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CENTRO UNIVERSITARIO TECNOLOGICO

CAMPUS SAN PEDRO SULA

Asignatura
Ética Profesional

Tarea
Investigación Sobre Sistemas Éticos

Catedrático
Rolando Espinoza

Sección
V6139

Alumno
Juan Francisco Chávez Lara

Cuenta
61341387
Aristóteles: La Ética de la Felicidad

La ética de la felicidad

Se trata de una ética naturalista, es decir, Aristóteles pretende mostrar que existe algún elemento
común a todos los actos morales y ese elemento es una cualidad natural: la felicidad, que es algo que
todos los humanos buscamos. Por esto mismo la ética de Aristóteles es también una ética material, y
a su vez es también una ética teleológica, es decir, que centra su atención en la finalidad de la acción.
Pero, ¿cómo entiende Aristóteles la felicidad? “La felicidad es una actividad del alma conforme a una
virtud perfecta” (Etica a Nicómaco). Lo que nos hace felices no es el simple placer, sino la actividad del
alma; aquí la palabra alma (psiqué en griego) podemos entenderla como sinónima de mente o
pensamiento. Así pues, es la actividad lo que nos hace felices -según Aristóteles- pero no una actividad
cualquiera, sino la actividad de nuestra alma. Además, Aristóteles dice que esa felicidad que se produce
mediante la actividad del alma, se consigue cuando es conforme a la virtud.

La obra aristotélica se compone en su mayor parte de tratados dedicado cada uno de ellos a las
distintas ramas en que se irá diversificando, y finalmente dividiendo, la filosofía: Física, Lógica, Ética,
Política, Metafísica. Concretamente son tres los libros que hoy recogen el pensamiento ético de
Aristóteles, siendo el de Ética a Nicómaco el más canónico y citado. Aristóteles partía de la concepción
del hombre como ser social o político: un hombre que se completa en los demás, en la comunidad.
Esta cuestión, central en el pensamiento aristotélico, es reivindicada hoy por los críticos del
pensamiento individualista liberal.

Pero antes es preciso desarrollar la idea de que el hombre tiene un bien o un fin, idea que es el núcleo
de la ética. Ese fin o bien que busca el ser humano no es otro que la felicidad. En efecto, la felicidad es
aquello hacia lo que todos los seres humanos tienden, por lo que se y no otro debe ser el contenido de
la ética: conducir al ser humano a la felicidad.

La virtud y la felicidad

La felicidad es lo que todos los hombres quieren, pero no está allí donde la mayoría suele buscarla: la
felicidad no radica en la riqueza ni en los honores ni en el éxito. La felicidad está en la vida virtuosa.
¿Cuál es nuestra función en este mundo? Sólo la respuesta a preguntas como esta nos da la clave de
la virtud y, en consecuencia, de la felicidad. Aristóteles, para contestar al interrogante, repara en los
tres géneros de la vida que ya Platón había separado: la vida vegetativa (propia de las plantas), la vida
sensitiva (propia de los animales), y la vida racional (propia del animal racional que es el hombre). En
una ética como la griega, dirigida a la formación del carácter, lo que busca no es eliminar los deseos,
sino más bien encauzarlos hacia ese fin que es la virtud o la felicidad, es decir, tratar de conseguir que
los deseos y la sensibilidad de cada uno no obstaculicen ni entorpezcan el camino hacia la vida feliz.

Las ideas no son el punto de partida del conocimiento moral: no sabemos qué es el bien porque
conozcamos la definición ideal del bien, como no sabemos qué es la salud a partir de una definición
teórica y general de la vida sana. Aprendemos a ser buenas personas, virtuosas, en la práctica,
enfrentándonos con situaciones difíciles y procurando elegir bien y tomar la decisión más correcta o la
menos equivocada. La virtud es una actividad práctica consistente en saber escoger el término medio,
un término medio peculiar en cada caso y para cada persona, que escapa pues a las definiciones
generales.

En un libro sobre La prudencia en Aristóteles, el filósofo Pierre Aubenque (1999) explica cómo la ética
centrada en la prudencia es una ética consciente de la contingencia y el azar que embargan
irremediablemente la existencia humana. A diferencia de los dioses que conocen y dominan el destino
y viven en un mundo de necesidad y perfección, los humanos desconocen el orden perfecto y no tienen
más remedio que arriesgar elecciones y cargar con sus consecuencias.

Ética del Placer de Epicuro

La esencia de la Filosofía consiste en conocer el objeto final de la vida y de las acciones humanas, en
determinar la cosa en que consiste el bien sumo del hombre y que constituye su felicidad. Prescindiendo
de la felicidad perfecta y absoluta, la cual sólo puede hallarse en los dioses, si existen, la felicidad
relativa, imperfecta y limitada de que es capaz el hombre, consiste esencialmente en el deleite, puesto
que el deleite es la cosa que deseamos y buscamos por sí misma y a la que subordinamos todas las
demás cosas. Todos nuestros actos y aspiraciones deben tener por objeto la posesión de esta felicidad,
o sea del placer posible al hombre en esta vida; porque, perdida esta felicidad, nada nos queda si no
es la esperanza ilusoria y quimérica de la felicidad propia de los dioses.

Este deleite o placer, que constituye la felicidad del hombre, tiene dos manifestaciones, que son el
movimiento y el reposo. El placer consiguiente a la satisfacción de una necesidad o apetito sensible
que se experimenta, el que resulta de las emociones agradables, como la alegría, la amistad y otras
análogas, representan el primer aspecto de la felicidad, mientras que el segundo, o sea el placer del
reposo y por el reposo, consiste en estar libre o exento del dolor y de la perturbación. Aunque la felicidad
humana abraza las dos manifestaciones del deleite, la segunda, sin embargo, es superior a la primera,
y constituye en cierto [361] modo la verdadera felicidad del hombre, toda vez que ésta, en último
término, consiste en la exención de dolores por parte del cuerpo y en la tranquilidad del espíritu, o sea
en la exención de perturbaciones e inquietudes por parte del alma. Nos autem, escribía Cicerón en
persona de los partidarios de Epicuro, beatam vitam in animi securitate, et in omni vacatione munerum
ponimus.

Epicuro enseñaba también que el placer que constituye la felicidad y bien supremo del hombre, es el
que resulta del conjunto de todos aquellos actos y estados del cuerpo y del alma que representan la
mayor suma posible de placer y bienestar para el hombre, y esto, no precisamente con relación al
instante o tiempo presente, sino abrazando el pasado y el futuro. Y añadía también que en este conjunto
de bienes y placeres que constituyen la felicidad humana, entran por mucho, y aun como parte principal
y superior, los placeres y satisfacciones morales e intelectuales, los placeres del alma, los cuales son
superiores a los del cuerpo, porque éstos son de suyo momentáneos y fugaces, mientras que los del
alma se extienden a lo pasado y a lo porvenir.

Fundándose en este aspecto relativamente laudable de la moral de Epicuro, pretendieron y pretenden


algunos hacer su elogio, y hasta presentárnosla como una concepción racional y digna de respeto.
Pero los que esto intentaron procedieron sin duda inconsideradamente, según dice con justicia Ritter;
porque la verdad es que enfrente de este aspecto parcial y relativamente laudable de la ética de
Epicuro, existen otras opiniones del mismo y de sus discípulos inmediatos, [362] que desvirtúan por
completo el valor real de esa aserción. Según el testimonio de Diógenes Laercio, Epicuro decía
terminantemente que no podía concebir el bien o felicidad del hombre sino mediante «los placeres del
gusto, los goces del amor carnal, los del oído y la vista de las bellas formas»: y Metrodoro, amigo y
discípulo de Epicuro, solía decir que el hombre que sigue la doctrina naturalista y epicúrea, no debe
cuidarse más que del vientre.

La ética hedonista (en griego hedoné significa placer o gozo) propuesta por Epicuro resulta muy similar
a la ética aristotélica, pero donde Aristóteles habla de felicidad los hedonistas hablan de placer; por lo
demás resulta una ética también material, naturalista, cognitivista y teleológica. Veamos un fragmento
de una obra de Epicuro:

“Por ello decimos que el placer es el principio y el fin de la vida feliz. Lo hemos reconocido como el
primero de los bienes y conforme a nuestra naturaleza, él es el que nos hace preferir o rechazar las
cosas, y a él tendemos tomando la sensibilidad como criterio del bien. y puesto que el placer es el
primer bien natural, se sigue de ello que no buscamos cualquier placer, sino que en ciertos casos
despreciamos muchos placeres cuando tienen como consecuencia un dolor mayor. Por otra parte, hay
muchos sufrimientos que consideramos preferibles a los placeres cuando tienen como consecuencia
un dolor mayor. Por consiguiente, todo placer, por su misma naturaleza es un bien, pero no todo placer
es deseable. Igualmente todo dolor es un mal, pero no debemos huir necesariamente de todo dolor, y
por tanto, todas las cosas deben ser apreciadas por una prudente consideración de las ventajas y
molestias que proporcionan. En efecto, en algunos casos tratamos el bien como un mal, y en otros el
mal como un bien.” Epicuro Carta a Meliceo.

Bibliografía Consultada

1. Aristóteles: La Ética de la Felicidad


https://confilosofia.wordpress.com/2010/02/03/aristoteles-la-etica-de-la-felicidad-1/ el 01
de febrero de 2015
2. Ética del Placer de Epicuro
http://filosofia.org/zgo/hf2/hf21086.htm el 01 de febrero de 2015

3. http://es.slideshare.net/gladysgualoto/principales-teorias-eticas1 el 01 de febrero de
2015

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