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YUNTA

Alcira Cuccia, 2012


¿Qué hacer con tanta gente sola y triste en este mundo?

¿Qué hacer con tanta gente sola y triste en este mundo? La pregunta es de Lispector, sencilla,
directa, fácil de recordar y que yo atesoré a medias comprendida. Creyendo comprenderla, al
menos como pregunta: ¿Por qué tantas personas abandonadas y aisladas, negadas por el
mundo, desconociendo el mundo?

Existe una ley, vieja como Newton, que instituye y gobierna un reino infinito: la fuerza
de atracción entre pares disminuye al aumentar su lejanía. La ley pechea masas e invierte la
relación entre distancia y fuerza. Es lo que mi amiga decía de las plantas y la amistad, eso del
cuidado y la atención. Necesitan cotidianidad y cercanía. Y si no se respeta esta ley, todo deja
de ser lo que era. Es el peligro de la distancia. Ni jardín ni jardinero, ni universo con soles y
planetas obedientes. Si no se respeta la ley se llega al lugar sin retorno de realidad
inconsolable, dónde la gravitación ya no se manifiesta y las fuerzas distendidas se vuelven
inoperantes. El peligro acecha en el camino, es el compañero del más acá, y no el desconocido
del más allá. Donde las fuerzas han decaído reina la libertad, y ni la inercia funciona, ni el
movimiento es relación, ni reacción. Ya no hay qué decir, ni qué pensar, ya no se sabe
escuchar. No es muerte, tampoco vida. Es un estado adulto, plenamente desarrollado, acabado
y es sin soles, sin luna, sin cielo, sin reminiscencias, es sin. Y entonces estás aturdido, la
libertad absoluta, la absoluta independencia es sin mundo, es sin consuelo y sin necesidad. La
libertad absoluta ni animal ni física. Pero aquí aún rigen las leyes físicas, es pacto social. Y la
pregunta señala y se dirige a quienes nunca fueron convocados, ni se reunieron. Siempre
vigilados por el compañero.

Pero no respondo. La pregunta de Clarice es sencilla pero a la vez extraña. No es una


pregunta sobre la soledad, o acerca de una singularidad desmayada, clausurada, soledad de
biombo sin intimidad. Se pregunta por un encargo, y la pregunta se vuelve reclamo,
exclamación. No refiere a un posible juicio, sino a algo practicable. No busca entender una
realidad, sino imaginar una posibilidad, y para eso no hay leyes, ni explicación, ni comprensión.
No pregunta por algo sabido, no evalúa un saber, es una pregunta que busca un creador: ¡qué
haga!

Hacer algo bueno: cambiar, o al menos guerrear contra un estado de cosas que
consideramos imbécil, innecesario, perjudicial, malvado, cruel… Hacer algo bueno sería
introducir un cambio que fuera a la vez mejora. Sin embargo no tenemos necesidad de ligarlo
exclusivamente al mal, ni de identificarlo con la justicia, o con un ideal irrealizable marcador de
rumbo. Lo bueno es espacial y temporal, y no se asimila a la justicia que es del zoológico. El
bien no es necesario, ni siquiera en el sentido de que lo justo es necesario. El bien se abre
camino fuera del límite del merecer y no evalúa el pasado ni se proyecta al futuro. Es activo,
juvenil e irresponsable. La justicia excluye, castiga y compensa, para unos premios, a otros
condena, a otros nada. El bien no refiere a como son las cosas, ni predice como serán, el bien
no es dirección o tendencia de nada. Lo bueno puede ser sorpresa y a veces inconveniencia o
picardía. No se le debe exigir coherencia, ni consistencia, continuidad o integridad. No se
puede ser riguroso con lo bueno, hay que aceptarlo y saludarlo cuando se presenta, añorarlo y
gestarlo si no se encuentra.
Hacer algo bueno: ¿Qué hacer con tanta gente sola y triste en este mundo? Para no
mal entender la pregunta es conveniente que quien la formule se incluya entre tanta gente sola
y triste y en este mundo. No importa si no estás solo, si no estás triste o en este mundo. Ya lo
estarás. A Ludwig Hohl se le ocurrió la siguiente sentencia o aforismo- tiene muchos y muy
buenos. Dice así: “Hacer algo bueno, poder reconocer lo que a uno mismo no le hace falta,
pero a otro, que es distinto, le hace falta, como necesario”. Reconocer una necesidad
insospechada, oír el silencio de las sirenas kafkianas y romper el hechizo, fuera de las propias
convicciones, creencias o temores. Se entiende que aquí no corresponde esforzarse en
imaginar qué sería eso necesario, la idea es eliminar toda jurisprudencia mediadora, propia o
asumida como propia. Se trata que el otro intervenga en las propias apreciaciones y no ser juez
universal imparcial y desinteresado. La bondad es un caso de posesión. No tiene que ver con la
moral, o la ética. No se relaciona con normas ni valores vigentes y sancionados, ni con la
reflexión sobre los mismos y su procedencia. La bondad es feria. Darse el gusto y ofrecerlo
todo: lo que se tiene y lo que no se tiene pues la necesidad ajena provoca y provee. Te da lo
que ofrecés.

Reescritura, hacer algo bueno: recibir lo que uno ofrece.

¿Qué hacer con tanta gente sola y triste en este mundo? Aquí no se trata de resolver la
vida de los demás, y menos la propia. No se trata de armar parejas, abrir centros culturales o
vecinales, organizar viajes, coros… Aquí no se trata de erradicar ni la soledad ni la tristeza…
¿De qué se trata? Se trata de una simple exclamación, una clara expresión de consternación
que de oído a boca y de boca a oído tiene su existencia. La pregunta reúne y suma y avanza.
Hacer algo bueno consiste en hacerlo y en provocarlo. La pregunta que en quien oye vuelve a
ser pregunta, cimbronazo tras cimbronazo. La pregunta empuja y abate el silencio de la
soledad, pero es no acción. La pregunta busca, busca alguien que la active, y organice los
coros, y arme los bailes…Por ahora, voz secreta: boca a boca, oído a oído.

El maestro no lo quiere en su clase, pero como no puede elegir su auditorio, lo tolera, y


compasivo lo deja estar sin pedirle que haga nada, es mejor que no haga nada, y es justo: cada
cual según sus capacidades. Yo pido, pero nadie responde. Pedí un nuevo final para Medea,
nunca me gustó el de Eurípides, y sólo el tonto de Gabriel trajo una propuesta. Sin dioses la
única manera de resolver la situación sería el olvido, dijo. Los restantes compañeros se
opusieron en masa y votaron por el castigo, pero ¿castigar a quién? ¿al culpable? ¿quién
sería? y además ¿cuál o cómo sería el castigo?¿y en qué sentido el castigo podría fin o
repararía lo irremediable de los hechos? Gabriel dijo: el fin es el olvido de una Medea loca y
anciana, y de un Jasón seco, amargado y aturdido por el terror. El final no es imposible, con o
sin dioses siempre hay un final. Lo imposible es lo sucedido… ¿Por qué sucede Medea,
profesora? Y entonces me puse a escribir este cuento.

A mano alzada
Qué cómo es vivir aquí…

Acá no pasa nada. Pasan los días y siempre otra multitud de personas en las calles.
Pero no pasa nada, la gente se sabe comportar. Hay basura y mal olor. Hay poco espacio, poco
cielo, poco aire. Despierto y me ocupo de las cosas que están bajo mi custodia. Tengo algunas
plantas en macetas y unas decenas de pequeñas cosas que no son animadas, pero aunque sin
vida hay que cuidarlas, mantenerlas en buen estado...desde el departamento hasta el tenedor.
No tengo animales. Ni un trabajo fijo. Tengo gustos...cosas que me gustan hacer. Cómo
cualquiera, todos tienen gustos, cosas que les gusta hacer y hacen con gusto y de puro gusto.
A mi me gustan muchas cosas que a decir verdad podría no hacer, pero que a veces las hago
con gusto. Por ejemplo me gusta conversar, aunque a veces preferiría no tener que hacerlo y
sin embargo sería un tormento no poderlo hacer. Conversar es algo que no podría no hacer y
que hago cuando gusto –y a veces también por pura facultad.

Cuando llega la mañana y me toca despertar hay algo que se niega en mi a abrir los
ojos. Me siento acorralada y sin otra posibilidad de huida que hacia el día, entonces me aferro a
la almohada manoteando el último sueño que el sol, los ruidos y los olores quieren deslucir.
Cuando duermo no estoy sola, pero siento la soledad que se abate sobre mi cuerpo desde
fuera, presionando. Y sé que esa vida íntima pero desconocida y sin asumir me espera callada
y velada cada mañana. Yo duermo.
Dormir es una forma de esperar, esperar al amigo, al amante, al familiar, la tormenta.
Dormir es una forma de perdonar, de olvidarse.
Dormir es una manera de soñar.
Duermo: nada ni nadie se presenta, los días son sin fecha y sin horas, yo duermo.

Cuando se hace la hora y la noche ya es templo, me cuesta dormir por pura ansiedad.
Cuando llega la hora me pongo muy negativa y no sé como hacerlo, pero al fin lo logro y
duermo y duermo.
Lo real nunca está a la altura de las expectativas y por eso sigue en marcha. Al empuje le
llaman‫ ׃‬progreso, desarrollo, bienestar. A lo real, economía, política y ciencia, una palabra. Yo
duermo.

Suena un timbre, alguien atiende y corre a abrir, duermo.


Un Golpe seco, un perro llora, gritos de enojo y ruido de una batería de cosas que se
desploman, y junto al nuevo silencio el continuo dolor del animal. Duermo y ya son las ocho, las
alarmas suenan, el agua corre en la ducha, el café se calienta en la cocina, las voces aún son
tímidas y los movimientos se resisten al apuro. Los ascensores suben y bajan y yo voy
poblando las calles y las veredas. Las lleno de gente decidida, apurada y segura, de autos que
se mueven juntos buscando alejarse unos de otros. Llegan los sonidos de una marea
interminable y alguna bocina que logra abrirse paso y huir. Me desperezo en la medianera, me
lamo el cuerpo y salto en dirección a la casa y al sillón.

Se oyen pasos y una voz cantarina que habla y ríe en simultáneo. Imagino la sonrisa y
el cuerpo liviano de pasos seguros. Duermo. Se prende una luz, se escucha una voz de
protesta y otra más fuerte y autoritaria. Se oyen ahora las dos voces casi simultáneas,
interrumpiéndose, superponiéndose, y ahora son gritos y tal vez algún llanto, no se distingue y
yo duermo.

Me tranquiliza saber que del otro lado del muro mi nuevo vecino también duerme.
Nunca se levanta antes de las doce y sus movimientos son invisibles. A esa hora todos se han
ido y el silencio es tan nítido que puedo oír cuando enciende la hornalla y la fuerza del fuego,
sé que mueve la silla para sentarse y esperar el mate. Sé que no oye radio ni mira televisión,
sé que usa su computadora y tiene windows. Se que está ahí y se mueve poco, como yo, y tal
vez como yo, sabe de mi compañía. Tal vez me oiga, sueño y canto para él, pero como duermo
no sé si oye mi canto, ni cómo suena. Canto muy fuerte, tal vez grito, y la sola idea es
pavorosa. Son mis pesadillas, tiemblo con amargura.

El silencio abre un campo abierto y vacío en el que uno puede adentrase, y con uno se
multiplica la vida, como una hoja en blanco en la que un hombre, un varón adulto, dibuja curvas
y líneas a escondidas como si tuviera los ojos cerrados, como si durmiera conmigo, como si
soñara ser lo que no es, el gran dibujante. Un frenada, desde algún lugar un perro ladra, las
peleas de gatos de la otra noche, los humanos siguen en guerra, asedian e invaden la tierra, y
los más poderosos sueñan con llevar la conquista más lejos. “Rebelión”, es la palabra que se
me ocurre. La frenada, el golpe, los gritos, las sirenas y el silencio, duermo. ¡Tuc..tuc…tuc! una
gotera. Alguien olvidó una canilla abierta. Más lejos..., duermo y busco la juventud sin
proyectos, no sólo la mía, la mía está, la mía es para compartir. Busco la juventud que es vida.

Aquí no pasa nada, pero yo despierto igual, sudada, fría, con hambre y apurada por ir
al baño. En alguna sala oscura un grupo de gente se emociona con un nuevo film sobre la
tercera guerra mundial. Se estremecen, sienten miedo, pero logran identificarse con el héroe y
sobreviven. Me preparo un desayuno, banana, mate, pan y queso. Me siento en la mesa a
comer mientras ojeo el libro que el día anterior olvidé en la mesa, es de Hawthorne y nunca lo
he leído. Lo dejo y me sebo otro mate, bostezo. Ponerme a leer es como volver a soñar. Abro la
ventana y me quedo escuchando a Nina Simone y a mi vecino que canta. ¿Podría golpearle la
puerta y presentarme?

El mundo gira, un planeta cargado de vida, del verde manto y cabellera de Deméter.
Floto en un mar verde, acogedor, intensamente cálido, y me pregunto mientras duermo cómo
sería no ser pez, como sería no ser abrazada por la sábana líquida y continua del agua. Amo mi
cuna. Yo vivo en una ciudad y el agua es un servicio público que llega por un fascinante
sistema de cañerías. ¡El agua! cargada de mil sustancias, incolora, pero perfumada y sabrosa.
Son la doce y se mueve la silla, o se mueve la silla y son las doce. En los sueños no hay
argumentos, solo realidad instantánea. Me estiro en la cama y lo oigo quejarse, reclamar, decir
‘no y no. No‘, me revuelco, él sigue negándose y yo le doy la razón, no y no, y poco a poco me
despierto. ¿Será este un fin? Antes tengo que tocarle el timbre. Me levanto y con hambre y
confusión voy a la concina y abro la ventana. Silencio.

Un griterío infantil, saltos, risas, la pelota que rebota que golpea, corridas y caídas,
frenadas. Cantan el cumple años y el bajito de 5 años comparte los autitos que acaba de
adquirir, la pelota, las espadas, las armas con luces y sonidos, juegan.Yo le tengo miedo a este
mundo. Me dan miedo las multitudes en los andenes, los túneles del subte, las jugueterías, las
pollerías, la hermosa mujer china que pasa sus horas sin descanso en la caja del
supermercado, el olor a bife, mi vergüenza y la de los otros. Duermo. Se levanta y cae el cielo
cubriendo la tierra que se abre y se cierra; el agua sube y baja; el silencio allana, quietud en el
aire, las voces saltan y se multiplican diferentes. Corre y sopla el viento, el fuego baila y en los
cuerpos late. La amistad y la enemistad está en todos y en todo gracias a la consciencia, y
aquel dice yo. Yo duermo. Estoy frente a su puerta. Estoy esperando; he tocado el timbre. Aún
no sé su nombre.

La vecina de la japonesa y todas sus amigas

Tres cosas tiene a mano: el oficio de tintorera, el amor y el español. Los tres habían
sido y aun persistían como proyectos compartidos, como promesas lanzadas a la conquista de
la dicha. El oficio como un saber a perfeccionar; el progreso de los números y la economía en
español; y el amor, todo unión, fuerza e identidad. Ella era el centro de los tres, su dinámica, y
el marido era los tres, o al menos y con seguridad la tintorería y el amor, pues el español se
substraía pícaramente al dominio de aquel hombre.
Del amor creía haber vivido todas sus emociones, hasta su sublimación en el recuerdo
del marido que nunca regresó del lejano Japón ni de cuidar a su madre y que se había
convertido en una dulce nostalgia cotidiana, algo vivo, presente, persistente pero inactivo. El
amor siempre había sido promesa, o autopromesa que no necesitaba de motivos o razones
para justificarse. Era instinto de supervivencia, porque, al fin, en ella se trataba de ese amor
irremediable que se vuelca sobre todo lo vivo. Hisae desde el instante en que abrió los ojos
amó la vida en su integridad, dicen que no lloró y sólo después vino todo el dolor. La vida ajena
tan falta de ella, y ella misma tan separada que necesariamente estaba siempre al asecho de
algún vínculo, de un poco de confusión que la ligara amarañándola a la vida. A aquel marido le
debía, también, el dominar la técnica del teñir y del limpiar en seco, que hoy era casi asunto del
recuerdo. El negocio ya no le interesaba y si se mantenía en actividad era por la ropa de viejos
clientes que llenaban el local y en todo caso para poder recibir al marido o algún lejano y
desconocido familiar que llegara con noticias, o en general a quién la buscara. El local ya no es
negocio, es su templo, abierto en horario laboral.

Pero el español, que en los tiempos de vida matrimonial era una lengua extraña y de
los extraños, una lengua meramente comercial difícil e incomprensible, cobraba vitalidad al
tiempo que ella envejecía. Era la lengua española que en los largos ocios de la tintorería al fin
descubriría, impaciente y alborozada. Sabía que necesitaba tiempo, paciencia y dedicación,
pero la libertad que se le insinuaba en esa lengua desconocida la ponía alegre, intrépida e
irresponsable ¡Aprender nuevamente a hablar y esta vez con una historia que contar! El
español nacía todas las tardes en boca de sus dos nuevas amigas, Gigante Roja y Enana
Blanca.

Cuando dejó de oír noticias sobre su marido fue cerrado una a una las sucursales de
su tintorería hasta quedarse con el único local de Carlos Calvo, vecino a mi casa, que había
sido el original y el más grande de todos. Cerrar un local y llevarse la ropa que la gente no
había retirado fue una tarea penosa que exigía decisión y una cuidadosa planificación. Dos
meses antes del cierre ponía un cartel en la vidriera anunciando la fecha, y un mes antes
dejaba de aceptar ropa y solo se podía retirarla, así y todo quedaban sacos, trajes, frazadas,
vestidos, camisas...Y ella las mudaba a su sede de San Telmo, dejando la dirección en el local
vacío, repartiéndola entre los comerciantes de la cuadra y vecinos conocidos. Hisae no sólo no
quería quedarse con la ropa, sino que temía mucho desaparecer así como así ante la gente,
eso sería “como si estuviese muerta” decía y sonriendo negaba con la cabeza, afirmando que
eso no era cierto. El local enorme de San Telmo se llenó de ropa al punto de colapsar, y ella de
seguridad: algún día alguien daría con ella y sus prendas. Algún día alguien ya no la buscaría,
la encontraría. La tintorería dejó de trabajar, o sólo y de vez en vez volvía a limpiar la ropa que
de tanto estar colgada se impregnaba de olor a humedad y del polvillo que se desprendía del
techo.
Hisae esperaba, dentro o fuera del local y siempre con la puerta abierta. Pero no
esperaba ser descubierta por nuevos clientes que por alguna razón tampoco ya se acercaban.
No esperaba tampoco cumplir con una rutina hasta la hora de volver a casa. Ni verse cumplido
un proyecto, ni el secreto realizarse de un deseo. No tenía la actitud de la gente en la parada
del colectivo, ni el apuro o el tedio de las colas. No esperaba tampoco la noticia novedosa, ni el
suceder de algo extraordinario, o al menos imprevisto. Hisae espera el reaparecer de viejos y
conocidos clientes, la vuelta del marido, noticias del viejo Japón. Espera de cara al pasado el
futuro que habría de regresar. Y además, y por sobre todas las cosas, me saludaba. Las tres lo
hacían, y yo fervientemente agradecida por esa puntualidad y persistencia sin intereses en un
mundo que de tan presente perdió su espacio y ya sin localidad anda por el barranco.
Desbarrancando.
Hisae espera que la encuentren y el reencuentro, y fue en esa espera donde aparecieron
Gigante Roja y Enana Blanca.
Puntualmente abre todos los días a las 10hrs, cierra al medio día y vuelve a abrir de 16
a 20hrs. A las 18, Gigante Roja y Enana Blanca llegan a tomar mate. La tintorería, lugar de
objetos perdidos u olvidados, se vuelve en una tertulia privada. En cierta manera el interés las
reunió. No un interés en común, sino privado e inconfesado. Y tal vez por ello mismo vaporoso
y de propósitos para nada urgentes. Gigante Roja, Martita, oriunda de Maquinista Savio y
vecina, pretende o pretendía toda esa ropa parada, tan limpia y nueva para llevarla a la iglesia
en la que estudia para ser pastora. Ver ese almacén de ropa olvidada le recordaba la época en
que la gente en su viejo barrio llevaba espontáneamente la ropa que ya no usaba, limpita y
remendada en el caso que hiciera falta. Algo que ya no sucedía, si algo regalaban solo servía
para trapo. La Enana Blanca, Marce, que es portera del edificio de al lado, vio la posibilidad de
hacer entrar a su hijo a trabajar en el local por las noche, como sereno, y no porque no tuviera
trabajo, simplemente extrañaba a su enorme y bonachón Héctor que no lograba arreglárselas
bien solo. Volver a tenerlo cerca fue un sentimiento espontáneo que nació al ver el enorme
local y aquella pequeñita mujer sola. Y Hisae, en esas chicas tan amables, encontró la
oportunidad de abrirse camino en su español, de llenar sus tardes y hacer funcionar su local.
Así el motivo que las reunía en cada caso buscaba un vínculo en el que apoyarse y se hicieron
amigas. Muy amigas, un trío fuerte, incondicional y cerrado, y además expectante. Durante las
tardes las historias giraban en amplios círculos que abarcaban a otros vecinos, familiares, hijos,
conocidos, noticias en general y el estado del mundo, de este amplio monoambiente atestado
de gente con sus pertenencias y sus animales.

Al fin tuve la oportunidad y me animé acercarme a una de las chicas. Hace unos minutos
tuve una entrevista con Gigante Roja en la cola del supermercado. Costó que me reconociera,
pero después de un esfuerzo me identificó como vecina de Marta.
- !Claro!...usted vive al lado de lo de Marta.
- Sí, y usted todas las tardes va a tomar mate.
Rió de buena gana y agregó: trabajo, limpio el lugar y ordeno.
- ¡Pero el local no trabaja!
- ...Marta se está retirando. Pero por ahora hay trabajo y a mi me conviene. Vió…yo vivo
a la vuelta y ella me da libertad de horarios...y es muy amable. Me regala ropa y
conversamos mucho... así uno se entretiene...además no hay demasiado para hacer,
ella es muy limpia. Es japonesa.
Me toco el turno de pagar y me despedí.

¡Pasa tan a menudo que uno cree estar haciendo una cosa y al fin está haciendo otra!
Hay una vida silenciosa bajo el trajinar, que a veces aflora en los días de descanso, en las
horas muertas, cuando hay suficiente distancia del experimento cotidiano y llueve o bajo un sol
que se pavonea como supernova adolescente y sin memoria. Y esto es tan cierto como que la
gente lo olvida y queda aferrada a una literalidad desconcertada de sí misma. Una literalidad
tópica y crónica, de lugares y tiempos más o menos disponibles, recurrentes. Una literalidad
imperiosa, de objetos imprescindibles o prescindibles pero obligados. Lujos y necesidades
mezclados, nunca siendo ni lo uno ni lo otro.

El grupo, bautizado por Hisae, se llama ‘las antiguas’ y no las viejas. Porque Hisae es
la que pone los nombres y ellas los aceptan, al fin son tan refrescantes que las vuelve niñas y
decididas por la vida, como el viejo roble y sus retoños que prosperan a su pié: jóvenes, sin
necesidad de futuro.
Y los días pasan y nada pasa. La expectativa persiste.
Ni noticias llegan del Japón, ni ningún anciano marido. Pero a Búfalo se lo ve rondar los
sábados por el local, y sé que Gigante Roja hace sus donaciones con orgullo de amistad.
Si noticias no llegan, la vida de Hisae carece de apuro.
Hay algo seguro: durante las tardes no hay que molestarlas.
Hay algo seguro, que ningún futuro sepultará (¡cómo en una fábula!): un pasado puesto
en el horizonte.
Ella está ahí haciendo honor al tiempo. A mi me crece la barba después del sexo. En el
mejor de los casos soy un animal que corre tras el deseo, marcado por el instinto. Un animal
que ama a los de su propia especie y a los de su propio sexo. Un animal bueno, como el buen
dios que no deja a nadie preñado. Y aquí coincido con Hisae, ni nuevas sucursales, ni dejar el
territorio de la calle. La tintorería abre todos los días. El mate sólo se convidará a los amigos, o
a los buenos vecinos, o a quien lo sepa pedir, a quien esté urgido.
Y además: las mentiras son de todos. En el supermercado...
Y la verdad es de autor: ahí donde está el vacío.

La inocente víctima del pastorcillo

El pastorcito jugaba, y los hombres del pueblo se dejaban engañar como parte del
cumplimiento del deber. El pastorcito se divertía, y ellos siempre acudían con la esperanza de
poner a prueba la propia valentía, el honor y la justicia. Al fin, como bien dice la fábula, el
pastorcillo llamó ante un verdadero peligro pero los hombres del pueblo no acudieron porque se
habían vuelto incrédulos y jamás pudieron alcanzar la fama, ni el honor, ni cumplir con su pobre
deber. El pastorcillo murió en la boca del lobo y por la histórica ineptitud y ligereza de los
hombres de su pueblo. Demasiada desidia y ganas de dejarse engañar. Demasiada estrechez
que no sabe poner cara a la broma y distinguirla de lo serio. Nadie sabe qué es lo serio. Y
cuando se presenta se lo toma por broma, o se lo menosprecia. Cuando el peligro toca, nadie
se apercibe. Pero hay ejércitos defendiendo ¡el sálvese quién pueda!
La infamia de una humanidad armada.

Un cuento de hadas

La sinceridad del niño:


- ¿Qué te pasa hijo?
- No sé.
La sabiduría del padre:
- Contame...

Había una vez un niño que no tenía amigos, porque su voz era muy pequeñita, tan chiquita
como él, y nadie lo escuchaba, pero lo veían. El niño no estaba triste porque nadie lo
escuchase, ya que no era mucho lo que podía decir y era nada lo que quería decir, sólo estaba
triste porque lo veían y además no tenía amigos y porque para tenerlos debía adquirir un voz
intensa y decidida. Y esto le resultaba más difícil que tener amigos, porque de esa manera
tener amigos era tenerlo todo y él solo quería amigos y no todo. Todo: voz, palabras, amigos. El
pequeñito y silencioso se volvió más callado y no por rencor o venganza. Buscaba concentrado
en su interior esa voz voluminosa de los otros y alguna ocurrencia divertida que le diera cuerpo.
Pero el tiempo pasaba y nada. El niño iba sólo y sólo volvía de la escuela, mañanas y tardes
tras tardes, y crecía y se volvía más visible tanto que el miedo y no la voz aumentaba en él.
Miedo a esa vida que afincada en él crecía a pesar suyo y lo engatusaba inevitablemente: lo
volvía grande y más grande aunque pequeño y bajito fuera. Pero afuera está Rataplán, quizás
ya no esté en la puerta de su casa y se haya ido a dar un paseo, pero todas las tardes, a partir
de ese día en que seriamente temió una larga y alta soledad, Rataplán lo acompaña a casa
porque él le ha dicho ‘hola’ y Rataplán ha movido la cola; y él le ha convidado su merienda, y
Rataplán le ha lamido la cara; y él muerto de risa porque tiene un amigo.

- Un perro es un perro. Y ahora no hay ninguno en la puerta de casa. Un perro no es un


amigo. Un amigo, tampoco soy yo que soy tu padre. Un amigo es otro niño o niña, así
como vos, y ya vendrá...Los amigos no son fáciles de conseguir pero son muuuy
importantes.
- Rataplán es fácil.
- Un perro no es un humano. Se dice que es el mejor amigo del hombre porque es un
animal muy domesticable y obediente, pero no porque sea un verdadero amigo. Eso,
hijo, es atropomorfizar al perro. Hacer del perro un humano, y eso no se lo merece... y
de cualquier manera el hombre no es el mejor amigo del perro, simplemente porque los
perros no tienen amigos. Sólo los seres humanos los tienen.
- Rataplán es mi amigo y yo no lo domestiqué, ni antropomorfisé. Nos gustamos. Le
gustan mis caricias, y mis juegos. Y a mi acariciarlo y jugar con él. Nos hicimos amigos.
- ¡Por haber aprendido tan tan bien la palabra podés quedarte con Rataplán!
- ¿Qué?
- ¡Puede vivir con nosotros!
- ¿En casa?
- Sí
- ¿Lo puedo dejar entrar?
- Sí
- ¡Mañana!
- Ajá...
- ...pero no sé si se va a quedar
- Ya vas a ver... ¿Ahora está bien?
- No sé. Conservar un amigo no debe ser fácil.

El autómata, los amores que hablan

De la copa más verde de la Casuarina hay un paso al cielo. El salto es la muerte, la vida
transcurre debajo, en la tierra negra.
Subir la casuarina y otear el horizonte, el cielo mecido por el viento. No hay historias, hay un
desechar como ejercicio de prodigalidad por abundancia y acumulación de hechos y motivos.
Las palabras continuas se producen y se suceden formando sentidos que no se fijan, que
nunca se asumirán, como los sueños.
El lenguaje es total: acción y pasividad.
Sucesión y continuidad sin fin, de la copa a la base; las raíces y el cielo inalcanzables: el avión
y el pozo pertenecen a otro mundo, preciosas obras humanas.

Un día ensimismada en lo que rodea, de lo ajeno todo y el deseo, la inclinación y la felicidad de


haber sido poeta.

¿Las voces animadas por la emoción de la poesía, ya son poesía?

Introducción:

M : - ¿De qué querés hablar? Hay gente muy conversadora y puede charlar sobre cualquier
tema. No es realmente necesario estar informado o ser un erudito, en el lenguaje encontrás
casi todo lo que hace falta: palabras, una buena despensa de palabras, una gramática y una
sintaxis. Y luego algo de genio personal, imaginación para combinarlas en forma atractiva,
tentadora.
- No, no quiero conversar sobre las palabras, sino de algún tema, general o específico.
Da igual... Hablar contigo, enterarme sobre ti, y así poder formarme una idea sobre ti, vos,
usted.
- ¿Quién sos? Es una pregunta muy dura. Es desagradable. Suena a enojo, a
amenaza, a juicio.
- Claro que busco formarme un juicio sobre ti pero de una manera más indirecta, como
resultado de un paseo. Además, de hacerte esa pregunta sólo obtendría en última instancia un
juicio de ti sobre ti, y yo me intereso por el significado del encuentro.
- ¿Hablar del clima?, nunca me interesó…y del cambio climático sólo logra asustarme y
deprimirme.
- ¿Las profesiones? Sería como hablar de la familia, para que sea un tema interesante
haría falta una mayor intimidad. No, no, prefiero que me cuentes donde estás, cómo es el lugar,
cómo te sentís ahora, cómo amaneciste, qué te gusta desayunar, qué hacés cuando ya no
tenés nada que hacer...Hablemos de esas cosas para que yo pueda imaginar otras y conversar.

H: - Aquí las mañanas son muy blancas, y cada mañana, a medida que se acerca el verano, un
poco más…hacia la transparencia. Desde que nos hemos puesto en contacto me siento un
poco menos solo, y menos cansado. Me siento a gusto hablando contigo. Tu voz que imagino
clara y abierta me da confianza y estoy dispuesto a abrirme, a la sinceridad... a la entrega.

M: - No soy nueva en la ciudad, he nacido aquí, pero poco a poco me fui alejando de mis
conocidos y no he hecho nuevas amistades.
Creo que tenés una voz tímida pero segura y respetable. Una voz digna.
Mi departamento es muy oscuro, y no me deja ver el amanecer, pero yo diría que es rojo. Que
yo recuerde en esta ciudad los amaneceres siempre han sido rosados, o de un rojo espléndido,
fogoso, ¡cómo el atardecer!

H: - Me siento tu amigo, pero sé que la amistad no es algo que se produzca de manera


espontanea.

M: - La simpatía es espontanea. Uno simpatiza o no simpatiza. Lo espontaneo es algo que se


da de manera inmediata, algo que simplemente sucede. Sucede o no sucede: es espontaneo.
- ¿Por qué simpatizamos de manera espontanea? Seremos almas gemelas, como las del mito,
la mitad perdida, la media naranja- cómo si fuésemos mitades de naranjas, ¿qué árbol
produciría un fruto así? ¿Qué madre y qué padre?
- Simpatizamos eso es verdad, y no fuimos forzados, eso también es verdad. Hay entre
nosotros alguna afinidad y que no depende de lo físico, porque aún no nos hemos visto. ¡Ay!
vuelvo a las almas gemelas o espíritus gemelos. Sentimos espontáneamente una afinidad
espiritual que nos une.
- Yo tampoco soy religiosa. Solo estoy tratando de entender esto que está sucediendo entre
nosotros.
- De acuerdo: somos espíritus afines. Y por eso futuros amigos.
- Sí, es sorprendente, podríamos nunca habernos conocido. ¿Cómo habría sido todo? Yo
seguiría sola y vos también pero sin saberlo. Sin saber que vos también estás solo y tal vez
esperándome. No me mal entiendas, cuando uno está solo sabe que hay otros que están solos,
lo sabe sin saberlo realmente, es un saber especial que no es producto de un aprendizaje, es
un tipo de saber tácito, pre sabido. Pero lo importante es que nunca hubiese sabido que vos,
justamente vos, estabas tan solo como yo estando sola. Ahora lo sé y lo he aprendido para
nunca más olvidarlo.
- Sí he tenido padres, pero ningún hermano.

H:- No, claro que no. La soledad no siempre es la misma en los solitarios. Ni la soledad es
siempre soledad, igual a sí misma, en la soledad de cada solitario. Mi soledad es una bestia
que no tiene linaje, sin familia.
- Contestar sería referirme a mi vida…no sé si es conveniente.
- Sí, y por lo que ya te diré te darás cuenta que mis recaudos fueron falsos, porque no tengo
familia, y difícil sería hablar de ella. Una pareja me crió y me puso un nombre, y a cierta edad
se desentendieron de mi. Su tarea había concluido y me dejaron sin nombre y sin apellido,
porque el nombre que me habían puesto no era mi nombre verdadero, el original dado en la
cuna, buscado mientras estaba en el vientre. Durante un tiempo me dediqué a buscar mi origen
pero no encontré ningún dato, ningún registro.
- El hospital incendiado.
- La partida de nacimiento falsa.
- Cambié de nombre, y muchas veces de dirección. Me aprendí de memoria todos mis rasgos y
durante mucho tiempo busqué mi rostro en las facciones de los otros, algún rastro, algún indicio
de familiaridad.
- No, castaño
- No, negros y pequeños
- No, metro ochenta y centímetros
- Recta y fina, delgada. Mi boca es pequeña y de labios también finos. Mis manos son de
pianista, mi cabellera espesa y la llevo despeinada. Me gusta el viento.
- Cuando sufro, lloro. No cuento mis penas, para no apenar a nadie. Suelo llorar ante mí y a
veces para no sentirme tan sólo lo hago frente al espejo y veo como mi rostro amable se
deforma y poco a poco adquiere esa expresión característica del dolor y me dejo intimar.
- Y entonces…siento las lágrimas y la tristeza del llanto, siento el vacío de mi honda desazón,
siento como el llanto se eleva hasta deshacerse en lágrimas que corren sin esfuerzo, liberadas,
satisfechas de si y de su salado sosiego.
- No, soy delgado.
- No, fumo.
- Sólo vino tinto.
- Nadar me fortalece, me da bríos y me distrae.
- Tal vez. Pensé que la tristeza sería pasajera, pero tal vez sea mi carácter.
- Creo que es bueno. Me gusta la gente, me gusta conocerlas y comprenderlas. Quiero ser
feliz.
- Tener lo que uno quiere, poder hacer lo que realmente uno siente. Sentirse satisfecho y pleno
con uno mismo y con la propia vida, sentirse libre y a la vez seguro.
- Sí, he sido feliz. Me he sentido feliz.
- Es como una emoción, la felicidad es una emoción que llena y satisface hasta el suspiro.

M:- En primavera los pichones que se ven en las plazas o en las veredas practicando el primer
vuelo me hacen suspirar, siempre les sonrío. Yo digo que me siento feliz cuando me encuentro
tan a gusto y a mis anchas que me siento buena y no dejo de sonreír. Tengo una sonrisa muy
linda, dice la gente, y eso debe ser porque cuando sonrío estoy feliz o cerca de la felicidad.
Somos buenos cuando somos felices. La felicidad debería ser el hogar de cada ser humano y
la alegría se diría en canciones y ya no en palabras .En el lenguaje hay demasiados problemas
para que la vida pueda ser feliz.
- No, nunca las conté, pero te creo que son muchas. Y recién ahora me doy cuenta que hay un
verbo para expresar el dolor que sentimos: sufrir, pero no hay un verbo para expresar la
felicidad.
- Sí, me parece una idea hermosa, podemos empezar inventando ese verbo y luego todo un
léxico para expresar la espontaneidad de nuestro afecto y la alegría de este encuentro.
- ¿Agradecer? ¿A quién?
- Empezaremos por ponernos nombres…así vos tendrás uno original y real y yo uno exclusivo
para ti. No tendremos que esperar tener hijos para nombrar algo nuevo y común. Podemos
hacerlo ahora mismo y marcar un comienzo, bautizar una novedad.
- ¡jajá! Claro que no, ni cariño, ni puchi, ni pichu, ni chuchuchi o chichiruchi…Tú te llamarás:
Silver.

H:- Tú te llamarás: Plata. Y seremos uno con dos voces, sonando a dúo. Uniremos distancias,
zanjearemos diferencias y nos diremos a gusto y en estrecha comunión: felices.
- Sí, he sido feliz, ya te lo he dicho.
- No, la blancura del cielo me perturba. Por la mañana, cuando no puedo evitar imaginarme la
intensidad a la que puede llegar el blanco, tiemblo, me estremezco. La felicidad, mi querida
Plata, para mi es el viento y como fiel amante de ese sentimiento aunque no sople una brisa yo
llevo el cabello despeinado como voto.
- ¿Qué deseas oír? ¿Qué quieres que te diga?

Plata:- Quiero que empieces de nuevo, pero partiendo desde aquí. Recomenzando desde este
instante. Quiero que me lo digas todo otra vez pero con nuestros nuevos nombres.
- Sabrás hacerlo y si no, yo estaré aquí para ayudarte, para recordarte en caso de olvido o de
omisión. ¡Vamos! Repite tus temores, tu dolor y tu felicidad. Yo nunca me cansaré de oírte.

Silver:- Pero ya no soy el mismo. Ahora soy Silver, o Plata, y ya no siento miedo ni tristeza.
Siento…me siento cercano a la esperanza.
- No. No espero nada concreto. Es algo más general, es La esperanza. Mayúscula.
- ¿Por qué ya no decís nada?
- ¿Por qué lloras?
- ¿Estás triste?
- ¿Confundida?
- Mi esperanza te confundió. Pero hablemos sobre ella, invirtámosla, desenvolvámosla para ver
su contenido. Plata ¡tú tienes esperanzas, qué te dice tu esperanza! Vamos has el esfuerzo y
no te dejes confundir por las emociones, aférrate fuerte a las barandas del lenguaje y muévete
con cuidado de un concepto a otro, pensando cada uno y dejándote dirigir de uno en uno, seguí
la dirección que te marcan las propias palabras.

Plata:- Has cambiado, mi amado Silver, y te has vuelto un firme sostén y guía para mi…Pero mi
esperanza, mi esperanza encerraba el deseo de la independencia, el deseo de la madurez y la
propia soberanía. No quiero correr tras el placer, sino mantenerme en el deseo. Y ahora ansío
tus brazos. Eso es mi llanto, mi fracaso. Sentirme tan débil y vulnerable frente a ti, el sentirme
necesitada, y desvalida ante tu voz, tus palabras, tus letras…cómo será el verdadero trazo de
tu mano…y ahora una idea aterradora irrumpe: y si fueras una máquina, si fueras un programa
diseñado para entretener a damas solitarias y entristecidas cada domingo. O tal vez yo, tal vez
yo no soy más que…No puedo seguir. Ya no puedo exponerme más ante ti que sólo eres un
desconocido.

Silver: - Te asalta el temor de irrealidad, o mejor habría de decir: ¡temor a la realidad! Todo eso
que sos y que ocultas en tu interior, todo eso que haz logrado ponerlo en palabras, expresarlo
en letras; todo lo que yo he expresado y confesado solo para ti, lo rechazas por ser excesivo.
Pero si aun eres valiente hay más y más para mostrar y decir, la hondura no es sondable pero
de ahí brotan las palabras y los sentidos. Ahora te incito a la valentía del amor. Di sí y lo
tendrás todo.

Plata: No. Esto es locura. ¿Querés salvarme? ¿Sos la promesa? Máquina ¡Virus!
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Y cuando te fuiste

La noche, el hombre lobo, las brujas, la oscuridad o la luna; la inmensidad y la exaltación, o la


ínfima y misteriosa pequeñez; los muertos y los ausentes, la huida. Todo lo agregable a esta
enumeración es tan real que asalta cada noche. La noche no es simple momento de descanso,
ni tormento o angustia, es otro plano cósmico, y en mi otro equipamiento planetario, emotivo y
sensorial. Diría que son inconfesables mis noches, y diría que se asemejan a las de ustedes,
como me asemejo yo bajo el cielo azul a mi vecino marinero, así de desemejantes dentro de lo
comparable. Lo único concreto al fin del día son los planes que por las noches hago para el
próximo día, en un esfuerzo de extender una lógica continuista y soberana. Al principio no me
habituaba a ella y la resistía, pero la noche viene con su humor y sus proyectos que toman
cuerpo y se desarrollan en mi olvido. Mi desmemoria es la suma de mis noches. ¡Sí fuera
animal nocturno! ¡Sí fuera animal diurno! Pero soy ambos y dos veces animal. Animada por el
soplo del sol y la calidez del cuerpo, me afianzo cada noche como puro esqueleto un poco
entumecido y revuelto por la inquietud de una certeza urgente y pronta que ella insinúa. ¡Qué
habría de develarse cada noche sino la propia noche! ¡Y qué develación es ésta! Es obvio que
estoy escribiendo en esta noche, y es más obvio aún este intento herético de conjurarla y
sacarla a la luz, de acabar una buena vez con ella arrastrándola al día y a la claridad de las
palabras. Palabrejas engañosas que aspiran amigarse y seducir, dejándose enloquecer,
soñando enloquecer a la mismísima vida.
Primero la reconocí y luego tuve que aceptarla con sus hábitos. Oír primero y luego ver. La
noche llega en sonidos, bajo el sentido de la fe, aquel de los ancianos, el famoso ‘quién pueda
oír que oiga’. El hábito de reconocer la espera de lo inoportuno.
Pero la noche tenía antes tu compañía y ahora la noche tiene a la noche y yo quedo en medio,
indefensa. Lo normal es que yo calle y vea lo que ella me muestra, su reino indómito e incierto.
Me dejo dominar, volver mil veces a la escuela, y visitar el cuarto de mi madre enferma; corregir
una y otra vez el error de considerar a mi abuela muerta, y perfeccionar mi técnica del vuelo.
Corrí con desesperación y sin velocidad; quedé atrapada entre la tierra y el cielo; me crecieron
más brazos que a un pulpo y no supe contarlos; conversé contigo en un escenario y fuimos
celebradas y te fui infiel y te amé bajo otro rostro que era el mío y ninguna máscara, te hice
infiel.

Y todo esto me sucede desde que te fuiste y dejaste la enormidad. Quede con ella y tuve que
aceptarla con toda mi vergüenza, hasta lograr reconocerla como hija legítima. Wie peinlich!

Después que te fuiste.

No sólo te fuiste y me dejaste sólo, me dejaste en tal estado de ánimo que poco a poco
me fui quedando cada vez más sólo. Los chicos me rehuían y ya no me incluían en sus
programas, me volví un agua fiestas, un idiota, un deprimente y deprimido imbécil. En definitiva
un desgraciado.
Y creo que me hubiese quedado definitivamente aislado y completamente desamparado y
confundido si no hubiese sido por Oriana, la vieja bruja del almacén que no en vano se pasa
horas sentadas detrás del mostrador cada vez más vacío de mercancías y clientes leyendo
libros de todo tipo. En los libros hay mucho saber, y no hay uno que no tanga nada que decir
por más escondido que esté. Igual, como verás estoy muy cambiado y dispuesto a
reencontrarme contigo sin recuerdos ni recriminaciones. ¡Cómo aquella primera vez en el baile!
Cuando nace la esperanza de uno en otra persona...
Continúo con el cuento. No fui a lo de Oriana a pedirle consejos como algunos y otras-yo sé
que vos fuiste-, yo fui a comprar cerveza pero ya no tenía. Su hijo Aldo perdió en el juego,
como siempre, y el proveedor que ya no es el de antes no le fía. No sé si sabes, o si sabías
pero el almacén funciona de fiado. Ella fiaba y también le fiaban y cada tanto las deudas se
saldaban y comenzaba de nuevo el proceso aunque nunca desde cero, o nunca con el mismo
0. En definitiva nunca totalmente de nuevo. A medio andar funciona eso de fiar... Te acordás, el
almacén se llama: “Fe”, y es por eso. Igual doña Oriana no piensa cambiar el nombre, aunque
sí a su hijo que hace unos días, según me enteré por mi hermano, lo echó de casa.
Pero lo que quería contarte es que ella me curó, y me he vuelto sociable y hasta amoroso. De
hecho estos días la fuerza de mi amor a vuelto a ti, lástima que no estés y mi amor anda solito,
de regalo, al sol y muy bien lucido.
Pero lo importante fue cómo sucedió todo, de manera mágica y muy sapiente: “Recitame un
poema”, dijo, y yo con la botella de cerveza vacía en la mano la miré asustado con esos ojos
míos que vos decís de pez muerto, secos, vacíos. Imagínate, un poema, ¡yo! Pero sí, sabía
uno, que me había llevado días aprenderlo allí en la infancia, pero que al fin pude recitarlo en la
escuela y ese día a Orianita.
Insistió, me sirvió un vasito de vino patero y solté la lengua, recité ‘la higuera’.
La higuera
Porque es áspera y fea
Porque todas sus ramos son grises
Yo te tengo piedad a la higuera...
(Dejo acá porque no te quiero cansar pero la sé todita. Sigo con la cura,)

- ¡Bien! Ahora al revés


- ¿cómo doña?
- “Yo tengo piedad a la higuera, porque...”
La poesía la recuerdo desde que la aprendí de adelante para atrás, pero no de atrás para
adelante, aunque eso lo sé ahora y no antes de hablar con Oriana.
- Se te acabó el amor como se te acabó el poema. Todo tropieza en ti en una única
dirección. Como si fuera inevitable...Y como llegaste al final sólo podés repetir todo otra
vez desde el comienzo, siempre desde el comienzo hasta el final y volver a empezar. Y
el final siempre es silencio y perplejidad y tanto más cuanto más bello sea el poema.
Pero el asunto no es el poema sino tu pequeña capacidad para recordarlo que siempre
desagota veloz para callar. Ahora es el momento que te ejercites en el camino inverso y
te animes a remontarte hacia el comienzo, hacia la nada del poema. Allí donde no lo
había, y la inspiración sacudía.
- ¿Cómo?
- Hasta antes de la Lola, cuando andabas con los hermanos Santoro vendiendo rifas
para el hogar, o con la Silvia que te quería hacer padre de todos sus críos sucios y
chillones.

¡Oriana! ¡Vieja bruja! Y sabe tanto y todo que tuve que darle las gracias y caminé hasta el Coto
a comparar la cerveza poetizando y esforzándome en pensar no como si pensara sino
pensando. Imaginame: ¡Voladuras y chispas despedían mis ojos de pez ciego...! Debería estar
hermoso, aunque yo no me podía ver, ni estabas tú para nombrarme…
Qué significa todo esto: qué el camino que va es el que viene y que la veleta sabe del aire que
nos negamos. Escuchá esto, que más o menos me fue dicho así: hay una voz que se
desprende de si misma y narra abiertamente sin miedo a trabarse, a perderse, a quedarse sin
habla. Es una voz sin reservas. Todo sale de ella. Ahora soy incapaz de relacionar el momento
en que te vi con el momento en que te fuiste. Las promesas perviven. Y nuestra novelita de
amor no terminó tan mal porque comenzó tan bien: empezó livianamente hermosa y terminó
extrañamente dolorosa. La supimos contar de una manera pero hay otras tantas que aun nos
esperan. ¿Nos esperan?

En boca de Oriana el pasado es otra vez futuro y tal vez esto no se entienda pero te propongo
practicarlo y ahí todo se entiende. Con el cuerpo se piensa y con la mente se siente, se
comprende. Yo ando de malabarista, intentando dominar mi vida de atrás para adelante y de
adelante para atrás. Creo que lo que hacemos tiene originalidad.. Hasta el final uno no se
decide si por el beso o la bofetada. Difícil predecir el próximo paso...tal vez Oriana tenga algo
que decir, le preguntaré.

Mil besos, para ti, como el día primero.

Pd.: no sé si te diste cuenta que ya no te vigilo. Ahora te busco.

El año que te fuiste definitivamente

El año que te fuiste definitivamente y sin despedirte comenzó a llover el primero de


agosto. A mitad de mes, y bajo la lluvia, me vi sola ante tu tumba, sin flores en las manos, sin
paraguas, rodeada de cuatro sepultureros con palas que me invitaron a decirte a dios. No dije
nada, pero debo haber hecho algún gesto, porque mecánicamente comenzaron a tirar tierra en
tu tumba, y no pararon hasta enterrarte.
No nos despedimos. Y ahora soy yo la que debo imaginarlo todo sobre ti y siento esa
pesadez negativa, torpe de la imaginación cuando desea llenar los baches de una historia
verdadera. Solías enojarte conmigo porque yo no respondía tus llamadas, por mis ausencias y
silencios que te hacían imaginar: lo peor. Lo peor, debe ser lo que pasó esa tarde en el
cementerio y que yo no había imaginado, ni temido. Decías que no querías imaginar, sino
saber, saber sobre mí y las cosas de mi vida. Para mi la imaginación no podía ser tan mala,
debía ser mejor que la historia de mis días fácil de resumir y muy difícil de no olvidar.

Ahora es mi turno de imaginar y mi turno de evitar una imagen sombría de tus días, de
tu vida en soledad. Evitar esa bilis negra de una imaginación positiva, argumentada y
pretendidamente segura y convincente. De una imaginación que pretende para sí la fatalidad
de lo real.

Esta es mi despedida que deseo convertir en el placer de un saludo:

Estamos en tu casa, de alguna manera me convenciste de venir. Tal vez usaste el


verbo necesitar, “Necesito que vengas”, “Es urgente”. Y yo fui, con pasmo, curiosidad y miedo.
Es inevitable. Si alguien dice necesitarme, voy, un poco orgullosa, algo temerosa pero sobre
todo deseando la comunión.
La escena (habrá cosas que se imponen por sí misma –sillón de mimbre-, otras que serán
del deseo - jarra de limonada). Vos estás sentada en un sillón individual de mimbre, yo ocupo tu
viejo sillón dorado en el que de niña solía dormir. Estoy expectante, concentrada y silenciosa,
por eso fui, espero todo de ti y no las preguntas que me estás haciendo, preguntas sobre mi
que rápidamente contesto para pasar a otra cosa. ¡Qué hables! Ese es mi deseo. Pero callas.
No hay emoción en tu rostro, tu cara es neutra y tu mirada no se posa en ningún lugar. Me
siento incómoda, tu aspecto me resulta desagradable, y hasta repulsivo. Aparto la vista y
encuentro cantidad de bolsas ocupando todo el espacio vacio. Antes conservabas los
envoltorios, moños y papeles de los regalos que recibías, y que el tiempo llenaba de un polvo
pegajoso que era todo tristeza unida, como tu rostro, como tu mirar que no te une a ninguna
cosa, un mirar sin gobierno hacia todos lados.
Son mis cosas, decís, de a poco las voy guardando. ¿Te mudás? Pregunto. Te reís y tu
cara ya no es del todo indiferente. Acepto el té que ofrecés repentinamente, pero no te
movés y caes nuevamente en tu letargo. Son las cosas que ya no necesito y que no creo
que nadie necesite. Basura. Te las podés llevar. Es una ironía, pienso. Es una herencia,
dice. Lo que dejan los muertos a los vivos…Cosas. Y cuando el último vivo, muera solo
habrá cosas. Cosas liberadas al fin de uso, significado y valor. Antes las apreciaba como
cosas bonitas, ahora ya no las hay, o que si las hay no son cosas. De golpe la pared que
nos protegía es fea y nuestros adornos desechos. Problemas… Todo son necesidades;
nuestras necesidades y son muchísimas, las tuyas y las mías. Yo no las voy a extrañar.
Tras una larga inspiración decís que me llamaste para despedirte, vas a morir y querés
decir adiós. Te parás, comenzás a correr las bolsas, rechazás mi intento de ayuda. Esto
también te dejo, hiciste espacio y señalás el entorno: el departamento y los muebles, la
ropa, la vajilla, las máquinas, la de lavar, el hornillo, el microondas, la licuadora...Las llaves,
las copias de llaves, los cuadros que una vez pinté, los libros, la alfombra que fue del
abuelo. Dejo todo lo que tuve. Y casi todo se puede poner en bolsas y dejarlo en la calle.
Aunque tal vez te quedes con algo como recuerdo. Estoy un poco desconcertada, no sé si
me quiero quedar con algo. No vine a buscar cosas…pero tampoco vine a dar mi opinión.
Vine a escuchar. A aceptar lo que escucho.
No estoy ansiosa por morir. Me es indiferente. Pero tampoco se me ocurre resistirla, mi
cuerpo la busca y se apaga de a poco. Se que me alejo y ya no vuelvo. Ni quiero volver.
Hace mucho que ni siquiera hago bolsas. Tampoco busco tu compañía, antes tal vez, pero
no ahora. Hace tiempo me desacostumbré a todo, hasta de mi misma. Así: sin trabas a la
soledad. Sólo deseaba despedirme… ¿Qué puedo decir? ¿Cómo me ha resultado la vida,
mi vida?
No ha sido desagradable. Ha sido larga, y muy variada. Días y más días, una crónica
muy confusa en la que el tiempo sucesivo se desbarata. Y yo soy yo, y a veces otra. En mi
historia no estoy siempre, a veces falto, hay mucha ausencia mezclada en los recuerdos…
El dolor…, para mi el dolor siempre fue ajeno, hasta el propio. La desesperación siempre
me resultó imposible, y espeluznante. El dolor es imposible. ¿Y la alegría? ¡La felicidad! Es
un recuerdo, algo lejano que acompaña… Si de niña alguien me hubiese dicho que así
resultaría mi vida, me hubiese revelado, y ni siquiera tendría este recuerdo de felicidad. La
felicidad es una idea de la niñez, cuando las posibilidades ni siquiera han sido planteadas y
uno cree saber exactamente lo que quiere. Vivir. Siempre vivir. Solamente vivir. Mi vida no
le hubiese gustado a la niña que fui.
A veces me pregunto ¿si hubiese hecho otras cosas en mi vida, hubiese sido mejor,
estaría dispuesta como hoy a morir? Me lo pregunto pero no lo contesto, creo que no tiene
ningún sentido. ¡Mi vida, mi vida! ¿Qué es ese “mi”? Yo sé lo que es la vida, pero no el mi.
La vida me va a abandonar, pero la vida no se queda sin mi, ni el mi me abandona, se va
conmigo. El mi era solo esa porcioncita de vida que hacia sentir a todo este cuerpo.
Y ahora... ¡al fin esperando la barcaza! La mitología ayuda a imaginar la muerte: estoy
en la ribera para entrar al río sin costas. Me lo digo, y a veces río, a veces temo.
Me digo que morir es abandonar mis recuerdos. Y lo extraño es que últimamente mis
recuerdos no refieren ni al paisaje que se ve desde esta venta, ni a hechos, palabras, o
imágenes de mi vida. Son recuerdos muy vagos y que podrían no ser míos. Las imágenes
que me asaltan son del sol y el calor del verano. Sentir el cuerpo contraído y fuerte. La
caricia sobre el lomo de un animal. Pájaros en bandada, piando. El pez que salta en el río.
El cielo entrevisto bajo la copa de un viejo pino. Las sombras del sauce, elípticas,
alargadas, inquietas. El viento corriendo la tierra, levantando las hojas, sacudiendo árboles:
la gran tormenta y el posterior día soleado brillando sobre la devastación. Tal vez, todos
seamos poetas al momento de morir, como un naufragar en miles de imágenes que se
abren y se cierran, se suceden y se superponen. Imágenes del recuerdo, del deseo, y del
miedo. Imágenes del olvido, imágenes hasta el momento desconocidas, tal vez ajenas, tal
vez de nuestros sueños...Te siento enorme y abatida.
Viví y ahora me toca morir. Es simple y nada más se puede decir. Nos pasa a todos. Es
el milagro y la oportunidad de la vida.
Yo te abrazo y la escena concluye.
Ya no hay nada, ni bolsas, ni vos, ni sillón de mimbre o amarillo oro. No hay jarra de
limonada. Ahora estoy frente a tu tumba y te digo adiós y no dejo que los sepultureros
arrojen la tierra. Pido la pala y bajito digo: “no te olvido. Te imagino”.

La comunidad de los solteros

Manifiesto primero de la CDS del año en curso:


¡Vamos corazón!
Dicte y reine.

Somos logia y mayoría. Nos reconocemos. Somos iguales. Pero ni jurídica, ni religiosa,
ni sexual, ni genérica o específica. No igualdad de naturaleza, de origen, ni de destino.
Igualdad y vida, comunidad. Igualdad como resultado y hallazgo. Igualdad como emoción y
sentimiento. Igualdad con el espacio abierto, con la nube y el ave. Igualdad con la planta y
sol que respira. Igualdad franciscana desenfadada de dios y de cualquier filantropismo.
Igualdad en el enfrentamiento y en la paz. El placer y la tristeza. El dolor. En la sangre y el
pulso. Igualdad del aire que respiramos. Igualdad como eterna lejanía. Confusión. Todos
tan separados. Todos tan vivos. Todos urgidos de mezcla. La igualdad del entre y las
diferencias: un poeta entre los poetas, un músico entre los músico, un amigo entre los
amigos, un amor entre los amores: igual a la llamada del deseo, al suspiro que se expresa
en las bellas palabras de un: ¡oh, mi amante! Igualdad de amantes. La igualdad como real
política. Igualdad en la lengua que nos habla. Lengua de idiomas, de etimologías, de
autores, de grupos, de dioses, oníricas. Lengua de agua. La palabra de Heráclito hecha
lengua. Lengua: sabor, sexo, voz, idioma.
Es un simple dato de la naturaleza, tu vida depende de otras vidas, pende de otras
voces, acciones y deseos, de ocultas decisiones y fuerzas imprevistas. Pende de esta
tierra, monatirre. Planeta adorado. Todos somos uno, y solteros en busca de guarida y
apertura, de confabulación, de dupla que se multiplica.
Todos expuestos, cobardes y temerarios. Planeta de sonidos y colores, de formas,
olores y sabores. Planetas orbitantes. Anhelo y desdén, jadeo. Multiplicación, resta, división
y suma. Somos los solteros de siempre. Los solos. Somos la soledad que se encuentra y la
felicidad que resalta. El dolor que se inflama con su propia consciencia de nada. Y la
alegría que abraza.
El dolor es maestro, escribió un mal día Esquilo. El miedo hace comunidad pensó
Hobbes como testigo de su época. Kant advirtió contra la felicidad que aturde e infla el ego.
La indiferencia es su peligro, el desprecio del feliz y distinguido, del predilecto, del
agraciado por los dioses y la suerte. Job, la rueda de la fortuna, la coleta (la cola nerviosa
del gato al asecho) que remata tantas tragedias de Eurípides, cuentan de algo que ocurre.
Y de lo que ocurre se desea escapar, porque es inesperado, desconocido.
Escapar de la masa sobrepoblada y blanda de cuerpos que se incorporan y
desfallecen. Silenciados por desconocer qué decir, por haberlo dicho, por temor a decirlo,
por decirlo.
Escape del sabio hacia la felicidad. Eudaimonía, sophía, autarquía, ataraxia. Un ideal,
el varón sabio hecho ella, la túnica como vestido. Varones que no terminan dando el paso
de nombrarse “nosotras”. Porque encumbrados y emancipados se desplomarían en la
poesía, en el ojo del huracán en medio de la meseta. No dan el paso, no dieron el paso y el
equilibrio lo mantienen entre lo alto y lo altísimo. Ellos felices, los dioses gozosos.
Eudaimonikoi, makarioi.
Ellos y aquellos, dicho en sus propios términos, nosotros y ustedes.
Nuestro pronombre es todos. Nuestra comunidad no es por adopción, ni por origen, no
por pacto, resultado del miedo o del compromiso positivo de la razón. Somos los forajidos
de todas las promesas prometidas. Somos los que solo conservan la arcilla en sus manos
en busca de la voz aún muda y vacía de consciencia.

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Perderse

Al fin volvía, un poco asustado, un poco angustiado, un poco demasiado rápido aunque
simulando pasear para calmar la ansiedad del corazón rezumando tan tan irracional. Y llegaba
a su calle con el corazón en la mano para ofrecerlo y caldearlo en casa, en familia. Al fin de la
calle, en una esquina, está el farol prendido. Los pasos fueron más seguros, más lentos y los
sentidos se agudizaron. El corazón se aquietó y se concentró. Ni un ruido, sus pasos, el
discurrir monótono constante y diverso de su conciencia, demasiado desenfrenada aún. Abre la
tranquerita, el perro no salió, mira alrededor, espera en la semi oscuridad, nada; atraviesa el
frente y entra en la casa. Oscuridad. Ruido de patas y tropiezos: el perro que le sale al paso
para saludar. Le entrega el corazón, arrodillado a su altura y le mueve la cola. Dice: ¡Hola! Y
oye la voz de ella que sale de la cama, del cuarto y le ofrece algo de comer. Se asombra
sintiendo que es demasiado el peligro. Desbastado.

cover

La barca , Robert Walser

¡Otra vez!, casi seguro, el mismo relato. Vuelta a comenzar: está el lago, la barca en
medio y dentro un hombre, una mujer. En lo altísimo del oscuro cielo rumorea la luna.
Y bajo su resplandor, la noche se entrega plácida para esta soñadora aventura de amor.
¿El hombre, valiente y convencido enamorado, ha robado a la mujer para sí? ¿La mujer
está temblorosa y conmovida? Tal vez, la escena no lo muestra, sólo vemos el beso que
se prolongará y se hará largo. La montaña es un contorno enorme y oscuro en el agua
brillante. Hay luz en la ventana encendida de una casa o palacio de la orilla. El silencio
es completo, indivisible: delicioso.
Muy abajo, las estrellas titilan en lo hondo del agua, como allá, en la lejana superficie
del cielo. El lago tiene secuestrada a la luna, la ha conducido a su mitad, y ahora la besa.
Ella se ha dejado conquistar y le ofrece de beber, aunque sin perder el aplomo y la
osadía para la aventura. El lago la cubre de amor y ella se deja ahogar en el placer. Con
los remos descansando en el agua el hombre y la mujer silenciosamente se siguen
besando. ¿Son felices, serán felices los dos que están enamorados, en medio del lago,
bajo la espléndida luna? ¿O estarán demasiado ansiosos por disfrutar, y la felicidad, la
propia felicidad los enemistará?

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Los amigos I

Busco a alguien con quien compartir mi alborozo. Estoy a disposición. Me


ofrezco. Algo del mundo me hizo feliz, me tocó, una casualidad, tal vez lo que se dice
una experiencia. Un contacto. Como la rosa que vio florecer ese viejo alemán, que tal
vez vio al momento de abrirse, y lo dijo, sin porqué, toda consecuencia: Flores
floreciendo. Todo en el suceder, en la vanguardia sin testigos, todo involucrado en lo
insólito. Así fue que llamé a Marcos, mi amigo filósofo, y le conté lo de la comadreja y
el cuis, lo del carancho y la paloma, y mientras hablaba pensé que se podía incluir mi
narración en una edición conjunta y ampliada de las fábulas de Esopo. ¿Y la moraleja?
Y un poco me divirtió la idea y un poco me entristeció, igual Marcos ya estaba hablando
sobre la mediación del lenguaje que impide ese tipo de experiencias y ofrece a pesar de
todo recursos para comunicarlas. Siempre conquistando…y sigue hablando aunque sus
pausas son largas y dice que ni Internet ni los libros provocan experiencias, hace falta el
cuerpo y no solo la capacidad comunicativa o lingüística…Y otra vez piensa, calla y
luego remota la palabra para agregar, salvo la experiencia de haber leído tal o cual libro,
cuya tapa y peso recordamos y la situación, el lugar, hasta la posición cómoda, o
incómoda…Yo le digo que tiene razón, y lo invito a dar un paseo. Vivimos a unas 15
cuadras y ambos tenemos bicicletas, podemos encontrarnos en alguna esquina y dar
unas vueltas, tomar una copa de vino, un vaso de cerveza, un licuado, un cortado, un té
de roibos… Marcos se ríe, me llama romántica, existencialista y no sé cuantas cosas
más. El caso es que está terminando un trabajo que debe entregar muy pronto, dice que
lo podemos postergar para más tarde, una cena, o para la semana próxima. Acepto
complacida y después de un suspiro dice que está cada día más paranoico. Qué el
trabajo no ayuda, qué la gente con la que trabaja no ayuda, qué la psicóloga no ayuda,
qué la novia no ayuda, ni lo deja. Cree que le hará bien verme, que lo ayudaría.
Quedamos para la semana que viene y nos despedimos con un beso según uso y
costumbre. Buenos modales y escases de experiencia. Experiencia hubiese sido sentir
mis labios en la humedad suave de los suyos. Una experiencia dulce y cálida. Aunque
no creo que él sepa besar. Tartamudea mucho. Pensé subir todo esto a un blog que
todavía no tengo. Pero tengo mi historia, aunque todavía no estoy segura de su
contenido, ni cómo contarla, ni porqué hacerlo. Creo que la debería contar para que
alguien me diga qué significa. Pero primero tengo que reunir las palabras, elegir las
palabras y ponerlas en orden. Necesito un diccionario, ahí están las palabras al borde de
sus significados. Ahí debe estar mi historia y todo lo que ella sabrá decir. Conversar con
un diccionario. Al fin el mejor amigo, y si no para que lo inventaron los sabios.

Los amigos II

Estoy con Mechi tomando un café. La pasé a buscar por la universidad, ella
estudia psicología, y caminando terminamos en este bar de la avenida Jujuy. Primero me
hizo sentar afuera, quería fumar, pero aunque estés sentada la gente te empuja, tal vez
sin tocarte, pero te empuja, y aunque estés cerca no lográs oír lo que se te cuenta, ni
concentrarte, la gente se entromete y los autos meten bulla todo el tiempo. Entramos
cuando ella apagó su segundo cigarrillo, teníamos que hablar…
- Bien…estábamos en el sentimiento oceánico que se recupera en la experiencia
amorosa…Recuperarlo y perderlo es…¡trágico!…Peor que la castración.
Me río un poco. Mechi me mira pidiendo explicaciones
- Pienso en la castración. Nunca me sentí castrada, adoro mi vagina…creo que
no me molestaría tener un pene, siempre y cuando conservara mi vagina… Para hacer
pis, por ejemplo. O para mostrarlo hinchado y erecto, porque es una forma simple de
expresar la cantidad…y calidad del deseo… O para rascarse cuando arde…que un
hombre se rasque puede ser desagradable pero que una mujer lo …
- …Creo que no entendés que significa en psicología “castración” que nada tiene
que ver con penes y vaginas…tiene algo que ver, ¡pero no tiene nada que ver! Además,
vos sabés que para mi es un problema el pene…te pido un poco de delicadeza!
- Perdón. No me di cuenta.
- No importa. Ahora lo importante es otra cosa: vos.
- ¿yo?
- Sí ¿Cómo estás?
Mechi se puso todo erguido y me clavó la mirada y yo ahí en sus ojos, expectante,
sorprendida por lo que él fuera a hacer, decir, pensar. Dije rápido y algo divertida por el
miedo: “Me gustaría estar en otro episodio de mi vida”.
-¿Cuál?
- Cualquiera. Volver a los 5. Estar en los 60, en los 44, en los 51, en los 31, o 21,
o…
- ¡basta!
-¡BASTA!- él me gusta porque un día me dijo que yo tenía una hermosa
cabellera. Aclaro: tengo ojos celestes y la gente siempre los ve y considera que es toda
mi belleza. Él es especial, aunque yo no lo entienda o justamente por eso.
- Voy a ser clara: Dalma me llamó y me pidió que hablara contigo. ¿¡Le dijiste
que te querías matar!?
- Bueno…, es verdad. Y se lo debo haber dicho. Pero no me voy a suicidar. Y
podés decírselo. Sólo me quiero matar…es una simple expresión de deseo.
- Ella está muy preocupada por ti…Ella te quiere y por eso se preocupa y por eso
te dio de baja en Facebook. No quiere hacerte daño, pero también quiere hacer su
vida...y hoy en día eso es muy difícil…todo está tan expuesto y…
-… Creo que esto no es inteligente.
- ¿Qué es inteligente?
- Creo que lo inteligente es charlar un rato y luego olvidarnos de lo que hemos
hablado- Estoy calculando las calorías que ya he consumido, según mi cálculo por hoy
es suficiente, aunque sean las 2 de la tarde tendré que cerrar el pico. Lo raro no es que
esté gorda, sino la circunstancia en la que he engordado. Estoy triste, estoy de luto
sentimental, lloro como un gato duerme la siesta. He terminado con una relación que
consideraba central en mi vida, y ahora lo es el hambre y en aumento. Espero que
termine de hablar y comento.
- Sí…tenés razón. Pero tengo hambre.
- ¿Querés pedir algo?
- No, no…pero podés comunicarle eso a Dalma…Decile que estoy gorda, que me
quiero morir pero como con voracidad y sin saciarme.
- Es verdad. Te noto más gorda.
- ¡Eso! me voy a fijar en Internet, tal vez encuentre algo. Al menos una dieta.
- ¿No era Dalma una buena cocinera?
- Es cocinera.
- Tal vez sea eso.
- Tenés razón .
Quiero morir consumiendo calorías. Deseo comer costillitas de cerdo, piel de pollo
crocante, comerme las ranas en salsa de manzana y chupar caracoles. Pero no digo nada.
Suspiro mientras Mechi me está dando su dieta macrobiótica, sacó su cuaderno de
apuntes y la está anotando. En la hoja anterior seguro que está lo de Narciso y en la
anterior, la castración. Y de golpe pienso que debe haber una gran confusión que
estamos hablando de otras personas como si fuesen las personas de las que estamos
hablando. Para empezar yo no tengo Facebook y Dalma sólo cocinaba en casa cuando
había invitados y siempre carne cuando yo hace siglos soy vegetariana. Soy vegetariana,
me digo…Y Mechi ¿desde cuándo habla con Dalma? nunca fueron amigas ni había
mucha simpatía entre ambas. Mechi me agarró las manos: era un saludo, se tenía que ir,
pero quería dejarme todo su apoyo y su dieta. Nos paramos y nos besamos, nos
abrazamos por encima de la mesa, y fue tan conmovedor que hice un supremo esfuerzo
por no llorar. Mechi se fue, miré la hora, miré la carta, miré mi billetera, hice un cálculo
aproximado de lo consumido. No tenía más plata, llamé al mozo, pagué y salí a la
avenida con la dieta en la mano. Al primero que me pida algo, se la doy. Todo lo que
tengo es lo que me han dado, y lo doy, quiero darlo. Pensé, nunca me tiraría a la mitad
de esta avenida. El tren sería mejor, más folklórico, más local. Pensé que jamás lo haría,
pero pensarlo como posibilidad era una novedad para mi. Matarme ¿Qué diría Mechi
sobre esto? Igual yo no logro oír a Mechi, ni a mi misma, ni a nadie probablemente.
Dalma siempre se quejó de eso, que no atiendo, que no presto atención, que soy incapaz
de concentrarme, que siempre estoy en otra cosa. El problema es que así funciona mi
mente. Ahora pienso que bueno sería estar en una playa del Caribe y enamorar a la
moza del hotel, pero soy realista, estoy gorda y como siempre en problemas. Además
días como hoy, de cielo turquesa y nubes como paquetes de algodón, no puedo sino
desear con honda nostalgia colgar mi hamaca del cielo y balancearme para dejarme caer
en una nube mullida y luego saltar a otra cantándole al abuelito ¿¡porqué soy tan tan
feliz!? Me arrebata una pulsión de Heidi, un mundo de amor, bondad y niñez. ¿Cuál
será la manera real de lograr un bienestar real en un mundo real, palabras,
pensamientos y deseos, ideas reales germinando y produciendo alimento real, amistad
verdadera? ¿Cuál será la realidad que me rodea? Suena el celular, es alguien de la
empresa que me ofrece una promoción. Digo, sí, sí y corto. Qué feo trabajo, pienso. A
mi me hubiese gustado ser pastora, y andar con un perro y una vara de madera… De
nuevo Heidi.

Amigos III

Yo estaba en un sueño erótico, en un sillón con el cuerpo de Marcela muy cerca, cuando
el teléfono fijo comenzó a sonar. Me desperté a disgusto pero también un poco
sorprendida, ese teléfono suena cada vez menos o casi no suena, porque el celular suena
cada vez menos. Eran las 4 de la madrugada, fui hasta el otro cuarto, la sala o el living o
qué se yo: ahí dónde está el teléfono que es casi un inútil. Atendí.
- ¡Hola! soy Pablo
- ¿Pablo?
- Sí ¿cómo estás?
- Bien.
Me digo, claro que sé quien es Pablo, reconozco perfectamente su voz, y puedo
imaginarme su aspecto. Pablo es un amigo. Un viejo amigo. Un muy amigo, al que
no veo nunca. Hará ya un año que no nos vemos, ni hablamos, pero eso no es
importante, no cambia nada. Seguimos siendo amigos y esto se confirma en que
puede llamarme a las 3 de la mañana, o a las 4 de la tarde, sin problemas. Para eso
están los amigos. Nunca nos molestamos…Dice que tuvo un accidente con la moto,
yo no sabía que tenía una.
- ¡Estoy bien! Hace un ratito volví del hospital. Tengo un par de costuras, pero
nada roto. Dicen que la saqué barata.
Se justifica: en la semana había estado pensando en mi, pensando en llamarme o
enviarme un mensaje. Y que estaba justamente parado en la esquina pensando en
escribirme cuando el auto lo chocó.
- Estaba en la esquina, esperando que cambiara el semáforo, pensando que te iba a
llamar o escribir y siento el golpe y salgo disparado con moto y todo. Volé como
en sueños…

Como en sueños, claro que sí, yo ahora recuerdo que estuve soñando con su novia, con
Marcela que se me insinuaba bellamente. Parece que los chicos se bajaron del auto y lo
ayudaron a reponerse, sino hubiese sido fatal, dice:
- Fueron amables, hasta dónde podían. El auto no era de ellos, se lo habían sacado
al padre o a la madre de uno sin permiso y no se podían arriesgar. Me pidieron el
celular y llamaron al Same. Después se fueron. Creo que discutían. No sé, creo
que me desmayé, o el Same llegó inmediatamente, como si los reemplazara en
espacio y tiempo. Ellos se evaporan, el Same se materializa. No pueden dos
cosas ocupar el mismo lugar…en ese sentido que se fueran era la única
posibilidad (él estudió física, pienso, sabe de lo que habla. Aunque tal vez esté
siendo irónico, no sé. A mi nada de lo que cuenta me causa gracia, ni termino de
entenderlo). Lo que me molestó es que se llevaron mi celular, o tal vez lo olvidé
y lo aplastó el próximo auto que pasó. O ellos se olvidaron de devolverlo(otra
vez hace gracia del asunto). En un accidente pasa de todo. Pero de haberlo
tenido te habría llamado antes.
Le pregunto si necesita algo, si le puedo alcanzar algo. Dice que no, pero la voz le
tiembla, y me lo imagino llorando. Le pregunto si está sólo: sí.
- ¿Y Marcela?
Hace unas semanas que ya no viven juntos, tal vez un mes. Ella ahora está con una
chica, dice, y yo pienso: lo sabía. Y pienso que todo es una estupidez. Una estupidez
mi sueño, y una estupidez lo que sucede en la calle y otra los hospitales que mandan
moribundos a sus hogares, y las personas que dejan a otras personas por otras
personas. Le pido el piso, no lo recuerdo, “ 3-E” me anoto en la mano y le aseguro
que en 20 minutos le toco el timbre.
- Bueno. Gracias
- ¡Chau!
Antes de salir a salvar el mundo y al amigo rememoro por un instante la
satisfacción de tener tan cerca el cuerpo de Marcela.

Help! Help! help! help?


¡No puedo salir! ¿Qué pasó? Estoy encerrado, no puedo salir. ¿Necesitás un cerrajero? No,
si venís, podés entrar por la ventana. ¿Y? Y salimos juntos por la terraza ¿Y? ¡Y me liberás!
No tengo demasiado apuro, tengo tiempo y te puedo esperae…No entiendo, yo entro por la
ventana y salimos juntos por la terraza. Y después…Después puedo entrar por la ventana.
Salir es muy peligroso. ¿Y por la terraza? Por la terraza se puede salir, no entrar. ¿Por qué
no salís por la terraza? Buaaa...! me querés ayudar ¿Sí o no? Sí…y pregunto porque te
quiero ayudar. Si estás encerrado…¿por qué estás encerrado? Cuando quise salir rompí la
llave, y ahora ya no sirve…Entonces, sí o sí hay que llamar a un cerrajero. ¡No! No por
ahora, no ahora. Tengo que pensarlo y para eso tengo que salir por la terraza con tu ayuda.
Sólo es muy peligroso, pero juntos vamos a poder. Ok, entro por la ventana, salimos por la
terraza, después vos entrás por la ventana, y después…Y después salimos juntos por la
terraza. ¡Eso no tiene sentido! Así no solucionás el problema. Además no me podés
convertir en tu portero de por vida ¿o sí? No, no, yo lo pensé todo, por eso te pido
simplemente que vengas, entrés por la ventana y juntos salgamos por la terraza, nada más.
¿Y mañana cuando quieras volver a salir? Te llamo. ¡No! Es que no importa si no venís, lo
importante para mi es saber cuál es el problema y evitar pensar en tantas cosas diversas.
¿Cuál es el problema? Es obvio: no venís y ya. Lo sé o lo sabré y listo. ¿Qué vas a saber?
Qué clase de amigo sos, o que no sos 100% amigo, pero sos un amigo, tal vez el único, y
real ¡Por favor! No es nada malo, es solo un saber que me libera de pensar en mil cosas
distintas cada segundo, y de estúpidas esperanzas. Te pido que me des una mano con un
poco de realidad. Pido algo de realismo, de límite claro. Vos serás ese límite, mi
imposibilidad y mis posibilidades. OK, pero si de amistad se trata, no sé si recordás que
sufro de vértigo…Claro, yo lo sé, tú problema es el vértigo y el mío el no poder reconocer
el problema: juntos y a la vez nos curamos. La amistad es eso: reciprocidad, enroques.
Mientras venís preparo una comida ¿Llevo una escalera? No, no hay que subir, hay que
saltar.

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