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Resumen 3 y 4 Oratoria

Estructura del discurso


El discurso tiene tres momentos que dan orden: la introducción, el cuerpo y el final.
Además de estos tres segmentos, el discurso debe organizarse en secuencias, tomando como base diferentes
estructuras discursivas, las cuales son extraídas de los textos escritos y deben ser adaptadas a los discursos a
través del uso de los componentes del discurso y el lenguaje corporal.
Con un esquema preparado, se enfrenta más seguridad al público, de modo que puede evitar nervios o
ansiedad.

En algunas intervenciones, como en los debates, es imprescindible el manejo de estas estructuras, ya que,
además de su utilización, se ponen en juego artificios estilísticos, rapidez mental, preparación, capacidad de
argumentar y contrargumentar, manejo de la situación y del contrincante.

El esquema: introducción, núcleo y final.

Asignación de tiempo Introducción 1/3 1/10 sirve para captar la atención de los oyentes
para atraerlos al tema que el orador plantea
una broma, un asunto conocido por todos.

Núcleo 1/3 8/10 la parte central se le asignado mucho mayor tiempo


se desarrolla el contenido específico del discurso.

Final 1/3 1/10 el final tiene especial importancia: puede consistir en un


resumen de los datos principales que permitan sacar
conclusiones o llamar a cambiar el estado de las cosas.

la parte introductoria y la final deben estar especialmente preparadas. “Los oradores profesionales, políticos
por ejemplo, cuidan sus frases introductorias y finales hasta en el más mínimo detalle, aprendiéndoselas,
conscientes de la importancia psicológica que poseen” (Brehler, 2000).

Di Bartolo et al. (2009) recuerdan una regla infalible que tiene igualmente dos mil años de antigüedad:
Discurso mediocre + buen final = buen discurso.
Buen discurso + mal final = mal discurso.

Estructuras discursivas. Argumentativa, narrativa.


Tener una secuencia establecida nos sirve para organizar el discurso y para transmitir correctamente nuestro
objetivo.
1-Estructura argumentativa Es utilizada cuando una persona quiere establecer su punto de vista sobre algún
tema y tratar de convencer a su público. Para ello esboza un tema, su punto de vista respecto a la cuestión,
plantea argumentos y utiliza material de refuerzo para sustentar su análisis.
Es constitutiva del discurso, en la medida que todo enunciado comporta una orientación interna hacia un tipo
de conclusiones, y comporta una orientación externa hacia cierto tipo de intervención en un destinatario
(hacer-saber, hacer- creer, hacer- hacer, convencer, manipular). (Barei y Rinaldi, 1996).
El 1° momento del discurso argumentativo es la presentación del tema y su posición respecto de ese tema,
debemos producir argumentos que lo sustenten y fundamentarlos (fuentes de la realidad, datos, reservas o
preguntas retóricas) por qué las personas que nos están oyendo tendrían que creer en lo que decimos.
Finalmente, llegamos a una conclusión en la que volvemos sobre nuestra postura inicial, avalados por la
argumentación; también podemos llamar a la acción o reacción por parte del público.
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2-Estructura narrativa Su objetivo es narrar algo, contar un hecho o historia (cuentos, novelas y hasta en
películas o series) La estructura narrativa consta de ciertas partes o secuencias: la situación inicial, el conflicto,
la acción, el desenlace y la situación final. En la situación inicial, se presentan los personajes principales y el
contexto en donde transcurre la acción.
El conflicto es lo que modifica la situación habitual, rompe la normalidad, y puede ser un suceso positivo o
negativo, como un hecho de la naturaleza, la llegada de una persona inesperada o el encuentro con alguien.
La acción es el comportamiento de los personajes con respecto a ese conflicto.

3.5. Apoyos visuales y otros.

Ayudas visuales: son medios que se emplean para estimular la imaginación de los oyentes o para poner de
relieve una idea básica en nuestro discurso. Científicamente, está comprobado que las comunicaciones
visuales son mensajes sintéticos que hablan a los ojos y son más eficaces que las palabras.
Estas ayudas visuales pueden ser: el pizarrón, los rotafolios, el retroproyector, las diapositivas, las películas,
los mapas, los diagramas, los planos, los dibujos y hasta las maquetas reducidas a escala
¿Por qué usar ayudas visuales?
-Para incrementar las persuasiones: incrementan la retención de la audiencia en cinco veces y aumentan sus
propósitos dos veces más de lo común
-Para aumentar la retención: las retenciones incrementan en un 10 %
-Los estudiantes aprenden el doble cuando el instructor usa agregados visuales
-La gente comprende acerca de un 7 % de la entrega verbal. Comprende un 87 % cuando la información es
entregada verbal y visualmente.
¿Cuándo usar agregados visuales?
Para abrir la presentación.
Para encauzar el pensamiento.
Para enfatizar los puntos clave.
Para presentar estadísticas.
Para hacer comparaciones.
Para explicar nuevos conceptos.

Cinco mandamientos para crear una ayuda visual


1-Unidad: usa únicamente una idea para cada ayuda visual, incluyendo el encabezado.
2-Simplicidad: haz letras grandes y leíbles.
3-Coherencia: usa el mismo estilo. No mezcles varios estilos.
4-Claridad: evita tipos de letras muy pequeñas para leer. La audiencia debe poder comprender la idea principal
en 10 o 15 segundos.
5-Calidad: sé ordenado y profesional. Dale un toque de color. Recuerda corregir pruebas de copia, chequea la
escritura y los números.

Medios auxiliares
Es conveniente conocer las ventajas y desventajas de cada medio, teniendo en cuenta fundamentalmente los
siguientes factores:
Su relación con el objetivo que se persigue y la característica del contenido que se quiera transmitir.
Su practicidad.
Su adecuación al grupo destinatario (tamaño, experiencia previa con el medio, capacidad de atención y
concentración).
Su capacidad de impacto visual, auditivo o ambos a la vez.

Procesamiento de la información que transmitir


Al planificar una presentación, destinamos gran parte del tiempo a preparar el mensaje que vamos a dar a
nuestra audiencia, es decir, a procesar la información.
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¿Por qué debemos procesar la información?


Porque la información es la materia prima, es decir, el dato que nos muestra la realidad. Al procesar la
información, el presentador agrega valor a ese dato, interpretándolo y extrayendo mensajes de él.
El primer paso será tener bien en claro qué queremos decir.
Cada mensaje que transmitimos está sustentado por información verídica, pero elaborar mensajes exige
tomar una posición:
1- Una afirmación expresa hechos. Aun siendo neutra, el presentador toma una posición al resaltar lo que es
importante.
2-Una opinión refleja un punto de vista.
3-Una recomendación propone acciones que tomar.

“Los mensajes expresan lo esencial. El proceso de extraer mensajes obliga al presentador a agregar valor a la
información y a ser riguroso en su forma de pensar al forzarlo a considerar qué es lo que quiere decir” (Dumand
y Choun).

Organización de los mensajes en una estructura lógica


Luego de elaborar los mensajes que queremos transmitir, debemos organizarlos dentro de una estructura que
resulte lógica. Esto implica dos procesos básicos:
1-Agrupar los mensajes: Al presentar la información agrupada, esta se vuelve más significativa y resulta más
fácil de recordar. Al agrupar estamos definiendo un factor común entre los mensajes, estamos agregando más
valor a la presentación.
2-Jerarquizar los mensajes: Jerarquizando nuestras ideas podemos determinar qué es lo principal y qué es lo
secundario. Damos también un orden a nuestra presentación: por dónde empezamos y cómo seguirá nuestro
discurso.
Establecer una estructura para nuestra presentación exige esclarecer los nexos que “enganchan” las ideas que
presentamos, de tal manera que, al pasar de un punto a otro, el discurso no pierda coherencia ni presente
baches lógicos que debiliten el mensaje ni distorsionen la intención del presentador.
Realizados dichos pasos, tendremos mayores garantías de establecer una comunicación más eficaz, que no
presente “fracturas lógicas” y que facilite a la audiencia su comprensión. (Dumand y Choun).

Medios para escribir: La pizarra de madera con la tiza de yeso, la pizarra blanca, El rotafolio
Medios de mostración: láminas, mapas, fotografías, esculturas, esqueletos, maquetas, etcétera.
Medios de proyección: El retroproyector es el cañón.

Tipos de discursos.
Ander Egg y Aguilar (2006): tipos de discurso según los procedimientos o formas de presentar el tema.
El uso de uno u otro procedimiento incide fuertemente en las posibilidades de la comunicación. Son:
1-Discurso leído
En principio, no hay que leer nunca un discurso si se quiere lograr una buena comunicación, ya sea que se
hable a unas pocas personas o una multitud. La lectura hace que el discurso sea soso y aburrido.
Cuando se lee un texto, se interpone una especie de “muralla invisible” entre el orador y el auditorio, se impide
la comunicación directa y ese encuentro vital que constituye la sustancia de la elocuencia; máxime si el
conferenciante lee como si no entendiese o, lo que es más frecuente, sin relacionarse con lo que lee. Además,
al usar este procedimiento, difícilmente el texto puede adecuarse a las circunstancias concretas.
Sin embargo, en algunos casos la lectura del discurso puede ser necesaria. Tratándose de personas que tienen
responsabilidades públicas (jefe de gobierno, ministros, dirigentes políticos y sindicales, etc.), en determinadas
circunstancias, deben sopesar las ideas y las palabras, decirlas con precisión y justeza, aun en sus matices. En
estas circunstancias, cuando no queda otra alternativa que leer, para lograr una mejor comunicación conviene
tener en cuenta las siguientes sugerencias:
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 Mirar lo más posible al público, para establecer una comunicación a través de la mirada Si los ojos se
mantienen clavados en el papel, falta la conexión de la mirada, la comunicación resulta muy insuficiente y el
discurso leído, se hace todavía más difícil de seguir. Un buen procedimiento es aprender los finales de párrafo,
de modo que se pueda mirar al auditorio sin “desconectarse del texto”.
Cuando se lee un texto, se interpone una especie de “muralla invisible” entre el orador y el auditorio, se impide
la comunicación directa y ese encuentro vital que constituye la sustancia de la elocuencia.
 Hay que leer bien. Esto significa leer fragmentando el texto en conjuntos flexibles, modulados, con diferentes
ritmos según lo que se dice, con carga afectiva y cuidando la velocidad de la lectura, de modo que la gente
pueda seguir tanto el contenido como los sentimientos que expresa.
 En lo posible, que no se vean las notas o los folios que contienen el texto de la conferencia. Un montón de
hojas que han de ser leídas a la vista del público predispone negativamente desde el primer momento.
 Lo más importante es aprender a leer como si no se leyese; para ello, hay que leer una frase y, apoyado en la
memoria inmediata, repetirla en voz alta. Con este procedimiento, quedamos más libres respecto del papel y
se facilita la comunicación. En algunos casos, en vez de repetir la frase, una vez captada la idea, se procede a
parafrasear o glosar lo que se ha leído.

Cuando se lee un discurso, es recomendable recordar que la gente está oyendo, no leyendo, y que oír una
lectura monótona es una invitación al sueño o, al menos, a la somnolencia; o, lo que es lo mismo: a no
enterarse de lo que se está escuchando.

2-Discurso de memoria
Tampoco conviene pronunciar discursos aprendidos íntegramente de memoria por que el discurso da la
impresión de artificialidad. Por otra parte, subsiste “algo” entre el orador y el público más sutil que en el texto
leído, pero no menos real. No será una “muralla invisible”, sino una “cortina de humo” que dificulta el
encuentro vivo entre el conferenciante y el público.
Una conferencia aprendida de memoria adquiere un estilo “cantado” o “recitado” que la vuelve insípida, falta
de naturalidad y carente de calor humano. Además, por la tensión que se tiene frente al público, se corre el
riesgo de olvidarse de algún pasaje del texto aprendido y, como consecuencia de ello, quedarse mudo en
medio de la disertación y esto... sería desastroso.
Una conferencia aprendida de memoria adquiere un estilo “cantado” o “recitado” que la vuelve insípida, falta
de naturalidad y carente de calor humano.

3-Discursos con ayuda-memoria


Las ayuda-memoria pueden ser de tres formas principales: disponer de todo el texto escrito, de un esquema
o boceto o bien de solo algunas notas.

a-Ayuda-memoria que dispone de todo el texto escrito: se escribe el discurso y se lo tiene a la vista como
ayuda-memoria, porque otorga seguridad intelectual y psicológica. Al mismo tiempo, este puede mantener
un aceptable contacto visual con el auditorio, no se repite la frase leída sino que se capta la idea y se expresa
con las propias palabras.

b-Discurso con esquema o boceto: se elaboraun esquema que contenga los puntos esenciales del discurso,
cada palabra o frase del guion sugiera ideas y cuestiones que el orador ya conoce. Estas se irán revistiendo de
palabras a medida que se desarrolla el discurso.
El poeta Horacio decia: “No busques palabras, busca hechos y pensamientos y atropellándose vendrán
palabras sin ser buscadas”.
Este método da libertad y seguridad. Es el método más recomendable, pues une al máximo de rigor al máximo
de elasticidad y permite la adaptación a diferentes auditorios. Una misma conferencia pronunciada varias
veces nunca será idéntica y mantendrá una cierta frescura.
c-Discurso utilizando notas: se trata es de preparar notas en tarjetas, que sirven de ayuda-memoria. A veces,
en las notas se incluyen citas, datos o información que es necesario citar con toda exactitud.
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4-Discurso sin nada escrito a la vista: consiste en decir, con palabras no previstas, ideas ya previstas, siguiendo
la secuencia que se establece en el esquema. Si no hay una secuencia en la exposición de las ideas, se corre el
riesgo de divagar. Esta forma de presentación (ningún texto visible) es la más adecuada para una mayor y más
profunda comunicación con el público. Es casi la única forma eficaz para hablar a grandes masas (mítines,
concentraciones, etc.). Para utilizar este método, es necesario retener perfectamente en la memoria el
esquema del discurso y las ideas centrales que se quieren expresar.
La presentación sin ningún texto visible es la más adecuada para una mayor y más profunda comunicación con
el público.

Formas deliberativas privadas y públicas. Preparación. Diseñar e instrumentar una


estructura. Temas y pautas.
“Uno no habita un país, uno vive en una lengua” (Dorara).
Las formas de la oratoria participativa se apoyan en el intercambio de ideas y opiniones entre los miembros
participantes.
“La Discusión es el arte del pensamiento reflexivo y la comunicación oral entre miembros de un grupo, cuyo
objetivo es la solución cooperativa de un problema” (Craig Baird).
María Angélica Vilches (como se cita en Di Bartolo et al., 2009) hace referencia a algunas consideraciones
generales: La oratoria participativa, llamada también oratoria grupal, incluye formas elocutivas en las cuales
dos o más personas discuten, alternadamente, sobre un tema determinado.
La discusión puede tener diferentes propósitos:
1- Incrementar el conocimiento de un tema.
2- Analizar los distintos aspectos de un proyecto.
3- Resolver un problema común.
4- Tomar decisiones acerca de un asunto.

Cada forma deliberativa recibe un nombre propio de acuerdo con el objetivo fijado; Cada reunión participativa
requiere una preparación muy cuidadosa. Es necesario diseñar e instrumentar una estructura que permita
desarrollar con eficacia la sinergia del grupo. El éxito grupal se logra cuando los individuos integrantes cumplen
con las pautas fijadas. Su organización y coordinación es tarea de un moderador, cuya denominación varía
según la motivación del encuentro.
La interacción “cara a cara” mantenida durante la discusión ajusta el ritmo ágil, necesario para que la reunión
logre un buen resultado. La reunión es eficaz si los intereses personales de sus miembros se integran a los del
grupo.
Los tratadistas en dinámica de grupos han ordenado a aquellas reuniones más difundidas en dos tipos
diferentes:
*Privadas (sin público).
*Públicas (ante un público de auditorio, televisivo o radial, por ejemplo).

Las privadas: en recintos cerrados, no muy amplios, bien ambientados: oficinas, despachos, salas de reuniones,
aulas, etc; grupos pequeños de personas (no más de doce) que representan a comisiones, delegaciones,
juntas, comités, cámaras, etc. El objetivo es definir líneas de acción conjunta mediante el intercambio de ideas
y opiniones acerca del tema determinado.
No son reuniones improvisadas; Entre las privadas más importantes, se mencionan las siguientes:
Diálogo. Entrevista.
Coloquio (conversación en grupo). Negociación.
Grupo de discusión. Interpelación.
Tormenta de cerebros (brainstorming).

Las públicas: en recintos cerrados amplios y confortables: auditorios, universitarias, etc. El número varía de
acuerdo con el tipo de reunión. Se utiliza material auxiliar: rotafolios, pizarrones, diapositivas, videos, filminas,
pantallas, cañón de proyección, retroproyector, PowerPoint, etc
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La convocatoria tiene como finalidad informar sobre los temas educativos, culturales, científicos, artísticos o
políticos, etc., que, en general, interesan a la sociedad.
Las reuniones públicas son difundidas cada vez mas en de los diferentes sectores sociales y su metodología es
muy estimada por el público. La brevedad de tiempo ( 1 ½ hs) predispone a la gente a concurrir a la
convocatoria.

Formas deliberativas privadas

El diálogo es una conversación entre 2 o más personas que, alternativamente, manifiestan sus ideas y
opiniones sobre un tema. Su práctica ayuda a los oradores poco entrenados a exponer opiniones ante otros
interlocutores. Es el más sencillo de la comunicación oral. Se trata de un tipo de conversación poco vigorosa.
-Es una comunicación directa y fácil
-Puede ser formal o informal.

La entrevista privada La entrevista es un encuentro entre dos o más personas sostenido en un juego de
preguntas y respuestas que conduce a un fin determinado. Puede ser convenida o casual.
El tiempo de duración nunca pasa de los 60 minutos
Se define de antemano el tema de la entrevista para adecuar los contenidos de las preguntas y de las
respuestas; El encuentro puede resultar también atractivo si ambos, el entrevistador y el entrevistado, usan
su poder de seducción con el fin de captar la atención del otro.
El entrevistador, cuya tarea es mantener el hilo de la conversación, debe proporcionarle a su entrevistado un
clima agradable y psicológicamente apropiado; en todo momento evitará expresiones que originen malestar
o respuestas cerradas en las que se emitan solo un sí o un no. En cambio, se esforzará por estimular respuestas
abiertas que amplíen los conceptos para enriquecer el tema que se trata.
El final es el gran momento del entrevistador, quien hará una síntesis de lo expuesto para reafirmar los puntos
más importantes y agradecer la presencia del invitado o de los entrevistados.

El coloquio (conversación en grupo) Es entre los miembros de grupos no muy extensos, normalmente entre
cinco y diez personas, es el diálogo de un grupo humano con similares inquietudes, con el fin de acordar una
decisión sobre un tema de interés común. Lo modera un conductor.
Se define como un intercambio de ideas y opiniones que se manifiestan “cara a cara” Su estructura permite
debatir un tema prefijado para analizarlo, estudiarlo o tomar una decisión.
Sucede en las reuniones de comisiones, juntas, reuniones de profesores, clubes, etcétera, y se caracteriza por
el tono amistoso, cordial y amable que revelan los participantes.
El conductor del coloquio constituye una figura clave en el éxito de la reunión, porque, aunque no domine el
tema, sí debe sintetizar con precisión los puntos de la discusión y ofrecer la información registrada con
coherencia y claridad.

La negociación La negociación es un intercambio de propuestas entre dos o más delegaciones. Su objetivo es


armonizar intereses entre las distintas partes. El temario que se va a tratar es preparado con anterioridad por
cada equipo que interviene.
La metodología que se aplica se caracteriza por ser una difícil y ardua tarea entre dos o más delegaciones. Su
objetivo es armonizar intereses entre las partes. El acuerdo final redunda en los mutuos compromisos que las
partes deberán cumplir; de ahí que el éxito de una negociación consiste en preservar la razón del argumento
inicial de la delegación que propuso el encuentro.
Muchas veces una negociación no se cierra en un solo día de reunión, sino que necesita de otras reuniones
para seguir deliberando. En cada una de ellas, un secretario designado exprofeso hará firmar a los miembros
de las delegaciones participantes el acta del día, la cual formará parte del acuerdo final.
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Pasos de una negociación


 Presentación de las propuestas.
 Discusión de las propuestas.
 temas del compromiso que se asumirá.
 Primer intervalo de la reunión
 Intervención de los respectivos expertos.
 Evaluación de las opiniones recibidas.
 Segundo intervalo de la reunión.
 Toma de decisiones. Conclusiones.
 Negociación acordada, limitada o rechazada.
 Lectura y firma del acta.

Grupo de discusión es aquel en el que un número reducido de educandos intercambia información para
acrecentar conocimientos, tomar decisiones o discutir un tema de interés común. Lo supervisa un instructor.
El instructor presenta el tema, motiva el interés de los participantes y estimula la intervención de todos. Para
facilitar la comunicación, todos deben verse cara a cara y ubicarse en un ambiente cómodo y agradable.
Es un proceso dinámico. La consigna de un grupo de discusión es aprender-haciendo.
Todos los participantes han de ser solidarios con las conclusiones a las que se arribe, puesto que estas han
sido tomadas después de una elaboración participativa y democrática a la vez.

La interpelación es un acto breve que se realiza ante una situación compleja. Es una práctica difícil de ejercer
por lo fatigosa y por el esfuerzo intelectual que exige la discusión. El arte de la elocuencia juega un papel
relevante; cada una de las partes debe lograr expresar su verdad y justificar sus argumentos con palabras
válidas y firmes.
La interpelación es una cita entre el interpelador, que pregunta, y el interpelado, que responde y expone los
descargos de un tema en particular. Su función consiste en registrar las explicaciones y los descargos
planteados por el interpelado para llegar a conclusiones válidas, cumpliendo de esta manera con su cometido.
El interpelado, desde su posición enfrentada, tiene que responder al interrogatorio de su contrincante con
argumentos creíbles. Su tarea no es sencilla: requiere preparación previa o experiencia para saber exponer
pruebas convincentes; de lo contrario, si no tiene firmeza y seguridad para discernir, no logrará su propósito.

Tormenta de cerebros (brainstorming) es un tipo de discusión cuya finalidad es generar ideas originales o
soluciones nuevas, ante un problema específico que requiere cambios. Conduce un director.
Los miembros del grupo (a lo sumo, doce) informados con anticipación del tema, actúan con gran libertad en
un clima muy informal, en busca de ideas originales, desde razonables hasta extravagantes. Su objetivo es
desarrollar y ejercitar la imaginación creadora para encontrar propuestas útiles, pero no urgentes, que sirvan
para solucionar situaciones que requieren cambios.
El encargado de registrar las ideas que se expongan y ofrece utilizar el grabador, un pizarrón o un rotafolio,
para que las propuestas se retengan en la memoria y que además se pueda volver a ellas en caso necesario.
Al final el director resume las ideas expuestas por los participantes. Es una técnica muy utilizada en publicidad
y en centros de capacitación en los que la fantasía y la creatividad ocupan un campo importante.
Pasos de un brainstorming:
1. Convocatoria a la reunión.
2. El director explica las pautas que se deben cumplir.
3. El grupo presenta las nuevas ideas. Todas son válidas, aun las más extravagantes.
4. Se analizan las propuestas en un plano de acción concreta.
5. El director hace un resumen de las ponencias y lee las conclusiones.
6. Cierra la reunión agradeciendo los aportes recibidos.
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Formas deliberativas públicas


A continuación, se presentan las definiciones de María Angélica Vilches (como se cita en Di Bartolo et al., 2009)
respecto de las formas deliberativas públicas.

Mesa redonda (o discusión ante el público) consiste en la discusión de un tema ante el público, en la que
interviene un grupo selecto de personas, bajo la conducción de un coordinador.
Conocen los temas de antemano del asunto que se va a discutir, y sus opiniones podrán o no coincidir con las
ideas de los otros participantes.
Es una forma ampliamente difundida, sobre todo por la televisión; su práctica incluye tanto a grupos de
científicos, empresarios y políticos como a gente común conocedora del tema.
Se desarrolla en un escenario o estrado, y sus integrantes se ubican alrededor de una mesa, a derecha e
izquierda del coordinador, de frente al público.
Lo importante es la participación activa de todos los miembros del grupo para agilizar el proceso de
elaboración de conclusiones. La reunión será productiva si las ideas conducen a concretar el objetivo de la
convocatoria. La habilidad oratoria de los invitados, la capacidad de síntesis, la cortesía en la discusión, el
respeto de las diferencias de opiniones o el cumplimiento del tiempo asignado son factores que colaboran
para lograr el éxito de una mesa redonda.
Tanto en una mesa redonda como en el simposio o en el debate, puede hacerse un breve uso de material
auxiliar, que, bien elegido, da más precisión a la ponencia.
Finalizadas las intervenciones, el coordinador expondrá las ideas principales registradas, haciendo una síntesis
de lo debatido y de las conclusiones obtenidas, y dará así por terminada la reunión.

El simposio: El simposio es una serie de breves conferencias que tienen un orden preestablecido y que,
sumadas, constituyen la actualización total o parcial de un tema. Al director del simposio se lo llama
presidente. Y sus conocimientos sobre el tema en cuestión le permitirán resolver cualquier imponderable que
pudiera presentarse durante el simposio (preguntas a destiempo, material de apoyo no conveniente o
cualquier aclaración que favorezca el mejor desarrollo del encuentro).
Su objetivo bien definido es informar, explicar o instruir en forma ordenada sobre diversos aspectos de un
mismo asunto, es decir, que, cuando se desea obtener o impartir información certera y variada sobre un tema
determinado, se recurre a la técnica del simposio, ya que, con la participación de expertos, permite la
comunicación rápida y organizada de un asunto.
Cada experto (pueden ser 3 o 6) habla sobre un aspecto particular que responda a su especialización. Los
integrantes de la reunión exponen individualmente sin discutir en forma sucesiva (como si fuera una
conferencia) y durante la misma cantidad de tiempo (30 minutos aprox.) cada uno transmita información
actualizada que, sumada al aporte de los demás, constituya un análisis total o casi total del tema.

El foro El foro es una forma de la oratoria deliberativa en la cual participa y opina el público al término de la
reunión. Lo conduce un coordinador. Actualmente, las formas deliberativas antes analizadas: mesa redonda,
simposio y debate, pueden constituirse en foro; basta con que el coordinador explique que, después de
terminada la reunión, el público podrá participar formulando preguntas.
El éxito de un foro depende en gran parte de la capacidad y el talento del coordinador. Su función es hacer
cumplir el tiempo asignado a cada expositor, solicitar que el interrogante sea preciso y conciso e impedir (con
cortesía) exhibicionismo retórico o divagaciones de los participantes.
Agotado el tema o cumplido el tiempo previsto, el moderador hará un resumen de las opiniones, coincidentes
o no, sin omitir las ideas fundamentales vertidas por los participantes; agradecerá, además, la presencia del
auditorio.
En general, finalizado el foro, el público ha logrado desarrollar su espíritu participativo y ha enriquecido su
información acerca del tema analizado.

El debate El debate consiste en una discusión ante el público de dos expertos o grupos de expertos que
sostienen tesis adversas sobre un tema particular. Lo conduce un moderador.
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es una forma de oratoria deliberativa muy practicada actualmente, aunque se difunde desde hace tiempo.
Como modalidad rápida y contundente, sirve para comunicar públicamente opiniones divergentes acerca de
un tema de interés notorio.
El debate tiene leyes propias que lo diferencian de los otros grupos de discusión. Es una polémica verbal que
involucra el compromiso de dos sectores que elaboran posiciones antagónicas en torno de un tema
predeterminado.
Son dos voces que se enfrentan en el enunciado del asunto: una sostiene argumentos que conducen a una
posición afirmativa de la proposición, mientras la otra argumenta negativamente con un contradiscurso
polémico.

El moderador en una reunión previa al debate fija las pautas que requiere su desarrollo y el comportamiento
ético de los participantes.
No hay debate que pueda prescindir de alguien que dirija o modere el enfrentamiento dialéctico. Esta persona
tiene que tener el derecho de llamar al orden. En ocasiones se le concede también el papel de árbitro, el cual
se encarga, concluido el debate, de valorar los argumentos que las partes hayan lanzado a la lid. Es costumbre
útil levantar acta de los debates, puesto que uno suele ser consecuencia del otro.
Siguiendo a Brehler (2000), podemos mencionar cuatro tipos de debates: el debate abierto, el americano, el
debate inglés y la disputa entre expertos.

En el debate abierto, los participantes toman la palabra según un orden de intervención. Las excepciones las
señala el moderador, que en un momento dado puede creer conveniente que intervenga alguien para cerrar
un punto y pasar al siguiente. El orden de intervenciones sigue el orden en que se haya pedido la palabra.
Si son muchas las peticiones, se puede llegar a un consenso respecto de limitar el tiempo de intervención.
En el debate americano, las dos partes en litigio –formada cada una por un mismo número de contrincantes–
se encuentran sentadas cara a cara a ambos lados de una mesa. En un extremo está sentado el moderador;
en el otro, el encargado de levantar acta. Los dos bandos se alternan en el uso de la palabra. Cada participante
puede hacer una sola vez uso de esta. Queda a discreción táctica de las fracciones el decidir cuándo uno de
sus miembros toma la palabra. La suerte decide cuál de las dos partes inicia el debate. Automáticamente, a la
parte contraria le corresponde cerrar el debate.
El debate inglés muestra la misma distribución espacial que el debate americano; sin embargo, el turno de
intervenciones es consecutivo según el orden de los asientos.
En el debate abierto, los oradores pueden intervenir varias veces y replicar a ataques de contrincantes. En las
otras dos modalidades, los que hablan en último lugar son los oradores encargados de sintetizar y ofrecer
réplica a intervenciones anteriores.
La disputa entre expertos es una forma especial de debate; en este caso, un grupo que pregunta frente a otro
que contesta. No resulta infrecuente que las sesiones tengan lugar sin moderador. A una de las partes le está
permitido únicamente preguntar, y a la otra, contestar. Las preguntas se dirigen a una persona concreta del
grupo. El orden de las preguntas y respuestas es aleatorio.

El lenguaje
Alberto Bustamante (como se cita en Di Bartolo et al., 2009) reflexiona sobre el lenguaje. Sostiene que ya en
el siglo I a. C. Cicerón dijo: “El lenguaje nos diferencia de las bestias salvajes”. El lenguaje es un rasgo
esencialmente humano, es el producto más complejo del pensamiento humano, la máxima expresión de su
capacidad creadora. Además, Alberto Bustamante (como se cita en Di Bartolo et al., 2009) hace referencia al
origen del lenguaje y afirma que es un misterio, es incierto, una maravilla impensable.

* ¿Cómo nace el lenguaje?


* ¿Cómo nace la palabra?
* ¿Cómo podemos hablar como hablamos?
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Alberto Bustamante (como se cita en Di Bartolo et al., 2009) propone tres grandes líneas que tratan de explicar
el origen del lenguaje humano: la religiosa, la evolutiva y la social. A continuación, se despliegan las
proposiciones de Bustamante (como se cita en Di Bartolo et al., 2009).

1-origen religioso del lenguaje: Todas las religiones explican el lenguaje humano como un atributo de los dioses
al hombre. Así, los griegos creían que era un regalo de Júpiter, dios de dioses, a los hombres, para que se
comunicaran, para que vivieran en sociedad y se comprendieran. En el antiguo Egipto, se creía que el lenguaje
había sido creado por el dios Thoth; según el hinduismo el lenguaje es obra de Sarasyati.
En la tradición judeocristiana, Jehová creo la luz mediante la palabra, Dios dijo: “Que exista la luz y hubo luz”
(Génesis, 1:3). San Juan Evangelista es más directo: “En el comienzo fue el verbo y el verbo estuvo en Dios y el
Verbo era Dios” (San Juan 1:1) También en estos relatos se acepta que Adán fue quien le dio el nombre a las
cosas.

2- hipótesis evolutiva: A comienzos del siglo XIX, Charles Darwin postuló la teoría de la evolución, según la cual
el ser humano proviene por evolución selectiva de un animal, posiblemente de algún tipo de simio.
Uno de los procesos del bipedalismo (caminar en dos pies), los bebés humanos son más discapacitados que
los recién nacidos de todas las otras especies y para sobrevivir se ven obligados a llorar y gritar. El llanto y los
gritos constituyen el primer medio de comunicación oral.
Phillip Liebermann llega, a su vez, a la conclusión –luego de comparar la estructura craneal del hombre y la de
los chimpancés– de que los primeros presentan un tipo de estructura craneal que permite producir los sonidos
del lenguaje articulado. Esto se complementaría con la observación de que las partes blandas del cuello y la
cabeza, como la lengua y la laringe, son muy diferentes (más desarrolladas) entre el ser humano y los simios.
Estas teorías tratan de explicar exclusivamente el lenguaje articulado (la palabra); sin embargo, como veremos
más adelante, el lenguaje humano se define por su naturaleza simbólica y no por su naturaleza oral (fónica).
En este camino hay autores como Eric Lenneberg, quien cree que fue necesaria una evolución neurológica
para la aparición del lenguaje. Así, unos de los cambios principales sería la lateralización cerebral, es decir,
asignar tareas específicas a cada hemisferio cerebral. En todos los animales, ambos hemisferios cumplen
funciones idénticas. El lenguaje es función del hemisferio izquierdo.

3- hipótesis social: El ser humano es y ha sido un ser gregario, vive en comunidad y lo hizo fundamentalmente
para sobrevivir. Muchos mamíferos son animales gregarios, algunos se comunican y usan herramientas
rudimentarias, pero el único que tiene un lenguaje es el hombre. Pero ¿cómo una mente sin lenguaje ni
pensamiento pudo crear el lenguaje?,
Tratando de explicar lo inexplicable, nos quedamos con la historia pergeñada por José Antonio Marina,
descripta en su libro La selva del lenguaje:
Marina dice que debemos considerarlo como un ejercicio literario más que una hipótesis científica.
Nuestra inteligencia es hoy lingüística: pensamos, proyectamos y nos comunicamos fundamentalmente con
la palabra. Para hablar como lo hacemos, necesitamos una coordinación neuromuscular con un grado de
afinación de una tolerancia de 20 milésimas de segundo. Además, mientras conversamos, atendemos a lo que
oímos y pensamos nuestra respuesta.
Bustamante (como se cita en Di Bartolo et al., 2009) hace una distinción entre lenguaje y palabra. Afirma que
el lenguaje es un producto de nuestro cerebro, de su actividad neuronal. En él se forman nuestras ideas y
pensamientos, en forma de lenguaje. Sin lenguaje no hay ideas ni pensamientos. La palabra es la enunciación
oral (fónica) del pensamiento a través de nuestros órganos de la voz.
La comunicación humana oral no es más que la transmisión de un pensamiento, un sentimiento entre dos o
más cerebros. Afirma que la comunicación no es exclusiva de la palabra, sino que puede producirse de forma
gestual (la mirada, la postura), mediante señas (como el lenguaje de los sordomudos) o con banderas o luces
(como se hace en el mar). El lenguaje es un fenómeno único.
Según Heidegger, “la palabra es la morada del ser” y, según Nietzsche, “el hombre vive en el lenguaje”.
Bustamante (como se cita en Di Bartolo et al., 2009) se pregunta el porqué de la necesidad del lenguaje, y sus
postulados son los siguientes:
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Posiblemente, el lenguaje nació para que los seres humanos puedan coordinar acciones (cazar, recolectar,
defenderse). Por ello, decimos que su origen es social y no solo biológico. Obviamente, necesitamos, además,
las estructuras anatómicas para hablar.

El lenguaje fue primero externo, para lo social, para el trabajo compartido o para las relaciones
interpersonales, y luego, como un verdadero búmeran, se volvió al mismo ser humano: se internalizó, se hizo
subjetivo. Primero hablamos con los demás y luego con nosotros mismos, y esto cambió al ser humano. Por
ello, decimos que el ser humano creó el lenguaje y que el lenguaje creó al ser humano.
Sin lenguaje no hay ser humano ni sociedad.
Se habla en compañía y en soledad. El lenguaje es un componente esencial de la comunicación humana.
El modelo clásico que se usa para ejemplificarla nos muestra un emisor (orador), que tiene algo que transmitir;
un mensaje, lo que se quiere transmitir; y un receptor (oyente), que recibe o debe captar el mensaje. Pero
este modelo tiene un error conceptual muy importante: está tomado de la comunicación electrónica. En este
tipo de comunicación, el sentido del mensaje no es significativo para el receptor, sino que todo lo que se pide
de él es fidelidad en la reproducción del mensaje, tanto oral como visual. Así, puede reproducir con la misma
fidelidad una imagen del papa hablando en Roma que la de un partido de fútbol. En cambio, en la
comunicación humana el sentido del mensaje es esencial y está ligado a un tema muy significativo: la escucha
humana.
El lenguaje fue primero externo, para lo social, para el trabajo compartido o para las relaciones
interpersonales, y luego, como un verdadero búmeran, se volvió al mismo ser humano: se internalizó, se hizo
subjetivo.
Freud dijo que el lenguaje es, ante todo, un lenguaje escuchado, privilegiando de este modo la escucha en la
comunicación humana. Hablamos para ser escuchados aún por nosotros mismos.
En general, en la cultura occidental se ha jerarquizado el hablar, dándosele al escuchar un papel pasivo y
secundario. Pero siendo oradores debemos tener presente que nuestra presentación siempre será oída por
alguien. Ese oyente es un receptor activo que capta las inquietudes y deseos más profundos de quien les habla.
Para comprender la escucha humana, debemos comenzar por diferenciar entre oír y escuchar.
Oír es un fenómeno biológico relacionado con la estructura de nuestro órgano auditivo. Por lo tanto, oímos lo
que nuestra estructura biológica nos permite oír. Escuchar tiene otro espacio: es oír e interpretar.
Bustamante (como se cita en Di Bartolo et al., 2009) dice que es un aprendizaje que pertenece al dominio del
pensar y que configura la suma de dos factores: comprensión de lo que se ha dicho y oído y, además,
interpretación de ese mensaje. Bustamante (como se cita en Di Bartolo et al., 2009) afirma al respecto que el
escuchar se enriquece más cuando logramos interpretar y dar significado a los silencios, a los gestos, a los
movimientos posturales de quien habla.
¿Qué ocurre? ¿Hay una epidemia de sordera? El gran misterio de la escucha humana es que no interpretamos
exactamente lo que nos dicen. Se dice lo que se dice y se escucha lo que se escucha.
Estar abiertos y atentos a este fenómeno puede cambiar nuestra vida y nuestra relación con nuestros
familiares, amigos y compañeros de trabajo.

¿Por qué ocurre esto si oímos bien? Esto ocurre porque en la comunicación humana no existe una estructura
biológica que capte fielmente el mensaje emitido; por el contrario, existen estructuras mentales y psíquicas
que actúan como verdaderos filtros, como pantallas deformadoras entre lo que dice el emisor y lo que escucha
el oyente. Esas pantallas o filtros están formados por nuestras historias personales, nuestros paradigmas,
nuestros miedos. Esos filtros vienen desde el pasado, por lo cual, o no dejan pasar cierta información o la dejan
pasar, pero deformada.
Cada cual escucha lo que escucha o quiere escuchar. La mayor parte de la gente no escucha para comprender,
sino para contestar. Se filtra todo a través de sus paradigmas, leen su autobiografía en las vidas de las otras
personas y dicen: “Sé cómo se siente”; “He pasado por lo mismo” o “Permíteme que te cuente mi experiencia”.
Estamos llenos de nuestras propias razones, de nuestras autobiografías. Queremos que nos comprendan y
nunca comprendemos realmente lo que está sucediendo dentro del otro ser humano.
Dado que no es el hablar sino el escuchar lo que confiere sentido a lo que decimos, la escucha es la que dirige
todo el proceso de la comunicación.
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Decir y escuchar son dos fenómenos diferentes

Además, dice Bustamante (como se cita en Di Bartolo et al., 2009) que se puede escuchar, aunque no haya
sonido o palabras, por ejemplo:
Él dice: “Me quieres”. Ella: hace silencio. Él puede “escuchar” el silencio como una negación.
Recordemos que en la escucha interviene, además, el cuerpo, lo gestual, las miradas.
Otro elemento perturbador de la escucha es la emocionalidad. Debemos observar el estado emocional de la
persona que nos escucha y también nuestro estado emocional al hablar. No seremos escuchados si el estado
emocional no es el adecuado.
Se puede escuchar de varias formas, con distinto compromiso ante el habla del otro. Bustamante (como se
cita en Di Bartolo et al., 2009) propone varias formas de considerar la escucha. Estas son:
 Ignorando. Fingiendo escuchar: “Sí”, “Ya”, “Correcto”.
 Escucha selectiva; es una especie de zapping mental.
 En forma inclusiva (aceptando escuchar, sin prejuicios ni preconceptos
 Escucha exclusiva (cerrándose a todo lo que se dice).
 Escucha dialógica.

Creemos importante establecer la diferencia entre discusión y diálogo.


*discusión es disgregar y se refiere a la comunicación entre personas que sostienen puntos de vista diferentes,
conciben las cosas de modo diferente. Es un juego en el cual el objetivo es ganar, vencer.
*El diálogo es diferente: en él nadie trata de ganar y, si alguno gana, todos salen ganando. En el diálogo no
estamos jugando contra ellos, sino con ellos.

Bustamante (como se cita en Di Bartolo et al., 2009) también aborda la escucha empática. Al respecto, expone
los siguientes postulados.
*ponerse en lugar del otro, es “ponerse en sus zapatos”. La base para la escucha empática es el respeto mutuo.
Para escuchar debemos permitir que los otros hablen, pero también se debe preguntar. Estas preguntas nos
permitirán comprender los hechos y emitir juicios bien fundamentados.
*Muchas veces “escuchamos” cosas que no se dijeron. Para escuchar, una persona debe “abrirse”
*hay un arte de escuchar que puede ser más difícil que hablar, requiere concentración y esfuerzo físico y
mental.
*Para escuchar debemos permitir que los otros hablen, pero también se debe preguntar. Esas preguntas nos
permitirán comprender los hechos y emitir juicios bien fundamentados.
M. Gandhi dijo: “Como vamos a entendemos sino nos escuchamos”.
La escucha es la base del aprendizaje, de la comunicación y del entendimiento.
Bustamante (como se cita en Di Bartolo et al., 2009) la filosofía. Al respecto, dice que la filosofía es una
reflexión sobre los saberes disponibles. Decía Kant que la filosofía no se aprende, sino que solo se puede
aprender a filosofar filosofando nosotros mismos. A continuación.
Bustamante (como se cita en Di Bartolo et al., 2009) expone otras conclusiones al respecto.
Filosofar es una dimensión constitutiva de la existencia humana, es vivir con la razón. Toda filosofía es una
lucha.
 Sus armas: la razón
 Sus enemigos: la ignorancia, el fanatismo y el oscurantismo.
 Sus aliados: las ciencias.
 Sus objetivos: el ser humano y la verdad.
 Su meta final: la sabiduría y la felicidad.

En el mundo occidental, su origen se remonta a la antigua Grecia, con Sócrates, Platón y Aristóteles, entre
otros. Estos filósofos privilegiaban el pensamiento y el razonamiento y lo llevaron a su máxima expresión en
la metafísica. Esta forma de pensar el mundo se extendió durante siglos.
13

Así, en el 1700 su máximo exponente fue René Descartes, cuyo pensamiento respecto al tema quedó
claramente expresado en su frase cogito ergo sum (pienso, luego existo).

Pero este pensamiento hegemónico de más de 2000 años se comenzó a cuestionar entre fines del 1800 y
nuestros días
Clásicamente, al lenguaje se le atribuyó un papel secundario, pasivo. Esta nueva forma de ver al mundo la
conocemos como ontología de lenguaje. Una de sus premisas fundamentales es: “los seres humanos son seres
lingüísticos”, y otra, igualmente básica, dice: “El lenguaje crea realidad”.
Clásicamente, al lenguaje se le atribuyó un papel secundario, pasivo. Servía para describir la realidad del medio
externo, físico, y la realidad interna, la de los sentimientos.
Un ejemplo del poder generativo del lenguaje se observa cuando un juez, a través de su sentencia, dice
“culpable” o “inocente”. Sus palabras cambian drásticamente la vida de la persona juzgada. La culpabilidad o
la inocencia no existen en el mundo real, sino solo en el de la palabra.
Bustamante (como se cita en Di Bartolo et al., 2009) afirma que, a través de ese poder generativo la palabra,
el lenguaje adquiere un papel fundamental en nuestras vidas, ya que por medio del lenguaje podremos diseñar
el tipo de ser que queramos ser o el tipo de ser en el que queramos convertirnos. Este poder del lenguaje se
desarrolla principalmente por medio de lo que se denomina actos lingüísticos básicos.
Los actos lingüísticos se realizan en todos los idiomas y, por lo tanto, son inherentes al lenguaje humano.
Estos actos son:
 Las afirmaciones.
 Las declaraciones.
 Los juicios.
 Las promesas.

Bustamante (como se cita en Di Bartolo et al., 2009) afirma que se dedicará a dos de ellos: las afirmaciones y
los juicios, a los que considera más significativos para nuestras vidas, sin dejar de reconocer el valor de todos
ellos. Al respecto: es muy importante diferenciar entre ambos actos lingüísticos, ya que su cabal comprensión
e introducción de ellos en la escucha permitirá reducir la fuente de malentendidos. Podemos decir: “Juan es
alto o “Juan es buen orador”:*la primera es una afirmación y *la segunda un juicio.
En la afirmación “Juan es alto” describimos lo que vemos y debemos poder dar evidencias de su veracidad;
(una tabla de las medidas promedio de las personas de nuestra sociedad) Así, diremos que esa afirmación es
verdadera. Con las afirmaciones no hay posibilidad de malentendidos. Pero observemos ahora la otra frase:
“Juan es un buen orador”. Alguien podría no estar de acuerdo con lo que hemos dicho y decir: “A mí no me
gusta” o “No es un buen orador”. Todas ellas son opiniones, no son ni verdad ni mentira.
El problema en que muchas veces los juicios son considerados afirmaciones (verdaderos o falsos). Esta visión
equivocada de los juicios es fuente de innumerables malentendidos y enojos, peleas y discusiones entre los
hombres.
Heidegger dice: “Los seres humanos viven enjuiciando”. Los juicios se afirman en el pasado y se extienden
hasta el futuro. Por ello, se debe ser muy cauto al emitirlos. Los juicios hablan de quien los emite.
Los seres humanos viven enjuiciando. A nuestro juicio y es solo eso, nuestro juicio, el reconocimiento de las
diferencias entre una afirmación y un juicio podría ser el punto de partida para un mejor entendimiento con
nuestra pareja, con nuestros hijos, con nuestros compañeros y con todos aquellos que comparten nuestra
vida.

El auditorio
Las presentaciones en público son situaciones de comunicación donde intervienen diferentes participantes,
como el emisor y el receptor, que se comunican a través de un código establecido: el lingüístico, el gestual y
el social, y a través de un canal por medio del cual se transmite la información; el objetivo es transmitir un
mensaje. Tal comunicación transcurre en un contexto, que es un tiempo y lugar determinados.
El orador utiliza como canal de comunicación sus palabras, su tono de voz y su lenguaje corporal, el receptor
le va a responder (feedback) con sus palabras, silencios y actitudes. Es necesario el conocimiento del público
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para orientar el discurso y lograr las respuestas deseadas, ya que a ningún orador le gusta recibir como
contestación bostezos, falta de interés o palabras descorteses.

Tal como dicen Ander Egg y Aguilar: No basta conocer el tema y saber presentarlo, hay que conocer también
a los oyentes.
El orador debe tener en cuenta, al público al que debe dirigirse. Un mismo discurso, sobre un mismo tema,
con un mismo conferenciante, puede o, mejor dicho, debe ser pronunciado de maneras diferentes según sea
el público al que va destinado. (Di Bartolo et al., 2009).

Quién y por qué escucha nuestro mensaje : En una presentación oral, en primer lugar, debemos captar el
interés y la atención del auditorio para involucrarlo en el tema, ya que hablar a un público que no muestra
interés es perder el tiempo. Si las personas asisten a la presentación, es porque esperan obtener algo del
orador: aprender, conocer otros puntos de vista o pasar un rato agradable.
Es necesario preparar el discurso de acuerdo con el público que se espera que asista, ya que un mismo tema
puede ser tratado de manera diferente de acuerdo con el auditorio que tengamos. Por otro lado, hasta el
momento de la presentación no se tendrá una idea exacta del público asistente; sin embargo, tendremos
algunas nociones de acuerdo con la situación que se trate: no es lo mismo hablar en un congreso de recursos
humanos que en una reunión con amigos.
Un aspecto que se debe tener en cuenta es si el auditorio será homogéneo, como los empleados de una
fábrica, o heterogéneo, como el público que mira Showmatch, ya que el discurso deberá ir dirigido a todos
ellos. Es preciso no utilizar términos o expresiones que parte del público no conozca o que no pueda entender.
Otro aspecto para tener en cuenta es el número previsto de asistentes, ya que no es lo mismo dirigirse a diez
que a trescientas personas. La cantidad de personas influirá en la capacidad de interactuar, de preguntar o
debatir, en la necesidad o no de utilizar micrófono o en los posibles medios de apoyo, como pizarra o
proyectores. También influirá en el discurso, si el orador conoce al público, ya que, si es así, esto podrá
permitirle darle a su discurso un toque de mayor cercanía, más informal.
Por otra parte, es necesario lograr identificación con el auditorio y, para saber su desempeño como orador,
debe mirarlo, tal como dicen Di Bartolo et al.: “el auditorio es un espejo del orador y eso se manifiesta en los
sucesivos estados de ánimo, minuto tras minuto. Si usted quiere saber cómo se está desempeñando,
simplemente observe a su auditorio” (2009).
Los siguientes elementos pueden servir de ayuda cuando se trate de considerar la posible composición del
público:
Convencimientos religiosos Convencimientos políticos. Nivel cultural general.
Dominio lingüístico. Constitución física. Constitución psíquica.
Carácter general. Capacidad de memorización.

Además, hay que tener en cuenta lo siguiente:


 ¿Cuánta gente esperas que asista?
 ¿Cuáles son sus circunstancias?
 ¿Quiénes son los socios?
 ¿Quiénes son los competidores?
 ¿Cuál es la edad aproximada de tu grupo?
 ¿Cuál es el nivel de educación?
 ¿Cuál es su ocupación o estatus profesional?, ¿qué nivel
 ¿Cuál es el conocimiento sobre la audiencia?, ¿antecedentes?
 ¿Cuáles son sus prejuicios y su predisposición acerca de nuestra persona?
 ¿Aprecian el humor?
 ¿Cuál es su actitud al escucharnos?
 ¿Qué tipo de información y técnicas son probables para ganar su atención?
 ¿Qué información o técnicas son probables para obtener reacciones negativas?
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El auditorio es un espejo del orador y eso se manifiesta en los sucesivos estados de ánimo, minuto tras minuto.

Propósitos del orador: Un discurso siempre tiene un objetivo, aunque a veces sea inconsciente para quien lo
está emitiendo. Sin embargo, cuando una persona habla profesionalmente, tiene que tener en claro cuál es
su objetivo al hablar y poner todos sus recursos para que se logre. Antes de enfrentarse al público, se debe
tener en claro cuál es la intención; existe una serie de propósitos, aunque estos no siempre se encuentran en
estado puro. Siguiendo la descripción de Eugenio Luis Henry (como se cita en Di Bartolo et al., 2009), se
mencionarán los más aceptados:

Convencer: No significa despojar a la gente de sus ideas o conocimientos, sino complementarlos, reforzarlos
o consolidarlos. El desafío es persuadir al auditorio de que tome la decisión o emprenda la acción.
Informar: Presentar información para el esclarecimiento o instrucción del auditorio, a fin de que haga algo.
Implica dar a conocer hechos o datos sin que estos sean alterados por prejuicios o sentimientos personales
que le ayuden a incrementar su acervo cultural y su calidad de vida.
Cuando una persona habla profesionalmente, tiene que tener en claro cuál es su objetivo al hablar y poner
todos sus recursos para que se logre.
Motivar: Cuando un auditorio necesita cambiar su opinión o realizar alguna acción a la que no está
predispuesto, el propósito de la presentación es motivarlo; va de la mano con el de convencer. Es el más difícil
de conseguir, ya que implica no solo un cambio de actitud ante una idea o concepto, sino, además, su
correspondiente ejecución.
Entretener: Para que el auditorio esté en un marco favorable, de mente abierta para ser convencido, ilustrado
o motivado, necesita estar entretenido. En el sentido más amplio, entretener a un auditorio es hacerlo feliz
de haber asistido y contento de que tú hayas sido el presentador.
Estilo de la intervención: El estilo adoptado en una presentación va a depender de diversos factores, como el
motivo de la intervención, el objetivo que se pretende conseguir o el público asistente al evento, entre otros.
Las características que definen el estilo de una intervención son numerosas. Estas son:
#Formal o informal. #Seria o desenfadada. #Sobria o entusiasta. # Cercana o distante.
#Rigurosa o generalista. #Monologada o participativa. #Con apoyo visual o sin apoyo visual.
El orador debe buscar darle a su intervención aquella orientación adecuada y con la que pueda lograr el mayor
impacto en el público.
Lenguaje: debe ser preciso y directo, con frases sencillas y cortas, utilizando tiempos verbales simples.

El público o auditorio
Ander Egg y Aguilar (2006) afirman que, para saber lo que vamos a decir y cómo hemos de decirlo, debemos
saber a quién se lo vamos a decir.
Todo conferenciante tiene una responsabilidad frente a su auditorio. Y, visto desde su propio interés en cuanto
al propósito que busca con la conferencia, tiene que preocuparse por saber llegar a su público. Ahora bien, si
actúa con responsabilidad y quiere comunicarse bien con el auditorio, tiene que saber a quiénes habla. El
orador no es un disco o un casete que dice siempre las mismas cosas, cualesquiera sean las personas y las
circunstancias.

Importancia del público o auditorio en el proceso comunicativo


Como lo advierte Coll-Vinent, en el proceso de comunicación, el receptor o receptores de un mensaje (el
público, en el caso de la oratoria) son tan protagonistas como el conferenciante. Es necesario tenerlo en
cuenta para que la comunicación se produzca realmente, es decir, para que el mensaje sea recibido.
El conferenciante inicia el proceso, pero no lo domina por entero ni puede reservarse la última palabra en él.
De todo esto se deduce una cuestión de gran importancia práctica: no basta conocer el tema y saber
presentarlo adecuadamente, sino que hay que conocer también a los oyentes, esto es, al público o auditorio
al que se le va a dirigir la palabra. Se trata del receptor en el lenguaje de la comunicación, es decir, de aquellos
que reciben o perciben el mensaje y que integran y completan el proceso comunicativo.
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¿Qué significa este adaptarse al auditorio? Simplemente, que hay que transmitir en la longitud de onda de los
interlocutores. Ander Egg y Aguilar (2006) también hablan de la necesidad de informarse acerca del público
que ha de escuchar el discurso o conferencia; al respecto, dicen lo siguiente:
Necesidad de informarse acerca del público:Antes de preparar una conferencia (o de adaptar un tema que ya
tenemos preparado), es necesario preguntarse: “¿A qué público voy a dirigirme?”. Esto significa que hay que
informarse acerca del auditorio ante el cual habrá que pronunciar la conferencia.
Esta información previa que debe tenerse sobre los destinatarios o receptores del mensaje es indispensable
para organizar el discurso en lo que hace al nivel de contenido y la forma de presentación.
En cada intervención pública que se hace, siempre nos dirigimos a un público determinado, real y concreto,
no a un público abstracto. Por ello, hay que conocer algo de la vida, de las reacciones y de las aspiraciones de
la gente a la que nos dirigiremos; y esto no se averigua en los libros.
Es necesario tomarse el tiempo suficiente para informarse y, mejor todavía, conocer acerca del auditorio que
se tendrá en frente. Sobre este punto Ander Egg y Aguilar (2006) dicen que hay que tener en cuenta una doble
consideración:
¿Qué se tiene que conocer acerca del auditorio? En líneas generales, podemos y debemos informarnos
acerca de las siguientes cuestiones, en relación con el colectivo a quien se dirige el mensaje (o que será
nuestro auditorio):
Número de personas: tamaño de la audiencia.
Edad
Sexo
Procedencia y origen.
Condición social.
Situación económica media.
Estudios.
Profesión y ocupación de la mayoría o la que es más representativa.
Nivel cultural medio.
Mentalidad, inclinaciones.
Religión, creencias, valores. Pertenencia o no a asociaciones
Costumbres y modos de vida.
Centros de interés: problemas o preocupaciones que predominan entre quienes forman parte del
auditorio.
Aficiones.

¿Qué tipo de análisis tenemos que hacer de nuestro público o auditorio potencial? En general, hay que
hacerse algunas preguntas sobre el auditorio que tendremos, pero, si se trata de un discurso con un
propósito de persuasión o convencimiento, se necesita saber mucho más del público que cuando se trata
de un discurso puramente informativo. Las preguntas más pertinentes, en cuanto guía para obtener
información útil, pueden ser las siguientes
¿Qué interés razonable esperamos del auditorio ante el tema? O, para decirlo con otras palabras, ¿por
qué este público está aquí o estará dispuesto a escucharnos sobre este tema concreto?
¿Qué conocimientos posee el auditorio acerca del tema de la conferencia?
¿Qué actitudes podemos esperar de los oyentes ante el tema del discurso y la forma de enfocarlo? Por
ejemplo, favorable, neutra, hostil.
¿Qué concepto o expectativas tiene el posible auditorio acerca del conferenciante? La reputación del
orador es un arma de doble filo: atrae positivamente a un público, pero, al mismo tiempo, crea grandes
expectativas que a lo mejor no pueden satisfacerse.
¿Qué sentimientos experimentan entre sí las personas que estarán en la conferencia? ¿Cómo es el
local en que se pronunciará la conferencia? Por ejemplo, si favorable o poco favorable para la
comunicación, etcétera.
¿Qué distancia física habrá entre el orador y el auditorio?
Toda esta información tiene que servir para establecer una estrategia en el modo de presentar el discurso,
tanto en lo que hace al contenido como a la forma.
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A pesar de toda la información que se pueda recoger, siempre quedan algunas incógnitas acerca del modo en
que reaccionará el público, pues nunca se puede saber exactamente cuáles son sus demandas y expectativas.
Debemos informarnos tanto cuanto sea posible y saber que nos movemos con una cierta incertidumbre en
cada conferencia en concreto.
Debemos informarnos tanto cuanto sea posible y saber que nos movemos con una cierta incertidumbre en
cada conferencia en concreto.
Ander Egg y Aguilar (2006) mencionan que existen,Características comunes de casi todos los públicos:
 Normalmente, la actitud inicial de un público es amigable, respetuosa y expectante. Esta expectativa puede
ser en relación con el tema de la conferencia o con la personalidad del orador. Si la gente va a una
conferencia, es porque espera aprender algo de quien va a hablar o del tema que se va a desarrollar.
Excluimos aquí las circunstancias en las que “hay que asistir” a una conferencia por compromiso (a veces,
a regañadientes).
 El público, en general, se interesa por aquellos asuntos que conciernen o se relacionan con su vida; si el
conferenciante trata cuestiones ajenas a los intereses de su público, este se comienza a “desconectar” y
puede terminar en el aburrimiento general.
 Todo público reacciona como una entidad psicosocial con modalidades propias y diferentes de los
individuos que forman parte de ese auditorio, considerados aisladamente. Cuando la gente se congrega en
grupos o asambleas, es susceptible, en gran medida, de excitaciones emocionales y de contagio emotivo.
 La gente que asiste a una conferencia tiene un sentimiento inconsciente a reclamar por qué y con qué
derecho alguien le dirige la palabra: de algún modo, el conferenciante tiene que justificarlo.
 Normalmente, la gente se resiste, consciente o inconscientemente, a salir de su modo de pensar, sentir y
querer; por eso, el conferenciante ha de tener en cuenta el nivel de conciencia y de conocimientos en que
se encuentra la gente.
En el desarrollo de una conferencia, es muy probable que nos encontremos con tres categorías de oyentes:
 los que estarán de acuerdo con lo expuesto en la conferencia;
 los que asumirán una actitud más o menos neutra o de indiferencia;
 los que no aceptarán las ideas, sugerencias o análisis presentados, en cuyo caso conviene que el
rechazo total o parcial del contenido no sea rechazo del orador.
El orador puede influir sobre el público por persuasión, por autoridad o bien por una mezcla de ambas.
En algún aspecto, se parece al mar: nunca sabemos de antemano su comportamiento. Pero de manera especial
esta incógnita viene dada por ciertos fenómenos de psicología de masas que pueden darse en el
comportamiento de un auditorio. Con respecto a ese tema, Ander Egg y Aguilar (2006) exponen las siguientes
premisas.

El auditorio y los fenómenos de psicología de masas


La psicología de multitudes enseña que el público posee características nuevas y distintas de cada individuo
considerado en particular y distintas de la suma de los caracteres individuales que lo componen. Gustave Le
Bon, precursor de los estudios sobre psicología de masas, ya lo decía en el siglo XIX: en determinadas
circunstancias, cuando se forma parte de una multitud, la personalidad consciente se esfuma y los
sentimientos y las ideas de los individuos se orientan en la misma dirección, como consecuencia de un
fenómeno de contagio colectivo.
Papel decisivo el auditorio mismo: en él y por él se pueden crear el clima y el ambiente para vivir
determinados sentimientos. Por lo tanto, el orador debe saber que en un auditorio el sentimiento y la emoción
priman sobre la razón, ya sea que considere al público en general o a cada oyente como individuo en particular.
Como consecuencia de ello, las reacciones del público no se explican solo por las palabras pronunciadas por
el orador o conferenciante: en un auditorio puede producirse un contagio afectivo, lo cual provoca emociones
que se propagan (como por contagio) rápidamente entre el público. Y conviene tener presente que estas
emociones (que pueden llegar a tener una elevada cuota de sugestión) pueden ser favorables o desfavorables
al orador y al tema que está tratando.
Ander Egg y Aguilar (2006) también hacen referencia al diálogo posterior a la intervención. Al respecto,
realizan las siguientes consideraciones.
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El diálogo o coloquio posterior a la conferencia. Para el conferenciante, el coloquio posterior a la conferencia


es útil, ya que le ayuda a saber en qué medida ha abordado el tema adaptándose al auditorio o bien si ha
estado tratando cuestiones que para nada se relacionaban con los problemas e inquietudes de quienes
escuchaban.
Los "sabihondos" o "listillos" en el coloquio posterior a la conferencia son Los que señalan todo lo que faltaba
por decir y los análisis que no se han hecho.
Permite detectar los resultados de la descodificación hecha por los receptores, con lo cual el conferenciante
puede corregir las distorsiones que se han producido.
Si la atmósfera es de confianza y comprensión, si hay actitudes de apertura y diálogo, el coloquio posterior a
la conferencia siempre resulta enriquecedor.

Insistimos en este punto, que tiene una doble dimensión y cuya práctica tiene una doble consecuencia:
1- Por una parte, es el diálogo y no el debate (en el sentido de discusión que enfrenta a personas) lo que
desarrolla una actitud científica para el abordaje de los problemas.
2-Por otra, el diálogo infunde en nosotros una actitud existencial, expresada en conductas y modos de
relacionarnos más humanos, porque son más amistosos y fraternales.

En lo que concierne a la forma de actuar durante el diálogo o coloquio, conviene que el conferenciante tenga
en cuenta algunas cuestiones:

 a primera y fundamental es que esté verdaderamente abierto al diálogo, sintiéndose con el público, de
acuerdo con aquello que decía Paulo Freire, “compañeros en la pronunciación del mundo", como personas
inconclusas en "la búsqueda permanente del más ser
 Esta capacidad de diálogo no se tiene por el simple hecho de ser un buen conferenciante, sino porque se
es una persona que cree con sinceridad que puede aprender de la gente que ha tenido circunstancialmente
como público.
 Cuando se dialoga, no se busca “derrotar al otro” en una discusión, sino encontrar juntos un trocito de
verdad. No habrá dificultad, entonces, en reconocer que nos hemos equivocado o en admitir un matiz o
reajuste del pensamiento gracias a lo que ha permitido ver el otro.
 Para el diálogo debe existir una escucha activa por parte de todos: cada uno debe hacer “tangible” la
recepción que ha hecho del mensaje del otro, probando que ha entendido realmente y que ha entendido bien.
 Precisamente, esta escucha activa es la que evita el “diálogo de sordos”, en el que cada uno habla sin
abrirse a la realidad de los otros; cada cual sigue con su tema sin que la intervención de los otros modifique
en nada lo que tenía propuesto expresar.
 El conferenciante debe ser el primero en esta apertura, siendo un oyente atento, considerado y respetuoso
ante las diferentes intervenciones. Ha de tener la capacidad de ponerse en el puesto del otro y de ver las cosas
desde la perspectiva del que está haciendo la pregunta, el comentario o la crítica.

La escucha activa es la que evita el “diálogo de sordos”, en el que cada cual habla sin abrirse a la realidad de
los otros.
Ander Egg y Aguilar (2006) también nos hablan de la importancia de sintonizar con el auditorio. Al respecto,
emiten las siguientes conclusiones.

La retroalimentación: orador, público y orador: Después de todo lo dicho, queda claro que para un
conferenciante u orador no basta dominar el tema de la conferencia: tiene que lograr sintonizar con el
auditorio. Se ha dicho que esta sintonía es saber transmitir en la longitud de onda del o de los interlocutores.
Si esto no se logra, es imposible comunicarse realmente con el público, si se ha logrado sintonizar con el
auditorio, la comunicación ha sido conseguida.
“Para que la comunicación se realice, la persona debe salir de si, hacerse disponible al otro, situarse en su
punto de vista, comprenderle” (Mounier). “El herrero se hace en la forja y el orador hablando”.
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Una cualidad de todos los buenos conferenciantes, es la flexibilidad, ductilidad y rapidez para adaptar su
mensaje a las reacciones del público. Todo el problema se reduce a un solo punto esencial: practicar, practicar
y practicar.
Reuniones de alta productividad

La reunión como herramienta de comunicación y productividad


Una reunión puede definirse como el proceso en el cual varias personas se encuentran con un propósito
común. Permite el conocimiento mutuo de los participantes, la toma de conciencia de un objetivo compartido,
la adopción de un método de trabajo y el desarrollo de un lenguaje común. Pero hay que agregarle algunos
aspectos:
El propósito no siempre es común o entendido por los participantes como tal.
Si bien los participantes se conocen previamente o durante la reunión, muchas veces el proceso de
conocimiento del otro es crítico. Algunas veces surgen diferencias y roces basados en una falta de balance
entre aspectos emocionales y racionales.
Adoptar un método de trabajo suele ser tema de discusión y una de las causas más comunes por las
que el objetivo principal se pierde de vista.
Los gerentes no siempre transmiten a los participantes la motivación necesaria para que estos logren
la satisfacción de haber participado.
Ceriani (como se cita en Di Bartolo et al., 2009) propone definir reunión incorporando conceptos básicos de
trabajo en equipo y reconociendo factores de la coyuntura a los cuales deberemos adaptamos.

Nuestra definición sería, entonces, la siguiente:


Reunión: herramienta o espacio de comunicación, intercambio e interacción en el que varias personas se
encuentran con un propósito propio o que adoptan como tal.
Destacar el objeto principal de la compañía y el papel que cada participante juega en la persecución de ese
objetivo constituye un excelente ámbito para profundizar el conocimiento mutuo de los participantes. Es,
además, una poderosa herramienta para motivar a los participantes al trabajo en equipo bajo una estructura
de red e intercambio, generar la adopción de un método de trabajo y el desarrollo de un lenguaje común.
Si la reunión es eficaz, los beneficios son inmediatos e importantes y brindan una oportunidad para generar
soluciones creativas, fomentar el compromiso con las decisiones tomadas en común y alentar el espíritu de
colaboración, fijando un rumbo y proporcionándoles a los participantes la sensación de que están cumpliendo
una función decisiva en un proyecto grupal.
Habiendo considerado las variables que afectan a las reuniones y habiéndolas redefinido, buscaremos
facilitarle al participante y al conductor su intervención.

A continuación, tomando a Román Ceriani (como se cita en Di Bartolo et al., 2009), se desarrollará una serie
de pautas llamadas principios de una participación productiva, con el objeto de que cada participante los
utilice a modo de manual y los cite cada vez que sea necesario con el fin de orientar al grupo y a sí mismo en
la búsqueda del desarrollo exitoso del encuentro.
Participantes: los principios de una participación productiva :son:
1-Sé duro con el problema y blando con las personas.
2-Haz foco en el objetivo principal de la reunión por sobre su posición.
3-Busca el consenso, aun desde el disenso.
4-Adopta una cultura de trabajo en red, no fragmentado.
5-Comprométete a dar el mejor aporte ¡siempre!
6-El cariño y el respeto profesional nunca están en duda.

Analicémoslos uno a uno.


1. Duro con el problema, blando con las personas: Las salas de reuniones están hechas para trabajar. Las
personas se reúnen para resolver problemas, informar o hasta para persuadir, pero de ninguna manera para
entablar una lucha de poderes, aunque implícitamente esto exista.
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El trabajo es más productivo si:


*los participantes pueden aportar y discutir relajados, es decir, con la guardia baja; l
*los participantes pueden intervenir tomando un riesgo, es decir, sin miedo a ser golpeados por eso;
*todos los participantes y conductores están convencidos del beneficio exponencial que genera en términos
de grados de libertad al interactuar el hecho de que no exista violencia entre las personas en la sala.

Como integrantes de reuniones y parte interesada, debemos desarrollar grupos de trabajo en donde se pueda
dar rienda suelta al entusiasmo y a la personalidad de las personas en cada intervención que estas realicen.
Debemos crear un ámbito en el que cada integrante realice su aporte sin condicionantes que nos quiten el
privilegio y la oportunidad de escuchar completamente su visión. Debemos permitir a los participantes alzar
la voz si es que lo realizan con entusiasmo y fervor por compartir y alcanzar el objetivo. Debemos formar
personas que tengan la capacidad de renacer luego de una ardua discusión y que se despojen de efectos de
arrastre que no les permitan abordar otro tema o acompañar una decisión por encontrarse anclados a un
hecho anterior.
Andrew Groove, CEO (en inglés, director ejecutivo) de Intel, durante su histórica migración desde el negocio
de las memorias a los procesadores, escribió en su libro Solo los paranoides sobreviven, al hacer referencia a
la productividad de las reuniones que él y su equipo debieron llevar a cabo en el punto más trascendental de
la historia de la compañía: “Y a partir de nuestra temprana belicosidad desarrollamos un estilo consistente en
discutir ferozmente sin dejar de ser amigos. Llamamos a esto Confrontación Productiva”
El foco debe estar sobre el tema a tratar y nuestra vehemencia y entusiasmo para intervenir debe ser
transmitida, interpretada y adoptada como un aditamento propio del intercambio y nunca enfocada sobre las
personas.

2. Haz foco en el objetivo principal de la reunión: Es muy común perder el rumbo durante el desarrollo de una
reunión. La objetividad de los participantes en una reunión no está garantizada, y la subjetividad se ve
alimentada por factores emocionales que alejan del camino al participante y lo llevan a intervenciones poco
felices cargadas de un sentido puramente individual.
William Uri, afamado consultor especialista en negociación, dijo, en alguna de sus exposiciones, en referencia
a diferentes técnicas de la materia: “Cuando se encuentre en una negociación, concéntrese en su objetivo y
no en su posición”.
Es primordial identificar un objetivo que se encuentra implícito en todo encuentro: el de la evolución.
Evolucionar requiere, en muchos casos, cambiar de opinión. Es habitual incurrir en el error de considerar que
debemos sostener nuestra posición hasta las últimas consecuencias para transmitir seriedad en nuestros
conceptos o, por otro lado, catalogar como “sin sustento” la posición de un participante que cambia
rápidamente de opinión. Nuevamente, ni lo uno ni lo otro está bien.
Un participante que busca evolucionar junto al grupo debe estar preparado para cambiar de parecer si
descubre que una nueva idea es la correcta, sin que esto implique ser tildado de inconsistente.

3. La búsqueda del consenso, aun desde el disenso: Es común a todos nosotros pensar en el consenso como
el mejor resultado en un proceso de toma de decisiones, resultado por el cual, luego de un proceso de
intercambio de ideas entre los participantes, se llega a la decisión buscada en forma natural obteniendo el
respaldo y el apoyo de todos los presentes en la sala. Sin embargo, solemos incurrir a menudo en el error de
pensar al consenso como una situación en la que todos los participantes arriban a una misma conclusión y
comparten posiciones. Pero consenso no es pensar lo mismo que el resto, sino acompañar la decisión, aunque
esta implique un voto sobre un punto que no cuenta con nuestro convencimiento absoluto.
Un participante con una actitud positiva hacia el trabajo de equipo y con la conciencia y la responsabilidad que
implica encarar un objetivo común debe poder lidiar con una situación de diversidad de opiniones y
acompañar, incluso desde el disenso, la decisión del grupo.
Consenso: acción de aprobar y acompañar la decisión del grupo, aun desde el disenso, como un aporte
solidario y colectivo.
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 Lo más sano que le puede suceder a una organización es contar con profesionales calificados cuyas
opiniones sean diversas y cuenten con una capacidad de análisis creativa y versátil.
 Del disenso surge la mejor solución. Debemos convivir con él con naturalidad.
 Los participantes deben facilitarle al conductor el manejo de la interacción, aportando con mesura y
dedicando tiempo a escuchar otras intervenciones.
 Desterremos el acto reflejo de votar para decidir.
Si la decisión tomada cuenta con el apoyo de participantes comprometidos con el objetivo principal de la
reunión por sobre la posición de cada cual, no existen perdedores, sino un grupo de trabajo exitoso y
empresario.

4. Cultura de trabajo en red, no fragmentado: Trabajar intensamente en la institucionalización del concepto


de trabajo en red. En palabras de Roberto Serra, una red no tiene centro, sino que todos los nodos son
importantes y se potencian con la fuerza de sus miembros. La red resulta el nuevo ícono de la
interdependencia y es el arquetipo que mejor describe nuestra economía, nuestra comunicación y nuestra
sociedad. Es así como comprendemos que el poder de una red es mayor que el de los componentes.
El reconocimiento de las redes implica darle prioridad a las relaciones que surgen de la interacción entre los
nodos, más allá de los nodos en sí mismos. En una red cada miembro agrega valor a toda la red.
Trabajar en red implica reconocer que el valor se genera en el intercambio y en las relaciones entre
participantes. La combinación del valor aportado a la red desde el lugar funcional que cada participante ocupa
genera el efecto sinérgico que toda organización busca. Esto debe darse también en la sala de reuniones.

5. Comprométete a dar tu mejor aporte ¡siempre!: El aporte de cada participante es el mejor input que puede
tener una reunión. Para que esto se vea materializado, debemos encarar el encuentro con seriedad y
responsabilidad. Prepararse previamente sobre el tema que se va a tratar debería ser un acto reflejo en cada
uno de nosotros como integrantes de reuniones productivas. Si la reunión es convocada correctamente, debes
conocer con mucha anticipación el propósito de la convocatoria, los temas que se van a tratar durante ella y
los resultados esperados. Conociendo estos detalles, debemos nutrimos de la información al respecto,
reflexionar sobre el tema que vamos a tratar y elaborar nuestros pensamientos con el fin de compartirlos con
propiedad durante el intercambio.
Nuestro aporte no solo está limitado a nuestro conocimiento, sino que también es importante cuidar de la
reunión al igual que si fuéramos los conductores. Debemos ser puntuales, colaborar evitando conflictos,
neutralizar al participante dispersante, estar abiertos a escuchar las opiniones ajenas, aunque no sean
coincidentes con las propias, intervenir constructivamente y recordarle al resto los principios básicos para un
correcto desarrollo cada vez que sea necesario.
La unión de las voluntades de los presentes en este sentido eliminará los vicios normales de la interacción y
generará un efecto de beneficio mutuo.

6. El cariño y el respeto profesional nunca están en duda: En una organización es inevitable que exista afinidad
entre las personas, Lógicamente, tener buenas relaciones interpersonales es un requisito básico para cualquier
trabajador hoy en día, considerando que debe relacionarse constantemente con el resto de la organización
para obtener recursos y desarrollar de la mejor forma la tarea que se le ha encomendado.
Si aceptamos que este es un factor positivo en el trabajo diario, debemos reconocer que puede ser muy
improductivo cuando condiciona el accionar de las personas.
“Nada que ver con el amor”, solía decir Marcelo Aguirre: El mensaje es muy claro, más allá del elemento
humorístico; sostenía: “Estamos trabajando y disentir es un componente natural que nada tiene que ver con
el respeto por el otro y que no pone en tela de juicio el prestigio profesional”.
Si el cambio de paradigma está hecho, el modelo mental de los participantes es nuevo y todos tienen claro
cuál es el objeto principal, obtendremos dos resultados claramente positivos: el participante agresivo se verá
obligado a volver sobre el rumbo del grupo y los participantes sentirán la libertad de aportar y ser cuestionados
sin vicios emocionales
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Las herramientas para la comunicación oral

Adecuación: conocer los intereses de tu auditorio y saber qué formación tiene acerca del tema. Esto es muy
importante cuando se trate de estudios técnicos en los cuales puedan utilizarse palabras que son
comprensibles para todos.
Una estupenda conferencia, un discurso bien concebido o una reunión elaborada con la mayor dedicación
pueden fracasar solo porque al prepararse no se haya pensado suficientemente en el destinatario del mensaje
que se pretende comunicar.
Di Bartolo et al. (2009) también nos dicen que, en la práctica, cuando el orador es invitado a hablar, debe
tener muy en claro cuáles son las preguntas que debe hacer antes de aceptar el compromiso:
 ¿Cuándo?
 ¿Dónde?
 ¿Cuánto tiempo?
 ¿Cuál es el objetivo?
 ¿Quiénes forman el auditorio?
 ¿Cuántos son?

Al respecto, Di Bartolo et al. (2009) presentan las siguientes conclusiones: con saber cuándo, veremos si
llegamos; al preguntar dónde, veremos si debemos; si sabemos cuánto tiempo, veremos si alcanza; evaluando
el propósito, podremos enfatizar lo que corresponde.

Conociendo las características del auditorio, adecuaremos nuestra conferencia a esa circunstancia. El orador
debe ajustar su mensaje adaptándolo a las particularidades del auditorio y al ambiente u ocasión en que va a
pronunciar la conferencia.
El esfuerzo del emisor ha de orientarse a hacerse entender y no a caer en la tentación de buscar el lucimiento
personal, imposible por otra parte si el auditorio se niega a escuchar. Todo esto, sin duda, es cierto y tiene
valor; es de sentido común.
Sintonizar con el público, vibrar en la misma longitud de onda, es un objetivo obligado y a veces difícil, que
debe imponerse a sí mismo quien aspire a comunicar eficazmente sus ideas, sus planes o sentimientos.
Di Bartolo et al. (2009) comentan que, a través de los estudios de psicosociología, se estima que existe una
diferencia fundamental en el receptor, según cuál sea el número de miembros que lo componen. Hay números
críticos más allá y más acá de los cuales las reacciones y expectativas del público son variables,
independientemente de las características sociales, profesionales y culturales que hemos considerado.

Sobre esta base puede decirse que hay tres tipos de público: *el grupo de diez a veinte participantes, *el
auditorio de más de treinta individuos y *la multitud a partir de quinientas personas. Aunque los límites no
son precisos, esta puede ser la base de una diferenciación que es, de todos modos, fundamental.
El estudio de la psicología de las multitudes tuvo un pionero en el francés Gustavo Le Bon, quien a fines de
siglo pasado escribía en su libro Psychologie des Foules: “En determinadas circunstancias, la aglomeración de
hombres posee características nuevas, muy distintas de las de cada individuo. La personalidad consciente se
esfuma, los sentimientos y las ideas de los individuos se orientan en una misma dirección”.

A la luz del freudismo y de investigaciones posteriores actuales, se ha visto que en el seno de la multitud cada
individuo vive afectivamente a nivel únicamente del sentimiento colectivo, de la relación afectiva secreta que
lo une a las personas que están cerca y no se manifiesta en cuanto individuo. Las diferencias individuales
quedan diluidas ante los parecidos y coincidencias: los compartimientos individuales se reducen a un
denominador común.
Todos los individuos se sienten dominados por un mismo sentimiento, tienden a arrastrarse hacia un mismo
lugar, a proferir los mismos gritos y, lo que es más curioso, a manifestarse con gestos parecidos. La emoción
provoca el automatismo. Los músculos del rostro son la expresión más viva del automatismo emotivo.
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A través de una imagen gráfica, Gustavo Le Bon manifestó que la multitud no tiene cerebro y que lo que hay
que estimular es la médula espinal. Por eso, cada vez que un orador tiene que expresarse ante un público
numeroso, de un millar o más de personas, debe tomar conciencia de esa comunicación subyacente no verbal
que existe entre él y el auditorio: este no reacciona solo a lo que dice clara y expresamente, sino a todo lo que
se sobreentiende.

A continuación, tomamos a Di Bartolo et al. (2009), quienes citan a Juan Carlos Igareta respecto del
descubrimiento de algunas leyes:
 Ley de la unidad psicológica: los miembros del grupo tienden a unificar sus ideas y sentimientos.
 Ley de la disminución intelectual: el gran público es poco propenso a razonar sutilezas o comprender
argumentos muy intelectuales.
 Ley del predominio emocional: los integrantes de un público grande reaccionan más con la emoción que
con el sentimiento.
Si la multitud ve frustradas sus expectativas, lo manifiesta sin pudor y con violencia. Así también, si ve
satisfechas sus expectativas, el líder tendrá al público “en el bolsillo”.
Por esto, bien distintos deben ser también la forma y el fondo de lo que se les diga. La palabra del orador ante
un público pensante debe ser equilibrada, meditada e inteligente, respetuosa del individuo que ocupa cada
uno de los asientos y consciente de que tiene ante sí una mente razonante y crítica, con toda la autonomía
suficiente para refutar, discrepar e incluso despreciar a quien pretenda ignorarlo como persona.

Consideraciones de Di Bartolo et al. (2009) para ser creíble en televisión.


Toda expresión corporal habla: las manos, los pies, la postura y los ojos. Hasta el diámetro de las pupilas puede
verse. Todo lo que se dice debe ser cierto. Aprende también a decir “no sé”.
Comparte la calidez y la alegría que habitualmente se disfruta en el estudio televisivo. El compromiso es
grande, la tensión es mucha y la “buena onda” es muy importante para conservar el equilibrio.
Tres cualidades esenciales para triunfar frente a una cámara de televisión: brevedad, cordialidad y
credibilidad.
La televisión favorece al orador que sabe adecuarse a sus características y apreciar la abismal diferencia que
hay entre una sala de conferencias y la intimidad de una pantalla en un hogar como el suyo.

Capacidad para entretener: A continuación, presentamos las consideraciones de Di Bartolo et al. (2009) acerca
de la importancia de tratar de no deslumbrar al auditorio, de manifestar sin temor tus sentimientos y de
comunicarte con tu auditorio.
 No trates de deslumbrar
El auditorio lo advierte inmediatamente, La modestia inspira confianza; el exhibicionismo, irritación.
Los devaneos de superioridad e importancia generan en el público un rechazo tal por la personalidad del
orador que hacen insalvable la conferencia más valiosa.
 Manifiesta sin temor tus sentimientos
No reprimas tus verdaderos sentimientos. Si dominas el tema, si te entusiasma una idea, muéstrala sin temor.
 Comunícate con tu auditorio
Es evidente que la comunicación entre los humanos se establece en dos niveles: uno visible, el de las palabras
pronunciadas, y otro secreto, el de las intenciones profundas, es decir, lo intelectual y lo afectivo.
Para que el orador sea simpático para su público debería buscar que este sienta inclinación o analogía por sus
afectos y sus sentimientos. Tratar de captar la expectativa del público.
Tratar de ser simpático y de hacer vibrar con su vibración.
Ron Hoff es uno de los formadores de conferencistas más importantes de Estados Unidos. Él llama a este
sentimiento de aproximación entre el presentador y el público un momento perfecto, que se da en algunas
circunstancias, como si ambos hubieran compartido una experiencia trascendente en sus vidas que ocupará
un lugar permanente en sus memorias.

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