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Universidad Nororiental Gran Mariscal de Ayacucho

Escuela de Derecho
Núcleo Ciudad Bolívar
Derecho Mercantil I
7mo Semestre
Sección 2D1

INTERVENCIONISMO DEL ESTADO EN LAS


ACTIVIDADES MERCANTILES

Profesora: Integrantes:
Josefina Angrisano Belisario, Marianny C.I 27.010.911
Martinez, Ana C.I 27.255.569

Ciudad Bolívar, octubre de 2019


EL INTERVENCIONISMO DEL ESTADO EN LAS RELACIONES DE CARÁCTER
MERCANTIL.

El Intervencionismo Público o del Estado son todas aquellas acciones del estado
mediante las cuales condiciona la actividad económica del país mediante la
regulación del mercado laboral, fijación de precios y salarios, control de mercado
cambiario, nacionalización de determinados sectores (financiero, industria pesada)
y, en general, se atribuye una amplia capacidad del Estado como productor de
bienes y servicios. Mientras que en el momento actual las delimitaciones entre el
derecho mercantil y civil pierde importancia, al menos en lo relativo al derecho de
las obligaciones y contratos, adquiere una importancia creciente otra clasificación
que es el resultado de la intervención del estado en la economía. Esta intervención
se ha hecho necesaria en razón de la acumulación del poder en las grandes
sociedades mercantiles que producen en masa y para las masas, las cuales estarán
sometidas al poder de aquellas si el Estado no interviene en su protección. Esto
explica argumentos, la legislación contra los monopolios.
Esta es la razón de las disposiciones de ciertos códigos modernos relativas al
contrato de adhesión, el cual, en realidad, constituye un dictado en una de las
partes. Esta intervención del Estado es en algunas materias más fuertes que en
otras y dichas materias se postulan una nueva clasificación, sea en el punto de vista
didáctico, sea del aspecto legislativo, en el sentido que ya no se consideren
separadamente las normas de Derecho Privado y Derecho Público, sino que ambas
pueden ser resumidas en un solo cuerpo.
Como influye el Derecho Internacional Privado en el ámbito comercial en nuestro
país y la aplicación de la legislación internacional en el mismo.
Desde los comienzos del siglo XIX, nuestro país comenzó a demostrar un interés
especial por el Derecho Internacional Privado. Esto se refleja en la participación en
el Congreso de Panamá, convocado por el Libertador en 1824, en el Congreso de
Lima (1877) cuyo resultado fue el primer Tratado de Derecho Internacional Privado
y la Convocatoria del Congreso Boliviano que se celebró en Caracas en 1911 y en
el cual se incluyó el tema referente a la Ejecución de Actos Extranjeros, que culminó
con la aprobación del primer tratado, ratificado por Venezuela, en materia del
Derecho Procesal Internacional.
La Ley persigue los siguientes objetivos concretos:
• Resolver los problemas que presentaba el sistema venezolano de Derecho
Internacional Privado, caracterizado por sus contradicciones entre el personalismo
y territorialismo, su carácter estatutario y la dispersión de sus disposiciones en los
códigos y leyes especiales.
• Ajustar la legislación venezolana de Derecho Internacional Privado a la realidad
social del país. Esto se refleja especialmente en la adopción del factor de conexión
personal “domicilio”, propio de los países inmigratorios y más cónsonos con las
concepciones territorialistas que han sido predominantes en Venezuela. En esta
forma disminuye la posibilidad de rechazar la aplicación del derecho extranjero, ya
que la Ley califica el domicilio como residencia habitual de una persona, que es de
fácil determinación. Otras disposiciones que no responden a las realidades sociales
sino más bien a la idiosincrasia venezolana se refieren a la consagración de la
legítima (Art. 35) y de la herencia yacente a favor del Estado venezolano (Art. 36).
Sin estas soluciones, criticadas con buenas razones, por Neuhaus73, la aprobación
de la Ley hubiera sido muy difícil.
• Adaptar las soluciones internas a los avances consagrados en la codificación
convencional, especialmente las convenciones interamericanas y las convenciones
de La Haya sobre Derecho Internacional Privado. La ratificación de estas
convenciones ha producido una brecha entre las regulaciones consagradas en las
fuentes internacionales y las previstas en la legislación interna causando el
tratamiento distinto de los casos con elementos extraños, atentatorio a la deseable
armonía de soluciones.
• Adaptar las soluciones venezolanas a la evolución universal de la materia y a
las legislaciones más recientes, que se han convertido en instrumentos válidos para
el armónico desarrollo de las relaciones jurídicas entre los particulares.

Leyes patrias aplicables al Derecho Mercantil


• Código de Comercio. 1982
• Ley de Mercado de Capitales. 1998.
• Ley de Registro Público y del Notariado 2001.
• Ley de Mensaje de Datos y Firmas Electrónicas 2001.
• Ley de Arbitraje Comercial 1998.
• Ley de la Administración Pública 2001.
• Código Orgánico Tributario 2001.
• Ley General de Bancos y otras Instituciones Financieras 2001.
• Ley de Caja de Valores
• Ley de Almacenes Generales de Depósito.
• Ley de Empresas de Seguros y Reaseguros.
• Ley de Propiedad Industrial.
• Ley del Contrato de Seguros.
• Ley General de Bancos y otras Instituciones Financieras.

Legislaciones Patrias que en la historia han dominado la escena del Derecho


Mercantil Venezolano.
En la Etapa Colonial aquella que comprende desde el Descubrimiento de América
hasta la Declaración de Independencia, no existió un concepto jurídico de comercio,
ya que la aparición del acto de comercio como figura con contenido jurídico tuvo
lugar en el Código de Comercio francés de 1807. Así que históricamente durante
todo el período colonial, el comercio desarrollado en América se encuentra regido
por el sistema mercantilista español, que se centró en la regulación de la función
del tribunal mercantil, que había sido asignado a las dos instituciones más
importantes que se ocuparon del comercio: la Casa de Contratación y el Real
Consulado.
La actividad comercial durante los siglos posteriores al descubrimiento (1550-1750),
es desarrollada en su mayoría en los mercados públicos que se encontraban en los
centros poblados, adonde llegaban los mercaderes y ofrecían sus mejores artículos,
a precios ya fijados por las autoridades y otros sujetos a los resultados de las pujas
de las públicas almonedas.
Sin embargo, para la historia del Derecho Mercantil en Venezuela, lo más
importante de esta época fue la erección del Consulado Real de Caracas, por la
Real Cédula de 3 de junio de 1793, que fue creado en consideración al apreciable
aumento y extensión que había tomado el comercio en América. El Consulado
estaba compuesto de un Prior, dos Cónsules, nueve Consiliarios, y un Síndico; su
función consistía en la más breve y fácil administración de justicia en los pleitos
mercantiles, y la protección y fomento del comercio en todos los ramos. La función
de administrar justicia estaba a cargo del Tribunal, el cual estaba integrado
solamente por el Prior y dos Cónsules. El Tribunal conocía de todos los pleitos y
diferencias que ocurrían entre comerciantes o mercaderes, sus compañeros y
factores, sobre sus negocios de comercio, compra, venta, cambios, seguros,
cuentas de compañías, factorías, y demás que deba conocer el Consulado de Bilbao
conforme a sus ordenanzas.
No obstante, las normas jurídicas anteriores a 1810, por una evidente necesidad
social, siguen vigentes por muchos años y muchas de ellas constituyen todavía la
base de importantes disposiciones hoy vigentes, tal es el caso del acto de comercio.
En fecha 12 de octubre del mismo año 1821, se dicta la Ley sobre Organización de
los Tribunales y Juzgados, donde desaparecen los tribunales especiales de
comercio, y se otorga la competencia comercial a los tribunales ordinarios, quienes
conocerán de estos asuntos de comercio de la misma forma que lo hacía el
Consulado Real de Caracas.
Posteriormente, se retoma la separación de competencia; es decir, se establecen
nuevamente los juzgados de comercio, por una ley de fecha 10 de julio de 1824
cuyas normas sirven para la determinación de las causas de comercio y el
procedimiento que deberían seguir. A continuación, se crean una cantidad de leyes
referidas a la forma de determinación de la competencia de los Tribunales
mercantiles, que consagraban la autonomía jurisdiccional de la materia comercial.
Esta situación se mantuvo incluso después de la separación de Venezuela de la
Gran Colombia. El Congreso Constituyente reunido en Valencia, promulga la
Constitución de fecha 22 de septiembre de 1830.
La importancia de la regulación de la materia comercial en Venezuela se explica por
el hecho de que los comerciantes, principalmente en Caracas, alcanzaron una
identidad más rápidamente desarrollada que ningún otro sector de la sociedad
venezolana. “El sector mercantil era el que en el lenguaje del siglo XIX se
denominaba el «alto comercio», expresión que por sí misma indicaba que se trataba
de los grupos de mayor capacidad económica que formaban los propietarios de las
casas mercantiles. En una sociedad relativamente fluida y poco estratificada como
la venezolana eran parte de los núcleos más prominentes pero diferentes de las
familias de origen colonial, de mayor raigambre social que solía tener lustre, pero
no fortuna, con quienes muchas veces emparentaba y con quienes compartían el
mismo espacio social, aunque no necesariamente el económico.”
En las leyes mercantiles desde 1836 hasta 1841, se presente un listado casi idéntico
de actos de comercio, sin embargo, en ninguna de ellas se aporta un concepto legal
de acto objetivo de comercio, sino la enunciación de una serie de actividades que
se venían desarrollando desde la colonia por las personas que realizan el comercio.
Con relación a las Leyes de 26 de mayo de 1846, se empleó una formula legislativa
diferente, toda vez que ya se estaba perfilando el contenido del Código de Comercio
que sería promulgado posteriormente.
El Primer Código de Comercio venezolano fue sancionado el 15 de febrero de 1862,
por el General José Antonio Páez, y fue publicado en el Registro Oficial, en varias
entregas, a partir del No. 21, de fecha 1° de marzo de 1862 y se terminó de imprimir
en el No. 40, de 25 de junio de 1862; derogando definitivamente las Ordenanzas
de Bilbao, resultando anterior a nuestro primer Código Civil, ratificándose así en
Venezuela la separación de las materias civil y comercial que venían perpetuándose
desde la etapa colonial.
El 29 de agosto de 1862, el Gobierno del General José Antonio Páez promulga un
nuevo Código de Comercio, el cual entra en vigor el mismo día de su promulgación
y publicación; en opinión del Dr. Leopoldo Borjas, aunque existían diferencias entre
el Código de Comercio de 15 de febrero y el de 29 de agosto, las mismas no
justificaban la promulgación del segundo.
Nuestros primeros Códigos de Comercio no hicieron al respecto más que injertar
íntegramente en su texto, el articulado de la referida ley del 26 de mayo de 1846.
Las principales características de nuestros primeros Códigos de Comercio de 1862,
en relación al acto objetivo de comercio son:
• Configura un Código de leyes especiales para quienes hacen del ejercicio del
comercio su profesión habitual (artículo 1°);
• Se hace una enumeración de los “actos objetivos de comercio” a los fines de
someter a la jurisdicción mercantil el conocimiento de las controversias que versen
sobre ellos;
• Es posible que siguiendo el modelo francés de 1807, y en consonancia con la
ideología de la época, a la que repugnaba toda legislación de clases, el legislador
venezolano de 1862 haya entendido limitarse a ratificar la supresión de la idea de
un “código para la clase inscritos en la corporación de comerciantes”, y pretendiendo
afirmar que tan solo la condición profesional de comerciante se adquiere por el libre
ejercicio de estos actos de comercio; sin aspirar en absoluto a fijar el contenido de
una materia comercial, especial y distinta a la materia civil;
• Trata un conjunto de materias que para la época parecían peculiares o de
exclusivo interés de los comerciantes: capacidad para el ejercicio del comercio,
contabilidad y libros de comercio, agentes e intermediarios de comercio, compañías
de comercio, letras de cambio, libranzas y pagarés, además del comercio marítimo,
entre otros; sin ofrecer normas de un contenido general susceptible, por su misma
generalidad y especialidad simultáneas de servir de fundamento a la construcción
de un sistema con pretensiones de autonomía.
El Código de Comercio de 1862 no indica capítulos especiales (como si lo hacen
los Códigos de Comercio ulteriores desde el 20 de septiembre 1873), que dispongan
reglas particulares destinadas a regular las obligaciones y los contratos
“mercantiles”, duplicando así la normativa que trae el Código Civil sobre los
contratos.

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