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«Igual que el año 776 a. de C.

se reunieron las distintas polis griegas en torno al


mayor santuario dedicado a Zeus en la Villa de Olimpia para celebrar sus primeras
Olimpiadas, nosotros nos reunimos en torno a María del carmen para celebrar algo
mucho más grande e importante: que Cristo nos ama». En tal sentido, nuestras
olimpiadas, más que una simple competencia, serán una ocasión para interactuar
con cordura y compartir como familia carmelina dando gracias por ser una
institución educativa con xv años de dedicación y entrega a la educación.

Oración ante las Olimpiadas 2018

Señor y Padre de todos los hombres: Nos ponemos ante tu mirada benevolente y
ponemos en tus manos la vida, el trabajo y el esfuerzo de todos los deportistas que
compiten por una corona que se marchita.
Ellos que compiten por los laureles de la victoria; ayúdales a luchar también para
guardar la integridad de la persona humana
y alcanzar la corona imperecedera de la Eternidad.
Que los diversos deportes que el hombre realiza le configuren y desarrollen una
imagen integral de la persona; Que toda actividad deportiva, se realice según justos
criterios y tienda a desarrollar fuerza, agilidad, resistencia y armonía física
convirtiéndose en la escuela de lealtad y de coraje, de conformidad y de decisión, de
paz y hermandad entre los pueblos.
Te pedimos, Padre, que los deportistas y cuantos se dedican a la noble causa de la
difusión de una sana práctica deportiva, manifiesten el propósito de que sean cada
vez más numerosos los que, templando el cuerpo y el espíritu en las diversas
disciplinas deportivas, se esfuercen por conseguir la madurez humana necesaria
para medirse con las pruebas de la vida, aprendiendo a afrontar las dificultades
cotidianas con valentía y a superarlas victoriosamente.
Que el buen juego, el estilo excelente y los resultados favorables granjeen los
aplausos y la admiración de las masas, y ojalá puedan apreciar claramente en los
deportistas un modelo de respeto y de lealtad, un ejemplo de compañerismo y
amistad, un testimonio de auténtica fraternidad.
Todo eso afina los espíritus y les hace percibir de cerca lo sublime del ser humano y
su auténtica dignidad.
María, madre de Dios y Madre nuestra: La vida misma es un desafío y un esfuerzo
en busca de la bondad y la santidad. Intercede ante tu Hijo Jesús para que todos los
empeños, sacrificios y desvelos de los deportistas sean colmados en ellos y en sus
familias por su amor su alegría y su paz. Amén.
(se puede rociar el agua bendita a todos)

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