándome a que en cualquiermomento desaparecería.
Comimos Romina, mi hermana, papá y yo. Nos reímos con las ocurrencias
de mi amiga y Bea. En cuanto terminamos, ella me alentó a ir a dar un pequeño
paseo argumentado mi falta de sol y aire. Mi padre lo pensó durante unos
segundos, al final accedió haciéndole prometer a Romina que cualquier cosa, por
mínima que fuera, lo llamaría y él iría por nosotras.
Salir fue estimulante, ciertamente llevaba casi una semana sin estar al aire
fresco, pero sentía que mi encierro venía desde mucho tiempo atrás.
—Te ves mucho mejor, Sara... Es asombroso que te estés recuperando tan
rápido como te enfermaste.
—Lo es... —no puede evitar sentir que de nuevo la traicionaba.
—Gael e Iván no han parado de preguntar por ti. ¿Crees que mañana será un
buen día para que vengan a verte? También Lorena y Sofía se apuntaron... —
sonreí asintiendo—. Genial... ¿Sabes? Me gustaría hablaralgo contigo —declaró,
seria. No la veía, tenía mis ojos cerrados, disfrutando del exterior—. Sara, sé que
aún no lo olvidas, pero la vida tiene que seguir —soltó de pronto. De inmediato
la encaré, enarcando una ceja—. No se me olvida que no sé aún por qué
terminaron... Todo fue tan sorpresivo y extraño —desvié la mirada, centrándola
en los árboles se movían al ritmo del aire y la manera en cómo el caloracariciaba
mi piel. ¿Qué debía decirle?
—Terminamos por... miedo —admití sin mentir, no del todo.
—¿Por miedo? A ¿qué?, ¿de qué? —resoplé pesando cómo decírselo sin
engañarla más.
—Es complicado, pero creo que yo tenía mucho temor, luego tus palabras
terminaron el trabajo, era como ratificar lo que en mí ocurría. Él, él lo único que
quería era que yo estuviera bien, así que se alejó porque creía que era lo que yo
en realidad deseaba.
—Pero tú lo terminaste, ¿no?
—Sí —se daba cuenta de que no diría más y parecía pensar la próxima
pregunta. Era curiosa hasta lo incansable, en eso nos parecíamos, debía admitir,
pero no podía decirle la verdad.
—Es confuso, aún ahora. Un día eras su sol, lo único por lo que parecía
respirar y al día siguiente... ni siquiera te miraba —me encogí de hombros
recordando ese doloroso periodo.
—Romina, ambos decidimos que eso era lo mejor —asintió mirando
pensativa un auto que pasaba tranquilamente.
—¿No has sabido nada de él? —Me preguntó intuitiva. Bajé la vista
negando, no quería que se diera cuenta de que le mentía. ¡Diablos!—. ¿No sabes
porqué se fueron? —volví a negar—. Sara, te conozco desde hace más de tres
años... Te vi llegar deshecha por la muerte de tu madre —ese tema aún me
costaba tratarlo por lo que continúe con la mirada gacha– . Te vi luchar cada día
para salir adelante a pesar de creer que tú eras la responsable.
—¿A qué viene esto, Romina? —quise sabercon los ojos empañados.
—A que te conozco, te he visto pasar muchas facetas... siempre introvertida,
responsable y pesarde todo... una hija ejemplar. No parecía posible que fueras
perder la cabeza por alguien, tenías fila de chicos detrás de ti y era improbable si
quiera que los notaras. Despistada, y siempre evadiendo un problema. Nunca has
faltado a la escuela por estar enferma, y odias las banalidades en las que
comúnmente te sumerjo, pero que por ser yo las aguantas y siempre lo harás —la
escuchaba sin comprender a donde quería llegar—. Eres la persona más leal y
noble que conozco, también la peor mentirosa... —enseguida me puse nerviosa–
. Pero desde que él entró en tu vida, algo cambió. No es que dejaras de ser la
chica tan genial que siempre has sido, pero era como si Luca mejorara la versión
de ti misma. De repente parecías más segura y capaz de enfrentarlo todo.
Lograste terminar con esa absurda idea de que tu padre te odiaba y pudiste
ponerle un alto a Lorena y Sofía.
—Él, sin que te dieras cuenta, se fue metiendo en ti de una forma que no
alcanzo a comprender y que dudo que lo logre. Se compenetraron a tal punto que
de verdad me llegué a preocupar... Pero cuando terminaron y vi el esfuerzo que
hacías para sobrellevarlo cada día, cuando vi que parecía que algo dentro de ti
estaba muriendo me regañé mil veces por haber deseado que su relación acabara.
Tú... lo amabas y tu mirada tenía aún más dolor que cuando te conocí... Sara, lo
que quiero decirte es que lo lamento. Sé lo que te ha costado todo esto, no tengo
idea de si haya tenido que ver con tu estado de salud, pero si no fue así, tu mente
no ayudó a que mejoraras... Creí que podías tener algo grave, no sabes lo
asustada que he estado pensando que no lograrías saliradelante y que podría
perderte.
—Estoy mejor, Romina —parecía preocupada y no sabía cómo
tranquilizarla, no después de que me dijera todo aquello.
—Creemos que sí, pero la realidad es que hasta el lunes estarán seguros.
¿Sabes? No debí decirte todo eso aquel día, pero no era por envidia o celos, lo
juro. Era porque lo creía, solo que ahora... pienso otra cosa —lo último lo dijo
tan bajo que no estaba segura de haber escuchado bien—. Sara, sé que ya es
tarde y que no sabes dónde está, que lo suyo terminó y que es imposible que eso
cambie. Pero quiero decirte que si por alguna extraña razón tú... y él... volvieran
a encontrarse, deberías de luchar por lo que tenían. Somos muy jóvenes, nos
falta mucho por vivir... Lo cierto es que he conocido personas que me doblan la
edad o aún más, y jamás han visto a su pareja como él te veía a ti. Era devoción,
Sara... amor... Espero que algún día se vuelvan a encontrar y entonces sepan
luchar por lo que sienten. No permitas que lo que piense los demás o lo que
crean que es mejor para ustedes, los detenga. Pelea, pelea porque lo valen.
—¿Por qué me dices todo esto? —pregunté desconcertada.
—Porque... sé que él era tu felicidad y nada me gustaría más que volver a ver
esa Sara de hace un par de meses. Y no te ofendas, debo admitir que lo intentas,
vaya que sí, pero no es igual, tú no eres igual. —asentí sonriendo. Saber que me
apoyaría, era como un regalo más que en esos momentos debía apreciar y que
aumentó mi amor por ella—. Aunque, ¿te digo algo? No esperó mi respuesta—.
Tienes de nuevo esa mirada, solo porque sé que no lo has visto y que no se ha
contactado contigo, pero... si no, juraría que tú y él... regresaron —Dios, mi
amiga era cosa seria. De inmediato fingí prestar atención a otro auto que pasaba,
era ridículamente fácil interpretarme, tanto que me asustaba—. Olvídalo, debe
ser que estás mejorando y eso me pone feliz. Creo que ya es hora de regresar...
No quiero que Gabriele se preocupe y me regañe
—entorné los ojos, sabía que con ella nunca se portaría así.
—Si te ama, ya lo sabes —declaré riendo.
—Pero porque no abuso, anda.
—Eso es una mentira, pero vamos.
Cuando llegamos, mi padre ya esperaba en la sala del recibidor. Reí
sacudiendo la cabeza. No le importó, y me observó evaluando los daños, al
cerciorarse de que me encontraba indemne, sonrió.
—Bea está haciendo unas malteadas... ¿Quieren? —obvio las dos corrimos a
la cocina.
Romina se fue a las siete y yo ya estaba agotada. En cuanto la despedí mi
padre me pidió que subiera a descansar, le hice caso sin chistar.
Entré a mi habitación, él no estaba. Decidí ponerme el pijama y recostarme,
por mucho que mi energía estaba bien, mi cuerpo aún me reclamaba descanso.
Lo llamé cuando estuve lista, con los ojos cerrados. De repente sentí su mano
cálida recorrer mi rostro. Solté el aire sonriendo.
—¿Te sientes mal? —quiso saberagobiado. Negué contemplándolo.
—Solo cansada. Te extrañé mucho.
—Yo también, Luna... mucho —sus ojos eran asombrosamente dorados. No
pude evitarlo, a pesar de que deseaba dormir, elevé mi rostro y me acerque a él.
Nos besamos con arrebato y necesidad. Su aliento me dejaba noqueada, sus
manos recorrían mi cintura, mi cadera con vehemencia, mientras yo enredada
mis dedos en su cabello, profundizando el beso. Por supuesto me separó
acalorado, sonriendo. No objeté.
Una vez que recuperamos el aliento me alejé sentándome en la cama, yo aún
me encontraba un poco mareada, a diferencia de él que permaneció tumbado
relajadamente sobre mis almohadas. Era muy fácil acostumbrarme a verlo ahí, a
mi lado, en mi cama.
—¿Te la pasaste bien? —me preguntó mirándome con sus ojos dorados.
—Sí, mucho. Tomé malteada hasta reventar —admití frotando mi estómago.
Sonrió divertido—. Romina es muy perceptiva o yo... ridículamente transparente
—frunció el ceño sin comprender—. ¿No escuchaste nada? —quise saber. Negó
con sinceridad.
– Debo darte tu espacio, sé que estuviste por aquí porque te sentí todo el
tiempo, pero
¿a qué te refieres con eso?
—Dice que por mi mirada juraría que tú y yo volvimos —declaré mostrando
mis dientes. Abrió los ojos asombrado.
—Creo que tu amiga me cae mejorpese a hablartanto—empujé su pierna.
—No bromees, tengo miedo de que mañana sospeche algo al verte.
—No tiene modo de saberlo —argumentó tranquilo.
—Me conoce, Luca, y como te digo... creo que soy demasiado transparente y
fácil de interpretar por lo que no dudo que intente conjeturar algo —se acercó a
mí de una manera extraña, al estar a escasos centímetros posó sus labios sobre
mi cuello, enseguida un temblor recorrió mi cuerpo. Qué no se daba cuenta de
que apenas me recuperaba del mareo. Dios.
—Transparente sí, pero fácil de interpretar... no creo. Para mí tú siempre eres
un reto
—lo alejé sintiendo que no podía pensar.
—No quiero que empiece a conjeturar cosas raras sobre lo nuestro, sobre ti
—me miró cariñoso.
—No lo hará... No de la forma que tú piensas, es imposible que den con lo
que realmente ocurre... Así que deja eso, Luna, y ven aquí que cinco horas fue
mucho tiempo —me acerqué al tiempo que nos recostábamos. Comenzó a
acariciarme la cabeza y al minuto siguiente ya sentía pesados los párpados.
—¿Tú qué hiciste? —quise saberya adormilada.
—No mucho...
—Me gustaría no tener que separarme de ti, no por este tipo de cosas —
admití soñolienta.
—Eso se puede arreglar —le di un pequeño golpe en su abdomen. Se quejó
bromeando.
—No puedo irme a vivir contigo... Mi padre no lo permitiría, no a esta edad.
—No me refería a eso —Alcé el rostro repentinamente despejada, enarcando
una ceja.
—¿Entonces? —quise saber sintiendo como mi corazón se aceleraba, sabía
que él lo percibía, pero no podía evitarlo. Su mirada era verde limón,
prácticamente amarilla, estaba tranquilo, pero algo emocionado, supongo,
nervioso, quizá, pero no en malos términos pues era clara y no violeta.
—Sé que es estúpido y lo más inconsciente que he pensado nunca, Luna,
pero... quisiera tenerte conmigo bajo todas tus costumbres... que nos
pertenezcamos de una forma contundente.
—Nos pertenecemos —anuncié como si fuese lo más obvio del mundo.
—Lo sé, pero... ¡Por los dioses! Dirá la mayor locura de mi existencia, lo sé,
aun así, la diré. Soy consciente de que no hay un futuro certero que yo pueda
ofrecerte... Sé que aún faltan muchas cosas que entender y muchas decisiones
que llevar a cabo, pero... desde hace tiempo que sé, que nada me gustaría más
que... casarme contigo —me senté de un brinco lívida y asombrada, con la
sangre yendo y viniendo por mi cuerpo como si le hubiesen dado un acelerador
—. No digas nada... No tienes que hacerlo. Sé que no es lo que tú por ahora
quieres y que debemos esperar a que las situaciones se den, te faltan cosas por
vivir y no hay nada seguro a mi lado, Luna, soy tu peor elección, tu más
desastrosa opción, y que... —sus palabras eran atropelladas y parecía más
nervioso que yo. Coloqué un dedo sobre sus labios, acallándolo, nunca lo había
visto así. Sonreí sacudiendo la cabeza.
—¿En serio quieres casarte conmigo? —pregunté incrédula. Se sentó a mi
lado y acarició mi rostro delicadamente, serio. Su aliento estaba tan cerca que
incluso podía saborearlo.
—Sí, no hay nada que me gustaría más... Pero tranquila, sé que no es el
momento y que... —volvía a silenciarlo, mirándolo fijamente. Mi pulso estaba
desbocado, mi corazón palpitaba tan rápido que temí saliera por mi boca. Se
quedó quieto ante mi reacción, segundos después quitó la mano con un dejo de
tristeza.
—Creo que... podría hacerlo —confesé sin saber cómo habían salido esas
palabras de mi boca. Iba contra todo lo que siempre imaginé de mi vida, pero si
algo había ya aprendido era que ni siquiera su presencia en mi existencia tenía
sentido y aun así... estaba ahí. Su mirada se aclaró dramáticamente, tanto que me
desconcertó y no supe que hacer, era casi traslucida.
—¿Es en serio? —articuló casi sin voz. Asentí sintiendo que por él sería
capaz de esa locura y más... mucho más. Pestañeó varias veces atónito, era
divertido verlo así, y de no ser porque estaba diciéndole que sí me casaría con él,
hubiese soltado la carcajada—. Luna... no soy tu mejorposibilidad —afirmó
cerrando los ojos, abatido.
—No —enseguida los abrió comprendiendo– . No eres la mejor, Luca, eres
la única y con él único que me imagino haciendo algo así ahorita y el resto de mi
vida —mostró una ancha sonrisa, aturdido.
—¿Te das cuenta de que no sería algo muy inteligente y... nada fácil? No
sabemos qué pasará.
—Nunca se sabe que pasará, Luca... créeme, se dé que te hablo —parecía no
poder articular palabra, no se movía, lucía en estado de shock—. ¿Te estás
arrepintiendo?
—quise saber después de varios interminables minutos en los que no habló y
se dedicó a estudiarme con el iris de un dorado que hasta ese momento no le
había visto.
—J amás, Luna... Es sólo que... creí que... tendría que esperar por ti años... y
no me hubiera importado, pero... Es tan raro, siento que no podría ser nunca más
feliz de lo que ahorita soy —sin pensarlo me colgué de su cuello sentándome en
su regazo. Me recibió escondiendo su rostro en mi omoplato y rodeándome con
sus enormes brazos—. No te fallaré... Te lo juro... No sé qué tenga que hacer...
Ni cómo... Pero jamás me ha importado tanto nada como tú, y aunque parezca
absurdo porque no comparto tu cultura, ni siquiera tu visón de la vida, sentir que
seremos de ambos ante los tuyos, que no podrá haber nada terrenal que nos
separe y que amanecerás cada día de tu existencia a mi lado, me llena de fuerza
y de... una esperanza que jamás creí llegara experimentar.
—Te amo, Luca... y lucharé por ti, sin importarme quien o quienes se
opongan. No importa si tu mundo no lo acepta, si el mío no lo entiende, si esto
se dio entre nosotros es porque es posible y... casarme contigo... es solo una
forma de demostrarlo —buscó mi boca hambriento. Sin más terminé encima de
él. Sus manos, que hasta ese momento habían sido cautas, se tornaron más
voraces, recorrían mi cintura, mi cadera para deslizarlas con avidez hasta mis
piernas. Nada podía ser mejor que eso. La sensación se profundizaba, me sentía
agitada, sedienta de su ser. Comencé a besar su barbilla, su quijada mientras él
no me soltaba. De pronto me detuvo tomando mis manos por las muñecas,
alejándose un poco, con la respiración disparada.
—¿Qué pasa? —pregunté jadeante.
—Luna... ¿Qué haces conmigo? Porlos dioses, me enloqueces, pero no
ahora, no aquí, no así —sonreí depositando un beso en su nariz. Me recosté a su
lado. Ambos miramos al techo, necesitábamos recobrarnos, de nuevo.
—Los matrimonios se tiene que consumar —le recordé unos minutos
después ya más serena. Giró hacia mí sin esconder su preocupación. 7
—Lo sé —elevé una ceja desafiante.
—Quedaste que lo intentarías.
—Y así será, pero... no creo que aquí sea el mejor lugar para hacerlo, ni que
tú estés lo suficiente fuerte como para eso... —me recosté del lado recargando mi
peso en mi brazo—. Luna, debes saber que no salir bien las cosas en ese
sentido... no te haré cumpliresta promesa —arrugué la frente confundida.
—No empieces a pensar en "lo mejor para mi" y en que "debo vivir cosas
que a tu lado no podré" La última vez tuvo consecuencias que aún estoy
intentando olvidar.
—Luna, eso es algo muy importante para tu especie... —cubrí su boca con la
palma de mi mano.
—Y para lo que sentimos, porque me doy muy bien cuenta de que lo deseas
tanto como yo. Pero mira, hagamos algo... No nos presionemos y cuando esté
bien, y "sea el lugaradecuado" veremos qué pasa y decidimos. ¿Qué te parece?
—quitó mi mano y la besó con ternura, entrelazando sus dedos con los míos.
—Eres... perfecta —declaró claramente más relajado.
—Tú también y estoy segura de que eso... también lo será —resopló
dubitativo.


El regreso.

El domingo al despertar recordé lo que había ocurrido la noche anterior y por
mucho que intenté pensar que me había dejado llevar por el momento lo cierto es
que no era así. Tenía que reconocer que vivir a su lado me atraía demasiado, más
aún... pasar mis mejores años junto a él era algo que definitivamente tenía que
hacer, aunque sabía que nadie más lo entendería... y mi padre sería el primero en
oponerse a eso.
Porla mañana no lo vi. A mediodía Romina me habló, irían mis amigos
alrededor de la cinco, papá estuvo de acuerdo, sólo me puso como condición
estar tranquila. Esperaba que no cayera en shock cuando apareciera, como
acordamos.
Gael, Romina y los demás chicos, llegaron a la hora pactada. Todos se
asombraron de mi mejoría. Conversamos relajados y sin profundizar mucho
durante casi una hora. Con el paso de los minutos, comencé a sentirme ansiosa,
sabía que no tardaría en tocar. Y aunque no tenía nada porlo que temer, me sentía
nerviosa.
El timbre sonó justo cuando Lorena parloteaba sobre los pormenores de una
fiesta a la que habían asistido el día anterior. En seguida me paralicé, pero
intenté que no se me notara, sonriendo porun chiste malo de Eduardo.
Mi mejor amiga fue quien le abrió, regresó lívida a los pocos segundos. La
miré fingiendo desinterés.
—¿Quién es? —pregunté indiferente. Todos la observaban. Parecía que había
visto a un fantasma. Me mordí la lengua para no reír.
—Es... Luca —de repente el ambiente se puso tenso, me levanté aparentando
desconcierto. No era la mejor actriz, lo admito, pero esperaba que ese papel de
sorprendida me estuviera saliendo bien.
—¿Luca? —Se puso Gael también de pie, molesto. Rodé los ojos.
—Está en la puerta —prosiguió Romina con voz ahogada. Asentí inhalando
todo el aire que lograra introducir en mis pulmones.
—Ahora vengo —anuncié. Nadie dijo nada, parecía que el silencio se había
apoderado del lugar.
La puerta estaba emparejada, la abrí y ahí estaba él. Sentí como si fuera la
primera vez que lo veía. Mi boca se secó y mi corazón comenzó a palpitar
enloquecido. Sus ojos comenzaban a aclararse. Sonreí con timidez, alegre de
tenerlo en frente.
—Tardaste mucho —susurré con voz casi inaudible.
—Quería que valiera la pena mi aparición —confesó sonriendo. Negué
sonrojada. Me hice a un lado dejándolo pasar desesperada por abrazarlo y
besarlo, pero debía contenerme y mantener a raya mi deseo. Su aroma a
hierbabuena y menta llegó hasta mis pulmones, mis manos cosquilleaban, así
que me crucé de brazos, frustrada.
Entró a paso ligero, completamente seguro de sí. Llevaba puestas bermudas
negras que me dejan ver sus anchos músculos de la pantorrilla, una camisa
oscura. ¡Dios, parecía actor de cine! No pude evitar sentirme algo insignificante
con aquellos jeans que ahora me quedaban definitivamente grandes y una blusa
que solía quedarme bien pero que ahora parecía no sermía. Me acomodé un rizo,
contemplándolo.
- Te ves bien —señaló recorriendo mi cuerpo con la mirada de forma
sensual, sugerente. Entorné los ojos, eso no era posible, no ahora– . Con unos
cuantos kilos menos... pero sigues siendo perfecta —me ruboricé de nuevo, pero
ahora por la forma en que sus ojos ratificaban lo que decía. ¿Por qué hacía eso
cuando no podía ni acercarme?
—Vamos... —anuncié solemne, intentando controlar a mis hormonas que a
últimas fechas parecían dueñas de mi cerebro. Asintió con formalidad. De pronto
se quedó quieto mirando en dirección a la escalera, unos segundos después los
pasos de mi padre me alertaron y lo miré nerviosa.
—Tranquila, Luna... es lo que queríamos —asentí ya no tan segura. Papá
bajó de prisa, iba a la cocina, en cuanto lo vio se detuvo sin poder articular
palabra, parecía asombrado. Su rostro pasó porun millarde expresiones y yo
deseaba que la tierra me tragara. Unos segundos después desvió su mirada hacia
mí, evaluándome, y luego de nuevo a él, completamente perplejo. Sudé frío, lo
juro.
—Buenas tardes, señor —mi padre tardó en reaccionar y se acercó a él
educadamente, pero con la quijada tensa.
—Buenas tardes, Luca... —le tendió la mano, muy serio. Me volvió a
observar buscando en mí una respuesta a las preguntas que sabía se estaba
formulando. Me encontraba a un metro de él mirando otro punto, temerosa,
sentía que en cualquier segundo adivinaría todo, era horrible—. Supe que te
fuiste del país... ¿Estás de vacaciones poraquí? —inquirió estudiándolo. Luca
lucía sereno y tranquilo.
—No, regresamos, señor... Las cosas no salieron como mi tío esperaba —mi
padre elevó ambas cejas visiblemente turbado, y no complacido, si debo agregar.
—¿Tú lo sabías? —Me preguntó directamente y sin rodeos. ¡Maldición!
Negué con los brazos cruzados y con mi atención en dirección a la sala. Ya
Romina estaba asomada observándolo todo. En qué líos me metía—. Mmm,
Pues... bienvenido, Luca... Estás en tu casa —musitó con un tono de
inconfundible hostilidad, mentía, lo que realmente mi padre quería era que
regresara por donde entró, pero obviamente se abstuvo de decirlo.
—Gracias, señor —un segundo después papá entró a la cocina.
—Creo que nunca la caeré bien —soltó bromista, no parecía agobiarle su
actitud en lo absoluto, a diferencia de a mí, que sabía algo me diría cuando
estuviéramos solos. Sonreí sin verlo, mi amiga nos observaba, así que no dije
nada. Caminó a mi lado ahora un poco más serio. En cuanto todos se percataron
de su llegada, se levantaron como resortes.
—Buenas tardes —volvió a saludarcon incuestionable cortesía.
—Hola —expresó Romina embelesada.
Los chicos le dieron la mano sin poder ocultar su molestia y decepción.
Mientras las chicas enseguida se acercaron para recibir el primer beso de él.
Noté como estaba haciendo un esfuerzo por no parecer completamente
indiferente a ellos.
—¿No te habías ido? —preguntó mi mejor amiga observándome, alegre.
Todos se volvieron a sus lugares visiblemente asombrados. Luca no lo hizo hasta
que yo me acomodé y enseguida se sentó a mi lado sin importarle las miradas
sobre mí. Okay, quería reír y a la vez que la tierra me tragara, completa si era
posible. Pero debía seguircon mi actuación, así que me porté indiferente a su
cercanía, o lo intenté.
—Sí, pero tuvimos que regresar.
—¿Y... a donde fueron? —continuó mi amiga tomando el control de la
situación ya que yo enmudecí.

—A Sidney... —contestó Luca con voz profunda– . Luna, todo va bien, no
les saltaré encima. —No pude dar acuse de recibido, todos nos examinaban
claramente preocupados por mí. Había sido tan lamentable nuestra ruptura que
no quería ni pensar lo que creían que yo sentía en ese momento.
- ¿Van a regresar a la escuela? —quiso saber de repente Gael con tono
gélido. Lo miré pestañeando, esperando ver los ojos de Luca repentinamente
negros.
—Sí, Florencia y Hugo mañana, yo aún no lo sé... Tengo un asunto muy
importante que por ahora requiere toda mi atención —prosiguió templado. Nadie
pregunto cuál, pero continúe con mi mirada perdida para evitar saber si hacían
conjeturas y eso me pusiera aún más nerviosa. ¿Porqué el tiempo no iba más
rápido?
—Pues bienvenido, Luca —manifestó Romina alegre y con cierto dejo de
amenaza que sabía no iba dirigida a Luca precisamente—. Nosotros ya nos
vamos... Ustedes deben tener cosas que hablar. —La observé asombrada, me
guiñó un ojo. Nadie se movió—. Vámonos —ordenó tajante. Se pusieron de pie
no muy convencidos. Se acercó a Luca, fresca, y le dio un beso en la mejilla
susurrándole algo que no alcancé a escuchar ya que me despedía de Sofía. Luca
asintió tranquilo.
—¿Nos acompañas, Sara? —preguntó Iván pasando a mi lado. Asentí
sonriendo.
—Aquí te espero, tranquila —solté el aire caminando rumbo al recibidor. En
cuanto él quedó fuera de nuestro campo de visión Romina me tomó de los
hombros seria para que girara, mirándome fijamente.
—Recuerda lo que hablamos, que nada te detenga —sonreí otra vez,
abrazándola. La adoraba, era la mejoramiga del mundo.
—Eso haré.
—¿Qué hablaron? —quiso saber Gael muy cerca de las dos. Romina se
separó con gesto severo.
—Que evidentemente él regresó porella y ella... no dejará que se le escape.
—Pero, ¿de qué hablas? Se largó. ¿No te acuerdas las semanas antes de que
se fuera que ni siquiera parecía importarle? —Romina se puso frente a él
mirando también a Iván amenazante.
—Tú y tú... Bien saben que nunca tuvieron posibilidad... Si él está aquí es
por algo... Luca viene por ella no lo duden —Iván agachó la vista, pero Gael le
sostenía la mirada visiblemente enojado. No supe qué hacer, cualquierpalabra
salía sobrando.
—No me rendiré, no lo haré —anunció dándome un beso en la frente y
saliendo de la casa molesto. Romina se encogió de hombros indiferente. Me
froté el rostro, respirando con fuerza.
—Ya se le pasará... y si no... alguien le pondrá un alto —señaló con los ojos
hacia adentro de mi casa. Lorena sonrió sacudiendo la cabeza.
—Calla, prefiero que solito lo entienda —musité divertida porsus gestos
exagerados.
Cuando se fueron, regresé a la sala abrazándome, nerviosa, no lo podía
evitar. Él observaba una de las fotos que estaban sobre una mesa, donde
aparecíamos Bea y yo cuando teníamos diez y siete respectivamente, jugando
con la arena del mar, entretenidas. Ya la había visto un montón de veces, solía
observarla atento. La acomodó de nuevo en su lugaren cuanto me detuve junto a
un sofá.
—Creo que Romina me cae verdaderamente bien —sonreí acercándome.
Abrió los brazos invitándome a esconderme en su pecho, eso hice de inmediato
—. Todo salió bien, Luna... Y por favor confía en mí... Sé que están en
desventaja de todas las formas posibles y lo más importante... que tú solo me
quieres a mí, para qué gastar mi tiempo si lo puedo invertir de otra manera —
asentí aspirando su aroma, aferrándome a él con más fuerza.
Nos sentamos en el sofá cuidando la distancia, pues, aunque sabíamos que si
bajaban los escucharíamos yo me sentía bastante paranoica. De toda esa locura,
papá era lo que me ponía más nerviosa. Hablamos de cosas sin importancia
durante una hora, a las siete y media se levantó sin más.
- Te ves agotada... y no quiero que tu padre alimente más su rechazo hacia
mí... Te veo en tu recámara —asentí definitivamente de acuerdo con él—. Por
favor, Sara... en cuanto cenes, directo a la cama, parece que hoy no has dormido,
tus ojeras se pronunciaron —y era verdad, no lo había hecho prácticamente y sí,
me sentía ya rendida. Acarició mi mejilla un poco molesto, aunque sabía que no
era directamente conmigo—. ¿Qué voy a hacercontigo? —resopló sonriendo.
—Aguantarme... para siempre, aún no olvido lo que hablamos ayer —arqueé
una ceja desafiante.
—Eres perversa... y maravillosa... Aguantarte será un privilegio —me lo dijo
tan cerca del oído que enseguida comencé a temblar. Me alejé mirando el pasillo.
—Será mejor que te vayas, acabaré con una crisis nerviosa —sacudió la
cabeza poniendo los ojos en blanco.
—No te importa estar con un tipo que ni siquiera es de tu misma especie,
pero que tu papá baje y nos vea juntos... ¡Por los dioses!... Tiemblas de miedo,
¿no es absurdo?
—entorné los ojos fingiendo molestia. Elevó las palmas en signo rendición y
caminó dócil hasta la puerta. En cuanto iba a cerrarla me abrazó. No supe qué
hacer, rodeé su cintura, desconcertada.
—Hoy volvimos... Soy muy persuasivo y tengo labios sexis —anunció
convincente. Solté la carcajada. Tomé su cuello, presa de un arrebato y lo
acerqué a mí.
—Los tienes —y lo besé con ansias.
—Lo dicho... perversa.
Unos segundos después reaccioné se fue y no fue hasta ese momento que
comencé a reírme por la frescura y desgarbo con la que actuaba. Sin embargo,
tenía que reconocer que era lo mejor, no planeaba esconderme más de lo
necesario, así cuando no pudiera estar con él en la intimidad de mi habitación
sabía que podía hacerlo venir sin problema a mi casa.
Durante la cena mi padre estuvo pensativo y meditabundo. Bea parecía no
saber que Luca había vuelto.
—Mañana iremos por los resultados y a que el médico te revise —asentí
dándole una mordida a mi mollete, serena.
—Yo creo que todo va salir bien, estás mucho mejor —intervino mi hermana
sonriendo y dándose cuenta de que algo ocurría.
—Te quiero tranquila, Sara, ahora que él regresó, no vas a estar saliendo
como lo hacías —elevé la vista arrugando la frente, ya sabía que algo así diría.
—¿Quién regreso? —quiso sabermi hermana, curiosa.
—Luca... —susurré sin dejarde ver a mi padre.
—¿Luca? ¡Oh, por Dios! ¿Cuándo?
—Hoy.
—¿Y... van a volver? —preguntó ya más seria y evaluando la reacción entre
mi padre y yo.
—Ya lo hicimos. —anuncié dulcificando mi tono. Mi padre pareció
atragantarse en ese mismo momento.
—Pero... apenas si se vieron... —refunfuñó un tanto molesto. Lo miré
rogando me entendiera, sin embargo, estaba algo ofuscado—. Pues ya te lo dije,
hasta que no dejes de tener esas ojeras y estés completamente restablecida no vas
a salir. Espero que él lo pueda entender. —Ordenó. Resoplé. Sabía que Luca no
era de su agrado, que lo veía como una inminente amenaza para mi juventud y
futuro, así que intenté tranquilizarme, pensar fríamente, sabía que eso sólo
empeoraría la muy raquítica relación que tenían.
- Lo entenderá, papá, no te preocupes —asintió dándole otra mordida a la
merienda. Bea me miró suplicante. La tranquilicé sonriéndole y haciéndole notar
que no permitiría que las cosas llegaran a más, no después de que al parecer la
relación entre él y yo iba mejorando poco a poco.
Cuando entré a mi habitación solté el aire.
—Estoy de acuerdo con él, debes llevártelo con calma, Luna, sólo te está
protegiendo, no puedes reprochárselo.
—Pero tú no me harás daño. No te conoce y no le caías bien desde antes. No
lo entiendo —declaré frustrada.
—No te haría daño conscientemente jamás, pero definitivamente si estás así
tiene que ver con conmigo directamente, así que no está tan equivocado.
—¿Estás de su parte? Porque me parece exagerado —apunté incrédula.
—Los dos queremos lo mismo; que estés bien... Además, lo he escuchado
hablar con Aurora, ambos creen que todo lo que te ocurrió fue causado en parte
por mí. Piensan que te terminé y que... no lo podías superar —abrí los ojos de
par en par, era justo lo que todos pensaban. Me senté en mi cama, abatida.
—Es demasiado evidente mi poco control de emociones, en serio es
bochornoso
—señalé herida.
—Luna —tomó mi barbilla hincándose frente a mí– , no eres sólo tú,
recuérdalo y no se trata sólo de tus emociones... ¿Crees que no noté que tú
hubieras encontrado la forma de salir adelante si no provocara esto que provoco
en ti cuando me alejo? —su voz tenía iba plagada de tristeza.
—Luca, lamento decepcionarte... quizá hubiera seguido mi vida, sí, pero
jamás te hubiera superado aun si mi cuerpo hubiera funcionado a la perfección...
Mi corazón nunca habría podido darle vuelta a la hoja.
—No dudo de tus palabras, pero difiero. Sara, cuando regresé de verdad creí
que no querías volver a saber nada de mí y pese a lo mal que te encontrabas,
nunca cediste. Si eso no es voluntad de dejarlo nuestro atrás, no sé lo que es.
—Estaba muy dolida y... no quería que me vieras así —señalé mi cuerpo un
tanto avergonzada, sincerándome.
—¿Cómo hago para que comprendas que tu esencia es lo que amo de ti? —
Me encogí de hombros observando cómo sus ojos iban cambiando de verde
oscuro a ámbar de nuevo. Sacudió la cabeza, sonriendo—. Es hora de dormir...
—anunció poniéndose de pie. Me tomó de la mano para que hiciera lo mismo.
—¿Puedo hacerte una pregunta?
—Definitivamente hoy no. Lo siento —de repente ya estaba de pie junto a la
puerta del baño—. Anda, aquí te espero —entorné los ojos, resentida. Él se sentó
en mi sofá fingiendo no percatarse. Unos minutos después salí, continuaba ahí
con otro libro entre sus manos.
—¿Qué lees? —pregunté acercándome.
—Quedamos que nada de preguntas por hoy —dejó el libro ahí y deshizo mi
cama con un movimiento imperceptible.
—Eres un mandón —me quejé caprichosa.

—Y tú una obstinada... Acordamos que no te excederías y no cumpliste tu
parte... A dormir —me tomó en brazos y a paso humano me depositó en la
cama. Enseguida me acurruqué, él me arroparía.
—No será así cuando nos casemos —sentencié al sentir como se recostaba
a mi lado y me abrazaba.
—Soy perfectamente consciente de ello —murmuró en mi oído.
—Y no soy obstinada —rezongué casi dormida.
—Lo que tú digas, mi Luna.

Ilyak.

*Glosario al final* 21

Mis estudios salieron bien como había sospechado. Tenía muy bajos ciertos
niveles en la sangre pero nada más. La opresión que se había visto hacía unos
días en mi cerebro había desaparecido, mi temperatura y presión eran normales.
Papá me evaluó suspicaz un par de veces, sin embargo, mi mejoría venía
desde el jueves y no había manera de que se lo achacase a él o a su regreso, lo
cierto es que parecía que algo intuía y eso me ponía nerviosa.
Me llenaron de vitaminas, me pidieron reposo y comerbien. Si todo iba como
debía, la siguiente semana regresaría a la escuela. Aprovecharon para sacarme
otros estudios
y ver mis avances.
En cuanto llegamos subí a mi recámara, casi huyendo. Él se fue a trabajar
unos minutos después. Miré a mí alrededor dándome cuenta de que me esperaba
una larga semana de completo aburrimiento. Me sentía algo frustrada, la verdad
es que ilusamente creí que me salvaría de eso gracias a Luca, pero mi cuerpo no
es tan fuerte como el suyo, obviamente, a lo que estuvo sometido, que no tenía
idea de qué era en realidad, había deteriorado mi salud de una manera
asombrosa. Me senté frente a mi escritorio, resoplando.
—¿Por qué esa cara? —preguntó tras de mí dándome un beso en la cabeza.
—Ocho días de claustro obligatorio —se sentó en mi cama sonriendo sin
alegría, su mirada era un tanto culpable.
—Lo siento, Luna, pero no te dejaré sola, lo prometo —me senté a su lado
recargándome en su costado, enseguida rodeó mi cintura con su mano.
—Me atrasaré mucho y será absolutamente aburrido. Comer, dormir, comer,
dormir
—me quejé presa de la desesperación.
—Luna, calma, aun no estás sana, si fueras a la escuela tendrías que
regresarte a la segunda hora... No vale la pena. Haremos que esta semana valga,
¿de acuerdo?
—elevé mis ojos hasta él.
—Mi padre no dará autorización para que vengas mucho y... yo no puedo
salir —le recordé desmotivada.
—Pero eso nunca ha sido un problema para nosotros... Tranquila —me guiñó
un ojo, juguetón.
Aurora me llevó un emparedado a media mañana. Luca y yo habíamos
estado jugando palillos chinos en el piso, del lado opuesto a la puerta para que
no se vieran.
Rita ya había ordenado mi habitación y fuimos muy cuidadosos con los
ruidos hasta que supimos que a media mañana bajó. Comí todo el emparedado
quejándome de lo injusto que era jugar contra él, nunca perdería, en nada.
Cuando lo terminé prendió el televisor y me acurrucó a su lado para que
durmiera. Así lo hice.
Desperté cuando escuché a Bea llegar. La mañana había transcurrido rápido.
Comimos en la cocina junto con Aurora, después ella se encerró en el estudio
pues tenía mucha tarea. Yo conversé unos minutos con mi nana que no cabía de
la curiosidad sobre el regreso de mi novio. Le conté lo que podía. Aproveché
para decirle que iría a las cinco. Por supuesto me recordó que papá no quería que
me excediera, acepté sin darle mucha importancia.
En cuanto subí a mi recámara vi una llamada perdida de Romina. Luca
apareció en ese mismo instante. Me instó a que le marcara mientras él
continuaba leyendo atento el mismo libro que el día anterior pretendía comenzar.
Me encantaba verlo hacer eso; pasaba las páginas casi sin parar dedicándole
apenas unos segundos a cada hoja, sin embargo, parecía realmente interesado y
atrapado en la lectura. Sabía que ese libro, de más de seiscientas, hojas lo
terminaría en unos minutos más.
La conversación con Romina se alargó más de lo esperado, quería los
detalles de lo que había ocurrido el día anterior. Luca me miró esperando
escuchar lo que contestaba dejando el libro que acaba de terminar del lado. Al
final me senté en su regazo y comencé a hacer lo mismo que con Aurora, contar
lo que podía y añadiéndole un poco de credibilidad para que no tuviera dudas.
Luca reía, pero se mantuvo mudo toda la conversación acariciándome la
espalda o el cabello, cosa que lograba que mi concentración fuera algo escasa.
Poco antes de las cinco decidí terminar con la llamada avisándole que él no
tardaría en llegar. En cuanto colgué me recargué en su pecho resoplando.
—Tengo a alguien de mi parte —susurró.
—Sí, ya escuchaste, asegura que lo nuestro no es común.
—Es muy receptiva —anunció jugando con mis dedos.
—Ella, antes de que... te fueras, adivinó que irías a Vancouver conmigo y
juró que...
—me sonrojé dándome cuenta de lo que diría.
—¿Qué? —preguntó intrigado, buscando mis ojos.
—Que tú... parecías querer... formalizar las cosas conmigo.
—Es inteligente, definitivamente, pero no es la única que lo dedujo y creo
que es demasiado evidente mi afición hacia ti, nunca me he molestado en
ocultarla.
—¿Lo dices pormi padre y Aurora? —asintió.
—En parte, él está temblando por mi regreso, jura que esta vez llegaré hasta
donde él imagina... Hoy le pidió a Aurora que, si venía, no pasara aquí mucho
tiempo —me quejé sentándome recta en sus piernas, contrariada.
—¿Por qué se pone así? Para él tú eres un chico cualquiera, mi novio... —
tomó un rizo y lo acomodó detrás de mí oreja.
—Tu padre no es ningún tonto, Sara, y aunque no sabe quién o qué soy, su
naturaleza percibe que hay algo que no es normal en mí, en lo nuestro. Le asusta,
es lógico, a la gente en general pese a nuestra apariencia, nuestra esencia los
repele. Además... sabe que si regresé es porque no pienso dejarte y eso implica...
el "si" que me diste hace dos noches —me sonrojé enseguida comprendiendo—.
Pero no es el único, Luna, tus amigos, Romina incluso, Aurora, Bea, Hugo,
Florencia, Yori... todos los que nos tienen cerca saben que esto es tan
inexplicable e intenso como lo es, es difícil para los tuyos y para los míos
comprenderlo... tenemos que darles tiempo... y aun así... no te lo garantizo —me
puse de pie sopesando lo que acababa de decirme.
—¿Sabes? No hacemos nada malo y no pienso vivir lo que siento por ti
como si lo fuera. Te amo, te amo con todo lo que soy y sé que, aunque muchos
sufrirán por esto
—nos señalé a ambos– , a nadie estamos lastimando... Las cosas no serán
como debían... lo sé, pero nosotros no decidimos esto, ni tampoco nacer en
donde nacimos... no cumpliremos sus expectativas, pero sé que a pesar de eso
lograremos vivir lo que sentimos, justo como queremos, tú y yo, sin dañar a
nadie. —De repente ya estaba frente a mi tomándome el rostro y mirándome con
sus ojos dorados. Parecía concentrarse en cada parta de mi rostro.
—Eres.... increíblemente certera y valiente... Así será, Luna... de algún modo
lograremos que así sea —lo tomé de la camiseta y lo besé.
A las cinco tocó el timbre, el rugido de su camioneta era inconfundible y
adoraba escucharlo. Cuando bajé Aurora ya lo hacía pasar. Traía en el brazo una
caja enorme de los bombones de chocolate que tanto me gustaban y un ramo de
orquídeas. Sonreí llevándome las flores a la nariz, me encantaba su olor.
Lo tomé de la mano y lo llevé a la cocina, se sentó en una de las sillas del
desayunador haciéndolas ver, como siempre, demasiado pequeñas. Mientras yo
ponía mi regalo en agua. Abrí sin poderesperar más los bombones y le ofrecí a
Aurora que parecía no saber dónde meterse. De repente Luca sacó del bolso de
su pantalón una pequeña pelotita de hule color rojo y unas figuritas de metal que
parecían unas cruces que terminaban en bolitas.
Aurora rio al verlas y ella fue la que me dijo que eran. Matatena.
En mi vida lo había visto. Luca comenzó a enseñarme cómo jugar. Debías
darle un bote a la pelotita y tomar una por una las cruces mientras esta estuviera
en el aire. Invité a Aurora a que jugara con nosotros, parecía recordar algo al
verlas sobre la mesa. Los tres jugamos un buen rato. Más tarde Bea bajó
quejándose de la tarea y al verlo lo saludó efusiva como si nunca se hubiera ido.
Luca parecía controlado, sin embargo, no podía evitar pensar lo que podía
provocar en los demás si no mantenía en el redil su energía. Se integró al juego
de modo que al final sólo las tres juagábamos mientras él nos observaba sentado
a mi lado sonriendo complacido. A las siete se despidió.
El día estaba por terminar y justo como él dijo, no me la había pasado mal
comprendí que haría todo para que así fuera. Cuando regresé a la cocina, ellas
seguían jugando riendo a carcajadas, hicieron que me volviera a unir y duramos
ahí hasta casi las ocho. Aurora nos había ganado prácticamente todas las
partidas, por lo menos yo me defendía a diferencia de Bea que parecía tener
dedos de teflón.
Mi padre llegó y cenamos juntos los tres. Estaba más tranquilo, pero aún
continuaba reservado. A las nueve ya estaba muy cansada y en mi habitación.
En cuanto estuve lista en mi cama lo llamé. Era raro hacer eso, una parte de
mí me hacía sentir posesiva, lo cierto es que poco a poco iba asumiendo que así
era lo que nos unía y que era bilateral. Eso me ayudaba a manejarlo sin tanto
conflicto.
—¿De dónde sacaste ese juego? —pregunté sintiéndolo detrás de mí al
tiempo que rodeaba mi cintura y me pegaba a su calidez.
—Y los que te faltan... Te dije que no te aburrirías. Terminará la semana y ni
cuenta te darás —sonreí pegándome más a él. Me besó en la mejilla logrando
que mi pulso de nuevo se alterara—. Adoro cómo reacciona tu cuerpo —sonrió.
Enseguida me ruboricé, a mí no me encantaba precisamente, era bochornoso y
demasiado evidente lo que le provocaba en mí—. Ey, es perfecto, y me hace
sentir invencible.
—Lo eres. —Le recordé.
—No es verdad, tú eres mi punto débil, eso me convierte en... un blanco
fácil. —me tensé ante sus palabras—. Tranquila, Luna, no lo digo por nada en
especial, sólo porque es una realidad.
—Luca, ¿cómo es la relación con tus padres? —quise saber de repente
ligándolo sin saber por qué a lo que acababa de decir. Tardó varios segundos en
contestar, casi llegué a pensar que me diría que tenía que dormir como el día
anterior.

—Es lejana... Pero recuerda que no son dos seres, es uno... En Zalandra se
les dice: "Wota", quiere decir: creador.... Como aquí tú les dices padres.
—¿Nunca conociste entonces a tu madre o a tu padre? —No podía
imaginarlo.

—No separados... Mi wota se fundió antes de que yo naciera, recuerda que
de su unión surgí yo...
—Ellos... digo, no comprendo... ¿Ambos son parte del Triángulo?
—Sí, pero mi padre es el que heredó el puesto directamente y aunque mi
madre lo eligió, en este caso, quien tiene más poder predomina sobre el otro al
fundirse. Mi padre es el "Elho", nombre del puesto que yo desempeñaría si
regresara, por lo que su esencia es más fuerte que la de mi madre. No sé cómo
explicarte, en realidad no hay diferencia, son uno.
Me giré enroscando mis manos en la almohada. Sonrió acariciándome la
mejilla.
—¿Se llevan bien? —miró el techo pensativo sin mostrar ninguna reacción.
—Mi wota es algo... inflexible, y para él, como para todos los "Managho" -
que es el verdadero nombre de los Triángulos- , su labor es antes que cualquier
cosa... Sin embargo, no te voy a decir que todos sean iguales, pero en mi caso,
más que ser su hijo, soy un "elho" en proceso, su sucesor —tragué saliva
intentado imaginarme todo eso, lo único que entendía es que él no tenía una
muy buena relación con... quien le dio la vida, el nombre aun en mi cerebro era
irreal y confuso.
—Creo que a ellos les gustaré tanto como tú a mi padre —apunté torciendo
la boca. Se puso serio enseguida.
—No lo conocerás —cortó tajante. Cambié de tema.
—¿Cómo se les dice a los que son como Florencia? —sus ojos se
comenzaron a suavizar.
—"Kali" —lo repetí en mi memoria.
—¿Y cómo Hugo?
—"Loxo" —abrí los ojos asombrada.
—¿Cómo viven? Es que por mucho que intento, sólo puedo pensar desde
mi perspectiva humana... no logro imaginarme sin materia.
—Nosotros somos los que no somos materia, Sara, mi mundo de hecho es
materia, caliente, pero materia. No hay agua, no hay verde como aquí, los
árboles y plantas son cosas que nunca se darían. No hay cielo azul, ni día ni
noche, no hay estaciones, ni animales... No como ustedes los piensan... —
Definitivamente no me lo podía imaginar—. Zalandra es enorme, ya te lo había
dicho. Cuenta con siete regiones, que al igual que aquí, son unas más
poderosas que otras. Irralta, de donde yo vengo, es la segunda en importancia.
La primera es Kánika, y el resto son nombres que por ahora creo que solo te
confundirán más. Los territorios se dividieron desde hace millones de años
después de una disputa propiciada precisamente por la falta de límites. No hay
casas como tú las piensas, pero sí vivimos de acuerdo a nuestra posición y
jerarquía. Como ves en eso sí somos similares, pero la diferencia es que allá no
hay pobreza, hambre, aunque ahora comienzo a pensar que injusticias sí.
>>Los habitantes nacen para ser algo que han sido sus ancestros por siglos
y siglos, no eliges lo que quieres ser, eso no se piensa siquiera. Desde el primer
momento se te entrega a una especie de escuela para que te instruyan
correctamente en lo que estás predestinado a ser. Todo funciona como una
máquina perfecta, cada habitante cumple con su parte de forma exacta y
constante, nada falla todo está diseñado para que así sea.
>>Yo vivo en las tierras altas, es como si vivieras en un palacio aquí...
Menos majestuoso y opulento, pero marca nuestro rango. Flore, Hugo y yo
fuimos entrenados desde el mismo momento en el que nos crearon, los tres
hemos permanecido juntos por más de diecisiete años, son mis amigos, mis
hermanos, somos un "Managho", nos enseñaron a pensar en base a los tres y a
sentir de una forma similar, aunque cada quien desarrollando de forma más
contundente y optima lo que le correspondía...
>>En cuanto a nuestras casas... Son una especie de máquina, creo que así
las entenderías tú si te fuera posible verlas... Funcionan con nuestra energía,
pero no es el lugar donde solemos estar, más bien los Hichikas estamos
siempre en una especie de campo de entrenamiento y acompañando a nuestros
wotas en sus quehaceres.
>>Nuestros territorios se divide por una especie de líneas creadas con
energía muy alta en radiación de colores oscuros, esos son los límites y nadie
puede pasar de un lugar a otro, eso es como si tú quisieras salir de América, no
es muy probable que llegues ahí y decidas pasaral otro continente sin más.
—¿Pero ustedes... se mueven sin que nada los contenga?
—Sí, pero esas líneas de energía detectan si hay extraños en cada territorio,
sólo se puede cruzar con el permiso del elho de cada lugar, pero si de pronto
aparecieras en la región vecina sin ser invitado, a haber avisado, serías
encontrado sin ningún problema y ocasionaría un gran enfrentamiento entre
naciones. Lo cierto es que eso no pasa, incluso cuando se ha tenido
enemistades o pretensiones de ataque... los territorios continúan protegidos y
todos seguimos el mismo código sin importar la situación.
—Eso se escucha muy civilizado —señalé llena de información. Sonrió sin
estar muy convencido dándome un beso en la frente.
—Luna, es tarde... continuamos mañana, ¿te parece?
—¿Puedo hacerte una pregunta más? —puso los ojos en blanco sacudiendo
la cabeza.
—Una.
—¿Los zalandros... son todos del mismo color?
—No, cada quien tiene un colordiferente, nunca igual aunque... si tú los
vieras creerías que los colores se repiten, pero varia en algún punto de la
tonalidad pareciendo violeta en su totalidad.
—Tú eres verde... ¿No es así? —asintió acomodándome en su pecho
sonriendo—. Lo sabía —musité relajándome con sus caricias arrulladoras.
Sentí que reía pero no dijo más.
Dormir me costó un poco de trabajo después de todo lo que me acaba de
decir, al notarlo me acomodó como solía hacer; en posición fetal y comenzó
acariciarme el cabello mientras recitaba un poema con aquella voz profunda y
enigmática que siempre lograba hacerme sentir irremediablemente suya.
El martes no varió mucho, porla mañana desperté y él ahí estaba. Ya estaba
bañado y cambiado, aún tenía el cabello húmedo. Lo miré feliz de que fuera lo
primero que veía al despertar.
Más tarde apareció con unas barajas en la mano, nos sentamos en el piso y
me enseñó diferentes tipos de juego. Los hacía ver tremendamente fáciles, sin
embargo, al jugarlos, resultaban más complicados.

A mediodía de nuevo bostecé, en ese mismo segundo ya estaba sobre mi
cama acurrucada. Desperté poco después de las cuatro. Bajé a comer, mi
hermana y Aurora no estaban, era día de baile. Comí mirando ESPN, en cuanto
terminé Luca llegó. Nos sentamos en las sillas de la terraza uno al lado del otro.
Sacó un par de cuadernos y su computador personal. Comenzó a explicarme lo
que habían visto la semana anterior en la escuela y lo que estaban viendo hasta el
día de hoy en las diferentes materias. Me dijo que Flore había hablado con los
maestros respecto a mi salud, al parecer Romina ya los había puesto al tanto,
pero ella logró que me dejaran algunos trabajos para regularme y no bajara así
mis calificaciones. Debía entregarlos por mail en los próximos días. Miré a Luca
agradecida y asombrada por lo que su compañera había hecho pormí.
Ahí mismo comenzamos el primero, de los seis enormes trabajos. Él lo hacía
casi todo, pero de algún modo lograba que me sintiera involucrada en el proceso
y fuera comprendiendo lo que iba tecleando velozmente. Poco después de las
siete y media se fue.
Aurora no perdió oportunidad para preguntarme qué era lo que hacíamos, al
contarle lo de los trabajos no pudo articular palabra. En mi casa no sabían que él
no estaba asistiendo a la escuela por lo que ella quedó encantada con su apoyo.
Mi padre llegó unos minutos después, cenamos a la hora de siempre y volví a
subirme a las nueve.
Llegó ya que estaba recostada sobre las cobijas pensando en todo lo que me
había dicho la noche anterior y sobre lo que había hecho ella por mí a pesar de
que suponía que él se lo había pedido.
—¿Por qué hizo eso Florencia?, creí que no le caía bien —estábamos uno
frente al otro con muy poca distancia entre nuestros rostros.
—Yo se lo pedí, pero fue su idea.
—¿Su idea? —acarició mi mejilla logrando así que toda mi piel temblara,
sonrió ante mi reacción y me dio un largo beso que me dejó aun peor.
—No le "caes mal", Luna, sin embargo, como ya lo sabes... esto sí modifica
sus vidas.

—Pero el día que... terminamos, porla mañana, parecía molesta de que me
sentara ahí, con ustedes y en general no se me acerca, y esos días me miraba un
tanto... agradecida incluso me sonreía.
—Ella me pidió que aprovechara la oportunidad que me habías dado... Pero
no estaba de acuerdo en cómo manejé las cosas ese día, decía que te iba a
lastimarportándome así contigo y que aunque no estaba de acuerdo en lo
nuestro también sabía lo que ambos sentíamos... y después, cuando...
terminamos. —Era evidente que a ambos aun nos costaba hablar sobre el
tema– , pensó que eras muy madura para tu edad y quedó asombrada por tu
aplomo... Ella fue la que más paciencia me tuvo en ese proceso... Me convertí
en algo que no quería sery me la pasaba dibujándote portodos lados.
—¿Dibujándome?
—Sí, todo el tiempo, no encontraba la forma de mantenerte conmigo y...
comencé a dibujarte.
—¿Era eso lo que hacías en las clases? —recordaba verlo escribiendo
siempre atento en una libreta.
—Y fuera de la escuela, cuando te tenía tan cerca como en las mañanas y te
veía así de triste, sentía que me abalanzaría sobre ti y mandaría todo al
demonio, ahí era cuando te dibujaba ansioso.
—¿Y aun tienes los dibujos?
—Sí, todos.
—¿Algún día podrás enséñamelos?
—Sí... podría —sonreí asombrada de lo que acababa de descubrir—,
aunque te advierto que algunos no son... Estaba enojado —aceptó al final algo
avergonzado.
—¿Conmigo?
—En parte, en realidad conmigo, no soportaba cuando esos chicos se te
acercaban y podían tocarte de la forma en la que yo no podía.
—Pero yo no acepté a ninguno —me defendí.
—Lo sé, Luna, y saber que yo era el motivo, lo empeoraba, más de una vez
planeé en mi cabeza toda una masacre... Al final, terminaba Flore
tranquilizándome y yo dibujando bastante molesto —elevé las cejas un tanto
conmocionada.
—No sabía —susurré sintiendo que últimamente todo había girado en
torno a mí y lo que para mí fue tenerlo lejos, pero no sabía muy bien lo que él
había tenido que pasar.
—Ya pasó, Luna, no te sientas mal, para ninguno fue fácil —tomó uno de
mis labios entre los suyos y lo besó dulcemente.
—Entonces Florencia, ¿ya está de acuerdo?
—Sí y no. Sí, porque es evidente que no hay más que hacer... separados no
podemos estar, pero teme por lo que vendrá a la hora que deba informarles mi
decisión, y también... lo que pasará con ella y Hugo.
—Tiene razón, su vida va a cambiar por una completa extraña y que
además te ha hecho sufrir.
—Ella no lo ve así, Sara, ella te admira y cree que eres la chica ideal para
mí.
—¿Sigue creyendo que nos... fundimos? —torció la boca dubitativo.
—Sí, pero no tiene lógica y no hay forma de que eso sea cierto, somos dos
seres diferentes, literalmente.
—Tú sí pudiste enamorarte de mí y eso es propio de mi especie, ¿porqué
no puede ser al revés? —Me miró sopesando lo que acababa de decir.
—Porque lo que sucede con nosotros es... químico... energías mezclándose,
lo de ustedes es como... la fe, no tiene una explicación, sin embargo, existe y se
siente. Al principio sí es una cuestión también de química cerebral, pero no
tiene una lógica ni un patrón, se da, se atraen, se gustan, se enamoran y se
aman... nosotros nos elegimos en base a compatibilidad...
—Es muy confuso —acepté al final.
—Yo creo lo mismo que Yori, cuando te sané algo sucedió, Luna, es la
explicación más lógica, unos días antes de eso te dio fiebre con tan solo un
abrazo... y a la semana y media podíamos tocarnos sin ningún problema —
asentí creyendo que probablemente sería eso. 1
—Luca, si tú me hiciste algo a mí... ¿No debería ser yo la única a la que le
pasaran cosas extrañas?... Quiero decir, tú me sanaste a mí, tú me pasaste algo
que no sabemos a mí, ¿entonces por qué tú también me necesitas para estar
bien, por qué tu energía bajó al alejarte? —me miró lo que pareció una
eternidad, tanto que comencé a ponerme nerviosa.
—Eso es parte de lo que no encaja en mi teoría, pero evidentemente algo
sucedió y ahora yo también dependo de ti... Lo averiguaremos, Luna, te lo
prometo —asentí sintiéndome de nuevo muy cansada, lo malo era que aún
quería seguir hablando, por las noches eran los momentos que solíamos
hacerlo, pues era la hora menos arriesgada y en la que no teníamos
interrupciones.
—¿Hugo? —su rostro se tensó enseguida.
—Hugo y yo estamos de nuevo pasando por un momento difícil desde que
supe que había hablado contigo, no le dirigí la palabra hasta que le pedí tus
cosas y le exigí una explicación.
—¿Por qué?
—No tenía derecho a venir y perturbarte, todo ese tiempo me dijo que era
asunto mío, que no haría nada para ayudarme y sinceramente me importaba un
bledo, pero regocijarse de lo que ocurría no me agradó en lo absoluto y más
aún que no me lo dijera a pesarde saberque yo lo había presentido.
—Pero no le dije nada fuera de lo común... —sonrió cariñoso.
—A lo mejor no te diste cuenta, pero para él fue muy claro que la decisión
que tomaste no fue porti, sino pormí, pormiedo a que tuviera que vivir con el
peso de mi elección...
—bajé la mirada recordando esas palabras—. Te amé más cuando me lo
dijo, siempre supe que te daba miedo que llegara ese día y lo que en mí
provocaría, pero terminar lo nuestro poreso... ¡Por los dioses! Eres más de lo
que merezco.
—No es verdad —tomó mi barbilla y la retuvo ahí varios minutos, muy
cerca de su boca.
—Lo es, por eso cuando supe que había entrado a tu recámara sentí que no
podría controlarme...
—¿Cómo supiste que fue él?
—Porque Flore no se atrevería a entrar aquí y Yori menos, conocen mi
carácter y saben que no juego respecto a ti... sin embargo, Hugo... es más
temerario y si había tenido la osadía de venir a buscarte... ¿Porqué no entrar a
tu habitación?
—Se volvieron a pelear —comprendí un tanto triste. Ellos eran como su
familia y sabía muy bien lo que era vivir bajo el mismo techo con quien tienes
problemas.
—Sara, no tenía derecho, no me gustó saberque estuvo aquí merodeando
en tus cosas. Debe entender que hay límites.
—Pero él creyó que me hacía un bien... —lo justifiqué sin saberporqué.
—Lo sé, tus palabras le dolieron y lo han hecho reflexionar. Durante
nuestra estancia en Australia lo noté muy pensativo y un tanto taciturno,
cuando me confesó que había hablado contigo y me contó todo lo que le
dijiste, me di cuenta de que había memorizado cada una de tus palabras y
definitivamente lo de ser tan egoísta lo dejó pensando.
—¿Eso también te lo dijo? —entendí un tanto arrepentida. Sonrió
asintiendo. Ambos nos quedamos en silencio unos segundos.
De repente una enorme preocupación pareció sin preverlo, me senté
asustada y sintiendo que mis palmas sudaban. Me observó, preocupado,
irguiéndose también.
—¿Te sentiste mal? —negué aturdida—. ¿Qué ocurre, Luna? —sentí
mucho miedo por él sin poderevitarlo.
—Luca... cuando yo... muera... —cerró los ojos molesto– . Espera... —lo
acallé colocando una mano sobre sus labios, necesitaba que me dejara seguir– .
Cuando eso suceda en muchos años... ¿Qué pasara contigo? Quiero decir, tú
también dependes de mí para estarbien —se frotó el rostro con sus enormes
manos inhalando fuertemente.
—No te permito que pienses en eso ahora... Falta mucho tiempo —espetó
tajante.
—Para mí sí, probablemente, pero en tu vida mi vida no es nada, ¿qué
ocurrirá?
—No lo sé, Sara, supongo que mi energía regresará, pero no quiero que te
preocupes poreso, porfavor
—¿Cómo me pides que no me preocupe? —chillé. Me tomó por la cintura
y me recostó sobre él.
—Basta, y lo digo en serio, esta conversación no tiene ningún sentido... Tú
aún no estás bien y creo que vamos a dejar estos temas por un tiempo, por lo
menos hasta que estés completamente restablecida —intenté levantarme, me lo
impidió—. No, Sara, debes dormir, ya es muy tarde y para tu mala suerte sé
muy bien que los resultados de los exámenes salieron bajos... Lo único
porahora importarte es mejorar.
—Luca... pero yo... —silenció mi boca con un beso que me dejó con serias
dificultades para respirar.
—A dormir... —varios minutos después aún seguía sin poder conciliar el
sueño y por mucho que él hacía no lograba que cayera rendida como solía.
Suspiró y me colocó frente a él, serio. Me mordí el labio, sabía que estaba ya
molesto, pero no podía hacer nada ante esa angustia que me atenazaba. ¿Cómo
podría vivir sabiendo que él, cuando yo muriera, también lo haría?, y si
continuaba vivo, ¿en qué condiciones?—. Luna... cuando tú.... ya no existas —
su dolor al decirlo era evidente– , mi vida se habrá acabado de todas formas,
así que cuando eso suceda, si mi esencia se extingue... créeme, será bueno para
mí, sino... te llevaré en mí el resto de mis días... y me harás falta cada minuto.
Así que, como ves, cualquier opción está bien, yo estaré bien, ¿de acuerdo? —
asentí aun confusa, llorosa, en realidad.
—Luca... y si tu... calidad de vida es mala... Serán siglos así —acarició mi
mejilla con suma ternura ante lo quebrado de mi voz.
—Luna, no lo hagas, te lo suplico, créeme que se cómo cuidarme y si eso
sucede lo sabré manejar... Ten la seguridad que después de que faltes, nada
podría ser tan difícil.
—Solo —expresé afligida.
—¿Por qué te haces esto? —preguntó rodeándome con sus brazos y
escondiéndome en su pecho– .Como tú has dicho muchas veces: nada está
escrito, ni sabes que ocurrirá al cruzar la acera... Permite que el tiempo pase,
ya veremos, ¿sí? —asentí, tenía razón, nunca se sabía lo que el futuro
deparaba, pero me dolía lo que encerraba el suyo con mi inminente ausencia.

Ardiente

La mañana siguiente fue agradable. Vimos los álbumes que tenían fotos mías
desde pequeña. Reímos, bromeamos y conversamos con soltura sobre mi pasado,
o lo que solía ser. Por la tarde llegó poco antes de la cinco, continuamos con las
labores escolares, pude mandar dos trabajos esa misma noche. A la hora de la
cena mi padre me informó que había ido por los resultados de mis estudios
realizados el lunes, todo iba mejorando. La siguiente semana probablemente
podría retomar mi vida. Casi dejo salirun suspiro de alivio.
Cuando llegó la hora de dormir, Luca no sucumbió a mis preguntas, tal como
advirtió, prometiéndome que cuando mejorara hablaríamos de lo que quisiera el
tiempo que quisiera. J ueves y viernes fueron similares. Aprendí más juegos de
mesa, terminé los trabajos que tenía que mandar. Romina estuvo hablándome
constantemente, no había ido, sabía que Luca se aparecía por la tarde y me
ayudaba a regularizarme, por supuesto sospechaba que no estaba él yendo a la
escuela debido a mí, sin embargo, yo fingí demencia, ya casi me volvía experta
en eso, lamentablemente.
Mi padre no hacía preguntas sobre él, sólo acerca de mi salud. Era incluso
raro. Hablábamos de deportes para romper el hielo, pero era como estar en punto
muerto, no avanzábamos, tampoco retrocedíamos... No sabía qué hacer.
Luca notaba mi desconcierto, me tranquilizaba dándole la razón todo el
tiempo, argumentando que a él no le afectaba su indiferencia. Aun así, me hacía
sentir incómoda sus escuetos saludos cuando llegaban a toparse o la forma que
tenía de evadir cualquiercosa referente a él.
El sábado Romina se instaló en mi casa toda la mañana, cosa que disfruté, la
echaba de menos. Me contó los últimos chismes de la escuela, nada relevante.
Obviamente quiso saber por qué mi novio no había regresado a aúna clases. Le
narré lo que Luca
y yo acordamos; una mentira convincente que no me agradó decirla pero que
ocultaba a la perfección la verdad.
Conforme los días pasaron y fui comprendiendo que no tendría el control de
lo que viniera, decidí enfrentar las cosas como sucedieran. Ya no renegaría de lo
que existía entre ambos, de lo atípico en inexplicable de la propia situación, pese
a tener mucho miedo, buscaba sosegarme porque no ganaba nada, ya lo entendía.
Con él a mi lado era más sencillo no abrumarme, sin embargo, estaba resuelta a
hacer las cosas diferentes, así que ya iba armando mi lista de preguntas para
cuando estuviera bien.
La semana pasó volando y como había prometido, valió la pena. Yo ya me
sentía mucho mejor, dormía menos en el día y aún bastante por la noche, comía
casi como antes y comenzaba a subir de peso. Mis ojeras ya no estaban y mi
vitalidad era prácticamente la que solía. Eso último lo supe porque él me
informó que ya no había tenido que ir en un par de días a cargarse por las
noches, mi requerimiento de su energía estaba disminuyendo notablemente.
También me confesó que estuvo realizando pruebas para ver cuántos
kilómetros y tiempo soportábamos estar separados. Yo, sintiéndome como me
sentía, mucho mejor, soportaba sin sentir la sensación en la piel ni la punzada de
dolor en la cabeza, seis kilómetros, eso si mantenía su canal abierto, si no, menos
del kilómetro, por eso cuando se iba de mi casa antes de terminar, comenzaban
esos malestares aunque nunca alcanzaban a seragudos.
Lo que llevó más tiempo determinar fue saber cuánto tiempo, después de que
dejara ese radio, yo tardaba en comenzar a sentir indicios del malestar al igual
que él. Más de tres horas.
Convencerlo de hacer aquella prueba me llevó casi más tiempo que la prueba
en sí. No había querido llevarme a ese límite, pero yo había insistido tanto que al
final aceptó suplicándome que en cuanto lo sintiera, lo llamara. Así lo hicimos,
evidentemente cuando lo nombré apareció a mi lado y todo desapareció sin que
mi cuerpo siquiera lo hubiera registrado.
Me sentía un poco más tranquila, eso nos daba algo de independencia - si se
podía llamar así- , y conocimiento de nuestras limitaciones por lo que sabíamos
muy bien qué debíamos hacery cómo.
El domingo mi padre me dio autorización de regresar a clases, con la
condición de que por las tardes permaneciera en casa hasta que me dieran los
resultados de los exámenes que me harían el martes por la mañana. No pude
argumentar nada porque sabía que aunque lo hiciera Luca pasaría exactamente
igual. Ambos eran a veces una patada en el trasero, la verdad, algo exagerados,
creía yo. A veces me encontraba riendo pensando que si mi padre supiera lo
parecido que pensaban respecto a mí probablemente no lo repelería tanto como
lo hacía. Lo cierto es que ni yo quería pasar poralgo como aquello, ni ver
asustados a mi familia, o a él.
En la mañana pasó por mí como solía hacer, en cuanto subí a su camioneta
me abalancé sobre él dándole un gran beso.
—¡Guau!... Veo que regresar a la escuela te pone de muy buen humor —ya
prendía la camioneta y se alejaba de mi casa.
—En parte, pero en realidad hacía mucho que no me subía a tu auto y... de
verdad te extrañé esos días —mi voz se apagó como siempre que los recordaba.
—Nunca más, Luna... —aseguró. Sonreí consciente de que "nunca",
"siempre" y "jamás" eran solo palabras y que nosotros las usábamos todo el
tiempo para protegernos de tanta incertidumbre que nos rodeaba. Lo cierto era
que ese día todo estaba bien y no haría nada para modificarlo.
Llegamos a buena hora. Me acompañó a dejar todos los justificantes en la
dirección, mientras él solicitaba su carta de reincorporación, ahí los sellaron y
pudimos presentarlos en cada materia.
Mis amigos se mostraron alegres de verme, sin embargo, algo distantes pues
como ya sabían, Luca y yo habíamos regresado y eso los alejaba sin que pudiera
evitarlo, ya vería como cambiar eso. El día transcurrió relajado, aunque sí me
sentía cansada, pero no sin fuerzas. Los cuidados de Luca eran discretos y
prudentes, por lo que podía olvidar con facilidad el tiempo que había perdido
prácticamente en ese estado lamentable.
Por la tarde pasó de nuevo a mi casa, me ayudó en el montón de cosas que
debía entregar. No admitió que me excediera, cosa que parecía ser inevitable con
esa larga carga de trabajos. Así que sin consultarme se dedicó a terminar lo mío
y lo suyo, aunque en su caso era mucho menos, ya que sólo era lo
correspondiente al día y no a dos semanas como a mí. Para el momento de la
cena estaba muy agotada, mi padre me mandó a dormir sin opción a replica. Caí
rendida casi en el instante en que rodeó mi cintura.
Los siguientes días fueron algo ajetreados. Luca me llevó a hacer las pruebas
antes de ir a la escuela el martes, los resultados los daban al día siguiente gracias
a que cada vez eran menos. Yo me sentía muy bien y sabía que todo saldría, sino
perfecto, sí notablemente mejor.
Regularizarme fue lo más cansado de todo. Papá y Luca estaban incluso
molestos. El primero fue a dar un sermón al colegio y el segundo terminó
haciéndolos él, dejándome a mí los más cortos y menos complicados. Pormucho
que me negué no lo logré convencer. Argumentaba que todo eso yo ya lo sabía
por lo que no había necesidad de gastar mi energía en esas tonterías si él lo podía
hacer en cuestión de minutos no en días como yo.
Al terminar esa larga semana ya moría por ir a algún lugar que no fuese la
escuela o mi casa. Así que ese mismo viernes decidí retomar mi vida por
completo y le avisé a mi padre que saldría. No había podido objetar nada, el
pretexto de mi enfermedad había terminado. Mis niveles estaban dentro de lo
normal, aunque en lo bajo, pero como comía y descansaba bien, el doctor había
dicho que con el ritmo de recuperación que tenía en unos días entrarían en lo
normal.
Luca también se había visto un poco reticente, pero me vio tan desesperada
que no le quedó otra opción salvo acceder, aunque consideraba que faltaba para
que estuviera como antes, mi peso aún no era el que solía. Entre ambos solo
lograban que rodar los ojos se fuera haciendo una costumbre.
Fuimos a comer a uno de mis restaurantes favoritos, disfruté de una enorme
hamburguesa. Después fuimos al cine. Al salir me llevó hasta una heladería y
ahí, sonriente, me compró una enorme malteada que sabía adoraba, mientras él
solo ingería un diminuto barquillo. Se estacionó frente a mi casa a las nueve. Lo
miré quejosa.
—Luna, no te excedas... te lo suplico, hazlo pormí, no soporto verte mal —
tenía uno de mis rizos entre sus manos.
—Pero ya estoy bien, Luca... Solo un rato más. De verdad estoy harta —
resoplé mirando mi casa.
—Lo sé y te entiendo, pero debes dormir... La semana fue muy pesada para
ti, sé que estás mejor, pero tu cuerpo aún no está completamente restablecido.
—Los resultados salieron bien.
—Sí, lo sé, pero aún sigues tomando energía de mí, no con la frecuencia de
antes, no obstante, cuando lo haces es a borbotones y algo me dice que cuando te
encuentres por completo restablecida, eso no sucederá —declaró. Me recargué
en el asiento, hastiada.
—Y ¿si no es así? —lo cuestioné. Tomó mi barbilla parque lo viera.
—Sé que así será o por lo menos habrá un patrón, pero por ahora parece estar
aún descontrolado —refutó. Resoplé asintiendo resignada. Me acercó a él y me
besó dulcemente—. No te lo hagas más difícil. Ya sabes que no cederé,
simplemente no puedo.
—Extraño nuestros momentos solos... sin nadie —confesé recargándome en
la puerta.
—Yo también, y no sabes cuánto. Por lo mismo te propongo algo. Mañana
pasaré por ti a media mañana y estaremos juntos hasta el anochecer... Solo tú y
yo... ¿Te parece?
—No sé si mi padre estará de acuerdo —últimamente se comportaba peor
que él, y sabía que no era precisamente pormi enfermedad. Luca endureció el
gesto.

—Luna... dile la verdad, sólo eso. No te dirá nada, está asustado y temeroso,
pero aceptemos que tiene sus razones. Solo avísale, ¿de acuerdo?
—¿Nos vemos al rato? —pregunté una vez que estaba de pie frente a mí con
la puerta abierta.
—Ya sabes que verte dormir es mi fascinación —me bajó por la cintura y
antes de depositarme en el suelo me besó.
Al entrar oí que aún estaban Bea y mi padre en la cocina cenando. Entré y
los saludé. Aurora también se encontraba ahí viendo una novela igual de atenta
que mi hermana. Papá parecía no desagradarle, pero cuando me vio me sonrió
como si fuera su salvación.
—¿Cómo te fue hija? —Su pregunta me tomó desprevenida. Me senté en una
de las sillas mientras él me servía agua en un vaso.
—Bien... Fuimos a comery luego a ver una película.
—Ya te hacía falta un poco de aire, ¿no es así? —apuntó relajado. Asentí
desconcertada. Aurora y Bea parecían no ser conscientes de nosotros, estaban
completamente embobadas con aquel canal que les encantaba.
—Sí, ya estoy cansada de estaraquí —musité mirando el vaso que me había
tendido.
—Lo sé, te vi toda la semana trabajar duro en aquellos interminables trabajos
que te dejaron. No te saco de ahí porque te quedan unos meses, pero es
inaceptable su inflexibilidad y hermetismo... Estuviste enferma, ¡por Dios! —
sonreí asintiendo, eran las mismas palabras de Luca. De repente recordé que
tenía que avisarle del día siguiente. No solía hacerlo antes y eso me resultaba
algo incómodo, yo iba a venía a mi antojo, pero con lo que había sucedido sabía
que no le parecería que retomara mis antiguas costumbres de golpe.
—Papá... Mañana Luca vendrá pormí a media mañana, estaremos en su casa
con sus primos y su tío, pasaré ahí el día —solté. En seguida se puso serio y
después de unos minutos asintió.
—Te agradezco que me avises, aunque no es el tipo de relación que tú y yo
hemos establecido. Sabes cuidarte, confío en ti... Sólo prométeme que
continuarás haciéndolo —me pidió. Lo miré fijamente, no se refería solo a mi
salud. Asentí pasando saliva. Ya iba a ponerme de pie cuando decidí que era el
momento para hacerle una pregunta de la que deseaba conocer la respuesta.
—Papá... ¿puedo preguntarte algo? —aceptó dándole una mordida a su taco
dorado—.
¿Por qué te cae mal Luca? —Mi hermana y Aurora decidieron que lo que yo
había dicho era definitivamente más interesante que lo que sucedía en el
televisor y sin más las tres lo mirábamos expectantes. Él soltó su comida y se
limpió las manos, serio.
—No me cae... mal —ninguna pareció estar satisfecha con la respuesta por
lo que continuamos esperando. Resopló dándole un gran trago a su agua—. Sara,
sé que es un buen chico, sé que te cuida y hace todo para que estés bien. Sé lo
que hizo por ti en la escuela... Así como también que difícilmente algo te podría
pasar a su lado... pero precisamente eso es lo que me preocupa. Tú tienes
dieciocho, y él...
—También —declaré mintiendo y sinceramente intrigada.
—Bueno... como sea. Eso me da más la razón, están muy jóvenes para este
tipo de relación, no quiero que cometas una equivocación que te persiga toda la
vida...
—arrugué la frente.
—¿Cómo cuál? Si te refieres a... —no terminé mi frase porque me miró
silenciándome.
—No sólo a eso, a muchas cosas... No quiero que dejes de vivir lo que debes.
Sé que eres madura y que con todo lo que ha ocurrido te has convertido en una
mujer, aun así, creo que pueden tomardecisiones equivocadas impulsados porlo
que sienten.
—¿No se supone que sea así a mi edad?... Quiero decir, siempre dicen que
este es justo el momento de la intensidad y todas esas cosas.
—Sí, Sara, lo es, pero ese chico no quiere contigo una relación pasajera... ni
tú. Sé que puedo parecer anticuado y que no te entiendo, pero los observo, sé que
lo de ustedes no es un simple noviazgo de preparatoria... Lo de ustedes va más
allá, incluso más allá de mi entendimiento... Siento que algo me falta respecto a
lo que hay entre ustedes y probablemente es la falta de comunicación entre tú y
yo respecto a ese tema cuando debí haberlo tocado y por la misma situación no
lo hice... La verdad no lo sé... pero sólo te pido que seas prudente y pienses bien
las cosas.
—¿Entonces no te cae mal? —intervino Bea observándolo aún curiosa,
mientras yo bajaba la vista hasta mis manos entrelazadas en el mantel. Tenía
razón Luca, mi padre intuía algo, aunque era imposible que diera con la verdad.
—No me cae mal, pero no creo que a ningún padre le caiga precisamente
bien el primer novio de su hija mayory que, además, sea el que ha logrado en
ella todo lo que él mismo nunca logró. —declaró. Me sonrojé enseguida
observándolo. Sus ojos denotaban ternura y sinceridad—. Sólo una cosa, Sara,
no sé por qué presiento que lo que te sucedió tiene que ver directamente con lo
que pasó entre ustedes. No quiero volver a verte así, nunca. Sé lo que es perder a
alguien que amas, sé que no es fácil, y no soy yo quien para decirte cómo
sobrellevarlo de una forma correcta, pero sí quiero que sepas que esa no es la
manera de enfrentarlo, tú eres fuerte... mucho —mis ojos se rasaron enseguida.
Bea posó una mano sobre la mía al notarlo—. Sé que te duele que se hable de
eso, pero ya no estoy dispuesto a que se maneje como algo impronunciable, creo
que entre más lo conversemos, más fácil lo superarás y sabrás enfrentar las
pérdidas que en la vida tendrás. Así que ahora que ya te veo mucho mejor y él...
regresó, pon atención en lo que te rodea... ¿Okay? —asentí quitándome una
lágrima que resbaló con la palma de mi mano.
Unos segundos después me despedí comprendiendo mejor a mi padre y
alegre de haber hablado con él sobre Luca, sin embargo, sabía que cuando
supiera que mi novio iría conmigo a Vancouver iba a molestarse inevitablemente
y ya no quería pensar cuando supiera que —pronunciarlo lejos de él me costaba
trabajo— nos casaríamos.
Me di un baño, pensativa. El día había sido largo y el calor estaba
incrementando como siempre en esas fechas. Me puse unos shorts y blusa de
tirantes, reflexionando en las palabras de papá. Salí desenredándome el cabello,
cuando me interceptó porla cintura tomándome porsorpresa.
—¿Qué pretendes específicamente con ese pijama puesto? —giré sonriendo.
La luz aún estaba encendida por lo que pude ver su cabello húmedo sin
dificultad y sus bermudas grises con una camiseta de algodón blanca que se le
adhería de una forma espectacularal cuerpo.
—Hace calor —me quejé deshaciendo un nudo. Me quitó el cepillo y me
pegó a él con los ojos en un dorado profundo.
—¿Cómo crees que lograré permanecer aquí sin querer saltar sobre ti cada
segundo?
—murmuró con voz gruesa. Lo tomé por la camiseta y lo acerqué a mi boca
provocativa. Ese no era un problema.
—Entonces no te limites... —en cuanto terminé de hablar me besó ansioso,
yo le correspondí de igual forma aferrándome a su cuello. De repente ya tenía
mis piernas enrolladas alrededor de su cintura y sentía la cama sobre mi espalda.
Su cuerpo se sentía caliente bajo mi tacto, su espalda era ancha y cada
músculo estaba tenso. Comencé a acariciarlo ávidamente igual que él lo hacía
conmigo. Sus manos recorrían mi cuerpo, ansioso, sin parar. Mis brazos, mis
piernas, mi cintura y con sutileza la curvatura de mi pecho. Aventurándose a
más, escuchándolo gemir ahogadamente.
¡Dios, era tan ardiente!
Su enorme cuerpo sobre el mío, decididamente más pequeño, permitía
moverme con libertad. Una adrenalina absorbente fue recogiendo cada parte de
mi piel, de mi ansiedad. Despeiné su cabello húmedo con vehemencia perdida.
Luca aferraba una de mis piernas y la acariciaba posesivo, como nunca, con
movimientos sugerentes, cargados de lo que en su interior ocurría. Necesitaba
más de él, mucho más. Ya no podía conformarme. Mis manos viajaron como si
tuviesen vida propia por debajo de su camiseta. Gemí al sentir al fin su piel
suave, tensa, caliente, más de lo normal. Él gruñó sobre mi boca, no me importó,
de lo único que era consciente fue de donde terminaba y comenzaba cada uno de
sus músculos, de su aliento acariciando mis sentidos, de su sabor penetrando
cada vez más hondo en mi piel y de su tacto exigente tatuándose en mi ser.
De pronto los dos nos detuvimos, nuestras miradas se cruzaron quedándose
completamente atrapadas. Sus ojos eran limonados, intenso, brillante, traslucido,
irreal, hermosos. Me quedé sin aliento, en contraste con sus pestañas y cejas
negras, lo hacían ver completamente fuera de normal, y pese a ello, bellísimo.
Respiraba agitado, dudoso, igual que yo, pero lo más asombroso es que por
primera vez pude sentir su corazón martillear de prisa sobre mi pecho. Él era
mío.


Mi vida.
—Con calma —logré decir en mi mente dibujando una sonrisa triunfal para
relajar el ambiente que se sentía chispeante. Las burbujas iban y venían por toda
mi piel, sus manos aún sobre mi cuerpo.
—Con calma, Luna —repitió mirándome extasiado, asombrado también.
Cerró los ojos y recargó su frente sobre la mía—. Me enloqueces.... Eres
hermosa —quería contestarle de la misma forma, pero aún no dominaba el
hablar por la cabeza, sólo cuando lo llamaba, cuando mis emociones estaban
rebasadas o una o dos palabras a la vez, no más.
—Tú también —contesté con dulzura acariciando su cabello. Unos segundos
después se acomodó a mi lado perdiendo la vista en el techo. Sentí incluso frío
cuando se separó a pesardel clima cálido. Buscó mi mano y enroscó sus dedos
entre los míos.
—Luca...
—Mmm —volteó cariñoso.
—Hablé con mi papá —anuncié cambiando de tema, no sucedería nada aún,
menos ahí, eso ambos lo sabíamos. Elevó las cejas, curioso. En ese momento
supe que no había escuchado nada. Me senté y busqué el cepillo con la mirada,
mi cabello ahora sí debía serun desastre. Se levantó sonriendo.
—Me encantan tus rizos... —tomó uno entre sus manos, atento– . Son como
tu... perfectos, voluntariosos y nunca iguales —arrugué la nariz sin estarde
acuerdo con él.
—Un nido de pájaros o algo peor, nada más... —refunfuñé. Rio en voz casi
imperceptible.
—Creo que tienes un problema para verte a ti misma como los demás te ven.
—¿Me estás diciendo insegura?
—Poco observadora y en lo absoluto pretenciosa —argumentó. De repente
ya tenía el cepillo sobre mis piernas. Se sentó en el sillón dándome mi espacio y
evidentemente buscando él, el propio—. ¿Qué te dijo? —preguntó. No supe a
qué se refería. Sonrió de nuevo sacudiendo la cabeza—. Tu papá, Sara. —lo
recordé de inmediato y comencé la lucha con mi cabello relatándole toda la
conversación. Se quedó en silencio durante unos segundos evaluándome—. Creo
que tiene razón. —musitó con voz criptica. Enarqué una ceja dejando el cepillo
sobre mi cama.
—¿En qué exactamente? —quise saber. Se sentó a mi lado y tomó una de
mis manos, ese simple gesto me alertó—. Si vas a decir que lo mejor es alejarme
porque no he vivido y todas esas cosas... Lo vas olvidando... Creí que ya
habíamos pasado por eso
—chillé frustrada.
—Luna, yo tampoco quiero que cometas un error que te persiga toda la vida.
—puse un dedo sobre su boca claramente molesta.
—Si sigues, te pediré que te vayas de mi cuarto y sabes que eso sólo lograría
que no durmiera bien... Así que decide —acercó mi mano a su boca y la besó.
—No pienso alejarme de ti, ni en este momento, ni nunca —confesó
decidido. Solté el aire contenido—. Es sólo que... en algún momento tendrás que
distanciarte de ellos, puedo disimular por varios años... diez a lo mucho, pero
después comenzarán las suspicacias, las sospechas. Quiero que sepas que, si en
algún momento no puedes seguir con esto y sientes la necesidad de una vida
normal, de estar cerca de ellos sin restricción... yo me alejaré —notaba lo mucho
que le dolía siquiera decirlo y, aun así, lo hacía. Me levanté furiosa—. No te
pongas así, debo decírtelo, tú debes de tener todas las opciones frente a ti, ya que
de porsi te he limitado.
—¿Limitado? ¿Cómo se supone que tome esto que me dices?
—Como es, Sara, no tienes que permanecer a mi lado sólo por el simple
hecho de que te pones mal cuando no estoy cerca.
—¿Entonces qué propones? —exigí saber. Él no la estaba pasando bien y eso
me ponía peor.
—Si algún día eso ocurre, me lo dirás y yo me encargaré de que siempre
estés bien sin que siquiera me veas. Esto es mi culpa, no tienes porqué sentirte
obligada.
—En serio eres increíble, Luca... veo que no ha cambiado nada... Sigues
pensando en lo más profundo de tu ser que estar sin ti es mi mejor opción y que
lo que yo siento porti no es tan fuerte.
—No es así... ¿Y me lo dices tú?... Que siempre estás preocupada por lo que
a mí me sucederá cuando llegue el momento de enfrentar mi decisión... Luna,
comprende.
—Es diferente —declaré aun de pie junto a mi escritorio, no quería tenerlo
cerca, no ahora. ¿Cómo era posible que siguiera con eso? ¿Cómo después de lo
que ocurrió? Lo amaba y él a mí, ¿qué no podía sersuficiente?
—No lo es —declaró tajante.
—Luca, tú vas a dejar toda una nación por mí, este no es tu mundo, me
preocupa que sufras por esa decisión... pero yo... yo estoy en mi entorno, con mi
especie, en mi mundo, haciendo lo que cualquier chica haría... voy a la escuela, a
mi casa, tengo amigos, un novio.
—Que no es humano —completó tenso.
—Como sea... es mi novio. Iré a la universidad que elegí, estaremos juntos,
¿qué tiene eso de raro o diferente a las otras chicas? —Se frotó el rostro con sus
enormes manos.
—Todo, Luna, tú ya no eres como las otras chicas, creo que desde antes de
que yo llegara ya no lo eras en el sentido figurativo, pero ahora es literal, lo
nuestro no es normal, no es lo "típico". Mereces saber que tienes opciones si
algún día decides rectificar.
—¿Rectificar? —repetí rabiosa. Resopló poniéndose de pie, acercándose a la
ventana como buscando tranquilizarse.
—¿Por qué solo escuchas ese tipo de cosas?
—Porque son las que se refieren a nosotros, lo demás no me interesa. ¿Qué
no lo entiendes? —Sin más apareció frente a mí y tomó mi rostro entre sus
manos. Mi ira desapareció en ese mismo momento y mi corazón retumbó
excitado. Sonrió al notarlo.
—Luna, no te estoy pidiendo que nos separemos, ni siquiera puedo llegar a
pensarlo, te amo, quiero estar a tu lado. Sólo necesitaba que lo supieras y ahora
ya lo sabes...
—¿De acuerdo?... Eso es todo. No podría volver a alejarme de ti, pero, así
como tú eres capaz de todo por mí, yo también, sólo recuérdalo. —asentí con la
boca seca y visiblemente más calmada. Me besó delicadamente dejando su tacto
tibio sobre mis labios—. Siempre eres tan apasionada. —susurró aun afectado
pormi reacción con su frente recargada en la mía y usando su boca, porlo que su
aliento me hizo temblar.
—Y tú tan terco —sonrió abrazándome– . No vuelvas si quiera a sugerir que
tú eres un error, nunca.
—Luna...
—Nunca, Luca... Eres lo mejor que me ha pasado y hagas lo que hagas
siempre lo creeré.
—Tú también, Sara, te lo juro. —Me dio un beso en la cabeza, visiblemente
exhausto.
Por la mañana desperté después de las once. Me bañé de prisa canturreando,
alegre. Me puse una mini falda oscura que no me quedaba tan grande ahora que
comenzaba a recuperar mi peso, una blusa sin manga con detalles en colores
vivos, tenis y me sujeté el cabello, el calor era intenso. Me puse un poco de rímel
y bajé rápidamente para ingerir algo.
Llegó cuando me estaba lavando los dientes. Bajé de inmediato ansiosa por
verlo, como siempre. Estaba hablando con Aurora sobre mi alimentación. Los
miré amenazante en cuanto estuve frente a ellos. Él pareció no notarlo, su mirada
se clareó dramáticamente, tanto que me preocupó que mi nana lo notara, pero
ella me miraba a mí, sonriendo.
—¿De qué se trata todo esto, Luna?... Estás llevando mi autocontrol al límite
—sonreí olvidando mi enojo y preocupación. Me tendió la mano esperando a
que yo acortara la distancia que nos separaba. Aurora se alejó sonriendo. Unos
segundos después ya estaba amarrándome el cinto de seguridad sin dejar de
verme a los ojos, nunca hacía eso, yo era una chica capaz de abrirme la puerta y
de cerrarla, cuanto más, de amarrarme el cinto con mis propias manos, pero
parecía de verdad en shock.
—Deja de verme así —supliqué con la voz seca, teniéndolo a unos
centímetros de mi rostro. En respuesta miró mi boca y de pronto la atrapó entre
la suya, hambriento, exigente.
—Por los dioses, te sientes como toda una tentación.
—Tú lo eres... siempre —acepté ruborizada. Posó sus labios sobre mi frente
sonriendo.
Llegamos a su casa cinco minutos después, lo miré desconcertada. La
nostalgia enseguida me embargó. Hacía más de dos meses que no pisaba el
interior de aquel lugar.
—¿Qué tienes pensado? —pregunté dando un salto de la camioneta. Me
esperó elevando la mano para que se la tomase. Sus ojos continuaban de ese
dorado tan intenso como la noche anterior.
—Primero... quieren saludarte —enarqué las cejas asombrada.
—¿En serio? —asintió evaluándome.
—Si te sientes incomoda, no hay problema —negué aturdida.

—Es sólo que me parece extraño —caminó conmigo de la mano hasta la
enorme puerta de cristal.
—Todo irá bien... —prometió mirándome tierno.
Al entrar recordé las miles de veces que había estado ahí y enseguida me
sentí cómoda. Caminamos rumbo al jardín atravesando toda la estancia. Yo no
escuchaba nada y no tenía ni idea de si ahí estaban, pero también recordé que
ellos no tenían que usar sus voces para comunicarse. El jardín ya se encontraba
de nuevo como solía, lo admiré aspirando ese olor que tenía tan peculiar. Luca
me rodeó por la cintura dándome un beso en la cabeza.
—Hola, Sara —elevé la vista sin saber muy bien de donde Florencia había
salido. De repente noté que en la mesa en la que algunas veces Luca y yo
solíamos comer o estudiar, estaban Yori y Hugo sentados observándonos.
Parecían relajados. Había varias cosas sobre la superficie, entre ellas, una jarra
de agua fresca.
—Hola... —saludé cohibida. Entornó los ojos sonriendo ante mi actitud.
Florencia sonrió alegre. Los tres caminamos a paso humano hasta donde
estaban los otros.
En cuanto me acerqué Hugo levantó su enorme mano saludándome algo
apenado y Yori se acercó a darme un beso en la mejilla. El gesto me pareció algo
extraño, sin embargo, no me incomodó.
—Veo que estás mucho mejor... Aún te falta recuperar peso, pero
definitivamente no eres ni la sombra de lo que Luca nos dijo —Enseguida mi
novio me tendió una silla. Me senté y él lo hizo a mi lado—. ¿Cómo te sientes?
—continuó Yori.
—Mejor... —musité con timidez. Los tres me miraban relajados mientras
Luca me servía agua de limón con chía.
—Sé que te ha costado mucho regularizarte —comentó Florencia con ambas
piernas flexionadas sobre las sillas. Se veía espectacular pese a lo informal de su
atuendo. Sonreí.
—Sí, creo que son un poco intransigentes ahí... —de repente recordé lo que
Luca me había dicho sobre su ayuda– . Apropósito, gracias por lo que hiciste por
mí... —su mirada era angelical y demasiado serena, eso era algo que nunca había
notado, aunque sabía que tampoco había convivido mucho con ella a pesar de
pasar casi cada fin de semana en su casa por varios meses.
—No fue nada, yo también creo que son inflexibles, además, no fue solo idea
mía
—miró a Luca con complicidad.
—De todas formas... gracias.
—Cuando quieras —me guiñó un ojo. Se hizo un incómodo silencio y temí
por un momento que estuvieran comunicándose entre ellos sin que yo pudiera
darme cuenta. Luca se tensó de repente y miró a Hugo amenazante. Mis
sospechas eran ciertas.
—Dime, Sara... ¿cómo tomó tu padre tu mejoría? —preguntó Yori, sereno,
evaluándome. Pestañeé, sabía que me perdía de algo.
—Bien... digo... si te refieres a que puede llegar a pensar que tiene algo que
ver con su regreso, me cuidé de que no fuera así —todos sonrieron.
—Eso lo sé, a nadie le has mencionado nada sobre lo que... somos —declaró
serio. Tragué saliva. Luca tomó una de mis manos y le dio un leve apretón.
—Todo va bien, Luna... sólo quieren ser corteses y que.... Charlemos. —No
lo miré ya que me pareció desconsiderado de mi parte que se dieran cuenta de
que me hablaba de esa forma ignorándolos.
—Sara... —continúo Yori recargando ambos brazos en la mesa y mirándome
de una forma que no comprendí. Sus ojos dorados me recordaban a los de Luca
cuando... cuando quería sentirme más cerca, sólo que los de él eran más oscuros
y sabía que no tenían nada que ver con aquella emoción—. Ahora que todo esto
ha pasado, somos conscientes de que las cosas no serán... lo mismo, para
ninguno de nosotros... Tú y Luca no pueden separarse ya que de alguna forma
sus... no sé cómo decirlo... sus esencias, son dependientes. Sin ti, como sabes, su
energía baja a niveles peligrosos en cuestión de horas y tú... igual, solo que lo
manifiestas de una forma humana...
—Yori —atajó Luca, serio. El interpelado elevó una mano pidiendo que
esperara.
—Debemos hablar de esto, Ilyak —zanjó. Pestañeé al escuchar su verdadero
nombre, ese que no lograba integrar aún en mi cabeza, pero que entendía
encerraba su ser zalandro, ese cauteloso, controlado, estratégico, enigmático,
inflexible.
—Sí, pero no ahora, aún no está bien.
—Sí lo estoy —reviré mirándolo suspicaz. Se recargó en la silla, sabía que
no me movería de ahí. Florencia sonrió y Hugo, que hasta ese momento había
permanecido en completo silencio, pareció divertido y miraba a Luca
compadeciéndolo.
—Quiero pedirte disculpa a nombre de Hugo —Yori continúo, haciendo caso
omiso de lo que acaba de suceder. Este enseguida se irguió un tanto nervioso.
Verlo reflejar sus emociones me parecía irreal, siempre indiferente y desgarbado,
pero ahí parecía atento y mucho más accesible, aunque su físico seguía
haciéndolo algo amedrentador.
—Me parece que el mismo debería hacerlo —expresó Luca, amenazante.
Yori asintió sereno, era evidente su autoridad ante ellos y el lugarque ocupaba.
—Lo hará... pero yo soy el responsable de todos ustedes y me corresponde a
mí ser el primero en hablar.... Sara —giró hacia mí dando por terminada su
conversación con Luca.
—No imaginé que sucediera esto. —Me confesó arrepentido. Le apreté la
mano dándole a entender que no me importaba.
—No debió ir a hablar contigo ni meterse a tu habitación. Nosotros no
usamos nuestras habilidades de esa forma y quiero que te sientas en completa
libertad y segura de que no volverá a ocurrir. Nadie, a menos que tú quieras,
podrá invadir tu espacio.
—No pasa nada... sé que pensó que era lo mejor. —Lo disculpé. Hugo
frunció el ceño desconcertado, le di mi atención de nuevo a Yori.
—Eres muy amable portomarlo así, y tienes razón, pero eso no lo justifica
bajo ningún motivo... y no volverá a pasar. —sonó a una orden. Me lo decía a
mí, pero era claro a quien iban dirigidas esas palabras cargadas de autoridad.
Asentí un tanto avergonzada—. Por otro lado... aún tenemos muchas preguntas
que seguramente Luca te ha comentado... dudas sobre cómo funciona lo que hay
entre ustedes... Debes saber que me preocupa las consecuencias de esta
"dependencia"... y aunque hemos estado buscando respuestas... Aún no las
tenemos. Por lo mismo no sabemos hasta qué punto se haya afectado tu...
química... si es que la respuesta a todo esto es la cauterización de tu herida.
Ignoramos si es reversible, si permanecerá esto para siempre o si tiene fecha de
caducidad, y si es que la tiene, qué ocurrirá con ambos...
¿Comprendes lo que trato de decirte? —indagó con su mirada clavada en mí.
Luca ya estaba rígido y atento a la conversación. Asentí siguiéndolo—. Sara...
no sabemos si tu ciclo vital también se haya visto afectado —declaró con voz
cauta. Abrí los ojos mientras Luca escondía la cabeza entre sus manos. Lo miré
sin comprender, él parecía molesto, mucho.
—¡No sigas, Yori! —rugió con ira.
—¿Mi ciclo vital? —Luca se levantó, yo no me moví.
—Vámonos, Sara —anunció serio.
—No... quiero escucharlo todo... Ahora —mi voz se quebraba, sin embargo,
había salido tan firme como pretendía.
—No debí acceder a este teatro —vociferó Luca, furioso. Yori lo ignoró
mientras Florencia lo estudiaba, algo le estaba diciendo. Decidí ignorarlos y puse
mi atención de nuevo en el mayorde ellos.
—Sí, tu ciclo vital, me refiero a tu vida, no sé si continuará como hasta ahora
o esto... afectará tu... crecimiento.
—¿Mi crecimiento?... ¿Quieres decir que podría vivir más o menos años? —
escuché a Luca resoplar y pasearansioso detrás de mí.
—Menos, no, suponemos que si algo se modificó seria en más. —Me
corrigió. Mis palmas sudaban, eso no podía ser. Giré hacia mi novio, temblorosa,
asustada, él parecía de verdad culpable y abatido. Perdí mi mirada en el pasto,
desconcertada. Dios, eso no lo esperaba, tampoco mi corazón que iba a toda
marcha haciendo notar mi sentir a todos los seres presentes.
—No hay manera de saberlo... sólo el tiempo lo dirá, por eso Luca no quería
comentártelo, creyó que de ser necesario y llegado el momento, si tú no
cambiabas... te lo diría, antes no. Pero yo creo que debes sabertodo, aunque sea
difícil.
—¿Pero eso es posible? —pregunté aún aturdida. De repente miré a
Florencia esperanzada—. Luca me dijo que también creían que nos habíamos
fundido. —Ella asintió seria ante el tono de mi voz un tanto histérico.
—Sí, no descarto lo que creen Yori y Luca, de hecho suena a la alternativa
más probable, pero aunque mi teoría carece de fundamentos ya que no es posible
que entre ustedes se dé algo así, sus actitudes desde antes de que... él te salvara
la vida, me hacen dudar... Luca me habló sobre el líquido caliente cuando te
toca, sus ojos cambian de color cuando te tiene muy cerca y... se sintió atraido
casi en el primer momento en que te vio —viré hacia él, que permanecía de
espaldas a nosotros completamente tenso—. Yo evidentemente nunca me he
fundido, pero sé lo que es, el día que tú y yo hablamos... ¿Lo recuerdas? —asentí
atenta y sintiendo de nuevo la
opresión de mis celos infundados, además del miedo que corría vertiginoso
por mi cuerpo, por cada centímetro de mí—. Pues me di cuenta de algo que sé,
tú ya pensaste... Si no debían enamorarse, como ustedes nombran a esto que
ocurre... y sucedió incluso contra nuestra propia condición, aun sin que
nosotros tuviéramos conciencia de ese sentimiento, ¿por qué entonces ustedes
no se pudieron haber fundido? Si al final la esencia de ambos seres es energía.
—Sara necesitaría ser una zalandra —intervino por primera vez Hugo.
Parecía estar muy atento a nuestra conversación, miraba a Florencia, sereno.
Como si lo que dijera fuera evidente.
—Lo sé... pero acepten que también puede ser una explicación... Al final
entre ellos han sucedido cosas que no tienen ni lógica, ni razón... y, sin
embargo, ocurren... Ella tuvo fiebre... pero no pasó de ahí... Sabemos que un
descuido como el de Luca; dejar salirasí su energía como ese día, pudo
habertenido consecuencias funestas...
—Enfermó... ¿No es suficiente? —bramó Luca detrás de mí. Florencia lo
miró imperturbable.
—Luca, sé que intentaste controlarte cuando lo hiciste, pero tú mismo has
dicho que a su lado no lo logras... Admite que tengo razón.
—Pero ahora la toco y no le pasa nada, Florencia... ¿Cómo encaja eso en tu
teoría?
—Luca, tú decidiste que no la perderías en el mismo momento en que la
salvaste. En ese instante supiste que no podías dejarla morir... En ese momento
pudieron haber cambiado las cosas, probablemente fue el comienzo del "sí"
que faltaba. —sentía mi cabeza hecha una maraña, eso sin contar las
palpitaciones y los temblores—. Además, está lo que ambos sintieron cuando
pronunció tu nombre real... ¿Qué me dices de eso?, creo que ahí se completó la
compenetración. —Pestañeé recordando esa sensación, era verdad, sentimos
ambos que todo encajaba de repente. Volteé hacia él, estaba con sus manos
recargado en mi silla y la miraba negando, muy serio.
—Sara —dijo Yori. Enseguida le puse atención sintiéndome perdida,
molesta—. Cada uno está buscando probar su teoría y te prometo que en
cuanto sepamos algo tú lo sabrás... No te ocultaremos nada —observó a Luca
apenado.
—¿Si es todo?... Nos vamos —anunció mi novio claramente rabioso.

—Sara, lamento lo de tus cosas, no debí entrar así... Te prometo que no
volverla a ocurrir —se disculpó Hugo un tanto arrepentido. El cambio de tema
me tomó por sorpresa. Parpadeé turbada.
—No hay problema —me escuché decir. La silla se elevó unos centímetros
y se hizo hacia atrás.
—Vamos —ordenó Luca sin mirarme, tendiéndome su mano. No se la di.
Una, porque estaba muy molesta con él, había omitido algo que cambiaba mi
vida, algo serio, algo trascendental. Y dos, porque sabía que si lo tocaba el
enojo quedaría atrás. Lo cierto era que necesitaba espacio. Estaban hablando
de mí, de mi mundo, de mi... futuro.
—Hasta luego y... gracias porhablarconmigo. —Me despedí un tanto
avergonzada por la conducta descortés de él. Acto seguido, comencé a caminar
hasta la parte frontal de la casa sin esperarlo. En cuanto estuve frente a la
fachada apareció frente a mí provocando que casi chocáramos.
—Sara... —Lo esquivé y continúe rumbo a su camioneta, decidida. Volvió
a hacer lo mismo.
—Quiero irme a casa —exigí cruzándome de brazos.
—No, tenemos que hablar, no te irás así —aseguró. Lucía abatido y sus
ojos eran verde oscuro. Bufé rabiosa.
—Si no me llevas tú, me iré caminando —intenté rodearlo, pero en un
segundo ya me tenía en sus brazos.
—Bájame, Luca —rugí furiosa. Negó caminado de vuelta—. ¡Bájame,
ahora! —le grité. Pareció no notarlo y continúo andando. Decidí dejar de
luchar, para él no era nada y sabía que ni siquiera le hacía cosquillas, era como
si uno hormiga peleara en mi mano por ser liberada. Mantuve los brazos
cruzados y fingí no sentir el vértigo que eso me provocaba pues además
caminaba con calma, pese a que podía transportarse y ya. No se detuvo hasta
que llegamos a su recámara, me depositó justo en el centro—.
¿Qué me dirás? De verdad no entiendes que ahora no quiero hablarcontigo,
¡ocultaste algo importante! —continuó sin mirarme. Se movía por la
habitación sin que mis ojos pudieran detectarlo. De repente tenía en sus brazos
un par de abrigos, una mochila y una cobija. Enarqué una ceja.
—Quedamos que hoy estaríamos solos, y así será, así que no te pongas
difícil.
—¿Difícil? —repetí incrédula.
—Dame la mano, Sara.
—Definitivamente no, al único lugar que quiero ir ahora es a mi casa.
Lejos de ti, por cierto.
—Sabes que no es verdad... Dámela.
—Presumido... —me dirigí a la puerta, sabía que no tendría la menor
posibilidad de salir, pero no se lo iba a poner tan fácil. Ilusa.
—Tú lo quisiste —expresó a mi espalda con decisión.

Te elegí a ti.

Sentí su mano sobre mi cintura haciéndome girar sin dificultad. Y de repente
ya no estábamos en su casa. Me separé de él enseguida dándome cuenta de lo
que había hecho.
Abrí la boca para reclamarle, no pude articular palabra, era el mismo lugar
en el que me había hablado sobre lo que era y sobre lo que sentía por mí hacía ya
más de seis meses. No pude decir nada y me quedé observándolo. Ahora el verde
no era el color que ponderaba, las lluvias todavía no llegaban por lo que el paraje
lucía algo seco, sin embargo, aún olía a laurel y tenía acceso a la misma vista
que aquella vez.
Caminé como en un trance hasta el mismo árbol donde lo había hecho
aquella vez y observé el paisaje ahora pintado de café y diferentes tonalidades de
verde oscuro. La cascada continuaba manteniendo verde todo a su alrededor y el
cielo se hallaba completamente despejado con el sol implacable a lo alto, pero
ahí no se sentía tanto su calor, en realidad estaba fresco gracias a la sombra de
los árboles. Dejé salir un suspiro.
—¿Porqué aquí? - giré, ya no podría continuar molesta a pesarde que no iba
a cederen mis reclamos. Él se encontraba sentado sobre la afelpada cobija café,
contemplándome abatido. Las cosas que había traído estaban
cuidadosamente acomodadas en un árbol cercano.
—Porque te prometí que un día regresaríamos... y creí que sería el lugar ideal
para estar solos y que pudieras continuar con tus preguntas - admitió despacio.
Bajé la vista hasta mis manos recordando que habíamos quedado que cuando
estuviera mejorhablaríamos de mis dudas. Me acerqué a él un tanto arrepentida
porel arrebato de hacía unos minutos- . Ven - me tendió la mano paciente, sabía
que mi enojo había desaparecido. Se la di y me sentó en medio de sus piernas.
Tomó mi barbilla para que lo viera.

Luna, compréndeme porfavor, nada de lo que escuchaste sabemos si es o no
verdad, son conjeturas, hipótesis sin comprobar.

—Pero... pudiste decirme tus sospechas sobre... lo que me puede ocurrir -


musité con calma. Me soltó y cerró los ojos.
—No quería que vivieras en esa incertidumbre... No me parece justo, con
que yo lo supiera y esperara, era suficiente.
—Pero si de verdad eso sucede... me daría cuenta... Quiero decir, no
envejecería,
¿cierto? - Mi voz tembló al deciraquello.
—Es más que eso, Sara, tu vida en este planeta duraría mucho tiempo y ni
siquiera sé si lo mismo que la mía, enterrarías a los tuyos y verías como la gente
que más amas muere. Ya te pasó una vez, no quería que... pensaras que existía la
más mínima posibilidad de volver a sentir algo así, no aún.
—Luca, ¿cómo lo sabremos? - quise saber sin esconder mi angustia.
Acarició mi rostro con tristeza.
—Esperando...
—¿Ibas a pasar años solo observándome para ver si envejecía o no...? -
conjeturé incrédula.
—Si era necesario, sí.
—Casándonos... ¿asegurabas estar a mi lado para cerciorarte? - comprendí.
Frunció el ceño.
—Nunca lo he pensado de esa forma, te lo aseguro... Luna, no sé cuánto
durará tu vida,
ni qué nos depare todo este lío en el que te metí... pero de lo único que estoy
seguro, es que pase lo que pase y vivas el tiempo que vivas, quiero estar a tu
lado, Sara, aunque eso me convierta en un seregoísta.
—¿Egoísta?... Podría decirlo mismo de mí.
—No, tú no lo eres. Por mi terquedad mira hasta donde te he arrastrado...
Todo lo que he complicado...
—¿Te arrepientes de haberme salvado la vida? - Sus ojos se oscurecieron en
un parpadear.
—Nunca... Tenga las consecuencias que tenga lo que hice, jamás me
arrepentiré de haberpodido estarahí y de haberte mantenido en este mundo...
Aunque fuese de esta forma - zanjó con bravura. Conforme hablaba volvían sus
facciones a relajarse y sus ojos a clarearse. Acaricié su rostro dándome cuenta de
la batalla que se libraba en su interior.
—Luca, tranquilo, la verdad es que la idea de no... envejecer aún me parece
irreal, me asusta como el maldito infierno, pero si es a tu lado... creo que lo
podría llegar a aceptar... y aunque amo a mi familia tú ahora eres mi vida... No lo
dudes por favor - susurré. Rozó mis labios, afligido.
—Y tú la mía, Luna, y no pienso separarme de ti...
—Lo sé y como te puedes dar cuenta, lo que me planteaste ayer sobre mis
"opciones", ahora no son muy viables.
—Cuando te dije eso ayer, es porque es verdad... Tú podrás hacer de tu vida
lo que quieras... y si tu ciclo vital esta alterado de verdad, a lo mejor quieres
pasar un tiempo con ellos sin mí. - Coloqué un dedo en su contorneada boca.
—Sin ti no, sin ti nada - declaré sonriendo para aligerar su tensión. Su cabeza
iba tan rápido que me era evidente al ver sus ojos que yo iba varios pasos atrás.
Posó su frente sobre la mía.
—No quiero que te preocupes, por favor... Independientemente de esto,
¿todo entre tú y yo sigue igual? - preguntó con cautela. Asentí inhalando su
aroma. No quería pensar en eso, no en ese instante que lo tenía tan cerca y solo
para mí, lejos de todo y de todos. Me acerqué a él y rocé sus labios
saboreándolo, luego pensaría en todo el desastre que parecía solo crecer bajo mis
pies- . ¿Ya se te pasó el enojo? - acepté
torciendo la boca, aún aturdida porsu aroma en mi sistema.
—Me molestó que no me lo hubieras dicho, pero... entiendo tus razones - me
recargó en su pecho y ambos quedamos mirado al frente- . Creo que no volveré a
poner un pie en tu casa después de lo que sucedió... Seguro escucharon todo -
sonrió besándome la cabeza.
—Probablemente, pero no te preocupes... les dimos más diversión en esos
minutos que la que han tenido en años... Además, conocen cómo es tu carácter.
—¿Mi carácter? - pregunté sin comprender aquel comentario.
—Eres impulsiva y nunca te quedas lo que piensas... Eso es una de las tantas
cosas que amo de ti; contigo todo es muy claro, no puedes ocultar nada.
—Creo que a veces exagero - admití riendo.
—Puede ser, pero a mí me parecen encantadores tus arranques de furia, debo
confesar que los disfruto - le di un pequeño codazo fingiendo indignación.
—Tú también tienes lo tuyo - le recordé con una hoja seca entre mis dedos.
—Lo sé, pero contigo siempre logro controlar esa parte de mi ser.
—Pensé que conocía tu peorcara.
—No, Luna, no la conoces y ten la seguridad de que nunca la usaré contigo.
—Eso... me tranquiliza - admití sin podérmelo imaginar de verdad furioso.
—Lamento haberte traído aquí así. - Se disculpó contra mi oreja. Me encogí
de hombros, sintiendo como mi piel se erizaba al contacto con su aliento.
—No hubiera venido pormi propio pie.
—Lo sé, pero aun así, lo siento.
—Disculpa aceptada. - Permanecimos varios minutos en silencio disfrutando
de lo que el paisaje nos brindaba y de poderestarsin reservas el uno con el otro.
—Luca... Hugo y tú... No me gusta que estén disgustados.
—Desde el momento que te pidió perdón, dejamos de estarlo. - Lo miré
enarcando una ceja. Tomó un rizo entre sus manos, sereno- . Esa fue la condición
para que todo quedara atrás y una promesa de que jamás, nunca, volvería a
hacerlo.
— Me da gusto. - admití sonriendo.
—Lo sé, Luna.
Pasaron varios minutos así. Mi estómago comenzó a pedircomida. Él rio
porlo bajo.
— Creo que alguien ya recuperó su apetito - se burló. Lo fulminé entornando
los ojos, sabía que esa parte de mí, por alguna extraña razón, le encantaba. Unos
segundos después abrió la mochila y comenzó a sacar recipientes con carnes
frías, uvas y queso, pedazos de pan finamente cortados y un tarro transparente,
que supuse sería sangría. Lo miré asombrada.
—¿Tú preparaste todo esto?
—Sí, aunque no te decepciones, esto es apenas el principio... aún falta la
comida - me guiñó un ojo mientras servía en unos vasos de plástico rígido la
bebida. Me acerqué a los tazones, comencé a picarlos dándome cuenta de que los
cortes eran exactos y las porciones del mismo tamaño. Me lo metí a la boca
hambrienta. Todo sabía delicioso, incluso el preparado de que me había servido.
Minutos después decidí que era suficiente, tenía que hacerhueco para lo que
vendría... aunque ya no quedaba mucho, a decir verdad. Él sonrió satisfecho y
comenzó a guardarlo todo lentamente, excepto lo que tomábamos.
—Luca... ¿Cómo se divierten en Zalandra? - Me observó por debajo de su
cabello negro un tanto divertido por mi pregunta. Él había dicho que ese era el
momento y definitivamente lo usaría. Tomé un trago de ese líquido ácido y
afrutado que dejaba una huella dulce en mi paladar. Se hincó sobre la colcha con
unos recipientes en la mano que pensaba meter en la mochila, la cual estaba
cuidadosamente colocada frente a sus rodillas. Verlo hacer cosas a paso humano
era refrescante, por lo que no le quitaba la vista curiosa, bueno, en general no lo
hacía, pero porotras razones.
—No hay concepto de diversión y recreación tal como ustedes lo conocen...
Allá eres lo que eres, siempre.
—O sea que, ¿nunca descansan, salen con amigos, dejan las obligaciones a
un lado? - negó arrugando tanto la nariz que se le hicieron unas pequeñas arrugas
a los lados de sus ojos verde limón- . Suena aburrido - acepté sentada sobre mis
rodillas frente a él un tanto incomoda por el atuendo que llevaba; una falda no
era la mejor opción para un día de campo.
— Pues no, en realidad cuando no has vivido algo... ¿Cómo saber que lo
extrañas? La necesidad nunca ha surgido, seguramente a ti te costaría trabajo ya
que podrías compararlo - argumentó con sencillez. Reflexioné un poco con su
análisis, tenía razón admití.
—A ver... No duermen. - negó-No comen. - volvió a decirme que no con la
cabeza-. No se divierten... No descansan... - puso los ojos en blanco riendo.
—No... Sara, no somos lo mismo, tus puntos de comparación y tu forma de
pensar no tienen nada que ver con mi forma de vida, aunque sí hay cosas en las
que, como te he dicho, podríamos sersimilares.
—Dime algo... - le pedí mordiendo el filo de mi vaso. Él ya terminaba de
guardarlo todo- . Dices que no quieren, que no aman... Entonces ¿cómo hay esa
relación entre Hugo, Florencia y tú? Quiero decir, evidentemente hay cariño y
los sentimientos que implica; lealtad, solidaridad, fraternidad, confianza... - dejó
las cosas a un lado y se sentó en perpendicular a mí, observando el cielo, serio.
—Sí hay sentido de pertenencia... Ellos y yo hemos crecido juntos,
aprendido juntos, supimos desde el primer momento que jamás nos separaríamos
y claro... de eso surge un lazo de lealtad, tolerancia, confianza... Pero no como tú
las concibes... Lo nuestro es algo que debe ser, que tiene que darse para que todo
engrane y funcione, no es opcional.
—No tuviste opción, aunque pudiste elegir que no te cayeran bien - señalé.
Giró hacia mí con sus ojos aún muy claros y con su boca curvada en una sonrisa.
—No, eso no es posible, Luna, recuerda que yo nací para ser lo que sería si
regresara a Zalandra y parte de mi ser "Elho", era aceptar que ellos son parte de
mi función y de lo que soy, no te planteas esas cuestiones... Entiendo que te
cueste trabajo comprenderlo... Pero como te dije; tu vida ahí ya está dada y
decidida, no hay nada que elegir.
—Luca... - esa pregunta la tenía en mi cabeza desde hacía meses y había
llegado el momento de hacerla y él tendría que contestarla. Me miró tranquilo- .
Qué es lo que sucedía antes de que... termináramos... - su gesto se endureció- .
En los recesos... Qué hablaban, ¿qué estaba ocurriendo? - Lo interrogué. Desvió
su vista hasta el hermoso paisaje y se perdió en él. Me pareció un siglo el tiempo
que tardó en pronunciar la primera palabra.
— Zalandra está teniendo problemas... - musitó en voz muy baja. Su gesto
era impenetrable, no tenía ni idea de que pasaba porsu cabeza. 7
—¿De... qué tipo? - pregunté nerviosa sin entender porqué.
—En su interior, están creándose conflictos entre los Managhos - los
Triángulos como tú los conoces- , de las diferentes regiones... Nada que
podamos ahora solucionar, y porsupuesto algo que yo no veré...
—¿Y cómo lo saben?
—Yori tiene contacto directo, su cabeza está programada para eso. El
Managho de Irralta le avisó lo que sucedía, las cosas aquí se pueden ver
afectadas porlo mismo.
—¿Afectadas?
—Sí, recuerda que hay otros seis Managhos en este mundo, no sabemos qué
reacción tengan ante estas situaciones, aunque se supone que no deberíamos
hacer nada, es probable que aquí todo siga igual...
—¿Qué podría suceder?
—Lo desconocemos, pero debemos estar prevenidos... Nunca estamos al
tanto de cómo actuarán los demás. Como sabes son tres seres interdependientes
entre ellos, pero que son independientes de los demás - me recordó. Asentí
despacio, si hubiera sabido que comenzaría a recibir la información deseaba,
hubiese llevado mi libreta, anotaciones, pero no, así que lo intentaba acomodar
en mi cabeza, palabra por palabra, con el temorque eso implicaba.
—Pero... Yori sabe dónde están, ¿no? Me refiero a los otros.
—Sí, cada guardián lo sabe, y hasta ahora todo sigue igual, así que...
probablemente piensen como nosotros... Aquí no es el lugar adecuado para
ajustar cuentas pendientes.
—¿Y qué sucede en realidad?
—Es complicado, Luna... Zalandra, como te conté, es un planeta envidiable
y por lo mismo demasiado soberbio... Cada región se percibe a sí misma mejor
que la otra y están haciendo alianzas unas con otras sin tomarse todas en cuenta
como solían hacer, como es nuestro deber... Una de las cosas que nos ha hecho lo
que somos: es la unión, la paz. Siempre hemos pensado todos del mismo modo,
si eso se rompe se traducirá en debilidad y nos pone en una situación vulnerable
ante todo aquel que quiere apoderarse de mi mundo.
—¿Quién... tomaría tu lugar, Luca? - De pronto pregunté. Lo tomé
porsorpresa. Me miró con ojos oscuros. El tema evidentemente no le agradaba,
sin embargo, no pararía, no ahora. Esperé.
—No hay nadie, Sara... Yo soy... insustituible - confesó con voz lúgubre. Me
mordí el labio mirándolo, preocupada.
—O sea que... ¿No habrá Triangulo en tu región? Eso tendrá consecuencias
graves, ¿no?
—bajó la vista y comenzó a arrancar un poco de pasto que tenía frente a él.
—Sí, las tendrá... Los siete Managhos al estar juntos... creamos una energía
de protección... Si uno falta no sé si continuará - manifestó, tenso. Pestañeé
ahora además de preocupada, asustada, comprendiendo por primera vez con
claridad el peso de su decisión. Él no podía quedarse sin más, un mundo entero
saldría afectado.
—Luca... no puedes permanecer aquí, no con todo lo que implica. - refuté
aturdida. Posó sus ojos en mí arrugando la frente, continuaba serio e
impenetrable.
—Eso no lo discutiré, Sara, y menos ahora... Yo me quedaré aquí, mi Wota
puede permanecer en su posición durante más tiempo... aun con Florencia y
Hugo en el poder, solo tendrán que hacer la conexión entre ellos... - era
consciente de que había mucho más, pero no me lo diría.
—Pero no pueden reproducirse de nuevo - apunté un tanto histérica
recordando aquella conversación ya hacía varios meses frente a su piscina.
—Encontrarán la forma de que todo continúe funcionando igual... Créeme...
nunca se dan por vencidos y siempre logran encontrar la solución a los
problemas. - aseguró con certeza. Bajé la mirada hasta mis manos sintiendo mi
respiración irregular y mi corazón un tanto desbocado-. Sara, si yo me fuera...
¿Sabes las consecuencias que tendría eso en ti? - me preguntó despacio. Lo miré
afligida.
—Sí, pero... yo soy... una simple humana, Luca... nada relevante en
comparación contra todo un planeta y seré la causa de hundir en un caos a todo
un pueblo - argumenté agobiada. De repente estaba frente a mí y sujetaba mi
barbilla, aún serio, pero con ojos dorados.
—No vuelvas a decir eso, en ti no hay nada simple... créeme. Haré las cosas
de una forma en la que se afecte todo lo menos posible, pero dejarte no ocurrirá,
¿comprendes?... Además, se te olvida que yo tampoco puedo separarme de ti...
Llegaría a morir, Sara - sentí ahora un dolor atenazando mi pecho. Morir, ¿él?
Eso simplemente no entraba en mi cabeza. Definitivamente todo estaba, a esas
alturas, sumamente enredado y dolía sin poderevitarlo.
—Pero... a lo mejor... la energía de tu planeta... te salva - musité sin
convicción.
—¿Entonces... tú no importas, que tú mueras, es lo de menos? - Me preguntó
enarcando una ceja. Tragué saliva elevando mis ojos hasta los de él que eran
peligrosamente oscuros de nuevo- . No vuelvas si quiera a sugerirlo... - rugió
molesto-. Esto no es una obsesión juvenil, Sara... No es que crea que no puedo
vivir sin ti, ni que estemos en una edad en la que las emociones son tan intensas
que no se piensa con claridad cómo pasa aquí en tu mundo, esto es real...
inexplicable y demasiado fuerte... no es pasajero, ni un enamoramiento, nuestros
seres de verdad se compenetraron, te amo, no estoy enamorado de ti,
¿comprendes la diferencia?... Conozco tus defectos, conozco tus virtudes... Sé dé
que eres capaz y de que no, conozco tus momentos oscuros y tus momentos
luminosos... ¿Entiendes a donde quiero llegar? - pregunto más tranquilo y con la
mirada más clara.
—Sí - susurré- . Somos lo que somos - proseguí con voz apagada. Aceptó
posando su frente en la mía.
—Y eso es lo que nos une... nuestro propio ser, con lo bueno y lo malo -
completó cerrando los ojos.
Permanecimos así varios segundos. El ambiente se sentía cargado. Me
arrastró al centro de la colcha con suma suavidad y comenzó a besarme. Sus
labios buscaban los míos de una forma exigente. En ese momento olvidé todo lo
que había sentido hasta hacía un segundo.
Él estaba sobre mí soportando su peso con los codos. Acariciaba mis rizos,
ansioso mientras yo sujetaba su cintura acercándolo más a mí. El líquido iba y
venía por todo mi cuerpo logrando que lo deseara aún más. Volví a meter mis
manos por debajo de su camiseta, necesitando sentir piel con piel. Su boca se
separó de la mía y de pronto tuve miedo de que en ese momento terminara. Pero
no fue así, comenzó a besar mi quijada, mi cuello, mi lóbulo con una parsimonia
inaudita que me hacía delirar y gemir sin podertener la voluntad de acallaresos
sonidos que salían de mí con tan solo esos roces. Sentía su aliento por todo mi
rostro, sus labios cálidos eran como si una estela de suavidad sobrecogedora
fuera quedando en cada lugar que su boca iba tocando. Mi corazón martilleaba,
mis manos cosquilleaban, mi estómago se encogía.
La ansiedad se disparó en cuestión de segundos y comencé a subir su
camiseta con la intención de quitársela, me sentía al límite. Sin más ya no la traía
puesta. Dejé salir un gemido al verlo sin aquella prenda. Mi boca se secó, mi
respiración se detuvo paralizándome. Era increíblemente perfecto, su abdomen
duro y fuerte, cada musculo tenso debajo de su piel, tenía vello oscuro en forma
de "T" que adornaba de una forma asombrosa la parte baja de su abdomen.
Hiperventilaría en cualquierinstante.
Levanté la mirada y me topé con sus ojos amarillos, casi traslucidos que me
observaban deseosos. Se había dado cuenta de mi reacción al verlo así. Parecía
un dios encarnado, ni siquiera me atreví a levantar la mano para tocar aquel
cuerpo exageradamente bien hecho. Nunca lo había visto así, habíamos ido a la
playa un par de veces, pero nunca llegábamos a meternos al mar por lo que
nunca había visto su pecho al descubierto.
Pestañeé varias veces, nerviosa. La escena era demasiado irreal. Sin que me
diera cuenta de nuevo estaba sobre mí tomando mi cabeza por ambos lados
sonriéndome tiernamente.
—¡Por los dioses!... Con esa mirada desarmarías a un ejército entero, Luna...
—Eres... perfecto - chillé aun aturdida. Sonrió al tiempo que me daba un
beso inocente.
—Confía en mí, tú también... Demasiado - su aliento me inundaba, el calor
nos permeaba, las sensaciones nos consumían como si desearan sumergirnos.
—Nunca de la forma en la que tú lo eres - repliqué teniéndolo demasiado
cerca y con serias dificultades para hablardebido a eso.
—No... mejor... Tu piel es tan suave y se derrite bajo mi tacto de una forma
que me hace sentir fuera de mí. Tu boca... - acarició con su pulgar mi labio
inferior provocando que mi corazón volviera a retumbar alocado-es deliciosa, de
tamaño perfecto, siempre tersa, siempre hambrienta... Tus ojos curiosos, tu
cabello rebelde, todo... Eres hermosa de verdad - sonreí más aturdida aún.
Mantuve mis manos sobre su desnuda cintura y eso me ponía aun peor. Me
sentía hervir como nunca me había sucedido-. No me mires así, Luna, te prometí
intentarlo, pero... aquí no creo que sea el lugar apropiado ni que tú estés al cien
por ciento, necesito sentirte fuerte, sé que aún no le estás - musitó con una
dulzura inaudita. Asentí perdida en su mirada pajiza. No
podía moverme, aunque quisiera.
En un movimiento imperceptible ya traía de nuevo su camiseta y me
acomodaba sobre su pecho rodeando mi cintura. Ambos observamos las copas
de los arboles sin decir nada por varios minutos.
Mi cabeza flotaba completamente desconectada de mí. La forma en la que lo
deseaba no creí que fuera posible, pero a esas alturas ya casi nada podía
asombrarme, aunque verlo semidesnudo me había dejado con serios problemas
para volver a respirar con regularidad.
—¿Hay más preguntas? - quiso saber de pronto apretando un poco más mi
cintura y evidentemente más sereno, el tono rasposo de su voz había
desaparecido. Me tardé varios minutos en contestar, mi cuerpo aún era
consciente de todas mis terminaciones nerviosas. Sentí su boca sobre mi cabeza,
sonreía, cosa que solo me abochorno más. Esperó.
—Las... zalandras, si eligen... ¿ustedes pueden decir que no? - Me escuché
preguntar sentándome a un lado de él, no podía pensar en aquella posición, no en
ese momento. Sacudió la cabeza, relajado, acomodándose con las piernas
cruzadas frente a mí.
—Me gustan tus preguntas, Luna - anunció riendo mirándome con
intensidad- . Las zalandras eligen, sí, pero no como yo te elegí a ti o tú a mí; con
total libertad y con todos mis sentidos expuestos porque algo en ti me atrajo de
esta forma inexplicable. No hubo presiones, ni expectativas, no busqué que tú
fueras el complemento a mi forma de ser o función, si no el complemento a lo
que despiertas en mi cada vez que te tengo cerca, cada vez que te escucho, cada
vez que te toco.
>>Nunca pensé en la viabilidad de lo nuestro como una forma de elegirte,
se dio... te vi, no pude dejar de pensar en ti, tu forma de ser me jaló y me
mantuvo en vilo como hasta ahora. Verte sonreír era lo único con lo que
fantaseaba cada mañana antes de verte y lo que aún me propongo cada día. No
sé si tu personalidad, o la mía, garanticen un enlace perpetuo o eterno y
definitivamente no perfecto. No sé si tu carácter sea compatible con el mío. No
me importa la posición que ocupes como a ti no te importa la mía.
>>Tú y yo estamos juntos porque... lo que sentimos nos hace permanecer
uno al lado del otro. Porque sabemos que nunca seremos uno, sino dos y que
eso implica más esfuerzo y dedicación. Porque a pesar de que no tengo ni idea
de lo que sucederá quiero estar contigo sin importarme cómo, ni cuánto tiempo
tendremos para vivir lo que sentimos. Porque cuando no te tengo a la vista no
puedo dejar de imaginarte y de extrañarte. Porque lo único que quiero es que
seas feliz y que... si la vida es benévola conmigo, permitirá que sea a mi lado -
sentí la boca seca y las palmas sudorosas, mis emociones estaba sufriendo
serios estragos esa tarde.
En algún momento de todo aquello se me había olvidado, de nuevo,
respirar y comenzaba a sentirme algo mareada. Sin darme cuenta se acercó
más a mí y tomó mis manos entre las suyas, serio. Pestañeé aturdida.
—Luna, no tengo duda de lo que siento por ti y estoy muy seguro de que
no acabará... Soy consciente de que esto no ha sido fácil gracias a lo que soy, a
las repercusiones que ha tenido en ti y... - parecía nervioso- , te traje este lugar
porque... aquí es en donde todo comenzó, donde me gustaría, si tú estás de
acuerdo, que continúe... y donde necesitaba jurarte que lo que siento por ti
durará lo mismo que mi existencia, que dedicaré cada momento de ella a
buscar que tú seas feliz... Aun con las limitaciones que mi propio ser te podría
implicar. - De repente y sin más, sentí como un objeto resbalaba por un dedo
de mi mano izquierda. Mi corazón se detuvo sin poder bajar la vista de sus ojos
que me observaban fijamente- . Sara, jamás soñé llegara deciresto, pero ¿me
harías el honor de sermi pareja, mi compañera, mi amiga, mi amor, mi Luna...
el tiempo que tengamos de vida? - sollocé impactada.


Si.

Me llevé una de mis manos a la boca intentando controlar las lágrimas, bajé
la mirada y vi enroscado en mi dedo anular un anillo de platino con una piedra al
centro transparente en forma de media luna y a los lados, acomodados de una
forma espiral y perfecta, varias piedras de colores verde y dorado, justo como
sus ojos en ese momento. Nunca había tenido un artículo de esa clase, ni siquiera
sabía qué tipo de piedras eran, pero me dejó sin aliento, era extraordinario y
trasmitía demasiado.
—Es... impresionante —susurré levantando la mano para verlo mejor y sin
poder creer aun lo que estaba ocurriendo. Luca acababa de proponerme
matrimonio de esa forma tan suya, tan nosotros.
—¿Eso es un... "sí"? —Lo escuché preguntar con cautela. Enseguida sus ojos
captaron toda mi atención olvidándome así del objeto que hacía unos segundos
contemplaba. Lo tenía a un unos cuantos centímetros y nada era más increíble
que él, nada.
—Sí —acepté ruborizada. En ese momento noté como su cuerpo se relajaba,
tomó mi barbilla y la acercó a él sin dejarde mirarme.
—Será sin fecha de caducidad —musitó casi sobre mis labios. Dios, mis
terminaciones nerviosas se alebrestaban con tan solo eso.
—Por eso acepté —confesé terminando con la distancia entre su boca y la
mía de una manera posesiva.
—Te amo, Sara... y aunque sé que esto probablemente no sea lo más sensato,
no puedo esperar a tenerte a mi lado de esa forma tan humana y tan significativa.
—Tomé su rostro entre las manos.
—Nada entre nosotros es común, Luca, y te confieso que me gusta. Ojalá
dejemos de pelearcon ello. Yo intento entenderlo cada día... poreso estoy aquí,
contigo y siempre será así, aunque no sea lo más "sensato". Esto somos tú y yo...
sin explicación, sin razón, sin lógica y sin que debiera ser... Así que créeme... yo
también quiero tenerte a mi lado de cualquier forma en la que tú puedas estar. —
declaré con convicción, esa que recorría mis venas pese a todo. Sonrió
tomándome la cabeza por ambos lados y dándome un beso cálido en la frente.
Rodeé su cintura con mis delgados brazos recargando mi mejilla en su ancho
pecho. Lo escuché suspirar al tiempo que correspondía a mi gesto.
—Es realmente hermoso, Luca —admití aún escondida en él, contemplando
mi mano. Bajó su rostro y lo observó también
—Quería que nos representara... por eso lo hice así —murmuró como si
fuese lo más común del mundo. Elevé mis ojos hasta los suyos.
—¿También lo creaste? —asintió satisfecho al ver mi reacción.
—Esto es algo que nos une a ti y a mí, debía hacerlo yo, quién más. —
apuntó con tono formal.
—¡Guou!, deberías dedicarte a esto... ganarías un montón de dinero. —De
pronto recordé que él no lo necesitaba, reí– . Bueno, no es que te haga falta, pero
eres definitivamente bueno.
- Es sólo porque es para ti. No poseo el menor interés en andar por ahí
manipulando materia para que alguien que no seas tú la tenga —aseguró
solemne. Le di un beso fugaz hincándome de nuevo sobre mis piernas. Se alejó
menos de un segundo en que yo me quedé observando el objeto en mi mano. Él
mío, yo suya.
—Te traje esto. —Sacó de uno de los cierres de la mochila un jeans que sabía
usaba mucho últimamente debido a mi peso– . Desde que te vi con esa falda
supe que los necesitarías y yo... definitivamente también —se los arrebaté riendo
cuando lo tuve cerca.
—Si me hubieras dicho que me traerías aquí...
—Y perderme el verte vestida con eso... ¡Olvídalo!, no lograrás que me
retracte.
—entrecerré los ojos divertida por la forma tan desgarbada de decir aquello,
lo pensaba, lo conocía. Coloqué mi adquisición sobre mi regazo, contenta de
tenerlos.
—Cuando quieras cambiarte, sólo dime y yo me giraré... ¿De acuerdo?
—¿Te girarás? —pregunté enarcando una ceja, provocándolo.
—Sí, Sara, me giraré y tú te cambiarás como buena niña rápidamente... Ya te
dije que no será aquí cuando intentemos lo que sé, estás pensando —zanjó. No
pude ocultar mi desilusión e hice un mohín.
—No me digas que piensas que será hasta que nos casemos. Eso sí que no,
Luca... olvídalo —ya podía pensar fríamente por lo que no tuve problemas para
hacerle saber lo que creía al respecto. Se puso de pie sacudiendo la cabeza.
—Esa es una costumbre de tu gente un tanto arcaica y creo que incluso ya
está pasando de moda, definitivamente antes de hacerte cumpliresta promesa,
como ya te había dicho... probaremos tú y yo hasta dónde podemos llegar —
declaró sin dudar. Sentí las manos sudorosas, mi corazón galopó tan rápido y
bruscamente que estaba segura que él lo había escuchado. Pensar en "eso"... me
daba taquicardia, sentía que en cualquier momento caería en una crisis nerviosa
por el constante cambio de emociones, sin embargo, lo ansiaba.
—Está... bien —mi voz apenas si fue audible. Él sonrió de una manera
hipnótica, pasando sus manos porsu cabello, negando
—¿Entonces? —Me preguntó frente a mí.
—¿Entonces qué?
—¿Te quieres cambiar ahora o más tarde? —Me recodó. Pestañeé bajando la
vista hasta mi pantalón. En ese mismo instante, era la respuesta, definitivamente
estar sentada en esa postura o cualquier otra con mini falda no era lo mío,
resultaba incómodo y poco práctico.
—Ahora. —asintió como si ya supiera que esa iba a ser mi respuesta. Me
cambié en menos de un minuto sin dificultad, el mismo que él se alejó unos
metros y perdió su mirada en el paisaje que se extendía frente a nosotros. En
cuanto estuve más cómoda caminé hacia él, sin verme abrió su brazo para rodear
mi cintura.
—Luca... si... tú y yo... no... resulta... ¿Quieres decir que... definitivamente
no nos casaremos? —quise saber buscando su mirada. Su quijada se contrajo y
su gesto se endureció– . Dijiste que nunca nos separaríamos...
—Y no lo haremos, Luna.
—¿Entonces?
—Temo lastimarte, que algo de repente suceda, no soportaría hacerte daño...
Pero tú debes saber las limitantes de lo nuestro antes de que nos unamos bajo tus
costumbres.
—No cambiaré de opinión, Luca, no es eso lo que busco de ti.
—Lo sé, Sara, pero también sé que va a llegar un punto en que tú me lo
volverás a pedir...
—Y lo volveremos a intentar... Hasta donde me he dado cuenta nada está
escrito entre nosotros, no sabemos cómo pueden irse dando las cosas, no pienso
darme por vencida, ni en esto, ni en nada. —inhaló fuertemente.
—Luna, ni los dioses tienen idea de cuánto te deseo, pero puedo asegurarte
que jamás he ansiado algo con tanta intensidad, como a ti, y como a nosotros, en
ese o cualquier plano que sea posible —lo escuché embelesada, qué argumentos
podría tener contra eso, además, dejaba mi mente en blanco cuando hablaba así
—. Acordamos que lo dejaríamos al tiempo... Hagámoslo así, ¿de acuerdo? —
acepté recargando en su costado mi cabeza.
Unos minutos después desapareció llevándose la mochila, no pude contar
más de treinta segundos cuando ya había regresado.
—Tardaste —me quejé burlona.
—La próxima vez irás conmigo y me ayudarás.
—Mejor te espero —declaré perezosa.
Entre los dos comenzamos a sacar todo lo que había dentro y a acomodarlo
sobre un mantel que también venía en esa maravillosa mochila.
Una pasta fría realmente deliciosa y una ensalada verde para complementarla
que sabía igual. Cuando terminamos me sorprendió con un gran trozo de pie de
manzana y nieve de vainilla. Al final quede más que satisfecha y con el típico
sopor que te da el calor y una buena comida. En medio de bromas aceptó que la
comida y el postre los había mandado a pedir, gracias a su falta de gusto, cocinar
no le llamaba del todo la atención. Nos recostamos sobre la colcha que en menos
de un segundo había dejado libre.
El aire soplaba fresco, escuchaba el silencio del lugar de una forma
arrulladora y agradable. Las hojas un tanto secas de los árboles se movían por lo
que se podía escucharsu crispar sin mucha dificultad.
—Luca.
—Mmm —Me encontraba a su lado recargada en su pecho cómo solíamos
estar, él acariciaba mi brazo delicadamente mientras yo jugaba con los dedos de
su mano libre.
—¿Ellos... saben que... —decir la palabra aún me costaba trabajo, a mi edad
era algo impensable, aunque no me arrepentía ni por un segundo de la decisión
que había tomado. Él no me ayudó y esperó a que yo la pronunciara paciente– ,
nos casaremos?
—logré deciral fin.
—Sí.
—Y... ¿estuvieron de acuerdo?
—No hay mucho que puedan decir, no podemos separarnos de todas formas,
así que... aunque sé que albergan la ilusión de que algo cambie, ya perdieron las
esperanzas de que algún día te deje.
—Entonces no lo están —deduje.
—Por ahora digamos que sí. Creen que es lo mejor ya que si de verdad tú...
vida comienza a detenerse... estarjuntos es lo que tendrá que ocurrir.
—Tengo una duda —expresé recargando mi barbilla sobre mis manos en su
pecho.
—Qué extraño... —aceptó burlón.
—¿Cómo podrían "comprobar sus teorías"? No entiendo de qué forma
pueden averiguar si yo tengo alguna alteración provocada por... ti —llenó sus
pulmones de aire y pasó una mano pordetrás de su cabeza para elevarla y poder
verme.
—Siempre hay formas...
—¿Cuáles? —quise saberimpaciente.
—Sabía que lo preguntarías... sólo que no pensé que tan pronto —esperé sin
pestañear—. Tu sangre...
—¿Mi sangre?... No entiendo —protesté frustrada.
—Cuando te hicieron estos... análisis... Yori consiguió acceso a ellos... Los
está evaluando.
—Pero ¿cómo?... No es médico y no ha de serfácil colarse a un laboratorio.
—No lo es, pero... ¿se te olvida que los muros no nos detienen?
—Aun así, ¿él sabe de medicina?
—De todo en realidad... por eso aquella noche pudo transfundirte... digamos
que es como una enciclopedia temática... y si quiere saber algo más profundo
sobre algo, solo tiene que dedicarle más tiempo del común y... lo aprende. —Me
explicó. Recordé que en ese mismo lugar me había dicho que tenía la capacidad
cerebral completamente desarrollada y si a eso le aunaba su propia esencia.... sí,
eso sonaba probable.
—Para eso necesitas un laboratorio. —reflexioné en voz alta.
—Sí, pero tiene contactos... Esas cosas no se le dificultan, Luna... Ese es su
puesto, recuerda que así funcionamos.
—Y mi sangre... ¿qué dice? —Se tensó bajo mi tacto.
—Aún no sabemos bien... también tiene el resto de tus estudios... Créeme...
está en eso, sólo que... no sé si logre averiguar algún dato que nos ayude.
Esperamos que algo fisiológico se haya alterado para que nos dé una pista. —
Recargué de nuevo mi cabeza en su pecho—. ¿Te molesta? —indagó de pronto
un tanto preocupado.
—No, sólo espero que si hay algo... lo sepan pronto... Me desagrada no saber
qué sucederá conmigo —admití desconcertada. Tomó mi barbilla para que lo
mirase.
—Lo que sea, no estarás sola... No temas, todo saldrá bien.
—No quiero ir a Vancouver —confesé de repente. Esa idea se había formado
desde que en su casa me habían dicho la verdad de lo que sospechaban.
Enseguida ya estaba sentado y yo frente a él, me movía de una forma en la que
casi no me daba cuenta, pese a dar un respingo le mantuve la mirada, que ahora
se oscurecía, estaba en desacuerdo.
—Luna, no, tu irás... ya lo discutimos.
—Pero no sabía esto, Luca... ¿Qué si de verdad no envejezco? No al paso de
los demás... No podré continuar cerca de mi padre o Bea, tendré que alejarme
definitivamente y no como antes lo habíamos planteado. Quiero poder estar a su
lado mientras me sea posible, Vancouver siempre estaría ahí y ellos... no —mi
voz sonó apagada y melancólica, no pude evitarlo, el sentimiento de que en
algún momento, si mi vida se había alterado, tendría que cortar con ellos o verlos
morir... me carcomía, pues no sería de la manera que debía ser, eso lo cambaba
todo. No sabía si podría manejar otra perdida así de nuevo.
—Sara, aun no lo sabemos... ¿Qué pasa si no es así y vives tu vida como
debía de ser?... Habrás dejado todo por una suposición, que hasta ahora carece
de pruebas y fundamentos.
—Pero siempre estará la duda... por lo menos durante algunos años. —
acarició mi mejilla, afligido.
—Permite que yo me preocupe poreso, tú has todo lo que se supone que
debías hacer.
—No cambiaré de opinión, Luca, no quiero —resopló frustrado.
—No puedo obligarte y aunque pudiera, jamás lo haría... pero piénsalo ¿sí?...
No quiero que tomes una decisión precipitada —elevé la mano y le mostré el
anillo.
—Esto también puede ser algo precipitado... —noté su desconcierto– , y aun
así, no hay nada que quiera más, estoy segura de mi decisión... me sucede lo
mismo con la universidad.
—Son cosas diferentes, Luna. Hagamos algo: —propuso tomando mi rostro
entre sus manos– . Espera a que regresemos de las vacaciones pascuas y si aún
no sabemos nada... decides, ¿te parece? —arrugué la comisura de los ojos no
muy convencida—. Hazlo pormí.
—Está bien... pero después de vacaciones, Luca.
—Con eso me conformo. —Faltaban quince días para que entráramos en
recesión de clases y un mes para que regresáramos... Podía esperar.
- Aún hay otra cosa —le dije más tranquila. Me miró expectante.
—Mi padre no puede verme esto en el dedo... no sin que antes hablemos con
él... —enarcó las cejas algo nervioso. Sonreí.
—No recordaba eso, cierto. Pues... hablaremos con él... —no parecía decirlo
con temor, más bien con suficiencia y seguridad.
—No le gustará nada.
—Lo sé.
—¿Cuándo lo haremos?
—En el momento que lo desees... Tú dirás cuando quieres que este
compromiso se cumpla —torcí la boca meditándolo.
—Muero por estar todo el tiempo junto a ti sin restricción, pero debo
confesarte que... me da un poco de vergüenza y temor las reacciones de mi
padre, Aurora, Romina... Temo que intentarán de todo para hacerme cambiar de
opinión —acomodó un rizo suelto detrás de mi oreja sonriendo.
—Te lo aseguro, Luna... por eso será cuanto estés preparada... Tengo todo el
tiempo que quieras, aunque igual que tú, deseo poder vivir a tu lado... Sé que
será todo una experiencia.
—¿Por qué lo dices? —pregunté fingiendo ofenderme al notar su tono
perspicaz. Apretó su boca contra la mía.
—Porque no me das tregua. Entre tu cabeza y tu cuerpo son bastante
activos... Temo que un día desdobles todo un pergamino lleno de preguntas.
—¿Te molesta? —simulé sentirme indignada.
—Nunca... me fascina a decir verdad, eres curiosa hasta lo inimaginable y
nunca pasas nada por alto a pesar de ser poco atenta en tantas cosas, me enamora
cada duda, cada deducción.
—Eso siempre ha sido mi punto débil... se me olvida a lo que no le doy
mucha importancia.
—Lo sé... sin embargo, tienes una retención asombrosa... debo de cuidar
todo lo que digo porque de una u otra forma en algún punto lo recuerdas y haces
una pregunta u observación sobre ello.
—Sueno bastante latosa. —Me dio un beso en la punta de la nariz, gesto que
me provocó un leve temblor.
—Suenas increíble... desde que voy a pasar por ti por la mañana comienzo a
devanarme la cabeza intentando adivinar qué se te ocurrirá... Nunca sé con qué
arrancarás el día... Pero siempre es lo opuesto a lo que pensé, y luego me miras
de esa forma en que me pierdo... y me siento capaz de todo... Me tocas y olvido
hasta lo que soy... y por las noches... verte dormir... ¡Por los dioses!... No hay
nada igual... Te dejas llevar por mí con total abandono y cuando al fin cierras lo
ojos, escucho tu respiración pausada y regular y sé que nada puede ser mejor,
pero al día siguiente te superas. —Me quedé perdida en lo que acaba de decir,
tenía una forma de expresarse que me hacía sentir un tanto brusca y poco
delicada al hablar– . Así que... —tomó mi rostro de nuevo entre sus manos– , tú
decides.
—Pronto —me escuché decirenvuelta en su aroma a menta y hierbabuena y
su aliento cálido sobre mi piel. Rio.
—Eso espero...
—Por lo mismo creo que... tendremos que hablar en poco tiempo con mi
padre
—acepté sonrojada alejándome un poco de él para poder quitarme esa nube
que rondaba mi cabeza cuando lo tenía así de cerca y me hablaba de esa forma.
—El día que tú digas.
—¿De verdad no te asusta? —quise saber al darme cuenta de que no
bromeaba, me hacía sentir que si quería que fuese en ese mismo momento, él lo
haría.
—Sé que no le gustará, Luna, pero también sé que te quiere... Lo peorque
puede pasar es que diga que no —mi respiración se detuvo– , y entonces le
insistiremos tanto que al final no le quedará más opción —prosiguió
guiñándome un ojo.
—No lo tomas en serio, Luca.
—Claro que sí, Luna, pero no quiero que esto también te preocupe, yo me
haré cargo,
¿de acuerdo?... Sé que no trato mucho con humanos pero... encontraré la
forma de que lo acepte —sabía que así sería, no imaginaba algo que no pudiera
lograr.
—Por mí me casaba en un registro civil, frente a un juez y que los testigos
fueran los mismo que trabajan ahí.
—Si eso es lo que quieres.... aunque sé que a varios les dará tristeza saber
que lo hiciste así.
—Lo sé —admití un tanto confundida.
—No tienes que decidir nada ahora... tómalo con calma... Cuando tú digas
haremos lo que tú quieras... ¿Sí, Luna?
—Okay... Pero tengo una duda... ¿Viviríamos todos juntos?... Quiero decir,
¿Yori, Hugo y Florencia? Sé que no es lo mejor separarse... No me afectaría,
solo quiero saber, dadas las condiciones de todo esto, bueno, ya sabes, no sé —
sus ojos chispeaban en el verde limón.
—Cerca... siempre... por lo menos hasta que todo se decida... No obstante,
definitivamente tú y yo aparte —La perspectiva me ponía un tanto nerviosa, pero
me llenaba de cierta paz que no comprendía.
—Seré independiente —declaré de pronto sintiendo un arrebato de
autonomía.
—Por supuesto... no espero menos para ti... —lo decía en serio. De repente
me costaba recordar que él no tenía mucha idea de la forma de manejarse en mi
mundo aunque tenía que aceptar que había aprendido rápido—. Sara... no deseo
casarme contigo para controlarte, para que dejes de hacerlo que te gusta, para
que sientas que estás obligada a estara mi lado, o que tienes que cumplirtu rol de
mujercomo aquí lo tienen estipulado... Quiero que te cases conmigo porque
quiero que lo compartamos todo... Quiero que te sientas libre... siempre, y no
solo en el ir y venir, sino también en el ser... Quiero ir a tu lado en tu vida, que
me dejes estar presente en cada momento crucial de ella, y quiero que siempre
tengas la certeza que hagas lo que hagas o decidas lo que decidas estaré ahí
incondicionalmente.
—Si sigues hablando, en serio que mañana te robaré yo misma y te llevaré al
registro civil, basta, tu manera de hablar no debería ser legal —musité con voz
entrecortada. Me tomó porla cintura y me acomodó entre sus piernas
envolviéndome en sus brazos, riendo.
—Deja eso, todo se hará a tu modo... Sólo dime qué quieres que haga —
asentí aturdida, con mi corazón sufriendo una pequeña taquicardia.
Recargué mi espalda en su pecho pensando en todo lo que había ocurrido en
cuestión de horas. Mi cerebro se sentía sobrecargado de tanta información y de
tantas sensaciones. Cerré los ojos intentando poner orden en mi mente. Luca y
yo habíamos pasado por tanto en tan poco tiempo, estos meses me mostraron
otro camino, más respuestas, más dudas, pero también, el amor más puro que sé
pude haber experimentado jamás.
Primero... no sabía si moriría como cualquier humano o viviría más tiempo
del que siempre creí... Si la segunda opción sucedía, ¿cómo sería esa vida?... ¿En
qué momento mi "crecer" se detendría?... ¿Mis años contarían como los de Luca
o serían menos?, pero si no era así, y yo continuaba con lo que se "supone" debía
sermi vida...
¿Cuándo lo sabría? y ¿Cuáles momentos de mi existencia había dejado pasar
por la incertidumbre de no saber cuándo moriría? Y lo peor... ¿cómo se supone
que debía tomardecisiones con todas esas preguntas?
Me sentía frustrada, soltar el control de las cosas no era lo mío, y desde que
él había aparecido tuve que hacerlo constantemente pues nunca sabíamos qué
sucedería ni siquiera al momento siguiente. Lo único que tenía claro era que con
el único que podía y quería compartir todo mi mundo lleno de incertidumbres, de
miedos y de interrogantes... era con él. Sabía que a su lado era capaz de
enfrentarme a lo que ocurriera y aun así, serfeliz portenerlo.
Lo nuestro no sería lo que era si todo fuera sencillo, si todo fuese normal.
Por él me enfrentaría a lo que tuviera que enfrentarme y aunque me dolía
admitirlo, dejaría lo que tuviera que dejar. Mi vida estaba marcada por su
presencia, por su existencia y nunca podría arrepentirme de que así fuera, yo ya
había elegido mi destino... ya nada lo podría evitar, pese a no tener la menor idea
de lo que estaba porpasar.
Su realidad.

El resto de la tarde continuamos hablado de mi tema preferido en los últimos
días: Zalandra. Sentía una necesidad que cosquilleaba, que me urgía. Para mí era
la manera más real de comprenderlo, de entenderlo, de ver un poco de lo que
tenía en su interior, ese interior que con el paso del tiempo iba comprendiendo
era absolutamente complejo, enrevesado, incluso amedrentador.
Tenía millones de dudas y aunque no era elemental que supiera cada cosa, la
curiosidad era un sello mío en los últimos tiempos. Contestó cada una de mis
preguntas con paciencia, procurando que yo lo entendiera usando un lenguaje
más coloquial y ejemplificando con situaciones equiparables en mi mundo.
Su economía se basa en ser lo que son, no hay dinero, trueque, nada.
Simplemente quien nace para obrero, era obrero... siempre, y se alimenta de la
propia energía que el planeta le proporciona, jamás atentan contra él y su poder
reside justo en lo que da vida a su pueblo.
Lo que entendí es que en el centro de Zalandra se encuentra una especie de
carburante que da vida al planeta y por lo tanto a los seres que habitan en él.
Luca, al no estar ahí, necesita cierta radiación que propositivamente debía
adquirir para no perder esa esencia cálida que los hace vivir.
Entre ellos no existen prácticamente guerras o inconvenientes... Sus
problemas reales son con en el exterior, aunque en este momento las cosas
fueran diferentes.
Existen dos planetas fuera de la galaxia de Zalandra que hacía unos milenios
lo habían descubierto. Por supuesto el pueblo de Luca sabía de ellos, así como de
la existencia de los tipos de vida que hubo y hay, en cualquier galaxia de muchos
universos. Su forma de existir, etérea, les permite estar en cualquier lugar y
poder transformarse en lo que quieran, por lo que no hay limitaciones de ningún
tipo, eso ha logrado que Zalandra sea un mundo libre, aunque ser lo que son
tiene un costo, y es que todos son parte de un todo que engrana de forma exacta,
sin error. Asombroso,
¿no?
El poder está distribuido en los tres pilares y cada región es autosuficiente,
aunque si algún ataque fuese inminente... Los Triángulos de las siete regiones se
unen para consensuar las decisiones a tomar ponderando lo que los "Elho"
decidan. Llevar a cabo el plan es tarea de los "Loxo" y que el pueblo permanezca
en paz y con una sensación de seguridad es el trabajo de los "Kali". También
supe que los Managhos son energías femeninas o masculinas sin que una
pondere sobre la otra, quien tiene la mayor fuerza es quien heredó el "titulo"
cuando se funden, pero había Triángulos femeninos en su totalidad, así como
masculinos.
Hasta ahora había zalandros en cada planeta con vida, observando,
aprendiendo. Los guardianes, como Yori, eran los únicos que no podían fundirse,
pues su puesto requería de serindividual. Recorrían los planetas, conocían las
diferentes galaxias y al azar, pero en base a compatibilidad, se elegía el próximo
lugar de los triángulos. Los siete guardianes debían llegarmucho antes que la
siguiente generación de Managhos, adaptarse al entorno, conocerlo y preparar
todo para que conforme fueran llegando los herederos les fuera más fácil diluirse
en ese planeta. Los que eran como Yori, y él mismo, podían irse de ahí hasta que
el ultimo Triángulo hubiera vuelto a Zalandra, después de eso, él tenía que seguir
indagando en otros lugares y conociendo nuevas formas de vida.
Había un guardián por región y se escogía cada 80 años aproximadamente,
ya que es el tiempo de vida de un zalandro, pero para nosotros multiplicado por
veinte. La forma era un tanto atípica y compleja. Luca intentó explicármelo
comparándolo con alguien que tiene vocación religiosa.
Me dijo que son personas comunes, en su caso, no tan comunes, deben ser
hijos de quienes cuidan la energía del planeta, un puesto ponderarte y muy
demandante, en fin... deben ser entrenados mental y físicamente para sortear los
obstáculos que su propio mundo les puede imponer, una vez que van avanzando
el número de participantes se reduce y cuando llegan a la etapa final... hacen una
especie de votos... en los que deciden entregarse a los suyos y a nadie en
particular, en ese momento su energía se "congela" y no pueden fundirse con
nadie. Enseguida, a los diecinueve, toman el lugar del guardián anterior
absorbiendo de él todo el conocimiento que este recabó logrando así que sean
años y años de información sobre todo lo que ni siquiera sé que existe.
El hecho de que los Triángulos tuvieran que salir de su mundo comenzó al
mismo tiempo que los dos planetas, que mencioné antes, los descubrieron. En
ese momento quisieron apoderarse del lugar, pero no pudieron pues los zalandros
en edad infante y en su adultez son demasiado fuertes ya que no están en
momento de transición, así que estos seres - los cuales imagino, por lo que Luca
refiere, como líquido que cambia de estado, pero que al final esta materializado
y los otros, como esporas pero que son fáciles de detectar pues tienen un
recubrimiento que para los zalandros es fácil ver- , al darse cuenta de que la
"adolescencia" que en ellos consta de los 16 a los 19 era la edad crucial y que los
triángulos evidentemente también pasaban por aquella etapa, varios zalandros
comenzaron a desaparecer sin razón alguna, por lo que cuando se dieron cuenta
años después, y ya con varios triángulos incompletos... tomaron cartas drásticas
en el asunto.
El planeta, en ese momento, sufrió una transformación casi total. Su mundo
se sumió en un caos que casi lo hunde ante la ola de semejantes cambios. Fue ahí
que se crearon los guardianes y se decidió que los Triángulos, cuando transitaran
por esa edad, debían ser mandados a otros lugares, que de alguna manera
enriquecería su forma de gobernar. La única forma de hacerlo, sin correr riesgos,
era diluirse en la especie que hubieran elegido y lograr que ellos regresaran a
Zalandra adultos. Los demás zalandros en esas etapas eran instruidos para poder
defenderse y alertar, en general estaban bajo resguardo y demasiado vigilados,
casi enclaustrados.
Sin embargo, Luca me confesó, que aun sin necesidad, han mandado a su
gente a otros planetas como castigo o exilio, han manipulado mundos enteros
con tal de que les sirva para resguardo o cualquier fin específico, se han hecho
pasar por seres de otras especies pordiversión o para poderexperimentar otras
formas de vida y quitarle la monotonía a la suya con el pretexto de tener todo
siempre bajo control... de nuevo: soberbia.
La realidad es que, hasta ese momento, por lo que expresaba, no se habían
encontrado con mayor dificultad en sus excursiones, siempre habían regresado el
día previsto los mismos que se habían ido, preparados para tomarel control de su
región.
Pero... algo... algún día, como él había dicho, tenía que salir mal... y tenía
que ser yo, para mi mala o buena suerte, en cierta parte responsable de eso.
Mi cabeza imaginaba cada detalle, o por lo menos lo intentaba, tanto que
podía incluso verlos, cosa imposible por lo que en realidad son. Me esforcé
mucho por recrear su esencia en mi mente, no pude. Para mí era ese ser que me
envolvía en sus brazos, sin embargo, sabía bien que amaba a Ilyak, su mente, sus
palabras, su existir y, de igual forma, a la mezcla que habían generado su esencia
con su cuerpo, porque ahora, eso era él; un sercon ambas posturas, con ambas
visiones, él era Luca.
Cuando la temperatura comenzó a bajar, y ni su calor, ni el abrigo fueron
suficientes, decidió que era hora de irnos. Me quejé con los dientes titiritando,
quería seguir hablando, pero ahí el clima era definitivamente otro.
Me tomó de la mano y en un segundo ya estábamos en la calidez de su
recámara. Dejó la mochila en el suelo, me quitó la chamarra y me rodeó con su
cuerpo caliente frotándome para que la sensación de frío desapareciera y es que
temblaba sin parar.
En unos minutos comencé a sentirme un tanto afiebrada. Se percató de
inmediato y se alejó culpable. Sonreí con las mejillas sintiéndolas sonrosadas. Su
mirada abatida me atrapó, como siempre. La realidad era que no había sido su
esencia la que me encendió, para esas alturas sabíamos muy bien que era
inmune, pero sentir su tacto por mis brazos y mi espalda, frotándolos de esa
manera tan única... me había hecho de nuevo desearmás.
Me acerqué otra vez a él, rodeé su cuello con una mano y lo besé
arrebatadamente. Gimió al sentir mis labios hambrientos y exigentes sobre los
suyos.
—Este día fue inolvidable, Luca - articulé sobre su boca.
—Esa era la idea, Luna... aunque espero que no enfermes con el cambio de
temperatura... No soportaría verte mal de nuevo.
—La razón por la que subió mi temperatura hace unos segundos dudo que
me genere un catarro... En realidad, creo que no me dejará dormir - musité con
voz pícara. Sonrió al comprenderme.
—Eres imposible, Luna. - murmuró con voz ronca.
—Y lo dices tú - volví a besarlo con ardor, adhiriendo mi pequeño cuerpo al
suyo, alegre de sentir su mano en mi espalda pegándome más a él, notando como
de pronto profundizaba aquel roce que no se comparaba con nada, y justo así
comprendí que mi vida estaba sellada, nuestra decisión tomada.
FIN DEL LIBRO DOS DE "EN LA
OSCURIDAD"
ÍNDICE
Sinopsis.
Cuarto menguante.
Realidad
Reversibilidad
Frialdad.
Vacío.
No existen.
Dolor
Expuesta.
Cerca.
Angustia.
Mi todo.
Regla cinco.
La única.
El regreso.
Ilyak.
Ardiente
Mi vida.
Te elegí a ti.
Si.
Su realidad.

Potrebbero piacerti anche