Su madre, Ana, estéril, pidió un hijo a Yahvé con el compromiso de
entregarlo a su servicio. Elí (Sacerdote y Juez), luego de una conversación con Ana le dijo: “Vete en paz y que el Dios de Israel te conceda lo que has pedido” (1 Sm. 1, 17). Con el tiempo, Ana dio a luz un hijo que llamó Samuel porque se dijo “se lo he pedido a Yahvé” (1 Sm. 1, 20b); y, una vez destetado lo llevó al Templo, lo entregó a Elí. Ana elevó una oración a Yahvé dándole todo el honor, la gloria y poder; “… La estéril da a luz siete veces, …” y, en ella se cumple, pues tuvo cinco hijos más. Yahvé se manifiesta a Samuel, quien responde a ese llamado como si fuera de Elí, hasta que éste comprende y le dice a Samuel la respuesta que debe dar ante una nueva llamada: “¡Habla, que tu siervo escucha!” (1 Sm. 3, 9). Desde ese momento la Palabra de Yahvé llegaba a Samuel y ésta a todo el pueblo de Israel. Elí tuvo dos hijos; no heredan; todos mueren el mismo día; en la batalla contra los filisteos pierden el Arca de la Alianza. Samuel en hebreo significa “escuchado por Dios”, “oído de Dios”, “Dios ha oído”. Con esto, tomemos algunas lecciones para un cristiano en su vida: Un corazón contrito y humillado, Dios no lo desprecia. Samuel no puede ser apreciado en toda su dimensión sin conocer cómo y por qué llegó al mundo. Escuchamos la realidad que nos comparte la Palabra de Dios. Es un hijo de la estéril, que persistentemente ora y ruega al Señor para que le quite esa afrenta y que además, se compromete con Yahvé a entregarlo a su servicio una vez lo destete. Se alegra por el don maravilloso de ser madre y de entregar a su hijo al servicio de Dios, pues lo cumple sin dilación y lo sigue amando. El tiempo de Dios y su Voluntad son perfectos. Dios conoce nuestros corazones, por tanto, nuestras acciones. Las asume, toma sus decisiones y aún así mantiene su promesa y mantiene su Revelación. Esta “intención de Dios” es tan grande para con el género humano que no sólo lo vemos en este libro sino en otros pasajes (Abrahám y su hijo con la esclava; Isaac y la acción de Rebeca para la bendición a su hijo predilecto; Elí y sus hijos y seguirá siendo Juez hasta que muere). Dios y su compromiso SE CUMPLE, así nosotros le incumplamos; Él acepta nuestras decisiones -libre albedrío- muestra su desaprobación y decisión y sigue con su Plan de Revelación y Salvación. En este libro también lo escuchamos con el Rey Saúl, sigue siendo Rey hasta el día de su muerte y sabe que no lo sucederá ninguno de sus hijos por la DESOBEDIENCIA a Yahvé. La desobediencia es un acto que castiga Dios severamente. Ahora bien, Dios conocía perfectamente que los hijos de Elí no continuarían la obra de su padre y concedió a la estéril la capacidad de fecundar y a través de ella llamar a su próximo Juez. En Samuel se cierra el período de los Jueces y con la obediencia a Yahvé se abre el período de los Reyes. Samuel es como el puente entre estos dos períodos vividos por el Pueblo de Israel (Jueces y Reyes). Vive y conoce a Elí y a través de su enseñanza, Samuel conoce a Yahvé y como le habla. También es Samuel el instrumento que utiliza Yahvé para designar y ungir al primer Rey de Israel, Saúl. Me llama mucho la atención, cómo Dios ve al corazón de los hombres y no sólo su lenguaje e imagen exterior como lo hacen los hombres y es algo Divino, no humano; fijémonos cuando Samuel debe escoger a David, segundo Rey de Israel, de entre una cantidad de hermanos y como pasando de uno a otro sin darse cuenta que Dios ha visto gracia en el menor, el más pequeño y el de poca experiencia, sin embargo, lo llama y lo instruye a través de Samuel y de la experiencia con Saúl. En Samuel se reúnen las categorías de Sacerdote, Profeta, Juez y, si me lo permite, Rey. Samuel es de la tribu de Leví. Dios se comunicaba con Samuel y profetizaba en su Nombre. Samuel continuó la labor de Elí, Juez. Y por instrucción de Dios, ungió a Saúl como Rey; y, quién puede ungir a un Rey como tal, sino otro Rey. En conclusión, como cristianos comprometidos debemos: orar persistentemente para alcanzar la Gracia Divina; cumplir nuestros compromisos con el Altísimo una vez lo hayamos declarado en nuestro corazón y así, Dios nos llena de su Espíritu para expresarnos de la manera del canto de Ana; vivir al Dios que nos llena de su amor como lo hizo con Samuel a quien le confiaba todo lo que necesitaba; entender que la obediencia es esencial y que sus compromisos los cumple siempre; ver que sus tiempo y Voluntad son perfectos para darnos su Salvación.
Alumno: Jairo Salcedo García
Propedéutico – Introducción al Antiguo Testamento.